Cesar Moro-La Sombra Del Ave Del Paraiso

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La sombra del ave del paraísoy otros textos

César Moro

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Prosas escritas en francés entre 1939 y 1945, durante la estadía del autor en México.La edición impresa incluye los textos originales en francés.La traducción al castellano le pertenece a Franca Linares.

Edición digital: Miguel Zavalaga Flórez.

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Índice

 Nota sobre César Moro por Mario Vargas Llosa..................................4

La sombra del ave del paraíso................................................................6Por una infancia mejor..........................................................................10Imaginaba la circulación... ...................................................................11Aquello comienza un día... ..................................................................13Por un amor más amplio... ...................................................................14Siete cantos de dolor... .........................................................................15Cogí una rata muerta... .........................................................................16Cuaderno mistagogo..............................................................................17

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Nota sobre César Moro

Recuerdo imprecisamente a César Moro, lo veo, entre nieblas dictando sus clases en el colegioLeoncio Prado, imperturbable ante la salvaje hostilidad de los alumnos, que desahogábamos enese profesor frío y cortés, la amargura del internado y la humillación sistemática que nosimponían los instructores militares. Alguien había corrido el rumor de que era homosexual y poeta: eso levantó a su alrededor una curiosidad maligna y un odio agresivo que lo asediaba sindescanso desde que atravesaba la puerta del colegio. Nadie se interesaba por el curso de francésque dictaba, nadie escuchaba sus clases. Extrañamente, sin embargo, este profesor no descuidabaun instante su trabajo. Acosado por una lluvia de invectivas, carcajadas insolentes, bromasmonstruosas, desarrollaba sus explicaciones y trazaba cuadros sinópticos en la pizarra, sindetenerse un momento, como si, junto al desaforado auditorio que formaban los cadetes, hubieraotro, invisible y atento. Jamás adulaba a sus alumnos. Nunca utilizaba a los temibles suboficiales

 para imponer la disciplina. Ni una vez pidió que cesara la campaña de provocación y escarniodesatada contra él. Su actitud nos desconcertaba, sobre todo porque parecía consciente, lúcida.En cualquier momento hubiera podido corregir de raíz ese estado de cosas que, a todas luces, loestaba destruyendo: le bastaba servirse de uno de los innumerables recursos de coacción y terror que aplicaban, en desenfrenada competencia, sus “colegas” civiles y militares; sin embargo, no lohizo. Aunque nada sabíamos de él, muchas veces, mis compañeros y yo, debimos preguntarnosqué hacía Moro en ese recinto húmedo e inhóspito, desempeñando un oficio oscuro y doloroso,en el que parecía absolutamente fuera de lugar.

Ocho años después me pregunto cómo situar a Moro en la poesía peruana, a la que parece,también, sustancialmente extraño. En efecto, ¿cómo situar a un poeta auténtico, a una obrarealmente original y valiosa, junto a tanta basura, cómo integrarlo dentro de una tradición de

impostores y plagio, cómo rodearlo de poetas payasos? Quizá baste señalar que nada vincula aMoro con la vacilante poesía peruana, que nada lo enlaza ni siquiera con las direccionesestimables que ésta ha alcanzado en períodos fugaces. Es cierto que se trata de un poeta puro, porque jamás comercializó el arte, ni falsificó sus sentimientos, ni posó de profeta a la manera dequienes creen que la revolución les exige sólo convertir a la poesía en una harapienta vociferante, pero su pureza no tiene nada que ver con esa suerte de juego de artificio, con esa actitud deaislamiento, de prescindencia del hombre y de la vida, que impregna a cierta poesía de gabinetecon un penetrante olor a onanismo y sarcófago. Es cierto que se trata de un poeta comprometidocon una fe y una emoción a las que nunca traicionó. Pero la lealtad y la limpieza con que asumiósu compromiso, niega y deja en ridículo, precisamente a aquellos, poetas que se llamancomprometidos porque repiten una retórica ajena y explotan ciertos tópicos que sólo los

 preocupan de la piel para afuera, con una insinceridad snob tan evidente, como la de aquellos pintores indigenistas, fabricantes de pastiches, y traficantes innobles de una realidad lacerante,que clama por combatientes, no por mercaderes fotógrafos. Pero además de ser auténtico,sincero, Moro es también un gran poeta. Es sabido que este calificativo no se gana como el cielo,sólo con buenas intenciones. No basta ser consecuente consigo mismo, ajustar estrictamente unaconducta a la moral que le puede respaldar una obra con una actitud convincente, para leer ungran poeta. Es preciso aquella cualidad indefinible, que ciertos autores nos revelan al ponernosen contacto inmediato con aspectos inusitados de la realidad al descubrirnos zonas imprevistas de

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la sensibilidad y la emoción, al transmitirnos el misterio, la alegría o el dolor de las cosas y loshombres.

César Moro murió hace dos años, el 10 de enero de 1956. Al igual que su obra, su vida es casitotalmente desconocida en el Perú. Nació en Lima, en 1903. En 1925, viajó a Europa. Formó parte del movimiento surrealista. Colaboró en el “Surréalisme au service de la Revolution” y el

homenaje a Violette Noziéres. En 1933 los surrealistas franceses firmaron, a su iniciativa, unanota de protesta por los fusilamientos ordenados por Sánchez Cerro. Los originales de su primer libro de poemas, que data de ese año, fueron extraviados por Paul Éluard. Al regresar a Limaeditó con Emilio Adolfo Westphalen y Manuel Moreno Jimeno, un boletín a favor de laRepública Española, que acarreó persecución policial a sus autores. Tuvo una polémica violentacon el chileno Vicente Huidobro. Con Westphalen fundó la revista “El Uso de la Palabra”. Viajóa México en 1938. En 1940 organizó allí, con André Breton y Wolfgang Paalen, la ExposiciónInternacional del Surrealismo. En México, también, publicó “Château de Grisou” y “Lettred'Amour”. En esa época se aparta del movimiento surrealista. Regresa a Lima en 1948.“Trafalgar Square” aparece en 1954. Al morir, dejó varias obras inéditas. André Coyné, que editóel año pasado en París “Amour á Mort”, ha preparado la publicación de sus dos únicos libros en

español, “La Tortuga Ecuestre” y “Los Anteojos de Azufre”. Los poemas que aparecen en estas páginas1 pertenecen al primero de los libros nombrados. Al publicarlos, quienes editamos estarevista queremos rendir nuestro homenaje a César Moro y señalar que, sin participar de muchasde sus convicciones, su obra nos merece profunda admiración y respeto.

 Mario Vargas Llosa

 _____________________ 1 Este texto era la introducción a una selección de poemas de Moro publicada en la revista  Literatura nº 1, febrerode 1958, Lima.

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y extendida cuan larga era, ocultaba los cuerpos retorcidos en el éxtasis de los ofidios quesodomizaban a las más bellas tortugas de caparazones color tierra seca. Un ruido continuo deagua corriendo impedía la erección, un deseo insostenible de llorar oprimía la garganta confollajes y rocas para amortiguar la caída interminable de un suicidio sin fin. Había querecomenzar; por haberse olvidado de cerrar las puertas, un jabalí arrastraba por el suelo los

retratos de familia, y la más cara imagen se hallaba coronada entre sus cuernos color de loza. Loslimones requerían la ayuda inútil del viento para caer en pleno sexo de una mujer descuidada bajo un árbol móvil y hablador que la amenazaba con nombres tiernos: “Ven mi victimaria, ven aescuchar mi sangre que anhela llamarse savia, ven mi alcaloide caduco y ebrio, a comer misraíces terrosas y llenas de hormigas; los leones frotan su corteza contra la rugosidad de mi piel, puedes desenmarañar tus pelos con los relieves de mi corteza; ¡oh! asesina, ofrece tu piel ycuelga tu cabeza de durmiente en mis ramas cubiertas con los más leves excrementos de pájaros.Durante toda una noche, soporté el cadáver del pájaro más conmovedor que exista en el mundo yque habita el mar: una tortuga velluda como un ángel pasó toda una noche bajo mis ramas, lanoche de su muerte en el aire y de su entrada en la marea que la respeta como madre de todamagnitud de movimiento que exhibe el mar”.

De vez en cuando, un suspiro tan violento como una piedra al atravesar la oscuridad: algunosseres pasaban su noche sin estremecerse antes de librarse a una profunda esperanza de reposo, al pasar silenciosa una locomotora nocturna. Sólo una sonrisa en la naturaleza, la tierra sentía quesu vientre se partía, y algunos hombres, presas fáciles del insomnio, declaraban con los ojosabiertos, haber escuchado como una caída prolongada en lo más profundo de sus borros cerebros;y nadie pensaba ya en el paso de la marta doble del amor. Ella dejaba colgar sus entrañas y decíaa quien quería escucharla: “Mi mujer era bella pero un día su moño cayó a la tierra y la tierraretrocedió presa de terror; yo mismo debí morderla con todas mis fuerzas sin lo cual seguiría aúnquejándose de la variabilidad del tiempo y de los accidentes imprevistos que despeinan una martao una golondrina, transformándolas súbitamente en colchoncillos para enfermos de la vejiga;colchoncillos excelentes para el tratamiento de la orina megalómana, a condición de tomar los

colchoncillos de golondrina y sólo ellos, mezclados con piedra en polvo y pimienta salpicada conalgunas gotas de sangre de perdiz. Ninguna respuesta podía levantar su moño de piedra; heme pues, viudo del moño y sin poder seguir cubriendo a mi mujer adorada de moño ligero yabatido”. La marta tuvo que alejarse seguida de una horda de monos que se masturbaban sincesar y que no deseaban oír otra historia salvo la del zapatero y de su mujer que fueronencontrados asfixiados y atados al pie de su lecho nupcial.

A decir verdad, nada lograba hacerme llorar tanto como la brusca aparición de ese caballovacío; llevaba puesta una espuela luminosa sobre la frente y a su paso desenrollaba una leyenda:“No toquéis a los muertos, su espuma es más pura que mi sombra sobre la tierra; adiós trojedivino y antiguamente adorado. Parto, pero encontrarás mi relincho como una flor tenaz en el

fondo de la jofaina que te sirve de sombrero. ¡Adorado caballo abandonado! Todas las desgraciasme persiguen desde que perdí de vista la torre puntiaguda de la ventana que con la ayuda de unade tus uñas había abierto a lo largo de mi pecho. Adiós ventana amada, olvida hasta las cenizasde tu tierno caballo, adiós caballo, y tú, más profunda que la mirada de una nutria reseca, adiós,veneno de mis noches. Sobre mi tumba, quiero este epitafio: “Un caballo que se extravió en el bosque, una mañana más clara que de costumbre. Escupid sobre él, sobre todo oh tú, escúpemehasta perder el conocimiento: sólo soy un caballo pero mi ventana está abierta y tu saliva es el pasto de las estrellas. Escupe, estrella fugaz”. Luego de la aparición del caballo y de su leyenda,

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todo el mundo se sumió en una terrible melancolía, sin saber si debían atribuirla al paso delcaballo o al ruido armonioso, oído hacía algunos minutos, de la risa feliz de dos muchachas quela corriente acababa de arrastrar; sin embargo, cada uno estuvo de acuerdo en asumir su parte de pena que, como culebra, se insinuaba por doquier.

 Nada sensacional vino a turbar nuestro reposo, todo estaba tranquilo, como si la tierra no

hubiera sido más que un inmenso avispero, un nido de escorpiones donde el más dulce os escupeal cerebro después de haber largamente orinado a lo largo de vuestro camino. “Vete, podrido,vete. La tierra debe borrarte del número de los seres vivos; escupo sobre ti y sobre tudescendencia de larvas”. Y acompañando la palabra con el gesto, soltó un gas y escupió. Pero lahembra del canario que había escuchado todo, comenzó a cantar una canción reprobadora muyoportuna para condenar la vil acción de la maléfica escolopendra: “Oh tú, escorpión querido,¿por qué malgastar tu saliva con esta basura?, escupe sobre mí, escorpión de dientes afilados ysodomitas, escupe sobre mí, escorpión... Aunque soy hembra de un verdadero canario, te maldigocon todas mis fuerzas y la melodía de mi canto te perseguirá hasta que advenga la muerte;sofocado, triste zorro castrado, escorpión maldito”. Me quedé allí, sin saber a qué atenerme, locual, visto por la alondra, mereció otra cancioncita apropiada: “Raza de perro, ¿qué haces allí con

tus piernas que parecen dos escaleras muertas?, ¿a dónde vas con tus piernas, dulce comedor deinmundicias? Si el escorpión escupe sobre ti, yo escupo sobre la puta mujer del canario castrado,vieja puta que corre tras los excrementos de todas las bestias, sucia burguesa, y tú, más sucio aún,que has soportado su canción sin abalanzarte sobre ella y violarla, porque he visto en tus ojos eldeseo de rodar con ella. Que las ladillas no concedan ni un descanso a tus noches de locolúgubre, vete, podrido”. Después de haber agradecido con la más dulce de mis sonrisas a laalondra por su brillante defensa, continué mi camino, baboseando a diestra y a siniestra con laesperanza de formar una estatuilla de sal o una tina portátil, pero en vano, unos conejos se precipitaban inmediatamente sobre mi saliva y en un abrir y cerrar de ojos borraban toda huellade tina o de diccionario portátil, desaparecían enseguida, no sin reír bajo capa de mis sabias preocupaciones por obtener una tina portátil o un colador automático. Pero nada lograba consolar 

mi atroz pesadumbre: en la mañana había comido algunas hojas embriagantes y me encontrabaen un estado vecino de la vulgaridad más ordinaria, sentía un deseo muy fuerte de beber sangrede víbora o de tragar una avispa encinta o de bailar con anteojos amarrados a las muñecasmientras que una música de cajas de sardinas me hostigaría sin tregua: “Abre tu morada, sucioestiércol, escupe tu oro”. Apenas había logrado calmarme, un viento de extrema insolencia sedesencadenó derrumbando así mis últimos proyectos; a duras penas pude guarecerme de unalluvia naciente pero de ejemplar tenacidad. Estaba yo todo ensangrentado, no quería recibir niuna gota de esta agua cuya procedencia se ignoraba. Ella chorreaba sin vergüenza y lograbafácilmente clasificarse entre los fenómenos estúpidos y regulares que constituyen el únicoalimento sin sabor del hombre que sabe vivir siendo amo de su distinguida y coja educación.

Después de sumergir su pañuelo en un poco de lodo y de enrollarlo alrededor de mi frente,continué mi camino en búsqueda de tranquilidad o de un correcto sacudón. Apenas habíaavanzado algunos kilómetros cuando una sanguijuela saltó en el aire tratándome con improperiosque su imaginación de sanguijuela le dictaba; me llamaba “casa querida” o decía que yo era “elúltimo de los elegantes” y siguió aproximadamente de la misma manera: “Di, pues, tú, tiernavíctima de la esencia, tú, el último de los elegantes, claro espejo en el que bailan las sanguijuelas,ven a enlodarte en mi agua, pedazo de tierra ambulante; ¡si no será vergonzoso ver a tal patriotacalzar medias como un vulgar cretino! Ve, arroja tus medias a la cara de la reina de España, ella

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te dará una de sus hijas que tú me traerás, mi querido paralítico general, ve, muleta de paja,sostén de lodo, chulo sin empleo, docto energúmeno, me gustas, pero más que a ti me gustaría babosear el trono de España”. Al no poder soportar semejante vecindad, decidí modestamente pasar la noche ahí sin escuchar tales proposiciones que hubieran tenido la desagradable ventajade conducirme a las más altas cumbres de la fama humana. Pero entonces, consideraba la gloria

como una planta que se cultivaba en los burdeles y no habiendo poseído nunca un burdel, nosabía cómo comportarme. La sanguijuela furiosa, cogió una hoja podrida y me dijoindolentemente: “Allí está tu colcha, oh mi rey, que tu noche sea dulce y que todas las chinchesdel mundo no te hagan recordar que tienes hambre, salvador de la especie humana, vino fino, miadorado y maldito idiota”. “Duerme panoplia”, fue mi última y única respuesta; instantesdespués, era yo el huésped mimado de las chinches que me encontraron tan poco apetitoso que prefirieron un viejo hueso que por descuido adornaba mi sombrero de viaje; así, aprovechando laocasión, me puse a meditar acerca de la inutilidad de los viajes y de la vulgaridad de la gente que poco a poco os confinan familiarizarse con las pocas banalidades que un hombre que no tiene lacostumbre de chuparse el puño puede permitirse.

¡Ira de Dios! Las chinches se ponían místicas y discutían interminablemente sobre temas

ardientes: la inmortalidad de las pieles vacías de las chinches, la poesía pura y la belleza de lasformas; si la cumbre era o no suficiente para producir el encanallamiento progresivo eirremediable de las masas de liendres; o si el alejandrino debía vengarse en los tiemposvenideros. Pero nada las emocionaba tanto como una poesía bien lograda, con todas sus sílabas,sin que faltara una, y despidiendo ese olor particular que exhalan los poemas bien hechos.

Lo que no pudieron provocar mis compañeros de ruta se produjo solo; comencé a reír mientrasque mi meato soltaba un chorro de orina que iba tomando la forma de un alejandrino, o la formade un soneto y todas las chinches venían a saludar quedamente mi orina y decían fuerte: “Unanueva edad de oro comienza, un chorro de sonetos nos ha sido dado benévolamente por el arteredescubierto y renaciente; ¡viva el arte! ¡viva la forma de cicuta de los versos inmortales!”Cuando paré de orinar, el chorro de sonetos seguía corriendo bajo mis pies; horrorizado, huí con

toda la fuerza relativa de mis piernas, de los lugares funestos en los que me habían tomado por el propiciador de una nueva edad de oro. A pocos pasos de allí, una serpiente con cabeza humana blandía una lira y un par de tijeras: venía a dictar la ley de las chinches abrumadas de rimas ysonetos; la anarquía era de temer y el chorro debía tomar una senda fluida pero espesa, un caminoviscoso.

México, 17-1-39

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Por una infancia mejor

 No hay nada que distinga un colador de una linterna. Apenas el ruido que desde hace siglosrealza este vestido de mujer de luto. Un ruido de zócalos lagrimeantes. Un ruido de cisterna y deciudadela, un ruido de vivero ubicado a profundidad deseada, profundo como una sonda.

Que un viento rencoroso, hábil, implacable destruya los escaparates: los juguetes quedaránreservados a los adultos capaces de ignorar su patria, su sombra, su idioma, que tendió desdetiempos inmemoriales tantas trampas al nacimiento de la violenta lentitud de la temible pereza.

Se depositará en las manos de la infancia, todos los símbolos de los órganos genitales

masculinos y femeninos; primero en materias blandas que irán endureciéndose progresivamente ycrecerán proporcionalmente a la edad del niño: sombreros, bastones blandos, objetos magulladosy rosados, árboles de caucho, vidrios opacos que se convertirán durante la adolescencia envidrios de obsidiana y espejos de amor. Símbolos coprofágicos, piedras, encajes de lodo petrificado y algunas golondrinas que dan el tiempo; sólo el crepúsculo marcará la frente de losdespertadores-golondrinas.

Muertas para siempre las muñecas. los niños amarán cada vez más violentamente a las mujeresmaduras que serán, más tarde, sus amantes; los hombres escogerán entre las niñas a sus amantesque deberán lucir peinados de trencitas muy finas y ropa interior excesivamente perversa:calzones de tela burda con huecos de velo, de encaje, de celofán, de carne trabajada, de espesor imperceptible hasta volverse transparente.

Las niñitas aprenderán desde la más tierna edad, a dibujar con las más ricas, barrocas ydelirantes formas, los números 6 y 9. En cambio, los niñitos no conocerán más que el 7, el 3 y el2, hasta los 12 años, edad en la que efectuarán las diferentes operaciones aritméticas que permiten formar los clamorosos números 6 y 9. La recompensa será un 8 vegetal que deberáncultivar para que tome la apariencia exacta de una hidra o de un pulpo que colgarán al pie de lacama, acompañado por un instrumento musical: piano, violín u oboe.

Por una infancia mejor, agoten la fuente de la represión, haciendo circular todos los complejosy creando otros relacionados con la multiplicación de los órganos sexuales.

México, 14 de abril de 1939

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Imaginaba la circulación...

Imaginaba la circulación del barco o quizá la cadencia de un cañonazo en el desmoronamientode la ciudad que había sido revuelta la víspera, en el profundo silencio en el que permanecían loshoyos y otros pájaros de poca importancia, durante el salvamento agitado que se llevó a caboentre las dos de la tarde y medianoche, en todos los banquetes que ahogaron flores y ofrendas devituallas de los carniceros.

Con tal que resista, refunfuñaba con todas sus fuerzas Madame Leticia, la cocinera madre, alabalanzarse como una catapulta sobre el imperio de las ollas. Más de una campana tañó

intermitentemente en la oscuridad en la que se apelmazaban abundantes carretillas de carnefresca goteando sangre. El silencio se hubiera dejado oír cada vez más si las moscas encadenadasa voluntad no se hubieran movido a todo correr. Crueldad de las costumbres humanas: cadaembarcación debía traicionar su pabellón y, luego, eliminar limpiamente a sus hombres, ennombre de una teoría cualquiera, de un programa ampliamente ridículo, donde las palabrasimportantes se convertían en sinónimos de las más turbias empresas. —Veo cómo te aturdes, amiguita. —Sólo verás fuego, granuja. Ni la herminia ni el ratón almizclero podrían disparar esa flecha

que espero en vano de tus deseos modestos y desviados hacia dios sabe quién. Preferiría milveces morir antes que oírte balbucear: Mi paloma fastidiosa, mi opinión limitada y encarecida,entrega tus labios para coserlos, ven a que te bese los labios, ven a bailar un vals en la cama. Vals

insensato. —Siempre serás la misma, desdibujada perla de regadera, aun si los árboles siguen creciendo.Gota a gota, el silencio lo invadía todo. Lo que llamamos paisaje vivía un sueño pesado y

ordinario. Si toda la pena del mundo lo hubiera atravesado, ninguna piedra se hubiera movido,ninguna hoja se hubiera aventurado a caer dos segundos antes o después. Los colores alegres, sí,los verdes claros y otros oscuros que acaban en las tierras de Siena y un cielo límpido como elcielo de cada día, ya que la vida es hermosa y el sol siempre hermoso y el aire frío o tibio segúnel deseo contenido durante siglos para estallar como la preciosa gavilla que conocemos todos alacercarse conmovedoramente el amor. —Tú puedes hablar del amor. Con él todo comienza y todo acaba. No conozco peor fiebre tan

dispuesta a ejercer la más cobarde de las tiranías. La tiranía de la asfixia. De la desesperación que

tritura los huesos de la víctima voluntaria. —No comprenderás nunca lo que significa amor. Haces el vacío alrededor de tu corazón o de

tu cuerpo, quizá. Pero ese león se arroja como loco sobre el corazón. ¡Ah! nunca conocerás susabor de rancia almendra garapiñada que deja un mar de felicidad sobre la lengua.

Hacía tiempo que habían dado las doce. Todo dormía. ¿Todo? No, puesto que una lámparaquedaba encendida en un suntuoso dormitorio del cuarto piso de un edificio. Alfombras mullidasa medida del deseo ensordecían los pasas elásticos del andrógino. Las cortinas, las pieles, lasmúltiples doraduras, el maravilloso negro del tapizado de ranúnculo amarillo, la seda roja de los

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muros, el mármol que hacía juego con el terciopelo negro de la cama, el acuario tan silenciosocomo mil muertes ignoradas; todo ardía en el mismo fuego pálido y persistente. La encantadoratrivialidad del fasto se manifestaba por la disposición de un precioso libro abierto sobre elvelador de nácar. En su transformación actual de mujer hermosa hasta provocar elresquebrajamiento de los muros, el andrógino soñaba, al recostarse sobre la cama que parecía

hecha de espuma negra de un mar tres veces nocturno, con nubes grises de la más hermosatempestad y algún basalto ultrasensible. —Deambularé, es inevitable, a lo largo de esas sendas prohibidas en pleno ocaso de mi sangre

 bastarda, de mi sangre aniquilada en la frialdad de esta noche soleada y dura como la evidencia.Debe hacer mucho frío pero me asfixian todos los placeres de la tibieza perfecta. Subir esasescaleras, y entrar en el salón y luego en el otro salón y en el otro hasta perder la memoria. Cadasalón es el más hermoso ejemplar de su signo; uno consagrado a la luna, otro al sol, otro al solnegro del genio poético de Baudelaire, otro ondulante como el tapiz del río bajo la lluvia, otro en pleno bosque con sus muebles de espuma y liquen y sus rocallas encalladas, una catarata y los puentes rústicos y todo nuestro oro visible bajo la capa de hojas muertas. Extenuada de tantoesperar llego a mi propio centro, a ese lugar sin nombre ni drama, insensible, donde la piedra

evoca sólo la piedra y el dolor no es más que la sombra necesaria de la vida, pero no es ni mejor ni peor que la felicidad cuyas huellas reales no existen en la trayectoria de la vida humana.Moriré mil veces para renacer cada vez bajo la techumbre aturdidora de este coro de pájarosirisados hasta perderlos de vista, masa de pájaros funestos que desgarran la noche como unencaje demasiado frágil y se enganchan durante su carrera desenfrenada al arbusto de zarzas.Hace poco, esa expresión me aísla en un claro donde un mármol orienta en la partida hacia viajesimaginarios, los únicos. Su dedo índice señala la tierra, sin indicar por ello que habría queabandonar el avance circular. Caminaré, a pesar de todo, para ver a los generales frenéticos y alos obispos paralíticos golpear con sus báculos la cabeza la cabeza inclinada del mendigo deRoma.

Pero este año, el diálogo difiere ligeramente del que animan las familias burguesas o

mundanas. El apellido, tremenda abstracción, desprovisto de olor.

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Aquello comienza un día...

Aquello comienza un día. Una rueda se pierde en el horizonte. El agua salobre se vuelvelímpida, el aire escaso ofrece racimos interminables de benéfico rocío. La naturaleza apaciguada provoca el revoloteo de las nubes y el cielo desciende a la altura de la mano de hombre. Reina elencanto, el recuerdo amargo se enloda, la voz clara del día se alarga en el crepúsculo. Un solo pájaro, un solo árbol, un solo corazón.

Esperamos vivir, y en realidad, hasta la esperanza ha muerto; de sus despojos nacen mil coloresy sus reflejos revisten la divisa única, el nombre inesperado, la revelación súbita en la que todo se

dice sin pronunciar ni una palabra.La sangre zozobra, baila, corre, desea, sueña, ama. Radiante, el amor impregna el mundo.Olvida el hambre, el miedo, la soledad, por este deslumbrante nacimiento.

Todo está sereno. Uno se pregunta cómo puede haber vivido sin conocer un nombre, sin haber estrechado una mano, y el abismo se abre en un minuto. El color de pronto resplandeciente, elrocío se vuelve fuego, el arco iris falso, el reflejo sombra, el silencio trueno, el destello estalla.Un viento desatado persigue a su hombre y lo arroja a las manos tenebrosas de la sospecha. Laangustia libera sus conocimientos animales: el insomnio, el asco, los celos. Un rostro obsesivo seconfigura en el vapor o en la piedra, el hielo atraviesa el corazón del bebedor, un gancho oprimesu corazón, su cerebro calentado al blanco martillea su sien. El invierno o el calor tórrido seinstalan. De un lado a otro, la bruma ahoga la vista voraz. El reino de la desesperación genera la

dinastía sedienta de sangre.

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Siete cantos de dolor...

Siete cantos de dolor. Veinticuatro alfileres enmohecidos. Doce simulacros de incendio. Sietenaranjas peladas. Tantos cuchillazos en el aire frío y seco. Una enorme pereza que envuelve lavida diurna de los mediocres empleados cuidadosamente cercados en su deberes diurnos. Y en lanoche, todos sueñan sus sueños comunes a todos los hombres, presencian asesinatos, ven quearden sus tiendas, oyen venir de lejos el rayo.

A pesar de haber cogido el sol esta mañana, tengo frío. Me aburro. La otra noche estaba bieninspirado al hablar del amor. Lo sentía tan cerca de mí, que podía hablar con conocimiento de

causa. Hoy, ni siquiera sé lo que significa, aparte del contacto epidérmico y de la interpenetraciónde los sentidos afilados. ¿Acaso se justifica que por ello perdamos apetito y sed? ... Debía estar más inspirado y mucho más cerca de mí mismo y de la realidad. Cada vez me siento menosdesligado de esa especie de venda que oprime mis ojos y me oculta la visión de mi ser y de losobjetos que caen dentro de mi campo visual. Conozco la tibieza, el terrible estado de tibieza quetanto ha hecho sufrir a los místicos, mis predecesores. “En el fondo”, toda la trivialidad dellenguaje se revela para mí bajo esta fórmula vacía: “en el fondo”. ¿Existe acaso fondo ysuperficie? ¿Existe acaso gente más inteligente o más tonta que yo? Todo es posible. No lo sé.Me quejo y me detesto y me halago y tomo infinitas precauciones para hablar, para pensar, parano vivir, para mantener un equilibrio precario y relativo. ¿Y si todo esto fuera falso y yo fuerasólo un imbécil que se ignora? Sería divertido ...

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7/31/2019 Cesar Moro-La Sombra Del Ave Del Paraiso

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Cogí una rata muerta...

Cogí una rata muerta por la cola (trampa infantil) cuando una golondrina (desabrida salubridad)desató el reloj asesino. La horrible humedad de la condesa se disolvió en copos de nieve ydiversos árboles se convirtieron y encararon alegre y decididamente su futuro inmanente detroncos desnudos, al acercarse fatalmente los tres golpes dirigidos a sus cabezas pobladas ycongeladas. El rumor de la noche me impedía hablar; yo ya no escuchaba más que a un astrocolor ceniza que barría con su cola un urinario dorado, pestilente y en forma de capilla. Meacostumbré al azufre que crecía en el césped, armoniosamente dispuesto a lo largo de la avenida

Suffren. Preso en la trampa, entre el borde de la vereda y la pista, vi un gigante acercarse. Meconvertí en lápiz. Fue un esfuerzo inútil puesto que años más tarde, los gigantes desaparecieronde la tierra y lo único que quedó en el mundo fueron letrinas coronadas de rosas y florerosfestoneados y expresivos. El alcohol remató mi experiencia; me fui, como se suele decir,mareado. Mi tortuga familiar era mi tortura; mi péndulo, mi dobladillo; el veinte, el vino; el pan,el ¡pum!; el pino, lo fino; acaecer, moler. Confundía cesta y asesta, sablón y salón, sangrar ysentir, desconocido y no oído, limón y linterna, despojo y celaje, la lucerna era la celdilla deláloe, acacia seguía siendo fantasía y rumi era oro oxidado y vino disperso sobre un mantel dealtar manchado. Polución, el frío polar y elevación solar. Paila y pelo representaban un dramareciente en el que la tetera adoptaba un aspecto de inocencia magullada y de marfil frotado por elcobre rígido de un ojo de mujer ebria cerrado a la noche, sangrando al alba, punzante en el día, a

medianoche visible como una torrecilla inclinable sobre la mar argentada, difusa, estancado eldeseo de perder, buscando una argolla de rimas en los prados calcinados por los santos reciénnacidos, de carbón bombardeado y resonante que alisan plumas y uñas de navíos ávidos, que losesclavos ceden a los a los cuervos marinos mortuorios, la abundancia de un porvenir fértil yfluido en el escape del gas sabio y agresivo de las babosas que el trigo reduce a polvo si elyunque se embriaga de espuma y la bruma en el ámbar asediado, el hambre de las arcadas, pestañeando ligeras a los tiernos pisos de corcho reabiertos, a la enredadera tenaz de una cabezade roca fundida como vidrio por una mirada multicolor. El faro acuchillado anuncia la carniceríaalumbrada tomada por caserío.

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Cuaderno mistagogo

Ya tengo el valor necesario para peinar mi cabello. Todo el mundo juega a ser marino, a ser lobode mar. Es muy bonito, generalmente.

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A nuestro sirviente lo llamamos Hailé Sélassié. Acabo de exigirle que vista turbante y pantuflascuando nos sirva en la mesa.

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Todo juicio debe ser revisado. Pretender alcanzar la objetividad absoluta sería delirar. ¿Es acasode lamentar si todo juicio se apoya fatalmente sobre el sentimiento?

(junio-julio 45)

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Estoy muy enfermo. Impresión de animal que se lleva al matadero. Casi no resisto. Quisieraresistir, vivir más. El estado enfermizo me decepciona mucho. Siempre anhelé hacer algo al

llegar a este punto. Quizá no me encuentre aún maduro para la obra. Hace algunos días leí aKafka: Diario íntimo. Páginas admirables, testimonio del desamparo que es la vida cuando sealcanza un cierto grado de conciencia.

(octubre 45)

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El domingo en las ciudades, los dioses descansan. Qué bueno sería para Francia si se dijera: se juega rugby con verdaderos jugadores de rugby. Jugadores y jugadoras parecían constelados por las hojas que se adherían a sus cuerpos; las jugadoras llevaban en las manos un cofre con ajo ycebolla.