¿Cómo cambiaria mi vida si hoy tuviera SIDA?ENSAYO

Cada año, cientos de miles de trabajadoras y trabajadores de la salud están expuestos a enfermedades mortales como VIH y hepatitis C a causa de pinchazos con agujas y lesiones corto punzantes. El personal de enfermería y doctores no debería poner en riesgo su vida cada vez que usa una jeringa o un objeto corto punzante.

Soy Yissel Serrano Estudiante de medicina, práctico en el hospital regional, tengo 21 años de edad, estaba entusiasmada con mi carrera de medicina, desde pequeña quise ser Doctora. Una noche, mientras transportaban a un paciente que llego por causa de un accidente, el mismo estaba drogado y con alto nivel de alcohol, en la sala de urgencia fue atendido por el personal médico y les brindaros los primeros auxilios, en ese momento yo iba entrando hacer mis horas de prácticas y el personal me pidió que atendiera el caso ya que era urgente , de inmediato observe que era un drogadicto y que su vida era un desastre, note que el catéter de su venoclisis que le habían colocado las enfermeras estaba ocluido con sangre. Para irrigar la línea rápidamente, llene una jeringa con suero salino e inserte la aguja en el puerto de hule de la línea de venoclisis del paciente; mientras yo intentaba aspirar la sangre coagulada y permitir el flujo de líquido en la guía, el paciente se sobresaltó y dio un tirón, lo que provocó que la aguja se saliera del puerto de hule de su venoclisis y que la misma pinchara el palmar de mi mano izquierda, me aterrorice y de inmediato frote la herida, reporte mi lesión y fui al departamento de emergencias. Me iniciaron un régimen de medicamentos antirretrovirales e inhibidor de proteasa para no adquirir ninguna enfermedad tales como la hepatitis C y el VIH entre otras ya que se desconocía lo que tenía el paciente.

Ocho meses después comencé a sentirme enferma y se me diagnosticó VIH; mi vida cambio rotundamente cuando me dijeron que tenía el sida, reaccioné con una frialdad total, como si la cosa no fuera conmigo y he aquí que yo la estaba desarrollando ya, sin haber sabido previamente que estaba infectada y encaraba el caso como si no tuviera relación con mi persona. Las primeras semanas mantuve la misma calma helada. Aquello no me afectaba y yo tenía que tranquilizar a mis padres, hermanos, amigos y demás familiares que parecían esperar mi derrumbamiento de un momento a otro; muchos de mis amigos se alejaron de mi al saber que tenía VIH sin conocer bien como se transmitía y de qué forma fui con tajeada, mis padres habían reaccionado de una manera espléndida sabían del sida mucho más que yo y dieron por hecho lo sucedido y que eso no podía hacerme menos que los demás, ellos medaban liento, su esfuerzo por hablarme de nuevas terapias, sus invitaciones para salir con ellos y distraerme, me decían claramente que estaban preocupados por mí. Tenía, por tanto, que estar alegre, reírme a carcajadas, arreglarme más que nunca y demostrarle a todos que todo marchaba de maravilla, cuando en verdad no todos me veían igual que antes cuando estudiaba medicina y que sería una gran doctora...

Me mantenía físicamente bien y todos se fueron olvidando del problema. Nos acostumbramos a la rutina de los análisis y las visitas al hospital cada quince días. Mis hermanos volvieron a sus estudios y mis padres a su vida de siempre, sin embargo yo no me sentía bien conmigo misma porque sabía que mi vida ya no era la misma y que todos me miraban como la infectada de VIH empecé a estar inquieta y lloré amargamente, entonces me confesé a mí misma lo que había intentado ocultar, estoy desesperada, tengo mucho miedo de morir y no poder crear mi familia y completar mi meta, sin embargo le seguía diciendo a Dios que le amaba y que aceptaba lo que me estaba sucediendo porque solo él sabía por qué y cómo había sucedido, que me permitiera terminar mis estudios y todo fuera hasta donde él quisiera y me dejara permanecer con mi familia.

Ahora soy miembro activo de la asociación estatal de doctores. Me dedico a la educación de otros y pelea por la protección de la seguridad y salud

ocupacional, de modo que otras y otros trabajadores de la salud no tengan que sufrir lo que yo sufrí.