Comentario: Nada de Carmen Laforet

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Andreea Roșu Comentario fragmento de Nada Me compensaba el trabajo que me llegaba a costar poder ir limpia a la Universidad, y sobre todo parecerlo junto al aspecto confortable de mis compañeros. Aquella tristeza de recose los guantes, de lavar mis blusas en el agua turbia y helada del lavadero de la galería con el mismo trozo de jabón que Antonia empleaba para fregar sus cacerolas y que por las mañanas raspaba mi cuerpo bajo la ducha fría. (...) De todas maneras, yo misma, Andrea, estaba viviendo entre las sombras y las pasiones que me rodeaban. A veces llegaba a dudarlo. Aquella misma tarde había sido la fiesta de Pons. Durante cinco días había yo intentado almacenar ilusiones para esa escapatoria de mi vida corriente. Hasta entonces me había sido fácil dar la espalda a lo que quedaba atrás, pensar en emprender una vida nueva a cada instante. Y aquel día yo había sentido como un presentimiento de otros horizontes. Mi amigo me había telefoneado por la mañana y su voz me llenó de ternura por él. El sentimiento de ser esperada y querida me hacía despertar mil instintos de mujer; una emoción como de triunfo, un deseo de ser alabada, admirada, de sentirme como la Cenicienta del cuento, princesa por unas horas, después de un largo incógnito. Me acordaba de un sueño que se había repetido muchas veces en mi infancia, cuando yo era una niña cetrina y delgaducha, de esas a quienes las visitas nunca alaban por lin- das y para cuyos padres hay consuelos reticentes. Esas palabras que los niños, jugando al parecer absortos y ajenos a la conversación, recogen ávidamente: «Cuando crezca, seguramente tendrá un tipo bonito», «Los niños dan muchas sorpresas al crecer»... Dormida, yo me veía corriendo, tropezando, y al golpe sentía que algo se desprendía de mí, como un vestido o una crisálida que se rompe y cae arrugada a los pies. Veía los ojos asombrados de las gentes. Al correr al espejo, contemplaba, temblorosa de emoción, mi transformación asombrosa en una rubia princesa —precisamente rubia, como describían los cuentos—, inmediatamente dotada, por gracia de la belleza, con los atributos de dulzura, encanto y bondad, y el maravilloso de esparcir generosamente mis sonrisas… Esta fábula, tan repetida en mis noches infantiles, me hacía sonreír, cuando con las manos un poco temblorosas trataba de peinarme con esmero y de que apareciera bonito mi traje menos viejo, cuidadosamente planchado para la fiesta. «Tal vez —pensaba yo un poco ruborizada— ha llegado hoy ese día.» " El fragmento es de Carmen Laforet i pertenece al décimo octavo capitulo de su libro, Nada, publicado el año 1944. Carmen Laforet nació el 6 de septiembre de 1921 en España. Se trasladó a Canarias con su familia cuando contaba dos años de edad. A los 18 regresó a Barcelona para estudiar Filosofía, Letras y Derecho, sin llegar a terminar. Tres años más tarde se va a vivir a Madrid donde contrae matrimonio. Ganó con 23 años la primera edición del Premio Nadal con su novela Nada. Obtuvo un enorme éxito de público y de crítica, que culminó en 1948 con el premio Fastenrath de la RAE. Continuó su obra

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Andreea Roșu

Comentario fragmento de Nada

Me compensaba el trabajo que me llegaba a costar poder ir limpia a la Universidad, y sobre todo parecerlo junto al aspecto confortable de mis compañeros. Aquella tristeza de recose los guantes, de lavar mis blusas en el agua turbia y helada del lavadero de la galería con el mismo trozo de jabón que Antonia empleaba para fregar sus cacerolas y que por las mañanas raspaba mi cuerpo bajo la ducha fría. (...)De todas maneras, yo misma, Andrea, estaba viviendo entre las sombras y las pasiones que me rodeaban. A veces llegaba a dudarlo.Aquella misma tarde había sido la fiesta de Pons. Durante cinco días había yo intentado almacenar ilusiones para esa escapatoria de mi vida corriente. Hasta entonces me había sido fácil dar la espalda a lo que quedaba atrás, pensar en emprender una vida nueva a cada instante. Y aquel día yo había sentido como un presentimiento de otros horizontes.Mi amigo me había telefoneado por la mañana y su voz me llenó de ternura por él. El sentimiento de ser esperada y querida me hacía despertar mil instintos de mujer; una emoción como de triunfo, un deseo de ser alabada, admirada, de sentirme como la Cenicienta del cuento, princesa por unas horas, después de un largo incógnito. Me acordaba de un sueño que se había repetido muchas veces en mi infancia, cuando yo era una niña cetrina y delgaducha, de esas a quienes las visitas nunca alaban por lin- das y para cuyos padres hay consuelos reticentes.Esas palabras que los niños, jugando al parecer absortos y ajenos a la conversación, recogen ávidamente: «Cuando crezca, seguramente tendrá un tipo bonito», «Los niños dan muchas sorpresas al crecer»... Dormida, yo me veía corriendo, tropezando, y al golpe sentía que algo se desprendía de mí, como un vestido o una crisálida que se rompe y cae arrugada a los pies. Veía los ojos asombrados de las gentes. Al correr al espejo, contemplaba, temblorosa de emoción, mi transformación asombrosa en una rubia princesa —precisamente rubia, como describían los cuentos—, inmediatamente dotada, por gracia de la belleza, con los atributos de dulzura, encanto y bondad, y el maravilloso de esparcir generosamente mis sonrisas… Esta fábula, tan repetida en mis noches infantiles, me hacía sonreír, cuando con las manos un poco temblorosas trataba de peinarme con esmero y de que apareciera bonito mi traje menos viejo, cuidadosamente planchado para la fiesta. «Tal vez —pensaba yo un poco ruborizada— ha llegado hoy ese día.» "

El fragmento es de Carmen Laforet i pertenece al décimo octavo capitulo de su libro, Nada, publicado el año 1944.Carmen Laforet nació el 6 de septiembre de 1921 en España. Se trasladó a Canarias con su familia cuando contaba dos años de edad. A los 18 regresó a Barcelona para estudiar Filosofía, Letras y Derecho, sin llegar a terminar. Tres años más tarde se va a vivir a Madrid donde contrae matrimonio. Ganó con 23 años la primera edición del Premio Nadal con su novela Nada. Obtuvo un enorme éxito de público y de crítica, que culminó en 1948 con el premio Fastenrath de la RAE. Continuó su obra narrativa con varias novelas, cuentos y relatos cortos. Falleció en Madrid el 29 de febrero de 2004.

En este fragmento Andreea nos muestra su preocupación por su imagen y lo feliz que se siente al recibir la llamada de su amigo.

Al principio del fragmento nos muestra su deseo de ir limpia, como sus amigos, a la Universidad, y los esfuerzos que hace por mantener su ropa en buen estado. Esa misma tarde es la fiesta de Pons y ella nos cuenta lo feliz que le hace la llamada de su amigo y los sentimientos que experimenta. Después de esto recuerda un viejo sueño suyo en el que se convertía en el prototipo ideal de princesa. Al despertar del recuerdo sigue preparándose para la fiesta.

Los acontecimientos, en este fragmento se muestran de una forma bastante exabrupta, ya que no tiene una presentación, un nudo y un desenlace.

El narrador presente en este texto es interno omnisciente, y nos cuenta los hechos en primera persona singular.

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Andreea Roșu

No se puede llegar a saber el tiempo narrativo de este fragmento, ya que no nos da muchas pistas, solo se que las cosas pasan en un mismo día aunque haga alusiones al pasado y que es entre mañana y noche, ya que al principio nos dice: Aquella misma tarde había sido al fiesta de Pons y después: Mi amigo me había telefoneado por la mañana... También hay alusiones al pasado gracias a los recuerdos que ella tiene de cuando era pequeña.

El periodo de la historia en el que se basan los hechos es la postguerra. Los espacios presentes en el fragmento pueden ser divididos en:

abiertos: fiesta de Pons, cerrados: la casa de su recuerdo, la casa en la que vive ahora mismoy también se pueden dividir en : realistas: la casa en la que vive simbólicos: la fiesta de Pons (escapatoria), la casa en la que vivía (dulces recuerdos)

En este fragmento no hay muchos personajes, al principio solo nos nombra a Antonia, que por lo que nos cuenta, es una señora que lava las cacerolas con el mismo jabón que emplea ella para lavarse y lavar su ropa. Luego nos nombra a Pons, amigo suyo cuya fiesta fue esa misma tarde y que le llamo a Andreea por la mañana. Todos ellos son personajes secundarios redondos. Como personaje principal tenemos a Andreea, ella es la protagonista del fragmento y también es un personaje redondo.Hay mucho que comentar sobre el estilo de este fragmento, empezare por el vocabulario que es sencillo, en un castellano estándar. Hay frases coloquiales (ej. dar la espalda a lo que quedaba…), utiliza incisos ( ej. línea 29: Tal vez – pensaba yo un poco ruborizada – ha llegado hoy ese día. y – precisamente rubia como describían los cuentos– de la línea 24 ), también utiliza estilo directo ( ej. línea 20: ‘’Cuando crezca, seguramente tendrá un tipo bonito’’ y ‘’Los niños den muchas sorpresas al crecer’’), y pares de palabras , la mayoría bimembraciones, como los de la línea 14: esperada y querida, los de la línea 15: alabada, admirada, los de la línea 17: cetrina y delgaducha, y de la línea 19: absortos y ajenos. En el léxico predominan los adjetivos, tanto positivos (ej. esperada y querida, alabada, admirada) como los negativos (ej. cetrina y delgaducha, absortos y ajenos). La mayoría de las oraciones presentes en el fragmento son oraciones largas.

Al apartado de recursos literarios también hay mucho que comentar. En la segunda línea hay una metáfora, emplea la palabra confortable cuando ella quiere decir que su presencia es limpia, en la séptima línea lay otra metáfora , emplea las palabras sombras y pasiones para hacer referencia al sentimiento de tristeza y otras emociones, en la línea 10 hay otra metáfora de la palabra almacenar, ya que las ilusiones no se pueden almacenar, en la line a 14 hay un hipérbole de las frase mil instintos de mujer ya que exagera mucho seguida por dos símiles: emoción como de triunfo, y, sentirme como la Cenicienta del cuento, en la línea 18 hay una personificación de la palabra consuelo (consuelos reticentes) ya que se emplea una característica de un ser animado a una cosa inanimada, en la línea 21 hay una enumeración: dormida, yo me veía corriendo, tropezando, y seguido hay un símil: al golpe sentía que algo se desprendía de mí, como un vestido o una crisálida que se rompe y cae arrugada a los pies, en la línea 24 hay un epíteto ya que las princesas siempre son rubias, no hace falta especificar (rubia princesa) y finalmente en la línea 15 hay una enumeración: dulzura encanto y bondad seguida por una metáfora en la que emplea la frase: esparcir generosamente mis sonrisas para decir que sonreía a todo el mundo.

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Andreea Roșu

Este fragmento nos muestra lo muy trabajada que esta la obra de Carmen Laforet y lo mucho que significa cada palabra que utiliza, obra que se muestra compleja pero a la vez entretenida y cautivante.