Castells - Flujos y Lugares

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fragmento de "La Sociedad de la Información Vol. 1"

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EL ESPACIO DE LOS FLUJOS Y EL ESPACIO DE LOS LUGARES Manuel Castells El espacio de los flujos no impregna todo el mbito de la experiencia humana en la sociedad red. En efecto, la inmensa mayora de la gente, tanto en las sociedades avanzadas como en las tradicionales, vive en lugares y, por lo tanto, percibe su espacio en virtud de ellos. Un lugar es una localidad cuya forma, funcin y significado estn delimitados por las fronteras de la contigidad fsica. Un lugar, para ilustrar mi argumento, es el quartier parisiense de Belleville. Belleville fue para m, al igual que para muchos inmigrantes a lo largo de la historia, el punto de entrada a Pars en 1962. Como exiliado poltico a mis veinte aos, sin mucho que perder excepto mis ideales revolucionarios, me dio cobijo un obrero de la construccin espaol, dirigente sindical anarquista, que me introdujo en la tradicin del lugar. Nueve aos despus, esta vez como socilogo, segua paseando por Belleville, trabajando con comits de obreros inmigrantes y estudiando los movimientos sociales contra la renovacin urbana: las luchas de la que denomin La Cit du Peuple, tratadas en mi primer libro. Ms de treinta aos despus de nuestro primer encuentro, tanto Belleville como yo hemos cambiado. Pero Belleville sigue siendo un lugar, mientras que me temo que yo cada vez me parezco ms a un flujo. Los nuevos inmigrantes (asiticos, yugoslavos) se han unido a una corriente establecida hace mucho tiempo por judos tunecinos, musulmanes magrebes y europeos orientales, sucesores a su vez de los exiliados intraurbanos empujados a Belleville en el siglo XIX por el designio hausmanniano de construir un Pars burgus. El mismo Belleville se ha visto golpeado por varias olas de renovacin urbana, intensificadas en los aos setenta. Su paisaje fsico tradicional de faubourg histrico pobre pero armonioso ha sido revuelto con postmodernismo plstico, modernismo barato y jardines aspticos como remate de un patrimonio inmobiliario an en parte deteriorado. Y, no obstante, en 1999 Belleville es un lugar claramente identificable, tanto desde el exterior como desde el interior. Las comunidades tnicas que suelen degenerar en hostilidad mutua coexisten de forma pacfica, aunque siguen sus propios caminos y, ciertamente, no sin tensiones. Nuevas familias de clase media, en general jvenes, se han unido al barrio debido a su vitalidad urbana y contribuyen con fuerza a su supervivencia, a la vez que autocontrolan los efectos del aburguesamiento. Culturas e historias, en una urbanidad verdaderamente plural, interactan en el espacio, dndole significado, conectndolo con la ciudad de la memoria colectiva de la que habla Christine Boyer. Los patrones del paisaje tragan y digieren modificaciones fsicas considerables mediante su integracin en sus usos variados y su activa vida callejera. No obstante, Belleville no es de ningn modo la versin idealizada de la comunidad perdida, que probablemente nunca existi, como demostr Osear Lewis en su nueva visita a Tepoztln. Los lugares no son necesariamente comunidades, aunque pueden contribuir a construirlas. Pero la vida de sus habitantes est marcada por sus caractersticas, as que son buenos o malos lugares segn los juicios de valor sobre qu constituye una buena vida. En Belleville. sus moradores, sin tener que quererse unos a otros y sin ser queridos por la polica, han construido, a lo largo de la historia, un espacio interactuante significativo, con una diversidad de usos y una amplia gama de funciones y expresiones. Interactan de forma activa con su entorno fsico diario. Entre el hogar y el mundo existe un lugar llamado Belleville. No todos los lugares son socialmente interactivos y ricos en espacio. Son lugares precisamente porque sus cualidades fsicas/simblicas los hacen diferentes. As. Alian Jacobs, en su excelente libro sobre las grandes calles 90, examina la diferencia de calidad urbana entre Barcelona e Irvine (eptome de la suburbana California del Sur), basndose en el nmero y frecuencia de las intersecciones en el trazado de las calles: sus hallazgos van ms all an de lo que cualquier urbanista informado podra imaginar. As que Irvine es, en efecto, un lugar, aunque de un tipo especial, donde el espacio de la experiencia se reduce hacia el interior del hogar, a medida que los flujos dominan cada vez ms porciones del tiempo y el espacio. La relacin entre el espacio de los flujos y el espacio de los lugares, entre la globalizacin y la localizacin simultneas, no presenta unos resultados predeterminados. Por ejemplo, Tokio ha sufrido un proceso considerable de reestructuracin urbana durante los aos ochenta para cumplir su papel de ciudad global, un proceso plenamente documentado por Machimura. El gobierno de la ciudad, sensible al profundo temor japons a la prdida de identidad, aadi a su poltica de reestructuracin orientada al comercio una poltica de creacin de imagen que cantaba las virtudes del antiguo Edo, el Tokio premeiji. En 1993, se abri un museo histrico (Edo-Tokio Hakubutsakan), se public una revista de relaciones pblicas y se organizaron exposiciones peridicas. Como escribe Machi-mura: Aunque estos planteamientos parecen ir en direcciones totalmente diferentes, ambos buscan la redefinicin de la imagen occidentalizada de la ciudad con formas ms nacionales. Ahora, la japonizacin de la ciudad occidentalizada proporciona un contexto importante para el discurso sobre la ciudad global de Tokio tras el modernismo. 1

No obstante, los ciudadanos de Tokio no se quejaban slo de la prdida de la esencia histrica, sino de la reduccin de su espacio de vida cotidiana a la lgica instrumental de la ciudad global. Un proyecto simboliz esta lgica: la celebracin de una Exposicin Universal en 1997, una buena ocasin para construir otro complejo comercial importante sobre el terreno recuperado del puerto de Tokio. Las grandes empresas constructoras lo agradecieron mucho y las obras estaban ya en ejecucin en 1995. De improviso, en las elecciones municipales de 1995, un candidato independiente, Aoshima, cmico de televisin sin el respaldo de los partidos polticos ni de los crculos financieros, se present a la campaa con un programa monotemtico: cancelar la Exposicin Universal de la ciudad. Gan las elecciones por un margen considerable y se convirti en el alcalde de Tokio. Unas cuantas semanas despus mantuvo su promesa electoral y suprimi la Exposicin ante la incredulidad de la lite empresarial. La lgica local de la sociedad civil se impona y contradeca a la lgica global del empresariado internacional. As pues, la gente sigue viviendo en lugares. Pero como en nuestras sociedades la funcin y el poder se organizan en el espacio de los flujos, el dominio estructural de su lgica altera de forma esencial el significado y la dinmica de aqullos. La experiencia, al relacionarse con los lugares, se abstrae del poder, y el significado se separa cada vez ms del conocimiento. La consecuencia es una esquizofrenia estructural entre dos lgicas espaciales que amenaza con romper los canales de comunicacin de la sociedad. La tendencia dominante apunta hacia un horizonte de un espacio de flujos interconectado y ahistrico, que pretende imponer su lgica sobre lugares dispersos y segmentados, cada vez menos relacionados entre s y cada vez menos capaces de compartir cdigos culturales. A menos que se construyan deliberadamente puentes culturales, polticos y fsicos entre estas dos formas de espacio, quiz nos dirijamos hacia una vida en universos paralelos, cuyos tiempos no pueden coincidir porque estn urdidos en dimensiones diferentes de un hiperespacio social.[extrado de La era de la informacin Vol. 1: La sociedad red. 2da. Edicin. Alianza Editorial. Madrid, 2000]

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