Comentario a Intervención Sobre La Trasferencia

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COMENTARIO A LA SEGUNDA MITAD DE INTERVENCIÓN SOBRE LA TRASFERENCIA Para continuar con la exposición sobre el texto Intervención sobre la transferencia de 1951, del que se trabajo ya la primera mitad, retomo ahora su lectura, partiendo de la pagina 109; a modo de recuento de lo trabajado en la clase anterior, presento una breve introducción. Tomando como punto de partida el hecho de que la experiencia analítica es ante todo una praxis llevada a cabo con los medios de la palabra, cuyo desarrollo se da en y por la comunicación verbal, es patente que se trata de una dimensión subjetiva irreductible a todo intento de objetivación, de una práctica que se desenvuelve en una <captura dialéctica del sentido>, en la que se pone en juego la intención de un sujeto que se manifiesta a otro, quién se manifiesta a su vez por medio de intervenciones que debido a su estatuto en tal dispositivo deben tomar la categoría de interpretaciones, que apuntan a rastrear la verdad alrededor de la cual gravita todo ese fenómeno de sentido que es el discurso asociado con libertad, y que como todo fenómeno de sentido, sólo un sujeto puede comprender; no es factible aún que en un intento por introducir a la praxis psicoanalítica en la dimensión imperante de la ciencia positiva y objetiva, sea reemplazado el analista, elemento subjetivo que asegura la contaminación de los datos aportados por el paciente, lastre denominado como contra-trasferencia, que pone en cuestión el ideal de neutralidad analítica, exigible para todo analista pero cuestionable como garantía de asepsia y objetividad.

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El método freudiano consiste en una serie de inversiones dialécticas que dan cuenta de la escisión entre el sujeto de los enunciados que asocia con libertad y el sujeto de la enunciación que asume una posición reveladora del deseo y de las satisfacción que acompaña como fundamento escamoteado todo quehacer enunciativo.

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COMENTARIO A LA SEGUNDA MITAD DE INTERVENCIÓN SOBRE LA TRASFERENCIA

Para continuar con la exposición sobre el texto Intervención sobre la transferencia de 1951, del que se trabajo ya la primera mitad, retomo ahora su lectura, partiendo de la pagina 109; a modo de recuento de lo trabajado en la clase anterior, presento una breve introducción.

Tomando como punto de partida el hecho de que la experiencia analítica es ante todo una praxis llevada a cabo con los medios de la palabra, cuyo desarrollo se da en y por la comunicación verbal, es patente que se trata de una dimensión subjetiva irreductible a todo intento de objetivación, de una práctica que se desenvuelve en una <captura dialéctica del sentido>, en la que se pone en juego la intención de un sujeto que se manifiesta a otro, quién se manifiesta a su vez por medio de intervenciones que debido a su estatuto en tal dispositivo deben tomar la categoría de interpretaciones, que apuntan a rastrear la verdad alrededor de la cual gravita todo ese fenómeno de sentido que es el discurso asociado con libertad, y que como todo fenómeno de sentido, sólo un sujeto puede comprender; no es factible aún que en un intento por introducir a la praxis psicoanalítica en la dimensión imperante de la ciencia positiva y objetiva, sea reemplazado el analista, elemento subjetivo que asegura la contaminación de los datos aportados por el paciente, lastre denominado como contra-trasferencia, que pone en cuestión el ideal de neutralidad analítica, exigible para todo analista pero cuestionable como garantía de asepsia y objetividad.

Luego de comentar el caso Dora, a partir de dilucidar el método Freudiano como consistente en una serie de inversiones dialécticas, (podría decirse también que hay reversiones, conversiones, y versiones), tres inversiones para ser más precisos, concatenadas con tres momentos de desarrollo de la verdad, desarrollos que son producto de cada intervención que apunta a invertir la posición subjetiva ante los objetos, que le sirven con su función de satisfacción; Lacan se detiene en la tercera inversión dialéctica, la que daría (condicional) el valor real del objeto que es la señora K para Dora, no un individuo sino el misterio de su propia femineidad corporal, pues es precisamente allí donde el progreso de la verdad encuentra un obstáculo infranqueable, allí donde se habría podido realizar una cuarta inversión dialéctica, que apuntara a la moción de amor ginecofilica, evidenciando que bajo la apariencia de la manía de venganza se escondía la corriente opuesta.

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Es que si el concepto de la exposición del caso es idéntico al progreso del sujeto, así lo es también este comentario que luego de llegar al escollo, pasa a realizar una escansión de las fallas en la intervención de Freud, pues en este caso el progreso hacia la revelación de la verdad se ha detenido, estancando la realidad de la cura, lo que culmina con un pasaje al acto en el que Dora se desprende del dispositivo vengándose de Freud.

En primer lugar, destaca el estatuto sobresaliente de la pulsión oral en Dora, que encuentra su tipo en la escena más antigua que puede evocar, en la que Dora aún infans se chupa el pulgar izquierdo, recuerdo que proporciona la matriz imaginaria que amoldará toda situación posterior encuadrándola en el automatismo de repetición; Freud redirige la afonía de Dora a una moción inconsciente de Fellatio dirigida al señor K, mientras que Lacan se sorprende por esta interpretación freudiana pues señala que se trata más bien de un violento llamado de la pulsión erótica oral cuando se encuentra a solas con la señora k.

¿Cuál sería el cuarto desarrollo de la verdad?

Toda la segunda parte de este texto gira alrededor del hecho de que las manifestaciones sintomáticas de Dora gravitan en torno al reconocimiento de su femeneidad, a la toma de una posición subjetiva con respecto a la sexualidad, reconocimiento y posicionamiento que quedan en suspenso en Dora y alimentan las formaciones inconscientes que la enferman.

Se trata de una asunción de su propio cuerpo, a falta de la cual se aviene a la fragmentación funcional que deriva en los síntomas de conversión; en este caso la estructura histérica se condensa en la pregunta por el sexo ¿hombre o mujer?, se trata de que la respuesta produciría el acceso a su femineidad, que hasta el momento ha permanecido estancada en la imago paterna a partir de la alienación primordial, que se reproduce ahora en la identificación al señor K y a Freud, con su consecuente agresividad, correlato constante de la alienación narcisista.

Si la transferencia se califica con el valor de positiva o negativa, habría que precisar que es siempre hibrida, ya que las imagos de las que parte la dialéctica de las identificaciones, son siempre edípicas, y refieren a un segundo momento lógico de resolución por medio de la identificación con el progenitor rival, que permite trascender la agresividad constitucional <deseo lo que deseas> .

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Puede decirse que hay un fenómeno de precipitación en Freud, pues ve el alivio en la resolución amorosa, en el homenaje saludable para Dora que le hace el señor K al ofrecerle su amor como manifestación de deseo, “si no hubiera hecho caso de este primer <no> y hubiera seguido su cortejo> p. 96;

Pero Lacan señala que este desenlace era posible sólo en un segundo tiempo, luego de que Dora “hubiese agotado el sentido de lo que buscaba en la señora K.”

El problema de fondo para Dora, como para toda mujer es aceptarse como objeto del deseo del hombre, entretanto, mientras no se da ese acceso, acaece el fenómeno de la idolatría, hacia la otra mujer, la madona y la señora K para Dora.

La tercera inversión dialéctica habría tenido que dirigirse hacia el reconocimiento de lo significaba la señora K, abriendo así las vías para el reconocimiento del objeto viril.

ENTRE DOS FALLAS

Freud atribuye su falla, fatal para el tratamiento a un error en su manejo de la trasferencia, pues pospuso su interpretación de la misma, pensando que aún tenía mucho tiempo, cuando en realidad sólo quedaban dos horas.

Pero 23 años después, en la nota a pie de página 7 del epílogo, acentúa el hecho de que siempre que debe individualizar la importancia de la corriente homosexual se queda atascado y confundido.

Ante estas dos fallas, ¿Cuál se revela como la fundamental?; Lacan toma partido por las dos y señala que el desconcierto que interfería en la actuación interpretativa de Freud cuando se trataba de la tendencia homosexual debe atribuirse a un prejuicio: que podría expresarse así: “como el hilo es para la aguja, la muchacha es para el muchacho”, prejuicio que se remonta hasta la teorización del complejo de Edipo, en la que Freud toma por natural y no por normativa la prevalencia del personaje paterno ¿y no lo hace también Lacan al desarrollar su teoría sobre el nombre del padre?

Freud siente simpatía por el señor K, ese hombre aún joven y de agradable apariencia que le remitió al padre de Dora, y esto lo lleva a continuar soñando con una victoria del amor, luego de que ya ha fracasado el tratamiento.

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“Es por haberse puesto un poco excesivamente en el lugar del señor K… por lo que Freud esta vez no logro conmover al Aqueronte”, a sabiendas del peligro que implica convocar a los más malignos demonios que moran en el pecho humano, es cegado por los suyos propios, pues en razón de su identificación al señor K y de sus prejuicios victorianos, vuelve insidiosamente sobre el amor que el señor K inspiraría a Dora, y al modo de <con cara gano yo y con sello pierde ud> interpreta todas las respuestas de Dora en el sentido de la confesión de esta moción amorosa que el supone es la piedra angular del caso.

Luego de realizar una construcción en el análisis del segundo sueño que deja satisfecho a Freud en términos de haber acorralado a Dora en cuanto a su amor por el señor K, esta le responde con desdén: ¿acaso ha salido mucho?

A continuación Lacan señala que en la causa, en el desencadenamiento de toda la situación cuadrangular y un poco teatral que ha llevado a Dora a enfermarse y a ser reconocida como enferma; ésta es la escena en el Lago, cuando Dora le da una bofetada al señor K luego de escucharlo decir sobre la señora k <Ella no significa nada para mi>, entonces ¿que significa ud para mí?

Allí cae la ficción cuadrangular, se rompe el hechizo que le permitía a Dora esperar una respuesta por parte de la señora K a la pregunta por lo femenino.

Se detiene así el proceso dialéctico en la búsqueda de la revelación de la verdad y Dora debe afirmar su yo en otra posición subjetiva que le permita una ligera sedación de sus síntomas.

¿QUE ES TRANSFERENCIA?

Puede decirse que así como el estilo es el hombre, la clínica es el analista; de modo que así como hay el inconsciente de Freud y el de Lacan, hay también la clínica de Freud, de Lacan, de Soller, de Miller, etc…

Ya finalizando el texto se pregunta Lacan si no podría pensarse que la transferencia es por entero relativa a esa entidad llamada contra-trasferencia que se define como la suma de los prejuicios, de las pasiones, de las dificultades, de la insuficiente información del analista en determinado momento del proceso dialéctico; es que según las intenciones del analista transparenten las motivaciones ocultas tras sus construcciones e interpretaciones, el paciente “responde” a nivel de su inconsciente con su contra-trasferencia evidenciando el error del direccionamiento.

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Fenómeno que por no pasar siempre por la palabra, se actúa: acting out o pasaje al acto, que está ahí para denunciar un error del analista; sucede también que el paciente niegue el direccionamiento interpretativo que toma el analista respecto a un tema particular y que no sea esta negación tan sólo una confesión al modo de <esto que no es, es en realidad>, como fue el caso de Dora, quien informaba a Freud sobre la dirección errada.

“La trasferencia no es nada real en el sujeto, sino la aparición, en un momento de estancamiento de la dialéctica analítica, de los modos permanentes según los cuales constituye sus objetos”, el estancamiento en este caso, revela una terquedad de Freud en su direccionamiento de la cura y un prejuicio sobre la sexualidad que lo lleva al desconcierto y al desacierto en su arte interpretativa; los modos permanentes de constitución de sus objetos en función de su satisfacción, reflejan la forma de la matriz imaginaria en la que se vierten todas las situaciones del devenir azaroso en el determinismo del automatismo de repetición, convirtiendo al incierto <será> en un seguro <habrá sido>.

La transferencia toma su sentido del momento dialéctico en que se produce y no de una propiedad misteriosa de la afectividad, de modo que aunque se delate bajo la forma de una emoción, como las ansías de venganza, se fundamenta en el registro simbólico, en el que una significación inconsciente para el paciente, por la represión y velada para el analista, por sus prejuicios, esfuerza por expresarse en acto.

Podría pensarse que el acting out es una de las formas de la trasferencia, que tiene por función denunciar los errores del analista, sólo que al no pasar por el registro simbólico y la intención conciente, pasa directamente al acto como una escenificación y una interpretación del inconsciente; dos manifestaciones que dan cuenta de la palabra del síntoma en el caso del consciente y del discurso analítico en el caso del inconsciente.