chuang tzu

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octavio paz

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BIBLIOTECADE ENSAYO

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Octavio Paz

Chuang-Tzu

Ediciones Siruela

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1ª edición: mayo de 1998

2ª edición: mayo de 2000

3ª edición: octubre de 2000

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Índice

Chuang-Tzu

Chuang-Tzu, un contraveneno

El dialéctico

Utilidad de la inutilidad

Sobre el lenguaje

Volver al punto de partida

Retrato del dialéctico

El moralista

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Virlud y benevolencia Ballestería 49

Tradición y moral 33 Conversación con un cráneo

Las leyes y los hombres Causalidad

Los cerrojos y los ladrones 38 Sueño v realidad

La tortuga sagrada 40 Trazos

El sabio Hsi-Kang

Viajes 43 Chang-Yong 61

Formas de vida 44 El ermitaño v el sabio Hiu Yeou

El ritmo vital 47 Lieu-Ling

El valor de la vida 48 Elogio del vino

En su lecho de muerte 49 Han-Yu

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El d ragón y la n u b e 67

Exhortación a los cocodrilos 68

Misión de la literatura 72

Liu T s u n g Yuan

El c ie rvo 75

Prólogo a ocho poemas 76

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En 1957 hice algunas traducciones de brevestextos de clásicos chinos. El formidable obstáculode la lengua no me detuvo y, sin respeto por la filo-logía, traduje del inglés y del francés. Me parecióque esos textos debían traducirse al español no só-lo por su belleza -construcciones a un tiempo geo-métricas y aéreas, fantasías templadas siempre poruna sonrisa irónica- sino también porque cadauno de ellos destila, por decirlo así, sabiduría. Memovió un impulso muy natural aunque, en México,mal pagado: compartir el placer que había experi-mentado al leerlos. Los publiqué, ese mismo año,en «México en la cultura», el suplemento literariode Novedades que dirigía Fernando Benítez. Mástarde reuní esos apólogos y cortos ensayos -algu-nos muy cerca de lo que llamamos «poema en pro-

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sa»- en Versiones y diversiones (1974), bajo un títuloadrede ambiguo: Trazos. Excluí únicamente losfragmentos de Chuang-Tzu. Ahora los recojo. Creoque Chuang-Tzu no sólo es un filósofo notable si-no un gran poeta. Es el maestro de la paradoja ydel humor, puentes colgantes entre el concepto y lailuminación sin palabras.

México, abril de 1996

Chuang-Tzu, un contraveneno

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Poco o nada se sabe de Chuang-Tzu, salvo lasanécdotas, discursos y ensayos que aparecen en sulibro (que ostenta también el nombre de su autor).Chuang-Tzu vivió a mediados del siglo IV antes deCristo, en una época de intensa actividad intelec-tual y de gran inestabilidad política. Como en el ca-so de las repúblicas italianas del Renacimiento o delas ciudades griegas de la época clásica, las quere-llas que dividían a los príncipes y a los pequeñosEstados corrían parejas con la fecundidad de los es-píritus y con la originalidad y valentía de la especu-lación. A grandes males, grandes remedios. Un po-co más tarde los Ch'in (221-206 a. C.) unificaron alpaís y fundaron el primer Imperio histórico. Desdeentonces, hasta, la caída de la última dinastía ennuestro siglo, China vivió de las ideas inventadas

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en el periodo de los Reinos Combatientes. Duran ledos milenios no hizo más que perfeccionarlas, po-darlas, extenderlas o adaptarlas a las condiciones ycircunstancias históricas. La filosofía, o mejor: lamoral -y mejor aún: la política- de Confucio (Kung-Fu-Tzu) y sus grandes sucesores (Mo-Tzu o Men-cio) fueron el fundamento de la vida social; susprincipios regían lo mismo la vida de la ciudad quela de la familia. Pero la ortodoxia confuciana no de-jó de tener rivales; los más poderosos fueron el taoís-mo y, más tarde, el budismo. Ambas tendencias pre-dican la pasividad, la indiferencia frente al mundo,el olvido de los deberes sociales y familiares, la bús-queda de un estado de perfecta beatitud, la disolu-ción del yo en una realidad indecible. A diferenciadel budismo -corriente de fuera- el taoísmo noniega al yo ni a la persona; al contrario, los afirmaante el Estado, la familia y la sociedad. El taoísmoes un disolvente. No es extraño que los confucionis-tas lo viesen como una tendencia antisocial, enemi-ga de la sociedad y del Estado. En el taoísmo hayuna persistente tonalidad anarquista.

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Los padres del taoísmo (Lao-Tzu y Chuang-Tzu)recuerdan a veces a los filósofos presocráticos; otras,a los cínicos, a los estoicos y a los escépticos. Tam-bién, ya en la edad moderna, a Thoreau. Lejos deperderse en las especulaciones metafísicas del bu-dismo, los taoístas no olvidan nunca al hombre con-creto que, para ellos, es el hombre natural. Sus em-blemas son el pedazo de madera sin tallar y el agua,que adquiere siempre la forma de la roca o del sue-lo que la contiene. El hombre natural es dúctil yblando como el agua; como ella, es transparente. Sele puede ver el fondo y en ese fondo todos puedenverse. El sabio es el rostro de todos los hombres.

He dividido a mi brevísima selección en tres sec-ciones. La primera se refiere a la lógica y a la dia-léctica. La crítica de Chuang-Tzu a las especulacio-nes intelectuales de los lógicos aparece en unaserie de apólogos y cuentos en los que el humor sealía al raciocinio. Muchos entre ellos asumen la for-ma de un diálogo entre Hui-Tzu, el intelectual, yChuang-Tzu (o su maestro: Lao-Tzu). Ante las suti-lezas del dialéctico el sabio verdadero recurre, son-

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riente, al conocido método de redurtio ad absurdum.En nuestra época erizada de filosofías y razona-mientos cortantes y tajantes (preludio necesario delas atroces operaciones de cirugía social que hoyejecutan los políticos, discípulos de los filósofos),nada más saludable que divulgar unos cuantos deestos diálogos llenos de buen sentido y sabiduría.Estas anécdotas nos enseñan a desconfiar de lasquimeras de la razón y, sobre todo, a tener piedadde los hombres.

La segunda sección está compuesta por frag-mentos acerca de la moral. Con mayor encono aúnque a los dialécticos y a los filósofos, Chuang-Tzuataca a los moralistas. El arquetipo del moralista esConfucio. Su moral es la del equilibrio social; sufundamento es la autoridad de los seis libros clási-cos, depositarios del saber de-una mítica edad deoro en la que reinaban la virtud y la piedad filial.La virtud (jen) era concebida como un compuestode benevolencia, rectitud y justicia, encarnacióndel culto al Emperador y a los antepasados. La ac-ción del sabio, esencialmente política, consistía en

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preservar la herencia del pasado y, así, mantener elequilibrio social. Este, a su vez, no era sino el refle-jo del orden cósmico. Cosmología política. Noso-tros, en lengua española, tenemos una palabra quequizá dé cierta idea del término chino: hidalguía.La hidalguía está fundada en la lealtad a ciertosprincipios tradicionales: fidelidad al señor, digni-dad personal (el hidalgo es el rey de su casa) y lahonra. Todo esto hace de la hidalguía una virtudsocial. Pero el hidalgo es un caballero; venera al pa-sado pero no ve en él un principio cósmico ni unorden fundado en el movimiento de la naturaleza.El discípulo de Confucio es un mandarín: un letra-do, un funcionario y un padre de familia.

El carácter utilitario y conservador de la filoso-fía de Confucio, su respeto supersticioso por los li-bros clásicos, su culto a la ley y, sobre todo, su mo-ral hecha de premios y castigos, eran tendenciasque no podían sino inspirar repugnancia a un filó-sofo-poeta como Chuang-Tzu. Su crítica a la moralfue también una crítica al Estado y a lo que co-múnmente se llama bien v mal. Cuando los virtuo-

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sos -es decir: los filósofos, los que creen que saben

lo que es bueno y lo que es malo- toman el poder,

instauran la tiranía más insoportable: la de los jus-

tos. El reino de los filósofos, nos dice Chuang-Tzu,

se transforma fatalmente en despotismo y terror.

En nombre de la virtud se castiga; esos castigos son

cada vez más crueles y abarcan a mayor número de

personas, poique la naturaleza humana -rebelde a

todo sistema- no puede nunca conformarse a la ri-

gidez geométrica de los conceptos. Frente a esta so-

ciedad de justos y criminales, de leyes y castigos,

Chuang-Tzu postula una comunidad de ermitaños

y de gente sencilla. La sociedad ideal de Chuang-

Tzu es una sociedad de sabios rústicos. En ella no

hay gobierno ni tribunales ni técnica; nadie ha leí-

do un libro; nadie quiere ganar más de lo necesa-

rio; nadie teme a la muerte porque nadie le pide

nada a la vida. La ley del cielo, la ley natural, rige a

los hombres como rige a la ronda de las estaciones.

Así, el arquetipo de los taoístas es el mismo de los

confucianos: el orden cósmico, la naturaleza y sus

cambios recurrentes. Sin embargo, lo mismo en el

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dominio de la política y la moral que en el de las

ideas, su oposición es irreductible. La sociedad de

Confucio, imperfecta como todo lo humano, se rea-

lizó v se convirtió en el ideario y el patrón ideal de

un Imperio que duró dos mil años. La sociedad

de Lao-Tzu y de Chuang-Tzu es irrealizable pero la

crítica que los dos hacen a la civilización merece

nuestra simpatía. Nuestra época ama el poder, ado-

ra el éxito, la fama, la eficacia, la utilidad y sacrifi-

ca todo a esos ídolos. Es consolador saber que, ha-

ce dos mil años, alguien predicaba lo contrario: la

oscuridad, la inseguridad y la ignorancia, es decir,

la sabiduría y no el conocimiento.

En la tercera sección he procurado agrupar

algunos textos sobre lo que podría llamarse el

hombre perfecto. El sabio, el sanio, es aquel que

está en relación -en contacto, en el sentido directo

del término- con los poderes naturales. El sabio

obra milagros porque es un ser en estado natural y

sólo la naturaleza es hacedora de milagros. Pero

mejor será cederle la palabra a Chuang-Tzu.

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El dialéctico

Utilidad de la inutilidad

Hui-Tzu dijo a Chuang-Tzu: «Tus enseñanzas notienen ningún valor práctico». Chuang-Tzu respon-dió: «Sólo los que conocen el valor de lo inútil pue-den hablar de lo que es útil. La tierra sobre la quemarchamos es inmensa, pero esa inmensidad notiene un valor práctico: lo único que necesitamospara caminar es el espacio que cubren nuestrasplantas. Supongamos que alguien perfora el sueloque pisamos, hasta cavar un enorme abismo quellegase hasta la Fuente Amarilla1: ¿tendrían algunautilidad los dos pedazos de suelo sobre los que seapoyan nuestros pies?». Hui-Tzu repuso: «En efec-

El mundo de los muertos.

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to, serían inútiles». El maestro concluyó: «Luego,es evidente la utilidad de la inutilidad».

Sobre el lenguaje

«Veamos lo que ocurre con las palabras», dijoChuang-Tzu, parodiando a los lógicos y dialécti-cos. «No se cuáles entre ellas están en relación di-recta con la realidad que pretenden nombrar ycuáles no lo están. Si algunas lo estuviesen y otrasno, y ambas estuviesen en relación unas con otras,puede concluirse que las primeras serían indistin-guibles de las últimas. A título de prueba, diré al-gunas de esas palabras: si hubo un principio, huboun tiempo anterior al principio del principio; enconsecuencia, hubo un tiempo anterior al tiempoanterior al principio del principio, que a su vez...Si hay ser, hay no ser; si hubo un tiempo antes deque el ser empezara a no ser, también hubo untiempo antes del tiempo antes de que el no serempezara a ser... Podría continuar de este modo,

cuando ni siquiera sé con certeza si el ser es lo quees y el no ser lo que no es. ¿Y si el ser fuese lo queno es y lo que no es fuese lo que realmente es?...He hablado, pero no sé si lo que he dicho tiene al-gún significado o si carece por completo de senti-do.

»Nada de lo que existe bajo el suelo es másgrande que el hilo de una telaraña; nada más chi-co que el monte Tai; nadie vive más tiempo que unniño muerto en pañales, nadie vive menos añosque Peng-Tse 2 . El cielo y la tierra nacieron cuandoyo nací; las diez mil cosas que componen la reali-dad, y yo entre ellas, son una sola cosa. Todo estolo han demostrado va los dialécticos. Pero, si sóloexistiese una sola cosa, no habría lenguaje con quedecirlo, porque para que alguien afirme que todolo que existe es una sola cosa es necesario un len-guaje para declararlo. Así, esa única cosa y las pala-bras que la declaran hacen dos cosas. Y las palabrasque las declaran y mis palabras que las niegan, ha-

2 El Matusalén chino.

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cen ya tres cosas. De esta manera continuaríamoshasta llegar a un punto en el que un matemático-para no hablar de una persona común y corrien-te como yo- tendría dificultad en seguirnos.»

Volver al punto de partida

Cansados de buscar en vano, ¿no deberíamosmoler nuestras sutilezas en el Mortero Celeste, ol-vidar nuestras disquisiciones sobre la eternidad yvivir en paz los días que nos quedan? ¿Y qué quieredecir moler nuestras sutilezas en el Mortero Divi-no? Aniquilar las diferencias entre ser y no ser, en-tre esto y aquello. Olvido, olvido... ser y no ser, estoy aquello, son partículas desprendidas del infinitov volverán a fundirse en el infinito.

Retrato del dialéctico

Hui-Tzu era sabio en muchas ciencias. Cuando

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viajaba, sus libros llenaban cinco carros. Sus doctri-nas eran contradictorias y tortuosas; no siempreclaras las razones en que las fundaba. Así, dio a loinfinitamente grande, que no puede contener na-da más allá de sí mismo, el nombre de Gran Uni-dad; a lo infinitamente pequeño, que no puedecontener nada dentro de sí, el nombre de PequeñaUnidad.

Intentó probar que el cielo es más bajo que latierra; que las montañas están debajo de las playas;que el sol se pone al mediodía; que lo que está vi-vo al mismo tiempo está muerto; que uno puedesalir hoy hacia Yueh y llegar ayer... Su defensa deestas ideas lo convirtió en blanco de la curiosidadgeneral; sus palabras causaban gran agitación en elbando de los retóricos, que se veían entre sí con de-licia cuando asistían a sus exhibiciones. Día tras díasu sagacidad desafiaba el rápido ingenio de susoponentes; día tras día llevaba al cabo prodigiosdialécticos que asombraban a los polemistas másnotables... Pobre en fuerza interior, vertido sobrela superficie de las cosas, ¡su método en verdad era

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estrecho! Ignoró su verdadera naturaleza espiritualy sus poderes; malgastó y fatigó su talento en unacosa y luego en otra y otra, todas ellas extrañas a símismo, para al final sólo ser conocido como un há-bil polemista. Dilapidó sus dones naturales, queeran muy grandes, en muchas empresas quiméricasy no obtuvo nada en cambio. Corrió de aquí paraallá, sin jamás poner término a su búsqueda. Fuecomo aquel que quiso detener el eco con un grito;o como el cuerpo que quiere adelantarse a su som-bra3.

"A pesar de Lodo, Chuang-Tzu amaba a Hui-Tzu. En otro pa-

saje de su libro, al contemplar la tumba de su enemigo íntimo,

exclamó: "Era el único hombre, en todo el Imperio, con el que

podía conversar».

El moralista

Virtud y benevolencia

Cuando Confucio fue al oeste quiso obsequiarejemplares de sus obras a la Casa Real de Chou. Undiscípulo le aconsejó: «He oído que allí vive un vie-jo bibliotecario ya retirado, llamado Lao-Tzu 1 . Si tupropósito es lograr que esos libros sean aceptadosen la Biblioteca, lo mejor será ir a verlo para obte-ner su recomendación». Confucio encontró buenala idea y al punto hizo una visita a Lao-Tzu. Éste re-cibió el proyecto con mucha frialdad. Semejanteacogida no impidió a Confucio desenrollar sus li-bros. Lao-Tzu lo interrumpió: "Esto nos va a quitar

4 Maestro de. Chuang-Tzu, fundador del taoísmo y autor del

Libro del Too (Tao-te King).

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mucho tiempo. Dime la substancia del asunto». Alo que respondió Confucio: «La substancia es virtudy benevolencia». «¿Podrías decirme», repuso Lao-Tzu, «si esas cualidades son innatas en el hom-bre?». «Claro que lo son», afirmó Confucio. «Re-cuerda el proverbio acerca del caballero: sinbenevolencia no prospera; sin virtud no puede vi-vir. Ambas forman parte de la verdadera naturalezahumana.»

«¿Y qué quieres decir con virtud y benevolen-cia?», preguntó LaoTzu. «Un corazón recto; un afec-to general e imparcial a todos los hombres porigual», contestó Confucio. «Hum, lo segundo sue-na un poco peligroso. Postular un afecto igual atodos los hombres es una exageración; decidir deantemano que se les va a amar con imparcialidad,es ya tomar partido, ser parcial. Si de verdad quie-res que los hombres no pierdan sus cualidades in-natas, lo mejor que podrías hacer es estudiar cómoel cielo y la tierra prosiguen su eterna carrera., có-mo el sol y la luna preservan su luz y las estrellas susfilas compactas, cómo viven los pájaros y los ani-

males, cómo árboles y arbustos cambian de esta-ción en estación. Así aprenderás a conducir tus pa-sos según el ritmo secreto del poder interior y po-drás caminar el camino que camina la naturaleza.Pronto llegarás a un estado en el cual no tendrásnecesidad de ir de aquí para allá, predicando vir-tud y benevolencia corno los pregoneros de puebloque nos aturden golpeando sus tambores y pre-guntando si alguien ha visto al niño perdido. ¡Loque tú haces con tu prédica es partir en dos la na-turaleza humana!»

Tradición y moral

Confucio dijo a Lao-Tzu: «He publicado el Li-bro de los Cantos, el Libro de la Historia, el de losRitos, el de la Música, el de los Cambios y la Cróni-ca de Primavera y Otoño -en total: seis escrituras-y creo que he asimilado completamente su conte-nido. Armado con este saber, he conversado consetenta y dos gobernantes, a los que he explicado el

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Método de los Reyes Antiguos; sin embargo, ni unosolo entre ellos ha hecho el menor uso de mis en-señanzas. ¿Debo concluir que mis oyentes han sidosingularmente insensibles a la razón o que el Mé-todo de los Antiguos Reyes es muy difícil de enten-der?».

«Fue una verdadera fortuna», repuso Lao-Tzu,«que no te hayas encontrado con un príncipe de-seoso de reformar al mundo. Esas seis escriturasson el borroso rostro de los reyes muertos. No nosdicen nada acerca de la fuerza que guiaba sus pa-sos. Todas tus enseñanzas son como las huellas delos zapatos en el polvo: son las hijas de los zapatospero no son los zapatos».

Las leyes y los hombres

Tzu Kung, discípulo de Confucio, dijo a Lao-Tzu: «Dices que no debe haber gobierno. Pero, sino hay gobierno, ¿cómo se purificará el corazón delos hombres?». El maestro contestó: «Lo único que

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no debemos hacer es entrometernos con el cora-zón de los hombres. El hombre es como una fuen-te; si la tocas, se enturbia; si pretendes inmovilizar-la, su chorro será más alto... Puede ser tan ardientecomo el fuego más ardiente; tan frío, como el hie-lo mismo. Tan rápido que, en un cerrar de ojos,puede darle la vuelta al mundo; en reposo, es comoel lecho de un estanque; activo, es poderoso como elcielo. Un caballo salvaje que nadie doma: eso esel hombre».

El primer entrometido fue el Emperador Amari-llo (5) , que enseñó la virtud y la benevolencia. Los sa-bios Yao y Shun lo siguieron; trabajaron hasta per-der los pelos de las canillas y de las piernas; serompieron el alma con incesantes actos de bondady justicia; se exprimieron los sesos para redactar in-numerables proclamas y leyes. Nada de esto mejo-ró a la gente. Yao tuvo que desterrar a Huan Tou alMonte Chung, arrojar a Sao Miao al desierto, ex-pulsar a Kung Kung -actos que habrían sido inne-

5 Héroe mítico.

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cesarios de haber logrado sus buenos propósitos-.Desde entonces, las cosas han ido de mal en peor.El mundo soportó, al mismo tiempo, al tirano Chiehy al bandolero Chih; frente a ellos, en los mismosdías, al virtuoso Tseng, discípulo de Confucio, y alincorruptible Shi Yu. Entonces surgieron las escue-las de Confucio y Mo-Tzu. De ahí en adelante, el sa-tisfecho con su suerte desconfió del descontentoy a la inversa; el inteligente menospreció al tonto yéste a aquél; los buenos castigaron a los malos y losmalos se vengaron de los buenos; los charlatanesy los hombres honrados intercambiaron injurias yamenazas. La decadencia se hizo universal. Los po-deres naturales del hombre se desviaron, sus facul-tades innatas se corrompieron. En todas partes seempezó a admirar el «conocimiento» y la gente delcomún se volvió lista y taimada. Nada permanecióen su estado natural. Todo tuvo que ser cortado yaserrado conforme a un modelo fijo, dividido justoen donde la línea de tinta lo señalaba, triturado agolpe de cincel y martillo, hasta que el mundo en-tero se convirtió en incontables fragmentos. Caos y

confusión. ¡Y todo esto sucedió por inmiscuirnosen el alma de los hombres!

Aquellos que se dieron cuenta de la locura deestos métodos, huyeron a las montañas y se escon-dieron en cuevas inaccesibles; y los grandes señoresse sentaron temblando en sus viejos palacios. Hoy,cuando los cuerpos de los ajusticiados se apilanuno sobre otro; cuando a los prisioneros, encorva-dos y en cadenas se les empuja en manadas; cuan-do los contrahechos y los mutilados tropiezan unocon otro, los seguidores de Confucio y los de Mo-Tzu no encuentran otro remedio que, a horcajadassobre los aherrojados, levantar las mangas de suscamisas y darse de pescozones. Semejante impudi-cia es increíble. Casi podría afirmar que santidad ysabiduría han sido el cerrojo y la llave de los grillosque aprisionan al hombre; virtud y benevolencia,las cadenas y cepos que los inmovilizan. Sí, casi po-dría creerse que los virtuosos Tseng y Shi fueron lasflechas silbantes que anunciaron la llegada del ti-rano Chieh y del bandido Chih.

Cuando Po-Chu visitó el país de Chi, vio el cuer-

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po de un malhechor descuartizado. Al punto se des-pojó de su manto de corte y cubrió los pobres miem-bros destrozados como si envolviese a un niño en pa-ñales. Y mientras hacía esto, gritaba y se lamentaba:«No creas que tú solo sufres esta desgracia. No sólote pasa a ti esta terrible desdicha. Nos pasa a todos,aunque a ti te ha herido antes. Tus jueces dicen: norobarás, no matarás; y esas mismas almas virtuosas, alpremiar y elevar a unos cuantos, hunden al resto enla ignominia. La desigualdad que crea sus leyes en-gendra la ira y el rencor. Ellos, que amontonan ri-quezas, honores y méritos, siembran la semilla de laenvidia. El corazón turbio por odio y envidia, elcuerpo cansado por un trabajo sin tregua, el espíri-tu henchido de irrealizables deseos, ¿cómo escanda-lizarnos de que todos terminen como tú?».

Los cerrojos y los ladrones

Para protegernos de los malhechores que abrenlas arcas, escudriñan los cajones y hacen saltar las

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cerraduras de los cofres, la gente acostumbra re-forzar con toda clase de nudos y cerrojos los mue-bles que guardan sus bienes. El mundo apruebaestas precauciones, que le parecen muestra de coi-dura. Pero de pronto se presentan unos ladrones.Si lo son realmente, en un abrir y cerrar de ojos de-satarán los nudos, abrirán los cerrojos y, si es nece-sario, cargarán con las cajas sirviéndose para ellode las cuerdas, candados y nudos de que están pro-vistas. En verdad, los propietarios ahorran a los la-drones el trabajo de empacar los objetos.

No es exagerado afirmar que lodo lo que llama-mos «cordura» no es sino «empacar para los ladro-nes»; y lo que llamamos «virtud», acumular botinespara los malhechores. ¿Por qué digo esto? A lo lar-go y a lo ancho del país de Chi (un territorio tanpoblado que el mero cacareo de los gallos y el la-drido de los perros en un pueblo se ove en el dejunto), entre pescadores, campesinos, cazadores yartesanos, en santuarios, cementerios, prefecturasy palacios, en ciudades, poblados, distritos, barrios.calles y casas particulares... en fin, en todo el reino,

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veneradas por todos sus habitantes, imperaban lasleyes de los Reyes Antiguos. Sin embargo, en me-nos de veinticuatro horas Tien-Ch'eng Tzu asesinóal príncipe de Chi y se apoderó de su reino. Y nosólo de su reino, sino también de las leyes y arres degobierno de los sabios de antaño, que habían ins-pirado a los soberanos legítimos de Chi. Es verdadque la historia llama a Tien-Ch'eng Tzu usurpadory asesino; pero mientras vivió fue respetado romoel virtuoso Tseng y el benévolo Shun. Los peque-ños reinos no se atrevieron a criticarlo, ni los gran-des a castigarlo. Durante doce generaciones susdescendientes conservaron entre sus manos la tie-rra de Chi...

La tortuga sagrada

Chuang-Tzu paseaba por las orillas del río Pu.El rey de Chou envió a dos altos funcionarios conla misión de proponerle el cargo de Primer Minis-tro. La caña entre las manos y los ojos fijos en el se-

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dal, Chuang-Tzu respondió: «Me han dicho que enChou veneran una tortuga sagrada, que murió ha-ce tres mil años. Los reyes conservan sus restos enel altar familiar, en una caja cubierta con un paño.Si el día que pescaron a la tortuga le hubiesen da-do la posibilidad de elegir entre morir y ver sushuesos adorados por siglos o seguir viviendo con lacola enterrada en el lodo, ¿qué habría escogido?».Los funcionarios repusieron: «Vivir con la cola enel lodo». «Pues ésa es mi respuesta: prefiero queme dejen aquí, con la cola en el lodo, pero vivo.»

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El sabio

Viajes

En su juventud Lao-Tzu amaba los viajes. El sa-bio Hu-Ch'eng Tzu le dijo: «¿Por qué te gusta tantoviajar?». «Para mí», dijo I.ao-Tzu, «el placer del via-je reside en la contemplación de la variedad. Algu-nas gentes viajan y sólo ven lo que tienen delantede los ojos; cuando yo viajo, contemplo el incesan-te fenómeno del cambio». A lo que respondió elotro: «Me pregunto si tus viajes son de veras distin-tos a los de los otros. Siempre que vemos algo, con-templamos algo que está cambiando; y casi siem-pre, al ver eso que cambia, no nos damos cuenta denuestros propios cambios. Los que se toman traba-jos sin cuento para viajar, ni siquiera piensan que elarte de ver los cambios es también el arte de que-

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darse inmóvil, El viajero cuya mirada se dirige ha-cia su propio ser, puede encontrar en él mismo to-do lo que busca. Esta es la forma más perfecta delviaje; la otra es, en verdad, una manera muy limita-da de cambiar y contemplar los cambios».

Convencido de que hasta entonces había igno-rado el significado real del viaje, Lao-Tzu dejó desalir. Al cabo del tiempo Hu-Ch'eng Tzu lo visitó:«¡Ahora sí puedes convertirte en un verdadero via-jero! El gran viajero no sabe adonde va; el que deverdad contempla, ignora lo que ve. Sus viajes no lollevan a una parte de la creación y luego a otra; susojos no miran un objeto y después otro; todo lo vejunto. A esto es a lo que llamo contemplación».

Formas de vida

Tener ideas rígidas y una conducta rigurosa; vi-vir lejos del mundo y de manera distinta al comúnde los hombres; pronunciar virtuosos discursos, sar-cásticos y llenos de reproches; no tener más desig-

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nio que ser superior: tal es el deseo del ermitañoescondido en su cueva, la ambición del hombreque condena siempre a los otros y, en fin, de todosaquellos que tiritan en verano y se abanican en in-vierno.

Predicar virtud y benevolencia, lealtad y fideli-dad, frugalidad y respeto; reconocer el mérito de losotros aun en perjuicio propio; no tener más fin quela perfección moral: tal es la ambición de los mora-listas y filántropos, hombres de consejo e instruc-ción, pedagogos, viajeros instalados en la ciudad.

Hablar de hechos portentosos; alcanzar famainmortal; enseñar al gobernante y a sus ministroslos ritos que cada uno debe ejecutar: determinarlas funciones y oficios de grandes y pequeños; notener otro móvil que la cosa pública: tal es la ambi-ción de los que frecuentan los tribunales y las cor-tes, el afán de esos que sólo desean engrandecer asus amos, extender sus dominios y ver la vida comouna serie de victorias y conquistas.

Instalarse en una floresta o al lado de un arro-yo; pensar en un lugar escondido; vivir en el ocio;

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tal es el deseo de los que vagan por ríos y lagos, fu-gitivos del mundo. Inspiran, espiran, respiran, expe-len el aire viejo y llenan su ser con el nuevo, sus-penden el aliento, lo dejan escapar con un rumorde alas: son los amantes de la larga vida, artesanosde la perfección física, los duchos en el arte de in-halar y exhalar, los aspirantes a la longevidad dePeng-Tse.

Pero hay otros: sus pensamientos son sublimessin ser rígidos; nunca han aspirado a la virtud y sonperfectos; no logran victorias para el Estado ni otor-gan renombre a su patria y, no obstante, influyensecretamente en su pueblo; conquistan la quietudlejos de arroyos y lagos; viven muchos años y jamáspractican el arte de respirar; se despojan de todo yno carecen de nada; pasivos, marchan sin objeto ysin deseo, pero todo lo que. es deseable está alalcance de su mano. Tal es la ley del cielo y la tie-rra, tales los poderes del sabio. Quietud, pasividad,pobreza, la substancia del Método, el secreto denuestros poderes. El sabio reposa; porque reposa,está en paz; su paz es serenidad. Al pacífico y sere-

no no lo asaltan ni dañan alegría o triste/a. Intac-to, entero, unido a sí mismo y a su ser interior, esinvencible.

El ritmo vital

Para el sabio, la vida no es sino un acuerdo conlos movimientos del cielo; la muerte, una faceta dela ley universal del cambio. Si descansa, comparlelos ocultos poderes de Yin; si trabaja, se mece en eloleaje de Yang (6). No busca ganancias y es invulnera-ble a las pérdidas; responde sólo si le preguntan; semueve, si lo empujan. Olvida el saber de los librosy los artificios de los filósofos y obedece al ritmo dela naturaleza. Su vida es una barca que conducenaguas indiferentes; su muerte, un reposo sin ori-

6 Yin y Yang: las dos fuerzas o elementos, lo activo y lo pasi-

vo, lo masculino y lo femenino, la luz y la sombra, el trabajo y el

reposo, la danza y la quietud, los dos opuestos complementarios

de que está hecho el Gran Todo.

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llas... El agua es límpida si nada extraño a ella laobscurece; inmóvil, si nada la agita; si algo la obs-truye, deja de Huir, se encrespa y pierde su trans-parencia. Como el agua es el hombre y sus poderesnaturales.

El valor de la vida

Los Ch'in capturaron a una hija del gobernadorde Ai. Los primeros días de cautiverio la muchachaempapó su vestido con lágrimas; más tarde, cuandola llevaron al palacio del príncipe y vivió en la ri-queza, se arrepintió de su llanto. ¿Cómo saber si losmuertos se arrepienten ahora de la codicia con quese aferraron a la vida?

Un hombre sueña que concurre a un banquetey se despierta para llorar y penar. Otro sueña unentierro y se levanta para asistir a un convite. Mien-tras soñamos, no sabemos que soñamos. Sólo hastaque despertamos sabemos que estábamos soñando.Mientras el Gran Despertador no nos despierta, no

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sabremos si esta vida es o no un largo sueño. Perolos tontos creen que ya han despertado...

En su lecho de muerte

Chuang-Tzu agonizaba. Sus discípulos le dije-ron que deseaban honrarlo con un funeral deco-roso. Él repuso: «El cielo y la tierra por féretro ytumba; el sol, la luna y las estrellas por ofrendas fu-nerarias; y la creación entera acompañándome alsepulcro. No necesito más». Los discípulos insistie-ron: «Tememos que los buitres devoren tu cadá-ver». Chuang-Tzu respondió: «Sobre la tierra mecomerán los buitres; bajo ella, los gusanos y las hor-migas. ¿Quieres despojar a los primeros sólo paraalimentar a los últimos?».

Ballestería

Lien Yu-Ku deseaba adiestrar a Po-Hun Wu-jen

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en el arco. Colocó una copa de agua en su hombro,distendió la cuerda, e inmóvil como una estatua,empezó a disparar una tras otra las flechas, sin de-rramar una gota. Wu-jen exclamó: «Esto es tirar encircunstancias común y corrientes. Veremos si pue-des disparar con la misma maestría en otras condi-ciones». Y lo llevó a la cumbre de una montaña.Frente a ellos se abría un precipicio de más de milpies de profundidad. Caminando hacia atrás, hastaque sus talones casi no tocaban tierra, de espaldasal abismo, Wu-jen llamó a gritos a su maestro. PeroYu-Ku -tendido en el suelo, agarrado a las piedras,cubierto el rostro de sudor- no pudo ni siquieracontestar7.

En su introducción al tratado de Averroes La incoherencia de

la incoherencia, Simón van der Bergh cita un ejemplo parecido:

un hombre camina con facilidad sobre una tabla si ésta se apo-

ya en el suelo, pero vacila apenas se encuentra suspendida en

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Conversación con un cráneo

Chuang-Tzu se dirigía a Ch'u cuando vio, a unlado del camino, un cráneo mondo pero al que nole faltaba un solo hueso. Lo tocó ligeramente conla fusta, se inclinó sobre él y le preguntó: «Señor,¿alguna insaciable ambición lo llevó a transgredirla ley y lo condujo a ese estado? ¿O fue la caída deun reino la que precipitó el golpe de hacha del ver-dugo? ¿O cometió un acto ignominioso y no pudoresponder a los reproches de su padre y su madre,su mujer y sus hijos? ¿O fueron el hambre y el frío?¿O la carrera del tiempo con sus primaveras y susotoños lo condujo a esa extremidad?».

Después, Chuang-Tzu recogió al cráneo se acos-tó y lo usó como almohada. A medianoche el fan-tasma del cráneo apareció en su sueño diciéndole:«Todo lo que me dijiste -tu cháchara y tus lugares

un abismo. El ejemplo aparece, primero en Avicena; más tarde

lo citan Santo Tomás de Aquino, Robert Burton y Montaigne.

También lo utilizó Pascal.

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comunes- fue justo lo que podía esperarse de unhombre vivo. Mostraste a cada momento una men-te maniatada por todas esas trabas de las que esta-mos libres nosotros. ¿Te gustaría oír dos o tres pala-bras acerca de los muertos?».

«Claro que sí», repuso Chuang-Tzu.«Entre los muertos», dijo el cráneo, «nadie es

rey y nadie es subdito; no hay división entre lasestaciones: para nosotros el mundo siempre es pri-mavera y siempre es otoño. Ningún rey en su tronoconoce una felicidad más perfecta que la nuestra».

Chuang-Tzu no podía creerle y le dijo; «Imagí-nate que yo puedo lograr que el Administrador delos Destinos rehaga tu esqueleto y cubra tus huesoscon carne y con piel. Así podrías regresar a tu ho-gar con tu padre, tu madre, tu esposa, tus hijos ytus amigos: ¿Tendrías el valor de rehusarte?».

El cráneo frunció el entrecejo: «¿Cómo puedescreer que yo abandone esta felicidad más grandeque la de un monarca sólo para regresar a los tra-bajos y penalidades del mundo de los vivos?».

Causalidad

La Penumbra le dijo a la Sombra: «A ratos temueves, otros te quedas quieta. Una vez te acues-tas, otra te levantas. ¿Por qué eres tan cambiante?».«Dependo», dijo la Sombra, «de algo que me llevade aquí para allá. Y ese algo a su vez depende deotro algo que lo obliga a moverse o a quedarse in-móvil. Como los anillos de la serpiente, o las alasdel pájaro, que no se arrastran ni vuelan por vo-luntad propia, así yo. ¿Cómo quieres que respondaa tu pregunta?».

Sueño y realidad

Soñé que era una mariposa. Volaba en el jardínde rama en rama. Sólo tenía conciencia de mi exis-tencia de mariposa y no la tenía de mi personali-dad de hombre. Desperté. Y ahora no sé si soñabaque era una mariposa o si soy una mariposa quesueña que es Chuang-Tzu.

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Trazos

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Los chinos sobresalen en el ensayo breve. Obje-tividad, ironía, mesura, desdén por el detalle con-creto, amor por la abstracción, preferencia por lasformas estáticas y por la simetría de las frases: talesson, según los entendidos, las virtudes de la prosaclásica (época T'ang). No obstante, la literatura chi-na —que no sólo es, entre las vivas, la más antiguadel mundo, sino también una de las más ricas-ofrece ejemplos de vivacidad, dinamismo y poesíaespontánea y pintoresca, en los que la geometríacede el sitio a la gracia y la ciencia de la retórica ala inspiración. En las traducciones que siguen seofrecen muestras de ambas tendencias. Pero anteses indispensable decir algo sobre los cuatro auto-res.

El poeta Hsi-Kang vivió en el siglo III después de

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Cristo. Como Chuang-Tzu, fue un místico anar-quista, crítico de la moral y la filosofía de Confucio.Sus ensayos -o más bien: apólogos- lo revelan co-mo un adversario de las virtudes confucianas: pie-dad filial, fidelidad al trono, práctica constante delos ritos, erudición clásica, culto a los antepasados,preeminencia del hombre público sobre el hom-bre privado. La violencia de las críticas de Hsi-Kangle atrajeron persecuciones. Considerado como unenemigo del Estado y de la sociedad, fue decapita-do. En el mismo siglo vivió Lieu-Ling, poeta en elque no es difícil advertir -aunque en forma másamable e irónica- las mismas tendencias místicasde Hsi-Kang. Lieu-Ling fue uno de los siete gran-des poetas de su siglo (número convencional comoel de los siete sabios griegos). A este título debeagregarse otro: fue miembro del grupo El bosque-cilio de bambúes, compuesto por los mismos sietepoetas y otros insignes bebedores. Su «Elogio delvino» requiere una pequeña aclaración. El alcoho-lismo moderno es una enfermedad, un vicio inno-ble o una maldición sobrenatural; y de ahí las que-

jas de Poe, Lowry y otros. Para los antiguos chinos-como para los viejos mediterráneos- la embria-guez era un estado de dichoso acuerdo con el mun-do, una momentánea reconciliación con el fluir dela vida. El borracho se balancea, por un instantemágico, en lo alto de la ola vital.

Han-Yu (siglos VIII y IX) es uno de los clásicosdel periodo T'ang. Reformador del lenguaje y delas costumbres, se batió con la misma impasible se-veridad contra los abusos de los poderosos y contralos excesos de los literatos. Seguidor de Confucio,combatió las tendencias de taoístas y budistas. De-nunció con particular saña al budismo, al que juz-gaba una herejía extranjera. Su severidad no exclu-ye, sin embargo, el humor y la ironía, según se veen su «Exhortación a los cocodrilos» (publicadahace poco en la Revista Mexicana de Literatura). El

pequeño ensayo «El dragón y la nube» es una mues-tra de su humor seco. Han-Yu creía que el escritores, ante todo, un hombre público cuyo deber másalto es preservar la pureza del lenguaje y vigilar quelos poderosos no se aparten del camino recto. Un

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hermoso ejemplo de estas ideas es su ensayo sobrela misión de la literatura. Liu Tsung Yüan es otrode los prosistas clásicos de la época T'ang. Fue ami-go íntimo de Han-Yu. Más libre y desenfadado quesu compañero, más poeta también, no oculta sussimpatías por el budismo, al que defendió en unensayo famoso (escrito precisamente para rebatirlas acusaciones de Han-Yu). Como su amigo, ocupóaltos puestos en la administración; como él, y porlas mismas razones: su valiente crítica a los pode-rosos, sufrió persecuciones y destierros. A su muer-te (819) Han-Yu le dedicó una oración fúnebre,que aparece en todas las antologías chinas.

Hsi-Kang

Chang-Yong

Cuando el viejo Chang-Yong estaba a puntode morir, Lao-Tzu se acercó a su lecho: «¿No tie-nes nada que revelarme?». Abriendo la boca, elmoribundo preguntó: "¿Todavía tengo lengua?».Lao-Tzu asintió. «¿Y mis dientes?» «Todos los hasperdido.» Chang-Yong volvió a preguntar: «¿Tedas cuenta de lo que esto significa?». "Quizá quie-res decirme», repuso Lao-Tzu, «que los fuertes pe-recen y los débiles sobreviven». «Así es», dijo elmaestro, «y con esto hemos agotado todo lo quehay que decir sobre el mundo y sus criaturas». Ymurió.

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El ermitaño y el sabio Hiu Yeou

En tiempos del emperador Yao había un vieje-cillo que, retirado del mundo, se había hecho unnido entre las ramas de un árbol y dormía entre sushojas, como un pájaro. La gente lo llamaba «el er-mitaño encaramado».

Hiu Yeou había sido el maestro de los empera-dores Yao y Shun. El primero, fatigado de sus tra-bajos, lo llamó: «Maestro, si aceptas el trono, el Im-perio y el universo entero vivirán en armonía». HiuYeou respondió: «La gloria es la sombra de la rea-lidad. ¿A qué buscar la sombra cuando tengo elcuerpo?». Y huyó hacia los pantanos. Ahí encontróal «ermitaño encaramado». El otro lo invitó a subir.Una vez arriba, Hiu Yeou le contó lo ocurrido. Elermitaño le respondió: «¿Por qué no te escondistedesde el principio, por qué dejaste que el mundose deslumhrase con tus méritos? El verdadero sabioes invisible. Tú ya no eres mi amigo». Y empuján-dolo con fuerza, lo arrojó del nido. Confuso y tras-tornado, Hiu Yeou vagó por las soledades, hasta

que encontró un arroyo. Allí se detuvo, para lavar-se los ojos y las orejas, mientras decía para sí: «Laspalabras que dije ofuscaron a mi amigo». Después,se perdió para siempre sin que nadie haya vuelto asaber de él. El ermitaño, por su parte, pensó quelas palabras de Hiu Yeou habían manchado sus ore-jas. Descendió del árbol y fue a lavarse al mismoarroyo. Pero el genio del riachuelo, irritado, se nu-bló y le dijo: «¿Por qué quieres ensuciar mis aguas?».

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Lieu-Ling

Elogio del vino

Un amigo mío (8), hombre superior, considera quela eternidad es una mañana; y diez mil años, un sim-ple parpadeo. El sol y la lluvia son las ventanas de sucasa. Los ocho confines, sus avenidas. Marcha, lige-ro y sin destino, sin dejar huella: el cielo por techo,la tierra por jergón. Cuando se detiene, empuñauna botella y una copa; cuando viaja, lleva al flan-co una bota y una jarra. Su único pensamiento es elvino: nada más allá, o más acá. le preocupa.

Su manera de vivir llegó a oídos de dos respeta-bles filántropos: uno, un joven noble, el otro, un le-trado de fama. Fueron a verlo y con ojos furiosos y

8 El mismo Lieu-Ling.

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rechinar de dientes, agitando las mangas de sus tra-jes, le reprocharon vivamente su conducta. Le ha-blaron de los ritos y de las leyes, del método y delequilibrio; y sus palabras zumbaban como enjam-bre de abejas. Mientras tanto, su oyente llenó unajarra y la apuró de un trago. Después se sentó en elsuelo cruzando las piernas, llenó de nuevo la jarra,apartó su barba, y empezó a beber a sorbos hastaque, la cabeza inclinada sobre el pecho, cayó en unestado de dichosa inconsciencia, interrumpido sólopor relámpagos de semilucídez. Sus oídos no habríanescuchado la voz del trueno; sus ojos no habrían re-parado en una montaña. Cesaron frío y calor, ale-gría y tristeza. Abandonó sus pensamientos. Incli-nado sobre el mundo, contemplaba el tumulto delos seres y de la naturaleza como algas flotando so-bre un río. En cuanto a los dos hombres eminentesque hablaban a su lado, le parecieron avispas tra-tando de convertir a un gusano de seda (9).

"Alusión a la creencia de que el gusano de seda puede con-vertirse en avispa.

Han-Yu

El dragón y la nube

El vapor que exhala el dragón se convierte ennube. Es evidente que ni la nube ni el dragón po-seen virtud sobrenatural alguna. No obstante, eldragón cabalga en la nube, vaga por la inmensidaddel cielo, distribuye la luz y la sombra, desata eltrueno y el relámpago y preside así los cambios dela naturaleza. El agua que cae de! cielo inunda va-lles y colinas. En consecuencia, la nube posee unavirtud sobrenatural. Pero esta virtud no le es pro-pia; le viene del dragón, Y la virtud del dragón ;dedónde viene? No de la nube, por cierto. Y, sin em-bargo, sin la nube el dragón no puede ejercitar suvirtud sobrenatural. Ella es su punto de apoyo y laúnica ocasión que tiene para manifestarse. Y esto

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resulla más extraño si se piensa que el dragón noes nada sin la. nube, que a su vez no es nada.

Exhortación a los cocodrilos

Han-Yu, prefecto de Chao-Cheu, envía un fun-cionario con un borrego y un puerco, para que loslance al fondo del río Wou, a manera de ofrenda alos cocodrilos, y les declara lo que sigue:

Cuando en los tiempos antiguos los soberanosfundaron el Imperio, abrieron pasajes a través delas montañas y por encima de las corrientes de agua.Instalaron redes v trampas para exterminar a lasfieras, a los reptiles y a todos los animales nocivosque causaban la desgracia del pueblo. Por este me-dio los expulsaron del Imperio,

Vino el tiempo en que la virtud de los soberanoscomenzó a declinar. No pudieron conservar un te-rritorio tan vasto; numerosas regiones fueron aban-donadas a los bárbaros. Esto le sucedió con mayorrazón a Chao, situada entre las montañas y el mar,

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a diez mil leguas de la capital. Los cocodrilos vivie-ron allí escondiéndose en el agua y cuidando a suscrías. Efectivamente, era el lugar apropiado para

ellos.Ahora, una nueva dinastía se ha establecido. Po-

see enteramente al patrimonio imperial y lo gobier-na pacíficamente. Chao forma parte de este pa-trimonio. Es una región administrada por prefectosy subprefectos; proporciona al gobierno arancelese impuestos para subvenir a los sacrificios al cielo y ala tierra, al templo de los antepasados y a los cien

genios.Los cocodrilos no pueden permanecer en este

territorio confiado al prefecto. El Hijo del Cielo leha dado la orden de velar sobre este territorio y deadministrar su población. Pero los cocodrilos, conojos vigilantes, no quieren quedarse quietos en elfondo de su río; fortalecidos en su retiro, se comena los hombres, a los animales domésticos, a lososos, a los jabalíes, a los ciervos y a los gamos, paraengordar sus cuerpos y criar a su progenitura. En-tran así en conflicto con el prefecto, luchando por

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ver cuál será el más fuerte y se impondrá al otro.Yo, prefecto, por muy débil y sin fuerzas que es-

té, no puedo consentir en someterme ante los coco-drilos tragándome mi vergüenza, sin atreverme ape-nas a mirarlos en mi espanto. Portarme así, paraconservar por este medio indigno mí existencia, meconvertiría en el oprobio de los funcionarios y delpueblo. De cualquier manera, he recibido del Em-perador la orden de administrar esta región; en es-tas circunstancias, me veo obligado a resolver lacuestión con los cocodrilos.

Si los cocodrilos tienen una inteligencia, queescuchen lo que les voy a decir: el gran mar se en-cuentra al sur de Chao-Cheu. Seres grandes y pe-queños, desde la ballena hasta el camarón, puedenvivir allí y encontrar su subsistencia. Si por la ma-ñana los cocodrilos se ponen en marcha, habránllegado allí por la noche.

Propongo ahora a los cocodrilos un acuerdo:les doy tres días para que lleven su malvada casta alSur, hacia el mar, a fin de huir del funcionario en-viado por el Emperador. Si tres días son insuficien-

tes, esperaré cinco días. Si cinco días son insufi-cientes, esperaré siete días. Si dentro de siete díasno han partido, es que definitivamente no consien-ten en irse, no reconocen la autoridad del prefectoy no quieren escuchar y seguir sus órdenes. O bien,esto significa que son estúpidos, sin ninguna inteli-gencia: por más que el prefecto les hable, no pue-den escucharlo ni comprenderlo.

Los que desprecian a los funcionarios enviadospor el Hijo del Cielo, no obedecen sus órdenes,rehusan partir para abandonar las tierras que él ad-ministra, así como aquellos que son estúpidos, sinninguna inteligencia y nocivos al pueblo y a los se-res vivos, deben ser ejecutados.

En este caso, voy a escoger entre los funciona-rios y el pueblo unos arqueros hábiles, y les daré ar-cos poderosos y flechas envenenadas, para que sehagan cargo del conflicto con los cocodrilos. Osaseguro que no se detendrán antes de haber exter-minado hasta el último cocodrilo; entonces serádemasiado tarde para quejarse.

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Misión de la literatura"1

Todo resuena, apenas se rompe el equilibrio delas cosas. Los árboles y las yerbas son silenciosas;el viento las agita y resuenan. El agria está callada: elaire la mueve, y resuena; las olas mugen: algo lasoprime; la cascada se precipita: le falta suelo; el la-go hierve: algo lo calienta. Son mudos los metalesy las piedras, pero si algo los golpea, resuenan. Asiel hombre. Si habla, es que no puede contenerse;si se emociona, canta; si sufre, se lamenta. Todo loque sale de su boca en forma de sonido se debe auna ruptura de su equilibrio.

La música nos sirve para desplegar los senti-mientos comprimidos en nuestro fuero interno. Es-cogemos los materiales que más fácilmente resue-nan y con ellos fabricamos instrumentos sonoros:metal y piedra, bambú y seda, calabazas y arcilla, piely madera. El cielo no procede de otro modo. Tam-bién él escoge aquello que más fácilmente resuena;

los pájaros en la primavera; el trueno en verano; losinsectos en otoño; el viento en invierno. Una trasotra, las cuatro estaciones se persiguen en una cace-ría que no tiene fin. Y su continuo transcurrir, ¿noes también una prueba de que el equilibrio cósmicose ha roto?

Lo mismo sucede entre los hombres; el más per-fecto de los sonidos humanos es la palabra; la litera-tura, a su vez, es la forma más perfecta de la palabra.Y así, cuando el equilibrio se rompe, el cielo escogeentre los hombres a aquellos que son más sensibles,y los hace resonar.

Título del traductor.

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Liu Tsung Yüan

El ciervo

Un hombre capturó un cervatillo, durante unacacería. Con el propósito de domesticarlo, lo lle-vó a su casa. En el portón, moviendo la cola y la-drando, salieron a recibirlo sus perros. El caza-dor, con el cervatillo en brazos, ordenó a los criadosque contuviesen a los perros. Al día siguiente fuea la perrera con el corzo, el látigo en la mano, ylo acercó a las bestias para que lo olieran. Y asítodos los días hasta que se acostumbraron al re-cién llegado. Al cabo del tiempo, ignorante de supropia naturaleza, el ciervo jugaba con los perros.Los embestía con dulzura, corría, saltaba entreellos, dormía sin miedo a su lado. Temerosos dellátigo, los perros le devolvían caricia por cari-

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cia. A veces, sin embargo, se relamían los hocicos.Un día el ciervo salió de casa. En el camino vio

una jauría. Al punto corrió a unirse a ella, deseosode jugar. Pronto se vio rodeado por ojos inyectadosy dientes largos. Los perros lo mataron y devora-ron, dejando sus huesos esparcidos en el polvo. Elciervo murió sin entender lo que pasaba.

Prólogo a ocho poemas

Al sur del río Kouan hay un arroyo que se des-liza hacia el este y desemboca en las aguas del Siao.A consecuencia de mi estupidez, incurrí en un cas-tigo, perdí mi rango de funcionario y me vi deste-rrado en los bordes del Siao. Me gustó el arroyo; ados o tres leguas de su curso encontré un parajeque me pareció hermoso y decidí quedarme en laregión. Instalado cerca del arroyo, pregunté porsu nombre; los lugareños no lo sabían con preci-sión y discutieron entre ellos. Me vi obligado a dar-le yo mismo un nombre. Lo nombré: Arroyo Estúpido.

En las márgenes del Arroyo Estúpido compré unapequeña colina, que llamé Colina Estúpida. A sesen-ta pasos al noroeste de la Colina Estúpida se halla unmanantial. También lo compré y le puse por nom-bre: Fuente Estúpida. La Fuente. Estúpida tiene seis

bocas; las seis dan a un terreno plano al pie delmonte. Desde allí el agua desciende hacia el surformando, sinuoso y pacífico, el Canal Estúpido. Másadelante, piedras y tierra cierran el paso al agua,que se inmoviliza en el Estanque Estúpido. Al este delEstanque Estúpido se halla la Sala Estúpida; al sur dela Sala, el Pabellón Estúpido. En el centro del estan-que se alza la Isla Estúpida. Hermosos árboles y ro-cas de forma extraña completan el paisaje. El para-je entero se llama Estúpido.

El agua es la alegría del sabio. Entonces, ¿porqué este arroyo ostenta el denigrante nombre de Es-túpido} Su corriente es caprichosa y sus aguas esca-sas: no sirve para irrigar los campos. Su fondo es dearena y piedras, su curso rápido: las barcazas no po-drían navegarlo. En fin, es solitario y escondido,poco profundo y estrecho. Los dragones del aire y

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del agua lo olvidan; y no tiene fuerzas para engen-drar nubes o hacer caer la lluvia. Es inútil. Y en es-to se me parece. Por eso es perfectamente lícito cas-tigarlo con el nombre Estúpido.

A pesar de que el arroyo no tiene ninguna utili-dad, sus aguas reflejan a todos los seres del mundo.Es puro y claro, límpido y tranquilo. Murmura y re-suena como el metal y las piedras sonoras. El hom-bre estúpido, feliz y en paz, lo ama. Se mira en él yno desea abandonarlo.

En desacuerdo con el mundo que me rodea,consuelo mi pena con la literatura. Contemplo lanaturaleza, observo sus humores, me abismo ensus minucias y en sus grandezas, cambio con suscambios. Quieto en mi escondite, lejos del mundo,canto al Arroyo Estúpido, en mis estúpidos cantos.Así, he grabado en las rocas del manantial estosocho poemas estúpidos.

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