Cada uno con su taburete
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8 9Bienaventurados 2013 •• Bienaventurados 2013
JOCHAJocha Castro Videla [email protected]
A lo largo de su vida pública, Jesús elige
de manera especial la mesa como lugar de
encuentro. Son muchísimos los pasajes en los
cuatro evangelios, pero principalmente en el
de Lucas, en los que vemos a Jesús comiendo y
bebiendo acompañado. Incluso ya resucitado,
nos relata Juan, que Jesús espera a los discípulos
en la playa, con un fuego encendido y un
pescado en las brasas. No importa con quién; o,
mejor dicho, sí importa: cena con todos y todas,
lo cual es motivo de escándalo en la sociedad
mediterránea de su época. Rafael Aguirre
en su libro “La Mesa Compartida. Estudios
del NT desde las Cs. Sociales” nos brinda un
acercamiento muy interesante.
La mesa en la tradición mediterránea y judía
de aquella época (siglo I) tenía un alto contenido
simbólico. En todas las sociedades, ya sean simples
o complejas, el comer es la primera forma de
iniciar y mantener relaciones humanas… Cuando
un antropólogo descubre cuándo, dónde y con
quién se come el alimento, puede deducir ya todas
las demás relaciones entre los miembros de esa
sociedad.1 Un judío de aquella época se cuidaba
tanto individualmente (qué tipo de alimentos
comía, cómo se vestía, etc.) como socialmente
(con quién comía, con quién hablaba, con quién
contraía matrimonio), y romper cualquiera de
estas leyes significaba ser penado o incluso
expulsado de la comunidad.
La mesa refleja los esquemas mentales de
aquella época, los cuales a su vez nos permiten
conocer los valores que estaban detrás. Muchas
veces, estos detalles pasan desapercibidos para
nosotros cuando leemos estas escenas en el
Nuevo Testamento, por no prestar suficiente
atención o por desconocer presupuestos obvios
para la gente de aquella cultura. Las costumbres
entorno a las comidas eran tan importantes en
el siglo I que hasta hubo quienes se atrevieron a
decir que “Jesús fue crucificado por la forma en
que comía”.2
Entre estos esquemas mentales se destaca uno:
el sistema de pureza. Este sistema busca ordenar
la realidad, lo que rompe el orden es lo impuro, lo
manchado. Este sistema se encontraba simbolizado
perfectamente en el Templo, los lugares para los
gentiles, las mujeres, los sacerdotes y el Sumo
Sacerdote, separados y diferentes de
acuerdo a sus grados de pureza. Este
sistema busca separar un pueblo de
otro y, dentro de un mismo pueblo, a
aquellos que son puros e impuros.
Jesús rompe con este y
otros esquemas mentales. Lo
vemos comiendo con pecadores y publicanos,
provocando reacciones de escándalo ya que, con
esta participación en la mesa, está cuestionando el
sistema de pureza. En nombre de Dios, no legitima
3. R. Aguirre, La Mesa Compartida, España 1994, p.59.
2. R. J. Karris, Luke: Artist and Theologian, New York 1985, p.47.
1. P. Farb / G. Armelagos, Consuming Passions: The Anthropology of Eating, Boston 1980, p.211.
el orden social establecido sino que impulsa su
trastrueque profundo, que permitirá la reintegración
de los excluidos y marginados del sistema.3 La
cena con Leví y sus amigos, las parábolas de la
Misericordia en Lucas, la cena en casa de Zaqueo…
y los ejemplos se repitan una y otra vez. Jesús tuvo
una elección clara.
El Reino de Dios es compartir la mesa. Jesús
pone en crisis las fronteras étnicas y simbólicas
de la sociedad judía del siglo I; Él no delimita
su grupo frente a los extraños. Jesús pretende
reconfigurar un nuevo mundo simbólico en
el que la misericordia sustituye la pureza. Los
primeros cristianos continuaron con este legado,
de los impuros de Israel a los paganos de todo el
mundo, reuniéndose en casas y no en el templo,
compartiendo el pan y los bienes con todos.
En su Última Cena, Jesús se entrega; y en esa
mesa se encuentran los pobres, los trabajadores,
los discriminados, las mujeres, Leví… todos. Su
mensaje fue acogido en aquel momento por esa
gente. Sabemos que hoy no es así, que somos
muchos y de toda clase los que buscamos a Jesús,
sin embargo este signo de Jesús nos sirve para
seguir creciendo en nuestro caminar junto a Él y a
los hermanos y hermanas.
Pasé la última Navidad fuera del país y, en
la celebración de la Eucaristía, al momento de
comulgar, el sacerdote pidió que sólo se acerquen
a compartir el Pan, a Jesús, aquellos que sean
“puros”, claro que no lo dijo con estas palabras.
Me entristeció mucho. ¿Es que acaso Jesús no vino
para los enfermos? ¿Es que acaso, en algún punto,
no somos todos ‘impuros’?
La Pascua es el paso de la muerte a la vida;
Jesús fue el primero, pero la promesa del Padre
es para todos y todas. Porque Él quiere que todos
tengamos Vida, y Vida en abundancia, depende
de nosotros acercarnos, acercarnos a compartir
la Mesa con Él, compartir el banquete. Él salió por
las calles a buscar a los pobres, lisiados, pecadores,
cojos y mudos, y nos encontró a nosotros, y
recibimos su mensaje, ¿Debemos nosotros
establecer barreras, entonces, con aquellos que
consideramos más pobres, lisiados, pecadores,
cojos y mudos que nosotros?
El Pueblo de Israel dio un paso de la esclavitud
a la libertad; Jesús dio un paso de la muerte a la
vida. Que esta Pascua podamos dar, cada uno
con su taburete, un paso de la discriminación a la
integración, del individualismo a la fraternidad, de
la injusticia a la justicia.
"En esa mesa se encuentran los pobres, los trabajadores, los discriminados, las mujeres, Leví… todos."
“Luego, una mesa común con manteles largos para todos, como esta Eucaristía. Cada uno con su taburete. Y que para todos llegue la mesa, el mantel y el conqué. Por algo quiso Cristo significar su reino en una cena. Y la celebró la víspera de su compromiso total. El de treinta y tres años celebró una cena de despedida con los más íntimos; y dijo que ese era el memorial grande de la Redención. Una mesa compartida en la hermandad, en la que todos tengan su
puesto su lugar.” PADRE RUTILIO GRANDE