China, el aliado inesperado. presente y futuro de las relaciones entre argentina y la república...
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La Universidad de Villa María, Córdoba, acaba de lanzar una colección de libros y la segunda entrega es del periodista e historiador Néstor Restivo. Colaborador de Cash, columnista de Radio Nacional y codirector de la revista y portal de noticias Dang Dai dedicado a las relaciones entre nuestro país y China, escribió para la colección Ideas
Argentinas, que dirige Hernán Brienza, el libro China, el aliado inesperado. Presente y
futuro de las relaciones entre Argentina y la República Popular China, del que aquí reproducimos un capítulo.
Capítulo 3. La riqueza del vínculo
Cada vez van más, cada vez vienen más. Argentinos y chinos, chinos y argentinos, van y
vienen sobrevolando el Pacífico, el Atlántico o el Índico, da igual. De pronto el mundo
se achicó y estos “Marco Polos” latinoamericanos y asiáticos se entrelazan en una red
de intercambios comerciales y culturales. La acumulación de riqueza se inclinó al Asia
Pacífico y ahí se dirigen, de ahí también llegan, las principales corrientes de
intercambio e inversión.
En lo comercial, el vínculo va de lo micro y del nicho a lo más vasto. Van caballos de
polo, pisos de goma, software, leche maternizada, servicios de idioma y compañías de
tango. También, claro, van la soja y los minerales a granel. Y de allá viene un amplio
abanico de manufacturas, turbinas para centrales atómicas o trenes, ya no baratijas
porque China dio un salto espectacular hacia la calidad de su industria y su tecnología
en los últimos años. Confucio enseñó a hablar poco. Una vez le preguntaron a Zhu
Rongji, primer ministro a fines de los años ’90 y gran artífice de la transformación
china, sobre la perspectiva de la globalización y dijo de China, "fábrica del mundo"
(también dijo: "Estados Unidos, alta tecnología; Europa, museos y turistas"). Todo lo
que vende China tiene una gran cantidad de valor agregado, lo que no es simétrico con
Argentina.
Aunque para muchos la emergencia china es una novedad reciente, investigadores
como Giovanni Arrighi, autor de Adam Smith en Pekín, publicado en 2007, dos años
antes de su muerte, o el argentino Jorge Malena, autor de China, la construcción de un
país grande, estudiaron, entre tantos otros, cómo los chinos y su entorno ya estaban a
la vanguardia del desarrollo mundial hasta que los eclipsó la Revolución Industrial de
occidente en el siglo XVIII, que luego le entró a cañonazos. De hecho, en mandarín el
país se llama Zhong Guo, que quiere decir país del centro, o reino del medio, como
suele traducirse. Por eso más bien se habla, en las tres últimas décadas, de
resurgimiento: ése que empezó cuando el sucesor de Mao Zedong, Deng Xiaoping,
lanzó su famosa frase “hacerse rico es fabuloso”. Fue en 1982 y la repitió con más
fuerza una década después. No pocos chinos tomaron la frase como algo dirigido a un
individuo, no a la Nación. En China hay muchos millonarios, pero Deng se refería sobre
todo a la riqueza nacional.
En treinta años, China multiplicó su PBI tantas veces como ningún otro país hizo nunca,
y sacó de la pobreza a seiscientas millones de personas. Otro récord. En rigor, la
historia había comenzado antes, algo que en general se olvida: con Mao, entre 1949
(cuando triunfó la Revolución, en un país con 90% de su población analfabeta) y 1976
(cuando murió el Gran Timonel). Más allá del fracaso de la política del Gran Salto
Adelante a los inicios de la revolución para apresurar los cambios productivos y de sus
consecuencias de hambruna, el PBI industrial ya había crecido treinta y ocho veces y la
industria pesada, noventa veces cuando murió Mao, recuerda Maurice Meisner en su
libro La China de Mao y después. Pero ciertamente, la aceleración modernizadora
arrancó luego, con más fuerzas, con Deng. En Argentina, en materia económica, se
vivió a los tumbos muchos años y recién en 2003 se retomó la iniciativa de pensar en
un mercado interno robusto y, a caballo de los cambios geopolíticos mundiales. Lejos
de aislarse buscar formas de articulación que no repitieran experiencias negativas para
su desarrollo.
Hoy para Argentina, China ya es su segundo socio comercial detrás de Brasil. Y lo
mismo sucede con otros países latinoamericanos, o en rigor de todo el mundo, en
cuanto al peso que va adquiriendo China en sus economías. En los últimos años, China
se ha convertido además en un gran exportador de capitales a América Latina, de lo
cual un 40% fue hacia Argentina.
La Cámara de la Producción, la Industria y el Comercio Argentino-China, como caja de
resonancia, puede testificar la actividad febril de estos años. “Vienen en promedio dos
delegaciones por semana y no debemos perder el tren. Subirse es la consigna,
encontrando el nicho y el socio justo, dos claves. Si nos dormimos, nos ganan de mano
otros países que también necesitan inversiones”, sostienen sus directivos.
Todo comenzó, o más bien se aceleró, en noviembre de 2008 cuando el gobierno chino
publicó un documento que se conoció como el Libro Blanco de China sobre América
Latina y el Caribe con instrucciones a sus organismos, ministerios y empresas (casi
todas ligadas al Estado) para ampliar la relación omnidireccional con nuestra región.
Omnidireccional significa comercial, económica, financiera, política, cultural, deportiva
y tecnológica. Esa consigna, en el marco de otra sobre go global a los agentes chinos,
fue luego profundizada por la Comisión Estatal de Reforma y Desarrollo china, un
organismo clave del poder en Beijing que lanzó a su vez una recomendación a las
empresas para importar alimentos o asociarse o comprar alimenticias existentes, como
ya ocurre en Argentina.
Por eso las misiones empresarias que van y vienen abarcan cantidad de negocios. No
es sólo alimentos, o petróleo o minería, como se verá luego, sino una gama amplia de
manufacturas chinas hacia aquí y de productos diversos hacia el Oriente.
China, por ejemplo, tiene 350 millones de fumadores, no hay lugar en el mundo donde
se fume más, y en Jujuy o Salta se produce el tabaco rubio Virginia, muy demandado.
Ya están exportando con éxito. China es también, como en tantas cosas por su
“mercado” de 1.350 millones de personas, de las cuales al menos una cuarta parte son
crecientes consumidores, el principal demandante de cerveza, y la cebada argentina es
otra oportunidad; como los chips de eucaliptos y las maderas duras o, en otro orden, la
lana, de la que los chinos ya son el principal importador de Argentina; o los pollos, de
los que antes se les vendían sólo sus alas y garras -ya de por sí un gran negocio porque
aquí se despreciaban- y ahora se embarcan enteros. Son tan apreciados los pollos
argentinos en China que en 2012 se descubrió que en un embarque de Estados Unidos
los habían etiquetado como “argentinos”, para burlar una veda que China impuso a
EE.UU. por un litigio comercial. En 2014 China consumió 670 toneladas y Argentina fue
el octavo proveedor.
Se abrió en estos años un amplísimo mercado de vinos finos, carnes de corte premium,
ropa de diseño, muebles artesanales, cueros, aceite de oliva y otros productos
sofisticados que ya vende Argentina. En 2014, ya tres laboratorios hicieron negocios:
Biogénesis Bagó instalando una planta en Yangling para fabricar vacunas antiaftosa
para ganado porcino, PharmADN transfiriendo tecnología al laboratorio del Shanghai
Institute of Biological Products Group (para anticuerpos monoclonales para tratar
distintos tipos de cáncer) y Rizobacter, un laboratorio de Pergamino dedicado a la
microbiología que asesorará a China para mejorar la producción del suelo asiático. Son
sólo algunos ejemplos de que no todo es soja ni productos primarios, a los que
recientemente se agregó maíz, sorgo, alfalfa, frutas, mucho de lo cual se aceleró desde
2015 por los convenios bilaterales y las permanentes misiones del Ministerio de
Agricultura y organismos del sector.
Algunos de los productos de origen alimenticio pero con elaboración en Argentina
como vino o aceite de oliva no los compran en China sólo para consumo propio: el país
asiático recibe cada año a un centenar de millones de turistas, y casi la mitad son de
Occidente, acostumbrados a cenar en hoteles y restaurantes; también ese es un filón
para aprovechar, dice Ernesto Fernández Taboada, de la Cámara bilateral.
Sólo para citar el caso de bodegas, ya dos centenares de mendocinas, salteñas y
patagónicas, hasta cordobesas, hacen negocios en China, la mitad en forma sostenida.
Todo ese tipo de demanda de nuevos consumidores de clase media “debería crecer
exponencialmente -sostiene Norberto Consani, director del Departamento de
Relaciones Internacionales de la Universidad Nacional de La Plata, donde funciona uno
de los dos Institutos Confucio que China instaló en Argentina para promover su lengua
y cultura (el otro está en la UBA), y del cual Consani es también codirector. “Este es un
tiempo histórico excepcional en las relaciones chino-argentinas, y el proceso sin
ninguna duda se acelerará”, afirma.
Lo que falta para posicionar mejor a los productos argentinos en el gigante asiático,
aunque la Fundación Exportar trabaja en eso, es la Marca Argentina.
Los académicos especializados polemizan en la calidad del vínculo, en cuanto a si es
mera exportación de recursos primarios versus importación de manufacturas, como
ocurrió en el pasado en la relación de Argentina con una potencia, en la lógica centro-
periferia, o si es o no riesgoso para la sustentabilidad ambiental y de recursos
naturales. Pero el economista Gustavo Girado, de la Universidad Nacional de La
Matanza, cree que la “Argentina tiene chances de no caer en una reiteración del tipo
subordinada a los centros mundiales como a fines del siglo XIX. Todo depende de
Argentina. Si negocia bien transferencia de tecnología, entrenamiento, joint ventures y
otros temas, depende de nosotros”.
La crítica al esquema de complementariedad (venta de materia prima, importación de
manufacturas) es relativizada por las autoridades de Beijing. Cuando en 2011 vino el
ministro de Comercio chino Chen Deming a Buenos Aires, ante un auditorio lleno de
empresarios y funcionarios nacionales, dijo con claridad: “Vamos a comprar más valor
agregado”. Y lo mismo han repetido los embajadores de la RPCh Yin Hengming y quien
lo reemplazó en 2014, Yang Wanming. En todo caso pareciera que depende más de lo
que ofrezca Argentina, de una mayor diversificación. Carola Ramon-Berjano, de la
Universidad del Salvador, ha escrito que hay unas tres mil firmas chinas que venden a
Argentina, en tanto que desde aquí las ventas están concentradas, en su enorme
mayoría, en una docena de cerealeras, todas menos una, extranjeras. China tiene 900
líneas arancelarias en sus ventas a nuestro país. Argentina apenas 125.
Con la soja (principal producto argentino de exportación, a granel o como harina o
aceite), los minerales (China invirtió en búsqueda de cobre, oro y litio en Salta y Jujuy)
o petróleo (China National Oil Offshore Corporation -Cnooc- asociada a Bridas;
Petrochemical Corporation china -Sinopec- habiendo adquirido Oxy Argentina y Petro
AP ya pisan fuerte en nuestro país) el tema se reactualiza permanentemente, y para
muchos estudiosos de las relaciones económicas bilaterales, debería analizarse bajo la
luz de las oportunidades que se abren y no sólo de los riesgos. “Desarrollo en paz, no
hegemónico y beneficios compartidos son nuestros ejes”, señalan los funcionarios
chinos para aventar temores.
En la cámara bilateral argentino-china se evalúa que “de la producción argentina
actual, 10% la proveen grandes empresas y 90% las pymes. Las primeras, de un modo u
otro, ya están en China. El tema es el resto. No se trata de viajar una vez a Beijing o
Shanghai, que ya están saturadas de hombres de negocios de Norteamérica y Europa,
sino a regiones menos exploradas y buscar nichos y buscar socios. La iniciativa conlleva
también el desafío de agruparse, porque en grupos se pueden hacer ofertas más
acordes al tamaño de cada provincia o de cada municipio chinos, que son gigantescos.
Los recibirán con los brazos abiertos”. La Fundación Exportar o la Fundación ICBC
trabajan en formar esos clusters de empresas que salen a buscar mercados.
De acuerdo con Malena, del grupo China del Consejo Argentino para las Relaciones
Internacionales y la USAL, “hay que incentivar a nuestros empresarios a desarrollar
productos de valor agregado, como es el caso de los agro-industriales apuntados a la
creciente clase media china”. Y añadió que “la relación bilateral se profundiza año tras
año, en lo económico, lo político y lo cultural".
Eduardo Oviedo, del Conicet y la Universidad Nacional de Rosario, pone en foco el tipo
de vínculo bilateral entre China y Argentina, o bien con toda Latinoamérica, a donde
las exportaciones de China son en 98% manufacturas y, en cambio, las importaciones
son en 72% bienes primarios. "Mientras países como Perú o Chile, con Tratados de
Libre Comercio con China, pueden sentirse cómodos en ese tipo de intercambio, en el
chino-argentino hay aspectos de cooperación y de tensión”. Cooperación, pues en la
actual lógica de relación "funciona la complementariedad entre exportaciones
argentinas basadas en bienes primarios (igual que el resto de Latinoamérica, con
alguna excepción en México que diversifica más) y exportaciones chinas de
manufacturas”. Y tensión "en tanto Argentina quiera buscar agregar valor a sus
exportaciones", dice. Otro experto en China, Sergio Cesarín, del Conicet y la
Universidad Nacional de Tres de Febrero, también aborda el tema. "Entre 80% y 90%
de las inversiones chinas en Latinoamérica -indicó- va a recursos naturales. Las
relaciones bilaterales se han multiplicado y ahora se impone de la parte argentina un
análisis más fino, más complejo y de mayor previsión estratégica".
Justamente las inversiones, más que el intercambio comercial, parecen hoy el principal
vector de la relación, y se perfila como mayor aún en los próximos años, señala a su
turno el analista internacional Jorge Castro.
Si bien los países latinoamericanos exportan en más de 80% y 90% de su oferta sólo
cinco productos (mayormente soja, cereales, mineral de hierro, petróleo o cobre) hay
mucho margen para mejorar. De esa concentración, sostiene Girado, “Argentina tiene
92%, sobre todo por soja y derivados. Pero a la vez hay al menos veinte posiciones
arancelarias que desde 2004 aumentaron 200% sus exportaciones a China (con ventas
individuales por más de 100.000 dólares) e incluyen productos como lactosuero,
diseño, vino, loción capilar, calamar y langostino, válvulas reductoras de presión o
servicios educativos de enseñanza del español, diseño, bombones y caramelos, madera
acerrada o insecticidas, entre otros”.
En los acuerdos de 2014/15 se habilitaron mesas de trabajo para que las empresas
argentinas, en especial pymes, nutran de contenido los sectores comprometidos en
esos convenios. Depende del sector privado aprovecharlo, y de que en una Argentina
frente a un cambio de gobierno se garantice la continuidad de la relación bilateral tan
profundamente como hasta ahora.