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    Badebec- VOL. 4 N 8 (Marzo 2015) ISSN 1853-9580/ Judith Podlubne

    Un arte para el hombre. El compromiso intelectual en Sury Contorno

    Judith Podlubne1

    Universidad Nacional de Rosario. [email protected]

    Resumen: El artculo retoma y desarrolla algunas conclusiones parcialesderivadas de mis investigaciones anteriores a partir de un interrogante suscitadopor declaraciones recientes de Ricardo Piglia: qu significa insistir hoy en larevisin de la tradicin de Sur?. Los primeros pargrafos analizan el alcance quetuvo la nocin de compromiso en la revista de Victoria Ocampo y delimita lascondiciones que hicieron posible la temprana atencin dedicada a Jean PaulSartre. El pargrafo final revisa, a partir de este anlisis, el malentendido,cristalizado por Contorno, que identifica a los escritores de Sur comocontinuadores epigonales de la vanguardia martinfierrista, defensores de un artegratuito y desinteresado, para postular en su lugar la idea de que, tanto para lamayora de los miembros de Sur, como para los de Contorno, la idea delcompromiso intelectual, en sus distintas versiones, result una va de acceso

    privilegiada a la literatura.

    Palabras clave:crtica literaria argentina; Jean Paul Sartre; compromiso; RevistaSur;Revista Contorno

    Abstract: The article takes up and develops some partial conclusions from myprevious research from a question raised by recent statements by Ricardo Piglia:What does it mean today to insist on reviewing the tradition of Sur? The firstparagraphs analyze the scope that took the notion of "commitment" in Sur anddefined the conditions, linked to the literary debate, which made the early

    attention devoted to Jean Paul Sartre possible. The final paragraphchecks outthis analysis from the misunderstanding, crystallized by Contorno, which

    1 Judith Podlubne es doctora en Letras por la Universidad de Buenos Aires, InvestigadoraAdjunta de CONICET, Profesora Titular de Anlisis de Texto en la Escuela de Letras de laUniversidad Nacional de Rosario y Directora de la Maestra en Literatura Argentina de la mismauniversidad. Es autora de Escritores deSur. Los inicios literarios de Jos Bianco y SilvinaOcampo (Beatriz Viterbo Editora--UNR, Rosario 2011), "La lectora moderna. Apuntes para unabiografa intelectual", estudio preliminar a Nacionalismo y cosmopolitismo en la literaturaargentina, de Mara Teresa Gramuglio, y una serie de artculos sobre narrativa y crtica literariaargentina en libros y revistas nacionales e internacionales. Como editora, public, junto a Martn

    Prieto, Mara Teresa Gramuglio. La exigencia crtica. Quince ensayos y una entrevista. (BeatrizViterbo Editora--UNR, Rosario 2014).-

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    identifies Surwriters as epigonous followers of the martinfierristaavant-garde,defenders of a free and disinterested art, to postulate the idea that for themajority of the members of Sur, as for those of Contorno, the idea of "intellectualcommitment", in its different versions, was a means of privileged access toliterature.

    Key words: argentina literary critic; Jean Paul Sartre; commitment; Surmagazine; Contorno magazine

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    En una entrevista publicada en junio del 2012, Ricardo Piglia insiste en un

    viejo reclamo, la necesidad de revisar la tradicin de Sur.Los trminos en que se

    manifiesta la demanda son similares a los de las opiniones de 1979, recogidas en

    Crtica y ficcin. A fines de los aos setenta, Piglia era ya uno de los ltimos

    escpticos sobre el valor de la herencia Sur. El clebre dossier publicado por

    Punto de vista en 1983 revertira de modo definitivo muchos de los lugares

    comunes establecidos por el nacionalismo populista en particular, pero no

    exclusivamente, por Juan Jos Hernndez Arregui en Imperialismo y cultura.2A

    comienzo de la dcada del ochenta, revisar la tradicin de Sur implicaba, como

    adverta Beatriz Sarlo (La izquierda ante la cultura: del dogmatismo al populismo:

    23), desarticular las imgenes cristalizadas por el sentido comn compartido no

    slo por los intelectuales populistas sino tambin por nutridas franjas de

    izquierda. Piglia era un exponente ejemplar de los ltimos. La sintaxis sagaz,

    epigramtica, de sus formulaciones no alcanzaba a disimular la consistencia de

    los prejuicios que, varias dcadas despus, se mostraran fortalecidos. El

    desarrollo que desde entonces alcanzaron los estudios sobre el grupo desalienta

    cualquier disputa en este sentido. Sin embargo, la persistencia de su demanda

    repite la pregunta en una direccin ajena a la de sus requerimientos. Qu

    significa insistir hoy en la revisin de la tradicin de Sur? En lo que sigue, una de

    las respuestas posibles.

    La historia literaria argentina sita en la emergencia de la revista Contorno

    la fundacin de la crtica contempornea en nuestro pas. A menudo, el relato

    que acompaa este mito fundacional subraya las diferencias, en su mayora

    evidentes, que separan a Contorno de la revista Sur, su antagonista inmediata, y

    elude mencionar las continuidades que se establecieron entre ambas. Hace yacasi tres dcadas, en 1985, Jorge Panesi adverta algunas persistencias

    significativas. Por un lado, sealaba que Contorno no propona una concepcin

    de la crtica radicalmente diferente a la de Sur, ni en su modo de proceder (no

    haba una metodologa especfica que la dotara de unidad caracterstica), ni en la

    tendencia a la fetichizacin de las grandes personalidades: De una manera u

    2

    Para un anlisis de la interpretacin inaugural que Punto de vista propuso deSur, Podlubne (Elarchivo Sur. Algo ms sobre la operacin Williams. Punto de vista).

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    otra, ambas revistas cultivaban el tributo (negativo o positivo) a las grandes

    personalidades, los grandes hombres, las grandes subjetividades (Panesi,

    Cultura, crtica y pedagoga en la Argentina: Sur/Contorno: 54). Por otro lado,

    agregaba, Contorno no presentaba una esttica o una potica distintiva, salvo laderivada del compromiso existencialista sartreano del que difcilmente podra

    decirse que constituyera una instancia renovadora para los esquemas narrativos

    o la constitucin de un cdigo alternativo de lectura (Crtica: 52).

    A pesar de que estas advertencias permanecen indiscutidas, la idea de que

    Contorno signific una superacin definitiva de los lmites que marcaron la

    concepcin literaria de Sur mantiene una vigencia crtica general, resistente a

    ahondar en matices y precisiones. No hay dudas de que la novedad radical que

    aportaron los jvenes contornistas reside en la postulacin de una crtica

    poltica de la cultura. All alcanzaron una coherencia mayor y establecieron su

    mxima diferencia.

    Por sobre todo afirman Nora Avaro y Anala Capdevila, los jvenesdel 50 se quisieron intelectuales comprometidos en el mbito de supropia actividad, proclamaron con Sartre la funcin social de laliteratura y se designaron a s mismos funcionarios ad hoc.

    (Denuncialistas. Literatura y polmica en los 50 : 11)

    En el marco extenso de la historia cultural argentina, la intervencin

    contornista tuvo un carcter fundamentalmente ideolgico antes que esttico o

    literario. Considerada un mbito transitivo, una superficie privilegiada para

    aprehender las marcas de la historia y la poltica, la literatura (la novela,

    especficamente) result una pieza central pero no excluyente (Panesi, Cultura,

    crtica y pedagoga en la Argentina: Sur/Contorno: 52). En esto no se apartarondemasiado de sus predecesores de Sur;los distingua sin embargo que all donde

    aqullos encontraban los signos del espritu, los contornistas supieron leer las

    seas de la historia. Para unos y otros, la idea del compromiso intelectual, en sus

    distintas versiones, result una va de acceso privilegiada a la literatura.

    A diferencia de lo que podra presuponer una lectura interesada en

    profundizar la contraposicin entre ambos grupos, la teora del compromiso

    sartreano que, tal como se ha establecido, constituy para los intelectuales

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    argentinos de izquierda el imperativo de las dcadas siguientes al derrocamiento

    del peronismo encontr entre los miembros de Sur una recepcin atenta e

    inmediata. Resulta obvio sealar que esta atencin no se vio motivada por la

    naturaleza poltica de la intervencin de Sartre. Surmantendra hasta el final sus

    reservas sobre la participacin de los intelectuales en materia partidaria. El

    inters por Sartre se vio propiciado por el carcter declaradamente humanista

    de su teora. La concepcin del hombre que dominaba en la revista responda

    fundamentalmente a los dictados del personalismo francs, contra los que se

    defina en parte la variante historicista que proclamaba el existencialismo

    sartreano. No obstante, los cruces y las asimilaciones entre distintos aspectos de

    ambas posturas fueron frecuentes en las pginas de Sur durante la segunda

    mitad de la dcada del cuarenta. Panesi (Cultura: 54) apuntaba que el

    existencialismo sartreano no haba sido un convidado de piedra en la revista de

    Victoria Ocampo. Oscar Tern (Nuestros aos sesenta: 17) sealaba que Sur

    haba presentado al lector argentino la traduccin de La chambre, cuando Sartre

    era todava un filsofo escasamente conocido, y de all en ms haba reseado su

    obra en sucesivas ocasiones. Los testimonios contornistas registran, adems,

    que los jvenes crticos leyeron a Sartre por primera vez en las ediciones de

    Sur3.Sur, sostena John King (Sur. Estudio de la revista argentina y de su papel

    en el desarrollo de una cultura 1931-1970: 168), reproducira artculos de Les

    Temps Modernes el artculo de Sartre, Portrait de lantismite [Les Temps

    Modernes, diciembre de 1945] sera un ejemplo temprano, pero como Camus,

    siempre desconfiara de la definicin de compromiso en la literatura. Interrogar

    el alcance de esta afirmacin desde la perspectiva que ofrece el debate literario

    de la revista Suren estos aos es el propsito inicial de las notas siguientes. Setrata de delimitar las condiciones, vinculadas con ese debate, que hicieron

    posible la temprana atencin dedicada a Sartre en Sur, para revisar a partir all la

    3 Las generaciones posteriores de sus lectores no imaginan cuenta Juan Jos Sebreli (Losmartinfierristas: su tiempoy el nuestro: 154) el deslumbramiento que el existencialismo podaprovocar en un adolescente de diecisiete aos cuando la boga sartreana estaba en su apogeo.Entre 1947 y 1948, mientras estudiaba en la escuela normal, las editoriales Sur y Losadapublicaron los primeros libros de Sartre en castellano, El existencialismo es un humanismo, La

    nusea, sus piezas de teatro. [] Era tal mi pasin que ni las malas traducciones lograronempaar la fascinacin provocada por sus obras.

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    imagen de la revista que impulsaron los contornistas y avanzar en el anlisis de

    las continuidades que se registran en la forma en que tanto Sur como Contorno

    definieron la aproximacin a la literatura.

    La causa del hombre

    A pocas semanas de la aparicin de Les Temps Modernes y de la aclamada

    conferencia que Sartre pronunci en Pars unos das despus bajo el ttulo El

    existencialismo es un humanismo, el 9 de diciembre de 1945, Victoria Ocampo

    convoc en su casa de San Isidro a una charla con Jean Guhenno sobre el

    problema de la literatura gratuita y la literatura comprometida 4. Reconocido

    pacifista de izquierdas sin filiacin partidaria, Guhenno haba tenido una

    intervencin destacada en la lucha antifascista durante los aos de entreguerra

    y estaba en la Argentina invitado por el Institut Franais dEtudes Suprieures de

    Buenos Aires, dirigido por Robert Weibel Richard. Adems de prolongar el debate

    Moral y literatura que el verano anterior haban mantenido muchos de los

    integrantes ms representativos de la revista, tal como la propia Victoria

    record durante el encuentro, el tema de la charla, que haba sido propuesto por

    Guhenno, retomaba una cuestin candente para los escritores europeos 5.

    Para los intelectuales (franceses) de 1945, sostienen Pascal Ory yFranois Sirinelli (Los intelectuales en Francia. Del caso Dreyfus anuestros das: 179) comprometerse e[ra] un deber. Ciertamente enlos aos treinta se haba visto a escritores y artistas, unos en nombredel antifascismo, otros del anticomunismo, participar en la luchapoltica y, en ese plano, los aos treinta se anticipa[ban]indiscutiblemente a 1945.

    La idea del compromiso, que a menudo se atribuye a Sartre y se fecha en

    los primeros aos de la posguerra, contaba para entonces con una tradicin

    extensa, cuyas races se remontaban probablemente hasta el affaire Dreyfusy se

    4 La nmina completa de los asistentes al encuentro, adems de Guhenno, es la siguiente:Victoria Ocampo, Vera Macarov, Wladimir dOrmesson, Flix Gattgno, Robert Weibel Richard,Julio Rinaldini, Eduardo Mallea, Paul Benichou, ngel Vasallo, Pedro Henrquez Urea, Luis

    Reissig, Ernesto Sbato, Mariano Picn Salas y Mara Rosa Oliver.5Analic el debate Moral y literatura en Podlubne (137-170)

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    confundan con el nacimiento mismo del concepto de intelectual en la cultura

    moderna. Como sostiene Herbert Lottman (Larive gauche. La lite intelectual y

    poltica en Francia entre 1935 y 1950 : 93), querer decidir cundo comienza la

    historia del compromiso intelectual plantea un problema. Las tensiones de los

    aos previos a la Segunda Guerra, el espritu del Frente Popular y luego el nimocombativo de la Resistencia revivieron esa tradicin con una intensidad que

    contribuy a acelerar su clausura. Sartre fue el ltimo avatar de un pensamiento

    frente al cual Sur no haba permanecido indiferente. Su idea del intelectual

    constitua, como acert Ana Boschetti (Sartre y Le Temps Modernes), la

    apoteosis mundana del modelo del santo y el profeta6.

    Desde mediados de los aos treinta, el tema de la misin y la

    responsabilidad de los intelectuales en el mantenimiento y desarrollo de la

    cultura fue una preocupacin medular en las colaboraciones y debates de la

    revista. No hay dudas de que la independencia del escritor esto es, su

    autonoma de los problemas temporales y el consecuente compromiso con los

    valores morales de la persona humana, constituy un ncleo de fuerte

    consenso entre sus integrantes, pero, como se ha sealado ya, la defensa de la

    autonoma no redund en desinters frente a los principales discusiones de la

    poca. Mara Teresa Gramuglio (Sur en la dcada del treinta: una revista

    poltica y Las minoras y la defensa de la cultura. Proyecciones de un tpico de

    la crtica literaria inglesa en Sur) se ocup especialmente de discutir esa imagen

    cristalizada de la revista. Sus artculos no slo iluminaron los efectos y los lmites

    polticos de la intervencin Sur sino que adems exploraron las fuentes

    ideolgicas en que se sustent la configuracin de intelectual que la revista

    defini en esos aos. Segn estableci Gramuglio, el tpico de las litesintelectuales y de sus funciones en el mantenimiento y desarrollo de la cultura

    frente a los avatares del cambio social ingres a Sur a travs de mediadores

    importantes, como T.S. Elliot, quien fue un impulsor de las funciones de las

    minoras culturales en la crtica literaria inglesa del siglo XIX, Julien Benda, cuya

    elaboracin de la figura del clerc se nutri de la tradicin francesa, y Jos Ortega

    6

    Sobre este punto, consultar Boschetti. Especialmente, el pargrafo Las funciones delprofetismo de Sartre.

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    y Gasset, que recogi algunos modelos provenientes del pensamiento alemn.

    John King (Sur. Estudio: 81-85) seal adems otra fuente importante cuya

    influencia result igualmente decisiva: la corriente de ideas proveniente de

    movimientos europeos catlicos no ortodoxos, como el humanismo integral deJacques Maritain y el personalismo de Emmanuel Mounier, que se expres en las

    pginas de la revista Esprit.

    Si bien es conocido que tanto Julien Benda como los filsofos de Esprit

    fueron adversarios elegidos por Sartre en el momento de postular su doctrina

    del compromiso poltico se ha dicho que su ensayo Qu es la literatura?puede

    leerse como una rplica a La traicin de los clercs, no es menos sabido que

    Benda, los personalistas de Esprit y el propio Sartre participaron de lo que

    Carlos Altamirano (Intelectuales. Notas de investigacin) caracteriz como la

    tradicin normativa del intelectual. Una tradicin de matriz profundamente

    humanista, sustentada en una metafsica de la conciencia, que Jacques Derrida

    impugn de modo definitivo en su conferencia Los fines del hombre de 1968:

    Despus de la guerra, bajo el nombre de existencialismo, cristiano oateo, y junto con un personalismo fundamentalmente cristiano, el

    pensamiento que dominaba en Francia se tena por esencialmentehumanista []. Aunque el tema de la historia est muy presente en eldiscurso de esta poca, se practica poco la historia de los conceptos;y, por ejemplo, la historia del concepto de hombre no es interrogadanunca. Todo ocurre como si el signo `hombre no tuviera ningnorigen, ningn lmite histrico, cultural, lingstico. Ni siquiera ningnlmite metafsico. (Los fines: 151-152)

    El humanismo, explicaba Derrida, era en esa poca una especie de suelo

    comn, desapercibido e incontestado, tanto de las distintas corrientes filosficas

    y estticas que recorran el campo intelectual como de las diversas tendencias

    ideolgico-partidarias que disputaban el mbito poltico. El problema de la

    humanidad del hombre, una cuestin demasiado flexible, diversa e inconsistente,

    para retomar los calificativos que utiliza Michel Foucault en un ensayo posterior

    y en muchos sentidos afn al de Derrida, impregnaba desde el discurso liberal

    social-demcrata o demcrata cristiano hasta el discurso marxista. El marxismo

    era un humanismo, el existencialismo y el personalismo tambin, afirmaba

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    Foucault (Qu es la Ilustracin?: 346). Si retomo esta descripcin totalizadora y

    provisoria de la poca, una descripcin que alude a sus rasgos dominantes sin

    pretender reducirla a ellos, es porque en el terreno de la discusin literaria,

    sobre el que me interesa avanzar ms especficamente, ese suelo comn se

    traduce en una compartida y enrgica impugnacin hacia los llamadosrepresentantes del arte puro o del arte por el arte. Ms all de las profundas

    diferencias filosficas, polticas e ideolgicas existentes entre Sartre, Benda y los

    intelectuales de Esprit, todosacordaban en atribuir una funcin testimonial (sea

    espiritual o social) a la escritura y en condenar la tendencia literaria surgida con

    Mallarm y el simbolismo, prolongada por las escuelas de vanguardia e

    identificada desde las primeras dcadas del siglo XX con la Nouvelle Revue

    Franaise de Andr Gide. La crisis del lenguaje que haban promovido los

    defensores del arte puro era, tanto para Sartre como para Benda que public

    su furibundo estudio La France Byzantine ou le triomphe de la littrature pure

    unos meses antes de la Presentacin de Les Temps Modernes, un ndice

    incontrastable del desinters y la irresponsabilidad que estos escritores

    manifestaban hacia los principales problemas del hombre. An suscribiendo a

    concepciones antagnicas de lo humano y atribuyendo al ejercicio literario

    finalidades opuestas, Sartre y Benda reconocieron adversarios comunes y

    promovieron alternativas estticas afines. Ambos reivindicaron una concepcin

    instrumental del lenguaje y alentaron una revalorizacin tarda de las cualidades

    retricas de la forma literaria. El compartido mpetu antimallarmeano de sus

    posiciones devolva las reflexiones sobre el lenguaje y la literatura al apacible

    dominio de la expresividad humana. Conservar el valor comunicativo de la

    palabra, depurarla de sentidos derivados y arbitrarios, convertirla en uninstrumento de precisin cada vez ms afinado e imperceptible, era la misin

    curativa, que, frente a los efectos deshumanizadores del arte moderno, asuman

    los escritores identificados con la llamada causa del hombre.

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    El horror de la gratuidad

    Desde su inicio, la conferencia que Guhenno dio en casa de Victoria

    Ocampo, y que se public en la seccin Debates de Sur, en el nmero 138 (abril

    1946) de la revista, situ las diferencias entre compromiso y gratuidad en elhorizonte general de ese diagnstico, marcadamente galocntrico, compartido

    por los intelectuales de distintos signos, y que sostena que la literatura pura

    dominaba no slo en Francia, sino en todo el mundo, desde haca ms de tres

    dcadas. Contra esta tendencia, Guhenno afirmaba:

    No hay pues literatura gratuita; hay una hipocresa de la gratuidad.Prefiero a quienes consideran que es mejor jugar lealmente sabiendolo que se pone en juego, y que aprecian el riesgo de escribir.[] no cabe duda de que todo libro es un testimonio. [] no creo quenada de lo humano tenga sentido si se coloca fuera del hombre. Todoel arte se hace para el hombre. No puede concebirse un libro que nose haga para leerse, una estatua que no pudiera mirarse.

    Creo que lo que decide la eleccin entre la literatura gratuita y laliteratura comprometida es la idea que uno tenga del hombre : se dejallevar a la literatura gratuita a aquel a quien interesan sus diferenciascon los dems; al otro, en cambio, le tientan sus semejanzas.(Intervencin en AA.VV. Debate Literatura gratuita y literatura

    comprometida: 107)

    Entre noviembre de 1935 y noviembre de 1938, Guhenno haba sido

    director, junto a Andr Chamson y Andre Viollis, de la revista Vendred, en

    palabras de Lottman, el aporte ms original de los escritores al Frente Popular

    (La rive gauche: 152). La intencin inicial del semanario haba sido reunir a

    representantes de un amplio espectro de opiniones, desde los comunistas hastalos catlicos, desde Gide hasta Maritain, segn proclamaba el primer nmero,

    siempre que todos apoyaran la causa antifascista. A fines de 1937, esa intencin

    mostr algunas de sus aristas principales: Guhenno discuti pblicamente con

    Andr Gide sobre la forma que deba adoptar la intervencin de los escritores. El

    desencadenante de la discusin fue la negativa de Guhenno a que Vendredi

    publicara un escrito de Gide, titulado Lo que corresponde, en el cual

    contestaba las acusaciones que le haba dirigido Ilya Ehrenburg a causa de una

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    protesta contra el gobierno de la Repblica Espaola, y que Gide haba firmado

    con otros intelectuales. Gide envi una Carta abierta a Vendredi reclamando

    por esa negativa y Guhenno le contest con su extensa Carta abierta a Andr

    Gide. La respuesta de Guhenno arremeti contra el individualismo del

    novelista y las oscilaciones ideolgicas a lo que lo haba conducido su aficin a

    las diferencias7:

    Hay que pensar, querido Andr Gide, que usted utiliz la poltica comola literatura: para descubrirse a s mismo. Nosotros hemos dado aVendredi, esto es un hecho, un sentido muy distinto del compromisopoltico [].

    Y prrafos ms adelante agregaba:

    [] cuando hacemos Vendredi, no pensamos hacer nuestra biografaparticular. La poltica no es para nosotros biografa. Estamosinteresados en servir, cada uno de acuerdo a sus medios, a una causacomn. [] Tenemos horror al acto gratuito. Estamos comprometidos,para decirlo de una vez (Intervencin: 150).

    Sus discrepancias con Gide, una figura central de la intelectualidad

    francesa de entreguerras, admirada por muchos de los integrantes ms

    conspicuos de Sur, fueron el centro a partir del cual Guhenno present su

    perspectiva en el encuentro con los colaboradores y allegados de la revista.

    La reunin gir bsicamente y muchas veces en falso sobre la definicin

    misma de la idea de compromiso. Con excepcin de Pal Bnichou, que pareca

    el nico participante dispuesto a complejizar el antagonismo planteado al

    sealar una moral inmanente a lo esttico, el resto adhiri en lneas generales a

    la perspectiva que propuso Guhenno. Su posicin se enunciaba de modo

    directo contra las consecuencias fatales de un arte reducido a la impersonalidad

    y al juego formal.

    El nico compromiso vlido afirmaba es el que se refiere a lohumano. Hay que volver a [] un compromiso de fidelidad con elhombre, es decir, con nosotros mismos, [] al sentimiento ms omenos lcido de que existe una humanidad por salvar: esapreocupacin conclua no la encuentro en ese arte que llamogratuito (Intervencin: 110).

    7

    Esta serie de escritos y cartas abiertas fueron compilados por Ivonne Davet en Gide, Andr:Literatura comprometida (1956)

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    Se trataba para Guhenno de asumir una responsabilidad que no negara el

    compromiso poltico sino que lo trascendiera. Esa fidelidad afirmaba no

    excluye lo poltico, pero si en lo que hice no se advirtiera otra direccin que lapoltica, nada de lo mo valdra mucho porque no fue esa mi intencin

    (Intervencin: 111). Todo el debate transcurri por los andariveles acreditados de

    los ideologemas morales que caracterizaron el discurso intelectual y literario de

    Sur desde mediados de los aos treinta. La reivindicacin de una misin

    humanista para los escritores se afirmaba en la condena de la gratuidad esttica.

    Guhenno no ahorraba enunciados altisonantes para manifestar su rechazo

    (Siento una profunda aversin por esa literatura que es slo juego; Hoy nos

    hiere ms la gratuidad porque es inmensa la tarea por cumplir) y varios de los

    colaboradores de Sur, Pedro Henrquez Urea y el joven Ernesto Sbato, entre

    ellos, secundaron su indignacin.

    En el caso de Sbato, esa indignacin, que prolong con un oportunismo

    evidente las diferencias con Borges sobre las que vena insistiendo en la revista,

    manifest en forma indirecta sus tempranas lecturas existencialistas: la de

    Mounier, desde ya, pero tambin la de Sartre. Cmo puede decirse que un

    hombre construye una obra sobre la base de s mismo?, reclamaba Sbato

    (Intervencin en AA.VV. Debate Literatura gratuita y literatura comprometida:

    118) frente a las aspiraciones narcisistas de los artistas puros. La pregunta se

    saldaba de inmediato acudiendo al principio capital de los distintos

    existencialismos: el que afirmaba la prioridad de la existencia sobre la esencia.

    Un hombre en s mismo no existe afirmaba Sbato. Un hombre existesolamente en relacin con el mundo que lo rodea. Creo que la pinturaque ha hecho Proust en su obra no es una pintura de Proust: es unapintura del mundo que rodea a Proust a travs de su propiotemperamento. Si engagement es relacin con el mundo, con esemundo de otro, [] creo que Proust es un hombre engag. Proust noest hablando de la luna; est hablando del mundo que lo rodea, esthablando de los otros.El problema no es de independencia entre uno y el mundo que lorodea, porque todos estamos en dependencia con el mundo que nosrodea; hasta aquellos que no lo parecen. El problema est endeterminar qu clase de `compromiso nos gusta. (Intervencin: 118)

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    499Badebec- VOL. 4 N 8 (Marzo 2015) ISSN 1853-9580/ Judith Podlubne

    Como el hombre en general, para Sbato, el artista no poda escapar a su

    historicidad, estaba sujeto a la relacin con el mundo, a la presin de las

    circunstancias. Con Sartre y contra Borges, su intervencin, afirmaba, no se

    poda evitar elegir, no haba modo de no responsabilizarse. El artista se definiraen relacin con el compromiso que elige. As, mientras l mismo elega

    comprometerse con la defensa de la humanidad, Borges prefera seguir

    comprometido con su literatura8. El comentario era elocuente no slo del

    inters que despertaban estas ideas en algunos de los colaboradores de Sur, sino

    tambin (y este es el aspecto ms relevante) de cmo se entrecruzaban, se

    equiparaban y asimilaban con preocupaciones de larga data en la revista. El

    imperativo del compromiso intelectual con la llamada causa del hombre, la idea

    de que un escritor no deba sustraerse a los debates de su poca y el

    consecuente rechazo a la irresponsabilidad de quienes suscriban al arte por el

    arte, eran tpicos establecidos entre la mayora de los integrantes de Sur cuando

    Sartre proclama su doctrina. De all que la revista publicase en un lugar central

    del nmero 147/8/9 (ene-feb-mar 1947), dedicado a las Letras Francesas, y a

    pocas pginas de La crisis de la literatura contempornea y la juventud, un

    texto de Benda que anticipaba las conclusiones generales de La France

    Bizantine, la primera versin al espaol de El existencialismo es un

    humanismo, junto a la Introduccin de Les Temps Modernes, el principal

    manifiesto de su teora del compromiso. Pero no se trata slo de atender a estas

    decisiones editoriales, que alguien podra leer sin ms como resultado de un

    arrebato snob de su directora. Hay que considerar adems que ese mismo ao la

    editorial Sur publicaba la conferencia en forma de libro y, una dcada y media

    8En esta oportunidad, la discrepancia frontal que Sbato mantiene con Borges se torna explcita

    en las pginas de las revista. En algunas ocasiones anteriores, haba manifestado sus reservas deun modo indirecto. Luego de establecer su posicin, Sbato agrega: La clase de engagement queme gusta a m, probablemente y esto prueba que estoy hablando con entera buena fe, no es laclase de engagement que le gusta a Borges, por ejemplo. El tiene su punto de vista, tiene suliteratura, que es perfectamente lcita desde su ngulo. Como es lcita una msica atonal odiatonal, o es lcita una geometra euclidiana o no euclidiana.Ms que un problema literario o artstico, es ste un problema moral, un problema de conducta.Problema moral que hoy se agudiza, porque estamos en un mundo formidablemente

    desquiciado, terrible, angustioso. Estamos en un mundo en el cual se plantea, entonces, elproblema operativo de la literatura (Intervencin:118).

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    500Badebec VOL. 4 N 8 (Marzo 2015) ISSN 1853-9580/ Judith Podlubne

    despus, la reeditaba junto al ensayo de Martin Heidegger en un volumen

    titulado Sobre el humanismo. Si bien para el momento de esta reedicin, la

    lectura de Sartre dentro y fuera de la revista haba variado sensiblemente desde

    su primera recepcin la confrontacin con las tesis de Heidegger a la que invitael volumen es ndice de las revisiones que afectaron su interpretacin en este

    mbito, la publicacin explicita con demora el nimo humanista que alent el

    inters inicial y promovi que se lo leyera con expectativas.

    De un modo ms esquemtico, sin las rugosidades y discrepancias que

    present el debate Moral y literatura desarrollado unos meses antes,

    Literatura gratuita y literatura comprometida fortaleci el consenso general

    que la mayora de los miembros de la revista haba establecido en torno a los

    dictados del humanismo literario. Por varias razones, y tal como argument en

    otra oportunidad, Moral y literatura result un momento clave en el desarrollo

    del debate literario de la revista (137-170). Sus participantes, entre ellos varios de

    los integrantes ms representativos del grupo: Victoria Ocampo, Jos Bianco,

    Ricardo Baeza, Luis Emilio Soto, Roger Caillois, Francisco Romero, sellaron un

    acuerdo de base centrado en la idea de que el valor esttico de la obra literaria

    se defina a partir de la estricta convergencia de una cuidada elaboracin formal

    y un irrenunciable contenido humano. El acuerdo, que relativiza la difundida

    opinin de King (Sur. Estudio: 89) acerca de que la revista careca de normas

    estticas explcitas, se apartaba, por un lado, de quienes como Enrique Anderson

    Imbert, Pedro Herquez Urea y el propio Eduardo Mallea desconocan la

    importancia de la forma y defendan posiciones de exclusivo tenor contenidista.

    Por otro, registraba una distancia mxima con los argumentos de Jorge Luis

    Borges, quien de un modo sesgado y cauteloso de no extremar las diferencias,

    afirmaba la irreductibilidad de la literatura a las variables retricas que el debate

    propona9.

    A pesar de no haber asistido a ninguno de estos encuentros, pocos aos

    despus de transcurridos ambos debates, Guillermo de Torre pasaba en limpio

    las conclusiones de Literatura gratuita y literatura comprometida en una

    9Para una caracterizacin de estas posiciones, cfr. Podlubne (153-162).

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    501Badebec- VOL. 4 N 8 (Marzo 2015) ISSN 1853-9580/ Judith Podlubne

    direccin que articulaba el consenso esttico de la revista con los intereses de

    Sartre. La tercera parte de su libro Problemtica de la literatura (1951),

    compuesto a partir de una serie de conferencias dictadas entre 1948 y 1949, no

    slo planteaba una continuidad sin fisuras entre la idea de compromiso

    defendida por los personalistas y la de Sartre, sino que adems propona una

    versin sui generisde la literatura comprometida ajustada a los intereses de Sur.

    Para de Torre, que en este punto repeta modificados algunos enunciados

    anteriores que le permitan autodesignarse como un precursor parcial de

    Sartre (Problemtica de la literatura: 164), el escritor slo acceda a lo

    intemporal cuando escriba para su poca. Lejos de cualquier paradoja, su

    defensa de la historicidad encontraba un respaldo temprano en ciertos

    enunciados de Ortega y Gasset que habran anticipado al propio Sartre (la idea

    de circunstancia, por ejemplo, prefigurara la de situacin) y se encaminaba

    en direccin al alcance trascendente que el propio Sartre le atribua a la relacin

    con la poca. [] al tomar partido en la singularidad denuestra poca, afirma

    el conocido fragmento de la Presentacin a Les Temps Modernes que de Torre

    retoma enlazamos finalmente con lo eterno, y nuestra tarea de escritores

    consiste en hacer entrever los valores de la eternidad que se hallan implicados

    en los debates sociales y polticos. (Sartre, Qu es la literatura? Situations II: 12)

    Inspirada por el ideal de convergencia que se haba establecido en Moral y

    literatura, un ideal que se pretenda superador mientras se mostraba

    irrealizable, la perspectiva de de Torre impugnaba a la vez la actitudes de

    aquellos escritores que sacrifican todo a lo inmediato como la de los que,

    empeados en escribir para la eternidad, privaban a la obra de la palpitacin

    viva que les otorga el engarce con la poca (Problemtica: 168). Su versin de laliteratura comprometida a la que propona designar como literatura

    responsable, puesto que se afirmaba ante todo en la responsabilidad

    insoslayable del escritor responda al mismo tiempo a las exigencias

    conjugadas del espritu sin fechas y de la poca dada como a la concordancia

    eficaz de los medios expresivos y los fines ideolgicos (Problemtica: 169). Segn

    las conclusiones que haba arrojado ya Moral y literatura, la idea de literatura

    comprometida as definida tena un alto consenso entre los principales

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    502Badebec VOL. 4 N 8 (Marzo 2015) ISSN 1853-9580/ Judith Podlubne

    miembros de la revista, quienes vean realizadas a travs de ella sus proverbiales

    expectativas de justo medio, enlazndola con sus no menos proverbiales

    intereses de actualidad.

    Comienzo y fin de una poca

    Publicado varios aos despus Literatura gratuita y literatura

    comprometida, en noviembre de 1953, el primer nmero de la revista Contorno,

    inaugur en sus artculos iniciales, ambos con carcter editorial, un

    malentendido persistente en la historia de la crtica literaria argentina: el que

    identificaba a los escritores de Sur como continuadores epigonales de la

    vanguardia martinfierrista y derivaba de esa identificacin el apego a un arte

    gratuito y desinteresado, signo de la decadencia espiritual, cultural y esttica

    por la que atravesaba el pas10. Los martifierristas: su tiempo y el nuestro, de

    Juan Jos Sebreli, y La Traicin de los Hombres Honestos, de Ismael Vias,

    configuraron el adversario inmediatamente anterior contra el que se defina la

    generacin contornista. Para Sebreli, que en ese momento an colaboraba en

    Sur y cuyas lecturas del ltimo Sartre se haban vuelto evidentes en el artculo

    Celeste y colorado, publicado en el nmero 217/8 de la revista (nov -dic.1952),

    el movimiento martinfierrista:

    exhala[ba] una esotrica arrogancia, una altanera presuncin decompartir valores intransferibles, de pertenecer a una especie deorden de exclusividad: la francmasonera de la juventud. Son jvenesque se creen con derecho a la vida, porque son jvenes, como la litese cree con derecho a mandar por ser la ms apta. (Losmartifierristas: su tiempo y el nuestro:1)

    El deslizamiento de la vanguardia a la lite que propiciaba el enunciado

    final se sustentaba en estereotipos de larga data, que tanto Sartre como Benda

    ayudaron a consolidar: el que asimilaba el arte puro con el culto a valores

    10 A mediados de los aos noventa, un artculo de Eduardo Romano sobre la fundacin de larevista todava prolongaba esta idea. Romano afirmaba que la aparicin de la revista [] eraresultado de la reacomodacin de un ncleo significativo de escritores argentinos, cuyo pasajede la vanguardia irreverente a la sensatez se cumpla a travs del puente intermedio de otra

    publicacin peridica: Sntesis (1927-1930). (Nace Sur, entre el final de Sntesis y las eleccionesde abril de 1930: 33)

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    contemplativos desprendidos de los asuntos temporales y reconoca a sus

    seguidores como miembros de una minora privilegiada. Si bien se seal a

    menudo cunto le deba a la propia figuracin del grupo, y a su estrategia de

    posicionamiento en la escena intelectual, la imagen festiva, lujosa e improductiva

    que los contornistas compusieron de sus adversarios, se atendi poco sinembargo a las coincidencias parciales que la construccin de esa imagen pasaba

    por alto. A mediados de los aos cuarenta, el humanismo literario de Sur ya

    haba manifestado una distancia explcita con las expresiones artsticas de la

    vanguardia y haba reforzado su adhesin a un arte comprometido. La causa del

    hombre y el horror de la gratuidad eran, con todas las particularidades que

    habra que especificar, principios compartidos por la mayora de los miembros

    de Sur y Contorno.

    Indiferentes a esas coincidencias, los artculos de Sebreli y de Vias,

    textos que es preciso leer encabalgados para apreciar a pleno su sentido

    programtico, establecieron la conviccin de que la emergencia de Sur era

    resultado directo del asentamiento experimentado por el grupo de escritores

    que se haban iniciado en el martinfierrismo. La imagen que Sebreli propona era

    elocuente y de enorme fuerza persuasiva:

    La generacin posterior a Martn Fierro, gestada entre 1930 y 1943, yque ahora empieza a dar sus frutos en obras de tonalidad gris, opaca,deliberadamente montona [] es una generacin que vive el dadespus del coito, el triste amanecer cuando la alegra se ha vueltotedio, la borrachera fatiga y todos sienten nuseas, pesadez de cabeza,y un sabor amargo en la boca. (Los martifierristas:1).

    Ismael Vias retomaba esta idea al afirmar que los hombres de espritu de

    la generacin del 25 constituan el lamentable eplogo a una poca cuyosalbores fueron de algarada (La traicin de los Hombres Honestos: 3) y avanzaba

    sobre la crtica lapidaria de ese momento final 11. Mientras Losmartinfierristas:

    su tiempo y el nuestro describa los aos de rebeld a juvenil, postulando una

    11En Posiciones,transformaciones y debates en la literatura argentina (2001), el extenso estudiodedicado a releer la dinmica literaria y cultural de los aos treinta, Mara Teresa Gramugliorevis el mecanicismo historiogrfico que trasladaba las evaluaciones de la esfera poltica a la

    literaria y analiz los estereotipos que contribuyeron a sostener la contraposicin los locos aosveinte a los tristes treinta.

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    504Badebec VOL. 4 N 8 (Marzo 2015) ISSN 1853-9580/ Judith Podlubne

    correspondencia directa entre el fracasado nimo rupturista de la vanguardia y

    el del yrigoyenismo, La Traicin de los Hombres Honestos, cuyo ttulo exhiba

    un irnico tenor bendiano, evaluaba el paso a la madurez como el momento de

    mxima renuncia a los deberes inmediatos. Contorno se origina afirma Sarloen la negacin del juvenilismo, pero nace tambin de la defeccin de los que

    deberan ser sus maestros (Los dos ojos de Contorno: 3). La renuncia de los

    mayores exiga (y justificaba) la tarea que los denuncialistas se autoasignaban:

    Sentimos que de algn modo somos responsables por lo que los representantes

    del intelecto, por lo que los hombres del espritu no han hecho. An ms por sus

    omisiones que por sus actos nos sentimos culpables. (Vias, La traicin de los

    Hombres Honestos: 3). El credo sartreano estaba en marcha: el puro

    compromiso espiritual era un compromiso inautntico, mistificador. La figura

    del clerc, entregado a la custodia de los valores intemporales, representaba la del

    cmplice guardin de la ideologa dominante. [] parece haber sido

    demostrado conclua I. Viasque la sola fidelidad al espritu es traicin del

    espritu. Y que, sin juegos de palabras, termina en traicin al espritu (La

    traicin: 3). Atender al propio contorno se tornaba ineludible, no haba lugar

    para la quietud ni el acto gratuito. Dado que el hombre era responsable incluso

    de sus abstenciones, haba que transformar ese compromiso de hecho en una

    eleccin libre, consciente y voluntaria. Se impona la accin prctica, directa y

    situada. El escritor deba dirigirse a sus contemporneos; slo el inters en las

    urgencias y necesidades de la poca lo preservaran de la abstraccin y el

    espiritualismo. No nos haremos eternos corriendo tras la inmortalidad

    adverta Sartre ; no seremos absolutos por haber reflejado en nuestras obras

    algunos principios descarnados [], sino por haber combatido apasionadamente

    en nuestra poca, por haberla amado con pasin y haber aceptado morir

    totalmente con ella (Qu es la literatura? SituationsII: 12).

    Afirmar la propia historicidad no implicaba, segn se ha visto, renunciar a

    la trascendencia. Entrelazados con los fines polticos y sociales que se le

    atribuyeron, la literatura mantuvo intactos sus propsitos morales. Aunque la

    literatura sea una cosa y la moral otra muy distinta, adverta Sartre, en el fondo

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    del imperativo esttico discernimos el imperativo moral. (Qu es la literatura?:

    85). Convencidos de la premisa, los jvenes contornistas la asumieron de

    inmediato, con seriedad militante. No queremos que [las palabras] nos asusten

    ni nos agraden [], deca Vias. Esperamos que, simplemente, nos sirvan (La

    traicin: 3). Su anhelo manifestaba la adhesin directa al carcter utilitario yexpresivo que, tras la crisis del lenguaje, Sartre le otorgaba a la prosa. El

    declarado impulso antivanguardista de Contorno dirigido no slo contra el

    martifierrismo y sus pretendidos sucesores sino tambin contra las vanguardias

    contemporneas (A partir de cero, Letra y lnea Lnea, los surrealistas de

    Pellegrini)encontraba un motivo fundamental en la necesidad de preservar el

    tenor testimonial de la literatura. El testimonio era un medio indispensable para

    el ejercicio denuncialista; la literatura funcionaba como documento de poca. Si

    bien no hay dudas de que, tal como advirti Juan Carlos Portantiero en 1957, lo

    que estaba en discusin para los jvenes del cincuenta no eran problemas de

    literaturasimplemente, sino problemas de actitudfrente al pas y el pueblo (La

    joven generacin literaria : 28), resulta difcil no advertir que la actitud

    revisionista con que leyeron las tradiciones literarias y culturales argentinas y

    abordaron ciertos nombres centrales a dichas tradiciones se vio en gran medida

    condicionada por la perspectiva tradicional desde la que pensaron el lenguaje y

    la literatura.

    Aun con las diferencias que introdujeron, los integrantes de Contorno

    prolongaron el debate literario en los trminos establecidos por sus adversarios

    ms prximos. Como los miembros de Sur, pero tambin como los crticos

    nacionalistas y los representantes de la izquierda nacional, los jvenes de la

    nueva generacin asumieron la alternativa entre compromiso y gratuidad comouna opcin ineludible para la leer la literatura argentina. Renuente a la

    historicidad que proclamaban, la disyuntiva se les impona como un dilema

    infranqueable y duradero.

    Lo dulce o lo til, as expresaba Horacio la antinomia: el arte por elarte o el arte por la vida, decan los briosos zurradores de lospreceptos clsicos; literatura ldica o literatura de compromiso,decimos ahora. Cada poca, y dentro de ella cada hombre, tie de uncarcter establecido la disyuntiva y su imperativo de embanderar a los

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    escritores en uno u otro de sus trminos. [] hoy siendocontemporneos de las brillantes reflexiones que Sartre dedic alproblema remito al curioso a su obra Qu es la literatura?antes querepetirlo y repetirlo mal. (Prieto, Respuesta de Adolfo Prieto: 21)

    A pesar del esquematismo de estas analogas, Prieto acertaba sin buscarlo

    al transmitir la impresin de que el manifiesto sartreano propona, antes que

    nuevas condiciones para la discusin esttica, el refuerzo actualizado de un

    dilema clsico. Sostenido en la variante remozada de la idea de compromiso

    difundida por Sartre, el revisionismo denuncialista reordenaba, a partir de la

    antinomia establecida, una versin de la historia literaria argentina que las

    generaciones posteriores convirtieron en canon. En el interior de ese dilema, enla ptica recortada que instauraba esta alternativa, se definan los alcances y los

    lmites de la tarea de modernizacin crtica impulsada por Contorno.

    Se estableci hace tiempo que el punto de viraje o el salto cualitativo

    que, con derecho indiscutible, los hizo acreedores de un sitio inaugural en la

    crtica contempornea se sustentaba sobre todo en los avances ideolgicos que

    imprimieron al estudio de la literatura argentina. Sus aportes fundamentales se

    registraron en el plano de las ideas sobre la literatura y su relacin con lapoltica. El impacto metodolgico que alcanzaron las nuevas tcnicas de anlisis

    que los jvenes crticos desarrollaron para explicar ese vnculo fund una

    tradicin interpretativa poderosa en la crtica argentina: el enfoque sociolgico

    de la literatura. Las transformaciones crticas promovidas por estos avances

    manifestaron, sin embargo, un impulso conservador, resistente a la teora, dira

    Paul De Man, que los mantuvo involuntariamente ligados a sus antecesores. La

    adhesin a la perspectiva sartreana del lenguaje, una perspectiva que remita al

    estado ms convencional de la teora del signo (Meschonnic ,Situation de Sartre

    dans le langage: 163), les impidi desprenderse de una visin esttica que,

    aunque marcada por convicciones polticas e ideolgicas contrarias, los

    encontr unidos a sus contendientes en una idea expresivista y representativa

    de la literatura. Contorno fue, a la vez, un momento inaugural y el final de una

    poca.

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    De Man (La resistencia a la teora: 25) adverta que la resistencia a la

    teora, momento inherente al discurso terico, constitua en definitiva una

    resistencia a la dimensin tropolgica del lenguaje, a la posibilidad de que el

    lenguaje contenga aspectos y factores irreductibles a la intuicin y al acto

    comunicativo. Ese impulso refractario era el que se ejerca con determinacin enel deseo de cuo sartreano que Ismael Vias expresaba, con intenciones

    programticas, en La Traicin de los Hombres Honestos. La aspiracin de que

    las palabras, simplemente, nos sirvan, esto es, de que transmitan un sentido

    consolidado del mundo, resultaba un anhelo convergente con el que Jos Bianco

    haba proclamado en el debate Moral y literatura, al afirmar la necesidad de

    que las palabras se borren ante la idea que intentan enunciar, para convertirse

    en vehculos imperceptibles de un significado (Bianco, Intervencin en AA.VV.:

    Debate Moral y literatura: 70). En su versin menos elaborada, esa resistencia era

    tambin la que agitaba la consigna, repetida por David Vias, pero no slo por l,

    de que la funcin del escritor era llamar al pan pan y al vino vino. ( Sastre, Qu

    es la literatura? Situations II: 244). Gracias a ese impulso refractario, el acto

    literario se reduca a una prctica comunicativa, cuya capacidad de

    manifestacin el escritor deba ejercer y preservar. Casi en los mismos trminos

    de Bianco, No Jitrik afirmaba el valor de una literatura [] consiste en el buen

    uso de las palabras y no en la arbitrariedad de su empleo. Usarlas bien [] es

    tener una conciencia aguda de su sentido y una urgencia impostergable de su

    aplicacin (Adn Buenosayres: La novela de Leopoldo Marechal: 39). Mientras

    para los integrantes de Suresa urgencia responda a la necesidad moral de dar

    cuenta de los ideales propios de la persona humana cuando los crean

    amenazados, para los jvenes denuncialistas remita en cambio a la exigencia (nomenos trascendente) de comunicar el sentido de una realidad histrica

    determinada cuando experimentaban la necesidad de transformarla. Los

    contenidos diferan de un modo ostensible; perduraba intacta, sin embargo, una

    valoracin instrumental del lenguaje contra la que Maurice Blanchot se haba

    pronunciado tiempo atrs con un golpe radical. En La literatura y el derecho a

    la muerte, el ensayo de 1948 en el que responda en forma oblicua a las

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    intimaciones de Qu es la literatura?, Blanchot adverta sobre la mala fe

    constitutiva de la creencia que atribuye un fin representativo a la escritura 12.

    Como es natural, un escritor siempre puede fijarse como ideal llamaral pan pan y al vino vino. Pero lo que no puede obtener es creerseentonces en camino de la curacin y de la sinceridad. Por el contrario,es ms mistificador que nunca, pues ni el pan es pan ni el vino es vino,y quien lo afirma slo tiene en perspectiva esta hipcrita violencia [](Blanchot, La literatura y el derecho a la muerte: 255).

    El problema que arrastraba este enfoque era el de postular una literatura de

    accin cuyo sentido ltimo estaba siempre establecido en otra parte.

    Varias dcadas despus de la emergencia denuncialista, a fines de los

    ochenta, Sebreli insista todava en el planteo de una controversia cuyosprincipios se haban revelado anacrnicos antes incluso de la fundacin de

    Contorno.

    Aunque s que voy a escandalizar a los crticos literarios [], confiesosin culpa: ms que la belleza busco en la literatura los problemasmorales o, para usar una palabra desvalorizada, espirituales. Aunqueadmitiendo que la obra de arte es una unidad indisoluble entre elcontenido y la forma, no puedo menos que declararme en contra delas tendencias formalistas hoy en boga, decidido partidario del

    contenidismo. No me interesa el arte por el arte [] (Las seales de lamemoria: 109-110)

    Tentada por el nimo provocativo y pattico de un escndalo

    extemporneo, su confesin iluminaba a posteriori la continuidad de perspectiva

    que las disputas polticas haban opacado en su momento. El rechazo del arte

    puro se sustentaba, para unos y otros, en una reafirmacin de las certidumbres

    clsicas del lenguaje. Con el rescate del vnculo forma y contenido, an cuando

    entre los contornistas este rescate haba manifestado claras modulaciones

    especficas, se anunciaba el retorno a una jerarqua esttica determinada por la

    prioridad de un contenido eminente para la literatura. Entre el humanismo

    personalista de Sur y el humanismo historicista de los jvenes del 50, se

    12

    Originalmente Blanchot public este ensayo en Critique 18-20, Paris, 1948, luego lo incluy enLa part du feu, Paris: Gallimard, 1949.

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    509Badebec- VOL. 4 N 8 (Marzo 2015) ISSN 1853-9580/ Judith Podlubne

    mantena indiscutida la exigencia de contrarrestar los efectos destructivos del

    arte moderno con el propsito de devolver el lenguaje al dominio del hombre.

    Bibliografa:

    AA.VV. Debate Moral y literatura.Sur 126 (abril 1945): 62-48.

    AA.VV. Debate Literatura gratuita y literatura comprometida. Sur 138 (abril1946): 105-121.

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