Ciclos Políticos de la Historia Argentina

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Se trata de tener una visión compleja de la clase dominante y de saber interpretar nuestras experiencias históricas como pueblo, comprendiendo que el nacionalismo y el liberalismo tienen raíces distintas y no implican lo mismo para el pueblo, aunque compartan el mismo objetivo estratégico. Esto nos lleva a darle un lugar preponderante a la iniciativa política, que debe ligarse a las posibilidades históricas reales que tienen las fuerzas sociales que disputan en nuestro país. Comprender las correlaciones de fuerzas que se juegan en las distintas etapas históricas es lo que permite poder tener iniciativas que prosperen. El primer paso consiste en poder captar las contradicciones que existen en la situación internacional y continental, ya que marcan la cancha respecto a las fuerzas con las que se cuentan y las disputas reales que están en juego.

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Agustín Prina es un activista argentino nacido en 1984. Publicó en 2008 “Vietnam: Guerra y Revolución”, libro que refleja los primeros pasos de su formación teórico-política en el pensamiento revoluciona-rio. Desde entonces se ha avocado a la generación de teoría revolucio-naria de manera colectiva, en diálogo con las organizaciones populares, al tiempo que continúa llevando adelante sus tareas militantes y sus estudios teóricos, y ganándose la vida como electricista. “Ciclos Políticos de la Historia Argentina” es su segundo libro, esta vez bajo el sello editorial Nuestro Tiempo, cuyo consejo editorial dirige desde 2012.

ÍNDICE:

Introducción

Parte A: Ciclos políticos de nuestra historia

1- El Liberalismo y el Nacionalismo, dos corrientes político – ideoló-gicas de la clase dominante. 2- El Rol del Estado en cada ciclo político.3- Tensiones entre economía y política. 4- El Nacionalismo en general y el Peronismo en particular. 5- El Liberalismo y el Neoliberalismo.

Parte B: Una tesis estratégica: Romper el Ciclo

1- Los ciclos políticos y el problema del poder.2- El ciclo Kirchnerista actual.3- Profundizar la democracia para romper el ciclo.4- Institucionalidad y Estado popular.5- Sujeto Político.6- Conclusión.

Los ciclos políticos de la historia Argentina

INTRODUCCIÓN

Este texto busca aportar una visión política de la historia argentina. No pretende hallar en la historia pretextos que justifiquen el presen-te, sino partir de la situación actual para entender la historia.

Normalmente la fuente de sabiduría la situamos en el pasado y en una serie de lugares comunes que describen hechos de otras épocas para decir lo que estuvo mal o bien hacer en tal o cual momento, y lo trasladamos como una maldición hacia nuestros días.Aquí vamos a poner en jaque esa perspectiva. Son los problemas actuales los que le dan valor a la historia. La función de la me-moria histórica es hacerse cargo del presente. Desde nuestro tiempo iluminamos el pasado y proyectamos hacia el futuro.

Este camino dialéctico es el que nos va a permitir defender la teoría de los ciclos políticos de la historia argentina y los desafíos que pre-senta. Para eso vamos a poner el ojo en los movimientos de la clase dominante, intentando captar las relaciones entre las crisis políticas y los reacomodos de poder.

El objetivo es generar un piso de discusión política y un nudo de problemas centrales. Lo que nos interesa es comprender los movi-mientos de las fuerzas nacionales y como se juega entonces el pro-blema del poder. Desde esta preocupación es que sostenemos que nuestra historia se desarrolló de forma cíclica, a partir de dos grandes tradiciones ideológicas: el liberalismo y el nacionalismo. Esta visión nos permite comprender las diferencias fundamenta-les de cada momento histórico, pero también las continuidades estructurales que arrastramos por siglos como pueblo y nos con-denan a la dependencia. En base a eso es que planteamos un proble-ma estratégico principal a partir de una idea-fuerza: romper el ciclo histórico.

Por tanto, no vamos a hacer una descripción de los hechos de cada ciclo, sino que vamos a introducir muy sencillamente los elementos

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centrales para pensar los desafíos históricos que atravesamos como pueblo argentino.

De eso se va a tratar lo que nos proponemos presentar de modo ge-neral, ya que para una mirada académica se podrán encontrar ciertas carencias argumentativas o términos inexactos.

Al respecto, los términos “liberalismo” y “nacionalismo” van a ser uti-lizados de una manera intencional, que nos va a permitir compren-der globalmente nuestro pasado y presente, y que en otros casos han sido utilizados por distintas tradiciones de pensamiento de manera diferentes a como aquí se utilizan.Por lo que vamos a arrancar con una definición general de lo que entendemos por ciclos liberal y ciclo nacional.

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PARTE A: CICLOS POLÍTICOS DE NUESTRA HISTORIA

1- El Liberalismo y el Nacionalismo, dos corrientes político-ideológicas de la clase dominante.

El Liberalismo y el Nacionalismo son las dos corrientes ideológicas propias de la clase dominante argentina que se disputaron los desti-nos del país desde el siglo XIX hasta hoy, alternándose en el po-der la una a la otra, de manera cíclica. Ambas corrientes tienen un fundamento objetivo, que responde a los ciclos económicos que adoptó históricamente el desarrollo capita-lista en nuestro país . Para dar respuestas a sus crisis económicas, el capitalismo en argentina tomó dos caminos diferentes, que se suce-dieron uno al otro de forma cíclica y que, básicamente, consisten en: A. El capitalismo financiero, donde el progreso y el bienestar es ex-clusivo para un sector minoritario de la sociedad (liberalismo)B. El capitalismo productivo, cuyo programa incorpora al conjunto nacional y tiende a ser más inclusivo y democrático (nacionalismo) En base a la sucesión de esos dos caminos de desarrollo capitalista es que nuestra clase dominante se aferró como tal a la dirección del Es-tado nacional. La alternancia de ambos ciclos da cuenta de la unidad estratégica de la clase dominante, que supo adaptarse correcta-mente a cada etapa, manteniéndose en el poder sin realizar cambios de fondo que rompan con la estructura dependiente de nuestro país.1

El carácter cíclico del modelo de acumulación y las sucesivas crisis conformaron una clase dominante compleja, con fracciones importantes y diferencias tácticas en su interior. Esto explica el nacimiento y desarrollo de las dos corrientes político-ideológicas (li-berales y nacionalistas) que se presentan como enemigas irreconci-liables. Es importante que entendamos, entonces, que la clase domi-nante lejos está de ser un bloque único y homogéneo.1. Al respecto se puede consultar el material «Los ciclos económicos de la historia argentina: liberalismo y desarrollismo, dos modelos que se reciclan» http://www.nuestrotiempo.com.ar/biblioteca/los-ciclos-economicos-de-la-historia-argenti-na/

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Tenemos entonces una clase dominante que supo utilizar sus dife-rencias tácticas para adecuarse a cada ciclo político, permaneciendo en la conducción del Estado Nacional en una coexistencia contra-dictoria. Su carácter contradictorio no es ilusorio. El ejemplo más ilustrativo es el caso de la Revolución Fusiladora del 55, que pone fin al ciclo na-cionalista de Perón bombardeando la Plaza de Mayo y la Casa Rosada e instalando nuevamente un ciclo liberal. No es una apariencia ni un “engaño de la burguesía”. Los ciclos nacio-nales y los ciclos liberales tienen diferencias reales que han mar-cado a fuego a nuestro país. Cada una de estas corrientes, desde su posición de bloque dominante, ha desarrollado y resuelto cada ciclo de la historia argentina, cuyas consecuencias tienen alcance hasta nuestro tiempo. Por tanto, resulta principal clarificar cuál es la fracción de la clase dominante que se impone en cada ciclo, ya que será la que resolverá la orientación política del Estado. Lo que en concreto implica un determinado proyecto de país, con mayores o menores benefi-cios para el pueblo.

A continuación pasamos a ubicar en la historia argentina, de manera esquemática, las primeras expresiones políticas del liberalismo y el nacionalismo, para luego profundizar en cómo fueron variando en los sucesivos ciclos políticos.

Repaso Histórico:

- La corriente fundadora del Estado Nacional es la corriente liberal, que se consolida con el triunfo de los unitarios en las guerras civiles con Mitre a la cabeza, teniendo luego a la Generación del 80 como su base teórica principal y a Roca como su estratega político más im-portante.

- En los orígenes del nacionalismo podemos señalar el gobierno de Rosas. Pero el nacionalismo como tal tendrá su primera expresión en una tendencia del partido radical a principios del siglo XX, repre-

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sentada por Yrigoyen. Si bien la tendencia nacionalista dentro del radicalismo nunca dejó de existir hasta nuestros días, la hegemonía desde la caída de Yrigoyen es de la tendencia liberal conservadora, quien habilitó el golpe del 30 con la apertura de la Década Infame. Es, entonces, el primer gobierno peronista quien sentó las bases de-finitivas del nacionalismo, integrando al proyecto nacional a las ma-sas populares, quienes venían siendo oprimidas políticamente por el liberalismo.

Al yrigoyenismo le continuó la década infame, que bajo dictadura y gobiernos fraudulentos, impusieron nuevamente al liberalismo en el gobierno.Al primer y segundo gobierno peronista, le continuó la libertadora primero y el frondicismo después. Es decir, dictadura y gobiernos electos bajo proscripción política, reinstalando nuevamente el libe-ralismo.Al gobierno Cámpora, tras el de Perón e Isabel, le continuó la dicta-dura del 76, reinstalando nuevamente al liberalismo, continuado por el menemismo, donde paradójicamente el partido abanderado del nacionalismo en el siglo XX, el Partido Justicialista, es quien profun-diza el liberalismo en su máxima expresión, el neoliberalismo.

Al respecto, en lo que hace a los ciclos políticos nos encontramos con hitos históricos fundacionales claros:

Estas fechas históricas se refieren a las fechas que quebraron al ciclo político anterior y abrieron un nuevo ciclo. A modo esquemático nos atrevemos a afirmar que los modelos nacionalistas irrumpieron cada 30 años.

2 - El Rol del Estado en cada ciclo político.

Las dos corrientes, el liberalismo y el nacionalismo, van en pos del

Nacionalismo: 16 (Yrigoyen) /45 (Perón) /73 (Cámpora) /03 (Kirchner) Liberalismo: Golpes del 30 / 55 / 76

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desarrollo capitalista del país. Lo que las diferencia políticamente es la inclusión o exclusión de los sectores populares en ese desarrollo. Frente a eso, el centro de la disputa se ubica en el rol que debe te-ner el Estado de cara al proceso económico y a su relación con la sociedad respecto de los mecanismos de participación política.

Si lo resumimos:

- Para el liberalismo se trata de un Estado al servicio de la clase dominante, que niega a la mayoría de la sociedad y transfiere la riqueza nacional hacia el extranjero.

- Para el nacionalismo, la disputa por el poder estatal es central para distribuir la riqueza e incorporar a los sectores populares a través de la ampliación de derechos.

A partir de estas concepciones generales es que se ha ido estructu-rando y disputando el Estado argentino. A continuación haremos un rápido repaso histórico que nos permite comprender las contradic-ciones que están contenidas en la actualidad.

Repaso histórico:

Las disputas políticas del siglo XIX de las que resultó la constitución del Estado Nacional, consistieron en aspirar al control del aparato estatal para desarrollar desde él la economía y promover una estruc-tura de clases compleja. Al amparo de la fuerza de los ejércitos se creó el Estado y el espacio económico favorable para la rápida penetración del capital extranje-ro. El rol de los cuadros intelectuales y funcionarios de la elite dominan-te fue clave para instalar una concepción liberal de la política, donde las elites económicas se apropiaron del Estado para controlar y moldear la sociedad. Así nuestro Estado se fundó con una matriz liberal que se inscribe en una etapa que involucró a todo el continente latinoamericano. Tras

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la conquista violenta de las independencias políticas se profundizó aceleradamente un proceso de modernización a la manera del libera-lismo occidental de las formas políticas, económicas y sociales. Este impulso de modernización no estaba vinculado estrechamente a un desarrollo económico local, sino que era un reflejo del desarrollo in-ternacional que nos impuso un modelo agroexportador a través del cual penetró el capital extranjero de la mano de las corrientes ideo-lógicas liberales. Este es el Estado oligárquico, donde la dominación política está concentrada en una fracción de clase minoritaria que si bien ha ido cambiando a lo largo de la historia y se ha sustentado en diversas alianzas sociales, ha mantenido constante su contenido oligárquico en términos de la exclusión de las mayorías populares de las ins-tituciones y de la participación política.En efecto para el liberalismo argentino el Estado es pieza fundamen-tal en el proceso de dominación económica que garantiza la concen-tración y expropiación de la riqueza. El Terrorismo de Estado fue a lo largo de nuestra historia el dispo-sitivo predilecto de la oligarquía para garantizar la transferencia de riqueza hacia unas pocas manos y sobre todo hacia el capital extran-jero. El genocidio es una práctica común en la historia argentina si miramos nuestros dos siglos de existencia como nación. Los años que van de 1861 a 1880 fueron contundentes al respecto para imponer un modelo agroexportador fundado en el libre-comercio, así como la dictadura de 1976 fue un instrumento imprescindible que permitió abrirle las puertas de par en par al capital financiero neoliberal. También existieron mecanismos, igual de destructivos pero menos visibles, a través de los cuales el Estado oligárquico ha cumplido un papel central para el empobrecimiento y exclusión de amplios sec-tores sociales en beneficio de unas minorías. El mecanismo más im-portante es el endeudamiento externo, donde se utilizó al Estado para convertir la riqueza pública en la riqueza privada de unas pocas familias.

Por tanto el Estado que se constituye tras las guerras civiles, dejó a enormes sectores populares al margen de la vida política, a par-

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tir de la negación de sus derechos sociales y políticos. Estos sec-tores que se fueron estructurando y creciendo al calor del desarrollo económico del país, representaban intereses contradictorios con el rol que tenía el Estado de cara al modelo económico local, que estaba en sintonía con las necesidades y cambios del capital extranjero. Esa contradicción generó históricamente un rechazo de los movimientos populares, que fueron recuperando cada vez más terreno.

En ese proceso, aparece una primera forma de nacionalismo moder-no que se expresa por afuera del Estado, incluso a partir de rebelio-nes armadas lideradas por el radicalismo. El aparato administrativo y comercial necesario para que se sostenga el modelo agroexportador había generado una nueva clase media que carecía de derechos po-líticos. Fue la habilidad de capitalizar esa fuerza social concreta en una lucha política por la ampliación del Estado, la que llevo a la UCR a la conquista del gobierno, asumiendo Yrigoyen como presidente. Ese fue el resultado no esperado por la elite oligárquica tras sancionar la Ley Saenz Peña, que pretendía hacer una concesión política a los radicales pero sin perder el poder institucional. En esos años la oligarquía no toleró el régimen democrático radi-cal y fogoneó el golpe de Estado de 1930. Así se iniciará una tradición del liberalismo: un Estado restringi-do políticamente, dirigido por el Partido Militar y con un Minis-tro de Economía impuesto directamente por la oligarquía al servi-cio del capital extranjero .

El sector mayoritario de la sociedad, la clase trabajadora, había sido históricamente oprimida por el Estado y contaba con una experien-cia sindical muy grande que arrastraba de décadas de anarquismo y comunismo. Pero esas tradiciones políticas nunca pudieron superar la mera lucha sindical y una visión reduccionista del Estado. Por lo que es el peronismo, desde posiciones institucionales como la Secretaría del Trabajo, el que conquista el gobierno y amplia el Esta-do de cara a los derechos de la clase trabajadora, estableciendo un vínculo político donde se expresen y contengan las demandas populares.

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Este es el fundamento histórico del nacionalismo en general y del peronismo en particular: gobernar el país con el apoyo de fuerzas sociales reales, canalizando demandas históricas a través de la disputa por el tipo de Estado. Es decir establece una ligazón entre los intereses corporativos-económicos de los sectores populares con un proyecto político-estatal que pone en la agenda pública los gran-des problemas nacionales.Por tanto durante el ciclo nacionalista, el Estado tiene un rol protagó-nico en la distribución de la riqueza.

El status de ciudadano y el sufragio universal

La cuestión del sufragio aclara bastante el panorama respecto de la diferencia entre el nacionalismo y el liberalismo respecto del rol del Estado.Las fuerzas liberales además de voltear gobiernos elegidos por el voto popular, practicaron el sufragio “universal” como mandato de la Constitución de 1853, sólo que el título de ciudadano con derecho a votar siempre estuvo restringido a pequeños círculos y a epi-sodios de continuo fraude electoral. Así por ejemplo, lo universal es algo totalmente relativo en la Década Infame del 30 donde hay una secuencia tras otra de elecciones fraudulentas o luego del golpe del 55 donde la proscripción electoral del peronismo fue una constante.

Por el contrario el nacionalismo siempre apostó a la ampliación de la ciudadanía y a universalizar realmente el derecho a votar. Desde la Ley Saenz Peña (1914) como victoria del radicalismo sobre los conservadores hasta la ampliación del voto femenino (1947) im-pulsado por el gobierno peronista.

Por lo tanto fieles a sus programas los nacionalismos asumen el poder en base al voto popular y los liberalismos con la repre-sión a partir de golpes de Estado o del fraude electoral. En base a esto, no caben dudas de que la fuerza política que pudo gobernar democráticamente al país en nuestra historia ha sido el peronismo, ya que el nacionalismo contempla, y en nivel no menor,

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otorgar beneficios materiales al pueblo, ampliando la participación. Sin embargo es importante señalar que esto fue así hasta que el neo-liberalismo se impuso en nuestro país. Después de la sangrienta dictadura militar del 76 se hizo necesario instalar un régimen polí-tico democrático, que se pare sobre un modelo de exclusión de las mayorías populares. Esa contradicción hizo que se rompiera la regla, ya que las estruc-turas políticas nacionalistas (PJ y UCR) fueron colonizadas para implementar el neoliberalismo. Así gane quien gane las elecciones el modelo de exclusión y saqueo se impuso, tanto con el radicalismo como con el peronismo.

El nuevo ciclo nacionalista que abre el Kirchnerismo en el 2003, es justamente producto de la crisis de representación que se abre tras el vacío político de los partidos democráticos tradicionales. De manera que el Kirchnerismo a través de la transversalidad partidaria le da una salida política a esa crisis planteando una disputa de las tendencias nacionalistas y las tendencias liberales al interior del peronismo y el radicalismo. Por lo tanto, conduce y acumula esa dispersión de fuerzas que se expresó en el 2001-2003 hacia el ciclo nacionalista en el que nos encontramos actualmente.

Tipo de Estado

Es importante en este punto desterrar cualquier concepción reduc-cionista del Estado, como si fuera un aparato burocrático, donde ha-bría un equilibrio de los “tres poderes independientes” que garanti-zarían la democracia. Esta concepción impide comprender el rol del Estado a lo largo de nuestra historia. Por lo que se hace necesario ampliar la visión del Estado y su re-lación con el conjunto de la sociedad, donde hay que poder ver las disputas políticas por la dirección del país y las instituciones que se fueron generando para eso. Es decir, lo que se pone en juego es el rol del Estado desde el punto de vista de un proyecto político y las formas institucionales se subor-dinan a la capacidad de dirección, organización y conciencia que se

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logre.En ese sentido las herramientas para direccionar y sostener el poder por parte de la oligarquía argentina fueron múltiples. El liberalismo utilizó todas las armas que pudo para excluir lo más posible a los sectores populares de la disputa política. A través del Partido Militar impuso fraudes y proscripciones así como golpes de Estado; a la vez que sistemáticamente el Poder Judicial excluyo al pueblo de sus dere-chos. La dominación sobre la sociedad civil contó con cuadros e ins-tituciones preparadas para generar consenso, tales como los Medios de comunicación y la Iglesia. Su fuerza principal siempre estuvo en la capacidad de utilizar las organizaciones de la economía privada como grupos de presión, tanto sobre el Estado y la sociedad en general. Al respecto, a través de la presión de grupos económicos so-bre el sistema político, es que en el neoliberalismo logra gobernar a través de los partidos nacionalistas tradicionales, y ya no del partido militar. Si echamos un vistazo vemos que el parlamento siempre fue un circo sin mucha legitimidad y que las políticas se centralizaron siempre en el poder ejecutivo, tanto para subordinar el Estado a los intereses del capital extranjero, como para elevar al Estado como un actor central en la distribución de la riqueza.En ese sentido, el peronismo consolidó instituciones claves para acu-mular la riqueza de los trabajadores en el Estado, justamente fortale-ciendo empresas estatales, o para regular la economía, como fueron el IAPI y la Junta Nacional de Granos. El alineamiento directo de los sindicatos al Estado es lo que permitía legitimar sus políticas frente a los intereses corporativos de los gremios, así como las obras de beneficencia le daban al gobierno peronista una legitimidad social, encarnada sobretodo en Eva Perón.

Para entender las diferencias del rol del Estado en cada ciclo político, la reforma de la constitución en 1949 es una referencia esclarece-dora. Ahí se planteó la función social de la propiedad, poniendo en jaque a la propiedad privada, ya que la Constitución de 1949 se pro-ponía estatizar el manejo de los recursos financieros, los recursos

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naturales y de los principales bienes de producción, con la finalidad de planificar la economía a favor del conjunto de la sociedad. Pero la oligarquía siempre tuvo clara la distinción entre la legalidad y la realidad, y se valió de todos sus instrumentos para reinstalar, tras el golpe, en 1956, la Constitución de 1853, haciendo pie en “crear sobre la base del respeto y garantía a la propiedad privada, las condi-ciones propicias a la inversión del capital extranjero”.

3- Tensiones entre política y economía

Debemos recalcar que a lo que nos venimos refiriendo hasta ahora son ciclos que hacen específicamente a las formas políticas. Este señalamiento es muy importante ya que es lo que nos va a per-mitir construir una teoría revolucionaria. No existe una correspon-dencia lineal entre los ciclos económicos y los ciclos políticos, sino que se encuentran en una tensión permanente. Los ciclos económicos responden a los movimientos generales del capital internacional, que a partir de sus crisis ha marcado quiebres históricos en el rumbo de nuestro país y de Latinoamérica en gene-ral. Es la actividad política la que ha disputado el desarrollo eco-nómico en función de la participación que tienen que tener los distintos sectores sociales. Es decir, la política en Argentina tiene un nivel de autonomía importante, en tanto que a partir de la disputa por el Estado se han ido estructurando las clases sociales. No se trata de separar la economía y la política. Sino que hay que con-cebirlas en una unidad contradictoria, donde los bloques de poder que representan distintos intereses económicos logran imponerse como un proyecto de país para el conjunto de la sociedad.

Al respecto, podemos mencionar una serie de ejemplos históricos:

> La crisis económica del 1929 y la puja inter-imperialista don-de los yanquis estaban ganando terreno sobre los ingleses, modificó las características del mercado mundial. El modelo agroexportador entró en crisis y se comenzó a desarrollar en nuestro país un proceso de industrialización. Ese proceso se inició durante la llamada “Déca-

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da Infame”, cuyo origen fue el golpe de 1930. Desde allí, la política oligárquica vivió crisis permanentes, caracterizadas por la represión y el fraude electoral, mostrando la incapacidad de lograr una hege-monía a nivel nacional de las fuerzas conservadoras.Fue una década donde el sujeto social (la clase trabajadora) que esta-ba motorizando el desarrollo económico del país, estaba totalmente marginado de la vida política. El Estado tenía la finalidad de sostener los niveles de ganancia de la oligarquía terrateniente y generarle las condiciones al capital extranjero para que se apoderara de la rique-za que se producía en el país. De hecho es Pinedo (como ministro de economía y cuadro de la oligarquía) quien formula un plan de in-dustrialización para el país. Pero la incapacidad de conciliar ese plan con los intereses inmediatos de los grupos oligárquicos, generó una crisis de representación muy grande. Por lo que va a ser el gobierno de Perón quien vuelque las políticas del Estado hacia la inclusión de los trabajadores, a partir de la am-pliación de los derechos políticos y sociales. El proceso de industria-lización por tanto se volcó sobre todo en el primer gobierno pero-nista hacia el Estado como un instrumento central para acumular la riqueza producida por los trabajadores. Tengamos en cuenta que el Estado de Bienestar fue una receta pro-ducida por el centro imperialista para salir de la crisis económica. Sin embargo, en los países latinoamericanos la aplicación de esa re-ceta generó diferentes niveles de contradicciones. En el caso argentino, el peronismo es un movimiento original, donde la intervención del Estado sobre la economía despertó contradiccio-nes políticas que ponen sobre la mesa los problemas estructurales de nuestro país. Es decir, la aplicación del Estado de Bienestar como una receta imperialista, se desarrolló a través de relaciones de fuerza que desataron y canalizaron la fuerza histórica de los trabajadores. Durante ese proceso de conquista de derechos se constituyó una fuerza material que, tras la caída de Perón, se parará como una ame-naza real y poderosa para el sistema capitalista argentino.

> La revolución fusiladora del 55 impuso un modelo político li-beral antipopular que no pudo frenar el ciclo económico productivo,

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pero sí consiguió acentuar la penetración del capital extranjero en ese ciclo que ya venía acrecentándose a partir del segundo gobierno peronista. Así el Estado se colocó como un agente externo frente a los conflictos sociales.

> La vuelta a la democracia en el 83 fue un proceso de amplia participación popular, con un resultado electoral a favor de la frac-ción nacionalista del radicalismo (Alfonsin) pero que no logró frenar la instalación del ciclo económico neoliberal llevada adelante desde la dictadura militar. La relación de fuerzas políticas de la clase domi-nante sobre las clases populares era abismal. Al punto que fue el pe-ronismo, fortaleciendo al máximo su tendencia conservadora, el que debió asumir e impulsar la conducción efectiva del ciclo neoliberal.

Dejando a un lado estos ejemplos esquemáticos.

Lo que nos interesa es poder comprender la importancia estratégica que tiene la visión histórica de los ciclos dominantes. Es el marco que nos permite orientarnos y saber dónde estamos pa-rados en cada etapa histórica. Se trata por tanto de tener una visión compleja de la clase domi-nante y de saber interpretar nuestras experiencias históricas como pueblo, comprendiendo que el nacionalismo y el liberalis-mo tienen raíces distintas y no implican lo mismo para el pue-blo, aunque compartan el mismo objetivo estratégico.

Esto nos lleva a darle un lugar preponderante a la iniciativa po-lítica, que debe ligarse a las posibilidades históricas reales que tienen las fuerzas sociales que disputan en nuestro país. Comprender las correlaciones de fuerzas que se juegan en las dis-tintas etapas históricas es lo que permite poder tener iniciativas que prosperen. El primer paso consiste en poder captar las contradicciones que exis-ten en la situación internacional y continental, ya que marcan la can-cha respecto a las fuerzas con las que se cuentan y las disputas reales que están en juego. Claro que eso no garantiza la capacidad de des-

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pertar y dirigir las fuerzas populares y nacionales hacia un proceso de transformación. Es central comprender las crisis del Estado frente a los conflictos sociales y las fuerzas dispersas que se desatan y potencian en esas crisis. Al respecto, hasta ahora, la crisis política del nacionalismo represen-ta la salida liberal, y viceversa. Este es el problema estratégico de los ciclos políticos de nuestra historia.

4- El Nacionalismo en general y el Peronismo en particular.

Vayamos directo al grano. El nacionalismo a largo plazo termina sien-do conservador, en tanto no modifica las estructuras fundamentales del país, lo que es tierra fértil para la entrada del liberalismo nueva-mente a la conducción política del Estado. Ahora bien, el problema es que justamente es el nacionalismo el que históricamente asume la conducción política frente al ago-tamiento del ciclo liberal. Es decir, se posiciona como una alter-nativa política que dirige y capitaliza las luchas populares contra el liberalismo.El nacionalismo y particularmente el peronismo movilizó y organizó al pueblo argentino bajo su conducción, cuestión que el liberalismo históricamente la desprecia; así como también engendró en su seno dirigentes y referentes que en el ciclo siguiente se asumieron como revolucionarios.

De lo que se desprenden dos cuestiones a considerar respecto del nacionalismo para la construcción revolucionaria:

“El peronismo podrá desaparecer cuando deje de expresar reivindicaciones nacionales y populares y otro movimiento lo releve con ventaja; o cuando el mismo evolucione hacia algún tipo nuevo de nucleamiento que lo supere dialéctica-mente, es decir sin negar lo sino integrando lo en una nueva síntesis”. Johnn William Cooke.

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• La movilización y organización del pueblo bajo su conduc-ción.• La transformación de cuadros que fueron protagonistas en la gestión de su gobierno, que en la resistencia al siguiente ciclo liberal, se asumen como revolucionarios, o bien como reformistas radicali-zados.

Respecto a la movilización y organización del pueblo, hay un lími-te claro infranqueable desde el punto de vista de la doctrina política peronista: la inclusión de los sectores populares al proceso histórico no debe ni puede implicar otorgarle la dirección política del proceso al pueblo trabajador. Esta fue la historia del nacionalismo, en mo-mentos donde los intereses de los trabajadores se veían amenazados por la recomposición y el avance de los grupos económicos concen-trados, el nacionalismo dio un paso al costado, dejando sin armas políticas al pueblo, obligado a ir a un proceso de resistencia social. La movilización del pueblo no implica necesariamente la constitu-ción de un sujeto político que pueda dirigir y resolver los problemas nacionales.

Respecto a los revolucionarios que provienen políticamente de las experiencias nacionalistas es preciso definir que se identifica-ron como tales por tres razones fundamentales: • Haber participado en la resistencia de los derechos adquiri-dos por el pueblo en el proceso nacionalista anterior.• El desencantamiento del modelo nacionalista que expresa ese frente de clases, fundamentalmente de los sectores burocráticos y de los sectores burgueses ante sus titubeos o bien rendición, de cara al advenimiento del siguiente ciclo; • Y por la situación internacional, que presenta alternativas al capitalismo como sistema, el socialismo.

Estos son los factores que han hecho que estos sectores se planteen superar la doctrina peronista, planteando otro horizonte que no sea el “50 y 50”.

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En síntesis, el nacionalismo como corriente ideológica de la cla-se dominante tiene un carácter que a la larga es conservador, ya que asume la conducción del Estado Nacional, luego de la crisis del ciclo liberal, pero no logra romper el ciclo histórico, de ma-nera de impedir el regreso del liberalismo al poder.Dicho de otro modo: el nacionalismo tiene la virtud de poner en el corazón de la disputa política el problema del poder en Argentina, ya que abre un proceso de identificación de los enemigos del pueblo y amplia el poder hacia diversos sectores populares excluidos hasta ese momento. Pero el desarrollo de esa disputa lleva a que en mo-mentos de crisis, donde los grupos concentrados recuperan la ofen-siva, salta a la vista la ausencia de una institucionalidad política que profundice y le de continuidad a la democracia abierta por el ciclo nacional.Ese carácter conservador se vio a lo largo de la historia. Incluso en casos como la Semana Trágica o la Patagonia Rebelde donde el Esta-do aplicó el terror sobre los trabajadores en la presidencia de Yrigo-yen, quien prioriza la alianza con los imperialistas ingleses.El peronismo ha desarrollado esta contradicción a lo largo de sus dis-tintas etapas. La Resistencia Peronista, por fuera del Estado, da cuen-ta de este problema. Así como el gobierno peronista del 74, donde se termina inclinando la balanza hacia las fuerzas conservadoras.

En ese sentido, el peronismo tuvo la capacidad de ampliar los dere-chos del pueblo trabajador y poner al Estado como un arma política central para regular la economía y distribuir la riqueza. Eso está ex-presado claramente en la reforma constitucional de 1949. Pero tam-bién está expresado el carácter conservador, que se expresa en las palabras de quien fuera el principal ideólogo de la reforma, el propio Arturo Sampay:

“la reforma constitucional de 1949 no organizó adecuadamente el predominio y el ejercicio del poder político por los sectores popu-lares, debido, primero, a la confianza que los sectores populares triunfantes tenían en la conducción carismática del general Perón y, segundo, el celoso cuidado que el propio general Perón ponía para

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que no se formara paralelamente al gobierno legal un coadyuvante poder real de esos sectores populares, al fin de conservar el carácter pluriclasista de su movimiento, por lo que el nuevo régimen iba a durar hasta que la oligarquía cautivara a los oficiales de las fuerzas armadas... Tal era entonces el Talón de Aquiles de la mentada refor-ma, la cual, precisamente como Aquiles, fue muerta por el enemigo en la flor de la juventud a causa de tener vulnerable nada menos que su suporte”.

5- El Liberalismo y el Neoliberalismo.

El liberalismo como corriente ideológica se impone como forma de dominación del mundo occidental. La clase dominante argentina in-tentó importar moldes teóricos de otras sociedades burguesas para disciplinar a las fuerzas sociales nacionales. Por ejemplo el código napoleónico aprobado por Rivadavia o el Código Civil, calco del de-recho europeo continental, redactado por Vélez Sarsfield. Eso generó un desarrollo contradictorio de la política liberal argenti-na, que le dio características muy particulares. La más importante es que liberal y conservador, en nuestro país, son sinónimos. Al respecto la concepción positivista de nuestra clase dominante tie-ne una idea formal del progreso individual en base al esfuerzo y al trabajo, pero que en la práctica política se tradujo en un racismo y desprecio por los trabajadores y las masas populares. Por ejemplo, fomentaron la inmigración de trabajadores para desarrollar el país y suplantar a las montoneras “bárbaras”, pero los inmigrantes termi-naron engordando las ciudades, lejos de una distribución productiva de la tierra.

La dicotomía civilización y barbarie fue el lente a través del cual el liberalismo miraba a los sectores populares. Claro que existían ma-tices y fracciones internas, que a trazos gruesos quedaron expresa-das en el debate de la Generación del 37: donde Alberdi sostenía un modelo basado en la apropiación de la renta nacional por parte de una minoría y para que eso sea posible había que excluir a la gran mayoría popular de derechos políticos y sociales; y Sarmiento plan-

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teaba un desarrollo nacional que incluyera al conjunto de la sociedad bárbara para educarla y elevar su nivel cultural al modelo de la civi-lización occidental, primero París, después EEUU.

El liberalismo argentino responde a un proyecto de país conservador defensor del Estado oligárquico. El problema concreto que presenta es que tiene una forma republicana democrática, detrás de la cual esconde su contenido reaccionario. Su idea de ciudadanía es muy restringida a una minoría social, que en su origen representaba so-lamente a una pequeña minoría de varones de familias dominantes.La base de sustentación del liberalismo es la propiedad privada como el derecho económico y político principal, y por tanto la visión de la política como algo propio de minorías, de la cual no puede par-ticipar el conjunto de la sociedad. En este sentido las instituciones preferidas del liberalismo argentino para dirigir el Estado fueron las corporaciones y asociaciones gre-miales empresarias como la Sociedad Rural o la Cámara de Comercio, o la más moderna y reciente Asociación Empresaria Argentina. Es decir, utilizan instituciones privadas, como también son los Medios de comunicación a los cuales siempre les dieron mucha importancia, como correas de trasmisión de sus intereses hacia el Estado.Así, han instalado una idea del Estado como instrumento del interés privado, enfrentándolo con el interés público y la práctica política. De modo que la política se concentre en la actividad privada de un grupo ilustrado propietario. Esta es la ideología que han machacado sobre la conciencia del pueblo argentino.Es importante señalar que justamente por esta reducción de la po-lítica es que los liberales nunca pudieron gobernar el país con es-tabilidad institucional como era su sueño, y menos de la forma en que redactaron, los propios liberales, nuestra Constitución. Siempre tuvieron interminables peleas internas, regímenes autoritarios, etc

Diferencias entre el Liberalismo y el Neoliberalismo

Ahora bien, el problema actual que tenemos frente al liberalismo es que básicamente en las últimas décadas se modificaron una serie de

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elementos. Por lo que mutó en lo que hoy conocemos como neolibe-ralismo. Esto se debe a un cambio en el sistema capitalista mundial, donde el rol de los países periféricos pasó a estar totalmente subor-dinado al capital financiero y las clases dominantes impusieron una ideología que ya no era el positivismo que sostenía un supuesto progreso de la sociedad, sino una ideología que decretaba el “fin de la historia” y por tanto el fin del pensamiento político. Esto implica que nuestra clase dominante debió hacer un ajuste de cuentas con sus viejas concepciones tradicionales. De hecho para el liberalismo del siglo XIX, el Estado cumplía un rol en la generación de riqueza y en su interior se desarrollaban disputas políticas donde había claramente proyectos de país.

Para el neoliberalismo, el Estado pasa a tener un rol netamente des-tructivo de la riqueza históricamente acumulada por el pueblo ar-gentino. Para eso modificó la forma de dominación, donde su origen se fundó también sobre el Partido Militar a través de la ejecución de una Dictadura Terrorista que eliminó las fuerzas políticas revolu-cionarias y las cabezas dirigentes de la clase trabajadora. Tras eso lograron una correlación de fuerzas contundente que permitió que el ciclo liberal se sustente en la democracia representativa con voto universal, es decir, un proyecto para una minoría se impuso sobre la conciencia de la mayoría. Para eso vaciaron de cualquier tipo de discusión o proyección política a las estructuras partidarias tradicionales argentinas (el PJ y la UCR). Su arma principal fue la colonización de cuadros es-tatales a través de la lógica empresarial y el establecimiento de una “política de los negocios”. Así gobernaron la sociedad argentina, expropiando la riqueza acu-mulada por los trabajadores argentinos en las empresas estatales estratégicas y de servicios públicos a través de una política agresiva de privatizaciones, para luego avanzar sobre los recursos naturales no estatales.

El neoliberalismo coloca al Estado en un rol netamente destructivo, separándose y enfrentándose a la mayoría de la sociedad, pero lo-

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grando una forma de dominación sofisticada en tanto logra darle una forma democrática formalmente elegida por la mayoría. En esa for-ma, los políticos pasan a ser meros cuadros técnicos (financiados por fundaciones de los grupos económicos y por universidades extranje-ras) que ejecutan las políticas que dictan los organismos internacio-nales (ya sea el Banco Mundial, FMI o las Organizaciones Mundiales de la Salud o del Trabajo o del Comercio, etc.). A finales del siglo XX el capital financiero resulta mucho más agre-sivo de lo que ya venía siendo históricamente. Pensemos que por lo menos los liberales tradicionales fundaron escuelas, hospitales, autopistas, industrias. En cambio los neoliberales destruyen todas las áreas del Estado que pueden, dejando a áreas como la salud o la educación completamente desmanteladas y reduciendo los derechos sociales al mínimo. La política se convierte en una actividad para ha-cer negocios, solo apta para profesionales, y no importa qué partido político gobierne, basta con que el Ministro de Economía de turno (Cavallo es el caso emblemático) respete las “señales del mercado” y beneficie, saliendo incluso al rescate con fondos públicos, las gran-des corporaciones económicas.

Por tanto, cuando nos refiramos al ciclo kirchnerista como un ciclo nacionalista no tiene sentido intentar una comparación con el pri-mer peronismo, ya que el criterio para medir el cambio de ciclo es en función del ciclo anterior, por lo que son los elementos que hacen del kirchnerismo algo distinto del neoliberalismo los que hay que resal-tar, y no las raíces neoliberales que aún hoy el Estado y la sociedad argentina tienen marcadas a fuego.

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PARTE B: UNA TESIS ESTRATÉGICA: ROMPER EL CICLO

1. Los ciclos políticos y el problema del poder

El problema del poder en Argentina está relacionado con el devenir de los ciclos políticos. Cada crisis política que vivimos a lo largo de nuestra historia, en la que los cimientos del poder de las clases dominantes parecían tam-balear, fueron en realidad la expresión de un cambio de ciclo político en marcha.Cada uno de esos devenires históricos nos puso frente a un recambio en el que las clases dominantes lograron reciclarse y conservaron así su poder.Pero el problema es más profundo, como vimos en el repaso histó-rico, dado que tanto en términos materiales como políticos, las dife-rencias cualitativas para el pueblo entre los ciclos nacionales y los liberales son claras. En los ciclos liberales el retroceso es evidente; en los nacionales, se logra avanzar en ampliación de derechos y con-quistas materiales y democráticas, pero no se logra romper y sobre-pasar sus limitaciones hacia un proceso de liberación.

Es esta visión histórica la que nos permite afirmar la necesidad es-tratégica de romper el ciclo.Si hacemos un rápido balance vemos que hay una muralla que toda-vía no pudimos romper como pueblo: impedir el avance de la res-tauración conservadora en momentos donde los ciclos nacionalistas entran en crisis tras una acumulación histórica de conquistas demo-cráticas.Porque así como el nacionalismo se fortalece sobre las debilidades del liberalismo, las crisis del nacionalismo han sido la puerta de en-trada para el liberalismo.Hubo momentos históricos donde la conquista de derechos demo-cráticos y la ampliación del poder pusieron sobre la agenda proble-mas estructurales de nuestro país. Esos fueron momentos de crisis, donde la derecha se impuso con violencia para resolverlos hacia el liberalismo anti-popular. Ese fue el caso del derrocamiento de Perón

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en el 55, y también de la dictadura terrorista del 76. Incluso si quere-mos nos podemos remontar a la batalla de caseros de 1852 donde se impone el proyecto unitario liberal conservador.Ambos golpes, el del 55 y del 76, fueron paradigmáticos en tanto que barrieron con un proceso de años de acumulación política del cam-po popular, que de haberse profundizado, hubiera torcido aún más a favor del pueblo las correlaciones de fuerza. Fueron golpes restau-radores, a través de los cuales los sectores liberales recuperaron el control del poder político y frenaron la posibilidad de una mayor re-distribución del ingreso, de una mayor participación política de los sectores populares y, como contrapartida, de una afectación cada vez mayor de su poder, económico y político.Precisamente, los procesos liberales siguientes se impusieron apro-vechando las debilidades del ciclo nacionalista derrocado. En gran parte relacionadas por la pugna interna que los caracterizó, en el cual los sectores populares que proponían profundizar hicieron esta-llar contradicciones internas (el ejemplo más claro, el enfrentamien-to entre Perón y los Montoneros).Estos cambios de ciclo político dan cuenta de que para sostener un ciclo nacional, que inevitablemente afecta intereses de los sectores liberales, los más poderosos en términos históricos, es necesario un avance permanente en conquistas democráticas para el pueblo. Esa es la doble razón trágica de su caída y vuelta a empezar, en manos de los liberales: si se radicaliza, estamos hablando de otro proceso; si no radicaliza, es lo suficientemente débil para ser derrocado por los conservadores. Está claro que la primera opción nunca sucedió.Ese es el problema que atravesamos hoy, en un contexto don-de un ciclo nacionalista por primera vez gobierna más de una década, y donde hay indicios preocupantes del avance de una restauración conservadora, que se explica en gran parte por las limitaciones propias de un ciclo nacionalista (con sus caracte-rísticas propias).

Por eso es que remarcamos que desde el ciclo Kirchnerista actual es que nos podemos explicar nuestra historia como una sucesión de ciclos liberales y nacionales. Muchas de las contradicciones que hoy

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atraviesa el campo popular alumbran hacia atrás otras épocas de nuestra historia: ciclos que se suceden unos a otros garantizando la continuidad de las clases dominantes en el poder.Es la visión de los ciclos políticos la que nos permite tener una pers-pectiva estratégica. Es decir, comprender el momento histórico en el que nos encontramos y tener claridad sobre los problemas principa-les.En ese sentido, romper el ciclo histórico es un desafío estraté-gico, que marca un quiebre respecto a la disputa por el poder en Ar-gentina.

Al respecto nos parece pertinente profundizar en una serie de cues-tiones ligadas a la necesidad de romper el ciclo.La idea es simplemente presentar una serie de problemas que sirvan como puntapié inicial para el debate, empezando por una descrip-ción del ciclo Kirchnerista actual y una serie de ideas-fuerza indis-pensables de cara a romper el ciclo:- Profundizar la Democracia- Sujeto Político- Institucionalidad y Estado Popular

2. El ciclo Kirchnerista actual

Cada ciclo tiene sus características propias, por lo que el Kirchne-rismo expresa un ciclo nacionalista particular. Decimos “particular” porque asume la conducción luego de la crisis del ciclo neoliberal (76-2001). Por lo que la disputa sobre el rol del Estado está mar-cada por las condiciones desastrosas que impuso el neolibera-lismo en nuestro país. Pensemos que los ciclos nacionalistas anteriores asumieron la con-ducción de un Estado que en nada se compara con la destrucción que hicieron del mismo Videla, Martínez de Hoz, Cavallo, Alsogaray, Menem y la lista sigue.El quiebre más significativo que marca las diferencias con los gobiernos democráticos anteriores tiene que ver con haber asumido la deuda histórica de los Derechos Humanos, anulando

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las leyes de obediencia debida y punto final. De esa manera permite juzgar a la dictadura genocida y comenzar a recuperar la memoria histórica como pueblo a partir de una autocrítica realizada desde el propio Estado, algo totalmente negado durante la década del 90. Hoy la pelea por los derechos humanos tiene un nivel altísimo de legitimidad social, algo que no era así décadas atrás. Ese es un punto de reconciliación entre la democracia y la sociedad, sin el cual es imposible avanzar en cualquier medida de profundización demo-crática.Desde ahí es que hay determinadas políticas del Kirchnerismo que lo diferencian del neoliberalismo y nos permiten caracterizarlo como un cambio de ciclo. Como decíamos la primera tiene que ver con un intento de reconciliar a la política con la sociedad, a través de imponer un modelo de transversalidad, proponiéndose disputar y dividir al justicialismo y al radicalismo, planteando determinadas medidas políticas que permitan diferenciarse de las corporaciones. Al respecto la nacionalización de las AFJP es una medida central, en tanto quita de manos privadas los ahorros de los trabajadores ar-gentinos y los utiliza para medidas de inclusión social, tales como la asignación universal por hijo. Así se pueden sumar otras estatiza-ciones como la de Aerolíneas o la más reciente de YPF. Si administra bien o mal estas nacionalizaciones es otro debate, importante pero secundario. El punto más álgido de esta capacidad de poner agenda democrática frente a las grandes corporaciones es el año 2008 donde el enfrentamiento a las patronales agrarias, alcanzó una gran magni-tud, si se piensa, desproporcionada con la medida de las retenciones que la produjo. También es significativa la disputa abierta por la ley de medios, que abrió un enfrentamiento con el grupo Clarín.Ahora bien, estos son algunas de las cuestiones que diferencian clara-mente al ciclo kirchnerista del ciclo neoliberal, pero estamos nueva-mente frente al problema histórico: el ciclo nacionalista se para como la conducción democrática nacional frente al agotamiento del ciclo liberal, pero se muestra insuficiente para sostener en el tiempo un ciclo de conquista democrática que avance en los derechos políticos del pueblo y en momentos de crisis el Estado se incline claramente hacia los sectores populares.

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Es decir, el Kirchnerismo presenta avances significativos respecto de llevar adelante una agenda democrática en nuestro país, tras décadas de saqueo neoliberal. Pero a su vez tiene limitaciones estructurales, por lo menos en sus distintos períodos hasta la fecha, que impiden proyectar a largo plazo un ciclo que profundize la democracia e impi-da el retorno de los liberales al gobierno nacional.Las limitaciones del Kirchnerismo están ligadas a la forma que viene tomando la disputa de poder en Argentina. Al respecto, las huellas neoliberales no sólo se ven en la destrucción de nuestras fuer-zas económicas y nuestra dependencia financiera, sino que en el sistema político argentino siguen atornillados gran parte de los “profesionales de la política” que llevaron adelante el mode-lo neoliberal.Es decir, si bien hay cambios innegables en lo que hace a la forma política del gobierno nacional y a la composición de determinados cargos ministeriales, las estructuras políticas estatales intermedias son prácticamente las mismas que en la década del 90. A su vez, los gobiernos provinciales y municipales siguen ocupados por las es-tructuras políticas de las tendencias liberales, tanto del justicialismo como del radicalismo. Al punto que las políticas nacionales democrá-ticas y progresistas quedan trabadas o se aplican parcialmente.En síntesis hoy contamos con un Estado atrofiado que se encuen-tra a mitad de camino a la hora de aplicar medidas democráticas y que en gran parte está colonizado por cuadros liberales que despre-cian la organización popular.Lo que queremos decir es que hubo avances concretos en estos años respecto de fortalecer el Estado y ampliar los derechos sociales, pero todavía los grupos económicos cuentan con una impunidad importante y tienen aire suficiente para imponer su programa económico-social sin tener que modificar el sistema de dominación política actual.El problema está entonces en que la institucionalidad hoy es el terreno de disputa política marcado por la clase dominante. Pero ésta representa un límite estructural si se pretenden resolver todos los conflictos dentro del marco legal.Es que para enfrentar a las corporaciones, enquistadas en nues-

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tro sistema político y económico, así como en gran parte de nuestra forma de pensar como pueblo argentino, es necesario traspasar la institucionalidad formal. Si el poder estatal no se combina con el poder popular, se com-bina con el poder privado empresarial. No hay otra.En gran medida este es el desafío político estratégico respecto al pro-blema de la ruptura del ciclo histórico. Se trata de amalgamar la ampliación de derechos con una fuerza histórica que tenga la capacidad de ocupar posiciones de poder concretas, debilitan-do los pilares del poder sobre los que el liberalismo siempre re-pliega y se regenera en los momentos de crisis.En conclusión, las limitaciones del kirchnerismo son las limitaciones de los ciclos nacionalistas: abren la disputa de poder pero se quedan a mitad de camino a la hora de enfrentar con decisión a los enemigos del pueblo.

3. Profundizar la democracia para romper el ciclo.

En Argentina, como en toda América Latina, el problema del poder está embarrado en el problema de la democracia.Cuando decimos profundizar la democracia, nos referimos al acceso de los sectores populares a espacios concretos de poder a través de su participación política concreta en la defensa y conquista de nue-vos derechos. Se trata de identificar cuáles son las contradicciones presentes en la sociedad que, resolviéndolas en favor de los sectores populares, pro-ducen cambios sustanciales en las relaciones de fuerza.Esta posibilidad es inseparable de poner la política en el centro de la actividad práctica de la mayoría de la sociedad.En este punto, el balance histórico que sacamos es que el fortaleci-miento del Estado es indispensable para abrir un proceso de apertu-ra política de masas.Pero el fortalecimiento del Estado tiene que ir de la mano de la confrontación con los grupos elitistas que tienen hegemoni-zados pilares del poder fundamentales. La Tierra, el Capital Fi-nanciero, los Medios de Comunicación, la Iglesia, el Partido Jus-

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ticialista y el Ejército son las estructuras sobre las cuales la clase dominante se ha parado de forma alternativa, no en todas al mismo tiempo, para imponer su hegemonía.La defensa y conquista de nuevos derechos va de la mano del debili-tamiento y democratización de esos pilares. Para ello es condi-ción ineludible el acceso de los sectores populares a espacios de decisión y participación política concreta en la defensa y con-quista de nuevos derechos.Lo que implica una combinación de lucha insurreccional con lucha y representación institucional. Si no se construye un empoderamiento real, no hay formaEsto es un problema central respecto de las relaciones de fuerza de cara a profundizar la democracia. En tanto que en un momento don-de los grupos económicos están recuperando la iniciativa y tienen un margen de ganancias impresionante, es necesario un Estado fuerte que se posicione políticamente de cara a la distribución de la riqueza, así como se logre una reconciliación de la política con la sociedad, desterrando la concepción de la política como una actividad privada para hacer carrera individual.

4. Sujeto político

Lo anterior nos da pie para plantear un tema central: la constitución de un sujeto político, es decir, una fuerza que pueda sostener refor-mas democráticas en el tiempo, oponiéndose a la fuerza de los gru-pos minoritarios dominantes.Nos referimos a la constitución de una fuerza social que manifieste una voluntad colectiva guiada por un proyecto universal, en tanto, sea una conciencia ligada a los intereses generales de la sociedad y del país y no una suma de reivindicaciones económico-sindicales. Ese proceso de conciencia se logra con acciones políticas que ocu-pen posiciones concretas de poder. Esto tiene que ver con la di-námica social en la cual hay momentos de avanzada en donde la disputa toma caracteres políticos universales; y momentos don-de prima el corporativismo y la acción colectiva de masas tiene objetivos meramente individuales.

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Captar esa dinámica entre lo universal y lo particular tiene impor-tancia para comprender el problema del poder y los distintos mo-mentos de las relaciones de fuerza. Es decir, la profundización de la democracia requiere de un sujeto político que sea consciente de los intereses históricos, esto es, la importancia de revertir las correlaciones de fuerza para impedir que se imponga el ciclo li-beral. En ese sentido la lucha económica-sindical puede ir en contra o hasta ser furgón de cola de los liberales, sino se tiene claridad de las contradicciones políticas principales. Los liberales en argentina siempre la han tenido bastante clara a esa dinámica, y saben usar las necesidades económicas e individuales de las masas para imponer un proyecto político conservador. Hay que tener en claro por tanto que no solamente es el programa econó-mico-social el que sirve de criterio para medir el avance de los procesos políticos. Por el contrario tiene que ver con la presencia de fuerzas reales que tengan la capacidad de sostener la profundi-zación de la democracia en el tiempo, lo que muchas veces puede im-plicar sacrificios económicos importantes. Pero esos sacrificios sin una fuerza social consciente también son en vano, porque generan un caos social, caldo de cultivo de las fuerzas liberales conservado-ras.

5. Institucionalidad y Estado popular

En este punto, el balance histórico que sacamos es que el fortaleci-miento del Estado es indispensable para abrir un proceso de apertu-ra política de masas. El tipo de Estado y su relación con las mayorías populares es lo que tenemos que considerar.Cuando nos referimos a la constitución de un sujeto político que ma-neje los ritmos entre lo universal y lo particular, nos referimos en concreto a un sujeto que desde sus posiciones individuales tenga una conciencia universal en la diputa por la conducción política del Esta-do. De hecho, si las masas populares se quedan en un lugar contem-plativo, donde reciben los beneficios económicos de un Estado fuer-te, y no se involucran con las tomas de decisiones centrales respecto de lo que se hace con la distribución de la riqueza, el terreno para los

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liberales está liberado.Así en momentos de crisis, las decisiones políticas van a recluirse a pequeños círculos políticos y las mayorías populares se quedan en la impotencia histórica. Por lo que la construcción de un sujeto político, tiene que ver con que los sectores populares, además de luchar por sus reivindicaciones económicas, principalmente se orga-nicen para disputar, ocupar y dirigir áreas estatales concretas. Al respecto es importante instalar y disputar las reivindicaciones democráticas que permitan reformar las instituciones libera-les enquistadas en nuestra sociedad. Es necesario poner sobre la mesa la necesidad de constituir un Estado popular, donde se le ponga un límite a la impunidad que tienen los grupos económicos. En este sentido el problema de la institucionalidad representa un lí-mite político estructural si se convierte en un fetiche en el que se pretenden resolver todos los conflictos. Así la institucionalidad se vuelve en terreno en disputa, ya que la posibilidad de llenarla de contenido popular tiene que ver con unificar el poder estatal con el poder popular, es decir, con la capacidad de tomar decisiones institu-cionales que no queden en el aire, sino que tengan un poder que las garantice y las lleve adelante. Sino el poder estatal termina cediendo siempre a otro poder, el de las corporaciones económicas.

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CONCLUSIÓN

El problema histórico de Argentina tiene que ver con que los gru-pos minoritarios dominantes se han sabido adaptar a un recambio de ciclos, en el cual uno representa la salida al otro: el liberalismo y el nacionalismo. El desafío estratégico es entonces romper el ciclo histórico. Ahora bien, eso no se hace desde la nada ni inventando un proyecto político desde el vacío. De lo que se trata es de poder trabajar las con-tradicciones históricas e ir destrabándolas. Al respecto señalamos que el eje central de la disputa entre los ciclos históricos tiene que ver con el rol del Estado y su relación con las mayorías populares. La posibilidad de salir de esta condena histórica es a través de un proceso de profundización de la democracia en la cual se enlacen la participación popular, la constitución de un sujeto político y el fortalecimiento de un Estado popular. Desde ahí es que se debe abordar el peronismo como un problema estratégico, ya que en la historia argentina el peronismo y la demo-cracia están emparentados. Así como el liberalismo es equivalente a la exclusión política de las mayorías. Pensemos incluso que el neoliberalismo, un proyecto tremendamen-te antipopular, pudo gobernar democráticamente, desde un punto de vista formal, utilizando al peronismo como herramienta de domina-ción, alejándolo de sus banderas históricas. Eso tiene que ver con que el peronismo ha penetrado fuertemente en la conciencia popular y en la lógica que tenemos de hacer política. En parte esto se mide en la presencia en el entramado social, donde ha logrado ligar los proble-mas económicos individuales a las políticas de Estado, es decir, uni-ficó históricamente la economía y la política, el Estado y la sociedad.Visto desde ahí es que no se puede pensar en un proceso de pro-fundización de la democracia sin el peronismo.Pero con el peronismo sólo no alcanza. Tiene límites respecto de avanzar en reformas estructurales y sostenerlas en el tiempo con decisión. Justamente, como ya planteamos, se avanza en una apertura demo-crática, pero también se generan las condiciones para el retorno del

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liberalismo, en tanto la participación, la constitución de un sujeto po-lítico y el fortalecimiento de un Estado popular quedan a mitad de camino, obligando a las organizaciones populares a terminar reple-gando a la resistencia económico-social. John W. Cooke, uno de los cuadros políticos más lúcidos que dio el peronismo, expresó este problema claramente:“El peronismo podrá desaparecer cuando deje de expresar reivindica-ciones nacionales y populares y otro movimiento lo releve con ventaja; o cuando el mismo evolucione hacia algún tipo nuevo de nucleamiento que lo supere dialécticamente, es decir, sin negarlo sino integrandolo en una nueva síntesis”A su vez, la izquierda argentina en general, en sus distintas varian-tes y tendencias, no ha comprendido los ciclos políticos de nuestra historia. De hecho en su fundación, la izquierda argentina, tanto el Partido Socialista como el Partido Comunista, han tenido una matriz liberal muy impregnada, que los ha alejado de todo proceso nacional en donde la espontaneidad de masas ha tenido un lugar preponde-rante. Así en fechas historias trágicas para el pueblo argentino se han ubicado siempre de la mano de enfrente. El troskismo argentino al ser la expresión más clara de la separación entre la economía y la política, y al tener una visión estrecha del Estado como una simple herramienta de dominación de clase, termina siendo furgón de cola del liberalismo, ya que despolitiza a las organizaciones populares y genera un fetiche de la lucha económica.

Frente a estas breves observaciones, creemos entonces que la com-prensión histórica de los ciclos políticos en nuestro país es algo de primer orden, si se quiere avanzar en un proyecto político popular de liberación nacional y social. La posibilidad de romper un ciclo histórico está en la ampliación del poder y en la mayor participación política del pueblo en la toma de decisiones. Claro que esta capacidad no se logra de un día para el otro, tiene que ver con procesos históricos de acumulación de expe-riencia y momentos determinados de auge en donde muchas veces se dirimen los procesos. Al respecto, así como hay tradiciones políticas que nunca entendie-

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ron este problema; tenemos tradiciones históricas que nos muestran el camino, no para reproducirlas, pero si para ver la potencia que tie-nen los procesos donde la participación política popular se expresa en un proyecto revolucionario.Nosotros conocemos esos momentos; están en nuestra memoria his-tórica, aunque a veces parece que se perdieron en los museos de los recuerdos, están ahí y son parte de nuestra conciencia histórica. Un momento significativo fueron las luchas de la independencia donde se combinaron organizaciones conspirativas continentales como la Logia Lautaro de San Martín, con verdaderos ejércitos po-pulares movilizados. La experiencia histórica más reciente se centra en la ofensiva popular revolucionaria de los 60-70, en el que las organizaciones de masas tenían una fuerte capacidad de moviliza-ción y había vanguardias político-militares, condensadas en Monto-neros y PRT-ERP, que planteaban la posibilidad del socialismo. Hoy la disputa por romper el ciclo histórico, es decir, lograr conquis-tas populares que impidan una restauración conservadora, implica una búsqueda hacia adelante de un proyecto político superador.En ese sentido, la identificación y el trabajo sobre las contradicciones políticas actuales, que son realmente complejas, permite que cualquier proyecto de país no sea un mero programa escrito de consignas vacías, sino que se vaya forjando en la conciencia y la acción política de las ma-sas al calor de las disputas reales.

“No es lo mismo hablar de revolución democrática que de democracia revolucionaria. El primer concepto tiene un freno conservador; el segun-do es liberador.” Comandante Hugo Chávez.

Esperamos que este documento sea un aporte a pensar cómo construir una democracia revolucionaria en Argentina, que nos lleve a la segunda y definitiva independencia. Nuestro Tiempo.

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