Colima Precolombino

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COLIMA PRECOLOMBINO Gregorio Anguiano Tafolla PORRUA SA Brasil 10 México 1 D.F .

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C O L I M A P R E C O L O M B I N O

Gregorio Anguiano Tafolla

PORRUA SA

Brasil 10 México 1 D.F.

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С О LI IVI A B B F f í O i 0 1 \ л д | | \ | Д

Gregorio Anguiano Tafolla

JORGE PORRUA SA.

BrasillO México 1 D,F.

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A la memoria dejjüMadre. A toda mi familia.

A mis paisanos colimenses. A mis amigos.

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INDICADOR

COLIMA EN EL CHIMALHUACAN.— Página

Alianza Chimalhuacana.— Los hueytlatoanazgos. — Guerra del Salitre.— El hueytlatoanazgo de Colima.— El significa­do de Colima.— Probable extensión de Colima.

POBLADORES Y CONQUISTA.- Pagina

Primeras etnias de Colima.— Nahuatlismo.— Actitud de los tarascos y sus consecuencias.— Influencia andina.— Pri­meros contactos con los españoles.— Cristóbal de Olid y Gonzalo de Sandoval.— Caxitlan y los tecos.— Fundación de San Sebastián.— Cuestiones sobre el hueytlatoani colí­mense.— Posibles primeras lenguas.— El tarasco, el teco y el náhuatl.— Ausencia de expresiones gráficas.

FISONOMÍA ECONÓMICA Y CULTURAL - Página

Mesoamérica y el Occidente. — Condiciones ecológicas de la región.— Suramérica en Colima y en Chimalhuacan.— Pruebas esgrimidas y la Puerta de Entrada.— Dieta ali­mentaria, de Colima.— Cultivo de la tierra y productos.— Frutas, golosinas y guisos.— Alimentos de origen animal.— Asentamientos, construcciones, muebles y vajillas.— In­dustria y Ocupación doméstica.— Comercio.— Etnias e Indumentaria.— Estamentos directivos.— La medicina y

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« I r s o i e i i s i n o . - Estimación poblacionaL

( i KAM K A QUE HABLA.-Pagina

i | ( nimia como lenguaje.— Investigadores del Colima iinlif.no. Recursos y carencias.— Distinción de la cera-mil i < « m í n e n s e . - Incisión y pastülaje.— Variedad de la • ' i . u n i c a . — Su expresividad.— El pulido y el color.— Cla-iln ación i>or mensuras de las piezas.— Equilibrio en la

i M'icsión.— Actividades manifiestas.— Danza, música y i .mío. La magia, la religión y la fantasía.— Horizontes . iiliiiialcs de la cerámica colimense.

< >KK .INAIJDADES DE COLIMA.- Página

i i I I I I U b u s de tiro.— Formas y dimensiones.— Su uso.— .'.ii significado.— Las mujeres y la maternidad.— Sus as-|)i • los dilerentes.— El hijo y la madre.— La madre y el nulo. Nacimiento de Quetzalcoatl.— El occidente.— Los luí I O N echados.— Sus variedades.— Teorías sobre su dedi-• | i lón El perro y la muerte.— Su simbolismo.— Su relación t o n Xolotl.— Los perros con otros significados.— »Itril nicas. Los jorobados y sus mitos.— Los enanos en Colima y otros lugares.— Los cargadores.— Los bebedo-ri . Posibles cantantes, guerreros y danzantes.— El Cha­li, il v su localización.— Su construcción y su estructura.— i ii .límalas y relieves.— Posible advocación.— Otras opi­niones de su dedicación.— Sus contactos con culturas •xtrañas. - Juicio final.

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COLIMA EN EL CHIMALHUACAN

Se aprecia como cultura precolombina de Occidente a la comprendida en el ámbito mesoamericano que se extien­de por las entidades actuales de Colima, Jalisco, Nayarit, Michoacán y sitios epigonales no definidos, pero que pueden trascender hasta Sinaloa, Guerrero y otros luga­res de afinidad arqueológica manifiesta, principalmente, en la cerámica, en la arquitectura funeraria y en los ob­jetos no fungibles. Por lo pronto, en el estudio que aquí presentamos, nos referiremos al Colima no limitado por la división política que actualmente ostenta, sino a toda la zona cultural que, por unidad y semejanza, ocupaba en los tiempos que abarca la investigación considerada en este pequeño pero anhelante trabajo.

Cuando los hombres de la Conquista llegaron a las tierras mesoamerocanas, Colima vivía en el horizonte de la cultura tenochca. Formaba parte de un grupo de huey-tlatoanazgos —grandes señoríos o estados en formación— que guardaban relación amistosa entre sí mediante una liga o alianza que algunos historiadores han denominado CONFEDERACIÓN CHIMALHUACANA.

Ocupaba tal confederación, entre reinos unidos y se­ñoríos independientes, una extensión que cubría, aproxi­madamente, desde Jalisco hacia Zacatecas y Aguascalien-tes, al norte, hasta Colima y costa suroeste de Michoa­cán, al sur, y de las márgenes occidentales del lago de Chápala y tierras aledañas de Jalisco, al oriente, hasta

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pin Ir <lr N a y a r i t , al oeste. Es probable que estos límites • riolonguban económica y culturalmente por lugares

. ir. i . n i l e s de los marcados. Como desconocemos si aque-UOI r o b l a d o r e s poseían la idea de lo que es una confede-i i . i o n y l o s grandes reinos que integraban esa agrupa-

t e n í a n límites variables e imprecisos, preferimos и ..и , parí l a l caso, la expresión de Liga o Alianza Chi-melhuacana que está más de acuerdo con las condiciones / • u n l i a d a s entre esos pueblos.

L o s cuatro hueytlatoanazgos que integraban esa A l i a n z a ( liimalhuacana, con algunas monarquías libres m í e n a l a d a s , eran: Colliman, Tonallan,Xaliscoy Aztatlan

i i . i v Francisco Frejes sólo menciona tres: Colliman, i ihs i 'o y Tonallan—. Esas porciones podían considerarse

|м i | i n n o s imperios, pues a ellos estaban sujetos reinos minores o tlatoanazgos en formación de los cuales, a su

c í a n tributarios otros reducidos cacicazgos. N a n a la tradición que, cuando los civilizados toltecas

Ui garon a hacer contacto con los hombres de tales terri-i i, l o s encontraron portadores de escudos, esto es . hiimülis, como armas defensivas, por lo que decidieron i h n l c s el denominativo de chimalhuacanos. Su existencia II menciona por el año 544 d. е., en que permanecían en

i ••-11 ueñas monarquías independientes hasta que la irra-iliin ю н Icotihuacanotolteca los avasalló hacia el período poitoláaico, en el siglo X, dándoles apenas algo de su i i . o n o i u í a etológica. Al declinar la grandeza tolteca el ( h i m a l l i i i a c a n volvió a su independencia, que conservara . m u unte el imperio mexica, aunque algunas regiones las perdieran temporalmente con las invasiones de tribus huí h a r á s , s o b r e todo en la parte norte, y la ingente de los luí ú s e o s , lista última ocasionó la lucha de m á s de diez н ю ; , ya muy cerca de la conquista española, conocida

i o n el nombre de Guerra del Salitre. Y se presenta de la l í m e n l e forma:

Ocurrió que, durante el reinado de Moctezuma II,

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queriendo él ampliar sus dominios, hizo una guerra a los tarascos en la que éstos resultaron triunfantes y, aprove­chando el momento, se lanzaron contra Zayula, Zapo-tlan y Tonala con el propósito de apoderarse de las playas salitreras de Zacoalco. Los atacantes avanzaron hasta lejanas posesiones, siempre en son de triunfo, lo que hizo que los agredidos pensaran en someterse a los invasores, cuando el soberano de Colima logró reunir un poderoso ejército y esperó al enemigo en Zacoalco y allí lo derrotó, dispersándolo y haciéndolo huir hacia Tlaxo-niulco en donde los rehechos chimalhuacanos de este lugar acabaron de destrozarlos. Entonces le entró la am­bición al hueytlatoani colímense y él mismo originó otra guerra contra Zayula, Zapotlan y Amula que, al fin, ca­yeron con todos sus cacicazgos tributarios bajo el domi­nio colimóte. Los vencidos en esta última jornada jamás se conformaron con perder, como advertiremos, y ellos, juntos con los tarascos, a la llegada de los Conquistado­res, ayudaron a que fuera a sus manos el poderoso y cul­to reino de Colima.

Colima, como todos los centros urbanos precolombi­nos, era una ciudad estado a la que estaban adheridas otras ciudades semejantes, próximas o lejanas— regida por un hueytlatoani o Gran Señor, muy por encima de los tlatoanis —pequeños señores— o simples caciques de los dominios menores, integrantes, todos, del hueytlatoa-nazgo o unión de señoríos bajo su férula. Estos territo­rios ampliaban sus límites a base de conquistas bélicas. La alianza Chimalhuacana existía para evitar fricciones de tal naturaleza entre sus integrantes y defenderse de enemigos comunes.

En el siglo XVI Colima era la monarquía predominan­te de esa liga, categoría que conservaba desde mucho tiempo atrás y reforzada con la libertad y protección de que gozaba por parte de la fuerza tenochca quien aprove­chaba a Colima como un valladar de retención ante el

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i mpuje purépecha. Abarcaba el territorio colimense des­l íe Zacoalco hasta el Océano Pacífico, y desde el costado « • i . nlental del actual Michoacán, más o menos Coalco-i i i . n i , hasta Mascota y Autlán —en un momento hasta VnMe de Banderas—. A Colima pertenecieron siempre los tlatoanazgos de Xicotlan y de Aotlan: pero, con la ya mencionada Guerra del Salitre, el señor colimense se u n x i ) los de Tzaollan o Zayollan —Zayula, que es como

i le he escribirse—, Tzapotlan y Amollan. Se conocen los nombres de los tlatoanis reinantes en las adjudicaciones i le Colima, en el siglo XVI, pero se desconoce el corres-pondiente con veracidad al de este lugar. Tzoma o Zoma v Copaya o Capaya eran los soberanos de Xicotlan y Aotlan: Hoppey, Minatlacoya y Cuantoma lo eran res­pectivamente de, Amollan, Zapotlan y Zayolan. Se insis-ii en <|iie e n la porción del Valle de Tecomán, donde se Inudo la primera población española del rumbo, estaba la cabecera del hueytlatoanazgo colimense y que su so-berano se llamaba COLIMOTL o COLIMOTZIN. Cuan­t í o , en los informes de conquista que los europeos con-• ir .nan para recomendar hacer la guerra a las tierras beli-

i osas aledañas a Caxitlan —Cajitlán—, hablan de HACIA l <) DE COLIMOTL, no se precisa si la denominación ('olimoil es de territorio o de persona.

Sobre el significado de la palabra COLLIMAN, bus-i ando la característica o contenido semántico, se han da­do varias opiniones: entre otras, la que suponen que indi-i i LUGAR CONQUISTADO POR ACOLHUAS - l o s que fundaron Texcoco—, que tal diría con la palabra A i i ilman, no con la de Colliman, o bien la de DOMINIO DE COLHUAS o CULHUAS -és tos , más tarde tendrán el último reducto teotihuacanotolteca en Culhuacan, cér­ea de Tenochtitlan—, para lo cual se acuñarían los muy forzados nombres de Culhuaman o Colhuaman; también M da la, un poco descabellada, de LUGAR DE ASENTA-MIIÍNTO O DOMINIO DONDE HACE RECODO EL

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AGUA, según colocan el nombre de AKOLLIMAN, con lo que coincidiría el jeroglífico que se exhibe actual­mente.

No ha faltado quien da para el significado de COLLI-MAN el análisis morfológico de la palabra que corres­pondiera a dos partes del citado escudo jeroglífico: CO-LLI —hombro— y MA (N) —de MAITL, mano—; pero en todo caso queda sobrando la parte coronante ATL —agua— que hay que incluir para que, según esa interpre­tación, con el COLLI también nos diga ACOLLI. Y si leemos correctamente los elementos de la escritura pro­puesta —ACOLLIMAITL— ya aglutinados con el agrega­do locativo N, nos vuelve a dar Acolman que no Colliman. A este respecto, los acolhuacanos texcocanos nos cuentan que el primer hombre, del que provenían, había salido de un hoyo que hizo el sol de un Hachazo en la tierra, y ese hombre recibió el nombre de ACOLMAITL, porque no tenía más que hombros y brazos, y el lugar donde bro­tó se llamó ACOLMAN,. Y así lo relata Fr. Jerónimo Mendieta: " . . . que aquel hombre se decía Aculmaitl, y que de aquí tomó su nombre el pueblo que se decía ACOLMA, porque ACULLI quiere decir hombro, y MAITL, mano o brazo, como cosa que no tenía más que hombro y brazos, porque aquel hombre primero no te­nía más que de los sobacos para arriba aegún esta ficción o mentira".

Tal vez toda esta confusión o error de interpretación resulta de que el jeroglífico de Acolman y el conocido escudo de Colima se han tomado por igual en lectura y significado, pues ofrecen cierto parecido ya que los dos constan de la extremidad humana, superior derecha, com­pleta, antepuesto el ideogranma de agua, tan necesario para la palabra Acolman y sobrante para la Colima, y también de que, para deducir la palabra COLLIMAN se han olvidado de cotejarla con el dibujo que la representa y en donde se observa la discrepancia, el excedente ATL.

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,.-.I >egeneró la pronunciación de Acolliman a Colliman <» hay en la escritura un elemento de más? Probablemen­te, en el caso de Colima, el concepto AGUA se relaciona l <>ii su ecología, considerada por los hombres que crea-l o n el emblema: ríos, yacimientos, ameales, lagunas, mar. ¿lis por eso que en la escritura aparece la decoración de agua y se nulifica su morfema en la interpretación fónica? l o (irlo es que para pronunciar el náhuatl COLLIMAN

con acentuación grave— y el nuestro COLIMA —tam­bién grave— es necesario tomar en cuenta el brazo y la mano, escuetamente.

Ahora bien, desanudado el problema, ya podemos Mercarnos al más acertado significado de la palabra CO-I.LIMAN -insistimos en que su pronunciación debe ser grave y no aguda como ocurre con frecuencia—. Tiene que constar, básicamente, de dos elementos yuxtapuestos: COLLI (de colli), MA (de maitl o manic) y el locativo N. Ll primero de los cuales dice en el idioma que lo de-lignó, el náhuatl, ABUELO, con la alegórica acepción de antepasado; el segundo vocablo indica MANO o ASEN-TLMIHNTO, símbolo que abarca la idea de dominio, Conquista^ poder, fundar, fincar. De esta manera resulta Colliman un lugar de posesión y fundación muy antiguo que ejecutaron los ancestros. Esto es, Colima igual a dominio de nuestros antepasados. También suele atribuir­se la denominación de Colliman al volcán, por ser un an­tepasado poderoso, un viejo dios del fuego, un dios radi-oado y dominante que dio nombre a la población asen­tada en su falda. Acerca de esto nos dice la "Relación de Tuxpan", de 1580, que hay una sierra muy fría y nevada que los indios sin saber por qué llaman "sierra viexa y el bolean llaman lo propio". Lo más exacto para su repre­sentación pictográfica es, en consecuencia, solamente el brazo derecho y la mano correspondiente, cuando más COri un fondo del volcán expulsando fumarolas.

El asunto, como queda dicho, fue comentado por el

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( iilmiii /Ve lilontbino 16

' i ' " 1 escribe con l o s ('('. profesores Aniceto Caste-II \ Stllvudo] Pérez M a n c i l l a . Posteriormente, el pri-

«le los i Itados, a quien envié mi opinión al respecto i ii .1 M I L I í n u l a que s e c l 'cct uaría con el objeto de esclare­ce] til punto, me comunica que el historiador José Coro-i. i ' J u n e / también opina que el jeroglífico atribuido a i . . l i in . i i " , el que corresponde a A colman, porque tal dice i i ido del agua suprapuesto al b razóy la niano, en lo i i i . i l i itá de acuerdo él, personalmente. Y agrega que, en septiembre de 1949, y después de consultar al Profr. Ma-n . i i i n I Rojas, del Museo Nacional de Historia y Antro­pología, se llegó a las siguientes conclusiones:

i ) l a palabra Colliman se forma de COL, radical de COI I t, abuelo; 1, posesivo —de ellos—; MA, radical de M M i l m a n o ; N, terminación verbal o nominal, pospo-lición geográfica del lugar. Entiéndase, entonces, como I ugai que estuvo en manos de los abuelos'', "Lugar que

• tUVO en poder de los antepasados". b) Colliman, de COLLI, antepasado; MA —de M A -

N K ' , establecerse, y N que indica lugar, se interpreta i omo "1 ,u)',ar donde se establecieron los abuelos", "Lugar fundado por los antepasados".

O), Que la voz de donde se deriva Colima debe ser Co-l l u i i H i m , integrado de COL, radical de COLLI, abuelo; I M Á N , adverbio de t iempo, época o momento pasado, y N. terminación verbal de lugar. Para evitar el sonido de l.i doble N final se suprome la penúltima, quedando CO-I I IM A N que significa "Lugar del tiempo de los abuelos",

l i i ) ' ,n luiidado en la época de los antepasados". Y se añade que "Si en la región de Colima se encuen-

i i . n i algunos jeroglíficos con el signo del agua, ATL, u n erresponden a ella sino a Acolman o Acolhuacan, per­t e n e c i e n t e s a los acolhuas para perpetuar su estancia en el lugar".

( o r o n a Núñez concluye, agregando otros puntos bási­cos:

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Signo escueto de Colima.

Sugerencia para la grafía sincrética de Colima.

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i tlltllltl l'iii i>li>nihini> 18

ii N i > habiendo documentos que prueben el haber Idu ibn de < 'olima A C O U M A N O ACOLMAN, mal

i ' i h .i< i i i i ii el n i ( i i ' . l í l ie i ) compuesto por el símbolo del . n i \ , l bruzo con la MUIDO que es exactamente el nora-l|. i l r \ . . i | | | l . l l l

b) I i pulubni C o l i m a también puede interpretarse I ugui formado por los abuelos o donde domina

' i dloi del tuegp" y que "El jeroglífico de Colima debió m i , , | , i [os aztecas CON U N CERRO CON LLAMAS

V HUMO V U N B R A Z O CON SU MANO, como símbo-I " \ representación del dominio, quedando escrito: CO-I I I, c e n o , v o l c á n o abuelo; y MAITL, mano, dominio, l tC . . "

Dentro de los límites del Colima ínt imo, que casi coin-i H I C I I c o n la extensión del Colima actual, quedaban cora-prendidos los cacicazgos Tlacalahuaxtla —lugar de los bruñidores de jicaras—, en lo que hoy es Minatitlán; Co-quimatlán dominio sobre los quelites encenizados—; < " m a l a la comalera—; Tecomán —donde dominaron los tecos , Ixtlahuacán —lugar que tiene llanuras—; Salagua

lugai q u e tiene amates (Salates) en la arena—; Cajitlán (se p i e n s a q u e en el tiempo náhuatl se decía Callixitlan)

donde e s l á e l palacio o templo central—, constituía una de las poblaciones cabeceras del hueytlatoanazgo.

I OS o l i o s tlatoanazgos dependientes de Colima, como \ | lo liemos considerado, eran: Jicotlán —lugar abundan-le en abejorros y avispas—; Autlán —donde hay un canal dfl agua -, del que dependían Cuahutitlán —arboleda o . i i ' i ide ía , Cihuatlán —occidente, lugar blanco del maíz, d o n d e moran las mujeres diosas— y Chacala —abundan-i la de camarones—. Se asegura con fundamento que A m e c a yacimiento y corriente de agua— perteneció a lutlán, pero hay quien lo considera independiente.

Fueron los apropiados posteriormente: Amula — fu­ra i donde hay amóles para jabón—, con sus tributarios Sui billán —lugar de abundantes flores—, Ejotlán —abun-

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dancia de ejotes—, Tonalá —donde brilla el sol— y Tusca-cuezco —trojes de tepetate—. Ya muy cerca de la conquis­ta española los amultecas invaden Jiquilpan —lugar sobre el verde quelital, que en tarasco se dice huanimban con parecido significado—; esta es la razón por la que allí se habló la lengua Zayulteca; Romero Gil dice que a Zayula y Zapotlán pertenecían Jiquilpan, Tuxpan —sobre la co­nejera— y otros reinos. Zayula —lugar de las moscas—, reino poderoso y antiguo, entonces situado en un lugar distinto al que ocupa hoy, se transladó con todos sus do­minios conservados, como Zacoalco —sitio protegido o cerrado—, de quien dependían los cacicazgos de Atemajac —donde se frotan con agua— y Atotonilco —donde hay agua caliente—; Cocula —terreno sinuoso— con Tizapan-cingo —lugar detrás de Tizapán, y éste equivale a sobre la piedra de tiza—, Acatlán —donde hay carrizos—, Tecolo-tlán —tierra de los tecolotes— y Jilotepec —cerro del maíz tierno—; además de los pequeños señoríos de Amacueca —a la vuelta de los amates—, Techaluta - lugar de las ardillas o de los revoltosos—, Tuxcuecan —donde juegan los conejos— y Tapalpa —sobre lo rojo—; Zapotlán —lu­gar donde abundan los Zapotes— al que tributaban Tux­pan —en el conejal—, Tamazula —abundancia de sapos— y Zapotitlán —donde hay zapotes prietos—; al primero le obedecían varios lugares, como Zapotiltic —dueños de los zapotes prietos—; al segundo, Quitupán —en la fruta o zacate verde—, Mazamitla — donde hay flechas para los venados y Jilotlán —abundancia de elotes tiernos—; a Zapotitlán le tributábanlos de Tonila —donde están nues­tros amigos— y los de Pihuamo —donde tienen a los des­cendientes—.

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POBLADORES Y CONQUISTA

I lecirlquienes fueron los primeros pobladores del Chimal-I m . i i a n , y en particular de Colima, es hoy por hoy poten-i ial Sabemos que entre la población considerada como nía:, antigua de Mesoamérica se cuenta con los ptomíes, \ en C o l i m a así los encontramos; pero también estamos convencidos de que no fueron los civilizadores de que l u i d a n u e s t r a historia, pues ellos y. otros grupos de dis-I m i a s r a z a s , incluyendo a algunos nahuatlacas, han per-m a n e ! ido en estado chichimeca, marginados dejas zonas i i d l u i a l e s , en todos los tiempos, hasta el actual. Vemos -•n Colima, confundidos con un_ estrato humano muy , in l i ) ' ,uo , cas i desconocido, a esos otominianos o amulte-. . i . - . , presenciando la aparición de gente hueva, tal vez (TiCOS, de las primeras dispersiones nahuas, a quienes IOS Insinuadores denominan nahuatlacas antiguos. Y aunque no tenemos noticias precisas de las condiciones económicas, políticas y sociales qjuje-xaracterizaban esos moinentas., en cambio, sí podemos hablar de la. existencia

-le - l o s t i p o s físicos bien diferenciados: los ujiojijpjagui-i i | > i is, i eclionchos, braquieéfalos, cara redonda y platirri-i H ' : . l o s o í r o s de una estatura regular, bien proporciona­d o . , dolicocéfalqs, cara alargada y leptorrinos. Estos l u e i o n l o s hombres que recibieron las primeras influen 1

i las de origen sudamericano, cuyas características son tan se nielantes en estos amplios lugares que nos inhiben - l u d a s de su procedencia. Con ellas evolucionan, adqui-

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Poblador longitipo, dolicocèfalo y leptorrino.

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olItlIU l'n'< iilmillimo 22

rii m i " M I L I fuerte personalidad, civilizan todo su ..contor­n o \ i i i in l l e v a n e s a I ó n i c a h a s t a lugares distantes. Al medial el pi imei milenio de nuestra era pasa por territorio colímense la peregrinación de los huehuetlapanecas, y mus i . m l e la de los leocolhuacanoso chichimecas —estado • n i i i i i . l l a l i a s . i d o , nimbo a laJMesa del Anáhuac; poste-i i ente serán conocidos, respectivamente por toltecas v m < ' I IM I . I . - . . l o s primeros donarán los influjos de su gran (lONUrrollp d e s p u é s d e que h a y a n adquirido la cultura I c o l i l i i i . iv a n a y la esparzan desde Tula, Xochicalco, Cho-lu l . i , Teoténango y más sitios por todo el territorio meso-. i m e i n a n o , l i s i o s peregrinos dejaron a su paso los grupos / . i v u l l e c a , i i iy i i Icea , coca o cazcano, entre otros, que poblaron el n o r t e y el noroeste del hueytlatoanazgo co­l í m e n s e P o r cierto que los toltecas, e n la rama dirigida p o i el l í d e r Mixcolmall, fueron quienes aplicaronlojsjacer-tüdos n o m i n e s a la mayoría de las poblaciones chimal-I m . n a n a s ; pues es bien sabido que los nahuatlacas eran n n i \ h á b i l e s para sus denominaciones, como l o demues-i i . m los nombres de Aohtlan, Tlacalahuaztla y Tzaollan, lagúri sil condición natural, ecológica o presencia de algún UCOntecímiento, Es posible que por e se tiempo hicieran .11 aparición los purépechas del área lacustre michoacana, aunque las tradiciones un tanto históricas nos dicen que la l c o s a acurrió en la época de la peregrinación aztateca

g e n e r a l m e n t e llamada azteca—, h n cuanto al poco más de un siglo del período acol-

l m . M í n e n s e del Valle de México, casi nada hay que men-i l o n a r s o b r e su repercusión en Colima; pues bien sabemos Mué durante ese lapso histórico se formó y consolidó el p o d e r í o tenochca mientras que eXOccidente vivía su vida propia lan personal siempre. Apenas diremos que su caci­que guía se h a c í a llamar Xolotl, como e l nombre deaina d e i d a d m u y celebrada en Colima en su calidad de joroba­do o de perro, y existe un poblado, Xoloapan —Julua-p a n , que creemos se refiere a Xolotl, navegando en el

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0 8 7 1 6 ! .

Figuras en q u e se h a c e presente X o l o t l .

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Hit un id l o s nueve м о л , con su tona o nahual de perro, en || l II И li

1 deificado de guía de los hombres cuando em-

i " . mli и . I viuje al más allá. Sin embargo, consideramos • iч- luí ritual e s mucho m á s antiguo a esta presencia..se-,i-ii ni., l'oi el otro lado, no obstante, hay que considerar i|Ut tanto palabras chichi, te chichi y -tlalciUctLea, náhuatl liguen ej significado ае.рекко, y los chichimecas

i i i ile PBJTOS eran denominados así por sus escasas cultura ) civilización, hn consecuencia, debemos valorar * Na ' , m i i i , u n a como un concepto totémico h e r e d a d o x • unservado que coincide en las conclusiones y posponer i - legundp p a i a evitar la confusión.

I>e LOS a / l a l e e as metropolitanos Colima recibe el ca-i i. leí final que conocieron los conquistadores europeos: ciín la expansión tenochca retocó la influencia náhuatl qui i desde las irradiaciones de la peregrinación, había lllqulrido, n o s o l o en elementos humanos, sino en cos-lllinbres, lenguaje y religión, del pueblo que formara el i i l ipi rip m a s poderoso del Mexico.42recolom.bino.

< o h i i i a , y con e l l a mayoría d¿..lüs..lm¿y.t]atoana/gc)s di la I ij'.a ( luinalhuacana, eran independientes y goza-Г011 d e cierta libertad con respecto a.los. reinos fuertes de Megí >a menea, aunjJeJa mjjsjli.ajenochtitlan.que extendía .11 dominio cada vez. más pujante hasta que lo decapitó la < onquisia. Había ciertas relaciones tributarias, amistosas , ni 1 e ('olima y los mexicas, pues ellos vieron q u e ese reino li s servía c o m o bastión y guarnición en la frontera occi­dental p a r a frenar las ambiciones purépechas. La Guerra del Salitre fue el último ejemplo de ellas, cuando Colima lltv.o qué combatir contra Cicincha -Calzonzin o Tangoa-

.m II p a r a arrojarlo de Zacoalco q u e había invadido después de haber derrotado a sus defensores, codicioso de las salitrerasile_J4u_ejLIugar. A propósito. jd^Jai^CQnle-i e n i o , Ignacio Navarrete no scuenta q u e "El rey. I ungoaxan envió dqs,cu.errjuos-sobre-sus-r4vales-; uno .para., a l a e a i a Tonallan y otro a Tzaullan. El cacique de e s t e

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tcrritorJjo^uajitoma v,-ftt«>r*e»GÍd.o en Acatlan .y^je i i tá - -eon su subdito Tzitlali a Cocolan, mienjirasjo^^ lian y Tlaxomulco eran también arrollado^, llegando los tarascos hasta Yahualulco, cuvjo_4meJ3lo-mceo4ia-ror4..

"Pensaban ya en someterse los chimalhuacanos, cu^am do el rev de..Colimalogró.reunir-alostatoariiMmotlaco-ya. Cap aya. (mantorna. Tzitlali (jie^ILocolan), Cuitzaloa (de Tochpan), Calizentli (de Tlamazollan), Cuatlaxili, Opochtli y-o-tros y al frente de numeroso ejército esperó a los enemigos en Tzacoalco, obteniendo una completa victoria, a la vez que otro ejército de los confederados de Tonallan.al mando de Coyotl y coijipuesto de las tropas de Atoloch,„PitaÍQ c ' £iülú Totoc, Chachi y .Gotaxicar, vencía igualmente en los campos de Tlaxomolco". (Hasta aquí la cita). Coyotl y Goaxicar — ésj^jseñOT^deXoyote-pec- fueron los estrategas de esa victoria, mientras el. primero combatía por el frente el otro atacaba por la re­taguardia/Como lo indicamos en un momento anterior, esto ocasionó que, vencedor el_monarca colímense, se apoderara no únicamente de Xaeoaleo. la piedra de to­que, sino también de sus aliados Zayula,y Zapptlan. Grave actitud ocasionante de que los damnificados, en afán de­venganza, cuando se hacen presentes los hombres blancos, michoacanos y jaliscienses ayudan a sus armas para que se haga la conquista de Colima.

Resumiendo lo anotado, decimos: parece que durante una época muy larga del primer milenio de nuestra.,«¿ta, con el aumento de constantes aluviones bárbaros, sejsx-.... tiende una población de alto nivel y jerarquía, desde eJL actual michoacán costanero ajgran parte de Jalisco, Coli­ma y Nayarit, distinguida enJasJtr.esjamas-de purépechas, nahuatlacas (tecos para nuestro propósito) y corahuicho-les. En ellas se observa una influencia que, en varias olea­das., les va formando fuerte personalidad que crea la cono­cida como CULTURA DE OCCIDENTE. Los hombres que aportan tal novedad en una generalidad, por su ca-

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rácter étnico y cultural, ostentan muchas particularidades que los acercan hacia los aspectos humanos provenientes de las costas bañadas por el Océano Pacífico de la Amé­rica del Sur, Ya fusionados en las tres vertientes son tes­tigos de la etapa teotihuacano toilexa, presencian el paso del acolhuaquense y les toca vivir y convivir durante y con los nahuaztecas, y en el siglo XVI, ya asimilados, también caen víctima de la conquista española. Tomemos en. cuenta que por el Horizonte Clásico mesoamencano, en parte dejas tierras chimalhuacanas, hay una población denominada Vanacac,e^n.saniy.21ac.aRuireti;esto compli­ca nuestro problema etnológico, aunque nos ayuda a distinguir, dentro de la relativa umda4_jcjeiamista, las características individuales del arte michoacano, el colí­mense, el payañta y el jalisciense. Es de considerarse que la población masiva de Colima es la teca —parece que de la familia nahuatlaca a cuyos grupos, según este dato, les toca recibir las incursiones que hemos venido relatan­do, y también después de recorrer muchos siglos/TCaer bajo las armas españolas, defendiendo el último reducto, por el Valle de Tecomán, en " lo de Colimotl".

Bien conocido es, que una vez caída Tenochtitlan se emprenden los trabajos de limpia y construcción de la nueva ciudad al mismo tiempo que se envían tropas-mixtas —españoles y nativos— al sojuzgamiento de los demás reinos, tributarios o independientes de los vencidos. Sabiente Cortés, por informe de los purépechas, de la existencia de Colima, comisiona para su conquista a Alonso de A va los y a Juan Alvarez Chico. Tangoaxan proporciona refuerzos, humanos y víveres para la domi­nación de los colimenses. Dividido el campo entre los dos capitanes, Avalos entra por Mazaniitlajsn-tanio que Alvar rez lo hace ponCoalcoman. Los pueblos invadidos por el primero se some-ten-con facihdad y, luego, prestan ayuda para la conquista del Sur; a eso obedece el que, por mu­cho, tiempo, aquella regiimJfiiefa--conojCÍQ^LjCüQjno Pro vin-

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iiu.\ tic A vulos. II soberano de Colima, entretanto y con suma rapi-

djg . se preparaba para detener el avance de. Juan Alvarez. C u m i a M o l a P a d i l l a que el hueytlatioani colimense "era i n i i \ a m a d o de los suyos, y luego que supieron de_la expediciOn española que se dirigía a la Capital, en gran numero se reunieron los esforzados patriotas a defender a su r e y y sus posesiones". Y agrega Frejes: "Ya había pasado Alvarez los límites del reino de Michoacán y co-m e n / a r o n a batirlo los patriotas de Colima; fue tanta la decisión de estos valientes, que acabaron con la expedi­ción tic Alvarez y éste escapó y, precipitadamente, se fue a México en donde entró solo y lleno de confusión".„Sin embargo, Bernal Díaz del Castillo, afirma que Juan Alva-¥ez Chico, quien era natural de Fregonal, de la sierra de Badajoz, "murió en lo de Colima en poder de indios", y n o s o t r o s agregamos que, probablemente así fue, con o l i o s dos soldados españoles, uno de los cuales era Rodri-r< i de Jara y otro que se decía Madrid a quienes apodaban lÓS corcovados, en un hecho que ocurrió en diciembre d e 1521.

I'or ese tiempo se encontraba Cristóbal de Olid en Mi­choacán y s i n r e c i b i r órdenes, avanzó con sus hombres a dominar las tierras vecinas, aunque nada más lo hiciera l«oi una porción del norte, sin tocar Colima, fracasando en su pretensión. Tal cosa molestó doblemente a Cortés quien dio órdenes de transladarse, entre los últimos días de agosto de 1522, para realizar la conquista, a uno de s u s mejores capitanes y de toda su confianza, Gonzalo de Sandoval. Este, que acababa de vencer a los yopelcingas de (¡uerrero, aprovechó las buenas circunstancias que le pioporcionaba la enemistad intestina de los naturales, haciéndose amigo, corno primer paso, del soberano de Michoacán, Caltzontzin —"sandalia vieja o despreciable", que le decían tos m^xicas—, teniendo el apoyo de hacia el norte de Colima que había conquistado Avalos, zona an-

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tes dominada por el señor colímense, el que contaba en este momento únicamente con la raquítica ayuda de Hopey^.T/oma y Capaya, recordados tlatoanis de Amo­llan, Xicotlan y Aohtlan. El europeo encontró, pues, el auxilio de Iangoaxan,, Cuantoma y Minotlacoya —estos últimos, como se dijo, caciques de Zayula y Zapot lan- , muriendo el postrero en manos de Tzoma. La victoria se inclinó hacia Sandoval el cual atacó por Alima. en donde esperó a los patriotas y persiguió hasta Te coman, al fren­te de, según informa Cortes, "cincuenta de.a..£abaüo__y cincuenta peones" y muchos abados. Los combates más encarnizados se efectuaron en el Valle de Tecomán. A este respecto escribe el oidor Lorenzo Lebrón de Quiño­nes en una relación de_X5_2L "En aquella. prQxinc.ia_de Colima y las demás que tengo nombradas no hallé que obiese un pueblo que saliese de guerra al tiempo que se descubrieron sino fue al pueblo de Tecomán, que se pu­sieron en defensa y desbarataron una o dos veces a los españoles y después se dieron a la paz. . ." Esta porción sureña ya había sido, meses atrás, atacada y defendida heroicamente por sus habitantes durante las incursiones de Francisco Montano quien obtuvo un definitivo fraca­so, y la de Juan Rodríguez de Villafuerte, en doble ata­que por lo de Motines y luego por Alima (Coahuayana) que, al frente de cuatrocientos infantes y cincuenta mon­tados, recibió terrible derrota de parte de los tecos teco-manenses.

Ocurrida la conquista, Sandovaltomó las providencias para la transformación que acostumbraban hacer los blancos en todas las tierras dominadas, empezando por fundar la nueva .qapitai^eij^incLvejicidQ, en CAXITXAN — cinco kilómetros al norte de la actual estación ferroyia-riarde Tecomán, cerca de Caleras—, "a legua o legua y media de la mar del sur", donde estuvo asentado el go­bierno de la provincia de Colimotl", con ciento cuarenta y cinco hombres, porque este sitio estaba, muy cerca del

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P,"<t£IgS.O Y ag" f t r r í r io cen t ro indígena que lo era Te.cnm&n^

y también estar próximo al mar y a las salineras, con el nombre de San Sebastian, en la fecha onomástica del propio santo, el 20 de enero del año de 1523, aunque poco después, debido a lo insalubre del lugaX-Y. en busca de otro mejor, hubiera necesidad d j ^ r i a ^ valle cercano al volcán, vecino de unas minas, cerca de donde estaba una población llamada Tuxpan, para fun­dar la Villa de San Sebastian de Colima,que, según unos, esa fundación de translado, ocurrió muy avanzado eij ,ño —tal vez el mes de julio— dc_Jjy3?_y^en opinión de otros, el ,20\degenero de 1526. La Mesa Redonda del Comité de lá Primera Feria y Exposición del Libro de Autor Co­límense consideró, como fecha de esa fundación, el 25 de julio de 1523. Con frecuencia se confunde este asentamiento con el anterior de Cj^jUan,,La hasta 1550, cambiada en su denominación por Villa de Santiago de los Caballeros, es la hoy ciudad de Colima.

Cortés, en su cuarta "Carta de Relación", escribe, re­firiéndose a la orden que dio a GjDnzalQ._de. SandovaL..des-

pués de la derrota sufrida_.poi.Juan AlvarezjCJbico: ". . .y cóñ ía gente qia^llevabax.co.nJa.que_más.£lje„a.ilí pudiese sacar, fuese aJa.providencia-de Coiir^ donde en los ca-, pítulos pasados dije qj^habm^^^ tan y gente que iba de la provincia .de Mechuacán para la dicha ciudad- . ." para agregar en el_jrú^_o_^curij£.n.to^ sobre algunas rendiciones además de la michoacana: ". . y río solamente esta provincia, mas aun otrasjnur chas cercanas a ella vinieron a ofrecerse por vasallos, a vuestra cesárea majestad, que fueron Alimán, Colimon-te y Ceguatán. . ." - indudablemente AHma^JCütaoa-Sí Cihuatlán—. Y concluye el mismo Cortés: ". . .y le envié a mandar que buscase un asiento en que se fundase una viJjTa7"7~yy° repartí, en nombre de vuestra majestad los pueblos de aquellas provincias a los vecinos que allá que­daron, que fueron ̂ veinte y cinco de caballo y ciento

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(tiiiniti Prtcolombino 32

y veinte peunes.". I ebrón de Quiñones, en su misna "Relación" —de

[554, repel imos- , asienta: ''Aqj¿elk_vü fundó ha luán trcynta v dos años._,aQca.más. P O C O menos. e n otro sitio siete leguas del que al.presente-tiene, el • pial dicho asyento primero estaba a una legua v inedia di- la mar del Sur. Pobláronse entonces más,.de ciento y veynte españoles; y en este siüo.estuyierpnpoblados dos anos, poco más o menos, y^j ;go .se^e^nhla jm. j ie-£5te asyento v se fueron al que ai-p-rc^M-it^ tienen, que era..el sitio donde solfa estar el pueblo de Tuspan Pasáronse a este sitio por_jaslar más cerca..dfi. las minas .dc-..oro..v..sej mejor que el. primero y tener mejores tierras.y exidos".

Jerónimo -López, soldado„de._.Sand.QyaL..„olj,tQ^lXjQri.-sejo Real, cuando obtuvo. notarialmente....e^£ЦilQ_de.,ar.-lnas: "'. . . donde^coiifluistastes las provincias de..A-lima,e, ('olima, e Tecuman. donde los españoles qhjjste nn .g ran reencuentro de batalla con los naturales questaban retraí­dos o fortalecidos .ejxjücna-poWación de Tecoman, en el cual dicho término, se. pobló una villa_ de españoles erija cual vos residistes fasta,.q,ufi,.±odas las provincias dedicha comarcaestovierpn de paz.e.se dieron por vuestros vasa­llos".

Del lmej/Jljitoarii_^ como ya se advirtió,, des-e o n o c e j n c ^ s u j í ^ ^ Algunos creen que_inten-cionalmente, al verse vencido, se. arrojó por alguna de las muchas .barrancas que hay en la sierra; otros piensan que murió en el combate. Pero, d.£jLQ.das maneras, su cadáver ha de haber sido recogido.por sus ayudantes y reposará en alguna de las tumbas arqueológicas tan.ricas en objetos cerámicos como abundan en los suelos coli-menses. Ni los pocos que hablan del tema ni el Códice Mendocino, tan preciso en estos asuntos, hace claridad al respecto. Dice Frejes, en una opinión nada conteste con la historia,..que ". . , había salido a la retaguardia de Al-varez, Alonso de Avalos, el que tuvo mejor suerte, por-

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G o n z a l o de Sandova l .

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que entrando por la raya del.jemo^ejCiiUTjiai distrajo la atención del rey que se hallaba rechazando a Chico, mientras él conquistó Zayula, Zapotlan, Autlán y Amj-i u e e a . Dejó este jefe temblando toda la tierra y proba­blemente se apoderó de Colima y su rey. . . " Como es fácil entender, esto no es cierto, puesto que hay que considerar todas las acciones posteriores en las que par-lieipó Gonzalo de Sandoval, hasta el total aniquilamien-l o y conquista de las tierras colimenses, durante las cua­l e s se menciona corTfrecuencia al soberano del lugar, sin supliera provocar sospecha o hacer ahrsión_d,e_.qu.e_,haya muerto. Por lo contrario: s iemprese insiste en cómo, dónde y con quién combatió con tenacidad heroica ese luieytecuhtli.

Se ha dicho que este personaje tenía,eJ_riornbxe_-de < OLIMQTL, porque a lo ya considerado se agrega que en una "Cédula de Enmienda de diciembre de 1523" aparece la cita de la provincia de Coiimotl; pero, cojno_es. di- observarse con toda claridad, tal nominación —de Co­l imot l - deja el problema sin solución para saber si esta denominación se refiere a una persona o a un territorio. I'or otra parte, el mismo Lebrón de Quiñones, en la tap­io citada "Relación", refiriéndose a la donación que hace a Benito Gallego, vecino de Colima, de una tierras, dice ". . . que es en la provincia de Colimot", aunque asienta, poco después, al hacer la entrega de Tecolapa que está ". . . en la provincia de^Colimatl" a Joan Batista de Rápalo, así como cuando a Marigutiérrez de Villa-cota le entrega ". . . el pueblo de Tzatipan ques en la provincia del Colimotl". No obstante que usa indistinta­mente los términos Colimot y Colimotl, a nosotros nos corresponde dilucidar el por qué del doble grafismo, y así llegamos a lo siguiente: el sufijo OTL tanto como las desinencias ILOTL, LOJL, YOTL, indican característi­ca de igualdad y lo que tiene propiedad y semejanza; de tal manera que con COLIMOTL se dice LO COLIMO-

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T-E-Q. LQ-£QLIMENSE —la persona o la provincia-colí­mense—. También podemos ayudarnos con una nota de fr¡r£j^tQ"io- de Tello. qmexi.-^ce.ea.su^iibral'V ríe 1« "Crónica Miscelánea'' que había ojfro j^ajc^gue..ilamado Zoma —él escribe Soma— que gobernaba Caxitlajn. Los historiadores confunden a este señor con Tzome o Tzoma que, repetimos, lo era de Xicotlan. Por supuesto que Zoma significa el_a¿rMgaiik^Jii^ t a j t á ° _ j 9 M J ^ o m g ° Tzoma equivale a el deJa granmhe-llera, el melenudo. Si, pues, hemos de aceptar que el tla-toani del Valle de Tecomán, con cabecera en Caxitlan, dio la gran pelea en defensa de su terruño, éste lo fue el Colimotl Zoma o Zomatzm, El Corajudo Señor del Colimotl.

No se conoce con precisión qué lengua se hablaba en cada porción del viejo Chimalhuacan; sólo podemos ase­gurar que no era una exclusiva o, en todo caso, había diferentes formas de interpretarla. La presencia de voces habladas de origen desconocido o emparentadas con las lenguas yotonahuas .más antiguas nos dice que desde t t emposmuy lejanos hubo variados grupos raciales que dejaron sus huellas en los dialectos tan numerosos como los hubo en todas las comarcas chimalhuacan as, hasta que el idioma nahuat lde la época tenochca les dio fuerte unidad, igual que hizo con su civüizjición.

•""•aztecas; las que constituyen una ramazón que viene desde Utha —Estados Unidos— hasta Mesoamérica y guardan cierta unidad, sirviendo como base de comparación el náhuatl tenochca. De ellas se separan, y es fácil advertirlo, algu­nas como el maya y el tarasco; aunque-estudiosos actua­les encuentran que la lengua maya es madre de los idio­mas mesoamericanos; también se cree que, por emparen­tamiento, el tarasco tiene mucho que ver con las lenguas queshua y guaraní de Sudamérica.

Por lo que respecta al territorio colímense se ha llega-

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ilo .1 la t onclusión de que, por lo menos, tres lenguas dis­tintas fueron habladas dentro de él, no obstante que ellas aparecieron en diferentes momentos, bien regional o ex­tensivamente, listas eran: el otomí u otonca, el teco y el i a i a s c o , el segundo estaba relacionado con el náhuatl más antiguo. En el siglo XVI existía gran variedad de dialectos hablados por todo el territorio colímense a pesai de que el tenochca tendía, por su carácter de domi­n a d o r , a dar la mencionada unidad lingüística.

N o s aproximamos asaber queen el primer milenio de nuestra era, acompañando a un estrato humano de idio-u i a como él de impreciso, se hablaba el otomí olbiajiíu, el cual, con la participación de otros elementos posterio-i e s , integrarán los dialectos otomtiatoiis Aarnultecasen-tre l o s que destacan el bapame y el pino. Más tarde se h a e e presente el teco, con un sonido gutural de difícil pronunciación^ pobre de palabras y tan imperfecto que una sola de ellas tenía varios significados; todo hace creer que esta lengua no sólo dominó en su tiempo, co­m o el poblador que lo habló en forma estacionaria, sino que se hizo extensiva a la lejana periferia del hue.ytla.toa-nazgo colímense.

Id idioma tarasco no es tan antiguo, aunque debatida-m e n t e se atribuyeron a sus hombres las manifestaciones culturales encontradas en Chupícuaro y el Opeño, que s o n de muchos siglos atrás, y el idioma resulta exótico entre los hablados por esas zonas. Cierta investigación ilice que sobre un habitante primario, se extiende por gran parte de las tierras chimalhuacanas un poblador de origen suriano, creador de las primeras muestras cultura-l e s tan originales que conocemos. Con este hombre se hace oír también su idioma que redundará en el tarasco y en otros ya mezclado con elementos posteriores. Una tradición absorbente nos cuenta del contacto hecho con la peregrinación de los nahuatlacas que vienen de Aztlan ( 'hicomoztoc: que al descansar éstos cerca del asenta-

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m^i^^i^^Qc\}3í} una noche, enJ:odo propósito de eli-minación, es abandonada ahí ía revoltosa e intrigante MaEnalli, hermana de Huitzilopochtli, su dios tutelar. ErTreacciónji tal felonía la matriarca despreciada jura cóli3n.s^c9rnr¿añ aquéllos y olvidar todas sus costumbres, hasta el idioma, es decir, conside­rarlos como enemigos. Allí se abre la lengua tarasca que se hablará por buena parte, de aquellos contornos. Por otro lado muy comentado ha sido el juicio díLsi, el ha­bitante d é l o s lagos y la etnia propagada, áebtgent\\\-zarse como tarasco o purépecha. Algunos consideran, guiados por la "Relación de Michoacán", que tarasco debe ser la designación para lo racial, en tanto que pu-renhe o purépecha, para la lengua correspondiente. Pero nosotros diferimos un tanto de este parecer, ya que el significado de purépecha ríos da hombre, como elemento social o habitante,, y dejaremos lo tarasco para lalengua. Los mexicas les adjudicaion,ios nombres, de CUAOCH-PANME y también MICHIHUAQUE con lo que los de­nominaban los pelones o rapados y los que tienen o poseen pescados. Parece ser que la palabra TARASCO es una deformación de oído español a la palabra TA-RASCUE, que indica yerno o pariente^^lateral, con que designaban a los jefes conquistadores de Michoa­cán, los vencidos cuando les entregaban sus hermanas e hijas en prueba de sujeción y parentesco. De otra manera se dice que esta palabra la gritaban los purépechas des­pués de los combates~con los cori^istádore3,_bIañcos, buscando a sus parientes que sobrevivieran, "luego los españoles no entediendo la lengua dijeron que se llama­ban tarascos".

Agreguemos, por fin, que también se escucha un gru­po de lenguas pertenecientes a las llamadas nahuatlacas antiguas, entre las que se cuenta la coca, la zayulteca y la cuyuteca, consignándose, por la misma época, la apari­ción del tocho o cazcano, A su paso por los dominios de

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la Alianza Chimalhuacana, camino a la Mesa Central, tCÍSas las peregrinaciones que tocan Cojima dejan sus res­pectivas huellas étnicas e idiomáticas. Él aztateca preva­l e c e desde el siglo XIV., cuando el mexicca, u^andLo.jsu c a d a vez mayor poderío castrense, extiende s u i m p e r i a ^ su influencia.

La lengua masiva fue la teca aunque, con el transcur-so y contactos hasta distantes lugares, perdiera su princi­pio integral y su fisonomía. A este respecto dice Davila Garibai: "Alejados del núcleo principal varios grupos jte-cos emigraritélfylm contacto con otras tribus de idiomas diversos, n q p u d i e r o n evitar que se mezclara y aun se perdiera su nombre de origen.

"Las avanzadas tecas de la zona central y región, oriental chimalhuacana hablaron con el tiempo el idioma conocido con el nombre de TECUEXE, mezcla según parece, del teco, del coca y del cazcano". Hubo grupos tecos que caminaron por la costa pacífica, y lo mismo hicieron contacto con purépechas que con huicholes, dando origen a tribus belicosas que hablaron TECUEXE, TECOQUIN y TECUALME, éste, a su vez, formó el TEXACALME y el XALTECA, considerados como com? plicados, oscuros, intrincados y difíciles.

En la actualidad conviven de manera natural, en.el ha­bla pó^^jae7C6 ]BSa, elementos nahuatlacas y tarascos; de estos últimos tenemos los ejemplos cuacha, chancha-rra, charal, chocho, guámara, guarache, guare, jiricua, sicua, tampicerán, tarasco, técuara, turicata, parota, pi­cho, purépecha, uinduri. . . Y así, verbigracia, para ex­presar "excremento", se dice de igual manera cuita —ná­huatl— y cuacha —tarasco—.

A lo expuesto podemos concluir y nos resistimos a decirlo, que todas estas lenguas y dialectos desconocie­ron una literatura propiamente dicha, Hasta ahora no se ha encontrado algún ejemplo que nos diga de la existen­cia del arte hablado o escrito, pues, aun en el mismo

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período mexica, cuyo pueblo ha sido rico en poemas y cantos, oídos por los Conquistadores y conservados en códices con trazos antiguos y en caracteres castellanos, Colima no lo presenta. Desde luego, nosotros no acepta­mos el que una población tan artista y enormemente melodista y bailarina no haya elaborado cantos y poe­mas afines. Debemos imaginar que, por lo menos desde los mil años anteriores a la Conquista, los colimenses han de haber sido hábiles músicos, cantantes, declamadores, oradores, así como majägtrales bailarines, acróbatas v es-cultores, pues su arte de volumen así lo manifiesta. Por lo tanto es de lamentarse que nada gráfico haya o se con­serve al respecto y tengamos que conformarnos c o n j e d -bir la manifestación de su arte, tan bien c o n o c i d o por todäTpaffes, a través de la escultura muy expresiva que nos brindan á cambio del mensaje escrito.

Como se ve contamos con muy escasos recursos para reconstruir la historia del Colima precolombino. Es de-r r o ^ a f p e r o cierto el hecho, confesar que tal vez se deba, porgue siempre ha existido, a la manipulación se­lectiva de historia recordada, sistema político de elimina­ción de los datos que no_cjonvienen al poderoso en turno, practicado desde los tiempos tenochcas dejzfiáa.t.1, ha« cia todo su alcance territorial, política más tarde oficiali-z|dä~J;o01„dominador europeo y practicada en tiempos sucesivos, hasta hoy, bajo otros aspectos y propósitos bien determinados.

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('olima Precolombino

Músico, tocando un instrumento de incisiones.

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FISONOMÍAS ECONOMICA Y CULTURAL

La situación geográfica de Colima le coloca dentro de lo que, en la división territorial de Mesoamérica según el carácter de las antiguas culturas mexicanas, corresponde al Occidente de México. Se sabe del desarrollo de ellas aunque no han sido estudiadas lo suficiente, pero sí muy saqueadas, hasta ahora. Este Occidente abarca una exten­sión comprendida entre los estados de Colima, Jalisco y Nayarit, prolongándose hasta Michoacán y Guerrero. Pa­ra Miguel Covarrubias, esta área va desde las mismas tie­rras bañadas por el Golfo de California hasta Oaxaca. Otros consideran lo más atinado comprenderla entre los ríos Santiago y Balsas. Guardan mayor semejanza y afini­dad, por lo hasta hoy investigado, los vecinos estados de Jalisco y Colima. Como se ve la cultura de Occidente se sitúa en topografías muy variadas: el Altiplano, com­prendiendo la zona lacustre; la parte montañosa, que es anfractuosa, y la faja litoral, de gran longitud. A ellas crresponden variados y respectivos cumas: frío, templa­do y cálido. La fauna y la flora también resultan varia­bles.

Dentro de estas condiciones naturales se encontraba el hueytlatoanazgo colímense de nuestro estudio, en el que se distinguían, casi como hasta ahora, dos zonas re­marcables, con lluvias y estaciones bien definidas: tierras altas y escabrosas, con elevaciones volcánicas, el nevado y el volcán de Colima, y planicies costeras atravesadas

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poi ríios como el Arrreca, el Armería, el Cohuayana. Por l<» que se ve casi toda la extensión era cultivable con el resultado de variedad de productos alimenticios que se enriquecía con la abundante fauna terrestre, marítima y de agua dulce.

I s en estos sitios donde se palpa, como se observará |K«sieriormente, la influencia suriana, considerando que la importación de sus valores a nuestras tierras se efectúa por el Océano Pacífico. En el Occidente funcionan las vasijas con asa de estribo y las piezas dobles. "Como el m i s m o tipo de vasija dice un historiador— se presenta va en la cerámica anaranjada delgada debe haber llegado a Mesoamérica en tiempos bastante remotos".

Objetos de fisonomía peruana se observan en las pin­zas depiladoras de oro y plata, de los sacerdotes tarascos, v en los cuchillos moneda de los zapotecas.

II eminente historiador Walter Krickeberg opina así: I si a zona cultural del Pacífico es ostensiblemente dis-

i mía de las demás regiones del antiguo México, y su sig­nificación especial radica, sobre todo, en que los parale­los de esta cultura se encuentran con frecuencia no en Mesoamérica, sino en América del Sur, especialmente en la región de las antiguas culturas de los Andes de Colom­bia y Perú".

El arte de la metalurgia, a nivel masivo, era ignorado en México durante la época clásica maya, teotihuacano y /apoteca, y tal vez en el posterior período teotihuacono-tolteca. Perú lo practicaba ya a principios de nuestra era, pues se le conoce oro amartillado de Chavín —en 800 a. d. e . - mucho antes de la existencia de objetos metálicos en nustras tierras, y había llegado a un alto nivel cultural numerosos siglos antes, produciendo el tejido - en Huaca Pr ie ta- por los 2000 años a. d. e. y la alfarería 1200 a. d. e. Las diferencias culturales entre Mesoamérica y Sudaméri-

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Figuras dobles, como estos perros gordos.

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01 hacen que pase inadvertido, y hasta se niegue, el con­tacto entre ambas. Ello se debe a que tal cosa ocurría • incontinuamente, con largos intervalos desde tiempos remotos, desde cuando ya Perú domesticaba animales, ' "nstruía grandes monumentos y tenía una cultura desa-i i o l l a d a en tanto que nuestra tierra vivía años de albora-tl.i cultural, hasta épocas históricas del epacmo tenochca .01 prendido por la conquista.

Mientras que México sólo construía sencillas canoas acallis o acalticas— para cruzar lagos y ríos, Perú dispo­

n í a de grandes balsas con mástiles, velas de algodón y pi unitivos aparejos de maniobra, para su intercambio co­mercial por mar y tierra costanera.

En el mes de jubo de 1969 el navegante Gene Savoy, con dos compañeros, Tomás Serafini, italiano, y Segun­do Grandez, peruano, a bordo de un barquichuelo cons-lruido con material primitivo, como la totora, y bautiza­do con el nombre de KUVIKU — perimeras sílabas de las deidades Kukulcán, Viracocha y Kuetzalcoatl— hizo el recorrido de las costas del Perú a Panamá para compro­bar la posibilidad de la navegación con los recursos pre­colombinos. Recuérdese que en el año de 1947 Thor llcysrdahl —el mismo que veintidós años después tratara de cruzar el Atlántico— verificó el contacto entre O c e a ­

nia y Sudamérica, aprovechando los favorables vientos suroccidentales.

Cuando, el año de 1526, Francisco Pizarro se encami­naba a la conquista del Perú, su piloto Bartolomé Ruiz de Estrada encontró, al oeste del Ecuador, navegando en altamar, una balsa grande de velas que, camino al norte, iba de Tumpiz -actual Tumbes—, cargada de mercancía: joyas de plata y oro, vasijas de barro negro, mantas de algodón y de lana de llama con bordados de peces y aves en variados y vistosos colores, espejos y colorantes. Por boca de sus ocupantes supo el marino que, después de vendido o intercambiado el cargamento, llevarían de re-

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greso, entre otros objetos, conchas rojas para adornos. Es­tas conchas abundaban en las playas de Guerrero y de Coli­ma —actual México — y se les conocía en el altoplano mexi­cano como elementos decorativos desde Teotihuacan y en la corte de Moctezuma Xocoyotzin. También se reali­zaba el comercio local entre Perú y Panamá y desde aquí se transportaban las cosas negociables a tierra mayas y costas de los dos mares mexicanos.

Krickeberg nos documenta en esta forma: "No se debe al azar que la metalurgia mexicana hubiese alcanza­do su máximo desarrollo entre los tarascos, los mixtecas y los zapotecas, pueblos que ocupaban las regiones veci­nas a esta puerta de entrada, y que aprendieron de los peruanos, además de la elaboración del oro, la plata y el cobre, a obtener el bronce; como esta aleación se descu­brió en el Perú, apenas en la época inca, la relación entre los dos países debe haber subsistido durante siglos. Esto se desprende también de las joyas de oro importadas a México desde el Perú. . . La pieza más reciente, una dia­dema con una pluma o prendedor de oro, procedente de la famosa Tumba 7 de Monte Albán, muestra obviamen­te el estilo de la cultura Chimú posterior, que florecía aún en tiempos de los incas".

La principal "puerta de entrada" que se antecita era la porción comprendida entre las cuencas de los ríos Bal­sas y Santiago, entrada en acción, como ya se dijo, desde tiempos pretéritos. Por aquí se intercambiaban los obje­tos comerciales nuestros con los provenientes de otras comarcas cercanas o lejanas, pues es bien sabido que también manufacturas de eminente carácter mexicano son conocidas en lugares de remota distancia y diferen­te desarrollo. Para esto, el mismo autor, agrega: ". . . Pe­ro con los artísticos cascabeles de cobre de los tarascos, con las espléndidas joyas de oro de los mixtecas y con los discos de oro repujado encontrados en el cenote sa­grado de Chichén Itzá, los pueblos mesoamericanos de-

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mostraron su capacidad para elaborar piezas notables de metal, e incluso llegaron a superar a sus maestros sur-americanos, no obstante que sólo dispusieron de unos cuantos siglos para desenvolverse en este arte".

Como en todos los pueblos americanos, la agricultura, sin eliminar la recolección, la caza y la pesca han de ha­ber constituido las actividades primordiales de los coli-menses más antiguos para conseguir los elementos de su alimentación cuya base radicaba en el maíz, el frijol, la calabaza, el chile, el camote y las hierbas acompañados con carne de mamíferos, de aves y de peces. Ya organi­zados sus conglomerados, y en momentos de sus mejores sociedades, la dieta alimenticia contaba con una abun­dante lista de vegetales, agregados a los anteriores, como aguacate, cacao —con el que elaboraban el sabroso cho­colate—, chía, guacamote —camote del cerro—, jitomate, nopal, papa, tomate. Del sistema de cultivo de roza, más tarde de barbecho y con regadío, sobre todo de maíz y frijol, había lugares en que se recogían dos cosechas por año. Había sitios en que la siembra se efectuaba sobre plataformas, a la manera peruana. De todos modos se hacía reblandeciendo el suelo y agujereándolo con un palo puntiagudo llamado coa para depositar el grano e irlo cubriendo con el pie. En tiempos de los tanochcas la tierra estaba repartida entre poderosos y particulares importantes, apenas algo para el pueblo, resultando el pillalli y el coamilli, trabajados por los esclavos o tlacotli, y el calpulli o gran propiedad agraria del pueblo, para los tlalmaitl o abundantes labradores libres.

De productos frutales, el consumo era: ahuilote, ca­cahuate —tlalcacahuatl—, coyol —coco chico—, chirimo­ya, chupalxocote, guamúchil, huitzilacate, ñama, jicama, nuez, parota, pitahaya, tejocote, tuna, xocohuizte y zapote en todas sus variedades. Como diversión o jugue­te —que aún se acostumbra— en un cordel de ixtle ensar­taban tejocotes para formar una especie de collar con ob-

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|flto de ir comiendo uno por uno después de arrancarlo. I I I a b a c o —yetl—, se fumaba y servía para infusiones cu-rativas; parece ser que con él, con el ocote y con varias resinas, c o m o el copal, se ejecutaban ciertas ceremonias. ( O H algunas frutas solían hacer dulces, empleando mieles lilvestres y jugos de algunos tallos —recuérdese que l o s prehispánicos desconocían la caña de azúcar—. Entre o l í a s golosinas hacían una pasta de coco y otra de fruta i Mrica que envolvían en hojas de maíz, a manera de ta­m a l . Tal vez estos dulces sean los antepadados de la coca­da y el famoso alfajor de Colima. También fabricaban grasas con ciertos vegetales —coco, cacahuate— que, jun-i < i con las de origen animal, empleaban para medicamen-l o s , p u e s de igual manera debemos tomaren cuenta que aquellos hombres no guisaban con grasa, ingerían el ali-mento crudo o solamente cocido; MOLLI era el nombre genérico: guacamolli —manjar de aguacate—, chilmolli

manjar de chile—, tlelmolli —manjar cocido—, l o s animales que enriquecían su alimentación vege-

la l eran , entre otros: armadillo, conejo, guajolote, hui-lota, iguana, pato, tejón, venado, peces y mariscos como el chacal —chacallin, camarón o langostino—, caracoles v cangrejos.

Para asentamientos, el habitante colímense escoge lugares cercanos a las corrientes y yacimientos de agua dulce, en las cuencas de los ríos; en los valles y línea cos­i e r a encuentra buen asiento. Hay pequeños agrupamien-los que obedecen, generalmente, a problemas étnicos, totémicos o tribales que producen apenas variaciones lo­cales. Se procura que las aldeas y villorrios estén próxi­m o s a las tierras cultibables correspondientes; cada con­glomerado cuenta con un centro ceremonial; ha de haber un teepan o hueycalli —actualmente los huicholes le llaman callihuey— que es el palacio para el Señor o per­sona máxima que ejerce el gobierno. Las casas son de cua­tro paredes y una puerta, con techo de dos aguas; el

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material empleado en su construcción era, reiteradamen­te, palma, paja —zacate y bajareque—, madera, piedra y adobe. La distribución interior, mueble y vajilla, era muy semejante a la acostumbrada todavía en algunos pobla­dos que conservan vida tradicional.

Sobre la traza de sus poblaciones tenemos idea de que, cuando menos a la llegada de los Conquistadores, era de angulación y simetría, con manzanas y calles bien proporcionadas. De sus casas y palacios suntuosos un historiador, hablando de la Sala de Audiencia del Se­ñor, nos dice: "La habitación donde se llevó a cabo la conferencia era una sala grande de madera, cubierta de palma en el techo y en las junturas de la madera por es­tar clavadas en el suelo, estaban cubiertas con barro; en el interior las paredes estaban adornadas con concha chi­ca formando flores y figuras de animales, y en los cen­tros de estas paredes, se veían también algunas aves ma­rinas disecadas puestas con gracia; el suelo estaba entapi­zado con varias flores aromáticas que según dice un cronista era obligación de sus subditos llevar todos los días las flores más exquisitas y regarlas en las piezas o habitaciones del rey. . . "

El moblaje fundamental de una casa lo constituían el tlapextli —cama—, el petatl —estera o cama en el sue­lo—, el icpalli —asiento sencillo o con respaldo— y la petlacalli —caja o arcón para guardar objetos—.

El trabajo industrial lo desempeñaban artistas y arte­sanos. Además de alfareros - d e ejecución preeminente-practicaban la cestería, la urdimbre de hilo y, en menor dominio, la lapidaria sobre obsidiana, sílex y serpentina, tanto como la metalurgia para herramienta, armas y objetos de ornato que realizan, esta última actividad, después del año 900 d. e., a partir del Horizonte Teoti-huacano tolteca. Para el tejido utilizaban el algodón, el pochote —algodón de árbol—, el ixtle —pita—, el zo-yate - p a l m a - , el tule, el otate, el carrizo, etc.; con ellos

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hacían, correspondientemente, vestidos, capas, tocados, petates, mesas, camas, asientos, muros y muchas cosas más. A pesar de que los bosques poseían variedad de ma­deras de construcción poco las empleaban con ese fin, des­tinándolas para decorados. Los minerales sal, obsidiana y piedra, como ya se dijo de estos dos posteriores, eran materias de utilización variada. Producían un jabón y un antiséptico, muy espumoso el primero, con los frutos del amolé y de la enésima, plantas que crecían en las ri­beras de los ríos. Mota Padilla escribe: "En el territorio ¿ir-de Colima se cogen cocos, que se dan en palmas, de cu­yas cascaras los pobres hacen camas y colchones, tan suaves como si fueran de lana: hacen sogas como si fue­ran de cáñamo; de la cascara interior hacen jicaras, por ser muy sólidas, y quedan tan negras y tersas como si fuesen de azabache; están llenos estos cocos (que los hay muy grandes) de un licor muy saludable, fresco y delei­toso al gusto; y también se hace miel, vino y vinagre y aguardiente; la pasta es muy blanca y muy suave al gus­to, y de ella se hacen regaladas conservas, y también con beneficio le sacan mantequilla y fabrican jabón. También hay en dicho territorio y en la provincia de Amula otro árbol, que lleva por fruto unas como bellotas o avellanas, que llaman acmulli, que sirven como jabón deshechas a golpe de piedra, y limpia la ropa como si fuera jabón. . ." Indudablemente que el coco al que hace referencia el cronista es el que produce la palma llamada cocotero, y tal aparece en territorio colímense mucho tiempo des­pués al que nos estamos refiriendo, no así el amolé que ya desde entonces tenía la aplicación que actualmente se le da.

Algunas ocupaciones domésticas y públicas nos las explican las figuras de mujeres moliendo en metate, cui­dando niños o en otras actividades muy personales, así como cargadores y aguadores que transportan sobre las espaldas el material con que comercian ya que se deseo-

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Morían las bestias de carga. Del mercado interterritorial n o s indican las trochas y veredas que los españoles en­contraron en la costa y en la sierra; posiblemente hubo ocasión en que también se efectuaba por mar, a lugares cercanos, en pequeñas balsas. Durante todos los tiem­p o s , pero más palpablemente en la época tenochca, ha­ll (a días de compraventa en que se organizaba el TIAN-QU1ZTLI -t ianguis, día de mercado— para intercam-IMar productos o venderlos —trueque o usando como mo­neda tejos de metal y granos de cacao—; los POCHTE-CAS comerciantes, embajadores y espías— caminaban d e s d e lugares lejanos a los sitios comerciales.

Si deseamos considerar las clases sociales, también acudiremos a las figuras cuya indumentaria nos habla de lerarquías y estamentos: los de baja estatura y braquicé-falos, desnudos o con taparrabo, desempeñaban los tra­bajos más viles, cargadores, portadores de andas, guerre­r o s de baja categoría, etc.; los otros, longitipos y bien proporcionados, que generalmente en las esculturas por­tan prendas en las manos, visten con distinción, se sien­tan en bancos de cuatro patas o en reclinatorios y oste-tan artísticos tocados, son los de clase distinguida; éstos, a veces, llevan una manta corta que les cubre un costado, pasando por debajo del brazo izquierdo y uniendo las dos puntas contrarias por un cordón sujeto al hombro opuesto; las mujeres de este tipo aparecen con faldellín, que también parece taparrabo, o con una pieza larga que l e s llega hasta los tobillos, conocida como ICHCAHUI-PILLI, también suelen portar una manta sobre los hom­bros; así mismo presentan tocados con cintas que, en los varones, estas cintas que parecen de cuero, llegan has­ta la barba y suben a entrelazarse, dando vuelta a una es­pecie de cuerno, sobre la frente.

Durante la época mexica la indumentaria colímense varió en la manera que recibía la enérgica influencia del poderoso imperio cuyo sello impresionaba por doquiera.

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Hombres desnudos o con taparrabo desempeñaban los trabajos más rudos.

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Hs de entonces cuando se conoce con mayor precisión la indumentaria llevada en Colima: los hombres vestían TILMATLI - t i l m a - , que es una especie de capa de algo­dón abierta o cerrada por los lados y pasa por la cabeza mediante una abertura central; el calzón lo sujetaban con m í a faja de vivos colores que ahora denominan ceñidor; iba sobre la cabeza un vistoso plumero multicolor y, sobre l o d o en los hombres, unos adornos de esferitas. Los tla-toanis usaban vestidos decorados de caracolitos, conchas y plumas y calzaban cactli —sandalias— con suela y teji­do de colores como prueba de su categoría y su indepen­d e n c i a ante el soberano tenochca. Las mujeres ventín IIIIIITLLI y XOLOTON bordados - e n Tuxpan, Jalisco, .11111 se ven algunas mujeres usando QUEXQUEMETL o \olotón blanco combinado con TZINCUEITL negro—; llevaban el pelo largo cubierto con un manto o trenzado c o n cintas de colores, o bien se colocaban una diadema d e c i n t a s que, echadas para atrás las puntas, terminaban e n l a s espaldas con un adorno; también lucían adornos e n brazos y tobillos. Todavía, en las aldeas, las mujeres l l e v a n zarcillos y collares de chaquira, y el día de cere­m o n i a se agregan pulseras de papelillo, canutillo y cha-quira. Con frecuencia, en algunos grupos, las mujeres, sólo pieocupadas por el adorno andaban semidesnudas. Se sabe que, entre los de ascendencia o tomí , hombres y mujeres andaban rapados y desnudos, nada más se pinta­b a n el cuerpo de diversos colores.

Contemplamos en la escultórica colímense la existen­c i a de una clase directiva o dominante distribuida en varios grupos, caracterizados por su aspecto ostensible:

a).- Individuos sentados en literas con o sin toldo, transportados por hombres de condición humilde; su vestimenta es muy lujosa y sujetan objetos como para­guas, que son símbolo de su alta posición; en ocasiones van acompañados con su mujer y hasta con un perro. Otros personajes, como se dijo, posan en bancos de cuatro

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patas. Todo hace suponer que ambos son hueytlatoanis, jefes medianos y aun menores. Tales individuos se presen­tan con ese aspecto a las ceremonias y a distribuir justicia, para hacer resaltar su jerarquía y poder. Recordemos que, muy practicado en la época mexica, la justicia se impartía en lugares públicos, la mayoría de las veces aprovechan­do el tianqiztli. La autoridad procedía, siendo informado de la falta y oyendo al acusado, a dictar el fallo y la sen­tencia.

b).- Hombres con armas en la mano, a veces protegi­dos con grueso jubón, tal vez de cuero y algodón, un casco de forma variada y un escudo que, como costum­bre general, era de un tamaño que les cubriera de la cara a los pies; llevan grandes adornos dorsales de plumas en forma de abanico; la actitud que presentan es la del que muestra su destreza bélica o como para entrenar a alguien que lo está observando. Posiblemente estos son los jefes guerreros. Tal cosa nos hace ver que el pueblo colímense era belicoso y poseía una técnica militar muy desarrolla­da, partiendo de la gran cantidad de figuras de diversos tamaños y de distintas épocas culturales encontradas en todo su suelo; además sabemos que en la Guerra del Sali­tre y en la Conquista Española probó esta habilidad que llegó a calidades heroicas. Las figuras representan a indi­viduos portando toda clase de armas, ofensivas y defensi­vas: macanas, mazos con o sin mango, hondas, piedras, dardos, lanzas, escudos, pecheras, yelmos, cascos. Tienen una gran fuerza expresiva en la ejecución de sus movi­mientos como indicando que la guerra les era muy im­portante y familiar.

c).- Personajes con una vestimenta lujosa y cargados de adornos: penachos, máscaras, ajorcas en brazos y en piernas y sonajas en manos; ejecutan danzas y cantan como invocación o exorcismo. Estos son, sin duda, los sacerdotes, hechiceros o chamanes, señores del espíritu y del cuerpo, tan característicos en sociedades totémicas.

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Los colimenses practicaban la medicina y tenía varia­das terapéuticas. Les interesaba el misterio del origen de la vida y la escatología, no sólo en sus aspectos esotérico y totémico, también en el parto, el que era muy celebrado en su carácter creador, y el de la muerte, apreciado como de continuidad: consideraban que el momento vital sólo era un paso entre los formativo de donde venía y las rutas animadas del otro mundo. Las anormalidades y los defec­tos físicos eran, igual que las enfermedades, preocupación primaria de los colimenses. Así lo testimonian las escul­turas de enanos, jorobados, contrahechos, descomunales megaloencefálicos, ventrudos de visible padecimiento hídrico o parasitario, enfermos dermatósicos, CUCHOS o "comidos por la luna" y aun expresiones de males psíquicos. No indican personas muertas sino vivos que muestran algún mal. Se ha creído que sean, por una parte, la corporeidad de espíritus malignos o talismanes de buena suerte, y por la otra, si no símbolos religiosos, sí indicadores de un rito espiritual, en tanto que siempre van conectados a personajes que exigen tal presencia para alguna acción de ultratumba. En épocas mexicas se califican de tres clases las enfermedades: DIVINAS, como ciertas úlceras y oftalmías, provocadas por los dioses; DE ORIGEN MÁGICO, como el mal de ojo, provocado por algún humano; DE ARTE o DE FENÓMENO ASTRO­NÓMICO, como los comidos de los labios —labio lepori­no—. Naturalmente que el tratamiento para cada una de ellas variaba, desde la danza y la oración, el amuleto y la contra brujería, hasta la ingestión de medicamentos y aun la intervención quirúrgica.

En resumen, se aprecian cuatro grupos integrando aquella sociedad: los jefes, constituido por chamanes —sacerdotes y curanderos—, destacados soldados y gran­des señores o hueytlatoanis; los productores, formado por artesanos, comerciantes y recolectores; el de los artis­tas, que era el más solicitado, pues ellos participaban en

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actividades materiales, espirituales y ceremonias, con tenia a ceramistas, músicos, bailarines, cantantes, acróbatas y atletas; la clase más humilde por toda condición era la de los macehuales, de los cargadores y los tlacotli o esclavos.

Sauer estima para Colima trescientos cincuenta mil habitantes en la época de la Conquista, distribuidos así: doscientos mil para Colima y sus anexos Cihuatlán, Autlán y Motín, y ciento cincuenta mil para los altipla­nos fríos y templados de Zapotlán, Tamazula, Tuxpan y Coalcomán. Había, por lo menos ocho centros urbanos con una población de cinco a diez mil habitantes cada uno. Ellos eran: Alima, Tecomán, Cihuatlán, Autlán y Milpa, en los bajos, y Zapotlán, Tamazula y Tuxpan en la región alta.

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CERAMICA QUE HABLA

Colima, como todo el Occidente de México, ofrece problemas y reservas para decirnos su historia precolom­bina por carecer de escritura y otros medios gráficos de expresión. Sólo cuenta con una cerámica que, aunque rica y esplendorosa, no deja de ser discreta en su proceder al narrarnos el pasado.

Lrecuentemente se ha confundido a la cultura colí­mense chimalhuacana con la de Michoacán, pero el hombre tarasco de esta confusión aparece en otro mo­mento con una cerámica en cierto modo distinta a la de Occidente y en particular a la de Colima.

Durante el siglo XIX y principios del XX todos los hallazgos arqueológicos relativos al Occidente Precolom­bino se decían de cultura tarasca por carecerse de análisis estilístico. Entre los años de 1922 y 1925 el doctor Mi­guel Galindo dio a conocer estudios sobre la cerámica y los perros cebados de Colima, y para 1928 eran publica­dos en Europa tales asuntos, relacionándolos con otras investigaciones hechas en Jalisco y Nayarit.

En 1932, el arqueólogo alemán Hans Disselhof, efectúa exploraciones de campo en Colima, describe piezas, hace diagramas de las tumbas y traza mapas de los entierros de toda la región.

El investigador José Ramírez Flores, en 1935, infor­ma en varios artículos correspondientes la distinción res-

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pectiva que existe entre la cerámica escultórica de Colima, Jalisco y Nayarit.

Isabel Kelly inicia sus exploraciones del Occidente en 1939, pero es en el año siguiente que excava una tumba en Los Ortices. Después de continuadas exploraciones llegó a sistematizar para Colima dos fases continuadas: Ortices-Colima y Armería-Periquillo. Como sus trabajos se prolongaron hasta Autlán, Tuxcacuesco y Zapotlán, en Jalisco, donde encontró algunas semejanzas de caracte­rísticas, llega a la conclusión de que Tuxcacuesco y Orti­ces son contemporáneos en una fase temprana. Publica un libro, en 1941, con el título de Arte en el México An­tiguo donde hace un erudito estudio de la amplia colec­ción de Diego Rivera con piezas del Occidente, en masi-vidad de Colima, que actualmente se exhiben en la ANA-HUACALLI, museo que está en Coyoacán en la Ciudad de México, y que el pintor donó al pueblo mexicano.

José Corona Núñez se ha acercado al estudio de la arqueología colímense, aunque su labor más intensa la ha dedicado a los terrenos de Nayarit y Jalisco. Trata con claridad las interesantes tumbas de tiro, entre las que dis­tingue las de cuello de botella y las de tiro y cámara. En ese caso incluye a Colima como lugar que también las contiene, y en lo que no descarta los contactos, y posi­ble origen, con las costas pacíficas de Sudamérica.

Es necesario mencionar la contribución a estas inves­tigaciones de la señora doña María Gómez de Ahumada quien, con todo afán, se ha dedicado al estudio y a la co­lección de piezas arqueológicas cuyo monto ha constitui­do el mejor museo regional de Colima.

El recordado maestro Aniceto Castellanos, intelectual colímense muy capaz, cuyo empirismo en la arqueología no impidió sus grandes aportaciones a su estudio y al rescate de piezas de considerable valor y estima.

Miguel Messmacher hace, hacia 1966, un claro y eru-

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Ceramica sumamente expresiva la de Colima.

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dito estudio sobre la elocuencia y el significado de la cerámica prehispánica colimense.

Por último, y de primaria importancia, consignamos el trabajo de Beatriz de la Fuente, fechado en 1974, con el t í tulo de Arte Prehispánico Funerario, en el que hace un exclusivo y completo estudio sobre las esculturas y las figuras de bulto encontradas en las tumbas de Colima, Jalisco y Nayarit.

De Colima se desconocen muchos rasgos básicos pre­sentes en otros lugares de Mesoamérica: escritura jero­glífica, numerales y cómputo del t iempo, arquitectura suntuosa, tallado del jade, culto al felino, a la serpiente y al águila y otras deidades sistemáticamente reverencia­das por ajenos ambientes.

En efecto, de la propia manera que le falta arquitectu­ra monumental de piedra tallada o revestida, no se rodea de dioses determinados ni manifiesta ceremonial exage­rado; desconoce el coloreado en grandes superficies y sig­nos de escritura. La historia está expresada, en cierta forma, con la cerámica recogida en las peculiares tumbas, arcilla de gran valor plástico, que si exhibe sencillez y na­turalidad, lo realiza así por carecer de compromisos con normas fijas, con patrones socioculturales o con una reli­gión estricta. Se quiere decir que no es utilitaria ni perte­nece a una forma teográfica sino que tributa exclusiva­mente a la simbolística. En general los asuntos que expre­sa corresponden a gente de vida sencilla, campesina y aldeana. Sus expresiones son espontáneas, 'resultado de observaciones directas al medio rural y al actuar de los hombres. El arte manifiesto no es complicado, y con él se usa un lenguaje directo que lleva el mensaje de su contenido con la más amplia claridad.

Hay semejanza entre las figuras de Colima, Jalisco y Nayarit, y se ha visto que el parentesco llega hasta leja­nías de la costa y del interior; pero con sus grandes y visibles diferencias que tipifican las regiones. La escultura

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nayarita, por algunos llamada chinesca, presenta a la fi­gura humana deforme, con aspecto caricaturesco, general­mente pintada con tres colores; la adorna con aros en la nariz y sartales de ellos en las orejas; el sexo de las muje­res está evidente y grotescamente representado; los hombres portan gorros con dos picos hacia arriba, un caracol en el ombligo y una concha colocada a la manera de la hoja de parra de Adán. La figurativa de Jalisco no es tan elegante y realista como la de Colima, ni exagerada en detalles como la de Nayarit, aunque muy expresiva a pesar de los escueto.

Dice Miguel Messmacher que "El arte de Colima se distingue por la sencillez y la sensibilidad con que los artistas supieron modelar sus figuras, imprimiéndoles, a través de una aguda observación y de un carácter general­mente naturista, un sentido de espontaneidad que les proporciona una vida interior única, logrado la máxima expresividad con el mínimo de elementos plásticos".

Arte de origen local que pospone las grandes preocu­paciones formalistas, prefiriendo la libertad de expresión de la capacidad individual dentro de los cánones del grupo, desarrollando temas espirituales, materiales, humorísti­cos ; es decir que sin buscar una depurada técnica de eje­cución se proponen infinidad de asuntos, dando rienda suelta al poder creativo. Los pocos cambios que experi­menta esta disciplina, desde el llamado Horizonte Clási­co de Colima, están más de acuerdo con la Naturaleza que con la variación cronológica, pues tanto el pastillaje como la incisión, maneras de los períodos de iniciación histórica, en Colima continúan en el momento Clásico, del modelado, y aún llegan a la época de la Conquista. Es una producción atractiva y amena, histórica y otológica­mente muy interesante, porque el artista, al plasmar escenas de trabajo, reposo, juego, música, guerra, templos, habitaciones, graneros, etc. nos explica momentos de la vida y ocupaciones de esa gente.

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Tanto el pastillaje como la incisión se practican en todos los pe­ríodos culturales de Colima.

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Formas de fuerza plástica insólita, conceptos notables de conformación y vitalidad, sentido de lo fantástico, de lo absurdo, caricatura y sátira, con certeza en el empleo de los parcos elementos escultóricos; ello pleno de la vivacidad del instante sorprendido o el discurso de la extraversión. Las esculturas no llevan la intención de ser retratos sino demostrar acción o pasión, como se ve en posible incensario con la atribuida representación de Tlaloc con dos frentes correspondientes a dos semblantes. Hay músicos, cantadores, danzantes, acróbatas, fumado­res, cazadores, magos, hombres sentados o bailando sobre un tambor; mujeres en variadas actuaciones; los grupos describen acciones de la vida diaria, religiosa e íntima: gente en riña o peinando a otra persona, parejas de amantes abrazados, conjuntos de danzantes, mujeres en danzas fálicas, campos de juego con jugadores y público espectador; muchos de estos actos se realizan sobre plata­formas, lo que indica que son rituales; también hay per­sonas en casas o templos con altos techos, palanquines con toldo o sin él ocupados por un hombre solo o acom­pañado de la señora, camas con gente sobre ellas, impor­tantes guerreros con sus aderezos y en actitud de combate, figuras humanas de enfermos y deformes. Son abundan­tes los animales, sobre todo el perro., al que se le dan cali­dades y movimientos humanos, que denuncias el concepto nahualista o totémico. La existencia de vasijas fitomorfas —frutos, flores, semillas— prueban que el colímense usaba los vegetales como alimento y en otros destinos. Pero no sólo la Naturaleza dio motivos artísticos, también la fan­tasía creó, además de ollas de forma de calabaza o chiri­moya sostenidas por hombrecillos, pericos, peces, cara­coles; seres anormales, mitad hombre y mitad animal, vasijas en forma de hachas, de plancha, de basamento de templo, de hombres decapitados con piernas serpentales, caracoles, figuras surrealistas; con estas obras finales co­municaron aquellos hombres sus angustias y sus temores.

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La cara apacible de este Tlaloc se torna furiosa en el lado poste­rior.

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II misino Messmacher afirma: "Es precisamente en la vida diaria con toda la simplicidad, a la vez cotidiana e inseparable de sus resonancias, en la que cada gesto en relación a cada cosa de fundamental necesidad, fin, obje­to, presencia o ausencia, tiene un sentido simbólico: amasar el maíz, amamantar a los hijos, realizar una danza, e l e El pueblo de figurillas es algo fuertemente vivo, de una vida reforzada por los simbolismos encerrados en esos actos".

En la maestría del pulido y la aplicación de la pintura, ul fresco o barnizada, emplea los colores rojo oscuro, rojo claro, cafe con rojo, rojo sobre naranja y, en escasas veces el negro. Aunque el anaranjado delgado llega un poco tarde también es trabajado ventajosamente.

Esta cerámica está ejecutada en tres tamaños: las ma­yores, de 30 a 45 cms. de altura; las madianas, de 20 a 30 cms., y las de dimensiones menores. Los dos primeros I muí años corresponden a esculturas cerradas o con verte­dera, vasijas e incensarios, y las menores, casi siempre sólidas, a personajes, cabezas humaniformes, pipas, flau­tas, silbatos, sellos y volúmenes simbólicos.

Presentan las piezas mayores, las destinadas a conte­ner líquidos, el asa, la boca o la vertedera en lugares opor­tunos que no alteran la armonía de la figura. Con ello decimos que los botellones con pico y asa de estribo, ya presentes en el Horizonte Tlatilco-Gualupita, y en uso en la actualidad en Occidente, están perfectamente equili­brados. En los mamíferos y en las aves son aprovechadas las colas para vertederas; igualmente se aplican en la cabeza o el lomo. Vegetales o figuras abstractas llevan la vertedera en la parte superior. Los recipientes antropo­morfos la tienen colocada en la cabeza, en algún objeto que portan o en un brazo levantado.

También se trabaja la obsidiana en masas y en puntas. De piedra se hacen relieves, cachiporras —ha aparecido alguna con cabeza de estrella matutina semejante a las

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Cargador que indica una escena de la vida diaria.

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peruanas de ese tema—, metates y molcajetes. Para la época en que aparece la metalurgia se funden hachas, cu­chillos, azadas. De plata, concha, hueso y otros materiales se manufacturan pectorales, collares, orejeras, ajorcas; muchos de estos adornos también son de cobre.

Como recapitulación de la escultórica colímense pen­samos que toda ella, dentro de su semblanza realista, expresiva, conceptual y manifiesta, tanto de la vida gre­garia como de la íntima o bien en sus actitudes cívicas, económicas y religiosas, la podemos agrupar en los si­guientes planos fundamentales: el individuo y sus cauces gregarios, clases sociales, el hombre en el arte, el hombre y la muerte, el hombre con los animales y las plantas, el esoterismo y la angustia.

Con la figura humana, el artista tiene cuidado en el equilibrio, en el adorno del curpo y en el tocado, distin­guiendo con los atributos y movimiento la actividad u oficio que en ella se insinúa: ocupación hogareña de la mujer, faenas desempeñadas por el hombre. La decora­ción atributiva nos hace considerar que todo lo que para el europeo es un simple adorno, para el hombre de pen­samiento mágico tiene, junto con la forma y la actitud, una función simbólica, tiene valor metafísico. En los gru­pos se percibe: el interés con que observan los que pre­sencian un juego, la atención fija a sus instrumentos o al ritmo de los que tocan o bailan, el misticismo femenino en las rondas, la precisión aplicada a otros actos que se ejecutan. En algunos momentos de las figuras se enmar­ca la sugerencia del silencio, a modo de proteger un secreto, esto avisado con la actitud y el gesto.

La existencia de clases sociales parece coincidir con las características étnicas, por donde se ve que un tipo de corta estatura asume los oficios de más baja condición, en tanto que los de aspecto esbelto son los Señores, los jefes y los guerreros. Se conocen los señores por la indu­mentaria y adornos que portan de acuerdo a su rango,

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también porque van sobre palanquines o asientos; los guerreros exhiben su categoría con el aporte de sus armas. En variadas ocasiones aparece un personaje que debe ser un importante brujo o sacerdote que produce exorcismos e invocaciones entre danzas rituales y manipulación de objetos o con animales que lleva en las manos.

Creemos que el arte escénico era de suma importancia si interpretamos sus mensajes de histrionismo y panto­mima; el malabarismo y la danza individual o colectiva surgen con suma frecuencia. La música llega hasta la creación de la flauta doble de combinación tónica pecu­liar, y el caracol aerofónico; la percusión y el ritmo se llevan con varias clases de tambores, con sonajas y casca­beles. Hay mucha espontaneidad y libertad para ejecutar estas actividades, sin presión de ninguna clase; las accio­nes están condicionadas solamente por lo religioso y lo festivo.

Las acrobacias, juegos y en general, toda prueba de destreza física, así como las musicales, las contemplaron directamente los Conquistadores. Nosotros presenciamos el mismo gusto por esas artes, modificadas pero persis­tentes que llevan los habitantes de la región; no son otra cosa que los PIAZTLES, de Tonda, los CHAYACATES, de Tuxpan. los TASTOANES - t l a toan i s - , los HUE-HUENCHES - h u e h u e t z i n - , los SONAJEROS y, en fin, el mismo MARIACHI. En la época mexica había centros de enseñanza para la danza, la música y el canto, Netoti-loyan y Cuicacalli, conectados con el Mixcoacalco o Mixcoacalli,, lugar dedicado a Mixcohuatl o Xochipilli —Macuilxochitl—, deidades de la alegría y la fiesta. Se denominaban MITOTES las grandes reuniones festiva­les en lugares cívicos y santuarios. Y mientras en las ex­planadas coloreaban los movimientos rítmicos, desde la Xochicalli, adornada de tlacotl, zempoalxochitl y otras flores, surgía la percusión del huehuetl, el teponaztli, el tambor, las sonajas, los cascabeles y los huesos incisos y

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Personaje con una ave en la mano. Tal vez es un chamán.

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el triste y ritual canto, acompañado de las flautas, los silbatos y los caracoles.

La enfermedad, al igual que la muerte, el nacimiento y la deformidad, mucho tenían que ver con el mito, con la religión, con las fuerzas extrañas, aunque algún hom­bre dotado de cierta gracia divina pudiera transitar por ese universo, invocando, provocando y aun venciendo al mal, mediante el empleo de las facultades que le otorga­ban los dioses. Aquí estaban presentes el sacerdocio y la medicina. Nacimiento, enfermedades y deformaciones congénitas —de jorobados, enanos, ventrudos— eran to­mados en cuenta con curiosidad científica, con interés místico y teogonal. Lo mismo ocurría con la muerte, etapa viviente posterior a la estancia en la tierra, viven­cia en el más allá que debe iniciarse con el rito del en­tierro, con los efectos ceremoniales y votivos.

Como el hombre, los animales y las plantas, también, guardan estrecha relación con los dioses. Pero como los animales tienen movimiento y expresión que los asemeja al humano, a veces éste y los mismos dioses toman la apariencia de aquellos para hacer palpable su presencia, razón que explica la reverencia dirigida no al animal sino a la deidad o persona que se sincretiza bajo su forma. En ocasiones como ésta el hombre, ante su pequenez frente a la vida, en su angustia busca un desdoblamiento o trans­lado de su personalidad y, repetidamente, encuentra su otro YO en un animal. A veces una máscara desarrolla el encuentro entre hombre y animal o viceversa. Aunque todos los animales son aportados, como perro, venado, tejón, mono, armadillo, tlacuache, felino, lagarto, ser­piente, pato, perico, garza, rana, pez, cangrejo, el prime­ro es elegido y se modela en abundancia. El artista colí­mense, sin menoscabar la idea anterior, igualmente da a los perros una idea graciosa y realista después de una cuidadosa observación de su legítimo comportamiento en la vida: dolor, alegría, furia, terror, defensa, ataque,

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amenaza y, a veces, con humano comportamiento, como que piensa y reflexiona. Los animales de reducido tama­ño en su manufactura tienen que hacerse notar con el ruido y, para tal caso, se les dota de conductos necesarios para que resulten figurillas silbatos.

Dado que los vegetales también están ligados al hom­bre, las propiedades de una planta —forma, sabor, virtud nutricia o medicinal— son aspectos de él, porque en ella radica un espíritu divino o el de un antepasado. Su repre­sentación en la cerámica se adorna con aplicados en re­lieve o se le yuxtaponen esculturillas humanas, de anima­les o de cosas de su íntima relación. De otra manera, la vasija vegetal colímense representa el fruto de la semilla en la tierra, fruto que, junto con el animal, va a servir al hombre ya muerto, en cuyo estado se deifica y recibe la ofrenda que acompaña a los dioses que son a quienes definitivamente, les corresponde todo lo que existe.

Con frecuencia la tierra, la vegetación, el agua y el hombre van en el mismo plano. Por eso la siembra y la cosecha no se consideran fenómenos naturales, sino que resultan de pequeños o grandes ritos y exvotismos para que se recojan buenos productos. Una de esas ceremonias es la plantación por diferentes rumbos de figuras femeni­nas, símbolos de fertilidad, de senos prominentes y vien­tre capacitado (indicado por su volumen) para la fecun­didad; sin pelo, con éste cortado a rape, porque se entien­de que, previamente, se le tr ibutó al suelo para que de él brote el fruto dado por la mujer y las plantas surjan como cabellera de la tierra.

Respecto a lo fantástico de algunas formas tengamos a la vista como indiscutible que la imaginación juega un papel muy importante en todas las culturas de todos los tiempos, y ella está sujeta a la problemática vital, a la re­ligión, al temor, a la duda, a la alegría o a la simple fanta­sía. En Colima se hacen presentes estos fenómenos, en aquellos momentos históricos, con figuras híbridas, c o n

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animales extraños, con representaciones de pesadilla, lo que nos certifica un estado de angustia del hombre ante la fuerza natural y lo desconocido.

Aunque, como ya lo marcamos, los integrantes de esta cultura no construyen grandes pirámides ni suntuosos palacios, dice Salvador Toscano que "su cerámica fun­damentalmente escultórica, se alzó grave y maravillosa aobre el resto de las culturas de América".

Se ha pensado que la cerámica de Colima principia en el período Clásico, negándosele antecedente, como tener­lo debe ser lo normal. Por supuesto que para llegar a la forma madura necesariamente tuvo un momento anterior, esto es, una cultura de dónde descender. Lo que ocurre es que esta región expone sus evoluciones de manera muy particular, con despertar, influencias y desarrollo en su propio modo, en su propio lugar y en su propio tiem­po. No todo el ambiente mesoamericano florece al mismo ritmo, no todos los pueblos tienen pasos simultáneos; la cultura olmeca llega a la cúspide antes que la teotihuaca-na y los toltecas aparecen en Mamenhí con una civiliza­ción plena adquirida en Teotihuacán.

De Colima no se colige Horizonte Preclásico, tal vez, porque el colímense produce cierta confusión al hacer extensivo el uso del pastillaje durante toda su historia, como una característica exclusiva del lugar. En cambio, para su Horizonte Clásico, contemporáneo al clásico de Teotihuacán, se da como correspondiente su apogeo cul­tural. Para el período Teotihuacanotolteca o Postclásico se consideran los resultados de las exploraciones en el Valle de Colima y la cuenca del río Armería, a pesar de que este horizonte se caracteriza por el moldeado, y Colima no lo trabaja, desdeñándolo para seguir en su técnica maestra de modelado. De las épocas acolhua y mexica se obtienen muchas muestras, como las encontra­das en los trabajos de Periquillo y el Chanal. momentos en que se hace uso del pastillaje, al que se vuelve en forma

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tradicional y conservadora. A Colima le atribuyen, si no tiempos precisamente dis­

tintos a los mesoamericanos para encuadrar su cerámica, sí condiciones muy especiales en lo que respecta a su morfología, estilística y cronología de aparición in situ. Con objeto de ubicar estas edades culturales colimenses, hacemos la siguiente taxología, aprovechando las genera­lidades ya especificadas en renglones anteriores:

A.- PERIODO INFERIOR o PERIODO DE LAS TUMBAS.- Queda comprendido entre los años 200 a. d. E. y 850 d. n. E. Coincide con el Clásico de Teotihuacán III. A él pertenecen los hallazgos de Los Ortices y Las Animas, en Colima, y Ameca y Zacoalco, en Jalisco. Es­plendor de las grandes figuras huecas de barro y pequeñas formas sólidas del mismo material, antromorfas y zoo-morfas; también vasijas fitomorfas trípodes y cajetes. Cerámica pintada de rojo sobre café amarillento, negro sobre rojo y rojo inciso.

Período muy largo que se inicia en el Horizonte For-mativo -Miguel Covarrubias lo sitúa desde el Preforma-tivo Superior- . Resplandece durante el Clásico mesoame-cano y decae con la influencia expansionista postclásica tolteca y florecimiento mixteca. Algunos llaman ARCAI­CO EVOLUCIONADO al estilo artístico de este horizonte cultural colímense.

B.-PERIODO TEOTIHUACANOTOLTECA o DE IN­FLUENCIA TOLTECA.- Abarca los años de 850 a 1250 d. n. E. Comprende trabajos de Colima y Armería, en Colima; Cofradía y Corralillo, en Jalisco. Consta de una arcilla formalista, con vasijas incisas y pintadas; especies de tapas de vasija o aparentes basamentos -¿pirámide, trono, ara?— con una figura encima, también pintados y con altos soportes recortados; cachiporras de piedra; figurillas de aparente moldeado que, por serlo así, indican cierta decadencia artística. Influencia teotihuacanotolte-ca de Tula.

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C.-PERIODO SUPERIOR o INFLUENCIA MEXICA.-Va de los años 1250 a 1500 d. n. E. Se localiza en luga­res como Periquillo y el Chanal, de Colima, y Autlán y Tolimán, de Jalisco. Los objetos principales son: cajetes policromados en rojo, amarillo, negro y blanco; sonajas, cabezas de serpiente y más cosas menores; cascabeles y hachas de cobre; esculturas de piedra y relieves también de piedra; adornos de concha y otros materiales; cons­trucciones de monumentos piramidales.

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ORIGINALIDADES DE COLIMA

LAS TUMBAS.- Es en las tumbas donde se ha encon­trado el más amplio mensaje para la investigación arqueo­lógica colímense como si, a discretos guardianes de un tesoro —confiado a ellas—, se les arrebatara por sorpresa la clave que nos explique el secreto de su pasado, aunque hasta ahora lo haya hecho mediante una narración silencio­sa, vacilante y, en veces, fantástica.

Como el estudio de la Cultura de Occidente se hace básicamente sobre su cerámica arcaica, interesa conocer los lugares donde se le encuentra que son las tumbas de tiro, propias de estas áreas y extrañas para el resto de Mesoamérica. Parece que solamente Colima, Jalisco y Nayarit las contienen, pues es aquí donde únicamente se han encontrado esparcidas en ese ámbito. Debido a que también en Colombia, Ecuador y el Perú aparecen estas construcciones con figuras huecas en su interior, se paten­tiza relación entre las dos zonas distantes y se conexionan sus culturas.

Estas tumbas varían en forma, tamaño y profundidad. El tiro es un pozo de paredes en círculo o en rectángulo cuya hondura fluctúa entre 3,11 y hasta 16 metros. Unas se llaman de cuello de botella porque el tubo adquiere for­ma cónica. Siempre el tiro se prolonga hasta donde se halla un material resistente, la roca o el tepetate, para en­contrar a un lado la cámara funeraria, recinto de cadáver y ofrendas; el número de las cámaras es de uno a tres. La

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comunicación entre tiro y cámara se cubre con una olla, un metate o una simple piedra.

A las tumbas de cuello de botella, el arqueólogo José Corona Núñez, las explica de esta manera: " . . . a veces, se estrecha el tubo de entrada hasta darle la apariencia de una botella; están labradas en tepetate y suelen tenerplan-la redonda o cuadrada. . . La boca de estas tumbas tiene K(J cms. de diámetro y está generalmente cubierta por u n a gran laja". Mientras que de las otras, el mismo inves­tigador dice: ". . . son típicas del Occidente y no se en­cuentran en ninguna otra parte de México. Constan de un pozo cuadrangular de 80 a 90 cms. por lado, que se adentra verticalmente en la tierra hasta llegara una capa de tepetate que sea capaz de contener las cámaras sepul-« tales; llegan a tener de 2 a 20 metros de profundidad. Al final del pozo, y a uno de sus lados, tienen un orificio redondo, o cuadrangular, siendo de tres metros, por lo i omún, la parte más larga, o su diámetro. . . " . Ln la par­te superior del tiro, al nivel del suelo, se han colocado pequeñas piedras con depresiones en las formas que se conocen como mapas, porque indican el sitio de las tum­bas, lo que ayuda al saqueo arqueológico, listos mapas también se encuentran en los sitios concomitantes de Su-dam erica.

Acerca de la construcción Ue las tumbas se han arma­do conjeturas sobre la relación de su profundidad con la condición social del ocupante, así como si se efectuaba an­t e s o al tiempo de su muerte y si recibían varios cadáve­res a la vez o si éstos se depositaban periódicamente se­gún ocurrieran los decesos. De lo primero y de lo último no hay pruebas capaces que nos ayuden para asegurarlo, pues en las ofrendas se advierte que no se perfilan dife-rencias de tal naturaleza, y se ve que después de efectua­do el entierro era cubierta la entrada y se llenaba de tie­rra el tiro. De las otras cuestiones, consideramos que in­distintamente se construían antes o después de la defun-

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Esculturas encontradas dentro de las tumbas.

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eión o para uno o varios ocupantes. Por otro lado, la tumba de tiro sugiere el vientre ma­

t e r n o . El hombre que se ha formado durante nueve meses surge a la vida del interior de una cueva, por un condue­l o , y después de la muerte revierte el camino, porque entra al vientre de la tierra, para recorrer una senda seme-|ante a la que ha dejado. El colimense y sus colaterales, 11 igual que todos los pueblos agrícolas, presienten que la h e r r a es una constante paridora de plantas y animales y, p o r lo tanto, el cuerpo debe estar en aquel lugar, viviendo parte de un ciclo que no se debe interrumpir, puesto que pronto volverá a convivir de algún modo con los que han quedado esperándolo en la vida sobreterrena.

listas construcciones están muy lejos de ser suntuosas. Arquitectura exclusiva, la tumba es la mansión del que allí r a d i c a , es santuario y monumento para su superviven-0Íe en el reino de la muerte. Pero no guardan momias co­m o sí ocurre en las tierras australes a que hemos aludido.

lin el centro de la cámara funeraria se coloca el cadá­ver, y en la línea de las paredes, las ofrendas, de cuya va-nedad se han hecho considerables estudios, desde los anexos hasta las figuras efigies, la principal de las cuales va frente al cuerpo, porque a falta de momificación ella es su retrato, su fijación de vida.

Entre la cerámica del séquito, con frecuencia, se hacen patentes el animismo y el totemismo que trascienden has­ta el mensaje filosófico, ya que así se puede interpretar el equipo de esculturillas, de animales y personas que insisten en relatar episodios biográficos lo mismo que la mostración de caracteres psíquicos, somáticos y de pade­cimientos corporales. Todo esto amanera de testamento o memorial.

LAS MUJERES Y LA MATERNIDAD.- Esculturas de todos los tamaños aparecen en la cerámica relativa a mujeres, sentadas o de pie, en diversas actitudes que son m u y expresivas: las que presentan la indumentaria a ma-

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u n a de modelos o maniquíes, algunas de las cuales portan vestimenta de cortas dimensiones, en todo caso descu­biertos los pechos, redondos y suavesjlas que transportan o b j e t o s ; la que ejecutan labores de hogar; la que actúan en ceremonias de conjuntos; las que se presentan con un niño.

De estas últimas vamos a hablar en particular. Muy ve­nerada la maternidad en toda la cultura occidental nos lo dice la abundancia de figuras alusivas que por donde­quiera se encuentran. Así, en Colima, aparecen escultu-i as relacionadas con la maternidad: madres como tales o en proceso de serlo; algunas madres proporcionan aten­c i ó n a su respectivo hijo, manifestando la eterna idea de que éste, cuando niño, depende inseparablemente de la madre quien le debe criar y defender de los peligros y educarlo en su medio. Allí se muestra, de ese modo, que el h i j o permanece a su lado aun en toda clase de faenas que ella ejecuta.

Si hemos visto que la fecundidad humana está en rela-l i o n con la de la tierra, también hay cierto contacto entre la mujer que pare y la fuerza teogónica de la vida. Esta­blezcamos que elCIHUATLAN oCIHUATLAMPA es una especie de cielo en donde radican las mujeres que mueren de parto o a consecuencia de él; es el lugar blanco y se encuentra al occidente, dando nombre a este punto car­dinal. Se considera heroína a la mujer que trae un hijo al mundo y muere en la acción, capturando a un ser que da a esta vida; a esa mujer se deifica y se le compara a un guerrero que muere en la lucha por su pueblo. En conse-( uencia, esta es otra razón por la cual son tan abundantes en el Occidente las figurillas que representan a hombres de armas, vinculados a nuestro caso, si se encuentran en ICtitud de combate.

Aquí es bueno recordar la versión del nacimiento de Ouetzalcoatl en Xochicalco. Dice ella que cuando Chimal-ma barría el templo se encontró una pluma —o tal vez

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El hijo debe permanecer al lado de la madre.

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un chalchihuite— que guardó en su seno con lo que resul-i«» preñada. Cuando muere el padre del que va a nacer, la hermana del desaparecido la emprende contra su cuñada

otra interpretación dice que era su hermana— a quien hace huir hacia las tierras del sur —Huitznahuac—, sola­m e n t e acompañada de unos cuantos fieles guerreros. I >cspués de una angustiosa persecución durante la cual la madre imploraba ayuda al nonato, éste le respondía que Caminara hasta la cima de una montaña en donde, al fin, al s e r acosados definitivamente por los perseguidores, n a c e Quetzalcoatl —Teopiltzintli— armado con sus dar­d o s de fuego y vence a los numerosos enemigos —tzen-i / o n huitznahuac—, y a su tía arranca la cabeza y la ii r o í a al espacio. Mito que nos reporta a la partenogéne-• as d e la madre que da a luz a Quetzalcoatl —el sol, el d i o s luminoso— quien surge con sus rayos triunfadores s o b r e las estrellas y la luna, habitantes de la oscuridad, II noche.

A s í como en el Cihuatlampa conviven madres y gue-i i ' i o s muer )s en lucha, y ambos son héroes, dignos de v e n e r a r s e , los mismos dioses de la luz —el sol y la luna— Viajan al occidente, a convivir también con ellos, a llevar­l e s luz celeste y recoger la blancura y la fertilidad de esos I n c a l e s para alimentar a la tierra. De allá, del occidente, de Aztatlan —Aztlan—, de donde son las plumas blancas, las garzas, vinieron los hombres. Allí también está el Cin-calco, la casa del maíz, el grano, raíz y razón de la exis-lencia humana.

I O S PERROS CEBADOS.- Únicos en Mesoamérica, los perros gordos o cebados corresponden a la cerámica colímense. Abundan en todo el territorio que tuvo el per­fil de esa cultura. Los campesinos que los encuentran les han inventado el nombre de tlalcoyotes —coyotes de la Tierra—, porque se suponían que representaban coyotes. Alguien más ha relacionado estos perros con el tepeitz-cuintle, animal roedor montaraz muy abundante en el

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suelo mexicano, y con el xoloitzcuintle o perro pelón de la Mesa Central. También se le ha asociado al "pero chi-huahueño" con el cual tiene apenas algún parecido. Es­clarezcamos, a estos respectos, que en Colima había dos clases de perros, unos naturalmente pelones y otros con recubrimiento de un pequeño pelo que se representaba en las esculturas con líneas incisas que le hicieran refe­rencia, líneas parecidas a las que aplican para indicar las arrugas que, por vejez, debieran tener esos animales. Se sabe que en otros lugares no colimenses, hacían artificial­mente pelones a los perros mediante el embije con oxitl, trementina adquirida en Oxitlan, población de la sierra oaxaqueña, costumbre que si llegó a Colima casi no fue practicada.

Grande es la variedad y realismo de estas esculturas caninas. Hay perros parados, sentados, echados y enros­cados; quietos o en distintos movimientos; perros gordos, perros siameses, perros cachorrillos, perros con actitudes humanas, sonrientes, aullando, con algún objeto en el hocico. Casi la mitad de los encontrados posee vertedera en la cabeza, en el lomo o en la cola que los convierte en vasija o urna. Aunque la mayoría nada contiene en su interior, a algunos se les ha encontrado en el hocico abier­to restos de copal y residuos de miel.

Sobre la presencia del perro cebado en la cerámica de esta región se han construido muchas teorías. Algunos aseguran, aunque sin base exacta, que los perros consti­tuían un selecto alimento de aquellos hombres; dícese que los engordaban para convertirlos en sabroso manjar, y que en las tumbas agregaban su imagen al cadáver con el objeto de que el desaparecido tuviera comida durante su camino ultraterreno. Para asegurar tal aserto hacen acopio de crónicas y tradiciones que hablan de la canofa-gia en muchas regiones del México antiguo; por ejemplo, las referencias que hace fray Diego de Landa de que, en Yucatán, después del guajolote —pavo americano— engor-

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da han el perro para comerlo, y le llamaban al guiso kukbil; lambién de lo que se cuenta que en Acolman y lugares circunvecinos había mercados de perros para comerlos, lún en tiempo del dominio español. Dice Wright "regre­sando al tema de los perros de Colima, tenemos la certe­za d e que los aztecas, los tarascos y los mayas gustaban de la carne de perro"; Artemio de Valle Arizpe agrega que " . . . algunos de los primeros colonizadores españo­l e s gustaban mucho de esa carne de perro, la que consi­deraban tan apetecible y delicada como la de los lechó­nos". Bernardino de Sahagún nos relata que entre los nalmatlacas había varios nombres de perros según la c l a s e a que correspondían: chichi, itzcuintli, xochiocoyotl, iitliimin y tehuizotl, y también que "Cuidaban en esta tierra unos perros sin pelo ninguno, lampiños y si algu­n o s pelos tenían eran muy pocos. Otros perrillos cria­b a n que llamaban xoloitzcuintli que ningún pelo tenían , , . Hay otros perros que se llaman tlalchichi, bajuelos y redondillos, que son muy buenos de comer".

< ontra lo asentado hay opiniones que, unidas al pare-e e i de investigadores serios, no están de acuerdo con el Ulterior parecer, porque aquí se habla de una costumbre ajena al pueblo que produjo estas figuras y para un tiempo e n ipie esa misma costubre aún no se había generalizado, y lendríamos que admitir que tarántulas y otros bichos d a ñ i n o s encontrados en semejantes casos dentro de las (un íhas , junto a los cadáveres, también tenían el aboca­m i e n t o de alimentación. El mismo antropólogo Norman I'. Wright, reforzando este juicio, comenta que no debe considerarse el tema confundiéndolo con terminología y conceptos nahuas, esto es, asignarles un destino equivo-i a d o a "esas estatuillas que provienen de regiones muy lejanas a los asientos de la cultura náhuatl. El pueblo que las modeló precede en muchos siglos a los pobladres n á h u a t l " . Además razónese que si se tratara de agregar alimento al difunto no se hubiera colocado una simple

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vasija o escultura, sino un perro "de carne y hueso", vivo o sacrificado, como se ha observado que así ocurrió en el Altiplano en alguna de cuyas tumbas han aparecido es­queletos caninos. Por otra parte, el homenaje que el perro ha recibido entre nosotros es muy antiguo. Recordemos que el animal fue compañero del hombre americano desde las tierras asiáticas de donde vino a su lado en calidad de parásito como siempre se ha conservado, no desconocien­do el humano su variada utilidad; llegó el momento de que, de tan inseparables, se tributaron tal estimación —y respeto— que desembocó en correlación sagrada; para el perro, el hombre constituyó el ser infalibre, y para éste, formó parte aquél de su existencia en esta vida y en el más allá. Cuando el hombre se forma la idea de un sen­dero ultraterrenal, el perro caminará con él por esos ca­minos como lo ha hecho por todo el tiempo de su perma­nencia en la tierra. En el momento que aparece XOLOTL, una de las deidades escatológicas más importantes en el panteón mesoamericano, toma la dualidad de can, es de­cir, su nahual o alter ego es el perro. Con ello parece que el hombre colímense identificó, desde mucho tiempo atrás, en el mamífero un elemento indispensable para lle­var tranquilamente, con su auxilio, como se lo prestara en la vida terrena, su paso hacia el mundo de lo desconoci­do, al MICTLAN que le asignaban los nahuatlacas.

La religión de los antiguos mexicanos decía que Xolotl —en su personalidad de perro— era el indispensable com­pañero del desaparecido de esta existencia en los cuatro años de vida ulterior que tardaba en el viaje hasta el punto final; guía efectivo le ayudaba a vencer obstáculos, entre ellos a salvar el r ío Apanoayan o Chicnahuapan, con que se iniciaba el franqueado de nueve impedimentos. Para confirmar esta idea digamos que, en el afán de trans­formar al perro a su mayor proximidad con Xolotl, ser deforme, deidad de la anormalidad, indicado por su mis­mo nombre, monstruo, entonces, al perro se le da una for-

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ma de gordura exagerada, con figura también monstruosa, y en calidad de vasija que lo relaciona con el agua, hacia la personalidad múltiple del dios ecliptivo de su represen­tación. Todavía hay en Colima una vieja expresión que se acostumbra decir, cuando un perro se acerca pedigüeño a una persona en el momento de la comida, incitando a que se le dé un bocado al animal para así ganar el derecho de que, después de muerto, la pase el río Jordán (a esa persona), sincretismo o translación cristiana que, sin duda, alude al noveno río del inframundo nahuatlaca. Wright considera así: " . . . sus amos, en estos casos, espe­raban servirse de ellos como guías para sus propias almas desorientadas a través de un trayecto desconocido, largo y lleno de vicisitudes y obstáculos, ríos, lagunas, animales feroces, etc. y además los suponían dispuestos a servir de alimento a sus señores". Y el mismo investigador conclu­ye de esta manera: "La dualidad de papeles 'guía-de al-masl' o símbolo de manjares no resulta incompatible con los conceptos religiosos de los pueblos aborígenes de América".

Nosotros insistimos con nuestro punto de vista ya ci­tado: no se deben confundir las ideas muy personales colimenses con las de zonas distintas o culturas posterio­res, de conceptos previamente elaborados y, por tanto, efecto secundario. De haberse destinado, en el lugar de nuestra consideración, un perro para aumento, se hu­biera procedido de igual manera que en otros sitios —¿se perseguría ese fin donde así ocurría?—, agregando un animal de verdad, no de arcilla.

Bien narra la historia que entre los mexicas se acompa­ñaba a los difuntos con efectivos perros amarillos o, a su falta, colorados, pues otros colores no acomodaban como exvotos, visto que los blancos, decían, "ya estaban lava­dos", y los negros "aún estaban sucios". También se quie­re relacionar esta apreciación con el simbolismo de los perros colimenses, sólo que el fenómeno de coloración

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de las figuras cánidas (hay que recalcarlo) obedece a la pigmentación natural de esta zona o a la técnica de su cocimiento, como a semejanza ocurre en Oaxaca, en donde a los entierros se les acompaña cerámica negra, color característico del lugar.

En otro momento el perro, como deidad, va a relacio­narse con el planeta Venus. Este, en cierto aprecio, re­presenta una doble acción, estrella doble, matutina y vespertina, fenómeno celeste que tanto preocupó a la primera historia de todos los pueblos, en el concepto de masculino y femenino, día y noche, gemelo y todo lo que indica dualidad. Por ello no es raro ver la representa­ción colímense del perro doble, en actitud de baile o pelea, siamés unido por un costado, con dos cabezas; es­to es, con la señalada duaüdad, quizá representando una dicotomía que desempeñaba en sus funciones de ultra­tumba. Grandeza divina que adquiría al ser anormal, ge­melo como lo era Xolotl.

Por otra parte, se puede expücar desde distinto punto de vista o bajo otra concepción el motivo de los perros cebados en las tumbas de Colima: que tal cosa obedece a una de las etapas religiosas, la totémica, configurada con la razón de la tona o nahual colocada junto a la persona allí enterrada. En otras ocasiones he afirmado que el perro es el animal escogido —no el único, pues el perico, el mo­no, la garza, la tarántula y otros tendrán muchos sufra­gios— que, en frecuentes hallazgos, para mayor identifica­ción, llevará algunas distinciones o particularidades de su representado y, a menudo, portará la máscara o retrato que acentúe la presencia del que ha pretendido estar en esa paridad. Y he concluido, diciendo que las otras figu­ras de animales, a las que en ocasiones se dota de cabeza antropomorfa, es fácil encontrarles la significación del tótem de cada persona a la cual acompaña en el sepulcro. Así vemos al señor pez, al señor garza, al señor tarántula y más.

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Según la señora María Gómez de Ahumada, del Museo de Historia y Arqueología de Colima, sólo deben tomarse como animales totémicos el perro, el perico y la tortuga, lí informa que entre el setenta y cinco y el noventa por ( u n t o de las tumbas contienen figuras de perros cebados, v e n el resto de ellas se encuentran loros y otras formas. Y Wright nos aclara: "Parece que las representaciones lotómicas de los 'perros cebados', como las de los loros, controlaban los destinos de las familias, de las sectas o clanes, que constituían a la nación colímense; en términos generales los 'perros cebados' eran preferidos por las ma-V'iías: hombres de acción, guerreros, etc., mientras que el loro era una representación totémica de las minorías dirigentes, los intelectuales o tal vez los sacerdotes".

() ira idea sobre la existencia de los perros en las tum-has colimenses se relaciona con las enfermedades que aquejarán al difunto como le ocurría en vida: el animal va para preservarlo en la otra existencia de los males que padeció en ésta.

Se sabe que aún hay perros lampiños en algunos luga­res de América: en México, en el Perú, en el norte de Ar­gén tina, en Paraguay y en el Brasil. En Argentina le llaman perro pila o pela y se le emplea contra el reumatismo, el usina y el catarro y aun como compañero del lecho para 'pular el frío. En México prevalecen ideas semejantes re­lacionadas con este animal, supuesto descendiente de los perros cebados: en Guerrero se le utiliza para curar el reúma; en Sinaloa se le destina para quitar el dolor en i ualquier parte del cuerpo y, en otros sitios costeños, le utribuyen al perro pelón propiedades curativas para el paludismo.

I,()S JOROBADOS.— La abundancia de jorobados en la cerámica colímense se ha interpretado de diversos mo­dos. Algunos establecen la peregrina relación entre los jo­robados con la actitud de HUEHUETEOTL, porque este dios viejo del fuego carga sobre sus espaldas el brasero de

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Los jorobados son proclives al mundo de la magia.

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MI atribución, en el que se enciende su fuego sagrado, ra­z ó n por la que adopta posición inclinada y jorobada. Nos parece que esta interpretación no ajusta a las figuras coli-Rienses, puesto que a ninguna de las que conocemos se lia encontrado portando brasero. Por otro lado, mientras u n o s explican que los jorobados significan la clase de bu-I o n e s y esclavos, tan necesarios para la distracción de los ••flores y poderosos, destino que se ha dado en las cortes id i o d o el mundo a los deformes, otros opinan que son i c i t a t o s de individuos realmente corcovados y enfermos, QUyo defecto y desgracia les son sacratizados, que pasan | la tumba con su naturaleza divina. Este último punto de vista nos coloca en el antecedente mítico que va a OOnl n huir con las atribuciones de Xolotl a quien ya cono-» e 111 o s como mensajero y ayudante de los mortales, en su desdoblamiento caniforme, por lo que, la prolijidad de Utos individuos deformes, reitera el privilegio de un pue­b l o piedestinado, puesto que tal conformación es sagra­r e l os corcovados, pues, también están en la multiplici­d a d de Xolotl, y su figura se agrega al cadáver para que le •ai va de guía en el camino de la muerte. Tal vez a esto obedezca el que, en alguna ocasión, el jorobado aparece c o n distintiva dignidad, con bastón, sobre unos peces ge­m e l o s y con un pinjante doble sujeto al cuello.

I ,()S ENANOS.— Acerca de la presencia de los enanos en las tumbas, debemos pretender para ellos una signifi-. a c i ó n doble en definitivo destino. Esto es, que hay que . onsiderarlos como bufones o adornos de la corte —o de i i i a s a señorial— y también como individuos deformes ••timados como antes, más que humanos, sagrados. En el primer caso, cuando aparecen con movimientos graciosos, c asi simiescos, o grotescos, pero siempre con actitudes mímicas para producir risa o admiración. En el segundo lugar, si estas esculturillas presentan anormalidades cra­n e a l e s , deformaciones faciales, corcovas dorsales y pecto­rales, extremidades mal conformadas u otras alteraciones

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de apreciación física. En todo caso no debemos olvidar que los enanos y los

megacéfalos siempre, y en todas partes, han sido seres propicios a la fantasía, al humor, a la leyenda y a la divi­nización. Baste recordar que en Yucatán, precisamente entre los mayas de Uxmal, el adivino, con un templo ad-vocativo, cuyas ruinas todavía se contemplan, era un se­ñor dios enano.

Por tanto, es acertado pensar que los enanos de Coli­ma ofrecen ese doble papel, con una labor terrena, dentro del humor y la gracia, a la vez que una misión ultraterres­tre, dentro de lo humano y lo divino.

Otras cerámicas, la mayor parte de veces en colorido rojo, café y, en raras ocasiones, negro, con excelente puli­do, en que se representan hombres, ejecutando activida­des genéricas de la vida real, son las siguientes:

CARGADORES.— Están con movimientos indicadores de su ocupación y del peso que soportan, causado por cántaros, vasijas, mercancía varia y aun personas. Algunos levantan los brazos hacia la frente para tocar el lazo que sostiene la carga llevada sobre las espaldas. Cuerpo corto y grueso como sus piernas con que indican el ejercicio fí­sico a que está jueto su trabajo. Llevan taparrabo y toca­do con la visibilidad de protegerse el cráneo por la ener­gía del oficio. En estas figuras se percibe intenso dinamis­mo.

BEBEDORES,- Sostienen con las manos un cuenco. Ambos brazos llevan a la altura de la boca, porque están bebiendo. Extremidades cortas en relación con el cuerpo alargado; ostentan tocados o cascos; la cara es convexa con ojos almendrados marcados con incisión lo mismo que la boca; nariz afilada. Van desnudos con sólo ceñidor o bien con taparrabo. Su posición es sedente.

CANTANTES Y M A S . - Los cantantes, hombres y mujeres, son esculturas también sedentes, con la boca abierta para demostrar la considerada actividad. Otras fi-

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guras sentadas hay, con brazos que expresan enérgico movimiento como para lanzar algo; la cara es de rictus agresivo, en dirección contraria al eje del cuerpo; llevan camisa, braguero y ancho ceñidor; portan cascos con cres­tas cimeras; tal vez sean guerreros o personas importantes. También se conocen esculturas, en color rojo o blanco que, por su actitud, parecen danzantes; algunas traen en las manos artilugios de magia o animales; pueden ser ma­gos u oficiantes.

EL CHANAL

A unos cuantos kilómetros de la ciudad de Colima, por el camino que lleva al Volcán, muy cerca de San Cayeta­no y pegado al río que desciende de la serranía, hay una eminencia llanurosa en cuya parte superior se planta una zona arqueológica que aparenta tener considerables di­mensiones de cuyo todo sólo se ha observado con alguna detención la hoy abandonada ruina de El Chanal. Allí estuvo su correspondiente construcción que la incuria ofi­cial y la rapiña han hecho casi desaparecer. Era un basa­mento piramidal sobre el que estaba el adoratorio o " c u " de sus deidades propias. Todavía se puede presumir la existencia de basamentos escalonados, algunos niveles a manera de terrazas de siembra, como abundaban en te­rrenos colimenses que los semejan con estilos exóticos. También se adivina que en el monumento hubo una es­calinata central, limitada lateralmente por alfardas des­cansando sobre peanas y rematadas en cubos por la parte superior, carácter similar al que ostentan construcciones de Malinalco y Tenayuca —Edo. de México—. Los esca­lones formados por sillares de longitudes variables lucían en los peraltes cuadretes esculpidos con figuras de anima-

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Cuerpo grueso como sus piernas que indican el ejercicio físico de cargador.

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les como coyotes, gatos, tejones, zopilotes, zorras, etc. y símbolos cronológicos mexicas como Acatl, Tecpatl, Xóchitl y otros. Al frente de las gradas había una plazole­ta donde, posiblemente, se efectuaban ceremonias con danzas y juegos sagrados que eran presenciados por el pueblo, tal parece, desde unas barreras o pasillos laterales.

En este lugar fue encontrada la escultura de una rana de gran tamaño tallada en piedra, que posee todas las ca­racterísticas de la cultura náhuatl. Esto nos permite creer en la consagración de este edificio, por lo menos, a la agricultura y al agua; pues, además de encontrarse próxi­mo a un r ío, la rana representa lluvia y tierra; vieja deidad que anuncia al suelo provisto para que brote la vegetación ¡ la de la falda vieja; la que da la vida y la quita; la Ilancueitl o Chalchiuhtlicueitl que fue fecundada por la Serpiente de Nube (la Vía Láctea) o Mixcohuatl. De igual manera, el monumento debe tener algún contacto con la deifica ción del Volcán, porque, además de estar construido en su cercanía, por donde baja el agua que viene de la sierra, sugiere la presencia de Tlaloc quien, como Huehueteotl, el dios viejo, también representa el fuego del volcán; se conjugan los dos dioses de lluvia: lluvia de agua y l l u v i a

de fuego. Esta consideración nos hace pensar en q u e el lugar que ocupa actualmente la ciudad de Colima, o en

un sitio muy próximo a éste, se encontraba la poblai indígena elegida para fincar en ella la villa de Santiago de los Caballeros (Santiago —Sancti Yago- , sanio tutell! de los Conquistadores).

El arqueólogo Vladimiro Rosado Ojeda hizo un 1 Itl l

dio del lugar, el año de 1945; encontró treinta v • 1 \> roglíficos en cuatro escalones de la pirámide, i p > " relacionó con el calendario religioso del pueblo yui huid tó por allí. Propuso que la obra pertenece a la 111II11111 Im rasca, dedicada asu dios sol, puesto que c o n . luyi dli 1 11 do que "el monumento del Chanal e s t u v o di 1II1 lilci • Curicaveri". Posiblemente así lo consideró, piirijlli

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Como bebedor lleva la vasija a la altura de la boca.

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encontrar algunos aspectos extraños a las consabidas cul­turas de México, trató de explicar de esa manera los glifos y algún detalle arquitectónico. Pero opinamos que tales discrepancias obedecen a la aparición de las influencias que de allende vienen.

Dos años después a la fecha citada visité el lugar, para observar la construcción en estudio, y obtuve, de entre los relieves de los peraltes, la imagen de una especie de gato coyote de idéntico trazo a otra figura peruana que tuve en mi poder. Así, sumando todos los incidentes culturales colimenses de carácter distinto a nuestra ge­neralidad conocida, opino que en esta zona de la Cultu­ra de Occidente, coincidiendo con varios investigadores nacionales y extranjeros dedicados a estos asuntos, hay influencias sur americanas, por supuesto que sin aminorar el concepto evolutivo que dan su personalidad y el con­tacto de las otras culturas mexicanas.

Para terminar agregaré que, en posteriores visitas que efectué a El Chanal, una en 1949, en compañía del erudi­to maestro Aniceto Castellanos , y otras en 1963 y 1975, observé una progresiva desaparición de la construcción mencionada. Y no es justo que las autoridades federales o estatales, encargadas de salvaguardar los intereses de la patria, descuiden de tal manera la vigilancia, cuya es su obligación, ocasionando el saqueo descarado, cada vez en ascenso, de nuestro patrimonio arqueológico. Desconozco el estado en que se encuentra actualmente, ya que mi atención se ha dedicado a otros lugares colimenses; sólo en el recuerdo miro de reojo a ese antepasado nuestro que cada vez ha de ser más ruina. Y si, alguna vez, alguien se acuerda de él y hay posibilidades de reconstruirlo, el edificio entrará en la corriente de nuestro destino: falsi­ficado y estructura parchada.

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Esta edición consta de 2,000 ejemplares. Se terminó de imprimir en los Talleres do

Impresiones Editoriales, S.A. de C.V. Dr. M. Ugarte 155, Col. Doctores, México, D.F,

en agosto de 1983.