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Cingolani, Gastón, “El gusto imposible. Transformaciones epistemológicas y perspectivas analíticas de un objeto inasequible”, en ¿Y la recepción?. Balance crítico de los estudios sobre el público, Florencia Saintout y Natalia Ferrante (coords.), 73-104, Buenos Aires, La Crujía, 2006

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? : Balance critico de los estudios sobre el público / coordinado HLia Saintout y Natalia Ferrante - la ed. - Buenos Aires :

..... Crujía, 2006. 312 p. ; 20xl4 cm. (Inclusiones. Categorias dirigida por Damián Fernández Pedemon te)

ISBN 987-1004-81-8

l. Comunicación Social-Medios. I. Florencia Saintout, coord. CDD 302.23

Director de la colección INcLUSIONES

Damián Fernández Pedemonte

Primera edición: abril de 2006

co Florencia Saintout y Natalia Ferrante

co La Crujía Ediciones

Tucumán 1999 - C1050AAM

·Buenos Aires - Argentina

Telfax: 54 - 11 - 4375-0664 y rotativas

[email protected]

wyvw.lacrujiaediciories. com. ar

Derechos reservados en todos los idiomas

Producción integral: Ariel Sykuler

ISBN: 987-1004-81-8

Impreso en Argentina

LA r:OTOCOPlA MJUA t\l l~lBRO Y ES UN DELITO

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La reproducción total o parcial de esta obra por cualquier procedimiento, incluidos la reprografía y el tratamiento informático, así corno la distribución de ejemplares mediante alquiler o préstamo, quedan rigurosamente prohibidas

sin ~a autorización escrita del editor y estarán sometidas a las sancionr establecidas por \a ley 11.723. Quien fotocopia un libro comete un ro6

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PRE:SE!VTACIÓN . o •• o o ••• o o •• o. o •••••• o o o ••••• o ••••• o •••••••••••••• o •• ~ ••••••• o o •• o •• o ••• o •• o o. o 9

, , DESARROLLOS TEORICO-METODOLOGICOS-

Los ESTUDIOS DE RECEPCIÓN: DE UN MODO DE INVESTIGAR, •

A UNA MODA, Y DE AHÍ A MUCHOS MODOS . . . , .

Guillermo Orozco Górnez .................................... : ............. :. . . . . . 15

U'> TRAt\ii(P)AS DE LOS ESTUDIOS DE RECEPCIÓN Y OPINIÓN PÚBLJCA •

M a. del Carmen de la Peza Casares ........................................... 31

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ESl.lJDIOS SOBRE RECEPCIÓN. UNA EXPLORACIÓN CONSTAi'ITE . .

N ora Mazziotti .......................................................... o o o o o •••• o o •• 57

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EL GUSrO IMPOSIBLE. TRANSFORMACIONES EPISTEMOLÓGICAS ' Y PERSPECTIVAS A."JALil.lCAS DE UN OBJETO INASEQUIBLE

Gastón Cingolani . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 7 3

PRÁCnCAS DE RECEPCIÓN MEDIÁTICA: EL PASADO Y EL FUTURO

DE LA INVESTIGACIÓN BRASILEÑA

Nildajacks yAna Carolina D. Escosteguy ..... ~ ......................... 105

REFLEXIONES TEÓRICO-METODOLÓGICAS DEN-m.O DE UN ESllJDIO

DE RECEPCIÓN

Maria Irnrnacolá. /assallo de LojJes ....................................... 125

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EL GUSTO IMPOSIBLE. TRANSFORMACIONES EPISTEMOLÓGICAS Y PERSPECTIVAS ANALÍTICAS DE UN OBJETO INASEQUIBLE -

Gastón Cingolani*

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Introducción: dos imposibilidades '

• l presente escrito

1 se propone, en primera instancia, una suerte

........... de diagnóstico global de los estudios de ese particular objeto de indagación llamado gusto, los cuales no siempre han estado liga­dos a las problemáticas del consumo y la recepción, y cuyas trans­formaciones epistemológicas intentaremos registrar aquí, al menos a modo de síntesis. Para tal fin, presentamos una revisión -necesa­ria, ineludible- de conceptualizaciones clásicas y asentadas del ~s- ' to, que podrían asignarse a dos tradiciones o modelos teórico­epistemológicos. Este diagnóstico desemboca en una segunda par­te, cuyo objetivo es procurar esbozar un marco teórico-metodológico de trabajo, que toma como punto de partida al gusto, pero ya no como objeto sino como punto neurálgico de problemáticas: en nues­tro caso particular, desarrollaremos una propuesta analítica que liga

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· * Facultad de P~riodismo y Comunicación Social, Universidad N~ciohal . ) · de La Plata. · .. ' 1

Este trabajo forma parte de mi tesis de maestría "J~icios de gustO' sobr~ ' canales de noticias. Un análisis discursivo", Facultad de Ciehcia Polí~ica

• • y RR.II, Universidad Nacional de Rosario, 2004 (inédita). · • •

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t ll'l'l tlldio (empírico, discursivo) de los juicios de gusto relacionados

ro11 los consumos mediáticos. El texto hace la presentación a grandes rasgos de dos i~posibi-

lidades: el gusto como objeto (epistemológi~amente)_ zmposzble y el gusto como imposible social en última instanoa, es deor, como c~ns­trucción discursiva que hace visible (lo que algunos pos-estructuralistas han llamado) la imposibilidad de f~ación de literalidad es últimas Y definitivas 2 (donde tal imposibilidad de unidimensionalizar el s~n­tido de las prácticas ligadas al gusto no sea el punto de llegada smo

más bien de inicio).

El gusto imposible: el desplazamiento epistemológico. Ese objeto llamado gusto

La constitución del gusto como objeto de estudio y/o reflexión es algo que se ha intentado desde hace muc~~s años, ~n diversos campos, principalmente en el seno de la estettca f~losofic~, d_e las diversas sociologías y de la antropología cultural. Constltmr en objeto algo que atraviesa una multitud de. prácticas cotidianas '! heterogéneas, que a fortiori suelen estar tan dtspe_rsas. como naturah­zadas, es -a primera vista- todo un logro ~ue h~ tdo t~cre~e~t~do su mérito a medida que el gusto prolongo su vtgenoa eptste~tea a lo largo de dos tránsitos que marcan una suerte ?e trayectona de formación y transformación del mismo como obje~o·l!~o de e~os tránsitos se caracteriza por el paso de la conceptuahzaoon que hga el gusto por la fruición provocada por las obras de arte, a la idea del

2 N os referimos, por ejemplo, a lo desarroll~d~ por. Ernesto La~la~ Y Chantal Mouffe en Hegemonía y estrategía soctal'!Sta, S1glo XXI, Mex1co,

1987. . ~ Algunas lecturas minuciosas y críticas de la tra?ición. estética pueden

verse en Cassirer, Ernst, "El arte", enAntropologwfilosofica (1945), Fon­do de Cultura Económica, México, 1977; y Genette, Gerard, La obm de arte. Jl: la relación estética, Lumen, Barcelona, 2000.

El GUSTO IMPOSIBLE. TRANSFORMACIONES EPISTEMOLÓGICAS Y PERSPECTIVAS ANALÍTICAS 7 5

gusto como aquel principio que rige las elecciones y los consumos en las prácticas cotidianas en cualquier ámbito. El otro tránsito está señalado por el movimiento de la descripción "exclusivista" (en la que la facultad del gusto era, en su versión más radical, privilegio de un sector cultivado) a la descripción "inclusivista" del gusto (la que apuntó al destierro "democratista" de las distinciones tales como "lo alto" y "lo bajo", "lo culto" y "lo popular", etc.). Un tercer trán­sito que podríamos mencionar (subsidiario de los otros, aunque con una regularidad menor) es el que se orientó en el paso de una con~ cepción esencialista-objetivista del gusto, hacia una relativista­subjetivista.4

El gusto como objeto de estudio se dio, sintéticamente, bajo estas formas. Si bien no nos detendremos ni en las diferencias en­gendradas al inte¡ior de estos campos ni en la elemental heterodo­xia que ha dominado dichos estudios,

5 en cualquiera de tales casos se

puede vislumbrar una pretensión regular y constante: el intento de objetivarlo, de constituirlo como un objeto, descriptible a través de dis­tintos modos de manifestarse.

Si se hiciera un despliegue sistemático de cómo se lo ha com­prendido, las trayectorias que describen sus definiciones tendrían aproximadamente los perfiles trazados por los tránsitos antes descriptos. Así, en términos generales, el gusto aparece en dos va­riantes ontológicas: a) como una capacidad o facultad de apreciar o valorar la belleza, ligada como veremos a la percepción sensorial; b) como un principio de selección, clasificación y/o utilización de ob­jetos, ligado al consumo entendido como práctica social o cultural.

1

5 Genette (op. cit.) desarrolla muy bien las aristas de esta diferencia. Precisamente, sobre la tradición "estética" y sus diferencias intestinas a lo largo de los últimos tres siglos, podemos remitir a los estudios espe­cíficos de George Dickie (El siglo del gusto: la odisea filosófica del gusto en el siglo XVIII, A. Machado, Madrid, 2003) y de Facundo Tomás (Formas artísticas y sociedad de masas. Elementos para una genealogía del gusto: el entresiglos XIX-XX, A. Machado, Madrid, 2001) .

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76 GASTÓN CINGOLANI

El modelo estético

El modelo que se organizó en torno a la concepción (a) es el consagrado por las estéticas filosóficas, con gran ímpetu en el siglo XVIII -Hutcheson (1725), Baumgarten (1750), Hume (1757), Gerard (1759), Alisan (1790), Kant (1790)- y cierta persistencia en los si­glos posteriores (con Hegel, Goethe, Schopenhauer, Nietzsche, Heidegger, Bateaux, la escuela de Frankfurt, las diferentes teorías literarias, Croce, Calabrese, Eco y el pensamiento italiano, entre otros). Este modelo, al que llamaremos convencionalmente aquí es­tético, generalmente ubica al gusto entre las facultades o potenciali­dades individuales. En él el gusto es pensado como la capacidad de mantener una relación estética con algún objeto ("bello") y saber o poder juzgarlo adecuadamente (como "bello").

El llamado juicio de gusto, en este modelo, fi&;üra como un agen­te de constatación de esa facultad. Básicamente, involucra tanto la capacidad del entendimiento como la sensorial; sólo que esta últi­ma no está al servicio del ejercicio empírico de conocer lo real (como ocurre en el juicio cognitivo) sino, en todo caso, en pos del placer o el displacer.

Sin detenernos en las particularidades diferenciales de cada te­sis (que las hay, y son, al interior de la estética como campo, funda­mentales), de este modelo nos interesa retener algunas característi­cas generales. Una de ellas es la baja o nula importancia de la di­mensión social como interventora sobre esta potencialidad. Si bien

7 hay un cierto desfasaje temporal entre ambos modelos, planteare-

6 Kant (Kritik der Urteilkraft, 1790) es paradigmático de este modelo, por lo que tomaremos a menudo sus propuestas como guía.

7 Como estamos hablando de modelos y no de teorías concretas y parti­culares, este desfasaje es aproximativo. Hecha la salvedad, digamos, pues, que las teorías estéticas mencionadas tienen sus momentos más pujantes a lo largo del siglo XVIII, pero ni arrancan entonces, ni culmi­nan aún. Del mismo modo, las teorías más fieles al modelo posterior tienen su foco en las sociologías de la cultura del siglo XX, pero hay

El GUSTO IMPOSIBLE. TRANSFORMACIONES EPISTEMOLÓGICAS Y PERSPECTIVAS ANALÍTICAS 7 7

mos un contraste con el modelo (b) -que veremos a continuación y que principalmente se expone como vindicador de la dimensión social-: no hay dudas de que en el modelo estético el gusto es nítida­mente pensado en términos individuales o subjetivos.

8 Esto lo deci­

mos en el sentido de que casi no se involucran en la constitución, la caracterización o la circunscripción del gusto, factores o variables semejantes a los que son [undantes del modelo siguiente. Para el modelo estético, esta "ausencia" de lo social no tiene nada de proble­mático, sobre todo por el hecho de que las condiciones de quienes tienen o pueden tener (buen) gusto son consideradas "dadas", o sea, inexistentes como factores o variables estructurantes. Es sabido que, en el momento de mayor fragor de tales estéticas (pensamos en bue­na parte del siglo XVIII), todavía lo cultural "no hace problema". De modo que cuestiones como la determinación (social o cultural) del gusto, o el gusto como distinción social o cultural, no tienen lugar en dichas tesis, en la medida en que la diferenciación o varia­ción cultural no se presenta (aún) como interrogante.9

Otra característica de este modelo es que el gusto acota su cam­po de relaciones al arte y las obras literarias. Los objetos comunes, ordinarios, cotidianos, eran sólo secundariamente relacionados con esta capacidad, y ante todo para contribuir en la argumentación a la explicación de la diferencia entre lo que cumple una cierta ~tilidad

ascendientes fácilmente reconocibles desde al menos un siglo antes, y es

8 claro que en la actualidad están en plena vigencia y furor. Cassirer sintetiza brillantemente el planteo kantiano: "En nuestros jui­cios estéticos, sostiene [Kant], no nos hallamos interesados con el obje­to en cuanto tal sino con la pura contemplación del mismo. La universa­lidad estética significa que el predicado de belleza no está restringido a un sujeto especial sino que se extiende a todo el campo de los sujetos

9 juzgadores". Op. cit., p. 217. Podemos constatar el intento por parte del modelo posterior de tomar distancia del modelo estético en "Elementos para una crítica 'vulgar' de las críticas 'puras' ", en Bourdieu, Pierre, La distinción. Criterios y bases sociales del gusto, Taurus, Madrid, 1988.

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(un par de zapatos, un sillón) y lo que tiene por esencia la belleza (una pintura, una sinfonía). De hecho, la inercia de las teorías sobre la crítica (literaria o artística) aún hoy involucra al gusto como pre­ocupación o límite interno, por su potencial afectación o condicionamiento sobre el trabajo del crítico.

10

Por último, debemos dejar apuntado que la metodología carac­terística de este modelo es la reflexión especulativa, que a menudo se vuelve prescriptiva, y con anhelo de alcance universal.

El modelo cultural

El gusto concebido según la concepción (b) es fundamentalmen­te deudor de lo social. Como ya dijimos, este eje sintetiza las diferen­cias entre ambos modelos presentados esquemáticamente en este es­crito. Llamaremos, por tanto, cultural al modelo que conjunta las distintas teorías sobre el gusto que tienen como fundan te dicho eje.

11

La suspensión por falta de legitimidad de la individualidad tras­cendental es la primera característica que este modelo rechaza del anterior, ya que tal rasgo no sólo se contrapone a la impronta social, sino que además obstruye la compatibilidad con las otras exigencias del mismo. El modelo cultural es el de las sociologías, las antropolo­gías sociales y los estudios de la cultura que se erigieron bajo el espíritu crecientemente historicista-materialista de las ciencias so­ciales. Se nutrió también de las teorías sobre las relaciones de poder, derivando posteriormente algunas de sus corrientes también hacia horizontes relativistas o, como mínimo, anti-etnocentristas. La me­todología empleada es fundamental y mayoritariamente empirista, lo que imprimió a estos estudios y sus resultados una validación

10 , Cf. Frye, Northrop, Anatomía de la crítica, Monte Avila, Caracas, 1977;

11 Croce, Benedetto, Breviario de estética, Planeta-Agostini, Barcelona, 1993. Tampoco nos detendremos aquí en las diferencias que se establecen entre los estudios que corresponderían a este modelo, que también son significativas, sino que intentaremos hacer foco en las regularidades.

EL GUSTO IMPOSIBLE. TRANSFORMACIONES EPISTEMOLÓGICAS Y PERSPECTIVAS ANALÍTICAS 7 9

' epistémica de naturaleza completamente diferente a la del modelo estético. Pensar el gusto desde esta visión requirió, entonces, no sólo de la progresiva erradicación de la individualidad aislada e ideal -en pro de aquello que extendida y dispersamente se suele llamar lo social-,

12 sino también del abandono de la prescripción y la univer­

salidad para dar lugar a la explicación y al marco generalizan te. Una vez asumido este nuevo carácter, surge la visión del gusto

como ese fundamento que, a nivel del individuo, reproduce el con­junto de fuerzas (sociales, culturales, económicas, ideológicas, etc.) a las que este está sometido, a la vez que traduce su carácter de determinado o condicionado por el conjunto. Esta asunción obliga a revisar, pues, todas las aristas desde donde los haces de fuerzas ejercen su potencia. En dicho marco, surgen preguntas nuevas: ¿cómo se determina el gusto? ms el gusto reproductor de la condición ... (de clase, de raza, de género, de capital cultural, etc.)?

13 Las dife­

rencias m~ específicas trazan los límites internos del modelo y las fronteras entre las diversas teorías, algunos de cuyos referentes prin­cipales son Pierre Bourdieu y Mary Douglas.

14

12

1 '

No es nuestro objetivo aquí discutirlo, pero es bastante evidente que se suele aceptar la condición de social para muchos fenómenos y procesos que son objetos de estudio, sin tomarnos el trabajo de e plicar qué entendemos por tal condición. Quizás, alguna vez habría que revisar todo ese montón de concepciones que, bajo la etiqueta de "lo social", se ha acumulado en el campo académico y ver qué se ha estado designan­do con ello.

1~ · "¿Cómo cambian los gustos? ¿Es posible describir científicamente la

lógica de su transformación?" (Bourdieu, Pierre, "La metamorfosis de los gustos", en Sociología y Cultura, Grijalbo, México, 1990). "¿Hasta qué punto la elección del consumidor es homogénea? O ¿hasta qué punto es superficial? ¿podemos asegurar que es episódica o que está desconecta­da de los intereses más profundos de la mujer que compra?" (Douglas, Mary, "'Ni muerta me dejo ver con esto puesto': las compras como protesta", en Estilos de pensar, Gedisa, Barcelona, 1998, p. 90).

14 Debemos considerar el interés tangencial por el gusto de los llamados Cultural Studies (en sus versiones británica, norteamericana o escandinava).

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En este punto, los problemas del gusto se vinculan, por ejem­plo, con los debates sobre las distinciones entre cultura popular o baja y cultura culta, de elite o alta. Distinciones que fueron repensa­das, y progresivamente rechazadas o abolidas como categorías operativas para el estudio de las problemáticas culturales.

Uno de los terrenos ganados bajo este modelo cultural fue la extensión del alcance del gusto hacia órbitas del universo humano que el modelo estético relegaba: si las clases populares también tie­nen gusto (ivaya conclusión!), y no lo tienen necesariamente sobre aquello que se cataloga como "artístico", es porque hay gusto por las cosas más variadas (ivaya premisa, pues!). Así, este modelo va a lle­var el estudio del gusto al ámbito más "terrenal" de los consumos.

Así, el gusto pasó a ser definido, por ejemplo, como "propen­sión y aptitud para la apropiación (material y/o simbólica) de una clase determinada de objetos o de prácticas enclasadas y enclasantes ... fórmula generadora que se encuentra en la base del estilo de vida, conjunto unitario de preferencias distintivas que expresan, en la lógi­ca específica de cada uno de los sub-espacios simbólicos -mobiliario, vestidos, lenguaje o hexis corporal-la misma intención expresiva".

15

El propio Bourdieu, en otra parte, lo sintetiza también como el "con­junto de las elecciones que realiza una persona determinada". El gus­to ya no es tomado como una facultad meramente apreciativa (si se quiere, pasiva y aislada) de lo artístico o lo bello; ahora se transforma en la capacidad activa y social de elegir y!o/para consumir.

Desde lo metodológico, este modelo se ha caracterizado princi­palmente por la incorporación del método empírico -sin perder la reflexión teorizante-, pletórico de variables e indicadores objetivos, cuyos estudios tienen un sesgo más bien explicativo, con distintos grados de determinaciones y derivaciones causales, conjugaciones estadísticas, etc., y sus resultados no se proyectan como universales, sino como generales.

Una problemática queda a la deriva en la transformación del gusto en un modelo a otro: no obstante la impregnación de lo social

15 Bourdieu, Pierre, La distinción, op. cit., pp. 172-173.

EL GUSTO IMPOSIBLE. TRANSFORMACIONES EPISTEMOLÓGICAS Y PERSPECTIVAS ANALrTICAS 81

sobre el gusto, el individuo sigue apareciendo como el operador en última instancia. Esto se plasma en la búsqueda del gusto a través de los consumos, como un principio de elección que se induce del con­junto de consumos y prácticas realizados. Por ejemplo, Bourdieu define los gustos como "las prácticas (deportes, actividades, diver­siones, etc.) y las propiedadc::s (muebles, corbatas, sombreros, libros, cuadros, cónyuges ... ) a través de las cuales se manifiesta el gustq entendido como el principio de las elecciones que así se realizan" .

16

El gusto, objeto sin cuerpo Volvamos por un instante al modelo estético. Al definir el gusto

como una capacidad de discernimiento (sensorial e intelectual a la vez), este modelo lo objetiva bajo una condición de absoluta inaprehensibilidad. Cuando se habla del gusto, en realidad se suele producir una operación consistente en un desplazamiento que va del gusto como facultad, al juicio de gusto co~o expresión formal de

• •

aquélla. Queremos llamar la atención precisamente sobre la natura-lización de esa correlación entre la facultad y la expresión lingüísti­ca, sobre ese desplazamiento del gusto al juicio que se da como una suerte de representación ideal, lograda, perfecta, no-problemática.

17

16 lbíd., p. 182. Aquí se abre una derivación (que dejaremos para otra oportunidad) hacia la asociación, hasta llegar .a la asimilación, entre gusto y estilo. Cf. Calabrese, Ornar, "El gusto y el método", en La era neobarroca, Cátedra, Madrid, 1994, pp. 17-43; Barreiros, Raúl, "El re­chazo estilístico: mito, tabú, logos. La cotidianeidad en las culturas de clase", V Congreso Internacional de la Federación Latinoamericana de Semiótica, Buenos Aires, 2002. Los estudios sobre kitsch a menudo tam­bién imbrican ambas entidades. Ver, por ejemplo, Binkley, Sam, "Kitsch as a Repetitive System: a Problem for the Theory ofTaste Hierarchy", en Journal of Material Culture, Vol. 5, N° 2, Sage Publications, Nueva York, 1999.

17 "Kant inicia la Primera Crítica con una discusión sobre el juicio ... El témli­no juicio se emplea para referirse tanto a las experiencias en las que parti­culares y universales se enlazan como a las oraciones que enlazando sujetos y predicados describen esas experiencias". Dickie, op. cit., p. 169.

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82 GASTÓN CINGOLANI

Sobre esto no nos proponemos realizar reparo alguno: está de más señalar que por entonces la fliosofía estética no pensaba en términos lingüísticos o semióticos como se hizo en otros campos y corrientes

18 1 . ' posteriores. Tampoco desconocemos que a argumentacwn a tra-b 11 _,19 e . (

vés de fórmulas como "Ese objeto es e o para mi tuncwna y muy bien) para el método especulati~o, basado en la inmovilización ideal de los términos lingüísticos que se ponen en relación, y a través de la exención de todo cuestionamiento sobre los usos con­cretos de los mismos. Esos estados ideales son los que facilitan a las estéticas especulativas procurar deslindar por qué un objeto es (ora en-sí-mismo, ora considerado-por-todo-el-mundo) bello, o cuál es la razón (del intelecto o del alma) que permite tal discernimiento.

Pero nuestro llamado de atención -que se recogerá más adelan­te, cuando recuperemos el interés por el juicio- se relaciona con que la construcción del gusto como objeto no tiene, ni siquiera para la reflexión especulativa, entidad propia, sino que se lo piensa mani­festado más allá de sí: en este caso, a través de los juicios.

La introducción progresiva del método empírico por parte del modelo cultural no remedió, sin embargo, el carácter inasequible del gusto. Si el gusto" es una aptitud y una propensión" resulta, de por sí, un imposible: no podemos indagar "aptitudes" ni "propensiones" porque empíricamente son inaccesibles. La empresa era sustituir lo ideal por lo material en el estudio del gusto; pero lo único "material" objetivable y objetivado en dichos estudios fueron los consumos. Lo que tenemos es, pues, en el mejor de los casos, el vestigio de los materiales consumidos o en-acto-de-consumirse. Estos, encarnados en productos y colecciones de productos, en prácticas recurrentes y ostensibles, se volvieron el elemento central de indagación. Los con­sumos, en su generalidad estadística, en su orden si!encioso y subya-

18 Autores contemporáneos como Gerard Genette y Nelson Goodman desmienten la extemporaneidad que señalamos; pero, afortunadamen­te, sus reflexiones estéticas son precisamente sobre los lenguajes con­cretos, más que sobre el juicio estético "universal".

19 • • §7 La fórmula aparece, por eJemplo, en Kant, op. ot., .

EL GUSTO IMPOSIBLE. TRANSFORMACIONES EPISTEMOLÓGICAS Y PERSPECTIVAS ANALÍTICAS 8 3

cente, en su presunta estructuración tan sorda como elocuente, encar­naban el tan buscado principio social y pertinaz del gusto.

Recordémoslo, lo social de este modelo llega primero vía la inclusión del factor relaciones de poder y/o económicas. En sus prime­ros avances, los sociólogos del gusto ven en este, o en los consumos que lo realizan, un efecto del poder silencioso del sistema.

20 Esta

posición teórica es, en sus distintas versiones, la que predomina desde un primer momento.

21 El condicionante de clase es el factor·

principal, y por tanto, la variable fundamental para la explicación del gusto o los consumos.

Muerto el determinismo, vivan los consumos

Sin embargo, la creciente (auto )crítica al mecanicismo monocausalista y "apocalíptico" provocó que de a poco resultara insostenible explicar el gusto como un punto más en la dominación ..

• •

• • • ' . ' 20

Un trabajo representativo de los primeros instantes de la t~sis con ex­plicación del gusto por el reflejo y la opresión es el texto de Paul Lazarsfeld y Robert Merton "Mass Commtinication, Popular Taste and Organized Social Action", publicado originalmente en 1948, ed. cast., en Miquel de Moragas (ed.), "Comunicación de masas, gustos populares y · acción social organizada", en Sociología de la comunicación de masas JI, Gus­tavo Gilí, Barcelona, 1982. En la misma línea funcionalista podemos citar, más cercano en el tiempo, el trabajo de Abraham Moles, El kitsch (1971 ), Paidós, Barcelona, 1990, y al mismísimo Umberto Eco de Apocalípticos e integrados ante la cultura de masas (1965 ), Lumen, Barcelo­na, 1968.

21 Nuestra hipótesis es que el pasaje de un modelo al otro no es en abso­luto por ruptura sino que se registra un cierto pasaje en las reflexiones de los teóricos críticos como George Simmel y los filósofos de Frankfurt que, sin perder el carácter especulativo del modelo estético, fueron incorporando la dimensión social que desembocará en el rasgo funda­dor del modelo cultural, incluyendo sobre todo la tesis de los mecanis­mos de opresión. Cf. Simmel, George (1895), "La moda", en Sobre la aventura, Península, Barcelona, 1988; Adorno, Theodor (1970), Teoría estética, Taurus, Madrid, 1980.

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social. Es el momento en que este modelo se vuelve definitivamente rnllnml. El gusto sigue siendo pensado como punto donde ejercen pr ·si6n las fuerzas de dominación, pero las tesis meno~ mecanicistas proponen, a través de él, describir un juego de poder relacional o 1elativo. La incorporación del concepto de hegemoníagramsciano es un síntoma. Un momento del debate podemos encontrarlo en este

pasaje de Schroder:

Las culturas del gusto no reflejan las clases sociales, pero [G.H.] Lewis no ofrece ninguna otra explicación sobre su distribución. Se hace difícil entonces observar en qué puntos esos gustos se alejan de los aspectos arbitrarios de las preferencias individua­les. Lewis se apoya en estudios dedicados a la exposición selec­tiva del público frente a los diferentes medios, pero no propone ningún examen del tratamiento que el público reserva a los materiales culturales. Este tipo de posición es rechazada categó­ricamente por Bourdieu en su prefacio a la edición inglesa de La distinción. Bourdieu propone allí 'un modelo de la relación entre el universo de las condiciones económicas y sociales y el de los estilos de vida'. Pone en duda la idea de que la variación de los gustos culturales sea inexplicable en términos de clase, desmiente que las diferencias culturales se estén borrando, nie­ga que estemos asistiendo al nacimiento de una especie de cul­tura común. La continuación de su libro demuestra, de manera impresionante, que el combate crucial que se libra en el campo cultural es el que opone una disposición estética caracterizada por un gusto puro y una estética popular, caracterizada por un gusto bárbaro, y que corresponden respectivamente a las prácticas cul-

~

turales de las clases dominantes y de las clases dominadas. 22

n Schroder, Kim Christian, "Calidad cultural: da persecución de un fan­tasma?", en Dayan, Daniel (comp.), En busca del público, Gedisa, Barcelo­na, 1997.

El GUSTO IMPOSIBLE. TRANSFORMACIONES EPISTEMOLÓGICAS Y PERSPECTIVAS ANALÍTICAS 8 5

El gusto ya no expresa la individualidad, sino el carácter o el grado de acción-en-sociedad (o de reacción frente al sistema, o de contra-hegemonía, o de rechazo, etc.) que cada sttieto o sector pos­tula. ¿cómo se estudia, empíricamente, esta conducta reactiva? La respuesta de este modelo es: "a través de los consumos". El consu­mo, repetidamente asociado a la recepción, al extremo final del . mercado o de la comunicación; a la posición del débil, del pasivo o del dominado, de repente se vuelve un espacio de poder: de tácticas (De Certeau), de oposición cultural (Douglas), de distinción (Bourdieu), de contra-hegemonía (Cultural Studies). Para ello, se transforma radi­calmente el modo de concebir el terreno en el que se insertan los consumos. Se rechaza el precepto de que "el consumo empieza don­de termina el mercado",

23 las luchas se libran ahora en términos

"simbólicos". La relación no-determinista se explica en o por la variabilidad constituyente de los intercambios en la dimensión sim­bólica, tesis conse;suada inclusive entre teorías disímiles.

24

• • •

Redescubrimiento de lo simbólico Emerge, en todas estas teorías, un "nuevo" elemento:¡ el factor

simbólico o significante. Repasemos. Bourdieu asigna un lugar fundamental a lo simbólico: es la di­

mensión en la que opera la legitimación de la posición en el espacio social. El gusto, en particular, no puede ser explicado sin desentra­ñar esta operación simbólica, y sin indagar el habitus que lo ha in­corporado como simbolización encarnada, hecha cuerpo.

25 El pro-

23 Douglas, Mary; Isherwood, Baron, El mundo de los bienes. Hacia una antropología del consumo, Grijalbo, México, 1990, p. 71.

24 Stuart Hall, en su célebre "Encoding!decoding in TV discourse", -inserta -como pieza fundamental de la singular comparación entre la dinámica industrial-económica y la de los medios en la cultura-la importancia del sentido en la operatoria durante la instancia del consumo.

25 "Cada dimensión del estilo de vida 'simboliza con' los otros, como decía Leibniz, y los simboliza" (Bourdieu, Pierre, La distinción, op. cit., p. 173.). Para una ponderación de la importancia epistémica de la incorporación

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pi o aporte de Mary Douglas es tan sintomático como particular a un mismo tiempo. Por un lado, consolida la tópica del gusto y los con­sumos como conductas reactivas al sistema cultural, y en su tesis rechaza categóricamente el estudio del gusto como elección sobera­na individual. "En las ciencias sociales se considera que una elec­ción es una cuestión individual, surgida de necesidades interiores de la psique del individuo y hecha para satisfacer necesidades indi­viduales. La teoría de la cultura, en cambio, pone el acento en la capacidad que tienen los individuos de constituir la comunidad ... Todo acto de elección es también activo entre los intereses que en­tran en juego. Una elección es un acto de adhesión y una protesta contra un modelo de sociedad no deseado".

26 La autora es bien

clara también al rechazar la explicación a través de las variables clásicas de la sociología: " ... ni la demografía, ni los ingresos, ni la educación revelan la tendencia cultural". Su explicación supone que hay cuatro modos universales de consumir, correspondientes a cua­tro tipos culturales, cada uno de los cuales funciona como rechazo sistemático de los otros.

27 Y, de la misma forma, incorpora la di­

mensión simbólica a su tesis: "En esta perspectiva, cada tipo cultu­ral está en conflicto con los demás y no puede marcarse una línea divisoria entre la conducta simbólica y el resto. Todo es simbólico y todo forma parte del compromiso".

28

En todos los casos, lo que madura es la concepción del gusto como lugar de tensión de fuerzas, y (en virtud del ocaso de las varia­bles sociológicas tradicionales) la admisión de la dimensión simbó­lica (o significante) de lo social como plano para el estudio del gusto, de modo que transforma en compleja ( = no-lineal, no-

' •

de lo simbólico en Bourdieu (y fundamentalmente, en relación al con­cepto de habitus), ver Taylor, Charles, "Seguir una regla", en Argurnentos

26 filosóficos, Paidós, Barcelona, 1993.

27 Douglas, Mary, Estilos de pensar, Gedisa, Barcelona, 1998, pp. 58-59. Ibíd., p. 63.

28 ' Ibtd., pp. 57-58.

EL GUSTO IMPOSIBLE. TRANSFORMACIONES EPISTEMOLÓGICAS Y PERSPECTIVAS ANALfTICAS 8]

mecanicista) la relación entre el individuo y la cultura: aquél, porta­dor del gusto; esta, agente condicionante o determinante.

A pesar de todo lo hecho por el modelo cultural, el gusto per­manece, aun bajo su empirismo, como una entidad inasible. ¿Dón­de está el gusto? ¿cuál es su realidad empírica? ¿Qué materialidad lo encarna? Paradojas de la producción de conocimiento: empirismo sin objeto experimentable, materialismo sin materialidad. La solu-., " . " . CIOn -cuyas exitosas consecuenCias no son nada despreciables-

derivó hacia la presunción de una relación fuerte entre los consumos y el gusto, en la que aquéllos ponen de manifiesto a este.

En definitiva, se investiga sobre los consumos, que -como se ha detallado- para estas corrientes ya no son mero reflejo de una domi­nación todopoderosa, ni tampoco compulsiones individuales e irracionales, sin-sentido. Los consumos expresan el gusto.

29 Cobran sen­

tido a nivel del gusto, como lógica productiva de re-acción cultural: como táctica del débil'(De Certeau), como rechazo del sistema cultu­ral (Douglas), comó lugar de reflexión crítica (Garcí~ ~anclini). 30

Pero he aquí otro hiato. Si el gusto es el principio según el CU¡il se orientan los consumos, nos preguntamos: dos consumos son la expresión literal y exacta del gusto? La respuesta afirmativa irhplica­ría que consumo sólo lo que me gusta y que me gusta todo lo que consumo, declaración insostenible, incluso desde el sentido común, que sólo la teoría liberal imagina como posible.

U na hipótesis alternativa, en principio más convincente, sería la de que el gusto no es una facultad ni un estado interior de los individuos, sino que se compone relacionalmente de sus actos de consumo (u otros) en sociedad: " ... es necesario recordar en qué

2H "El consumo expresa el gusto y el gusto expresa el estilo de vida. Y

todos a su turno expresan el habitus". Así parafrasea Silverstone a Bourdieu en Televisión y vida cotidiana, Amorrortu, Buenos Aires, 1996, p. 196.

30 De Certeau, M., op. cit.; Douglas, M., op. cit.; García Canclini, Néstor, "El consumo sirve para pensar", en Diálogos de la Comunicación, FELAFACS, N° 30, pp. 5-9, junio, 1991.

'

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forma se definen los gustos, es decir, las prácticas (deportes, activida­des, diversiones, etc.) y las propiedades (muebles, corbatas, sombre­ros, libros, cuadros, cónyuges ... ) a través de las cuales se manifiesta el gusto entendido como el principio de las elecciones que así se realizan".

31 Pero, en realidad, hablar del gusto de tal modo le hace

perder toda consistencia; nos quedaría meramente un estudio (esta­dístico, estilístico, econométrico, etc.) del conjunto de los consumos, y la definición del estudio del gusto se volvería simplemente tautológica: si el gusto se expresa en los cons1.1:mos porque es el con­junto de los consumos, en realidad se estudiaría a los consumos para conocer ... los consumos. Así el gusto desaparecería de la escena (a fortiori, como factor), o simplemente quedaría como el nombre formal de un efecto de conjunto, con una vida restringida al campo académico.

A esta hipótesis del modelo cultural le cabe el mismo llamado de atención que a la del modelo estético: así como los juicios de

32 gusto no pueden ser expresiones literales del gusto, los consumos tampoco lo son. En ambos modelos, la misma ilusión representacional: el gusto como entidad previa a los juicios o a los consumos, y estos como expresión o actualización de aquél. Conti­nuamos caminando en círculos: ¿Qué es el·gusto, de qué entidad ontológica se trata? ¿Dónde está el gusto, de manera tal que pueda ser expresado o representado por un juicio que lo expresa o poryn conjunto de consumos? A esta altura, ¿qué sentido tiene investigar el gusto? Postular el gusto como un objeto sería comparable a concebir a la recepción como un objeto. Si bien es cierto que hay problemas vinculados a la recepción (de medios, literaria, del arte, etc.), está 2laro que la re­cepción en sí misma no conforma ningún objeto. Nos proponemos partir de esta imposibilidad de objetivar el gusto, y trabajamos con­siderándolo como un problema o "terminal nerviosa" de problemas.

31 Bourdieu, Pierre, "La metamorfosis de los gustos", op. cit., p. 182.

32 Salvo como suposición o premisa para un razonamiento o argumenta­ción ideal, sin correspondencia empírica.

El GUSTO IMPOSIBLE. TRANSFORMACIONES EPISTEMOLÓGICAS Y PERSPECTIVAS ANALÍTICAS 8 9

El gusto vive

La inclusión de la problemática "simbólica" introducida por el modelo cultural no es vana. Es más: estamos convencidos de que sólo está en germen, y no ha dado todavía todo lo que tiene en

. 33 potenCia.

Qué duda cabe, el gusto vive también (y, sobre todo) en los discursos cotidianos. Sin embargo, para los métodos de observación conocidos, resulta cuanto menos improbable una descripción de sus mecanismos "esenciales", y tal vez sean un imposible para las epistemologías contemporáneas (además de una incógnita de esca­so interés para las políticas culturales actuales). Si nuestro diagnós­tico es correcto, no es posible, pues, trabajar con el gusto como entidad fantasmática, ligada todavía a una tradición epistémica esencialista en última instancia. En todo caso, quizá· corresponda proyectar nuestras investigaciones a procesos ligados con problemas relativos al gusto, es decir, problemas relativos a lo que cotidiana y asistemáticamente se denomina gusto. Por consiguiente, la búsqueda de quién sabe qué concepción metafísica del gusto quedaría postergada en favor de problemáticas tales como la inclusión de taxonomías de gusto en las políticas públicas; las modas en relación con parámetros de gusto; la importancia de los prejuicios de gusto en el entramado de prácticas de producción, difusión y recepción en la industria cultural; las condiciones de producción de subjetividades en los juicios de gusto sobre medios; la intersección entre el juicio de gus­to y otros tipos de juicios o prejuicios; la articulación entre lengua-

33 Nótese cuánto falta recorrer: si los consumos no expresan (o no expre­san únicamente o no expresan exhaustivamente) el gusto, pues entonces, ¿qué expresan? Si el gusto está "en alguna parte", quedamos frente a la instancia tan verosímil como dificultosa de establecer, pues, qué rela­ción no determinista mantienen los consumos con el gusto. Hoy por hoy, creemos, esto no puede ser descripto ni explicado sin caer en inconsistencias como las que hemos estado planteando, o sin producir más que toscas generalidades.

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jes, géneros y estilos de diversos órdenes discursivos y los rechazos sociales ligados al gusto; la concepción histórica de un gusto legíti­mo, etc.

' Es indudable también que, en este punto, puede resultar más que provechosa la inclusión de teorías de sesgo semiótico.

34 Desapro­

vechar este enfoque sería un paso en falso que anularía toda la orien­tación hacia el estudio del gusto en relación con la dimensión sim­bólica ya iniciada por el modelo cultural. Nos proponemos, a conti­nuación, desarrollar cómo podría estructurarse una metodología de análisis de uno de esos problemas concretos, que toma como mate­rial concreto de estudio los juicios de gusto.

El gusto imposible: para una analítica discursiva de los juicios de gusto

Partiremos de las imposibilidades de los modelos anteriores, así como de algunas de sus fecundidades. Del modelo estético retendre­mos solamente el desplazamiento del gusto al juicio, a condición de que efectuemos la transformación epistemológica correspondiente. N os interesa, en cambio, abordar un estudio de los juicios de gusto que conciba a estos como discursos sociales efectivamente producidos.

Es evidente que el abordaje que utilizamos retiene uno de los pilares del modelo cultural: el fundamento empírico de su metodo­logía, sin el cual el estudio de los juicios permanecería en un solipsismo autovalidante. Como consecuencia directa, también con­servamos de dicho modelo la concepción social de toda problemáti­ca ligada al gusto relacionada con el enfoque al que nosotros adhe-

~ · Más aún: consideramos que muchas de estas problemáticas no pueden ser abordadas con métodos y técnicas de estudio que prescindan de esta dimensión no semiótica (i.e.: estadístico, cuantitativo) o sin sistemati­zación semiótica alguna (las etnografias y otras técnicas cualitativas que permanecen en análisis superficiales). .

'

El GUSTO IMPOSIBLE. TRANSFORMACIONES EPISTEMOLÓGICAS Y PERSPECTIVAS ANALÍTICAS 91

rimos (que no son todas las problemáticas: únicamente aquellas que de una u otra manera involucran un análisis discursivo del juicio de gusto). Pero, fundamentalmente, convergemos en la intención de in­corporar la observación de la dimensión significante, aunque con una profundización tal vez mayor a la desplegada por el modelo sociológico-cultural, y sobre todo, con especial atención en la afina­ción metodológica.

La no-transparencia de los juicios

Tal como anticipamos, partimos de la imposibilidad de reducir el sentido del juicio a una capacidad de representación fiel (o de expresión literal) del gusto. Como discurs¿s que son, debemos con­siderar que los juicios producidos no son transparentes a las inten­ciones del sujeto, ni a su gu~to. Si siguiéramos una apresurada o superficial idea representacionalista, podríamos considerarlos (al igual que a los consumos) como materiales discursivos que mantie­nen una relación determinada con el gusto. Pero, como no sabemos bien qué cosa es el gusto, ni mucho menos qué tipo de relación

1

mantiene este con los juicios (o con los consumos), postergamos todo análisis fundado en esa orientación. Por lo tanto, evitaremos conclusiones del tipo "según el análisis de los juicios, al público le gustax objeto". A cambio optaremos por decir: "según el análisis de los juicios, en estos se construyen subjetividades de tipo x, con parámetros valorativos y, sobre objetos concebidos como z". Se trata, ni más ni menos, que del análisis del despliegue de las entidades que constituyen en gran medida el marco categorial del juicio.

La materialidad discursiva

En el tejido significante de la sociedad, los discursos se ven condicionados por la impronta de las materialidades que los consti­tuyen, predominante y frecuentemente heterogéneas. Los actos con­siderados "consumos" (del tipo que fueren) no escapan a ello. Casi podríamos afirmar que, así como en rigor no existen los consumos

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"individuales" (en el sentido de que todo acto de consumo jamás deja de ser un acto-en-sociedad), tampoco existen los consumos "mudos", ya que el acompañamiento de las diversas opiniones y apreciaciones que se realizan, ipso Jacto o de modo diferido, tam­bién son parte constitutiva de los mismos. Prolifera, al lado de las producciones y los consumos en general (y de los medios en parti­cular) todo un torrente verbal que, con mayor o menor intencionalidad, inscribe opiniones, axiologías, éticas, justificacio­nes, críticas, prescripciones y negaciones acerca de tales productos y/o de sus consumos. Nuestro recorte de objeto está limitado a la materialidad verbal de los juicios. Como tales, reciben la impronta de esa materialidad lingüística, es decir que los juicios de gusto se com­ponen de "palabras", aquellas que periféricamente se articulan con los consumos efectivos considerados ampliamente como "actos".

Pues bien, imposibilitados de encontrar al gusto en alguna parte o -en su defecto- algo que lo represente, nos propusimos desarrollar el análisis de la producción discursiva de los juicios de gusto. Nues­tras investigaciones en particular desarrollan el análisis de juicios sobre productos mediáticos, específicamente, televisivos.~5

Es verdad que este tipo de trabajo analítico no deja de ser par­cial respecto de un todo; pero, insistimos, no es nuestro propósito describir o explicar el gusto a partir de los juicios (tampoco, exhaustivamente, los consumos), sino que -en sentido inverso- es el gusto (o lo que, socialmente, es considerado como tal) el que provee un punto de partida para analizar lo que se dice de los productos y consumos en cuestión. Como discursos que son, las opiniones a ser analizadas podrían ser abordadas desde otro nivel de sentido, pero nos interesa este particular punto de referencia porque encontramos

35 Desde 2000, en la Universidad Nacional de La Plata, he desarrollado tres investigaciones sobre los juicios de gusto acerca de canales de noti­cias y los llamados periodismos "serio" y "sensacionalista", sobre pro­gramas televisivos de registro ficcional, y sobre programas de entrete­nimientos y con participación del público.

EL GUSTO IMPOSIBLE. TRANSFORMACIONES EPISTEMOLÓGICAS Y PERSPECTIVAS ANALÍTICAS 9 3

en él un despliegue discursivo complejo, y no siempre sometido a análisis más allá del registro estadístico de sus expresiones en super­ficie (por ejemplo, en las encuestas del tipo "lo que la gente quiere de la televisión").

36 ·

Estructura elemental del juicio

Hemos descripto y definido en otra parte 37

la célula discursiva lógica que compone la proposición del juicio de gusto. No se trata más que de una fórmula potencial o ideal; en términos concretos, las partes que la componen asumen infinidades de formas en cada caso. La estructura proposicional de los juicios de gusto se confor-

• • • • • • •

36 La Agencia Nacional de Comunicación (ANC) publicó en su despacho 190 del 15 de marzo de 2001 los resultados de una enhiesta realizada en el interior del país por el Comité Federal de Radiodifusión (Comfer), cuya difusión por la ANC y Utpba (del 1!11/01) se titulaba "Los televi­dentes del interior quieren otros contenidos". El informe, básicamente cuantitativo, contaba entre sus resultados que "La baja calidad de los contenidos de la televisión abierta fue uno de los puntos de la encuesta que mayor coincidencia logró entre las personas consultadas, de las que el 82,3% consideró a las emisoras 'vacías' de programación cultural, documental e informativa". ¿cómo se llegó a semejante consenso acer­ca del carácter de "vacías"? ¿Hay alguien que encare un trabajo de este tipo y suponga que todo el universo de consultados está pensando aproximadamente lo mismo acerca de lo que implica para cada uno "programación vacía"? No es un problema menor, si lo que se quiere es obtener algún conocimiento acerca de las opiniones de los televidentes. El trabajo con métodos cuantitativos reduce (más bien, invalida) lo que tienen de significante las respuestas de los consultados. Esto no implica otra cosa que la necesidad de repensar seriamente aquello de involu­crar la dimensión significante de los problemas relacionados al gusto o a los consumos.

~7

Cingolani, Gastón, "Hacia una definición del juicio de gusto en los estu­dios de audiencia", ponencia presentada en el I Congresso e IV Colóquio Latinoamericano de Estudos do Discurso, organizado por ALED (Aso­ciación Latinoamericana de Estudios del Discurso), Recite, 2001.

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ma, pues, como enunciados de sujetos en alguna relación evaluativa de objetos, y en alguna relación (frente a los que se afilia o diferencia) con otros sujetos. La tarea apunta a analizar cómo se despliegan las rela­ciones entre las entidades definidas en dicha estructura proposicional. Las entidades que se ponen en relación en esta es­tructura son los s·ujetos, los objetos, las relaciones evaluativas y los colec­tivos, de los cuales enseguida detallaremos la analítica.

Previo a ello, es preciso formular una aclaración: dicho análisis de los juicios nunca se puede circunscribir sólo a nivel de la frase, sino que encuentra su constitución en el discurso in extenso. Esta salvedad es en parte metodológica, pero sobre todo epistemológica: las entidades textuales, si son concebidas sólo a nivel de la frase, no tienen nada de discursivo ni de social. Sólo en la medida en que articulan relaciones interdiscursivas con el resto de la semiosis, se puede ponderar su carácter social. Esto implica que el sentido de las mismas no está en ellas mismas, ni en su posición dentro de la frase, sino en sus relaciones (interdiscursivas) con todo el resto de la

discursividad social.

Juicios y subjetividad

Para comenzar diremos que existen principios que rigen la relación entre los sujetos y los juicios de gusto. El primero de ellos es un principio discursivo general, con origen en una con­cepción no "personalista" de la subjetividad, y plantea que el concepto de sujeto no es -por definición- reducible a la/s perso­na/s productora/s del discurso. Se parte de la idea de que los sujetos constituidos en el discurso son entidades que no tienen correspondencia necesaria con entidades "externas" al mismo, en la medida en que no es posible concebir socialmente al sujeto si no es al interior del propio tejido ínter-discursivo. Es cierto que esta diferencia (entre el sujeto-producido-discursivamente y las personas de "carne y hueso") sólo puede ser visible en la si­tuación de análisis, que exige la suspensión de las creencias en las que nos sumergimos cuando somos productores y/o recepto-

El GUSTO IMPOSIBLE. TRANSFORMACIONES EPISTEMOLÓGICAS Y PERSPECTIVAS ANALÍTICAS 9 5

res ordinarios. 38

La conjunción corriente y cotidiana entre el su­jeto discursivo y la persona "real", empírica, es condición y efec­to del funcionamiento discursivo.

Todo juicio de gusto, en tanto discurso, produce una subjetivi­dad. Pero esto se realiza de manera dispersa a través de lo que hemos denominado posiciones de sujetos.

39 Entendemos por estas a las mar­

cas del discurso (de diferente naturaleza, como veremos) que refie­ren o remiten

40 a una subjetividad (una o las que fueran).

Es preciso señalar tres particularidades de las subjetividades cons­tituidas en los juicios de gusto. La primera -que ya hemos explica­do- es que los sujetos construidos en los juicios se despliegan a través de diferentes entidades. Además de las remisiones y referencias explíci­tas, también constituyen a los sujetos, los objetos sobre los que se emite juicio ( dichlil en términos simples: qué cosas apar.ecen juzga­das, a qué universos pertenecen, qué colecciones invocan, qué series componen, en qué términos se los denomina, etc.), los tipos de jui­cios que se producen (qué valores se ponen en juego, qué a~pectos se juzgan) y los colectivos que involucran (las remisiones y catalogacio­nes de los actores que se mencionan, los órdenes sociales que se invocan, etc.). Todas estas entidades constituyen un cierto perfil de sttieto: quién juzga, en relación a qué objetos Uuzgados), con qué "sistema" de valores, en relación a quiénes.

38 Para un desarrollo de esta diferencia, recomendamos Verón, Elíseo, "Ponerse de costado", en Efectos de agenda, Gedisa, Buenos Aires-Barce­lona, 1999, y Verón, Elíseo; Siga!, Silvia, "Introducción" de Perón o muerte. Los fundamentos discursivos del fenómeno peronista, Le gasa, Buenos Aires, 1986.

3u Hemos tomado los conceptos de dispersión y de posiciones de sujeto plan­

teados por Mi che! Foucault en La arqueología del saber, Siglo XXI, Méxi­co, 1970, pp. 89-90.

40 La insistencia en enumerar de manera adyacente pero disociada las operaciones de referencia y de remisión se funda en que a la primera la consideramos una mención explícita (denominación, asignación de una singularidad) y a la segunda una operación más bien dispersa en la superficie discursiva, pero que puede reconstituirse en la medida de que se pueda constatar como un reenvío concomitante.

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Una segunda particularidad de estos discursos es que el anda­miaje de subjetividad que constituye no es necesariamente coherente: un mismo discurso suele constituir, incluso en un mismo plano de sentido, varias subjetividades, inclusive adversas o contrapuestas. De modo que suelen aparecen yuxtapuestos en un mismo discurso sujetos que no tienen una lógica única que los reúna. Esto no expre­sa que la persona que efectivamente produjo el discurso tenga un gusto incoherente, confuso o disparatado (tampoco, por supuesto, que haya "expresado mal" en sus palabras lo que "en su cabeza" o quién sabe dónde tiene como el verdadero contenido latente de su gusto ... ). En todo caso, lo que implica es que el gusto no está some­tido a una lógica racional y homogénea,

41 tal como ha querido ex­

plicárselo, ni que la persona que produce un juicio de esta naturale­za sea garantía de ninguna unidad posible ni reproduce en palabras el verdadero gusto. Resulta tan dificultoso como atrayente resolver en los análisis las oscilaciones que se presentan entre las posiciones de sujetos: conviven en ellos, por ejemplo, explicaciones con enuncia­ción objetivista (en nombre de las propiedades "intrínsecas" del ob­jeto del juicio), colectivista (en nombre de la mayoría), subjetivista (que involucra la advertencia o la relativización de que se habla "en nombre propio") con categorías lingüísticamente indeterminables ("uno", "algunos", "la gente", etc.); o, también, la exposición de las opiniones y gustos de los otros frente a los que no hay una defini­ción nítida de afinidad o discrepancia (o están ambas yuxtapuestas)

del enunciador. U na tercera característica nos lleva al problema de los universos

de sentido. Es también un principio discursivo el que expone que todo discurso está sobre determinado por diferentes niveles de senti­do. Este principio va de la mano de aquel otro que señala el carácter constitutivamente social del mismo, lo que implica que todo discur-

4 1 Lo que al idealismo trascendental universalista, a la razón instrumental, a la dialéctica clasista y al culturalismo populista les queda vedado (res­pectivamente) es producto de la propia búsqueda de la lógica única que resuma toda la dinámica del gusto.

EL GUSTO IMPOSIBLE. TRANSFORMACIONES EPISTEMOLÓGICAS Y PERSPECTIVAS ANALÍTICAS 9 7 •

so resulta incomprensible fuera de sus condiciones de producción.12

Así, cada discurso puede o suele remitir a universos diferentes o antagónicos, que se hacen visibles en reenvíos a colectivos con de­nominaciones provenientes de la sociología o de clasificaciones del marketing, mezclados con explicaciones morales, teorías (domésti­cas) del Estado o de la educación, lugares comunes y clichés sobre lo que los medios son o deberían ser, etc.

Objetos

Como hemos dicho, una de las entidades que construyen posi­ciones de sujetos en los juicios son los objetos de los juicios. Es de imaginarse que, así como el concepto de sujeto no equivale a "perso­na", aquí objeto no remite, de un modo ingenuamente naturalista, a "cosas". Los objetos de los juicios serán las entidades que aparezcan sometidas bajo al~.ma relación de evaluación en los predicados de los juicios. · ·

• Nuestra hipótesis admite ciertos aspectos ensayados por Pierre

Bourdieu en su sociología del gusto. Este ha sugerido que toda clasi­ficación sobre los objetos no hace más que clasificar al propio sujeto enclasante, a través de las producciones lingüísticas. Acordamos, en principio, con esta idea general;( ... ) Pero, es indispensable aclarar que su hipótesis se enmarca en una perspectiva muy diferente a la nuestra. Su visión acerca del sujeto, acerca de lo lingüístico y acerca de lo simbólico no es "compatible" con nuestro enfoque. Por un lado, este autor concibe al sujeto como exterior al lenguaje, y por tanto, como fuente u origen de las clasificaciones que construye. Las clasifica­ciones sobre los objetos, para Bourdieu, son recíprocamente enclasantes de los sujetos porque reproducen elhabitus en tanto siste­ma de percepción del mundo. Las clasificaciones expresadas a través

12 Esta línea teórica acerca de los discursos sociales remite directamente a nuestra lectu_ra de la teoría de la discursividad de Eliseo Verón, expues­ta en La Semzosts Soczal (1988), Gedisa, Barcelona, 1993.

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de lo lingüístico declaran la situación social del individuo, 43

a la vez que contribuyen a reafrrmarla y reproducirla. El suy~1es un sujeto qu~ expresa o expone sus "representaciones subjetivas" en el lenguaje, así como sus condiciones objetivas. Esas representaciones se mani­fiestan bajo cierta coerción estructural. Por otro lado, considera que las manifestaciones lingüísticas "ocultan" lo coercitivo (y su carácter histórico) mediante el mecanismo de naturalizar las condiciones a través de Ías categorías lingüísticas.

45 Hay una relación de exteriori­

dad y determinación entre las "condiciones objetivas" estructurales y lo lingüístico. [ ... ] ( ... Eso confirma su visión representativista dellen­guaje). Nuestro enfoque, no lingüístico sino discursivo, supone que las clasificaciones no "expresan" nada más allá [ ... ] sino que es justamen­te en lo discursivo que se constituyen como tales.

De modo que el análisis de los objetos se realiza a través de sus relaciones interdiscursivas, sobre las que podemos designar, por lo menos, las dos siguientes modalidades: por un lado, las remisiones a lo que podríamos llamar léxicos, o sea, regímenes de términos, de los que pueden establecerse sus relaciones con universos sociales identificables: léxicos político, sociológico, técnicos, de la crítica mediática, de grupos sociales, etc. ·

A su vez, también a través de lo que podríamos llamar la escala o nivel de las propiedades designadas: cada objeto enunciado impli­ca o asume el punto de vista de aquello a lo que se hace referencia;

en otras palabras, las pr?¡iedades que se conce~tualizan en el j~icio implican una selección de unas u otras proptedades, y un oerto

43 Cf. Bourdieu, Pierre-Wacquant, Lolc, Respuestas. Por una antropología reflexiva, Grijalbo, México, 1995, p. 106.

44 Bourdieu, Pierre, Cosas dichas, Gedisa, Buenos Aires, 1988, p. 130.

45 Ibíd.

46 Decir "selección" puede despertar cierto temor o sospecha de que nos sustentamos en una hipótesis objetivista, según la cual las propiedades de las cosas están ahí, esperando a ser expresadas, independientes de la conceptualización construida por el discurso. Obviamente no es esta nuestra hipótesis; sin embargo, es preciso tomar en cuenta que, si bien las categorías para describir "una cosa" son atribución del discurso

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nivel de generalidad o de detalle, lo que compromete la utilización de una escala (en el sentido cartográfico o de representación visual) que define un nivel específico de las propiedades de los objetos.17

En consecuencia, ~l análisis de los objetos se ve atenazado por estas dos variables, una que los circunscribe por su pertenencia a universos de sentido (pertenencia reconocible interdiscursivamente), la otra por el recorte de propiedades a una escala determinada.

Valores, valoraciones, evaluaciones

Los juicios son tales porque postulan una evaluación sobre los o?jetos que juzgan. Las dimensiones evaluativas que estructuran los jui­oos son, pues, otro aspecto fundamental del análisis de estos: entrañan di[erentes ordenamientos de las propiedades y caracterís­ticas ~e los objetos en base a algún tipo de ,axiología.

Vtsto desde un determinado nivel, la utilización de los diferen­t~s tipos de términos implica grados diversos de compromiso subje­tivo, o sea, gradaciones de subjetividad que llegan hasta el grado cero que sería la enunciación cuyo efecto de sentido es la objetividad. Des­de otro nivel, todos los términos resultan igualmente "subjetivos", condición inherente a todo lo discursivo. El primer niveL.descrito es el que hemos denominado nivel de las posiciones de sujeto, y el segundo es el que corresponde al sujeto del juicio.

juz?"a~te, también hay que recordar que esta operación no se realiza en vac~o, smo que habría una retoma de categorías ya circulantes en la semiosis social. Podemos perfectamente remitirnos en estos casos a la distinción

47 que h_ace Ch. S. Peirce entre objeto inmediato y objeto dinámico. Por eJemJ?!o, en ~~estra investigación acerca de los juicios de gusto ~obre fi~c10n televisiva, hemos identificado escalas que situaban los ob­jetos a nivel de. los person<ties y sus relaciones, a nivel de la organización del relato,. a nivel d~l género, y a nivel del programa como producto (e~presanal, artís~ICo o mediático); cf. Cingolani, Gastón, "Lente, ecografo, mapa. Miradas y objetos en juicios de gusto sobre ficciones d~ TV."; en La trama de la comunicación, Anuario del Departamento de Ciencias de la Comunicación 2003-2004, 9: 181-192, Universidad Nacional de Rosario, Rosario, UNR Editora, 2004.

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En todo trabajo de análisis nos topamos con diferentes estrate­gias enunciativas (a nivel de las posiciones de sujeto), y es un hecho recurrente encontrarse con que las estrategias enunciativas no siem­pre guardan coherencia: se intercalan términos de los diferentes tipos en una misma frase, lo que obliga a establecer relaciones siem­pre más allá de la frase -y, necesariamente también, más allá de esta

18 variable- para poder caracterizar la estrategia.

Colectivos

A menudo en los juicios se invocan o involucran expresiones y relaciones con lo que podríamos llamar colectivos sociales. Se trata de una operación recurrente en las explicaciones o en las justificacio­nes sobre el juicio propio, sobre la calidad del objeto juzgado o sobre las opiniones reconocidas, etc., la aparición en la escena discursiva de algún colectivo. Al igual que ocurre con los objetos, cada designación de los colectivos es una categoría que reenvía a diferentes mundos en los cuales la misma tiene sus condiciones de producción. Surgen juicios que se auto-justifican o auto-explican en la pertenencia de clase, en el nivel de educación, en la edad o el factor generacional, en la identidad sexual o genérica, etc., para las cuales se hecha mano a diversas entidades-colectivos: "mi familia", "los que no laburan y miran televisión todo el día", "la gente que está sola", "la clase media", "los que no saben nada de lo que pasa en el mun-d , "1 . , t t o , as muJeres , e c., e c.

El yo que enuncia el juicio estaplece, básicamente, respecto de ' dichos colectivos relaciones de inclusión (pertenencia, afinidad, pro-

48 Articulando estas dos clases de entidades (los objetos y las dimensiones evaluativas) hemos dispuesto los componentes valuativos, que discriminan los juicios formales o estéticos, los de verosimilitud o de representación, los utilitarios, y en otro orden enunciativo, los éticos. No desarrollamos con mayor profundidad esto para no sobreabundar con cuestiones de per­tinencia más técnica que teórica. Cf. Cingolani, Gastón, "Juicios de gus-

, . to ... , op. cxt.

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piedad, identificación, asimilación, etc.) y exclusión (ajenidad, di­ferenciación, rechazo, distancia, etc.). La topografía social que tra­zan los juicios suele ser bastante irregular, con huecos, ambigüeda­des, superposiciones y contradicciones, tales como incluirse y ex­cluirse al mismo tiempó de algún colectivo.

Imposibilidad última

La imposibilidad estructural que el análisis de estos juicios deja al descubierto es aquélla en la cual se manifiesta una suerte de "diá­logo de sordos", donde cada sujeto constituido por los juicios in­cluye a los otros, pero desde su propia lógica, que nunca es absoluta­mente propia, pero tampoco es reducible de manera total a otras an­teriores. Elhecho de que sea cada juicio ~1 que trace la configura­ción de sus parámetros (de un modo indete'rriúnable a priori, aunque catalogable y reducible en análisis a posteriori), genera la imposibili­dad de reducir a una sola dimensión la explicacióh o el sentido del mismo, así como tampoco la clasificación superficial de "hay perso­nas a las que les gusta x, otras y, y otras z". Tampoco los planos en los que pueden identificarse tensiones entre juicios (por ejerpplo, dis­putas por clasificar o imponer un~ valoración sobre algún objeto mediático, artístico, etc.) se estable¿en siempre a través de lo explí­cito en la superficie discursiva. Considerarlo, por el contrario, en esos términos, sería trivializar la discursividad, desconocer la sobredeterminación estructural del sentido, retornar a un modelo lineal del "mensaje". El problema que tenemos por delante es el de atenernos a la imposibilidad de unidimensionalizar el juicio, es decir, de reducirlo a una sola de sus propiedades significantes. Los juicios de gusto se montan sobre la misma falta de cierre último del sentido que todo lo que tiene carácter social. Nos queda, pues, indagar en la complejidad de los juicios de gusto, evitando caer en la cuenta de que los mismos están únicamente en relación con una posición eco­nómica, una determinación cultural, una lucha por la hegemonía, un hábito, etc. Quizás lo estén -habrá que probarlo- con todo eso y con otras cosas también.

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