Camboya Minas

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Las mlnas gup mutl lan la tnocencn Los campos minados son un enemigo invisible en los países pobres. Existen millones de artefactos activos, algunos desde la Segunda Guerra Mundial. En Camboya, dos o tres personas al día son víctimas de la explosión de minas terrestres. La mayoría pierde la vida, muchos quedan mutilados. Los niños son un blanco perfecto y los esfuerzos civiles por desactivar- las parecen inútiles: hay millones por colocar en el mundo, c0m0 documenta el autor en este reportaje desde Battambang, en aquel país asiático. TExro y roro: rÉuonrs GREcKo ¿s oin stETE 322

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Las mlnasgup mutl lanla tnocencnLos campos minados son un enemigo invisible en los países

pobres. Existen millones de artefactos activos, algunos desde

la Segunda Guerra Mundial. En Camboya, dos o tres personas

al día son víctimas de la explosión de minas terrestres. La

mayoría pierde la vida, muchos quedan mutilados. Los niños

son un blanco perfecto y los esfuerzos civiles por desactivar-

las parecen inútiles: hay millones por colocar en el mundo,

c0m0 documenta el autor en este reportaje desde

Battambang, en aquel país asiático. TExro y roro: rÉuonrs GREcKo

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CHINAa

BURMAa LAOS

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VIETNAMaGolfo

de Tailandia

MALASIAa

SINGAPURa

!s difícil no emocionarse con una ale-Egría tan contagiosa. Tiene toda la con-fianza del mundo, habla conmigo como sime conociera de siempre, trata de tomar-me una foto con un celular, juega con suscompañeros con entusiasmo, y salta,empuja y se carcajea con Elena, la jovenmédica española. Neng se hace querer portodos. Y se acerca a ella como se lo permi-ten sus muñones, a acariciarle el cabellocon su mano de palo y a hacerse apapacharcomo a él le gusta. Lo admirable de suespontaneidad y buen humor es que seantan vivos a pesar de que la tragedla que destruyó susmiembros ocurrió hace sólo nueve meses.

Tenía catorce años cuando pasó. Hijo de padres sepa-rados, un tío de una provincia cercana lo invitó a trabajarcon él en el corte de leña. Chico esforzado, podía enviaralgún dinero a casa y su hermano mayor se le sumó. Undía en que el tío estaba fuera, los dos muchachos fuerona laborara una zona que sabían que estaba minada. Nengestaba nervioso y di¡o que ya habían reunido suficientemadera. El otro quiso seguir un poco más. Cuando empe-zaton a limpiar el árbol que habían ürado, se escuchó laexplosión. El hermano quedó herido, pero completo.Neng perdió las dos piernas y un brazo.

Un arma criminalLas guerras recientes de Camboya, que se extienden entérminos generales desde 1939 hasta 2002, se encuen-üan entre las más trágicas del siglo xx. Parece que todoel mundo meüó la mano aquí en un momento u otro:franceses, japoneses, estadunidenses, tailandeses, viet-namitas, chinos, rusos... también hicieron su parte 1os

movimientos políticos locales, en parücular el partidoextremista del Khmer Rouge, que por cuenta propia

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{Abajo) Neng se cJivierte tornando fotosal autor de este reportaje. En la páginasiguientei, con dos de sus companerosimprovisando un juego tie g:olo. Los

niños aprenden materias básicas, inglésy algunos oficios para volverse auto-

suficientes.

causó Ia muerte de entreuno y tres millones desus compatriotas, de 197ó

a 1979. Todos metieronlas manos... y los cambo-yanos las perdieron. Conlas piernas. Y la vida.

Las minas antiper-sonales son armas queno respetan edad, sexoni condición: matan Iomismo a amigos que a

enemigos, a inocentes ya los propios asesinos.En el fragor de la gue-rra, Ios ejércitos rivalesestán tan concentradosen eliminarse mutua-mente que siembranminas sin control. Nose tienen cifras exactas

sobre la cantidad de aparatos ni datos precisos sobredónde los enterraron. No se los ve. Uno se enteracuando explotan bajo sus pies.

Lo peor de todo es que el conflicto bélico se acaba,

ios combatientes se van a casa... y las minas siguen ahí.Cuando ya nadie se acuerda de quiénes eran los quepeleaban ni por qué, estas armas siguen explotando.En Libia y Egipto todavía se registran muertes causadaspor minas que fueron colocadas en la Segunda GuerraMundial, hace seis décadas.

Pobreza y minasCon diez años, Rafita es otra niña encantadora, alegrey entusiasta. No así su historia. Su nombre real es

Tang. Ratita es el apodo que le puso el obispo católicode Ia ciudad de Battambang, Kike Figaredo. Ella es lamenor de su familia, extremadamente pobre y aban-donada por el padre cuando todos eran pequeños. Su

hermano mayor, Ree, solía úabajar para gente deTailandia en la frontera con ese país. Entre sus veci-nos, y a pesar de ser herederos de una cultura muyrica, los camboyanos son vistos con desprecio. Sondébiles y no tienen dinero. Ree fue asesinado por el

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ejércrte'r tarl¡ndés ba;o sospecha de robo. Sin juicio, sinpiedad. Nur-rc.r devolvieron su cuerpo. A la madre,Lor-rg Tha, srlier ie quedó ilorarlo.

Tres nresc-s después de la muerte de Ree, la herma-na que le seguía en edad, Nhan, también falleció. Unamañana fue ten-lprano a recolectar basura en el bosque.La otra hermana, Gha, corrió a avisar a su madre queescuchó una explosión. El día avanzaba y no se sabía

nada de Nhan Lang Tho empezó a sospechar que podíahaber r-rna relación entre el evento y la ausencia. Fue a

buscar a la persona que compra la basura que traen lospobres. No había r¡isto a su hi;a. Le costó encontrar ayudapara ir a revisar el sitio de Ia explosión, pues todos tení-an miedo. Cuando finalmente lo hicieron, encontrarone1 cr-rerpo de la niña desangrada. Habían llegado dema-srado t.rrde. La madre se volvió alcohólica de dolor.

La p,,.breza obir,ea a enfrentar el peligro es inevi-table. Antc' la ar-nenaza de perecer de hal-r-rbre, \'Lrilre'ron a recorrer hs espesuras. Era febre¡o de 2t-')0 j fierl¡.ipisó la mtna Perdrei e] ...u..ctrtlterttLr Lanq Thu¡ quedtigravemente herida. Por fortuna, al-{nr-rts aldeanos esta-

ban cerca y alcanzaron a llevarlas al hosprtal. Rarir.r

tenía nueve años cuando perdió la pierna.

N/INAS EN CAIVBOYA 51

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Hoy no pone cara de víctima. Le pido que memuestre su prótesis para fotografiarla y lo hace, muer-ta de Ia risa. Es feliz en el Centro Arrupe deBattambang, donde el padre Kike, Elena, el jesuita fili-pino Gabbi y algunos voluntarios educan a niños vícti-mas de Ias minas. "Yo los amo , me sorprende Ratita alhablar en castellano. Kike, de origen español, lo ense-ña junto con el inglés, materias básicas y oficios.

Minar el mundoPor cada 10 mil personas, Camboya tiene 2ó amputa-dos por mina. La segunda tasa más alta del globo, des-pués de Angola (30) y antes de Afganistán (1ó), elKurdistán iraquí (10)y Vietnam (8). Su costo económi-co es enorme. pues tienden a inutilizar enormes super-ficies que no pueden ser habitadas ni trabajadas. EnLibla, por e¡emplo, 27 por ciento de la tierra arable es

zona de pehgro desde la Segunda Guerra Mundial.Se estima que hay ll0 miliones de minas activas

en 70 países del mundo, esperando bajo tierra el pasode un infortunado. Esto es equivalente a una por cada

50 personas en el mundo. Otras 110 millones estánen los arsenales, esperando a ser colocadas. Cadames, en promedio, dos mil personas son víctimas deaccidentes de minas, de las que unas 800 mueren. Elresto quedan mutiladas. En Camboya, el promedio es

de 2.5 incidentes cada día. La mayoría de los afecta-dos son civiles, principalmente mujeres y niños.

Las campañas de desminado retiran unas 100 milanualmente. A este ritmo, tardarían 1,100 años en liberarai mundo de ellas. Lo peor es que, también cada año, dosmillones más son plantadas. Las minas más comunes

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tienen un precio de entre3 y 30 dólares cada una.Extraerlas cuesta 50veces más. Por cada cincomil minas retiradas. undesminador muere.

Los jesuitas tienenun proyecto propio dedesminado en Camboya.En 25 hectáreas, dice elobispo Kike, se demora-ron cuatro meses paralimpiar 140 minas, a uncosto de mil dólares cada

una. Al paso en que vanlas distintas organízac\o-nes que realizan estatarea en el país (varias

ONG y el gubernamentalCambodia Anti-mineAction Center), añadeGabbi, "vamos a tardar 200 años".

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Tal vez por la falta de experiencia de vida, los niñosafectados por minas mantienen una esperanza que a

los adultos les cuesta alcanzar. Hay Loeuth tuvo queenfrentar la realidad del amputado en una sociedadsin servicios de atención social, como es Camboya."Me dañaba el corazón ver a los demás a mi alrededor,tan felices. No tenía más fuerza para Iuchar y seguir eneste mundo. ¿Vivir para qué? Sólo por un poco de comt-da y esperar a que terminara el día".

Un granjero que encontró una mina consiguiódesenterrarla y colocarla en otro sitio, por donde se

metía ganado ajeno a sus tierras. La víctima no fue unavaca, sino Hay. No recuerdazzzzzzz la fecha con preci-

sión, qero oturió a. rned\adas de lqs 9Q, cuando la gue-

tra cwi\ seguia a(asando regiones del país'

Hay ioeuth perdió Ia autoestima y se llenó de

cobardíá, miedo y desespetación. En su mente sólo

sonaban las palabras "kyum chhunpika", que en idioma

khmer significa "soy un amputado". No podía conseguir

trabajo eñ el campo o las fábricas y tenía que mendigar

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para saciar su hambre. Vivía siempre bajo la

presión de ser humillado por los demás."siempre que me encontraba en un grupode gente, me miraba a mí mismo y yo era elmás feo. Ellos olían bien y estaban limpiosmientras yo me arrastraba sobre mi trasero,

apestaba, estaba sucio y tenía costras en lapiel. Era un parásito".

Su único alivio estaba en pensar que las

piernas Ie volverían a salir cuando se acaba-

ra Ia guerra. "Pero llegó lo que llamanpazymis piernas no crecieron".

Lo que sí trajo el fln del conflicto fuela relajación de las restricciones, la entrada de ONGextranjeras de ayuda social y la reaparición del turis-mo. Hay Loeuth fue enrolado en un proyecto de fabri-cación de artesanías por discapacitados. Ahora tieneuna silla de ruedas y gana su propio sustento."Recuperé la dignidad".

Lamentablemente, su caso y el de sus compa-ñeros es excepcional. La regla es que \a gran mayoríade quienes tienen deficiencias físicas carezcan detrabajo y de atención. Las calles de Phnom Penh, lacapital del país, están llenas de niños, adultos ymayores con deformaciones congénitas o causadaspor enfermedades y accidentes. Sólo mendigandopueden sobrevivir.

i:,i.'¡*er V quererSot es un quinceañero, como Nieng lI":. j - , - -

sus amigos le dieron una cosita metá\rca' ::-de un dedo, que habían encontrado ,v cc: -' :

ban jugando. Se trataba de un UXO, Ll e:'-:-:idetonar. Un proyectil que fue disparadc '.- r't

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Ellos no Io sabían. A Sot se le ocurrió trli;r -:golpeándolo contra un árbo1.

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que busca una pieza y se la quiero acercar Elena mueveIa cabeza' "Él 1o puede hacer". Cr-¡n los dos muñones delo que queda de sus brazos, la lelanta, traslada, colocaen el sitio adecuado y acor-noda con precisión.

Elena y Gabbi tienen una gran confianza en el futu-ro de los niños que cuidan v educan en el Centro Arrupe.Pregunto cómo r¡an a sobrevivir cuando sean adultos ytengan que enfrentarse solos a la vida en este país pobrey semidestruido. donde si algo sobra no son empleos.

"Eilos pueden", sonríe Elena. "Hay gente que tienetodos sus mler¡bros y no hace nada. Estos chicos vana salir de aquí con educación, autoestima y motiva-ción, porque les damos amor'.

Miro a los niños. Con entusiasmo y buen humor,han dejado de ¡ugar y ahora arreglan el patio. Niengacomoda las macetas. Ratita retira la red de voleibol.Sot acomoda una escoba entre sus muñones y barre.Otros más también ayudan.

Saben que pueden hacer las cosas. Lo que esme;or, quleren hacer las cosas. Ríen tanto que yomismo me descubro nendo sin un motivo particular.A pesar de sus tragedias, tratan de ser felices.

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