De González Rodríguez, Sergio (2014). Campo de guerra, Anagrama, México.

Del género de frontera, a caballo entre la ciencia y el periodismo, Campo de guerra puede leerse como un informe geopolítico sobre el mundo, nosotros incluidos.

Este libro "piensa de otro modo" la violencia y la impunidad, no sólo respecto de otros libros de publicación reciente tales como Estado de Guerra, Crimen e Impunidad o Vacíos de poder sino también de otros libros del mismo autor que analizan la violencia de los feminicidios y las decapitaciones.

Campo de guerra, premiado por su agudeza, es además una señal acerca de los riesgos de la militarización del mundo social: sus metamorfosis y barbaries.

En esta lógica, González Rodríguez utiliza conceptos de la filosofía y la sociología contemporánea para la descripción de la complejidad de la violencia, sus factores y efectos; por ejemplo, el concepto de campo de Bourdieu, el estado de excepción de Agambem; al mismo tiempo, propone el uso de otros conceptos particulares tales como túnel, ligado a la economía informal; urdimbre turbia, que refiere la intrincada dinámica de la expansióndel campo de guerra global, a-legalidad que caracteriza la ilegalidad estatal; anamorfosis, para poner nombre a la degradación de la convivencia y a la victimización, pero siempre, según las necesidades de la observación, con alto sentido práctico.

Para ello González Rodríguez, sostiene sin rodeos ni concesiones, que la militarización de la sociedad tiene graves consecuencias para la vida, las libertades y la soberanía nacional, al mismo tiempo, que el estado mexicano ha sido subordinado a la geopolítica estadounidense.

En Campo de guerra podemos encontrar una descripción de la vigilancia mediante drones, la venta de armas y el control social en nuestro país. El libro funciona como un catalejo que atisba cómo se refracta el campo de guerra

global "flexible", "dinámico" y abierto en México, cómo funciona el malestar de la victimización caracterizado en palabras del autor como un"regimen de terror cotidiano", es decir, la lógica de nuestra vulnerabilidad e indefensión.

Desde estas coordenadas, González Rodríguez refiere los límites de lo legal e ilegal, por lo demás, núcleo central del texto. Estas zonas grises, fronteras difusas que ocupan a Das y Poole o a Migdal en sus descripciones acerca de los márgenes estatales y la regulación estatal desde abajo se localizan en lo social, pero evidentemente, a González Rodríguez le preocupan aquéllas que se producen en las instituciones estatales: la impunidad, las negociaciones de políticos y policías con distribuidores de drogas, la negación y destrucción del estado de derecho.

El informe de González Rodríguez es severo, realista, atroz, como todo informe de parte de batalla. Anoto aquí algunos datos del registro de Campo de guerra: instituciones ilegales, a las que llama "entelequía carente de sustancia" y "an-estado", cuyo prefijo es la negación; negociaciones entre agentes estadounidenses y mexicanos que incluyen a políticos y diplomáticos, negociaciones de algunos de ellos con otros traficantes, pero sobre todo, la conversión del estado mexicano en un gendarme "represivo" latinoamericano. Dice González Rodriguez: "en la asimetría...lo obsorbe", tanto como: "poco se dice de la responsabilidad, omisión e incapacidad del estado mexicano" y de los propios americanos en el problema.

Puede observarse que los argumentos de Campo de guerra son sugerentes y cntroversiales y pertenecen al debate público acerca de la complejidad de nuestra situación. Aunque el autor enuncia diversas hipótesis en el texto no es difícil imaginar que todas ellas pueden agruparse en aquélla que focaliza la relación entre lo que él denomina el negocio de la ilegalidad y el control mediante la vigilancia. Por esta razón, González Rodríguez refiere la venta de armas, el blindaje de las reformas y la imposición de la guerra antidrogas tutelada.

Ahora bien, en la mediación que supone el comentario, cualquier lector puede interrogarse acerca de la magnitud del problema de la violencia y la impunidad en México. Quizá no

corresponda a nosotros responder a la pregunta acerca de la solución, pero si formularla, lanzarla al público, quizá aún no haya los instrumentos para investigarla.

En efecto, en México hay quienes piensan que toda guerra termina en pacto o en la política; también hemos sido, en nuestra historia reciente, testigos de que los pactos terminan en traiciones y simulacros, entonces: ¿Cómo terminar de una vez por todas con este ciclo de guerra?

Para avanzar en la respuesta, los lectores podemos seguir interrogándonos, por ejemplo: ¿Por qué el gobierno mexicano no abandona el optimismo? ¿cuáles son los grados de ilegalidad, militarización de lo social y degradación de la convivencia en nuestro país? ¿cuál es el grado de subordinación del estado mexicano al estadounidense en la asimetría geopolítica que entre ellos existe? ¿Por qué el malestar de los familiares de la víctimas no ha posibilitado un sistema eficaz de reparación de daños? ¿por qué conceptuar a todas las autodefensas como grupos paramilitares?

Campo de guerra indaga esas preguntas y aporta sus respuestas, agudas por supuesto. En el todo caso, las preguntas enunciadas arriba tienen como propósito la restauración de la verdad, porque como dice González Rodríguez "la verdad es la primera víctima de la guerra". Campo de Guerra se convierte entonces en una herramienta de la memoria contra el olvido. Las respuestas del autor serán en este caso, seguro, un desmentido para quienes pudieran pensar que hay exceso de ficción en el relato, demasiada literatura en este texto de fronteras disciplinarias.