Charlie Bone

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Charlie Bone & El Castillo de los Espejos - Jenny Nimmo 1

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Sinopsis

El poder de Charlie Bone toma una nueva dimensión en ‘’ Charlie Bone y El Castillo de los

Espejos’. Hay nuevos personajes, incluyendo el reemplazo del Sr. Pilgrim, Tantalus Ebony y el

misterioso estudiante Joshua Tilpin, que parece ser magnético.

Billy ha sido adoptado por una misteriosa pareja y está encerrado en un lugar llamado ‘’La casa

de paso’’.

Mientras, Charlie y Olivia descubren el secreto del Castillo de los espejos, y junto al tío Paton,

liberarán a Billy antes de que sea demasiado tarde.

Los niños dotados

Los dotados son todos descendientes de los diez hijos del Rey Rojo, un rey mágico que llego

desde África en el siglo doce acompañado por tres leopardos.

El Rey Rojo ha vivido durante muchos siglos e hizo una maravillosa esfera de cristal en la que

puso las memorias de su vida y de sus viajes a través del mundo.

Usa la esfera para desplazarse a través del tiempo, visitando el pasado y el futuro.

En otras manos, el desplazador temporal es peligroso e impredecible.

Los hijos del Rey Rojo, los dotados:

MANFRED BLOOR

Monitor de la academia Bloor, tiene el poder de hipnotismo. Desciende de Borlath, primer hijo

del rey rojo y el más cruel.

CHARLIE BONE

Charlie puede oír las voces de la gente de las fotografías y cuadros. Desciende de los

Yewbeams una familia con muchos dotados.

IDETH E INEZ BRANKO

Gemelos telequinéticos, parientes lejanos de Zelda Dobinski, la cual dejo la Academia Bloor.

DORCAS LOOM

Una niña dotada cuyo don es la habilidad de hechizar a la ropa.

ASA PIKE

Un hombre bestia. Desciende de una tribu que mora en los bosques del norte y acogen

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extrañas bestias. Asa puede cambiar de forma cuando anochece.

BILLY RAVEN

Billy se puede comunicar con los animales. Uno de sus antepasados conversaba con los

cuervos que se posaban en el cadalso de los ahorcados. Ese talento hizo que los lugareños lo

echaran del pueblo.

LYSANDER SAGE

Desciende de un hombre sabio africano. Puede convocar a los espíritus de sus antepasados.

GABRIEL SILK

Gabriel percibe situaciones y emociones tocando la ropa de los demás. Procede de un linaje de

clarividentes.

JOSHUA TILPIN

El don de Joshua es el magnetismo. Sus orígenes son, por el momento, un misterio. Incluso los

Bloors no saben donde vive. El mismo se presento solo en la academia. Sus gastos son pagados

por un banco privado.

EMMA TOLLY

Emma puede volar. Su apellido proviene de un espadachín español de Toledo cuya hija se casó

con el Rey Rojo. Por consiguiente, dicho espadachín es un antepasado de todos los niños

dotados.

TANCRED TORSSON

Provoca tormentas. Su antepasado escandinavo recibió su nombre en honor del dios del

trueno, Tor. Tancred puede invocar la lluvia, el viento, el trueno y el rayo.

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Prólogo

El Rey Rojo y su reina estaban cabalgando por la costa. Era la época del año cuando el viento

traía una estela de frío. Las nubes de la tarde estaban empezando a aparecer, y cuando el sol

pudo encontrar un camino a través del crepúsculo, golpeó el mar con rayos de luz.

El rey y la reina guiaron sus caballos hacia su hogar, pero en ese momento, la reina tiró de las

riendas y en absoluto silencio empezó a cruzar el agua. El rey, siguiendo su estela llegó a una

isla de una increíble belleza rodeada de un aura luminosa, con miles de destellos azules.

“Oh” suspiró la reina con voz de espanto.

“¿Qué pasa, mi amor?” preguntó el rey.

Con respecto a sus hijos la intuición de la reina era mayor que la del Rey, y cuando vio la Isla de

los Mil Azules, fue como si una mano helada le atenazara el corazón “Los niños”. Su voz era

apenas un susurro.

El rey le preguntó cuál de sus nueve hijos le preocupaba, pero la reina no se lo pudo decir. Una

vez que estuvo en el Castillo Rojo y vio a sus dos hijos, Borlath, el cual tenía el pelo castaño, y

el rubio Amadis, la reina tuvo un terrible presentimiento. Vio humo negro saliendo de la isla

azul y las llamas convirtiendo la tierra en cenizas. Vio un castillo de resplandeciente cristal

apareciendo en una tormenta de nieve, y cuando el ojo de su alma atravesó el muro de cristal,

vio a un niño con el pelo del color de la nieve escalando de un pozo y cerrando los ojos frente a

la muerte que estaba a su alrededor.

“No debemos permitir que nuestros hijos vean aquella isla”, le dijo al rey. “Nunca debemos

permitir que penetren esas azules tierras encantadas”.

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El rey se lo prometió. Pero en menos de un año la reina moriría y el rey, desolado por la

pérdida, dejaría el castillo y a sus hijos. La reina murió nueve días después de dar a luz a su

décima hija, una niña llamada Amoret. Una niña a la que nadie pudo proteger.

Capítulo 1: Un estornudo fatal

En el centro de la ciudad la Academia Bloor se alza oscura y silenciosa bajo las estrellas.

Mañana 300 niños volverán a subir los escalones entre las dos torres, cruzarán el vestíbulo y

atravesarán las grandes puertas de roble. Pero por ahora, el viejo edificio está aparentemente

desierto.

Y sin embargo, si estuvieras en el patio, en el otro lado del colegio, no podrías haber dejado de

notar las extrañas luces que cada cierto tiempo aparecían en las ventanas de la buhardilla. Y si

fuese capaz de mirar a través de alguna de esas ventanas, habrías visto a Ezekiel Bloor, un

hombre muy viejo, maniobrando su antigua silla de ruedas en una habitación extraordinaria.

El laboratorio de Ezekiel, como a él le gustaba llamarlo, era una profunda buhardilla con suelos

de madera y grandes vigas en el techo. Diversas mesas, llenas de botellas, libros, hierbas,

huesos y armas, se encontraban apoyadas contra los muros, y debajo de ellas, pilas de cajas

polvorientas que amenazaban con hacer tropezar a cualquiera que se cruzara en su camino.

Plantas secas y mustias colgaban de las repisas, y piezas de una armadura suspendidas de los

amplios travesaños, que chocaban entre ellas, produciendo un inquietante sonido, como

ahora, cuando Ezequiel se movía a través de la habitación.

El bisnieto del anciano hombre, Manfred, estaba de pie junto a una mesa de caballete en el

centro de la habitación. Manfred había crecido durante las vacaciones de verano, y Ezekiel se

sentía orgulloso de que este alto joven hubiera elegido trabajar con él en lugar de ir a la

universidad, como los otros alumnos mayores. Eso sí, a pesar de su altura, Manfred tenía una

apariencia delgada, con una cara angulosa y con acné.

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En ese momento, su cara se tornó en una mueca de concentración mientras manejaba una pila

de huesos que se encontraba en la mesa enfrente suyo. Por encima de él colgaban siete

chorros de gas puestos en una rueda de hierro, cuyas llamas azuladas producían un tenue

ronroneo. Cuando miró a su bisabuelo, Manfred puso una cara de irritación y exclamó, “Es

superior a mí, odio los puzles.”

“No es un puzle” le espetó Ezekiel. “Son los huesos de Hamaran, un caballo de guerra de

excepcional fuerza y coraje”.

“¿Y qué? ¿Cómo van a traer unos huesos podridos de vuelta a la vida a tu ancestro?” Manfred

dirigió una mirada desdeñosa a Ezekiel quien inmediatamente bajó la mirada.

No quería ser hipnotizado por su propio bisnieto.

Manteniendo sus ojos fijos en los huesos, el viejo acercó su silla de ruedas a la mesa. Ezekiel

Bloor tenía 101 años de edad, pero otro hombre de su edad se vería considerablemente mejor

conservado. La cara de Ezekiel era poco más que un cráneo. Los pocos dientes que le

quedaban estaban negros y rotos, y unos pocos mechones de pelo blanco colgaban por debajo

de un gorro de terciopelo negro. Peros sus ojos todavía estaban llenos de vida; negros y

brillantes, y miraban con una salvaje intensidad.

“Tenemos suficiente”, dijo el anciano, señalando los otros objetos de la mesa: una cota de

malla, un casco, una capa de piel negra y un broche de oro. “Eran de Borlath. Mi abuelo los

encontró en el castillo, envueltos en cuero dentro de la tumba. El esqueleto había

desaparecido.” Acarició la piel negra casi con cariño.

Borlath había sido el héroe de Ezekiel desde que había escuchado de niño las historias de su

violento ancestro, con el que había luchado en su imaginación, hasta el punto que empezó a

creer que Borlath podía solucionar todos sus problemas. Más tarde había soñado que le podía

levantar de su silla de ruedas y juntos ir a aterrorizar la ciudad mientras Charlie Bone y su

detestable tío solo podían mirar.

“¿Qué pasa con la electricidad – ya sabes- para el momento de la resurrección? Aquí no hay

nada”, dijo Manfred mirando los chorros de gas.

“Oh, ¡eso!” Ezekiel agitó su mano desestimándolo. Se giró hacia otra mesa y cogió una

pequeña lata con dos astas en la parte de arriba. Giró una manivela en un lado de la lata y dos

rayos azules aparecieron entre las astas. “¡Voilà! ¡Electricidad!” anunció alegremente. “Ahora

ponte en ello. Los niños volverán mañana y no queremos que ninguno de ellos se meta en

nuestro pequeño experimento”

“Especialmente Charlie Bone,” gruñó Manfred.

“¡Charlie Bone!” Ezekiel escupió su nombre. “Su abuela dijo que podría sernos de ayuda, pero

ha sido todo lo contrario. Pensé que casi había conseguido que se pasar a nuestro lado el

pasado semestre, pero tuvo que continuar indagando sobre su padre desaparecido y

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culpándome a mí.”

“No estaba equivocado en eso,” murmuró Manfred.

‘’Piensa en lo que podría hacer con un talento como el suyo’’ Ezekiel continuo

‘’Mira dentro de una imagen y, bingo, está ahí, hablando con gente que lleva mucho tiempo

muerta. Lo que yo daría…’’ Ezekiel sacudió su cabeza. ‘’Además tiene la sangre de ese maldito

mago galés. Y el don’’

‘’Tengo planes para eso’’, dijo suavemente Manfred ‘’Será mío pronto - solo espera’’.

‘’De todos modos’’ dijo Ezekiel. Empezó a impulsarse alrededor de la habitación mientras su

bisnieto se concentraba en el delicado trabajo de unir los huesos.

Mientras Ezekiel se movía entre las oscuras sombras del lejano final de la habitación, sus

pensamientos se dirigieron hacia Billy Raven, el huérfano de pelo blanco que solía espiar a

Charlie Bone. Billy se había vuelto rebelde al final. Se negó a contrale a Ezekiel qué tramaban

Charlie y sus amigos. Como resultado Ezekiel y los Bloors estaban en peligro de perder el

control de todos los dotados del colegio. Había que hacer algo.

‘’Padres’’ Ezekiel murmuró para sí mismo ‘’ Tengo que hacer que Billy sea adoptado. Le

prometí al huérfano unos padres y nunca se los di. Me está abandonando. Bueno, Billy tendrá

a sus amables y ansiados padres’’.

‘’No demasiado amables’’, dijo Manfred que lo había escuchado todo.

‘’ No temas. Tengo la pareja perfecta. No sé por qué no pensé antes en ellos’’. Ezekiel giró su

cabeza expectante ‘’ ¡Ah, estamos a punto de recibir ayuda!”.

Un distante sonido de pasos se dejo escuchar, y unos pocos segundos más tarde, la puerta se

abrió y tres mujeres entraron en la habitación. La primera era la más vieja. Su pelo gris estaba

recogido en un alto moño y sus ropas eran tan negras como sus ojos.

Lucretia Yewbeam era el ama del colegio y una de las tías abuelas de Charlie.” He traído a mis

hermanas’’ le dijo a Ezekiel. ‘’ Dijiste que necesitabas ayuda’’.

‘’¿Dónde está la cuarta?’’ Preguntó Ezekiel.’’ ¿Dónde está Grizelda?’’.

"Es mejor dejarla fuera de esto por ahora," dijo Eustacia, la segunda hermana.

“Después de todo, ella debe de vivir en el mismo lugar que nuestro molesto hermano — y

debe espiar al muchacho, accidentalmente por supuesto."

Eustacia, la clarividente, camino hacia la mesa. Su cabello gris aún tenía algunos mechones

negros, pero en la mayoría de los aspectos recordaba al de su hermana mayor. Sus pequeños

ojos negros recorrieron los objetos en la mesa y en su rostro se dibujo una sonrisa. "Entonces,

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¿qué es lo que tramas, viejo demonio? ¿Quién es él?"

"Mi ancestro Borlath," respondió Ezekiel. "El mayor de los hijos del Rey Rojo. El más magnífico,

poderoso, y sabio."

"El mas ruin y sanguinario seria más apropiado," dijo la tercera hermana, dejando sobre la

mesa una larga bolsa de cuero. Su cabellera gris caía sobre sus hombros, y unas ojeras

ribeteaban sus fríos ojos negros como el carbón. Comparada con sus hermanas, ella lucia

desaliñada. Su abrigo era una talla más grande, y su blusa gris parecía necesitar un buen

lavado. Nadie podría imaginar que esta desagradable criatura hubiese sido una orgullosa e

inmaculadamente arreglada mujer.

"Venetia ha estado esperando por algo como esto," dijo Eustacia. "Desde que el odioso Charlie

Bone incendio su casa."

"Yo pensaba que lo hizo tu hermano" masculló Manfred.

"Y lo hizo," Venetia gruñó, "pero Charlie es el responsable, ese pequeño gusano. Espero acabar

con él. Hacerlo temblar de miedo — torturado, atormentado y muerto."

"Calma, Venetia." Ezekiel se acercó rápidamente a su lado. "Nosotros no buscamos

deshacernos de él completamente."

"¿Por qué? ¿Qué uso puede tener? ¿Puedes imaginar cómo es perderlo todo?, ¿el ver tus

posesiones — el trabajo de toda tu vida — convertirse en humo?".

Ezekiel golpeó la mesa con su bastón. "No seas patética, mujer. Charlie puede ser usado.

Puedo obligarlo a que me lleve hacia el pasado. Puedo cambiar la historia ¡piensa en ello!".

"Tú no puedes cambiar la historia bisabuelo," dijo desafiantemente Manfred.

"¿Cómo lo sabes?" ladró Ezekiel. "Nadie lo ha intentado."

Se impuso un embarazoso silencio. Nadie se atrevió a sugerir que esto ya había sido intentado

infinidad de veces, sin éxito. Venetia humedeció sus labios, mientras seguía pensando en

vengarse. Ella podía esperar, pero un día encontraría la manera de acabar con Charlie Bone –

para siempre.

"Porque yo tengo los huesos," chasqueo Ezekiel. "Su caballo, Hamaran" — se perdió en sus

recuerdos — "Era una magnífica criatura, dicen todos los relatos. Y un hombre montado en un

caballo puede ser muy amenazador, ¿no estás de acuerdo?".

Los otros asintieron.

"El chico será aterrorizado," Ezekiel se regocijó "Hará todo lo que le pidamos."

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Venetia dijo “¿Y cómo harás para controlar a este fenómeno?".

Ezekiel esperaba que nadie le hiciera esa pregunta, debido a que no tenía una respuesta

satisfactoria para dar. "Él es mi ancestro," dijo en tono confidencial.

"¿Por qué no iba a ayudarme? Pero primero, lo primero. Dejemos que se levante y corra. ¡Ha-

ha!".

Mientras Lucretia estaba sentada en el brazo apolillado de una silla, sus hermanas

desempaquetaron la bolsa de cuero. Frascos llenos de líquidos comenzaron a aparecer en la

mesa; cucharas de plata, bolsas con hierbas; pequeñas, piezas de cuarzo brillante; una mano y

su mortero de mármol negro; y cinco velas. Ezekiel observaba el proceso con ojos ansiosos.

Una hora después los huesos de las patas del caballo galopante habían sido colocados en la

mesa. La cota de malla brillaba debido a un líquido asqueroso, y la capa de piel había sido

cubierta con pequeñas semillas.

Las cinco velas proyectaban siniestras sombras sobre los muros. Una de ellas había sido puesta

sobre el casco, otras dos al final de cada una de las mangas de la cota de malla, y las últimas

dos descansaban en lugar de las inexistentes pezuñas delanteras del caballo.

Venetia disfrutaba del trabajo muy a su pesar. Era bueno para ella poder estar entrometida en

algo destructivo de nuevo. Entonces acarició la capa negra, y pequeñas flamas chisporrotearon

en las puntas de sus dedos. “¿Estamos listos?" preguntó.

"Aún no." con una sonrisa taimada, Ezekiel puso su mano debajo de la manta de su regazo

extrayendo un estuche dorado. En el centro de la tapa enjoyada, una ostra de rubíes, con la

forma de un corazón, iluminaba el oscuro cuarto con un brillo deslumbrante. "El corazón," dijo

Ezekiel, su voz sonó como un profundo y estrangulado gorgoteo. "Asa el chico bestia lo

encontró en la ruina. Estaba fuera escavando, es un mal habito suyo, y encontró una lápida

con una ‘B' grabada. Escavó más profundo y encontró esto" — dijo golpeando ligeramente el

estuche — "Enterrado mucho más abajo de la piedra."

Desde su silla entre la sombras, Lucretia pregunto, "¿Porqué no estaba esto en la tumba?"

"¿Por qué? ¿Por qué?" Ezekiel parecía sufrir un ataque de bronquitis. "Tal vez era un secreto.

Pero le pertenecía. Lo sé. Borlath era el único de los hijos del Rey Rojo cuyo nombre empezaba

con la letra 'B’." Abrió el estuche.

"Aaaaah!" Eustacia se alejó de la mesa, en el interior del estuche se encontraba una bolsita de

cuero que parecía contener de verdad un corazón.

"¿Veis? un corazón," dijo triunfantemente Ezekiel "Ahora, vamos a ponerlo con esto."

Tomando la bolsita del estuche, lo puso en el interior de la armadura, justo a la izquierda del

centro, donde juzgó que el corazón se debería encontrar. Luego desenrolló un alambre de su

caja eléctrica y enrolló la punta una, dos, tres veces alrededor de la bolsa.

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Una calma expectante se instaló en la habitación mientras el anciano comenzaba a girar la

manivela de la caja plateada. Más y más rápido. Su vieja mano de convirtió en una mancha

borrosa, sus ojos negros ardieron con excitación. Una chispa saltó entre las astas de acero y

bajaron hasta el corazón de Borlath. Ezekiel emitió un graznido de triunfo y su mano se quedó

inmóvil.

Las tres hermanas estuvieron tentadas a exclamar con emoción, pero sabían que el silencio era

esencial ese tipo de situaciones. Los huesos de Hamaran comenzaron a moverse.

Ezekiel y las Yewbeams se encontraban mirando la mesa tan intensamente que no se dieron

cuenta de Manfred sacaba un pañuelo y lo presionaba contra su nariz. Su cara se puso roja

mientras luchaba tratando de contener un estornudo. Pero no pudo.

“¡Achoo!"

Ezekiel retrocedió como si le hubieran golpeado. Cubrió sus orejas y chilló, "No," mientras

Manfred trataba de contener otro estornudo. Las hermanas miraban horrorizadas al

muchacho mientras se cubría de nuevo la cara y, “¡Achoo!"

Los huesos dejaron de moverse. Un desagradable vapor negro salía de la piel, y la cota de

malla se retorcía dentro del líquido asqueroso.

“Achoo!"

Hubo un estallido ensordecedor, y una apestosa cortina de humo llenó el cuarto. Mientras los

observadores estaban pasmados y farfullantes, una gran figura ascendió de la mesa y se

desvaneció entre una oleada de nubes negras. Oculto bajo una de las mesas al final de la

habitación, un enano y gordo perro temblaba con los ojos cerrados.

Por segunda vez un violento estallido sacudió toda la habitación, y Lucretia chilló

"¿Qué está pasando?"

"Ese idiota incompetente ha estornudado" chilló Ezekiel.

"Perdón, perdón, no he podido evitarlo," gimoteó Manfred. "Fue el polvo."

"No es suficiente," lo regañó Venetia. "Deberías sacar tu torcida nariz fuera de aquí. Todo

arruinado. Una pérdida de tiempo."

"Tal vez no," Eustacia señaló. "Mirad la mesa. Los huesos se han ido."

El humo se dispersó rápidamente gracias a una repentina ráfaga de aire helado, y todos ellos

pudieron ver que los huesos de Hamaran se habían desvanecido. Pero la armadura de Borlath,

casco, capa, y broche dorado seguían ahí, solo una parte del hechizo había funcionado.

"¡Maldición!" chilló Ezekiel golpeando la mesa con sus puños, y las prendas quemadas se

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estremecieron. "No ha funcionado."

"Mi parte está hecha," anunció Manfred. "El caballo esta allá fuera." Dijo apuntando a un

enorme agujero en la pared.

"¡Maldito!" chilló Ezekiel. "Mi laboratorio está destruido, y tenemos a un caballo de guerra

suelto por ahí."

“Un caballo de guerra con el corazón de un tirano," dijo Venetia. "Mira, ¡se ha ido!"

Donde debería estar el corazón, ahora solo quedaba un enorme agujero negro en la quemada

armadura.

“¿Qué significa esto?" preguntó Manfred en voz baja.

Ezekiel acarició su larga nariz. "Eso quiere decir que no está todo perdido. Pero voy a necesitar

ayuda. Pienso que podría llamar a un amigo mío, alguien con una meta por lograr."

Todos se quedaron mirándolo, esperando un nombre, pero el anciano no estaba dispuesto a

aclararlo.

Un caballo de guerra puede ser muy útil," dijo Venetia en voz alta "Si consigues a alguien que

lo conduzca."

Todos observaban fijamente el espacio dejado por los huesos, tratando de decir algo, entonces

Manfred dijo, "Billy Raven es bueno con los animales."

En el enorme dormitorio tres pisos abajo de la buhardilla de Ezekiel, Billy Raven se despertó,

un tanto asustado. Se giró hacia la ventana para dar un desconfiado vistazo a la luna — y vio

un caballo blanco viajando a través de las nubes, para luego desaparecer.

Capítulo 2: El caballo fantasma

En el primer día del semestre, Charlie Bone bajó corriendo a desayunar con un peine atascado

en el pelo.

“¿Qué crees que estás haciendo?” le preguntó la abuela Bone desde su asiento al lado de la

estufa.

“¿Disfrazarme de dinosaurio?” sugirió Charlie “He tirado y tirado, pero el peine no ha salido”

“Tienes el pelo hecho un desastre” gruñó su esquelética abuela “Arréglate niño, en la

Academia Bloor no toleran el desorden”.

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“Ven aquí, pequeño” la abuela más amable de Charlie dejó su taza de té en la mesa y tiró del

peine. Este salió con un mechón del pelo de Charlie.

“¡Maisie! ¡Ay!” gritó Charlie.

“Lo siento pequeño” dijo Maisie “Pero tenía que hacerlo”.

“Está bien” Charlie se frotó su adolorida cabeza. Se sentó en la mesa de la cocina y se sirvió un

tazón de cereales.

“Estás retrasado. Perderás el autobús del colegio” dijo la abuela Bone. “El Doctor Bloor es un

maniático de la puntualidad”

Charlie se metió una cucharada de cereal en la boca y dijo, “¿Y qué?”

“No hables con la boca llena”, dijo la abuela Bone.

“Déjale en paz, Grizelda,” dijo Maisie. “Tiene derecho a un buen desayuno. Probablemente no

volverá a tener una comida decente en cinco días.”

La abuela Bone resopló y comió un poco de su plátano. No había sonreído en tres meses,

desde que la casa de la tía Venetia se quemó.

Charlie se bebió su taza de té, cogió su chaqueta y subió los escalones para coger sus cosas del

colegio.

“¡La capa!” dijo para sí mismo recordando que su capa azul continuaba colgando en el armario.

Charlie tiró de la capa y una pequeña fotografía cayó al suelo. Charlie la recogió. “Benjamín

Brown,” dijo con una sonrisa. “¿Dónde estás?”

La fotografía mostraba a un chico rubio arrodillado al lado de un gran perrazo amarillo. Charlie

había tomado la foto él mismo, justo antes del décimo cumpleaños de Benjamín. No había

ninguna razón para que Charlie usara su don para entrar en aquella fotografía. No le podría

contar nada que no supiera ya.

En su afán por utilizar su extraño talento, Charlie solía olvidar que la gente que él “visitaba”

podía verlo también. Independientemente de donde estuvieran cuando Charlie miraba sus

fotos, ellos verían su cara flotando en algún lugar cercano. Así que Benjamín, quien estaba

tomando una bebida en Hong Kong, vio la cara sonriente de Charlie en su zumo de naranja.

Benjamín aceptó con normalidad la aparición mágica de Charlie, pero Judía Corredora, su

perro, nunca podría acostumbrarse.

El enorme perro estaba a punto de desayunar en el Café de las Mascotas cuando la cara de

Charlie le miró desde su tazón de comida.

Judía Corredora dio un salto aullando; esto hizo que una rata negra se metiera bajo un

armario, que una serpiente azul se deslizara de nuevo hasta su canasta, y provocó que a una

mujer muy alta llamada Onoria Onimoso se le cayera un plato lleno de bollos recién

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horneados. Sin embargo, los tres coloridos gatos que descansaban en lo alto de una nevera

bostezaron y cerraron los ojos.

Charlie puso la foto en su bolsillo, metió la capa azul en su bolsa y corrió escaleras abajo.

“No te olvides de…,” gritó Maisie, pero Charlie salió de la casa por la puerta principal y corrió

hasta lo alto de la calle Filbert.

Un autobús de colegio azul estaba a punto de irse, cuando la puerta se abrió súbitamente y un

niño con una mata de cabello castaño rizado, asomó la cabeza fuera. “Te vi venir,” dijo el chico

“El conductor dijo que no podía esperar, pero yo conseguí que lo hiciera”

“Gracias, Fido.” Charlie le pasó una de sus bolsas a su amigo Fidelio y subió los escalones del

autobús.

“¿Tienes tu capa?” le preguntó Fidelio.

Charlie tiró de la capa arrugada y la sacó de su mochila. “Odio llevarla cuando camino por la

calle Filbert. La gente se ríe de mí. Hay un chico en el número veinte que siempre grita “¡Ahí

viene, el Pequeño Niño Azul, listo para irse a la Academia Bloor, como una cacatúa!” Pero yo

nunca quise ir a la Academia Bloor.”

“No eres una cacatúa,” dijo Fidelio riendo. “Apuesto a que se te olvidó peinarte el pelo esta

mañana otra vez”

“Lo intenté.”

El autobús había llegado a la parada, por lo que los dos niños saltaron a una plaza empedrada y

se unieron a la multitud de niños. Pasaron por delante de la fuente de los cisnes de piedra y

llegaron hasta las escaleras que conducían a la Academia Bloor.

Cuando Charlie atravesó la sombra de la Torre de Música, se encontró observando el último

piso de la torre. Se había convertido en un hábito y no sabía porque lo hacía. Una vez, su

madre le había dicho que había sentido como alguien la miraba desde la pequeña ventana bajo

los aleros. Charlie se estremeció involuntariamente y siguió a Fidelio a través del gran arco de

la entrada.

Rodeado de niños con capas de color azul, púrpura y verde, Charlie buscó a Emma Tolly y

Olivia Vertigo. Vio a Emma con su capa verde, su largo pelo rubio peinado en dos limpias

trenzas, pero se quedó momentáneamente desconcertado por la chica que tenía a su lado.

Conocía su cara, pero… ¿podría ser Olivia? Llevaba una capa púrpura, como todos en teatro,

pero la cara de Olivia solía estar cubierta de maquillaje, y siempre teñía su pelo de un color

chillón. Esta chica tenía una apariencia normal: mejillas sonrosadas, ojos grises y pelo corto y

castaño.

“Deja de observarme, Charlie Bone”, dijo la chica del pelo castaño mientras caminaba hacia él.

“¿Olivia?” exclamó Charlie. “¿Qué te ha pasado?”

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“Estoy haciendo una audición para una película,” le contó Olivia. “Tengo que parecer más

joven de lo que soy en realidad.”

Subieron otro grupo de escalones de piedra, y pasaron por dos enormes puertas tachonadas

con figuras de bronce. Cuando los niños estuvieron dentro, Weedon, el jardinero, cerró y

bloqueó las puertas. Estas continuarían cerradas hasta la tarde del viernes, cuando los niños

podrían volver a sus casas durante el fin de semana.

Charlie entró al enorme vestíbulo enlosado de la Academia Bloor “¿De qué va la película?” le

preguntó a Olivia.

“¡Shhh!” siseó una voz desde algún lugar cercano a la oreja de Charlie.

Charlie descubrió un par de ojos negros como el carbón y por poco pegó un salto por la

sorpresa. Pensaba que Manfred Bloor había dejado el colegio.

“¡Espero que no te hayas olvidado de las reglas, Charlie Bone!” ladró Manfred.

“N-no, Manfred” Charlie no sonó demasiado seguro.

“Vamos, entonces…”Manfred chasqueó los dedos y miró a Charlie, quien bajó la mirada hasta

sus pies. No le gustaba luchar contra la mirada hipnotizadora de Manfred a una hora tan

temprana.

“Vamos ¿Cuáles son las reglas?” demandó Manfred.

“Eh…Silencio en el vestíbulo, no se puede hablar, no se puede llorar o llamar, incluso si te

caes…Eh…” Charlie no podía recordar la última regla.

“¡Escríbelo cien veces y tráemelo a mi oficina después de la hora del descanso!” Manfred

sonrió malvadamente.

Charlie no sabía que Manfred tenía una oficina, pero no tenía intención de prologar aquella

conversación tan desagradable. “Sí, Manfred,” masculló.

“Deberías avergonzarte de ti mismo. Ahora estás en tu segundo año. No eres muy buen

ejemplo para los nuevos, ¿verdad Charlie Bone? ”

“No” Charlie alcanzó a ver como Olivia rodaba los ojos, y se las arregló para contener la risa.

Afortunadamente, Manfred le estaba gritando a uno que iba sin capa, por lo que aprovechó la

situación para alejarse.

Olivia había desaparecido entre un mar de capas moradas cuyos dueños se apretujaban para

pasar por la puerta que se encontraba bajo las dos máscaras de bronce. Más allá de la puerta

abierta, Charlie vislumbró un caos de colores que se acumulaba en el guardarropa de teatro.

Se apresuró a entrar a la habitación a la que conducía la puerta bajo el símbolo de las dos

trompetas cruzadas.

Fidelio le estaba esperando dentro del guardarropa azul. “¡Vaya! ¡Qué shock!” exclamó Fidelio.

“Pensé que Manfred se había ido.”

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“Yo también” dijo Charlie. “Eso era una de las cosas buenas de volver a la Academia Bloor.

Pensé que al menos Manfred ya no estaría aquí.” ¿Cuál era el nuevo rol de Manfred? ¿Estaría

permanentemente en sus talones, observando, escuchando e hipnotizando?

Los dos chicos discutieron el problema de Manfred mientras caminaban hacia la asamblea. En

el primer día de todos los años, la asamblea se realizaba en el teatro, el único sitio que era lo

suficientemente grande para los 300 estudiantes. Charlie no se había unido a la Academia

Bloor hasta mediados del último semestre; esto era una nueva experiencia para él.

“Porras, debería darme prisa” dijo Fidelio, mirando su reloj. “Debería estar preparándome.”

El Dr. Saltweather, jefe del área de música, le dirigió a Fidelio una mirada severa cuando este

subió al escenario y se colocó en su lugar de la orquesta. Charlie se colocó al final de la

segunda fila y se encontró justo detrás de Billy Raven. El chico se giró con el ceño fruncido.

“Tengo que estar en primer año otros doce meses,” le susurró a Charlie, “pero ya lo he hecho

dos veces.”

“¡Qué mala suerte! Pero es que solo tienes ocho años.” Charlie observó la fila de niños nuevos

que tenía delante. Todos parecían normales, pero no podías asegurarlo. Alguno de ellos podría

estar dotado, como él o Billy, descendientes del Rey Rojo.

Durante el resto de la mañana, Charlie caminó por el enorme y sombrío edificio, encontrando

sus nuevas aulas, recogiendo libros y buscando al señor Paltry, quien supuestamente tenía que

darle su clase de trompeta.

Para cuando el cuerno de caza sonó avisando que era la hora de la comida, Charlie estaba

completamente exhausto. Se dirigió al comedor, evitando mirar los retratos que colgaban en el

poco iluminado pasillo – por si acaso querían mantener una conversación con él – y llegó al

comedor azul.

Charlie se unió a la fila. La pequeña y fornida mujer tras el mostrador le guiñó el ojo. “¿Todo

bien Charlie?” preguntó.

“Sí, gracias Cocinera,” dijo Charlie. “Pero me tomará un tiempo acostumbrarme al segundo

año.”

“Probablemente,” dijo la Cocinera. “Pero ya sabes dónde encontrarme si me necesitas.

¿Guisantes Charlie?”

Charlie aceptó un plato de macarrones con queso y guisantes, y caminó por las mesas hasta

que encontró a Fidelio, sentado junto a Billy Raven y Gabriel Silk. El pelo castaño de Gabriel

colgaba delante de su cara, casi tapándola por completo.

“¿Qué tal, Gabriel?” preguntó Charlie. “¿Tu jerbos están bien?”

Gabriel levantó la mirada tristemente. “No puedo tomar clases de piano este semestre. El

señor Pilgrim se ha ido.”

“¿Ido?” Charlie estaba inesperadamente consternado. “¿Por qué?, ¿A dónde?”

Charlie Bone & El Castillo de los Espejos - Jenny Nimmo

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Gabriel se encogió de hombros. “Sé que el señor Pilgrim era peculiar; pero, bueno, él era

brillante.”

Ninguno pudo negarlo. El sonido del piano del señor Pilgrim se solía escuchar por la torre de

Música. Charlie se dio cuenta de que iba a echarlo de menos. Y también echaría de menos ver

al señor Pilgrim mirando al vacío, con su pelo negro cayendo sobre sus ojos.

Fidelio se giró hacia Billy. “¿Qué tal estuvo tu verano, Billy?” le preguntó cuidadosamente.

¿Cómo podía pasarse uno todas las vacaciones de verano en la Academia Bloor sin volverse

loco?

“Mejor que los demás”, dijo Billy alegremente “La Cocinera cuidó de Rembrandt como

prometió, y pude verlo todos los días. Además, Manfred se fue algunos días, así que estuve

bien realmente, excepto…”- una sombra atravesó su cara- “algo sucedió la última noche. Algo

muy raro.”

“¿Qué pasó?” preguntaron los otros tres.

“Vi a un caballo en el cielo.”

“¿Un caballo?” Fidelio alzó las cejas. “¿Te refieres a una nube que parecía un caballo?”

“No. Definitivamente era un caballo.” Billy se quitó las gafas y las limpió con su servilleta. Sus

ojos rojos se posaron sobre Charlie. “Estaba flotando de alguna manera, fuera de la ventana, y

luego desapareció.”

“Las estrellas pueden hacer eso,” dijo Gabriel, quien se había animado un poco. “Las estrellas

pueden crear ilusiones y parecer animales o cosas.”

Billy lo negó con la cabeza. “NO. Era un CABALLO.” Volvió a colocarse las gafas y frunció el ceño

ante su plato. “No estaba muy lejos. Estaba justo afuera de la ventana. Se puso a dos patas y

pateó el aire, como si estuviera luchando por escapar, y luego solo – desapareció.”

Charlie se encontró diciendo, “Quizás se estaba yendo a otro mundo.”

“Puede ser,” dijo Billy entusiasmado “Tú me crees, ¿no Charlie?”

Charlie asintió con la cabeza lentamente “Me pregunto dónde estará ahora.”

“¿Vagando por la ruina con el resto de los fantasmas?” preguntó irónicamente Fidelio. “Venga,

vamos a tomar un poco de aire fresco. Quizás veamos al caballo galopando por el jardín.”

Por supuesto, él solo bromeaba, pero cuando los cuatro chicos caminaron a través de la puerta

del jardín, Fidelio se dio cuenta de que sus palabras eran fantasmalmente ciertas. Él era el

único de los cuatro que no estaba dotado. Fidelio podía ser un músico brillante, pero su don no

podía considerarse como mágico.

Fue Charlie el que se dio cuenta primero, un débil sonido sordo en la hierba seca. Miró a

Gabriel. “¿Puedes oírlo?”

Charlie Bone & El Castillo de los Espejos - Jenny Nimmo

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Gabriel negó con la cabeza. No podía oír nada, pero había una presencia en el aire que no

podía definir.

Billy era el más afectado. Dio un paso hacia atrás, y de repente una brisa que solo él pudo

sentir le erizó el cabello. Levantó la mano como para protegerse de un golpe “él vino directo

del pasado,” susrró.

Fidelio dijo, “¿Estás de broma, no?”

“Me temo que no,” dijo Charlie. “Quizás solo quería que supiéramos que estaba aquí, pero

ahora se ha ido.”

Empezaron a cruzar la gran extensión de hierba a la cual el doctor Bloor le gustaba llamar “el

jardín”. En realidad, no era más que una colina rodeada por un impenetrable bosque. Al final

de la colina, las rojas piedras de la ruina se vislumbraban entre los árboles: el castillo del Rey

Rojo. Los cuatro chicos dirigieron sus pasos instintivamente hacia los altos muros rojos.

El tío de Charlie, Paton, le había contado, como tras la muerte de la Reina Berenice, cinco de

los hijos del Rey Rojo se vieron forzados a dejar el reino de su padre para siempre. Con el

corazón roto, el Rey se exilió a los bosques del norte, y Borlath, su primogénito, tomó el

castillo. Él controló el reino con una crueldad barbárica, que provocó que muchos de sus

habitantes murieran o huyeran poseídos por el terror.

“Bueno” comentó Fidelio. “¿Crees que el fantasma del caballo está aquí?”

Charlie dirigió la vista a los enormes muros. “No lo sé.” Se volvió hacia Billy.

“Sí,” susurró “Está aquí.”

Los chicos escucharon con atención. Podían oír a la distancia los gritos y risas de los niños en la

colina, el golpeteo de los balones de fútbol, la llamada de los pájaros carpinteros, pero nada

más.

“¿Estás seguro Billy?” preguntó Charlie.

Billy se abrazó a sí mismo. Estaba temblando. “Yo pienso que le gustaría hablar, pero está

atrapado en el lugar equivocado.”

“¿Qué lugar equivocado?” preguntó Fidelio.

Billy frunció el ceño. “No lo puedo explicar.”

Charlie se dio cuenta de que alguien estaba parado detrás de ellos. Se giró justo a tiempo para

ver como una pequeña figura se daba la vuelta y se unía a un grupo de niños nuevos que

jugaban al fútbol.

“¿Quién era ese?” preguntó Gabriel.

“Un chico nuevo” dijo Charlie.

Charlie Bone & El Castillo de los Espejos - Jenny Nimmo

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Era imposible averiguar si el chico estaba en arte, teatro o música ya que no estaba llevando su

capa. Hoy hacía un día cálido y soleado, el verano todavía no se había ido.

El sonido del cuerno, les llegó del otro lado de la colina y los cuatro chicos corrieron de regreso

al colegio.

Para Charlie, la tarde no fue mejor que la mañana. Al final encontró al señor Paltry, pero llegó

tarde a su clase. “¿Cómo es posible que vengas a la clase sin la trompeta?” gruñó el viejo

profesor. “Eres una pérdida de tiempo, Charlie Bone. Dotado, y un cuerno. ¿Por qué no usas lo

que tú llamas “talento” para localizar tu trompeta? Ahora vete, y no vuelvas hasta que la

encuentres.”

Charlie se largó rápidamente. Tenía una idea sobre dónde mirar. “¿La torre de Música?” se

preguntó a sí mismo. A lo mejor uno de los limpiadores había encontrado su trompeta y la

había puesto en la sala del señor Pilgrim, en lo alto de la torre.

El pasadizo que llevaba a la torre de la Música le condujo hasta una pequeña puerta cerrada

con aspecto antiguo, que daba al jardín. Charlie se preparó, abrió la puerta y comenzó a bajar

el largo y húmedo pasaje. Estaba tan oscuro que apenas podía ver sus pies. Mantuvo sus ojos

en la distante ventana de la pequeña habitación al final del pasadizo.

A medida que se acercaba a la habitación, comenzó a oír voces muy enfadadas – hombres

discutiendo. Había un sonido de pisadas. Charlie se detuvo hasta que cualquiera que estuviese

ahí llegó al final de la larga escalera de caracol. Una figura apareció al final del pasadizo y alzó

sus alas moradas hacia Charlie, bloqueando el paso de la luz.

En medio de la oscuridad, Charlie gritó.

Capítulo 3: El niño con papel en el pelo

“¡Silencio!” siseó la voz.

Charlie se encogió contra la pared mientras la persona, o cosa, pasaba de largo y se dirigía

hacia la puerta que llevaba al vestíbulo.

Charlie no sabía qué hacer. ¿Debía volver por donde había venido o arriesgarse a entrar a la

torre? La persona que había pasado a su lado podía estar en el pasillo, esperándole. Escogió la

torre.

Tan pronto como llegó a la habitación redonda y soleada que se encontraba al final del pasillo,

Charlie se sintió mejor. Esas alas púrpuras habían sido los brazos de una capa, razonó. Y la

Charlie Bone & El Castillo de los Espejos - Jenny Nimmo

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persona enfada era probablemente alguien del servicio del colegio discutiendo con alguien.

Comenzó a subir por la larga escalera de caracol hacia lo alto de la torre. La Academia Bloor

tenía cinco pisos, pero la clase de música del señor Pilgrim estaba en otra ala.

Charlie llegó al pequeño rellano donde los libros de música rebosaban las estanterías, llenaban

cajas y formaban altas pilas en el suelo. Entre las hileras de estanterías, una pequeña puerta de

roble permitía el acceso a la sala de música. Un mensaje había sido clavado en el centro de la

puerta:

El señor Pilgrim se ha ido.

Charlie rebuscó en las cajas, levantó pilas de partituras y buscó detrás de pesados libros en las

estanterías. Encontró una flauta, un puñado de cuerdas de violín, una caja de galletas y un

peine, pero ninguna trompeta.

¿Había algún punto en intentar buscar en la habitación tras la puerta? Charlie recordaba haber

visto un gran piano y un taburete, nada más. Volvió a mirar a la nota. El señor Pilgrim se ha ido.

Tuvo el presentimiento de que había otro mensaje detrás de esas cinco palabras: “No entres,

no eres bienvenido aquí”.

Pero Charlie era un chico que no solía hacerle mucho caso a lo que decían las señales. En ese

momento, aún así, llamó a la puerta antes de entrar. Para su sorpresa, obtuvo respuesta.

“Si” dijo una voz cansada.

Charlie entró.

El doctor Saltweather estaba sentado en el taburete. Sus brazos estaban plegados el interior

de su capa azul, y su delgado pelo se encontraba colocado de una manera descuidada. Tenía

una expresión que Charlie nunca había visto antes en su cara: una mirada de preocupación y

consternación.

“Perdóneme señor” dijo Charlie “Estaba buscando mi trompeta”

“Eso parece" Dr. Saltweather miró a Charlie.

“Pero supongo que no está aquí”

“Nada está aquí” dijo el doctor Saltweather.

“Lo siento señor” Charlie estaba a punto de irse cuando algo le hizo preguntar, “¿Dónde está el

profesor Pilgrim, señor?”

“¿Dónde?” el doctor Saltweather miró a Charlie como si acabara de verlo. “Ah, Charlie Bone”

“Sí, señor”

“No sé dónde se ha ido el señor Pilgrim, es un misterio”

“Oh” Charlie estaba a punto de irse otra vez, pero en ese momento se encontró a sí mismo

diciendo “Me encontré con alguien en el pasillo, pensaba que podría ser él”.

Charlie Bone & El Castillo de los Espejos - Jenny Nimmo

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“No Charlie” El profesor habló de manera forzada. “Seguramente era el señor Ebony, vuestro

nuevo profesor”

“¿Nuestro profesor?” Charlie tragó saliva. El pensó en las alas púrpuras y la voz silabeante.

"Sí. Es un poco preocupante, por decirlo de alguna manera." El doctor Saltweather le dirigió a

Charlie una mirada escrutadora, como preguntándose si podría decir más. "El señor Ebony vino

aquí a enseñar historia" continuó, "pero se presentó con una carta de renuncia del

señor Pilgrim que no sé cómo consiguió y ahora esto… El hombre quiereenseñar piano" el

doctor Saltweather alzó la voz. "Él viene aquí, coloca un mensaje en la puerta, y trata

de mantenerme fuera de una habitación en mi propio departamento.... ¡Es intolerable!"

“Sí señor” asintió Charlie. “Pero estaba llevando una capa púrpura, señor”

“Ah, sí, ¡eso!” el doctor Saltweather se pasó la mano por su pelo canoso. “Parece que el señor

Tantalus Ebony está en el departamento de Teatro, luciendo el púrpura.”

Charlie dijo, “Ya veo”, aunque en aquel momento estaba bastante confuso. Él nunca había

oído hablar de un profesor que enseñara en tres departamentos a la vez.

“Son los arreglos del doctor Bloor, así que, ¿qué puedo hacer yo?” el doctor Saltweather

extendió sus manos. “Es mejor dejarlo correr; Charlie. Siento lo de tu trompeta. Prueba en una

de las salas de arte, ahí siempre están dibujando nuestros instrumentos musicales.”

“Arte. Gracias señor” dijo Charlie agradecido. Solo se podía llegar a las salas de arte subiendo

por la escalera principal, y cuando Charlie puso el pie en el primer escalón, Manfred Bloor salió

de una puerta del vestíbulo.

“¿Has terminado de escribir tus líneas?” preguntó Manfred fríamente.

“Eh… no”

Manfred se acercó a Charlie. “No te olvides o tendrás que escribir otras cien.”

“Sí Manfred, digo no.”

Manfred hizo un gesto de irritación y se largó.

“¡Perdona!” dijo Charlie de repente, “¿pero tú continúas siendo, eh…, un alumno, Manfred?”

“¡No, no lo soy!” le espetó el joven. “Soy un asistente de los profesores. Y llámame señor”

“Sí señor” La palabra señor le sonaba rara aplicada a Manfred, pero Charlie sonrió, esperando

haberlo dicho de la forma correcta.

“Y no lo olvides” Manfred se marchó de vuelta a la sala de los prefectos y cerró de golpe la

puerta.

Charlie todavía no había encontrado la oficina de Manfred. Ahora tenía que encontrar su

trompeta y escribir cien líneas. Pero se dio cuenta de que no conocía la última línea de las

reglas del vestíbulo. “Emma me la dirá” se dijo a sí mismo y comenzó a subir las escaleras.

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Emma solía encontrarse en la galería de arte, una larga y aireada habitación con vistas al

jardín. Pero hoy, la habitación parecía estar vacía Charlie buscó en el armario de las pinturas e

inspeccionó las estanterías del fondo de la habitación, luego cruzó la galería y descendió por

unas escaleras de caracol metálicas que le llevaban al estudio de escultura.

“¡Hola Charlie!” le llamó una voz.

“Ven aquí con nosotros”, le llamó otra voz.

Charlie miró a su alrededor y descubrió a dos chicos con capas verdes que le sonreían desde el

otro lado de un gran bloque de piedra. Uno tenía la piel morena y el otro era muy pálido. Los

dos amigos de Charlie estaban ahora en tercer curso. Los dos habían crecido

considerablemente durante el verano, y también lo había hecho su pelo. Lysander ahora tenía

rastas en el pelo decoradas con cuentas multicolores, mientras que Tancred había llenado de

gel su pelo hasta convertirlo en un bosque de rígidas espinas.

“¿Qué te trae por aquí Charlie?” le preguntó Tancred.

“Estoy buscando mi trompeta, a propósito, casi no os he reconocido.”

“Tú no has cambiado,” dijo Lysander con una gran sonrisa. “¿Qué tal el segundo curso?”

“No lo sé, creo que estoy en un pequeño lío. Sigo yendo al lugar equivocado. He perdido mi

trompeta” dijo Charlie. “He tenido problemas con Manfred y hay, eh…, una cosa en el jardín.”

“¿A qué te refieres con una “cosa”?” los azules ojos de Tancred relampaguearon.

Charlie les contó acerca del caballo que Billy había visto en el cielo y las huellas de cascos en el

jardín.

“Interesante”, dijo Lysander.

“Siniestro”, añadió Tancred. “No me gusta cómo suena esto” Las mangas de su camisa se

estremecieron. Era difícil para Tancred no influir en su entorno. Era como una veleta andante,

sus estados de ánimo afectaban el aire a su alrededor hasta el punto de que podías decir que

él tenía su propio clima.

“Mejor sigo buscando mi trompeta”, dijo Charlie. “Oh, ¿cuál es la última línea de las reglas del

vestíbulo?”

“Seas alto o bajo” dijo rápidamente Lysander.

“Gracias Sander. Tengo que escribir las reglas enteras cien veces antes de cenar y dárselas a

Manfred, si es que consigo encontrar su oficina. ¿Vosotros no sabríais dónde está, no?”

Tancred negó con la cabeza y Lysander dijo, “Ni idea.”

Charlie estaba a punto de continuar su camino cuando Tancred le sugirió que probara en otro

lugar. “Por ahí”, dijo Tancred, indicando una puerta al final del estudio de escultura. “Los niños

nuevos están dando su primera clase de arte. Creo que uno de ellos llevaba una trompeta.”

Charlie Bone & El Castillo de los Espejos - Jenny Nimmo

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“¡Gracias Tanc!” Charlie entró en una habitación que nunca había visto anteriormente.

Alrededor de quince silenciosos niños estaban sentados a lo largo de una enorme mesa,

dibujando. Todos estaban muy concentrados en su trabajo, y ninguno de ellos levantó la vista

hacia Charlie cuando este entró.

“¿Qué es lo que quieres?” Un hombre delgado, rubio y pecoso le habló desde el final de la

mesa. Sería un profesor de arte nuevo, supuso Charlie.

“Mi trompeta, señor” dijo Charlie.

“¿Y por qué piensas que está aquí?” preguntó el profesor.

“¡Por qué está ahí!” Charlie acababa de ver una trompeta exactamente igual a la suya. El

instrumento estaba siendo dibujado por un pequeño niño con pelo grisáceo como el de los

ratones y orejas que le sobresalían. El chico miró a Charlie.

“Joshua Tilpin” dijo el profesor, “¿de dónde has sacado esa trompeta?”

“Es mía señor Delf” Joshua Tilpin tenía unos pequeños ojos de un pálido gris. Los entrecerró y

arrugó la nariz mientras miraba a Charlie.

Charlie no pudo pararse. Dio un salto hacia delante, cogió la trompeta y la giró. En el último

semestre había marcado un pequeño “cb” al lado de la boquilla. La trompeta era la suya.

“Tiene mis iniciales, señor”

“Déjame ver” El señor Delf extendió su mano.

Charlie le pasó la trompeta. “Mi nombre es Charlie Bone, señor ¿Ve? Esas son mis iniciales.”

“No deberías desfigurar los instrumentos musicales de esta manera, pero parece que es tuya.

Joshua Tilpin, ¿por qué mentiste?”

Todos miraron a Joshua. Él no se puso rojo, como Charlie esperaba que hiciera. En cambio, le

dirigió una gran sonrisa, dejando al descubierto una hilera de dientes pequeños e irregulares.

“Lo siento señor, de verdad lo siento Charlie. Solo fue una broma. Perdóname, ¡por favor!”

Ni Charlie ni el profesor sabían qué decir ante esto. El señor Delf le pasó la trompeta a Charlie,

diciendo “Será mejor que vuelvas a tu clase.”

“Gracias señor” Charlie agarró su trompeta y caminó hacia la puerta. Le dirigió una última

mirada a Joshua Tilpin mientras caminaba. Tenía el presentimiento de que aquel niño estaba

dotado. Las mangas y el pelo de Joshua estaban cubiertas con trozos de papel y pequeños

restos de goma de borrar. Incluso, cuando Charlie miraba, un pedazo de lápiz roto saltó de

repente de la mesa y se quedó pegado al pulgar del niño. Joshua le dirigió a Charlie una sonrisa

irónica y arrojó el lápiz. Charlie sintió como si un hilo invisible estuviera tirando de él con

dirección al extraño chico.

Abandonó rápidamente la habitación, y el hilo se rompió.

Charlie Bone & El Castillo de los Espejos - Jenny Nimmo

23

En el estudio de escultura se oía el sonido del acero contra la piedra. Tancred y Lysander no

eran los únicos que estaban rompiendo rocas. Charlie hizo una floritura con su trompeta en el

aire. “La tengo”, dijo en voz alta.

“Lo sabíamos”, respondió Tancred.

La siguiente prioridad de Charlie eran las cien líneas. ¿Dónde debería escribirlas? Decidió que

lo haría en su nueva clase. Mientras cruzaba el pasillo, se vio rodeado por grupos de niños,

algunos provenientes del patio, otros que bajaban las escaleras, y otros muchos salían de las

aulas. Todos parecían saber exactamente a dónde tenían que ir, exceptuando a Charlie. Algo

había salido terriblemente mal con su horario. Se dio prisa, esperando al menos encontrar a

algunos compañeros de su curso en la clase.

Había una nota colgada en la puerta de la clase. Estaba escrita con la misma letra anticuada y

escrita a mano que la nota que colgaba en la puerta del señor Pilgrim:

Tantalus Ebony

Música, Mímica e Historia Medieval.

Charlie apoyó su oreja en la puerta. Ningún sonido le llegó desde el interior. Entró.

No había ningún niño en la habitación, pero había un profesor. Estaba sentado en un alto

pupitre en frente de la ventana, tenía una larga y delgada cara y unas negras cejas que se

juntaban por encima de su nariz. Su oscuro pelo cubría sus orejas y el flequillo llegaba justo

hasta sus cejas. Llevaba una capa púrpura.

“¿Sí?” dijo el profesor, levantando la vista de su libro.

Charlie tragó saliva “He venido a escribir unas líneas señor.”

“¿Nombre?” La voz del hombre retumbaba como si proviniera del inframundo.

“Charlie Bone, señor”

“¡Acércate!” El profesor hizo una seña con un largo y blanco dedo.

Charlie caminó hacia el escritorio. El hombre le observó detenidamente durante un largo

minuto. Su ojo izquierdo era gris y su ojo derecho marrón. Era de lo más desconcertante.

Charlie tuvo la tentación de mirar hacia otro lado, pero se mantuvo firme y miró primero un

ojo y luego el otro. Un gesto de enfado cruzó la cara del hombre, quien se echó para atrás,

como si temiera que Charlie hubiera descubierto una parte de él que deseaba mantener en

secreto. En aquel momento, el profesor dijo “Soy Tantalus Ebony”

“Eso suponía, señor”

“Que presuntuoso. Quédese quieto.”

Charlie estuvo a punto de decir que él no se había movido, cuando el señor Ebony continuó.

“¿Por qué no estás con el resto de tu clase?”

Charlie Bone & El Castillo de los Espejos - Jenny Nimmo

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“Estoy un poco confundido, señor”

“¿Confundido?, la confusión es para los estudiantes de primero. No es un comienzo muy

prometedor para tu segundo año, ¿verdad Charlie Bone? Y dijiste que tenías que escribir unas

líneas, me pregunto por qué.”

“Estaba hablando en el vestíbulo, señor”

La respuesta del señor Ebony fue asombrosa. Se rio a carcajadas, sacudido por una risa

desenfrenada.

“Aha” El profesor tosió ligeramente. “Ve y escribe tus líneas. Y no me molestes. Me voy a

dormir” El señor Ebony se echó su capa púrpura sobre la cabeza y cerró los ojos. Todavía

sentado muy tieso, comenzó a roncar.

¿Es posible ser observado por alguien que no te está mirando? Charlie tenía la impresión de

que el extraño profesor todavía estaba despierto. O que alguien, detrás de la cara durmiente,

estaba todavía en guardia.

Tras esperar un par de segundos, Charlie se dirigió de puntillas hasta su pupitre, sacó un

cuaderno y empezó a escribir las reglas del vestíbulo. Acababa de completar la última línea

cuando el cuerno sonó, avisando de que era la hora de la merienda. El señor Ebony abrió sus

ojos, tiró de su capa y gritó “¡FUERA!”

“Sí señor” Charlie recogió sus papeles y salió apresuradamente de la clase.

“¿Dónde has estado todo este tiempo?” preguntó Fidelio cuando vio a Charlie en la cafetería.

“¿Dónde has estado tú?” dijo Charlie.

“Tuve inglés, luego juegos.”

Charlie vio una semana de castigo en su horizonte. El señor Carp, el profesor de inglés no le

perdonaría que se hubiera saltado una clase. “Estaba escribiendo mis líneas para Manfred”

dijo con pesimismo “Y todavía no he encontrado su oficina.”

Fidelio no pudo ayudarle, así como tampoco pudo Gabriel cuando llegó a su mesa. “¿Qué es lo

que pasa entonces?” dijo masticando una barra de Choclix. “Quiero decir, ¿Qué se supone que

es Manfred? Ya no es un alumno del último curso, y tampoco es un profesor, así que, ¿qué

es?”

“Es un hipnotizador” dijo Charlie sombríamente. “Siempre lo ha sido y siempre lo será.

Probablemente se quedará aquí para siempre, perfeccionando su talento hasta que se

convierta en un rancio y viejo mago como su bisabuelo.”

“Mientras se mantenga lejos de mi camino, me da igual lo que sea.” Gabriel tragó el resto de

su barrita Choclix y se limpió los dedos con su servilleta. “A propósito, he decidido tomar clases

de piano con el señor Ebony, no me puedo rendir, y de hecho, es bastante bueno.”

Charlie Bone & El Castillo de los Espejos - Jenny Nimmo

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“Yo que tú, tomaría clases con la señorita Chrystal” Charlie le avisó a Gabriel. “El señor Ebony

no… no es lo que parece. Creo que es peligroso.”

Los demás le observaron con expresión interrogante, pero Charlie no fue capaz de expresar sus

sentimientos.

Después de la hora de la merienda, Charlie llevó su trompeta a la sala del señor Paltry. El viejo

profesor estaba tomando una tranquila taza de café. “No puedo darte la lección ahora” dijo

con irritación “Pon tu trompeta en la estantería y déjame en paz”

“Sí señor” Charlie colocó su trompeta en la estantería con otras cinco trompetas, esperando

que no se le volviera a perder o que alguien se la robara. “Disculpe profesor, ¿pero sabe dónde

está la oficina de Manfred Bloor?”

“No sé dónde está cada habitación del edificio, Bone” El señor Paltry agitó su mano pecosa.

“Ahora vete.”

A los niños se les aconsejaba dejar sus capas en el edificio cuando había días soleados. Lo

creyeran o no, hacía más frío en el interior de la oscura academia que en el exterior. Tras dejar

su capa en el guardarropa, Charlie salió al jardín y le preguntó a tanta gente como pudo si

sabían dónde se encontraba la oficina de Manfred. Nadie lo sabía, por lo que Charlie corrió

hacia el interior otra vez. Cuando se puso su capa azul, deslizó sus dedos hasta los bolsillos. Las

tres páginas habían desaparecido.

“¡No!” gritó Charlie, justo al mismo tiempo en el que Gabriel entraba en el guardarropa.

“¿Qué pasa?” preguntó Gabriel.

Charlie le contó lo que había sucedido, y durante los siguientes quince minutos Gabriel ayudó a

Charlie a buscar por el guardarropa, pero no encontraron las tres hojas. Fidelio apareció y se

unió a la caza. Buscaron en clases vacías e incluso bajaron hasta la cafetería. Y entonces el

cuerno sonó avisando la cena.

“Alguien quiere meterme en problemas” gimió Charlie. “He perdido todo, mi trompeta, mis

líneas… ¿Qué está pasando?”

“Ven y come” dijo Fidelio “La comida ayuda al cerebro.”

“¡Hug!” gruñó Charlie.

Los tres chicos caminaron hacia el largo y cavernoso salón de cena y se sentaron en sus sitios al

final de la mesa de música.

El personal de la academia estaba sentado en una mesa en una plataforma elevada al final de

la habitación, y Charlie se dio cuenta de que Manfred estaba sentado al lado de su padre. Así

que él era ahora un miembro oficial del personal. “Al menos ya no hará los deberes con

nosotros” pensó Charlie.

La cena estaba a punto de acabar cuando el doctor Bloor se puso de pie y golpeó sus manos,

aplaudiendo. Hubo un instante de silencio. El enorme hombre caminaba hacia el frente de la

Charlie Bone & El Castillo de los Espejos - Jenny Nimmo

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plataforma y observó a las líneas de niños que había debajo. Era una figura impresionante con

su capa negra, sus anchos hombros, su pelo gris bien recortado, y su bigote tan recto como

una regla. Sus ojos estaban prácticamente escondidos bajo gruesos pliegues de carne, y era

difícil decir de qué color eran. Ahora parecían negros, aunque Charlie sabía que eran grises.

Pasó un tiempo antes de que el director hablara. Los niños le miraban expectantes. Al final dijo

“A aquellos que estéis dotados, quería deciros unas palabras. Ya sabéis quienes sois, así que no

necesito mencionaros por vuestros nombres. Haréis vuestros deberes en el Salón del Rey.

Alguien os enseñará el camino ¿Habéis entendido?”

Charlie escuchó tres finas voces pronunciar las palabras “Sí señor” No podía decir de dónde

provenían aquellas voces, pero ninguna pertenecía a alguien de la mesa de música.

Repentinamente, el doctor Bloor gritó “¡DISPERSAOS!”

Los niños entraron en acción como un reloj. Los bancos chirriaron en el suelo de baldosas, los

platos se colocaron en pilas, los vasos chocaron, la cubertería sonó, y cada uno se dirigió a la

puerta que le correspondía. Mientras Charlie subía las escaleras hacia el primer piso, se le

unieron Gabriel y Billy, Emma Tolly estaba delante de él, y acababa de ver a Tancred y

Lysander llegando a la segunda planta.

Emma esperó a Charlie para hablar con él. “Encontré esto en el suelo de nuestro guardarropa”

dijo, en su mano tenía tres hojas arrugadas. “Oí por ahí que las estabas buscando.”

“Mis líneas”, gimió Charlie agarrando sus hojas. “Gracias Em. ¿Pero cómo llegaron al

guardarropa de arte?”

“Ni idea” dijo Emma.

Charlie metió las hojas en su mochila. El sonido de unos pesados pasos detrás de él hicieron

que se girara, y vio a Dorcas Loom caminando lentamente por las escaleras. Era una chica

gordita con el pelo rizado y corto y una complexión saludable. Dorcas era una ferviente

admiradora de la tía abuela de Charlie, Venetia, y con su don, podía hacer ropas que tenían

una magia mortal.

“¿Qué estás mirando?” preguntó ella hoscamente.

“Nada Dorcas” dijo Charlie.

“Ah” dijo Dorcas disgustada, luego continuó subiendo las escaleras.

Charlie y sus amigos llegaron al extraño y circular Salón del Rey, con su mesa redonda y sus

estanterías de libros curvadas.

Manfred se encontraba de pie al otro extremo de la mesa, mirando directamente a las puertas.

El corazón de Charlie se tambaleó, y poco después, la decepción se apoderó de él en una ola

de repugnancia cuando vio una figura encorvada sentada junto a Manfred. Era Asa Pike, el

devoto esclavo de Manfred, el chico que podía convertirse en bestia con el crepúsculo. Debería

Charlie Bone & El Castillo de los Espejos - Jenny Nimmo

27

haber abandonado el colegio. ¿Por qué todavía seguía ahí? También habían tres niños nuevos

en la habitación. Joshua Tilpin era uno de ellos.

“Vamos, vamos” ordenó Manfred impacientemente “Dejar de bloquear la puerta. Tengo un

importante anuncio que daros.”

Charlie se recompuso y rodeó la mesa hasta que llegó al sitio que estaba al lado de Tancred.

Desde allí podía ver el retrato del Rey Rojo: una antigua pintura de una rancia figura con una

capa roja y una delgada corona de oro. Gabriel, Billy y Emma siguieron a Charlie, mientras que

Dorcas cerró la puerta con el pie.

“¡Muestra algo de respeto por la casa de mi padre!” ladró Manfred.

Dorcas frunció el ceño, pero no se atrevió a mirar a Manfred a los ojos “Alguien se está

sentando en mi sitio”, murmuró.

“No seas estúpida, Dorc” dijo Manfred.

Asa rio, “Dorc, muy bueno.”

Manfred le ignoró. “Siéntate en cualquier sitio niña, y date prisa.”

Si Dorcas hubiera querido sentarse al otro lado de Manfred, no habría podido hacerlo.

Apretadas entre Manfred y Joshua Tilpin, habían dos chicas con apariencia extraordinaria. Las

dos tenían un pelo muy brillante y negro, cortado justo por debajo de sus orejas, con un largo

flequillo, y una complexión que era tan pálida y suave, que parecían hechas de porcelana.

“Gemelas, obviamente” pensó Charlie “Si es que son reales” Las caras de las chicas eran tan

inexpresivas, y sus cuerpos tan rígidos, que podrían haber sido muñecas.

Dorcas caminó arrastrando los pies, rodeando la mesa, y colocó sus libros al lado de Joshua. Él

le dedicó una de sus radiantes sonrisas con sus dientes torcidos, y Dorcas se la devolvió.

“Ahora que estamos todos aquí” dijo Manfred mirando a Dorcas “Quiero decir un par de cosas.

Primero, probablemente no esperabais volverme a ver. Bueno, estoy pegado a vosotros”

Ninguno realizó ninguna clase de sonido exceptuando a Asa, quien resopló. “Ahora soy un

profesor asistente” Manfred continuó dándose importancia “Mi trabajo consiste en supervisar

vuestros deberes, monitorizar vuestros progresas, supervisaros durante los exámenes, y

ayudaros con cualquier problema, sea personal o relacionado con el colegio” Paró para

tomarse un respiro, y Charlie se preguntó a quién se le ocurriría ir a pedirle ayuda al ex-

monitor.

“Ahora; las presentaciones” Manfred nombró a cada uno de la mesa hasta que llegó a las

imperturbables chicas que se encontraban a su lado. “Y estas son las gemelas Inez e Idith

Branko.”

Tan pronto como sus nombres fueron mencionados, las gemelas inclinaron sus cabezas y

dirigieron sus miradas a los libros que se encontraban frente a ellas. Con una alarmante

Charlie Bone & El Castillo de los Espejos - Jenny Nimmo

28

velocidad, los libros volaron a través de la mesa. Una pila aterrizó en el regazo de Charlie y otro

en el de Tancred.

“¡Oh, no!” gruñó Tancred “Telequinesis” Las mangas de su capa se dispararon, su pelo rubio

crujió, y una ráfaga hizo que las hojas sueltas de la mesa volaran.

“Veo que las vacaciones de verano no han mejorado tu autocontrol, Tancred” dijo Manfred

con un tono burlón.

Tancred y Charlie se levantaron y dejaron los libros de las gemelas en la mesa otra vez. Las

niñas no dijeron una palabra y sus caras permanecieron completamente inexpresivas.

Charlie no pudo resistirse a añadir “Es de buena educación dar las gracias.”

Idith e Inez permanecieron en silencio, pero una de las dos, quién sabe cual, le dirigió una

mirada muy desagradable.

“Intenta ser amable con las nuevas chicas, Bone” dijo Manfred, “Las gemelas están

relacionadas con Zelda Dobinski, quien nos ha dejado. Al parecer es un genio en las

matemáticas, así que se ha marchado a la universidad a una edad muy temprana.

Desafortunadamente, Asa es lo opuesto a un genio. Todavía está aquí porque a suspendido

todos sus exámenes.”

Con el ceño fruncido por la vergüenza, Asa se inclinó aún más hacia abajo en su asiento, y

Charlie sintió una extraña punzada de simpatía por él. Ser ridiculizado por alguien que admiras

debía de ser muy doloroso.

“Y para finalizar pero no por eso menos importante, Joshua Tilpin” anunció Manfred.

Al escuchar su nombre, Joshua se levantó de un salto e hizo una reverencia. Cualquiera habría

creído que era un príncipe. Y sin embargo, parecía un desastre. Su capa verde estaba cubierta

con polvo, había hojas y césped en su pelo, y una telaraña colgaba de una de sus orejas.

“Siéntate Joshua” dijo Manfred “No eres un estrella del pop.”

Joshua le sonrió, y para la sorpresa de todos, Manfred le devolvió la sonrisa. Conseguir una

sonrisa de Manfred era como sacar agua de una piedra.

“¿Qué será lo siguiente?” pensó Charlie. Estaba a punto de empezar sus deberes cuando

Manfred dijo, “Charlie Bone, no me has traído tus líneas.”

“Oh, lo siento Manfred, las tengo aquí” Charlie buscó en su mochila.

“Te dije que me las trajeras a mi oficina.”

“Pero… No sé dónde está” confesó Charlie.

Manfred suspiró. Miró el techo y declaró, “Estoy detrás de las palabras…en el camino hacia la

música…debajo de un ala….y antes de las trompetas, máscaras y pinceles…” Él paró para darle

más efecto y dirigió su mirada de nuevo hacia Charlie “¿Me he explicado claramente?”

Charlie Bone & El Castillo de los Espejos - Jenny Nimmo

29

En otras circunstancias, Charlie habría dicho “Claro como el barro”, pero como la situación ya

era lo bastante sombría, optó por decir “Sí, Manfred.”

“Bien. Entonces trae tus líneas a mi oficina antes de la

hora de dormir, o estarás castigado.”

Capítulo 4: Castigo para Charlie

Charlie tenía suerte de tener un amigo como Lysander Sage. Lysander siempre terminaba sus

deberes rápido y ese día, tan pronto como terminó su trabajo, se dedicó a descifrar el enigma

de Manfred.

Cuando Charlie salía del Salón del Rey, Lysander le agarró del brazo. “Creo que ya sé dónde

está la oficina de Manfred” le susurró. “Vamos a los dormitorios y te lo explico.”

Billy Raven se había deslizado hacia ellos. “¿Puedo ir con vosotros?” le preguntó a Charlie.

“Billy Raven, quiero hablar contigo” Manfred estaba parado en la puerta del Salón del Rey,

mirando a los tres niños.

Billy se encogió de hombros con resignación y caminó de vuelta hacia Manfred.

“Pobre niño” dijo Lysander en voz baja. Empezó a explicar cómo había descifrado el enigma de

Manfred.

“Empecé por el final” dijo ““Trompetas, máscaras y pinceles” debe referirse a los símbolos que

hay sobre nuestros guardarropas. Así que la oficina de Manfred está antes de llegar a los

guardarropas. Si está “en el camino hacia la música” entonces debe estar en algún sitio de ese

largo pasadizo que hay hacia la Torre de Música, eso está “debajo” del “ala” oeste, ¿lo pillas?”

“Mm” dijo Charlie “¿Pero qué hay de las palabras “Estoy detrás de las palabras”?” preguntó.

“Las palabras están en los libros” dijo Lysander “Supongo que si encuentras un mueble con

libros en el pasillo, la oficina de Manfred se encontrará detrás de ella. Las estanterías son a

menudo puertas hacia habitaciones secretas.”

“¡Vaya! Ya sé dónde está. Vi una estantería de libros allí abajo. ¡Brillante! ¡Gracias!”

“De nada, espero que te ayude.”

Habían llegado a los primeros dormitorios y empezaron a mirar las listas de nombres que se

encontraban pegadas en cada puerta. Lysander descubrió que todavía compartía cuarto con

Tancred, y para alivio de Charlie, vio que su nombre estaba en la misma lista que el de Fidelio.

El nombre de Billy estaba al final.

Charlie Bone & El Castillo de los Espejos - Jenny Nimmo

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Fidelio ya estaba deshaciendo su maleta. Había guardado una cama para Charlie. El dormitorio

era prácticamente igual al del año pasado. Seis estrechas camas dispuestas a lo largo de una

sombría habitación, con una única luz colgando en el centro.

Charlie empujó rápidamente todas sus posesiones en el armario que estaba al lado de la cama

y colgó su capa en una percha. “Voy a intentar encontrar la oficina de Manfred” le dijo a

Fidelio. “¿Puedes cubrirme cuando el ama venga?”

“Le diré que estás en el cuarto de baño” le dijo Fidelio. “Buena suerte.”

Charlie estaba a mitad de camino del vestíbulo cuando se encontró con un emocionado Billy

Raven viniendo desde la otra dirección.

“He sido adoptado. Manfred me lo acaba de decir”.

“¡Eso es genial!” gritó Charlie.

El pequeño chico se tocó su blanco pelo. “Me pregunto por qué me quieren. Quiero decir,

podrían haber elegido algún chico con aspecto agradable, alguien diferente.”

“¿Quiénes son?” Preguntó Charlie, repentinamente preocupado por Billy.

“Se llaman Señor y señora De Grey, son un poco más mayores de lo que había esperado,

Manfred me ha enseñado una foto. Pero dijo que eran muy buenos y agradables. Y tienen una

casa adorable. Tendré mi propia habitación con todo lo que quiera, me dijo que incluso tendría

una televisión. Imagina, mi propia televisión.”

A Charlie le hubiera gustado ver la foto de los Grey. Quizás sería capaz de saber un poco más

sobre ellos si escuchaba sus voces. “¿Te dio Manfred la foto?” preguntó.

Billy negó con la cabeza.

“Bueno, son grandes noticias Billy.”

Charlie iba a continuar su camino cuando Billy le preguntó “¿Has traído la varita a la escuela?”

“Sí, yo…” Charlie se interrumpió. “¿Por qué lo quieres saber?”

“Es que acabo de pensar, ya sabes, que estaría bien que la tuvieras contigo – para protegerte

¿La guardas en el armario que está al lado de la cama?”

“No” Charlie guardaba su preciosa varita bajo su colchón, pero no se lo iba a decir a Billy. Ya

había dicho suficiente.

“No, es demasiado larga para el armario” dijo Billy “¿La tienes bajo el colchón?”

Charlie se sentía incómodo ¿Estaría Billy espiando todavía para los Bloor? “Me tengo que ir,

Billy” dijo rápidamente “Tengo que entregar mis líneas en la oficina de Manfred. Nos vemos

luego.”

Charlie Bone & El Castillo de los Espejos - Jenny Nimmo

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Charlie se dio prisa. Toda la actividad del colegio se había desplazado a los dormitorios, y en el

gran vestíbulo enlosado resonaban los pasos solitarios de Charlie. Por segunda vez en el día

abrió la antigua puerta de la Torre de Música. Se introdujo en el oscuro pasaje y examinó las

paredes de piedra. A mitad de camino, en su derecha, vio un pequeño hueco. Charlie se

arrastró en la oscuridad hasta que encontró un conjunto de estanterías grises con libros de

aspecto serio.

“Hmm ¿Entonces, eres una puerta?” Charlie empujó un lado de la estantería, luego el otro.

Nada se movió. A lo mejor no era una puerta entera. Uno por uno, Charlie comenzó a retirar

los libros, buscando un mando o una palanca para abrir la supuesta puerta. Pero no había

nada.

“¿Qué estás haciendo?”

Charlie se sobresaltó. Una figura con una capa púrpura se deslizó hacia él “¿Porqué estas

aquí?” Preguntó Tantalus Ebony.

“Estaba buscando la oficina de Manfred” tartamudeó Charlie.

“Ya veo” El señor Ebony le dirigió a Charlie una mirada de odio tan abrumadora, que

Charlie tuvo que dar un paso atrás, mareado por el shock. Una mezcla de

olores sofocantes llenaron sus fosas nasales: el aire viciado, velas de cera, cosas podridas, el

moho y el hollín.

“Haces bien asustándote, Bone” dijo el profesor fríamente “Eres un niño muy molesto, ¿o no

pequeño diablillo?”

Antes de que Charlie pudiese responder la expresión del hombre pareció disolverse, y una

serie de expresiones cruzaron su cara de palo. Por una fracción de segundo, Charlie sintió que

detrás de la máscara en continuo cambio, alguien le miraba con infinita ternura. Sin embargo,

estaba seguro de que lo había imaginado cuando la mirada de de altiva indiferencia volvió a la

cara del profesor.

“Buscabas la oficina” Mr. Ebony presionó un nudo de la madera en lo alto de la estantería.

Inmediatamente se abrió hacia un lado revelando el oscuro interior de una pequeña oficina.

“Gracias” dijo nervioso Charlie al entrar.

“Te dejo con ello, Toodle-oo” La extraordinaria voz del profesor cambió completamente,

ondeó sus largos dedos y se fue corriendo tatareando una canción familiar.

Charlie miró alrededor de la habitación. Estaba muy sucia. Una fotografía de un joven señor

Bloor con un niño pequeño y una mujer de pelo negro colgaba sobre la repisa de la chimenea.

Manfred y sus padres. Bajo la ventana había un escritorio con una silla de cuero regulable de

cara al patio. Charlie avanzó hasta el escritorio y puso sus líneas en un montón de papeles.

Estaba a punto de volver cuando algo capto su mirada. Un pequeño dibujo de un caballo yacía

junto a los papeles. Charlie la recogió. Había otras fotografías de esqueletos de caballos

debajo.

Charlie Bone & El Castillo de los Espejos - Jenny Nimmo

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En este punto, Charlie debería haber dejado la habitación, pero se fijo en un paquete de

fotografías al final del escritorio. Charlie no era la clase de chico que se va cuando ve algo

interesante. Y a él siempre le interesaban las fotografías. Mientras levantaba cuidadosamente

el paquete no escuchó un deslizamiento detrás de él.

Las fotos fueron decepcionantes. Solo había dos personas en ellas: un hombre y una mujer.

Ambos de mediana edad en un lugar cualquiera. El hombre tenía el pelo delgado y llevaba

gafas; la mujer tenía una cara redondeada con el pelo corto y recto y sus dientes eran muy

largos. En todas las fotografías ella estaba sonriendo. No, sonriendo no, decidió Charlie. Era

más bien como si ella estuviese ocultando algo invisible entre sus dientes.

En muchas de las fotografías la pareja estaban sentadas de lado a lado del sofá, pero había dos

tomadas en el jardín y dos más en una cocina. Charlie estaba escrutando la cocina

aparentemente vacía cuando repentinamente oyó a la mujer hablar.

Sonríe, Usher. Queremos traer al niño con facilidad.

No me gustan los niños. La voz del hombre era ligeramente nasal. Nunca lo han hecho.

Vendrá dentro de poco.

¿Por cuánto tiempo?

Hasta que haga lo que ellos quieran. Tienes que usar tu talento— ya sabes – impedirle que se

vaya.

¿Talento? Dijo el hombre con voz quejumbrosa. Qué remedio…

Charlie oyó unas pisadas. Rápidamente devolvió las fotos al paquete y las colocó de vuelta al

final del escritorio. Pero cuando volvió a la puerta se dio cuenta de que estaba atascado. No

había palancas, cerraduras o pestillos. Estaba atrapado.

Charlie golpeó la puerta “¡Hola! ¿Hay alguien ahí? Soy yo, Charlie Bone.”

No hubo respuesta.

Charlie golpeó de nuevo “¿Mr. Ebony está usted ahí? ¿Manfred?”

Charlie continuó golpeando y llamando durante varios minutos hasta que se dio por vencido.

Comenzaba a oscurecer. Charlie se sentó en la silla y pensó en las fotografías. De repente, una

idea le vino a la mente, eran los nuevos padres de Billy Raven. Él siempre había querido tener

unos buenos padres y un hogar real ¿Cómo podía Charlie contarle la verdad?

Sentado en la penumbra, luchando con este dilema, las luces del otro lado del patio se fueron

apagando una a una hasta dejar a Charlie en la más completa oscuridad. Se abrió camino por la

habitación buscando a tientas un interruptor de luz. No parecía haber alguno. Empujó la

puerta y golpeó y llamó pero nadie vino. El reloj de la catedral dio las nueve. Charlie se sentó

en el suelo y dormitó.

Charlie Bone & El Castillo de los Espejos - Jenny Nimmo

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Un sonido en el patio le hizo levantarse. ¡Clop! ¡Clop! ¡Clop! Charlie agitó su cabeza

adormilada. Cascos. Había un caballo en el patio. Charlie se puso en pie. Podía ver justo detrás

del rectángulo de luz de la ventana, pero era imposible ver nada más allá, en la hierba.

El reloj de la catedral dio las diez y las pisadas se desvanecieron. Charlie estaba a punto de

gritar de nuevo cuando la puerta se abrió y un rayo de luz le bañó la cara.

“¿Qué diablos estás haciendo aquí?”

Charlie reconoció la profunda voz del Doctor Bloor. “Vine para entregarle a Manfred unas

líneas, señor, y entonces la puerta se cerró.”

“¿Y cómo entraste?”

“El señor Ebony me dejó entrar, señor.”

“¿Eso hizo?”

“Sí señor” Charlie rogó para que el Doctor Bloor apartara aquella brillante luz de sus ojos.

“Bueno, estás castigado Charlie Bone. Te quedarás en el colegio una noche extra. Ahora vuelve

a tu dormitorio.”

El Doctor Bloor sacó a Charlie de la habitación y le dio un empujón con dirección al pasillo.

Charlie ya casi había llegado a su habitación cuando el ama apareció por una esquina y le cogió

del hombro.

“¡Ouch!” gritó Charlie “Si pensabas ponerme un castigo, no te molestes. Ya tengo uno.”

Charlie podía oír a Lucretia Yewbeam rechinando los dientes. “No hables hasta que te lo diga.

¿Dónde has estado?”

“Atrapado en la oficina de Manfred” dijo Charlie con un suspiro. “Me dijo que tenía que

entregarle mis líneas.”

“¿Líneas?, ¿en el primer día del semestre? No tienes remedio. No puedo creer que seamos

familia.”

“Yo tampoco” masculló Charlie.

“¿Qué has dicho?

“Dije, perdóname por ser tu familia.”

“Vete a la cama” gruñó su tía abuela Lucretia.

A la mañana siguiente, en su camino hacia el desayuno, Charlie le contó a Fidelio todo lo que

había sucedido la noche anterior. Su amigo escuchó con atención hasta que Charlie empezó a

hablar sobre las fotografías.

“Así que has estado escuchando otra vez” dijo Fidelio irónicamente.

Charlie Bone & El Castillo de los Espejos - Jenny Nimmo

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“No pude evitarlo” admitió Charlie “Eran una pareja desagradable, Fido. Pero… ¿cómo se lo

puedo decir a Billy?”

“Será mejor que pensemos que estabas equivocado y que esos no eran los Greys.”

Los dos chicos entraron en la cafetería y se sentaron en sus sitios en la mesa de música.

“Lo del caballo es interesante” dijo Fidelio mientras untaba mantequilla en una tostada.

Billy Raven levantó la vista desde su tazón de cereales “¿Has dicho caballo?”

“Luego te lo contamos Billy” dijo Charlie “A propósito, tengo castigo este fin de semana, así

que te haré compañía.”

“Mis nuevos padres vendrán a recogerme el sábado” dijo Billy.

“¿Tan pronto?”

“¡Tendré mi propia casa!” Billy dio saltitos de emoción en su silla “¡Yujuuu!”

Charlie sonrió levemente. No quería acabar con la esperanza de Billy, pero estaba seguro que

las adopciones de verdad no pasaban de esa manera. ¿Cómo habían conseguido los Bloors

salirse con la suya? Ellos mantenían a los niños escondidos de sus familiares, movían a los

huérfanos sin que ellos pudieran opinar nada, incluso hacían desaparecer padres.

“¡Charlie!” Fidelio le dio un codazo “Si no quieres tu desayuno me lo comeré yo.”

Charlie se metió una cucharada de cereales en la boca tan rápido como pudo “¿Supongo que

no tienes ganas de pasar un día de castigo conmigo?” le preguntó a su amigo.

Fidelio parecía avergonzado. “Lo siento pero no puedo. He prometido que tocaría en la banda

de mi hermano en la mañana del sábado.”

“Por lo menos puede que vea a los padres de Billy Raven. Eso puede ser interesante” dijo

Charlie.

Durante el primer recreo, Charlie vio a Emma y Olivia corriendo por el patio.

“¡Oye, vosotras dos!” gritó Charlie mientras jadeaba tras las chicas. “Estáis, eh… ¿ocupadas

este sábado?”

“¡Tienda de libros!” dijo Emma “Es el día con más trabajo de mi tía Julia.”

“¿Tienes un castigo otra vez, Charlie?” le preguntó Olivia, reduciendo su velocidad.

“Sí. Entonces, ¿estarás ocupada?”

Olivia paró de correr y Emma frenó a su lado.

“¿Entonces?” preguntó Charlie, respirando profundamente.

Charlie Bone & El Castillo de los Espejos - Jenny Nimmo

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“De hecho” dijo Olivia solemnemente “Probablemente el sábado será el día más importante

de toda mi vida.”

“Definitivamente” aseguró Emma.

“Voy a hacer una audición para una película. Es una película realmente importante. Hay por lo

menos tres grandes estrellas en ella, y voy a ser la hija de Tom Winston, o al menos espero

serlo.”

“¿Tom Winston?” preguntó Charlie.

“No me digas que nunca has oído hablar de Tom Winston” dijo Olivia mientras fruncía el ceño.

“¡Es una GRAN estrella!”

“Oh, vale. Bueno, buena suerte entonces.” Dijo Charlie “¡Hey, quizás te vuelves famosa, Livvy!”

“Está destinada a serlo” dijo lealmente Emma.

“Quizás” añadió Olivia con una sonrisa rebosante de confianza.

“¿Y hablarás con nosotros aunque seas famosa?” preguntó Charlie.

“¿Tú qué crees?” La sonrisa de Olivia se hizo más grande.

El cuerno de caza sonó y Charlie no pudo responder la pregunta de Olivia, porque las dos

chicas se giraron y corrieron hacia la puerta mucho antes que él. Charlie llegó a la conclusión

de que ellas debían de haber estado entrenando durante las vacaciones.

“¿Sabes una cosa?” dijo Charlie mientras entraba en el guardarropa “Olivia Vertigo va a ser

una estrella del cine.”

Fidelio estaba sentado en un banco, cambiándose los zapatos. “¿Cómo es eso?” preguntó,

dejando a un lado una de sus zapatillas de deporte.

Varios niños observaron a Charlie, y Gwyneth Howells, la arpista, dijo “Olivia Vertigo piensa

que es tan brillante.”

“Pero ella es brillante” dijo Rosie Stubs amablemente “Digo, seguramente terminará siendo

famosa.”

Gwyneth le dirigió a su mejor amiga una mirada fulminante, y Rosie añadió “Oh, venga Gwyn,

debes admitir que es una actriz fantástica.”

“Va a hacer una audición el sábado” le contó Charlie. “Va a actuar en una película enorme. Va

a ser la hija de Tom Winston.”

“Si consigue el papel” dijo Gwyneth con un suspiro.

“Lo conseguirá” dijo Fidelio “No hay ninguna duda.”

Charlie Bone & El Castillo de los Espejos - Jenny Nimmo

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Pronto, el colegio entero estaba hablando de la inminente fama de Olivia Vertigo. Y Olivia

empezó a desear haber mantenido su audición en secreto.

De alguna manera, Charlie se las arregló para no meterse en líos el resto de la semana, y

cuando llegó el viernes, se encontró con que no le desagradaba tanto la idea de pasar una

noche extra en la escuela. Bajó al recibidor principal para desearle a Olivia buena suerte antes

de que se fuera, pero ella ni se lo agradeció.

“Ojalá no se lo hubieras dicho a tanta gente” le increpó “Da mala suerte” y ella se alejó sin

mirar atrás.

“Está nerviosa” le explicó Emma. “Lamento que estés castigado, nos veremos el domingo,

¿vale?”

“En el Café de las Mascotas a las dos en punto” dijo Charlie.

“Allí estaré” Emma corrió detrás de Olivia, con sus largos rizos rubios rebotando contra su

capa.

Un olor familiar asaltó a Charlie cuando entró en el dormitorio y no le sorprendió ver al perro

de la Cocinera, Bendito, sentado frente a los pies de la cama de Billy. En aquel momento, el

viejo perro parecía más deprimido de lo normal. Charlie asumió que la causa era su edad y su

mala salud (Bendito estaba extremadamente gordo), pero Billy le corrigió rápidamente.

“Está triste” dijo Billy, quien estaba intentado empaquetar sus cosas en una maleta de aspecto

maltrecho. “En parte porque he sido adoptado, pero mayormente porque ha visto una cosa

terrible.”

“¿Oh?” Charlie se sentó en la cama que estaba al lado de Billy “¿Qué vio?”

Billy observó a Bendito, quien soltó una serie de gruñidos similares a un zumbido.

“Es difícil de explicar. Continuó pensando que he entendido mal y que quiere decir algo

diferente, pero entonces dice, “¡Verdad!, ¡Verdad! Caballo volando a través del muro’’

“¿Qué?” Charlie alzó la mirada.

Billy dejó de empaquetar y se sentó en su cama “Él dice que estaba en lo alto de la casa en una

habitación muy, muy larga. Manfred estaba ahí, y el viejo señor Ezequiel, y tus tres tías

abuelas, Charlie. Él dice que había cosas en una mesa: piel y cosas de metal y… unos huesos

muy, muy viejos.”

A Charlie se le erizó el pelo. “¿Qué tipo de huesos?”

“Huesos de caballo.”

Súbitamente, Bendito dio un agudo ladrido.

“Dice que los huesos se convirtieron en un caballo” Billy hablaba muy despacio, como

esperando que Charlie le parara. Pero Charlie solo podía escuchar, boquiabierto.

Charlie Bone & El Castillo de los Espejos - Jenny Nimmo

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“Dos de tus tías abuelas le hicieron cosas a los objetos que habían en la mesa” continuó Billy,

“y el señor Ezequiel tenía una lata que hacía rayos. Hubo una gran explosión y un montón de

humo, y un caballo saltó de la mesa y atravesó el muro.”

“¿Qué pretenden con todo esto? No sabía que mis tías podían hacer cosas como esas.”

“Eran tres, recuerda. Manfred y el señor Ezequiel también. Quizás eso los hizo más poderosos”

Billy frunció el ceño y sacudió la cabeza. “Debe de haber sido el caballo que yo vi en el cielo.”

Charlie se dio cuenta de que esta extraña conversación explicaba mucho: la imágenes en el

escritorio de Manfred, por ejemplo; la presencia fantasmal en el jardín; y el sonido de cascos

que oyó Charlie en el patio. “¿Pero cuál es la finalidad de todo esto?” murmuró.

Billy se encogió de hombros “Quizás nunca lo sabremos”

“Oh, creo que sí. De hecho, puedes apostar tu vida en ello.”

“Si pudiera ver al caballo, podría hablar con él” dijo Billy.

“Quizás puedas hablar con él de todas formas” sugirió Charlie.

Billy miró fijamente a Charlie a través de los gruesos cristales de sus gafas redondas. “Sí” dijo

pensativamente. Saltó de la cama y reanudó su equipaje. La pequeña pila de ropa que

descansaba en la cama ocupaba solo la mitad de la enorme maleta.

“No tengo nada más. Esto es todo.” Billy cerró la maleta y la bajó hasta el suelo.

“¿Nada más?” Charlie estaba consternado. ¿Dónde estaban los juguetes de Billy, los libros, los

juegos, las zapatillas y su ropa de fin de semana? En su casa, el armario de la habitación de

Charlie estaba hasta arriba de cosas. ¿Eso era todo lo que Billy poseía en el mundo?

“Hay algo más” Billy tiró de una bolsa de plástico que se encontraba en el armario al lado de su

cama y la vació en esta. Junto con los cinco libros que la Cocinera le había regalado, había un

paquete de cartas, un pequeño osito con una sola oreja y algo envuelto en un papel

amarillento.

“Los Bloors solían darme comida como regalo” dijo Billy mientras desenvolvía con cuidado el

papel amarillento “así que muchas de mis posesiones ya han sido comidas.” Billy sonrió

tímidamente. “Pero yo guardo esto” Quitó la última hoja que quedaba, revelando cuatro velas

blancas “Las encontré en la alacena de mi tía antes de ser enviado a los Bloors. Su perro me

contó que las velas venían con una tarta de cumpleaños, pero ella nunca las puso en la tarta, y

nunca he sabido quién me las envió.”

Charlie observó las cuatro pequeñas velas que se encontraban en la mano de Billy. Parecía

como si cada una de ellas hubieran sido hechas con plumas enroscadas. Los delicados

filamentos de cera en espiral alrededor de la vela las hacían parecer misteriosas y mágicas.

“Nunca las encendí” dijo Billy suavemente.

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“Puedo verlo” Charlie entrecerró sus ojos y se acercó más a las velas “Me pregunto quién las

habrá enviado.”

“Ojalá lo supiera.” Billy las envolvió cuidadosamente y las guardó en su bolsillo.

Fue una suerte que las guardase, porque en el minuto siguiente, Lucretia Yewbeam entró en el

dormitorio y comenzó a examinar el equipaje de Billy.

“Esto es un desastre,” dijo tirándolo todo al suelo. “Guarda tus ropas apropiadamente Billy

Raven. Tus nuevos padres no aceptarán un equipaje tan desastroso como ese.”

“¿Quiénes son los nuevos padres de Billy?” preguntó Charlie.

“No es de tu incumbencia” le espetó su tía abuela.

“Pero es de incumbencia para Billy” argumentó Charlie. “Él solo sabe sus nombres, no de

donde son, o si tienen más familia, o si viven…”

“Tú no necesitas saber esas cosas” dijo el ama. “Billy lo sabrá pronto. Ahora péinate el pelo

antes de cenar, chico. Parece como si te acabaras de levantar.”

Charlie dio un gruñido de enfado. Seguramente Lucretia había adivinado que se le había

olvidado empacar su cepillo de pelo.

Cuando el ama se fue, Charlie ayudó a Billy a empaquetar otra vez las cosas en su maleta. No

se veía mucho mejor que la primera vez que lo guardaron todo.

“Lo tendremos que hacer” dijo Billy alegremente “Solo piénsalo, ¡tengo un hogar al que ir!”

Charlie se preguntó si el pequeño chico estaba tan feliz como parecía. Es noche Billy se revolvió

en su cama. Comprensible, empezar una nueva vida con unos padres desconocidos no solía

ocurrir todos los días.

Capítulo 5: El juramento de Billy Parte 1

Los Greys llegaron justo antes de la comida del sábado. Billy y Charlie habían pasado la mañana

haciendo sus deberes en el salón del rey. Afortunadamente, Manfred no estaba ahí para

verlos, por lo que no trabajaron demasiado duro. Billy no mencionó la varita de nuevo, y

Charlie pensó que las preguntas de Billy habían sido inocentes.

A las doce en punto, Manfred asomó la cabeza por la puerta y ladró “Billy, coge tu maleta y

baja al vestíbulo.”

“Sí, Manfred.” Billy tenía los ojos como platos. Parecía feliz y asustado al mismo tiempo.

“Le echaré una mano” se ofreció Charlie.

“No, no lo harás. Esto es asunto de Billy.”

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Charlie siguió Billy hasta las escaleras cuando fue a llevar su maleta.

“Adiós” dijo Billy. Su cara estaba sonrojada por la emoción, pero era difícil saber en lo que

estaba pensando “Tal vez te vea el domingo.”

“Buena idea. Dile a tus padres que te traigan a mi casa, y yo te llevaré hasta el café de las

Mascotas” dijo Charlie.

“Oh” Billy soltó su maleta “¿Qué va a pasar con mi rata, Rembrandt? ¿Crees que me dejarán

llevármela conmigo?”

“Quizás no. Pero no te preocupes, conseguiré que la Cocinera arregle las cosas para ti. Ella la

llevará al café.”

Billy sonrió “Te veo el domingo entonces.”

Pocos minutos después de que Billy abandonara la habitación, Charlie oyó voces en el patio.

Miró fuera y vio a un hombre y a una mujer hablando con el doctor Bloor. No había ninguna

duda, eran las mismas personas que salían en las fotos de Manfred. El director les hizo pasar

por la puerta principal, pero justo antes de que desaparecieran de su vista, el hombre levantó

la vista hasta la ventana en la que se encontraba Charlie, este se escondió detrás de la cortina.

Él había aprendido que los dotados podían percibir a sus semejantes, y por la característica

seriedad del señor Grey, Charlie podía afirmar que el hombre tenía un poderoso don, un

talento que podía significar un problema para Billy Raven. “¿Pero qué será?” se preguntó

Charlie.

A la una en punto, se dirigió al comedor. No había nadie ahí, ni siquiera Manfred. Charlie se

colocó delante del mostrador vacío. No había ni un plato, ni un cuchillo o tenedor a la vista.

La pequeña y redonda figura apareció a través de la puerta de la cocina. “¡Charlie, Charlie,

Charlie!” exclamó. “No sabía que estabas aquí, ¿quieres algo de comer?”

“Sí por favor” dijo Charlie fervientemente “Me estoy muriendo de hambre.”

La Cocinera le introdujo en la cocina “Si estás solo tú, Charlie, podemos comer juntos- en mi

habitación.”

Charlie siguió a la Cocinera a través de la puerta rotatoria que estaba tras el mostrador, y en

cinco minutos, estaba bebiendo un cuenco de deliciosa sopa de zanahoria. “He hecho litros

para los Bloor” dijo la Cocinera “Siento que no haya quedado ternera, pero hay pastel de

merengue de chocolate.”

Los rollitos caseros de la Cocinera estaban calientes y crujientes, ella le animó a que se pusiera

toda la mantequilla que quisiera. Después de dos cuencos de sopa, cuatro rollos con

mantequilla y un gran trozo del pastel especial de la cocinera, sintió que había comido lo

suficiente para sobrevivir hasta el domingo.

“Esta es la sopa favorita de Billy” dijo la Cocinera con nostalgia “Siempre comíamos juntos los

fines de semana” sacó un gran pañuelo blanco y se sonó la nariz vigorosamente.

Charlie Bone & El Castillo de los Espejos - Jenny Nimmo

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“Cocinera, ¿no te preocupa un poco que Billy haya sido adoptado tan súbitamente?” preguntó

Charlie.

“Claro que lo estoy. No me gusta la apariencia de esos Greys” ella agitó su cabeza. “No son el

prototipo de padres, Charlie.”

“¿Crees que dejarán que Billy se quede con Rembrandt?”

“Lo dudo. Pero llevaré el pequeño compañero al café de las Macotas. Los Onimosos lo

mantendrán a salvo, y Billy podrá visitarlo los fines de semana.”

La Cocinera era uno de los pocos adultos en el colegio de los que Charlie sabía con certeza que

había heredado uno de los misteriosos poderes del rey Rojo. Aún así, los Bloors no tenían ni

idea de quién era ella realmente, y ella tenía intención de que siguiese siendo así. Ella había

elegido pasar su vida cuidando de los niños dotados en la Academia Bloor, pero no podía

protegerlos siempre, y eso la entristecía considerablemente.

Unos momentos después, la Cocinera se acercó más a Charlie y le confesó, “Tengo una carta

de alguien cercano a Billy.”

“¿Quién?” preguntó Charlie instantáneamente.

La Cocinera miró por encima de su hombro “No puedo decirte su nombre aún Charlie. Es un

pariente lejano de Billy, y cuando los padres del pobre chico murieron, esta, mm, persona,

intentó adoptarlo. Pero él y los Bloor, bueno, digamos que no se llevaban bien. Es lo mismo

que con tu familia. Las Yewbeams casi consiguieron matar al pobre hombre, así que tuvo que

desistir.”

La mandíbula de Charlie cayó “¿Asesinato?¿ Estás diciendo que mi familia….?”

“¿Estás sorprendido, Charlie?”

“No” confesó, pensando en sus tías abuelas. “Supongo que no. ¿Pero por qué los Bloors se

quedaron con Billy?”

“Su tía solamente firmó – tan simple como eso” la Cocinera soltó un suspiro lleno de

desprecio. “Una mujer débil. Ellos probablemente le pagaron.”

“¿Pero por qué deseaban hacerse con él de semejante manera?”

“Su don, Charlie. Aunque no apareció hasta que tuvo seis años, ellos lo sospechaban. Los

Raven son una familia llena de dones. Además, el familiar de Billy me dijo que es el poseedor

del Castillo de los Espejos.”

“¿El Castillo de los Espejos?” preguntó Charlie sorprendido “Vaya, cuéntame más.”

“Charlie, tienes esa mirada en tus ojos. No metas las narices en sitios que no te conciernen.”

“Solo quiero saber dónde está” dijo Charlie inocentemente.

Charlie Bone & El Castillo de los Espejos - Jenny Nimmo

41

“Para serte sincera, no sé dónde está” admitió la Cocinera. “Quizá tu tío Paton pueda decírtelo.

Es un caballero muy sabio, ahora que hablamos de él.”

A Charlie le hubiera gustado escuchar más, pero fueron abruptamente interrumpidos por el

jardinero, el señor Weedon. Con la luz reflejándose en su cabeza afeitada, le dijo desde la

puerta de la cocina “Ahí estás Bone. Tienes solo cinco minutos para estar listo.”

Charlie se levantó “¿Qué pasa? Pensaba que iba a estar aquí hasta la hora de la merienda.”

“¿Qué pasa? ¿Qué pasa?” repitió el señor Weedon con un tono burlón “Porque a tu tiita le

viene bien recogerte- ese es el porqué. Quizás no te hayas dado cuenta de que los buses del

colegio no funcionan los fines de semana, y parece que nadie más en tu familia puede

conducir, al menos no con la luz del día.”

Capítulo 5: Parte 2

“Oh” Charlie se sintió avergonzado en nombre de su tío “Adiós entonces Cocinera. Gracias por

la comida.”

Charlie siguió a Weedon a través de los mostradores de la cocina, los fregaderos vacíos, las

estanterías de platos y las filas de cacerolas relucientes.

“Date prisa” dijo Weedon. “Ella no te esperará eternamente.”

“Pero mi mochila” dijo Charlir acelerando mientras seguía la fornida silueta de Weedon “Tengo

que guardar mis pijamas y demás cosas.”

“La matrona lo ha hecho” dijo Weedon.

Llegaron al recibidor, donde Charlie encontró a su tía- abuela Eustacia paseando ante las

puertas principales.

“¡Vamos, vamos!” dijo Eustacia “Te hemos estado buscando por todos lados.”

Una desagradable sensación embargó a Charlie, el estómago del niño se revolvió. Eustacia

conducía como una maníaca. Ella era la única conductora capaz de hacer que se mareara en el

coche. “Tengo que coger mis cosas” dijo Charlie pensando en la varita que había escondido

debajo de su colchón.

“¡Están aquí!” Eustacia pateó la mochila tendida a sus pies “La tía Lucrecia la hizo

amablemente para ti.”

“Pero…pero…Tengo deberes que guardar” dijo Charlie desesperado.

“Date prisa entonces” Su tía abuela dio un gruñido, con un suspiro de contrariedad.

Charlie agarró su maleta y corrió hacia el dormitorio, levantó el colchón, parecía como si

alguien hubiera estado hurgando antes. La varita no estaba ahí. Su ansiedad se incrementó,

Charlie Bone & El Castillo de los Espejos - Jenny Nimmo

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levantó ambos lados del colchón. Llegó a tirar el colchón de la cama. La varita había

desaparecido.

Charlie colocó el colchón de vuelta a su lugar y arregló las sábanas. El desagradable

sentimiento de su estómago empeoró.

“¿Qué se supone que has estado haciendo?” le gritó Eustacia cuando Charlie finalmente

arrastró su mochila al recibidor de nuevo.

“No lo podía encontrar” dijo Charlie miserablemente “Mi trabajo, eso es todo.”

“Tsk, no puedo esperar mucho más” su tía abuela consultó su reloj. “Le dije a Venetia que

estaríamos de vuelta a las dos. Ven aquí rápidamente.”

Weedon, quien había estado al acecho en la puerta principal, dijo, “¿Estamos listos entonces?

Un, dos, tres.”

La tía abuela Eustacia tarareó impacientemente mientras Weedon cogía un manojo de llaves

que colgaba de una cadena de su cinturón. Seleccionó una enorme llave de hierro y la

introdujo en la cerradura, luego la giró dos veces. Las puertas se abrieron.

“Madame” dijo Weedon, ladeando su cabeza.

“Basta de eso” le cortó Eustacia.

Mientras Charlie la seguía hacia el exterior, se dio cuenta de que la maleta de Billy Raven

estaba en una esquina del recibidor. Así que todavía continuaba en la Academia Bloor. ¿Podría

ser que estaban esperando a que Charlie se fuera para que no pudiera darle un vistazo más de

cerca a los Greys?

El coche negro de Eustacia estaba mal aparcado al lado de la fuente del cisne. Tan pronto

como Charlie hubo subido al asiento trasero, ella había acelerado, saltándose señales de stop,

chocando con cubos de basura, metiéndose por calles de un solo sentido en la dirección

contraria, asustando a gente en los pasos de cebra, acercándose peligrosamente a ciclistas,

excediendo el límite de velocidad y pasando muy cerca de los coches aparcados (haciendo eso

se cargó tres retrovisores).

Para disgusto de Charlie, Eustacia condujo hacia Viento Oscuro, un siniestro callejón donde sus

tres tías abuelas vivían en unas casas adosadas, todas con el número trece. La tercera casa

estaba cubierta con una carpa, pero detrás de las telas, un edificio ennegrecido y sin tejado

podía ser intuido- era todo lo que quedaba de la casa de Venetia.

“Mírala bien Charlie” dijo Eustacia, parándose un momento ante la casa “Tú eres el

responsable de esta ruina.”

“No exactamente” objetó Charlie.

“No en un sentido estricto” le concedió su tía abuela “Pero tú estabas con mi diabólico

hermano cuando hizo esto, animándolo, sin hay duda.”

Charlie Bone & El Castillo de los Espejos - Jenny Nimmo

43

“¿Y qué esperabas que hiciera?” dijo Charlie desafiantemente. “Tía Venetia intentó matar a la

señorita Ingledew.”

Eustacia abrió la puerta y puso sus piernas en el asfalto. “Fuera” le gruñó, cerrando la puerta

de un golpe.

Charlie estuvo encantado de hacerlo. Saltó del coche arrastrando su mochila detrás suyo.

“Ahora vete” dijo Eustacia apuntando hacia la salida del callejón “Tienes tus propias piernas,

puedes andar hasta casa.”

Charlie se giró y echó una carrera callejón abajo. No se molestó en agradecerle a su tía abuela

por dejarle a medio camino de su casa. Pero cuando escuchó su puerta principal dando un

portazo, se paró y miró hacia atrás, hacia la casa en ruinas. Recordaba el piano que había

quedado al descubierto en la parte superior, cuando la pared del edificio en llamas cayó y

recordó la terrible caída del instrumento, la misteriosa nota que había tocado cuando se

estrelló en las escaleras del sótano y se rompió en cientos de piezas.

¿Quién había tocado ese piano, escondido en el ático de la casa de la tía Venetia? ¿Era Lyell

Bone, su padre, prisionero e hipnotizado? ¿Y si lo era, dónde estaba ahora?

“¡Vuelve papá!” el susurro de Charlie hizo eco en el callejón vacío “Por favor, inténtalo.”

Mientras Charlie caminaba de vuelta a casa, Billy Raven estaba tomando su primera comida

con Usher y Florence de Grey en la Academia. Ellos le habían dicho a Billy que prefería que les

llamara por sus nombres de pila, ya que pensaban que era demasiado tarde para ellos para

que les llamara Mamá y Papá. Ellos nunca se acostumbrarían. Billy había estado esperando con

ansia el momento para decirle Mamá a alguien, pero decidió que lo haría lo mejor que

pudiera.

El comedor de los Bloors quedaba a dos puertas de la oficina del doctor Bloor en el ala oeste.

Era una habitación estrecha con una gran ventana con vistas al jardín. Las paredes estaban

cubiertas con papel de rayas rojas y doradas y el techo estaba tan alto que Billy apenas podía

distinguir las formas extrañas que rodeaban a la lámpara. Pensó que podían ser gárgolas.

Un candelabro colgaba encima de la majestuosa mesa ovalada, y aunque era un día cálido, un

fuego crepitaba tras los barrotes de la gran chimenea. Incluso en verano, el señor Ezekiel se

arropaba con una manta de lana. Era tan mayor que tenía el frío metido hasta dentro de su

alma.

Aquel día, el anciano hombre estaba sentado a la cabecera de la mesa, de espaldas a la

ventana. Masticaba con la boca abierta, y a veces, trozos de comida caían en su regazo. Al otro

lado de la mesa, el doctor Bloor mantenía una conversación sin pausa con los Greys, en intento

por distraer la atención de los asquerosos hábitos de comida de su abuelo.

Billy estaba embutido entre la matrona y Manfred, frente a sus futuros padres. La comida

humeante de su plato había empañado sus gafas, y cuando él intentó limpiarlas con su

servilleta, la matrona siseó, “¡Pañuelo!”

Charlie Bone & El Castillo de los Espejos - Jenny Nimmo

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Billy no tenía un pañuelo. Se giró hacia la inmensa pila de platos llenos de carne y vegetales.

Obviamente, los Bloors estaban intentando impresionar a sus invitados. El aburrimiento de

Billy empezó a crecer con la monótona conversación. Lanzó miradas furtivas a través de la

mesa a su nueva “madre” y ella le devolvía sus miradas con rápidas y dentonas sonrisas que

nunca subían hasta sus ojos.

Sonreír era demasiado trabajo para el señor de Grey. Lo más que podía hacer era una sonrisa

torcida. Billy se preguntaba si era una decepción para su nuevo “padre”. Quizás ese hombre de

aspecto sombrío había esperado a un chico con brillante pelo marrón y una complexión fuerte.

Un chico con ojos ordinarios que no necesitara llevar gafas.

Si era cierto que los Greys siempre habían querido adoptar a un niño, cómo habían dicho, ¿por

qué se habían decidido ahora? ¿Y por qué no se les había ocurrido antes a los Bloors que Billy

podía ser un buen candidato?

“Come Billy” dijo Lucretia Yewbeam “Queremos nuestro postre.”

Billy introdujo otro pedazo de patata en su boca e intentó tragarlo. Parecía que había una

especie de pared en su estómago que no le permitía tragar la comida. Se rindió y depositó su

cuchillo y su tenedor pulcramente atravesando su plato.

La matrona dio un suspiro y retiró su plato “Está emocionado” le dijo a los Greys. “Darle un

huevo esta noche. Le encantan.”

Billy se preguntó qué había llevado a la matrona a decir eso. ¿Cómo podía saber ella qué le

gustaba? Nunca antes se habían sentado en la misma mesa.

Lucretia continuó retirando los platos y hubo un murmullo de placer cuando el señor Weedon

apareció con un gran pastel de merengue de chocolate. Billy adoraba el chocolate, pero no

pudo comer el pastel. Ni un poquito. Se quedó mirando a la enorme porción que la matrona

había plantado enfrente suyo. Deseó poder darle la tarta a Rembrandt, pero no se atrevía a

mencionar a la rata. Se suponía que no tenía una. Los Bloors la habrían matado.

La matrona retiró la intacta porción de pastel de Billy con una mirada de irritación. Y entonces

la mesa quedó completamente limpia. La gente se levantó y se volvió a sentar mientras Billy se

quedaba dónde estaba, la pared de su estómago se hacía más pesada por momentos.

La señora de Grey puso una mochila gris en la mesa. Ella sacó tres hojas de papel y los puso

delante de Billy.

“Ahora para tu juramento, Billy” dijo el doctor Bloor con un tono solemne.

“¿Juramento?” preguntó Billy extrañado.

“De hecho” continuó el doctor Bloor “Las adopciones no pasan simplemente. Tiene que haber

un acuerdo. Las promesas deben ser hechas.”

Ezekiel se inclinó hacia delante, sus codos descansaban en la mesa, sus mejillas se apoyaban en

sus puños. “La señora de Grey es un guardador de juramentos Billy, ¿sabes lo que es eso?”

Charlie Bone & El Castillo de los Espejos - Jenny Nimmo

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Billy negó con la cabeza.

“¡Ella guarda los papeles!” Ezekiel rió desagradablemente. “Antes de que te vayas a tu nuevo y

agradable hogar, debes firmar un juramento para hacer algunas cosas que están escritas en

esos papeles que tienes delante. ¿Entiendes?”

“Sí señor”

“Rellena la casilla de “Sí” y firma con tu nombre al final” dijo la señora de Grey con un tono

profesional. Con una larga uña, señaló una línea de puntos al final de uno de los papeles, y

entonces se acordó de sonreír.

“¿De verdad tengo que hacerlo?” preguntó Billy valientemente.

“Si quieres ser adoptado” dijo Manfred, con sus negros ojos fijos en la cara de Billy.

La señora de Grey le pasó a Billy un bolígrafo y él empezó a leer el primer papel.

No. Sí.

1. Prometo decir siempre la verdad.

2. Prometo estar en silencio después de las siete en punto (mis padres necesitan diez

horas de sueño).

3. Prometo llevar las ropas que han sido elegidas para mí (y son muy bonitas).

4. Prometo nunca pedir comida (porque se me dará suficiente).

5. Prometo nunca hablar con otros niños sobre lo que pasa en la casa.

6. Prometo contestar con la verdad a cualquier pregunta relacionada con los hijos del Rey

Rojo, especialmente Charlie Bone.

Billy levantó la mirada. “¿Por qué?” preguntó. “¿Por qué tengo que responder preguntas sobre

Charlie específicamente?”

“Es una condición Billy” dijo el doctor Bloor “Marca la casilla.”

Billy la marcó.

No. Sí.

7. Prometo bañarme los viernes, sábados y domingos.

“No tienes porqué leer toda la lista” dijo la señora de Grey “Solo marca el resto de las casillas…

cariño.”

El papel tenía un tacto extraño para Billy los bordes eran ásperos y parecía que quemasen al

tocarlos.

Charlie Bone & El Castillo de los Espejos - Jenny Nimmo

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Billy completó su misión y empujó los papeles lejos de sí. Florence de Grey los guardó

rápidamente en su mochila, en la que Billy descubrió montones de contratos como el que él

había firmado, archivados y ordenados. Ella cerró la mochila, satisfecha. “Sano y salvo” dijo,

tras lo cual añadió dirigiéndose a Billy

*“Yo guardo los juramentos/ Y así ellos son guardados/ No se rompen los juramentos/ Que son

guardados por mí.”

Y en esta ocasión la sonrisa sí llegó hasta sus ojos.

“Será mejor que tengas cuidado, Billy” dijo Ezekiel con una risa disimulada “Muchas personas

han intentado romper alguno de los juramentos que se encuentran en la mochila, y cómo han

sufrido por ello.”

“¿De verdad?” preguntó Billy, nervioso.

Los eventos se desarrollaron con tranquilidad a partir de aquel momento. Todos se levantaron

exceptuando Ezekiel, quien insistió en estrechar la mano de Billy y felicitarle “Que te vaya bien,

pequeño” le dijo, dándole a Billy un empujón.

El doctor Bloor guió a los demás hasta el recibidor, donde le dio una palmadita a Billy en la

espalda y le dijo que era extremadamente afortunado por haber encontrado unos padres tan

buenos. Weedon abrió las puertas principales, Manfred, por su parte, alzó la gran maleta y se

la dio a Billy, quien siguió a sus nuevos padres a través de la plaza hasta un pequeño coche gris.

Billy se sentó en el asiento trasero del coche con su maleta, y tan pronto como Florence se

sentó en el asiento del copiloto, el señor de Grey arrancó. Usher era un conductor cuidadoso y

el viaje de Billy a través de la ciudad fue mucho más agradable que lo que había sido el de

Charlie.

Aparcaron al final de un oscuro callejón pavimentado con piedra, Billy se bajó del coche. Una

densa niebla se había instalado y el niño perdió de vista a los de Grey mientras caminaba con

prisa callejón arriba. Pasó al lado de una rústica señal que ponía Pasaje de Crook. Un poco más

allá, un gran cartel clavado en una puerta ponía Se avisa a los peatones que no crucen.

El Pasaje de Crook se hizo cada vez más pronunciado. De vez en cuando, Billy tropezaba con

alguna piedra escondida y la gran maleta saltaba sobre los adoquines. Ahora le parecía mucho

más pesada, y Billy empezó a arrastrarla detrás de él- ¡pum, pum, pum! Parecía que los de

Grey no se habían dado cuenta.

Charlie Bone & El Castillo de los Espejos - Jenny Nimmo

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La pared en el estómago de Billy se había trasladado a su pecho. Había imaginado su nuevo

hogar como una casa luminosa y soleada con un vasto césped, no un lugar oscuro y secreto

como aquel. Una señal de madera crujió sobre su cabeza, Billy retrocedió para poder leerla.

*“Yo guardo los juramentos/ Y así ellos son guardados/ No se rompen los juramentos/ Que son

guardados por mí.”

Las palabras “Casa de paso a diez metros” habían sido pintadas en negro sobre un fondo rojo.

Esos diez metros eran los más empinados. La respiración de Billy se transformó en un gemido

mientras levantaba su maleta hasta la puerta en la que se encontraban sus nuevos padres

observándole.

“Estamos aquí Billy” dijo Florence.

Sobre la puerta, las palabras “La casa de paso” habían sido grabadas en la piedra. Usher

introdujo una enorme llave de hierro en una igualmente enorme cerradura. Se escuchó un

fuerte chasquido metálico y la puerta se abrió levemente. Billy subió los dos escalones y entró

en la casa.

El recibidor era sorprendentemente grande para una casa que empezaba en un callejón

oscuro. Estaba revestido con mármol blanco y mármol negro, y las paredes grises estaban

decoradas con figuras de escayola. Un espejo con un gran marco dorado colgaba sobre una

vitrina de cristal vacía, pero cuando Billy se miró en el espejo, solo vio una gota de blanco. ¿Era

su pelo? El resto de su cuerpo estaba engullido por una niebla gris. ¿Los había seguido la niebla

hasta ahí?

“¡Ven, Billy!” le llamó Florence, señalando desde un peldaño de piedra.

Billy atravesó las losas de mármol. Su maleta se deslizó y chirrió detrás de él. Caminó a través

de dos altas columnas de mármol y empezó a subir los peldaños. Uno, dos, tres. Hizo una

pausa para respirar, agarrado a la barandilla de hierro. Usher de Grey había desaparecido en

una de las puertas del piso de abajo.

“¡Vamos, vamos!” le llamó Florence desde el rellano. “Te va a encantar tu habitación”

Billy hizo un último esfuerzo y subió los escalones que le quedaban, tras lo cual siguió a

Florence por un largo pasillo. Cuando llegaron al final, ella abrió una puerta, diciendo “¡Aquí

estamos!”

Billy dio un paso y entró en su habitación: la primera habitación que era realmente suya y de

nadie más. Era incluso mejor de lo que se había imaginado. Dejó su maleta en el suelo y

observó lo que le rodeaba.

Charlie Bone & El Castillo de los Espejos - Jenny Nimmo

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La cama era mucho más grande que los estrechos catres de la Academia Bloor. Tanto lacolcha

como la funda de almohada eran de un color azula cuadros, la cama remataba con un

cabecero de pino. Había también un alto armario de pino y una mesilla con cajones a

conjunto, pero Billy apenas se fijó en esos detalles. El niño no podía apartar la mirada de la

televisión, en su negro estante, y luego en el ordenador, que se encontraba en el escritorio de

pino. ¿Todo eso era suyo?

“¿Son míos?” preguntó Billy, sin aliento.

“Todo tuyos” dijo Florence. Todavía llevaba la mochila, e hizo sonar sus dedos sobre ella

mientras le dedicaba a Billy otra de sus extrañas sonrisas “Siempre y cuando mantengas tus

promesas”

“¿Mis juramentos?” dijo Billy.

“Exactamente, ahora vas a conocer tu nueva casa Billy. Hay un lavamanos en tu cuarto. ¿Lo

ves, detrás de esa pantalla?” Florence apuntó a una pantalla blanca que se encontraba en una

esquina. “Así que no hay excusa para venir a comer con las manos sucias. ¿Entendido?”

Billy asintió.

“La cena es a las seis” Ella indicó un reloj que había sobre el ordenador. “Así que tampoco hay

excusas para llegar tarde a la cena” Florence giró sobre sus talones y salió de la habitación,

cerrando la puerta detrás de ella.

Billy se sentó en la cama. Era demasiado para asumirlo de golpe. Estaba deseando hablar con a

alguien sobre aquello. Charlie. Quizás Charlie podría venir. Se quedaría tan sorprendido.

Solo eran las cuatro en punto, tenía tiempo de sobra hasta la cena. Billy decidió preguntarle a

Florence si podía traer a un amigo. Corrió escaleras abajo y miró en las habitaciones del piso

inferior: una cocina, un comedor, un salón muy elegante y una oficina. Los de Grey no estaban

en ninguna de las habitaciones en las que había buscado.

“¡Hola!” llamó Billy.

No hubo respuesta.

Billy se giró hacia la puerta principal. Quizás debería simplemente salir y buscar a Charlie.

Mientras el niño bajaba hasta el nivel del espejo del salón, algo muy raro sucedió. Se dio

cuenta de que no podía avanzar más allá. Una barrera invisible le retenía. Una y otra vez, Billy

intentó deslizar sus pies hacia delante, pero se en encontraban con una sólida pared invisible.

Era imposible alcanzar la puerta principal. Intentó empujar la barrera invisible con sus manos,

pero era como empujar contra una barrera de hierro.

Billy retrocedió y se sentó en una silla al lado de la vitrina vacía. No podía creer lo que estaba

sucediendo. Pensó que sí esperaba unos cuantos minutos, quizás la fantasmal barrera se

desvanecería.

Charlie Bone & El Castillo de los Espejos - Jenny Nimmo

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Mientras echaba una mirada a su alrededor, se dio cuenta de que no había ningún abrigo

colgando en el colgador, no había ningún sombrero en el sombrerero, ningún bastón,

paraguas, botas o bolsas en el recibidor. De hecho, parecía que no había vida alguna en la Casa

de Paso. En ese momento, Billy se dio cuenta de que había algo negro al final de la escalera.

Se levantó y fue a echar un vistazo. Era un gato muy pequeño con un hocico gris y una cola

delgada. Por fin, alguien con quien Billy podía hablar. Se arrodilló al lado de la pequeña

criatura y dijo, “¡Hola! Soy Billy, he venido a vivir aquí”

“Hola Billy” dijo el gato con una frágil voz. “Yo soy Claudia. Me alegro por mí misma de que

hayas venido, aunque me entristezco por ti.”

Capítulo 6: Alice Angel

Cuando Charlie abandonó Viento Oscuro, no fue derecho a su casa, si no que se dirigió hacia

una calle que llevaba a la librería Ingledew.

La librería se encontraba en una calle llena de antiguos edificios que bordeaban la plaza de la

catedral. Mientras Charlie caminaba a través de los antiguos adoquines hacia la librería,

escuchó el sonido de un órgano al ser tocado dentro del enorme edificio abovedado. Su padre

había sido el organista de la catedral, hasta el día en el que desapareció súbitamente de aquel

mismo lugar. Quizás Charlie estaba justo de pie en el último sitio en el que su padre había sido

visto. Lyell Bone había intentado evitar que los Bloor secuestraran a Emma Tolly, y por ello,

había sido tremendamente castigado: hipnotizado, atrapado, escondido, y prácticamente

perdido para su esposa y su hijo. Ellos decían que Lyell estaba muerto, pero Charlie estaba

mejor informado de lo que se creían.

Charlie se encogió de hombros, se dijo a si mismo que no tenía que pensar en cosas tan tristes

y volvió a dirigirse a la tienda de libros.

Emma se encontraba detrás del mostrador, examinando una pila de libros forrados con cuero.

La niña levantó la vista cuando la campanilla de la puerta tintineó al entrar Charlie.

“Hola Charlie, has salido de tu castigo pronto”

“No querían que estuviera cerca” dijo Charlie “Es el día en el que adoptan a Billy”

“Oh, claro. ¿Viste a sus nuevos padres?”

“Sí, y no me gusta su aspecto. En realidad no quieren a Billy, vi unas fotos en el escritorio de

Manfred y… bueno… estoy preocupado, Em. Estoy seguro de que la forma en la que esas

personas aparecieron de golpe y se llevaron a Billy no es normal.”

Charlie Bone & El Castillo de los Espejos - Jenny Nimmo

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“Los Bloor hacen un montón de cosas anormales” dijo Emma sombríamente “Pero se salen con

la suya porque son una de las familias más antiguas de la ciudad y todo el mundo se asusta de

ellos, incluso el alcalde y los concejales.”

“Ellos piensan que Manfred y Ezekiel pueden hacer cualquier cosa, pero se equivocan”

murmuró Charlie. “A propósito, alguien ha robado mi varita.”

“¿Qué?” a Emma se le cayó un libro. “Charlie, ¿qué vas a hacer ahora?”

“No lo sé todavía. No debí haberla llevado al colegio, pero pensé que quizás podía servirme de

ayuda.”

“Aún así…” Emma negó con la cabeza “Oh, Charlie, esto es serio.”

“Ya lo sé, pero en cualquier caso, es mía Em. Es mía de verdad. No tiene nada que ver con los

Yewbeam o los Bloor, y no funcionará para ellos.”

“Pero si no pueden utilizar la varita, ellos la destrozarán.”

“Eso es lo que más temo.”

Antes de que Charlie pudiera decir nada más, un hombre extremadamente alto con pelo negro

y gafas oscuras entró a través de las cortinas de la puerta que había detrás del mostrador.

“Ah Charlie, pensaba que había escuchado tu voz” Súbitamente, miró la luz que colgaba sobre

el mostrador, “Oh, maldición”, dijo, y empezó a retroceder.

Emma corrió hacia el interruptor de la luz, el cual se encontraba detrás de la cortina, pero fue

demasiado tarde. Se escuchó una fuerte “pop” y la bombilla explotó, esparciendo una lluvia

de cristal por todos los libros antiguos.

“¡Oh Paton, en serio!” exclamó una voz femenina y exasperada detrás de cortina.

“Lo siento Julia, ¡lo siento!” dijo Paton Yewbeam. “¿Cómo iba a saber que la luz estaba

encendida? El sol todavía está alumbrando el interior.”

“Yo encendí la luz para ver mejor” se disculpó Emma “No te preocupes, enseguida lo limpio”

Se agachó bajo el mostrador para coger la escoba y el recogedor, los cuales habían dejado a

mano desde la primera visita de Paton a la librería.

La tía de Emma, Julia, apareció detrás del mostrador. “Podría haber sido peor, supongo.”

Charlie estaba muy sorprendido de ver a su tío en la tienda tan pronto, por lo general, Paton

nunca salía antes de la puesta del sol. Estaba avergonzado de su don y le asustaba verse

explotando las luces de tráfico accidentalmente o las iluminaciones de los escaparates de las

tiendas - incluso las luces de las casas privadas eran un riesgo para él.

Tenía que haber sucedido algo muy urgente que provocara que tío Paton visitase la librería. A

menos, por supuesto, que fuera por causa de Julia Ingledew. Era una mujer muy hermosa y el

tío Paton había caído enamorado de ella en el primer momento en el que la vio.

Charlie Bone & El Castillo de los Espejos - Jenny Nimmo

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“¿Puedo ayudar?” se ofreció Charlie, mientras observaba como Emma y la señorita Ingledew

recogían los pequeños pedazos de cristal.

“Solo ve y habla con tu tío” dijo la señorita Ingledew “y mantenle alejado de las travesuras”

sonrió irónica.

Charlie atravesó la cortina hasta la habitación trasera de la señorita Ingledew. Aquí, estanterías

llenas de libros cubrían todas las paredes. Los libros estaban apilados en mesas, en el suelo, en

sillas y en el gran escritorio caoba de la señorita Ingledew. Toda la habitación brillaba con los

cálidos colores de las antiguas cubiertas y el oro de las herramientas; olía a cuero y a papel

viejo. Se habían colocado velas en todos los espacios vacíos porque la pequeña ventana dejaba

pasar muy poca luz, y aquel día, Julia no quería poner en riesgo las lámparas de las mesas.

El tío Paton se sentó en un pequeño sofá rodeado por periódicos, carpetas, y por supuesto,

más libros. Cuando Charlie apareció, su tío se quitó las gafas y se frotó los ojos. “No hay

manera” dijo con tono torturado. “Aún así, juraría que estas gafas han evitado un par de

accidentes.” Colocó las gafas en el bolsillo de su chaqueta negra de pana. “Charlie, tu madre

me ha dicho que te han castigado otra vez.”

“Sí, y tía Eustacia tuvo que llevarme” le reprochó Charlie.

Paton se encogió de hombros. “Lo siento mi querido niño, pero sabes que no puedo conducir

con la luz del día.”

“Por lo menos sigo vivo” dijo Charlie. “Me ha sorprendido verte aquí tío P.”

“¡Ah! Vine antes del amanecer” dijo el tío Paton, eludiendo los ojos de Charlie. “Julia me llamó

anoche. Alguien puso una carta bajo su puerta, dirigida a mí. Todo muy intrigante. Así que vine

tan pronto como pude. De hecho, la carta le concierne a uno de tus amigos.”

“¿A cuál?” Charlie se sentó al lado de su tio.

“Billy Raven. Es muy raro.” Tío Paton sacó un arrugado paquete de su bolsillo. Estaba dirigido

al señor Paton Yewbeam, con una frágil, incluso elegante letra. “Me gustaría saber qué piensas

al respecto, Charlie.”

Paton le pasó dos hojas de papel. Al hacerlo, una pequeña vela cayó, Charlie la atrapó y la

sostuvo. “Es exactamente como las velas que tiene Billy. No sabe de dónde vienen.”

“Obviamente del hombre que escribió esta carta. Prueba su relación.” Paton observó la vela.

“Es preciosa.”

En ese momento, Emma entró en la habitación. Le dijeron que se sentara y escuchara. El tio

Paton carraspeó para limpiar su garganta y empezó a leer la misteriosa carta.

“Querido señor Yewbeam,

Perdóneme por presentarme en su vida de esta forma tan poco convencional, pero de

verdad, no tenía más opción. Si el contenido de esta carta cayera en manos de cierta persona

de su casa, sería una catástrofe.”

Charlie Bone & El Castillo de los Espejos - Jenny Nimmo

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“Se refiere a la abuela Bone” dijo Charlie.

Paton asintió sombríamente y continuó.

“Su nombre, señor Yewbeam, me lo dio una de las pocas personas que conozco en esta

ciudad en las que puedo confiar. Y tengo entendido que la señorita de cuyo buzón he tenido

que hacer uso es también una amiga de los niños. ¿Sabe a los niños a los que me refiero? Sí,

los descendientes dotados del Rey Rojo, esos niños indefensos que están intentando hacer

uso de sus talentos de una forma que honre la memoria de su ancestro, su más estimada

majestad, el rey-mago en persona. Hay otros, lo sé, quienes deshonran su nombre y abusan

de sus talentos heredados. En cualquier caso, el niño que es mi principal preocupación no

pertenece ni a un lado ni al otro. Soy el guardián de Billy Raven. Cuando el padre del niño,

Rufus Raven, y su preciosa mujer (los dos eran Raven, ya sabe, primos segundos) se dieron

cuenta de que no había escapatoria de los Bloor y sus malévolas (perdone el adjetivo)

hermanas, me rogaron para que me convirtiera en el guardián de Billy, para vigilarlo,

protegerlo y guiarlo; para salvarlo de convertirse en alguien como los Bloor. Pero cuando

Billy se quedó huérfano, fue enviado a una tía que tenía muy poco interés en cuidar del

corazón esencialmente bueno con el que había nacido. En cambio, eligió ignorar al niño

hasta que reveló su don, y entonces y para desgracia de Billy, fue enviado a los Bloor.”

“Señor Yewbeam, debe estar preguntándose por qué he llevado a cabo mi tarea de una

forma tan negligente. ¿Dónde ha estado este supuesto guardián durante seis años? Debe

estar diciéndose.

En prisión, señor Paton.”

En ese momento, hubo un jadeo de parte de la señorita Ingledew, quien acababa de entrar en

la habitación. “¿En prisión?” dijo. “¡Paton, no me habías dicho que había estado en prisión!”

“Un pequeño detalle que omití anteriormente para mantener la paz de tu mente, Julia” dijo

Paton.

La señorita Ingledew se sentó en el brazo del sofá. “Tu tío solo me ha leído la mitad de esa

carta” le contó a Charlie “Será mejor que escuche el resto.”

Paton le dedicó una sonrisa tensa. “Nos beneficiaremos con tu opinión Julia.”

“Oh, por favor, sigue leyendo” le rogó Charlie.

“¿Por dónde estaba?” Paton recorrió la carta con su dedo de una forma casual y

enloquecedora.

“¡La prisión!” gimió Charlie. “Acababa de decir que había estado en prisión.”

“Ah, sí. Aquí estamos” Paton pinchó el papel con su dedo y continuó.

“En prisión, señor Yewbeam”

“Permítame asegurárselo – yo no era culpable. Fui engañado por ese desgraciado de

Weedon, que seguía las órdenes de su amo, por supuesto. Ese desgraciado bruto intentó

Charlie Bone & El Castillo de los Espejos - Jenny Nimmo

53

asesinarme (un golpe en la cabeza en la oscuridad cuando yo estaba sacando al gato fuera).

Pero tras haber fallado, me acusó de haber cometido un robo a mano armada. ¡A mí, de toda

la gente! Soy un impresor. Trabajo con papel fino, tintas preciosas, una línea pura. Mi mundo

ideal eran las palabras, los anillados, los titulares, los panfletos, etcétera. En cualquier caso,

fui atrapado en la escena de un robo viciado y enviado a prisión. Salí la semana pasada

gracias a mi buen comportamiento.”

“Mi primer pensamiento fue hacia Billy, por lo que contacté a un amigo leal en la Academia

Bloor. Para mi horror, descubrí que Billy estaba a punto de ser adoptado por Florence y

Usher de Grey. No puedo expresar lo desastroso que esto sería para Billy.”

“¿Señor Yewbeam, me ayudará? ¿Podría conseguirme un encuentro clandestino con Billy? Sé

que su sobrino nieto, Charlie, ha sido un buen amigo para el chico, y quizás podría ayudar en

la trama. En cualquier caso, tenemos que alejar a Billy de los de Grey, pero semejante acción

tendría que ser planeada con el más extremo cuidado, y el más absoluto silencio.”

“Contactaré con usted pronto, señor Yewbeam. Mientras tanto, espero con ansias nuestra

futura colaboración.”

“Suyo, con esperanza.

C. Crowquill.”

“¡Bueno!” exclamó la señorita Ingledew “Es extraordinario.”

“Debe haber sido la Cocinera” dijo pensativamente Charlie. “La Cocinera es el amigo del señor

Crowquill en la Academia. Me dijo que había recibido noticias de un pariente de Billy. Y dijo

algo de un Castillo de los Espejos. ¿Sabes dónde está tío P? El ancestro de Billy provenía de ahí,

y puede ser importante para él.”

“Nunca he oído hablar de ese castillo” dijo el tío Paton “Charlie, ¿has visto a alguno de estos de

Grey?”

“Sí, los he visto” dijo Charlie “Y he, eh…, ya sabe – escuchado sus voces. El señor de Grey dijo

que no le gustaban los niños. Así que obviamente, no quería adoptar a Billy.”

“¿Esta él ahora con los de Grey?” preguntó la señorita Ingledew.

“Hoy vinieron a por él” respondió Charlie. “Pero va a venir a mi casa el domingo para que

podamos ir al Café de las Mascotas juntos. Le hablaré sobre el señor Crowquill, ¿debo hacerlo

tío P?”

“No” el tío Paton sujetó su mano “Todavía no, Charlie. Debo pensar detenidamente sobre este

encuentro. Por ahora, sería mejor que Billy no supiera nada sobre su guardián. Si soltamos algo

de información sin querer, el señor C. Crowquill se verá en un grave peligro otra vez.”

“Está bien, no le diré nada por ahora. Puede que los de Grey no sean muy buenos padres, pero

al menos Billy ha salido de la Academia Bloor.”

“Fuera de la sartén para caer en el horno, si quieres mi opinión,” dijo Emma gravemente.

Charlie Bone & El Castillo de los Espejos - Jenny Nimmo

54

En la mañana del domingo, mientras Charlie esperaba que Billy llegara, la abuela Bone bajó las

escaleras vistiendo lo traje de domingo: un sombrero hecho con plumas negras, un abrigo

voluminoso de color azabache y gris, y una estola con la forma de dos visones muertos. Las

colas de los visones colgaban por su espalda, mientras que sus cabezas se encontraban la una a

la otra bajo su barbilla. Los ojos de cristal de los animales, llenos de reproche, siempre le

producían escalofríos a Charlie, e intentó no mirarlos cuando se encontró con su abuela en el

recibidor.

“¿Abuela, sabes…?” empezó Charlie.”

“Fuera de mi camino” ladró ella. “Eustacia ha venido a recogerme.”

Seguramente, se produjo un horrible chirrido de frenos cuando el coche de la tía Eustacia

golpeó la verja que se encontraba fuera del número nueve de la calle Filbert.

“Solo quería preguntar si sabías dónde vive ahora mi amigo Billy Raven” Charlie persistió.

“Por supuesto que lo sé” respondió la abuela Bone. “Pero no te lo voy a decir” Empujó a

Charlie fuera de su camino, abrió la puerta principal y la cerró de un portazo tras ella.

Unos segundos después, Charlie escuchó el familiar chirrido de neumáticos y un fuerte ruido

sordo mientras Eustacia retrocedía hasta un poste de luz. Hubo un grito ahogado proveniente

de la abuela Bone, y el coche aceleró.

Charlie se dirigió a la cocina murmurando “Viejo murciélago. No me dirá dónde vive Billy

ahora.”

“No te preocupes Charlie” dijo Maisie. “Seguramente tu pequeño amigo está teniendo un

agradable almuerzo con sus nuevos padres. Vendrá más tarde.”

“Supongo” respondió Charlie.

Casi todas las tardes de domingo, Charlie y sus amigos se encontraban en el Café de las

Mascotas. Aquel día, Charlie esperó a Billy hasta las cuatro, y luego abandonó la casa solo.

Cuando llegó a la calle de la Rana, pudo oír los ruidos del café subiendo desde el final del

estrecho callejón: ladridos, aullidos y graznidos.

El café se encontraba entre las rocas de una enorme y antigua pared; de hecho, el sitio estaba

excavado justo en la roca y parecía como si hubiera sido parte de la pared durante cientos de

años. Las palabras “El Café de las Mascotas” habían sido pintadas sobre una gran ventana, y

para enfatizar que aquel era un café estrictamente para animales acompañados por humanos,

dibujos de colas, garras, bigotes, alas y patas decoraban cada letra de la señal.

Charlie caminó a través de una puerta verde y se encontró de golpe con un enorme hombre

que llevaba una camiseta decorada con loros.

“Ah, Charlie Bone” dijo Norton, el portero. “Un poquito tarde, ¿no? Tus amigos casi se habían

cansado de esperarte, al igual que tu perro, se está poniendo nervioso.”

“Para un momento” dijo Charlie “Judía Corredora no es mi perro.”

Charlie Bone & El Castillo de los Espejos - Jenny Nimmo

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“Lo es mientras ese amigo tuyo continúe en Hong Kong.”

Se escuchó un ladrido lleno de alegría desde detrás del mostrador, y un gran perrazo amarillo

corrió hacia Charlie, estando a punto de tirarlo al suelo.

“¡Hola Judía!” Charlie le dio al perro un abrazo y miró a sus amigos. Emma y Gabriel estaban

sentados en la esquina de la mesa, compartiendo un plato de galletas. Ambos estaban

bebiendo vasos de un líquido brillante y rosa, y tres de los jerbos de Gabriel estaban bebiendo

lo que había derramado el chico.

“Flor de Cereza" le explicó Gabriel mientras Charlie ataba a Judía Corredora a la mesa. “¡A los

jerbos les encanta!”

“Ya veo” observó Charlie mientras se sentaba entre sus dos amigos. “Uno está a punto de

caerse.”

“Oops, sí que estaba a punto” Gabriel recogió jerbo y lo colocó en su bolsillo. “Se recuperará”

dijo con tono confidencial. “Es la nueva receta del señor Onimoso. Realmente poderosa.

¿Quieres un trago?”

“No gracias, pero tomaré una galleta.” Charlie cogió dos galletas, una para él y otra para Judía

Corredora.

El enorme perrazo la masticó ruidosamente con agradecimiento y luego apoyo su barbilla en

las rodillas de Charlie, pidiendo más.

“¿Dónde están los demás?” preguntó a Charlie mientras le deba otra galleta a Judía Corredora.

“Tanc y Sander no pudieron esperar” dijo Emma “Has tardado siglo, Charlie. Pensaba que ibas

a traer a Billy”

“Nunca apareció. ¿Qué hay de Olivia? ¿La has visto? ¿Consiguió el papel?”

Charlie Bone & El Castillo de los Espejos - Jenny Nimmo

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Emma se encogió de hombros. “La llamé a su casa dos veces pero nadie respondió. Prometió

encontrarse conmigo aquí pero – no lo sé, tiene que haber pasado algo.”

“Quizás ahora que es una estrella ya no habla con los que son como nosotros” dijo Gabriel.

“Livvy no” Emma negó con la cabeza. “Ella no es así, vendrá.”

Pero Olivia nunca apareció. Tampoco Billy. Los tres amigos se cansaron de esperar. Emma y

Gabriel se fueron a sus casas y Charlie llevó de paseo a Judía Corredora. El chico y el perro

estaban acercándose a la calle de la Rana tras un buen paseo de media cuando Judía Corredora

dio un fuerte ladrido y agitó la cola.

Al otro lado de la calle, Charlie vio a Olivia introduciéndose en un callejón. Le dirigió a Charlie

una mirada rápida y furtiva y luego desapareció. Su extraño comportamiento picó la curiosidad

de Charlie, quien cruzó la calle rápidamente. Para cuando alcanzó el callejón, Olivia había

desaparecido, pero Judía Corredora guió a Charlie por todo el callejón atravesando una plaza

adoquinada, y luego a través de un área de pequeñas tiendas.

En la distancia, una chica con una camiseta blanca y unos vaqueros negros se giró hacia Charlie

y empezó a correr otra vez. Pero no era suficiente para despistar al perro. Soltando su correa

de la mano de Charlie, Judía Corredora aceleró por la calle y pronto atrapó a Olivia. Salto hacia

ella y empezó a ladrar emocionado.

“¡Bájate! ¡Vete!” gritaba la chica.

“Tranquilízate Liv” dijo Charlie. “Es solo Judía Corredora. ¿Qué pasa contigo?”

Olivia se apartó contra la pared mientras Charlie corría y sujetaba el collar del perro. “No te

hará daño, Liv. Él solo estaba contento de verte” Charlie paró. “¿Qué te sucede? Estás fatal.”

“¡Muchas gracias!” Olivia hizo una mueca de enfado.

Charlie Bone & El Castillo de los Espejos - Jenny Nimmo

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“No me refería a eso, solo decía que te veías…diferente” dijo Charlie rápidamente.

El rostro de Olivia estaba surcado de lágrimas, tenía los párpados hinchados y su pelo era un

desastre. Llevaba zapatillas, y su camiseta lucía arrugada. Habían desaparecido los brillantes

colores y las ropas atrevidas que solía vestir. Charlie nunca había visto a su amiga vestir tan

normal y el mismo tiempo tan angustiada. Sintió que tenía que preguntar sobre la audición;

sería peor si evitara un asunto tan importante.

“¿Conseguiste el papel?”

Los labios de Olivia formaron una línea tirante. Pateó el suelo con la punta de su zapato y

replicó a través de los dientes apretados, “¡No!”

“Oh, vaya, lo siento” Eso le sonaba inadecuado pero, ¿qué más podía decir?

“No lo sientas” dijo Olivia furiosa “No quiero que la gente lo sienta por mí.”

“Está bien, ¿pero qué paso?, ¿quieres hablar sobre ello?”

Olivia se lo pensó por unos instantes y luego decidió que sí quería hablar sobre ello. Quería

hablar y hablar hasta que toda la humillante experiencia y toda la vergüenza que había pasado

salieran de su interior, al ser compartidas al menos con un ser humano – y un perro.

El día había empezado bien. Olivia había terminado en la lista de las finalistas con otras cinco

chicas. “Todas eran más pequeñas que yo” dijo frunciendo el ceño, “pero mamá dijo que eso

no importaba. Estaba esta niña sentada al lado mío, tenía trenzas y pecas y una vocecita

molesta. Tenía trece Charlie, pero era PEQUEÑA.” Olivia frunció aún más el ceño. “No paraba

de decir que yo estaba obligada a conseguir el papel porque mi madre era famosa.”

“Eso no es algo muy agradable” remarcó Charlie.

“No, pero yo tenía demasiada confianza en mí misma para darme cuenta. Entré en aquella

habitación y representé mi monólogo – por Dios, actué realmente bien, SÉ que lo hice. Estaba

Charlie Bone & El Castillo de los Espejos - Jenny Nimmo

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segura de que había conseguido el papel. Había cuatro personas sentadas en la mesa, dos

hombres y dos mujeres. Ni siquiera tomaron nota. Y cuando terminé, el director, un amigo de

papá de hecho, me sonrió y me dijo “Gracias Olivia. Ha estado muy bien, pero no es

exactamente lo que estamos buscando” Una lágrima rodó por la mejilla de Olivia “Cola de

cerdo obtuvo el papel” añadió sombríamente.

“¡No!” exclamó Charlie. “No puedo creerlo.”

“Lo peor de todo es que lo pagué con mamá. Tuvimos una pelea terrible y yo le dije que era

culpa suya. Ahora ella está más triste que yo. Le dije que iba a quedar con vosotros en el Café

de las Mascotas, pero no me atreví a contarle esto a nadie. Pensé que sería buena idea

comprarle unas flores a mamá para hacer las paces, y alguien me dijo que había una floristería

abierta, en algún lugar por aquí.”

“¡Está justo aquí!” Charlie señaló una tienda que se encontraba al otro lado de la calle. Era tan

llamativa, se preguntó cómo era posible que no se hubieran fijado en ella antes. La puerta y el

marco de la ventana eran verde oscuro, y las palabras sobre la ventana estaban impresas con

unas letras doradas y rizadas: Flores de Ángel.

“¡Son todas blancas!” observó Olivia, su expresión sombría se suavizó.

Era la verdad. Todas y cada una de las flores de la ventana eran blancas: las lilas, las rosas, las

margaritas, unas plantas muy raras que Charlie nunca había visto en su vida.

“Vamos a ver si la tienda está abierta” Charlie bajó de la calzada pero Olivia se quedó atrás.

“Vamos” Charlie cogió su mano. Judía Corredora ya estaba tirando de él a través de la calle,

finalmente, el desordenado trío consiguió llegar a la tienda de flores.

Mirando a través de las flores blancas del escaparate, Charlie dijo, “Está abierta. Puedo ver a

alguien” se acercó a la puerta.

“No” dijo Olivia “He cambiado de idea”

Charlie Bone & El Castillo de los Espejos - Jenny Nimmo

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“¿Por?”

“No quiero entrar ahí dentro” Se quedó clavada en el suelo, con los ojos fijos en un ramo de

lilas.

“Oh, venga. Solo una lila” dijo Charlie. “No costará demasiado.”

“¿Cómo lo sabes?” demandó Olivia.

Charlie no podía entender su súbita renuencia a entrar a la tienda. “No lo sé, pero puedo

dejarte algo de dinero si es demasiado caro. De hecho, la compraré por ti” Charlie intentó abrir

la puerta, que terminó cediendo, dando paso a una multitud de olores de flores.

“¡Mmm!” Charlie olió el aire. “Es fantástico.”

“¡Lo es!” respondió una voz. Una mujer había aparecido al fondo de la tienda. Judía Corredora

se dirigió a toda velocidad hacia ella, agitando la cola con fuerza.

“Qué perro tan encantador” le rascó las orejas a Judía Corredora, que se sentó en el suelo

gruñendo de placer.

“Nosotros querríamos unas, eh…lilas, supongo” dijo Charlie.

“¿Nosotros?” preguntó la mujer. Tenía el pelo blanco con unos grandes ojos verdes.

“Sí, nosotros. Mi amiga quiere unas cuantas para su madre” Charlie miro detrás de él y vio a

Olivia entrando lentamente a la tienda.

“Ah, ahí estás” dijo la mujer “Estoy tan contenta de que al final hayas venido.”

Charlie Bone & El Castillo de los Espejos - Jenny Nimmo

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“¿Qué quiere decir?” Olivia se quedó de piedra. “Yo no la conozco.”

“Pero yo si te conozco a ti” dijo la mujer “Soy Alice Angel” la mujer le tendió la mano. “Y tú

eres Olivia.”

Olivia siguió sin moverse, así que Charlie le estrechó la mano a Alice Angel. “Vamos, Liv. No

pasa nada” Volvió a girarse para ver a Olivia, quien ahora mostraba un ceño oscurecido.

Alice Angel sonrió. “No hay ninguna prisa. ¿Cuántas lilas queréis?”

“¿Cuánto cuestan?” preguntó Charlie.

Alice no contestó. Colocó un dedo pensativo bajo su barbilla y dijo “Diez estaría bien. Una por

cada uno de los hijos del rey. Aunque algunos no merecen tal apelativo. Sí, diez con unas

cuantas ramitas verdes” Sus ojos eran tan verdes como los tallos de las flores. ¿Y cómo es que

sabía sobre el rey y sus diez hijos?

“¿Cuánto cuestan?” preguntó Charlie ansiosamente.

“Son gratis” dijo Alice mientras arreglaba con agilidad las lilas en el mostrados. Las envolvió

con un tejido plateado y ató el ramo con una cinta de raso satinado. “¡Aquí tienes!” le entregó

las flores.

Charlie cogió el ramo “¿Está segura de que son gratis?”

“Completamente” Alice dirigió su mirada hacia Olivia. “¿Volverás pronto, no? Tenemos mucho

que descubrir juntas.”

Olivia se giró y abandonó rápidamente la tienda.

Charlie Bone & El Castillo de los Espejos - Jenny Nimmo

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Charlie empezó a sentirse muy inquieto. Había algo raro en Alice Angel. Su nombre, para

empezar, y su pelo era del mismo tono blanco que las lilas. Dijo, “Muchas gracias por las flores,

señora – señorita Angel. Siento lo de mi amiga… bueno, ella ha recibido un golpe muy grande.

Normalmente no es así.”

“Lo sé. ¿Quieres una manzana? Las planté yo en mi jardín y están muy buenas” Alice sonrió

alentadoramente.

“No, gracias” respondió Charlie con tono de sospecha. “Mi madre trabaja en un mercado.”

“Por supuesto” dijo Alice. “Adiós Charlie.”

“Adiós” Charlie salió de la tienda con Judía Corredora pegado a sus talones. Solo cuando salió

de la tienda se dio cuenta de que Alice Angel había utilizado su nombre.

“¿Cómo sabía mi nombre?” preguntó con tono desconcertado.

“¿Cómo sabía el mío?” Olivia cogió las flores que tenía Charlie en la mano. Parecía asustada y

confusa. “Esa mujer puede ver dentro de mí” dijo, casi suspiró. “Sabe cosas sobre mí que no

conozco ni yo misma.”

Capítulo 7 : El libro de Amadis parte 1

El libro de Amadis

Charlie llevó a Judía Corredora de vuelta al Café de las Mascotas, donde le preguntó a los

Onimosos si conocían una tienda llamada “Flores de Angel.”

“Claro que sí” dijo el señor Onimoso. “Es uno de esos sitios que viene y va, si sabes a lo que me

refiero.”

Charlie Bone & El Castillo de los Espejos - Jenny Nimmo

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Charlie no lo sabía.

“Suceden más cosas en esta ciudad de lo que cualquier persona pensaría” dijo la señora

Onimoso.

“Oh, ahora creo cualquier cosa” dijo Charlie. “De hecho, no me sorprendería si usted me dijera

que Judía Corredora era una hada de cien años.”

Esto hizo reír tanto al señor Onimoso que su cara se volvió de un rojo brillante y tuvo que

sentarse rápidamente en el suelo.

Charlie le dio un abrazo de despedida a Judía Corredora, se despidió de los Onimoso y se dio

prisa por llegar a casa. Ya eran las seis en punto y su madre empezaría a ponerse nerviosa.

“¿Dónde has estado?” gimió la madre de Charlie, Amy Bone, cuando lo vio entrar en la cocina.

“Hemos llamado a los Gunn pero Fidelio dijo que no te había visto” añadió su abuela Maisie.

Charlie les contó su visita a la tienda de flores. “Esa Alice Angel me conoce mamá, ¿pero

cómo? ¿Alguna de vosotras ha estado en Flores de Angel?”

“Nunca había escuchado hablar de esa tienda” dijo Maisie.

“Yo tampoco” afirmó Amy. “Oh Charlie, ojalá no te pasaras la vida metiéndote en sitios raros

de la ciudad tu solo.”

“Estaba con Judía, y Olivia también estaba ahí, así que no estaba solo.”

“De todos modos” suspiró Amy

Charlie se sentó, sintiéndose culpable y Maisie le sirvió una taza de té. “No

ayudamos preocupándonos” dijo ella. “Vino tu tía abuela Venetia.”

“¡Venetia!” El cuchillo de Charlie cayó y produjo un sonido metálico al chocar con su plato.

“¿La abuela Bone la dejó entrar?”

“No, debe tener una llave. Abrí la puerta de la cocina, y ahí estaba ella, parada en el recibidor.

Estaba horrible, con el pelo revuelto y las ropas hechas un desastre. Ella solía cuidar tanto su

aspecto. Creo que está perdiendo la cabeza. Aquel incendio en su casa la ha dejado

destrozada.””

Traía los brazos llenos de ropa” dijo la madre de Charlie. “Quería saber si nos gustaba.”

“¡Sí, claro!” resopló Maisie “Seguramente las había envenenado.”

“Le dijimos que se fuese, y luego cerré todas las habitaciones con llave por si acaso. Aquí está

la tuya, Charlie” Amy Bone empujó una llave a través de la mesa. “Cierra tu puerta cuando te

vayas al colegio mañana y dale tu llave a Maisie.”

Charlie se quejó. Como si no tuviera suficientes cosas que recordar, ahora tenía que cerrar su

puerta.

Charlie Bone & El Castillo de los Espejos - Jenny Nimmo

63

“No queda más remedio” dijo Maisie. “No queremos acabar con veneno en nuestros

pantalones o serpientes en nuestras mangas, ¿verdad?”

Cuando el tiempo de merendar se acabó, Charlie se sentó a ver su show favorito en la tele. The

Barkers, una historia sobre hombres perro. En contra de los deseos de su abuela Bone, Maisie

había insistido en tener una pequeña televisión en lo alto del mueble de la cocina. No quería

perderse sus telenovelas, le dijo a la abuela Bone, y si tenía que pasar todo su tiempo

trabajando como un burro en la cocina, al menos le podía permitir un pequeño

entretenimiento mientras lo hacía. A menos, claro, que algunas personas quisieran trabajar un

poco también.

La abuela Bone se quedó horrorizada ante la idea de tener que trabajar y accedió a comprar la

televisión.

El show de Charlie acababa de empezar cuando el tío Paton se asomó y exclamó “¡Lo tengo!”

“¿Tienes qué?” preguntó Charlie, esperando que los destellos en los ojos de su tío no

significaran que una de sus tías le había pasado una enfermedad desagradable.

“EL Castillo de los Espejos, querido niño” dijo el tío Paton. “Sube las escaleras y te lo

mostraré.”

“Pero mi programa acaba de empezar” dijo Charlie, retorciéndose incómodamente en su silla.

“Bueno, si prefieres la tele, ¡que así sea!” el tío Paton se fue dando un portazo detrás suyo.

Charlie vio The Bakers otros cinco minutos, pero no se podía concentrar. Nada era divertido

hoy. Maisie y su madre estaban cotilleando sobre un artículo de una revista. Era una

distracción horrible. Charlie dio un sonoro suspiro, apagó la tele y dejó la cocina. Corrió

escaleras arribas y golpeó la puerta de su tío.

“¿Qué?” dijo Paton.

“Dijiste que tenías algo que enseñarme, acerca del Castillo de los Espejos.”

“¿Lo hice? Entonces será mejor que entres.” Dijo Paton un poco a regañadientes.

Capítulo 7: El libro de Amadis, parte 2

Charlie entró. La habitación de su tío estaba en su habitual estado de caos. Libros en el suelo,

papeles en la cama y estanterías combándose bajo el peso de manuscritos y enciclopedias.

Paton estaba sentado en su escritorio. Llevaba sus gafas de media luna y estaba leyendo uno

de los libros más viejos que Charlie había visto jamás. Las páginas eran de un color mostaza

Charlie Bone & El Castillo de los Espejos - Jenny Nimmo

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oscuro y sus bordes eran ásperos y rizados. La cubierta de cuero era suave y cálida y apenas

podía sujetar los papeles, que parecían derramarse por el libro. “

La brillante Julia lo encontró entre sus tesoros. Tiene una memoria increíble, y cuando tú

mencionaste el Castillo de los Espejos ella supo que había visto ese nombre antes.” El tío Paton

cerró cuidadosamente el libro, y Charlie leyó el título “El libro de Amadis”, impreso en dorado

en la portada.

“¿Amadis?” dijo Charlie.

“Era el segundo hijo del Rey Rojo” Paton repicó sus dedos sobre la portada del antiguo libro.

“Este libro lo cuenta todo. Amadis se vio forzado a huir del castillo de su padre cuando Borlath,

el mayor, emprendió su malvada búsqueda de poder. Destruyó a todo aquel que se puso en su

camino, ayudado por cuatro de sus hermanos. Los otros cinco restantes, incluyendo a Amadis,

intentaron prevenir la terrible masacre que estaban llevando a cabo en los alrededores. Pero

Borlath y sus seguidores eran fuertes, e incluso los más honorables de los hermanos

abandonaron el castillo temiendo por sus vidas.”

“¿Y Amadis es el ancestro de Billy?” preguntó Charlie.

“Parece ser que sí.”

“¿Y quién es nuestro ancestro? El que inició los Yewbeams. ¿Era bueno o malvado?”

“Según lo que he podido descubrir, fue Amoret, la hermana preferida de Amadis.”

“¿Una chica?” Charlie nunca había considerado esa opción.

“Sí Charlie, una chica” Paton abrió el antiguo libro otra vez. “Ella huyó con Amadis, pero

cuando viajaban hacia el norte se separaron. Amoret se perdió y Amadis navegó hacia una isla

en el noroeste. Era muy querido, y muchos de los que vivían en los estados del rey prefirieron

dejar sus hogares y seguir a Amadis antes que sufrir la cruel tiranía de Borlath…”

Charlie le interrumpió, “¿Pero qué pasó con Amoret? Dijiste que se perdió, ¿no sabes qué pasó

con ella?, ¿nadie lo sabe? Digo, quizás podría descubrirlo…tal vez en internet.”

Paton suspiró de impaciencia. “No encontrarás a Amoret en tu ordenador Charlie. Su historia

es demasiado secreta para eso, nadie sabe toda la verdad. Somos nosotros los que debemos

descubrirla. Y eso es lo que yo he estado intentando en los últimos veinte años.” Paton trazó

un arco con su brazo, indicando las estanterías de libros y papeles deteriorados. “Cuando

conocí a Julia Ingledew fue como encontrar un tesoro – alguien más que estaba fascinada por

el pasado, a la que no le importaba pasar una semana entera persiguiendo un pequeño y

escurridizo hecho para poder completar el puzzle. Para mí una persona así es una joya, Charlie,

incluso si ella no fuera la persona más agradable y encantadora que he conocido nunca.”

Charlie Bone & El Castillo de los Espejos - Jenny Nimmo

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Charlie nunca había oído a su tío hablar de una manera tan apasionada. “¿Te vas a casar con

ella?” Le preguntó.

Paton parpadeó y luego dijo en voz baja, “No me atrevo siquiera a pensar en ello.”

“¿Por qué no? A mí me parece una buena idea,” dijo francamente.

El tío Paton tosió delicadamente. “Estábamos hablando del Castillo de los Espejos, no el futuro

de Paton Yewbeam” dijo con tono plano. “¿Estás interesado en el libro sí o no?”

“Claro que sí” dijo Charlie seriamente. “¿Puedo sentarme por favor? Ha sido un día largo.”

“Por supuesto, siéntate.” Indicó Paton con la cabeza, y Charlie, después de mover varios libros,

se acomodó en la gran y desordenada cama. Paton giró su cálida silla de cuero hacia Charlie y

empezó a leer. Mientras la tarde se difuminaba y una temprana luna aparecía en el oscuro

cielo, Charlie se dejó arrastrar por la historia del príncipe Amadis y el Castillo de Cristal

Brillante. El desorden de la habitación de su tío abuelo desapareció y, a través de sus ojos

entrecerrados, empezó a ver un castillo alzándose en el centro de una isla azul en un mar

brillante.

“Decían que era el castillo más bello del mundo” El tío Paton era el perfecto narrador de

historias. Convertía las palabras escritas en suyas, y su profunda y melodiosa voz llenaba la

habitación con brillantes imágenes: magníficos caballeros, caballos, copas doradas, relucientes

espadas, escudos, banderines colgando, el oleaje furioso – y el fuego.

“Cuando Amadis y sus seguidores construyeron su precioso castillo, hubo quince años de paz.

La tierra era fértil y ellos prosperaron. El príncipe se casó con una de sus seguidoras y tuvieron

cuatro niños. El más joven fue llamado Owain.”

“¿Y los otros tres?” preguntó Charlie tentando a la suerte.

“No son relevantes” dijo su tío. Paton procedió a explicar porqué esos tres pobres niños no

participaban en la historia. “Era inevitable que Borlath oyera hablar del castillo de la isla y lo

quisiera para él. Con un millar de salvajes mercenarios, cruzó el mar y rodeó el castillo,

exigiéndole a Amadis que se rindiera.”

“¿Y Amadis se negó?” preguntó Charlie.

“Por supuesto. Él sabía que si se rendía y le entregaba su castillo a su hermano, su familia

probablemente sería asesinada. Pero fue una decisión difícil de tomar, Amadis conocía muy

bien el terrible talento de Borlath.”

Charlie se inclinó hacia adelante con entusiasmo. “Eso es lo que iba a preguntar, tío P. Todos

los hijos del Rey Rojo estaban dotados, ¿no? Entonces, ¿qué podía hacer Amadis?, ¿y qué hay

de Borlath?”

Charlie Bone & El Castillo de los Espejos - Jenny Nimmo

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“Amadis conocía el lenguaje de los pájaros y las bestias. Podía hablar con cualquier criatura del

mundo, pero eso no importó demasiado cuando tuvo que defender a su gente de Borlath.”

Charlie esperó con expectación hasta que por fin su tío se lo dijo. “Borlath tenía fuego. Cuando

fijaba su vista en algo, podía quemar cualquier cosa que se pusiera en su camino. Pero no

quería destruir un edificio tan asombroso; lo quería para sí mismo, así que sitió el castillo. Eso

no significa que simplemente se sentara a esperar que Amadis se rindiera. ¡Oh, no! Primero, la

armada de Borlath intentó escalar las paredes. Los arqueros de las almenas pronto los pararon.

Luego los mercenarios intentaron forzar la gran puerta de roble con un ariete, pero una nube

de murciégalos se abalanzó sobre ellos y casi los cegó. Al final de la décima semana, Amadis y

un centenar de hombres dejaron el castillo en la oscuridad de la noche y atacó al ejército de

Borlath, que estaba durmiendo. La sorpresa le dio a Amadis una ventaja, pero pronto su

pequeña fuerza fue superada por los sanguinarios guerreros de Borlath, expertos en matar que

disfrutaban con cada cabeza y miembro cortado.”

Charlie se estremeció. “¿Entonces Amadis fue asesinado?”

“Fue herido fatalmente” replicó el tío Paton. “Una lanza se le clavó en el hombro” señaló el

libro y añadió, “La mayoría de sus hombres fueron asesinados, pero los pocos que

sobrevivieron se las arreglaron para llevar al príncipe de vuelta al castillo y vivió – hasta el

final.”

“Quizás, en su interior, Amadis siempre supo que Borlath lo encontraría un día. Así que dentro

del castillo había almacenado una gran cantidad de grano y provisiones. También tenían un

pozo muy profundo. Cuando las provisiones empezaron a escasear, Amadis habló con los

animales.” Paton sonrió para sí mismo. “Un ejército de ratas invadió las provisiones de Borlath.

Lobos atacaron a los centinelas, los pájaros hicieron agujeros en sus tiendas y por la noche,

volvieron los murciélagos, llenando el cielo de chillidos y haciendo imposible conciliar el sueño.

Las vidas de los soldados de Borlath se volvieron intolerables. El tiempo se volvía cada vez más

frío, empezó a llover. El ejército había tenido suficiente, querían volver a casa.”

“Y fue entonces cuando Borlath utilizó el fuego, ¿no?” dijo Charlie.

Paton asintió. Volvió a mirar el libro. “En la base del castillo, había una muralla exterior y otra

interior hechas de gruesas estacas de madera. Pero entre las murallas madera y elevándose

por encima de ellas había una pared de piedra amarilla. En un gesto de furia y desprecio,

Borlath levantó sus puños y llamó al fuego. Las estacas de madera se convirtieron en llamas y

todos aquellos que se encontraban dentro del castillo se vieron envueltos en un anillo de

fuego. Algunos se tiraron desde las almenas, otros murieron antes de poder trepar tan lejos.

Cada hombre, mujer y niño, cada criatura dentro del castillo pereció – exceptuando una.”

“¿Quién?” exclamó Charlie saliendo del terrible mundo de llamas que su tío había conjurado.

“Quiero decir… ¿cómo pudo alguien…?”

Charlie Bone & El Castillo de los Espejos - Jenny Nimmo

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“¡Espera!” le ordenó su tío. Charlie se calló. “El intenso calor de aquellas estacas ardientes

provocaron que las piedras se vitrificaran; en otras palabras, las pareces se convirtieron en

cristal, en un grueso y negro cristal.” Los ojos oscuros de Paton brillaron animadamente.

“Ahora, esta es la parte realmente interesante, Charlie. Yo creo que puede contener una pista

sobre la otra parte de tu familia.” Paton pasó la hoja. “Durante sus viajes, Amadis se había

hecho amigo de un mago galés, un hombre conocido como Mathonwy. Este mago vivió en el

continente al sur, lejos de la isla del príncipe, pero el fuego que creó Borlath fue tan feroz que

iluminó el cielo a kilómetros a la redonda. Las nubes se volvieron naranjas, los pájaros negros y

el mar, rojo como la sangre, hervía como una caldera. Desde muy lejos, Mathonwy vio el

incendio y adivinó lo que había pasado. ¿Sería muy tarde para salvar a su amigo, el príncipe

Amadis? Mathonwy hizo lo único que podía hacer. Causó una nevada. Una alfombra de nieve

avanzaba hacia el castillo ardiente. Cuando llegó a la isla, la nieve cayó y al tocar las paredes

quemadas, una cosa extraña sucedió. Las piedras vitrificadas comenzaron a brillar.”

“Un castillo de cristal brillante,” dijo Charlie. “Pero tío P, ¿cuál es la conexión con mi familia?”

“Mathonwy” dijo Paton bruscamente. “¿Recuerdas aquel nombre en el árbol familiar que te

dio Maisie?, ¿tus ancestros galeses?”

“Oh” dijo Charlie lentamente. “Pero la fecha no sería correcta.”

“El nombre es suficiente. Los galeses utilizaban el nombre de sus ancestros una y otra vez.”

“Oh” repitió Charlie, pensando en su ancestro galés había recordado la varita. “Tío Paton, he

perdido la… ya sabes… la varita.”

“¡Qué!” las gafas del tío Paton se deslizaron hacia el final de su nariz.

“La llevé al colegio, fue una estupidez de mi parte. La puse debajo de mi colchón y

desapareció.”

“¿Sospechas de alguien en particular?”

“Sí, y si es quien yo creo, probablemente la recuperaré. Por favor, continúa con la historia.”

El tío Paton sacudió la cabeza. “A veces, tu falta de cuidado me deja atónito Charlie.” Volvió a

mirar el libro. “Las paredes del castillo se volvieron tan suaves y tan brillantes que los soldados

de Borlath vieron a un ejército que los observaban. Era una visión horrible y aterrorizante.

Creyendo que el príncipe Amadis y sus hombres habían sobrevivido al incendio y eran por lo

tanto sobrenaturales, los mercenarios corrieron a sus botes. Solo Borlath se dio cuenta de que

el brillante ejército era el suyo, pero no intentó tomar el castillo, por alguna razón, las

resplandecientes murallas le horrorizaban y dejó también la isla.”

“Entonces estaban todos muertos ahí dentro” dijo Charlie, “excepto por uno. Debió haber sido

como una gran tumba brillante. No me habría gustado ser aquel que sobrevivió. ¿Quién fue tío

Charlie Bone & El Castillo de los Espejos - Jenny Nimmo

68

P?”

Paton volvió a buscar en el libro, pasando muchas páginas antes de llegar a una casi al final.

“Hubo un único superviviente, el hijo más joven del príncipe, el joven de pelo blanco Owain,

quien era albino y conocía el lenguaje de las bestias y los pájaros. Entonces Owain, sin tener ni

hogar ni familia, se fue de la isla avisado por un cuervo. Y el cuervo viajó con él.”

“Suena como Billy” dijo Charlie asombrado. “Exactamente igual a Billy.”

“Exacto” dijo Paton. “Es raro como algunas características pasan de generación en generación.

Desgraciadamente, no pone cómo se las arregló para sobrevivir el chico, pero voy a leer el final

porque es muy interesante. Se dice que el Príncipe Amadis será visto otra vez en el Castillo del

Cristal Brillante por uno de los descendientes de Owain.”

“¿Billy?” dijo Charlie. Paton le miró sobre sus gafas.

“Quizás” Volvió al libros. “Y Owain viajó por todo el Sagrado Imperio Romano y tuvo dos hijos.

El mayor se convirtió en escriba – en otras palabras, una persona que escribe documentos o

copia manuscritos – mientras que el menor podía hablar la lengua de las bestias y los pájaros.

Este último fue expulsado de su aldea por hablar con los cuervos que se posaban en horcas

donde colgaban los hombres muertos.”

Charlie se estremeció. “Horrible. Aún así fue cruel expulsarlo.”

“Los hábitos inusuales eran considerados obra del demonio en aquellos días” dijo el tío Paton.

“Y ahora para acabar” puso su dedo en el último párrafo. “El primer hijo de Owain se llamaba

Crowquill, ya que utilizaba las plumas de los grajos para realizar su trabajo. Y estas palabras,

que hasta donde yo sé son ciertas, fueron escritas por un descendiente de ese tal Crowquill, en

el año de nuestro Señor, 1655.

“Así que…” dijo Charlie pensativamente, “estaban conectados incluso en ese momento – los

Ravens y los Crowquills. Hay tantas cosas raras sucediendo en esta ciudad tío P.”

“Cierto” coincidió su tío.

“Es como si la ciudad lo estuviera atrayendo todo de nuevo, todas las personas cuyas historias

empezaron justo aquí, en el suelo bajo nuestros pies, bajo todas las casas y las calles y los

parques”

“Incluso debajo de esta casa” añadió Paton.

“Incluso nosotros, somos como cuerdas, cada vez más tensadas y juntas.”

“Que elocuente te estás volviendo, Charlie” dijo el tío Paton con una sonrisa.

“Hoy” continuó Charlie, “Fui a una tienda de flores, y la mujer que atendía sabía mi nombre. Y

Charlie Bone & El Castillo de los Espejos - Jenny Nimmo

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estaba muy interesada en mi amiga Olivia. Pero dudo que Livy vuelva a la tienda. Dijo que la

mujer sabía más sobre ella que ella misma.”

“¿Esa chica está dotada?”

“No, no de la manera en la que tú piensas, pero es una actriz brillante. Lo que pasa es que

acababa de fallar en una audición y estaba – no puedo describirlo – estaba como diferente,

desesperada, ¡furiosa!”

“Parece problemático, Charlie. Las mujeres desesperadas pueden ser peligrosas.”

“¿En serio?” Charlie bostezó en contra de su voluntad. “Gracias por leerme el libro tío P. Está

siendo como poner cosas en un bastidor, y de ese modo verlas mejor. Me pregunto qué va a

pasar ahora.”

“Yo también me lo pregunto, Charlie” dijo el tío Paton. “Yo también.” Cerró el libro y lo empujó

cuidadosamente dentro de uno de los cajones de su escritorio. “Será mejor que encuentres

esa varita antes de que caiga en manos equivocadas.”

Charlie estaba pensando en que probablemente, ya lo había hecho.

Capítulo 8: La polilla blanca

Manfred Bloor estaba perdiendo su poder. Era consciente de ello desde hacía un año, desde

que Charlie Bone se las había ingeniado para resistírsele. Charlie había reunido fotografías de

su padre perdido, un hombre al que Manfred había encontrado fácil de hipnotizar cuando

tenía nueve años de edad. Cuando Manfred tenía nueve, había estado en la cumbre de sus

poderes, ahora estaban decayendo.

Nadie había adivinado lo que le estaba sucediendo. Manfred todavía era capaz de asustar a los

niños cuando les dirigía una mirada desagradable. Y el experimento del caballo había

prácticamente restaurado su confianza, ya que su actuación en el procedimiento había sido la

más exitosa, o quizás no. Quizás habían sido las apestosas pociones de Venetia Yewbeam las

que habían hecho el truco.

Otra cosa, ¿dónde estaba el caballo ahora?, ¿y cómo iban a controlarlo? Manfred estaba

secretamente asustado del caballo “no-muerto” y de su brutal corazón. Necesitaba algo para

protegerse.

Charlie Bone & El Castillo de los Espejos - Jenny Nimmo

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Había sido fácil persuadir a Billy Raven para que robara la varita de Charlie. Asustado de que

esta única oportunidad de ser feliz le fuera arrebatada en el último minuto, Billy había

encontrado la varita y se la había entregado.

El pequeño Billy había hecho mucho bien. Ahora estaba atrapado en la Casa de Paso, y los

amables padres con los que siempre había soñado no eran más que unos fríos villanos con

unos poderes extremadamente desagradables.

“Oh, vaya un estúpido, Billy” canturreó Manfred mientras daba vueltas en su oficina, girando el

delgado palo blanco en sus manos. “Y ahora, para la prueba, ¿qué vas a hacer para mí pequeño

palito?” El chico vio a una mosca que se arrastraba por su escritorio y la tocó con la punta de

plata de la varita. “Conviértete en una rana” demandó.

Manfred sintió un agudo pinchado en la palma de su mano y soltó la varita, la mosca era

todavía una mosca. El insecto voló hasta el techo y ahí se quedó boca abajo y muy quieta.

Manfred tuvo el desagradable sentimiento de que se reía de él.

“Conviértete en una rana” gritó, tirando a varita al techo. En el mismo momento en el que la

varita dejaba su mano, un ardiente dolor bajó por el brazo de Manfred. “¡Aaaaaaaaaaaaau!”

gritó.

La varita golpeó a la mosca y cayó al suelo. La mosca voló indemne y se posó en la ventana

.

“¡Convierte esa cosa en una rana!” gritó Manfred, apoderándose de la varita y señalando con

ella a la ventana. Esta vez, el dolor que sacudió su mano se sentía como si la varita misma

estuviera ardiendo. De hecho, había una gran y delgada línea roja que cruzaba su palma.

Mientras Manfred gritaba, la mosca zumbaba detrás de la cortina, y una vez más la varita cayó

al suelo. No había ninguna duda en la mente de Manfred de que la varita no trabajaría para él.

De hecho, cuanto más intentaba utilizarla, más daño le hacía por atreverse a intentarlo.

“Tú…tú…” sudando horriblemente, Manfred recogió la varita y la puso en la chimenea vacía.

Luego, reunió todo el papel que pudo encontrar y lo colocó en la chimenea. Lo último que hizo

Manfred fue encender todas las cerillas que fue capaz y tirarlas sobre el papel.

Charlie Bone & El Castillo de los Espejos - Jenny Nimmo

71

Las llamas que rugieron en la chimenea fueron gratificantes, pero hubo un momento de pánico

de parte de Manfred cuando estas empezaron a saltar a la habitación. Manfred se quitó su

capa negra y la colocó sobre el fuego, ahogando las llamas. La capa humeaba y una nube de

apestoso humo empezó a elevarse. Tosiendo y asfixiándose, Manfred subió hasta la ventana y

la mantuvo abierta.

En ese momento, Tantalus Ebony entró en la habitación, riéndose alegremente, “¿Qué estás

haciendo jovencito?”

Manfred se giró, tosiendo todavía y señaló al fuego. “La varita…ugh… la varita de Charlie

Bone…yo…ugh…la estoy quemando.” Manfred limpió su garganta produciendo un sonido

ronco y chirriante. “No trabajará para mí, así que la he destruido. Al menos ese pequeño

desgraciado ya no podrá usarla ahora.”

“¡Oooo!, que temperamento Manfred.” Rió Tantalus. “Tendrás que aprender a controlarlo mi

viejo amigo.”

“Yo no soy tu viejo amigo” replicó Manfred. “Me gustaría que pudieras decidir quién eres.”

“Hoy soy…” Tantalus levantó su mirada hacia el techo. “Un poco de Vincent Ebony, el cartero –

llamaba a

todos viejo amigo – pero también soy parte del severo director Tantalus Wright. No me había

divertido tanto en años.”

“Espero que no hayas olvidado la razón por la que estás aquí” dijo Manfred con amargura.

“¡Oh, ESO!” Tantalus entrecerró sus ojos de distinto color y se lamió su labios delgados. “No,

no me he olvidado de ESO.”

El fuego de la chimenea se estaba convirtiendo en una pila de cenizas, y los dos hombres

observaron con satisfacción cómo los restos de la varita achicharrada finalmente se deshacían

en polvo. Una súbita ráfaga de viento proveniente de la ventana abierta levantó las cenizas, y

Charlie Bone & El Castillo de los Espejos - Jenny Nimmo

72

una pequeña nube de ellas flotó en la habitación. Poco a poco, la nube fue tomando la forma

de una polilla blanca con unas delicadas alas plateadas.

“¡Atrápala!” rugió Tantalus.

Manfred saltó, pero fue demasiado tarde. La polilla salió flotando por la ventana, seguida muy

de cerca por la escurridiza mosca.

En el cuarto de baño del número nueve de la calle Filbert, Charlie Bone, vestido con su pijama,

se encontraba al lado del lavabo sintiéndose muy enfermo. Su cuerpo entero parecía estar en

llamas. ¿Sería la gripe? Sentía que algo horrible acababa de pasar, ¿pero qué? Quizás uno de

sus amigos había tenido un accidente.

Charlie puso sus manos bajo el frío chorro de agua, de sus dedos comenzó a elevarse vapor,

como su fueran las placas de una plancha al rojo vivo. “¡Au!” Charlie estaba temblando. “Ay,

¿qué está pasando?”

“En efecto, ¿qué está pasando?” dijo una voz gruñona desde la puerta. La abuela Bone se

encontraba ahí, fijando su mirada en Charlie. “Has estado en el cuarto de baño durante veinte

minutos. Las demás personas también tenemos necesidades, ya sabes.”

“¡Sí…!” Charlie apretó los dientes mientras otra nube de vapor se elevaba de las puntas de sus

dedos.

“Pero tengo mucho calor, abuela. ¡Mira, vapor!”

“La maldad se pone de manifiesto” gruñó su abuela. “Llévate tus desagradables manos a otro

lado.”

Charlie abandonó el cuarto de baño, sacudiendo sus humeantes dedos en el aire. Fue a su

habitación, abrió la ventana tanto como pudo y sostuvo sus manos en el frío aire. Era una

noche extraña. Una niebla otoñal se estaba extendiendo por la ciudad, amortiguando el sonido

Charlie Bone & El Castillo de los Espejos - Jenny Nimmo

73

del tráfico y difuminando el contorno de las murallas y las verjas. Había un fuerte olor a flores

en el aire.

Una brillante mota de polvo flotó en el cielo. A medida que se acercaba, Charlie pudo distinguir

dos alas blancas terminadas en plata, una polilla blanca. La pequeña criatura voló hasta la

mano extendida del niño y se posó en su dedo índice.

“¡Wow!” dijo Charlie. “Eres asombrosa.” Llevó la polilla al interior y la dejó ir hasta su mesilla

de noche, donde cerró sus alas y se sentó perfectamente quieta. Charlie tuvo la impresión de

que la polilla se sentía como en casa en su habitación. Se dio cuenta además de que sus manos

ya no le quemaban y que su fiebre había desaparecido. Estaba perfectamente bien otra vez.

En una casa no muy lejana a la de Charlie, Olivia Vertigo estaba sentada en el borde de su

cama, pelando una manzana. Era la quinta manzana que había intentado pelar aquel día, y

este intento estaba resultando igual de inútil que los demás. Cada vez que pensaba que había

llegado al final, otro centímetro de piel aparecía, y hasta ahora la hebra que colgaba de la

manzana tenía por lo menos un metro de largo

En un ataque de furia, Olivia tiró el cuchillo y lanzó la manzana, que voló a través de la

habitación. La chica escondió la cara entre sus manos y se preguntó, “¿Qué me está pasando?”

La puerta se abrió y su madre asomó la cabeza. Vivienne Vertigo (o Viva Valery, como la

conocían en el mundo del espectáculo) podía ser una estrella de cine, pero eso nunca había

impedido que fuera una madre amable y considerada. Siempre se las había arreglado para

ayudar a su hija cuando pasaba por uno de sus “enfados mágicos”, como ella los llamaba. Pero

el estado de ánimo de Olivia en las últimas veinticuatro horas estaba empezando de poder con

ella.

“Las flores son preciosas Olivia, ¡gracias!” dijo Vivienne.

Olivia no levantó la vista.

Charlie Bone & El Castillo de los Espejos - Jenny Nimmo

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“Oh, pobre Livy.” La señora Vertigo fue hacia donde estaba su hija y se sentó a su lado en la

cama. “Yo también fallé en mi primera audición, ya lo sabes. Simplemente no era el papel

adecuado para ti. Habrá más oportunidades, no tienes por qué estar tan cabizbaja.”

“No lo estoy” gruñó Olivia.

“¿Entonces qué te pasa?”

“Algo me está pasando mamá.”

“Estás creciendo, querida.”

“¡No es ESO!” gritó Olivia. “Es algo diferente. Me está haciendo…oh, no lo sé, pero lo odio. No

quiero que suceda.”

La señora Vertigo se paró a sí misma antes de hacer un gesto dramático. En cambio, se encogió

de hombros modestamente y dijo. “No te entiendo del todo, querida.”

Olivia suspiró profundamente. “Cuando vine con las flores, me dieron muchas ganas de

comerme una manzana, así que cogí una del cuenco de la cocina. Pero no pude pelarla. Lo

intenté cuatro veces más pero…la piel nunca se acaba.”

“¿Y por qué no te comes la piel querida?” le preguntó la señora Vertigo. “Se dice que es bueno

para el pelo.”

“No me gusta la piel” gimió Olivia, exasperada por la falta de comprensión de su madre. “Pero

ese no es el punto. ¿Por qué la piel nunca se acaba? Le he dado la vuelta a la manzana una y

otra vez y NUNCA SE ACABA.”

Al final, la señora Vertigo dijo “Esas manzanas vienen del árbol que hay al final del jardín.

Nunca antes había tenido problemas con ellas.”

Charlie Bone & El Castillo de los Espejos - Jenny Nimmo

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Olivia se rindió y dejó de insistir en el tema de las manzanas. “Y también están las flores.”

“Son preciosas” dijo su madre. “¿Dónde las encontraste? Pensaba que estabas en el Café de

las Mascotas. Me preocupé tanto cuando el señor Onimoso me dijo que no habías estado ahí.”

“Esa es la cosa mamá. Las flores me encontraron. Había un callejón que yo nunca había visto

antes, y sentía que tenía que entrar ahí. Y entonces, encontré la tienda de flores, Flores de

Ángel. Cuando entré, la mujer que había dentro dijo que me conocía, eso me dio mucho miedo

porque yo no sabía quién era. Su nombre es Alice Angel.”

“Alice Angel, Alice Angel” la señora Vertigo repitió el nombre lentamente. “Por supuesto” dijo

al final.

“Alice Angel hace las flores – bodas, bautizos, celebraciones. Ella decoró la casa para tu

bautizo, Livy. No la había visto desde entonces, pero vive justo ahí abajo.”

“¿Dónde?” Olivia saltó de la cama y siguió la dirección que señalaba el dedo de su madre hasta

la ventana.

“¿Dónde?, ¿dónde?”

“Al otro lado de la pared hay un jardín, colinda con el nuestro. Alice Angel vive en una casa que

está al final de ese jardín, o al menos vivía ahí.”

“Mamá, voy a echarle una mirada ahora mismo.”

“Está bien Livy.” La señora Vertigo estaba encantada de ver que la triste cara de su hija volvía a

la vida una vez más. “Pero por favor no trepes por la muralla. La casa podría pertenecer a un

extraño ahora.”

“No te preocupes” dijo Olivia alegremente. Bajó corriendo las escaleras y salió al jardín.

Charlie Bone & El Castillo de los Espejos - Jenny Nimmo

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Una niebla blanca de septiembre reposaba sobre el césped, el aire era cálido y lleno de olor a

flores. Olivia se acercó a los arbustos que había al final del jardín. Podía ver la pared alzándose

sobre ellos, pero antes de que pudiera llegar a ella, tropezó con una manzana caída. Había más

yaciendo alrededor, de hecho, el suelo estaba cubierto con ellas. Pero no había manzanos en

el jardín de los Vertigo. La fruta venía de una larga rama que colgaba sobre la muralla. El árbol

nacía en el otro lado.

Olivia avanzó con dificultad a través de los densos arbustos, no era lo suficientemente alta

para ver por encima de la pared, así que se subió a la muralla y se sentó en lo alto. Cuando le

echó una mirada al otro jardín, pensó que había habido una nevada súbita, aunque el blanco

en realidad era de las abundantes flores que lo cubrían todo. Trepaban por los árboles,

llenaban los bordes y se deslizaban por el estrecho camino de piedra. Los pétalos blancos

estaban por todas partes, como copos de nieve.

Al final del prado, una casa muy pequeña se encontraba sepultada bajo una manta de rosas

blancas. Solo la

puerta y una ventana podían ser vislumbradas. Incluso la chimenea estaba atrapada en el

verdor.

Olivia apenas había terminado de absorber aquella extraordinaria escena cuando sus ojos

fueron atraídos hacia una estructura redonda de madera que a duras penas podía distinguir

sobre el mar de flores. Olivia entrecerró los ojos en la oscuridad, era una caravana, una

caravana de gitanos de verdad.

En ese momento la puerta de la casa se abrió y la luz inundó el prado. Una figura se asomó, era

pequeña y muy delgada; vestía un largo abrigo con capucha. Arrastró los pies hasta el prado

con la cabeza inclinada y los hombros encorvados. Entonces abandonó el camino de piedra y

caminó a través de las flores hasta la llegar a la caravana. Olivia escuchó unos pies que subían

los escalones de madera, la niña entornó los ojos y se inclinó más por encima del muro,

intentando distinguir si la extraña figura era un hombre o una mujer.

Dijo una voz “Duerme bien, querido*” Enmarcada en la entrada de la casa cubierta de rosas se

encontraba una mujer con un brillante pelo blanco. Alice Angel.

“¡Que Dios te bendiga!” replicó la figura encapuchada, quien entró en la caravana y cerró la

puerta.

Charlie Bone & El Castillo de los Espejos - Jenny Nimmo

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Alice recordó dónde estaba por un momento. Y luego dijo, “¿Olivia, eres tú?”

Olivia se estremeció y saltó a su propio jardín.

*Por ahora no se sabe el género de la persona que vive en la caravana, lo he puesto en

masculino por poner, ya que también puede ser una mujer.

Capítulo 9: Un hombre atrapado en el cristal.

El lunes por la mañana, Charlie esperaba ver a Billy en el autobús del colegio, pero no había ni

rastro de él.

Finalmente, Charlie se encontró con Billy en la asamblea. El pequeño niño parecía exhausto,

tenía unas oscuras sombras bajo sus ojos y su cara estaba más delgada, como si hubiera

pasado hambre.

“¿Cómo son las cosas en casa Billy?” le susurró Charlie cuando la orquesta empezó a tocar.

“Bien” dijo Billy. “Es genial, de verdad.”

“Te esperé ayer. Pensaba que tus padres te traerían al Café de las Mascotas.”

“No, es que… ya sabes… estábamos ocupados” dijo Billy solemnemente.

Un centenar de niños con capas azules se dispersaron para ir a la primera clase, y Charlie dejó

de hacer preguntas temporalmente, aunque después del primer recreo, encontró a Billy en el

guardarropa azul.

“Billy…” empezó Charlie.

Billy gimió. “¡Para!”

Charlie observó a Billy sorprendido. “Está bien.”

“Por favor, no me preguntes nada sobre mi casa o mis padres, porque no te contestaré”

bajando la voz, añadió “No puedo.”

Charlie Bone & El Castillo de los Espejos - Jenny Nimmo

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Por un momento, Charlie estaba perdido. Los de Greys habían obviamente amenazado a Billy,

y Charlie no quería causarle problemas. “Está bien. ¿Y podrías decirme si fuiste tú quien robó

mi varita?”

El pálido rostro de Billy se volvió rojo “Yo…” el niño luchó con su respuesta. Al final, dijo en voz

baja. “Lo siento Charlie, de verdad lo siento.”

“Supongo que se la diste a Manfred.”

En silencio, Billy asintió.

“Déjame adivinar. Te amenazó de alguna manera, quizás te dijo que no irías a tu nuevo hogar

después de todo.”

Billy volvió a asentir sin decir ni una palabra.

Charlie suspiró. “Desearía que no hubieras hecho eso, Billy, pero supongo que no puedo

culparte.” Charlie abandonó el guardarropa y corrió hacia su clase. El sonido de la risa llegó

hasta él mientras se acercaba a la clase de Tantalus Ebony. Cuando entró en ella, se encontró

con todos los niños sacudidos por ataques de risa.

Tantalus Ebony estaba sentado en su escritorio con su barbilla apoyada en su pecho. Su

capucha morada estaba echada sobre su cabeza, sus ojos estaban cerrados y roncaba

fuertemente.

Charlie se sentó en su sitio al lado de Fidelio, quien estaba extendido sobre su mesa, sacudido

por una imparable risa. Charlie no pudo evitar echarse a reír también, aunque mantuvo un ojo

atento en el profesor.

Súbitamente, la cabeza del señor Ebony se levantó bruscamente y les espetó “¡Silencio!” Su

voz sonaba completamente diferente. La semana pasada, era una voz agua y melodiosa, ahora

su voz sonaba como un ruido proveniente de una caverna. Fue un shock tan grande que la

clase entera se calló inmediatamente.

El señor Ebony parecía un poco agitado por la profunda voz que acababa de salir de él. “Aha”

dijo, limpiando su garganta. “¡Hmmm!, ¡Hmmm!”

Era difícil mantener una cara seria mientras el extraordinario profesor se abría camino a través

de una serie de toses, silbidos, pitos y resoplidos, pero ninguno de los niños permitió que un

destello de sonrisa atravesara su rostro. Tenían miedo de que les castigaran.

Al final, el profesor encontró una voz adecuada para su lección, y en un agradable pero

autoritario tono, anunció “Historia Medieval. Abrir vuestros libros en la página cuarenta y tres,

los Plantagenet.”

Durante cuarenta minutos, la clase escuchó a Tantalus Ebony describir el reino de Enrique II y

el asesinato de Tomas Becket. Fue la lección más interesante que Charlie había escuchado

nunca. La lección casi había llegado a su fin cuando, para su sorpresa, el señor Ebony preguntó

Charlie Bone & El Castillo de los Espejos - Jenny Nimmo

79

“¿Y dónde estaba el Rey Rojo mientras todas estas batallas, asesinatos e intrigas se estaban

llevando a cabo?”

Ninguno de los niños sabía qué decir.

El señor Ebony miró directamente a Emma Tolly y dijo, “Tú deberías saberlo, Emma la Dotada

¿no? Tú, que tienes la sangre del rey en tus venas, el talento del rey en tus dedos” – el

profesor se inclinó sobre su escritorio y susurró con voz ronca – “en tus alas.”

Todos miraron a Emma, quien tartamudeó. “Yo…yo no lo sé señor.”

“Estaba justo aquí, niña estúpida. Viviendo confortablemente en esa vieja ruina que podéis ver

en el borde de los terrenos. ¿Quién habría pensado que un sombrío castillo como ese pudiera

haber sido un feliz hogar familiar? Pero lo fue. El rey y la reina y sus diez hijos vivían ahí

felizmente hasta que la reina murió – hey-ho, eso pasa. Así que el rey se fue abatido por el

bosque, abandonando a su hijos, incluso al bebé.” El señor Ebony sacudió su cabeza. Tenía una

extraña sonrisa que resplandecía de satisfacción. “Por supuesto había suficientes sirvientes

para cuidarlos, pero no es lo mismo, ¿no? No es lo mismo que tener a mami y a papi, ¿verdad

Emma?”

“No señor” Emma parecía a punto de llorar.

Charlie se preguntaba por qué Tantalus Ebony había elegido a Emma. Habían otros dos chicos

dotados en la clase: él y Gabriel, quien estaba sentado al final, tirando nerviosamente de su

pelo. Sin pensarlo, Charlie preguntó, “¿Está usted dotado, señor?”

Ignorando la pregunta, el señor Ebony dirigió su mirada gris y marrón hacia Charlie y preguntó,

“¿Cómo va la vida animal en la calle Filbert, señor Bone?”

Charlie estaba completamente estupefacto, “¿Qué?” exclamó.

“La vida animal, Charlie. Venga, vamos. ¿Has visto alguna mariposa inusual últimamente?,

¿alguna polilla?, ¿y qué hay de un caballo?”

La boca de Charlie se mantuvo abierta, pero no salió ni un sonido. “No” murmuró el niño.

“No, ¿qué?”

“No señor” dijo Charlie.

“Niño estúpido, me refiero a cuál. ¿No has visto una polilla o no has visto un caballo?”

La mente de Charlie aceleró. ¿Era una pregunta con trampa? Antes de que Charlie pudiera

decidirse, Fidelio dijo “No ha visto ninguno de los dos.”

“¿Y quién te ha preguntado a ti, niño insolente?” gritó el profesor. De repente, cambió de

humor. Juntó los dedos de las manos y estiró los brazos hacia arriba, con las palmas mirando a

la clase. Se escuchó un horrible crujido de huesos, y el señor Ebony dijo alegremente, “La clase

ha terminado.”

Charlie Bone & El Castillo de los Espejos - Jenny Nimmo

80

Apenas creyendo su suerte, Charlie recogió sus libros y se dirigió a la puerta. Mientras salía de

la habitación, escuchó al señor Ebony silbar una conocida canción.

“¿Ese hombre está loco o qué?” dijo Fidelio.

“Es como si fuera dos personas diferentes” le corrigió Charlie.

“Tres” añadió Gabriel, quien acababa de alcanzarlos. “Cuando enseña piano, es

completamente diferente – calmado y serio y toca fantásticamente.”

Emma y Olivia estaban caminando por delante de los chicos, pero justo antes de que llegaran

al pasillo, Olivia se giró hacia Emma y gritó “¡Oh, cállate ya! No quiero hablar de ello” y salió

corriendo en dirección al guardarropa de teatro.

“¿Qué le pasa?” preguntó Fidelio.

Emma paró de caminar hasta que los chicos llegaron a donde estaba ella. “Supongo a estas

alturas que todos saben que falló en la audición. Lo comentan todos en el colegio.”

“Me había olvidado de ello” admitió Gabriel.

“Pobre chica” dijo Fidelio “Debe sentirse fatal.”

Charlie confesó que había visto a Olivia después de la audición. Les contó a los demás sobre la

mujer de las Flores de Ángel, quien parecía conocerles a Olivia y a él.

Asa Pike, quien estaba rondando por el pasillo, les dijo “Eh grupo, dejar de cotillear en las

esquinas. Se supone que deberíais estar preparándoos para la comida.”

Haciendo caso de la regla que imponía silencio, los cuatro niños caminaron por el pasillo y

fueron a sus respectivos guardarropas.

Billy Raven se encontraba al final de la fila para la comida cuando Charlie y sus amigos entraron

en el comedor. “¿Puedo sentarme en tu mesa?” le preguntó Charlie.

“Supongo que sí” Charlie sonrió, Billy parecía tan nervioso que era imposible continuar

enfadado con él.

Hoy tocaba sopa de tomate y rollitos. Los demás niños empezaron a comer la sopa muertos de

hambre, mientras que Billy solo miraba el plato.

“¿Estás bien, Billy?” le preguntó Fidelio.

“Oh, sí, estoy bien” afirmó rápidamente Billy. “Mis padres son geniales, me dan cosas

maravillosas para comer. Tuve un desayuno tan gigantesco que ya no puedo comer nada más.”

Los demás le miraron fijamente, sorprendidos por su entusiasta discurso. Pero aparte de eso,

Billy no dijo nada más hasta el final de la comida. Estaban apilando sus platos, listos para

llevarlos al mostrador cuando Billy preguntó tímidamente “Gabriel, ¿podrías decirme una

cosa? Es sobre una prenda que ha sido llevada por alguien, pero no es un tipo usual de

prenda.”

Charlie Bone & El Castillo de los Espejos - Jenny Nimmo

81

“Enséñamelo fuera” dijo Gabriel, interesado por un objeto que no era usual.

El objeto resultó ser un botón. Billy lo sacó de su bolsillo, murmurando. “No es como si yo te

dijera algo, ¿no? Quiero decir, no estoy hablando de mi casa, ¿no?”

“Claro que no” dijo Gabriel tomando el botón.

Los cuatro chicos se sentaron en el césped en el borde del patio, con las paredes rojas de la

ruina detrás.

“¿Dónde lo encontraste Billy? ¿Y qué hay de especial con él?” preguntó Fidelio.

“No te lo puedo decir” Billy apretó sus labios.

El botón era bastante ordinario, era grande y negro, el tipo de botón que podía venir de un

abrigo o un traje.

“Necesito saber un poco más sobre él” dijo Gabriel. “¿Lo encontraste en tu nueva casa?, ¿en

un armario?, ¿en el suelo?, ¿tienes idea de quién llevaba la ropa del que proviene?”

Billy asintió dos veces y luego negó con la cabeza otras dos.

“Está bien, estamos un poco más cerca” Gabriel giró el botón. “Supongo que tendré que

trabajar con lo que tengo” Colocó el botón en diferentes posiciones en el centro de su cuerpo

y luego a cada lado. “Es difícil” dijo “Verás, no me lo puedo poner encima, así que no creo que

esto vaya a funcionar… ¡ugh!” El cuerpo alto y delgado de Gabriel se sacudió hacia atrás, el

niño bajó su mirada al botón, el cual sostenía sobre el bolsillo izquierdo de su camiseta. Un

callado y rítmico latido era audible cuando presionaba el botón más cerca de su corazón.

Billy observó a Gabriel con los ojos abiertos como platos, mientras el chico mayor lanzaba una

serie de exclamaciones escandalizadas.

“Es increíble” Gabriel cerró los ojos y los otros tres escucharon en absoluto silencio mientras

decía “Hay cristal por todas partes. Paredes de cristal. No, son espejos…espejos con…con un

hombre oscuro mirando en ellos. Y hay música, música de piano, pero no puedo ver el piano.

Creo que el hombre está atrapado…dentro de los espejos…”

De repente, el silencio fue roto por un grito inhumano. Un montón de cascos tronaron

alrededor del círculo de chicos, los niños se inclinaron, agachando sus cabezas y temiendo ser

aplastados por aquellos cascos iracundos. Solo Fidelio se mantuvo normal, completamente

inconsciente de los sonidos que aterrorizaban a sus amigos.

Gabriel, con la cara pálida y sin color, tiró el botón al alto césped que rodeaba la ruina y el

animal invisible pareció seguirlo. Charlie levantó rápidamente la mirada y una imagen pasó por

su vista: un caballo blanco con la cola al viento, y luego, se fue. No podía saber si había huido a

la ruina o si simplemente se había desvanecido.

“¿Qué está pasando?” preguntó Fidelio.

Charlie Bone & El Castillo de los Espejos - Jenny Nimmo

82

Antes de que alguno de ellos pudiera responder, Billy Raven gimió y agarró su estómago.

Doblado a causa del terrible dolor, rodó sobre sí mismo y se tumbó gimiendo en el césped.

“¿Qué te pasa, Billy?” Charlie le tocó con cautela el hombro.

“No he dicho nada” gimió Billy. “No he dicho nada sobre la Casa de Paso…aau… aaaah…no lo

hice, ¿verdad? Lo del botón no era decir algo, ¿no? No he roto mi juramento, de verdad.

Mmmm… aaaaaaaaah… creo que me estoy muriendo.”

Charlie corrió hacia la señorita Chrystal, quien estaba encargada de vigilar el recreo. “Es Billy

Raven” gritó cogiéndola del brazo. “Dice que se está muriendo.”

La señorita Chrystal corrió por el patio mucho más rápido de lo que Charlie hubiera pensado

nunca. Inclinándose sobre Billy, dijo. “Oh, pobre niño. ¿Qué es lo que te pasa cariño? ¿es tu

estómago? Oh Dios, ¿puedes ponerte de pie, Billy?”

En ese momento, Billy tenía tanto dolor que apenas podía hablar. Ayudada por los otros niños,

la señorita Chrystal se las arregló para poner a Billy de pie, pero aún estaba doblado de dolor.

Con mucho cuidado lo llevaron por el patio y entraron en el colegio.

El señor Weedon, quien estaba sentado al lado de la puerta, levantó la vista de su periódico y

preguntó “¿Qué le pasa al niño?”

“No se encuentra muy bien, señor Weedon” dijo la señorita Chrystal. “¿Podría ayudarme a

llevarle a la enfermería?”

“No hay problema” gruñó el jardinero. Levantó a Billy del suelo y cargó con él.

Esa misma tarde, Charlie le preguntó a la ama de llaves si podía visitar a Billy.

“De ninguna manera” dijo Lucretia Yewbeam. “Está demasiado enfermo.”

“¿Pero qué es lo que le pasa?” le preguntó Charlie. “¿Es que comió algo en mal estado?”

La ama de llaves le respondió con una fría sonrisa. “No es fuerte, muchas cosas le sientan mal.

Ahora, vete a la cama y no interfieras.”

Charlie no se iba a rendir tan fácilmente. El día siguiente, cuando estaba en la fila de la comida,

se inclinó sobre el mostrador y le preguntó a la Cocinera si había visto a Billy.

“Le llevé un poco de caldo al pobre chico, Charlie, pero no pudo comerlo” le respondió.

“¿Qué le pasa, Cocinera?

“No tengo ni idea, no podía decir una sola palabra. Simplemente estaba ahí tumbado,

mirándome aterrorizado.”

“Bueno, yo sé dónde vive ahora Cocinera, en algún lugar llamado la Casa de Paso.”

Charlie Bone & El Castillo de los Espejos - Jenny Nimmo

83

“¿La Casa de Paso?” las cejas de la Cocinera se arquearon, pero antes de que pudiera decir

algo más, Gweneth Howells, que se encontraba detrás de Charlie, le dio una patada en los

tobillos.

“Muévete Bone” se quejó “Quiero mis patatas.”

Charlie se vio obligado a avanzar.

Ninguno vio a Billy durante el resto de la semana, y Charlie tenía el desagradable

presentimiento de que lo había vuelto a llevar con aquellos antipáticos padres que no sentían

ningún afecto por él. ¿Y a qué se refería con lo de que no había roto su juramento? ¿Tenían los

Greys algún misterioso control sobre Billy? ¿Estaban enterados de todo lo que decía y hacía?

Charlie decidió que tenía que saber más cosas sobre el botón negro. Durante todos los

descansos del resto de la semana, bajó al gran prado de altas hierbas que rodeaba la ruina.

Fidelio iba con él siempre que podía escaquearse de sus prácticas de música, y a veces también

venía Gabriel a ayudar, pateando el césped de un lado a otro mientras murmuraba “Casi

preferiría que no lo encontráramos, no es más que un problema, sí que lo es.” Y miraba sobre

su hombro, esperando que un semental salvaje saliera de la nada y lo aplastara hasta la

muerte.

Una tarde, cuando Charlie estaba buscando solo, notó que alguien lo miraba, y al levantar la

vista, vio a Olivia, con su vista fija en el suelo bajo los pies del chico.

“¿Qué estás haciendo?” le preguntó hoscamente. Estaba incluso peor que normalmente. Su

pelo estaba grasiento, su camiseta estaba sucia y las zapatillas blancas que llevaba eran ahora

de un color marrón ceniciento.

“Liv, ¿por qué ya no te arreglas el pelo?” le preguntó Charlie. “Ya sabes, como antes, con todos

esos colores.”

“No es de tu incumbencia” replicó Olivia. “Te he preguntado qué estabas haciendo.”

Charlie suspiró. “Estoy buscando un botón,” dijo. “¿Quieres ayudarme?”

Olivia empezó a empujar la tierra con la punta de su deportiva. “¿Y por qué lo quieres?, ¿no

puedes conseguir otro?”

“No. Billy lo encontró en su nueva casa, y Gabriel, ya sabes…encontró su historia, pero yo

quiero saber más.”

“Toda esa mística es estúpida” dijo Olivia de mala gana. “Vosotros nunca os rendís, ¿no?”

Charlie no podía creerlo. “Liv, tú solías ayudarnos. Te gustaba estar involucrada. ¿Cuál es el

problema contigo?”

“Así que realmente quieres saberlo. No puedo pelar manzanas, y estoy harta de todo el tema

de los dones…” la niña se calló y fijó su mirada en la ruina. “¿Qué ha sido eso?”

“¿Qué ha sido qué?”

Charlie Bone & El Castillo de los Espejos - Jenny Nimmo

84

“Pensaba que había oído una especie de gruñido, ¡cómo de un caballo!”

“¿Lo has oído? Liv eso significa…”

“¡No quiero saber lo que significa!” gritó Olivia. Salió corriendo dejando a Charlie con muchas

cosas en las que pensar.

Cuando el cuerno de caza sonó, Charlie era reacio a abandonar la búsqueda, encontrar el

botón negro se estaba convirtiendo en algo muy importante para él. Gabriel había descrito a

un hombre oscuro atrapado entre espejos, con música de piano en el fondo. ¿Podía ser su

padre, Lyell Bone, el hombre oscuro? Gabriel ya había visto a su padre antes, cuando Charlie le

dio una corbata de su padre. Así que necesitaba desesperadamente que Gabriel mirara otra

vez a su padre y le dijera si las dos imágenes coincidían.

Charlie caminó por el césped, fue el último en dejar el patio. Al poner el primer pie en el

pasillo, Manfred Bloor salió de su habitación de prefecto.

“Ah, justo la persona a la que estaba buscando” dijo Manfred. “Me gustaría hablar un

momento contigo Charlie Bone.”

“Es la hora de dormir” objetó Charlie. “Llegaré tarde y me castigarán.”

“Esto es más importante.” Manfred entró por la puerta de la torre de Música le hizo señas a

Charlie para que le siguiera. “No te preocupes, te daré una nota para la ama de llaves.”

Charlie siguió a regañadientes a Manfred por el pasadizo hasta su oficina. Cuando llegaron a la

polvorienta estantería de libros, Manfred dijo “Supongo que ya conoces mi entrada secreta.”

El chico empujó con sus dedos la madera entre dos libros en la balda de arriba, y la estantería

giró.

“Después de ti Charlie” Manfred entró tras Charlie en la habitación y la estantería volvió a su

posición original.

Charlie se sentía atrapado. ¿Qué desagradable sorpresa le había preparado Manfred? Al

echarle un vistazo a la oficina, notó una pila de cenizas en la chimenea, el olor a papel

quemado todavía permanecía en la habitación, y Charlie se preguntó por qué Manfred había

necesitado fuego en un clima tan cálido. Algo le hizo decir “Creo que tienes algo que me

pertenece Man…- digo señor.”

“¿Y qué sería eso?”

“Un palo blanco. Billy Raven te lo dio.”

“Ah, te refieres a tu varita. No seas tímido Charlie, todo el mundo sabe que es una varita.

Bueno, te la he confiscado.”

“¡No puedes hacer eso!” gritó Charlie.

“No seas estúpido, claro que puedo. Las varitas están prohibidas, es una regla nueva.”

Charlie Bone & El Castillo de los Espejos - Jenny Nimmo

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Charlie no sabía qué decir. Un listado de palabras malsonantes le vinieron a la mente, pero

sabía que si las usaba solo le daría una excusa a Manfred para castigarle.

El nuevo asistente de profesor invitó a Charlie a que se sentara mientras él caminaba por la

habitación, acariciando pensativamente la escasa barba de su mentón. De repente, paró un

momento y dijo “Hay un retrato de nuestro ilustre ancestro en el Salón del Rey.”

“Sí” Charlie se sentía nervioso cuando Manfred se movía detrás de él, fuera de su vista.

“He notado que lo miras” continuó Manfred.

“¿En serio?”

“No te hagas el inocente” dijo Manfred secamente. “Claro que lo miras, todo lo hacemos de

vez en cuando. Pero tú, Charlie Bone, tú tienes un motivo, ¿no?”

“¿Lo tengo?”

“Venga ya, Bone” dijo Manfred de mal humor. “Tú quieres escucharlo, ¿no? Y probablemente

lo harías si no hubiera algo en el cuadro que te bloquea, ¿verdad?”

“¿Eh?” Charlie estaba intrigado. Así que Manfred sabía algo sobre la sombra oscura detrás del

hombro de del rey, la persona o la cosa que impedía que Charlie entrara en la pintura.

“¿Has oído algo alguna vez de esa imagen, Charlie?” el tono de Manfred se volvió suave y

persuasivo, y Charlie se encontró respondiendo a aquella súbita cortesía con una voz normal y

fría.

“Sí, he escuchado el susurro de los árboles, caballos, el sonido de un arreo. A veces escucho el

acero chocando, y lluvia.”

“¿Nunca la voz del rey?”

“No, nunca.”

Manfred se acercó y se sentó en la silla que había al otro lado de su escritorio. Colocando sus

manos en el borde, se inclinó acercándose a Charlie y le preguntó. “¿Y sabes por qué no

puedes escuchar al rey, Charlie?”

“Hay una sombra” replicó Charlie en voz baja.

“Es más que una sombra, Charlie. Es la forma oscura de mi ancestro Borlath, el hijo mayor del

rey. Y Charlie, ¡él ha vuelto!”

“¿Qué?” Charlie se incorporó bruscamente. “¿Qué quieres decir?” Una ola de miedo lo

sacudió.

“Mi abuelo realizó un experimento de lo más interesante, ayudado por tus tías abuelas y por

supuesto, por mí. Encontramos los huesos del caballo de Borlath, y también, lo más

importante de todo, su corazón.”

Charlie Bone & El Castillo de los Espejos - Jenny Nimmo

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“¿El corazón de Borlath?” dijo Charlie.

“Su corazón” Manfred acercó tanto su cara a la de Charlie, que el niño podía ver las venas azul

oscuro que rodeaban los párpados del hipnotizador. “Fue en un ataúd, debajo de una lápida

marcada con una “B”. Para ser sinceros, fue Asa quien lo encontró. Le gusta escarbar cuando él

– no es él mismo – si sabes a lo que me refiero.”

“Lo entiendo” Charlie apartó su mirada de la cercana cara de Manfred.

“El caballo volvió a la vida” continuó Manfred “en el laboratorio del ático de mi bisabuelo, y

también lo hizo el corazón. Se habían fusionado, o al menos eso parecía, y salieron rompiendo

la pared – todavía puedes ver el agujero desde fuera si miras hacia arriba. Así que ahora hay

caballo en los terrenos, con un corazón salvaje, y va detrás de ti.”

“¿Detrás de mí?” Charlie se levantó de un salto y la silla se golpeó contra el suelo.

“Pensé que te gustaría saberlo.” Manfred estiró sus manos. “Porque si te pasas de la línea, el

caballo solo buscará castigarte. Por cierto, te recuerdo que los cascos pueden infligir unas

terribles heridas.”

Charlie se negó a darle a Manfred la satisfacción de ver lo asustado que estaba. Se encogió de

hombros y dijo “Creo que debería irme a la cama ahora.”

“Por supuesto.” Manfred hizo girar la estantería de libros y Charlie salió apresuradamente de

la habitación. Todavía podía sentir la mirada de burla de Mandred mientras salía al pasillo y

corría hasta los dormitorios sin volver la mirada atrás.

En el cuarto piso, Billy Raven estaba acostado en una estrecha cama blanca al final de la

enfermería. Era una habitación muy larga, y ninguna de las otras quince camas estaba

ocupada. Los horribles retortijones de estómago habían parado, pero Billy no tenía ninguna

duda de que volverían tan pronto como susurrara algo sobre su nuevo hogar. ¿De verdad

había roto el juramento al darle el botón negro a Gabriel?, ¿y cómo lo sabían los juramentos?

El ama de llaves asomó la cabeza y le dijo a Billy que al día siguiente volvería a la Casa de Paso.

“Un pequeño descanso de tus amigos es aconsejable,” le dijo con su voz chillona. “Te ayudará

a arreglar las cosas, Billy” Se fue sin dedicarle una sola palabra de ánimo o incluso un relajante

vaso de leche.

Billy miró la oscuridad, incapaz de dormir. La luna llena navegaba por el cielo y su brillo

entraba por la ventana sin cortinas. Billy escuchó el sonido de unas uñas raspando las tablas

del suelo en su dirección. Una voz familiar dijo “Billy, ¿enfermo?”

“Bendito” Billy bajó la mano y acarició la cabeza arrugada del perro. ¿Contará si le cuento a un

perro las cosas que no puedo contarle a nadie más? Se preguntó.

“Caballo” gruñó Bendito. “En el jardín.”

“¿Un caballo?” Billy se sentó en la cama.

“Caballo fantasma” dijo Bendito.

Charlie Bone & El Castillo de los Espejos - Jenny Nimmo

87

Billy salió de la cama y corrió hacia la ventana. El caballo estaba justo debajo de él. No en una

forma fantasmal y sutil, si no que parecía muy real esta vez. Su cuerpo era de un deslumbrante

blanco bajo la luz de la luna, y cada pelo de sus espesas crines y su cola brillaba como hilos de

plata.

Billy abrió la ventana y bajó la vista hacia el caballo, sus miradas se encontraron y el animal

habló. “Niño” dijo. “Mi niño.”

“Ayúdame” le rogó Billy.

Capitulo 10: El pájaro enjaulado.

Charlie encontró el botón negro el viernes al final del recreo de la comida. Gabriel lo había

tirado más lejos de lo que había pensado, porque estaba entre dos piedras que cubrían el

interior del gran arco de la ruina.

Mientras Charlie introducía el botón en su bolsillo, una voz dijo “¿Qué es eso, Bone?” Asa Pike

estaba vigilando alrededor del arco.

“¿Qué es qué?” preguntó inocentemente Charlie.

“Has cogido algo.”

“¡Oh, eso!” Charlie metió su mano en el bolsillo y descubrió que por un golpe de suerte se

había dejado una canica dentro. “Es solo una canica” La sacó fuera y la sostuvo a contraluz.

“¿Lo ves? Estábamos jugando aquí ayer y rodó hacia una grieta. Pensaba que nunca la sacaría

de ahí.”

Asa observó la canica, “¿De dónde la has sacado?”

“No puedo recordarlo, la he tenido por años. Es como una mascota.”

“Hmm” Asa se giró y se alejó del chico. La extraña manera de caminar de Asa siempre le daba

escalofríos a Charlie, y tuvo la desagradable visión de Asa convertido en bestia, cavando en la

ruina. ¿Dónde encontró el corazón?, se preguntó Charlie. ¿Y tenían la total certeza de que se

trataba del corazón de Borlath?

Charlie se estremeció involuntariamente y abandonó la ruina. Mientras deslizaba la canica en

su bolsillo, sus dedos tocaron el botón negro, y brotó en él una oleada de esperanza. Quizás,

por fin, se estaba acercando a su padre.

Cuando estaba en la fila del autobús por la tarde, Charlie le pidió a Gabriel que se reuniera con

él en el Café de las Mascotas el sábado. “He encontrado el botón” le susurró. “¿Podrías

intentarlo otra vez, Gabriel?”

Charlie Bone & El Castillo de los Espejos - Jenny Nimmo

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Gabriel se encogió de hombros enigmáticamente. “No estoy seguro de que quiera

encontrarme otra vez con ese caballo.”

“El botón no tiene nada que ver con el caballo” dijo Charlie. “Confía en mí, te lo explicaré

mañana.”

“Más te vale” dijo Fidelio. “Y todavía no nos has contado por qué llegaste tarde a la hora de

acostarte ayer.”

“Todo será revelado” prometió Charlie.

El tío Paton había adquirido últimamente el hábito de ordenar comida deliciosa de un

restaurante elegante de la ciudad. La herencia de uno de los ricos familiares franceses de su

madre había hecho eso posible, y se aseguraba de que todos en el número nueve de la calle

Filbert se beneficiaran de su buena fortuna.

Por supuesto, esto solo le daba a las hermanas Yewbeam otra razón para odiar a su hermano.

Pero mientras la abuela Bone hervía de indignación en privado, no paraba de disfrutar de las

delicias. A Grizelda Bone le encantaba la buena comida, especialmente el foie gras y el caviar.

Aquel día, mientras Paton, Maisie y Julia Ingledew estaban sentados en la cocina comiendo

pastel de venado, la abuela Bone, reclinada en su mecedora del salón, comía caviar con

tostadas y tomaba un vaso de oporto. No le gustaba comer con las visitas, especialmente con

la señorita Ingledew, quien ella imaginaba estaba persiguiendo a su hermano, aunque

cualquiera le podría haber dicho que a la inversa.

“¡Vaya!” exclamó Charlie al entrar a la cocina. “Que olor tan delicioso, ¿puedo tomar un poco

de lo que sea que lo haya causado?”

El tío Paton le cortó una gran rebanada de pastel, y Maisie empujó una olla con salsa picante

en su dirección.

“Prueba un poco. Es mejor que lo que solemos comer” dijo Maisie con un guiño. “Tiene ron.”

Charlie se dio cuenta de que su tío llevaba una chaqueta nueva. “¿Vas a algún sitio especial?”

le preguntó.

Paton puso un dedo en sus labios. “¡Shhh! No queremos que cierta persona lo sepa.”

“De hecho planeábamos llevarte con nosotros” dijo Julia en voz baja.

No se dijo nada más sobre el asunto, y aunque Charlie ardía en curiosidad se dio cuenta de que

todo el mundo estaba esperando a que la abuela Bone se fuera a dormir la siesta. Unos

minutos después Amy Bone volvió de trabajar y se unió a los demás en la cocina. Le dijeron a

Charlie que llevara la botella de oporto al salón.

“Charlie – qué agradable – ¿me traes más oporto?”

Charlie reprimió a duras penas una sonrisa al escuchar la dificultad con la que la abuela Bone

arrastraba las palabras. Claramente, ya había bebido más de un vaso de oporto. Llenó

cuidadosamente el vaso y le preguntó si le gustaría un poco de pastel de venado.

Charlie Bone & El Castillo de los Espejos - Jenny Nimmo

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“Pastel – mmm – vale.” La abuela Bone se relamió los labios y puso los pies en el sofá.

Charlie volvió a la cocina, colocó una porción de pastel en un plato y lo cubrió con abundante

salsa de ron y albaricoque. “Está cabeceando” dijo suavemente.

Diez minutos más tarde, escucharon unos enormes ronquidos provenientes del salón.

“Estará fuera de combate por horas” dijo Maisie. “Yo me iría ahora si fuera vosotros.”

“¿A dónde vais?” preguntó Amy.

“Ah…a una casa cerca de aquí” le dijo Paton. “Y nos gustaría llevarnos a Charlie.”

“¿Por qué?” preguntó Amy. “No…no es peligroso, ¿verdad?”

“Oh, mamá. Claro que no” dijo Charlie, quien no tenía ninguna idea de si era peligroso o no.

“¿Y tú cómo lo sabes?” su madre le dirigió a Paton una mirada cautelosa.

Paton se rascó la cabeza. “Bueno, no debería ser peligroso.” Consultó una nota que había

sacado de su bolsillo. “Está a solo unos bloques de aquí y hasta donde yo sé, es un vecindario

muy tranquilo.”

“Hasta donde tú sabes” murmuró Amy, “Paton, tú siempre estás yendo a sitios peligrosos.”

“Mamá por favor” le rogó Charlie.

“Vamos a conocer a un familiar de Billy Raven” explicó la señorita Ingledew. “El pobre hombre

lo está pasando mal. Ha tenido que mandarme unas cartas destinadas a Paton para evitar que

cayeran en las manos equivocadas.”

Amy sonrió a regañadientes. “Está bien Charlie.”

Todavía no había la oscuridad suficiente para que el tío Paton se arriesgara a salir, pero tras

esperar otra media hora, una atenta nube negra empezó a cubrir el cielo. Para cuando la

pequeña expedición dejó el número nueve, pesadas gotas de lluvia caían en la calle.

El tío Paton abrió un gran paraguas azul, que los cubría a él y a la señorita Ingledew, pero que

dejaba que a Charlie le mojaran la mayoría de las gotas. Despreocupado, Charlie corrió hacia

delante. Siguiendo la calle hacia el parque, giraron a la izquierda como decían las instrucciones.

Aquí, una avenida de altos plataneros le otorgó un poco más de protección de la lluvia, que se

había vuelto muy fuerte. Caminaron otros quinientos metros antes de que el tío Paton gritara

“Hay que girar a la derecha. Es el número quince.”

Charlie rodeó una esquina que daba a parar a un camino que casi podría describirse como una

calle de pueblo. Frondosas ramas se arrastraban por el pavimento y la mayoría de las casa

estaban escondidas detrás de altos arbustos.

La puerta del jardín del número quince necesitaba urgentemente una mano de pintura y le

faltaba una bisagra. Charlie apenas podía ver la casa – estaba cubierta de hiedra y rosas

Charlie Bone & El Castillo de los Espejos - Jenny Nimmo

90

blancas. Un aroma delicioso flotaba desde el jardín, y la señorita Ingledew declaró que era el

aroma más delicioso del mundo.

“Lo tendré que embotellar para ti” dijo el tío Paton afectuosamente.

Empujaron la desvencijada puerta y caminaron por el sendero hasta una puerta blanca. No

había ninguna campana o aldaba, así que Charlie tiró de una cadena que colgaba al lado de la

puerta. Una campanilla se oyó al otro lado de la puerta.

Poco después, Alice Angel estaba en el marco de la puerta. “Charlie, tú también has venido”

dijo. “Oh, estoy tan contenta.”

Charlie estaba sin palabra, nadie le había dicho que iban a ver a Alice Angel, estaba bastante

confuso. Pero el tío Paton y la señorita Ingledew entraron a la casa y se presentaron como si

Alice fuera una persona perfectamente normal, así que Charlie decidió seguirles.

Alice tomó sus húmedos abrigos y chaquetas y los condujo a un bonito salón. Debido a todas

las plantas que cubrían las ventanas, la habitación estaba casi a oscuras, y Alice buscó

inmediatamente el interruptor de la luz.

“¡No lo haga!” gritó Paton.

Su grito llegó demasiado tarde. Las bombillas de la pequeña araña de luces que colgaba en el

centro de la habitación explotaron una a una y una ducha de cristal cayó sobre la alfombra, sin

tocar a Alice por centímetros.

“Lo lamento tanto” se disculpó Paton. “Tendría que haberla advertido, qué tonto, qué

negligente.”

“Ha sido totalmente mi culpa” dijo Alice. “Esto está demasiado oscuro. Iré a traer el recogedor

mientras ustedes hablan con Christopher.”

Charlie miró la penumbra, intentando localizar a Christopher, mientras el tío Paton y la

señorita Ingledew discutían con Alice sobre quién debería barrer los cristales rotos. Alice

insistía en que los invitados tenían que ponerse cómodos mientras ella buscaba el recogedor.

Mientras ellos tomaban sus asientos, una suave risa vino de una esquina de la habitación,

luego una voz dijo “Así que es usted un elevador de voltaje señor Yewbeam. Siempre he

querido conocer a uno.”

Todos miraron hacia la esquina y vieron a un hombre pequeño y delgado con pelo escaso y una

ropa que le venía grande. El extraño se puso de pie y avanzó hacia ellos, extendiendo su mano.

“Christopher Crowquill” dijo “Sé quiénes son ustedes.”

Mientras se estrechaban las manos, Alice volvió con un recogedor y una escoba, que Paton le

arrebató enseguida. Empezó a barrer el suelo y Alice volvió a la cocina a por tarta y velas.

Cuando estuvieron todos sentados confortablemente en la habitación iluminada por velas y

con un pedazo de tarta, Christopher Crowquill empezó a preguntar por Billy Raven.

“Billy está enfermo, señor Crowquill” dijo Charlie.

Charlie Bone & El Castillo de los Espejos - Jenny Nimmo

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“¿Enfermo?” Christopher parecía alarmado.

“Acababa de enseñarnos un botón que había encontrado, cuando súbitamente empezó rodar

por el suelo presa de una horrible agonía. No paraba de murmurar sobre un juramento y de

que no lo había roto. Lo llevaron a la enfermería y no lo he visto desde entonces.”

“¡Los juramentos son mortales!” declaró Christopher. “Florence tiene una bolsa llena de ellos.

La mayoría los firmó gente que pidió prestado dinero. Desgraciadamente, una vez que un

juramento ha sido firmado Florence nunca los devuelve, incluso cuando el dinero ha sido

devuelto. Si alguien rompe un juramento, experimenta un horrible dolor. A veces, la agonía es

tan grande que la víctima se queda lisiada de por vida. El papel es sumergido en veneno y

luego imbuido en lo que yo creo que es un espíritu malvado. A Billy le han hecho firmar un

juramento, apostaría mi vida por ello.”

“Por eso le asustaba tanto contarme algo” dijo Charlie pensativamente. “Pero creo que sé el

nombre de su nuevo hogar. Se llama la Casa de Paso.”

“¡La Casa de Paso!” Christopher se llevó la mano a la cabeza. “Dios mío, la Casa de Paso nunca

podría ser descrita como un hogar. Los Bloors la utilizan de vez en cuando para sus huéspedes

ocasionales: gente que necesita algún lugar en el que esconderse u otros que los Bloors

quieren esconder. Si Usher de Grey está involucrado, entonces Billy no podrá dejar la casa a

menos que Usher decida permitir que se vaya. Oh, el pobre niño, debo ayudarle.”

“¿Pero cómo puede Usher mantener al niño prisionero?” preguntó indignada la señorita

Ingledew.

“Querida mía, puede crear campos de fuerza.” Christopher miró sus manos arrugadas y agitó

su cabeza. “Su don es muy poderoso, además de desagradable. El pobre Billy nunca será capaz

de escapar, la pared invisible de Usher es más fuerte que el hierro.”

Aquella información hizo que todo el mundo se sintiera pesimista, un silencio absoluto se

instaló en la habitación hasta el tío Paton dijo súbitamente “El botón Charlie, ¿cuál es su

importancia?”

Charlie explicó que Billy había encontrado el botón en la Casa de Paso y sentía curiosidad por

saber si el botón diría algo. “Tenemos un amigo llamado Gabriel” le explicó a Alice y

Christopher, ya que ambos parecían un poco descolocados. “Gabriel puede sentir cosas,

también puede ver cosas si se pone la ropa de otra persona. Le aflige mucho, así que se

mantiene alejado de la ropa vieja y todo eso la mayoría del tiempo. Al principio, no

pensábamos que funcionaría con un botón, porque no te lo puedes poner, ¿no? Pero sí que

funcionó.”

Había un ambiente de expectación, eventualmente roto por el tío Paton, quien dijo “¿Y…?”

“Y…” Charlie se sentía inesperadamente avergonzado. “Vio un hombre con el pelo oscuro,

atrapado dentro de murallas de cristal – espejos – y escuchó un piano, pero no pudo verlo. Y

luego…luego…” Charlie describió la terrorífica experiencia del caballo fantasma y el terrible

experimento en el laboratorio de Ezekiel.

Charlie Bone & El Castillo de los Espejos - Jenny Nimmo

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La habitación se llenó de inmediato con exclamaciones de horror y consternación. De hecho,

las indignadas voces se volvieron tan altas y tan fieras, que Charlie se sintió abrumado y

preguntó si tenía permiso para salir y tomar un poco de aire fresco.

Alice le enseñó la puerta trasera, y Charlie se adentró en un calmado mar de flores. Había

parado de llover por fin y un maravilloso vapor perfumado llenaba el jardín.

“¡Vaya! Y eso que no les he contado que el caballo va detrás de mí,” murmuró Charlie.

La vista de una caravana de gitanos de verdad sacó su mente de sus problemas inmediatos,

Charlie se metió por las flores hasta que llegó a unos escalones de madera que subían a la

puerta de la caravana. Estaba a punto de subir los escalones cuando un movimiento al final del

jardín llamó su atención. Para su sorpresa, vio a Olivia mirándole desde lo alto de una gran

pared.

“¡Liv!” la llamó. “Olivia, ¿qué estás haciendo ahí?”

Olivia saltó al otro lado.

“¡Que sea así, entonces!” gritó Charlie. Saltando por las plantas empapadas por la lluvia, llegó

hasta la pared y la llamó otra vez. “¿Liv, estás ahí?, ¿qué estás haciendo?” Charlie se elevó

hasta lo alto de la pared y miró hacia el otro jardín, este despojado de flores. La suave ladera

verde terminaba en una gran casa blanca que Charlie reconoció inmediatamente. La casa

pertenecía a los Vertigo. Alice Angel era la vecina de Olivia. Qué raro que Olivia no la

conociera.

No había ni rastro de Olivia, así que Charlie saltó la muralla, cogió una brillante manzana roja y

caminó hasta el interior de la casa de Alice.

“Ah, has encontrado una manzana” Alice le sonrió a Charlie cuando este entró “Esas manzanas

son tan buenas.”

Las cosas se habían calmado un poco, aunque el tío Paton y Christopher Crowquill estaban

ahora discutiendo algo en un tono bajo aunque agitado.

“Vi a mi amiga Olivia” le contó Charlie. “No sabía que vivía al otro lado de tu pared. No ha

querido hablar conmigo.”

“Está teniendo una crisis” dijo Alice gravemente. “A veces pasa cuando la gente pelea en

contra de su verdadera naturaleza. Espero que acepte esto pronto. Marcaría tanto la

diferencia – para todos vosotros.”

“¿De verdad?” Charlie estaba desconcertado. “¿Cómo lo?…Quiero decir, ¿está usted dotada,

señorita Angel?”

“Alice por favor” sus ojos grises parpadearon. “Sí, estoy dotada.”

A Charlie le habría gustado poder hacerle una cuantas preguntas, pero en aquel momento, el

tío Paton se puso de pie, limpiándose los restos de de tarta de sus pantalones, y dijo

“Debemos irnos”

Charlie Bone & El Castillo de los Espejos - Jenny Nimmo

93

Mientas se iban, Christopher Crowquill les agradeció su visita y les estrechó cálidamente las

manos. “No puedo deciros lo que significa esto para mí” dijo. “Me quedan pocos amigos en

esta ciudad desdichada, y haber sido un pájaro enjaulado me ha enseñado quienes son. Alice

Angel es fiel a su nombre, ella ha sido como un ángel. No ha habido una semana durante mi

larga estancia en la cárcel en la que no haya venido a visitarme. Ella me dio esperanza y ahora

me está dando cobijo. Pero os ruego que mantengáis mi localización en secreto, o ella estará

en mucho más peligro de lo que estoy yo.”

Ellos prometieron no contarle a ningún alma nada sobre si visita, tío Paton de una manera

mucho más vehemente que los demás. “Estaremos en contacto” le dijo a Christopher “No

pierdas la esperanza.”

La puerta blanca se cerró firmemente detrás de Paton, seguido por Charlie y la señorita

Ingledew hacia el camino. La calle estaba desierta, pero Christopher no quería correr riesgos.

La farolas se habían encendido, y aunque había parado de llover, el tío Paton tuvo la

precaución de esconder su cabeza debajo del paraguas por si había otro accidente. El paraguas

cubría también a Julia, por eso ninguno de los dos vio la extraña figura gris que se lanzó hacia

los arbustos al otro lado de la rejas del parque. Charlie tampoco estaba seguro de haberlo

visto, pero empezó a estar más y más seguro de que había sido real y que no era un zorro o un

perro, sino una bestia gris y contrahecha. Espiar era la ocupación favorita de Asa Pike, así que

si los había seguido, el número quince de Park Avenue era ahora una casa marcada.

Charlie se dijo a sí mismo que Asa probablemente no había adivinado porqué él y su tçío

habían visitado a Alice Angel. Para cuando llegaron a la calle Filbert, se sentía seguro, pero

había algo que necesitaba saber, y le preguntó a su tío porqué el señor Crowquill había

llamado a la ciudad “desgraciada.”

“Imagino que para él será una ciudad desgraciada porque él fue enviado a prisión” dijo el tío

Paton. “Es algo terrible que te pase cuando eres inocente.”

“No, es mucho más que eso” añadió Julia en voz baja “Pensar en todas las tragedias que han

tenido lugar aquí, desde el mismo momento en el que los hijos del Rey Rojo empezaron a

matarse unos a otros. Tengo más de cien libros antiguos que describen la eterna lucha que se

ha llevado a cabo aquí a través de los siglos. La gente buena pierde y los malvados

prevalecen.” Ella sonrió “Pero aún así amo esta ciudad. Creo que es porque al sobrevivir entre

todos esos hechos oscuros, el bien adquiere mucha más fuerza y vigor.”

Charlie pensó en su padre, derrotado y perdido porque intentó luchar contra los Bloor “Tú

encontraste el Libro de Amadis” dijo. “¿Piensas que era mi padre a quién Gabriel vio cautivo en

el Castillo de los Espejos? Sé que él tenía el cabello oscuro y sé que está atrapado en algún

lugar, y también está la música del piano.”

“No te lo puedo asegurar Charlie” dijo amablemente Julia “Pero es posible.”

Habían llegado al número nueve, y Paton cerró el paraguas mientras Charlie corría a apagar la

luz del recibidor y muchas otras que podían suponer un riesgo.

Charlie Bone & El Castillo de los Espejos - Jenny Nimmo

94

La abuela Bone se había despertado “¿Dónde habéis estado?” gritó desde el comedor.

“Paseando” dijo Paton.

“¿Paseando?, ¿está aquí esa mujer de nuevo?”

“Si te refieres a Julia, sí está aquí” dijo Paton enfadado. “Vamos a tomarnos una taza de té, y

luego voy a acompañarla andando hasta su casa.”

“Será mejor que tengas cuidado con las luces” su hermana se rio desagradablemente.

“No creo que vaya a quedarme a tomar té” dijo Julia rápidamente. “Emma está en casa de una

amiga, pero volverá dentro de poco.”

El tío Paton acompañó a la señorita Ingledew hasta las escaleras, ella gritó antes de irse

“Emma tiene una nueva mascota, Charlie.”

“¿Qué es?” preguntó Charlie.

“Lo descubrirás mañana” dijo la señorita Ingledew, cogiendo el brazo de Paton. “Cuando lo

lleve al Café de las Mascotas.”

Capítulo 11: La Casa de Paso

Charlie corrió durante casi el camino hacia el Café de las Mascotas. Tenía la correa de Judía

Corredora en su bolsillo y un plan excelente en su cabeza. La ciudad estaba llena de

compradores domingueros y esto hizo que Charlie bajara el ritmo.

Giró en la calle de la Rana al mismo tiempo que Dorcas Loom y sus dos hermanos mayores.

Albert y Alfred Loom eran unos chicos grandes con pinta de agresivos. Disfrutaban robando

mochilas, atormentando gatos y haciendo trucos con sus skates. Eran también los orgullosos

dueños de cuatro rottweilers, lo que les permitía entrar en el Café de las Mascotas.

Normalmente, Dorcas esperaba en un banco fuera. A ella le daban miedo los animales, y

Charlie solía pensar a menudo en cómo aguantaba vivir con dos criaturas tan agresivas- por no

mencionar a los dos rottweilers.

Con un rápido “¡Hola!” Charlie pasó por delante de los Looms y entró en el Café de las

Mascotas.

“¿Qué pasa Charlie?” dijo Norton. “¿Te has encontrado con el Jinete sin cabeza o qué?”

“Lo sabrás en un minuto” dijo Charlie.

Charlie Bone & El Castillo de los Espejos - Jenny Nimmo

95

Vio la cabeza rubia de Emma en la distancia y dejando que Norton se enfrentara a los Looms,

se dirigió hacia ella. Para su sorpresa, la mesa estaba llena. Lysander y su loro Homer se habían

girado. Tancred estaba sentado a su lado con uno de los jerbos de Gabriel, y Gabriel estaba

alimentando a la rata negra de Billy, Rembrandt.

“¡Charlie, siéntate aquí!” Fidelio hizo un hueco para Charlie, mientras su gata sorda se aferraba

a su hombro.

Tan pronto como Charlie se sentó, Judía Corredora, quien había estado dormitando debajo de

la mesa, saltó a su regazo, agitando la mesa de semejante manera que se inclinó hacia un lado,

mandando muchos platos y vasos al suelo.

Hubo varios gritos de “Ese perro” “¿No puedes controlarlo, Charlie?” “Estaba comiéndome

esa tarta” “¡Ahí va mi zumo!” mientras Charlie se excusaba “Nadie me dijo que Judía Corredora

estaba debajo de la mesa.”

Casi al mismo tiempo, los chicos Loom llegaron, causando una conmoción casi mayor con sus

rottweilers. Los cuatro grandes perros empezaron a intentar morder a cualquier criatura que

tuviese la mala suerte de encontrarse en su camino.

El ruido en el café era tal que el señor Onimoso tuvo que saltar a una mesa y gritar “¡Silencio

por favor! El mal comportamiento no es aceptado en este establecimiento.”

Homer, el loro de Lysander, graznó, “¡Bien dicho señor!”

A lo que Alfred Loom gritó “¿Cuál es su problema querido?”

El señor Onimoso fijó su mirada en el joven con incredulidad “¿Disculpa?” dijo.

“He dicho ¿Cuál es su problema?” repitió Alfred.

Estirándose en toda su estatura de 149 centímetros (más la mesa, la cual le hacía 195.58

centímetros más alto), el señor Onimoso replicó “Considere a los animales pequeños, señor.

Puedes ver lo asustados que están. Tus perros crean problemas cada vez que los traes aquí.”

“No somos nosotros, es él” Albert Loom señaló a Charlie. “Él y ese loco perro amarillo. Es más

grande que los nuestros.”

Judía Corredora lanzó un profundo ladrido y se precipitó sobre los rottweilers, mientras Homer

graznaba. “¡Dales su merecido!”

Una pelea terrible se inició. Muchos de los otros perros no pudieron resistirse a unirse a la

pelea y el escándalo se volvió ensordecedor. Multitud de pájaros chillones volaron hacia el

techo, los gatos maullaron, las serpientes se enrollaron sobre sí mismas, lo monos saltaron

sobre los extraños y una iguana salió corriendo por la puerta. Cualquier cosa pequeña

simplemente se escondió.

Norton fue mordido varias veces mientras trataba de separar a los perros y Charlie fue tirado

al suelo por un aterrorizado pony, justo cuando consiguió agarrar el collar de Judía Corredora.

Charlie Bone & El Castillo de los Espejos - Jenny Nimmo

96

La señora Onimoso saltó al lado de su marido (lo cual la hizo tener una altura de 259

centímetros) y empezó a agitar un tarro de galletas vacío. Su cabeza estaba tocando el techo, y

podrías haber pensado que la imagen de una persona tan enorme habría detenido la pelea.

Pero no hoy. Solo el sonido de una sirena acercándose tuvo algún impacto. Tan pronto como

los Looms oyeron la sirena sacaron a sus perros de la pelea y dejaron el café. Dos minutos

después los oficiales Wood y Singh llegaron a la escena. Las cosas se habían calmado

considerablemente por ese entonces, pero el señor y la señora Onimoso estaban todavía de

pie en la mesa.

El oficial Singh se abrió camino a través de los platos rotos y se dirigió al propietario.

“¿Podríamos hablar un momento, señor?” le preguntó al señor Onimoso. “En privado.”

El señor Onimoso saltó de la meas y cuando hubo ayudado a su esposa a bajar de la forma más

digna posible, la pareja desapareció en la cocina con los dos policías. Norton, cuyas manos

sangraban profusamente caminó tras ellos.

“Los Looms desaparecieron a la velocidad de la luz cuando oyeron la sirena” remarcó Tancred.

“Y ellos han causado todo este problema” añadió Emma “No es justo.”

Charlie se las había arreglado para traer a Judía Corredora de vuelta a la mesa y todo el mundo

le aclamó por ser tan valiente. Homer incluso gritó “¡Croix de Guerre!” aunque ninguno sabía

qué significaba.

“Es una medalla francesa al valor” explicó Lysander. “Lo aprendió de mi madre.”

Compartieron las galletas que quedaban en la mesa mientras esperaban la vuelta del señor y la

señora Onimoso. Muchos de los animales más ruidosos se habían ido, y ahora había el silencio

suficiente para que Charlie pudiera oír un distintivo y persistente quack viniendo de alguna

parte. Miró hacia abajo y vio un pato blanco sentado debajo de la silla de Emma. “Así que es

un pato” dijo. “Tu tía me contó que tenías una nueva mascota.”

“Voló a nuestro patio ayer” dijo Emma “La he llamado Nancy, como mi madre. Ella murió, ya lo

sabes.”

“Sí por supuesto. Es un pato muy bonito.” A Charlie no se le ocurría nada más que decir.

“Olivia no ha venido, otra vez” observó Fidelio. “¿Cuál es el problema con ella, Em?”

Emma se encogió de hombros. “No lo sé. Apenas habla conmigo, y cuando lo hace, siempre

está de mal humor.”

“Está hecha un desastre” dijo Lysander.

“Y ella solía estar fantástica” añadió Tancred tristemente.

Charlie pensó que ya era hora de hablarles sobre Alice Angel y la tienda de flores. “Creo que

Olivia está dotada” dijo. “Pero no quiere admitirlo. Incluso oyó al caballo fantasma y hasta

donde yo sé, solo los dotados pueden oírlo.”

Charlie Bone & El Castillo de los Espejos - Jenny Nimmo

97

Fidelio estuvo de acuerdo. Él nunca había visto, oído o sentido al caballo, incluso cuando los

otros estaban huyendo de él.

Lysander demandó saber más acerca del caballo fantasma, así que Charlie le puso al día

añadiendo los detalles del terrible experimento de Ezekiel.

“¡Un corazón!” gritó Tancred cuando Charlie hubo acabado. “¡Eso es tan asqueroso!”

“Hay más” Sin mencionar a Christopher Crowquill, Charlie comenzó a contarle a sus amigos

acerca de Billy Raven y los espantosos talentos de sus nuevos padres.

“¿Así que vas a arriesgar tu vida y quizás la nuestra para intentar rescatar a Billy el Tonto, es

eso?” preguntó Tancred.

“Eso es lo que intento” dijo Charlie. “Pero Billy no es tonto, simplemente ha tenido mala

suerte.”

“Ya lo veremos” murmuró Gabriel sombríamente.

Parecía un buen momento para mencionar el botón de nuevo. Charlie se lo pasó a Gabriel y le

rogó que visitara el mundo de los espejos una vez más. “Quizás si escuchas el piano de nuevo,

reconocerás la música. ¡Cualquier cosa que me pueda decir algo más acerca del lugar y del

hombre atrapado ahí!”

Gabriel cogió el botón con un suspiro y una vez más lo sostuvo sobre su corazón. Cerró los ojos

y todos observaron en silencio como su ceño se fruncía y en su larga cara se instalaba una

expresión de solemne concentración. Una vez más, su cuerpo se estremeció y su boca se

crispó. Después de cinco minutos, Gabriel abrió sus ojos y tiró el botón a la mesa.

“Rachmaninoff” dijo. “Preludio en Do. Y es una grabación – uno de esos pequeños y rayados

vinilos.”

“¿Y el hombre?” preguntó Charlie.

“Su cara estaba muy distorsionada. Había muchos espejos – los detalles se me siguen

escapando, lo siento Charlie.”

Pero Charlie no estaba muy decepcionado. Ahora tenía el nombre de la música y era algo con

lo que continuar.

La charla en el café se tornó en un susurro cuando los oficiales Singh y Wood salieron de la

cocina y abandonaron el café. Unos momentos después, el señor Onimoso apareció y anunció

que habían cerrado por aquel día y que Norton sería llevado al hospital para que le dieran

puntos y le pusieran la inyección del tétano.

Cuando Charlie y sus amigos se levantaron para irse, el señor Onimoso se acercó a su mesa.

“Lo siento chicos” dijo. “No abriremos mañana. Norton ha quedado muy herido y mi pobre

esposa todavía tiene escalofríos. La policía nos ha avisado de que quizás cierren nuestro

precioso café. Esos chicos, los Looms, provocan problemas siempre que vienen y la gente está

empezando a quejarse.”

Charlie Bone & El Castillo de los Espejos - Jenny Nimmo

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“Debería prohibirle la entrada a los perros, señor Onimoso” dijo Lysander. “Mi padre podría

hacerlo.”

“Tu padre podrá ser un juez pero no sabe nada de llevar cafés de mascotas” dijo el señor

Onimoso gravemente “No puedo empezar a prohibirle la entrada a perros, joven Lysander. A

los dueños quizás, pero a los perros no.” Se inclinó sobre la mesa y cogió la rata negra. “Será

mejor que lo lleve de vuelta a la cocina. Echa mucho de menos a Billy.”

“Billy vendrá a visitarle muy pronto” Charlie parecía tener más confianza de la que sentía. “La

cosa es, señor Onimoso, que necesito encontrar un sitio llamado la Casa de Paso.”

“¿Para qué?” le preguntó el señor Onimoso, sorprendido.

Charlie le habló sobre la adopción de Billy, y mientras escuchaba, el sabio rostro del señor

Onimoso se llenó de surcos de preocupación. “¡Qué desgracia!” declaró. “¿Qué tiene el mundo

contra ese niño que le impide llevar una vida sin preocupaciones? La Casa de Paso está en el

Pasaje de Crook*, Charlie. Subiendo hacia la catedral en la parte antigua de la ciudad. ¡Pero

ten cuidado! No me gustaría enfrentarme a esos de Grey.”

“Me llevaré a Judía” dijo mientras ataba la correa al collar de Judía Corredora.

“No te irás sin mi” dijo Fidelio.

“Yo iré con vosotros también” Emma metió a Nancy en una canasta de mimbre.

Gabriel, Tancred y Lysander vivían en la dirección contraria, en una colina boscosa llamada Los

Altos, pero todos querían que los llamaran si necesitaban su ayuda. El pelo rubio de Tancred

crepitaba debido a la electricidad y unas pequeñas brisas continuaban rondando sus tobillos

mientras subían por la calle de la Rana.

“Tengo un mal presentimiento Charlie” dijo Tancred. “La tormenta estará esperando tu señal.”

“Al igual que mis ancestros” añadió Lysander.

Cuando llegaron la calle Mayor, los tres chicos mayores giraron hacia la derecha, mientras que

Charlie, Fidelio y Emma giraron a la izquierda, hacia la catedral. Una vez más, una pesada

niebla había empezado a deslizarse por la ciudad, pero no era la agradable niebla de ayer. Era

más como un vapor que venía de lo más profundo de la tierra: fría y siniestra, se hacía más

espesa con cada paso que daban los niños hacia la catedral.

Cuando pasaron por la librería Ingledew, Emma entró un momento y puso la cesta de Nancy

en el mostrador. Su tía estaba hablando con un cliente, así que Emma saludó con la mano y

dijo “¡Volveré pronto!” luego volvió a salir. En ese momento, Fidelio entró también y dejó a su

anciana gata en lo alto de la cesta.

“No será por mucho tiempo” le dijo a la perpleja señorita Ingledew.

Cuando Fidelio salió de la tienda, se dieron cuenta de que tres brillantes criaturas se acercaban

a ellos a través de la niebla. “¿Vosotros sabíais que las Llamas nos estaban siguiendo?” le

preguntó a Charlie.

Charlie Bone & El Castillo de los Espejos - Jenny Nimmo

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Charlie volvió a mirar a los tres resplandecientes gatos “Deben tener un motivo” dijo. “Siempre

lo tienen. ¡Hola Aries, hola Sagitario y Leo!”

Los gatos contestaron a su saludo con unos profundos y amigables maullidos. Judía Corredora

les ladró como advertencia pero los gatos no le hicieron caso. Cuando todo se hubo calmado,

los siguieron a una distancia prudencial, respetando los instintos del enorme perrazo.

Detrás de la catedral, la ciudad se volvía un laberinto de callejones estrechos y pasos húmedos

y sombríos. Los carteles de la ciudad estaban agrietados y descoloridos, y algunos de ellos ni

siquiera se podían leer. Para encontrar el Pasaje de Crook, Charlie se tuvo que adentrar en el

callejón más oscuro que jamás había visto.

“Es aquí” dijo en voz baja.

“Que sitio tan tenebroso” remarcó Fidelio, siguiéndolo cautelosamente.

“Y huele fatal” Emma arrugó su nariz.

Empezaron a subir una empinada cuesta, tropezando con escalones que aparecían de la nada

mientras avanzaban hacia la oscuridad. Judía Corredora gemía continuamente, lo que ponía a

todos al borde de los nervios. Los gatos se adelantaron a los niños y abrieron la marcha con su

brillante pelaje resplandeciendo en la niebla.

Después de pasar dos carteles oxidados, Charlie encontró por casualidad las palabras “La Casa

de Paso” grabadas en piedra sobre una gran puerta de roble.

“¿Qué es lo que vas a decir?” le preguntó Emma cuando Charlie llegó a la aldaba, una mano de

bronce de gran tamaño.

“Diré ¿Dónde está Billy? Eso debería ser suficiente” dijo Charlie.

Sin embargo, cuando la puerta finalmente se abrió después de varias llamadas, el discurso de

Charlie se evaporó, ya que el hombre que se encontraba en el marco de la puerta le dirigió una

mirada tan feroz que le quitó el aliento.

“¿Qué queréis?” preguntó el hombre tensamente.

Charlie tragó saliva y Fidelio dijo. “Nos gustaría ver a Billy señor.”

“¿Billy?” el hombre parecía indignado “¿Billy?”

“Vive aquí, ¿no?” le preguntó Emma.

“¡Fuera!” gritó el hombre. Empezó a cerrar la puerta, pero Charlie puso su pie en el umbral, al

mismo tiempo, Judía Corredora vio un gato negro correr como una bala por el recibidor detrás

del hombre. Con un ladrido jubiloso, Judía Corredora se lanzó tras él, o al menos lo intentó,

porque su nariz se estampó contra algo y lo envió hacia atrás aullando.

“¿Qué le ha hecho a mi perro?” gritó Charlie.

Usher de Grey pateó el pie de Charlie apartándolo del umbral y cerró la puerta de un portazo.

Charlie Bone & El Castillo de los Espejos - Jenny Nimmo

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“Es aquí” susurró Emma. “Estoy segura, pobre Billy.”

“Es aquí, está bien” dijo Charlie. “Ese es el hombre que vi en el despacho de Manfred, el

hombre al que no le gustan los niños.”

“¿Y ahora qué?” preguntó Fidelio.

El gemido angustiado de Judía Corredora le impedía a Charlie pensar con claridad. Golpear tu

nariz contra algo invisible puede ser muy aterrador para un perro, y Charlie no sabía cómo

describir un campo de fuerza en el idioma de los animales, solo Billy podía hacerlo.

“Pensaré en algo” dijo Charlie tan alegremente como pudo.

Todos eran reacios a abandonar la Casa de Paso mientras Billy siguiera atrapado ahí dentro,

pero no podían hacer nada más. Tendrían que hacer otro plan.

Mientras Charlie salía del pasaje de Crook, miró hacia atrás. Las Llamas no se habían movido.

Estaban sentadas en fila fuera de la Casa de Paso. Quizás ellas tenían la clave para el escape de

Billy.

Billy estaba viendo su tele cuando escuchó al perro. Al principio, el sonido era solo una serie de

ladridos angustiados, pero entonces Billy empezó a reconocer la voz de Judía Corredora y a

entender lo que decía el perro.

“¡Puerta fantasma!” ladró Judía Corredora. “¡Pared de hielo!, ¡pared de fuego!, ¡muralla

dañina!, ¡ha sido un truco del gato! ¡Dolor!, ¡Charlie, ayúdame!”

Billy saltó de la cama y corrió hacia la ventana, todo lo que podía ver a través de la espesa

niebla era una muralla de piedra gris. Su ventana estaba cerrada con llave y no tenía ninguna

oportunidad de abrirla. Salió al pasillo fuera de su habitación y caminó de puntillas hasta el

rellano. Mirando hacia el recibidor, llegó justo a tiempo para ver cómo Usher de Grey cerraba

la puerta de golpe. Billy corrió de vuelta al pasillo y permaneció con su espalda pegada a la

pared, apenas atreviéndose a respirar. Charlie estaba fuera, ¿le traería problemas su visita?

Solo pensar en más dolor hizo que el niño cerrara los ojos lleno de miedo.

“¡Billy!” dijo una voz suave.

Billy abrió los ojos y vio a la pequeña gata negra en sus pies. “Amigos” dijo con la voz más baja.

Billy se deslizó hacia su habitación, seguida por la gata. Sin hacer sonido alguno, cerró con

cuidado la puerta.

“Lamento haberle hecho daño al perro” dijo la gata. “Clawdia tenía que mostrarle el peligro a

los amigos de Billy. Tenía que enseñarles la pared secreta de Usher. Por favor, dile al perro que

Clawdia lo lamenta.”

“Se lo diré si alguna vez lo vuelvo a ver,” dijo Billy.

“Mis amigos están ahí” la pequeña gata continuó. “Todavía están. Ayudarán a Billy a escapar.

Esta noche, Billy debe estar listo.”

Charlie Bone & El Castillo de los Espejos - Jenny Nimmo

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“¿Esta noche?” Billy sacudió su cabeza lleno de miedo. Y sin embargo, el deseo de escapar era

tan grande, el pensamiento de la libertad era tan embriagador, que empezó a reír con

emoción.

“¡Shhh!” le silenció la gata. “Todavía no.”

“¿A dónde iré?” preguntó Billy. “Si dejo este lugar.”

“Mis amigos te enseñarán.”

“¿Quiénes son tus amigos?”

“Gatos, naturalmente. Pelaje cobrizo, pelaje naranja y pelaje dorado.”

“¡Las Llamas!” jadeó Billy.

“Llamas, sí. Clawdia se va ahora.”

Billy abrió la puerta y la gata negra salió al rellano. “No te olvides” dijo. “Esta noche.”

“¿Cómo iba a olvidarme?” susurró Billy.

Capítulo 12: Rompiendo el campo de fuerza.

Billy siempre cenaba solo en su habitación. Cuando hubiera terminado, llevaría su plato a la

cocina, y luego tendría que fregar todos los platos mientras los de Grey, sentados en la mesa,

trabajaban en sus asuntos.

En la noche en la que Billy esperaba escapar, se dio cuenta de que Florence tenía una pila de

documentos delante de ella. Ojeaba los papeles, lamiendo su pulgar y sonriendo con

satisfacción.

Juramentos, pensó Billy. Se dio cuenta de que de alguna manera, tendría que destruir su

propio juramento si quería escapar de verdad de los de Grey. Pero, ¿dónde estaba la bolsa en

la que se guardaban los juramentos? Tendría que descubrirlo.

Billy secó el último plato y lo colocó en la vitrina. “¡Buenas noches mamá!, buenas noches

papá” dijo (No conseguía llamarles por sus nombres de pila como le habían demandado)

“Gracias por mi deliciosa cena” añadió.

“¿Qué era?” preguntó Florence sin levantar la vista.

“Un sándwich” dijo Billy.

“¿Y qué tenía?” preguntó Usher.

Billy tuvo que pensar un rato para responder a esa pregunta. “Creo que era margarina” dijo.

Charlie Bone & El Castillo de los Espejos - Jenny Nimmo

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“¿Se ha ido ya el dolor, querido?” Florence le dedicó una mirada cursi.

“Sí, gracias mamá.”

“Esperemos que no vuelvas a enfermar otra vez” dijo Florence, revisando uno de sus papeles.

“Sí, buenas noches.”

Ninguno de los de Grey le prestó atención alguna a Billy cuando dejó la cocina. Caminó a través

del recibidor de azulejos, diciéndole a sus pies que se comportaran con normalidad, pero en su

cabeza había semejante revuelo que ni siquiera podía recordar cómo caminaba usualmente.

Una vez que llegó a las escaleras, subió saltando dos escalones al mismo tiempo, dispuesto a

hacer los preparativos para la noche que tenía por delante.

Los de Grey nunca vigilaban a Billy por la noche, pero solo por si acaso, se puso uno de sus

pijamas sobre su ropa normal. En vez de meterse en la cama, se deslizó hasta el rellano y

esperó a que Florence dejara la cocina. A las siete en punto, salió llevando su bolsa gris. Billy se

escondió en las sombras mientras ella cruzaba el recibidor y entraba en un pequeño despacho

al otro lado. Salió sin la bolsa.

Billy caminó de puntillas de vuelta a su habitación. Dejando la puerta entreabierta, se quitó sus

gafas, las dejó en su mesilla de noche y luego se metió en su cama. Fue la noche más larga que

Billy había pasado nunca. El reloj de la catedral dio las doce, luego la una, las dos y las tres.

Habiendo perdido toda esperanza de que le rescataran, Billy cayó en un sueño irregular.

Mientras Billy dormía, las nubes nocturnas se alejaron, revelando un cielo de suave y perlado

gris. La ciudad se encontraba todavía inmersa en le niebla, solo los tejados de los edificios más

altos podían ser vistos desde arriba, con su pizarra húmeda brillando con la luz del amanecer.

Desde la masa de hojas amarillas que coronaban un fresno, un gato naranja emergió. Con una

agilidad asombrosa saltó hasta un tejado alejado por varios metros, seguido por un gato

amarillo y luego otro gato, del color de una llama oscura. Los tres gatos aceleraron por los

tejados hasta que llegaron a un tragaluz abierto. Uno detrás de otro, los tres gatos saltaron a

una habitación vacía en lo alto de la Casa de Paso.

Usher de Grey tenía tanta confianza en su campo de fuerza que nunca se había molestado en

cerrar con llave las puertas. Las Llamas no tuvieron ningún problema al abrirse camino a través

de la casa, pero eran conscientes de que el sitio estaba atado con una peligrosa magia. Para

ellos, de todas maneras, romper un campo de fuerza era tan fácil como pasar a través del

papel.

La pequeña gata negra estaba esperando a sus amigos en el rellano “Iré a por el chico” dijo.

Billy se despertó de golpe cuando Clawdia saltó a su cama.

“¡Es hora de irse Billy!” le susurró. El chico se frotó sus ojos y se puso las gafas. Luego, tras

deslizarse fuera de la cama, se quitó el pijama. Súbitamente, la enormidad de lo que iba a

hacer le hizo temblar con aprensión. Le echó un vistazo al cuarto, a la televisión, el ordenador,

Charlie Bone & El Castillo de los Espejos - Jenny Nimmo

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los libros y los juegos, todo suyo si se quedaba ahí para siempre. Se estaba adentrando en lo

desconocido debido a una pequeña gata, ¿podía confiar en ella?

Cuando vio a las Llamas los nervios de Billy se tranquilizaron por sus reconfortantes ronroneos

y sus cálidos colores, ahora, sentía que podía hacer cualquier cosa.

Florence y Usher de Grey dormían muy ruidosamente probando que el viejo dicho “El mal

nunca descansa” no era demasiado cierto. Cuando Billy y los gatos pasaron por delante de su

habitación, continuaron durmiendo, disfrutando alegremente la clase de sueños que la

mayoría de las personas habrían considerado como pesadillas.

Gracias al extraordinario brillo de los gatos, Billy podía ver el campo de fuerza de Usher.

Centelleantes líneas azules se entrecruzaban por el recibidor como los hilos de una telaraña

gigante. Las líneas azules eran especialmente gruesas cuando cubrían las puertas, y el corazón

de Billy se hundió cuando vio la puerta de la habitación en la que Florence había dejado los

juramentos.

Los gatos bajaron dando saltos las escaleras, y cuando llegaron a la primera hebra negra la

atravesaron, dejando los extremos rotos colgando en el aire.

“Vamos Billy, ¡es seguro!” dijo Aries.

Billy corrió al recibidor y siguió cuidadosamente a los gatos por el camino que habían abierto a

través del campo de fuerza. “Antes de irme tengo que entrar en esa habitación” señaló el

despacho.

Los tres gatos dirigieron su mirada dorada hacia aquella puerta. Fue Sagitario, el gato amarillo,

quien se movió el primero. Apoyado en sus patas traseras, rasgó los hilos que cubrían la puerta

del despacho. Billy alcanzó el picaporte y la puerta se abrió. La bolsa gris estaba en el suelo,

justo delante de él. Cuando Billy la cogió, notó que el cierre se abrió tan pronto como lo

presionó. Obviamente, Florence confiaba en el poder de su marido para proteger su colección

de juramentos.

Billy buscó rápidamente en los papeles de la bolsa, y al encontrar los documentos que él había

firmado, los sacó. Los iba a poner debajo de su jersey cuando notó la mirada de los gatos

clavada en él. Levantó la mirada, dándose cuenta de lo que querían de él.

“Debería llevármelos todos, ¿no?” preguntó. “Así todos serían libres.”

“Sí Billy” replicaron los gatos al unísono. “Todos.”

“Date prisa” añadió Leo. “Se despertarán dentro de poco.”

Mientras salía corriendo de la habitación Billy volvió a poner sus documentos en la bolsa gris y

la colocó debajo de sus brazos. Las Llamas ya estaban rompiendo todas las hebras que cubrían

la puerta principal. Cuando rompieron todos los hilos, Billy alcanzó la manija. Un gritó

espeluznante se oyó por toda la casa cuando abrió de golpe la puerta y la gata negra gritó

“¡Volar amigos, se ha despertado!”

Charlie Bone & El Castillo de los Espejos - Jenny Nimmo

104

Billy se abalanzó hacia la calle con el furioso rugido de Usher en sus oídos. “¡El chico está fuera!

¡Levántate!, ¡levántate!”

Corriendo por las rugosas piedras del pasaje de Crook, Billy se alegró de tener la brillante luz

de las Llamas para mostrarle el camino, aunque seguía terriblemente asustado. ¿A dónde iría

ahora?, ¿y cómo iba a llegar?

“Coraje” dijo Leo, quien corría detrás de él.

Sagitario, el más brillante abría camino, mientras que Aries cerraba la marcha, girando de vez

en cuando la cabeza para observar el callejón oscuro detrás de ellos.

Ahora estaban la calle principal corriendo hacia la catedral. Mientras aceleraban por la plaza

adoquinada, el reloj de la gran cúpula marcó las cinco en punto y una bandada de grajos se

elevó, graznando en el cielo. Billy miró nostálgicamente la librería Ingledew: sabía que Emma

vivía ahí, pero Leo le advirtió “No pares Billy, no estás seguro todavía.”

Al bajar por la calle Mayor y corriendo por la ciudad, el corazón de Billy estaba latiendo con

fuerza y empezó a pensar que si el juramento no lo mataba, aquella carrera probablemente sí

lo haría. El murmullo de un motor se escuchaba cada vez más cerca, segundo a segundo. Sin

disminuir la velocidad de su carrera, Billy se giró y vio un coche gris emergiendo de la niebla

detrás de él. Los de Grey.

“¡Por aquí!” le ordenó Sagitario, entrando en un callejón.

Cómo llegaron al camino a Los Altos, Billy nunca lo supo. Nunca había sido un buen corredor,

pero aún así no había dejado de correr desde que dejó la Casa de Paso. ¿Le habían dado los

gatos parte de su fuerza mientras le guiaban a través de las calles llenas de niebla?

Leo respondió esa pregunta no formulada. “Es la fuerza del Rey Rojo, Billy.”

Cuando empezaron a subir por el camino que llevaba a Los Altos, pasaron por una casa de

ladrillos rojos con una alta muralla y una puerta enorme y protegida. “LOOMVILLA” decía la

señal en la puerta. Billy estaba a solo unas yardas de la casa cuando la puerta del jardín se

abrió y cuatro perros negros aparecieron en la carretera. En vez de correr más rápido, Billy se

paró, demasiado aterrorizado para moverse. Los salvajes ojos negros de los perros estaban

fijos en él y sus grandes mandíbulas se abrían, revelando unos largos y peligrosos dientes.

Las Llamas rodearon a Billy silbando peligrosamente y los perros bajaron sus cabezas y

gruñeron.

“Sigue corriendo Billy” dijo Aries.

Billy retrocedió arrastrando los pies, sus rodillas temblorosas apenas podían soportarlo. Justo

cuando pensaba que le iban a dejar pasar definitivamente, un violento trueno hizo que los

perros pararan por completo. Un rayo iluminó el cielo y los perros se dirigieron a toda

velocidad a su casa, aullando de terror.

“¡Ahora Billy, corre por tu vida!” dijo Leo.

Charlie Bone & El Castillo de los Espejos - Jenny Nimmo

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Billy podía ver los rallos crepitando a través de la niebla, y agarrando con fuerza la bolsa de los

juramentos, corrió. La carretera se volvió más empinada, pero eso no impisió que siguiera

corriendo. Su corazón golpeaba su pecho, su cabeza le daba vueltas y sus piernas temblaban

pero él estaba corriendo por su vida, y ahora no podía parar. El coche seguía viniendo, cada

vez más cerca a través de la niebla. Pronto los habría alcanzado.

La lluvia caía sobre la carretera, los truenos retumbaban sobre su cabeza y las lágrimas de Billy

se mezclaban con las gotas de lluvia que caían por su rostro. “No puedo ir más rápido que un

coche” sollozó. “No puedo, no puedo. Van a atraparme.”

“No” gruñó Leo. Levantó la vista mientras una bola de fuego bajaba atravesando el cielo

tormentoso. La bola chocó el capó del coche gris con un enorme estruendo, el motor se

incendió.

Sin poder creer lo que acababa de ver, Billy se giró y subió corriendo lo que le quedaba de

cuesta. “Ha sido Tancred, ¿no?” jadeó. “Tancred y sus tormentas.”

“El mismo” afirmó Leo.

La carretera giraba profundamente, y a Billy, quien caminaba encorvado sobre la bolsa de los

juramentos, le parecía que era una espiral hacia el cielo. La lluvia caía más suavemente

ahora y llevado por una repentina ráfaga de viento, llegó un grito terrible, mortal. “No puedes

ganar Billy Raven. ¡Nunca, nunca, nunca!” Florence de Grey todavía le seguía, y aunque ya no

tenía el coche, la carrera todavía no había terminado.

En un gesto de rebeldía, Billy coronó la colina, donde el viento era más fuerte, abrió la bolsa

gris y sacó un puñado juramentos. Sujetándolos sobre su cabeza, los soltó y los dejó volar,

nunca se había sentido tan vivo y jubiloso como en ese momento. Volvió a meter la mano en la

bolsa gris y sacó otro puñado de juramentos, y otro y otro, hasta que la bolsa estuvo vacía y el

aire estuvo lleno de de papeles flotantes. Y Billy estaba seguro de que podía oír los susurros de

esperanza de los engañados, los desposeídos y los arruinados cuyos nombres estaban siendo

borrados ahora por la lluvia

“¡Bien! ¡Bien!” le vitorearon los gatos.

Con una gran sonrisa, Billy tiró la bolsa gris a la tormenta, una voz lejana gritó. “¡Estúpido niño!

¡Serás castigado por esto! ¡Solo espera!”

Charlie no se despertaba muy a menudo a las seis en punto de la mañana un domingo. De

hecho, no podía recordar una sola vez en la que lo hubiera hecho, por lo que tuvo que acercar

mucho su reloj a sus ojos somnolientos para asegurarse de ello. El castaño del jardín se debatía

en el viento y los truenos retumbaban en la distancia. Y el timbre sonó.

Bajando sus pies al suelo, Charlie se dirigió a la ventana y se asomó. Se quedó muy sorprendido

al ver un familiar Toyota aparcado fuera del número nueve. Ahí, en el umbral de la puerta, se

encontraba un hombre mojado e impaciente. Era el señor Silk, el padre de Gabriel.

“¡Hola señor Silk!” saludó Charlie.

Charlie Bone & El Castillo de los Espejos - Jenny Nimmo

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“Ah Charlie” el señor Silk se rascó la nuca como si no estuviera seguro de que quisiera estar

haciendo lo que estaba haciendo. “He venido a buscarte.”

“¿A buscarme?” ahora Charlie estaba incluso más sorprendido.

“Parece que…” empezó el señor Silk.

No pudo continuar porque la puerta fue abierta abruptamente por la abuela Bone. “¿Qué?” le

preguntó groseramente. En aquel momento, sonaba incluso más grosera de lo habitual.

“He venido a…” el señor Silk lo intentó otra vez.

Y otra vez le impidió seguir. “¿Tiene idea de qué hora es?” le preguntó la abuela Bone.

Completamente despierto ahora, Charlie empezó a vestirse. Quizás le había pasado algo a

Gabriel, o a algún otro de los amigos que vivían en Los Altos, Tancred y Lysander.

Charlie corrió por las escaleras hasta el recibidor donde la abuela Bone todavía estaba

regañando al señor Silk por haber despertado egoístamente a las personas de la casa en

aquella mañana de domingo. El señor Silk estaba completamente empapado y parecía muy

deprimido.

“Ah Charlie, vámonos” dijo, escapando de la mujer tiránica.

“¿Qué tengo que decirle a su madre?” gritó la abuela Bone.

“Dile que estoy en casa de Gabriel” dijo Charlie, siguiendo rápidamente al señor Silk. Charlie

notó un contenedor del yogurt favorito de cacahuete del tío Paton sobresaliendo del bolsillo

de la bata de la abuela Bone, y solo para molestar añadió, “Seguro que te has levantado pronto

para poder acabarte el yogurt del tío P.”

La abuela Bone le dirigió una mirada llena de odio y cerró la puerta de un portazo.

Charlie entró al coche y el señor Silk arrancó. Los truenos y los relámpagos los acompañaron

por su camino hacia Los Altos, debido a ellos y al sonido del motor y la lluvia repicando sobre el

techo, Charlie tuvo que gritar para que le oyeran.

“¿Qué ha pasado señor Silk?” le preguntó.

“Es difícil de decir” el señor Silk era demasiado distraído para ser un escritor de libros de

suspense. Recordaba a Gabriel, con su larga cara y aquella expresión de desamparo. Incluso

tenían el mismo pelo largo y lacio, aunque el del señor Silk estaba empezando a escasear, pero

lo compensaba con un espeso bigote. Después de pensárselo un rato, dijo “Hay un chico en la

casa de los jerbos de Gabriel.”

“¿Qué chico?”

“Un chico pequeño, con pelo blanco y gafas.”

“¡Billy” gritó Charlie. “¡Así que ha escapado!”

Charlie Bone & El Castillo de los Espejos - Jenny Nimmo

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“Dice que tiene que verte, Gabriel me rogó que fuera a buscarte. Bueno, no podía dormir de

todos modos con esa tormenta. El chico de las tormentas, Tancred, dijo que se calmará pronto.

Al parecer tarda un tiempo en calmarse después de que se han conseguido truenos fuertes. Es

comprensible supongo.”

“Sí” Charlie estaba sorprendido por la comprensión del señor Silk.

Media milla después de haber pasado las puertas de la villa de los Loom (donde los cuatro

rottweilers ladraban como locos), el Toyota pasó al lado de un coche destrozado rodeado de

señales de policía. El capó se había hundido, el parabrisas roto y los neumáticos eran solo

fragmentos carbonizados de goma.

“¡Vaya! ¡Parece como si a ese coche le hubiera alcanzado un rayo!” dijo Charlie.

“Es lo que ha pasado” dijo el señor Silk. “El conductor está en el hospital, pero su esposa no

resultó dañada, aunque parece que se ha vuelto completamente loca.”

“Es una buena idea para un libro, ¿no lo cree señor Silk?” preguntó Charlie.

“¡Mmm!” el escritor de libros de suspense tiró de su bigote pensativamente.

Charlie le echó un rápido vistazo a la casa de Lysander mientras pasaban por delante de unas

altas puertas de hierro. El padre de Lysander era el famoso juez Sage y la casa reflejaba su

importante posición.

“El chico está en nuestra casa” le dijo el señor Silk. “Y Tancred Torsson. Nunca hemos tenido

tantas vistas tan pronto en un domingo.” Metió el choche en un jardín extremadamente

embarrado y se detuvo ante una ruinosa casa.

Charlie saltó del Toyota y cayó directamente en un profundo charco. Deseó haberse acordado

ponerse botas pero ya era muy tarde para pensar en ello. El señor Silk apuntó a un lado de la

casa donde un estrecho camino llevaba a un jardín trasero. “Están en la casa de los jerbos”

dijo. “No me preguntes porqué.”

“Está bien” Charlie avanzó por el barro hacia un gran almacén en el que Gabriel pasaba mucho

de su tiempo libre, criando a los jerbos. Las palabras “LOS JERBOS DE GABRIEL” habían sido

pintadas en rojo en la puerta. Charlie podía oír un suave murmullo proveniente del almacén,

pero este paró cuando intentó abrir la puerta, la cual estaba cerrada.

“¿Quién es?” preguntó Gabriel.

“Soy yo” respondió Charlie.

Después de un momento de chillidos y de pasos que se acercaban, Gabriel abrió la puerta y

Charlie entró al almacén. Encontró a Tancred y a Lysander sentados en un banco bajo una

estantería con jaulas de jerbos. El banco era una de los pocos lugares donde no había jaulas,

que llenaban toda la pared desde el suelo al techo. Los había blancos, negros, marrones, de

pelo largo, de pelo corto, grandes y pequeños. El olor era fuerte.

Charlie Bone & El Castillo de los Espejos - Jenny Nimmo

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Billy Raven estaba sentado con las piernas cruzadas. Parecía satisfecho de sí mismo y cuando

Charlie entró, le dedicó una enorme sonrisa.

“¡Billy estás fuera!” exclamó Charlie. “¿Cómo lo conseguiste?”

“Las Llamas me ayudaron, rompieron el campo de fuerza.” Detrás de su sonrisa, Charlie notaba

que Billy estaba muy nervioso.

“La cosa es, ¿qué hacemos ahora?” dijo Lysander. “Billy dijo que tú sabrías qué hacer. Por eso

estás aquí Charlie.”

“No puede quedarse aquí demasiado tiempo” dijo Gabriel “Esa mujer, de Grey, no parará

hasta descubrir a dónde se ha ido.”

“¡Yo digo que acabemos con ella!” Tancred golpeó su palma con su puño y una fuerte brisa

atravesó el almacén, removiendo el pelo de los niños y haciendo de que los jerbos huyeran

chillando a buscar refugio.

Billy cubrió sus orejas con sus manos “No puedo pensar cuando hablan así” se quejó. “Hay

demasiado jerbos aquí, no me dan ni un segundo de descanso.”

“¿Qué están diciendo?” preguntó Gabriel. “Siempre he querido saberlo.”

Billy le observó, con sus manos sobre sus orejas. Lysander apartó una de sus manos y gritó.

“Gabriel quiere saber qué dicen los jerbos.”

“Dicen “¡Ayuda! ¡Whoops! ¡Aquí viene otra vez! ¡Vigila a los niños! ¡Eso es mío! ¡Quítate de

encima!”” Billy hizo una pausa. “Cosas aburridas.”

“No para mí” dijo Gabriel.

Lysander levantó la mano para parar la conversación con un gesto dominante. “¿Podemos

volver al problema? No va a ser fácil encontrar un sitio seguro para Billy – un sitio en el que a

nadie se le ocurriría buscarle. Obviamente, todas nuestras casas son sospechosas porque

estamos dotados. Desgraciadamente, mi padre está fuera, de lo contrario podríamos pedirle

consejo.”

Gabriel sugirió que un buen desayuno los ayudaría a pensar, y abandonó la casa de los jerbos,

prometiendo que volvería con huevos, beicon y tostadas.

Mirando por una pequeña ventana entre las jaulas, Charlie observó a Gabriel mientras entraba

en su casa por una puerta trasera. “¿Por qué tenemos que comer aquí?” preguntó.

“Para proteger a la familia de Gabriel” dijo Lysander. “No se pueden defender de lo que sea

que esa gente mande tras Billy. Y mandarán algo, créeme. Pero al menos nosotros estamos

todos dotados, tenemos una oportunidad.”

Las palabras de Lysander resultaron ser proféticas, porque la luz de la mañana que había

empezado a filtrarse a través de la pequeña ventana desapareció súbitamente y se

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encontraron sumidos en una oscuridad tenebrosa. Incluso los jerbos se callaron mientras que

unos golpecitos suaves se empezaron a escuchar en el techo.

“¿Qué demonios…?” dijo Tancred.

El sonido se intensificó hasta convertirse en un fuerte tamborileo. Parecía como si millones de

pequeñas manos estuvieran golpeando toda la superficie del almacén, que empezó a gemir y a

sacudirse bajo el asalto.

Desesperado por saber qué estaba pasando ahí fuera, Charlie alcanzó el pomo de la puerta. Se

dijo a sí mismo que quizás no era buena idea abrir la puerta, pero era demasiado tarde, y se

encontró a sí mismo asomándose.

Una nube de remolinos de papel se abalanzó sobre Charlie, quien tuvo la rápida visión de

Gabriel saliendo de su casa y siendo engullido por los papeles voladores. El chico cayó al suelo

y el desayuno se deslizó de sus dedos y se estrelló en el patio adoquinado, enviando la comida

en todas las direcciones.

Mientras los papeles entraban en la casa de los jerbos, Billy Raven se puso de pie, gritando

“¡Son los juramentos!”

Capítulo 13: La batalla de los juramentos y los

espíritus

Charlie cerró de un portazo la puerta de la casa de los jerbos, pero muchos juramentos ya

habían entrado. Se dirigieron directamente hacia Billy y se aferraron a él. Billy gritó, si fue de

dolor o de miedo, Charlie no lo podía saber. Pero cuando intentó tirar de los papeles que se

aferraban a Billy vio que todos tenían un brillante borde verde que mordían su carne al

momento que lo tocaban.

Tancred y Lysander también estaban tirando de los documentos y también eran mordidos por

el malvado espíritu, o lo que fuera que tuvieran los letales juramentos de Florence de Grey.

Una y otra vez, tiraron los papeles lejos de Billy, solo para que se volvieran a acercar al niño.

Intentaron cortar los juramentos, pero los pequeños pedazos volvían volando hacia Billy.

Redujeron el papel a bolas mientras se retorcía en sus manos, mordiendo sus dedos y

quemando sus palmas. Pero el arrugado papel siempre se desplegaba y volvía al ataque.

“¡Tendremos que sacarlos de aquí!” gritó Lysander, mientras Billy daba vueltas, gritando y

tirando de su pelo.

“Abre la puerta Charlie, solo un poco” gritó Tancred “y los sacaré fuera.”

Charlie Bone & El Castillo de los Espejos - Jenny Nimmo

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“¿Y si entran más?” preguntó Charlie sin aliento.

“Tendremos que intentarlo” le dijo Tancred.

“Hay doce, los he contado” dijo Lysander. “Así que vamos, tenemos que intentarlo.”

Todos los juramentos que no estaban sujetos a Billy se verían arrastrados por una fría ráfaga

de aire frío que se escaparía por el pequeño hueco que iba a dejar Charlie. Charlie cerraría

entonces la puerta, la maniobra no iba a ser fácil, ya que Tancred necesitaba mucho espacio

para reunir una brisa fuerte y cuando Charlie llegó a la puerta, tuvo que tener cuidado de

mantenerse lejos del brazo del chico de las tormentas, que giraba con fuerza.

Avanzaban angustiosamente lento, pero al final, todos los documentos fueron sacados al

exterior y los agotados ocupantes de la casa del los jerbos colapsaron en el banco, libres al

menos por un tiempo. Sus manos estaban cubiertas con verdugones rojos, pero la cara de Billy

estaba peor que sus manos. Su palidez hacía que las rayas de color carmesí resaltaran aún

más. Escondiendo su cara en sus manos, el pequeño niño se hundió y empezó a llorar.

“Vamos Billy” dijo Lysander dando palmaditas en el hombro del pequeño niño “Ya estamos

bien.”

“No, no lo estamos” lloró Billy. “Y es por mi culpa.”

“No es tu culpa” declaró Tancred. “Aunque tienes razón en algo, no estamos bien. Para

empezar, ¿cómo vamos a llegar al desayuno? Me muero de hambre.”

Lysander le lanzó una mirada de advertencia mientras la expresión de Billy empezaba a

desmoronarse otra vez.

Los juramentos cubrieron la ventana. Observando por un pequeño hueco entre los papeles,

Charlie tuvo una pequeña vista del jardín. No había rastro de Gabriel, pero podían verse cuatro

huevos fritos, varias rebanadas de pan tostado y un delicioso y crujiente beicon, todo en el

barro, era muy deprimente. Estaba a punto de girarse cuando vio la cara de Gabriel

asomándose por la ventana de la cocina, el chico le hizo una señal levantando los pulgares y

Charlie tuvo la esperanza de que se le hubiera ocurrido un plan para rescatarlos.

Una nube de papeles descendió súbitamente, destrozando las esperanzas de Charlie al ver

cómo el rostro choqueado de Gabriel desaparecía detrás de los bordes verdes y pegajosos de

los juramentos. Los papeles cubrieron la ventana de la cocina como una banda de murciélagos

chillones.

“Gabriel no puede llegar hasta nosotros” dijo Charlie sombríamente. “Pero quizás los

juramentos envenenados se agotarán después de un rato. Quizás se irán a dormir – ¡o se

morirán!”

“Nunca morirán” susurró Billy.

“Si las tormentas no pueden frenarlos, no sé qué lo hará” se lamentó Tancred.

Charlie Bone & El Castillo de los Espejos - Jenny Nimmo

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Un silencio abatido se instaló en los cuatro prisioneros. El estómago de Tancred rugió, Billy se

limpió las lágrimas de la cara con el dorso de la mano y Charlie se desplomó en el suelo,

sintiéndose impotente.

Después de un rato, Lysander anunció. “¡Los juramentos tendrán que ser destruidos!”

Todo el mundo le miró y Charlie dijo, “¿Cómo?”

“Mis ancestros” respondió Lysander. “Son más poderosos que los que contienen los

juramentos. Pero para llamarlos, tendré que salir fuera.”

Tancred se levantó de un salto. “No puedes hacer eso Sander” protestó. “Sería un suicidio.

Debe de haber cientos de juramentos ahí fuera. Te comerán vivo o…te golpearán hasta

matarte.”

“No” el chico sonrió. “Mis ancestros africanos me protegerán” Se paró ante la puerta.

“Tancred, tendrás que ayudar. Si esos malvados intentan entrar cuando abra la puerta, una

ráfaga de viento deberá impedir que lo consigan, ¿estás listo?”

¿Cómo podría alguien estar listo para una acción tan dramática? Aunque la mente de Lysander

no estaba del todo lista, no dudó. Antes de que Charlie tuviera tiempo para ordenar sus

pensamientos, la puerta se abrió y Lysander salió. Tancred por su parte, giró su brazo

formando un arco hacia los juramentos que se atrevían a intentar entrar. Uno consiguió entrar

antes de que la puerta fuera cerrada, pero mientras la malvada cosa se dirigía hacia Billy,

Tancred la atrapó y con la ayuda de Charlie, la sacó por la puerta con otra ráfaga de aire.

“¡Ay! Esas cosas se están volviendo cada vez más fuertes” dijo Tancred, examinando sus

manos. “¡Mira! Los cortes son más profundos.”

Charlie se quedó mirando los cortes lacerantes de los dedos de Tancred, necesitaban

urgentemente un vendaje.

“Aquí, tengo un pañuelo” Billy sacó un pañuelo excepcionalmente blanco de su bolsillo y se lo

dio a Tancred. “Florence decía que siempre tenía que tener un pañuelo a mano, supongo que

tenía razón.”

Charlie vendó la mano de Tancred, pero la sangre empezó a traspasar el pañuelo y Billy gimió.

“Oh no. Espero que no te desangres hasta la muerte.”

“Claro que no lo haré idiota” Tancred escondió su mano detrás de él. “¡Piensa en Sander! Está

mucho peor que yo.”

“¡Sander!” gritó Charlie.

Los tres chicos se asomaron por la ventana. Instantes atrás esta había estado cubierta de

papeles pero ahora estaba limpia y los horrorizados espectadores vieron que los juramentos se

habían reunido en un gran ejército que intentaba atacar a una figura inmóvil en la niebla.

El patio estaba tan oscuro como si hubiera atardecido de pronto, pero aún así podían ver que

Lysander había enterrado su rostro entre sus manos, mientras que las hojas acabadas con

Charlie Bone & El Castillo de los Espejos - Jenny Nimmo

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aquellos bordes verdes pululaban a su alrededor, golpeando y cortando todo lo que

encontraban a su paso. La masa de papel emitió un zumbido enfadado que fue aumentando

cada vez más hasta que Billy Raven no pudo soportarlo.

“Van a matarlo” gritó Billy.

“¡Shh!” le silenció Charlie. “Escucha.”

Muy suave al principio, pero más fuerte con cada segundo que pasaba, el sonido de los

tambores llegó hasta ellos flotando en el aire.

“Los ancestros de Lysander están viniendo” dijo Charlie.

Una sonrisa iluminó el rostro de Tancred. “¿Has oído eso Billy?”

Billy asintió, ya había visto una vez a los ancestros de Lysander en combate, sabía que ahora

tenían una oportunidad.

Cuando el sonido de los tambores reverberaba en el jardín, los juramentos parecieron perder

su energía. Algunos se alejaron flotando del grupo, como si estuvieran confusos. El cielo se

volvió negro como la tinta, y Charlie se preguntó su los ancestros estaban trayendo la noche

con ellos para resaltar su propio brillo.

El sonido de los tambores se incrementó y los espectadores se acercaron aún más a la ventana,

esperando a que aparecieran los espíritus. Muchos juramentos estaban abandonando sus

lugares. Se alejaron flotando de Lysander y se perdieron sin rumbo por el cielo.

Una niebla dorada se deslizó por la oscuridad, y Lysander levantó su cabeza mientras el

último de los juramentos abandonaba su ataque y se cernía la incertidumbre sobre él. Unas

siluetas misteriosas empezaron a tomar forma en la niebla: altas figuras, vestidas de blanco

con sus manos ocultas, hasta un último redoble de tambor, en el que todas las figuras sacaron

sus brillantes armas. Lanzas, espadas y hachas salieron a la luz y un zumbido misterioso

recorrió el aire.

Cuando los juramentos notaron que se enfrentaban a la muerte, atacaron a sus enemigos con

una furia salvaje, pero una y otra vez los juramentos fueron reducidos. Los brillantes bordes

verdes estallaban y luego desaparecían cuando los juramentos se convertían en ceniza.

Algunos de ellos intentaron escapar volando hacia la oscuridad; pero los espíritus también

podían volar y todos los escapes eran cortados rápidamente con una brillante espada o una

lanza resplandeciente.

“Parecen fuegos artificiales, ¿no creéis?” preguntó Billy.

Charlie y Tancred estuvieron de acuerdo.

Nadie podía decir con certeza cuánto duró la batalla, parecía que solo habían pasado unos

segundos hasta que la radiante niebla empezó a desvanecerse y la última y enorme silueta

desapareció.

Charlie Bone & El Castillo de los Espejos - Jenny Nimmo

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Fue el silencio lo que convenció a Charlie de que estaban a salvo. Los tambores habían parado

y el zumbido enfadado de los papeles había muerto. Lysander saltó en el aire con un grito

triunfal. “Están muertos y no volverán. Vamos chicos, ¡salir!”

Charlie abrió la puerta del almacén con un poco de cautela. Las nubes de plomo se habían ido

y ahora se podía ver el cielo de la mañana teñido de azul y oro.

“¡Venga!” volvió a decir Lysander.

Los niños esperaban que su cara estuviera cubierta de cortes, pero parecía estar complemente

limpia. Sus propios cortes se habían desvanecido, incluso las marcas de la cara de Billy se

habían empequeñecido al tamaño de pequeños hilos que estaban desapareciendo

rápidamente.

“Una medicina poderosa” dijo Tancred, dándole a Charlie un empujón amistoso para que

avanzara.

Mientras Charlie avanzaba por el jardín, vio que este estaba cubierto con ceniza. La capa debía

tener un par de centímetros de grosor y se deslizaba suavemente bajo sus pies.

“¡Lo has conseguido, Sander!” gritó Tancred.

La puerta de atrás de los Silk se abrió y con un fuerte grito de alegría, Gabriel aceleró para

unirse a los demás. Los cuatro chicos corrieron por el patio, pateando la ceniza hasta

convertirla en nubes polvorientas muertos de risa. El alivio de Charlie era tan grande que no

podía respirar bien y su risa se mezclaba con cortas explosiones de hipo.

El hipo paró cuando notó que Billy estaba parado solo en la puerta de la casa de los jerbos.

Estaba sonriendo, pero sus grandes ojos rojos lucían casi tan asustados como cuando los

juramentos volaban a su alrededor.

“¿Qué pasa Billy?” preguntó Charlie.

Gradualmente, la risa paró, y Charlie y los otros rodearon al pequeño niño de pelo blanco.

“Ahora estás a salvo, Billy” dijo Tancred, pero aunque dijera eso, él y todos los demás se dieron

cuenta de que no era cierto.

“¿A dónde voy a ir ahora?” Billy levantó su mirada preocupada hacia los cuatro chicos

mayores.

Su pregunta fue resuelta temporalmente por el señor Silk, quien les dijo que entraran para

tomar el desayuno.

Había una gran excitación en la casa de los Silk. Las tres hermanas de Gabriel mantuvieron una

nerviosa charla ya que todavía rozaban la histeria mientras comían el enorme y delicioso

desayuno. ¿A qué se debía el papel volador? ¿Quién lo había quemado? ¿Quién tocaba los

tambores? La batalla del jardín había sido tapada por una oscura niebla y ninguno de los

habitantes de la casa había podido ver lo que había pasado. Lo único que sabían era que era

demasiado peligroso salir.

Charlie Bone & El Castillo de los Espejos - Jenny Nimmo

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El señor Silk, quien había estado escribiendo en su gran libreta frenéticamente, paró un

momento y gritó “¡Silencio niñas! ¡Un hombre no puede pensar en estas condiciones!”

“¿Pero QUÉ era eso?” persistió April, la niña más pequeña.

“Ha sido un fenómeno del que ahora en adelante no podemos hablar” dijo el padre. “Incluso

con tus mejores amigas.”

“¿Tiene algo que ver con la rareza de Gabriel?” preguntó Mai, la hermana del medio.

“Ya te lo he dicho muchas veces, ¡no lo llames mi rareza!” gritó Gabriel. No se llevaba

demasiado bien con Mai.

Charlie se preguntó cómo se las arreglaba la señora Silk para repartir a la perfección el

delicioso desayuno y servir las tazas de té que siempre tenían el tono ideal. Se movía por la

cocina tarareando en voz baja y sonriendo para sus adentros, Charlie decidió que debía ser el

alivio lo que la hacía tan feliz. No debía haber sido fácil haber tenido juramentos furiosos y

espíritus de ancestros batallando en su jardín.

Tancred, quien había devorado su desayuno en tiempo récord, preguntó qué iba a pasar con la

comida que se había quedado en el jardín.

La señora Silk levantó la mirada sorprendida y June, la mayor de las hermanas de Gabriel

preguntó, “No pretenderás comértela, ¿no?”

Los amigos de Tancred esperaron ansiosamente su respuesta, pero antes de que pudiera abrir

la boca, el señor Silk dijo firmemente. “Las gallinas se encargarán de ella.”

Las gallinas habían huido tan pronto como aparecieron los juramentos, pero ahora se las podía

ver a través de la ventana, escarbando alegremente en la ceniza. Gabriel se acordó de sus

jerbos, y salió corriendo para asegurarse de que se habían recuperado del ataque a su casa.

Volvió diciendo que estaban todos bien exceptuando a Rita, su favorita, que inesperadamente

había dado a luz a más bebés de los que podía contar de una mirada.

Lysander tenía que volver a casa. Agitó la mano alegremente en un gesto de despedida

diciendo “Os veo luego chicos.”

Charlie siempre se sentía seguro cuando Lysander estaba cerca. Ahora se había ido, justo

cuando más necesitaban su compañía y consejo. Tancred era un poderoso aliado, por

supuesto, pero el chico de las tormentas era un poquito más impredecible. Tenían que tomar

una decisión sobre Billy, la casa de los Silk no estaría a salvo de Florence o los Bloor por mucho

tiempo.

El teléfono sonó y la señora Silk fue a cogerlo. “Charlie es tu madre.”

Charlie corrió al recibidor y cogió el teléfono. “¡Hola mamá!”

“Charlie, ¿qué está pasando?” dijo la mujer. “¿Está Gabriel en problemas? ¿Vas a venir

para…?”

Charlie Bone & El Castillo de los Espejos - Jenny Nimmo

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“Espera un momento mamá” dijo Charlie firmemente. “Yo estoy bien, pero Billy tiene unos

cuantos problemas y estamos intentado solucionarlos. Ha huido.”

“¿Huido?” el mensaje de Charlie no sirvió para calmar a su madre. “Pero Charlie…”

“Puede que tarde un rato en volver, no sé cuánto tardaré en solucionar esto.”

“¿Pero cuánto tardarás?”

“Solo dile al tío Paton lo que ha pasado, ¿lo harás mamá? Y por favor, no te preocupes, estoy

bien, de verdad.”

Mientras Charlie colgaba el teléfono notó una polilla blanca sentada en su manga. Batió sus

alas, revelando sus puntas plateadas.

“Otra vez tú” dijo Charlie.

La polilla voló, pero Charlie no pudo ver a dónde se había ido. Corrió otra vez hacia la cocina.

“Creo que Billy y yo deberíamos irnos ahora” le dijo a la señora Silk. “Gracias por el gran

desayuno.”

La señora Silk dijo que siempre era un placer ver a Charlie, pero quería saber exactamente a

dónde tenían intención de ir él y Billy. Charlie había estado pensando en el tema y no sabía

cómo responder a su pregunta.

“Vienen a mi casa conmigo” declaró Tancred. Se puso de pie tan súbitamente que una brisa

flotó sobre el mantel, mandando ráfagas de azúcar al aire. Las hermanas de Gabriel

aplaudieron fuertemente y le rogaron que lo volviera a hacer, pero Tancred, sonriendo

tímidamente, dijo que no podía hacerlo. “¡Así de simple!” después de lo cual una disimulada

ráfaga provocó que los cubiertos, los platos y los platillos chocaran con suaves tintineos.

En ese punto, la señora Silk se puso muy ansiosa. “Si Billy ha sido maltratado, deberíamos

avisar a alguien” dijo “A la policía…o…a los servicios sociales” Se giró hacia Billy. “Quizás

podrías volver a la Academia, Billy. Al menos ahí estarías a salvo.”

“¡No!” Billy negó con la cabeza vehementemente.

“Déjalo estar” le avisó el señor Silk a su esposa. “Estará a salvo en la Casa del Trueno.”

Tanto Tancred como su padre controlaban las tormentas, y siempre había un viento salvaje y

un redoble de truenos alrededor de su casa, era probablemente el sitio más seguro en la

ciudad en aquel momento, y Charlie se sentía muy aliviado de que Tancred hubiera tomado

esa decisión por él.

“Mi tío Paton les explicará porqué Billy no puede volver” le dijo a los Silk.

La familia entera los acompañó hasta la puerta para ver marchar a los tres chicos. Parecía

como si se fueran de vacaciones más que huir hacia un sitio seguro.

Charlie Bone & El Castillo de los Espejos - Jenny Nimmo

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Cuando llegaron a la puerta del jardín, Billy se volvió de pronto y preguntó, “¿Qué pasó con los

gatos?”

“¿Cuáles gatos querido? Yo no he visto ningún gato” dijo la señora Silk.

“Oh, deben haberse ido a casa” dijo Billy tristemente.

Para cuando empezaron la larga caminata cuesta arriba, Billy ya estaba exhausto debido a su

carrera más temprano aquella mañana. Los otros dos tuvieron que ir parando mientras él

caminaba detrás de ellos, jadeando y silbando. Al final Tancred le dijo a Billy que se subiera a

su espalda y le llevó por la áspera y sinuosa carretera que llevaba a los bosques de lo alto.

Charlie suspiró de alivio cuando la puerta de Tancred apareció ante su vista. Había dos carteles

clavados en la puerta, uno decía LA CASA DE LOS TRUENOS y el otro TENGA CUIDADO CON EL

TIEMPO. Mientras se acercaban a la puerta, Charlie escuchó unos cascos. Intentó ignorar el

sonido, pero no pudo soportar la tensión durante más tiempo, así que miró hacia atrás. La

carretera estaba vacía, pero el sonido de los cascos se estaba haciendo cada vez más fuerte.

Tancred se giró, y Billy, mirando por encima de su hombro, dijo. “Es el caballo fantasma otra

vez. Está siguiéndonos.”

Charlie dio un grito y corrió hacia la puerta. No se molestó en desenganchar el cerrojo, sino

que saltó sobre la puerta cayendo sobre el suelo de piedra del otro lado.

“¿Qué bicho te ha picado Charlie?” gritó Tancred.

“¡Es Borlath!” gimió Charlie. “Va detrás de mí, ¡correr, por favor!”

Billy se bajó de la espalda de Tancred y empezó a escalar por la puerta. “¡No creo que te haga

daño!” gritó.

“¡Sí claro!” gritó Charlie. Empezó a correr hacia el camino.

Un salvaje y ensordecedor relincho perforó sus tímpanos. El caballo debía de haber saltado la

valla, porque Charlie podía escuchar sus cascos volando sobre el camino detrás de él.

“¡Corre al bosque!”gritó Tancred. “No puede atraparte ahí. Al menos, no tan fácilmente.”

Charlie se salió del camino. “Es un caballo fantasma” se lamentó. “Me encontrará vaya a

donde vaya.” Charlie se tambaleó entre los árboles y se apoyó en un amplio tronco, intentando

recuperar el aliento.

Había un silencio sepulcral en el bosque. El viento había amainado, y cada rama, cada hoja y

cada brizna de hierba estaba quieta. Charlie cerró los ojos. Quizás estaba seguro. Empezó a

escuchar a Tancred y a Billy tropezando a través de la maleza hacia él. Una brisa cálida recorrió

su mejilla, ¿era el aliento de alguien? Algo húmedo y pegajoso tocó su oreja.

Un profundo gruñido atravesó el cuerpo de Charlie, el niño se desplomó en el suelo.

Charlie Bone & El Castillo de los Espejos - Jenny Nimmo

117

Capítulo 14: Los niños de la reina

Charlie levantó la vista hacia los dos rostros preocupados.

“Hey Charlie, creo que te desmayaste” dijo Tancred.

“¿En serio?” Charlie se puso de pie.

“¿Qué pasó?” le preguntó Billy, frunciendo el ceño alarmado.

“El caballo” graznó Charlie. “Estaba justo aquí, resoplando en mi cara. Ha sido horrible.”

“Bueno, no eres el que ha salido peor parado del encuentro” dijo Tancred riéndose.

“Probablemente aterrorizaste al pobre animal al gritar de semejante manera.”

Charlie no recordaba haber gritado. Los árboles le rodeaban y había un leve rumor de truenos

sobre su cabeza.

“Hay una polilla en tu cabeza” observó Billy, mirando el pelo despeinado de Charlie. “Tiene

plata en sus alas.”

“¿En serio?” Charlie levantó sus manos pero la polilla blanca se alejó flotando en las sombras.

“Venga vamos” dijo Tancred impacientemente. “Iremos por el bosque, por si acaso la mujer de

Grey viene buscando a Billy.”

“O los Bloor” añadió Billy. “¿Puedo quedarme en tu casa durante un tiempo, Tancred?”

“Tanto como quieras” dijo Tancred despreocupadamente. “A mi madre le encantará. Vamos,

diez minutos y estaremos dentro.”

Empezaron a caminar por los árboles, siguiendo un camino bien marcado utilizado por las

ovejas que pastaban por la ladera. Tancred lideraba la marcha mientras que Charlie la cerraba.

Charlie empezó a preguntarse a dónde podía ir Billy luego. La pregunta sin formular colgaba en

el aire cuando una extraña solución se le ocurrió. “Siempre quedará el Castillo de los Espejos”

dijo Charlie, prácticamente para sí mismo.

“¿Qué?” Billy dejó de andar.

“Es a donde perteneces. Tu propio castillo, Billy.”

“La Cocinera me dijo que el Castillo de los Espejos pertenecía a mi familia” dijo Billy

lentamente. “¿Crees que podría vivir ahí hasta que creciera?”

“¿Por qué no? Quizás podrías vivir seguramente para siempre” dijo Charlie.

Tancred gritó. “¡Eh, vosotros dos! ¡Moveos!”

Charlie Bone & El Castillo de los Espejos - Jenny Nimmo

118

Billy y Charlie corrieron hasta alcanzarle. Mientras se acercaban a la Casa del Trueno, la brisa

se convirtió en una ráfaga y los truenos se intensificaron.

“Papá está en buena forma” dijo Tancred.

La sonrisa de Charlie se congeló. Una enorme silueta que no había visto hasta entonces pasó

galopando a su lado. Podía sentir su gran peso y su poder al golpear la tierra. Los otros eran

conscientes de ello ahora. Los niños se acercaron mientras el caballo fantasma los rodeaba,

relinchando y resoplando mientras corría alrededor del pequeño grupo.

Las hojas cayeron de los árboles cuando la criatura se irguió. Podían sentir sus patas delanteras

golpeando el aire, y Charlie pensó En cualquier momento, uno de esos cascos va a ir directo a

mi cabeza y no habrá más Charlie Bone.

Entonces Billy Raven hizo algo completamente inesperado. Se salió del camino y caminó hacia

el caballo fantasma, gruñendo gentilmente.

“Está loco” Tancred agarró el hombro de Charlie.

“¡Sí!” susurró Charlie, Billy podía tener un don con los animales, ¿pero cómo iba a hablar con

un monstruo como Hamaran con el corazón de Borlath?

Una vez más, los truenos pararon y los árboles se quedaron quietos. Hubo un largo y gentil

relincho y luego silencio. Y en el silencio, Billy Raven se arrodilló y agachó la cabeza.

“¿Qué demonios…?” la voz de Tancred rota por el horror.

“¡Shh!” Charlie tiró de la chaqueta de Tancred.

La polilla blanca había vuelto a aparecer, y ahora flotaba justo un poco más allá de Billy, con

sus brillantes alas terminadas en plata moviéndose tan deprisa que parecían estar dibujando

una forma en el aire. La forma empezó a coger profundidad y algo grande empezó a aparecer

entre las alas plateadas, y ahí estaba: un alto caballo blanco con una noble cabeza y una

espesa crin.

Charlie jadeó y retrocedió tirando de Tancred.

“No parece malvado” dijo Tanred en el oído de Charlie.

“No lo es” dijo Billy.

“¿Cómo lo sabes?” demandó Charlie “¿Has hablado con él?”

“Sí” Billy miró sobre su hombro y le sonrió a los chicos. “Está bien, en realidad…ella es la

reina.”

“¿LA REINA?” dijeron Tancred y Charlie.

“¿Quieres decir que…?” la mente de Charlie trabajaba rápidamente. Intentó recordar lo que

había dicho Manfred sobre el experimento: una lápida marcada con una “B”, los huesos de un

caballo enterrados al lado y el corazón en un cofre.

Charlie Bone & El Castillo de los Espejos - Jenny Nimmo

119

“No era Borlath” murmuró “sino Berenice” Una sonrisa cruzó su cara y se acercó a Billy. “Ese

estúpido anciano se equivocó otra vez.”

Tancred, que se movía cautelosamente, preguntó, “¿Cómo ha llegado hasta aquí?”

“El viejo Ezekiel la trajo a la vida. No era el corazón de Borlath, era el de la reina. La reina

Berenice.”

Ahora estaban justo detrás de Billy, quien se puso de pie lentamente.

“Ha estado siguiéndonos” dijo Billy. “Dice que somos sus niños y quiere protegernos. Alguien la

trajo aquí desde el otro mundo, pero su espíritu seguía desvaneciéndose, llevándosela de

vuelta, hasta que tu varita de alguna manera la mantuvo aquí.”

“¿Mi varita?” Charlie estaba asombrado. “Pensaba que Manfred la había destruido, a menos

que…” miró a la polilla blanca, sus alas solo eran visibles como un pequeño destello entre las

orejas del caballo.

“Se dice que las varitas pueden tomar diferentes formas” dijo Tancred “si tienen que hacerlo.”

“Oh” Charlie parpadeó. Tancred sabía más de lo que pensaba.

El caballo blanco empezó a gruñir, suavemente esta vez, pero con una fluida secuencia de

sonidos, casi humana. Billy escuchó intensamente y cuando el caballo se calló, les dijo a los

demás “Nos oyó hablar sobre el Castillo de los Espejos y eso la asustó. Ella vio la isla en la que

se construyó y sabía lo qué pasaría ahí.”

“Así que ella sabe dónde está” dijo Charlie pensativamente.

“Supongo que sí” era obvio que Billy no conocía la terrible historia del castillo.

“Charlie, por favor dime que no vas a hacer lo que yo creo que vas a hacer” le rogó Tancred.

Charlie sonrió. “Solo era una idea.” Pero la idea se estaba desarrollando.

Los tres chicos se quedaron en silencio y observaron a la señorial criatura pastando. Era difícil

de creer que había sido una reina, aunque hubiera sido cientos de años atrás. El viejo Ezekiel

había cometido un error, pero lo que había hecho era un milagro al mismo tiempo. Todavía era

un poderoso mago y no tardaría mucho en encontrar a Billy y llevarlo de vuelta a la Academia,

a menos que… La idea en la mente de Charlie creció hasta convertirse en un plan. Y el plan, de

alguna manera, se convirtió en la única solución. Charlie sabía que en el fondo, encontrar a su

padre era lo principal en su mente, pero la seguridad de Billy estaba muy igualada en

importancia.

“Pregúntale si nos llevará a la isla” le dijo Charlie a Billy.

“¡Charlie!” protestó Tancred. “¡No puedes hacer eso!”

“Creo que tenemos que hacer eso.”

Charlie Bone & El Castillo de los Espejos - Jenny Nimmo

120

Billy estaba ansioso por intentarlo. Se arrodilló otra vez y empezó a gruñir suavemente a la

yegua. Ella levantó su cabeza, con sus orejas echadas hacia atrás y sus grandes ojos rebosantes

de miedo.

“No le gusta la idea” susurró Billy.

“Háblale de mi padre” le urgió Charlie. “Dile que tienes que encontrar un lugar seguro.”

Billy volvió a empezar otra vez, y esta vez le añadió unos relinchos quejumbrosos a su lenguaje.

Súbitamente, la yegua se encabritó. Con un chillido de terror, salió corriendo entre los árboles.

Escucharon el sonido de los cascos disminuyéndose hasta desaparecer y los únicos sonidos que

se escucharon fueron los truenos y los árboles debatiéndose contra el viento.

“Eso ha sido todo pues” dijo Tancred. “Volvamos a mi casa”

“No” dijo Charlie. “Ella volverá.”

“Estás de broma, ¿no? La yegua es solo un animal asustado, Charlie. Nunca te llevará al Castillo

de los Espejos.”

“Lo hará” insistió Charlie. “Ella piensa que somos sus hijos, tiene que protegernos.”

A Billy no le gustaba discutir con chicos como Tancred, pero mientras dirigía su mirada del

chico de las tormentas a Charlie, dijo tímidamente “Creo que Charlie tiene razón.”

“Puede que la tenga” dijo Tancred “Pero yo me largo” Mientras se alejaba gritó. “Os traeré

algo de comida dentro de un rato, si todavía estáis aquí, y creo que seguiréis.”

“¿Crees que Tancred tiene razón?” le preguntó Billy a Charlie.

“No” Charlie se sentó y se acomodó en el amplio tronco de un árbol.

Hubo un fuerte trueno seguido de un súbito aguacero, y Billy se apretó contra Charlie.

“Tancred está enfadado” dijo Billy.

“Lo superará” le dijo Charlie.

Pero, a pesar de todo, la tormenta empeoró. El viento surgió de los árboles, enviando hojas y

ramas muertas contra el suelo produciendo un fuerte traqueteo. Ortigas arrancadas, zarzas y

pasto seco rodearon silbando a los niños mientras se acurrucaban en el amplio roble,

escudándose con sus brazos. Después de lo que parecieron horas de tormenta ensordecedora,

el tiempo se calmó y los chicos se durmieron, agotados por la extraordinaria mañana que

habían vivido.

Charlie se despertó justo a tiempo para ver a Tancred caminando hacia él con una gran

bandeja. “Sabía que todavía seguiríais aquí” dijo Tancred, dejando la bandeja en el suelo al

lado del árbol. Charlie vio platos de pollo asado, verduras y salsa de carne y tres cuencos de

pastel de ciruela y crema. El desayuno de la señora Silk parecía haber sucedido hace horas y el

Charlie Bone & El Castillo de los Espejos - Jenny Nimmo

121

olor del festín que tenía delante fue suficiente para que el hambriento chico lanzara un grito

de alegría, despertando de paso a Billy, quien se cayó de lado sobre la hierba.

“Menuda tormenta” murmuró Charlie mientras mordía una pata de pollo.

“Lo siento, mi padre y yo tuvimos una pelea” dijo Tancred. “Dijo que vosotros dos deberíais

estar comiendo en una mesa, no sentados en el bosque como un par de fugitivos, así que yo

dije que no comería con él si iba a continuar diciendo eso. Mi padre casi explotó, pero mi

madre dijo que los niños son niños y recordó a mi padre y a ella haciendo un picnic en el

bosque en sus lejanos días de juventud. Eso lo calmó.”

Cuando todos los platos y los cuencos estuvieron escrupulosamente limpios, Tancred preguntó

sí Charlie y Billy estaban listos para ir a casa con él. “Es bastante obvio que la yegua no va

volver” dijo. “Probablemente ya ha galopado de vuelta al otro mundo.”

Charlie lamió un último y delicioso bocado de sus dedos y replicó. “No, ella volverá.”

“Dios, eres más terco que una mula, Charlie Bone” dijo Tancred poniéndose de pie, aunque

esta vez parecía más resignado que enfadado. “¿Qué voy a hacer contigo?”

“Llama a mi tío Paton” le dijo Charlie. “Intenta explicarle lo que ha pasado. Todo. Y dile que

probablemente pasaré la noche contigo, solo por si acaso mamá se preocupa.”

“Lo haré lo mejor que pueda. Pero volveré al atardecer y si vosotros dos todavía seguís aquí, os

echaré de la Casa del Trueno, me da igual lo que digáis. No os podéis quedar en el bosque de

noche.”

“No” dijo Billy en voz baja. “Porque Asa Pike estará rondando.”

Charlie se había olvidado de Asa. “No estaremos aquí” dijo firmemente “La reina volverá.”

“Está bien, eso ya lo veremos” Balanceando la bandeja sobre su puntiagudo pelo rubio,

Tancred se fue haciendo cabriolas a través de los árboles y Billy se las arregló para reír por

primera vez aquel día.

Durante las siguientes horas, los dos chicos jugaron al Veo, veo, persiguieron hojas, treparon

árboles y dormitaron. Pero mientras las sombras se alargaban, el corazón de Charlie empezó a

hundirse. Se dio cuenta de que había soñado con demasiadas cosas. ¿Qué esperaba?, ¿Qué un

frágil lazo de familia podía mantenerse a pesar de que pasaran miles de años?

Todavía somos los niños del Rey Rojo, pensó Charlie desesperado, Así que somos los niños de

la reina también.

Para Billy, finalmente la decepción fue demasiado. Se dejó caer en el camino, llorando. “No va

a venir, ¿no?”

Charlie solo pudo encogerse de hombros. “Y tiene mi varita” dijo, intentando iluminar la

situación. “Si es que es eso la polilla blanca.”

Charlie Bone & El Castillo de los Espejos - Jenny Nimmo

122

La noche empezó a caer demasiado rápido. El bosque se volvió húmedo y frío, y Charlie supo

que tenía que tomar una decisión. Entonces vio la pálida cabeza de Tancred acercándose a la

distancia y gritó. “Está bien Tanc, ya vamos.”

Billy se levantó, feliz por abandonar el oscuro bosque por fin. Pero Tancred paró súbitamente y

dijo en voz baja “Charlie – ¡detrás de ti!”

Charlie se giró muy lentamente esperando descubrir la forma de hombre lobo gris que Asa

tomaba al atardecer. Pero no era Asa. Era la reina.

“Ha vuelto” dijo Billy, suspirando de alivio.

El pelaje de la yegua era de un resplandeciente blanco en el atardecer. Esta quieta mirándolos,

con sus pies plantados firmemente en el camino, su noble cabeza estaba levemente girada

para poder verlos con un gran y oscuro ojo. Charlie se alegró al ver a la polilla blanca brillando

en su larga crina.

“Vuelve a hablar con ella, Billy” dijo Charlie suavemente. “Dile cuánto la necesitamos.”

Billy se acercó a la yegua, y dejándose caer sobre una rodilla, le narró dos historias con una voz

lírica que tarareaba y relinchaba: la historia de la muerte de sus padres y su vida solitaria, y la

historia del padre perdido de Charlie. Mientras el niño hablaba, Charlie observaba la cara del

caballo. Estaba seguro de que vio caer una lágrima de su brillante ojo marrón.

Cuando Billy realizó su última súplica desesperada la yegua bajó su cabeza y relinchó

suavemente.

Billy se giró hacia Charlie. “Lo hará. Dice que sus miedos son irrazonables cuando van en contra

de nuestra felicidad.”

Charlie estaba desconcertado. “¿Qué ha dicho qué?” Y miró a la yegua, preguntándose cómo

iban a subir él y Billy y una vez arriba, cómo se iban a mantener.

Para su sorpresa, Tancred ya había pensado en eso previamente. Cuando finalmente entró en

el claro, Charlie vio que llevaba consigo una silla enorme y varias tiras largas de cuero. “Son de

mi padre” dijo Tancred. “Solía montar huracanes, no me preguntes cómo.”

“Tú creías que vendría después de todo, ¿no?” dijo Charlie.

“Pensé que su venía, no podríais ir galopando poro ahí sin todo esto” respondió Tancred,

sonriendo.

La yegua blanca les permitió que la ensillaran, ayudando de todas las maneras que pudo, y

cuando hubieron terminado, Tancred subió a Charlie a su espalda y luego a Billy, quien se

colocó detrás de Charlie, aferrándolo fuertemente por la cintura.

“¿Ya está todo?” preguntó Charlie, sin poder creer lo que estaba a punto de pasar. “Adiós

Tancred. Y gracias.”

“Buena suerte” dijo Tancred, su tono de voz ronco fue incapaz de disimular un ligero malestar.

Charlie Bone & El Castillo de los Espejos - Jenny Nimmo

123

La yegua empezó a trotar a través de los árboles, y mientras cogía velocidad, Charlie gritó.

“¿Tancred, hablaste con mi tío?”

“No estaba ahí. Le dije a tu madre que te quedarías a dormir conmigo.”

“Tienes que hablar con mi río. ¡Jura que lo harás, Tancred!”

“¡Lo juro!” gritó Tancred. Esperó hasta que la yegua blanca estuviera fuera de vista y luego

corrió de vuelta a casa.

La oscuridad cayó rápidamente y Tancred no vio a la bestia gris agazapada en el suelo,

observando y escuchando.

Durante un segundo, Charlie se preguntó si no tendría que haber reflexionado un poco más

sobre su aventura antes de lanzarse a la oscuridad – montado en un caballo. Pero no estaba en

su naturaleza preocuparse por los errores pasados, así que se aferró a las riendas y se preparó

para disfrutar de la carrera de su vida.

Una vez que estuvo fuera del bosque, la yegua siguió el estrecho camino que llevaba al final de

Los Altos, sobre la colina. Desde ahí, la ciudad descansaba delante de ella como una

constelación distante. El Rey Rojo y la Reina Berenice habían subido a menudo a aquella colina,

y sabía exactamente dónde se encontraba su castillo. Incluso en aquel nuevo mundo de luces y

ruido y altos edificios, podía ver el perfil de las murallas del que fuera su hogar, detrás de la

gran casa gris en la que vivían los niños descendientes de su dotado linaje.

La ciudad palpitaba con su doloroso pasado, la reina podía sentirlo mientras caminaba por la

superficie. Aquello la entristecía, a ella, que había pasado tantos años felices en el Castillo

Rojo.

En los meses anteriores a que su décima hija naciera, una enfermedad terrible se había

extendido por el país. La reina se contagió, y aunque luchó contra la enfermedad, se volvió tan

débil que cuando nació su hija Amoret, sabía que no viviría para protegerla a ella ni a los más

vulnerables de sus hijos. Pero ahora tenía a dos de sus niños de vuelta, y utilizaría la nueva y

extraña oportunidad que le había sido concedida para ayudar a esos niños tan valientes.

Durante prácticamente mil años la reina Berenice había habitado el reino de la muerte – el

otro mundo – y desde ahí se había traído algunos poderes a su nueva vida que ni ella ni su

yegua favorita habían tenido nunca. Aquellos poderes le permitían subir los acantilados más

empinados, pasar sobre los abismos más profundos y volar con facilidad sobre el oleaje

espumoso.

Viajaron bajo una luna llena y hacia la costa, en una ruta que la reina conocía bien. Charlie

sedaba cuenta de que él y Billy estaban viviendo una aventura encantada aquella noche.

Entraron en un mundo incluso aún más extraño que los sitios que había visitado cuando

viajaba a las imágenes. No había carreteras ni casas, luces o ruidos en aquella tierra: era

antigua, salvaje y vacía.

Charlie Bone & El Castillo de los Espejos - Jenny Nimmo

124

Muchas veces, Charlie cayó dormido, pero cuando se despertaba siempre subido en la yegua,

con la cabeza Billy adormilada de Billy sobre su espalda y la polilla blanca brillando delante de

él, como una pequeña corona entre las orejas del caballo. Hasta donde él sabía, la yegua nunca

paró – ni una vez – hasta que entró trotando en una gran bahía en la que la playa brillaba con

conchas y arena plateada.

La yegua relinchó suavemente y Billy dijo “Ya hemos llegado.”

“¿En serio?” Charlie miró a su alrededor. Todo lo que podía ver era el brillante océano y la

playa; detrás de ellos, había un alto acantilado alzándose en la oscuridad.

“¡Está ahí!” Billy se deslizó del caballo y corrió hacia el borde del agua. “¡Ahí!” señaló.

“No puedo ver nada” Charlie sacó sus pies de los estribos y saltó a la arena. “¿Dónde?” Buscó

en el oscuro horizonte y vio un lejano y misterioso resplandor, como el reflejo de las estrellas

en el agua. “Creo que lo veo ahora” dijo. Y se preguntó si había alguien en aquel distante

castillo sujetando una vela. Su padre, quizás.

La yegua relinchó, fue un sonido alto y urgente.

Billy dijo “Ella dice que no debemos ir ahora, que debemos esperar a la mañana.”

“¿Y cómo vamos a llegar hasta ahí?” se preguntó Charlie. Pero estaba demasiado cansado

como para pensar más. El sueño hacía que sus párpados pesaran horriblemente y sus piernas

estaban a punto de desplomarse bajo su peso.

Durmieron en una cueva acogedora en la base del acantilado, y la yegua se colocó delante de

ellos, protegiéndolos del viento nocturno.

Se despertaron con un cielo azul y el mar estaba limpio y en calma. ¿Pero dónde estaba la isla?

El horizonte se había perdido en la niebla. Los niños se quitaron los zapatos y los calcetines,

remangaron sus pantalones y se metieron en el mar, dirigiendo su mirada hacia la bruma

seductora. El agua llegaba hasta sus rodillas y el estómago de Charlie rugió. No podía

abandonar la esperanza de que si conseguían llegar hasta el esquivo castillo, su padre quizás

contara con lo medio para hacerle un agradable desayuno caliente. Poco después pensó que

hasta un desayuno frío le serviría.

Por ahora la situación no era muy prometedora. El distante brillo de la noche pasada podía

haber sido cualquier cosa: un barco que pasaba, una estrella caída, incluso un espejismo. Los

pies de Charlie estaban empezando a entumecerse. Volvió a la costa con Billy salpicando

detrás de él.

Se sentó en la playa llena de conchas, secando sus pies mojados con sus calcetines. Charlie se

sorprendió al ver la cara sonriente de Billy, llena de emoción. Pensó que debería advertirle de

que la situación era completamente desesperanzadora. “Imagina que nunca encontramos el

castillo” dijo Charlie.

Billy no perdió su sonrisa. “No he visto el mar en años. De hecho, apenas podía recordar cómo

era.”

Charlie Bone & El Castillo de los Espejos - Jenny Nimmo

125

Aquello no se le había ocurrido a Charlie. Al mismo tiempo, había traído a Billy de vuelta a la

tierra. “Quizás estemos en el lugar equivocado.” Charlie dirigió su mirada a la yegua blanca que

pastaba en el acantilado, y bajando la voz dijo “Solo digo, fue hace miles de años cuando

ella…estaba viva. Puede que lo recuerde mal.”

“No lo creo” Billy limpió sus gafas y entrecerró los ojos mirando al mar.

Charlie levantó la mirada. La niebla estaba empezando a alzarse, y en el océano, una isla quedó

al descubierto. Una distante, hermosa isla azul con una brillante corona. Un castillo de

resplandeciente cristal.

Cuando ella vio la isla, la yegua blanca lanzó un grito que fue casi humano. Sus cascos lanzaron

oleadas de conchas al aire y corrió por la playa, saltando sobre un promontorio rocoso y

desapareciendo de la vista. Pero su voz todavía podía ser escuchada, llamándole mientras se

alejaba galopando del mar.

“Dice que no nos está dejando” dijo Billy “pero que su corazón no le permite mirar la isla en la

que sus hijos murieron. ¿A qué se refiere?”

Charlie decidió de que ya era hora de contarle a Billy la verdadera historia del Castillo de los

Espejos. ¿Pero querría Billy vivir ahí una vez que supiera lo que le había pasado al príncipe

Amadis?

Capítulo 15: La capa encantada

“¡Qué! ¡La REINA!”

Manfred retrocedió para esquivar el escupitajo que había lanzado su bisabuelo. Aún así, una

gran salpicadura cayó en su bonito y limpio zapato. Asa, gimiendo a su lado, se las arregló para

reprimir una risita.

Este se estaba convirtiendo en uno de los peores lunes de Manfred. El fin de semana ya había

sido lo suficientemente malo, con aquel renacuajo, Billy Raven, escapando de la Casa de Paso y

Usher de Grey envuelto en un accidente casi fatal. Sin mencionar la pérdida de los juramentos

y a Florence volviéndose loca. Sus gritos cuando la habían encerrado en el congelador todavía

sonaban en sus oídos. Con un poco de suerte, ya se había congelado.

En lo alto de todas esas desgracias, Asa Pike había venido con la noticia de que el gran

experimento no había funcionado exactamente como ellos habían pensado. En lugar de un

caballo de guerra con un corazón brutal, habían traído a la vida a una yegua blanca con el

corazón de una reina y madre amorosa.

Charlie Bone & El Castillo de los Espejos - Jenny Nimmo

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“Mira el lado positivo, abuelo” dijo Manfred, quitando con asco el escupitajo de su zapato

izquierdo con el talón del derecho. “Después de todo, es un gran logro.”

“¡Yo no QUERÍA a la REINA!” gritó Ezekiel. “Yo quería a Borlath.”

“Bueno, pero tenemos a la reina” dijo Manfred categóricamente. “O más bien, Charlie Bone la

tiene, y ahora él y Billy se dirigen hacia el Castillo de los Espejos.”

“Se dirigen hacia ahí” repitió Asa, excesivamente encantado consigo mismo.

“Es culpa tuya” bramó Ezekiel, señalando con un huesudo dedo a Asa. “Tú encontraste la

tumba, tú me trajiste el corazón.”

“Yo no sabía lo que era” se quejó Asa. “Solo había una B en la lápida. Nadie me dijo que la

reina se llamaba Berenice.”

“¡Ugh!” gruñó Ezekiel.

Asa se volvió más atrevido. “Lo he hecho bien” insistió. “Seguí a Paton Yewbeam, y encontré a

ese hombre, Crowquill. He pasado horas escondido en el asqueroso jardín de los Silk y luego

en cuclillas en aquel espeso bosque, por lo que me duelen los huesos de una manera horrible.

Si no fuera por mí, ni siquiera sabríais a dónde ha ido Billy, ¿verdad?”

“¡Está bien!” gritó Ezekiel. “Tómate el día libre.”

“No quiero el día libre” murmuró Asa enfurruñado. “Solo quiero el reconocimiento.”

“Lo tienes” Manfred le dio un codazo en las costillas a Asa.

“Se están cubriendo unos a otros” gruñó Ezekiel. “Todos ellos. Lysander, Torsson, Gabriel Silk.

Esto tiene que ser parado. ¡Tráeme al chico Tilpin!”

“¿Joshua?” Manfred enarcó las cejas. “¿Qué puede hacer él?”

“Te sorprenderías, Manfred” dijo su bisabuelo. “Pero pronto lo averiguarás. Ahora,

desaparecer de mi vista, los dos.”

Manfred se negaba a ser tratado como un niño. Se merecía algo mejor. Con el ceño fruncido

bajó por los muchos corredores y escaleras que llevaban a las habitaciones de su bisabuelo

mientras Asa arrastraba los pies detrás de él, lloriqueando.

“¿Para qué querrá a Tilpin?” se quejó Asa. “No puede hacer nada. Es demasiado pequeño y no

tiene experiencia.”

“Sabemos que tiene magnetismo” respondió Manfred. “Supongo que dependerá de qué haga

con él. Puede ser interesante.”

“¡Hmff!” resopló Asa.

Manfred atrapó a Joshua justo cuando estaba saliendo del vestuario verde. La asamblea había

terminado y los niños tenían que ir a sus primeras clases.

Charlie Bone & El Castillo de los Espejos - Jenny Nimmo

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“El señor Ezekiel quiere verte” dijo Manfred, agarrando al pequeño niño del hombro.

“¿Oh?” Joshua le dedicó a Manfred una de sus extraordinarias sonrisas con sus dientes

separados, y una vez más, Manfred sintió un peculiar hormigueo que le hizo devolverle una

sonrisa al niño incluso cuando momentos atrás, sonreír era lo último que le pasaba por la

mente.

“¿Sabes dónde encontrar la habitación del señor Ezekiel?” le preguntó Manfred amablemente.

“Sí señor. Está en el ala oeste, justo en lo más alto.”

“Buen chico. Vete entonces. Y será mejor que te des prisa.”

“Sí señor.”

Era muy gratificante ser llamado señor. Manfred mantuvo su sonrisa en cada paso que daba a

través del gran recibidor, pero se desvaneció abruptamente cuando patinó en una piel de

manzana y casi perdió el equilibrio.

“¡AAAAAARGH!! Rugió Manfred.

El recibidor estaba ahora vacío exceptuando al doctor Saltweather, quien estaba bajando

lentamente las escaleras principales con un periódico debajo del brazo y una desconcertada

expresión en su cara.

“Es esa chica, Vertigo, de nuevo” le gritó Manfred al doctor Saltweather “Está dejando pieles

de manzana por todo el lugar. Hay que hacer algo al respecto.”

“No es de mi departamento” murmuró el doctor Saltweather. “Soy el jefe de música.” Se alejó

paseando luciendo aún más agitado que antes.

Manfred soltó un gemido de irritación y se dirigió a su oficina.

El doctor Saltweather estaba ahora caminando por el corredor de los retratos. Estaba tan

preocupado que se había olvidado de a dónde estaba yendo supuestamente. En su periódico

había un alarmante artículo. Dos personas habían desaparecido de una pequeña ciudad del

nordeste. Normalmente esta clase de noticias habrían causado pequeño revuelo de

preocupación: tenía esa clase de corazón al que le incluso la más pequeña desgracia ajena le

afectaba. Pero las noticias de hoy eran aún más inquietantes.

Los dos hombres en cuestión eran un director llamado Tantalus Wright y un cartero cuyo

nombre era Vincent Ebony. Esto podía ser una coincidencia, por supuesto, pero eran los

peculiares hábitos de aquellos hombres lo que habían causado que el doctor Saltweather

encontrara esas desapariciones demasiado siniestras para ser mera coincidencia. La

especialidad del director era Historia Medieval y sufría narcolepsia. En otras palabras, caía

dormido sin ningún aviso en los sitios más inusuales, causando la alegría de muchos de sus

alumnos.

El doctor Saltweather abrió el periódico y releyó el pequeño artículo de la última página. “El

señor Vincent Ebony es un hombre alegre con un gran sentido del humor. Se ríe

Charlie Bone & El Castillo de los Espejos - Jenny Nimmo

128

inmediatamente en las bromas más tontas y se le suele escuchar cantando “Gershwin Bess,

eres ahora mi mujer”. La esposa del señor Ebony, Bess, estaba demasiado afectada para hacer

comentarios.”

Los dos hombres habían desaparecido a finales de agosto en las cercanías de la ciudad de

Yorwynde. Tantalus Wright, un ávido excursionista, nunca había vuelto de su domingo de

caminata y la camioneta de Vincent Ebony había sido hallada abandonada al borde de un

pequeño bosque. No había señales del cartero. Los dos hombres habían estado desaparecidos

durante tres semanas.

“¡No puede ser! ¿Cómo podría ser?, ¿dos en uno? ¡dos en uno!” el doctor Saltweather

deambuló, sacudiendo su cabeza. Seguramente no podría discutir el asunto el director, ya que

había sido el doctor Bloor el que había insistido en la designación de Tantalus Ebony. Era difícil

saber quién era quién en la Academia Bloor – o quién era qué, cuando llegaba el caso.

“¡Buenos días!” la Cocinera pasó barriendo al lado del doctor Saltweather por el oscuro

corredor. “Parece preocupado, doctor.”

“Sí” el doctor Saltweather se giró rápidamente y miró a la Cocinera apresurarse por el pasillo.

Se dio cuenta de que ella era una persona en la que podía confiar. No había ninguna duda en

su mente de que la Cocinera estaba en el lado de los buenos, aunque apenas sabía que quería

decir aquello.

“¡Cocinera!” la llamó el doctor Saltweather suavemente. “¿Podríamos hablar?”

La Cocinera miró a su alrededor, sorprendida por el tono furtivo del doctor. “Por supuesto,

doctor.” Volvió andando hacia él.

El doctor Saltweather alisó la última página de su periódico y lo se lo entregó a la Cocinera,

señalando la pequeña columna cerca del final. “¿Qué opina de esto?”

La Cocinera leyó rápidamente el artículo y jadeó. “¿Qué qué opino?” dijo trémulamente.

“Opino que significa problemas, doctor Saltweather. Un problema muy gordo, especialmente

para algunas personas de esta ciudad.”

“¿Cómo quiénes?” el doctor estaba intrigado.

“Como Charlie Bone y su tío” dijo la Cocinera.

“Ah” el doctor Saltweather se acarició la barbilla. “Charlie no estaba en la asamblea esta

mañana, al igual que el pequeño Billy Raven.”

‘’He oído algo sobre el tema” dijo la Cocinera “pero esto” – ella golpeó el periódico – “esto es

extremadamente serio. Tengo que hacer una llamada inmediatamente”

“Pero, Cocinera, ¿cómo puede ser posible?” preguntó el doctor Saltweather, más agitado que

nunca. “Dos personas en una, ¿cómo ha podido pasar?”

“Créeme, eso puede hacer esa clase de cosas” dijo la Cocinera, volviendo por donde había

venido.

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129

“¿ESO?” exclamó el doctor Saltweather.

“Sí, ESO” replicó la Cocinera, corriendo aún más rápido. “Se lo explicaré en otro momento.

Pero ahora mismo, tengo que hacer una llamada. Gracias doctor, gracias. Tenemos razones

para estar muy, muy agradecidos por esta información.” Su voz dejó de escucharse cuando

giró en la esquina.

El doctor Saltweather recordó súbitamente de que debería estar en una reunión en la sala de

los instrumentos de viento, con el señor Paltry y Tantalus Ebony. El jefe de música llegaba

tarde, pero cuando llegó a la habitación de Viento, Tantalus Ebony no estaba ahí.

“No está en el colegio” dijo el anciano señor Paltry, limpiándose los dientes con un palillo.

“¿No se dio cuenta? No fue a la asamblea.”

“No, no me di cuenta” el doctor Saltweather se sintió tonto, ansioso y confuso, todo al mismo

tiempo. “Desearía que usted no fumara” le dijo al viejo flautista. “Da un mal ejemplo.”

“Yo no fumo” el señor Paltry deslizó el palillo en su bolsillo.

“Puedo olerlo, Reginald” dijo Saltweather. “No es de extrañar que esté usted falto de aliento

últimamente” Dio un suspiro de irritación. “Será mejor que nos las arreglemos sin el señor

Ebony.”

Una Cocinera sin aliento entró corriendo en la cocina y levantó el auricular de un teléfono

situado en la pared junto a la puerta giratoria. Los trabajadores de la cocina estaban charlando

en la parte de atrás y la Cocinera no tuvo miedo de ser escuchada. Marcó rápidamente y

esperó a que escucharan el teléfono en el número nueve de la calle Filbert.

“¿Sí?” dijo una voz irritada.

La Cocinera agravó su voz, y hablando como un hombre viejo, dijo “Me gustaría hablar con el

señor Paton Yewbeam.”

“No está aquí” dijo la abuela Bone.

“La señora Jones, entonces” dijo la Cocinera “Ella servirá.”

“¿De qué se trata?” demandó la abuela Bone.

“Eh…es la tintorería…”

“¿No será sobre mi mejor abrigo? El negro con el cuello de terciopelo” esto fue gritado tan

fuerte que la Cocinera tuvo que alejar el auricular de su oreja.

“No, no. El artículo en cuestión es rojo y…”

“¡Maisie, teléfono! Tu ropa está en problemas” el auricular fue dejado en la mesa y la

Cocinera oyó pisadas corriendo en un suelo de baldosas. Momentos después, la voz ansiosa de

Maisie dijo “¿Sí? ¿qué ha pasado?”

Charlie Bone & El Castillo de los Espejos - Jenny Nimmo

130

“Maisie, soy yo, la Cocinera. Pero no des muestras de ello” dijo la Cocinera con su voz normal.

“Quiero hablar con el señor Yewbeam, pero aparentemente ha salido.”

“No solo ha salido” dijo Maisie, bajando la voz. “Ha desaparecido. Amy y yo estamos muy

preocupadas. Tenía noticias acerca de Charlie, y entonces él y… y, ya sabes, ese señor

Crowquill se fueron muy pronto esta mañana.”

“Querida, oh querida” la Cocinera no sabía qué pensar de todo esto. “¿Tienes alguna idea de a

dónde han ido?”

Maisie puso su boca justo encima del auricular y susurró “Al Castillo de los Espejos.”

“De mal en peor. Tengo el temor de que alguien más se dirija hacia ahí ahora mismo. ¿Tienes

alguna manera de contactar con el señor Yewbeam?”

“Ninguna” dijo Maisie. “Ha dejado atrás su teléfono móvil.”

Una voz detrás de Maisie preguntó “¿Por qué estás cuchicheando con la tintorería?”

“No lo hacía. Perdí mi voz, ha habido una tragedia con la chaqueta roja” La voz de Maisie se

volvió tan baja que la Cocinera no pudo escucharla, pero de repente volvió. “Muchísimas

gracias por informarme” le dijo a la Cocinera. “Iré a recoger lo que queda de ella más tarde.

Adiós.”

La Cocinera colgó el auricular. “Nada puede hacerse” murmuró.

“Yo creo que se puede hacer mucho” Uno de los asistentes de la cocina llegó hasta la Cocinera

portando una bandeja de pasteles quemados. “Tendremos que hornear unos más.”

“Tú tendrás que hacer unos cuantos más” replicó la Cocinera. “Yo no los he quemado.”

Fidelio Gunn se ponía más nervioso con cada segundo que pasaba. Gabriel le había susurrado

algo en la asamblea pero apenas había entendido lo que le había dicho. Las únicas palabras

que había comprendido fueron “Charlie…un castillo…y Billy Raven” Fidelio no podía imaginarse

qué le había pasado a Charlie. No era común en su amigo escaparse a algún lugar sin decírselo

a él.

“Fidelio, no te estás concentrando” dijo la señorita Chrystal, quien le estaba acompañando con

el piano.

Fidelio bajó el volumen de su violín y estudió la partitura que había en el estrado delante de él.

“Lo siento, señorita Chrystal, me he perdido.”

“¿Cuál es el problema?” la señorita Chrystal giró en el taburete de música. “Tocaste esta pieza

casi perfecta la semana pasada.”

La señorita Chrystal era una profesora muy joven. Tenía el pelo rubio y la clase de rasgos que

prácticamente invitaban a los niños a confiar en ella. Ella guardaba sus secretos y nunca había

sido conocida por traicionar a ninguno de ellos.

Charlie Bone & El Castillo de los Espejos - Jenny Nimmo

131

“Estoy preocupado por mejor amigo” confesó Fidelio.

“¿Charlie Bone?”

“Sí. No está en el colegio y no sé qué ha pasado con él.”

“Quizás el doctor Saltweather ha escuchado algo sobre el tema. Investigaré un poco y te haré

saber mis descubrimientos durante el recreo de la comida, ¿te parece?” la señorita Chrystal

sonrió envalentonando al chico.

“Gracias señorita Chrystal” Fidelio colocó su violín bajo la barbilla y se preparó para volver a

tocar.

La lección no fue precisamente un éxito, y tan pronto como sonó la campana, salió corriendo

de una manera un tanto ruda y se dirigió hacia el guardarropa para colgar su capa. Estaba a

punto de salir al exterior cuando vio a Dorcas Loom acercándose a la puerta de la Torre de

Música. Llevaba una capa azul doblada bajo su brazo.

Fidelio sospechaba de ella. “¿Qué es eso Dorcas?” le preguntó.

La niña gruñó levemente “Oh, es la del señor Pilgrim” dijo, recobrando la compostura. “Fue

encontrada en la biblioteca así que la llevo de vuelta a su clase de música.”

“Pero el señor Pilgrim se ha ido.”

Dorcas se encogió de hombros “¡Y qué!”

“Que…” Fidelio dudó. La expresión maliciosa de Dorcas le asustaba. Tenía una reputación por

embrujar ropas. ¿Podría haber hecho algo con la capa azul?

“Da igual” Fidelio salió al jardín.

Gabriel no estaba por ninguna parte, pero Fidelio descubrió a Tancred hablando con el niño

nuevo, Joshua Tilpin. Fidelio corrió hacia ellos. “Tancred, ¿puedo hablar contigo un momento

en privado?” El chico clavó su mirada en Joshua.

Tancred palmeó el hombro de Joshua y dijo, “Hasta luego Josh. Y gracias por encontrar el

libro.”

Joshua le sonrió a Tancred. “Cuando quieras, Tancred. Nos vemos luego.” El pequeño chico se

fue paseando con aquellas piernas que parecían incapaces de soportar siquiera el peso de un

pájaro, dejando solos a los chicos.

“Es raro” remarcó Fidelio enarcando las cejas.

“No tanto” dijo Tancred. “Es un buen chico. Muy útil.”

Fidelio cambió de tema. “Me preguntaba si tú sabías lo que le había pasado a Charlie.”

“De hecho, lo sé. Caminemos un poco.”

Charlie Bone & El Castillo de los Espejos - Jenny Nimmo

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Fidelio siguió a Tancred hacia las murallas del castillo, donde encontró a Emma y a Olivia

sentadas en lo alto de un gran montículo. Olivia parecía tener una reserva interminable de

manzanas, porque ahí estaba una vez más, pelando otra manzana con el pequeño cuchillo de

plata que llevaba a todas partes. Emma observaba a su amiga con un ceño fruncido que ya

estaba haciendo permanente.

“Estas dos saben qué ha pasado” dijo Tancred, sentándose en uno de los escalones más bajos.

“Siempre soy el último en enterarme de lo que pasa últimamente” Fidelio se sentó en uno de

los escalones del medio.

“Eso es porque no estás dotado” dijo Olivia. “Yo tampoco lo estoy. Y no quiero estarlo.”

Fidelio la ignoró. “Tancred, por favor, dímelo ¿a dónde se ha ido Charlie?”

Tancred respiró profundamente antes de empezar. “Empezaré por la mañana del domingo,

cuando Billy Raven se escapó de sus nuevos padres” y comenzó a contarle todo a Fidelio.

“¡Vaya!” Fidelio fijó su mirada en las brillantes paredes rojas. “Esa es la causa de todo aquel

caos. Me despertó. Perros ladrando, coches estrellándose, sirenas de policía, truenos – eso

fuiste tú, supongo” le dijo a Tancred.

“¡Culpable!” Tancred alzó su mano con una sonrisa. “Pero Sander salvó el día. Si no fuera por

él, no creo que yo estuviera aquí ahora.”

Podían ver a Lysander discutiendo con Asa Pike al otro lado del campo de juego, y Tancred dijo

“Asa está molestando un montón a Sander hoy. Primero, dijo que la corbata de Sander no

estaba recta, luego dijo que estaba siendo demasiado ruidoso cuando no lo era y ahora

míralos.”

“Tengo un mal presentimiento sobre hoy” dijo Emma en voz baja.

Fidelio sabía a qué se refería. Quizás tenía algo que ver con la ausencia de Charlie. “¿Qué es

todo eso del Castillo de los Espejos?” preguntó.

“Mi tía leyó sobre él en un libro” dijo Emma. “Cientos de años atrás, uno de los hijos de Rey

Rojo le prendió fuego al castillo, con la familia de su hermano todavía dentro. Pero uno de

ellos escapó, y ese fue el ancestro de Billy. Las paredes del castillo se convirtieron en cristal

brillante. ¡Imagínatelo!”

“Y Charlie piensa que encontrará a su padre ahí” añadió Tancred.

Olivia saltó súbitamente y lanzó su manzana a los arbustos. “Desearía que Charlie estuviera

aquí” dijo, mientras se alejaba andando de ellos.

Fidelio se sentía de la misma manera.

Aquella noche, la atmósfera en el Salón del Rey era especialmente hostil. Era una hostilidad

que corría por los huesos de los niños, y Emma no podía parar de temblar. Temblaba tanto que

su bolígrafo se le caía constantemente de la mano. La tercera vez que se le cayó, el bolígrafo

Charlie Bone & El Castillo de los Espejos - Jenny Nimmo

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rodó por la mesa, y Emma estaba segura que Inez o Idith lo habían empujado. Las gemelas

continuaban mirando a Emma con sus rasgados ojos azules de muñeca china, y apenas podía

concentrarse con ellas observándola.

Joshua Tilpin, que se había sentado en el asiento vacío de Charlie al lado de Emma, se inclinó

sobre la mesa, cogió su bolígrafo y se lo devolvió. Le dedicó una pequeña sonrisa que la obligó

a devolverle la sonrisa. Pero Joshua quería más que una sonrisa, quería que ella volara.

Súbitamente, Emma se imaginó a ella misma convertida en un gran halcón, planeando sobre

sus amigos, atacando sus cabezas, sus manos…¿Pero por qué haría ella algo tan terrible?

Apartó su mirada de Joshua, le daba escalofríos.

Gabriel, sentado al otro lado de Emma, le susurró. “¿Estás bien, Em?”

Emma asintió.

“¡Silencio!” dijo Manfred. “No se puede susurrar.”

Inez e Idith dirigieron su fría mirada hacia Gabriel, los ojos amarillos de Asa se entrecerraron y

Dorcas Loom soltó una molesta risita.

Emma miró hacia su lado. Gabriel, Tancred y Lysander estaban inclinados sobre sus libros. Sus

brillantes ceños fruncidos la hacían sentir aún peor.

Cuando los deberes se terminaron, los niños dotados empezaron a salir en fila del Salón del

Rey encabezados por Manfred. Emma esperó a Gabriel, a quien le estaba llevando más tiempo

de lo normal recoger las cosas. Lo mismo le pasaba a Tancred y a Lysander. Los libros se les

caían, otros no querían cerrarse. Los lápices se alejaban rodando y el papel se iba flotando de

sus manos.

“Algo malo está pasando” dijo Emma.

“Y que lo digas” gruñó Lysander.

“Estamos en desventaja” dijo Gabriel. “Cuatro contra cinco, seis, si contamos a Manfred.”

Los tres chicos se las arreglaron para guardar todo al fin, y Emma salió con ellos en dirección a

los dormitorios. Cuando estaban cruzando el pasillo, Gabriel se giró y se alejó corriendo del

grupo en dirección al recibidor.

“¿A dónde vas Gabe?” gritó Lysander. “¡La ama de llaves te pillará!”

“Tengo permitido practicar durante media hora en la Torre de Música” dijo Gabriel. “El señor

Ebony me dio un permiso especial el viernes.” Sacó una nota de su bolsillo. “Así que la ama de

llaves tendrá que admitirlo.”

Esto hizo aparecer una sonrisa en el rostro de sus amigos, pero todos se sentían

inexplicablemente inquietos mientras veían a Gabriel cruzar el recibidor hacia la puerta de la

Torre de Música.

Charlie Bone & El Castillo de los Espejos - Jenny Nimmo

134

Gabriel también tenía un presentimiento, pero adoraba practicar en el gran piano, y era

precisamente a causa de aquel sentimiento de que algo malo se avecinaba que apenas podía

esperar a perderse en la música.

Era una larga subida hasta lo alto de la torre, y cuando Gabriel llegó a la habitación de música,

tuvo que sentarse en un taburete para recobrar el aliento. Mientras se acercaba a la tapa del

piano, notó una capa azul en una silla al lado de la ventana. Seguramente había sido la del

señor Pilgrim. Gabriel siempre había sido muy cercano al señor Pilgrim. El extraño profesor era

un brillante pianista, y aunque apenas hablaba, Gabriel siempre había contado con la cálida

aprobación del señor Pilgrim.

¿Dónde estaba el profesor de piano ahora?, ¿qué había pasado con él? Gabriel raramente

usaba su don. Podría dañarse a sí mismo si se pusiera las ropas de alguien que hubiera sufrido

dolor o tortura. Pero en esta ocasión la curiosidad de Gabriel pudo más que él y se sintió

impulsado a ponerse la capa.

Tan pronto como se colocó la capa sobre su cabeza, la realidad se empezó a desvanecer y

Gabriel se vio prisionero en una oscuridad extremadamente profunda y sombría de la que no

podía escapar. Intentó quitarse la capa pero sus brazos eran inútiles, y se vio obligado a

enfrentarse al horror hasta que cayó sin sentido en el suelo.

Capítulo 16: Las paredes de la historia

En una playa con olas plateadas muy, muy lejos de los problemas de sus amigos, Charlie se

encontraba en una situación difícil. Billy se había enfadado y asustado mucho cuando escuchó

la historia del príncipe Amadis. Con la cabeza agachada y las manos metidas profundamente

en sus bolsillos, el chico de pelo blanco paseaba por la playa, pateando la arena y las conchas.

“¿Por qué no me lo contaste?” gimió acusatoriamente. “¿Por qué no me hablaste sobre mi

guardián y el libro y todas esas cosas terribles que pasaron – ahí fuera?”

“Lo siento Billy. Mi tío dijo que sería más seguro para ti que no lo supieras. Y luego conocimos

a la reina, y de alguna manera, fue demasiado tarde.” Charlie mantenía un ojo vigilando el

mar. La marea estaba subiendo rápidamente, y pronto no habría ninguna forma de salir de la

playa. Estaban en una pequeña bahía que tenía unas paredes de rocas con apariencia peligrosa

en ambos lados y con un acantilado prácticamente vertical detrás de ellos. Y había otro

problema. ¿Cómo llegarían a la isla?

Ignorando a Billy por el momento, Charlie empezó a buscar algún bote o embarcación en las

rocas y en la base del acantilado. Porqué había de haber uno en un lugar tan apartado, no lo

consideró. Lento pero seguro, el mar reptaba sobre la arena.

Charlie Bone & El Castillo de los Espejos - Jenny Nimmo

135

“¡Charlie!” gritó Billy, súbitamente consciente del acercamiento del agua. “¿Qué está

pasando?”

“La marea está subiendo” Charlie estaba investigando una profunda cueva. Era tan oscura, que

no podía ver dónde acababa. Si solo tuviera un poco de luz…Pero ni siquiera había traído una

caja de cerillas. Una suave luz flotó sobre su cabeza y flotó hacia el fondo de la cueva. Era muy

débil, pero le permitió a Charlie vislumbrar algo que semejaba a un bote, yaciendo de lado en

lo alto de una pared inclinada. La luz se movió, atravesando la cueva, revelando una brillante

pared negra a causa del agua.

“¡Charlie!, ¿qué vamos a hacer?” gritó la voz dominada por el pánico de Billy.

“Ven y ayuda” gritó Charlie. “He encontrado un bote.”

Billy llegó a su lado en un momento. “¿Cómo lo encontraste?”

“Hay una luz” Charlie observó la brillante silueta, tenía alas terminadas en plata. “Es la polilla

blanca.”

“Tu varita” exclamó Billy “y mira, está sentada en algo.”

“Un remo” dijo Charlie. “Hay dos.”

Era una embarcación pequeña, pero necesitaron todas sus fuerzas para deslizarlo por el suelo

resbaladizo de la cueva y sacarlo a la plaza. Para cuando llegaron al exterior, el agua ya llegaba

hasta la boca de la cueva.

Después de quitarse los zapatos y los calcetines, Charlie enrolló sus pantalones para que no se

le mojaran y le dijo a Billy que hiciera lo mismo.

“¿A dónde vamos?” le preguntó Billy.

“¿A dónde crees? A la isla”

“¡N-n-noooooo!” gimió Billy. “No quiero ir. No iré. Habrá fantasmas ahí después de lo que

pasó. Por favor, no me hagas ir.”

“No seas idiota” dijo Charlie en un alarde de tacto. “No hay a dónde más ir. Nos ahogaremos si

esperamos más tiempo.”

El bote ya estaba empezando a flotar mientras lo empujaban hacia la playa, y Charlie le ordenó

a Billy que saltara antes de que fuera demasiado tarde. Todavía temblando, Billy se encaramó

por un lado mientras Charlie mantenía estable el bote, y pronto, Charlie estuvo dentro

también. Sentado al lado contrario de Billy metió los remos en sus argollas y empezó a remar

alejándose del acantilado.

“¿Sabes remar?” le preguntó Billy removiéndose en su estrecho asiento.

“Como un campeón” dijo Charlie. “Mi bisabuelo vive al lado del mar.”

“¡Oh!” exclamó Billy con un deje de admiración.

Charlie Bone & El Castillo de los Espejos - Jenny Nimmo

136

Era cierto. Charlie se había convertido en un excelente remero durante sus visitas al mar con

su tío Paton. Pero nunca había cubierto una distancia tan larga como la que tenía por delante.

Se colocó contra la marea y el mar se embraveció. Una y otra vez las grandes olas chocaban

contra los lados de la barca y provocaban que Billy gritara de terror. Intentando esconder su

propio miedo, Charlie le ordenó a Billy que mantuviera sus ojos cerrados hasta que estuvieran

a salvo.

“¿Estaremos alguna vez seguros?” la aterrada voz de Billy estaba empezando a poner a Charlie

de los nervios.

“Si no puedes animarme, ¡entonces cállate!” le ladró.

Dándose cuenta de que su vida estaba en manos de Charlie, Billy no volvió a abrir la boca. Los

brazos de Charlie le quemaban ya de tal manera que pensó que no duraría hasta que llegara a

la isla. Cada vez que miraba sobre su hombro, la silueta azul grisácea con su corona de cristal

parecía estar a la misma distancia. En cualquier caso, parecía estar retrocediendo y Charlie

empezó a dudar de su existencia. Quizás era un espejismo que nunca alcanzarían – una broma

cruel que lo mantenía remando, alejándose más y más del continente y adentrándose más y

más en el océano abierto.

Charlie decidió que no volvería a mirar atrás hasta que hubiera contado hasta quinientos. Hizo

un pequeño descanso, respiró profundamente y luego vio a la polilla blanca descansando en su

manga. Recordando que su transformada varita necesitaba instrucciones en galés, Charlie dijo

“¡Helpi vee!, ¡Ayúdame!”

No estaba seguro de qué tenía que esperar, pero no pasó nada milagroso. Las olas gigantes

todavía chocaban contra el bote y rompían sobre la borda, lanzando chorros de agua sobre la

espalda de Charlie. Pero mucho antes de que hubiera llegado a los quinientos, el bote chocó

sobre la roca, y esta vez, cuando Charlie miró sobre su hombro, estaban ahí.

Observando cuidadosamente la roca, Charlie bajó del bote, ordenándole a Billy que se

mantuviera sentado mientras él tiraba de la embarcación por el agua poco profunda.

Los ojos de Billy estaba abiertos ahora, y no pudo esperar a bajarse de bote. Produciendo una

enorme salpicadura, aterrizó al lado de Charlie, metido en el agua hasta la cintura.

El alivio hizo que ambos empezaran a reír. Empujaron el bote fuera del agua hasta un banco de

hierba, agitados por la risa y temblando por el frío.

“Secaremos nuestra ropa en el castillo” dijo Charlie. “No quiero llegar vestido solo con mi ropa

interior.”

“No es como si el rey fuera a estar ahí” remarcó Billy con otra risa.

Fue una suerte que sus zapatos estuvieran secos, ya que el suelo estaba cubierto con piedras y

guijarros. Según el Libro de Amadis, los campos que rodeaban al castillo habían estado llenos

de cultivos bien cuidados. Pero ahora, el tosco césped crecía casi hasta la cintura. Era como

moverse por un mar espinoso.

Charlie Bone & El Castillo de los Espejos - Jenny Nimmo

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El suelo empezaba a inclinarse hasta una colina rocosa poblada de pequeños árboles.

Alzándose sobre los árboles, las brillantes paredes de cristal cortaban el cielo produciendo

unas extrañas dentelladas. Si hubiera alguna ventana en el misterioso edificio, debía estar

hecha del mismo cristal reflectante, ya que no se veía nada que recordara siquiera que

recordara a una.

Los chicos empezaron a andar a través de los árboles sin hojas, retorcidos por la fuerza del

viento, mientras el sol calentaba sus espaldas y secaba sus ropas. Cada vez más cerca, se

dirigieron al castillo. Cada vez más alto. Charlie se dio cuenta de que estaba temblando a causa

de la aprensión. Un nudo se había formado en su garganta y no confiaba en su capacidad para

hablar.

De pronto, Billy aceleró y corrió hacia el castillo. Tocó la brillante pared y dijo sin aliento “Está

realmente hecha de cristal.”

Rodearon el castillo, buscando alguna entrada, pero solo se veían a ellos mismos reflejados en

las murallas de espejos. El castillo era mucho más grande de lo que Charlie se había imaginado,

y se dio cuenta de que solo habían llegado a las paredes exteriores. Dentro tendría que haber

un gran patio de armas y luego el castillo en sí. Solo podía ver lo alto de una enorme torre a

una distancia de la muralla.

Casi habían llegado al punto desde el que había empezado cuando Billy, que iba unos metros

por delante de Charlie, desapareció súbitamente.

Charlie avanzó corriendo y gritando, “¿Billy, dónde estás?”

“¡Aquí!” dijo una voz.

Prácticamente a sus pies, Charlie notó un agujero que previamente había sido cubierto con

una áspera maleza. Se arrodilló y al observar en el interior, descubrió el pálido rostro de Billy

sonriéndole.

“Estoy bien” dijo Billy. “Hay un pasadizo y puedo ver una luz al final.”

Charlie se introdujo en el agujero y se deslizó en la oscuridad. Era muy emocionante flotar

sobre una superficie tan brillante y resbaladiza, por ello aterrizar en una basta roca en el fondo

fue un poco sorprendente.

“¡Ay!” Charlie se incorporó y golpeó su cabeza contra el bajo techo. “¡Ay otra vez!” Estaba de

pie en un pequeño espacio bajo tierra con apenas el espacio suficiente para los dos.

“¡Mira, mira!” demandó Billy. “Un pasadizo.”

Charlie se giró y vio un sombrío hueco en la roca. Se inclinó y miró dentro. Un estrecho túnel

llevaba a un distante destello de luz. “No es un pasadizo, es un túnel” le corrigió Charlie.

“Es lo mismo.”

“No, no lo es. Vamos a tener que gatear.”

Charlie Bone & El Castillo de los Espejos - Jenny Nimmo

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“Gateemos entonces.” Billy se arrodilló y empezó a gatear por el túnel. Su resistencia a visitar

el castillo se había desvanecido y ahora estaba incluso más entusiasmado que Charlie.

Cuando estaban a mitad de camino por el túnel, Charlie empezó a escuchar el sonido de un

piano. Su corazón latió a toda velocidad y dudó antes de trepar fuera del túnel. Estaba

asustado de lo que quizás vería. Finalmente, emergió de la oscuridad, y se encontró a sí mismo

en un vasto patio, cubierto con brillantes y relucientes piedras. La música provenía de una

torre cuadrada ubicada en el centro del patio. Un tramo de estrechos escalones llevaba a una

puerta rematada con un arco en la torre; tanto la puerta como los escalones estaban hechos

de un cristal negro y tosco.

Los escalones eran tan rugosos como lija y fáciles de subir. Billy fue primero y cuando llegaron

a lo alto, llamó educadamente a la puerta.

La música paró pero nadie apareció. Charlie empujó cuidadosamente la puerta y esta se

balanceó hacia el interior. Juntos, los niños entraron en la habitación.

La primera visión que tuvo Charlie del hombre que estaba dentro fue un reflejo fragmentado,

las paredes de la habitación estaban cubiertas con rectángulos de cristal nebuloso y su

ocupante estaba detrás del niño. Muy lentamente, Charlie se giró. Vio a un hombre de media

altura con pelo negro y grandes ojos verdes. Tenía una larga nariz aquilina y una gran boca. Su

piel estaba cetrina y parecía como si hubiera pasado un largo tiempo en el interior. Había algo

familiar en aquel hombre que le dio a Charlie un brote de esperanza.

El extraño sonrió tentativamente “¿Qué me habéis traído?” les preguntó.

“Nada” Charlie estaba a cuadros. “¿Estabas esperando algo?”

“A veces, ellos envían comida” el hombre se sentó en una de aspecto desvencijado silla y

suspiró. “Un chico la trae del continente.”

Consciente de que su padre había perdido la memoria, Charlie le preguntó “¿Cómo le llaman,

señor?”

“Me llaman Albert Tuccini pero, por supuesto, ese no es mi nombre real.”

“¿Sabe usted…sabe su nombre real?”

Albert Tuccini negó con la cabeza. “No puedo ayudarte en ese sentido.”

Charlie se acercó un paso al hombre. “Creo que le conozco señor.”

El hombre agachó la cabeza. “Mucha gente me conoce, soy un famoso pianista.”

“¿Entonces por qué está usted aquí señor?” le preguntó Billy.

“Ah” Albert Tuccini puso un dedo sobre sus labios. “No es seguro para mí estar fuera. Yo no

pertenezco aquí, ¿sabes? He perdido mi país, mi hogar y mi nombre.”

Charlie Bone & El Castillo de los Espejos - Jenny Nimmo

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Charlie pensó que había detectado un acento extranjero en el habla de Albert, pero se dijo a sí

mismo que aquello podía ser explicado por aquel hombre que no sabía quién era. Se acercó a

Albert Tuccini y tocó su hombro. “Creo que sé cuál es su verdadero nombre, señor. Quizás yo

pudo ayudarle a recordar.”

“¿En serio?” un pequeño destello de esperanza brilló en los tristes ojos verdes del hombre.

“Creo que su nombre es Lyell Bone.”

“Lyell Bone” repitió el hombre. “Es un buen nombre.”

“Y yo soy Charlie, tu hijo” dijo Charlie apresuradamente.

Billy tiró de su manga. “Tú eso no lo sabes” dijo en voz baja.

“Lo sé” dijo Charlie. “Estoy seguro de ello.”

El hombre parecía sorprendido. “¿Un hijo?” preguntó lleno de dudas. “No es posible”

“¡Sí, sí!” gritó Charlie, totalmente convencido de que aquel era, de hecho, su padre. “Y ahora

que te he encontrado, todo va a salir bien. Te llevaré a casa, y volverás a ver al tío Paton otra

vez. ¿Te acuerdas de él? Paton Yewbeam.”

“¿Paton?” repitió el hombre “Me acuerdo de Yewbeam. Fue la señorita Yewbeam la que me

trajo aquí. La señorita Eustacia Yewbeam. Es ella la que a veces me trae comida.”

“¡Por supuesto!” Charlie estaba tan emocionado que apenas podía mantener la cabeza fría.

“Hay tres señoritas Yewbeam. Son mis tías abuelas, y sé que ellas te hicieron desaparecer.”

El hombre dijo “Bien, bien” y negó con la cabeza. “Por favor, ¿podrías llamarme Albert por

ahora? Estoy acostumbrado a ello.”

“Solo por ahora” accedió Charlie.

Súbitamente, Billy dijo “¡No puedo vivir en este lugar! No si las Yewbeam vienen aquí.”

Charlie se dio cuenta de que la situación de Billy era tan mala como siempre. “Encontraremos

otro lugar” le dijo a Billy “tan pronto como podamos.”

Pero mientras hablaban, había habido un cambio dramático en el tiempo. Un viento del norte

había empezado a aullar alrededor del castillo, y ráfagas de granizo golpeaban las paredes de

cristal. Una travesía a través del mar sería demasiado peligrosa. Tendrían que esperar hasta

que la tormenta se calmara.

Albert les ofreció a los chicos una comida. Cargando con la tapa de una gran bandeja de roble,

sacó una gran cantidad de latas y las vació en una sartén. Un pequeño hornillo de parafina se

encontraba en la esquina de la habitación y Albert procedió a calentar la comida. Cuando

acabó, Billy y Charlie terminaron sujetando dos cuencos de judías asadas y dos cucharas.

“Yo usaré la sartén” dijo alegremente su anfitrión hundiendo una cuchara de madera en las

judías restantes. “La comida de lata puede estar muy buena, ¿sabéis?”

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“Sí” dijo Charlie, mientras se preguntaba si su padre vivía solo a base de judías.

Los niños se sentaron en la cubierta de paja que tapaba parcialmente el suelo de duro cristal y

el señor Tuccini se sentó en la única silla. Mientras comía, Charlie le echó un vistazo a la

habitación con paredes de espejos. Estaba escasamente amueblada. Contra una de las paredes

había un colchón con una pila de mantas en lo alto. Una maltratada vitrina se encontraba al

lado del colchón, y Charlie asumió que contenía todas las posesiones de su dueño, aunque no

se veía ninguna, excepto por unos pocos libros, algunos platos y cucharas, y una pila de papel

en una mesa redonda. Debajo de la mesa había un gran cuenco, un cántaro y varias jarras. Un

gramófono había sido colocado en el suelo justo al lado de la puerta.

A un lado de la puerta, un tramo de altos escalones llevaba a lo alto de la torre. Billy había

estado observando aquellos escalones todo el rato durante la comida; de hecho, no podía

apartar sus ojos de ellos. “¿A dónde llevan?” preguntó, señalándolos con la cabeza.

“Llevan a las paredes de la historia” dijo Albert. “Yo ya he estado ahí pero las paredes no me

dijeron nada. A veces, escucho risas y canciones, alguna que otra palabra que no puedo

entender y – sonidos de los que prefiero no hablar.”

“¿Fantasmas?” preguntó Charlie.

“Quizás” dijo Albert evasivamente.

“Me gustaría subir hasta ahí” dijo Billy.

Pero cuando hubieron terminando la comida, los ojos de los niños empezaron a cerrarse y

pronto se quedaron dormidos.

Cuando Charlie se levantó, la habitación de los espejos brillaba con las luces de las velas que se

reflejaban en la pared. Yacía cubierto con una manta con Billy al lado suyo, todavía dormido.

“Estabais cansados” dijo Albert, bajando la mirada hacia Charlie. “Habéis hecho un largo viaje.”

“Muy largo” dijo Charlie. “Te lo contaré si te apetece.”

“Me gustaría mucho. Escuchar tu voz sienta tan bien.” Albert se acercó y se sentó en el borde

del colchón.

Antes de que Charlie describiera su viaje con la reina Berenice, sintió que Albert debía saber

sobre los hijos del Rey Rojo y la Academia Bloor. Albert giró levemente du cabeza cuando

Charlie mencionó la Academia, como si el nombre despertaba algo en su interior. Después de

ello, el oyente de Charlie se sentó muy recto, dedicándole a Charlie una mirada de pensativa

concentración.

“Supongo que suena todo un poco difícil de creer” dijo Charlie cuando llegaron a la parte en la

que la polilla blanca había descubierto el bote.

“Nada es imposible para alguien que no recuerda su propia vida” dijo Albert con una triste

sonrisa. “Y mira, ahí está tu polilla.”

Charlie Bone & El Castillo de los Espejos - Jenny Nimmo

141

Charlie vio a la polilla posada cerca de la cabeza blanca de Billy.

“Ha estado ahí todo el rato mientras dormíais” le dijo Albert a Charlie “como si estuviera en

guardia.”

Billy se despertó y automáticamente echó de menos sus gafas. Podía distinguir muy pocas

cosas sin ellas, siempre se sentía perdido hasta que estaban firmemente asentadas sobre su

nariz.

“Pensaba que había estado soñando” dijo Billy mientras se sentaba. “Pero todo es verdad,

¿no?”

“Todo es verdad. Estamos en el Castillo de los Espejos” aseguró Charlie.

Billy inmediatamente dirigió su mirada a la escalera que había al lado de la puerta. “Y yo iba a

subir por ahí, ¿no? Realmente es más como que siento que tengo que subir por ahí.” Tiró de su

manta y se puso de pie, todavía con la vista clavada en los escalones, que parecían atraerle

como un imán.

“Iré contigo” dijo Charlie.

Albert le alcanzó a Billy una de las muchas velas que reposaban en latas vacías por toda la

habitación. “Necesitaréis esto, está oscuro ahí arriba” dijo.

“Mis ancestros vivieron aquí” dijo Billy orgullosamente “y Charlie cree que seré capaz de

verlos. Estaba asustado ayer, pero ya no.” Se dirigió a los escalones y los empezó a subir.

Charlie le siguió más lentamente.

Los peldaños estaban espaciados desigualmente y se sentían rugosos bajo sus pies. Charlie los

consideró difíciles de subir. La escalera se retorcía a medida que ascendían, volviéndose más

empinada y los escalones más estrechos al mismo tiempo. Charlie perdió de vista a Billy, pero

podía escuchar sus pasos subiendo por la torre. La luz de la vela se hacía cada vez más débil

mientras Billy se alejaba; al poco tiempo, Charlie solo tenía el sonido de los pasos de Billy para

guiarse. “¡Billy, no puedo ver!” le gritó.

Billy había llegado a las paredes de la historia. Apenas notó el grito de su amigo, y Charlie tuvo

que subir guiándose con las manos para no caerse hasta que consiguió llegar a la

extraordinaria habitación de lo alto. Aquí, los paneles de cristal reflectante que formaban la

pared reflejaban el pelo blanco de Billy, sus brillantes gafas y la vacilante llama de la vela en

cientos de sitios diferentes. Cuando Charlie se colocó al lado del pequeño niño, su reflejo lucía

débil y sombrío.

“Están viniendo” susurró Billy. Se mantuvo en la entrada, con la mirada fija en la pared de

cristal.

Charlie empezó a vislumbrar unas formas indistinguibles detrás del reflejo de Billy. “¿Qué

ves?” le preguntó suavemente.

Charlie Bone & El Castillo de los Espejos - Jenny Nimmo

142

“Gente” dijo Billy en voz baja. “Una familia entera. Un hombre – con una especie de armadura

– pero sin el yelmo. Y una dama rubia, riendo. Están sentados a la mesa y – comen – sí, es un

festín. Están hambrientos y felices. Uno de ellos es igual a mí – pero igualito. ¿Puedes

escucharlos, Charlie?”

“No, no escucho nada.”

“Escucho nombres. Y alguien está cantando.”

“¿Qué nombres?” le preguntó Charlie.

“La dama rubia llama al hombre Amadis – y al niño que es igual a mí le llama Owain. Y luego

Amadis dice ‘Otra vez Amoret. Me encanta esa canción.’”

“¡Amoret!” gritó Charlie.

“¡Shhh! Los asustarás.”

“¿Amoret?” dijo Charlie, bajando la voz. “¿Estás seguro de que ha dicho Amoret?”

“Sí” susurró Billy. “La dama que canta es Amoret. Tiene el pelo negro y es muy hermosa.”

Charlie observó las paredes de la historia, observó y observó, obligándose a ver a alguien,

alguien que pudiera ayudarle a entrar. Al final, empezó a escuchar una canción distante y se

encontró a sí mismo flotando hacia un rostro pálido enmarcado con unos rizos negros.

“¡Charlie!” gritó Billy. “No vas a entrar, ¿no? ¡No lo hagas, no! ¡Nunca volverás a salir!”

Capítulo 17: El tejo negro

*Os recuerdo que Yew significa Tejo, por lo que Yewbeam significa Semilla de Tejo

**Grajo es Crow y Raven es Cuervo

Charlie buceaba a través de la imagen como un nadador por debajo del agua. Viajar por un

reflejo era muy diferente a entrar en una pintura o en una fotografía. El rostro de Amoret

continuaba desapareciendo. Era como si estuviera intentando enviarle de vuelta.

Pero Charlie no se iba a ir. Luchó por avanzar, aguantando aquel pesado aire, pateando contra

la corriente que lo enviaban de vuelta. Al final, consiguió entrar de golpe en una habitación en

la que una mujer se encontraba agarrando dos niños. El príncipe Amadis se había ido y Amoret

miraba directamente a Charlie.

Charlie Bone & El Castillo de los Espejos - Jenny Nimmo

143

“Vete” gritó Amoret. “¡Seas quien seas, debes irte!”

Solo ahora, Charlie se había dado cuenta de los terribles sonidos que provenían del exterior de

la habitación. El choque de las rocas contra una pesada puerta, el siseo de las flechas y los

gritos y gemidos de la batalla. Salió flotando al patio de armas, y en el medio de una multitud

atrapada por el pánico, vio a un pequeño niño con el pelo blanco y con un cuervo en el

hombro. El niño corrió hacia una almena y subió por su interior. Al siguiente momento, las

paredes del castillo estaban en llamas y Charlie se vio rodeado por una muralla de fuego.

“¡Ayuda, ayuda!” gritó Charlie.

Algo lo arrastró hacia abajo. No podía escapar, no podía respirar.

Hubo un ensordecedor crujido, seguido del sonido de cristal rompiéndose. A Charlie le recordó

a los accidentes del tío Paton, e inmediatamente se tranquilizó ¿Estaba seguro en su hogar?

“¡Charlie! ¡Charlie, vuelve!” gritó una voz distante.

Charlie pestañeó y se encontró a sí mismo mirando un espejo roto con luces bailando en cada

pequeña fisura. Había cristal roto alrededor suyo, brillando como si fuera oro.

“¿Charlie?” Billy estaba detrás de él, sosteniendo una vela. “¿Estás de vuelta?”

Charlie volvió a parpadear y se abrazó a sí mismo. “Sí, he vuelto.”

“El señor Tuccini tuvo que romper el cristal. Pensamos que te habías quedado atrapado en la

pared de la historia.”

“Parecía la única manera de sacarte de ahí” Albert Tuccini bajó la mirada hasta Charlie. “Es

algo extraño lo que haces, estos viajes. No siempre salen bien, me temo.”

“No, no siempre” admitió Charlie. “Pero es que tenía que entrar ahí, mi ancestro Amoret

estaba ahí dentro también. Ella tiene que haber estado en el castillo cuando fue prendido en

llamas, antes de que se convirtiera en cristal. Pero, ¿dónde estaban sus hijos?”

“No siempre es posible encontrar una respuesta” dijo Albert un poco triste. “Ven. Has

experimentado cosas horribles. Debes descansar.”

“La pared de la historia está rota, y es por mi culpa” se lamentó Charlie, sintiéndose culpable.

“Solo la superficie” dijo Albert. “Las paredes son gruesas, pueden soportar mucho más que mi

viejo zapato.” El hombre alzó un zapato negro, que procedió a ponerse en su pie izquierdo,

atándolo firmemente antes de acercarse a la escalera.

Cuando Charlie descendió a la habitación de Albert Tuccini, la luz del amanecer estaba

empezando a brillar a través de las paredes de cristal. La tormenta se había ido y Albert

anunció que haría un día precioso. Si se iban pronto, la marea los llevaría a salvo hasta la

bahía.

“Vendrá con nosotros, ¿no?” le rogó Charlie.

Charlie Bone & El Castillo de los Espejos - Jenny Nimmo

144

Albert extendió sus manos. “Me temo que no.”

“¿Pero por qué? Te mantendremos a salvo” declaró Charlie. “Debes volver con nosotros – por

mamá – y por todo.”

“¿Tengo una esposa?” Albert lucía asombrado.

“Por supuesto. ¿Cómo te crees que llegué yo aquí entonces?” dijo Charlie indignado. Empezó a

sentir un pánico que crecía por momentos. Temía que su padre se quedara en un sitio en el

que no volvería a verlo, si la abuela Bone descubría la visita de Charlie a la isla, las Yewbeam

moverían a su padre a un lugar incluso más inaccesible.

Fue Billy el que convenció a Albert que tenía que venir con ellos. “No podemos llevar el bote

nosotros solos” dijo, con sus ojos agrandándose por la ansiedad. “Le necesitamos, señor

Tuccini. Charlie no es lo suficientemente fuerte para remar todo el camino de vuelta.”

Albert mesó su rizado cabello. “Muy bien. Quizás es lo que debo hacer.” Guió a los chicos fuera

de la torre y cruzó el patio de armas hasta una puerta situada en las paredes de cristal. Un

empujón y el panel de cristal se balanceó hasta abrirse. Cuando hubieron salido, Albert cerró el

panel. Ahora era completamente indistinguible del resto de la muralla. “Solo puede ser abierta

desde el interior” les contó Albert a los chicos. “Para entrar uno debe usar el canal del

vertedero.”

La visión de la tía Eustacia deslizándose por el vertedero apareció en la cabeza de Charlie e

hizo que sonriera para sí mismo.

Mientras caminaban de vuelta a la costa, Charlie le habló a Billy sobre el niño de pelo blanco

que había visto trepando en la torre. “Así fue como sobrevivió” le dijo a Billy. “Trepó fuera

después de que empezara el fuego, de alguna manera llegó al continente y viajó hasta el

centro de Europa con su cuervo. De ahí proviene tu apellido. Y tu guardián, Christopher

Crowquill – su ancestro era el hermano de tu ancestro.”

“Quizás puedo vivir con Christopher Crowquill” dijo Billy lleno de esperanza.

Charlie se mantuvo en silencio. El pobre Christopher estaba en tanto peligro como Billy.

Probablemente no podría cuidarlo. “Mi tío Paton sabrá qué hacer” murmuró Charlie.

Albert Tuccini iba delante de los niños. Les dijo que solía caminar hasta la costa todos los días.

“Para hacer ejercicio, sabes” les gritó. “Para llenar mis pulmones y mantener mis piernas en

forma.”

Por suerte la tormenta había empujado el bote más hacia el interior en vez de al mar. Albert y

los niños remangaron sus pantalones y se quitaron los calcetines y los zapatos. Empujaron el

bote hasta el agua y mientras Charlie y Billy se apretaron en un asiento, Albert se sentó en el

contrario y cogió los remos. Su espalda daba a los altos acantilados de tierra firme, así que no

pudo ver a las dos figuras que se encontraban en la distante playa.

Charlie Bone & El Castillo de los Espejos - Jenny Nimmo

145

Charlie fue el que los vio primero. Su corazón dio un bote. ¿Eran las Yewbeam? Billy vio las

figuras también y tiró de la manga de Charlie. “Han venido a por mí” lloriqueó. “Debería

haberme quedado en la isla.”

“No habrías estado seguro de todos modos” le dijo Charlie. “Cálmate, puede que no sean

ellas.”

Albert miró sobre su hombro. “Gente. ¿Puedes ver quiénes son, Charlie? ¿Queréis volver al

castillo?”

Charlie entrecerró los ojos y fijó su vista en la playa. “No” dijo lentamente. “Creo – sí, sí, estoy

seguro de que sé quién es.” Una de las figuras se estaba empezando a distinguir claramente.

Un hombre alto con pelo y abrigo negro. “¡Sí!” gritó Charlie. “Es mi tío Paton. No sé quién es la

otra persona, pero es muy pequeño y está como encogido. No creo que sea peligroso.”

La emoción de Charlie pudo con él, haciendo que diera saltitos en su asiento, provocando que

el bote se balanceara.

“¡Wow!” gritó Albert. “¡Por poco nos hechas al agua, Charlie Bone!”

Ayudados por la marea que subía, se acercaban cada vez más rápido a la playa. Charlie no

podía esperar a ver la cara de su tío cuando Albert pisara la arena, Lyell Bone había sido el

mejor amigo del tío Paton, y seguramente Paton podría ayudarle a recordarle quién era en

verdad.

“¡Tío Paton!” gritó Charlie. “¡Adivina a quién he encontrado!”

Paton agitó sus manos y exclamó. “Veo que tienes que Billy Raven contigo. Y aquí está el señor

Crowquill.”

“¡No, no! No lo entiendes.” Charlie no podía soportar el suspense.

Albert volvió a mirar a la playa, pero el tío Paton no dio signo alguno de haberlo reconocido. El

bote chocó contra un banco de arena y Albert y los chicos salieron de él, salpicando a través

del agua poco profunda mientras tiraban del bote hasta la playa.

Charlie no pudo esperar más. “Mira tío Paton, he encontrado a mi padre.”

El tío Paton le regaló a Albert un ceño fruncido. De pronto, dijo “Charlie, este no es tu padre.”

Charlie estaba tan sorprendido que ni siquiera podía hablar.

“Me llaman Albert Tuccini” dijo Albert, extendiendo su mano. “Estoy encantado de

conoceros.”

El tío Paton se presentó a sí mismo y a Christopher y todos se estrecharon las manos.

Charlie se sentía como si hubiera un enorme peso en su pecho. Le causaba tanto dolor que no

podía pensar, no podía moverse. La inmensa nube de decepción convertía las voces a su

alrededor en un sordo murmullo. Se daba cuenta vagamente de que Christopher Crowquill

Charlie Bone & El Castillo de los Espejos - Jenny Nimmo

146

estaba abrazando a Billy. Y vio al tío Paton escuchando a Albert y alzando su mirada sobre el

mar hasta el Castillo de los Espejos. Su tío debía de haber persuadido a Albert para que no

volviera a la isla, porque al siguiente momento el feliz grupo estaba andando por la playa.

“¿Charlie, estás bien?” El tío Paton volvió la mirada y esperó a su sobrino.

“Yo…yo… sí” dijo Charlie miserablemente. Caminó hasta su tío.

“Has sufrido una terrible decepción. Lo lamento tanto Charlie” el tío Paton apretó su hombro.

“Está bien, estaba siendo un tonto. Sabía que no podía ser realmente él.”

“Un día lo será” dijo el tío Paton.

Charlie observó a su tío y a Albert mientras empujaban el bote para meterlo en la cueva. Y

luego pronto estaban todos trepando las paredes de roca hasta llegar a otra bahía en la que un

estrecho camino subía hasta lo alto de los acantilados.

Christopher Crowquill lideraba la marcha con Billy detrás de él. Luego venía el tío Paton

seguido por Charlie. Albert Tuccini cerraba la marcha. Era una subida peligrosa, y cuando

estaban a mitad de camino, el tío Paton dijo “Deberíais habernos visto bajando, Charlie. La

mitad del tiempo estábamos de rodillas.”

Charlie se las arregló para sonreír levemente. Volvió su mirada al Castillo de los Espejos, estaba

sumergido en la niebla, pronto sería invisible. Pero sus preciosos secretos continuarían ahí,

escondidos en las paredes de la historia y algún día Charlie volvería para encontrarlos.

Para cuando llegaron a lo alto del acantilado, la marea había subido, y al mirar hacia abajo,

Charlie vio las espumosas olas chocando contra la barrera de melladas rocas negras.

Albert Tuccini había estado observando a Charlie ansiosamente. Puso una mano en el brazo de

Charlie y dijo “Lamento que yo no sea tu padre.”

“Está bien” dijo Charlie sin convicción.

Estaban caminando por lo alto del acantilado hacia la carretera en la que el tío Paton había

aparcado su coche. Mientras se alejaban del mar, un pájaro dio un súbito graznido y se alejó

volando por el cielo. Girando para ver qué había asustado al pájaro, Charlie vio una silueta

oscura en el medio del sendero.

El tío Paton ando más lentamente. “Pero que…” sacudió la cabeza. “Es un árbol” avanzó hasta

adelantar a los demás.

Cuando se acercaron al árbol, vieron que era rechoncho y curiosamente contrahecho. Sus

torcidas ramas estaban pobladas de conjuntos de finos agujeros, agujas ennegrecidas, y la

corteza de su nudoso tronco estaba hendido con cicatrices.

“Un tejo negro” la voz de Paton estaba teñida de horror.

Charlie Bone & El Castillo de los Espejos - Jenny Nimmo

147

Delante de sus ojos, una cara similar a la de un gnomo apareció en la rugosa corteza. Las ramas

se sacudieron, haciendo caer sus agujas como una lluvia oscura, y el retorcido tronco

lentamente asumió la forma de un hombre alto. Era Tantalus Ebony. Observó al inmóvil grupo,

sus delgados labios se curvaron en una sonrisa maliciosa.

Charlie no podía creer lo que veían sus ojos. ¿Tantalus Ebony era un cambiador de forma?

El hombre habló. “Nos encontramos de nuevo, Paton Yewbeam.”

“¿Qué…?” empezó Paton.

“Ven, ven Paton. No me digas que no has estado esperando este momento. Te lo advertí, ¿no

te acuerdas?, ¿no te acuerdas de que si le hacías daño a mi Yolanda lo pagarías con tu vida?”

Su voz era familiar, y parecía provenir de lo más profundo de la tierra. “¡TÚ MATASTE A MI

QUERIDA!” rugió súbitamente el cambiador de forma.

“¡Yorath!” exclamó Paton lleno de miedo “Tu hija era un monstruo.”

El cambiador de forma dio un grito de furia y cargó contra el tío Paton. Charlie veía venir lo que

iba a pasar. Sin importarle su propia vida, Tantalus llevaría a su tío hasta el acantilado. Charlie

se agarró fieramente a Paton, pero su tío apartó sus manos y avanzó un paso.

En un súbito instante, un pequeño cuerpo voló hasta Tantalus. Por un momento, estaban

luchando juntos, y luego, asombrosamente, Christopher Crowquill estaba empujando con

todas sus fuerzas al cambiador de forma hacia el acantilado. Todo sucedió tan deprisa que

ningún grito, ningún movimiento fue lo suficientemente rápido para parar su precipitada

carrera hacia el borde del acantilado – ¡y sobre él!

Hubo un grito, un sollozo, y luego el silencio.

Paton corrió hasta el lugar por el que habían desaparecido las dos figuras. Agitó sus brazos al

ver que Charlie y Billy avanzaban hacia él. “¡No!” les ordenó, forzándoles a que retrocedieran.

Pero Charlie ya había visto el mar burbujeante y las oscuras rocas. No había anda más,

exceptuando un pájaro negro flotando en las olas. ¿Un grajo?, ¿un cuervo?, ¿o un cambiador

de forma?

“El pobre hombre dio su vida por mí” dijo Paton roncamente.

“¿Por qué?” gimió Billy “¿Por qué lo ha hecho? Era mi único pariente. Mi guardián. Ahora no

queda nadie otra vez.”

“Nos tienes a nosotros” dijo Charlie.

“¿Por qué?, ¿por qué?” Paton negó con la cabeza. “No tiene sentido.” Encuadró sus hombros y

pareció como si tirara de sí mismo. “Debemos irnos de aquí. Alertaré a los guardacostas

cuando nos hayamos alejado un poco de este terrible lugar. No podemos hacer nada más.”

En un silencio aturdido, continuaron caminando hasta que llegaron al coche de Paton. Charlie y

Billy se sentaron en el asiento trasero, mientras que Albert se colocaba en el asiento del

pasajero.

Charlie Bone & El Castillo de los Espejos - Jenny Nimmo

148

Mientras conducía, el tío Paton le explicó el ataque del cambiador de forma al desconcertado

Albert Tuccini. “Es tan viejo que no tiene forma propia y tiene que tomarla prestada de otros

seres, y a veces también toma su mente. Su hija era igual de mala. Mató a mi madre y luego

intentó deshacerse de una persona muy querida por mí.”

Charlie susurró “¿La señorita Ingledew?”

Billy se alejó y se acurrucó en una esquina, era la viva imagen de la miseria.

“Menudo demonio debe de ser esa Yolanda” dijo Albert.

“Era, la electrocuté” añadió Paton categóricamente.

Si Albert estaba asombrado, no lo mostró. Quizás alguno de sus recuerdos estaba volviendo a

él. Recuerdos que quizás eran tan malos, que nada podía sorprenderle de nuevo.

Después de haber viajado un rato, pararon a un café al borde de una pequeña

ciudad. El día era cálido y soleado y el tío Paton escogió sentarse en una de las mesas

del exterior. Le dio a Charlie una lista y suficiente dinero para pagar las cuatro comidas. Billy,

quien parecía haberse recobrado un poco, siguió a Charlie a una habitación escasamente

iluminada por muchas luces suaves.

“Que bien que tu tío no entró” dijo Billy, tirando del codo de Charlie mientras este le leía la

lista a una mujer con el pelo morado que había al otro lado del mostrador.

Charlie le dedicó al pequeño niño una mirada de advertencia, y Billy preguntó con tono

culpable “No he dicho nada malo, ¿no?”

Charlie le sonrió a la mujer de pelo morado y ella le devolvió la sonrisa con una mueca de

sorpresa antes de desaparecer detrás de una cortina hecha de semillas.

Cuando Charlie y Billy volvieron a su mesa, el tío Paton estaba en un teléfono público al otro

lado de la carretera.

“Le está contando a la policía lo del accidente” dijo Albert. “Es una cosa terrible.”

“Una cosa mala y una cosa muy buena realmente” dijo Charlie sin pensar.

Billy le dirigió una mirada de dolor. Albert no dijo nada. Unos instantes después, una chica con

un vestido negro muy corto apareció con una bandeja con sándwiches, agua, zumo de naranja

y café. El tío Paton volvió de la cabina de teléfono, diciendo que había intentado explicar lo

que había pasado con todas sus fuerzas, pero la policía parecía creer que era un engaño.

“No sé qué más puedo hacer” el tío Paton lanzó una mirada inquieta en la dirección de Billy.

“Es por Alice, ¿cómo se lo voy a decir? Se le romperá el corazón.”

“Como a mí” dijo Billy, con la mirada fija en un sándwich de jamón que no podía comer.

“Billy, querido niño, no sé si esto te ayudará, pero tu guardián se preocupaba mucho, mucho

por ti. Hizo lo que hizo por una buena razón. De hecho, creo que se sacrificó por ti. Durante

Charlie Bone & El Castillo de los Espejos - Jenny Nimmo

149

siete largos años, esperó para verte. No habría desperdiciado tan fácilmente una oportunidad

para estar contigo.”

Con una débil voz, Billy dijo “Oh.”

Albert Tuccini se mantuvo callado durante la comida. Había una extraña mirada distante en sus

ojos, y parecía apenas consciente de los demás. Cuando los sándwiches se terminaron (Charlie

se comió el de Billy) Albert anunció que se iba dentro para encontrar el cuarto de baño de

hombres.

Muchos minutos pasaron. Cuando pasó un cuarto de hora y Albert Tuccini todavía no había

vuelto, el tío Paton empezó a ponerse ansioso y envió a Charlie a mirar lo que pasaba en el

cuarto de baño. No había nadie dentro.

El tío Paton frunció el ceño cuando escuchó las noticias. “¿Nadie?, ¿estás seguro?”

“Más o menos” dijo Charlie.

Paton se levantó. “Iré a echar un vistazo.”

“¿Crees que deberías? Hay muchas luces ahí dentro…” empezó Charlie.

Pero su tío ya estaba atravesando la puerta del café. Charlie rezó porque no hubiera un

accidente. Unos momentos después, se escuchó la voz de un hombre gritando “Sue, las luces

del baño se han ido. Hay un desastre tremendo aquí dentro, hay cristal por todas partes.”

El tío Paton salió apresuradamente. Estaba bastante ruborizado. “¡Menuda molestia!”

murmuró. “A pesar de todo, estoy seguro de que nadie nos puede señalar.”

Había sido seguido por la mujer de pelo morado, quien parecía extremadamente irritada. “¿Es

usted el señor Paton Yewbeam?” le preguntó.

“Eh… sí” respondió el tío Paton nerviosamente.

“Aquel hombre dejó una nota para usted” le pasó a Paton una nota doblada y se alejó

gruñendo que ya tenía suficiente trabajo como para encima tener que llevar notas y limpiar

cuartos de baño.

El tío Paton desdobló la nota. Su expresión se volvió muy grave mientras la leía. “No puedo

decir que esto me sorprenda. Pobre hombre.”

“¿Qué dice?” le rogó Charlie.

Su tío leyó la nota en voz alta.

“Querido señor Yewbeam

He disfrutado mucho al conocerle a usted, a Charlie y a Billy. Pero ahora, debemos tomar

caminos separados. No se preocupe por mí, se lo ruego, es mejor de esta manera. Quizás nos

volvamos a encontrar en tiempos mejores

Charlie Bone & El Castillo de los Espejos - Jenny Nimmo

150

Su humilde amigo

Albert Tuccini (así llamado).”

“¿A dónde irá?” preguntó Charlie. “Si ni siquiera sabe quién es.”

El tío Paton se encogió de hombros y guardó la nota en su bolsillo. “Tengo entendido que es un

magnífico pianista, Charlie. Debemos tener la esperanza de que encontrará un lugar en el

mundo.”

Caminaron de vuelta hasta el coche e iniciaron otro largo viaje hacia el sur, hacia la calle Filbert

y la Academia Bloor.

La súbita y espantosa partida de Christopher Crowquill había trastocado todos los planes que

maquinaba la mente de Charlie, pero ahora, el recuerdo de su viaje con la reina Berenice

volvió flotando y no sabía cómo se le había olvidado contárselo a su tío.

“No me preguntaste cómo encontramos la isla” le dijo, inclinándose sobre el asiento de Paton.

“Tu amigo Tancred me habló sobre el caballo blanco, si es eso a lo que te refieres” dijo el tío

Paton. “No conseguía que dejara el teléfono, me lo contó todo: los juramentos y los ogros, los

espíritus y la tormenta. Y ese chico habría seguido hablando si no le hubiera parado. No estaba

interesado en ello. Vosotros dos ciertamente habéis pasado por el escurridor durante estos

días.”

“¿Escurridor?” preguntó Billy.

“Exprimidos, destrozados, escurridos," explicó el tío Paton.

"Destrozados," dijo Billy en voz baja "Sí, me siento destrozado.”

“Chicos, yo debería…” el tío Paton dudó, y luego añadió “Da igual” Charlie se preguntó qué iba

a decir su tío. En su voz había detectado una nota de advertencia, pero quizás pensaba que ya

habían pasado por suficientes cosas por un día.

Hubo un largo silencio y luego Charlie dijo “La reina huyó cuando vio la isla. Me pregunto a

dónde se fue.”

Al mencionar a la reina, Billy se incorporó y una sonrisa cruzó su rostro. “Ella dijo que no nos

abandonaría. Creo que volveremos a verla. De hecho, sé que volveremos a verla. Es como una

especie de madre.”

Charlie estaba feliz por escuchar a Billy hablando de una manera tan esperanzada. Deseó

sentirse de la misma manera.

Un pequeño punto de luz brillante se trasladó a su manga, e inclinándose hacia delante,

Charlie dijo “Tío Paton, he encontrado mi varita. O ella me encontró a mí. Se ha convertido en

una polilla.”

“Estaré atento. ¿Qué será lo siguiente?”

Charlie Bone & El Castillo de los Espejos - Jenny Nimmo

151

La compañía de la polilla era reconfortante para Charlie, que en esos momentos sentía grandes

necesidades de apoyo. “No le dirás a mamá lo que pensé, ¿no?” le preguntó a su tío. “¿Sobre

mi padre?”

“No Charlie. Me guardaré eso para mí.”

Capítulo 18: Perdiendo el equilibrio

Ya era tarde cuando llegaron a la ciudad. El tío Paton no condujo directamente a la calle

Filbert, como esperaba Charlie. Aparcó, en cambio, al lado del familiar y extremadamente

ruidoso edificio en el que vivía la familia de Fidelio. La casa Gunn.

“¿Qué estamos haciendo aquí?” preguntó Charlie.

El tío Paton se giró en su asiento. “Parece ser la mejor solución” dijo mirando a Billy.

Billy se había mantenido en silencio durante la mayor parte del viaje. Incluso había parado de

preguntarse a dónde iría o dónde estaría a salvo. Quizás había esperado vivir en el número

nueve, pero incluso aunque la abuela Bone no rondara por ahí, habría sido imposible

esconderlo por mucho tiempo. Ahora, de pronto, Billy entendió lo que quería decir el tío

Paton.

“¿Quiere decir que voy a vivir aquí?” dijo Billy.

“No se me ocurre un sitio mejor” respondió Paton “De hecho, el señor y la señora Gunn ya han

aprobado el plan. Difícilmente serás advertido en una casa en la que ya hay siete niños. Fue

una sugerencia del señor Crowquill” la voz de Paton se suavizó. “Y una muy buena. Nunca

estuviste fuera de sus pensamientos, Billy.”

Fue entonces cuando Charlie se dio cuenta de que Christopher Crowquill había salvado la vida

de su tío Paton. Christopher ya estaba enfermo, cualquiera podía verlo. Era una víctima fácil

para los Bloor. No era el caso del tío Paton, quien estaba dotado con un talento letal.

Christopher había salvado a la única persona que podía proteger a Billy Raven.

Billy ya parecía más contento. “Sí, es una buena idea. Ya me he quedado con Fidelio antes.”

Tan pronto como se bajaron del coche, el ruido desde la casa de los Gunn llegó volando hacia

ellos. Instrumentos musicales de todo tipo y condición estaban siendo aporreados, soplados,

rasgados y golpeados. La potente voz de bajo del señor Gunn y un la voz de contralto de la

señora Gunn competían con los instrumentos de sus hijos, y el edificio entero se sacudía por la

música.

“Al menos la casa está alejada” dijo el tío Paton. Golpeó la puerta con la aldaba.

Charlie Bone & El Castillo de los Espejos - Jenny Nimmo

152

Inmediatamente una voz previamente grabada gritó “¡PUERTA! ¡PUERTA! ¡PUERTA!”

Obviamente, un timbre nunca habría sido escuchado sobre semejante bullicio.

El hermano mayor de Fidelio, Felix, abrió la puerta, “¡Charlie Bone!” exclamó al verlo. “Fidelio

ha estado muy preocupado por ti, ¿dónde has estado?”

“Es una larga historia” Charlie entró en la casa, seguido muy de cerca por Billy.

“¡Billy Raven! Así que estabais juntos todo el tiempo” dijo Felix, cerrando la puerta de un

portazo.

“¡Espera!” dijo Charlie. “Mi tío todavía está ahí fuera. ¿Te importaría apagar las luces?”

“¡Oh Dios mío! ¡Señor Yewbeam!” Felix apagó rápidamente todas las luces del recibidor.

“¡Papá! ¡Las luces!” gritó. “¡El señor Yewbeam está aquí!” abrió la puerta del recibidor y el tío

Paton entró en el oscuro recibidor.

El señor y la señora Gunn continuaron con sus asuntos, mientras Felix continuaba gritando,

“¡Las luces papá! ¡Las luces! Paton, el que eleva la tensión, está aquí.”

Charlie no podía ver la cara de su tío Paton, pero sabía que su tío se estaba ruborizando por la

manera por la que se aclaraba la garganta.

Todavía cantando, la señora Gunn asomó su cabeza por la puerta de la cocina. “¿Qué, qué,

qué, qué, qué, qué, qué, qué?” preguntó en la escala de D mayor.

“¡EL SEÑOR YEWBEAM MAMÁ!” gritó Felix. “Está el señor Yewbeam, apaga las luces.”

“¡Cielos!” cantó la señora Gunn, apagando las luces de la cocina.

Esto provocó un musical grito en el señor Gunn cuando pisó la gata sorda, y un gemido por

parte de la gata, cuya cola había sido pisada.

“Así que Billy ha sido encontrado” dijo la señora Gunn cuando le vio entrar cautamente en la

cocina. “Bienvenido Billy, estarás seguro aquí querido. Tantos niños, tanta música. Estarás bien

escondido.”

Los tres visitantes se sentaron en la mesa de la cocina, y mientras comían una selección de los

exóticos sándwiches de la señora Gunn, Felix les comunicó las noticias de la Academia Bloor.

Felix había obtenido el grado de música recientemente y estaba a punto de embarcarse en un

tour mundial con su grupo cuando había sido llamado por la Academia para ocupar el puesto

que un profesor de música había dejado vacante al desaparecer misteriosamente. “Se llamaba

Ebony” dijo Felix.

“Lo sabemos” dijo Charlie.

“No pude resistir la oferta” añadió Felix. “La paga es realmente buena.”

“Seguramente” dijo el tío Paton. “Así que, ¿qué más ha pasado?”

Charlie Bone & El Castillo de los Espejos - Jenny Nimmo

153

“¿Qué no ha pasado?” dijo Felix dramáticamente. “Gabriel Silk está en coma. Ha dejado el

colegio.”

“¿Qué?” exclamó Charlie “¿Cómo pasó?”

“No lo sé, escuché algo sobre una capa” dijo Felix. “Pero tu otro amigo, el de las tormentas…”

“¿Tancred?, ¿qué ha pasado con él?” Charlie dejó caer su sándwich y el gato se abalanzó sobre

él.

“Se le ha ido la olla” dijo Felix. “No para de llover sobre sus amigos. Fidelio se ha quedado

empapado varias veces, al igual que Lysander, y esa chica, Emma Tolly pasó un rato muy malo.

Un rayo le dio en los dedos.”

“¡No en sus dedos!” Charlie apenas podía creerlo. ¿Qué podía haberle pasado a Tancred para

que desatara tormentas sobre sus amigos de esa manera? Charlie había estado pensando en

tomarse unas pequeñas vacaciones y faltar al colegio durante el resto de la semana, pero eso

estaba fuera de cuestión ahora. Tenía que descubrir qué estaba pasando en la Academia Bloor.

Las palabras de la Cocinera brotaron en su mente. “Yo soy la piedra angular Charlie, yo

mantengo el equilibrio. Si se va, estamos perdidos.”

Entonces, ¿qué había pasado con la Cocinera?

“Tres contra seis” dijo para sí mismo Charlie. “Siete si contáis a Manfred.”

“¿Qué pasa Charlie?” preguntó el tío Paton.

Charlie levantó la mirada “Tengo que volver a la Academia Bloor.”

“No esta noche, querido niño” dijo su tío. “Las luces estarán apagadas. Probablemente ni

siquiera te abrirán la puerta.”

“Mañana entonces” dijo Charlie. “Tan pronto como sea posible. Iría andando si fuera

necesario.”

“No te preocupes” dijo Felix. “Yo te llevaré.”

Cuando Charlie y el tío Paton se levantaron para irse, hubo un desagradable ruido bajo la mesa

y el señor Gunn cantó. “¡Pusskins se ha comido una chirivía otra vez!”

Charlie se quedó aliviado al ver que Billy se unía a las risas. Estaba definitivamente en el lugar

adecuado – al menos por ahora.

Tan pronto como Charlie entró en el número nueve y apagó las luces del recibidor, la abuela

Bone le gritó desde el salón. “No te molestes en decirme dónde has estado. Ya lo sé niño

estúpido.”

“Cállate Grizelda” gruñó Paton.

Charlie Bone & El Castillo de los Espejos - Jenny Nimmo

154

Charlie fue atrapado por Maisie, quien lo arrastró a la cocina iluminada por velas y le dio un

enorme abrazo de oso. Su madre se unió al abrazo, y cuando Charlie ya había sido lo

suficientemente sofocado, le permitieron sentarse a la mesa y beber un vaso de coca cola.

Naturalmente, Amy y Maisie querían saber todo lo que había sucedido, pero el tío Paton

insistió en que Charlie debía irse a la cama mientras él les hablaba sobre el Castillo de los

Espejos.

Los ojos de Charlie se cerraban mientras se subía a al cama. La última cosa que vio antes de

caer dormido, fue el suave brillo de la polilla blanca cuando esta se posó en su mesilla de

noche.

Felix Gunn cumplió su palabra y apareció con un pequeño coche de marca francesa, que

aparcó fuera de la casa justo cuando Charlie terminó el desayuno.

“¿Quién es ese?” demandó la abuela Bone, mientras Felix llevaba a Charlie a la Academia

Bloor.

“Nadie que te incumba” dijo Maisie.

Pero por supuesto, la abuela Bone estaba dispuesta a descubrir lo que pasaba. Si fue la visita

de Felix lo que dirigió su atención hacia los Gunn, Charlie nunca lo supo. Quizás los Bloor

nunca habían considerado a la familia Gunn como unos aliados serios de Charlie hasta que el

hermano de Fidelio llegó al número nueve. Pero una vez que los Bloor empezaran a interesarse

en la casa Gunn, las consecuencias serían desastrosas.

Charlie podía sentir la tensión en el aire tan pronto como entró en la asamblea. Fidelio le

apoyó haciéndole una señal con los pulgares levantados desde el escenario, pero todos los

demás le observaban sospechosamente. Sintió como si tuviera monos en la cabeza o algo así

“Y solo he estado fuera dos días” se dijo a sí mismo.

Charlie finalmente consiguió llegar hasta Fidelio durante el primer recreo.

“No sé quién ha estado expandiendo los rumores, pero han estado rondando unas historias

salvajes sobre tú y Billy” dijo Fidelio mientras caminaban por el césped juntos. “La gente decía

que habíais sido expulsados.”

“Será mejor que te cuenta la verdad” dijo Charlie.

Fidelio sugirió que siguieran caminando ya que había fisgones por todas partes. Unos pocos

minutos después, Lysander se unió a ellos. Charlie nunca le había visto tan cabizbajo. Había

sido él el que había encontrado a Gabriel sin sentido debajo de la capa azul.

“Estaba preocupado cuando subí a la sala de música” el contó Lysander a Charlie.

“Especialmente porque Fido había visto a Dorcas Loom llevando una capa a la torre. Tan

pronto como encontré a Gabriel, se lo conté al doctor Saltweather. Él llamó a la ambulancia.”

“Se lo contaste a la persona correcta” dijo Fidelio gravemente. “Si se lo hubieras contado a la

ama de llaves, el pobre Gabriel probablemente nunca habría llegado al hospital.”

Charlie Bone & El Castillo de los Espejos - Jenny Nimmo

155

Era un pensamiento aterrador.

“Hubo una especia de terremoto esa noche” añadió Fidelio después de una pausa. “Un gran

redoble bajo tierra. Pero por la mañana todo parecía normal.”

“¿Bajo tierra?” preguntó Charlie frunciendo el ceño.

“Y ahora mira a Tancred” Lysander apuntó al otro lado del campo. “Tancred y esa pequeña

sabandija.”

Charlie vio a Tancred y a Joshua riendo junto a Dorcas y el resto de la gente. El jersey de Joshua

estaba plagado de hojas secas.

“¿Pero cómo…?” empezó Charlie.

“¡Magnetismo!” masculló Lysander entre dientes.

“¿Joshua?” Charlie estaba incrédulo.

“No deberías sorprenderte” dijo Lysander sombríamente. “Mi madre sabe todo sobre ello. No

tienes que ser fuerte, o guapo, ni siquiera inteligente. Algunas personas simplemente lo

tienen. Pueden retorcerte entre sus pequeños dedos.”

“Pero Tancred” dijo Charlie incrédulo. “Estaba ayudándonos. ¿Cómo pudo volvernos la espalda

– así de fácil? Digo, a ti no te ha pasado.”

“Yo estaba preparado” dijo Lysander. “Pero el magnetismo es un don poderoso. Tienes que

haberlo sentido, Charlie. Cuando Joshua te sonríe, hay una especie de corriente que te hace

desear ser su amigo, sin importar lo que pienses o creas.”

“He sentido algo” admitió Charlie. “Pero no le permitiré que me atrape.”

Lysander asintió y en un tono sabio y pensativo añadió. “Al igual que Emma.”

“Emma es más fuerte de lo que parece” dijo Charlie. “Pero Tancred. ¿Cómo puede ser Tancred

– tan fácil de atrapar?”

Lysander suspiró. “Tancred es un buen tío, pero es un poco vanidoso. Joshua se aprovechó de

ello. Y ahora Tancred está en sus manos.”

“No puedo creerlo” dijo Charlie. Al otro lado del patio, alguien gritó. Una de las niñas del

primer curso había sido golpeada por un gran tronco. Idith e Inez estaban sonriendo a unos

pocos metros más allá.

“Han sido ellas” dijo Lysander. “Son malvadas, esas dos.”

Olivia y Emma habían visto a los chicos y se estaban acercando a ellos cuando una nube

explotó justo encima de las cabezas de las chicas. Cuando corrían hacia los chicos, la lluvia se

movía con ellas, por lo que los tres chicos se giraron y corrieron hacia los árboles. Charlie tuvo

la fugaz imagen de la cara sonriente de Tancred y a Joshua Tilpin temblando de risa.

Charlie Bone & El Castillo de los Espejos - Jenny Nimmo

156

“Lo ha hecho a propósito” gritó Olivia mientras corría a ponerse a cubierto. “Me alegro de que

estés de vuelta Charlie. Quizás puedes hacer algo con respecto a Tancred.”

Charlie no sabía qué podía hacer. Giró observando el círculo de caras. Se sentía bien saber que

todavía tenía amigos en los que podía confiar. Y luego se dio cuenta de las manos de Emma. La

punta de cada dedo estaba vendada. Solo sus pulgares se habían salvado del rayo, o lo que

fuera que la hubiera dañado.

“¿Fue realmente Tancred?” preguntó Charlie con la mirada fija en los vendajes.

“No lo sé” dijo Emma. “Un momento estaba al lado de la gran pila, hablando con Liv y al

siguiente instante hubo un traqueteo de truenos, un flash y todo el mundo gritó y corrió hacia

el interior. Sentí una especie de escozor en mis dedos…”

“Y yo miré sus manos” dijo Olivia, señalando los dedos de Emma “Y estaban de un rojo

brillante.”

“Están mejor ahora” Emma flexionó sus dedos. “Y no puedo probar que fue Tancred.”

“Fue él” insistió Olivia. “¡Tienes que hacer algo, Charlie!”

“¿Yo?” dijo Charlie mientras todo el mundo le miraba.

“Puedes empezar por contarnos dónde has estado” dijo Lysander.

“Está bien.”

Charlie les ofreció a sus amigos una amplia descripción de su jornada en la playa de conchas y

luego el extraordinario Castillo de los Espejos. Hubo un grito de horror cuando les habló sobre

Tantalus Ebony y Christopher Crowquill. Nadie sabía qué decir hasta que Fidelio produjo un

pequeño gruñido y dijo “¿Así de simple? Es demasiado horrible.”

Charlie no les contó que había creído que Albert Tuccini era su padre. Su decepción era todavía

demasiado dolorosa.

“Es horrible, está bien” dijo Lysander. “Pero también es muy posible. Todos conocemos a

Albert Tuccini, ¿no? Vino a darnos un recital de piano durante el semestre de primavera. ¿No

os acordáis?”

El recuerdo vino flotando hacia ellos. “Por supuesto” dijo Charlie lenta y tristemente. “Y la cara

en la ventana de mi tía abuela, y el piano en lo alto, después del fuego. Era Albert Tuccini todo

el rato, no…no alguien más.”

“¡Esas tías tuyas, las Yewbeam!” Lysander alzó sus grandes ojos marrones al cielo.

“Son criminales Charlie. Han estado sacando beneficio del pobre pianista, pretendiendo

ayudarle pero todo el tiempo han ganado dinero con sus conciertos. Que puñado de

espantos.”

“Y que lo digas” dijo Charlie con una mueca.

Charlie Bone & El Castillo de los Espejos - Jenny Nimmo

157

La misteriosa ducha de Tancred había parado para el final del recreo y los cinco amigos

pudieron correr de vuelta al colegio sin empaparse más.

Charlie decidió que tenía que encontrar a la Cocinera. Solo ella era lo suficientemente sabia

para aconsejarle. Pero no apareció a la hora de la comida y Charlie temió que incluso la

Cocinera hubiera caído presa de las siniestras fuerzas que habían estado rondando por la

Academia Bloor.

La hora de la merienda era la única oportunidad de introducirse en la cocina, así que mientras

que Fidelio vigilaba, Charlie saltó el mostrador y entró en la ruidosa cocina.

“¿Qué es lo que quieres jovencito?” le preguntó una de las asistentes de la Cocinera, una

delgada joven con la cara roja y pelo esponjoso.

“Estoy buscando a la Cocinera” dijo Charlie.

“No se ha estado encontrado bien, querido. Se fue a acostar.”

“Oh” Charlie no estaba seguro de qué hacer ahora. Las habitaciones secretas de la Cocinera

estaban detrás de un insignificante armario de escobas. Ninguno de los miembros del personal

de la cocina sabía de su existencia. Quizás la Cocinera estaba escaleras arribas en la fría

habitación en la que los Bloor pensaban que dormía. Charlie tenía un fuerte presentimiento de

que se había ido a su acogedor apartamento bajo tierra.

“Gracias” le dijo a la ayudante. Se fue hacia la puerta de la cafetería, pero tan pronto como la

mujer se dio la vuelta, se giró y se introdujo rápidamente detrás de uno de los mostradores.

Tuvo que esperar hasta que otro asistente se fuera a los fregaderos; luego avanzó hacia el

armario de escobas, abrió la puerta y se inclinó hacia dentro, cerrando la puerta detrás de él.

Una pequeña clavija al fondo del armario servía como pomo de la puerta, y cuando Charlie la

giró, una puerta se abrió revelando un pasadizo, Charlie cerró la segunda puerta. Ahora estaba

rodeado por una absoluta oscuridad. La Cocinera solía dejar una suave luz ardiendo en el

pasadizo, pero no aquel día. La inquietud de Charlie se transformó en un mal presentimiento.

Continuando su camino pegado a la pared, bajó dos escalones y luego siguió caminando hasta

que sintió un pequeño armario. Abrió la puerta y entró en lo que anteriormente había sido una

acogedora sala de estar. Aquel día estaba irreconocible. Para empezar, el suelo resbalaba

alarmantemente. Todos los muebles estaban tirados por el suelo y hechos un desastre,

apilados al final de la habitación.

La débil luz de una lámpara volcada le mostró a Charlie una figura yaciendo flácida en el suelo

frente de la fría estufa negra. El perro, Bendito, estaba sentado a su lado.

“¡Cocinera!” gritó Charlie.

Bendito le dirigió una mirada lúgubre a Charlie mientras avanzaba hacia él.

Charlie Bone & El Castillo de los Espejos - Jenny Nimmo

158

La Cocinera tenía un aspecto terrible. Su pelo gris se había vuelto completamente blanco. Su

usualmente sonrosado rostro ahora estaba pálido y sin color y parecía haber perdido gran

parte de su peso.

“Charlie” gimió la Cocinera. “Has vuelto.”

“¿Qué ha pasado Cocinera?” gimió Charlie.

“El equilibrio se ha ido. Te lo dije, ¿no? Debemos mantener el equilibrio.”

“Pero yo pensaba que tú mantenías el equilibrio. Dijiste que eras la piedra angular” dijo Charlie

enfadado.

“No puedo mantenerlo si tú no estás aquí, ¿no crees?” la Cocinera habló con una suave y

resentida voz. “Tú y Billy, los dos desaparecidos, y ese espantoso niño del magnetismo,

tomando el control.”

“Lo siento” murmuró Charlie. “Llevé a Billy al Castillo de los Espejos.”

“Eso escuché. Alice Angel me lo contó todo. Ese pobre señor Crowquill. Te lo creas o no, sabía

que había algo raro sobre Tantalus Ebony. Ayúdame a levantarme, Charlie.”

Mientras Charlie la ayudaba a ponerse de pie, la Cocinera dijo “Me estaba sintiendo tan mal

que decidí echarme una siesta. La estufa se salió y luego todo sucedió” – indicó el revoltijo de

muebles al final de la habitación – “y no la pude volver a meter en su sitio.”

El suelo resbalaba de semejante manera que Charlie tenía dificultades para mantener el

equilibrio, intentar ayudar a la Cocinera a ponerse de pie era impensable. Mientras ella se

aferraba a la repisa de la chimenea, Charlie rápidamente cogió una silla y empujó algunos

periódicos debajo de las patas delanteras. Cuando la silla estaba razonablemente estable,

Charlie ayudó a la Cocinera a sentarse.

Ella se sentó, hundiéndose en ella, y acarició su barbilla. “¡Aah! Esto está mejor” Bendito

arrastró los pies hasta colocarse cerca de su silla. “Este viejo perro me ha hecho compañía,

bendito sea” acarició la cabeza arrugada del perro.

“¿Cuándo pasó todo esto?” preguntó Charlie.

“La noche del lunes. Después de que encontraran al pobre Gabriel. Y no puedo decir que me

sorprendiera, contigo fuera y el chico Torsson portándose mal.”

“Pensaba que estaba haciendo lo correcto, llevándome a Billy al Castillo de los Espejos” dijo

Charlie.

“No digas eso, Charlie Bone” dijo la Cocinera enfadada. “No estabas pensando en Billy. Te

creíste que encontrarías a tu padre. Tiraste la razón y el control por la borda, ¿no crees? Una

vez más, te fuiste por ahí sin pensar en nadie más.”

Charlie suspiró profundamente. “Yo quería ayudar a Billy, enserio. Es solo que…bueno,

también quería encontrar a mi padre.”

Charlie Bone & El Castillo de los Espejos - Jenny Nimmo

159

La Cocinera fijó su mirada en él. “No puedo culparte, Charlie” dijo gentilmente. “Lamento que

no hayas encontrado a tu padre.”

Charlie esquivó los ojos de la Cocinera y miró sus pies. “Así que, ¿qué puedo hacer ahora?”

“Sinceramente, no lo sé. Necesitamos otro niño dotado. Alguien que puedo poner la amistad

antes de sus propios intereses. Alguien que trabaje con nosotros. Quizás entonces, las cosas se

equilibrarán.”

“Creo que sé de alguien que quizás tenga un don” dijo Charlie. “Pero ellos no lo admitirán.”

“Bueno, independientemente de si lo está, necesitaremos un talento sumamente poderoso

para restablecer el equilibrio está vez” la Cocinera se puso de pie y estiró su arrugado delantal.

“Será mejor que vuelvas a hora, Charlie. Bendito y yo te seguiremos a un paso más lento.”

Cuando Charlie finalmente se las ingenió para salir por la puerta de la cocina, encontró a

Fidelio sentado solo, mientras la asistente del pelo esponjoso limpiaba las mesas vacías. “¿Y de

dónde sales tú?” le ladró a Charlie.

“Fue a buscar un trapo” dijo Fidelio, quien había hecho un desagradable charco de migas y

zumo de naranja en su mesa.

“Niños” gruñó la mujer. “Mis hijas no hacen esa clase de desastres.”

“Me alegro de escucharlo señora” dijo Fidelio. “Buenas tardes” y luego arrastró a Charlie,

quien estaba sin palabras, fuera de la cafetería.

“Así que, ¿qué está pasando?” le preguntó Fidelio en voz baja mientras los dos chicos se

alejaban por el pasillo de los retratos.

“La Cocinera está mal” dijo Charlie sombríamente. “Y tengo que encontrar a alguien que pueda

darle la vuelta a todo esto.”

“Es una tarea imposible” gruñó Fidelio.

Los niños casi habían llegado al recibidor, y al ver a Manfred bajando por las escaleras, Charlie

susurró “Quizás no.”

Hacer los deberes en el Salón del Rey aquella noche fue incluso más desagradable de lo que

Charlie había esperado.

“Me alegro de que hayas vuelto con nosotros, Bone” dijo Manfred cuando Charlie entró.

Charlie tomó asiento al lado de Emma mientras seis rostros poco amigables le observaban

desde el otro lado de la mesa. Tancred se sentaba solo, notó Charlie, así que todavía cabía la

esperanza de que Joshua no lo controlara por completo. Al otro lado de Emma, Lysander se

mantenía con la cabeza baja. Se ocupaba de su trabajo, reusando mirar a nadie más.

Charlie Bone & El Castillo de los Espejos - Jenny Nimmo

160

Las gemelas empezaron los problemas: los libros de Charlie fueron enviados volando lejos de

la mesa y Emma fue golpeada por un estuche de lápices. Cuando el libro de ejercicios de

Lysander fue rasgado por la mitad y lanzado hacia el techo, el chico perdió la paciencia.

“¡Parar de una vez, basura!” le gritó a las gemelas, arrojando un libro en su dirección.

Las gemelas se agacharon juntas. No lloraron, ni siquiera fruncieron el ceño. Sus rostros se

mantuvieron completamente vacíos.

Manfred ladró “La próxima vez que abras la boca te ganarás un castigo, Sage.”

Lysander produjo un sonido ambiguo y se sentó.

Joshua le sonrió a Tancred, y durante los siguientes minutos, Charlie, Emma y Lysander fueron

víctimas de una ligera llovizna que empapó su pelo y su trabajo. Sorprendentemente, Manfred

vino a su rescate.

“Para eso sabelotodo” le ladró a Tancred.

De alguna manera, Charlie sobrevivió a aquella noche y también todo el día siguiente. Pero la

noche del jueves estuvo despierto, hasta mucho después de que se apagaran las luces,

intentando decidir cuál sería su siguiente movimiento.

Se escuchó la puerta de un coche cerrarse de golpe. Hubo pasos apagados en el patio de abajo.

Charlie corrió hacia la ventana y miró hacia abajo. Manfred y Weedon estaban arrastrando a

un pequeño niño de pelo blanco hasta las puertas principales.

Billy había sido encontrado.

Capítulo 19: El talento de Olivia

Felix Gunn fue despedido de la Academia Bloor. A pesar de ello, se las arregló para relatarles

los siniestros eventos de la captura de Billy a Fidelio y a Charlie antes de irse.

En la mitad de la noche, un lobo – o algo parecido a uno – había saltado por la ventana abierta

de una de las habitaciones. Los chicos Gunn no se asustaban fácilmente, de hecho, eran

valientes y formaban un grupo audaz. Atacaron a la bestia con todo lo que tenían a mano.

Cellos, atriles, baquetas, e incluso un cuerno francés había sido utilizado para golpear la

horrible criatura, que les gruñía y se arrastraba.

Pero para cuando el señor y la señora Gunn habían acudido al rescate de sus hijos, Billy Raven

había salido huyendo por la puerta principal – derecho a los brazos de Manfred Bloor.

“Lo sacaron fuera” dijo Fidelio “como a un pobre conejo.”

Charlie Bone & El Castillo de los Espejos - Jenny Nimmo

161

Tan pronto como habló Fidelio, apareció Manfred en el umbral de la puerta del guardarropa

azul, en la que Felix había relatado su espeluznante historia.

“Felix Gunn, has sido despedido” dijo Manfred fríamente.

“Lo sé” Felix hizo un pequeño saludo. “Adiós chicos. Y buena suerte, la necesitaréis.” Cogió su

guitarra y cruzó el recibidor hasta llegar a donde estaba el señor Weedon, quien se había visto

obligado a abrir el cerrojo las pesadas puertas.

“Vosotros dos, cerrar esas bocas, o se os meterán moscas dentro” gruñó Manfred. “Iros a

vuestras clases.”

Charlie y Fidelio obedecieron sin rechistar.

Billy no apareció por el colegio. No fue visto hasta la tarde del viernes, cuando todo el mundo

salía apresuradamente para coger los autobuses del colegio. Charlie levantó la mirada cuando

pasaba al lado de la escalera, y ahí estaba, una pequeña figura de pie en una sombra en la

parte más alejada del rellano. Charlie alzó su mano, pero antes de que Billy pudiera responder,

Manfred empujó a Charlie por la puerta.

Cuando Charlie llegó a casa, la fiesta del té del viernes ya estaba en marcha. La abuela Bone

estaba ausente, así que la atmósfera era considerablemente más relajada que la de la semana

anterior. De todas formas, Charlie vio al tío Paton mirando ligeramente pensativo entre

bocado y bocado de su helado de pistacho. Al final, su tío le explicó que había ido a ver a Alice

Angel. Cuando escuchó la narración del valiente sacrificio del señor Crowquill, se había afligido

extremadamente. Había cerrado su tienda, puesto su casa a la venta y se estaba preparando

para dejar la ciudad para siempre aquel fin de semana.

“¡Pero no puede irse!” gritó Charlie, con una cucharada llena de helado a medio camino hacia

su boca. “Ella es la única que sabe cómo salvarnos.”

“Me atrevería a decir que tú sabes a lo que te refieres pero nosotros no” dijo el tío Paton

secamente.

Charlie se había guardado los acontecimientos de aquella horrible semana para disfrutar aquel

momento, pero ahora se dio cuenta de que tendría que explicarse.

Cuando la familia de Charlie escuchó la captura de Billy, la deserción de Tancred y la habitación

destrozada de la Cocinera, apartaron los restos de la deliciosa comida de ellos, declarando que

su apetito se había evaporado.

Maisie pensaba que Charlie debía dejar la Academia inmediatamente. Amy no para de

murmurar “No, no, no, es demasiado.” El tío Paton se puso de pie y caminó por la cocina,

golpeando el puño de su mano izquierda en la palma de su mano derecha. De pronto, se giró y

dijo “¿Qué te hace creer que Alice Angel puede ayudar?”

“Sabe sobre el don de alguien” dijo Charlie “Alguien que quizás sea capaz de volver a dejar las

cosas como estaban antes.”

Charlie Bone & El Castillo de los Espejos - Jenny Nimmo

162

“¿Quién?” demandó Paton.

“Creo que es Olivia, pero no estoy completamente seguro” replicó Charlie.

“Entonces descúbrelo querido niño” ordenó Paton. “Mañana, lo primero, o Alice estará fuera

de tu alcance. ¿Qué planes tienes?”

Charlie admitió que no tenía ninguno.

“Humm” el tío Paton volvió a andar. Empezó a dictar instrucciones mientras estaba en

movimiento. “Esto es lo que debes hacer, Charlie. Mañana por la mañana te encontrarás con

Emma en la tienda de libros. Juntos, iréis a visitar a la amiga de Emma, Olivia, y persuadiréis

para que os acompañe a la casa de Alice. Está a un tiro de piedra de la casa de los Vertigo

según tengo entendido.”

“¿Qué hay de Judía Corredora?” dijo Amy “Charlie siempre le saca a dar un paseo los fines de

semana.”

“Le diré al chico de los Gunn que lo haga” dijo el tío Paton. “Llamaré a los Gunn después de

que haya arreglado las cosas con Julia – la señorita Ingledew. ¿Está todo claro, Charlie?”

Charlie asintió, luego bostezó. “Estoy listo para mañana.”

“¡Una polilla!” gritó Maisie, golpeando fuertemente el hombro de Charlie.

“¡NO!” exclamaron Charlie y el tío Paton al unísono.

“Cielos” la mano de Maisie paró y cayó en su costado “Menudos gritos por una polilla tan

pequeña.”

“Es mi varita” dijo Charlie tranquilamente.

“Vaya, que boba soy, tendría que habérmelo imaginado” dijo Maisie enrabietada. “¿Por qué

no puede solucionar tus problemas, Charlie? Eso es lo que se supone que hacen las varitas,

¿no?”

“Sí que me ayuda” Charlie se quitó gentilmente la polilla de su hombro. “Pero no de una

manera obvia. Tiene que escogerlo.”

“Perdóname por preguntar algo tan tonto” dijo Maisie con una sonrisa.

En la mañana del sábado, Fidelio y Judía Corredora aparecieron en el número nueve de la calle

Filbert.

“No creo que esto estuviera en el plan del tío Paton” se dijo Charlie mientras Fidelio y Judía

Corredora entraban en la cocina.

Maisie estaba encantada de ver a su viejo amigo Judía. Se le dio rápidamente una comida de

restos, mientras Charlie y Fidelio comían huevos duros.

Charlie Bone & El Castillo de los Espejos - Jenny Nimmo

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La abuela Bone bajó las escaleras justo cuando los tres estaban abandonando la casa. “No ese

perro otra vez” gritó.

Judía Corredora se lanzó sobre los tobillos de la Abuela Bone, y hubo una indignada pelea

antes de que Charlie se las arreglara para sacar al inmenso perrazo amarillo por la puerta

delantera.

Emma estaba esperando a Charlie en la tienda de libros, así que al menos esa parte del plan

había salido como lo planearon. Pero por qué Fidelio y Judía Corredora iban a unirse a ellos en

su paseo hasta la casa de Olivia, Charlie no estaba seguro.

“Somos el equipo de apoyo” dijo Fidelio antes de que Charlie pudiera platear sus dudas “Y

Judía Corredora puede oler todas las bestias peludas y acechantes que nos espíen.”

Cuando los tres niños y el perro llegaron a la casa de Olivia, la señora Vertigo lucía muy

ansiosa. “Nunca hemos tenido un animal tan grande en nuestra casa” dijo.

“Se portará bien, mamá” gritó Olivia desde lo alto de las escaleras. “Déjale entrar.”

“Si tú lo dices Liv” la señora Vertigo se mantuvo en la puerta mientras el grupo entraba en la

casa y subía las escaleras hasta la habitación de Olivia. Estaba bastante desordenada. La cama

de Olivia, el suelo y las sillas estaban cubiertos con ropas, zapatos, sobreros, cuentas y pelucas

de varios colores.

“Me he rendido con todas estas cosas” declaró Olivia. “Lo voy a dar todo.”

“No puedes” dijo Charlie, rodeando una pila de ropas coloridas. “Tú no eres tú – sin todos tus…

tus…”

“¿Disfraces?” sugirió Fidelio.

“Ya no quiero ir disfrazada más” dijo Olivia “No soy una actriz.”

“¡Claro que lo eres!” insistió Emma.

Olivia se encogió de hombros “¿Por qué estáis aquí chicos?”

Sus cuatro visitantes se sentaron en la cama y Charlie explicó la situación en la Academia y

porqué necesitaban saber si Olivia estaba dotada.

Olivia se sentó en una silla y escuchó impávida a Charlie. Solo cuando describió la desesperada

situación de Billy Raven notó que su expresión se suavizó y sintió un destello de esperanza.

“¿No podrías visitar simplemente a Alice Angel?” urgió Charlie “¿Antes de que abandone la

ciudad?”

“No te haría daño solo verla, Liv” dijo Emma.

Olivia frunció el ceño. Se puso de pie y miró por la ventana. “Podría saltar por la muralla” dijo.

Charlie Bone & El Castillo de los Espejos - Jenny Nimmo

164

Antes de que tuviera tiempo para cambiar de opinión, los otros la llevaron escaleras abajo y

fuera al jardín. Olivia y Charlie subieron la pared mientras Emma, Fidelio y Judía Corredora

esperaban en el jardín de los Vertigo.

Charlie llamó en la puerta trasera de Alice, pero no hubo respuesta alguna. Miró por las

ventanas, todas las habitaciones del piso de abajo parecían estar vacías. Olivia fue a la parte de

delante de la casa y llamó con la campana. Nadie respondió en la puerta. Notó un cartel de SE

VENDE en la puerta del jardín y corrió de vuelta hasta Charlie.

“¡Se ha ido!” gritó Olivia. “Ahora nunca lo sabré.”

“Para un momento Liv, no puede haberse ido” Charlie estaba mirando a través de una ventana

que había a un lado de la casa. “Puedo ver dos maletas en el salón. Y un chubasquero en el

respaldo de una silla.”

“Así que todavía está en la ciudad, ¿pero dónde?” Olivia ahora parecía estar desesperada por

encontrar a Alice Angel. Corrió de vuelta a la pared con Charlie detrás de ella y ambos treparon

de vuelta al otro lado.

“¿Y bien?” dijo Fidelio mientras Judía Corredora ladraba entusiásticamente.

“No está ahí” dijo Charlie.

“¿Cómo vamos a encontrarla?” Olivia retorció sus manos dramáticamente.

“Su tienda ha sido cerrada, así que no estará ahí” dijo Charlie.

“Tenemos que peinar la ciudad” dijo Fidelio.

“Es demasiado grande” objetó Charlie. “Podríamos buscarla durante días y nunca la

encontraríamos.”

“Creo que yo puedo ayudar” dijo Emma tranquilamente. “¿Cuál es el aspecto de Alice Angel?”

Todos miraron a Emma y Olivia dijo, “Tiene un montón de pelo blanco y es muy guapa.”

Charlie tuvo una inspiración y añadió, “Puede que lleve algunas flores, blancas.”

“Me hago una idea” dijo Emma. “Ahora, ¿os importaría iros adentro? Porque no me gusta

hacer lo que voy a hacer en público.” Bajó la mirada hasta sus dedos vendados. “Creo que

Joshua hizo que Tancred dañara mis dedos a propósito.”

“Para que no pudieras volar” Olivia estaba preocupada. “No te hagas daño a ti misma, Em. Si

es demasiado doloroso – simplemente no lo hagas. Puedes caerte.”

Emma se despidió agitando la mano “Estaré bien.”

Entraron dentro de la casa y se colocaron detrás de las ventanas francesas, intentando no

mirar hacia el patio, pero era imposible no echar un vistazo ocasional. Emma estaba escondida

por un arbusto, y solo cuando vieron a un pequeño pájaro marrón volar a través del manzano

Charlie Bone & El Castillo de los Espejos - Jenny Nimmo

165

supieron que estaba de camino. Vieron cómo se perdía el pequeño pájaro en el cielo y Olivia

dijo “Ahí va, si hay alguien que puede encontrar a Alice Angel, esa es Emma Tolly.”

El borde de las alas de Emma le estaba empezando a dar problemas. Aleteó llena de

incertidumbre sobre la calle Filbert y finalmente recuperó el equilibrio cuando planeó hacia

una nube sobre la catedral. Tomando ventaja de las cálidas temperaturas del otoño, voló a

través de la ciudad observándola con sus agudos ojos de pájaro y tomando cada detalle de los

ocupados ciudadanos caminando, deambulando y corriendo bajo ella. Incluso voló sobre la

Academia Bloor y la ruina. Vio a Billy Raven caminando por el patio con Bendito detrás de él y

le habría gustado parar y hablar con él, pero el tiempo era escaso.

El pájaro, Emma, estaba a punto de alejarse volando de la ruina cuando vio algo que hizo que

perdiera la concentración, y empezó a caer hacia la tierra.

En lo profundo de la ruina, unas altas murallas cubiertas de hiedra rodeaban un verde patio

secreto. En el centro había un árbol con las hojas de un rojo brillante. Un sonido provenía del

árbol, un tipo de música que Emma nunca había escuchado. Aterrizando en una pared, vio a un

caballo blanco pastando al lado del árbol. Emma no tuvo ninguna dudad de que el árbol y

caballo se pertenecían el uno al otro y que eran parte de un mundo diferente al suyo.

El caballo levantó la mirada y vio al pájaro. “Niña” dijo. “Mi niña.”

“Vuelo” dijo Emma.

“Que la suerte vaya contigo” dijo el caballo. Una suerte de esperanza alzó a Emma hacia el

cielo. Sus alas ya no le dolían más y se sentía profundamente feliz. Con renovada energía

continuó buscando por la ciudad, hasta que llegó al parque al final de la calle Filbert. Bajo ella,

una mujer de pelo blanco se sentaba sola en un banco. Su cabeza estaba inclinada sobre un

ramo de flores blancas que había en su regazo.

Emma dio un agudo grito y la mujer levantó la vista. Tenía un bello pero triste rostro. Emma

giró y voló de vuelta hasta el jardín de Olivia. Sus tres amigos todavía estaban detrás de la

ventana cuando ella corrió por el camino, niña otra vez, gritando “¡La he encontrado, la he

encontrado! Está en el parque.”

Los cuatro niños y el perro corrieron hacia el parque, atravesaron las puertas y aceleraron por

el césped hasta el banco en el que Alice Angel estaba sentada sola. Cuando vio a Olivia, la cara

triste de Alice se transformó con una sonrisa. “Olivia, ¿has venido a despedirte?”

“He venido a pedirte perdón” espetó Olivia. “Lo siento tanto, por todo, por no creerte y

porque tu amigo se haya ido.”

Alice se llevó las flores blancas a su rostro y aspiró su aroma. “Quería poner estas en su lápida,

pero por supuesto, no tiene una. Pobre Christopher.”

“Lo siento tanto, tanto” gimió Olivia, llena de remordimiento.

“Has venido a verme, no es demasiado tarde” Alice se puso de pie. “Y tú Charlie, ¿has sido tú la

que la ha traído aquí?”

Charlie Bone & El Castillo de los Espejos - Jenny Nimmo

166

“Hemos sido todos nosotros” dijo Charlie. “Mi amigo Fidelio” – Fidelio hizo un saludo – “pero

principalmente ha sido Emma. Ella te encontró.”

“¡Ah!” Alice le dirigió a Emma una sabia mirada, luego colocó cuidadosamente las flores en el

banco y se giró hacia Olivia. “¿Así que ya has aceptado tu legado?”

“Supongo que sí” dijo Olivia.

“¿Y a quién te gustaría enseñarle lo que puedes hacer?” le preguntó Alice.

“A mis amigos por supuesto” replicó Olivia.

“¿A nadie más?” preguntó Alice gravemente. “Puedes escoger a quién mostrarle tus

revelaciones.”

“¿Puedo?” el rostro ansioso de Olivia empezó a ponerse serio. Notó al ciclista que pedaleaba

por el camino circular, a dos niños que jugaban fútbol y a una mujer que paseaba a su perro.

“Bueno, por ahora solo quiero que mis amigos y tú veáis lo que puedo hacer – oh, y Judía

Corredora, por supuesto.”

“¡Muy bien! Piensa en algo, lo que sea. Piensa en ello con todas tus fuerzas. Velo en tu mente,

con cada detalle.”

“Espera un momento, no me voy a convertir en lo que veo, ¿verdad?” preguntó Olivia.

“No” replicó Alice.

“Está bien, aquí va” la frente de Olivia se frunció por la concentración y un familiar y misterioso

brillo apareció en sus ojos. Todo el mundo se quedó muy quieto, incluso Judía Corredora,

quien parecía haberse dado cuenta de la gravedad de la situación. Después de un minuto de

total silencio, Alice dijo, “¡Ahora Olivia, mira detrás de ti!”

Olivia miró. Todo el mundo siguió su mirada. En el medio del parque una gran nube turbia

apareció. Gradualmente, asumió una forma indistinta y temblorosa.

“No” dijo Alice “No lo has hecho bien, Olivia, ¡relájate! Lo estás intentando con demasiada

fuerza.”

Olivia sonrió y entrecerró sus ojos. La temblorosa forma se transformó en algo horriblemente

real.

Fidelio fue el primero en gritar, luego Judía Corredora dio un primitivo y aterrador aullido. La

mandíbula de Charlie cayó pero estaba demasiado asustado para proferir un sonido. Sabía que

lo que estaba viendo no era real, pero parecía real, olía como si fuera real y sonaba real. Un

enorme dinosaurio, un Tiranosaurio Rex por su aspecto, estaba a unos pocos metros de ellos.

Su enorme boca estaba abierta, su aliento era horrendo y su mandíbula sangrienta produjo un

rugido que solo podía ser escuchado en las peores pesadillas.

Todavía aullando, Judía Corredora fu el primero en moverse. Se giró corriendo hacia las

puertas del parque con los tres niños gritando detrás de él. Cuando el ciclista los vio exclamó

Charlie Bone & El Castillo de los Espejos - Jenny Nimmo

167

“¿Qué diablos…?” y terminó cayendo de su bicicleta. Los dos niños cogieron su pelota y

corrieron hacia los árboles preguntando a gritos “¿Es un fantasma?” El pequeño perro se

introdujo en un cubo de basura que estaba volcado y su dueña proclamó que se habían vuelto

todos locos.

“¡Niños parar!” les gritó Alice “No puede haceros daño.”

Desde una distancia segura, se giraron y miraron a la espantosa criatura. Las risas y las

carcajadas llegaron hasta ellos a través del parque mientras Olivia se bambaleaba hacia

delante y hacia atrás, incapaz de parar. Alice pasó su brazo sobre los hombros de la niña y le

habló suavemente.

Olivia asintió, paró de reír y miró por encima de sus hombros. Detrás de ella, la horrenda

imagen había perdido su forma. Poco a poco, se desvaneció en una nube de partículas que

flotaron en el cielo como una ducha de hojas muertas.

Olivia aplaudió emocionada y realizó un par de pasos de baile. Antes de que sus amigos se

recuperaran de su primera ilusión, otra tomó su lugar. Un festín servido con unos brillantes

platos de plata apareció sobre una larga mesa. Y ahí estaban el Sombrerero Loco, la Liebre de

Marzo y el pequeño Ratón Dormido, medio metido en una tetera.

Luego un arcoíris se extendió por todo el parque, y cuando desapareció, un caballero de

brillante armadura galopó por el césped con un enorme caballo de batalla negro, con plumas

en su brida y una capa escarlata bordada con oro. Charlie podía oír el sonido de los cascos, el

crujido del cuero y el sonido de las espuelas.

Olivia bailó alrededor de Alice con los brazos abiertos y la cabeza echada para atrás “Mirar lo

que puedo hacer” gritó. “¡Mirar, mirar, mirar!”

“Muy impresionante” le susurró Fidelio a Charlie. “No sé ella, pero yo estoy exhausto.”

Judía Corredora se derrumbó sobre el suelo con un lamento y cubrió sus ojos con su enorme

pata.

Alice volvió a hablar con Olivia y cuando el caballero y su caballo abandonaron la escena, la

nada tomó su lugar. Olivia se tiró al césped. “¡Vaya! Ha sido alucinante, ¿verdad?”

Alice le sonrió ampliamente. Los demás se le acercaron cautelosamente pero Judía Corredora

se mantuvo en donde estaba, con su pata todavía cubriendo sus ojos.

Cuando estuvieron todos confortablemente sentados en el banco e intentando volver a la

realidad Olivia le preguntó a Alice porqué le había costado tanto tiempo descubrir lo que podía

hacer. “¿Y por qué tú sabías sobre ello? ¿Y por qué la manzana?”

Alice miró las flores de su regazo. “Es difícil expresarlo en palabras” dijo. “Siempre he sabido

que algún día vería a alguien que necesitaría de mi ayuda para encontrarse a sí mismo. Es un

don extraño, podéis pensar” miró a Charlie, que estaba sentado al lado de ella.

Charlie respondió “Son extraños, todos los dones.”

Charlie Bone & El Castillo de los Espejos - Jenny Nimmo

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Alice le dedicó una sonrisa de agradecimiento. “Eso es verdad. Para resumir, fui requerida para

decorar una habitación para el bautizo de cierta niña” miró a Olivia. “La madre de la niña

quedó tan encantada con mis flores que me invitó a que me uniera a la fiesta. Yo no tenía ni

idea de que aquel sería uno de los días más importantes de mi vida. Trajeron al bebé y todo el

mundo te rodeó, arrullándote, hablándote y llamándote Olivia.”

“¿Era un bebé bonito?” preguntó Olivia.

“Para ser sincera eras un poco rechoncha, pero” – miró severamente a Fidelio y a Charlie,

quienes no podían aguantar la risa – “pero tan pronto como te vi, Olivia, mi corazón se detuvo.

Me pregunté qué me estaba pasando. Más tarde, te acostaron en una adorable cuna blanca, y

cuando bajé la mirada hacia ti, supe que eras especial. También supe que tardarías doce largos

años en aceptar tu legado.”

“¿Cómo lo supiste?” preguntó Olivia formalmente.

“Esto va a sonar realmente peculiar” dijo Alice.

“No nos importa” dijo Charlie “Todo es peculiar.”

“Bueno, hay un manzano al final de mi jardín. Es mío porque crece ahí, pero también es tuyo,

Olivia, porque una rama cuelga sobre tu jardín. Había trece manzanas en la rama aquel día y…

y…” Alice hizo una pausa, y luego, en una voz tan suave que todos tuvieron que inclinarse hacia

ella para escucharla, continuó “una voz en mi cabeza me dijo “En el décimo tercer año del

manzano, aceptará su legado con gracia”.”

“¡Oh!” dijo Olivia, sacudida de golpe por un súbito pensamiento. “Yo tenía doce al principio del

semestre. Así que supongo que estoy en mi décimo tercer año. Y las manzanas… no serían

peladas hasta que yo creyera, hasta que lo aceptara. ”

“Y eso es todo” añadió Alice. “Espero que estés feliz Olivia.”

“Bueno, por supuesto que lo soy. Pero me siento un poco rara, porque yo nunca he sido uno

de ellos” le dedicó a Charlie una sonrisa arrepentida. “Y ahora no sé qué voy a hacer con este

talento bizarro.”

“Estoy segura de que tus amigos te ayudarán a descubrirlo” Alice miró a Charlie.

Fidelio, quien había perdido su habitual sonrisa, preguntó súbitamente “¿Es usted una bruja,

señorita Angel?”

Alice rió. “Supongo que sí. Pero soy una bruja blanca” hizo una pausa, tras lo cual añadió

gravemente. “Niños, no quiero alarmaros, pero deberíais saber que si hay una bruja blanca,

siempre hay otra con una naturaleza más oscura.”

“¿Y quién es?” preguntó Charlie.

“Me temo que no tengo ni idea” Alice se puso de pie. “Y ahora, tengo que dejaros” dijo con

tono profesional. “Tengo un tren que coger.”

Charlie Bone & El Castillo de los Espejos - Jenny Nimmo

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“¿Te vas de verdad?” exclamó Olivia.

“Aquí ya he completado mi destino – al menos uno de ellos.” Alice suspiró levemente. “Ahora

tendrás que ir sola, Olivia. Pero estoy segura de que lo harás muy bien.”

Olivia se inclinó y la abrazó con fuerza. “Gracias” le dijo. “Gracias por ser mi ángel guardián.”

“Me has hecho tan feliz” replicó Alice.

Emma preguntó “Antes de que irse, ¿podría decirnos si la otra bruja, la negra, la seguirá?”

Alice se encogió de hombros levemente “No tengo ni idea de eso. Adiós queridos niños, por

ahora.”

Observaron a Alice Angel alegarse y desaparecer por las puertas del parque. Ella no miró a

atrás, y su desaparición fue justo eso, desvanecerse en el aire, como si nunca hubiera estado

realmente ahí. Las flores se quedaron donde ella las había dejado.

“Se las daré a mi madre” dijo Olivia “Adora las flores blancas.”

La mente de Charlie ya había vuelto a los problemas en la Academia Bloor, y estaba

empezando a pensar un plan para Olivia. “Creo que deberíamos mantener tu talento en

secreto” le dijo “¿Estamos todos de acuerdo?”

Fidelio exclamó “¡Arma secreta!”

“¿Quieres decir que nadie debería saberlo excepto nosotros?” preguntó Emma.

“Nadie” respondió Charlie.

“Por mí bien” dijo Olivia “¿Pero cómo voy a ayudar?”

“¿Has estado en el Salón del Rey por la tarde?” preguntó Charlie.

“Muchas veces, cuando he estado castigada” replicó Olivia.

“Bien. Lo primero que tenemos que hacer es conseguir que Joshua Tilpin tenga una apariencia

repulsiva, tan repulsiva” continuó Charlie, revelando lo que estaba planeando “que Tancred se

verá repelido por él. De hecho, estaría bastante bien que todos los dotados se vieran repelidos

por él.”

“Yo tengo una idea” dijo Fidelio. “Todos sabemos qué es lo que más teme Tancred.”

“Arañas” dijo Emma.

“Arañas” Charlie estuvo de acuerdo. “Lo segundo es asustar un poco a Ezekiel Bloor. Tendré

que trabajar en ese asunto.”

“¡Oh sí!” gritó Fidelio, golpeando el aire con su puño. “Esto va a estar bien. Esto va a estar

muy, muy bien.”

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Capítulo 20: El guerrero

El tío Paton dijo que sería muy estúpido usar la casa de la calle Filbert para un encuentro y que

la librería Ingledew era bastante mejor. El nuevo talento de Olivia debía mantenerse en

secreto. Nadie pensaría que era raro o inusual que entrara en la tienda de libros. Emma era su

amiga y solían pasar los fines de semana juntas.

En la tarde del sábado, Charlie y el tío Paton se dirigieron a la librería. La abuela Bone no les

prestó atención. Ya tenían la partida ganada, pensó. Charlie y sus problemáticos amigos ya

habían aprendido la lección, Billy Raven estaba bajo el poder de los Bloor de nuevo y Charlie

estaba bajo el suyo – más o menos.

Fidelio insistió en estar dentro del plan, y cuando Charlie y su tío entraron en la acogedora

habitación trasera de la señorita Ingledew, Fidelio ya estaba ahí, sentado en el sofá entre las

dos chicas. Charlie se sentó al lado de Olivia apretándose como pudo y el tío Pato se adueñó de

uno de los grandes sillones. La señorita Ingledew entró con un plato de galletas y se sentó en el

reposabrazos del sillón de Paton.

El encuentro empezó.

“El tiempo es el aspecto más importante de este plan” dijo el tío Paton. “¿Tienes todo claro,

Olivia?”

Olivia dijo “Mi reloj nunca se equivoca” y alzó su muñeca para que todo el mundo pudiera

admirar su gran reloj plateado con su moderna pantalla.

“Muy bonito” remarcó el tío Paton “siempre y cuando puedas consultarlo en el momento

adecuado.”

“Sí” dijo Olivia dócilmente.

“Y ahora tienes que estar completamente segura de la posición de todo el mundo en el Salón

del Rey. Charlie, describe como suele lucir la habitación usualmente cuando estáis todos

haciendo vuestros deberes.”

Charlie describió la posición de todo el mundo como mejor pudo.

“Depende de ti y de Emma asegurarte de que todos están en sus puestos correctos, para que

Olivia pueda visualizarlos” dijo el tío Paton severamente. “¿Está bien?”

“Bien” dijeron Charlie y Emma.

El tío Paton continuó explicando la siguiente parte del plan. Una hora después, el encuentro se

acabó. Felix Gunn llegó para llevarse a Fidelio a casa, mientras Charlie y el tío Paton caminaban

Charlie Bone & El Castillo de los Espejos - Jenny Nimmo

171

de vuelta a la calle Filbert. Olivia iba a quedarse a dormir con Emma. Necesitaba estudiar

alguno de los libros de historia de la señorita Ingledew.

“Espero que los Bloor no adivinen lo que estamos haciendo” dijo Charlie mientras su tío y él

subían los escalones del número nueve.

“Charlie, nunca lo adivinarán” dijo Charlie confiadamente “Ni en un millón de años.”

Charlie encontraba muy difícil actuar de una manera normal el lunes. El pavoneo emocionado

de Fidelio le ponía nervioso. “Se supone que debemos lucir deprimidos” le dijo a su amigo.

“Tú quizás” dijo Fidelio. “Pero yo no soy una de las víctimas dotadas. En cualquier caso, yo

siempre actúo así.”

Había una persona a la que Charlie tenía que alertar. Lysander no había estado en el

encuentro, pero Charlie sentía que tenía que avisarle sobre lo qué quizás iba a pasar.

Desgraciadamente, no pudo hablar a solas con Lysander hasta después de la cena cuando

estaban subiendo las escaleras hasta el Salón del Rey. Charlie tiró los libros de los brazos de

Lysander deliberadamente y dejaron de subir.

“¿Qué te ha llevado a hacer eso, so torpe?” gruñó irónicamente Lysander, mientras se

agachaba para recoger los libros.

Charlie se inclinó junto a él para ayudarle. “Tenía que advertirte” le susurró.

“¿Advertirme?”

“¡Shhhh!” le silenció Charlie. “Algo le va a pasar a Joshua en unos minutos. Tancred se va a

asustar bastante de él, pero no es real, ¿está bien? Es solo una ilusión.”

“¿Qué…?” empezó Lysander.

“¿Os vais a mover o voy a tener que pasar por encima de vosotros?” Dorcas Loom los observó

desde el fondo de la escalera.

“Tranquila, Dorc” dijo Lysander alzando sus libros.

Los dos chicos terminaron de subir las escaleras seguidos por Dorcas, quien estaba resoplando

como una máquina de vapor.

Charlie le echó un rápido vistazo al Salón del Rey antes de sentarse. Se quedó muy aliviado al

descubrir que todo el mundo estaba en los sitios que le había descrito a Olivia. La cara de Asa

estaba cubierta con moratones, notó.

Charlie miró a Emma, que estaba al lado suyo, pero ella reusó a hacer contacto visual.

Probablemente no se atrevía. Ahora todo dependía de Olivia.

El reloj sonó, como siempre hacía. El Rey Rojo los observó desde su retrato, como siempre

hacía, y – era la imaginación de Charlie, ¿o los ojos del rey estaban más brillantes esa noche?,

¿y había un brillo extra en su corona?

Charlie Bone & El Castillo de los Espejos - Jenny Nimmo

172

“El rey no puede ayudarte, Bone” le ladró Manfred.

Charlie bajó la mirada. Asa soltó una risilla malévola y Joshua le sonrió a Tancred. Una fuerte

lluvia cayó en el libro abierto de Charlie, y luego otra. Tiró su libro, alejándolo y un charco se

formó en la mesa delante de él. Charlie lo limpió con la manga de su jersey.

Lysander dijo “¡Para ya Tanc!” y se vio recompensado con una ráfaga de aire que le lanzó sus

papeles a la cara.

Vamos Olivia, pensó Charlie. ¡Hazlo ahora!

El bolígrafo de Emma empezó a gotear. La tinta se derramó por una página escrita con su

preciosa y limpia letra. Tenía tinta en las manos, en su capa y en su cara. Idith e Inez tenían su

mirada fija en ella.

Emma les devolvió la mirada. “¡Para ya!” gritó.

Dorcas empezó a reírse y le dio un codazo a Joshua. Súbitamente, se apartó de él. Charlie vio

una gran araña negra arrastrarse por lo alto de la cabeza de Joshua. Otra más reptó sobre su

hombro. Tancred se puso de pie gritando. Corrió hacia la puerta mientras Manfred gritaba

“Torsson, ¿te has vuelto loco?”

La sonrisa de Joshua empezó a desaparecer. Sus dos mangas estaban cubiertas con arañas. Se

puso de pie e intentó sacudírselas de encima, pero todo el mundo había visto las arañas. El

Salón del Rey se vio lleno de gritos y todo el mundo corrió hacia la puerta. Joshua tropezó y las

gemelas corrieron sobre él mientras el niño yacía gimiendo en el suelo. Un poderoso viento

atravesó la habitación mientras los dedos temblorosos de Tancred luchaban contra el pestillo

de la puerta. Al final, las puertas se abrieron y nueve niños se abalanzaron al pasillo.

Manfred intentó mantener la compostura, pero al final incluso él se vio inmerso en el pánico.

Tancred estaba ahora completamente fuera de control. El viento y la lluvia recorrían el edificio,

los truenos retumbaban sobre sus cabezas y los rayos atravesaban las ventanas. Los deberes se

terminaron mientras el personal de la Academia corría con trapos, fregonas y cubos.

Cuando terminó, Charlie corrió a toda velocidad hasta el comedor. La habitación estaba a

oscuras, pero a lo lejos, pudo escuchar un profundo redoble. El suelo del comedor estaba

estremeciéndose; las sillas y las mesas se deslizaban por el suelo chocando unos contra otros.

Y luego, hubo silencio.

Charlie estaba a punto de entrar en la cocina cuando la Cocinera emergió, sujetando una vela.

“¿Eres tú, Charlie?” preguntó mientras observaba la oscuridad.

“Sí, Cocinera. ¿Eres tú verdad?”

“Por supuesto. No sé cómo lo has hecho, Charlie, pero el equilibrio ha vuelto. Mi suelo está

perfecto y recto.”

“Vaya. Esas son buenas noticias.”

Charlie Bone & El Castillo de los Espejos - Jenny Nimmo

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“¿Verdad que sí?”

“Perdóname Cocinera, pero hay algo que tengo que descubrir.”

“Adelante, ¡bendito seas!”

En la cumbre de la conmoción, un fuerte estruendo proveniente de las puertas principales

pudo ser escuchado.

El señor Weedon, confundido por el caos, se olvidó de todo y abrió las puertas. Una alta figura

entró en el recibidor.

“Quiero ver al señor Ezekiel Bloor” demandó el extraño.

“No puede hacer eso” dijo el señor Weedon gritó más alto que el viento. “Está prohibido.”

“No sea estúpido” el tío Paton pasó sobre Weedon y se dirigió hacia la puerta del ala oeste.

Olivia, asomándose en el recibidor desde el guardarropa morado, consultó su reloj.

Ezekiel y el doctor Bloor estaban disfrutando un una copa de oporto en la habitación en la que

Billy Raven se había visto forzado a firmar el juramento. Los dos hombres ignoraban lo que

estaba pasando ya que no escuchaban el ruido que retumbaba por toda la academia. Estaban

sentados cerca de la ventana, en la que se veía una magnífica puesta de sol. Al otro lado de la

larga mesa, la cabeza blanca de Billy Raven estaba inclinada sobre sus deberes.

El doctor Bloor se puso de pie mientras Paton atravesaba la puerta. “¿Qué demonios estás

haciendo aquí, Yewbeam?” rugió el director.

“He traído unos documentos para que los firmes” dijo Paton.

“¿Documentos?” chilló Ezekiel. “¿Qué documentos?”

“Conciernen a Billy Raven. Quiero que le des permiso para pasar los fines de semana dónde y

con quién él quiera.”

“Estás loco” se burló el doctor Bloor.

“No del todo” Paton colocó dos papeles delante de ellos. “Firmar aquí y aquí” señaló al fondo

de los dos documentos.

“¿Y qué te hace pensar que firmaré?” dijo el doctor Bloor, empujando los papeles lejos de él.

Paton acarició su barbilla. “Doctor Bloor, su abuelo hizo recientemente un pequeño

experimento.”

Una sombra cruzó el rostro de Ezekiel, este se relamió sus labios.

“¿Y qué pasa con eso?” preguntó el director.

“Pensé que le gustaría saber que fue todo un éxito – excepto por un pequeño detalle. La

criatura – por llamarla de alguna manera – está ahora bajo mi control.”

Charlie Bone & El Castillo de los Espejos - Jenny Nimmo

174

“¿Qué? ¿Cómo…?” Ezekiel intentó levantarse de la silla.

“¡Pruébalo!” ordenó el doctor Bloor.

“Muy bien” Paton abrió la puerta.

No había ninguna duda de que la imaginación de Olivia era realmente maravillosa. Enmarcado

por los bordes de la puerta, había un enorme caballo de guerra negro. Alzando su gran cabeza,

dio un aterrador bramido y empezó a entrar en la habitación. El guerrero que iba encima suyo

tuvo que agachar la cabeza para pasar por la puerta. Cuando se volvió a alzar, Ezekiel Bloor se

desplomó hacia delante en un desmayo mortal.

Paton observó al caballero con armadura con admiración. Llevaba un gran yelmo plateado con

una asombrosa visera y la parte inferior de su cara estaba cubierta con una espesa barba

negra. Sus bastas mejillas estaban cubiertas con sangre, mientras que su traje era una brillante

cota de malla. En su mano no llevaba una elegante espada, sino una enorme y muy sangrienta

hacha.

“¡HAAAAAA!” rugió el terrible guerrero, alzando su arma.

Billy emitió un chillido de terror, pero Paton, girándolo rápidamente, le guiñó el ojo.

El doctor Bloor, a punto de perder la conciencia, preguntó débilmente “¿Dónde tengo que

firmar?”

Paton, sorprendido por la velocidad a la que se desarrollaban los eventos, sacó un bolígrafo y

lo sujetó firmemente entre los dedos temblorosos del doctor Bloor. “Mejor firma dos veces. Tu

abuelo parece estar fuera de batalla.”

Con el rostro más blanco que una hoja de papel, el director se las arregló para firmar ambos

documentos antes de dejar caer el bolígrafo y colapsar sobre la mesa.

“¡Ouch!” dijo Paton al ver que la cabeza del doctor Bloor golpeaba contra la mesa. “Gracias

príncipe, ¡puedes irte ahora!” Se despidió agitando la mano a la horrible aparición y el

guerrero y su caballo desaparecieron gentilmente.

“¿Qué…qué ha sido eso?” tartamudeó Billy.

“Un ilusión” susurró Paton. Palmeó la cabeza de Billy. “Nos vemos el viernes, Billy.”

Charlie estaba sentado en el recibidor cuando su tío volvió del ala oeste. Paton alzó los papeles

sobre su cabeza. “Todo ha salido a la perfección” declaró triunfantemente “Ha funcionado.”

“¡Hurra!” exclamó Charlie haciendo caso omiso de las reglas. Después de todo, había tanto

ruido en el edificio, ¿que quién se daría cuenta de unas pocas palabras dichas en el recibidor?

“Tengo que encontrar a Billy y contarle las buenas noticias.”

“Ya las sabe, querido niño. Ya las sabe” dijo el tío Paton.

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Capítulo 21: El relato de los capturados.

En la mañana del sábado, Paton Yewbeam se sentó su coche fuera del hospital de la ciudad.

Era un oscuro día tormentoso, pero no tenía nada que ver con Tancred Torsson, quien en

aquel momento estaba viendo un partido de fútbol por la tele con su amigo Lysander.

Paton llevaba sus oscuras gafas como era usual en él, pero un artículo en el periódico hizo que

se sobresaltara tan violentamente que las gafas se deslizaron por su nariz y cayeron en su

regazo. Paton estaba leyendo sobre un sitio que él había conocido cuando era pequeño, un

sitio que recordaba con horror.

Esto era lo que leía:

“Unas felices celebraciones se desarrollaron ayer en la villa de Yorwynde, ya que en la

mañana del jueves, el director Tantalus Wright y el cartero Vincent Ebony entraron en sus

hogares después de una ausencia de tres semanas. En sus narraciones, ambos hombres nos

contaban que habían estado capturados en el Castillo Yewbeam, un lugar conocido por su

truculento pasado.

Los dos hombres habían vivido en un estado de semiinconsciencia, incapaces de moverse o

hablar. Ambos confesaron que sintieron como si sus mentes hubieran sido usadas.

Experimentaron extraños sueños en los que estaban rodeados por niños con capas de

diferentes colores.”

“¡Oh dios!” Paton acercó aún más el periódico a su cara.

“El señor Wright dijo que parecía que se habían mantenido en un estado de animación

suspensa y, por lo tanto, no sufrían la falta de comida o de agua. También dijo que se podían

escuchar pasos sobre ellos. Una o dos veces, una voz gritaba, y a veces había un zumbido

melodioso. Estaba convencido de que hay un tercer prisionero en el edificio.

En la mañana del jueves, el señor Ebony y el señor Wright fueron inexplicablemente

liberados. ‘Simplemente nos llegó’ dijo el señor Ebony ‘Podíamos movernos, podíamos

hablar. Llegamos hasta la puerta y luego estuvimos fuera. En cualquier caso, no sé si el otro

hombre salió.’

La policía ha realizado una concienzuda búsqueda por el castillo, pero nadie ha sido

encontrado.”

Paton bajó el periódico. “¡Oh dios!” repitió.

Dentro del hospital, Charlie, Billy, Fidelio, Emma y Olivia se dirigían hacia la sala en la que

Gabriel se estaba recuperando.

“¿Cinco niños?” dijo la enfermera con tono de duda “No, son demasiados. Tres como mucho.”

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“Nosotras esperaremos fuera, ¿verdad Liv?” dijo Emma.

“Por supuesto” respondió su amiga. “En cualquier caso, no estoy segura de que quiera ver a un

montón de chicos enfermos.” Ya casi parecía ella misma con una falda de terciopelo naranja,

una camiseta plateada y el pelo discretamente teñido de rosa.

“Entonces entremos” le dijo Charlie a los dos niños.

Gabriel estaba sentado, pero lucía delgado y demacrado. Sonrió un tanto débil pero encantado

cuando vio a sus amigos entrar, los tres niños se acercaron a la cama. Fidelio era el que estaba

más relajado. “¿Qué tal estás?” le preguntó, agarrando las manos blancas de Gabriel.

Charlie solo sonrió. Los hospitales le ponían nervioso, estaban demasiado limpios, demasiado

ordenados y demasiado silenciosos.

Billy estaba teniendo problemas con sus bolsillos. Desde el momento en el que había sido

liberado de la Academia Bloor el viernes, no había parado de insistir para que fueran a recoger

a Rembrandt al Café de las Mascotas. Charlie le había dicho que escondiera bien a la rata, o la

encontrarían en la sopa de la abuela Bone. Así que Billy tenía una rata en un bolsillo y un jerbo

en el otro.

El jerbo había sido idea de la señora Silk. Pensó que ayudaría a la recuperación de Gabriel. “A

él le encantaría saber qué es lo que dice su jerbo” le dijo a Billy.

Billy se acercó aún más a la cama de Gabriel y puso en jerbo en la increíblemente blanca

sábana del chico.

“¡Rita!” exclamó Gabriel, alzando el jerbo hasta su mejilla. “¡Te quiero Rita!”

Rita lanzó un montón de chillidos.

“Dime lo que está diciendo Billy” le rogó Gabriel.

Billy estaba en un apuro ya que Rita parecía estar jurando. Entre otras cosas, estaba diciendo

“¿Dónde estoy? ¿Quién me ha metido en este lío?”

“Dice que ella también te quiere” dijo Billy.

“Oh Rita, ¡eres el mejor jerbo en el mundo!” exclamó Gabriel.

Hubo un súbito grito proveniente del niño de la cama de al lado. “¡Enfermera!, ¡tiene una rata!

¡Hay una rata aquí dentro!”

“¿QUÉ?” dijo una voz muy severa.

Billy cogió a Rita y los tres chicos salieron corriendo de la sala, mientras los gritos de “¡Rata!”

“Son unos bichos desagradables” “¿Dónde? ¡Yo quiero verla!” los seguían por el pasillo.

Pero más alto que todos los gritos, era el sonido de la risa de Gabriel.

--FIN--