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Comisión naCional de los dereChos humanos

México, 2009

Bienvenidos al infiernodel seCuestro

TesTiMonios de MigranTes

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Primera edición: septiembre, 2009

isBn: 978-970-644-634-3

D. R. © Comisión nacionalde los derechos humanosPeriférico sur 3469,esquina luis Cabrera,Col. san Jerónimo lídice,C. P. 10200, méxico, d. f.

Portada:

flavio lópez alcocer

Impreso en México

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Contenido

PresenTación . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 11

TesTiMonio 1. “Bienvenidos” . . . . . . . . . . . . . . . . . . 15 tesTiMonio 2. “aquí no existe dios” . . . . . . . . . . . . 17TesTiMonio 3. “Carne para los perros” . . . . . . . . . . 21TesTiMonio 4. “los reportados” . . . . . . . . . . . . . . . . 23tesTiMonio 5. “¡Yo pasé hace tres meses y medio, y no vi nada de esto, nadita, nadita” . . . . . . . . . . . 27TesTiMonio 6. “¿Conoces a ese chavo de allá?” . . . . 31TesTiMonio 7. “¡Cómo no van a tener número!” . . . 37TesTiMonio 8. “Pensé que eran mis últimos días” . 43TesTiMonio 9. “a mí me secuestró la Policía” . . . . . 47tesTiMonio 10. “Yo lloraba como niña” . . . . . . . . . . 49TesTiMonio 11. “lo que uno hace es humillarse” . . 53TesTiMonio 12. “sólo escuchábamos los gritos de ellos y de las mujeres” . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 57TesTiMonio 13. “el maquinista está aliado con los Zetas” . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 59TesTiMonio 14. “los confirmados” . . . . . . . . . . . . . . 61TesTiMonio 15. 10 de mayo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 63

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TesTiMonio 16. “no sé si dios me amparo por este niño” . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 65TesTiMonio 17. “Ésta es tu bolsa negra si no pagas” . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 67TesTiMonio 18. “¡Pareja, pareja!” . . . . . . . . . . . . . . 71TesTiMonio 19. “la migra estaba con ellos” . . . . . . 73TesTiMonio 20. “te cuelgan con una cadena” . . . . . 77TesTiMonio 21. “lo tratan a uno peor que a un animal” . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 79TesTiMonio 22 “tenían ‘aK’, pura arma de esa grande que usa el ejército” . . . . . . . . . . . . . . . . . . 81TesTiMonio 23. “Como todos, intento una mejor vida” . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 85TesTiMonio 24. “Querían que trabajara con ellos” . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 87TesTiMonio 25. “van a ver que va a haber guerra” . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 91

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“Bienvenidos al infierno”,palabras de un secuestrador

a un grupo de migrantes al introducirlos a una casa de seguridad

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la Comisión nacional de los derechos humanos expresa su reconocimiento y gratitud a los migrantes que tuvie-ron el valor de proporcionarnos su testimonio y de auto-rizarnos para hacer pública su denuncia. deseamos que esta actitud contribuya a motivar la acción de las autori-dades y a la seguridad de todos los migrantes para que no sigan siendo víctimas de secuestro.

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PresentaCión

el 15 de junio de 2009, la Comisión nacional de los dere-chos humanos emitió el informe especial sobre Casos de secuestro de migrantes.

desde la difusión de ese informe hasta la publicación de la presente recopilación de testimonios de migrantes secuestrados han pasado 90 días. el drama continúa y las autoridades, con excepción de las que han partici pado en el rescate de migrantes secuestrados, siguen siendo omi-sas respecto de su obligación de brindar seguridad públi-ca y acceso a la justicia. en general, han permanecido es-táticas frente a la tragedia que representa el secuestro de miles de migrantes en méxico.

los 25 testimonios contenidos en esta publicación dan cuenta de ello, así como de la crueldad y la saña con la que se conducen los secuestradores.

de acuerdo con los testimonios, en muchos casos hay participación de servidores públicos, ya sean federales, estatales o municipales, y en la comisión de este delito están involucrados tanto mexicanos como extranjeros.

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mientras algunas autoridades se empeñan en detectar “inconsistencias” del informe de la Cndh y en buscar elementos para “demostrar” que el fenómeno del secues-tro de migrantes no es de la magnitud denunciada, los secuestradores siguen operando, privando de la libertad a los migrantes, acosándolos, humillándolos, golpeándo-los, torturándolos, mutilándolos, asesinándolos, violan-do a mujeres… y obteniendo ganancias ilícitas a costa del sufrimiento físico y psicológico de niñas, niños, muje-res y hombres migrantes.

la Comisión nacional de los derechos humanos tam-bién quisiera que no fuera cierto que la denuncia que consigna el informe no fuera más que una pesadilla, pero la realidad es implacable y nada se gana negándola.

en tanto que pareciera que para algunas autoridades es más importante defender su imagen que cumplir la ley y proteger los derechos humanos, los secuestros si-guen ocurriendo, todos los días, sin tregua, ante el esta-do de indefensión y gran vulnerabilidad en que se ha de-jado a los migrantes.

los testimonios que se incluyen en esta publicación y en el video que la acompaña, los cuales fueron recabados en diferentes partes del país en julio de 2009, revelan el grado de organización, complicidad y frecuencia con la que se llevan a cabo los secuestros de migrantes, la cruel-dad que impera en estos eventos, las violaciones a la in-tegridad física y psicológica de las víctimas y la impuni-dad que celebran los victimarios.

el secuestro de migrantes viola no sólo su derecho a la integridad personal y al trato humano, sino que, como lo revelan muchos testimonios, también violenta el derecho a la vida.

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Bienvenidos al infierno 13

Quizá alguien piense que los testimonios de los mi-grantes no son prueba suficiente o, más aún, que sus re-latos son producto de la invención, lo que supondría un improbable acuerdo entre cientos de personas proceden-tes de diversos países. ante la duda, la realidad seguirá imponiéndose: basta ir a los lugares de mayor concentra-ción y tránsito de migrantes, hablar con ellos, escuchar sus testimonios y constatar las huellas del trato al que han sido sometidos.

allí está la realidad, dolorosa, vergonzosa, contunden-te, muy por encima de la intención de negarla o minimi-zarla. Y éstas son sus voces.

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TesTiMonio 1

“Bienvenidos”

las amenazas empezaron en cuanto llegamos a Coatza-coalcos. Cuando nos estaban metiendo a la casa nos dije-ron: “¡Bienvenidos al infierno! y ¡los vamos a decapitar acá adentro!”

nos tuvieron casi un mes encerrados en esa casa. no teníamos comunicación, ni con los familiares, ni con na-die. después de un mes nos dicen: “les vamos a dar acce-so a llamadas a sus familiares para que sepan cuánto les cobramos por ustedes”.

así fue como me dijeron: “si no pagas 1,000 dólares le llamo a tus familiares para que te escuchen hablar por última vez”.

si le decías a tu familiar que ahí adentro te maltrata-ban, ahí mismo te rompían la cabeza.

a mí, por ejemplo, me golpearon dos veces. te golpea-ban, te daban cachetadas. Y es que ahí matan gente, de-lante de todos matan personas. ahí en esa casa, el otro día, mataron como a cinco. Yo lo vi. los mataron a puro golpe, con bates.

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aquí andan dos chavas que les gustaron a los maño-sos. ellas andan con sus trencitas bien bonitas y todo… Y estos hombres dijeron: “aquí hay mejor carne que afue-ra”. ellas se hicieron las enfermas de la menstruación para no salir. así se salvaron.

Yo vi cuando golpearon a los muchachos. los echaron al carro y se los llevaron a puro garrotazo, delante de toda la gente, y todo mundo se puso nervioso. ¡vieras cómo los agarraban!

una señora sólo decía: “¡mamá, mamá!” dos veces dijo “mamá”. entonces le dijeron: “¿Cómo mamá?”, y que le hacen “¡trás!”, y cayó la doña, bien aguadita al piso.

sí, la mataron y la echaron al carro. en la mañana traían el carro bien lleno de sangre, y el hombre dijo: “¡ven-gan a lavarme el carro, porque anoche hubo destazo!”

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TesTiMonio 2

“aquí no existe dios”

tengo amigos acá que han sido secuestrados, y por temor a no pasar por la investigación, y para irse pronto a su país, mejor han dicho que no, que no saben. “al que nos pregunte si nos secuestraron digámosle que no”.

ellos, gracias a dios, se escaparon, porque llegó la Po-licía, una Policía, creo que la Judicial. ellos fueron se-cuestrados por la mara salvatrucha, la ms; entonces, el tren iba a llevarlos a Coatzacoalcos, donde está la plaza de los mara en Coatzacoalcos. entonces la mara los en-trega a los Zetas, y los Zetas le dan comisión a la mara. sé que son de la mara porque andan tatuados, incluso dicen que traen tatuada las letras ms.

lamentablemente hay paisanos, también hay salva-doreños, también hay guatemaltecos, trabajando para el cártel de los Zetas. hay zetas que son salvadoreños, hay zetas que son guatemaltecos, que no les importa ver a un hombre llorar, sacarle los sesos. Cuando uno les habla de dios, nomás se enojan. “aquí no existe dios”, me dicen, “aquí existimos nada más nosotros”.

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18 coMisión nacional de los derechos huManos

Platicando con un amigo que logró escaparse de los Zetas, porque sí se puede, tienes que jugarte la vida, pero se puede. se escapa y llega a un puesto, y les dice a los fe-derales: “me secuestraron los Zetas”, y les dio las señas de la casa donde lo tuvieron y le contestan: “¡ah!, no te preocupes, nosotros te vamos a ayudar”. Y lo llevaron nuevamente ahí, con los Zetas.

entonces los Zetas le dijeron: “Para que aprendas, te vamos a cortar la mano, cabrón”, y sí se la cortaron. Y lo dejaron abandonado. llegó la Cruz roja y lo llevó al hos-pital, pero no hay investigación.

aquí, si usted ve un inmigrante muerto a la puerta de su casa, y usted va a denunciar, dicen “es un pinche muer-to”. Pero no hay declaraciones de quién es, cómo fue; nada más es un pinche muerto. un perro más. lo enterramos y asunto arreglado.

hay muchas personas, pero muchísimas, que han per-dido la vida aquí en méxico y no son investigadas.

uno dice: los secuestradores un día van a pagar, tal vez no con la ley territorial mexicana, con la ley divina van a pagar.

Pero están bien organizados, hacen turnos, traen a los nuevos en las noches. mandan 5,000, 3,000, 2,000 dóla-res, por cantidades, por 15 personas diariamente, y no hacen preguntas. ahí también se me hace que Western union, así como la autoridad federal y la migración, así trabaja también Western union. Porque ellos llevaban una lista de personas y las claves, y les decían: “mira, ésta es la clave de fulano, ésta es la clave de fulano”, y así. no sé, tal vez los Zetas que están ahí son trabajado-res de los denominados capos.

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Bienvenidos al infierno 19

ahora que me deporten voy a volver. sólo espero en dios que no me vuelva a topar con los Zetas, porque cuando estás ahí estás tocando el infierno con tus pro-pias manos.

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TesTiMonio 3

“Carne para los perros”

allá en mi país no hay trabajos; los trabajos que hay son muy baratos, y a uno, pues ya no le alcanza en la tienda. el tendero dice: “¿sabes qué?, págame, y si no me pagas ya no te fío”. Y a uno no le alcanza; que los hijos te piden escuela, te piden alimento, y tú te desesperas. Y dices: “no importa, puedo pasar por méxico y llegar a estados unidos, y allá de esclavo, limpiando baños e inodoros, voy a juntar una feria para mandarle a mis hijos, no im-porta el trabajo que sea”.

Yo desperté a las siete, y los tipos vinieron a las 12 del mediodía. fue ahí que hablaron ya conmigo; que de dón-de era, cómo me llamaba, los motivos por los que yo esta-ba ahí, los motivos por los que me habían golpeado. has-ta entonces me dieron agua.

en la noche tenía ganas de orinar. Yo me oriné en mi ropa, porque como no había pa dónde ni en dónde… en-tonces ellos se molestaron conmigo y dijeron: “no, ¿sabes qué cabrón?, ahora limpia aquí, pendejo, y te vamos a dar otra paliza”, y me golpearon de nuevo.

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22 coMisión nacional de los derechos huManos

entonces me tocó mi turno. estaban hablando con mi tía en estados unidos, y le dicen: “oiga señora, usted es tía de un muchacho que tenemos aquí; nosotros queremos 7,000 dólares por la vida de él; si usted no los manda, no-sotros lo vamos a matar y se lo vamos a mandar en bolsi-tas plásticas, descabezado y todo bien picado, y, ¿sabe qué?, nosotros somos del Cártel del Golfo, denominado los Zetas, de tampico, tamaulipas”, así lo dijo él, sin re-petir nada. Y vio que yo estaba nervioso.

mi tía lo único que reunió fueron cinco mil. “Bueno, por cinco mil, le vamos a perdonar la vida”, dijeron. reci-bieron la clave. así a otros compañeros, “la clave, la cla-ve”, decían. me enteré que a algunos, gracias a dios, por 3,000 dólares los soltaron.

hubo un chavo que les dijo: “Yo no tengo ningún fami-liar, no tengo nadie con quién me reporte, yo nada más voy por mi propio tren”. le dijeron: “no te preocupes, a ti nosotros no te vamos a matar”, y le enseñaron cómo ahí tienen unos perros bien grandotes.

los que cuidaban afuera, yo los miraba por la rendiji-ta, andaban bien armados. mejor que la Policía federal, súper armados, con chalecos antibalas y todo, incluso utilizando el slogan afi, slogan PfP, slogan inm.

entonces, le dijeron al chamaco: “Como hay perros ro-deando la casa, pues no te preocupes, porque ya no hay carne en la nevera para los perros”. el chavo se asustó. Pero no lo mataron ahí, lo sacaron. Y claro, los perros co-mían carne, pero no se sabe si era carne de caballo, de res, de cerdo o de humano.

de que los perros comían carne, comían carne. Y a no-sotros nos daban una comidita para tres días.

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TesTiMonio 4

“los reportados”

nos encontrábamos saliendo de tampico cuando nos agarraron, a mí y a mi hermano, migración y los federa-les. nos pidieron nuestros papeles en la caseta, ésa que hay en donde piden los papeles.

desde entonces ahí nos tuvieron, y como a aquello de la media noche nos fueron a dejar a una calle oscura. nos subieron a unos carros y nos llevaron a encerrar a una casa, y ahí nos tuvieron nueve días, hasta que pagaron por nosotros.

Pero a mi hermano lo golpearon. a mí me desnudaron. Pero no me violaron.

a mi hermano lo golpearon porque querían que les dié-ramos nuestros números de teléfono para pedir rescate por nosotros, así que mi hermano tuvo que dar un núme-ro y mi familia pagó, pero estuvimos nueve días.

nos bajaron del autobús y nos pusieron ahí en la case-tilla ésa, saliendo de tampico. ahí nos tuvieron en un ca-rro de los mismos federales. nos fueron a dejar a la calle oscura y nos metieron a una van blanca. nos llevaban agachados, nos quitaron nuestras pulseras, aritos, todo,

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y hasta los zapatos; llegamos descalzos. Y a mi hermano le pegaron.

ahí tenían como a 100 personas cuando nosotros llega-mos, y estaban violando a una muchacha enfrente de no-sotros. le pegaron y nadie hacía ni un ruido, de los tran-cazos que le daban; golpeaban a la gente con bates y a zapatadas.

mi hermano tenía un tatuaje, y cuando se lo vieron le di-jeron: “vamos a empezar contigo, puto”, y lo golpearon bas-tante, mientras le preguntaban los números. Y como él no quería darlos, lo seguían golpeando y preguntando quién era nuestro guía o si veníamos solos. Y no lo soltaron hasta que pagó 1,500 por cada uno, 1,500 dólares.

entonces nos llevaron a un autobús, que se llama transpaís, y nos pusieron otros nombres; a mí me pusie-ron Carmen rebollosa, y cuando íbamos pasando en el autobús, ahí de vuelta por la caseta que está saliendo de tampico, ya estábamos reportados con los Zetas.

reportaron que nosotros veníamos en el asiento 25 y 26, y en la otra caseta, entrando a reynosa, también ya estábamos reportados. la Policía y ellos trabajan juntos.

Yo sé que ya estábamos reportados, porque ellos nos lo dijeron; subieron al autobús y dijeron: “el asiento 25 y 26 ya están reportados por ellos, a ellos ya no hay que tocar-los”. Y éramos nosotros dos, mi hermano y yo.

el que no estaba reportado lo bajaban y luego iba a pa-rar a las manos de aquéllos, con migración y federales, ellos se los llevaban. a nosotros nos advirtieron que cual-quier cosa, ellos nos iban a estar vigilando. ahí diario lle-van personas, diario, todos los días, y yo sé que eran agentes de migración porque tenían uniformes; entonces yo les dije: “¿Por qué no me deportan mejor?, ¿para dón-

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Bienvenidos al infierno 25

de me llevan?” me dijeron: “no, aquí nadie va para atrás, aquí todos van para adelante, y el que diga que va para atrás, aquí nomás se queda”.

son ellos quienes nos fueron a dejar con los Zetas. Ya veníamos reportados ahí con la migración y los federa-les, que nos dejaron pasar.

Y digo que eran los Zetas porque ellos mismos lo dije-ron: “ustedes no saben con quién están, están con el Cár-tel del Golfo y los Zetas”.

después, ellos nos enviaron hasta acá, pero fue dios quien quiso que saliéramos. todo esto fue en tampico, y cuando estábamos ahí, de frente se ve por las ventanas unas tiendas que venden como chicharras, y ahí pasan carros y caballos”.

Yo vi bien a los agentes de migración. Yo los reconozco a esos dos. uno era un gordo y un blanco güero de migra-ción, y el federal era un gordo moreno. todos los que pa-san por esa caseta van a manos de los Zetas.

tienen una van roja ahí, yo la vi junto a ellos. estaba parqueada junto a los policías; los Zetas nos dijeron que si íbamos de chismosos con los policías nos iría peor, por-que trabajan unidos y nada van a hacer.

Íbamos trepados casi uno encima del otro, porque nos llevaron en la misma patrulla en la que íbamos todos, más el federal y el de migración. Éramos ya 10, y yo le insistía que mejor nos deportaran, y ellos dijeron que no: “¿traes dinero?, ¿traes dinero?”

Y ya, llegando allá, nos desnudaron y nos revisaron to-dos los hoyitos a ver si traíamos. a mí me desnudaron y me hicieron que me agachara para que ellos pudieran ver si llevaba algo más: “¡apúrate!”, me decían. “¡no lle-vo nada!, les decía yo.

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entre ellos se llamaban “el Gato”, “el tigre”… porque dijeron que no les gustaba usar sus nombres. Yo creo que todos los secuestradores eran mexicanos, porque habla-ban como mexicanos.

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TesTiMonio 5

“¡Yo pasé hace tres meses y medio, y no vi nada

de esto, nadita, nadita”

el tren donde yo venía lo pararon en Chacalar, creo que se llamaba el pueblo, y entonces el de la máquina paró y ahí nos tuvieron tirados a todos.

entonces yo iba adelante, porque varias veces he visto que llevan policía en el vagón de hasta atrás. Y se oyeron los disparos. Cuando se oyeron los disparos nadie se qui-so tirar, porque les dije yo que puede ser que hubieran sido ladrones.

de repente, cuando vimos, venían corriendo unos y di-jeron: “hey, están secuestrando”, entonces nosotros no nos pudimos bajar por el miedo.

después ya venían bajando a la gente. unos se tira-ron. entonces vino uno, creo que era uno de los garroteros que le dicen, y me dijo: “Bájate”, y yo le dije: “no, no me voy a bajar”, y contestó: “¿ah, no güey?”, me dijo. enton-ces, cuando yo vi eso me puse un poco nervioso. Y entonces me tiré del tren.

Cuando me tiré, a uno ya lo tenían agarrado y le pega-ron un tiro. le pegaron un tiro y todos nos tiramos al

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suelo. en eso, él me pescó la mano, y yo me le zafé, y jun-to con un camarada nos tiramos debajo del puente. Y de ahí vimos que a un chavo le dijeron: “¡ahí, párate!”, y ya al ratito, pasaron como dos segundos, creo, oí que el cha-vo decía: “¡ay!, ¡ay!, ¡no me maten!” lo estaban golpean-do todo.

a ése, que se llamaba erwin, le pegaron con un garro-te, y luego otro le disparó.

Pero gracias a dios no llegaron hasta el puente. uno estaba como a metro y medio y lo hubiéramos jalado de los pies y tirado, pero teníamos miedo.

eran unos 10 a 12 secuestradores. de ellos había como unos cinco con armas.

venían mujeres y venían niños. a las mujeres, a to-das, las violaron.

nos agarraron, nos llevaban a todos agarrados con mecate, por una montaña, nos llevaban desnudos, en ropa interior.

Yo ya había pasado. Pero yo pasé hace tres meses y medio y no vi nada de esto, nadita, nadita. Y eso que yo, pues me agarraron en estados unidos, y dije, pues va-mos a intentarlo de otra vuelta. Y, pues con este susto, para mí que sí deberían poner asunto, que vinieran unos soldados, o policías, no sé, atrás, cuidando al migrante, porque, es cierto, nosotros venimos aquí sólo de pasada. hay mucha gente, yo sé, que se establece, los de salva-dor, honduras o nicaragua sí se quedan, y eso le da mie-do a la gente.

ahí donde estuvimos todo estaba oscuro, había unos fo-cos. de repente encendieron unas lámparas, eran unos co mo reflectores.

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Bienvenidos al infierno 29

¿sabe qué? el tren se desacopló. las máquinas siguie-ron para adelante y nos dejaron ahí tirados. muchos se es-caparon. Casi la mayoría que venimos de Palenque se entregaron voluntariamente. la mayoría. Pero sí quisie-ra saber por qué el de la máquina se siguió.

otra vez, el de la máquina, a punta de pistola, nos dijo que si no le dábamos 200 pesos, que nos bajáramos. en-tonces, entre todos recuperamos una cierta cantidad y se la dimos.

mi opinión sería de que hagan algo, porque hay una chava, que venía con nosotros, ella tiene cuatro meses de embarazo, a ella la violaron. ella contó que gracias a dios aguantó, porque la asaltaron y la violaron dos, y que a ver si no va a tener problemas por eso con el emba-razo.

Yo lo que he escuchado, aquí en méxico, es que los que nos persiguen son los Zetas, y pues es lo más lógico.

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TesTiMonio 6

“¿Conoces a ese chavo de allá?”

ella: llegamos a esta casa en abril. nos estuvimos como una semana. veníamos los dos, pero aquí conocimos a otras personas, una pareja y dos hombres más, y en total éramos seis, y decidimos ir a la frontera a trabajar.

salimos de acá el 21 de abril. Primero nos fuimos has-ta la central y compramos un boleto que iba hasta mon-clova. llegamos a monclova en la tarde, como a las dos de la tarde.

Como no conocíamos andábamos un poco perdidos, queriendo encontrar las vías del tren, porque pensába-mos viajar en tren. en eso nuestro compañero le pidió un aventón al del camión y le preguntó por dónde quedaba la estación del tren, y el de ese camión le dijo que pre-guntáramos.

Y recorrimos parte de la ciudad. luego nos fue a de-jar cerca de las vías del tren, a una distancia como de unos 50 metros. luego nosotros caminamos y estába-mos en las vías esperando el tren. en eso, nuestros com-pañeros fueron a buscar un poco de comida y nosotros nos quedamos.

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ellos llegaron y nosotros estábamos comiendo, cuando en eso el tren pasa y el hombre nos dijo: “dentro de unos momentos paso”, como que estaba acomodando los vago-nes. nosotros nos montamos en un vagón, esperando que el tren saliera, que iba para salinas.

nosotros íbamos para Piedras negras, y nuestros com-pañeros nos habían dicho que nos íbamos a bajar en el pueblo más cercano, que era salinas. entonces, estába-mos esperando, cuando de pronto llegan unas personas a la plataforma del tren y nos preguntan: “¿Quién es el guía que los lleva?”

Bueno, como en realidad no llevábamos guía, íbamos nosotros seis por nuestra propia cuenta, entonces nos di-jeron que nos bajáramos y que les dijéramos quién era el guía, y en esos momentos mi compañero vio que uno de ellos tenía un arma.

nos bajamos por la otra parte del tren, decidimos ca-minar y llegar hasta la ciudad, porque estaba cerca. nuestro compañero había ido a buscar alimentos y de hecho había conocido a un señor en una vulcanizadora, entonces nos bajamos y seguíamos caminando y ellos iban detrás de nosotros.

eran cuatro. ellos se hacían pasar por migrantes, por-que llevaban su ropa sucia y una mochila aquí cargada, también sucia.

en la esquina, a la vuelta, que nos dice nuestro com-pañero: “no se preocupen”, y entonces, rápido, da la vuel-ta y se para con nosotros y se bajan tres personas. en eso nos empiezan a preguntar…

Y luego, ya una vez que les dijimos de dónde venía-mos, nos preguntaron si traíamos documentos, y nosotros

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les dijimos que no. empiezan a registrarnos todas las co-sas y los bolsos y todo eso.

entonces, en eso, cuando ya nos registran y todo, uno de ellos habla por teléfono y se hicieron presentes otros tipos más, y entonces les dieron las cosas y a ellos los su-ben a la camioneta y a nosotras dos también, adelante, y nos llevaron a la estación de Policía municipal.

ahí nos volvieron a registrar las cosas y nos investiga-ron: “¿de dónde son?” a las mujeres les preguntaban si eran solteras o casadas y todo eso. entonces, como a los cinco minutos nos llevaron a las celdas, a mí y a la otra compañera nos pusieron en una y a ellos en otra.

allí estuvimos como desde las tres hasta las siete de la noche, pero como yo iba enferma, le pedí que nos dejara en un pasillo, y nos dijeron: “no, pues ya va a venir mi-gración por ustedes, pues qué chingados estaban hacien-do aquí, si ustedes son migrantes, no tienen nada qué andar haciendo aquí”.

entonces, cuando se llegan las siete de la noche, uno de ellos llegó a las celdas y nos dice: “¡Prepárense, por-que ya viene migración por ustedes!”

entonces, vinieron y los sacaron a ellos primero y lue-go a nosotras, y cuando yo salgo y veo en el patio, eran dos carros los que había, y yo dije: “no, ésa no es migra-ción”.

luego, a mí y a ella nos subieron en un carro, y a ellos cuatro en el otro carro. tenían vidrios polarizados, no se veía nada.

entonces nos llevaron de ahí y caminamos hacia el norte sobre la carretera. luego uno de ellos habló por ra-dio y le dijo a su jefe: “¡eh! ¡Ya los tenemos!”, entonces él les dijo: “¡no, pues tráiganlos!”

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Y pues seguimos pal norte, nuevamente sobre la ca-rretera, y como a los 15 o 20 minutos de camino fuimos a dar a un rancho bien apartado, bien solo. allí había muchos zetas, todos bien armados, había como 20; eran muchísi-mos y todos nos estaban esperando a nosotros. Cuando llegamos, se detiene primero la troca y luego el carro y allí los bajaron a ellos.

Él: en el momento se acerca uno de ellos y nos pregunta: “¿Quién es el guía?, que si le decíamos quién era nos de-jaba ir y se quedaba el guía. Bueno, nosotros le dijimos que llegamos por nuestra propia cuenta, y rápido nos bajo del vehículo y nos colocó a lo largo de la troca y estába-mos siempre esposados.

se acerca uno de ellos y sigue preguntando que quién era el guía, que si queríamos continuar para adelante le teníamos que decir quién era, porque estábamos a una hora de la frontera y no podíamos ir solos.

seguíamos insistiendo nosotros que nos teníamos que ir. en eso nos empiezan a preguntar que de dónde éra-mos, de qué país. entonces empezaron a pedir el himno nacional de cada país, a los que no lo cantaban les decían que estaban mintiendo y que ése no era el país de ellos.

Y entonces empezaron a golpearlos. en el estómago, a uno de ellos. otro en la cabeza. le dijeron que si no habla-ba lo iban a matar, y se lo llevaron detrás del carro, donde estaban ellas, y no sé qué le estaban haciendo allá.

ella: Bueno, allí estábamos sentadas las dos atrás y lue-go llegaron dos tipos y uno se sentó a mi lado, y el otro también, con el arma junto. uno de ellos me pregunta: “¿Conocen a ese chavo que está allá atrás?” le dije que

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Bienvenidos al infierno 35

no. luego le pregunta a la otra muchacha si lo conocía y le dice que no.

Pero yo volteo para atrás y veo que era su esposo. en-tonces le digo: “no, ¡es su esposo!”

“¡no es cierto, mi esposo está allá, en otro lado!”, dice. “no”, le digo, “voltea a ver atrás si quieres”. Y enton-

ces voltea para atrás. Y lo tenían arrodillado con el arma aquí, entonces se quitaron el cincho y le empezaron a pe-gar por detrás. entonces, cuando ella miró eso, se puso a llorar y decía: “¡no lo maten! ¡no lo maten!”

“¡Pero sí lo conoces!”, le decían ellos, y se ponían a reír.

“sí, es mi esposo”. Y ella lloraba y lloraba y lloraba.Y le decían ellos, “¡oye! ¿estás embarazada? di si es-

tás embarazada, porque te va a hacer daño, no llores… si no lo vamos a matar”, gritaron ellos.

“¡no!, ¡suéltenlo!, ¡suéltenlo!”, decía ella.“di si estás embarazada”.“no, es que padezco del corazón”, contestó.“Pues si sigues así, mira te vas a morir”, le decían. Y

entonces, le pegaban y le pegaban al esposo. uno de ellos se asustó y le pregunta al que le estaba pegando: “¿en-contraste el número?”, y el otro le dijo: “a este perro lo voy a matar”.

Y le pegaba y le pegaba por detrás, y él ya no aguanta-ba, y le pegaba aquí y andaba morado todo aquí. Y enton-ces vinieron por él y se lo llevaron nuevamente a donde ellos estaban. Y luego a nosotras nos preguntaban: “¿de dónde son?” a mí me pusieron a cantar el himno, pero yo no viví en mi país y aun así lo canté. Pero la chava sí no lo pudo cantar, porque no era su país el que ella había di-cho. Y luego me preguntaron que si era casada, que si te-

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nía hijos. Yo dije que sí, que era casada y que tenía hijos. Yo me quería quedar ahí en la frontera trabajando. Y uno de ellos me dice: “¡Qué lástima! porque si hubieras traído el dinero, nosotros tenemos coyote que te hubiera llevado al otro lado”. “no”, le digo, “pero ahora que traba-je voy a pagarle a su coyote para que me lleve al otro lado”. Y me dice uno de ellos: “¿Pero cuándo piensas ha-cer eso mija?, ¿en tres años? Para que te ganes toda esa lana sería en tres años” entonces nos dejaron ahí y ellos se fueron.

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TesTiMonio 7

“¡Cómo no van a tener número!”

Y nos preguntó: “¿saben quiénes son ellos?” Yo ya sabía, pero mis otros compañeros respondieron: “no, no, no sa-bemos”. “ellos son los Zetas y den gracias a dios que es-tán conmigo y den gracias a dios que los trajeron aquí, porque de lo contrario ya los hubieran matado o qué se yo qué les hubieran hecho”, nos dijo. “Pero algo sí les digo, denme la mano a mí para yo darles la mano a uste-des y ya verán que todo va a salir bien”.

entró una llamada, y nos dimos cuenta que ellos esta-ban afuera de la casa donde estábamos y él salió a arre-glar con ellos. Como a los 20 minutos volvió y dijo: “Ya quedé en un acuerdo con ellos, ya les dije que ustedes me van a dar la mano a mí y que yo les voy a dar la mano a ustedes, y dentro de 10 minutos los voy a llevar a mi casa. Ya van a ver cómo es mi casa. es una casa grandí-sima, hermosísima, ya van a ver…”

entonces, como a las nueve vino en su carro y nos llevó a su casa. Y sí, era una casa bien padre, bien bonita, grande, de dos plantas. Y apagó todas las luces, estacio-nó el vehículo y nos bajó. entramos a la casa y nos abrió

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la puerta un hondureño que trabaja con él. luego nos lle-vó a un cuarto bien chiquito para todos nosotros. ahí nos dio de comer. ese día que llegamos mandó hacer comida para que comiéramos y ahí estuvimos mucho tiempo.

Pero en ese primer día que llegamos empezó, con una hoja y un lapicero, a pedir nombres completos y números telefónicos de la familia. entonces ya todos empezaban a dar sus números.

Yo le dije a mi acompañante que por ningún motivo fuera a dar el número. entonces ya todos habían dado número, menos tres: yo, él y un chapín. Pero él se hizo la víctima, que no tenía número, que se había muerto toda su familia y ponía una carita, y ya le habían creído. Pero a nosotros no.

entonces, cuando él dice “¡den su número!”, yo le dije que no tenía número, y él se llevó la lista. “¡Ya verán qué harán con ustedes que no quieren dar un número!”, gritó uno. Como a las dos horas empezó a decir otra vez que le diéramos un número y le dijimos que no teníamos. siem-pre, siempre fue lo mismo, todos los días. entonces dijo: “no creo que ustedes no tengan un número, ¡cómo no van a tener número! Y si les pasa algo, ¿qué?”

entonces yo le dije que si algo nos pasaba pues ya será porque así lo quiere el destino, pero nosotros no tenía-mos número.

entonces, al día siguiente nos mandó llamar y empezó a platicar con nosotros y nos dijo que le diéramos un nú-mero y le dijimos que no otra vez.

Y dijo: “¿no? voy a llamar a uno de ellos, para que venga por ustedes”.

Y llamó a uno de ellos, a uno de los Zetas.

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Bienvenidos al infierno 39

llegó y dice: “¿Y quién es el que no quiere dar el núme-ro? den esos pinches números en una hora, y si no, vengo por ustedes”. Y se fue.

al siguiente día ya les empezó a llamar a las familias de los otros. entonces ya a los familiares de los otros em-pezó a pedirles dinero. les decía que sus familiares en un día estarían en houston.

entonces una hermana del muchacho que estaban gol-peando mandó 600 dólares. nos decía: “no pues yo estoy alegre porque mi hermana me hizo un gran paro y ya voy a poder estar con mi esposa en houston mañana mismo”. Y bueno, él así, creído.

entonces fue a retirar el dinero él, porque le enviaron el dinero y el muchacho sólo se dio el lujo de verlo y ya nada más se lo contó.

Y a nosotros, como no dábamos números, no podían llamar. “si no dan número ahorita mismo les voy a cor-tar los dedos”, nos amenazó. entonces, al hondureño que tenía le dice: “¡hey, santos! ¡tráeme el machete que ten-go ahí!” entonces el muchacho se fue a buscar el machete y dice: “alisten sus manos, porque ahorita mismo les voy a cortar sus dedos… que no quieren dar sus números”.

entonces el muchacho buscó y buscó el machete y no lo encontró.

Y como no lo encontraba y no lo encontraba... Pero el muchacho era buena gente. Yo pensé por un momento que el muchacho sí lo había encontrado, pero que no lo quería dar para que no nos hicieran daño, porque sí se veía bien buena gente y nos hacía cosas buenas.

entonces, como no encontró el machete, nos pidió que nos subiéramos. Y ese día no nos dio ni de comer ni de beber, sólo a nosotros dos, como castigo porque no les ha-

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bíamos dado los números. entonces nos mandó llamar, pero que bajáramos con las maletas porque ya nos íba-mos con los Zetas. Bajamos con las maletas, pero él lo que hizo fue empezarnos a registrar todo. Como allí an-daban nuestras cédulas de identidad, las sacó de una bolsa y dijo: “¡ah!, como aquí está la dirección de donde viven, voy a llamar a migración”.

una cosa loca dije: “¿Cómo va a ir a las casas de noso-tros, qué tiene que ir a hacer allá?” entonces yo no le puse tanta atención. Cuando ya nos revisó las cosas, otra vez para arriba.

siempre a nosotros nos castigaba porque no quería-mos dar un número y a los otros no. incluso, nos trataba con palabras bien feas y nos hacía cosas bien feas. una vez escuché que nos iba a matar con una pistola que no tenía tiros.

era un domingo, él se fue a la iglesia, porque supues-tamente era evangélico, y sólo nos dejó con el hondureño. nosotros habíamos planeado escaparnos. Como la casa era de dos plantas, había dos muros bien altos. Pero no pudimos, porque al otro lado de la casa vivía uno de los Zetas y un primo de él, que también estaba vigilando la casa y no pudimos hacer nada.

entonces ahí pasamos toda la noche y al día siguiente él dijo: “¡alisten sus cosas!” Pero antes platica con noso-tros: “en serio, con toda sinceridad, ¿no tienen un núme-ro?” Y nosotros: “se lo juro que no tenemos números”. entonces, ese día, domingo, dijo: “en verdad sean since-ros, ¿no tienen familia o teléfonos que nos den?” respon-dimos que no, no tenemos. entonces dijo: “alisten sus co-sas que ya se van”.

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Y los otros muchachos que llevaban los 600 dólares creían que en realidad iban ir a houston y nosotros quién sabe para dónde íbamos.

la mayoría de los Zetas, bueno, el grupo principal o los principales lo forman los mexicanos, pero trabajan muchos centroamericanos, muchos hondureños, muchos salvadoreños, muchos nicaragüenses y todos los centro-americanos trabajan con ellos. también caminan con muchas armas, caminan como con cinco o seis armas cada sujeto. usan como protectores. usan botas con sus pantalones por dentro. son de piel blanca, con muchos tatuajes en sus brazos, en sus espaldas, en todo su cuer-po usan tatuajes, y la mayoría tienen cicatrices en cual-quier parte de su rostro. ellos piden 1,900 dólares o 1,600 dólares. Pero empiezan a pedir 600, luego más. Consu-mían mucha droga. tenían un cuarto donde guardaban todas sus armas, y por lo que yo vi era mucha droga.

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TesTiMonio 8

“Pensé que eran mis últimos días”

tengo temor de los borrachos, drogadictos y temor a la mafia criminal de Los Zetas, porque… ellos me secues-traron, los Zetas. ellos me secuestraron.

Gracias a diosito lindo, yo llegué a un lugar que se lla-ma tampico, en tamaulipas. Y ahí alguien me dice: “de aquí puedes agarrar un autobús directamente a reynosa o directamente a Monterrey, como tú lo prefieras. O pue-des ir a matamoros, también”.

me dijeron que todo estaba limpio, que no había pro-blemas de migración, no había problemas de federales, que ya la había hecho, que me sintiera contento porque yo, ya pasando de veracruz, yo ya estaba libre de migra-ción y todo eso.

entonces así y lo hice, abordé un autobús y cuando ha-bía pasado media hora, o algo así, había un retén de mi-gración, patrullas, sirenas, y luego se treparon. se tre-pan y pasando de uno a otro dicen: “documentos en mano, por favor, documentos en mano, por favor”.

Y ahí les digo que no traigo, que voy de paso. Y me con-testan: “no, sabe qué, apéese”.

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Yo, no lo niego, les ofrecí para un refresco, porque me habían dicho que si les das unos 500 pesos te pueden sol-tar. me contestó: “no, no necesito tu dinero, ve abajo con el Comandante”.

Bajamos con unos amigos, de otros países también. entonces nos dicen de arreglar esto: “sí, lo vamos a arre-glar. los vamos a llevar en otra camioneta, no en la pa-trulla, porque ahí se iban a quedar los demás colegas, haciendo el retén”.

nos montan en otra camioneta, particular, y nos lle-van a un lugar que se llama altamira. ahí tienen simbo-lizado ellos que es una caseta de revisión aduanal, pero no es así. ahí se pone la federal y se pone migración a de-tener gente y entregársela a los Zetas. Y eso sí que lo creo, porque no sólo yo lo he visto, sino que hay amigos de otros países con los que he platicado en confianza, que nos hemos reunido aquí en méxico y que me dicen: “a mí me secuestraron también”, y comienzan a contarme sus experiencias, y yo digo entonces: “no sólo es a mí”.

entonces nos llevan a un lugar solitario; yo los veo ha-blando por radio que no estén los verdes, los militares y no se qué. Porque, según yo oí, allá, en la casa donde me se-cuestraron, al único al que le tienen miedo es al militar.

todo esto yo lo estuve oyendo, pero yo me hacía el que no entendía nada.

Cuando llegamos a la casa del secuestro nos amarra-ron, nos vendaron, nos pusieron esposas. nos daban pa-tadas, puñetazos, sin razón. nos metían a un cuartito pequeño, pequeño, donde comenzaban a golpear, a gol-pear, a patear, a patear, y ahí te dejaban. de ahí metían a otro y lo golpeaban todo, todo, todo, y ahí lo dejaban a uno, amarrado, toda la noche, en el suelo.

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Bienvenidos al infierno 45

era una casa normal, en una colonia muy, muy apar-tada del centro, de dos plantas. había vigilancia y cáma-ras. adentro de las ventanas había barrotes. de fuera no se miraban los barrotes. era una casa normal.

Ponían música a toda madre o la televisión o el radio a todo volumen cuando golpeaban a alguien, porque tienen un cuarto para que el ruido no salga, pero sí salía afuera. se oía llorar a la gente, pujar, clamar, mentar a dios, gritar “¡mamá!”, o pedir perdón a llantos.

sentí mucho miedo. Pensé que eran mis últimos días. Pensé en mis hijos. en mi familia. en mi mamá. en mi pa-pá. Pensé en mi esposa, y dije: “Yo, por superar a mi fa-milia, iba a perder mi vida”, pero con dignidad, porque yo, yo, yo le pedí a dios y dije: “diosito lindo, si tú sabes que hasta aquí voy a llegar, pues yo llego hasta aquí y no me importa, pero perdóname lo que he hecho”.

Y le pedí que cuidara a mis hijos, porque están peque-ños. Y dios me ayudó porque mandaron el dinero y me salvaron.

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TesTiMonio 9

“a mí me secuestró la Policía”

en complicidad, el maquinista y ese grupo de los Zetas andan operando ahí en toda la vía, y ellos secuestran ahí a todo el mundo. les quitan el dinero y se los llevan a los ranchos cercanos en trocas. luego empiezan a pedir res-cates. a los que dejan salir los golpean, pero a otros los matan.

el tren se para justamente en donde tienen las trocas preparadas para cargar a la gente y llevarlos a los ran-chos. venían como 18 hombres, pero en algunos lugares se han visto de 20 a 30 hombres.

a mí me secuestró la Policía, y luego me entregaron a los Zetas. Y es que hay policías y migración que agarran a los migrantes y los entregan con los Zetas para que ellos cobren y los pasen al otro lado, pero a otros los ma-tan y nunca los entregan.

ellos están relacionados. operan con la Policía y con el servicio de Migración. Nos consta porque vemos a oficia-les de migración y a los policías y que los entregan a los Zetas.

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TesTiMonio 10

“Yo lloraba como niña”

el problema está en que si uno no se va con ellos, ellos le dicen, “¿entonces adelante, nos divertimos?” entonces yo digo: “¿Qué es eso de divertirnos?, ¿de qué forma?”

Pero cuando a uno lo tienen encerrado ahí en la casita es otra cosa. no es casita, es un garaje. nosotros venía-mos ocho, que nos habíamos reunido ahí, y venían tres mujeres. Cuando llegamos a la casita, que viene un mexi-cano que traía una mochila de puras armas y un rifle bien grande. Sabe qué rifle sería, como un M-16, y que les dice “agárralos y el que no pague, mátenlo”. entonces a mí me dio mucho, mucho miedo. Yo pensé en regresar-me ahí, pero nos venimos pa adelante.

Cuando nos venimos caminando otro día muy de ma-ñanita, acá en matún hay un viejo, un señor hondureño, que estaba borracho y que nos decía “no se vayan, no se vayan, que ahí los van a matar y a violar”. Pero no pasó nada y caminamos toda la noche. más bien quería aga-rrar cuerda con las muchachas.

más adelante agarramos por arena, y una señora nos dijo: “les voy hacer comida”. esto dentro de un solar bien

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50 coMisión nacional de los derechos huManos

grande. nos fuimos por ahí, pero cuando estábamos ahí recostados entraron tres, y uno me puso la pistola aquí y me dijo: “no te muevas porque yo soy de los Zetas”. uno se vino para atrás y me dio un golpe aquí y luego vino otro y me dio una puntada aquí, me iba a dar, pero me moví, porque, tampoco, yo no quiero morir así.

agarraron a las muchachas que venían, porque… ¡hay tantas muchachas! una muchacha que venía les dijo: “mi hermana está embarazada”, pero a la otra muchacha la agarraron y la violaron. Yo la veía sufrir, “¡Por favor suéltenme!, ¡por favor suéltenme!”, pero no le hicieron caso. esos delincuentes son unos desgraciados. entonces violaron a la muchacha y ahí la acostaron.

a los otros les daban en la cabeza. nosotros éramos como 15 y ellos eran tres. uno con machete, otro con ga-rrote y otro con pistola, y nos quitaron todo el dinero tam-bién.

nos decían: “somos la Zeta”, y nos ponían la pistola aquí. “nosotros somos la Zeta, si te pones al tiro te quie-bro, cabrón”. Yo le dije: “di lo que quieras, yo no me meto”, y todos nos pusimos tristes. ¡Yo lloraba como niña! ¿Por qué violan a una mujer que no tiene protección de nadie?

entonces todos fuimos a buscar machetes para luego ir a buscarlos a ellos. fuimos a tocar a las casas para que nos los dieran, que nos vendieran los machetes. Al final la gente nos dio los machetes así, y nosotros después los tiramos por ahí, porque ya no los hallamos. eso fue por-que nos duele.

Yo digo que son cosas de la autoridad mexicana. Para que se pusiera y acabara con los delincuentes. Porque ellos son hondureños y mexicanos. Que se vayan para

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Bienvenidos al infierno 51

tenosique y que se vayan a la terminal antes de llegar al puente, ahí por la línea. ahí hay una casita para abajo, como si fuera del tren, y fíjense cómo está el movimiento ahí.

otra cosa, si a mí me dijera la autoridad mexicana, quiénes son los pícaros y quién está ahí, yo con gusto les digo: “Éste y éste y éste”, porque yo sé quién es el jefe de ahí. Porque yo soy parejo. Yo les digo quién está ahí. uno se llama Kevin, el de ahí de tenosique se llama Kevin.

méxico antes era tan bonito… la gente era tan bue-na… nosotros no sufríamos aquí. ¡Y ahora mírense!

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“lo que uno hace es humillarse”

Pues yo me subí al tren en tenosique, porque ellos me di-jeron que me podían cruzar hasta acá, en estados uni-dos. esto fue como el 20 de mayo, y a mí me subió al tren un muchacho y venía un grupo como de 30 personas.

entonces yo pude viajar con ellos hasta Coatzacoalcos, veracruz. Y ahí me estuvieron interrogando en una casa, como a 30 personas, 40 o más.

la verdad era muy caluroso estar ahí, y aguantar hambre y sueño, porque cuando dicen “acomodar” a las personas no las acuestan, sino que sentados duermen uno a uno, pegados. Y la comida que dan no es agrada-ble, los alimentos son crudos y muy pocos a veces. Y aguanta uno mucha hambre en ese camino.

si uno da queja de que no le gusta lo que están dando, le pueden dar golpes, entonces lo que uno hace es humi-llarse y se calla y no dice nada.

dos semanas de camino y de ahí me tuvieron en otra casa, y me tuvieron encerrado por otros días más, donde yo sufría hambre y ya me sentía deshidratado por la sed.

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en ese momento ya me sentía secuestrado, pues ellos no me daban parte de que yo pudiera expresarme. ellos me callaban y me daban golpes. entonces yo, personalmen-te, ya me sentía humillado. mi moral no estaba ahí con-migo.

Pasamos como 15 personas al auto y a todos nos pu-chaban con golpes. “apúrense”, gritaban, “porque aquí toda la gente los mira”.

Y estando arriba del auto, subieron dos personas que fueron viendo cómo estaba la cosa. era una camioneta roja con una capa.

entonces todos quedamos en silencio, algunos tenían sed y no se les ofrecía agua. algunos tenían necesidad y hasta se hacían en la ropa ahí, porque no se podía parar el auto.

iba a gran velocidad, como de 120, de Coatzacoalcos a monterrey yo creo. salimos como a las 10 de la mañana y llegamos como a las cinco de la tarde.

ni una vez nos paramos, ni una. Y es que se escondió el auto en una montaña, sentimos que se metió, no sé, que supuestamente llevaba personas que iban al frente vigilando el camino y avisaban que había un retén. Yo lo escuchaba por radio. había policías, porque por las hen-diduras se podía ver pa tras.

así pueden pasar las garitas. ellos pasan como si nada, como vienen con policías no les dicen nada.

Yo creo que era una patrulla de migración, porque an-tes de llegar a una garita le había oído al muchacho de la camioneta: “ellos trabajan para nosotros”. eso fue lo que yo escuché. Como le digo, vienen policías atrás de noso-tros. Y el muchacho me dijo: “no te preocupes, ellos vie-nen escoltándonos a nosotros”.

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había como unas 200 personas, en una casa, como con cinco depósitos. todas amontonadas las personas ahí, unos sobre otros, porque ahí tienen la cocina, tienen todo.

a los niños sí los trataban más o menos. había como tres o cuatro niñas. había como 10 mujeres, más de 10 mujeres, más. todas eran también maltratadas si po-nían queja.

lo que más me impactó a mí fue lo que dijeron ellos, que últimamente llegó un grupo de mujeres salvadore-ñas, y los guardias vieron una mujer que ellos querían y la violaron ahí. no sé, yo creo que eso sí ya es demasiado.

hay uno que es gordo. le decían “el Choncho”. era el más grosero, el que maltrataba a las personas. al otro le decían “el Pelón” y a otro le dicen “el flaco”.

hace poco anduvo ahí patrullando un helicóptero. lo primero que se les ocurrió a ellos fue, como no había na-die afuera, sacar tres niñas al patio, para que despista-ran. Y pasó el helicóptero, y entonces ya al rato dijeron: “estamos libres, podemos salir a hacer las compras”.

a mí me dijeron: “debes 3,500 dólares, y si no los pa-gas, aquí te vamos a dar una golpiza”. Y yo hablando con mi mamá con urgencia: “mami, págueme este dinero, si no me paga usted este dinero me van a golpear, y hasta, quién sabe, me puedan hasta matar”.

Y ellos decían: “¡sí, dile así!, si no, como quiera, te va cargar la chingada”. Perdón por la palabra, verdad, pero eso era lo que decían ellos.

había insultos, hasta cachetadas y recibí unos golpes, y uno así de punta, me sacaron el aire. Yo ya asustado no hallaba qué hacer, porque mi mamá me decía que no po-día conseguir el dinero.

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no pudo conseguir el dinero mi mamá y entonces me liberaron después. me dijeron que iba a salir, pero que no hablara nada de esto, porque si ellos se daban cuenta, me iban a hacer desaparecer, me iban a matar, porque ellos tienen mucha gente aquí, caminando en estas ca-lles, ellos dicen que tienen a su gente.

un sapo, como dicen ellos, llega a soltar la lengua, y se la cortan.

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“sólo escuchábamos los gritos de ellos y de las mujeres”

había un grupo adelantito de tenosique, de aproxima-damente 20 hombres vestidos de negro, y el maquinista pensando, tal vez, que eran autoridades, se paró o tal vez estarían confabulados también.

Cuando él se paró se subieron los hombres a los vago-nes y nos pusieron las escopetas en la cabeza a la gente y le dicen: “no corran porque les vamos a quebrar los pies”. nosotros vimos eso la noche del martes.

obviamente nosotros nos dimos cuenta que no eran autoridades, porque no todos llevaban escopetas y pisto-las, sino garrotes y machetes, y a puros golpes bajaban a la gente.

aproximadamente bajaron a 30 personas. ¿Qué hicie-ron con ellos? si son autoridades deberían de estar en migración de Palenque o en migración de tenosique, si es que la hay. Pero, ¿qué hicieron con toda la gente que bajaron a punta de golpes?

nosotros estábamos arriba, pero cuando nos dimos cuenta corrimos y nos escondimos en los matorrales y ahí estábamos observando todo. lo que pasa es que como

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era de noche, no se pudo ver bien los rostros de las perso-nas y estábamos alejados de ellos.

luego sólo escuchábamos los gritos de ellos y de unas mujeres, creo que tres mujeres fueron violadas, ahí en presencia de, pero no vimos, porque nos ponían los focos en la cara y no podíamos ver.

la noche estaba muy oscura, eran como la una de la mañana, se llevaron a las mujeres al monte y ahí se es-cuchaban sus gritos, luego las juntaron al mismo grupo de hombres, no sé si habían más mujeres, pero a esas sí las vimos.

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“el maquinista está aliado con los Zetas”

le tenemos que dar dinero al maquinista, y si uno no le da dinero no lo dejan subir o lo entregan a los Zetas. en-tonces, mire lo que pasó: agarraron por lo menos a unos 50 compañeros y los secuestraron, otros se encuentran perdidos, pero, ¿por qué? Porque el maquinista está alia-do con los Zetas. Él para el tren para que los ladrones se suban, para que lo agarren a uno.

el maquinista está aliado con los Zetas digo yo, por-que él para el tren para que los ladrones se suban y lo ba-jen a uno y lo atrapen. eso fue en Chacamal. en el mero puente para el maquinista. veníamos como unos 80 o 100, pero agarraron como a unos 50 o más, pero agarra-ron bastantes, como a 60.

el maquinista nos pide 200 pesos y el mero maquinista nos dice “si no pagan, se me bajan del tren”. Piden dinero y con eso nos subimos arriba de los vagones. tienes siem-pre que arriesgar la vida, porque donde quiera siempre te sacan más dinero. venían unas 15 mujeres y niños.

de ese puente se tiró un muchacho desde arriba, yo creo que ese muchacho ya está muerto, porque se tiró

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desde arriba, sino es que ya se lo comieron los animales. se tiró de miedo, porque se oían unas cinco pistolas dis-parando.

el tren iba y las camionetas estaban adelante, por la calle que ahí hay. ¡Y claro que los maquinistas están alia-dos con ellos! eso digo porque se les nota a ellos, cuando se paran. empezaron a hacer los tiros y entonces la má-quina empezó a caminar un rato y él se dio color. subie-ron los señores con las pistolas arriba y luego los hicieron bajar para abajo al suelo. eran como cinco, pero más aba-jo había otros que venían con ellos, como unos 25. se trasladaban en camiones y camionetas.

los maquinistas llevan seguridad de Coatzacoalcos para arriba, siempre llevan, por así decirlo, “carretero”, y van armados con pistola. sí, porque de hecho vi cuando empezó la “gritazón” y nos estaban agarrando a tiros, ahí nos dimos cuenta.

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“los confirmados”

el miércoles salimos de honduras. entramos a méxico el viernes y el jueves llegamos a un pueblito, no recuerdo el nombre, en donde hay gente que nos pide dinero para pasar, pero como no teníamos dinero, salimos de ahí y se-guimos caminando y ahí pasó lo mismo.

luego paramos en un lugar que se llama tenosique. ahí también pasa eso. hay muchos que son de honduras que se encargan de hacer eso. ahí tienen mucha gente encerrada, que es justamente donde ellos pagan una can-tidad de dinero para que vengan seguros en el tren y no los bajen adelante. les ofrecen llevarlos a estados uni-dos si pagan 3,500 dólares.

Ellos dicen “confirmar”. Si te vas a “confirmar”, te dan de comer y te tienen ahí mientras pasa el tren. la gente que ellos toman, la clasifican y va “confirmada”.

nosotros les dijimos que no teníamos dinero y que íba-mos solos, que no teníamos quién nos ayudara. entonces ahí nos quedamos ese día. dijeron que no había proble-ma, pero que no nos podíamos quedar. tres compañeros se quedaron con ellos.

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Pasó el tren y nos seguimos; al estar recostados paró el tren y llegaron tres hombres con pistola y tapados de la cara y nos robaron todo el dinero.

a uno de los muchachos que venía lo golpearon en la cara. había otra muchacha que se la llevaron y la viola-ron. se escuchaban tiros, nos bajamos y nos escondimos, pero vimos cómo se llevaron a muchas personas.

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10 de mayo

recuerdo que cuando íbamos todavía en el tren de oriza-ba a Puebla me decía mi hija llorando: “mamá, bajemos, bajemos, porque se nos quedan viendo bien feo”.

Y paraban los trenes y éste se movía de un lado a otro. Ya cuando lo apagan por último, llegan hombres al va-gón de nosotros, con piedras y pistolas, ordenándonos que nos bajáramos del tren. Ya habían telefoneado desde “Coatza” que nosotros íbamos ahí y sólo al vagón de no-sotros nos dijeron que nos bajáramos. Y se fue el tren.

nosotros íbamos viajando en una parte de atrás del tren al aire libre. había un montón de gente, pero sólo el que estaba avisando allá dijo de nosotros, no sé por qué.

nos tuvieron ahí desde las cuatro de la mañana hasta las 12 del día, nos pidieron 300 dólares por cada uno, y pues les decíamos que no teníamos, que tampoco tenía-mos familia, les decíamos que no teníamos números de teléfono. decíamos que íbamos luchando, pero pues lo que hicimos fue que los rompimos, otros se los tragaban.

después de que nos bajaron del tren y nos tuvieron ahí un rato, nos llevaron a una casa en una camioneta, y cuando

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llegamos a la casa parecía que ahí habían liberado gente, porque se veía sucio, esto fue el 10 de mayo.

Golpearon a todos los que íbamos. también a mi hija de 18 años. a mi hija me la querían violar y también a una amiga que traíamos, a las dos las querían violar.

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“no sé si dios me amparo por este niño”

el guía que iba trabaja no sé para quién, porque es el que nos quería traer hasta Piedras negras, pero yo le dije que no, que yo no le creía que gratis, y que yo no tenía di-nero para pagarle.

los secuestradores eran cuatro, y cuando nos subieron a la camioneta el asiento lo doblaban para que cupiéra-mos todos acostados. estaba todo muy oscuro. era la ma-drugada y no pudimos verle las placas.

Cuando estábamos en Coatzacoalcos, andaba un mu-chacho moreno, de uniforme. andaba ahí, viéndome a mí y al niño. Me preguntó si tenía esposo, y yo, por confiada, le dije que sí, que tenía yo a mi esposo. luego me dijeron otros hombres que no hablara con él, porque ese hombre trabaja con secuestradores.

Ya después llegamos a tierra Blanca y llegamos a la Casa del migrante, y ahí estaba otro como él y se ofreció a llevarnos gratis hasta Piedras negras. Yo le dije: “no, hombre, yo no creo que me lleves de gratis, nadie lleva de gratis ni camina de gratis”.

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decían que estaban buscando a los guías, y yo les dije que estos guías venían encerrados ahí en un vagón, bien seguros, y otras dos personas se bajaron de aquel lado y que ellos no se habían dado cuenta.

Y que comienzan a golpear a todos y a bajarles los pan-talones, golpeándoles todo el tiempo las nalgas con ta-blas. entonces vienen y le dicen a mi niño: “¿tú de qué lloras, si nada te hemos hecho?” Y le digo yo: “es que está nervioso por lo que están haciendo”.

empezaron a decir que creían que mi yerno y mi sobri-no eran guías, y pues bueno, así comenzaron a golpearlos a todos por aquí, por acá, por aquí…

Yo no sé qué fue, dios nos amparó, que a las dos de la tarde nos dicen: “se va a ir este grupo primero y se va a ir este grupo después”. Y pues nos dejaron ir. todo esto ocurrió en apizaco, tlaxcala. ahí es en donde ellos están, y están secuestrando.

a uno le decían “el Comandante”. traían armas de fuego, pistolas.

Yo lo que no entiendo fue cómo nos dejaron ir, no sé si dios me amparó por este niño, porque a nosotros nos han di-cho que la gente se queda secuestrada hasta ocho meses.

lo que sí es que el niño está muy asustado. si yo plati-co con alguien me dice: “no, no les digas nada”. le tiene miedo a todos.

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“Ésta es tu bolsa negra si no pagas”

los demás estaban pagando 1,000 dólares, 1,000 dóla-res, y les dicen: “los vamos a dejar en houston”. ¡Y ahí mismo era houston! ¡era reynosa! Y la gente le decía a los familiares que ya estaba en houston. tenían un telé-fono americano, y nada… le robaban la línea y les roba-ban las claves a las personas, y ahí mismo las tenían has-ta que volvían a pagar ese dinero.

o sea, pagan dos veces. le decían, lo tenemos en rey-nosa, paga tanto, y luego le volvían a hablar, que esta-ban en houston, y le sacaban el demás dinero.

le decían a uno que si no decía que estaba en houston lo iban a matar, le daban una bolsa negra, y le decían: “Ésta es tu bolsa negra si no pagas”.

le pegaban a uno con un bate. Y día a día hacían la última llamada, no nos decían

que nos iban a sacar. nos decía, el mentado “flaco”, “Yo soy el que hace las llamadas”, y nosotros temblábamos de miedo, porque era el más bravo.

Cuando hicimos la llamada, mi hermana me dijo: “no tengo dinero, mi mamá está enferma y la tengo en el hos-

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pital”, me dice. “Pues ya lo voy a matar”, le dijeron los hombres a mi hermana: “ahorita le voy a dar la bolsa ne-gra”, y me pegaban aquí, en las orejas, me pegaban en la cara, en todo el cuerpo.

ellos hacen una lista. le piden los números a uno, no sé qué le dirán, pero la llaman, amenazándola.

Como a cuatro los mataron, porque les quebraron los pieces, las manos. todos los dientes le botaron a uno, con el bate le dieron en la boca y le botaron todos los dientes porque se escaparon. Y como los agarraron así, ya esca-pados, y pues ya andaban libres, pero no.

les pegaron delante de todos. ahí estamos viendo to-dos. los dejaron ir así, con la cabeza así. les daban en los pieces, les daban con todo, les daban con bates, con lo que agarraban.

Y luego llegaban los agentes. llegaban y llamaban a ese mentado “flaco”, que era el mero mero ahí. Él decía cuando llegaban los federales: “¿Quién va a pagar?” Y sa-lía pa fuera, y salía a donde estaban los federales. ahí es-taban los federales afuera.

dos veces llegó migración allá afuera. Y la Policía allá de tenosique sí que está comprada, porque allá llegaba en vivo, llegaba a vaciar la casa.

llegaban ahí, hasta conversando. “si cualquier cosa les pasa aquí, sólo nos avisan”, le decían a los golpea-dores.

sí, ahí llegaba la Policía, donde estábamos nosotros ahí encerrados.

hablaban con los secuestradores y con los que estaban secuestrados también, con nosotros platicaban. si salía-mos nosotros afuera, a la calle, si nos escapábamos de ahí, si ellos nos agarraban, nos volvían a entregar ahí

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mismo de vuelta. ¡la misma Policía nos iba a agarrar a nosotros, si nosotros nos escapábamos de ellos!

llegaban las combis de migración ahí, allá fuera de la casa, porque ahí se mira bien para fuera, pero como uno está rodeado de vigilancia no lo dejan ver. llegaban las combis, se parqueaban ahí, se iban de vuelta.

ellos sólo iban de carrera: “¿traes dinero?”, cosas así. sólo entraban adentro y volteaban a ver así, a todos los que estaban, y se iban de vuelta.

a ellos es por cabeza que les pagan, porque ellos lide-raban toda la gente que había ahí. después se metían de vuelta adentro a platicar.

llegaban policías municipales, y llegaba migración también. Porque ahí llegaban en las combis ellos, llega-ban hasta dos combis ahí paradas.

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“¡Pareja, pareja!”

Caí en la frontera, en el río Bravo. ahí había dos zetas con radios. se dicen: “¡Pareja, pareja!” uno se llama aldo y el otro nery. Querían darme con un tolete y que les die-ra el número de mi familia, y yo les dije que no estaban. ahí había una patrulla de los federales.

sólo logramos escapar dos. Y a una compañera que iba conmigo sí la agarraron y ya luego vi a la compañera, y dice que la violaron y que la querían matar. ahí busca-mos a migración para que los agarraran y me dijeron: “si vuelves a pasar por ahí y no traes número de teléfono, ¡te vamos a matar!”

Y le dije: “está bien, no te veo la cara ni vuelvo a pasar por aquí, voy a buscar otra pasada”.

Y sí, me golpearon con un tolete delgado. Con eso le dan a uno. me quisieron poner una aguja entre los dedos, pero no pudieron. ellos andan con radio operadores en la camioneta suburban. traen “akas” o escopetas. ahí me seguían pidiendo el número de mi familia.

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“‘la migra’ estaba con ellos”

Y entonces ya nos traían, ya un poco obligados, y ya nos tiraban como los animales en el camión también, y hay que meterse rápido, que no te dejes ver por la gente.

entonces dijeron: “el que no quiera pagar allá, lo va-mos a dejar caer”. entonces ya me cayó a la mente: “vamos secuestrados”, digo yo.

Y entonces ya miré yo, ya hubo un cambio hasta en la comida, porque aquellos nos traían bien a nosotros, pero nos traían engañaditos. Que nadie se les fuera a desapare-cer. Pero siempre hubo un guía al par de nosotros; luego otro, por otro lado, y así nos llevaban bien resguardeci-dos, que nadie se les fuera a salir. Y “¡apúrense, apúrense, caminen!”

Pero cuando nos agarraron íbamos todos acostados, sentados en el camión y otros acostados, tapados con una capa en el carrito. ¡ah!, dije, éstos no quieren que “la mi-gra” los mire.

Pero no, ¡“la migra” estaba con ellos!, na más que que-rían que la gente no mirara cómo traían los carros de lle-nos de gente.

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según dijeron, que venían respaldados por “la migra”. rodeamos como dos retenes. nos bajaron y ahí ro-

deamos. Cuando ya estábamos allá, ¡qué huevos!, uno se levan-

taba a querer tomar un poquito de agua y le gritaban: “¿Quién te dijo que te levantaras?” Y lo pateaban a uno. Para ir al baño ponían un guardia aquí, el otro allá, y otro para entrar al baño. lo dejaban ir a orinar hasta cuando a ellos les daba la gana. Y era como nos tenían ahí, pues.

nosotros estábamos sufriendo ahí. la comida que nos daban la daban a las dos de la tarde. a veces a las tres de la tarde, un bocadito de comida. a las nueve de la noche nos venían a dar un poquito de cena y eso era todo.

el brazo me lo quebraron de un batazo. me pegaron por gusto, por gusto. me pegaron tres batazos a mí y a otro muchacho. esa noche iba a llegar un grupo como de 40. siempre que iban a llevar gente lo sentaban a uno así, y otro aquí, y el otro aquí, así. Y un día que llegaron a las cuatro de la mañana, ya iba llegando el grupo, y no-sotros todavía sentados, sin dormir una gotita. había ve-ces que así se quedaban acostados, uno encima del otro. Cuando se levantaban estaban todos que no aguantaban, todos dormidos, y también, no dormíamos hasta que amanecía.

Y ahí, en la buena mañanita, no habíamos dormido nada, ni una gotita. sólo llegando nos llamaron, no sé qué fue lo que hubo ahí, un errorcito que hubo del dinero, ¡y le soltaron tres batazos a aquel muchacho en el estó-mago y la espalda! a mí medio me alcanzó y sólo medio me rozó el brazo.

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si ellos llevaban un nuevo grupo, a ellos no les gusta-ba que todo mundo platicara con el grupo que llevaban. “¡Cuidadito vayan estar platicando con el grupo nuevo que traemos, con esta gente nueva!”, decían. ellos no querían que se dieran cuenta lo que ellos hacían con la gente.

Cuando nosotros llegamos, un grupo que tenían con nosotros intentó escapar. entonces alguien les puso el dedo y se dieron cuenta. llegó ese “flaco” y los golpeó a todos, a cuatro personas golpeó de las que iban a inten-tar escapar, y después de eso, después de que los golpea-ron, llegó un policía. Pero llegó vestido de negro y con la insignia, con la bandera mexicana aquí en el brazo, y el nombre, del nombre no me recuerdo, pero sí llegó un po-licía. estaba vestido de negro. Él dijo que él nos cuidaba ahí, en esa casa.

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“te cuelgan con una cadena”

iba con unos amigos y nos agarraron en el tren. no sé si eran los Zetas, pero ahí nos tuvieron en una bodega. le sacaron dinero a mi familia, nos estuvieron golpeando como seis días, y yo busqué la forma de salirme, y gracias a dios nos salimos varios.

a las hondureñas las rifan y a nosotros nos agarran los dedos y nos meten las pinzas, una aguja entre las uñas, para que digas la verdad.

me ponían llorando en el teléfono para que mi mamá me oyera que yo estaba muy mal. no sé cuánto dinero le hayan sacado a mi mamá. ellos nos pedían 3,000 dóla-res, y si los das de todos modos no te sueltan, te siguen golpeando y amenazan que te van a tirar un plomazo y aventar al río.

ellos llevan unos “aK”; ustedes le dicen “cuernos de chivo”. Éramos como 30 personas ahí metidas, y para sa-car la verdad van sacando a uno por uno y te cuelgan con una cadena y ahí te golpean para poder sacar dinero a la familia y asustarnos. también lo desnudan a uno y te dan con una tabla.

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“lo tratan a uno peor que a un animal”

esa gente no se esconde. esa gente sale a la brava, no se pone pasamontañas ni nada de eso.

Cuando nos llevaron a nosotros éramos 11, pero ya te-nían a más en ese rancho. en total éramos 29 hombres los que estábamos ahí. sólo había una mujer, éramos 30.

ese día que nos salieron en el camino, eran como las ocho de la mañana, nos llevaron a la parte de arriba del rancho, como en un monte, y ahí empezaron a golpear-nos y a sacarnos los números.

ahí había gente que tenían desde antes, ellos también habían sido torturados.

te golpean con un gran palo y ellos no tienen miedo de matar a alguien, porque con los golpes que le dan a uno ahí, pues sí lo pueden matar. es un palo demasiado gran-de, grueso.

entre los secuestradores están revueltos, hay de el salvador, de honduras y de méxico.

estábamos en un lugar que se llama Boca del Cerro, hay un puentón ahí, un puente amarillo; de ahí es más

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atrasito, por la vía del tren, por donde caminas en la vía del tren.

Cuando ya veníamos por la ciudad de Palenque nos al-canzó otro grupo de ilegales, igual que nosotros. Con ellos ya venía un señor baleado. venía bien grave. nos pusi-mos a platicar con ellos, y por lo que nos comentaron, al señor lo balearon en el mismo lugar. es como si estuvié-ramos hablando de lo mismo.

el trato que le dan a uno ahí no tiene nada que ver con la humanidad, ahí lo tratan a uno peor que a un animal.

escuché una vez que decía, supuestamente el jefe de ellos, que si no hacíamos lo que nos decían, seríamos en-tregados con migración.

Yo llegué a imaginarme que tal vez migración estaba aliado con ellos, porque ellos mismos nos decían que cuando ya hubiéramos pagado, seríamos entregados a migración.

Yo me quedé pensando, ¿pero para que migración ven-ga a recogernos acá? no pueden permitir que primero esto pase con nosotros. o si migración viene acá, digo yo, después de que ha pasado todo esto, es porque también tienen algo que ver ahí.

llegando, llegando, lo primero que le hacen a uno es quitarle todo lo que uno anda encima. lo que es en las bolsas y en el calzado. ahí le quitan a uno todo, lo dejan desnudo, le quitan todo lo que lleva de valor, lo que le de-jan es la ropa. Ya después empiezan a pedir los números de teléfono.

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“tenían ‘aK’, pura arma de esa grande que usa

el ejército”

ahí en tierra Blanca nos secuestraron. agarraron como a 60 personas, nos subieron a una ca-

mioneta y nos llevaron a unos, así, como terrenos bal-díos. Ya llegando ahí había otro grupo más. algunos de ellos estaban golpeados.

después ya empezaron a exigirnos los números de te-léfono. Como uno siempre dice que no tiene familiares, pues ahí es donde empezaron a golpearnos.

a mí me quemaron la espalda hasta que hicieron que les diera el número de mi hermano que está allá. des-pués ya ellos le hablaron y le dijeron que me tenían se-cuestrado y que mandara 1,500 dólares para que me sol-taran, y que si no me iban a matar.

Y pues mi hermano, para que no me hicieran nada, pues tuvo que mandar ese dinero y ya después me deja-ron salir.

a otros chavos que estaban ahí mismo, a uno le corta-ron los dedos, a otro le cortaron una oreja, a las mujeres las metían, así, en cuartos, así, separados y se oía sola-

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mente cómo les estaban pegando y cómo las estaban vio-lando. a otros los tenían colgando de unas vigas, ahí los tenían colgando de las manos y con unos tablones les es-taban pegando.

la misma Policía de ahí de tierra Blanca se daba cuenta, porque ellos estaban ahí mismo cuando nos le-vantaron y nos llevaron.

estábamos en las vías cuando llegaron unos en camio-neta y se estacionaron. uno de ellos estaba con un teléfo-no. luego llegaron otros más, y como andaban armados, nomás nos rodearon y nos dijeron que no fuéramos a co-rrer, que ellos eran de los Zetas. de ahí ya nos fueron agarrando y aventándonos a la camioneta.

eran como unos ocho secuestradores, pero iban bien armados, y uno, por el miedo de que lo vayan a matar, pues ya se sube.

a nosotros nos han dicho que los únicos que andan li-berando ahí son los soldados, porque esos policías muni-cipal o federal o de la afi no hacen nada, porque ellos es-tán implicados en el mismo grupo, por el dinero que les están pagando. dicen que compran plazas y no sé qué fregados más andan diciendo.

los de la PfP estaban ahí cuando nos secuestraron, y sólo se hacían de la vista gorda. así como que ellos no veían nada. si están ellos ahí viendo que lo están secues-trando a uno, me imagino que ellos deben de defenderlo a uno. Pero al ver que ellos no movieron ni siquiera un dedo para defendernos, es porque están de acuerdo.

Éramos como 30 secuestrados, y ya con los demás que tenían nos juntamos como 90. Como sólo llevaban una camioneta, pues íbamos ahí todos bien amontonados.

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tenían “aK”, pura arma de esa grande que usa el ejér-cito, y sus escuadras en la cintura.

tres días estuve secuestrado. sentí miedo. Pensé que ya no iba a volver a ver a mi familia. uno está con el te-mor nada más de pensar a qué hora te toca, pensando que van a venirte a sacar para ir a matarte por ahí.

Ya cuando me soltaron, sólo me vendaron los ojos y me fueron a tirar a las vías, ya de ahí yo agarré otro tren…

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“Como todos, intento una mejor vida”

Yo me vine de Chiapas a nuevo laredo. ahí me bajaron del tren unos de los Zetas y me dijeron que yo era “el co-yote”, porque yo era el único mexicano. iban varios cen-troamericanos.

me llevaron a mí primero secuestrado. ahí me metie-ron a una casa y me dieron una golpiza que no me la pude aguantar. me pusieron toques y me volvieron a gol-pear. me pusieron armas, los mismos policías que esta-ban con los Zetas, ellos mismos me pusieron una pistola en la frente, un arma grande en el pecho, me taparon con bolsas y me dijeron que querían que cantara para quién trabajaba.

lógico, yo no trabajo para nadie, ando como todos, in-tento buscar una mejor vida, porque en mi pueblo no hay trabajo.

eran policías, porque llegaron uniformados. de hecho, los mismos zetas les hablaron y éstos llegaron uniforma-dos. ellos son los que me pusieron las bolsas en la cara, me pusieron en una silla y me mojaron. después me die-ron unos toques con unas de esas máquinas para soldar.

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Yo agarré valor y les dije que si me iban a matar que lo hicieran de una vez, que no me dejaran así nada más su-friendo. ellos me dijeron que sí, pero que todo a su debi-do tiempo.

eran municipales, eran policías municipales de lare-do, de nuevo laredo.

había secuestradores centroamericanos también ahí, en ese rollo metidos, los demás eran de laredo y los otros eran chicanos.

a mí me dejaron como cinco días amarrado de los ojos y vendado. no me daban de comer así como debe ser, me trataban de lo peor. ahí me dejaban golpeado, incluso a otro chavo y a mí nos dijeron que nos iban a dar un 40, yo pensé que me iban a matar.

en este caso, gracias a dios, no nos pasó nada. sólo nos golpearon a mí y a otro chavo. nos aventaron a lo que es una camioneta y nos aventaron a un monte.

en ese monte nos dieron otra golpiza; después, con una pistola nos empezaron a balacear, así que nosotros empezamos así como a venadear, así, a correr de un lado pa otro. Bueno, al otro chavo sí le dieron un balazo en la pierna, yo me regresé por él para ayudarlo. Y nos fuimos como pudimos.

después, en el camino nos encontramos con una pa-trulla. la misma patrulla nos dijo que ellos no podían hacer nada porque no traíamos papeles. Y decían que se-guramente éramos centroamericanos.

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“Querían que trabajara con ellos”

a mí me secuestraron en las vías del tren, casi casi lle-gando a san luis Potosí.

iba caminando cuando me salieron dos hombres con pistola, me llevaron caminando a una casa que está como a tres cuadras de donde estaba yo, y ahí me metieron. eran dos centroamericanos los que me agarraron. ahí en la casa ésa habían más secuestrados. en total éramos como 35.

los primeros tres días no me dieron de comer, sólo agua. nos golpeaban para que diéramos nuestros teléfo-nos de nuestros familiares en estados unidos y sí, había gente que sí les daba el número, pero yo de verdad no tengo a nadie, voy yo solo.

voy viajando para forjarme mi futuro, pues estoy jo-ven, pero no quiero llegar a viejo sin tener nada, como mucha gente de mi país. Yo quiero llegar a estados uni-dos y trabajar, comprarle su casita a mi mamá y ayudar a que mis hermanos chicos puedan terminar la escuela. Quiero que ellos no tengan que hacer este viaje que estoy haciendo yo, porque, pues, es muy peligroso.

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apenas estoy aprendiendo a moverme en el tren. hay que desconfiar de toda la gente. Luego ya no sabes ni quién es el que te va a chingar: si los secuestradores o los mismos policías.

Cuando estaba ahí en la casa ésta, pues los primeros tres días no me dieron de comer. después ya me empeza-ron a dar comida, un poquito nada más, pero pues ya era algo. Yo no sé como es que me gané su confianza, pero bueno, al final me creyeron que yo no tenía a nadie en estados unidos y ya me dejaron de golpear.

Pero ahí es donde comenzó todo. los siguientes días me fui ganando la confianza de ellos, de los secuestrado-res. lavaba baños, limpiaba la cocina, barría y esas co-sas. ahí es cuando ellos me dijeron que como yo no había pagado y como ya me tenían confianza, que ahora ya te-nía que trabajar con ellos.

Querían que yo fuera de los guías, para ir a ganarme la confianza de los demás migrantes para luego secuestrar-los. Querían que estuviera en comunicación con ellos y me dedicara a lo mismo. Pero pues a mí no me gustó la idea ésa y les dije que no. Como me negué, me golpearon entre tres y me volvieron a encerrar otros tres días.

sí me daban de comer, pero poquito. hasta que me de-jaron salir un día, un ratito, al patio de la casa. me dije-ron que me iban a dar otra oportunidad para que pensa-ra bien y trabajara con ellos, porque estaban reclutando gente para que fueran guías. decían que yo era afortuna-do de que me escogieran y no me hubieran matado, y que les caía bien…

me dejaron un ratito ahí en el patio. la barda no era muy alta, así que en cuanto se descuidaron agarré vuelo y me aventé por la barda. no me costó mucho trabajo lle-

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gar hasta arriba. del otro lado había un árbol y por ahí me pude bajar. los secuestradores se dieron cuenta, pero cuando ya estaba yo arriba. salieron a corretearme. Yo me fui jalado hasta las vías para ver si veía a alguien que me pudiera ayudar. Y no había nadie.

eran como las 6:30 de la tarde. en eso llegué a las vías y de pura casualidad iba saliendo el tren. Gracias, dije yo, gracias diosito. me alcancé a agarrar del tren. a unos 60 metros de mí venían los secuestradores con las pisto-las. no dispararon ni nada. sólo me iban correteando.

me subí al tren y ellos ya no alcanzaron a agarrarme. así es como me les escapé. Pero pues ahí se quedo más gente secuestrada, y ya no sé qué habrá pasado con toda esa gente.

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“van a ver que va a haber guerra”

la verdad es que sí es cierto. de las nueve veces que voy, con ésta, las cosas han cambiado. antes los migrantes nos reuníamos en las líneas de los trenes a convivir entre nosotros. Pero ahora ya no. ahora tienes que meterte al monte y exponerte a varios peligros, como secuestrado-res y animales peligrosos que hay en el monte.

Cuando venía entrando me dijeron cómo estaban las cosas.

la verdad que yo pensé que eran mentiras, porque las veces que ya lo había intentado antes estaba todo tran-quilo, todo normal. Pero ahora hay muchos batos que te piden dinero, y si no lo das, te secuestran y te matan. si tus familiares no tienen el dinero, te matan.

ahí salió una camioneta roja, en un cruce donde había un tipo rancho. ahí había un señor al que no se le distin-guía la cara porque estaba todo oscuro. entonces para-ron el tren, hicieron disparos y ahí agarraron a bastante gente. también agarraron adolescentes, mujeres y seño-ras, pues que no pueden correr.

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Yo corrí hacia la derecha, agarré la carretera y atrás de mí venía una muchacha. Yo brinqué un cerco y la cha-va me dijo que la ayudara. entonces yo me paré y le qui-se dar la mano, y cuando le di la mano, le pegaron un dis-paro en el hombro derecho. Cuando me dio la mano, cayó donde yo estaba.

después de eso ya no podía ayudarla. Con todo el dolor de mi alma, pero tuve que correr. atrás de mí venía uno con pasamontañas con una pistola 22 en la mano, pero ellos mismos no se meten al monte, porque les da miedo que, ya adentro, nosotros les demos pa bajo. Cuando vio que yo ya estaba en el monte, él mismo se volvió para atrás.

en ese tren veníamos como 300. después, desde donde estaba, se veían en el pavimento a toda la gente que te-nían ahí tirada y amenazada con pistolas y con los focos las alumbraban.

a una chava la violaron entre uno, dos, tres, varios. Y a otra que no se dejó violar la mataron. sólo le dieron vuelta y la tiraron debajo de la línea del tren.

los otros batos juntaron a todos en una troca. el señor de ese rancho es cómplice, porque ahí metieron a varia gente. incluso se pusieron a tomar y a fumar droga. Yo miré todo eso, porque yo regresé a la línea del tren para ver si lo podía volver a agarrar.

después de eso, volví a agarrar el tren que iba a “Coat-za”, y ahí en una selva se paró el tren. ¿Por qué detenerse en medio de la selva y no en una ciudad? ¡si el tren nun-ca se para en lo que es el monte! Bueno, ahí nos bajaron a todos a tiros. un bato que venía conmigo defendió a una chava y le pegaron un tiro en la cabeza. los dos últi-mos vagones ya los llevaban llenos de gente, esa gente ya iba secuestrada para nuevo laredo.

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a los demás nos tocó irnos caminando de ahí hasta Coatzacoalcos, veracruz.

lo que quiero decir es que los maquinistas, migración, los federales, todos esos están involucrados en esto. ¿Por qué los de migración tienen que agarrarnos para ir a en-tregarnos a los secuestradores para pedir dinero? ¿Por qué los maquinistas tienen que pedir dinero si el tren es del gobierno y puede montarse cualquiera?

Porque tú, ¿cómo reaccionarías si han violado a una prima, una tía o sobrina que viene en el corredor? así como ellos, yo puedo pagar para traer un arma para ve-nir y darles duro a ellos, ¿me entiende?

entonces, se tiene que hacer algo, porque nosotros mismos vamos a tomar represalias contra ellos, porque nos están chingando.

los secuestradores y los mismos ratas que nos están afectando a nosotros son de Centroamérica, son centro-americanos, igual que nosotros, guatemaltecos, salvado-reños, hondureños, nicaragüenses, hasta de Costa rica creo que son, pero esos batos están mandados y sus jefes son de aquí, de méxico.

Pero si sigue esto así, este año que viene va a incre-mentar la violencia: eso sí que lo tengan por seguro. Por-que todos los migrantes y todos los batos, hermanos, so-brinos, hijos que vienen en el tren y que ven que se tiran a las hermanas, sobrinas, primas, tías, hermanas, tal vez la mamá de uno, van a venir de allá para acá y van a aca-bar bien enojados. van a ver que va a haber una guerra.

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Bienvenidos al infierno del secuestro. Testimonios de migrantes, editado por la Comisión nacional de los derechos humanos, se terminó de imprimir en septiembre de 2009 en los talleres de reproduc-ciones y MaTeriales, s. a. de C. v., Presidentes núm. 189-a, Col. Portales, C. P. 03300, méxico, d. f. el cuidado de la edición estuvo a cargo de la direc-ción de Publicaciones de esta Comisión nacional.

el tiraje consta de 1,500 ejemplares.

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