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EDITORIAL NÚMERO • ISSN: 1999-8090 • $1.00 • pág. 2 © canal caracol © archivo pablo escobar opinión pág. 10 ESTIMADOS LECTORES: El disco, o la memoria flash , pasan de mano en mano. La teleserie colombiana sobre Pablo Escobar es vista de corrido, en computadora, por muchos cuba- nos. Manipuladora, pero de excelen- te factura, es analizada por el críti- co José Luis Estrada Betancourt para jes conceptuales. La periodista Liud- mila Peña descubre en su blog a un personaje maravilloso, y lo subimos a nuestra embarcación. Wejebe Cobo comenta el raro caso del espía nazi en Cuba, fusilado antes de que pu- diese hablar; mientras Alba Rico re- flexiona sobre el apocalipsis previsto por los medios para este mes de di- ciembre. Hablamos de todo, de la de- cencia, de la solidaridad, y ofrecemos algunos consejos culinarios para fin de año. En fin, que seguimos junto a ustedes. Gracias. CM lázaro valle deporte 56 • diciembre 2012 • el supersónico de la habana vieja abel gonzález marrero gente innovador de la alegría 6 7 12 pág. 4-5 © dausell valdés pág. 14 © cortesía del entrevistado este número de LA CALLE. H. Romo Si- gler nos trae a Lázaro Valle, estelar lanzador industrialista y del equipo grande, para entrevistarlo con rectas y curvas. Otro entrevistado, el pintor Dausell Valdés, habla de sus paisa- la sublimación del mal algunos motivos para desear el apocalipsis el espía de los canarios fotorreportaje vida de vitrina dausell valdés gente «soy un pintor de ideas»

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NÚMero

• ISSN: 1999-8090 • $1.00 •

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Estimados lEctorEs: El disco, o la memoria flash, pasan de mano en mano. La teleserie colombiana sobre Pablo Escobar es vista de corrido, en computadora, por muchos cuba-nos. Manipuladora, pero de excelen-te factura, es analizada por el críti-co José Luis Estrada Betancourt para

jes conceptuales. La periodista Liud-mila Peña descubre en su blog a un personaje maravilloso, y lo subimos a nuestra embarcación. Wejebe Cobo comenta el raro caso del espía nazi en Cuba, fusilado antes de que pu-

diese hablar; mientras Alba Rico re-flexiona sobre el apocalipsis previsto por los medios para este mes de di-ciembre. Hablamos de todo, de la de-cencia, de la solidaridad, y ofrecemos algunos consejos culinarios para fin de año. En fin, que seguimos junto a ustedes. Gracias. CM

lázaro valledeporte

56• diciembre 2012 •

el supersónicode la habana vieja

abel gonzález marrerogente

innovadorde la alegría

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4-5© dausell valdés

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14© cortesía del entrevistado

este número de LA CALLE. H. Romo Si-gler nos trae a Lázaro Valle, estelar lanzador industrialista y del equipo grande, para entrevistarlo con rectas y curvas. Otro entrevistado, el pintor Dausell Valdés, habla de sus paisa-

la sublimación del mal

algunos motivos para desear el apocalipsis

el espía de los canarios

fotorreportajevida de vitrina

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«soy un pintorde ideas»

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JOSÉ LUIS ESTrADA bETANCOUrT

Con esa genialidad que siempre le caracterizó, Alfred Hitchcock aseguró alguna vez: «Cuanto más elaborado sea el malo, mejor será la película». Y por años la historia del cine le ha dado la razón a este proba-do maestro del séptimo arte, director de clásicos como Psico-sis, Vértigo y Los pájaros. Bueno, no solo el cine, sino también al-gunos psicólogos que se han encargado de dar una explica-ción al porqué no pocos villa-nos han calado tan profundo en la imaginación popular, al punto de relegar a un segundo plano a quienes deben conside-rarse como los verdaderos hé-roes del drama.

Tal vez la explicación esté en que, según no pocos espe-cialistas, esos antihéroes mues-tran características que poseen quienes los admiran, lo cual los convierten en «irresistibles», aunque esto no quiere decir, aclaran, que en estos haya una predisposición a imitarlos. De cualquier manera, una estudio-sa como la psicóloga Carolyn Kauffman, del Columbus State Community College en Esta-dos Unidos, piensa que «el pú-blico percibe en estos persona-jes los rasgos más oscuros de su propia personalidad»; mien-tras un colega suyo, José Félix Rodríguez, experto en psicote-rapia, está convencido de que los seres humanos, por princi-pio, nos fascinamos con la fuer-za y el dominio.

Quizás en las consideracio-nes anteriores se encuentre la explicación de por qué un per-sonaje tan siniestro como quien fuera el máximo líder del tris-

temente célebre Cartel de Me-dellín haya conseguido desper-tar el interés y hasta las simpa-tías en un auditorio que, como ha sucedido en muchos países de América Latina, ha seguido, como hipnotizado, las «peri-cias» (es decir, los abominables bombazos, secuestros, chanta-jes, presiones...) del protagonis-ta de Pablo Escobar: el patrón del mal. Al punto de que en Cuba, por ejemplo, esta serie, produ-cida por Canal Caracol de Co-lombia (logró ser el lanzamien-to más visto de la televisión de ese país), se ha agenciado tan-tos adeptos que da la impresión de que se estuviera exhibiendo en algunos de los canales de la televisión nacional.

Lo cierto es que los 113 capí-tulos de Pablo Escobar: el patrón del mal se han ido moviendo de memoria flash en memoria flash, y se hace hasta difícil ha-llar un lugar de la isla donde no se hable de esta obra audiovi-sual que ha logrado traer de vuelta a quien fuera capaz de someter una nación a un régi-men de terror durante casi 20 años.

La pregunta es: ¿cómo al-guien como Escobar, sanguina-rio, vengativo, manipulador, te-rrorista a pulso, lejos de recibir el rechazo unánime de la te-leaudiencia, ha logrado cauti-varla y se ha erguido en «hé-roe», en lugar de sus captores? Posiblemente, una de las res-puestas esté en que la historia de Pablo Escobar: el patrón del mal ha sido contada desde el punto de vista de los malos, aunque espero que los espec-tadores tengan conciencia de que en este caso no se trata de

uno de ficción, de esos de pe-lícula.

Con un guión armado a partir de la adaptación libre del texto La parábola de Pablo, de Alonso Salazar, y basado tam-bién en documentos periodísti-cos y testimonios de personas como Juana Uribe y Camilo Ca-no –respectivamente sobrina de Luis Carlos Galán e hijo de Guillermo Cano, director del diario El Espectador–, dos de las numerosas víctimas de Esco-bar, esta serie, a pesar de que no contiene la verdad absoluta, nos acerca a un doloroso pasa-do signado por el tráfico de drogas y la muerte. Mas casi to-do el peso del relato recae en Pablo, su familia y sus sicarios.

Comienza con una serie de flashbacks y flashforwards que nos ponen al tanto del operati-vo que finalmente le dio muer-te al magnicida, entre los cua-les se insertan algunas escenas reales, al tiempo que se van mostrando varios de los más sonados asesinatos cometidos por este. Luego la historia se trasladará al inicio de todo y el espectador conocerá primero al Pablo niño y el modo como forjó su identidad; y después al joven, para más tarde dejarse «atrapar» y quedarse con el Es-cobar adulto, que se adentra primero en la vida de las comu-nas y su submundo, y con el tiempo se transforma en el rey de la cocaína (desde la década de 1970 hasta los primeros años de la década de 1990). Un Esco-bar interpretado magistral-mente, digámoslo, por Andrés Parra.

Porque, también hay que reconocerlo: uno de los gran-

des méritos de dicha realiza-ción de 2012 está en la excelen-cia de las interpretaciones. Es sencillamente imponente el desempeño de Parra, quien bri-lla con luz propia y se roba el show. Su estudio del papel fue tan minucioso que a veces cues-ta percatarse de cuándo esta-mos o no ante imágenes de ar-chivo del verdadero narcotrafi-cante; ese que podía poner un carro-bomba que hiciera de- saparecer un edificio, sin im-portarle la pérdida de inocen-tes, y al mismo tiempo ser un hijo ejemplar, padre dedicado y amoroso, amante esposo...

Y sucedía: de repente uno podía descubrirse no solo sin-tiendo admiración, sino hasta compasión por quien se distin-guiera por su abrumadora crueldad. Entonces es cuando uno se percata de cómo puede manipularnos una obra audio-visual como esta, valiéndose de disímiles recursos como la cui-dada caracterización de los per-sonajes y la ya mencionada elección de los actores y actri-ces que los defenderían.

Pues no solo Andrés Parra se luce, sino que se eligió un re-parto de lujo en el cual nadie está fuera de lugar; además lo hacen Vicky Hernández como Hermilda Gaviria, la madre (ca-da aparición suya es una clase magistral); Christian Tappan (el primo Gonzalo); Cecilia Na-via (Patricia Urrea, como en la serie nombran a Victoria Euge-nia Henao de Escobar, la espo-sa), que conmueve una y otra vez; Angie Cepeda (Regina Pa-rejo); Nicolás Montero (Luis Carlos Galán); Ernesto Benju-mea (Rodrigo Lara Bonilla)...

Como es de esperar, Pablo Escobar... ha creado cierta con-troversia por su planteo históri-co (la manera como tuvieron lu-gar los acontecimientos y los personajes involucrados en ellos), y también ha sido critica-da por falta de rigor (lo cual va más allá de los cambios de nom-bres). No obstante, el trabajo téc-nico y actoral resulta, en mi opi-nión, muy destacado.

Estamos hablando de una producción muy cercana a lo impecable: por la puesta en es-cena, la dirección de arte (sobre-salen la escenografía, el maqui-llaje y el vestuario, reflejo preci-so de toda una época), por la so-lidez del guión que echa mano al melodrama, el humor, el sus-penso, la acción... Pero ya lo he-mos dicho: es muy probable que los seguidores de esta serie pue-dan recordar sin dificultad, e in-cluso hasta con sus pausas, cual-quiera de los diálogos llenos de sarcasmo o simpatía del capo, y por el contrario no consigan me-morizar alguno que le parezca memorable de quienes repre-sentan a las gentes atormenta-das por el pánico.

Efectivamente, Pablo Escobar: el patrón del mal anda por las ca-lles y la criminal existencia del narcotraficante ha vuelto a salir a flote. Es evidente que para po-der contar las tragedias es nece-sario dejar pasar el tiempo. Qui-zás esté todavía por venir esa otra serie donde estén más pre-sentes las reacciones del país, la angustia y el dolor que provocó alguien que ahora, gracias a la ficción, pudiera engañarnos. Pe-ro no nos equivoquemos, por-que Pablo Escobar fue dueño de una maldad infinita. CM

la sublimación del mal

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ENrIQUE UbIETA GÓMEZ

CirCulan entre nosotros copias pira-tas de la teleserie colombiana Pablo Esco-bar: el patrón del mal. De excelente factu-ra –ambientaciones de época, matices del habla adecuadas a cada personaje, un guión sólido y actuaciones memora-bles–, la serie, que ya contaba con el gan-cho extraartístico de presentar la bio-grafía de un mito popular, agarra al tele-spectador (¿estaría bien decir «compu-espectador»?) por méritos narrativos propios.

Más allá de las simplificaciones dra-máticas y de los intencionados desvíos históricos, la serie sorprende por la ma-nera natural con la que se presenta a un país atado de pies y manos por la co-rrupción, la doble moral y la dependen-cia de su aristocracia al poder del impe-rialismo estadounidense. Las escenas de un Presidente que discute la extradi-ción de un asesino –se reconoce como un hecho natural que no pueda ser juz-gado en el país, porque los encargados de la justicia serían comprados o liqui-dados– con los miembros de su gabinete en presencia del embajador de los Esta-dos Unidos (especie de procónsul que no se oculta), son elocuentes. ¿Aceptan los colombianos como normales estas escenas? La sola defensa de la extradi-ción como única alternativa para la jus-ticia, degrada al Estado colombiano, que reconoce su impotencia y su pasividad cómplice ante la corrupción.

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Radiografía de una sociedad enferma Solo medítese en lo que sería Cuba

si la mafia norteamericana llega a esta-blecer, como pretendía, su cuartel ge-neral en La Habana. Precisamente el serial recrea a su manera los contactos de Escobar con algunas personas en Cuba –detectadas, juzgadas y severa-mente sancionadas en 1989 por la justi-cia revolucionaria, algo que no se acla-ra–, en un tráfico que geográficamente hubiese tenido en la isla bloqueada una opción de tránsito y una fuente de enormes ingresos, pero hubiese signifi-cado el fin del ideal socialista. Una Re-volución solo perdura si sabe defender los principios morales que le dieron origen y que la diferencian de sus ene-migos históricos.

Pablo Escobar, bien encarnado por el actor Andrés Parra, es un hombre po-bre que amasa una enorme fortuna (uti-lizado, rechazado y temido por la aristo-cracia colombiana de «sangre azul»), simpático, encantador cuando se lo pro-pone, infantil y sumiso frente a su ma-dre, buen esposo y padre en los cánones del machismo latino, pero también un asesino despiadado, enfermizo y meló-mano. No obstante, el gobierno de los Estados Unidos no le declaró la guerra por motivos nobles: Pablo Escobar no dejaba sus ganancias en territorio esta-dounidense. En varias ocasiones el per-sonaje se declara «de izquierdas», y aun-que el televidente no le crea, la serie lan-za un manto de confusión sobre todos los que intervienen en la guerra. La se-rie, no obstante, muestra la radiografía de una sociedad enferma.. CM

Andrés Parra interpreta a Pablo Emilio Escobar

Christian Tappan interpreta a Gonzalo Gaviria Ernesto Benjumea interpreta a Rodrigo Lara Bonilla

Vicky Hernández interpreta a Doña Enelia

Nicolás Montero interpreta a Luis Carlos Galán

Germán Quintero interpreta a Guillermo Cano

Cecilia Navia interpreta a Paty Escobar

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bamos para bañarnos en el ma-lecón o para empinar papalotes en la costa. Yo hice hasta hor-nos de carbón. Recuerdo que frente a mi casa vivía un señor a quien llamaban el Nene, que era carbonero, y Juan Carlos, mi mejor amigo de esos años, y yo, nos poníamos a preparar con él el horno de carbón. Ha-cíamos un saco y lo vendíamos a ocho pesos, cuatro para él y cuatro para mí. A veces íbamos juntos al monte a buscar limo-nes y después los vendíamos recorriendo el pueblo con una carretilla.

¿Dibujabas ya en esos años?Sentí inclinación por las ar-

tes plásticas desde muy tem-prano, con seis o siete años de edad. Comencé modelando animales prehistóricos en plas-tilina. Un día hice un dinosau-rio, y cuando llegó mi cuñado del trabajo por la noche, mi hermana se lo enseñó y él de-cía: «no, qué va, esto no lo pudo haber hecho él». Entonces lo rompí y lo volví a hacer delante de él. A esa edad la inclinación natural de los niños es explo-rarlo todo. Lógicamente, re-cuerdo algunas revistas de his-torietas…, quizás vi los dino-saurios en ellas. Pero también modelaba cocodrilos, camaleo-nes, aves, todo con plastilina. No conocía desde luego el ba-rro. Recuerdo a un carpintero que vivía al lado de mi casa, y yo iba a verlo trabajar cuando llegaba de la escuela y si él esta-ba haciendo una cama, con la recortería que me daba, a pe-queña escala, hacía la misma cama. Es decir que en esos pri-meros años sentí más inclina-ción por las figuras tridimen-sionales que por el dibujo.

No sé si ahora haces escultu-ras, pero paradójicamente lo que te ha dado a conocer es la pintura…

Realmente no hago escultu-ras. He sentido la necesidad, pero no he emprendido esa aventura aún. En el mes de fe-brero debo hacer una exposi-ción en el Museo de Arte de Pi-nar del Río y quiero que sean piezas tridimensionales. Voy a partir de obras bidimensiona-les ya elaboradas por mí que quiero llevar a ese plano, obras que sean susceptibles de ser convertidas en instalaciones. Y voy a ser fiel al sentido de mi obra, incluso con los materiales que voy a usar, voy a trabajar con elementos propios de la na-

turaleza, me refiero a la pie-dra, a la madera, al hierro que se extrae también de la naturaleza. Sé qué quiero, cómo lo quiero, sin apar-tarme de lo que he venido haciendo hasta ahora. Pe-

ro el resultado final todavía para mí es un enigma. Hay

que arriesgarse.Pero en algún momento descu-

briste que te gustaba dibujar y que, además, lo hacías bien…

Recuerdo con mucha año-ranza que cuando estaba en cuarto, en quinto y en sexto

grados, en mi grupo había un niño llamado Ariel, que dibuja-

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ENrIQUE UbIETA GÓMEZ

El pintor pinarEño Dausell Valdés me había invitado a la inauguración de su exposición Vo-ces al viento, en la Casa de Car-men Montilla, justo frente a la sala de conciertos de la Basílica Menor de San Francisco de Asís. Eusebio Leal, Historiador de la Ciudad, di-jo en esa ocasión: «Si la noble inspi-ración que nace de los bellos para-jes de su tierra ha sido la base para el inacabado diálogo entre la voca-ción y el oficio; si su arte logró hacer diferente todo concepto precedente del paisaje; si entre rocas y nubes plasmó sueños que solo están reser-vados a los verdaderos artistas, con esta muestra ingresa en un nuevo espacio absolutamente crea-do por él y para él». Sigo su obra, de implicaciones filosóficas, y decidí esta vez entrevistarlo para los lec-tores de LA CALLE DEL MEDIO. Dau-sell es un guajiro lleno de sorpre-sas. Introvertido, parco pero preci-so, tiene una clara comprensión de lo que busca y logra en sus cuadros, que es también lo que busca y en-cuentra en la vida: sinceridad, paz interior, comunión con el universo y con la historia humana. «Los pai-sajes de Dausell Valdés nos sumer-gen en una visión del mundo en pleno proceso de cambio y trans-formación. Las montañas, los bos-ques con forma de pájaro o de pie-dras flotantes, así como los otros elementos que conforman la obra de este artista cubano elaboran un nuevo imaginario», escribía Nico-lás Maduro, entonces canciller de la Venezuela bolivariana. Practi-cante de artes marciales y devoto de las filosofías orientales, expresa con sencillez la identidad de lo hu-mano y lo natural. Su obra puede

hallarse en museos, pero también en la casa de artistas e intelectua-les y de estadistas europeos, asiá-ticos, africanos o latinoamerica-nos. Quede este retrato hablado de su vida artística para nuestros lectores.

¿En tu familia hay anteceden-tes para tu vocación por las artes?

Bueno, que yo conozca, no. He indagado con mis padres, con algunos familiares, y ellos tampoco recuerdan algún ante-cedente familiar, no ya en las artes plásticas, sino en las artes en general. Mi padre toda la vi-da fue dirigente, director de es-cuelas del partido en la región de Guanajay, Artemisa y Ma-riel, y en la escuela provincial de Pinar del Río. Fue por eso que de niño residí en Mariel. Mi mamá es ama de casa. Tuve una hermana maestra, otra en las fuerzas armadas, y un her-mano que trabaja en los mue-lles del Mariel.

¿Dónde naciste?Yo nací en Pinar del

Río, pero desde los cua-tro meses y hasta los 15 años viví en el Ma-riel.

Es decir, que no cre-ciste viendo los famosos mogotes de Pinar; los pri-meros paisajes de tu vida fueron de costa, de mar…

Sí, yo crecí pescando jai-bas, bañándome en el malecón del Mariel, paseando en bote, atrás había montañas, las de esa zona, pero son apenas unas lomas. Recuerdo que los mu-chachos del barrio nos escapá-

ba también. Ambos teníamos libretas que eran solo para di-bujar. Él vivía más pegado a la costa y hacía barcos. Tenía los modelos muy cerca. Entonces establecimos una especie de competencia, a ver quién hacía el barco más bonito. Esa fue mi primera escuela y los mismos compañeritos del aula nos bus-caban para que dibujáramos las primeras hojas de sus libre-tas. Ellos fueron también nues-tros primeros admiradores y críticos.

¿Ariel no llegó a ser pintor?No sé, cuando salí del Ma-

riel no volví más, hasta que ya fui un hombre y perdí todo vín-culo con mis compañeritos. No sé qué pasó con él, me gustaría saberlo. Ariel Martínez se lla-maba.

¿En esos años tomabas en serio tu inclinación natural por las ar-tes plásticas?

Un día mi cuñado llevó a la casa a un primo suyo que estu-diaba en San Alejandro –ac-tualmente es profesor de cerá-mica en esa academia– para que viera lo que estaba hacien-do, y aquel hombre dijo que te-nía aptitudes y me dio algunas instrucciones que no recuerdo si seguí. Pienso que a esa edad pesa más la espontaneidad. Terminado el sexto grado, mi papá me llevó a la Escuela Ele-mental de Artes de Pinar del Río, aprobé los exámenes de in-greso y me bequé. Ahí estuve un año.

¿Por qué abandonas los estu-dios académicos?

Realmente fui un niño muy apegado a la familia, que de pronto se vio lejos de su casa y le hizo rechazo a la escuela. A tal punto, que no quise seguir, de ninguna manera. Y mi pa-dre, pienso yo que como casti-go o como enseñanza, me ubica en una escuela en Guane, seten-ta y tantos kilómetros más allá. Pero ese año que pasé en la Es-cuela de Artes fue muy intenso, se impartían programas muy cargados, fui alumno de Pedro Pablo Oliva en pintura, tuve otros grandes profesores como Mario García Portela que me daba dibujo y su esposa Mari Cuqui, en fin… Y al salir, ya traía un cierto entrenamiento académico. Pero en Guane, des-de que llegué, me vinculé a los talleres que existían en las Ca-sas de Cultura. Recuerdo que encontré a Lázaro Piloto, que estuvo conmigo en la Escuela Elemental de Artes de Pinar –cuando yo estaba en séptimo, él estaba en noveno–, ya como instructor en la Casa de Cultu-ra de Sandino y pasó de ser mi compañero de estudios a mi profesor. Y así continuó duran-te esos tres años mi relación con las artes plásticas, en talle-res, participando en exposicio-nes colectivas como aficionado.

¿Te consideras un pintor auto-didacta?

Sí, desde luego. Bueno, pien-so que la escuela además de darte conocimientos te titula, pero hay escuelas que no te ti-

«Soy un pintor de ideas»

Las profecías de Einstein

Piedra árbol

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tulan y son tan provechosas co-mo las otras. Lo importante es la aptitud. Pienso que la escue-la siempre está, ya sea en un centro docente o en el taller de otro artista que te recibe. La es-cuela no se reduce a un título, pero claro, el título te acelera el camino.

Por lo general los pintores au-todidactas hacen un tipo de paisa-je naif o naturalista, pero tú culti-vas un arte más conceptual, te ale-jas de los caminos trillados…, ¿có-mo logras conformar tu estilo, tu marca?

Mira, desde muy niño prac-tico la filosofía oriental, la filo-sofía zen. Y estoy muy marcado por ella. Comencé haciendo pai-sajes naturalistas, casi hiperrea- listas, pero llegó un momento en que aquello no me interesó más. Tuve muchas influencias como todo artista. En principio los paisajistas chinos y japone-ses, luego los más contemporá-neos como Esteban Chartrand, Menocal, Shiskin y después To-más Sánchez, que le dio un vuelco al paisajismo. También él, por cierto, es practicante de yoga, y todas esas filosofías es-tán unidas, hemos bebido de las mismas fuentes. Pero la práctica de las artes marciales, de la filosofía zen, inconscien-temente me fue llevando por un camino, me fue aportando temas que se salían del camino inicial, de un arte más realista, más físico. Fui sintiendo la ne-cesidad espiritual de sacar lo que llevaba dentro. En una oca-sión, un gran artista de Pinar, Juan Suárez Blanco, me dijo: «mira Dausell, ¿tú conoces a René Magritte?» Yo no lo cono-

cía. «Ve a casa de Pedro Pablo Oliva y dile que te enseñe el ca-tálogo de Magritte». Cuando yo vi sus cuadros me quedé petri-ficado, yo pensaba que había inventado el agua tibia. Tenía una relación extraordinaria con Magritte –yo creo que eso viene en el subconsciente, está en el éter, no sé– más que con Dalí. Aquello me aplastó. Pero como me dijo Fabelo en una oca-sión, todos tenemos influencias, el arte no se crea de la nada, to-do es un proceso de acumula-ción de ideas, de pensamientos, a lo largo de la historia, y uno toma de esa fuente. Muchas ve-ces lo que haces es descontex-tualizar la idea de otro artista y le pones tu propia interpreta-ción, eso es el arte contemporá-neo.

¿Pedro Pablo Oliva ejerció su magisterio sobre ti?

Sí, sí, siempre lo he recono-cido. Fue mi maestro en la Es-cuela Elemental y continúa siéndolo cuando nos encontra-mos o lo visito en su casa y con-versamos sobre arte.

Y sin embargo, su universo pic-tórico es muy diferente al tuyo…

Uno se apodera de íconos, de símbolos que tienen que ver con el comportamiento de cada individuo, con su manera de mi-rar el mundo. Pedro Pablo es un cronista, es un artista que plas-ma sus vivencias personales, las vivencias de su entorno, y yo tra-to de expresar mis inquietudes espirituales. No trato de expli-carlas, sino de darles una reso-

nancia, o en todo caso de expli-cármelas a mí mismo, más que explicárselas a otras personas. Así sucede en el arte, cada quien tiene su poética. La manera de expresar de los creadores como Fabelo, Kcho, Rancaño, Choco y otros, es diferente como diferen-tes pueden ser sus filosofías.

Bueno, ya que mencionas a otros artistas plásticos, más o me-nos coetáneos, ¿crees que pertene-ces a alguna tendencia, a algún movimiento artístico generacio-nal?, ¿qué hay de común entre los pintores de tu generación y qué te diferencia de ellos?

Lo que tenemos de común, en primer término, es el com-promiso con este tiempo que nos ha tocado vivir, la necesidad de expresar o de ayudar a com-prender ideas, pensamientos, si-tuaciones. El arte cubano con-temporáneo es un arte inte-ligente, fundamentado en lo ético, en lo estético, en lo filosófico, en lo políti-co, en lo espiritual. Eso se lo debemos a la Revo-lución. Porque conta-mos con escuelas que nos enseñaron a pensar y no a trabajar por tra-bajar, y creo que en eso coincidimos los artis-tas cubanos.

Quizás tu generación más que por una unidad esté marcada por una di-versidad…

Yo pienso que sí. Hay unidad, pero a la vez hay diversidad. Di-versidad de técnicas, de tratamientos, de expresio-nes… Los artistas cubanos de hoy abordan muchos más te-

mas de la vida cotidiana, es el momento el que nos lleva a eso. En el caso específico del paisa-je, sí hay un movimiento muy fuerte, no solo en Pinar del Río, sino en toda Cuba, y hay muy buenos paisajistas.

¿Y tú te consideras parte de ese movimiento de paisajistas?; tu obra, ¿no rompe con la concepción tradicional del paisajismo?

Yo no me considero un pai-sajista, al menos no en el senti-do tradicional, más bien soy un pintor de ideas, que utiliza el paisaje como medio de expre-sión. Que recurra al paisaje quizás sea por el contexto en el que vivo, o también por influen-cia de la escuela de paisajistas de Pinar del Río.

Probablemente a los creadores no les guste revelar el procedimien-to, la rutina creativa, pero siento curiosidad: ¿primero fotografías el paisaje?, ¿dibujas algunos apuntes frente al paisaje?, ¿o pintas de me-moria?

Fotografías nunca hago. Yo no soy botánico, a mí no me in-teresa que puedas identificar una mata de mango o una cei-ba…, las palmas, claro, ellas son diferentes y representativas. Solo me interesa que al mirar la obra sepas que es un bosque. Hace mucho tiempo que hice mío un pensamiento zen que dice «para representar la natu-raleza lo que importa es captar el espíritu de las cosas y no su aspecto exterior». La mejor fo-tografía es la memoria que uno tiene, las tantas veces que se ha movido en ese entorno. Hago varios apuntes de la idea que quiero expresar. De ello puede dar fe mi esposa, que es el cin-cuenta por ciento de mi crea-ción, una mujer muy bien pre-parada, que ha estudiado mu-cho y que es mi mejor crítico, muy incisiva y directa. A veces creo que tengo una idea y ella me dice, «no, mira, la estás dan-do muy literal, estúdiala más».

Humanizas la naturaleza, na-turalizas el rostro humano, ¿cómo

y por qué entran la historia y sus héroes en esa dinámica entre lo na-tural y lo humano?

Mi maestro de aikido, Ya-mada, insistía en que cada practicante tenía que convertir-se en naturaleza, no podía verla como algo externo, pues somos parte de ella. Y que para poder comprender los fenómenos ha-bía que vivirlos. Esta enseñan-za me dejó muy inquieto, y co-mencé a madurar la idea de lle-varla a la obra de arte. Nace en-tonces la primera figura huma-na pintada con y a través del paisaje, un autorretrato que ti-tulé La clave budista. En el 2002, durante la inauguración de la exposición de los doce paisajis-tas pinareños en el Memorial José Martí, a la que asistió Fi-del –fue la primera ocasión en que le regalé una obra–, le co-mento del Martí yacente que hay en Pinar del Río, y él me di-ce, «¿y tú no te atreves a hacer-lo?» Sí, sí, cómo no. «Pero haz tu Martí», insiste. Hice mi Mar-tí claro, que para todo cubano es un símbolo, y así fueron sur-giendo una serie de retratos, como los del Che, Bolívar y otros. Quedé motivado por la necesidad de satisfacer, de ex-presar esa experiencia espiri-tual, alimentada por aquella primera conversación con mi maestro, y por la conversación que después tuve con Fidel. Al final es inevitable, creo que to-do artista cubano ha abordado en algún momento de su obra a Camilo, al Che, a Martí, porque es nuestra historia, estamos marcados por ella. Y como dije-ra Oscar Wilde: «un hombre sin memoria no puede tener por-venir, por lo tanto un hombre sin recuerdo no puede soñar».

Hay quien rechaza los encar-gos o los desvaloriza, pero la histo-ria universal de las artes plásticas está llena de obras maestras que fueron realizadas por encargo…

Puede darse el caso de obras creadas por encargo que te den a conocer, o que te lan-cen a la fama. Hay encargos que te permiten crear, esos son muy buenos. Pero en ocasiones inducen al artista, acuciado por las necesidades económicas, a alejarse de su proceso de crea-

ción y a reiterar sus obras.En una exposición colectiva

en la que no estén los nombres de los autores, cualquiera re-conocería fácilmente una obra tuya. ¿En algún momento has sentido la necesidad de reno-varte, de empezar una etapa diferente?

Constantemente uno siente esa necesidad que es un reto. Pero hay que ha-cerlo de manera tal que siga llevando tu sello. Uno va edificando un es-tilo que permite que te identifiquen, eso no lo puedes perder. Puedes moverte en otras direc-ciones, puedes explorar,

investigar, experimen-tar, pero esa esencia que te ha costado tantos años no debe perderse. CM

La voz de los vientos

El filtro

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SANTIAGO ALbA rICOEspecial para LA CALLE DEL MEDIO

un terCio de los estadouni-denses cree en el apocalipsis; un 15 % está seguro de que lle-gará en el curso de sus vidas, y un 2 % estaba convencido de que había de producirse el pa-sado 21 de diciembre. Según las encuestas y como para probar la diferencia cuantitativa de EE.UU., cuya norma es siem-pre la exageración, ese porcen-taje disminuía un poco a escala global: solo 1 de cada 10 seres humanos había acepta-do la irremediable desaparición del planeta Tierra en el año 2012 con arreglo a la supuesta predic-ción del calenda-rio maya. Haría-mos mal, en todo ca-so, en burlarnos de la cre-dulidad de esos –digamos– 100 millones de personas, pues sa-bemos por experiencia que es posible creer en cualquier cosa, desde la superioridad de la ra-za blanca hasta el poder afrodi-síaco del cuerno de rinoceron-te, sin olvidar que la mayor par-te de los humanos confía en la ciencia con la misma irraciona-lidad y por las mismas sinrazo-nes –por una especie de tradi-ción fiduciaria– que en la Santí-sima Trinidad o en las verdades reveladas del Corán.

También haríamos mal en atribuir ese estremecimiento apocalíptico a la pobreza o a la ignorancia. Digamos que esta pasión del fin del mundo es una típica pasión de clases medias; es decir, de ese amplio nicho social situado entre la concre-ción terrestre de los más po-bres, sin tiempo para tonterías, y la soberanía cínica de los más ricos, cuyos temores nunca adoptan una dimensión cósmi-ca. Es lo que el escritor mexica-no Juan Villoro ha llamado «tu-rismo de la catástrofe»: gente que puede reservar un hotel junto a las ruinas mayas de Yu-catán para ver de cerca el es-pectáculo o alquilar una habi-tación en la cumbre del monte serbio Rtanj, «ombligo del mun-do», sobre el que los extrate-rrestres debían activar el 21 de diciembre una «pantalla pro-tectora» para salvar del cata-clismo final a unos pocos esco-gidos. Gente con algunos aho-rros y gente, además, con capa-cidad intelectual e informática para reunir algunos conoci-mientos inexactos de historia y astronomía y basar en ellos sus certezas catastróficas. David Robinson, un astrobiólogo de la NASA, se ha pasado tres años respondiendo pacientemente a

preguntas de cientos de ciuda-danos inquietos, convencidos del inminente apocalipsis, que apoyaban sus consultas en tex-tos sumerios, calendarios ma-yas y datos casi precisos sobre alineaciones de planetas y dis-tancias entre galaxias.

Es normal y humano creer en tonterías, y es hasta bueno que uno haga el esfuerzo inte-lectual de demostrar su funda-mento. Lo realmente inquietan-te es la hondura de indefensión política y humana que ese im-pulso revela. En un largo artí-culo publicado en Skeptical In-quirer (http://www.csicop.org), el mencionado David Robinson reproduce algunas de las con-sultas recibidas en los últimos meses, así como las reacciones agresivas a sus respuestas tran-quilizadoras. Robinson se asom-bra del grado de violencia, a ve-ces muy amenazante, de esos lectores excitados que no bus-can un antídoto racional contra sus temores sino, al contrario, una confirmación de los mis-mos. ¿Qué temen? ¿El fin del mundo? No, temen dos cosas la-teralmente relacionadas e ínti-mamente fundidas en sus men-tes. Temen, en primer lugar, a sus gobernantes. Es decir, la primera idea que quieren confirmar es paradójicamente –ellos que creen en el inminen-te fin del mundo– la de que no pueden creer en nada ni en na-die. Quieren confirmar que los científicos y los políticos están mintiendo. El apocalipsis no es una especulación; es una certe-za. ¿Cuál es la prueba? No el descubrimiento del planeta Ni-biru ni la centralidad repentina de la Tierra en nuestra galaxia. «La prueba es que el gobierno lo niega», responde un ciudada-no, acusando a Robinson de complicidad. La NASA no con-vence; sus explicaciones irritan, soliviantan, indignan. «He ahí lo que queríamos demostrar: ¡una vez más nos están mintien-do!» Podríamos decir que este típico «complotismo» de la cla-se media estadounidense –y ya internacional– se alimenta del

desprestigio absoluto de las instituciones científicas y políticas;

es más fácil creer en una tontería (sobre todo si es

una tontería trági-ca, una tontería

«total») cuando ya no se consigue creer ni

en el Parlamento ni en los astrofísicos.

Pero el segundo temor es aún más inquietante. Si los lec-tores de Robinson se enfure-cían ante sus razonados argu-mentos científicos era porque

temían lo contrario de lo que decían temer: temían que el as-trónomo tuviese razón y final-mente no se produjese ese apo-calipsis en el que tantas espe-ranzas habían depositado. Te-mían que no pasase nada; que todo siguiese igual. Porque –di-gamos la verdad– esas clases medias complotistas, consumis-tas, que han perdido la fe en sus instituciones y que no controlan su propia vida, desean el fin del mundo. Y hoy se sienten frus-tradas, vacías, desorientadas por esta inesperada e indeseada su-pervivencia.

¿Por qué desean el fin del mundo? En el capitalismo, los deseos más profundos siempre se adhieren a los impulsos más banales, que son de hecho los más «auténticos» y «origina-rios». Desean el apocalipsis por-que ya han visto todas las pelí-culas, montado en todas las montañas rusas, probado todos los platos y agotado todas las fotos. Porque las Torres Geme-las pusieron a la emoción un listón muy alto. Porque un ca-taclismo inevitable es un buen pretexto para volver a fumar o para irse de putas. Porque es relajante la idea de ser eximido de pronto del trabajo de mante-ner en pie el pequeño mundo doméstico; y de la responsabili-dad de tomar decisiones sin sa-ber adónde conducen. Porque estamos hartos de no saber cuánto durará esto. Y porque no nos apetece nada –diablos– morirnos solos.

Esta última razón es quizás la menos banal, la menos «au-téntica» y, si se quiere, la más so-cial de todas. El deseo de fin del mundo de las clases medias complotistas y consumistas es-tadounidenses –y ya internacio-nales– revela también, o sobre todo, una destructiva sed de co-munidad. El apocalipsis repre-senta el fin de la soledad y no porque implique el fin de todo lo existente, sino porque nos une a todos en el tiempo y en el espacio, aunque solo sea para matarnos; porque nombra a la humanidad en su conjunto, aun-que solo sea para aniquilarla. El deseo de apocalipsis, que es un deseo de fiesta, es un deseo de fusión amorosa definitiva (co-mo lo son, en la tradición popu-lar, todas las verdaderas fusio-nes amorosas). Es, si se quiere, una protesta mortal contra el ensimismamiento del consumo.

Se suele llamar «populismo» al gobierno que satisface las ne-cesidades de los ciudadanos. Pues bien, el fascismo solo es de manera lateral un «populismo». Porque su programa no consis-te en satisfacer las necesidades de los hombres, sino sus deseos. Da un poco de miedo pensar, la verdad, en ese sector no peque-ño de nuestra sociedad capita-lista que ha dejado de creer en sus instituciones políticas y científicas y cuyos deseos más profundos y más banales con-vergen en esa atronadora explo-sión final a la que –una vez más– hemos sobrevivido. CM

Algunos motivos para desear el apocalipsis

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JOrGE WEJEbE CObO

es la mañana del 10 de no-viembre de 1942, en los fosos de la fortaleza del Castillo del Príncipe, en La Habana, la guarnición se afana desde el amanecer en la preparación del último acto legal del juicio con-tra Enrique Augusto Lunin, es-pía nazi condenado a muerte por fusilamiento el 18 del mes anterior durante un proceso rá-pido y en el cual no se involu-cró a otro acusado ni se hicie-ron públicas las actas del inte-rrogatorio del reo.

El condenado, un hombre de 31 años, alto, corpulento, de ros-tro ancho, viste camisa azul de seda y pantalón gris. Dos sacer-dotes lo acompañan junto a los custodios por una rampa a un campo de tiro de revólver en las faldas de la fortaleza.

Se muestra tranquilo y ca-mina firme al lugar de la ejecu-ción. Se sitúa frente a nueve sol-dados en espera de las órdenes de mando de un oficial que más tarde confesaría cómo le tem-blaron las piernas ante la impa-sibilidad del condenado.

Las voces de mando son cortas y una descarga fulmina al inculpado, el único agente alemán ejecutado en América Latina durante la Segunda Gue-rra Mundial.

Lunin arribó al puerto de La Habana el 29 de septiembre de 1941, a bordo del barco de pasajeros español Villa de Ma-drid, con pasaporte hondureño a pesar de su acento europeo y con la cubierta de hombre de negocios relacionado con casas comerciales españolas. Entre su equipaje trajo una estación de radio camuflada en una ma-leta de viaje.

El agente se hospedó en una discreta casa de huéspedes en el segundo piso de la calle Te-niente Rey 366, entre Villegas y Aguacate, en La Habana Vieja, y se hizo de varias jaulas con canarios para que sus cantos se confundieran con el sonido de la manecilla del conmutador morse del trasmisor, con lo cual estableció quizás el único caso en que se utilizaban esas aves para acallar el delator ruido en la historia del espionaje.

Además estableció una tien-da de modas a la que llamó La Estampa, en la calle Industria 314, y pronto se ganó una bue-na clientela principalmente en-tre empleados públicos y seño-ras de modestos recursos, debi-do a sus buenos modales y cali-dad de las prendas que vendía

«el polaquito», como comenza-ron a nombrarle.

El espía se sintió seguro de su destino al establecerse a mi-les de millas de la guerra en la despreocupada y bullanguera Habana Vieja, en la que se despertaba con el pregonar de los vendedores calleje-ros que competían con la profusión de estableci-mientos y almacenes de mercancías de todo tipo que existían en vecindad con antiguas residencias coloniales, divididas en cuartuchos habitados por la gente más pobre de la ciudad.

Sin embargo, la suerte de Lunin estaba echada. El FBI y el contraespionaje in-glés desde 1941 habían in-tervenido el correo postal de toda América del Sur y el Ca-ribe hacia y desde Europa, y lo habían organizado de forma tal que el flujo de correspondencia coincidía en un gran cuello de botella en las Bermudas, donde funcionaba un centro de inter-cepción en el que se abrían las cartas sospechosas y eran anali-zadas por especialistas para de-tectar la utilización de textos en tinta secreta o en clave.

Una mañana fue descubier-ta una misiva con mensajes se-cretos sobre la situación políti-ca en Cuba y el tráfico maríti-mo, estaba escrita con tinta in-visible y enviada desde La Ha-bana a Bienvenido Alegría, un conocido colaborador español del espionaje nazi en Madrid. Al parecer, otras cartas simila-res permitieron que el FBI aler-tara al contraespionaje local, creado recientemente bajo el nombre de Servicio de Investi-gaciones de Actividades Enemi-gas (SIAE), el cual comenzó la pesquisa hasta desenmascarar al agente cuando en otra carta desde España se le indicaba re-cibir un giro postal en un ban-co de la ciudad.

Pero estas acciones ocu-rrían dentro de un real entra-mado con facetas del mejor ar-gumento de novela policíaca, ya que paralelamente el Parti-do Socialista Popular (comu-nista) libraba su propia guerra secreta y penetraba los órganos de seguridad del gobierno del general Fulgencio Batista.

El investigador que descu-brió al agente nazi y lo detuvo, Pedro Luis Gutiérrez, era preci-samente un colaborador clan-destino de los comunistas, y ha-bía sido sembrado desde años

antes en la policía del régimen para preparar la insurrección revolucionaria al estilo de la Revolución de Octubre.

También –según la infor-mación de la época– el FBI en-vió al país un avión equipado con sistema de intercepción que facilitó la ubicación de Lu-nin.

antecedentes para un análisisDespués de la detención de Lu-nin, se divulgó la versión oficial de que el espía hacía sus indaga-ciones sobre la salida de barcos de la rada habanera y la vida na-cional en entrevistas ocasiona-les con marinos borrachos en bares y prostíbulos de la zona del puerto, las cuales comunica-ba por radio a submarinos ale-manes que cerca de las costas cubanas se encargaban de hun-dir a esas embarcaciones.

De esa forma lo hicieron responsable del hundimiento por submarinos nazis cerca de las costas de la isla de las moto-naves Santiago de Cuba y Man-zanillo el 12 de agosto de 1942, en los que murieron 22 mari-nos cubanos. Nunca se hizo pú-blico que tuviera otras fuentes ni colaboradores en el país.

A pesar de esta interpreta-ción de los hechos, hoy se mues-tra insuficiente para explicar la labor de Lunin dentro del con-texto social en que se movió y en los principios del trabajo del

regresó a su base en Casablan-ca, en La Habana, fue increpado por teléfono por el entonces pre-sidente Fulgencio Batista.

Posteriormente, amigos de Ramírez le confirmaron que el dictador estaba vinculado a la venta de combustible y azúcar a los alemanes, a pesar del esta-do de guerra que existía entre ambos países.

Hasta la actualidad han lle-gado informaciones que por el tiempo transcurrido se encuen-tran a medio camino entre el testimonio y la leyenda, acerca de la existencia de depósitos de petróleo para submarinos ale-manes en cayos de la costa nor-te de las actuales provincias de Ciego de Ávila y Camagüey, así como de visitas de tripulantes de esas naves a tierra cubana para sus operaciones de reabas-tecimiento.

Ernest Hemingway, quien residía en Cuba y conocía bien la sociedad habanera, escribió en 1942 una carta al agregado militar de EE.UU. en La Haba-na en la cual le informaba de la existencia de gran simpatía y apoyo a Alemania entre españo-les comerciantes radicados en el país, y se autopropuso para rea-lizar acciones de inteligencia al frente de una red propia.

Además, el escritor desarro-lló una investigación sobre el general Manuel Benítez, hom-bre de confianza de Batista y je-fe de la Policía, por sospechar que estaba implicado en accio-nes vinculadas a los nazis, en-tre otros negocios fraudulen-tos, lo cual preocupó a agentes del FBI radicados en La Haba-na y quienes suspendieron la colaboración con Hemingway y su red, con el argumento de que mantenían poca profesio-nalidad en sus labores, mien-tras que Benítez fue felicitado públicamente en un carta del embajador norteamericano en La Habana, Spruille Braden.

A su vez, Braden tenía nego-cios e intereses en común con Prescott Bush, abuelo del expre-sidente norteamericano, quien fue investigado y acusado de traficar petróleo con los nazis en la zona del Caribe cuando EE.UU. ya se encontraba en guerra con Alemania.

De seguro Lunin se llevó a la tumba secretos que les quita-ban el sueño a importantes per-sonajes alrededor del general Batista, por lo que la muerte del espía les permitió sentirse aliviados al callar para siempre a tan embarazoso testigo. CM

Fuentes principalesJuan Chongo Leiva. La muerte

viaja con pasaporte alemán, Edi-ciones Unión, La Habana, 1984.

Ciro Bianchi. «El mulo muer-to», Juventud Rebelde, 9 de no-viembre de 2008.

Jorge Wejebe Cobo. «Submari-nos nazis y petróleo en el Cari-be». LA CALLE DEL MEDIO, no. 8/12/2008

Norberto Fuentes. Hemingway en Cuba, Ed. Letras Cubanas, La Habana, 1986.

espionaje de las grandes poten-cias de la época.

Los servicios de inteligen-cia de los países beligerantes

durante la Segunda Guerra Mundial, incluido el ale-mán, mantuvieron un principio inalterable de dirección de sus agen-tes, los cuales enviaban sus informaciones a un único centro en-cargado de analizar los datos, completar-los, comprobarlos con otras informaciones y según su relevancia, trasladarlos a los diri-gentes y jefes milita-res correspondientes, por lo que es poco pro-bable que existiera una

comunicación directa de Lunin con los subma-

rinos alemanes. Además, las pesquisas

entre marineros borrachos o indiscretos no es el único me-dio y el más fiable de obtención de datos de un agente enviado desde Alemania, los que gene-ralmente eran encargados de organizar redes de colaborado-res entre personas con acceso de primera mano a informacio-nes importantes.

Después de la derrota ale-mana, se conoció que la marina nazi inició la operación «Redo-ble del Tambor», de 1941 a 1942, con el envío de 12 submarinos al Mar Caribe, el Golfo de México y las aguas costeras norteamericanas para entorpe-cer el tráfico marino, y el méto-do que utilizaron era embos-carse en las principales rutas de navegación y esperar a tener los barcos a tiro y hundirlos.

Pero esta estrategia tenía un gran inconveniente debido a la lejanía de las bases de abas-tecimiento de combustible y lo-gística para los submarinos ale-manes, por lo que su reabaste-cimiento en la zona era vital.

Existen versiones sobre la complicidad en el abasteci-miento de petróleo a submari-nos alemanes por barcos y pa-tanas cubanas principalmente en la costa norte de la antigua provincia de Camagüey, mane-jada por altos funcionarios, mi-litares y hombres de negocio vinculados al entonces presi-dente Batista.

El 15 de mayo de 1943, el ca-zasubmarinos cubano CS11, co-mandado por el joven capitán Mario Ramírez Delgado, hun-dió un submarino alemán cerca de las costas cubanas, y cuando

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deporte

H. rOMO SIGLEr

Con su Estilo agrEsivo de lanzar, Lá-zaro Valle Martell, El supersónico de la Ha-bana Vieja, marcó toda una etapa desde el montículo en los equipos citadinos. Poseedor de una recta endemoniada que sobrepasó las 98 millas, unido a una slider terrible, cosechó resultados impresionantes desde la «colina de los suspiros». Sus 654 de promedio de juegos ganados lo sitúan como el 8vo. de todos los tiempos. Les encajó a sus rivales 1 351 ponches en solo 1 740 innings. Además de iniciar 209 juegos, relevó en otras 125 ocasiones.

Vigente aún en la memoria su espectacu-lar juego perfecto contra Corea del Sur, lo-grado en la Copa Intercontinental de San Juan en 1989, hazaña nunca antes alcanza-da por serpentinero cubano, y solo reeditada desde entonces en competencias foráneas por el guantanamero Dalier Hinojosa, en el 2010, frente a los universitarios de Siri Lanka y los mayores de Malasia.

El resto de las incursiones de Valle con la novena de las cuatro letras resultaron tam-bién formidables, al punto de cosechar 16 éxi-tos sin fracasos a lo largo de 11 torneos inter-nacionales. Dicho palmarés representa que apenas concedió libertades a los oponentes en tres Campeonatos del Mundo –e igual núme-ro de Copas Intercontinentales y Centroame-ricanos–, así como los Juegos Olímpicos de Sidney 2000 y otros eventos. En esas 139.o en-tradas de actuación consiguió un extraordi-nario promedio de carreras limpias permiti-das de 1.04, con 153 ponches propinados.

Entre el 23 de noviembre de 1988 y el 19 de diciembre de 1989, Valle hilvanó una ca-dena de 25 éxitos consecutivos que constitu-ye aún el récord en nuestras Series Naciona-les. La inigualable seguidilla comenzó en la XXVIII Serie Nacional, prosiguió durante la XV Selectiva y finalizó en la temporada XXIX. «Pudo extenderse la racha –me dijo–, pero caí 2 x 3 en el Nelson Fernández lan-

zando por el Habana Javier Gálvez, actual entrenador de pitcheo de Mayabeque».

Este carismático monticulista, que co-menzó su carrera como receptor y jardinero, con 4 jonrones como bateador, ha sido uno de nuestros pitchers más inteligentes. Su verbo elocuente nos hace asombrar no solo por los conocimientos sobre la historia del béisbol y sus estrategias modernas, sino porque es ca-paz de disertar lo mismo acerca de la caída del Sha de Irán, o sobre Meyer Lansky, el ju-dío financiero de la mafia norteamericana.

Conversar con él resultó una exigente prueba. Su memoria prodigiosa a la hora de responder y su peculiar estilo discursivo, pa-recían «desafiar» con elegancia y prontitud, cual estocada de esgrima, cada interrogante.

No rehuyó ningún tema y se adentró, por el contrario, en explicaciones peliagudas con la convicción de quien domina magistral-mente la materia en la que se desenvuelve. No respondió de manera lacónica. Sabía bien que en la argumentación, coherente-mente expresada, además de en las viven-cias, descansaba la fuerza de su exposición.

Este diálogo pudo realizarse durante un breve descanso del estelar serpentinero, jus-tamente a la puesta del sol, en un rústico te-rreno de Guanabo que él mismo ayudó a construir. Debo añadir que ello fue posible gracias a la gentileza de Margarita, sostén desde hace más de 20 años de alguien tan ca-rismático y constantemente asediado por sus admiradores.

Con la publicación de esta entrevista, LA CALLE DEL MEDIO se suma a las felicitaciones al mítico número 21 de los Azules de la capi-tal, que el 18 de diciembre arribó a los 50 años de vida.

¿Cuáles fueron tus inicios en el béisbol?Nací en La Habana Vieja y al igual que a la mayoría de los muchachos, desde muy pequeño me fascinó la pelota. Con siete años, de la mano de Guillermo Illas y Alberto Álvarez, di mis primeros pasos en El Pontón. Luego matriculé en la Es-cuela de Iniciación de Béisbol Especial Regional (EIBER) donde aprendí mucho de José Elósegui padre, quien ejerció una gran influencia por su pedagogía en los jóvenes de entonces.

¿De ahí te incorporaste a la Serie Nacio-nal?

No, qué va, a pesar de proceder del sistema de enseñanza deportiva, no asistí de inmediato a la Nacional porque entre 1978 y 1980, como miembro del Ministerio del Interior (MININT), par-ticipo en las competencias que se reali-zaban en la Sociedad Dinamo Capitán San Luis. Por cierto, existía una gran ri-validad deportiva entre los concursan-tes de estos eventos, que en el caso del atletismo, la carrera de orientación y otras disciplinas, formaban parte del programa de las Espartaquiadas de los Ejércitos Amigos. Debo confesarte que atesoro con mucho cariño los recuerdos de aquellos años en el MININT, donde incluso llegué a desempeñarme como patrullero de la Policía Motorizada en la Unidad de Cuba y Chacón. No es hasta

la XXII Serie Nacional en 1980, cuando debuto con los Industriales, y aunque muchos no lo conozcan, no lo hago co-mo lanzador, sino como tercer catcher de los Azules. Aquel año jugué poco, pues imagínate que los enmascarados eran Pedro Medina –para mí el más te-mido ofensivamente de los receptores cubanos, con unas condiciones físicas excepcionales– y Juan Bravo. Al año si-guiente, como me enrolé en un curso en el Centro de Preparación de Barbosa, no asistí a la temporada beisbolera.

¿Cuándo regresas?En 1983, en esta ocasión con Metro-

politanos, como jardinero y primera ba-se. Quiero decirte que esa fue una tre-menda escuela para mí, donde tuve el privilegio de ser dirigido por Pedro Chávez, un extraordinario pelotero de una gran sencillez, dotado de sensibili-dad especial para estimular a los más jó-venes. Ya en aquel campeonato, si bien nunca fui un slugguer, las cosas me fue-ron mejor a la ofensiva, al punto de que llegué a desempeñarme como cuarto bate. Te confieso que mis compañeros de equipo, muchos años después, me mortificaban diciéndome que mi avera-ge ofensivo (224) solo me alcanzaba para una pizza, pero impulsé 36 carreras y conecté 4 jonrones. ¿Es algo, no? (No pue-de ocultar una carcajada.)

¿Cómo y cuándo te decides a encaramar-te en la lomita?

Soy pitcher, en primer lugar, gracias a Chávez, a Luis Zayas, Germán Águila y a José Modesto Darcourt, quienes cono-ciendo la potencia de mi brazo en los ti-ros desde los jardines, y a que siempre en las prácticas les tiraba algunas bolas a los bateadores, me embullaron a lan-zar. No creas que pensaba tomármelo muy en serio, pero la vida siempre te de-para sorpresas, y en 1986, cuando por fin doy «el paso al frente», en mi primer juego frente a Granma en el Latino les di 8 escones. No te oculto que me sentí un chiquillo. Al año siguiente, viendo que no me había ido tan mal, me puse a en-trenar con mayor ahínco. En la Nacio-nal, con los Rojos, gané 7 y perdí 3, in-cluidas lechadas a Citricultores y Fores-tales con 2,80 de PCL, lo que me catapul-tó por primera vez a la Selectiva. Creo que esos resultados me abrieron las puertas para integrar la selección que asistió al torneo de Clubes Campeones en Rotterdam.

Siempre se ha dicho que 1989 fue un año muy especial para ti. ¿Lo consideras el mo-mento de tu consagración?

Imagínate cómo estaba en aquella Copa Intercontinental en Puerto Rico. Para mí era como si no hubiera una sola alma más en el Paquito Montaner de Ponce. Ni me imaginé que aquella noche le tiraría un juego perfecto a los coreanos del sur. Verdad que la artillería nuestra era un trabuco temido en todo el planeta y les hicimos 11 carreras; pero sacar 24 outs sin que nadie te llegue a primera (les dimos nockout en 8 innings), se te puede

estropear por cualquier cosa: un error, un deadball, una luz que encandile a los jardineros… Nada, que parece que San Lázaro estaba conmigo. Claro que ese día la bola me caminaba con furia y, al terminar, el brazo no se había enterado. No podré olvidar la cara del Presidente del Comité Olímpico Cubano en ese mo-mento, Manuel González Guerra, al de-cirme que había visto marcar en la pisto-la de los scouts 2 lanzamientos de 102 mi-llas y 2 de 100. Y por si te parece que exa-gero, ahí están los reportes de Pedrito Pé-rez donde en los 80 envíos que efectué (73 strikes y 7 bolas) no bajé con la recta de las 94 millas por hora.1

En julio de 1991 la prensa publicó: «Su-frió Valle una grave lesión que hace peligrar su asistencia a los Panamericanos». ¿Sentis-te que todo acababa?

No quiero ni acordarme de aquel jueves, en el estadio de Fomento, practi-cando para participar en el Torneo In-ternacional José Antonio Huelga in Me-moriam. La mano se me viró debido a una oclusión de la arteria axilar, que apenas permitió la irrigación sanguínea durante casi 6 horas. Era como si me hu-bieran amputado los dedos meñique y anular. Me llevaron para el hospital pro-vincial y de ahí inmediatamente, gracias a la gestión del compañero José Ramón Fernández, para el Instituto de Angiolo-gía en la capital. Comenzaron a inyec-tarme, ante el peligro real de perder el brazo por la ausencia del pulso cubital, heparina con hielo en el ombligo. De más está decirte el estado depresivo en que me sumí. Pensé que nunca más po-dría entrar a un diamante. No quería conversar con nadie y todo me irritaba. Solo la labor de un colectivo de presti-giosos profesionales, que nunca olvida-ré, con los doctores Ceballo, Oliú y Char-les a la cabeza, quienes me diseñaron un plan especial de ejercicios de natación en la playa, junto a la paciencia incon-mensurable de mi esposa Margarita y de mi difunto padre Andrés y mi her-mana Mercedes, me devolvieron la con-fianza para retornar al béisbol.

¿Cuándo regresaste?El comisionado nacional Domingo

Zabala y su esposa Lolita también tuvie-ron mucho que ver en eso y junto a las au-toridades de la ciudad me convencieron para que jugara la provincial. Era 1993 y, con el dolor terrible de haberme perdido los Panamericanos de La Habana y la Olimpiada de Barcelona, donde por pri-mera ocasión el béisbol competía como deporte oficia, me entregué al equipo de la Ligera que se tituló. Lancé para 10 y 1, lo que me dio mucho ánimo en mi afán de regresar a la Nacional. Allí, a la hora de la verdad, con palmarés de 8 y 1 y de 7 y 3 en la Selectiva, me demostré a mí mis-mo que me había recuperado.

¿Qué pasó luego?Ponce 93, la Copa en Italia, el Mun-

dial de Nicaragua en el 94, los Paname-ricanos de Mar del Plata en el 95 y la Se-rie del 96 en la que los Industriales alza-mos la corona, con Medina como timo-nel, que no conquistábamos desde 1992. Ese también fue un año duro porque fa-lleció mi padre el 21 de febrero, y enton-ces el 23, en el Sandino, le di la última victoria al equipo frente a Villa Clara en los play off. Él no pudo ver el triunfo, pe-ro ese día tiré con el corazón. Después me lesioné el codo, pero sobre todo me desmotivé. El 21 de abril de 1997, en el Latino de mis amores, me retiré oficial-mente. Luego vino la política de enviar a un grupo de jugadores a Japón y conver-saron conmigo para que me incorpora-ra. Margarita, una vez más, me persua-

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notas

LA CALLEDEL MEDIODICIEMbrE 2012

deporte

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dió y durante 3 campañas me desempe-ñé con el Mitsubishi Motors Corpora-tion, el Shidosha de Nagoya y el Shidax. Fuimos varios los antillanos que mar-chamos a Asia y en mi equipo, específi-camente, compartí con Evenecer Godí-nez, actual timonel de Santiago de Cu-ba, Pablo Bejerano y Jorge García.

¿Qué te dejó tu recorrido por la tierra del sol naciente?

La disciplina como carta de triunfo fundamental. No fabulo si te cuento que había días de estar hasta 16 horas vesti-do dentro de un terreno. Aprendí a en-trenar solo. Mejoré mi mecánica de pit-cheo y desarrollé un pensamiento más agudo a la hora de enfrentarme a los ba-teadores. Ellos son para mí quienes me-jor conectan los envíos en recta, debido a que pueden llegar a hacer 1 000 swines diarios. Eso forma parte de la filosofía oriental de alcanzar la perfección y el equilibrio. Me percaté también de que, mientras a la bola alta y pegada eran ca-paces de depositarla en el bosque dere-cho, todavía hoy presentan dificultades con los lanzamientos bajos. Los batea-dores asiáticos, en sentido general, se colocan detrás en el rectángulo diferen-te a lo que sucede en Norteamérica, don-de los peloteros fornidos se separan bas-tante de home con el objetivo de exten-der a plenitud los brazos y depositar so-bre la bola toda su fuerza.

¿Cómo se da el hecho, tan inusual, de que regreses a nuestros clásicos?

Nuevamente, la provincial fue la sal-vadora con Luis Daniel Paz y Leonel Ri-cardo como los responsables de que compitiera por la Habana del Este. Allí perdí un solo juego y la comisión pro-vincial me «exigió» regresar. Corría el año 2000 y obtuve 10 y 3 con 15 salvados. En los play off le gané dos juegos a Pinar y 2 a los Metros, que estaban en su cam-peonato de ensueño.

¿Por fin la gloria olímpica?Sidney significó el anhelo de tantos

años, que las lesiones me lo hicieron es-quivo en 1992 y en Atlanta. Creo que soy el pelotero que con mayor edad, 38 años, he asistido a unos Juegos Olímpicos. Y aunque derroté 6 x 2 a Japón, lo más im-portante fue la tristeza de todos cuando caímos frente a EE.UU. en la final. Es-toy seguro de que ese será el momento más desdichado de los que integramos aquel conjunto.

Después de que te retiraste en el 2002, ¿qué otros gratos momentos no olvidas?

La actuación en los Juegos de la Bue-na Voluntad de Seattle, el hecho de no haber perdido como lanzador del equi-po Cuba un solo juego, mis victorias en los topes frente a EE.UU.,2 y el haber si-do seleccionado en 1990, junto a Linares, Pacheco y Kindelán para formar parte de las Estrellas de América que nos en-frentamos a los jugadores más destaca-dos de Asia en un partido celebrado en el Fulton County Stadium de Atlanta.

¿Qué piensas que debe mejorar nuestro béisbol en la actualidad?

Si bien hemos mejorado el corrido de las bases, el hit and run y los toques de bo-la todavía, en su dimensión más amplia, son asignaturas pendientes. En el caso del pitcheo hay que inculcarles a nues-tros monticulistas la importancia de ga-nar apretado. Nuestra mentalidad, en la pelota de hoy, no puede ser dar nockout. Hay que saber imponerse con una ca-rrera de ventaja y para eso hay que per-feccionar todas las tácticas. No se les pueden robar con tanta impunidad ba-ses a los lanzadores, no se puede regalar nada cuando se está en 2 y cero, no debe anotar fácilmente, con un fly de sacrifi-cio, un corredor que ha llegado a terce-ra. En fin, que debemos revisar todos estos temas. Los lanzadores tienen que conocer a la perfección a los bateadores.

Existe una gran polémica sobre cómo de-be conducirse a un lanzador. ¿Consideras que debe dirigírsele desde el banco?

Es algo muy de moda que en lo per-sonal no respaldo. No digo que en de-terminada situación el alto mando del equipo se pronuncie, pero para mí lo esencial es el estudio previo que se haga sobre cada bateador. Debe trabajarse en serio, no de mentirita, con la carta de pit-cheo. Hay que compenetrarse con el cat-cher. En otras palabras, tienes que pen-sar y estudiar mucho. Y que conste que creo que un serpentinero viene a alcan-zar la madurez después de al menos sie-te temporadas, luego de que realice una preparación tan completa que incluya desde el fortalecimiento de los trenes in-ferior y superior, hasta conocer cómo aplicar, para utilizar en función de sus condiciones, el principio de traslación de la fuerza. Fíjate por ejemplo que los tenistas someten a una mayor tensión que los peloteros el codo y el hombro y

ki Cruz, caballo de batalla de los elencos de esa provincia, emplea muchas veces en exceso la sinker. El holguinero Pablo Millán Fernández tiene la virtud de ti-rar strikes permanentemente. Desgra-ciadamente no se comprende del todo que el control es la principal arma de un serpentinero. Al respecto recuerdo que una vez elogiaron a Bob Gibson4 y este respondió que estaba insatisfecho por-que de 10 sliders que lanzaba solo caían 9 en la zona buena. Odrisamer Despaig-ne cuenta con un cambio efectivo, buena velocidad y dominio sobre la slider, pero tiene que mejorar su control, pues mu-chas veces se coloca innecesariamente debajo de los bateadores. Fredy Asiel Ál-varez es quien trabaja con mayor domi-nio en la zona pegada, lo que combina con una formidable curva hacia abajo. Considero que únicamente debe perfec-cionar cómo colocar el tercer strike, ya que he notado que, en ocasiones, lanza muy noble cuando el conteo le favorece.

Por último, ¿qué significó para ti haber representado a nuestro país?

Para mí Fidel y la patria están por encima de todo. Soy un lector empeder-nido, amante de la historia de lucha de nuestro pueblo, y te digo que la hazaña de estos 55 años no tiene comparación. He tenido el privilegio de, en múltiples ocasiones en las entrañas del monstruo, vibrar escuchando las notas del Himno Nacional, y esos instantes no pueden cambiarse por todo el oro del mundo. ¿Te dije que cuando mi lesión el Coman-dante en Jefe, personalmente, se encar-gó de que me enviaran un PPG especial para que mejorara la circulación san-guínea en el brazo? ¿En qué lugar del mundo ocurre eso? He sido, como cien-tos de atletas, objeto de ofertas de los mercaderes que piensan que todo tiene un precio. Te cuento una anécdota. En Ponce 1993, en el momento más duro del período especial y en un escenario muy complejo donde tuvimos algunas bajas, se me acercó uno de esos chacales inten-tando disfrazarse de oveja. Después de darme un trago, le solté, sin dejar que se moviera: «Mira mi socio, piérdete y que no se te ocurra insinuarme que abando-ne el caimán porque se va a formar aquí la fiesta del guatao». El gallo se marchó sudoroso y desplumado. Nada, mi her-mano, que ellos con su prepotencia nun-ca podrán comprendernos. CM

sin embargo se lesionan menos. Me lla-ma la atención cómo muchos de los par-ticipantes en nuestro principal torneo no conocen, por ejemplo, que en el pit-cheo todo se rota y todo se traslada, mientras que en el bateo todo se trasla-da y nada se rota. Un lanzador no puede empecinarse en ponchar al bateador, si-no en dominarlo por cualquier vía. Quien se trepa en la lomita tiene que aprender desde sus inicios a «cambiar» un bateador por otro, en dependencia del momento del juego. Te pongo un ejemplo: Yulieski González, que acaba de obtener su primera victoria de esta Serie y que es un experimentado lanza-dor que ha integrado en innumerables ocasiones el equipo Cuba –en la campa-ña 2007-2008 conquistó 15 triunfos sin derrotas– varias veces ha sucumbido ante Industriales porque, en casi todos los casos, no ha dominado a la tanda de zurdos de la capital. Todo atleta debe in-teriorizar que, en el deporte, no se pre-mian los esfuerzos sino los resultados.

¿A qué serpentinero de tu época admiras-te más?

A Braudilio Vinent y a Jorge Luis Tati Valdés, dos monstruos a la hora de lan-zar. Ellos, además de sus números impre-sionantes, siempre ganaron el juego bue-no, cosa que para mí es decisiva. También siento un respeto especial por Jesús Gue-rra y José Modesto Darcourt, muy inteli-gente a la hora de mezclar sus envíos. Carlos Yanes merece una distinción es-pecial porque, a fuerza de coraje y entre-ga, alcanzó más de 200 victorias cuando desde hacía rato superaba los 40 años. Eso para mí es una verdadera proeza. A escala internacional considero dos extra-clases a Nolan Ryan y Greg Maddux.3

¿Y de los que se desempeñan hoy en día?De los más jóvenes me identifico,

porque me recuerda mis años mozos, con Yadier Pedroso. Creo que para la mayoría de la afición y los especialistas es en la actualidad nuestro lanzador más completo. Miguel Lahera tiene con-diciones fenomenales pero debe estabi-lizar sus resultados en las competencias importantes. Vladimir García está en su mejor momento pero, en mi opinión, to-davía depende demasiado de su recta. En los últimos meses me han llamado la atención, porque no tienen miedo a la hora de encarar a los rivales, los tuneros Darién Núñez y Carlos Juan Viera. Yoer-

1 Valle unió a su velocidad supersónica el dominio de un amplio repertorio. La combina-ción inteligente de ambas cualidades lo convirtió en el séptimo lanzador de todos los tiempos en Series Nacionales –con más de 1 000 entradas de actuación– con mejor fre-cuencia de estrucados cada nueve innings. La relación la encabezan los vueltabajeros Rogelio García con 8,62 producto de 2 499 ponches en 2 609 episodios; Faustino Corrales con 8,35 (2 360 en 2 544,1) y José Ariel Contreras con 8,22 (1 346 en 1 473). A continuación aparecen Santiago Changa Mederos: 7,85 (1 420 en 1 628,2); Ariel Prieto: 7,42 (860 en 1 043); Orlando Hernández: 7,19 (1 211 en 1 514,1); Lázaro Valle: 6,99 (1 351 en 1 740); Julio Romero: 6,95 (1 678 en 2 174,2) y Omar Ajete: 6,89 (1 771 en 2 320). No incluyo dentro de la decena a Maels Rodríguez: 11,01 (1 148 en 938); Manuel Alarcón: 8,16 (529 en 583,2) y José Antonio Huelga: 7,26 (722 en 871,1), debido a que no completaron los 1 000 capítulos en nuestros clásicos. El Duque Hernández, Contreras, Prieto y Maels abandonaron el país para insertarse en los circuitos profesionales.

2 Desafortunadamente las estadísticas en aquellos famosos topes, entre las selecciones de ambos países, no se contemplan en los resultados históricos de los peloteros cuba-nos. Algo parecido sucede con el resto de las inclusiones de nuestros beisbolistas en otros eventos de igual carácter. Una buena parte de los especialistas en la materia no contemplan incluso la actuación en torneos como los de Harlem o Rotterdam, pues plantean que no constituyen competencias del calendario oficial de la IBAF. Considero esta práctica algo funesto que nos impide conocer, a ciencia cierta, las demostraciones históricas de nuestras luminarias de manera integral.

3 Nolan Ryan nació el 31 de enero de 1947 en Refugio, Texas. A lo largo de su formidable carrera, que se extendió a 27 campañas, se desempeñó como lanzador de los Mets de Nueva York, los Angelinos de California, los Astros de Houston y los Rangers de Texas. En tan extensa trayectoria compiló 324 victorias (puesto 14 histórico), con 292 derrotas y promedio de carreras limpias de 3.19. Es el líder de todos los tiempos en ponches, con 5 714 (9.55 por juego completo) y en no hit no runs con 7; segundo en aper-turas con 773 (escoltando a Cy Young con 815) y 5to. en entradas lanzadas con 5 387. Es el único jugador cuyo número ha sido retirado de tres equipos: el 30 de los Angelinos y el 34 de los Astros y de los Rangers. Fue exaltado al Salón de la Fama en 1999. Desde

el 2010 se desempeña como Presidente de los Rangers de Texas. Gregory Alan Maddux, nacido el 14 de abril de 1966 en San Ángelo, Texas, resultó uno de los serpentineros más dominantes entre 1992 y el 2003. Aunque jugó desde 1986 con los Cachorros de Chicago, novena con la que ganó el Premio Cy Young, fue con los Bravos de Atlanta con los que alcanzó su consagración, y repitió el máximo pergamino de los monticu-listas en 1993, 1994 y 1995. Debemos añadir que Maddux comandó la Liga Nacional en promedio de carreras limpias en cuatro oportunidades (1993, 1994, 1995 y 1998), y que fue escogido 8 veces al Juego de las Estrellas, cifra idéntica a la de Ryan. Maddux hil-vanó de forma consecutiva, entre 1988 y el 2004, 17 temporadas con 15 o más victorias, único serpentinero en lograrlo en todos los tiempos. Ganó, igualmente récord, 18 Guantes de Oro, 10 de ellos con los Bravos. El legendario manager Bobby Cox lo consi-deró el mejor, más inteligente y competitivo pitcher que había conocido.

4 Pack Robert Bob Gibson nació en Omaha, Nebraska, el 9 de noviembre de 1935. En la ni-ñez nadie creyó que el muchacho se convertiría en atleta, a partir de que padeció enfer-medades como el asma y el raquitismo. En 1957 los Cardenales de San Luis lo firmaron como jugador de Liga Menor. Dos años más tarde debutó en el máximo nivel, aunque no fue hasta 1961 que comenzó a establecerse como un estelar dentro de la Gran Carpa. Cuando abandonó los diamantes, el número 45 de los Pájaros Rojos, en septiembre de 1975, acumulaba foja de 251 victorias con 174 fracasos con 56 lechadas. Su promedio de carreras limpias resultó envidiable con 2.91 anotaciones permitidas por cada nueve en-tradas. Ponchó a 3 117 oponentes en 3 885 capítulos, para excelente promedio de 7.22 ju-gadores retirados por esa vía en cada choque. En cinco temporadas alcanzó más de 20 éxitos. En 1964 se erigió en puntal de su elenco en la consecución de la denominada Se-rie Mundial. Tres años más tarde registró su actuación más descollante, pues además de las 22 sonrisas con 9 descalabros, pintó de blanco a los conjuntos rivales en 13 ocasiones. Su PCL de 1.12 destrozó el vetusto primado de Walter Johnson de 1.13, establecido en 1913. En el desafío inicial de la disputa del «Clásico de Otoño», esa campaña recetó 17 tragos amargos a sus retadores, e implantó de esa manera nueva marca para dicha fase de la MLB. Con esos dígitos obtuvo, sin discusión, el Premio Cy Young. En 1981 el forni-do jugador moreno fue exaltado al Salón de la Fama de Cooperstown.

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Vida de vitrinafotorreportaje

LÉSTEr VILA PErEIrA

Contempla al maniquí en la vitrina iluminada. ¿Has visto algo más ideal? ¿Ves cómo su nariz –espectáculo del Cáucaso– se perfila delicada desde la frente despejada? Observa su sonrisa; sus dientes son una perfecta cinta blan-ca. Deseamos despejar la nube que es-malta su mirada. Dueño de la pacien-cia, ha detenido sus brazos en un grácil gesto, como si bailara. ¿No lo admiras? En su piel se suman los matices claros del polvo y el dibujo sinuoso de sus la-bios invita a un beso imposible. Es una criatura hecha para ser amada, destina-da a una vida lacia de coches y blandas estancias. Su solidez está acariciada por el éxito. Y parece que todo lo sabe. Mira cómo ignora nuestra existencia y luce lo mejor de la temporada.

Fue armado en un pequeño taller. Su perfección supone el privilegio de haber sido labrado a mano, en madera dulce, y bañado en un marfilado estuco de escayola. Eso lo hubiera acercado al carácter irrepetible de la artesanía. Pe-ro lo cierto es que fue fundido en un molde y otros comparten su belleza se-riada. Sus músculos son una mezcla só-lida de sustancias tóxicas y tinturas. No es un retrato de alguien. Es simple-mente un objeto bonito. Una brocha ruborizó sus labios y un pincel fino le dibujó la mirada perdida de los que no poseen sueños que contemplar. Desnu-do y desarticulado, viajó el mundo den-tro de una caja. Finalmente fue vestido y puesto entre cristales para recordar-nos la quimera que queremos ser. Ante él ha discurrido nuestra vida. Las muje-res lo extrañan, cuando miran el pre-cio. Los hombres se comparan. Los ni-ños no lo entienden. Ante su rostro de utopía han corrido las lágrimas, saltado la sangre, las parejas se besan a la som-bra de las columnas. Un borracho ori-nó una noche frente a la vitrina y siguió su camino rezongando. Una vez, una anciana se detuvo, lo observó un rato y luego le sonrió. Los cristales que lo guardan han reflejado edificios que se caen, sobre los tejados se han sucedido los crepúsculos. El sol a veces crea refle-jos en el armario y lo pierden. Pero él no reconoce nada; es un objeto bello, y existe como si le bastara.

Es una trampa su belleza quieta. Más allá de sus líneas pulcras, detrás de sus labios para el beso, solamente hallarás la nada. No hay para él más mundo que el que sus ojos no ven. La luz lo decolora día tras día y un hollín oscuro lo reblandece. Pero a veces la be-lleza se cree invencible. A pocos pasos de él, una bella chica de cabellos rubios ha perdido una mano; la peluca castaña de su compañero se ha corrido, lo ha puesto al borde del ridículo. Él ignora que en el fondo de la tienda hay muchos que, como él, vivieron en la luz dorada de los cristales y ahora se apilan sin concierto, son amasijo de torsos, pier-nas y miradas tristes. Él aún no sabe que en su pecho lleva un gusano de lar-gas alas que ya cava las cavernas pro-fundas que un día hundirán el imperio de las proporciones áureas. Pero él aho-ra es bello. Y eso basta. CM

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LIUDMILA PEÑA HErrErA(Tomado del blog Poesía de Isla)

Hay quien no Cree en auras o buenas energías. A veces, tam-bién yo dudo. Es difícil creer en lo que no se ve; pero quien se le acerca y le ve sonreír, con ese rostro de eterna niñez, como si no le rondaran problemas, se convence de que la felicidad existe: solo hay que dejarle con-tar su historia de vida.

Nació en un pueblecillo granmense, tan remoto que ni el nombre recuerda, allá por el año 1963, cuando todavía algu-nos contaban las tragedias del ciclón Flora.

«Mi discapacidad siempre fue un misterio. Hace poco se descubrió que mi madre tuvo enfriamiento visceral, porque cuando tenía una panza in-mensa de ocho meses de emba-razo, estuvo muchas horas ex-puesta a las inundaciones del Flora, que pasó en octubre y yo nací el 26 de noviembre. De ahí surgió mi displasia fibrosa con-génita».

El hogar de Abel González Marrero, en el reparto Alcides Pino, es un gran taller donde igual se inventan soluciones pa-ra sillas de ruedas, triciclos y autos, que se «fabrican» amis-tades que duran la vida entera. Y aunque sus innovaciones asombran a quienes no lo co-nocen, debido a sus limitacio-nes físicas, este «reparador de sueños» tiene una explicación bien sencilla:

«Si te sientas en una silla de ruedas y te enclaustras, te pare-ce que el día tiene 48 horas. Sin embargo, para mí pasa rápido el tiempo, porque siempre ten-go un amigo o estoy haciendo algo útil. Los médicos no en-tienden por qué no me hace fal-ta nada para dormir. Esa ocu-pación es la mejor medicina pa-ra las enfermedades».

Inventor por naturaleza, su afición por las tuercas y los tor-nillos le viene desde pequeño, cuando se convirtió en mecáni-co de cuanto juguete se rompía en el barrio. «Como tenía mi discapacidad, no podía seguir el mismo ritmo que todos los muchachos. Entonces, les arre-glaba los carritos y todo lo que me llegaba a las manos. Por eso me tenían presente siempre y yo me sentía bien».

Ahora aquel juego se ha convertido en oficio. No son ni-ños ni juguetes los que le ro-dean, sino medios de transpor-te o de vida de limitados físico-motores como él: «Las sillas eléctricas que nos llegan de do-nación resuelven un problema,

Estadio «Calixto García», nume-rosas soluciones a barreras ar-quitectónicas y hasta una silla sanitaria que él mismo usa.

«El ascensor está diseñado sin romper la arquitectura del Estadio. Con eso el minusváli-do puede tener acceso y disfru-tar de la pelota como el resto de las personas. La idea no se ha llevado a la práctica porque fal-ta la decisión. En cuanto a la si-lla, en Cuba es difícil conseguir las que les sirven a los discapa-citados para hacer las necesida-des fisiológicas. Por eso cogí una plástica, derretí el fondo y lo moldeé como si fuera una ta-sa sanitaria. Abajo pongo el ori-nal y me siento. Sería bueno ha-cer una línea de producción…»

Como el clásico Meñique, nunca piensa «esto es demasia-

do» cuando le rondan nuevas ideas aparentemente difíciles de llevar a la práctica. Ahora, entre sus sueños está construir una especie de desplazador me-cánico y una caja de velocidad telescópica.

«Mi hijo me carga y me lle-va hasta donde haga falta. Pero para depender menos, quiero poner una viga con un equipo eléctrico en el techo, encima de la cama, de tal forma que mi es-posa me ponga una faja y el aparato me llevaría hasta el ba-ño, que está en línea con el cuarto. Todo sin miedo a caer-me, porque llevaría un arnés de protección.

»Pero la caja de velocidad telescópica es mi sueño más im-portante ahora. Con ella multi-plicaré la velocidad y la fuerza para el triciclo. He preguntado a mis amigos médicos cómo va a ser el ejercicio y dicen que es perfecto, porque es como ir re-mando. Hace años que estoy en eso. La necesidad es la madre de la invención. Yo construyo soluciones, pero quiero que quienes las necesiten, las usen también».

Jugador de baloncesto, co-rredor de maratón en silla de ruedas, este «hombre orques-ta» integró, como percusionis-ta, el grupo musical Corazón del Caribe, el primero formado por discapacitados en toda América Latina. Y aunque su vida ha sido un constante apor-te a los seres humanos, no ocul-ta su deseo de que las personas valoren mejor a los miembros de la ACLIFIM (Asociación Cu-bana de Limitados Físico-Mo-tores).

«A veces nos miran con un poco de lástima, por el mismo desconocimiento. Lo que nos hace falta son oportunidades para demostrar lo que pode-mos hacer, porque el discapaci-tado es un hombre con un cora-zón, con una discapacidad que tiene una condición especial. Todavía falta romper barreras, crear más talleres donde poda-mos desarrollar actividades co-mo cualquier otra persona, siempre que tengamos habili-dades y condiciones».

Negado a la tristeza y la inac-tividad, Abelito hace de la vida una celebración. «A cada rato hago una fiesta e invito a unos amigos y a otros no, porque después hago otra nueva con el resto y así disfruto el doble. También me engancho en la si-lla de ruedas con un arnés, me llevan para el río, me bajan con una soga y gozo como cual-quiera».

«Yo soy el hombre más feliz del mundo», repite otra vez y le creo. Pero no deja espacio para otra pregunta, porque la res-puesta definitiva ya le salta de los labios:

«Cuando llego a mi casa, me siento a plenitud. Mi esposa es la responsable de todos mis éxitos y mi hijo es mi brazo de-recho. Gracias a ellos sé que tengo por quién luchar: mi fa-milia es mi vida». CM

Innovador de la alegría

GeNte

pero solo los primeros meses trabajan bien. Cuando falla la batería, el discapacitado no puede usarla. El objetivo de mi taller es quitarle el hardware electrónico que tiene y tratar de hacerla mecánica. También las desarmo y las convierto en triciclos, así pueden usar bate-rías de otros tipos de transpor-te y su reparación es más fun-cional».

¿Y este es su famoso trici-clo?, pregunto y él ríe. «Ahorita lo vamos a usar», promete en-tusiasmado y dice bajito, como para que su esposa, que trajina dentro de la casa, no escuche: «Esta es como mi novia; digo, como mi otra novia: cuando tie-ne problemas de batería casi se me quita el sueño, lo mismo que me pasa con mi mujer

cuando está enfermita. Imagí-nate, estas son ‘mis piernas’.»

Pero dicen que fue usted quien armó un caballete para Marcos Pavón, el reconocido artista discapacitado que pinta-ba con la boca, sugiero. «Le hi-ce un caballete electromecáni-co que duró más de 25 años. Sus padres envejecían y él de-pendía de ellos para pintar. Cuando tenía que hacer un mo-vimiento, debía esperar a que alguien llegara. Con el caballe-te, subía y bajaba el cuadro con un pie, con independencia».

Graduado de Control y Cali-dad en el Politécnico 26 de Julio, de su ingenio e imaginación han surgido inventos para mejorar la calidad de vida de limitados físico-motores, como un ascen-sor para que puedan asistir al

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LA CALLEDEL MEDIODICIEMbrE 2012

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A.A.G.

«yo esCribo porque necesito hacerlo, el impulso de escribir es irracional», ha dicho alguna vez Nancy Morejón (La Habana, 1944) refiriéndose a su íntima relación con la escritura. Nacida y cria-da en el seno de una familia obrera de La Habana profunda, escribe poemas desde los trece años y en 1962, con ape-nas dieciocho, publicó su primer libro de versos. Poeta, ensayista, dramaturga y traductora, en 1966 se graduó como Licenciada en Lengua y Literatura Fran-cesas en la Universidad de La Habana con una tesis sobre el gran poeta marti-niqueño Aimé Césaire. Su obra lírica, de personal intimismo, da espacio, con singulares caracteres, a un amplio re-gistro temático de fuertes marcas iden-titarias al que no han sido ajenas las preocupaciones sociales. Premio Na-cional de Literatura y galardonada ade-más con los prestigiosos premios Yari-Yari de Poesía Contemporánea otorga-dos por la Universidad de Nueva York en el 2004, Corona de Oro de Struga, Macedonia (2006), Rafael Alberti (2007) e Internacional de la Asociación de Es-critores Gallegos (2008), en la actuali-dad Nancy Morejón continúa vincula-da a la Casa de las Américas al tiempo que preside la Academia Cubana de la Lengua y la Asociación de Escritores de la UNEAC.

Nancy MorejónINCLUYE POEMAS DE...

· madre ·

Mi madre no tuvo jardín sino islas acantiladasflotando, bajo el sol, en sus corales delicados.No hubo una rama limpia en su pupila sino muchos garrotes.Qué tiempo aquel cuando corría, descalza, sobre la cal de los orfelinatos y no sabía reír y no podía siquiera mirar el horizonte.Ella no tuvo el aposento de marfil, ni la sala de mimbre, ni el vitral silencioso del trópico.Mi madre tuvo el canto y el pañuelo para acunar la fe de mis entrañas, para alzar su cabeza de reina desoída y dejarnos sus manos, como piedras preciosas, frente a los restos fríos del enemigo.

· divertimento (1) ·

como le gustaría a Rafael Alberti(para guitarra)

Entre la espada y el clavel, amo las utopías.Amo los arcoiris y el papalote y amo el cantar del peregrino.Amo el romance entre el oso y la iguana.Amo los pasaportes: ¿cuándo dejarán de existir los pasaportes?

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AbDIEL bErMÚDEZ bErMÚDEZ(Tomado del blog Misión Cuba)

HaCía tiempo que no escuchaba esa palabra. Hacía mucho, sí, sobre todo en boca de mis abuelos, y de otro montón de viejucos que intentaron enseñarme que para ser una buena persona, prime-ro había que ser decente.

Y decente para mí era ser honesto, educado y aseado. Si cumplía con estos

requisitos era un niño decente. Después, quise ser un joven decente, aunque tuviera pensa-

mientos indecentes cuando una muchacha linda requetelinda me pasa-

ba por el lado. Y traté y traté, aunque reconozco que no siempre he actua-do de acuerdo con las leyes de la de-cencia.

La primera vez que fui indecente se la debo a Yeya, una señora de armas tomar que no aceptaba que mis pelotas cayeran en su jardín. Y el día que amena-zó con picármelas, se fue toda decencia al demonio, monté en cólera y por poco Ye-ya pierde el jardín si no es por mi mamá, que me llamó a capítulo.

La segunda vez que fui indecente fue por culpa de Isandra, una gordita que re-solvió romperme los espejuelos, por co-sas de muchachos, cuando estudiábamos en la primaria. Me aguanté de toda la de-cencia posible para no romperles los de ella, aunque se me salieron un par de pa-labrotas impronunciables ahora. Debo recordarles que estaba en cuarto grado y era el año 1993, cuando encontrar crista-

les para los espejuelos era más difícil que escribir con los pies.Después he tratado de mantener la

compostura, que decencia también es eso: acatar las buenas costumbres, las normas de convivencia social, porque la decencia, según mis abuelos, está en las conversaciones, vestimentas, gestos y posturas, pues saber comportarse de-centemente no viene en los genes, hay que enseñarlo.

Y antes, muuuuuuuuuuuuucho an-tes… la decencia era obligatoria. Ahora no, ahora los nuevos tiempos, estos tiem-pos de escaseces y estrecheces, han mo-

delado nuevas formas de decencia. Y ya para algunos que una joven vaya con una falda-blumer a atenderse a un hos-pital no es indecente. Cosa con la que mi abuela infartaría.

Y no sé por qué, pero cuando veo a un hombre con plena capacidad para traba-jar, tratando de vivir del aire; o a una mu-jer embistiendo a un turista en plena ca-lle, así, abiertamente, sin que medie nada más que una billetera de por medio, no estoy muy seguro de que la decencia esté dando señales de buena salud.

Una amiga mía dice que decencia es una palabra demasiado abstracta, como toda cualidad moral, y que por eso se es-fuma. Y yo digo que es verdad, pero de qué modo puede materializarse la de-cencia sino a través de lo que somos ha-cia dentro de nosotros mismos y hacia los demás. Es como la frase aquella: la mujer del César tiene que ser decente, y además, aparentarlo.

Y aparentarlo esta vez no es ficción, ni doblaje, ni teatro. Aparentarlo significa que ser decente no es solo hacer gala de educación y calidad humana en el orden interior, sino de respeto por aquellos que nos rodean. No basta con ser decente: es necesario actuar con decencia, aunque en estos tiempos eso suponga un motivo de burla social. Y lo digo porque última-mente cuando se actúa con decencia ante determinada situación, parece que se pe-ca de bobo, de tonto, de extraterrestre. Es como si actuar correctamente fuese irra-cional, y además, incorrecto. Por eso, si el joven comete fraude en la escuela, le deci-mos: «No importa, lo que importa es que apruebes…»

Y si no sabe hacer la tarea, se la hace-mos; y si le falta el respeto a un profesor,

nos fajamos con el profesor, que para eso somos los padres del niño, y usted, profesor, que se pasa más tiempo con el niño que los padres, que le aguanta toda la malacrianza que ellos le dieron, se tie-ne que quedar calladito, ¿bien?, porque es lo que hace un profesor decente, ¿no?

Pues no. Que enseñar decencia no es obra docente. A ser decente se ense-ña desde la cuna. Al menos eso es lo que me decía mi mamá cuando me pro-hibía aparecerme en la casa con un ju-guete que no hubiese sido comprado por ella, para que aprendiera a respe-tar los bienes de los demás; y a andar limpio y aseado, y a comer con la boca cerrada, y a no decir malas palabras.

La verdad es que yo no seré un mo-delo de decencia ni mucho menos. Co-mo todo ser humano, he cometido erro-res por los que he andado cabizbajo, sin levantar mucho la cabeza, porque la ver-güenza pesa. Pero si no me avergonzara no estaría en el camino de la decencia. No estaría cerca de ella. Y eso me aleja-ría de mis padres y mis abuelos, de la gente que me quiere bien. Eso sería im-perdonable.

Ser decente es no perder la capacidad de avergonzarse, amigos. Incluso ante los errores de los demás, ante un incumpli-miento, o ante un hecho delictivo.

La decencia es el valor humano que mejor refleja la dignidad humana. Qui-zás alguien piensa que el listón es de-masiado alto, sobre todo cuando hay que ingeniárselas para poner todos los días el pan sobre la mesa. Pero hay co-sas a las que un hombre o una mujer no pueden renunciar nunca. Y aunque ten-gan que luchar con uñas y dientes por sus metas y sus sueños, no deberían perder algo que en buena medida nos hace mejores entre los animales que pueblan la Tierra. Y ustedes ya saben de qué les hablo. CM

Amo los afanes del día y las tabernas y la guitarra en el atardecer.Amo una isla atravesada en la garganta de Goliat como una palma en el centro del Golfo.Amo a David.Amo la libertad que es una siempreviva.

· negro ·

Tu pelo, para algunos, era diablura del infierno; pero el zunzún allí puso su nido, sin reparos, cuando pendías en lo alto del horcón, frente al palacio de los capitanes.Dijeron, sí, que el polvo del camino te hizo infiel y violáceo, como esas flores invernales del trópico, siempre tan asombrosas y arrogantes. Ya moribundo sospechan que tu sonrisa era salobre y tu musgo impalpable para el encuentro del amor.Otros afirman que tus palos de monte nos trajeron ese daño sombrío que no nos deja relucir ante Europa y que nos lanza, en la vorágine ritual, a ese ritmo imposible de los tambores innombrables.Nosotros amaremos por siempre tus huellas y tu ánimo de bronce porque has traído esa luz viva del pasado fluyente, ese dolor de haber entrado limpio a la batalla, ese afecto sencillo por las campanas y los ríos, ese rumor de aliento libre en primavera que corre al mar para volver y volver a partir. CM

Decencia, ¿una palabra perdida?©

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CrEMA DE QUESO ráPIDA

PANETELA CUbIErTA ENSOPADA DE POLLO

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cebollamantequilla

harina de trigopimienta

salleche

caldo de polloqueso rallado

1 unidad pequeña4 cucharadas5 cucharadas1/8 cucharadita1 cucharadita3 tazas1 taza8 cucharadas

· i n g r e d i e n t e s ·pa r a t r e s c om e n s a l e s

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···

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ají chaycebolla

perejilajo

tomate de cocina

pollo

salbijol

aceitecomino

puré de tomatearroz

vino seco

4 unidades2 unidades medianas1 macito8 dientes2 unidades medianas4 muslos medianos½ cucharada½ cucharadita2 cucharadas¼ cucharadita1 cucharada1½ tazas2 cucharadas

· i n g r e d i e n t e s ·pa r a c u a t r o c om e n s a l e s

LOS CONSEJOS CULINArIOS (II)COMEr EN CASA

30 AÑOS DE SONintérprete: SON 14EGrEM, 2011

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propuestasmusiCales

LA CALLEDEL MEDIODICIEMbrE 2012

A cargo de AILEr PÉrEZ, IJOrkI MOrALES y CArMEN SOUTO

A LA MITAD DEL MUNDOautor: NELSON VALDÉSintérprete: NELSON VALDÉSCD A la mitad del mundobis Music, 2011

SIN FrENOautor: MANOLITO SIMONETintérprete: MANOLITO SIMONET Y SU TrAbUCOCD Sin frenobis Music, 2012

HELLO AND GOOD bYEautor: MICHEL CAMILOintérprete: TAMArA CASTAÑEDACD SaboreandoProducciones Colibrí, 2010

NOU NOUautor: DJ LáPIZ Y bLACkSOULintérpretes: kMINOS feat DANAE SUárEZCD ContinuoEscucha records, 2012

ME HACES bIENautor: JOrGE DrEXLErintérprete: ArGELIA FrAGOSO junto a PANCHO AMATCD InesperadamenteProducciones Colibrí, 2012

Te

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CArNAVALintérprete: LArITZA bACALLAODir.: MANUEL OrTEGA

video cLip

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Peña de la Camerata del Sonúltimos domingos de cada mes, 5:00 p.m. Cine Avenida (Calle 41, e/ 56 y 58, Playa)

eSpAcio

56diciembre

2012

NÚMero directorenrique ubieta gómez

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fotografíasalejandro montesinosléster vila pereira

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colaboradoresa.a.g.santiago alba ricoabdiel bermúdez bermúdezjosé luis estrada betancourtalejandro montesinos larrosaijorki moralesliudmila peña herrera

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MADELAINE VáZQUEZ GáLVEZ y ALEJANDrO MONTESINOS LArrOSA

las reComendaCiones en la cocina obedecen a procedimientos tecnológi-cos incorporados al quehacer alimen-tario y que se han ido trasmitiendo de generación en generación por su de-mostrada eficacia. Las ciencias alimen-tarias, junto a los saberes de cocineras y cocineros, han conformado un cuer-po de conocimientos que resulta muy provechoso y abarca diferentes temáti-cas. De esta forma, un consejo en la co-cina puede abordar diversos campos, como la higiene y conservación de los alimentos, la nutrición y la tecnología culinaria, así como la presentación y el servicio de los platos.

Sin duda, los consejos culinarios también responden a la creatividad en la cocina, pues cuando se comienza a ex-perimentar en la confección de platos, se descubren nuevas combinaciones, se re-velan nuevos sabores, se crean nuevas recetas y hasta se agiliza su elaboración. Muchas de ellas solucionan apremios alimentarios. Dos buenos ejemplos son los «inventos» de la pasta de bocadito a base de vegetales y de la mantequilla ca-sera con leche en polvo, que constituyen preparaciones que mucho ayudan en la cocina doméstica, y de muy agradable sabor (ambas recetas ya fueron publica-das en los números 41 y 48, respectiva-mente, en LA CALLE DEL MEDIO).

Esta vez, se proponen nuevos con-sejos para continuar ampliando este saber:• Corte la berenjena en lonjas, pásela

por aceite y ásela en sartén hasta que dore. Agregue después el ade-rezo.

• Para la preparación del almíbar se deben guardar las proporciones en-tre el agua y el azúcar. Generalmen-te se utiliza media taza de agua por una de azúcar.

• Las pastas alimenticias se cocinan en abundante agua hirviendo con sal, sin sobrecocinarlas y al dente.

• Las plantas aromáticas (ajo, cebo-lla, ajíes…) se saltean en grasa hasta que se marchiten, con baja intensi-dad de calor para evitar que se que-men. Generalmente se agrega pri-mero el ají, luego el ajo y finalmente la cebolla.

• La zanahoria cruda y rallada com-bina muy bien con ajo machacado, maní y algo de mayonesa o aceite aromatizado.

• La calabaza se puede comer cruda y rallada, aderezada preferiblemen-te con aliños agridulces (miel de abejas, zumo de limón, hojas de menta, albahaca...).

• La papa, el boniato y la calabaza se cocinan introduciéndolos en agua hirviendo con sal, de manera tal que cubra ligeramente estos pro-ductos, y se tapan. De esta forma, se preservan sus propiedades nu-tricionales.

• Utilice las plantas aromáticas en su cocina, como el jengibre, la albaha-

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harina de trigopolvo de hornear

maicenaleche en polvo

huevoazúcar refino

yema de huevoagua

frutas en almíbar

1 taza1 cucharadita1 cucharada1 cucharada3 unidades½ taza2 unidades3 cucharaditas1½ tazas

· e l a b o r a c i ó n ·Cernir la harina con el polvo de hornear; unir la maicena y la leche en polvo ¶ Batir las claras a punto de merengue ¶ Agregar gradualmente el azúcar, sin dejar de batir; adicionar las yemas de huevo ¶ Unir todos los ingredientes, aflojar con agua; mezclar con suavidad ¶ Colocar la mezcla en molde engrasado ¶ Hornear o cocinar en recipien-te apropiado ¶ Comprobar el término de cocción mediante la introducción de un pali-llo en la masa, que debe salir seco ¶ Cubrir con las frutas glaseadas. nota: Las frutas en almíbar se cocinan con azúcar

y agua, preferiblemente picadas en dados peque-ños. Se puede utilizar mango, cascos de guayaba, piña, frutabomba, coco, entre otras. Si la masa se confecciona con un batidor eléctrico, se pueden unir todos los ingredientes.

· e l a b o r a c i ó n ·Cortar los ajíes, las cebollas, el perejil y el ajo fino. Picar el tomate ¶ Poner a her-vir el pollo en agua, añadir la mitad del ají, la cebolla, el ajo y el perejil; adicionar la sal y el bijol ¶ Dejar cocinar hasta que el pollo ablande; extraer las masas ¶ Colar el caldo, y reservar dos tazas y me-dia ¶ En cacerola apropiada sofreír en el aceite las masas de pollo y los condi-mentos frescos; añadir el comino y el pu-ré de tomate; rehogar el arroz ¶ Agregar el caldo, rectificar el punto de sal y dejar cocinar hasta que el grano abra ¶ Dejar secar, cocinar en baja intensidad de calor y perfumar con vino seco al final ¶ Ser-vir preferiblemente con perejil o cebolli-no por encima. nota: La cebolla se puede sustituir por cebollino.

· e l a b o r a c i ó n ·Cortar la cebolla en trozos ¶ En cazuela apropiada, poner a derretir la mantequilla ¶ Colocar en la batidora la cebolla, la hari-na de trigo, la pimienta, la sal, la leche y el caldo; batir ¶ Unir la mezcla con la mante-quilla ¶ Cocinar la crema hasta que espese, durante veinte minutos, aproximadamente ¶ Servir inmediatamente con el queso pol-voreado por encima.

· i n g r e d i e n t e s ·pa r a u n a t o r t a

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ca, el perejil, el culantro y el apio, y verá cómo su comida adquiere nue-vos matices de sabor.

• El pescado se adoba en la cocina clá-sica con sal, pimienta y jugo de li-món. Cuando se fríe, se pasa siem-pre por harina de trigo para que se-que.

• La acelga y la espinaca se pueden consumir crudas o salteadas ligera-mente.

• Para la mejor conservación del pu-ré de tomate se debe guardar con una capa de aceite por encima.

• Los huevos cocidos en agua no de-ben hervirse durante más de diez minutos, ya que aparece una colo-ración indeseable.

• Para que se mantengan verdes, las habichuelas se ponen en agua hir-viendo con sal y se cocinan desta-padas durante unos minutos.

• Para evitar que el plátano fruta se oscurezca, añádale unas gotas de zumo de limón.

• Agregue siempre una pizca de sal a los postres, para darles el punto de sabor. CM

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