Ciencia Sabino

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LOS CAMINOS DE LA CIENCIA Carlos Sabino Ed. Panapo, Caracas, 1996, 240 pgs. Ed. tambin por Ed. Panamericana, Bogot, 1997. Extrado de: http://paginas.ufm.edu/Sabino/CC.htm Los Caminos de la Ciencia forma parte, junto con El Proceso de Investigacin y Cmo Hacer una Tesis, de la triloga que he escrito sobre temas de metodologa. Este libr o est dirigido a los estudiantes de pre y de postgrado que necesitan conocer en q u consiste la ciencia, a los profesionales que desean aproximarse a las ciencias sociales, a todas las personas que quieren ampliar su cultura general y que disf rutan de una obra escrita con cuidado y dedicacin. En muy diversas materias de di ferentes facultades y universidades se utiliza como bibliografa para los cursos s obre la ciencia y el mtodo cientfico. Ahora puede consultarse completo en internet , segn el ndice de contenidos que aparece en esta misma pgina. Este, sin duda, es un libro singular: el mtodo cientfico es presentado a travs de e jemplos tomados de la historia de la ciencia de modo tal que el lector percibe, concretamente, cmo se lo aplica en la realidad. Los temas ms complejos son tratado s con amenidad y sencillez, sin introducir tecnicismos de escaso inters pero cuid ando de no perder la necesaria profundidad. Igualmente, en la parte dedicada a l as ciencias sociales, procuro dar una visin bien articulada de sus orgenes y de su s problemas fundamentales, aportando un tratamiento de sntesis que, sin embargo, se detiene en algunos problemas cruciales para la comprensin de su desarrollo. Escrib la primera versin de este libro en 1983 para presentarlo, con otro ttulo, co mo trabajo de ascenso en la Universidad Central de Venezuela. La primera edicin, de Editorial Panapo, fue publicada en 1985. El libro gan, al ao siguiente, el Prem io Bienal de la APUCV al Mejor Libro de Texto Universitario en el rea de ciencias sociales. La versin actual, a la que incorpor varias secciones, es de 1996. 1 A la memoria de Manuel, mi padre, inteligencia y pasin. A mi madre, Carmen, sensibilidad, amor y voluntad. PROLOGO Ya en nuestros tiempos no nos contentamos con las explicaciones mgicas o sobrenat urales, con la aceptacin pasiva del saber tradicional, con una forma de pensar qu e se detenga ante prohibiciones, puertas cerradas a las que estara vedado franque ar. La Ciencia, sin duda, ocupa un puesto de relevancia en el acontecer contempo rneo. Nuevos objetos y procedimientos, que hubieran resultado sorprendentes y hasta im prensables hace pocos aos, modifican incensantemente nuestra vida cotidiana abrie ndo inslitas posibilidades y proponiendo nacientes desafos. Posibilidades que, es preciso decirlo, abarca toda la gama que incluye desde los sueos prodigiosos hast a las pesadillas aterradoras. La tecnologa que revoluciona nuestro entorno se basa en unos conocimientos que la s generaciones anteriores no posean, procede de una actividad que se interroga co nstantemente acerca de las mil facetas del mundo fsico y de la vida humana: la ci encia moderna. El habitante de las grandes ciudades, el usuario o consumidor de los productos complejos del presente tiene una nocin muy vaga, sin embargo, respe cto a esos conocimientos que estn detrs de tales resultados. Sobre la prctica de la ciencia, en rigor, apenas si conoce algunos aspectos aislados, ignorando sus mto dos, los problemas de su desarrollo, el modo en que va venciendo sus obstculos. L a ciencia es respetada, casi mticamente a veces, pero se tiene sobre ella una ima gen superficial que la confunde con la tecnologa y se solaza en la visin de compli cados aparatos y ascpticos laboratorios. Poco se sabe de los procesos mentales, d e las operaciones intelectuales que, ms all de las apariencias, constituyen su ncle o. Uno de los objetivos principales de este libro es, precisamente, acercar un poco al lector no especializado al mundo de la ciencia, al mbito del pensamiento cien tfico, para hablar con ms exactitud. Porque detrs de la impactante tecnologa y de lo s relucientes instrumentos hay un modo de conocer, un mtodo para indagar que no d ebe ser pasado por alto. Buscamos, por ello, ofrecer un panorama de lo que disti ngue el pensamiento cientfico, del modo en que ste se ha ido perfilando historcamen

te y de la metodoga que le es propia. Esta es, por lo tanto, una obra que trata d el mtodo cientfico, un tema complejo sin lugar a dudas. En ella presentamos el res ultado de nuestras reflexiones a la par que la informacin imprescindible para que stas puedan comprenderse. Pese a lo anterior, por su lenguaje y su estructura, e ste no pretende ser un libro erudito: intentamos dirigirnos a un pblico amplio y compuesto por estudiantes universitarios, por profesionales que no se resignan a las fronteras de una especializacin limitante, por todas aquellas personas que s e interrogan acerca de la forma en que se obtienen los conocimientos cientficos, sin conformarse con aceptar pasivamente sus resultados. En consecuencia, no presentamos en estas pginas una historia de la ciencia ni, mu cho menos, un compendio del saber existente en cada rama del conocimiento. Cualq uiera de estos dos cometidos supondra la realizacin de una obra enciclopdica que es capa a la magnitud de nuestras fuerzas, y que resultara de escaso inters habindose ya escrito tanto al respecto [En la bibliografa el lector encontrar una de las pos ibles snstesis de lo escrito sobre el tema] Adems, en tales casos, los problemas 2 especficamente metodolgicos quedaran como relegados a un segundo plano, porque slo p odran tratarse inplcitamente sin recibir la atencin y el desarrollo anlitico que req uiere nuestro objetivo. Tampoco es este un libro de metodologa, en el sentido cor riente del trmino, que se ocupa de las etapas y procedimientos que deben llevarse a cabo cuendo se emprenden una investigacin completa [Hemos ya incursionado en e ste campo con Metodologa de Investigacin, Caracas U.C.V., 1974, y con las sucesiva s revisiones de tal obra: El Proceso de Investigacin, Ed. Panapo, Caracas] Nuestr a meta es otra. Consiste en ir mostrando las caractersticas fundamentales del que hacer cientfico, sus mtodos y modalidades, los caminos que se han ido recorriendo y que se transitan actualmente para incrementar y validar los conocimientos. Nos interesa mostrar la lgica interior a este proceso, las formas en que se van cons truyendo y superando las teoras, el sendero que nos lleva hasta la ciencia actual . Para lograrlo, tuvimos que idear una forma de exposicin que nos apartase de la menara en que usualmente se tratan temas de esta naturaleza. Hemos decidido centrarnos en los problemas de mtodo pero sin descuidar la present acin de ejemplos apropiados que muestren continuamente el contenido concreto de n uestras proposiciones. Por ello habremos de evocar con frecuencia ciertos episod ios de la historia de la ciencia, exponiendo a la vez las discusiones metodolgica s que ellos ponen de relieve. Creemos que esta es la nica forma accesible de trat ar los ridos problemas de la epistomologa, mediante referencias apropiadas a la vi sualizacin de los mismos, facilitando de este modo una comprensin ms intuitiva de l o que, en propiedad, es una materia sumamente abstracta. Por eso hemos cuidado, paralelamente, del lenguaje empleado, evitando innecesarios tecnicismos y buscan do la mayor simplicidad posible, para poner este libro al alcance de quienes no estn versados en tales temas. En la primera parte, que consta de cinco capitulos, se pasa revista a ciertos el ementos bsicos del mtodo cientfico, mostrando algunos ejemplos histricos que permite n ponerlos de manifiesto. Al final, en el captulo cinco, se presenta una visin sin tetizada que recoge de modo organizado la exposicin anterior, sealando las caracte rsticas principales del pensamiento cientfico, los puntos esenciales de su mtodo y algunas consideraciones sobre el desenvolvimiento de la ciencia. En la segunda parte introducimos el concepto de "revoluciones cientficas" [V. Kuh n Thomas, La Estructura de las Revoluciones Cientficas, Ed. FCE, Madrid, 1981.pp. 149 y ss.] mostrando cmo la ciencia no avanza siempre linealmente, sino a veces m ediante rupturas que reenfocan todo el trabajo terico anterior. El concepto menci onado -que empleamos de un modo ms ilustrativo que riguroso- nos sirve para mostr ar un cierto hilo conductor en la evolucin del pensamiento humano. Los captulos siguientes, que conforman la parte tercera, se dedican de lleno a la problemtica de las ciencias del hombre: luego de analizar sus peculiaridades met odolgicas se ocupan en particular de algunos de sus aportes ms renovadores. La ele ccin de stos guarda estrecha relacin con el sentido general de la obra sin que impl iquen sostener ninguna posicin ideolgica determinada, como podr comprenderse al con statar su diversidad. Dos razones nos han llevado a considerar, un poco ms en det alle, al curso seguido por las ciencias humanas: por una parte el hecho que sobr

e ellas se divulgue menos informacin confiable, siendo frecuentes las confusiones , que a veces son muy marcadas en el campo de la ciencia social; por otra la cir cunstancia de que, en su actual momento de desarrollo, presenten constantes disc usiones metodolgicas respecto a las bases mismas de sus estudios. En la cuarta 3 parte, por ltimo intentamos dar una perspectiva breve, sinttica, de las elaboracio nes precedentes. Siempre que nos ha sido posible hemos acudido a fuentes de primera mano para des arrollar los ejemplos que exponemos. Han sido las obras de los propios cientficos , antiguos o modernos, las que hemos consultado y citado. Cuando esto no ha sido factible o apropiado hemos optado por los trabajos contemporneos que resultan me nos discutible. La exposicin, por momentos, parecer centrarse quizs demasiado en la figura de ciertos cientficos y pensadores. No es que desconozcamos los mritos de muchos otros filsofos o investigadores que no citamos, pero que han hecho tambin a portes considerables al pensamiento cientfico; se trata de un recurso expositivo que pretende resumir, a travs de algunas figuras, el clima y las circunstancias d e varios momentos significativos de la evolucin de la ciencia. Para facilitar la lectura hemos incluido un apndice con breves referencias biogrfi cas de los nombres que aparecen en el texto as como de algunos otros que tienen u na relacin indirecta -pero sustancial- con lo tratado. Hemos adoptado el criterio de colocar al final dichos datos para no interrumpir la obra con fatigosas y co nstantes referencias que haran ms rida su lectura. La lista mencionada incluye tamb in, como en los usuales ndices de nombres, las pginas del texto en que dichos autor es son mencionados. Este apndice, junto con la bibliografa, intentan servir adems c omo punto de partida para ulteriores y ms precisas indagaciones del lector. RECONOCIMIENTOS La idea de escribir este libro surgi, hace ya ms de dos aos, durante las discusione s de algunos seminarios del Doctorado en Ciencias Sociales de la Facultad de Cie ncias Econmicas y Sociales, Universidad Central de Venezuela. Tanto Emeterio Gmez como Asdrbal Baptista favorecieron el planeamiento de ideas que iran a constituirs e en ejes de esta obra. Mi clido reconocimiento a ellos por el estmulo recibido, s in que esto implique hacerlos responsables de ninguna de las afirmaciones que aq u sostenemos. La continuada labor docente en la Escuela de Sociologa de dicha universidad me pe rmiti contactos muy fructferos con profesores y estudiantes; el Ao Sabtico que me fu e concedido gener las condiciones propicias para la rpida y ms cabal ejecucin de est e obra. Mi agradecimiento tambin a Dick Parker, por el inters manifestado hacia mi trabajo, lo mismo que a Carmen Helena Pars quienes, junto a los otros miembros d el Taller de Investigacin MOLA, han construido un ambiente generoso de discusin li bre y creadora. A mi esposa y colega Amrica Vsquez, quien ha tenido la indudable paciencia de leer y discutir conmigo los borradores de este texto, lo mismo que a mi hija adoptiv a, Adriana Toro V., que estudi con cuidado la primera parte de este libro, mi rec onocimiento que va ms all de lo que puede decirse con palabras. Carlos Sabino Caracas, 1985. 4 Prlogo a la Segunda Edicin Los textos sobre el mtodo de la ciencia suelen ser bastante ridos: o son presentac iones mayormente tcnicas, que se dirigen a un lector que busca asesoramiento o ay uda para realizar sus trabajos de investigacin, o son trabajos filosficos que plan tean problemas y emplean una terminologa que slo puede entender un pblico especiali zado. La idea de escribir un libro diferente, un libro sobre la ciencia que incl uyera los principales temas de la metodologa cientfica pero que pudiera satisfacer las inquietudes de un pblico ms vasto, se me ocurri hace ya varios aos, en 1983. Los Caminos de la Ciencia fue publicado dos aos despus, obtuvo un premio acadmico [ Premio Bienal de la Asociacin de Profesores de la Universidad Central de Venezuel a al mejor libro de texto universitario en Ciencias Sociales, 1985.] y fue reimp reso algunas veces. La necesidad de actualizar su contenido y de incorporarle al gunos elementos que lo hiciesen ms eficaz como herra-mienta docente motivan esta segunda edicin, que he revisado y corregido cuidadosamente.

El libro se propone acercar al lector a esa gran aventura intelectual que es la ciencia, al tipo de conocimientos que propone y a sus mtodos, a su evolucin y sus logros. Pero no es una historia de la ciencia ni un compendio de sus realizacion es, objetivos que me hubieran obligado a desarrollar una obra de tipo enciclopdic o, donde los problemas de mtodo hubiesen quedado inevitablemente en un segundo pl ano, ni es tampoco un "manual de metodologa", un trabajo didctico destinado a los estudiantes que cursan esa asignatura. Es -para decirlo con una expresin que no e s del todo exacta pero que me parece sugerente- una obra de divulgacin epistemolgi ca, un trabajo donde intento presentar, de un modo concreto y fcil de seguir, alg unos de los principales problemas y temas de la teora del conocimiento. El lector podr encontrar, as, en estas pginas, el clsico debate sobre racionalismo y empirism o o el llamado problema de la demarcacin -la distincin entre lo que es y lo que no es cientfico- presentados de un modo que creo original, con abundantes referenci as a hechos concretos, con ejemplos sacados de la historia de muchas disciplinas dife-rentes, con anlisis propios que presento en una terminologa accesible para q uien no sea especialista. Hay motivos pedaggicos que justifican un intento semejante pero tengo, adems, la c onviccin de que ninguna reflexin global sobre la ciencia puede hacerse sin vincula rla estrechamente el anlisis a su historia, sus realizaciones y su prctica concret a. En el primer sentido he experimentado, como docente universitario, la escasez de textos sencillos y a la vez generales que puedan servir como lecturas introd uctorias para los estudiantes de postgrado y pregrado. Pienso que es intil detene rse en tecnicismos o en debates filosficos complejos si la persona no tiene, prev iamente, una visin panormica del contexto en que se plantea el debate, o si pierde la referencia con el mundo de la investigacin cientfica tal como se presenta en l a vida real. Por ello este libro est dirigido a los estudiantes de diversos nivel es y -en general- a todas aquellas personas que quieren aumentar su cultura gene ral con el conocimiento de una de las reas cruciales del pensar contemporneo. Son muchos los mitos y las falsas nociones que existen todava sobre la ciencia, las c onfusiones -espontneas o deliberadas- sobre el alcance de sus propsitos y el valor de sus mritos. En cuanto a la otra preocupacin, la de analizar ciertos problemas epistemolgicos s in perder de vista la prctica de la cual surgen y en la cual inciden, tengo al re specto una posicin bastante clara: considero que de esta manera se superan muchas antinomias 5 que en el plano puramente filosfico parecen irresolubles, y que se capta mucho me jor el verdadero espritu con que trabaja el investigador cientfico. Por estas mism as razones me he preocupado, a lo largo de todo el libro, por no separar artific ialmente las ciencias naturales de las ciencias sociales. Si bien a stas ltimas, p or lo especfico que tienen, le dedico enteramente la tercera parte de la obra, he tratado que en todo momento no aparezcan como algo radicalmente diferente al re sto de las disciplinas, sino como parte de una misma y amplia aventura intelectu al. El libro se estructura en tres partes bien diferenciadas. En la primera intento presentar una visin general de lo que es la ciencia y el mtodo cientfico a travs de una exposicin progresiva donde aporto ejemplos que muestran diferentes elementos parciales y que culmina en una sntesis, presentada en el captulo cinco. En la segu nda parte introduzco el concepto de revoluciones cientficas para mostrar cmo se de sarrolla evolutivamente el pensamiento y la labor de la ciencia: trato de destac ar un cierto hilo conductor que, me parece, pone de relieve una de las lneas prin cipales de su dinmica histrica. En la tercera parte abordo tanto los problemas de mtodo especficos a las ciencias sociales como los aportes ms renovadores que se han producido en ese dilatado campo de estudios. Las conclusiones intentan poner de relieve, sintticamente, todo aquello desarrollado a lo largo de la obra. En la preparacin de esta segunda edicin han tenido especial importancia algunas le cturas que aparecen reflejadas en la bibliografa y la prctica docente realizada en el Doctorado en Ciencias Sociales de la Universidad Central de Venezuela, donde pude discutir en profundidad y libremente las materias que trato en este libro. Daniel Mato y Fabio Maldonado Veloza leyeron cuidadosamente este trabajo, hacie ndo valiosas sugerencias y comentarios. Dick Parker y Jess Andrs Lasheras, ambos p

rofesores de la UCV, hicieron tambin una lectura crtica, acuciosa y analtica, hacie ndo observaciones que me han resultado de gran utilidad. A todos agradezco, aunq ue naturalmente no los hago responsables por las opiniones que emito en el traba jo. A mi querida esposa, Amrica Vsquez, colaboradora permanente en todos mis esfue rzos, el reconocimiento por sus sugerencias, su estmulo y su paciencia en la corr eccin del manuscrito. Carlos A. Sabino Caracas, 1996 6 Parte I: HECHOS Y TEORIAS Captulo 1 Observacin y abstraccin Fijar un comienzo definido para establecer, a partir de all, el nacimiento de un pensar cientfico, resulta tarea sin duda aventurada. Si bien es cierto que la cie ncia, como actividad socialmente organizada, es privativa del mundo moderno, no puede desconocerse que ya se haca ciencia, de algn modo, en la antigedad, por lo me nos en lo que se refiere a ciertos temas y reas de conocimiento. La dificultad se presenta por el hecho de que lo cientfico -como modo especfico del conocer- no su rge de una vez perfilado y completo, sino que se va conformando en un proceso le nto, generalmente discontinuo, en virtud del cual se desliga poco a poco del pes o del mito, la religin, la leyenda y la especulacin filosfica. No obstante lo anterior pero obligados, por la fuerza de la exposicin, a presenta r un primer ejemplo, hemos decidido escoger el caso de la astronoma, la primera d isciplina que logr organizar un conjunto sistemtico de conocimientos y avanzar en el camino de lo que llamamos pensamiento cientfico. Comenzaremos pidiendo al lector que haga uso de su imaginacin para que nos acompae en una experiencia intelectual que puede resultar fascinante: queremos que cont emple -o que, si ello no es posible, se represente- un cielo estrellado, una lmpi da noche, como si no conociera en absoluto qu son las estrellas y planetas, como si no supiera nada acerca de la constitucin de esos astros y de las vertiginosas distancias a que se encuentran de nosotros. Que se olvide por un momento de todo el saber astronmico que posea, de todos los datos [Para una definicin ms rigurosa del concepto de dato v. El Proceso de Investigacin, Ed. Panapo, Caracas, 1994, pg. 117-8.] y teoras que conozca, y adopte una mirada ingenua. Que interrogue a esos increbles puntos de luz, a la circular y familiar forma de la Luna, y se concent re en contemplarlos con detenimiento. Si logra hacerlo, si puede desprenderse por un momento de la actitud mental del hombre contemporneo, estar en condiciones de entender quizs el sentimiento inefable que origin tantas cosmogonas y religiones, los mitos de tan diferentes culturas, algunas preocupaciones constantes de filsofos, telogos y poetas. Podr iniciarse, ta mbin, en un camino que nos lleva, casi directamente, hasta lo que hoy llamamos el pensamiento cientfico, porque la astronoma es, histricamente, una de las primeras construcciones intelectuales de la humanidad que puede llamarse ciencia. Esta av entura singular y sugerente del espritu comenz por un proceso que, en rigor, lleva hoy el nombre de observacin sistemtica. Veamos en qu consiste. 1.1 La Observacin Astronmica: Sus Inicios El objeto por antonomasia de la observacin astronmica lo constituye la llamada bved a celeste. Ante ella, por cierto, caben infinitas preguntas. Para quien no conoc iese ninguna explicacin o teora sobre el cielo los plurales puntos de luz, caprich osamente dispuestos, la irregular presencia de la Luna, los movimientos observab les durante el curso de una sola noche, constituan un poderoso estmulo para la cur iosidad: qu eran esas 7 silenciosas fuentes de luz?, por qu algunas resultaban ms brillantes que otras, o d e diferentes colores?, donde, a qu distancia se encontraban? Es probable que nuest ros remotos antepasados se hayan formulado stos y otros interrogantes similares, experimentando un sentimiento de perplejidad que es casi imposible reconstruir e n nuestros das. La forma de alcanzar las respuestas no estaba, evidentemente, al alcance directo de quien formulara las preguntas. Era imposible acercarse a esos prodigiosos objetos, manipularlos o interrogarlos, como s en cambio se poda hacer con los minerales o con los seres vivos. No quedaba otra alternativa que proced

er pacientemente, contemplando noche a noche el mismo espectculo perturbador a la espera de encontrar algn modo de comprenderlo mejor. Pero si la contemplacin era atenta, concentrada en su objeto, y si se haca de un m odo regular y sistemtico, se podan alcanzar algunas informaciones de inters, ya que no la respuesta a las fundamentales preguntas anteriores. Se poda percibir que l os puntos de luz mantenan entre s sus distancias aparentes, conservando su disposi cin mutua, y que parecan trazar ciertos dibujos o configuraciones estables, fcilmen te reconocibles. Esto ltimo resultaba ms sencillo si se adoptaba el recurso de con struir sobre ellos imaginarias figuras, de tal modo que podan verse en el cielo, con un poco de imaginacin, animales, personajes mitolgicos y formas humanas. An hoy perduran estas sencillas guas del reconocimiento astronmico, las llamadas constel aciones. La observacin detectaba otro fenmeno curioso, si se prolongaba al menos durante bu ena parte de la noche: desde el atardecer hasta el siguiente amanecer todo el co njunto de constelaciones iba movindose lentamente, como si se desplazara una giga ntesca esfera en la que estuviese contenido. Noche tras noche el espectculo era e l mismo, con el mismo imperceptible pero seguro movimiento, pero poda advertirse adems que las figuras del cielo aparecan cada vez como desplazadas, en el mismo se ntido que el anterior, aunque slo mnimamente: el movimiento nocturno se repeta pero como si comenzara cada noche un poco "adelantado" con respecto a la precedente. Por ltimo, despus de un tiempo bastante prolongado, y que coincida muy exactamente con la posicin del sol al atardecer y con los cambios climticos de las estaciones , todo el conjunto de los astros terminaba por dar una vuelta completa, empezand o a girar nuevamente desde el mismo punto. Para comprobar mejor este fenmeno resu ltaba preferible comenzar la observacin apenas las estrellas aparecan en el cielo, es decir, inmediatamente despus del crepsculo. Y de ese modo se poda percibir tamb in otro hecho interesante: el sol no se pona -ni sala- siempre por el mismo sitio d el horizonte, sino que se desplazaba sobre ste un poco cada da, en un movimiento cc lico que tena el mismo ritmo que el de las estrellas y que marcaba una periodicid ad alrededor de la cual todo pareca organizarse. La observacin regular, paciente y sistemtica, mostraba tambin otro fenmeno notable: entre los muchos puntos de luz que podan verse haba algunos que se comportaban de un modo anmalo. No eran ms que cinco, aunque entre ellos estaban los ms brillantes del cielo, aquellos que no se mantenan dentro de las constelaciones establecidas siguiendo los dos tipos de movimiento mencionados. Estos puntos errantes perecan recorrer caminos diferentes, avanzando en ocasiones ms rpida o ms lentamente que el conjunto restante o mostrando a veces un desplazamiento que, relativamente, tena un sentido contrario. Los griegos los llamaron por eso planetas -lo que en su l engua singificaba errantes o vagabundos- atribuyndoles propiedades especiales en concordancia con su peculiar comportamiento. 8 Estos conocimientos fueron establecindose a travs de una labor de recoleccin de inf ormacin que requiri, como es fcil suponer, muchsimo tiempo. Pero era un esfuerzo que renda sus frutos, ya que no slo pona al hombre en la senda de averiguar la misteri osa constitucin del universo que habitaba, sino que proporcionaba adems informacio nes de valor prctico y concreto: el conocimiento de los cielos permita orientarse en los viajes y preparar las cosechas, iniciar la aventura de la navegacin noctur na y prever el desplazamiento de los rebaos y las aves. El ritmo global que seguan los astros tena una importancia singular para comprender los ciclos de la vida n atural, porque ese perodo fijo que se repeta regularmente, el ao solar, permita anti cipar los cambios de las estaciones, el ciclo reproductivo de las plantas y los animales, el clima, las crecidas de los ros y muchos otros fenmenos ms. Por eso la organizacin del tiempo en un sistema capaz de abarcar tanto los cambios del cielo como los de la naturaleza, la elaboracin de un calendario, result un punto crucia l para casi todas las culturas humanas y, desde la antigedad, se le dedicaron ing entes esfuerzos. Tener un calendario confiable, un registro capaz de predecir, d e algn modo, lo que habra de suceder, era una herramienta de primer orden para org anizar las actividades diarias y para lograr el aprovechamiento de los recursos indispensables para la vida. Pero era algo ms: era la percepcin de que exista una e specie de orden en todas las cosas, una armona general que inclua al hombre y a lo que lo rodeaba, un cosmos organizado y no un caos incomprensible.

Durante milenios diversos pueblos acumularon estos datos y fijaron los primeros conceptos surgidos de la observacin astronmica. Por fin, en la Grecia clsica, hace ms de dos mil quinientos aos, se lanzaron las primeras hiptesis de que tengamos not icias en cuanto a explicar lo que aconteca ms all de la Tierra. Fue en la regin de J onia, de acuerdo a los testimonios que poseemos, donde primero se inici un pensam iento diferente, que se interrogaba acerca del sentido del movimiento de los ast ros y que propona adems modelos explicativos del comportamiento del cosmos. La mis ma palabra cosmos, como denotacin de una totalidad organizada -por oposicin a caos - proviene de all, de los filsofos que llegaron a pensar que el Sol y las estrella s eran gigantescas piedras ardientes, que la Tierra era una enorme esfera o que, inclusive, sta se desplazaba alrededor del Sol. [Para una discusin ms extensa sobr e el concepto de cosmos, inspirador de la obra de Humboldt y de muchos otros aut ores, v. Sagan, Carl, Cosmos, Ed. Planeta, Barcelona, 1982.] No todas estas inge niosas y anticipadoras deducciones se difundieron por igual en la antigedad, dond e ms bien prevaleci una interpretacin de los fenmenos astrales que lleg casi intacta hasta los comienzos de la edad moderna europea: la que elaboraron entre otros Eu doxo de Cnido, Hiparco y Claudio Ptolomeo de Alejandra, y a la que luego tendremo s oportunidad de referirnos. [V. infra, cap. 6.] 1.2 La Observacin Sistemtica Hemos presentado, con algn detalle, los que pueden considerarse como los pasos in iciales de la ciencia astronmica; lo hemos hecho as porque los referentes empricos de la observacin -los objetos a observar, en este caso los astros- se hallan toda va a nuestra disposicin de la misma manera que hace miles de aos, permitindonos real izar un juego intelectual que resulta interesante pues nos acerca a la posicin de l observador que se inicia en su tarea. Nos toca ahora, para comprender mejor es te proceso, analizarlo con ms detenimiento, centrando nuestra atencin en la observ acin sistemtica en s misma, en sus caractersticas, problemas y limitaciones. 9 Observar, ya el lenguaje corriente lo apunta, es mirar y estudiar algo detenidam ente, concentrando nuestra atencin en aquello que nos proponemos conocer. De este modo nuestros sentidos ejercen plenamente todas sus posibilidades, capturan lo que no descubre una mirada casual o impremeditada, aprehenden una multitud de da tos que de otro modo no llegaramos a hacer plenamente conscientes. [V. Sabino, Op . Cit., pp. 146 a 153.] Poco parecera poder lograrse, de este modo, en el terreno de la astronoma, pero en la terminologa cientfica la observacin sistemtica es, por cierto, algo ms que lo que hacemos en la prctica cotidiana. Incluye a todos los sentidos y se dirige a las caractersticas y al comportamiento de los objetos como parte de un problema de in vestigacin definido: observar sistemticamente es recoger datos de un modo organiza do y regular para encontrar respuestas a lo que no sabemos pero deseamos conocer . Por eso la observacin cientfica es repetitiva, porque as se confirma y enriquece, incorporando las modificaciones que los objetos puedan sufrir con el transcurso del tiempo; es exacta, lo ms exacta posible, para permitir efectuar mediciones, para establecer comparaciones, para evaluar con la mayor certeza la informacin re cibida. Cuando as se procede se logran casi siempre fructferos resultados en la prc tica cientfica de todas las disciplinas, pero tambin en el arte y en la vida cotid iana: se "descubren" cosas que de otro modo no podran percibirse -aunque se halle n, materialmente a veces, ante nuestros ojos- se comienza a entenderlas, a compr ender poco a poco su funcionamiento y sus relaciones mutuas. Pero la observacin, aunque presente en casi toda investigacin cientfica, no puede c onsiderarse como una panacea: como tcnica de obtencin de datos que es, no alcanza, por s misma, a darnos la explicacin de los fenmenos. Otros procesos mentales, bien diferentes, se necesitan para avanzar algo en este sentido. Por otras partes, l a observacin sistemtica no rinde los mismos resultados en todas las situaciones, a nte todos los problemas de conocimiento. En el mismo caso de la astronoma, que ac abamos de presentar al lector, se advertir rpidamente que ninguna respuesta concre ta pudo proporcionar a los interrogantes fundamentales que ponamos como ejemplo ( v. supra, pgina 15). Ello porque el problema planteado impona un esfuerzo de refle xin tan considerable que habran de tardarse muchos siglos antes de constituir los modelos tericos capaces de suministrar avances significativos. Mediante observaci ones bien hechas podan conocerse muchas otras cosas, importantes sin duda, pero f

altaba un trabajo terico, esencial para que tales informaciones llegaran a esclar ecer el ncleo de la cuestin. Resultar quizs sorprendente que los antiguos alcanzaran tales logros cientficos cas i exclusivamente en la astronoma (y no en otras ramas del saber) precisamente en un campo donde la observacin tropezaba con tantas dificultades y limitaciones, a diferencia de lo que ocurra en otros casos. La botnica, la zoologa o la mineraloga p arecen representar reas ms propicias para la observacin, no slo por lo accesible de sus objetos de estudio, sino porque adems sus conocimientos se ligan -aparentemen te- de un modo mucho ms directo al bienestar de los seres humanos. Es cierto que en todos estos casos los antiguos alcanzaron valiosos e interesantes resultados, especialmente en lo que se refiere a las aplicaciones prcticas. La metalurgia, l as tcnicas agrcolas y de domesticacin de animales, la arquitectura -con sus magnfico s testimonios-, as como la navegacin y otras artes, dan plena fe de ello en casi t odas las civilizaciones conocidas. Pero ningn conocimiento de tipo general y abst racto ha trascendido, nada que tenga la solidez, rigurosidad y elegancia intelec tual de la astronoma o de las matemticas donde tambin, como es bien sabido, se lleg a xitos destacables. 10 Esta desproporcin en el avance de los distintos campos de conocimiento, una visib le paradoja, obedece seguramente a muchas razones, tanto de ndole cultural como d e naturaleza social o filosfica. Pero responde tambin, a nuestro juicio, a motivos que se encuentran en las mismas particularidades que, en cada caso, plantea el trabajo cientfico de indagacin. Porque, para que la observacin sistemtica nos propor cione un conocimiento generalizado y vlido, es preciso responder con antelacin a u na pregunta elemental y bsica: qu conviene observar?, es decir, donde deben concentr arse el esfuerzo para que ste nos lleven a conclusiones de provecho? 1.3 La Necesidad de Abstraer Ante la mltiple diversidad del mundo circundante los objetos celestes ofrecen un acusado contraste. En este caso el material para la observacin lo constituyen, en rigor, objetos simples, no porque lo sean en s mismos, sino porque ante los ojos humanos se presentan apenas como puntos de luz, slo diferenciables por su intens idad, su color y la trayectoria que siguen. Al encarar la observacin, en este cas o, se produce un proceso espontneo de simplificacin. Para el observador antiguo, q ue no posea otro instrumento que sus ojos, las caractersticas a tomar en cuenta er an pocas, por lo que podan registrarse, organizarse y compararse de una manera si stemtica. No ocurra lo mismo, evidentemente, al abordar otro tipo de objetos, porq ue ya el slo determinar las variables a observar se converta en una decisin dificul tosa. Frente a un vegetal, por ejemplo, poda considerarse su tamao, que vara en amp lias proporciones de un ejemplar a otro, su color, su ciclo de crecimiento, la f orma de sus flores, frutos, ramas, semillas o races. Para observar con provecho t oda esta innumerable variedad de elementos y llegar a algn tipo de conclusiones c onsistente, era preciso proceder a abstraer algunas caractersticas especficas entr e la riqusima gama que se ofreca a los sentidos. Lo que en la astronoma operaba por s mismo en otros casos, como el del ejemplo, tena que ser laboriosamente realizad o por el hombre, mediante un proceso mental que eliminara la superabundancia de posibles datos. La operacin de abstraer, en s y en general, no presenta mayores dificultades. La m isma es tan corriente que puede considerarse implcita en la existencia misma del lenguaje, ya que de otro modo no podra asimilarse un conjunto de elementos establ es a un vocablo determinado. Abstraer significa literalmente "sacar algo" [ Cf. Ferrater Mora, Jos, Diccionario de Filosofa, en 4 tomos, Ed. Alianza, Madrid, 1979 , como una slida referencia al respecto, que puede servir tambin al lector para pr ecisar otros trminos de tipo filosfico: induccin, deduccin, epistemologa, racionalism o, empirismo, etc. Nuestro punto de vista coincide tambin con Mc Kenzie, Richard y G. Tullock, La Nueva Frontera de la Economa, Ed. Espasa Calpe, Madrid, 1981, pgi na 15.] separar algunas caractersticas comunes a una cantidad de objetos -fsicos o mentales- ponindolas aparte para igualarlos de ese modo conceptual-mente. Pero a l hablar de algunos rasgos comunes estamos, por supuesto, dejando de lado una va riedad amplsima de atributos que consideramos desdeables en la formacin del concept o. Ahora bien, el problema que se plantea inmediatamente para el observador cons iste en determinar qu habr de abstraer o, en otros trminos, seleccionar qu variables

y qu objetos han de reclamar su atencin. La realidad, en definitiva, no habla por s sola. Necesita ser interrogada, organi zada alrededor de los conceptos. Pero los conceptos estn en nuestra mente, son el aborados o reelaborados por el sujeto a partir de su herencia cultural y de su e xperiencia. Por eso tienen naturalmente un cierto carcter subjetivo -o inter-subj etivo a lo sumo- porque implican inevitablemente un proceso de seleccin: nuestro entendimiento no se limita a 11 registrar pasivamente los estmulos del mundo externo. Toda percepcin es procesada por ste, separada en sus elementos componentes, organizada y compuesta luego. Estas consideraciones podran interpretarse como una defensa de las posiciones rac ionalistas que, en epistemologa, reconocen antecedentes tan lejanos como el de Pl atn. Pero la corriente opuesta, el empirismo, tambin tiene slidos fundamentos para sostener sus conclusiones. Porque si bien no cabe duda de que nuestra razn es el elemento indispensable para organizar las percepciones que provienen del entorno , tambin es cierto que la razn no procede de un modo arbitrario: organiza o elabor a algo que le es dado, externamente, de manera que no puede actuar con entera li bertad. Puede interpretar y organizar los datos de diferente modo, pero no puede sustituirlos, ya que la base -prxima o remota- de todo razonamiento, consiste en algn tipo de experiencias sobre la que se apoya todo el trabajo posterior de la razn. [Una referencia clsica es Platn, Thette, Ed. Garnier-Flammarion, Pars 1967, as c mo las obras de Aristteles.] El lector nos disculpar si, por el momento, abandonamos un tema que de todos modo s no alcanzaramos a agotar. El problema del origen del conocimiento resulta natur almente muy complejo, habiendo merecido incontables y profundos esfuerzos que ab arcan desde la filosofa clsica hasta las complejas discusiones de nuestros das. Hem os tenido que esbozarlo aqu, obligadamente, porque el anlisis de la observacin como tcnica de recoleccin de datos as lo impona. Retornaremos por lo tanto a la consider acin de dicha tcnica, aun cuando naturalmente habremos de volver sobre esta crucia l problemtica en pginas y captulos posteriores. [V. Piaget, Jean, Introduccin a la E pistemologa Gentica, en tres tomos, Ed. Paids, Buenos Aires.] Se comprender, luego de lo expuesto, que sin un adecuado nivel de abstraccin, la o bservacin de los fenmenos no puede resultar en verdad muy fructfera. De nada vale a cumular datos y ms datos sobre nuestro polifactico universo si no tenemos algn crit erio general que nos permita organizarlos. Por eso el pensamiento antiguo tropez con tantas dificultades para decir algo coherente y sistemtico respecto a los obj etos ms inmediatos de la experiencia, porque se trataba de objetos complejos, don de el proceso de abstraccin se extraviaba casi de inmediato. Por all comenzaba el problema, por la eleccin de un criterio de abstraccin para el que resultaba difcil encontrar una respuesta unvoca. El pensamiento antiguo se decidi en general por un a solucin que hoy nos parece la ms complicada, la menos positiva para acceder a un fructfero trabajo cientfico: preocupado por obtener un provecho inmediato a sus i nvestigaciones busc, por ejemplo, los efectos que plantas y animales tenan sobre l a salud humana, sus propiedades teraputicas, sus aplicaciones productivas, sin co mprender que un conocimiento tal corresponda ms bien al remate de una ciencia biolg ica o de una medicina desarro-lladas, y no a sus inicios. No se avanz casi, pues, en este sentido. [Por supuesto, sta es una simplificacin un tanto exagerada, que apunta a remarcar el contraste con la astronoma y con las matemticas.] Por medio d el ensayo y del error se obtuvieron en ocasiones interesantes conclusiones, pero siempre dispersas, de dudosa confiabilidad, incapaces de organizarse en un todo armonioso como el que iba diseando la astronoma. Al dificultarse la abstraccin, po rque era difcil decidir apro-piadamente qu abstraer, la observacin se descontrolaba , perda su rigor, incapaz de hallar esas regularidades, esos movimientos simples que tan importantes resultaban porque sobre ellos poda encontrarse, pacientemente , explicacin a lo aparentemente inexplicable. 12 Lo que acabamos de referir no se plante de este modo, difanamente, en la antigedad: haberlo hecho hubiera sido acercarse lcidamente al ncleo del problema, con lo que ya se hubiese encontrado la clave para lograr su solucin. No hubo consciencia, e n realidad, de esta disparidad entre la astronoma y el resto de las ciencias, ent re otras razones porque se desdeaba, en muchas civilizaciones, el trabajo prctico,

la manipulacin de los objetos fsicos, todo lo que tuviera un referente tecnolgico directo. No insistiremos sobre esto con ejemplos o precisiones respecto a un proceso que discurri hace tanto tiempo, y de modo diferente entre diversos pueblos, pues la f alta de datos adecuados nos llevara rpidamente al terreno de la conjetura. [V., Go rdon Childe. V., Los Origenes de la Civilizacin, Ed. FCE, Mxico 1971, como un buen punto de apoyo para profudizar sobre este punto.] No es sta, como ya se ha dicho , una historia de la ciencia o de la filosofa. Desde el punto de vista del mtodo interesa simplemente puntualizar la imposibilid ad de efectuar una observacin fructfera si no se eligen convienientemente las cara ctersticas de aqullo que queremos conocer, si no se formulan preguntas con sentido , si no se abstraen los elementos que nos habiliten para detectar regularidades empricas y para proponer, en consecuencia, leyes que expresen el comportamiento d e los objetos en estudio. Lo anterior nos remite otra vez a las polmicas entre distintas posiciones filosfic as que ya sealramos ms arri-ba, colocndonos un poco en la situacin de los pensadores antiguos: cmo saber lo que es conveniente o apropiado cuando se realiza la abstrac cin? Porque, si no se define esto, la observacin estar condenada a proceder errticam ente; pero, para saberlo, sera preciso ya conocer de antemano lo que resulta impo rtante y lo que no es importante para la generalizacin. Se produce as una especie de razonamiento circular, segn el cual parecera que cada conocimiento necesitase a su vez de otro conocimiento previo para poder establecerse. De dnde emergera, ento nces, el conocimiento inicial, imprescindible para elaborar a los siguientes? No podr afirmarse que de la pura experiencia elemental porque sta, sin la gua de la a bstraccin, no es capaz de dar ms que un conjunto incoherente de datos; tampoco pod r sostenerse que de la sola razn porque, en tal caso, cmo hara sta para poder coincidi r con la experiencia? Ni el empirismo ni el racionalismo, en sus expresiones absolutas, metafsicas, estn en condiciones de dar respuesta vlidamente a este problema. [La apreciacin sobre el tema cambia radicalmente a partir de Kant, Emmanuel, Crtica de la Razn Pura, Ed . Losada, Buenos Aires, 1973. Volveremos sobre el tema en diversas parte de este libro.] El hecho, sin embargo, es que el conocimiento existe, se desarrolla, va desplegndose en teoras que se ajustan cada vez con ms rigor a los datos que se obt ienen en la labor investigadora. Las posiciones extremas, en realidad, son impor tantes ante todo como puntos de referencia para el pensar epistemolgico, no como soluciones a la discusin sobre el origen y la posibilidad del conocimiento. La ep istemologa ha ido elaborando proposiciones ms sutiles y complejas, que se alejan d e la disyuntiva elemental presentada. No cabe aqu hacer un recuento de tales tent ativas -que ocupara por s solo un espacio considerable- aunque conviene, antes de pasar al captulo siguiente, intentar una aproximacin a la cuestin que venimos discu tiendo. Existe un delicado equilibrio, una complicada relacin entre teora y empiria que, a nuestro juicio, opera diferentemente segn los casos; no hay pues un -camino real - frente 13 al problema, un punto de equilibrio al que el cientfico pueda remitirse en todas las ocasiones. Los conceptos, generados histricamente, se van adecuando a los dat os disponibles, construyndose, revisndose y afinndose de acuerdo a ellos, pero actu ando a la vez como criterio selectivo, como el requisito para la obtencin de esos mismos datos. La interre-lacin es continua y su fluidez, nos parece, una de las caractersticas fundamentales del pensar cientfico, que se precia de estar abierto a las rectificaciones en un reconocimiento explicto de su falibilidad. Es lgico qu e, de este modo, la conceptualizacin resulte en ocasiones imprecisa, o decididame nte confusa, como cualquiera que conozca las ciencias sociales puede comprobar; o que los datos, en ausencia de referentes tericos slidos, no alcancen a proporcio nar una iluminacin adecuada de los problemas formulados en la investigacin. Los ca minos estriles, los perodos de estancamiento, son tan consustanciales a la histori a de la ciencia como los ms comentados hallazgos geniales y explicaciones brillan tes. Ninguna garanta de seguridad absoluta tiene, por ello, el esfuerzo de invest igacin, que es en el fondo una aventura del pensamiento y no una limitada especul acin escolstica.

Basten por ahora estas escuetas puntualizaciones sobre una temtica que, lo sabemo s, amerita una consideracin ms cuidadosa. La retomaremos ms adelante, en la medida que la cohesin expositiva nos lo permita, aunque naturalmente sin pretender agota rla. Pasaremos entonces a conside-rar otros ejemplos paradigmticos en el desarrol lo de la ciencia para luego, en mejores condiciones, regresar a las preocupacion es epistemolgicas que inevitablemente plantea el examen de la actividad cientfica. 14 Captulo 2 El Planteamiento de Problemas 2.1 El Concepto de Investigacin De lo expuesto en el captulo anterior se concluye que, para utilizar la tcnica de la observacin cientfica, es preciso delimitar, con la mayor claridad, qu habr de obs ervarse. De lo atinada que sea nuestra decisin en tal sentido dependern la riqueza y la utilidad de los datos obtenidos y, por lo tanto, la capacidad de inferir, de ellos, conclusiones positivas. En cualquier manual moderno sobre el proceso d e investigacin -incluido el nuestro [V. Sabino, C., Op. Cit., pp. 39 y ss.]- se e ncontrarn claras advertencias indicando que las tcnicas de investigacin no pueden e scogerse libremente, puesto que ellas dependen del carcter y los fines de la inve stigacin y de los problemas tericos relacionados con el tema en estudio. Esta conv iccin, hoy trivial, fue generndose histricamente mediante aportes intelectuales que tienen sus primeros antecedentes conocidos en la Grecia clsica, donde los jonios parecen haberlo comprendido perfectamente hace ya ms de 2.500 aos. Una actividad intelectual prodigiosamente intensa se desarroll en esa poca en vari as de las pequeas ciudades helnicas del Mediterrneo Oriental. Nombres como los de T ales de Mileto, Hipcrates de Cos, Anaxgoras de Clazomene, Anaximandro de Mileto, P itgoras de Samos, Empdocles de Agrigento, Herdoto de Halicarnaso, y muchos otros ha n sobrevivido en virtud de la originalidad de sus ideas y de la libertad de su p ensamiento, lo que les permiti sentar las bases de la reflexin cientfica, anticipan do muchas hiptesis que hoy consideramos todava como vlidas. Los pensadores jonios no slo ellos, en rigor- produjeron una autntica revolucin en las ideas cuando inten taron comprender la naturaleza sin invocar la intervencin de los dioses: apelaron , por el contrario, a la reflexin racional, a la experiencia organizada, como va d e entender el cosmos. Una de sus aportaciones capitales fue la que llamaron Hist oria, palabra que en su acepcin original significaba algo bien distinto de lo que hoy entendemos por tal cosa. Historia, para los helenos, poda traducirse por lo que hoy denominamos investigac in, indagacin, averiguacin. Su desarrollo, escuetamente, se efectuaba mediante la d efinicin previa de un problema, que adoptaba la forma de una pregunta rectora que se buscaba satisfacer; luego, apelando a los datos que podan recogerse, deba razo narse hasta encontrar la respuesta o posibles respuestas al interrogante inicial . Se propona, de tal modo, una solucin al problema que presentbamos en el captulo an terior, pues ya la observacin sistemtica poda contar con una gua que concentrase el inters del "historiador" en aquellos datos que pudieran resultar pertinentes para la solucin del interrogante planteado, abstrayendo la atencin del resto. Pero no slo se lograba as una manera de orientarse dentro de la maraa infinita de l os datos posibles, sino que se avanzaba tambin en el camino de la objetividad: al basar la respuesta en las informaciones que proporcionaban los datos de la real idad a la que se interrogaba, la prctica, el mito, la tradicin y la leyenda quedab an ubicados obviamente en un segundo plano. No podan constituir la entera explica cin de los fenmenos, ni podan justificar o servir para sostener opiniones que resul taran opuestas a la expe-riencia. La investigacin tomaba as conciencia de s misma, imponindose 15 lmites y delineando un mtodo, y de ese modo comenzaba a oponerse a la fcil repeticin del mito clsico a la aceptacin acrtica de los prejuicios y opiniones convencionale s. El aporte es de una magnitud tal que, a pesar de sus insuficiencias e impreci siones, orienta todava paradigmticamente nuestras bsquedas: preguntas iniciales y p lanteamiento de problemas; datos adecuados a tales preguntas, extrados de la real idad por el investigador; razonamientos y conclusiones sobre la base de tales da tos son, en conjunto, los elementos ineludibles de la investigacin cientfica. No es de extraar, por ello, que la astronoma y las matemticas alcanzaran all horizon

tes sin precedentes, y que las ciencias de la naturaleza, como la fsica, comenzar an un desarrollo significativo, a pesar de interrupciones y retrocesos posterior es. Aun las ciencias del hombre -que presentan siempre redoblados desafos metodolg icos- mostraron un comienzo, un dbil inicio, gracias a la labor de un hombre que se atrevi a encarar tan apasionantes y complejos desafos. 2.2 Herdoto: Historia y Entrevistas "Esta es la exposicin de las investigaciones (historias) de Herdoto de Halicarnaso , para que no se desvanezcan con el tiempo los hechos de los hombres, y para que no queden sin gloria grandes y maravillosas obras, as de los griegos como de los brbaros, y, sobre todo, la causa por la que se hicieron guerra." [Herdoto de Hali camaso, Los Nueve Libros de la Historia, Ed. Exito, Barcelona, 1960, pgina 3. (Li bro 1,1). La palabra brbaro, para los griegos, significaba literalmente extranjer o.] As comienzan los relatos de este espritu inquieto, viajero infatigable, que se dec idi a investigar sistemticamente la vida de los hombres en sociedad. Su obra, desp us de nada menos que veinticinco siglos, puede leerse todava con inters, tal es la frescura de su lenguaje, la amenidad de su exposicin, la agradable falta de conve ncionalismo que suele exhibir. Herdoto recorri sin prisas ese mundo antiguo que ho y conocemos en gran parte gracias a l, recogiendo la tradicin oral que le abra las puertas al conocimiento del pasado y a la comprensin del presente, observando ate ntamente los hechos y los testimonios que encontraba, in- terrogando a una multi tud de informantes sobre lo que ellos, mejor que nadie, podan conocer. Fue el pri mero que utiliz -por lo que sabemos- la tcnica de la entrevista sistemtica, un recu rso an invalorable en las ciencias sociales. De este modo recogi datos sobre una variedad de temas, todos relacionados con la cultura de los pueblos. En las pginas de su Historia encontramos desde descripcio nes de batallas hasta hbitos culinarios, pasando por observaciones sobre la fauna y la flora, sobre geografa, construccin de edificios y cultos religiosos, sin des cuidar por eso el hilo conductor de la narracin, que se centra en los sucesos polt icos y militares de ms transcendencia. Herdoto, siguiendo el mtodo apuntado (v. supra, 2.1), no basa su relato en los mit os dominantes en la poca ni busca explicaciones que tengan fundamento en la relig in o en la intervencin de los dioses, sino en la informacin que le proporcionan sus entrevistados. Por all, sin embargo, se reintroducen las fantasas en boga, a travs de la ingenuidad y credulidad de sus contemporneos. Pero el griego no acepta pas ivamente todo lo que le dicen, y respeta firmemente la verdad: describe la fabul osa Ave Fenix, pero confesando que se basa en una pintura y que no la ha visto; transcribe cuentos, pero puntualiza cundo no le resultan crebles; procura siempre distinguir aquellos datos que provienen de sus observaciones directas de lo que le llega por medio de otras 16 fuentes. [V. como ejemplos dem, pp. 113, 114, 121, etc.] Este relativo escepticis mo, que lo lleva tambin a cotejar diferentes versiones de una historia o a buscar pruebas para confirmarlas, esta preocupacin por el mtodo, que lo aparta del dogma tismo y las creencias vulgares es, en ltima instancia, lo que nos permite conside rarlo hoy como un genuino precursor del pensamiento cientfico social. El curioso investigador se equivoca, claro est, como lo han hecho siempre todos l os seres humanos, aun los cientficos ms eminentes. Pero cuando lo hace, en general , nos permite ver dnde reside la debilidad de sus afirmaciones, pues deja bien en claro el proceso que ha seguido en su razonamiento. As, por citar un ejemplo clsi co, cuando habla de las regulares crecidas del Nilo, inexplicables para los anti guos que no conocan las regiones montaosas del Africa Oriental donde el ro se origi na, nos dice: "La tercera de las explicaciones, con mucho la ms plausible, es la ms equivocada, pues nada nos dice al afirmar que el Nilo nace de la nieve derretida. El ro corre desde Libia, a travs de Etiopa, y desemboca en el Egipto. Como, pues, podra nacer d e la nieve si corre de lugares muy calientes a lugares ms fros?" [Id., pg. 94 (libr o II, 22).] La conclusin es obviamente errada, porque el razonamiento opera sobre datos falso s, pero Herdoto sin embargo nos expresa que es la ms plausible, al haber examinado previamente las inconsistencias de las otras dos hiptesis. Su falla como investi

gador consiste en no haber confirmado los datos sobre la zona en la que nace el ro, no en haber extrado conclusiones racionales, aunque equivocadas, sobre los dat os disponibles. El mismo procedimiento utiliza en otras partes de su obra, cuand o expone ante el lector las diversas explicaciones posibles de algn hecho, consid erando cada una por separado y eligiendo la que, de acuerdo a las pruebas que po see, parece la mas slida. Esto permite que sus afirmaciones se alejen, casi siemp re, del dogmatismo, de lo que se afirma como mera opinin o de lo que constituye a rtculo de fe. Ms all de los aciertos o errores queda entonces inclume el mtodo, la va loracin del anlisis, la bsqueda de pruebas que proporcionan los datos confirmables. Con Herdoto las ciencias sociales daban los pasos iniciales en su trabajoso y acc identado desenvolvimiento, en un camino erizado de problemas a los que tendremos oportunidad de tratar, con ms detalles, en la Parte III de este libro. El mtodo d e la "historia", tal como lo hemos esbozado ms arriba, daba sus primeros frutos a un en los campos del conocimiento ms complejos, mostrando la utilidad de definir y plantear los problemas a investigar y de apoyar la respuesta en datos verifica bles. Pero adems se pona de relieve la importancia de otra tcnica de recoleccin de datos q ue, junto con la ya conocida observacin sistemtica, resultara indispensable para la s ciencias humanas: la entrevista. Porque interrogando a nuestros semejantes ten emos acceso a un cmulo de informaciones que resultaran inalcanzables por otros med ios. No slo podemos superar las barreras de la distancia y del tiempo, eliminando la necesidad de la presencia del observador ante el fenmeno, sino que tambin pode mos penetrar en los deseos, sentimientos y opiniones de otros seres humanos, que muchas veces no se exteriorizan en la conducta mani- fiesta. La entrevista permite ampliar as el horizonte del investigador, penetrando en el pasado, en el oscuro terreno de las intenciones, en las motivaciones y explicaci ones subjetivas del acontecer humano. Tiene la virtud de lo simple y lo directo pues, qu mejor que preguntarle a la gente lo que hace, lo que piensa, lo que sient e? Habra acaso alguna otra forma mejor para saberlo? Por eso puede considerrsela co mo un 17 indispensable instrumento para el avance de la psicologa y de la sociologa, ya sea en la forma extensa y profundizada que es corriente en la psicloga y en la llamad a "sociologa cualitativa", o del modo agregado, estadstico, caracterstico de las tpi cas encuestas sociolgicas. Pero esta tcnica, como se advertir de inmediato, tiene sus intrnsecas limitaciones: nos proporciona la informacin que los dems quieren darnos, haciendo intervenir, c omo es comprensible, su subjetividad. Ms all del engao deliberado -que la experienc ia indica como no muy frecuente, y que el investigador conciente puede descubrir con cierta facilidad- existe otro problema: si el entrevistado cree firmemente en la existencia del Ave Fnix, si supone haberla visto, obtendremos una completa y detallada descripcin de este animal de leyenda. Nuestro conocimiento, en tal ca so, poco podr aportar al campo de la zoologa, aunque quizs resulta til y significati vo para el antroplogo que estudie la supervivencia y las formas de los mitos. No es sencillo, entonces, usar adecuadamente de este tcnica. Hay que tener en cue nta que no slo estar presente la subjetividad del entrevistado sino tambin la del i nvestigador: hay muchas maneras diferentes de formular preguntas que se refieran a un mismo objeto y hay, naturalmente, diversas respuestas posibles segn el tipo de preguntas realizadas. El anlisis de los datos obligar a mayores precauciones q ue las usuales durante la observacin, imponiendo la necesidad de un examen riguro so, tanto de las preguntas como de las respuestas. [V., entre la bibliografa ya c lsica, a Selltiz et al., Mtodo de Investigacin en las Relaciones Sociales, ed. Rial p, Madrid, 1971, y a Good J. y Hatt P. Metodologa de la Investigacin, Ed. Trillas, Mxico, 1972. Tambin en El Proceso de Investigacin, Op. Cit., 9.5, presentamos con ms extensin el tema a los lectores.] Sus complejidades y riesgos, sin embargo, no anulan este recurso valioso, esta tcnica insustituible hoy para el estudioso de l as ciencias humanas en general. 18 Captulo 3 La Importancia de Clasificar 3.1. Los Datos y su Organizacin

Los datos, ya provengan de la observacin o de entrevistas, no son ms que informaci ones particulares, puntuales, que poco dicen por s mismas. Para que puedan dar la respuesta al problema cientfico que se estudia es necesario que estn ordenados de tal manera que puedan esclarecer las preguntas iniciales y que, adems, cubran to dos los aspectos del problema planteado. De nada sirve acumular informacin si sta no se refiere a un problema definido, decamos en el captulo anterior; tampoco resu lta muy til esa informacin, agregamos ahora, si ella no es organizada de un modo c laro y sistemtico en funcin de los conocimientos que se buscan. Esta operacin puede resultar sencilla cuando investigamos fenmenos relativamente s imples y cuando ya se ha realizado una observacin sistemtica amplia, prolongada y cuidadosa. Pero puede convertirse en una desconcertante encrucijada en otros cas os, cuando se estudian fenmenos y objetos complejos, cuando la riqueza y variedad de los datos disponibles hacen posibles que stos puedan clasificarse segn muy dif erentes criterios. Un ejemplo histrico nos proporcionar una idea ms precisa de las dificultades relativas a la clasificacin de la informacin. Los astrnomos, como hemos visto, pudieron solventar esta tarea con una cierta fac ilidad: sus propios objetos de estudio presentaban una marcada simplicidad apare nte y tendan, por as decir, a organizarse por s solos. Algo comparable suceda tambin en el dominio de las ciencias formales -como las matemticas- donde el anlisis poda concentrarse en elementos simples, abstractos por su propia naturaleza, y por lo tanto perfectamente organizables. [Cf. Geymonat, Ludovico, El Pensamiento Cientf ico, Ed. Eudeba, Buenos Aires, 1972, pp. 7 a 26.] Pero el estudio de los animale s -pongamos por caso- situaba al incipiente cientfico ante una labor mucho ms ardu a. Estos eran innumerables, muy diversos en forma, tamao y comportamiento, aunque a la vez presentaban llamativas regularidades en muchos aspectos. En suma, haba, dentro de la profusa variedad de datos, tanto diferencias como similitudes acus adas, lo que induca a la perplejidad y a la confusin a quien quisiese estudiarlos en conjunto. Por otra parte, desde tiempos inmemoriales, el hombre haba aprendido mucho sobre diversas clases de animales en su contacto con la naturaleza y grac ias a las prcticas de la caza, la domesticacin y la cra. No faltaban datos, pues, p ara iniciar una descripcin sistemtica de tales objetos de estudio, para comenzar l a construccin de una nueva ciencia, la zoologa. El punto de partida inevitable era, por lo tanto, organizar todo ese conocimient o disperso, integrndolo en un sistema que permitiera una percepcin globalizada del mundo animal. Aristteles, enfrentado a tal problema, se ocup primeramente de las cuestiones metodolgicas que se haca indispensable considerar para abordar el tema con xito. Tiene inters, an hoy, recordar la forma en que l se interroga al comenzar uno de sus libros: "Hay que comenzar a tratar de cada especie por separado: el hombre, el len, el bue y, etc., consi-derando cada gnero independientemente de los dems, o hay que tratar 19 primero de los atributos que tienen en comn en virtud de algn elemento comn de la n aturaleza, procediendo de ste como base de la consideracin de ellos separadamente" ? [Aristteles, Anatoma de los Animales, Ed. Espasa Calpe, Madrid, libro primero, p p 5 y 6. Es interesante hacer notar que este primer libro de la obra trata exclu sivamente de problemas metodolgicos.] El filsofo griego, sin vacilar, descarta el primer camino. Recorrerlo, afirma con lucidez, nos llevara a incesantes repeticiones, pues habra que referir en cada ca so, innume-rables veces, los elementos que las especies tienen en comn. Lo lgico, lo que nos puede llevar a una descripcin que muestre al mundo animal como a un co njunto, es seguir la va inversa: la que supone una clasificacin general que nos pe rmita ir encuadrando, en las categoras que se determinen, los gneros y las especie s particulares. Pero, cual ha de ser el criterio a emplear para realizar la clasi ficacin? Porque los animales pueden ser clasificados de muchas maneras dife-rente s: de acuerdo al medio en que viven, segn el nmero de sus extremidades o en funcin de la posesin de ciertos atributos, como la sangre caliente, los pelos, las pluma s, las escamas o los dientes. En estas condiciones fijar un criterio de organiza cin implica poseer, de antemano, un conocimiento de los elementos ms importantes d e su constitucin, ms all de las apariencias que, muchas veces, resultan engaosas. El problema, en este punto, parece adquirir una forma circular: es preciso tener

un criterio terico para ordenar los datos pero este criterio, a su vez, no puede surgir sino de la propia organizacin de la informacin disponible. Dicho problema, histricamente, se ha resuelto casi siempre me- diante una labor taxonmica que, en sucesivas tentativas, se ha ido aproximando a una mejor comprensin de los datos conocidos. Ello ha dado por resultado la elaboracin de tipologas que sirven para c lasificar y ordenar los fenmenos, que son el referente terico que nos permita pasa r de la recoleccin ordenada de datos a las formulaciones tericas ms generales, prop ias del conocimiento cientfico. [Taxonoma, que proviene de taxis (ordenacin), signi fica la parte de una ciencia que se ocupa de la forma en que deben ser dispuesto s los hechos y objetos de estudio para su anlisis. La tipologa comprende la elabor acin de los tipos o modelos conceptuales sobre los que se hace dicha ordenacin.] Aristteles no avanz demasiado, en verdad, como zologo, pero advirti claramente que t oda taxonoma deba someterse a algunas normas lgicas, sin las cuales ningn intento cl asificatorio llegara a alcanzar verdadera consistencia. Comprendi que deba proceder se desde lo general, partiendo de los atributos comunes a todos los seres, hacia lo particular, de modo tal que las categoras generales abarcaran otras ms especfic as hasta llegar, siguiendo este mtodo, a los casos verdaderamente particulares. E ntendi tambin que una taxonoma deba respetar algunas reglas fundamentales, como las siguientes: 1) Ningn grupo final -las especies, en este caso- deba estar incluido en ms de una categora general. 2) Ninguna divisin o subdivisin podra incluir, dentro de ella, gneros o grupos marca damente diferentes, de modo que cada una fuera representativa de un conjunto hom ogneo de objetos ordenados segn el criterio de la clasificacin. 3) Todos los objetos, sin excepcin, deban aparecer en alguna de las divisiones cla sificatorias elaboradas. [V. Aristteles, Op. Cit., pg. 22.] 20 Con esto deline los principios de lo que hoy llamamos una ordenacin exhaustiva de categoras mutuamente excluyentes, la nica que permite incluir de un modo riguroso y completo todo el material que se haya recopilado, y que adems hace posible inte grar ordenadamente los datos que se vayan obteniendo en investigaciones posterio res. Estas contribuciones metodolgicas aristotlicas no bastaron, como es comprensible, para que las ciencias biolgicas pudiesen establecer una taxonoma confiable y fructf era. Su discpulo, Teofrasto, intent una tarea similar para la botnica, aunque sin m ayor xito, y en general hubo muy pocos otros adelantos significativos en la antige dad. [Uno de ellos fue la Historia Naturalis, de Plinio "El Viejo", quien reuni e n su 37 volmenes, relacionndolos y comparndolos, conocimientos que hasta all estaban dispersos.] Por ello, los esfuerzos por hacer algo coherente de las mltiples obs ervaciones existentes sobre los seres vivos permaneceran durante ms de un milenio como logros aislados, asentados en obras que se lean y relean durante la larga Eda d Media europea, sin que, paralelamente se realizasen investigaciones sistemticas que tratasen de superarlos. La renovacin de tal campo de conocimientos hubo de a guardar hasta el Rena-cimiento que, como vigoroso movimiento cultural, sent indir ectamente las bases de lo que seran las modernas botnica y zoologa, permitiendo las posteriores profundizaciones que han llevado hasta las ciencias biolgicas ac- tu ales. Dos aportes renacentistas tpicos, aunque muy dispares, abrieron las compuertas al desarrollo de la nueva botnica: nos referimos a la imprenta y al inters y perfecc ionamiento del dibujo realista. Gracias a ste, los estudiosos comenzaron a hacer descripciones grficas confiables y detalladas de plantas y animales, lo que permi ti una adecuada identificacin de las especies y rganos, as como un principio de unif icacin de la variada terminologa existente. Merced a la imprenta, adems, los nuevos trabajos alcanzaron una difusin anteriormente impensable, posibilitando una rpida comunicacin entre los investigadores y una mejor circulacin de las ideas. Un nuevo espritu, que se interesaba por la antigedad clsica pero que se opona a la p asiva repeticin escolstica de los textos, se despleg en la Europa Occidental. La bo tnica produjo varias Floras, descripciones ordenadas del panorama vegetal de una regin, vindose coronada por el trabajo de tres alemanes, los llamados "padres de l a botnica". Otto Brunfels, excelente dibujante, clarific la terminologa de su tiemp

o, indicando las sinonimias, los distintos nombres dados a idnticas especies; Hie ronymus Bock reemprendi la tarea aristotlica, intentando una nueva clasificacin sis temtica; Leonhard Fuchs, mdico y natura-lista, hizo descripciones y dibujos con pe ricia, confeccionando un glosario de las especies conocidas. La invencin del microscopio, as como la casi contempornea del telescopio, abri nuevo s e insospechados horizontes a la observacin. Con ese instrumento el hombre se li beraba de la limitacin que sus ojos imponan necesariamente a la percepcin, pudiendo penetrar en lo que hasta all fuera estrictamente invisible. A lo largo del siglo XVII decenas de cientficos, que fueron llamados los microscopistas, se dedicaron intensamente a observar la materia viva por medio del nuevo instrumento, lo que aport una apreciable cantidad de observacin hasta all insospechada llevando, tiemp o ms tarde, hasta el descubrimiento de la clula, unidad fundamental de los fenmenos biolgicos. Hacia 1753 Linneo, un naturalista de vastos conocimientos, organizado e incansab le, siguiendo la senda aristotlica, propuso una nueva clasificacin para las especi es vegetales conocidas. El nmero de stas haba ascendido gracias a los viajes y los 21 descubrimientos geogrficos, y su descripcin haba mejorado merced al trabajo de los microscopistas. La idea de Linneo era la de una terminologa nica, basada en el latn para evitar todo particularismo, que utilizaba dos palabras para designar la es pecie y el gnero del ejemplar en cuestin. As, en cada caso, se contaba con una deno minacin universalmente aceptable, a la que se aada un sistema general que ubicaba l as especies en gneros, stos en familias, las familias en rdenes y los rdenes en clas es, de acuerdo al criterio comentado ms arriba (v. supra pg. 40). Gracias a su cla ridad y simplicidad la nueva terminologa se difundi y acept con rapidez, utilizndose la hasta el da presente, aunque con los necesarios afinamientos y retoques. Algo semejante ocurri, un poco ms tarde, con la zoologa, debido en gran medida a la labo r de Buffon. 3.2. Clasificacin y Explicacin El lento desarrollo de una taxonoma cientfica, que hemos esbozado en el punto prec edente, fue necesario para que las ciencias biolgicas superaran la etapa de las o bservaciones dispersas, de la mera acumulacin de datos, y se plantearan sobre bas es mucho ms slidas las preguntas fundamentales sobre el origen y la permanencia de la vida, respecto a lo que ella es y tiene de peculiar. Podr parecer, sin embarg o, que demasiado esfuerzo se gast en esta minuciosa tarea, que los cientficos desp legaron sus energas en una labor de clasificacin detallada en vez de ir, directame nte, hacia los temas fundamentales que siempre han reclamado la atencin humana. E s comprensible que el lector pueda tener esta errada impresin, especialmente si c onoce las agotadoras y aparentemente escolsticas polmicas que la taxonoma ha engend rado, disputas que parecen apartar la atencin de aquello reconocido como principa l. Pero el esfuerzo de sistematizacin no es vano, como la historia de la biologa se h a encargado de demostrar: slo a partir de ste es que ha podido realizarse la const ruccin terica darwiniana ?capaz de dar satisfaccin a uno de los interrogantes esenc iales planteados ms arriba? o se han desarrollado las investigaciones modernas, q ue nos llevan a la comprensin de las races mismas del fenmeno vital. Un nuevo ejemp lo, tomado de otra ciencia, ilustrar mejor la fecundidad de una adecuada clasific acin. A comienzos del siglo XIX la qumica haba logrado avances sustantivos: se haba compr endido mejor la naturaleza de la combustin, la estructura molecular de la materia y la existencia de los intercambios moleculares presentes en toda combinacin qumi ca. Nuevos elementos, sustancias simples primordiales de cuya combinacin o mezcla surgan todas las restantes, iban descubrindose en rpida sucesin para aadirlos a la l ista de los ya conocidos desde antiguo: oro, plata, hierro, cobre, azufre, plomo , estao y algunos pocos ms. Hacia 1850 ya se haban identificado varias docenas de e lementos y se conocan diversas caractersticas importantes de cada uno, como su pes o atmico, su punto de fusin y ebullicin, su densidad, sus valencias, etc. Sin embar go, no haba ninguna manera de ordenar este conjunto de elementos simples, ninguna forma razonable de decir, adems, si su nmero era infinito o estaba limitado a alg una cifra determinada.

La clasificacin de los elementos era, por eso, de importancia vital. Sin ella no se poda continuar la investigacin ms que a ciegas y no se poda llegar a trazar un pa norama global de lo que es la materia y de los diferentes elementos en que sta se presenta. Si los elementos eran infinitos, o imposibles de ordenar en un conjun to coherente, el universo resultara un conjunto catico e inabarcable, indefinido e n cuanto a sus componentes. 22 Varios cientficos abordaron la tarea de ordenar los elementos conocidos, un desafo de indudable dificultad aunque, por cierto, menos complejo que el que en su tie mpo tuvieron botnicos y zologos, enfrentados a un sinnmero de especies mucho ms comp lejas que los simples elementos. Gracias a eso, y a la existencia de una comunid ad cientfica ya ms amplia y organizada, se pudo disponer en pocas dcadas de una tab la de elementos que, clara y ordenadamente, los dispona en una secuencia coherent e. El mrito le cupo a Dimitry I. Mendeleyev, un qumico ruso que public en 1859 una Tab la Peridica de los Elementos que hoy, en muchas ocasiones, se menciona como "Tabl a de Mendeleyev". En la tabla se ordenaban los elementos conocidos -unos sesenta , a la sazn- en diversos perodos o series particulares, de acuerdo a un orden dado por sus valencias y que, adems, coincida casi exactamente con el de sus pesos atmi cos. Estos perodos iban describiendo -si se los dispona en forma de hileras horizo ntales- ciertas columnas en las que se iban alineando, verticalmente, grupos de elementos ya reconocidos como afines. Mendeleyev, siguiendo la lgica aristotlica d e la clasificacin, se neg a consentir que ninguna columna contuviese elementos de propiedades no concordantes. Si un elemento no pareca caer en la columna adecuada , lo desplazaban entonces a la siguiente. Con audacia explicaba estos vacos que i ban quedando en la tabla: para l se trataba de nuevos elementos, an no conocidos, pero que en algn momento se tendran que descubrir. Ni Mendeleyev ni ninguno de sus contemporneos pudo explicarse el motivo que lleva ba a esta doble ordenacin y que haca de cada elemento miembro a la vez de un perodo y de un grupo. Pero su tabla result de una utilidad enorme en poco tiempo: graci as a ella (y a la tcnica de la espectroscopa, de reciente creacin), fueron llenndose rpidamente los vacos mencionados, al descubrirse nuevos elementos que coincidan ca si exactamente con las predicciones del cientfico ruso. As, en pocas dcadas, se lle g a establecer la existencia de los 92 elementos presentes en la naturaleza, posi bilitndose adems la profundizacin de los conocimientos relativos a la estructura de l tomo. Niels Brh, un fsico dans, pudo explicar ms tarde el fecundo enigma que plante aba la tabla, afirmando que el nmero de protones o electrones de cada tomo -el nmer o atmico- era el nmero de orden que apareca en la tabla. Su modelo de tomo, aunque ms tarde modificado, fue sin embargo capaz de explicar muchas de las caractersticas peculiares de cada elemento. La qumica y la fsica ganaron pues muchsimo con la proposicin de la Tabla Peridica, no porque sta fuera correcta en todos sus detalles, sino porque proporcion un marco hipottico sobre el cual trabajar, un modelo de ordenacin que llev a formular nuevas preguntas y, en definitiva, a descubrir las leyes que estaban en el fundamento del comportamiento, tan diverso en apariencia, de los diversos elementos. La Tab la dio un principio unificador, un basamento para la comprensin de la materia que rebas, con mucho, su simple contenido organizador. La taxonoma, las tipologas, las tablas que ordenan los objetos y los fenmenos, son algo ms que simples expresiones de un deseo de disponer armnicamente los datos con ocidos. Constituyen tentativas de organizacin general que suponen la regularidad n tima del universo y que permiten, por eso mismo, descubrir las regularidades exi stentes. Son por lo tanto un poderoso instrumento intelectual que permite organi zar los hechos conocidos pero, adems, incluir los nuevos fenmenos que vayan conocin dose. Ayudan a identificar problemas tericos, a formular preguntas generales, a p lantear nuevas y ms cuidadosas observaciones. Los hechos, de este modo, dejan de ser 23 fragmentos aislados de la experiencia para vincularse entre s, adquiriendo una lgi ca y una relacin explcita que de otro modo no tendran. Las apreciables ventajas que proporciona una adecuada tipologa depende, sin embar

go, de la existencia de un criterio terico que permita construirla. Toda clasific acin es, en alguna medida, expresin de las certezas tericas de que se disponga en e l momento de formularla. Pero, si una "buena" teora requiere de una clasificacin a propiada de los fenmenos, no estaramos, nuevamente, ante un problema de tipo circul ar, como el que nos planteaba la observacin sistemtica? [V. supra, 1.3.] El proble ma existe, sin duda, como lo prueban muchas de las dificultades que enfrenta el cientfico social cuando intenta ordenar los complejos fenmenos que lo ocupan. Pero es de una magnitud menor en la prctica de la investigacin que en el razonamiento filosfico puro. Porque, aun en ausencia de modelos tericos rigurosos, un esfuerzo clasificatorio sistemtico permite muchas veces a-cercarse a las leyes que se encu entran detrs de las regularidades de los datos; porque los esfuerzos que se hacen para formular una clasificacin clara y precisa obligan a plantear hiptesis, a exp licitar intuiciones, a sistematizar el razonamiento; porque, en suma, el trabajo real de investigacin no se detiene ante tales problemas circulares sino que busc a -tal como lo vimos con los ejemplos presentados en este captulo- algn resquicio que le permita avanzar, ya sea por la va de mejorar los criterios metodolgicos -au n cuando no se tengan datos precisos y probablemente relevantes- o por la va de s istematizar los datos, aun cuando no se tenga todava los basamentos tericos comple tamente esclarecidos. Ello porque el mtodo de la ciencia no es una simple suma de etapas prefijadas, sino una compleja amalgama de esfuerzos metodlogicos, tericos y prcticos, que se gua por la razn pero que no desdea, llegado el caso, el apoyo de la intuicin o del pragmtico sistema de ensayo y error. 24 Captulo 4 Teora y Experimentacin 4.1 La Elaboracin de Modelos Tericos Los problemas relativos a la organizacin de los datos, que discutimos en el captul o precedente, nos llevan a la necesidad de considerar el papel de la teora dentro del proceso de investigacin: Cmo encontrar, para un conjunto determinado de datos, la teora que resulte ms adecuada a ellos? Cmo saber si nuestras teoras son ciertas o no? Enfrentado a estos problemas epistemolgicos los cientficos han ido elaborando respuestas que, depuradas y sistematizadas con el correr del tiempo, han ido co nfigurando las bases de lo que hoy llamamos el mtodo cientfico. Volvamos un instante, para encontrar algunas claves de inters, al ejemplo inicial de la astronoma. Recordar el lector que casi todos los cuerpos celestes se mueven de un modo regular, lentamente, durante el curso de la noche, y que a su vez ti enen otro movimiento aparente que los desplaza poco a poco en el curso del ao sol ar. Estos movimientos pueden ser comprendidos o interpretados si postulamos que tales cuerpos describen a nuestro alrededor algo as como inmensos crculos. Tal con clusin es el resultado casi directo de la observacin, ciertamente muy poco elabora do, al que ya la humanidad lleg hace varios milenios. Pero, y eso es lo que quere mos destacar aqu, no es simplemente observacin: es algo ms. Supone una formulacin ab stracta "la idea de crculo" a la luz de la cual interpretamos la observacin, propo niendo un elemental modelo terico para organizar la experiencia. [No damos aqu a l a palabra "modelo" la denotacin que es usual en la Teora de Sistemas, sino la ms di recta de construccin intelectual que permite representar, organizadamente, divers os aspectos de un todo complejo. Ella se aproxima a la acepcin que, por ejemplo, utiliza Granger, Gilles Gastn, en "La Explicacin en las Ciencias Sociales", en Pia get, Jean (comp.), La Explicacin en Ciencia, Ed. Martnez Roca, Barcelona, 1973, pp . 155 a 158.] Podemos ir enriqueciendo tal modelo aadindole, por ejemplo, la idea de velocidad, para as distinguir los dos tipos de movimientos que mencionbamos al comienzo de este prrafo, y otros elementos que lo enriquezcan. De este modo se po dr ir ampliando poco a poco, para poder adaptarse mejor al conjunto de hechos obs ervados. El modelo terico elaborado se compondr, por lo tanto, de un conjunto de relaciones especficas entre conceptos que, llegado cierto punto, podremos llamar una teora. [No toda elaboracin intelectual, por cierto, tiene la consistencia y el nivel de generalidad que permiten llamarla, en propiedad, una teora. Pero en este captulo u tilizaremos el trmino en un sentido amplio, mucho ms flexible que el que suele drse le en la bibliografa especializada.] Por supuesto, casi cualquier observacin imagi

nable requiere de conceptos, de definiciones y de relaciones para poder siquiera expresarse: el lenguaje que utilizamos para describir algo, aun la experiencia ms sencilla, ya est cargado de sentido y apunta hacia ciertos modelos bsicos que no s permiten comprender lo que percibimos. Pero de all en adelante se presenta una labor de reflexin y de sistematizacin que es imprescindible para lograr captar la realidad con mayor profundidad. El simple modelo terico que acabamos de poner como ejemplo nos sirve para describ ir el comportamiento de los objetos; se trata de una forma en que nuestro 25 intelecto organiza las percepciones de los sentidos, las observaciones, de modo tal de darles congruencia y de vincularlas entre s. Obviamente, podran proponerse infinidad de modelos tericos diferentes para un mismo objeto: nuestra imaginacin p uede volar libremente, construyendo una variedad de posibles abstracciones, pero esto no es lo que interesa a la ciencia, es simplemente el ejercicio de la fant asa. Lo importante para el cientfico es elaborar modelos que se correspondan, lo ms ajustadamente posible, con las percepciones empricas acumuladas, con todas ellas , de modo tal que los mismos operen como adecuadas representaciones de la realid ad. De all la importancia de la verificacin, del proceso que permite confrontar lo s datos con la teora para analizar si sta concuerda con los fenmenos observados. A partir de las proposiciones tericas que elaboremos podrn deducirse, adems, consec uencias que nos lleven a ahondar el conocimiento de los fenmenos, a relacionarlos entre s, a prever otros sucesos que ocurrirn si nuestro modelo es vlido. Si es cie rto que un objeto, una estrella por ejemplo, gira describiendo un crculo, entonce s podremos deducir en qu momento se encontrar en una determinada posicin. La previsin, aunque no sea enteramente exacta, est ntimamente ligada a la construcc in de modelos tericos. Pero no es, como a veces se afirma, un requisito previo e i mprescindible para decidir si un modelo es cientfico o no: es, ms bien, un sntoma d e madurez en una ciencia, porque implica que sta ha alcanzado a formular modelos tericos suficientemente completos y ajustados a los hechos, que se han comprendid o los principales factores que desencadenan un fenmeno. Si existen discrepancias entre lo que se prev y lo que luego efectivamente sucede ello puede deberse a una tosca medicin de lo que estamos estudiando o a una imperfeccin del pensamiento ter ico con que lo interpretamos. El modelo terico inicial, en el segundo caso, debe entonces ser reformulado, ajustndolo y afirmndolo para obtener una mejor correspon dencia con lo emprico. Para el ejemplo anterior, una elipse representa un adelant o que corrige las inconsistencias que surgen con la observacin cuando suponemos q ue los planetas giran en rbitas circulares. As, en un proceso de modificaciones su cesivas, es que puede profundizarse en el conocimiento de las cosas; as, aunque n o de un modo tan sencillo como quizs lo muestren nuestros ejemplos, es que ha ido levantndose el edificio de la ciencia. 4.2. El Mtodo Experimental Para quien no conoce de primera mano en qu consiste la prctica de la investigacin c ientfica sta se halla ligada, casi inseparablemente, a la ejecucin de experimentos. El profano se imagina siempre al cientfico con una bata blanca y una probeta en la mano o manejando delicados instrumentos en una sala llena de aparatos relucie ntes. Esta imagen no se corresponde, como ya el lector lo habr comprendido, con l a variedad de tareas que desarrolla el investigador en muy diferentes campos de estudio. Pero, aun cuando exista un mito con respecto a la experimentacin, no pue de negarse que ella ha cumplido un papel de fundamental importancia en el surgim iento de la ciencia moderna y que sigue siendo un elemento de incalculable signi ficacin en muchas disciplinas. En el lenguaje cotidiano experimentar significar probar o ensayar una cosa, sent ir o vivir algo en la prctica. En el lenguaje cientfico un experimento es un mtodo especfico que se utiliza para poner a prueba la validez de una afirmacin o hiptesis : consiste en generar, artificialmente, los fenmenos que se desea estudiar para p oder observar as, sistemticamente, el comportamiento de los objetos. [V. Sabino, C ., El Proceso..., Op. Cit., pp 94 a 101.] El investigador manipula, en su experi mento, los objetos de estudio, con lo 26 cual tiene la oportunidad de realizar observaciones sistemticas y comparativas. L a recoleccin de datos, de este modo, se hace ms activa, pues no se reduce a espera r o escoger las condiciones en que se produzcan los fenmenos de inters, sino que s

e basa sobre la produccin misma de lo que se pretende conocer. Pero esta manipulacin, y he ah lo interesante, no se realiza al azar. Se hace de t al manera que permita poner a prueba la validez y el alcance de los modelos teric os que el cientfico ha elaborado. Si suponemos que un catalizador, por ejemplo, a celera una determinada reaccin qumica, procederemos a colocar dicho catalizador en el lugar donde tiene efecto la reaccin, tomaremos el tiempo que sta demora en pro ducirse y luego compararemos ste con el que corresponde a una reaccin sin la prese ncia del catalizador; trataremos, adems, que todas las otras circunstancias que p uedan afectar el fenmeno (temperatura, presin, etc.) sean las mismas en ambos caso s, para estar lo ms seguros posibles de que las diferencias en el tiempo de reacc in se deben a la presencia del catalizador y no a otros factores intervinientes. Por ello la preparacin previa del experimento y el control sobre su desarrollo re sultan cruciales para que ste tenga real validez como mtodo de verificacin. Si el i nvestigador no realiza las cosas de esta manera la experimentacin deja de ser tal para reducirse a mera observacin y no sirve para poner a prueba la hiptesis, el m odelo terico que queremos verificar: obtendremos en ese caso, tal vez, informacio nes interesantes, pero en definitiva estaremos sujetos a lo que ocurra espontneam ente en nuestro entorno. Si, en cambio, se carece de una hiptesis, tampoco se alc anzarn los requisitos que definen al mtodo experimental: se realizarn en todo caso tanteos, pruebas al azar que pueden ser ms o menos interesantes y tal vez muy est imulantes para el cientfico, pero el mtodo que estaremos siguiendo no ser en el fon do otra cosa que el viejo sistema de ensayo y error que todos, en ciertas circun stancias, utilizamos en la prctica. Estas caractersticas hacen de la experimentacin un mtodo ms complejo que las tcnicas de recoleccin y clasificacin vistas hasta ahora, por lo que se explica que, histric amente, haya aparecido mucho ms tarde. Por otra parte, dado que su esencia consis te en la manipulacin de los objetos de estudio y en la generacin artificial de hec hos en el laboratorio, su prctica ha resultado imposible para los astrnomos -que sl o hoy, gracias a los viajes espaciales, pueden utilizarla muy limitadamente- y p ara muchas otras disciplinas cientficas. A los estudiosos del hombre, de la socie dad y su comportamiento, se les imponen tambin rgidas limitaciones -prcticas y ticas - que es imposible sobrepasar. Pero en otras ciencias su valor y su fecundidad difcilmente puedan se exagerados, por la solidez de los conocimientos que proporciona y por la libertad que confi ere al investigador, no sujeto a lo que la naturaleza quiera mostrarle. Si bien es cierto que podemos encontrar ejemplos de experimentos en la antigedad ha sido mucho ms recientemente, a partir del Renacimiento, que este mtodo ha comenzado a d esplegarse y seguirse de un modo general. [Se sabe que Empdocles de Agrigento hiz o interesantes experimentos sobre el aire, as como son tambin conocidos los trabaj os de Anaxgoras y de Arqumedes.] La fsica, gracias a los trabajos innovadores de Ga lileo Galilei, dio los primeros pasos en este sentido. Galileo posea una combinacin de talentos muy renacentista, que lo habilitaba para abrir nuevos derroteros en el campo de la investigacin: no slo era versado en mate mticas, en filosofa y en las obras de la antigedad griega, sino que tambin 27 aunaba a su razonamiento riguroso y claro una capacidad y una inclinacin indu