Chocolate

1
LPV Por Juan José Bellido, “Chocolate” N o entraba en mi cabeza. La idea de que mi padre me dejara solo en el ruedo pa- ra ayudarme desde el callejón no era algo que se me hubiera hecho presen- te. Aún no lo es para mí. En mi subconsciente sigo creyendo que seguiremos vistiéndonos de torero y comentando el comportamiento del encaste de los toros de esa tarde. Que seguiré deseándole suerte en cada paseíllo detrás de mí. Que seguiré buscán- dole con su capote cada vez que un toro me pon- ga en apuros. Porque eso es lo que es para mí: to- tal seguridad y confianza plena porque está conmi- go y sé que nunca me fallará. Pero la vida es así de bonita y así de dura. Este pensamiento se hizo eco en mi cabeza tras bajar de la nube. Todo había salido bien, pe- ro mi padre se había cortado la coleta. Y se la ha- bía cortado yo con mis manos. Nunca volveré a sentir nada semejante. Poner punto y final a una carrera tan respetada y admirada por todos sus compañeros: ¿quién soy yo para hacer eso? Pues me lo pidió. Y no quise; y me lo volvió a pe- dir delante de 4.200 vecinos que nos arropaban y aplaudían. Y haciéndonos partícipes de su deci- sión, mi padre, Chocolate, mi mentor, cortaba de Y CHOCOLATE SE CORTÓ LA COLETA esa manera su carrera. Y se despedía en casa, con su gente, con nuestra gente. Todo lo que vino después no entraría en esta re- vista por muchas páginas que tuviera. Desde la sa- lida a hombros a su lado, como todas las llamadas telefónicas que vinieron los días y semanas poste- riores. Entrevistas, homenajes, celebraciones y al- go inolvidable para un profesional: un homenaje de tus propios compañeros. El respeto y admira- ción que le tienen es impensable en ninguna otra profesión. Chocolate es un ejemplo, dicen unos. Chocolate es un tío de verdad, dicen otros. Cho- colate es mi padre y ojalá pueda aprender todo lo que quiere enseñarme. Jamás podré estar a su altu- ra, pero sé que mi mejor amigo lo encuentro en mi casa cada vez que entro. También sé que todo lo que está enseñándome, poco a poco, va hacia buen puerto, y todo lo que sé, es gracias a él. Ahora el camino se inclina más y él no lo reco- rrerá a mi lado. Ahora Chocolate estará detrás de mí, en la sombra, donde siempre ha estado como gran torero de plata. Haciendo su labor sin estri- dencias, sin llamar la atención, sin sonar. “Como es en la vida, un torero es en la plaza”. “No hay vestido más transparente que uno de torear”. Todo esto me lo ha inculcado desde pequeño. Pues así es Chocolate. Templado e inadvertido, pero duele cuando falta. Así son los grandes banderilleros. Y sé que no ha habido nunca ni habrá un profesional más humilde ni mejor persona. Desde la primera vez que me vestí de luces me preguntaron si quería anunciarme con el nombre de Chocolate en los carteles. Nunca lo dudé. Siem- pre lo he hecho y siempre lo haré. Es un orgullo poder llamarme igual que él, y es mi pequeño ho- menaje y mi manera de seguir siendo uno mismo. Gracias, maestro. El adiós de un torero

description

El adión de un torero

Transcript of Chocolate

Page 1: Chocolate

� LPV

Por Juan José Bellido, “Chocolate”

No entraba en mi cabeza. La idea de que mi padre me dejara solo en el ruedo pa-ra ayudarme desde el callejón no era algo que se me hubiera hecho presen-

te. Aún no lo es para mí. En mi subconsciente sigo creyendo que seguiremos vistiéndonos de torero y comentando el comportamiento del encaste de los toros de esa tarde. Que seguiré deseándole suerte en cada paseíllo detrás de mí. Que seguiré buscán-dole con su capote cada vez que un toro me pon-ga en apuros. Porque eso es lo que es para mí: to-tal seguridad y confianza plena porque está conmi-go y sé que nunca me fallará. Pero la vida es así de bonita y así de dura.

Este pensamiento se hizo eco en mi cabeza tras bajar de la nube. Todo había salido bien, pe-ro mi padre se había cortado la coleta. Y se la ha-bía cortado yo con mis manos. Nunca volveré a sentir nada semejante. Poner punto y final a una carrera tan respetada y admirada por todos sus compañeros: ¿quién soy yo para hacer eso? Pues me lo pidió. Y no quise; y me lo volvió a pe-dir delante de 4.200 vecinos que nos arropaban y aplaudían. Y haciéndonos partícipes de su deci-sión, mi padre, Chocolate, mi mentor, cortaba de

Y ChoCoLate se Cortó La CoLeta

esa manera su carrera. Y se despedía en casa, con su gente, con nuestra gente.

Todo lo que vino después no entraría en esta re-vista por muchas páginas que tuviera. Desde la sa-lida a hombros a su lado, como todas las llamadas telefónicas que vinieron los días y semanas poste-riores. Entrevistas, homenajes, celebraciones y al-go inolvidable para un profesional: un homenaje de tus propios compañeros. El respeto y admira-ción que le tienen es impensable en ninguna otra profesión. Chocolate es un ejemplo, dicen unos. Chocolate es un tío de verdad, dicen otros. Cho-

colate es mi padre y ojalá pueda aprender todo lo que quiere enseñarme. Jamás podré estar a su altu-ra, pero sé que mi mejor amigo lo encuentro en mi casa cada vez que entro. También sé que todo lo que está enseñándome, poco a poco, va hacia buen puerto, y todo lo que sé, es gracias a él.

Ahora el camino se inclina más y él no lo reco-rrerá a mi lado. Ahora Chocolate estará detrás de mí, en la sombra, donde siempre ha estado como gran torero de plata. Haciendo su labor sin estri-dencias, sin llamar la atención, sin sonar. “Como es en la vida, un torero es en la plaza”. “No hay vestido más transparente que uno de torear”. Todo esto me lo ha inculcado desde pequeño. Pues así es Chocolate. Templado e inadvertido, pero duele cuando falta. Así son los grandes banderilleros. Y sé que no ha habido nunca ni habrá un profesional más humilde ni mejor persona.

Desde la primera vez que me vestí de luces me preguntaron si quería anunciarme con el nombre de Chocolate en los carteles. Nunca lo dudé. Siem-pre lo he hecho y siempre lo haré. Es un orgullo poder llamarme igual que él, y es mi pequeño ho-menaje y mi manera de seguir siendo uno mismo. Gracias, maestro.

El adiós de un torero

LPV-06-Pag01a08-Portada-Opinion.6 6 24/11/2011 0:44:39