Claudia Piñeiro en Clase Ejecutiva ABR 2015

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Es la gran dama del policial argentino. Las viudas de los jueves cumple 10 años como best seller. Y en su nueva novela, sigue explorando los infiernos privados como símbolo de las tinieblas sociales.

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AUTORA DE BEST SELLERS COMO

LAS VIUDAS DE LOS JUEVES, TUYA Y

BETIBÚ, LA GRAN DAMA DEL POLICIAL

ARGENTINO VUELVE CON UNA SUERTE

PEQUEÑA, OBRA EN LA QUE, SI BIEN

SE ALEJA DEL GÉNERO, EL DISPARADOR

(UNA MUERTE) ABRE LA PUERTA A

LA MIRADA SOCIOLÓGICA QUE

CARACTERIZA A SUS NOVELAS.

“CUANDO QUIERO NARRAR UNA

HISTORIA, ME SALE MIRARLA EN UN

CONTEXTO”, EXPLICA.

SU VISIÓN SOBRE LA ARGENTINA

ACTUAL, LA GRIETA ENTRE LOS

INTELECTUALES Y EPISODIOS COMO

EL CASO NISMAN, BAJO LA LUPA DE

ESTA CRÍTICA LITERARIA.

Txt: Andrea del Rio

Ph: Antonio Pinta

PIÑEIROCLAUDIA

Las sociedades secuentanpor los crímenesque suceden”“

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Es la gran dama del policial argentino. O así la posi-cionó, a ojos del gran público, el fenómeno de Lasviudas de los jueves, un bombazo editorial que, a 10años de su publicación, lleva más de 300 mil ejempla-res vendidos y se arrellana, cómodo, en el segmentode los long sellers, esos libros que se trascienden a símismos hasta volverse clásicos. En rigor, Claudia Pi-ñeiro había desplegado su particular versión del géne-ro negro con una novela previa, Tuya, que fue finalis-ta del Premio Planeta 2003. Allí campea su mirada so-ciológica de los infiernos privados como metáfora delas tinieblas públicas. Allí se florean sus personajes tansospechosamente normales y sus protagonistas tan he-roicamente disidentes. Allí, entre diálogos tan verosí-miles y descripciones tan visuales, retoza su sentido dela ironía, un polizonte de frases-látigo, de esas quechasquean, fugaces, y dejan cicatriz con su sola pro-mesa de rozar la piel... En 2005, un jurado integrado por el portugués JoséSaramago (Nobel 1998), la española Rosa Montero yel argentino Eduardo Belgrano Rawson proclamó a Lasviudas como ganadora del Premio Clarín de Novela.Consagrada, Piñeiro se sintió interpelada a ir por más.Llegaron Elena sabe (2006), Las grietas de Jara (2009),Betibú (2011) y Un comunista en calzoncillos (2013),todas publicadas por Alfaguara. Desde Penguin Ran-dom House confirman que cada uno de esos títulosvendió un promedio de 35 mil ejemplares, cifra que lesaseguró presencia rutilante en los listados de best sellers,categoría a la que se accede tras superar la barrera de las15 mil unidades, según fuentes del mercado. Sus novelas más cercanas al thriller ya tuvieron su ver-sión cinematográfica: además de Las viudas de los jue-ves, ese relato impiadoso sobre la decadencia de losnew rich de los ‘90, recientemente llegaron a la panta-lla grande Betibú, un fresco sobre la impunidad de lospoderosos y la complicidad de los medios de comuni-cación; Tuya, una historia sobre el deber ser converti-do en excusa para el crimen; y, en breve, Las grietas deJara, una reflexión sobre los sueños que se resignancuando en un entorno laboral se acepta la ley dequien duerme siempre con un ojo abierto. Por acciónu omisión, nadie es inocente de lo que (le) pasa, insis-te Piñeiro, novela a novela. A esa máxima ni siquiera escapan sus obras más inti-mistas, con leves anclajes autobiográficos: Elena sabenarra la gesta de una mujer con Parkinson para descu-brir, en el poco tiempo que le queda, la trama ocultadel femicidio de su hija, y Piñeiro ha revelado que co-noce tan detalladamente el apagón al que conduce laenfermedad porque su madre la padeció; Un comunis-ta en calzoncillos explora, de modo entrañable, el pac-to de lealtad entre una adolescente y su padre duranteel golpe militar de 1976; y Piñeiro ha confesado queallí se permitió exorcisar el peso que las contradiccio-nes ideológicas de su papá tuvieron en su juventud,transitada en una época de silencios ensordecedores. En mayo llega Una suerte pequeña. No es un policial,aunque hay una muerte y una culpa, una pena y undolor. No hay vinculación con su historia personal,más allá de que la imagen disparadora fue una desgra-cia privada con ecos comunitarios que sucedió en Bur-zaco, su barrio de crianza. Es, en todo caso, una ho-

nesta y descarnada, por momentos polémica, miradasobre las sombras de la maternidad –“llena de peque-ños fracasos que pasan inadvertidos”, escribe–, y elcosto de romper el último tabú: que esa elección tam-bién admite dar un paso al costado. El lanzamiento de su nueva novela en el marco de laFeria Internacional del Libro de Buenos Aires y el dé-cimo aniversario de aquella que la encumbró definiti-vamente en el mapa de la literatura argentina, fueronlas excusas para visitar a Claudia Piñeiro en su casa enPilar y conversar sobre los secretos de su proceso crea-tivo. Pero también sobre los cruces entre ficción y realidad a la luz de la coyuntura: del Caso Nisman a la grieta entre intelectuales, de la corrupción institu-cional a la espectacularización de la política.¿Qué inspiró su nuevo libro?Tengo, desde muy chica, el recuerdo de un Citroënamarillo que se detiene sobre las vías. Y lo relacionocon un accidente que pasó en mi barrio, donde noshabíamos acostumbrado a que las barreras automáti-cas no funcionaran: pese a la chicharra o la luz, se cru-zaba el paso a nivel. Varias veces hubo problemas. Pe-ro hay un día que lo recuerdo mucho porque iba unamamá con sus hijos. En mi novela el hecho está total-mente cambiado, pero ese fue el disparador. ¿Lleva un registro especial de esas imágenes quedan origen a sus relatos? No, siempre tuve muy buena memoria. Con el paso delos años a veces pienso en empezar a anotar algunas,pero hasta ahora siempre confié en que, si se quedan, esporque ahí hay un material dramático importante. En su momento, renegó del vínculo entre Elenasabe y un dato de su vida familiar. Pero en Un comunista en calzoncillos abordó explícitamente el tono autobiográfico. ¿Ahora encontró el punto de equilibrio para contar una historia ajena pero cercana?Aunque en Un comunista hay muchas cosas que noson reales, es bastante autobiográfica, sí. Me costómucho ponerme a escribir nuevamente una historia.¿Y ahora qué cuento, si ya conté todo? ¿Qué sigue?Ahí apareció esa imagen que, si bien no tuvo que vercon nada que me haya sucedido a mí específicamente,sí era una referencia de mi infancia, porque era unavecina a la que veía en el barrio. Elena sabe también esdiferente porque no tiene nada de autobiográfica,aunque la enfermedad de la protagonista sea la quetenía mi mamá. Hoy es como que pasó el tiempo y yame importa menos que hagan un comentario ni tenerque dar explicaciones. Me parece que hay que tomar-se un tiempo para escribir otras cosas antes de metersecon algo tan de una. Porque a veces pensás: ¿qué lepuede importar a un lector lo que le cuente de mi vi-da? Quizás, después de varios libros, le interesa más...Pero, independientemente de eso, una escribe la his-toria que tiene ganas de escribir.¿Es casual que su novela reflexione sobre el mandato de la maternidad ahora que sus hijos ya son jóvenes adultos?Es cierto que hay muchas preguntas sobre la materni-dad, sobre si todas las mujeres estamos preparadas ono para ser madres. Y es un tema con el que las nue-vas generaciones de escritoras –Lina Meruane, Maria-

BBEESSTT SSEELLLLEERR.. SSeeggúúnnPPeenngguuiinn RRaannddoommHHoouussee,, sseelllloo qquueeeeddiittaa llaa oobbrraa ddeeCCllaauuddiiaa PPiiññeeiirroo ddeessddee22000055,, ssuuss lliibbrroossvveennddeenn uunn pprroommeeddiiooddee 3355 mmiill eejjeemmppllaarreesseenn llaa AArrggeennttiinnaa..

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“No novelaríael caso Nisman.¡Jamás! Nunca memetí con casosreales porque unano sabe qué pasó.Y ahí hay familia,delitos verdaderos…Ahora, los detallesde su trama meatraen como unjuego intelectual”

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na Dimópulos, Samanta Schweblin, Ariana Harwicz–se están metiendo mucho. Plantean: ¿qué pasa si noquiero tener hijos, si no nací para ser madre? Y hay al-go que se trabaja en el libro que tiene que ver con esaspreguntas. Parece una frase hecha pero, cuando vascriando a tus hijos, aprendés por lo que te van devol-viendo. Entonces, hay cosas sobre las que reflexionoen esta novela que, si ellos no tuvieran la edad que tie-nen, no habría llegado a elaborar. Son reflexiones aposteriori, cuando ya no tenés que salir corriendo,cambiarles los pañales, darles la mamadera. Vuelve a desenmascarar el mandato de felicidad, eneste caso vinculado con la maternidad. ¿Por qué?Es un tema que me interesa mucho. Hace poco, de undiario suizo me pidieron que escribiera sobre un mo-mento feliz. A ellos les debe parecer facilísimo, pero amí me parece dificilísimo. Me acuerdo que hace mu-chos años, cuando trabajaba en una empresa de audi-toría, tomaba clases de inglés con varios compañeros.Un día, la profesora, muy alegremente, preguntó:“¿Ustedes son felices?”. Y uno contestó rápidamente:“Sí, sí, sí”. Para mí, era el que más problemas tenía detodos. El resto nos mirábamos y no nos atrevíamos aresponder, porque es una pregunta absoluta. Lo queplantea la novela es eso: ¿uno puede decir que es felizo la felicidad son pequeños momentos? Subo muchascosas a las redes sociales y, cuando escribí esa nota, lapuse en Facebook. Una seguidora reflexionó que, a es-ta altura, ella pensaba que a lo mejor la felicidad tam-bién es una virtud. Me quedé pensando mucho en eso,porque probablemente sea una virtud de la que algu-nos carecemos y a lo mejor hay que esforzarse, ¿no?Natalia Guinzburg (N.d.E.: Ensayista y política italia-na, fue diputada por el Partido Comunista) tiene untexto precioso, Las pequeñas virtudes, donde dice quea los hijos les enseñamos las pequeñas virtudes porquecreemos que las grandes –la paz mundial, la felicidad,el amor al prójimo– ya vienen con uno, entonces lesdecimos “atate bien los cordones, sé prolijo”... Y laverdad que me quedé pensando si la felicidad no esuna virtud que uno debería poder aprender y enseñar.Esa imposición de la felicidad como mandato de épocao como receta de autoayuda, no la compro en absolu-to. La felicidad como virtud me parece mucho másimportante que vivir el pequeño momento. En Una suerte pequeña vuelve, de algún modo, a poner la lupa en los entornos endogámicos de la clase media. ¿Por qué le atraen tanto?Creo que los universos privados, las familias, esa cosapequeña que puede ser un mundo, son muy ricos paracontar cosas universales también. Una vez le pregunta-ron a (Antón) Chéjov por qué escribía sobre lo coti-diano, lo tan íntimo. Y él dijo: “Para que haya un dra-ma, no necesariamente una persona tiene que subir elHimalaya. A veces un drama se da entre una mujer yun hombre frente a un plato de fideos, en silencio”.Me parece que el encierro es un tema en toda mi lite-ratura. Y me parece que, con respecto a la clase mediaargentina, eso se potencia porque tiene que ver con elqué dirán, con aparentar que somos una familia de de-terminado estilo cuando en realidad adentro pasanotras cosas. Los personajes que pueden salir de esosencierros son los que tienen alguna diferencia, aunque

a veces lo hacen de la peor manera. Si vos estás cómo-do en esa situación en la que todos aparentan ser feli-ces –volvemos al mandato–, no lo critico. Pero me in-teresan los otros, porque solamente los distintos pue-den salir de ese juego extraño.¿Ese objeto de su mirada lo fue encontrando a medida que desarrolló su voz o fue lo que la motivó a escribir?Cuando terminé la secundaria, quería estudiar Sociolo-gía. Y mi mamá me mandó a hacer el test vocacionalgratuito en el Hospital Borda. Entonces, me tomé elRoca en Burzaco, me bajé en Constitución y fui a eselugar donde estaban los internos sueltos, pidiendo ci-garrillos y esas cosas... Para una chica que venía de uncolegio de monjas y que salía por primera vez al mun-do, era toda una situación. Y ahí, una psicóloga meaconsejó: “Si querés estudiar esa carrera, andá a la fa-cultad y preguntale a los que ya están cursando quéopinan”. Obediente, me tomé el colectivo y fui a De-recho, porque en ese momento se estudiaba en esa se-de. Empecé a recorrer los pasillos hasta que encontréuna puerta que decía Departamento de Sociología. Meparé y, al primero que salió, le hice la pregunta. Merespondió: “No estudies esta carrera porque vas a ter-minar muerta en una zanja”. Era 1977. Y al año si-guiente la Dictadura cerró esa y otras humanísticas. Mimamá y mi papá empezaron pero no terminaron Cien-cias Económicas: mi hermano y yo somos contadores.Pero esa mirada sociológica que tenía a los 17 añosaparece: cuando quiero contar una historia, me salemirarla en un contexto. Y el género policial toma mu-cho de lo sociológico, porque vos no podés contar uncrimen sin contar la sociedad donde sucede. Tenés quebuscar razones –no solamente quién, cómo y por qué–en lo que está pasando alrededor. Las sociedades secuentan por los crímenes que suceden. Cuando enNoruega un tipo agarró un rifle, fue a un campamentoy mató no sé a cuántos chicos, a nosotros nos parecióinverosímil porque acá es muy raro que alguien hagauna cosa así. Sin embargo, acá hubo otros crímenes,muchos crímenes de Estado, que en otros países hu-bieran sido imposibles de imaginar. Uno entiende elfuncionamiento de la sociedad a través de los crímenesque en ella se cometen.¿La Argentina tiene los crímenes que se merece?A mí la frase esa de “tenemos el Gobierno que nosmerecemos” o “tenemos los crímenes que nos merece-mos”... ¡Y no! La verdad es que nos merecemos mejo-res cosas. Ahora, bueno, a todos juntos nos salen estascosas... Y no lo digo específicamente por un gobiernoo por otro; digo que, en general, todo lo que nos hapasado en la Argentina, fue por algo. No creo que noshubiéramos merecido la Dictadura ni muchas otras co-sas, pero sobre eso hay que reflexionar. La palabra me-recer me parece exagerada. Pero sí tenemos responsa-bilidades de distintos tipos sobre mucho de lo que nosha pasado. Y una es votar. Porque votar también esuna responsabilidad.Justamente, sus novelas critican el conformismo yrelativismo cívico de una sociedad que, tras lucharpor la vuelta de la democracia, la redujo al ejerciciode votar cada cuatro años.Ese es un tema que me interesa mucho. Pasó con Cro-

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IINNTTIIMMIISSTTAA.. EEnn mmaayyoossee ppuubblliiccaarráá ssuu nnuueevvaannoovveellaa,, UUnnaa ssuueerrtteeppeeqquueeññaa.. SSii bbiieenn nnooeess uunn ppoolliicciiaall ppuurroo,,hhaayy uunnaa mmuueerrttee,, uunnaa ccoonnddeennaa ssoocciiaall,,uunnaa ppeennaa pprriivvaaddaa..

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“Rescató el thrillery la novela social”Por Guillermo Saccomanno*

“Claudia Piñeiro –como otros que transitaron por mitaller, publicaron y adquirieron cierta repercusión–,ya venía como un número puesto. Venía de escribirpara televisión, para teatro, cuentos para niños: tenía una prosa evolucionada y, en todo caso,ajustó detalles. Porque un taller no dota de talentoa nadie: se tiene o no se tiene. Y además, en su caso hay una capacidad de trabajo que lo es todo.Es que el secreto de este oficio es culo en silla: podés tener todo el talento del mundo pero, si notenés una disciplina, un rigor, no podés llevar adelante una obra. Recuerdo que Claudia venía trabajando una serie de cuentos, estampas,anécdotas bastante reales –patéticamente reales,diría– de la vida en el country. Y, de pronto,empezaron a cobrar forma, a articularse a través deuna trama y llegaron a ser Las viudas de los jueves.Trabaja con mucho oficio y mucha pericia: tienemucha perspicacia para meterse en lo real y retratarlo. Las situaciones que describe tienen unpoder de verosimilitud que es lo que las hace muyatractivas. Logra una combinación de thriller y novela social que era un género perdido y ella recupera. Porque, a través de los mecanismos delpolicial, logra un relato que es el reflejo de un momento que coincide con el derrumbe del menemato donde el country, que parecía el idilio,la tierra no contaminada, se muestra como una colmena que apesta.Las viudas tuvo no sólo una resonancia literaria sino también un efecto social muy importante porque le jugó a favor una cuestión de timing que no creo que haya sido buscado: ella simplementeescribió sobre eso que tenía alrededor. Todo escritortrata de contar aquello que conoce. Y ella lo hizosobre ese universo de los barrios cerrados en elque vive. Que eso tenga o no repercusión en el entorno no es algo que a uno le deba preocupar.A mí me pasó con Cámara Gesell: algunos me insultaron y otros me felicitaron. Creo que la literatura no cambia el mundo, pero sí puede modificar una conciencia, puede iluminar algún rincón de la realidad. Ahí está el hallazgo”.

*Escritor (Bajo bandera, La lengua del malón, 77,El oficinista, Cámara Gesell)

“La realidad siempre supera a la ficción”Por Ricardo Canaletti*

“Leo muy poco literatura policial argentina, más bien libros técnicos o novelas negras de autores extranjeros. En el país no tenemos –como en los Estados Unidos, Europa e incluso América Central– una larga tradición de novela policial porque siempre fue considerada de segundo orden, excepto algún que otro cuento de Jorge Luis Borges, nada menos. Ahora hay mucha gente que se le anima al género. Y creo que es el trasfondo sociológico y político de los crímenes de ficción lo quelleva a su auge en época de crisis. A nadie se le hubiera ocurrido hacerlo en los tiempos del ‘deme dos’ o del primer menemismo: son los momentos de desolación, de incertidumbre, de grandes desigualdades sociales los que definen uncampo propicio para que algunos se dediquen a describirlos a través de la novela negra. De todas formas, a mí siempre me gustó lo más sencillo: el misterio acerca del quién y el cómo. Los cuentos de Edgar Allan Poe, en ese sentido, me siguenpareciendo insuperables. También hay una tendencia a ficcionalizar hechos reales, porque así es posible llenar los baches:como muchas veces el hecho, tal como ocurrió, es atrapante por la acción en sí misma pero no se tienen los motivos, la ficción permite ensayar respuestas. Pero la realidad siempre supera a la ficción. Y a mí, como lector, me satisface conocer el crimen tal cual ocurrió: nadie lo podría imaginar mejor”.

*Abogado y periodista especializado en policiales

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“Todo lo que dice te sirve para pensar”Por Marcelo Piñeyro*

“No leí Las viudas de los jueves cuando salió. Sí me enterédel éxito que estaba teniendo y, no sé por qué, se me habíaocurrido que la novela era algo así como ‘riámonos de las boludas menemistas’, que era el espíritu de ese momento en la Argentina. Un día, me llama un productor amigo y mecuenta que había comprado los derechos para llevarla al ciney quería que la filmara. Me estaba yendo de vacaciones alMachu Picchu y me la llevé. Ni bien la empecé a leer, meatrapó: no tenía nada que ver con mi prejuicio. Lo que meterminó de convencer fue sentirla muy conectada con mi película El método porque, de algún modo, hablaba del mismo tipo de personajes. Mientras que mi película los abordaba en su faceta profesional, el libro de Claudia se metía en su intimidad. Entonces, organizamos una reunión ensu casa del country. Y, la verdad, ¡ella me mató! Me encantóde entrada, desde que me saludó. Le expliqué que lo que memás me interesaba de su libro era ahondar en el mundo privado de esos personajes que fueron los ejecutores de laspolíticas del neoliberalismo, que se sentían socios y parte delpoder, justamente en un momento en que comprenden queson prescindibles, como fue el contexto de la crisis de 2001.Ella, que también tiene experiencia como guionista, me dijo:‘Hacé tu película. Lo que tenía para decir, lo dije en la novela’. Le envié cada versión del guión: me interesaban susimpresiones porque es una mina muy inteligente, muy piola,muy lúcida. Todo lo que dice, te sirve para pensar.

Un hallazgo de la novela es que nunca subraya: tiene tantascapas de lectura que no sentís que estás frente a una obrapolítica dura. Pero, sin embargo, tiene una mirada ideológicay crítica muy precisa del fenómeno que narra. Ella no es Agatha Christie ni pretende serlo. En todo caso, cultiva el thriller sociológico, que es una manera de narrar la realidadposiblemente más próxima a la novela negra que al ensayo costumbrista”.

*Cineasta (Tango feroz, Caballos salvajes, Cenizas del paraíso, Plata quemada, Las viudas de los jueves. Filmará

la novela El puñal, de Jorge Fernández Díaz)

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mañón: cuando las responsabilidades se diluyen, na-die es responsable. En el voto también pasa eso.Claro que uno no se puede hacer cargo de todoslos que están en una lista que tenemos que votarentera, pero sí se puede hacer responsable de suspequeños actos, aunque probablemente con ellosno pueda modificar por sí solo algo. Tenemos unademocracia muy joven y hay muchas cosas que va-mos aprendiendo. Cuando Las viudas se tradujo alholandés, la traductora me preguntó qué era un ce-menterio privado. “¿Es una empresa? Porque si enmi país la muerte la administrara una empresa y noel Estado, saldríamos todos a la calle a protestar”.Ahí me puse a pensar que, claro, en la década del‘90 permitimos que muchas cosas las dejara de ha-cer el Estado, por ejemplo la administración de losmuertos. Eso, que para nosotros es natural que seaun negocio, en otras sociedades no es así. ¿Cree que la discusión política polarizada esotro defecto de la joven democracia? Hay que trabajar mucho para que no sean naturalescosas que no deberían serlo. En otros países, dondelas democracias tienen más tiempo, hay mucho másrespeto por lo que opina el otro que acá. Despuésdel ‘Que se vayan todos’ nos empezamos a intere-sar por la política. Me parece fantástico que las nue-vas generaciones estén interesadas, que sea un temay que discutamos. Pero creo que llegamos a unpunto en el cual nos peleamos tanto que ahora hayque buscar un equilibrio y encontrar formas de ha-blar sin agredirnos. También hemos naturalizado laagresión verbal: estamos acostumbrados a pelearnosdesaforadamente en programas de televisión, enTwitter, donde sea. Hace pocos días leí una entre-vista en El País, de España, a Sergio Ramírez, quees un escritor nicaragüense extraordinario (N.d.E.:Exvicepresidente del país centroamericano entre 1986y 1990, durante el mandato del sandinista DanielOrtega) y el título era: “La mayor revolución es verel mundo como lo ve el otro”. Y me pareció unafrase que para nosotros es imprescindible. Entenderque vos pienses de otro modo y que no nos tene-mos que pelear necesariamente por eso. Creo quees un proceso lógico: pasamos de no hablar a gritar.Ahora tenemos que encontrar ese punto medio pa-ra conversar. Es tan joven esta democracia...¿Atribuye a una crisis de liderazgo que la clase política no pueda generar otro tono de discusión en los medios?Mirá, la política no tiene por qué tener el ratingmás alto de la televisión. Creo que ese es el error,porque la gente tiene que ver ficción, programascómicos, otra cosa. Ahora, a los políticos que quie-ren hacerse conocer –porque nadie los vota o por-que quieren que los voten más– les conviene ir aciertos programas que tienen un marco más de es-pectáculos. Saben que ahí está la gente que vota, yno viendo un programa político donde se discutede otra manera. Pienso que desde los dos lados hayuna responsabilidad en esa situación. A mí me pare-ce que Intratables, de Santiago del Moro, tiene al-go muy positivo: van todos. Y eso no se ha vistotanto. A veces, la verdad que impacta un poco esa

cosa de que alguien está diciendo algo interesante yviene otro y lo corta con algo que no tiene sentidoo para agredir. De todos modos, rescato muchísimola pluralidad de ese programa. Este es un año elec-toral, así que eso va ser muy difícil de desarmar. Pe-ro creo que a la gente le divierte. Y a mí también. ¿Cómo vivió la grieta entre escritores? Hay escritores que tienen una posición política muyclara, muy manifiesta y que abiertamente exponenlo que opinan y de qué lado de esa grieta supuestaestán. Los respeto porque los creo convencidos enlos dos casos. Viste que de los actores se dice: “Lohace porque le van a financiar una producción enATC (sic) o lo hace porque la Corpo no sé qué co-sa”. Entre los escritores es tan poco el dinero quehay en juego que, la verdad, por lo menos a los queconozco, los que son amigos míos digamos, clara-mente kirchneristas o claramente de la oposición,los considero sinceros en lo que creen y defienden. ¿Qué piensa de la dicotomía periodismo militante y opositor?En otros países también sucede que los diarios tie-nen cierta tendencia, pero me parece que acá estámuchísimo más radicalizado, se fueron de rumboen ese sentido. Es el reflejo de la sociedad, pero seva a tener que ir encausando porque, si no, va a ha-ber medios que vamos a dejar de leer. Como escritora de novelas policiales, ¿cree quela ficción es, paradójicamente, más creíble que el periodismo a la hora de explicar ciertos crímenes del poder? No, lo que sucede es que la ficción puede inventarun caso de espías en la Argentina, como hizo JorgeFernández Díaz en El puñal: obviamente él tienemucha información cierta para haberla podido es-cribir, pero también se pudo tomar todas las licen-cias que quiso porque es una ficción. Si él hubieratenido que hacer una crónica periodística con esainformación, a lo mejor le hubiera llevado mástiempo publicarla, a lo mejor hay cosas que no po-dría haber dicho porque no tenía la fuente o por-que no era totalmente certera. ¿¡Sabés la cantidadde cosas que tengo en la cabeza, de todo este tiem-po, que digo: “Yo hago una novela con un montónde estas cosas. Ya las usaré de alguna manera”!? Pe-ro si tuviera que hacer una crónica de los casos po-liciales que estamos viendo en este momento, o delos casos políticos, no podría porque no tengo lacerteza de que eso que escuché o deduje es así. Elperiodista se ve limitado en ese aspecto. En cambio,el novelista inventa: cambia los personajes, corre ellugar a otra cuidad y va contando una historia quea lo mejor es verosímil para la ficción. Y como la re-alidad es tan inverosímil, entonces la ficción termi-na siendo más verosímil. Porque en la ficción, elque lee conoce las reglas del juego. Pero, en la rea-lidad, vos no sabés si se murió a tal hora o a talotra, si es una autopsia o la otra. Con eso no podésficcionalizar: se murió a una hora o se murió a otrahora, no pueden ser verdad las dos cosas. Jamás es-cribiría una novela sobre el Caso Nisman. ¡Jamás! ¿Por qué no novelaría la muerte del fiscal Alberto Nisman?

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“Es una escritoraen ascenso”Por Ricardo Gil Lavedra*

“Su mejor momento es cuando está escribiendo.Hace dos años y medio que estamos juntos y,sinceramente, acompañarla en su proceso creativo es una experiencia fascinante. Uno va viendo, cotidianamente, de qué modo suspensamientos se van trasladando a un mundode fantasía, y resulta subyugante. Tiene un rasgoparticular: todo le interesa, es una esponja,tiene una memoria impresionante. Y creo que su misma aprehensión de la vida se traslada ala escritura: porque los escritores no reflejantodo lo que ven, pero todo lo que ven tiene impacto en lo que relatan. Además, posee una particular habilidad para llevar al lector:mantiene la tensión y el suspenso con un lenguaje muy sencillo y llano. Eso forma partede su estilo, así como su mirada focalizada enlas clases medias, urbanas o acomodades.Generalmente se la sindica como una escritoranegra, pero para mí no lo es, aunque tiene algunas obras muy buenas en ese género.Pero es una autora mucho más completa.Y está en ascenso: aquí ya está instalada conuna buena cantidad de lectores fieles, su obraestá trascendiendo cada vez más en el exterior y es notable que tantos de sus libros seanadaptados al cine”.

*Abogado y exjuez, presidió el tribunal del Juicio a las Juntas (1985), fue Ministro de

Justicia y Derechos Humanos de la Nación(1999 y 2000) y presidente del Bloque deDiputados de la Unión Cívica Radical en el

Congreso de la Nación (2010-2013).

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Page 8: Claudia Piñeiro en Clase Ejecutiva ABR 2015

Porque jamás me metí con casos reales. Aunque al-gunos creyeron que escribí Las viudas de los jueves apartir del caso de María Marta García Belsunce, lohice antes. Jamás tomaría un caso real porque, deverdad, uno no sabe lo que pasó. Ahí hay familia ydelitos verdaderos, y no me siento cómoda con fic-cionalizarlo. Sí puedo tomar determinados detallesde cualquiera de los casos policiales reales y ponér-selos a otro caso policial que invento.Y de este caso, ¿qué detalles sí va anotando parausar en una futura novela?¡Millones! Para escribir mis novelas policiales leímuchos libros de Raffo (N.d.E.: Osvaldo, decano delos médicos forenses en el país) porque, aunque no loponga específicamente en la novela, tengo que sa-ber, por ejemplo, cómo es el proceso y cuánto tardaque un cuerpo alcance el rigor mortis. Tenés que serverosímil: no podés decir una cosa por otra. En Lasviudas, por ejemplo, unos personajes se muerenelectrocutados en una pileta. Quería que fuera porun alargue, porque ya no hay más, como antes, esosfaroles de la pileta con los que a veces la gente seelectrocutaba. Entonces, lo llamé a mi electricista yle dije: “Mirá, si yo quiero electrocutar a unas per-sonas en una pileta y le tiro un cable, ¿salta la llavetérmica?”. Del otro lado hubo un silencio. Era unseñor que trabajaba por esta zona, muy buen lector,y enseguida se dio cuenta por qué lo consultaba. Alrato, vino con un informe técnico de cómo teníaque hacer para que la llave térmica no saltara. Y meaclaró: “Lo que sí, alguno tiene que tocar el bordede la pileta porque, si no, no hace masa y no se ter-minan de electrocutar”. Jamás entendí lo que esmasa, porque a mí esas cosas de física me resultanmuy difíciles de entender, pero por supuesto quepuse un personaje que tocara el borde de la pileta

porque si él me lo dijo, seguramente había otro lec-tor que también lo sabía. Y si hay una inverosimili-tud en alguna parte del armado del policial, se tecae. Tengo pensado empezar a escribir no una se-gunda parte sino otra aventura para los personajesde Betibú. Y tenía una imagen disparadora que erala que detonaba esa nueva aventura. Pero hay deta-lles del Caso Nisman que tienen que ver con esoque me imaginé como primera situación y, enton-ces, tengo que pensar bien si la voy a usar o no. Mecondiciona que se sienta de algún modo oportunis-ta. Y no, la verdad que ese primer capítulo lo tengoescrito hace mucho y, además, es bastante más pavode lo que uno está viendo en la realidad. Tengo quepensar un poco más si puedo usar los mismos ele-mentos que había pensado o si lo que está suce-diendo me condiciona de tal manera que lo que es-criba va a ser poco interesante frente a casos queconmueven de otra manera.La muerte de Nisman destapó el último tabú dela democracia: los servicios de inteligencia. ¿Cuáles su reflexión? La reflexión y la inquietud es la misma que me ge-neró, por ejemplo, el caso de Cromañón con res-pecto a las inspecciones municipales, cuando decían:“Bueno, pero es muy difícil de desactivar, son mu-chos años de inspectores corruptos, cómo en tanpoco tiempo un gobierno lo va a desarmar”. Másque nada, lo que me produce es indignación. Es co-mo que se está especulando todo el tiempo con de-terminados beneficios que tienen que ver con el vo-to, con el apoyo, cuando en realidad hay que tomardecisiones que no son las que la gente está esperan-do o las que quiere escuchar, pero que si no en otromomento explotan. En Betibú, el antihéroe, un curtido periodista de

la sección policiales, cita una frase de RodolfoWalsh: “Si no hay justicia, por lo menos que sesepa la verdad”. ¿Cree que se sabrá qué pasó conel fiscal del Caso AMIA?Es tremendo, porque es como que años después deRodolfo Walsh ya no sabemos si pedir ni siquieraque se sepa la verdad, porque en mucho de estoscasos creemos que no vamos a saberla nunca. Nosé, por lo menos no estoy tan convencida de quevamos a saberla... Cuando me enteré que Nismanestaba muerto –estaba de vacaciones en Pinamar,esperando que volviera mi hija de bailar y revisaba elteléfono– pensé que era un chiste, porque era comoimposible que ese día estuviera muerto. Si se suici-dó o lo mataron, yo no opino porque no lo sé. En-tiendo por qué unos piensen una cosa y otros, otra.Pero me molesta que lo piensen en función políticay no en función real del hecho. ¿Cuáles son los dostemas que más me interesan del caso? Por un lado,su exmujer, su madre y sus hijas. Me atrae muchísi-mo, todo el tiempo, saber cómo están, cómo trans-curren esta situación, cómo van a sobrellevar lo queles pasó. Ahí hay todo un mundo de mujeres afecta-das con las cuales me siento absolutamente solida-ria. Después, lo otro que me atrae mucho son losdetalles forenses: lo que se dice de la autopsia, delarma de fuego, los plazos entre una cosa y la otra,las llamadas telefónicas. No sé lo que pasó ni tengopor qué saberlo porque no estoy en la Justicia, peroel armado de ese rompecabezas es atractivo si unose puede olvidar del drama: el de la familia a la queesto le ha pasado y el de la sociedad en la cual apa-rece muerto un fiscal el día que va a ir a declarar enel Senado. Si uno se puede apartar del drama verda-dero, los detalles de la trama me atraen como juegointelectual.◆

“Me interesan losdistintos porque sonlos que pueden salirde ese juego extrañoque es el mandatode la felicidad ”

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