Comentario Resuelto Juan Ramón Jiménez 1

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Pilar Mármol Jiménez. 2º Bachillerato 1 JUAN RAMÓN JIMÉNEZ. COMENTARIO DE TEXTO RESUELTO 1. ¡Intelijencia, dame el nombre exacto de las cosas! …Que mi palabra sea la cosa misma, 5 creada por mi alma nuevamente. que por mí vayan todos los que no las conocen, a las cosas; que por mí vayan todos los que ya las olvidan, a las cosas; 10 que por mí vayan todos los mismos que las aman, a las cosas… ¡Inteligencia, dame el nombre exacto, y tuyo, y suyo, y mío, de las cosas! Juan Ramón Jiménez (Eternidades, 1918) 1. Organización de las ideas: Este poema tiene una estructura externa de catorce versos dispuestos en verso libre que se pueden dividir en su estructura interna en tres partes que contienen la idea principal y las distintas ideas secundarias que la apoyan. I. Invocación inicial (versos 1-2): el poeta le pide a la inteligencia el poder conocer exactamente la realidad. Esta es la idea principal. II. Enumeración de peticiones relacionadas con la invocación primera (versos 3-11) II.1. Petición 1: que mi palabra sea la cosa misma. (3-5) II.2. Petición 2: que los ignorantes conozcan las cosas a través de mí. (6-7) II.3. Petición 3: que los olvidadizos conozcan las cosas a través de mí. (8-9) II.4. Petición 4: que los que aman las cosas las conozcan a través de mí (10-11) III. Reafirmación más intensa de la súplica inicial (versos 12-14): Juan Ramón vuelve a la idea principal recalcándola: es el anhelo de alcanzar la verdad absoluta. Puede observarse que el texto parte de una idea general (una petición general) que luego se particulariza en diversas peticiones concretas para, finalmente, sintetizarse en una reafirmación de la idea general inicial. Por lo tanto, podríamos decir que el texto presenta una estructura encuadrada. 2. Tema y resumen: Tema: El deseo de captar a través de la inteligencia la esencia de la realidad. Resumen: El poema es una invocación a la inteligencia para que le permita nombrar o, lo que es lo mismo, conocer la esencia de la realidad. Ello va unido al anhelo o la ambición de que su poesía permita a todos ahondar en la visión de las cosas y descubrir lo más auténtico o esencial de la realidad.

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Pilar Mármol Jiménez. 2º Bachillerato 1

JUAN RAMÓN JIMÉNEZ. COMENTARIO DE TEXTO RESUELTO 1.

¡Intelijencia, dame

el nombre exacto de las cosas!

…Que mi palabra sea

la cosa misma,

5 creada por mi alma nuevamente.

que por mí vayan todos

los que no las conocen, a las cosas;

que por mí vayan todos

los que ya las olvidan, a las cosas;

10 que por mí vayan todos

los mismos que las aman, a las cosas…

¡Inteligencia, dame

el nombre exacto, y tuyo,

y suyo, y mío, de las cosas!

Juan Ramón Jiménez (Eternidades, 1918)

1. Organización de las ideas:

Este poema tiene una estructura externa de catorce versos dispuestos en verso libre que se

pueden dividir en su estructura interna en tres partes que contienen la idea principal y las

distintas ideas secundarias que la apoyan.

I. Invocación inicial (versos 1-2): el poeta le pide a la inteligencia el poder conocer

exactamente la realidad. Esta es la idea principal.

II. Enumeración de peticiones relacionadas con la invocación primera (versos 3-11)

II.1. Petición 1: que mi palabra sea la cosa misma. (3-5)

II.2. Petición 2: que los ignorantes conozcan las cosas a través de mí. (6-7)

II.3. Petición 3: que los olvidadizos conozcan las cosas a través de mí. (8-9)

II.4. Petición 4: que los que aman las cosas las conozcan a través de mí (10-11)

III. Reafirmación más intensa de la súplica inicial (versos 12-14): Juan Ramón vuelve a la

idea principal recalcándola: es el anhelo de alcanzar la verdad absoluta.

Puede observarse que el texto parte de una idea general (una petición general) que luego

se particulariza en diversas peticiones concretas para, finalmente, sintetizarse en una

reafirmación de la idea general inicial. Por lo tanto, podríamos decir que el texto presenta una

estructura encuadrada.

2. Tema y resumen:

Tema: El deseo de captar a través de la inteligencia la esencia de la realidad.

Resumen: El poema es una invocación a la inteligencia para que le permita nombrar o, lo

que es lo mismo, conocer la esencia de la realidad. Ello va unido al anhelo o la ambición de que

su poesía permita a todos ahondar en la visión de las cosas y descubrir lo más auténtico o

esencial de la realidad.

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3. Comentario crítico:

Se trata de un poema del libro Eternidades de Juan Ramón Jiménez publicado en 1916-17.

Estamos ya, por tanto, en la tercera etapa de su obra, la conocida como “Poesía desnuda”,

aunque bien es sabido que Juan Ramón Jiménez reflexiona mucho sobre su obra y la clasificó de

diversos modos en distintos momentos de su vida. En este sentido hay que recordar que lo que

escribió entre 1916 y 1923 también lo llamó “Época intelectual” en una de sus clasificaciones.

En cualquier caso, este poema se inscribe en ese giro que da la poesía de Juan Ramón Jiménez

tras un libro fundamental Diario de un poeta recién casado publicado en 1916. En este nuevo

rumbo tuvo mucho que ver su lectura de poetas en lengua inglesa (Yeats, Tagore...), lectura en la

que suele decirse que pudo influir su propia esposa, Zenobia Camprobí.

La poesía de Juan Ramón Jiménez adoptó un tono más intelectual, conceptista y abstracto.

En realidad, no puede decirse que dejara de ser modernista (toda su vida creyó serlo) o que

abandonara el simbolismo, que era su principal fuente de inspiración poética y, en sentido

profundo, la raíz de su visión del mundo. Lo que hizo fue depurarlo, convertirlo en un

simbolismo abstracto que se concentra en la temática metafísica y epistemológica asociada a la

tarea del artista, a su misión en el mundo. Juan Ramón Jiménez siempre consideró que toda la

literatura que iba desde las últimas décadas del siglo XIX hasta el final de su vida, formaba parte

de un mismo movimiento (antiburgués y antirrealista) que él siempre llamó Modernismo. En sus

propias palabras: “Un gran movimiento de entusiasmo y libertad por la belleza”.

Lo primero que llama la atención del texto es su tono, que lo asemeja a un poema religioso, a

una oración. En efecto, el poeta le pide a la inteligencia, como si ésta fuese un dios, el poder de

conocer la realidad en su esencia. Juan Ramón habla de que su palabra sea la cosa misma

“creada por su alma nuevamente”, es decir, a través de la palabra, el poeta “descubrirá” la

realidad más profunda de las cosas, como vistas por primera vez. Y hasta podríamos decir que

hay en Juan Ramón un anhelo casi divino de creación. Pero, además, el poeta no se contenta con

“descubrir” la esencia de las cosas: quisiera ser como un profeta que descubriera a los hombres

las verdades más profundas; quiere comunicárselas a sus lectores, a “todos” (a los ignorantes, a

los olvidadizos, a los amantes de las cosas)… Este tono religioso hay que relacionarlo con ese

extraño misticismo que el poeta va adquiriendo a medida que va avanzando en su trayectoria

poética, “poesía desnuda o intelectual”, en la que su estilo se va simplificando, pero sus temas se

van haciendo cada vez más abstractos y metafísicos y no en pocas ocasiones, cercanos a un

extraño misticismo que apunta ya en este poema.

Esto mismo nos permite comprobar que la postura fundamental de Juan Ramón Jiménez no

cambió en esta etapa, ni cambiaría nunca, y que con razón se refería a él a su quehacer poético

como una “obra en marcha”, un proyecto artístico que evolucionaba pero que en lo básico fue

desde muy pronto el mismo, tenía el mismo objetivo. También hay que recordar aquí el

componente krausista de este concepto, pues Juan Ramón integró fácilmente en su pensamiento

la idea de que la vida del hombre era un proyecto en marcha cuya realización plena no se

alcanzaba hasta el fin de la misma. Y ese objetivo no es otro que el propósito inicial de los

modernistas. Los modernistas, como los simbolistas o los románticos, concedieron a la literatura

un papel eminente sobre las demás vías de conocimiento del hombre.

El poeta tiene un papel especial en el mundo, porque es un individuo dotado de una especial

sensibilidad (hay, incluso, un fondo darwinista en esta línea de pensamiento poético) que le

permite ponerse en contacto con ese espíritu universal. Aquí se ve también cómo Juan Ramón

Jiménez continúa una tradición modernista, simbolista y romántica (recordemos el verso de

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Rubén Darío: “¡Torres de Dios, poetas!), cuya última raíz en nuestra cultura está en Platón y su

consideración de los poetas como médiums de los dioses.

Juan Ramón no se ve a sí mismo encerrado en una torre de marfil -en contra del reproche que

le hicieron algunos autores la Generación del 27-, sino que cree ciegamente que la tarea del poeta

es un bien común, pues lo que su especial sensibilidad logra captar permitirá a los demás

comunicarse también con la auténtica realidad espiritual del mundo. Como hemos ido

explicando, Juan Ramón cree que la poesía proporciona un conocimiento de carácter universal,

no es simplemente una placentera ocupación egoísta de un artista embelesado en sí mismo. La

poesía es comunicación de la verdad ideal a los demás.

Las ideas que el texto expone, aunque sencillas, pretenden ser una especie de “Ars poética”:

Juan Ramón reflexiona sobre lo que es un poema; por lo tanto, está haciendo “metapoesía”, es

decir, poesía sobre lo que debe ser la poesía. En esta reflexión sobre la poesía resaltan varias

ideas:

a) La palabra (poesía) debe ser la cosa misma. Con ello, Juan Ramón se sitúa en una

línea de pensamiento según la cual conocer las cosas es nombrarlas. Dicho de otro manera:

nos apropiamos de la realidad mediante la palabra, de tal modo que el conocimiento va unido al

desarrollo del lenguaje y el ahondar en la realidad es inseparable del enriquecimiento (o la

exactitud) del lenguaje. De ahí que el poeta hable de la identificación entre la palabra y la cosa.

Casi por la misma época Unamuno lo dijo así:

“Pretendes desentrañar

Las cosas, pues desentraña

Las palabras, que el nombrar

Es del existir la entraña”.

b) A través de la palabra (poesía), el poeta “descubrirá” la realidad más profunda de las

cosas, como vistas por primera vez. Hay aquí una afirmación del poder creador de la poesía,

que nos permitiría ver la realidad con ojos nuevos (es lo que el filósofo Heidegger llamará la

“fundación de la realidad” por la palabra poética). Y, sin acudir a la cita de filósofos, es fácil

comprender y compartir la idea de que la poesía, el uso literario del lenguaje, en definitiva nos

hace “ver la realidad con otros ojos”, pues el lenguaje literario cumple una función de

“extrañamiento” con respecto al lenguaje habitual.

c) En esta concepción de la poesía juanramoniana, resulta curiosa la exaltación que hace

del significado denotativo: la poesía debe mostrar un significado común de las cosas para

todas las personas (el nombre exacto, y tuyo, / y suyo, y mío, de las cosas), cuando una de las

características principales del lenguaje poético es el carácter connotativo de su vocabulario, las

sugerencias que entraña y la multisignificatividad de los mensajes.

En cuanto al estilo, se puede señalar que se observa el característico conceptismo y el

tono abstracto de esta época. Se aprecia que Juan Ramón ha dejado atrás las notas sensoriales o

descriptivas que en algún momento de sus primeras etapas sí tuvieron presencia en sus obras.

Tampoco hay metáforas ni tropos en general. Estamos, en definitiva, ante un ejemplo de lo que

es esa “poesía desnuda”. Se observa que ha abandonado ya la estética sensual del modernismo,

pues las ideas de este texto muestran un predominio de lo intelectual frente al abuso sensorial

modernista. Juan Ramón quiere traspasar las apariencias sensibles que tan importantes eran en el

Modernismo (la luz, la música, las fragancias…) para calar en las esencias, pues tiene “sed de

conocimiento”.

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Por lo que se refiere a la métrica, lo más destacado de este poema es su combinación de

elementos tradicionales y novedosos. No responde exactamente a ningún tipo de estrofa de las

incluidas en el repertorio métrico tradicional. En cuanto al ritmo de cantidad, hay versos de

diferentes medidas, aunque predominan los heptasílabos y endecasílabos, repartidos sin ningún

orden concreto a lo largo del poema.

Pero, en definitiva, la libertad en el tratamiento de la métrica, sin buscar efectos

demasiado espectaculares ni perderse en grandes experimentaciones, hace también de este poema

una obra característica de esta etapa de Juan Ramón Jiménez.

Desde una perspectiva más amplia, esta poesía “pura” de Juan Ramón, sencilla y

complicada al mismo tiempo, nos hace pensar en el estilo artístico minimalista, tan actual, cuya

tendencia es utilizar los elementos mínimos y básicos, como colores puros, formas geométricas

simples, tejidos naturales, lenguaje sencillo…, es decir, una tendencia a reducir cualquier cosa a

lo esencial y despojarla de los elementos sobrantes. Juan Ramón y su poesía pura no están tan

alejados de nuestra actual manera de sentir el arte.