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1 CON LA MADRE DE JESÚS Doctrina y vivencia mariana por el “camino de la contemplación” en Concepción Cabrera de Armida Juan Esquerda Bifet

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CON LA MADRE DE JESÚS

Doctrina y vivencia mariana por el “camino de la contemplación”en Concepción Cabrera de Armida

Juan Esquerda Bifet

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(Índice)

PRESENTACIÓN: “CON LA MADRE DE JESÚS” (Hech 1,14) (pp.3-4)

1.LA REFLEXIÓN Y LA VIVENCIA DE LOS TEMAS MARIANOS, POR EL “CAMINO DE LA VERDAD”, “CAMINO DE LA BELLEZA”, “CAMINO DE LA CONTEMPLACIÓN” (p.5-8)

2.SÍNTESIS DE LA VIVENCIA Y DOCTRINA MARIANA EN CONCEPCIÓN CABRERA DE ARMIDA SEGÚN SUS ESCRITOS (pp.9-20)

María te da a JesúsRosas y EspinasAnte el AltarSed perfectosA mis sacerdotesHoras santas (¡Entra en mi corazón!)Cómo es JesúsCadena de Amor Divino y Estaciones del almaCuenta de Conciencia(Excursus) Maternidad espiritual a imitación de María

3.LA “VIA CONTEMPLATIONIS” PARA PROFUNDIZAR Y VIVIR LOS TEMAS MARIANOS, SIGUIENDO LAS PAUTAS DE CONCEPCIÓN CABRERA DE ARMIDA (pp.21-37)

El punto de partida: Trinidad y Encarnación redentoraEl “sí” de María y de la Iglesia en la vida oculta de Belén y NazaretDesde Caná hasta la glorificación en la CruzLa soledad “contemplativa” en la Iglesia peregrina de todos los tiempos(Excursus) La colaboración de María en la obra redentora de Cristo(Excursus) Amor maternal de María y de la Iglesia hacia los sacerdotes en los escritos “A mis sacerdotes” y “Sed perfectos”

A MODO DE “CONCLUSIÓN”: IMPORTANCIA Y ACTUALIDAD (pp.39-40)

NOTAS (pp.40-48)

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PRESENTACIÓN: “CON LA MADRE DE JESÚS” (Hech 1,14)

Me propongo reflexionar sobre los escritos marianos de Concepción Cabrera de Armida (“Conchita”) con una perspectiva que podría calificarse como “peculiar”. Ella expone los temas o también los vive con una perspectiva que vamos a llamar “camino de contemplación” (“via contemplationis”).

Es verdad que ella habla de estos temas, y que los vive, teniendo en cuenta la doctrina que podía leer en los libros o escuchar en conferencias y sermones. Ése es el camino normal, de todos, para poder afirmar las verdades cristianas sobre María con claridad y precisión, de acuerdo con la revelación y el magisterio de la Iglesia. En este sentido, ella habla también de los temas marianos que ya todos conocemos: Inmaculada, Madre de Dios y nuestra, siempre Virgen, Asunta y Reina, medianera, que colabora en la redención, etc.

Ahora bien, la perspectiva que ella usa, sin perder las referencias de garantía que ya hemos indicado, es la de invitar a vivir la fe desde dentro, a modo de conocimiento vivido, a partir de los sentimientos de Jesús (su Corazón) y de los sentimientos del Corazón de su Madre María.

Ella habla no sólo porque “sabe”, sino especialmente porque intuye en los momentos de oración íntima, recibiendo luces y mociones que no se contraponen a la ciencia teológica ni a la catequesis, pero que son una llamada urgente para la renovación espiritual y apostólica, a nivel personal y comunitario.

Mi reflexión es una invitación para estudiar a Conchita por la “via contemplationis”, “camino de contemplación” (que es también “via pulchritudinis”, “camino de la belleza”), cuya “novedad” o peculiaridad se puede encontrar más fácilmente en sus escritos de conciencia y en sus publicaciones.

La doctrina mariana de Conchita, por tanto, hay que estudiarla también por la “via contemplationis”, cuya noción explico desde el principio en relación con la “via veritatis” y dentro de la “via pulchrituinis” (cap. 1). Tendré en cuenta su doctrina mariana en el conjunto de sus escritos (cap.2), para llegar finalmente a su propio camino práctico y evangélico por la “via contemplationis”, concretado especialmente en Rosas y Espinas con referencia a los otros escritos y publicaciones (cap.3).

Se podría decir que es el camino auténticamente eclesial de “orar en sintonía con la Madre de Jesús” (Hech 1,14). Porque esta “sintonía” supone entrar en su modo de “meditar en su corazón” todo el misterio de Cristo (cfr. Lc 2,19.51). Si el Señor nos ha dado a su Madre como nuestra (cfr. Jn 19,25-27), ello significa que también nos ha dado la posibilidad de orar y vivir como ella, es decir, en sintonía con los “sentimientos” y amores del mismo Jesús (Fil 2,5).

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Me atrevería a afirmar que la figura eclesial de Concepción Cabrera de Armida es de las pocas figuras contemplativas y marianas que, en su vida y en sus escritos, vive profundamente la armonía de la fe y de la revelación entre estos textos bíblicos que acabo de citar, como fuente de santificación y misión. La clave es el Corazón materno de María, donde resuena todo el Evangelio, como figura de la Iglesia madre y misionera.

Por este camino (“via contemplationis”) entró ella, sin conocer ni explicar la expresión, guiada por el Señor y por su Madre, también para hacer realidad en su persona el mensaje guadalupano: “No estoy yo aquí que soy tu Madre?… tú estás en mi regazo”… Pero el mensaje es para todos y traspasa el espacio geográfico y el tiempo histórico. Quien entra por este camino, queda “endeudado”, porque los dones recibidos con para compartir. Entonces la vida “contemplativa” se hace misión y, por tanto, urgencia de santidad como transparencia del Evangelio. Es el camino de la Iglesia de todos los tiempos.

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1.LA REFLEXIÓN Y LA VIVENCIA DE LOS TEMAS MARIANOS, POR EL “CAMINO DE LA VERDAD”, “CAMINO DE LA BELLEZA”, “CAMINO DE LA CONTEMPLACIÓN”

Los temas marianos se han desarrollado teológicamente gracias a lo que podemos calificar como “via veritatis”. Es decir, se ha intentado llegar a la verdad de los contenidos, inspirándonos en las fuentes escriturísticas, patrísticas, litúrgicas, magisteriales, históricas, etc., mientras, al mismo tiempo, se han explicado estos mismos contenidos con claridad y precisión teológica.

Es el camino que se ha seguido y que se sigue ordinariamente, en el sentido de que “la fe busca explicarse inteligiblemente” (“fides quaerens intellectum”); pero también la reflexión teológica intenta garantizar su esfuerzo sin perder los contenidos de la fe (“la inteligencia busca el apoyo de la fe”).

Este esfuerzo de reflexionar por “el camino de la verdad” es necesario para poder afirmar la fe con autenticidad, y también para vivir esta misma fe, celebrarla, anunciarla y plasmarla en expresiones humanas (culturales). Debe llegar a ser una adhesión personal a Cristo, es decir, un conocimiento de Cristo vivido con autenticidad.

Y aquí es donde encontramos otro camino complementario para llegar al corazón humano y a la comunidad humana. Afirmar la verdad con claridad y fundamentación, es necesario, pero no es suficiente para captar la atención y para suscitar una respuesta vivencial y comprometida. Por esto, las expresiones “artísticas” (“bellas”) de la verdad son una gran ayuda para conseguir este objetivo. El canto, la poesía, la literatura en general, la pintura, la iconografía, la arquitectura etc., pueden presentar la misma fe por la llamada “via de la belleza” (“via pulchritudinis”).1

1NOTAS:

? El tema sigue siendo estudiado todavía, puesto que se abren nuevas posibilidades de profundización teológica: St. DE FIORES, Bellezza, en: Maria, Nuovissimo Dizionario, Bologna 2006, vol. I, 237-289; M. IRIBERTEGUI ERASO, Juan Pablo II y el acercamiento a María según la Vía Pulchritudinis: Ephemerides Mariologicae 56 (2006) 407-428; A. LANGELLA, Bellezza, en: Mariologia, Cinizello Balsamo, San Paolo 2009, 190-199; G. MELGUIZO YEPES, El camino de la belleza o la “Via pulchritudinis” en la mariología de hoy: Regina Mundi 53 (2004) 133-138; C. MILITELLO, Mariologia e via pulchritudinis: Marianum 61 (1999) 459-487; I. MURILLO, El camino de la belleza en mariología: Ephemerides Mariologicae 45 (1995) 193-205; P. VANZAN, La via pulchritudinis nella mariologia recente: Civiltà Cattolica (2003) 3, 138-144.

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Esta es la invitación que ya hicieron Pablo VI y Juan Pablo II, aplicándola al campo de la mariología o de la doctrina mariana. Recordando la figura bíblica de “la mujer vestida de sol” (Apo 12,1), Pablo VI invitaba a seguir “la vía de la belleza”: “María es la creatura «toda hermosa»; es el «espejo sin mancha»; es el ideal supremo de perfección que en todo tiempo los artistas ha intentado reproducir en sus obras; «la Mujer vestida de sol», en la que los rayos purísimos de la belleza humana se encuentran con los sobrehumanos, pero accesibles, de la belleza sobrenatural”.2

La “belleza” puede llegar a ser también un “lugar teológico”, puesto que por ella se puede expresar la fe recibida, como afirmaba Juan Pablo II en su carta a los artistas (4 abril 1999). Es la indicación que ya había hecho el concilio de modo implícito: “También la literatura y el arte son, a su modo, de gran importancia para la vida de la Iglesia. En efecto, se proponen expresar la naturaleza propia del hombre, sus problemas y sus experiencias en el intento de conocerse mejor a sí mismo y al mundo y de superarse” (Gaudium et Spes, n.62).3

La “via pulchritudinis” se puede encontrar frecuentemente en las figuras “contemplativas” (o “místicas”), en su propia vida y en sus escritos. A veces, no siempre, son también expresiones poéticas o líricas (como en el caso típico de San Juan de la Cruz). Pero siempre son expresiones fuertemente vivenciales, no tanto por la rima poética, cuanto por las manifestaciones o “intuiciones” en las se traduce una actitud “contemplativa” de deseo y búsqueda dolorosa, de encuentro que nunca llega plenamente, de silencio “sonoro”, de sorpresa siempre nueva, de soledad o ausencia dolorosa, etc. Es algo que se quiere contagiar, porque los dones de Dios son para compartir. Es la verdad presentada en su belleza y bondad, para atraer el corazón de la persona y de toda la comunidad humana y eclesial.4

Los “contemplativos “ o “místicos” quieren expresar sus intuiciones y vivencias (que son dones de Dios) como experiencias recibidas ante la realidad de Dios que habla y parece que calla, que está presente y parece ausente. El “místico” o “contemplativo” experimenta la propia realidad humana (pobre y limitada), en la que se refleja e inserta la misericordia infinita de Dios. Es decir, “experimenta” la presencia amorosa de Dios en la propia realidad. No descarta una explicación clara y sistemática, pero prefiere aceptar a Dios tal como es, con actitud de admiración, adoración, silencio de donación. Si esta experiencia es auténtica, es profundamente humilde, agradecida, confiada, servicial y fraterna.

Los contemplativos (como intentamos analizar en Concepción Cabrera de Armida) expresan estas vivencias de un modo que es también “via pulchritudinis” (“camino de belleza”), tanto al exponer su propia experiencia contemplativa (para consulta y garantía espiritual) como al escribir para invitar a otros a dejarse sorprender y conquistar por Dios Amor. El “celo de las almas” lo entienden como una exigencia de amar y hacer amar al Amor.

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Las expresiones de los contemplativos (o místicos), aunque no lleguen a ser directamente poéticas, son también profundamente “bellas”, porque transparentan actitudes de autenticidad, que armonizan la razón, el corazón y la vida. Se ha experimentado el amor de Dios en la propia realidad limitada y se quiere “cantar” esta experiencia de fe como “adhesión personal” a quien sabemos que nos ama tal como somos. Y todo lo recibido de Dios es para compartir con los hermanos, a veces sólo en el silencio de la donación y del servicio humilde.

Cuando esta experiencia “mística” o contemplativa es a ejemplo y con la presencia activa y materna de María, entonces aflora toda la hondura del himno del Magníficat: alabanza y adoración, gratitud gozosa, humildad, confianza, experiencia de la misericordia que es para todos… Es la sorpresa de saberse inmersos en los mismos sentimientos de la Madre de Jesús.

Con María se siente uno invitado a pasar por la “noche de la fe” a modo de “silencio” gozoso y doloroso, pero también a experimentar una “presencia” que es siempre más allá de nuestras reflexiones.5

De este modo, la “via pulchritudinis” se concreta en los santos contemplativos como “via contemplationis” (“camino de contemplación”). Sus expresiones, sin ser necesariamente poéticas o líricas, conquistan el corazón por su belleza y autenticidad. En esas expresiones contemplativas se realiza de verdad el axioma: verum, bonum et pulchrum convertuntur in unum (lo verdadero, lo bueno y lo hermoso convergen en lo uno o en la unidad). Esta belleza armónica es la que puede renovar la Iglesia, haciéndola signo claro y portador del misterio de Cristo.

La “belleza” de las actitudes marianas, como vivencia de la Palabra de Dios, cuando es descrita por los contemplativos, conquista no sólo la inteligencia, sino especialmente el corazón y la vida entera (se hace vivencia integral). Entonces el ser humano, ayudado por la gracia, abre generosamente su inteligencia y su corazón al misterio de Cristo, Hijo de Dios hecho hombre, único Salvador universal. Es el misterio que se transparenta en la doctrina mariana: Toda santa e Inmaculada (llena de gracia), Madre de Dios, siempre Virgen, Asociada a Cristo Redentor, Asunta y glorificada en cuerpo y alma, Madre nuestra (de toda la Iglesia y de toda la humanidad), que sigue ejerciendo su mediación materna… 6

Por la “vía de la belleza” y “vía de la contemplación” estos contenidos de la doctrina mariana conquistan el corazón y transforman la vida. Verdad, belleza y vivencia adquieren una “inclusión” armónica sin confusión. Es la “hermosura siempre antigua y siempre nueva”, que había experimentado San Agustín (Confesiones, 10,27).7

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El tema que estamos estudiando en Concepción Cabrera de Armida, encajaría perfectamente en el contexto histórico de santos Doctores de la Iglesia que se han expresado como contemplativos y profundamente marianos.8

Concepción Cabrera de Armida, en sus publicaciones para alimentar la fe de los creyentes, se ha expresado en términos de sencillez, belleza y admiración. Expone la experiencia contemplativa de María, como ella la intuye y la recibe en la contemplación, y luego la describe en sus publicaciones. En todos sus escritos (como veremos en el capítulo siguiente) hace referencia espontánea a María, aunque hay algunos escritos que son marianos monográficamente.

Para ella, hablar de María equivale a dejarse sorprender y contagiar por su maternidad respecto a Jesús, bajo la acción amorosa del Espíritu Santo y para llevar a efecto el proyecto del Padre. Es maternidad mariana y eclesial, que se concreta en quien siente la llamada a vivir el bautismo en toda su hondura. Este tema se capta mejor y se vive más auténticamente por la “via contemplationis”, es decir, meditando la Palabra (el Verbo Encarnado) en el corazón. Es llamada y camino de santidad.

Pero esta experiencia “contemplativa”, que arranca del bautismo, es también esencialmente “apostólica” o “misionera”, en el sentido de que se convierte en “misión: Cristo llama a colaborar con él en la salvación (redención) de toda la humanidad. Y este tema, que en María es de “asociada” al Redentor (tema patrístico y conciliar del Vaticano II), se capta mejor por la “via contemplationis”.

Conchita se siente llamada a vivir como María, colaborando con Cristo en la redención del mundo, e invita a otros a vivir esta consecuencia de la vocación bautismal. Explica la experiencia dolorosa y gozosa de María, como expresión de la experiencia contemplativa de la Iglesia, que es también, con María, madre y asociada al Redentor.9

9 Ver algunos estudios donde se resume o explica la doctrina mariana en Conchita: J. ESQUERDA BIFET, Colaboración de María en la Redención, según la doctrina de la Venerable Concepción Cabrera de Armida: Estudios Marianos 70 (2004) 337-360; Idem, El sacerdocio de Cristo y el sacerdocio ministerial en la vivencia y en el mensaje de Concepción Cabrera de Armida, en: AA.VV., Conchita, cuéntanos tu vida, México (Edic. Cimiento 1991) 277-322; M. G. LABARTHE, Concepción Cabrera de Armida. Escritos (México, Edit. Religiosas de la Cruz, 2008); J. GUTIÉRREZ GONZÁLEZ, María y la Eucaristía y su asociación al dolor salvífico de Cristo en la venerable Concepción Cabrera de Armida: Estudios Marianos 72 (Madrid 2006); D. ICAZA CONREY, María en su soledad, misterio de esperanza: Temas de la Espiritualidad de la Cruz, n.11 (México, La Cruz, 1989); J.M. PADILLA, María en el mistero de su Soledad (México s/e 1978). Ver también: C. CASTRO TELLO, Proceso humano y experiencia de Dios en Concepción Cabrera

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de Armida (México, Universidad Pontificia, 2004), cap. VIII: la dimensión eclesial (Tesis Doctoral).

2 Pablo VI, Discurso, Congreso mariológico-mariano internacional, Roma, 16 mayo1975. El tema del Congreso Mariano era precisamente: María y el Espíritu Santo.

3 El texto conciliar está citado y comentado en Carta a los artistas, 4 abril 1999, n.11. La afirmación “lugares teológicos”, aplicada las “realizaciones artísticas”, la toma Juan Pablo II de M.D. Chenu: La teologia nel XII secolo (Jaca Book, Milán 1992) p. 9.

4 Sobre el concepto de mística, hay que distinguir entre la experiencia o gracia mística propiamente dicha y los posibles efectos (gracias especiales y signos extraordinarios): “El progreso espiritual tiende a la unión cada vez más íntima con Cristo. Esta unión se llama «mística», porque participa del misterio de Cristo mediante los sacramentos «los santos misterios» y, en El, del misterio de la Santísima Trinidad. Dios nos llama a todos a esta unión íntima con El, aunque las gracias especiales o los signos extraordinarios de esta vida mística sean concedidos solamente a algunos para manifestar así el don gratuito hecho a todos” (Catecismo de la Iglesia Católica, n.2014).

5 Decía Juan Pablo II: "Debemos confesar que todos tenemos necesidad de este silencio cargado de presencia adorada... un silencio que permita al Otro hablar, cuando quiera y como quiera, y a nosotros comprender esa palabra" (Carta Apostólica Orientale lumen: AAS 87, 1985, 745-774; la frase citada está en p.762). En la encíclica Redemptoris Mater, Juan Pablo II, después de citar a San Juan de la Cruz sobre la “noche de la fe” (cfr. Subida del Monte Carmelo, L. II, cap. 3, 4-6), afirma: “Pues de este modo María, durante muchos años, permaneció en intimidad

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2.SÍNTESIS DE LA VIVENCIA Y DOCTRINA MARIANA EN CONCEPCIÓN CABRERA DE ARMIDA SEGÚN SUS ESCRITOS

Los temas que se desarrollan en los escritos de Concepción Cabrera son una invitación a vivir los misterios cristianos, especialmente la Trinidad, la Encarnación redentora (Cruz, Corazón de Jesús), el Espíritu Santo, la Eucaristía, María, la Iglesia, el sacerdocio, la salvación de las almas, la oración y camino de perfección, etc. Desarrolla el camino de la vida espiritual hacia el encuentro definitivo con Dios Amor, en Cristo y en el Espíritu Santo, con el ejemplo y ayuda de María. En mi reflexión intento poner en evidencia su profundidad y síntesis sapiencial, haciendo primero un recorrido rápido sobre sus escritos de contenidos mariano. 10

con el misterio de su Hijo, y avanzaba en su itinerario de fe” (Redemptoris Mater, n.17 y nota 36).

6 Resumo el tema en: Compendio de Espiritualidad Mariana. María en el corazón de la Iglesia (Valencia, EDICEP, 2009), cap.VI, n.1 (María en el camino de la contemplación: dimensión contemplativa de la espiritualidad mariana de la Iglesia).

7 He analizado algunos Santos Doctores de la Iglesia, considerados como eminentes contemplativos y marianos, que han expuesto los temas con expresiones de “via pulchritudinis” (y “via contemplationis”), en: María en la experiencia de los místicos, ejemplo de “via pulchritudinis”… (Covadonga, Semana Mariológica, 21-24 agosto 2018). Publicación en: Estudios Marianos (2019), vol.85.

8 Anteriormente había recogido los contenidos marianos, expresados en dimensión vivencial o relacional (a modo de “via contemplationis”), con base bíblica, patrística y magisterial, en: Vivencia de los textos evangélicos sobre el Misterio de Cristo desde el Corazón de la Madre de Jesús: Estudios Marianos 82 (2016) 317-357 (textos evangélicos, santos y autores, magisterio).

10 Conviene siempre tener en cuenta los datos biográficos esenciales: Concepción Cabrera nació en San Luís Potosí, México, 8 diciembre 1862. Estaba casada con Francisco Armida (1884-1901) y era madre de 9 hijos. Su esposo murió en 1901. Suscitó y fundó el “Apostolado de la Cruz” (1895). Guiada por su primer director espiritual (P. Alberto Cuzcó y Mir S.I.), fundó las “Religiosas de la Cruz del Sagrado Corazón de Jesús” (1897). Cooperó, con el P. Félix Rougier, en la fundación de los Misioneros del Espíritu Santo (1914). Murió en México, 3 marzo 1937. Beatificada en 2019. Es conocida popularmente con el nombre de Conchita. Datos biográficos documentados: J.Mª PADILLA CENTENO, Concepción Cabrera de Armida. Su vida y su misión en la Iglesia (México, s/e,1986); M.M. PHILIPON, Diario espiritual de

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Todos los escritos de Concepción Cabrera de Armida (impresos o inéditos) tienen un marcado trasfondo mariano. En ellos se puede apreciar la dimensión trinitaria, cristológica, pneumatológica (fidelidad al Espíritu) y eclesiológica. Su vida espiritual, como vida según el Espíritu Santo, gira en torno al Corazón de Jesús (su amor de crucificado). De ahí deriva su celo por la salvación de las almas y su atención a la santidad sacerdotal.

Es muy acentuada la relación de María con la Eucaristía como presencia, sacrificio y comunión. Su doctrina mariana presupone el paralelismo María-Iglesia: la Iglesia aprende de María su propia maternidad y su actitud oferente y oblativa respecto a Cristo Redentor y Salvador de toda la humanidad.

En los escritos van apareciendo todos los temas marianos básicos: Madre de Dios, siempre Virgen, Inmaculada, Asunta y Reina, Madre nuestra y Medianera, asociada a Cristo Redentor, etc. Ella nos acompaña en todo nuestro itinerario de vida cristiana, como Madre, modelo, intercesora o medianera y también primera discípula.

Aunque en algunos escritos se dedica especial atención al tema mariano, hay dos en los que este tema se desarrolla directamente y con cierta amplitud a modo de monografía: María te da a Jesús, Rosas y Espinas. Vamos a dedicar a ellos una atención especial en el capítulo siguiente.11

Hay también amplias explicaciones marianas en otros libros publicados que han tenido gran repercusión en la comunidad cristiana, y que han sido materia de estudio en congresos y publicaciones. De ellos citamos y aprovecharemos algunos contenidos marianos.12

una madre familia, Concepción Cabrera de Armida (Bilbao, Desclée, 1987).

11 Tiene otros escritos directamente marianos, aunque menos conocidos: A María, manojito de amores (Barcelona 1910), Perlas de mayo (Barcelona 1920), El Santo Rosario (Barcelona 1920), Manual Guadalupano (Barcelona 1912), A la Estrella del Tepeyac (Barcelona 1920), Visitas a la Santísima Virgen de Guadalupe (México 1910), Novena a la Santísima Virgen de Guadalupe (México 1910 y 1988), Triduo a la Virgen Dolorosa del Recuerdo (Puebla 1928), Ejercicio para recorrer las estaciones del Via Matris-Dolorosa (México 1931), Día quince dedicado a Nuestra Señora de Tzocuilac (México 1912). Para datos sobre año, lugar, ediciones, etc., de estas obras marianas (y otros escritos de Conchita), ver: M. G. LABARTHE, Concepción Cabrera de Armida. Escritos (México, Edit. Religiosas de la Cruz, 2008). Los libritos “guadalupanos” merecería un estudio especial.

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Recodamos primeramente y con brevedad los contenidos esenciales y marianos de los libros más importantes dedicados a María (María te da a Jesús, Rosas y Espinas) y luego hacemos notar los contenidos marianos de otros libros publicados y más conocidos.

María te da a Jesús:

Describe las vivencias de un viaje a Tierra Santa (1913), presentado la interioridad de Jesús desde las vivencias del Corazón de María. Son 26 meditaciones puestas pedagógicamente en labios de la Santísima Virgen para conseguir el efecto de imitación y sintonía. Los contenidos son comentarios sencillos a las escenas evangélicas, invitando a adoptar actitudes interiores parecidas a las de María, que meditó las enseñanzas de Jesús en su corazón para nuestro bien.

Se van desgranando las escenas evangélicas interpretando los sentimientos de María, desde Belén hasta la Ascensión. Ella “recibió todo el amor de su Hijo, que ardía al par del suyo para salvarnos. Con toda la ternura de una Madre, va a poner en nosotros lo más querido que posee, a Jesús Eucaristía” (introducción). En cada meditación, después de escuchar a María, el creyente agradece y adopta resoluciones prácticas de vida espiritual y apostólica.13

Rosas y Espinas:

Se trata de una relectura del evangelio, vivido desde dentro, es decir, desde los sentimientos de Cristo, de corazón a corazón, adoptando la misma actitud de María. Se van desgranando todos los momentos evangélicos tal como María los meditó y vivió, para que ahora sus hijos, los creyentes en Cristo, los recibamos y vivamos.

La dinámica de cada tema (33 meditaciones) se simboliza y resume con las palabras "rosa" y "espina". María nos comunica su meditación y vivencia de un hecho evangélico (por ejemplo, la Anunciación); es una "rosa" que nos regala, de parte de su Hijo, para que dejemos entrar su palabra en nuestro corazón. Pero María vivió este hecho evangélico también como "espina", es decir, como quien comparte la misma suerte de Cristo, a modo de "espada" (Lc 2,35). El dolor profundo de María consistía

13 María te da a Jesús (México, Ediciones Cimiento y Editorial La Cruz, 2000). El libro se publicó como anónimo y tuvo seis ediciones, con el título: Ternuras del Corazón Inmaculado de María (Barcelona 1916, Guadalajara 1990). Este título original indica que quiere exponer los sentimientos o vivencias de María, para sintoniza con ella. “Yo soy, hijo mío, el camino más corto para llegar a Jesús. Soy la ‘Estrella de la mañana’ " (n.2). “Él es mi Hijo, y tú eres mi hijo; a los dos los llevo en lo más interno de mi corazón” (n.16, escena de la samaritana).

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en ver que el Señor no era conocido ni amado. Entonces ella, al brindarnos maternalmente su "rosa", nos invita a acompañarla en su dolor (su "espina").

Como buena Madre, nos enseña a sufrir amando y a transformar el sufrimiento en donación. Tal vez lo más original del libro es el sentido de "soledad" de María, desde la Ascensión de Cristo hasta la Asunción de la Santísima Virgen. El trasfondo de cada una de las meditaciones es: “Ésta es la Rosa para ti, comprada con las Espinas mías” (meditación n.20). Como si dijera: Las penas (las espinas) fueron todas para mí; pero para ti fue el precioso fruto de ellas las rosas.

Tiene dimensión trinitaria, cristológica y pneumatológica o de fidelidad al Espíritu Santo, para aprender a vivir la mirada amorosa de Cristo al Padre (cfr. Lc 10,21; Ef 2,18). Ayuda a entrar directamente en el misterio de Cristo, Verbo Encarnado. Es un itinerario para llegar a vivir en sintonía con los sentimientos de Cristo, a imitación de María y con su ayuda.14

Ante el Altar:

Aparecen, en forma de coloquio con Cristo presente en la Eucaristía, todos los temas evangélicos, siempre en torno al misterio de la Encarnación y Redención. La figura de Jesús está en relación estrecha con su presencia real, con su inmolación (sacrificio) y con la comunicación de su misma vida. Es un librito contemplativo, vocacional y misionero, para suscitar “almas generosas” que sigan al Señor “sin vacilar”. Se orienta por el camino de la humildad, confianza y entrega. "Sólo Tú eres y serás siempre mi único amor", "me vaciaré yo para que Tú aparezcas".

La forma pedagógica de diálogo es un modo de exponer el dato evangélico, con vistas a motivarlo para invitar a vivirlo. Es el lenguaje del amor. El Espíritu Santo guía por este camino de donación total: "Que tu Cruz sea mi Cruz".

Para nuestro estudio, hay que recordar que al final de cada número o capítulo, se presenta siempre a María como Madre, modelo e intercesora. Es una especie de síntesis del misterio de Cristo (presente en la Eucaristía) en dimensión mariana, como aprendiendo de ella a adorar y “meditar en el corazón" (Lc 2,19.51). Se pide a María amar a Jesús "como Tú le amaste", "con tus mismos latidos", con un "amor de mártir", porque "jamás dejaba tu corazón de orar", "entre El y yo estás Tú", "¡Oh María! … danos tu corazón para con él amar al que es Amor". 15

Sed perfectos:

La dedicación del libro a María (“Virgen Madre, Esposa del Espíritu Santo y Reina de los Apóstoles”) es la clave para entender el sentido de la maternidad espiritual de la misma Conchita respecto a los sacerdotes. La doctrina mariana de esta publicación

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es muy profunda, especialmente en los dos capítulos que le dedica directamente (capítulo 11: “María… Este es mi Cuerpo”; capítulo 12: “Íntima filiación con María”).

En este libro se resume la espiritualidad sacerdotal, como llamada apremiante a ser santos. La transformación del sacerdote en Cristo está en la línea de la “encarnación mística”, que, bajo la acción del Espíritu Santo, tiene lugar en el seno de María, la cual participa de modo especial del sacerdocio de Cristo, que quiso unirla a su misma oblación. Conchita había recibido la gracia especial de la “encarnación mística” el 25 de marzo (Anunciación) del año 1906.

El profundo cristocentrismo del escrito (el Verbo Encarnado y Redentor) aclara el sentido de la dimensión mariana. El punto de partida es el Misterio de la Trinidad (Padre, Hijo y Espíritu Santo), que se prolonga en la Iglesia, a cuyo servicio están los sacerdotes ministros. Conchita no escribe como teórica, sino como quien vive y transmite los latidos del Corazón de Cristo, concebido en el seno de María por obra del Espíritu Santo, ahora presente en la Eucaristía y en su amada Iglesia.16

A mis sacerdotes:

Son 150 meditaciones, a modo de diálogo de Jesús con sus sacerdotes. Aflora la realidad de Cristo Sacerdote que se quiere prolongar en sus sacerdotes ministros. Los defectos de los ministros se contextualizan en las circunstancias históricas y sociológicas de México a inicios del siglo XX. La participación en el sacerdocio de Cristo y el hecho de prolongar su misma misión (en su nombre o persona) reclama santidad.

La “exposición” se hace a modo de confidencias de Jesús sobre cada aspecto de la vida sacerdotal. Es un amor de quien lleva a sus sacerdotes en su Corazón, como parte de su mismo ser sacerdotal y victimal. A partir de este amor y cariño tierno y profundo, se puede comprender la urgencia de santidad, mientras se indican las grandes lagunas y defectos.

En este contexto de amor, de denuncia y de urgencia de santidad, se comprenden las numerosas referencias a María, Madre tierna de los sacerdotes de Cristo. Son, pues, “confidencias” de Jesús a sus sacerdotes, mostrando su amor para reclamar amor. "Tienen los sacerdotes un sitio especial en el Corazón de María y los latidos más amorosos y maternales de ella, después de consagrarlos a Mí, son para los sacerdotes" (A mis sacerdotes, cap. 49). "Me alimentó para ser Víctima y consumó la inmolación de su alma al entregarme para ser crucificado... María es indispensable a cada sacerdote y su íntima presencia con él en el altar... Su Corazón, eco fidelísimo del Mío y elemento necesario para el fundamento de mi Iglesia a la vez que para el sostén espiritual de mis Apóstoles y primeros discípulos" (ibídem, cap. 96).17

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Horas santas (¡Entra en mi corazón!):

Estas meditaciones ayudan a vivir el misterio de la Eucaristía como presencia, sacrifico y comunión. La doctrina es parecida a la de Ante el Altar, pero se concreta más en los aspectos prácticos, como una urgencia de haber entrado en sintonía con Cristo. Se tiende a la configuración con el Señor: “Ya no verán mis ojos, sino a través de los suyos y con su misma dulzura y caridad” (n.19).

Sigue una metodología muy ignaciana, sin perder su propia peculiaridad. Después de una breve ambientación, se hace una petición y se indica el fruto concreto al que se ha de llegar. Es a modo de diálogo con Jesús presente. Él mismo es quién cuestiona y pide respuesta: “Jesús reclinado sobre mi pecho miserable, me pregunta... ¿Qué me dices?” (n.28).

La referencia a María es frecuente como “Madre del amor hermoso” (n.1), el “primer Sagrario” (n.8), “una perfecta Cruz viva… el primer altar, el primer sacerdote y una víctima en unión íntima y perfectísima con el Verbo Divino” (n.20). Hay una meditación dedicada a la Santísima Virgen, “María y la Eucaristía”, donde afloran numerosos aspectos como resumen de la unión de María con la inmolación de Cristo, a modo de “perfecta cruz vida” (n.20). Por esto a María le pedimos que nos ayude a responder a Cristo con su mismo amor: “préstame tu corazón” (n.28).18

Cómo es Jesús:

Son 33 mediaciones sobre la persona de Jesús desde su interioridad: su realidad divina y humana (salvífica), y su relación amorosa con el Padre y el Espíritu Santo, sus sentimientos de amor y dolor (su Corazón), sus palabras, sus gestos, miradas y silencios. Se subraya su delicadeza (caridad, bondad, ternura, compasión, misericordia, deseos…), para resumirlo todo en su cruz, su sangre, su Eucaristía y el habernos dado a sus sacerdotes. Sigue el método ignaciano sobre la oración.

Al final de cada capítulo hay una frase mariana conclusiva dentro del “coloquio” con Jesús. Pero ya en el inicio, al describir el “Retrato de Jesús”, afirma su dimensión mariana global: “Que estas meditaciones de ‘Cómo es Jesús’, escritas al calor de tu Corazón de Madre, sirvan para darlo a conocer en su amor y en su dolor”. El último capítulo (n.33) lo titula “su amor a María” y hace un resumen de los sentimientos de Jesús respecto a su Madre y nuestra. Como dice el Señor, en cada momento de su vida, ella “seguía una a una las palpitaciones de mi Corazón”. Es, pues, una invitación a imitar a María en su amor a Jesús.19

Cadena de Amor Divino y Estaciones del alma:

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En los libritos Cadena de Amor Divino y Las Estaciones del alma se sigue siempre la misma línea cristocéntrica vivencial, que incluye espontáneamente a María como modelo y ayuda materna, para aceptar y responder al amor de Cristo.

En la Cadena del Amor Divino se trazan unas pautas o “reglas” de vida espiritual, como itinerario a partir de la Encarnación, para imitar el “sí” de María: “Con la Encarnación del Divino Verbo comenzó en María y en Jesús una cadena de heroicas virtudes, que continúan en todos los que amamos a Dios” (Octava Regla).

En Las Estaciones del alma, se sigue el itinerario espiritual de cada “estación”, para cancelar defectos y practicar virtudes; al describir el “otoño”, se presenta a María como modelo y ayuda: “La devoción a María es la muralla del alma es esta estación: ella nos presentó el fruto Jesús, desde el muy temprano otoño de su vida, queriendo que nosotros los presentemos también transformadas en Él, para ayudarnos, para enseñarnos a amarlo” (al final del Otoño, pp.87-88 de edic. 1995).20

Cuenta de Conciencia:

No es propiamente un libro para ser publicado, sino que, como indica el título, se trata de sus notas personales para entregarlas y consultarlas con quien o quienes en aquel momento podían garantizar y orientar su vida espiritual. Este amplio material está recogido en 66 volúmenes o carpetas. Explica detalladamente su vida de familia, su relación con las Obras de la Cruz y especialmente su propia vida espiritual.

Es siempre transparente, tal como ella siente, piensa y quiere vivir, según luces y gracias que va recibiendo del Señor. Todo gira en torno a Jesús. Se subraya el tema de la Cruz y de la Eucaristía, en relación con la vida divina (Trinitaria) bajo la moción del Espíritu Santo. En este contexto aflora el tema de la Iglesia y del sacerdocio. El tema mariano es frecuente, como de quien (María) ya vivió precedentemente toda esta realidad espiritual y ahora la quiere vivir con toda la Iglesia. Son los mismos temas de sus libros publicados, pero en la Cuenta de Conciencia prevalece la comunicación directa del Señor o con el Señor.21

21 Cuenta de Conciencia (66 volúmenes o cuadernos, de octubre 1893 al 8 diciembre 1936). Un total de 22.300 páginas. Se han hecho estudios críticos, intentos de cronología para ordenar todo el material, debido a ciertas lagunas (algunas hojas arrancadas y luego colocadas en otro lugar). Se ha hecho una selección de la Cuenta de Conciencia: Vida (10 tomos, 1909-1910) (México, Religiosas de la Cruz, 1990). Hay un CD (para uso privado): Cuenta de conciencia, Concepción Cabrera de Armida.

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(Excursus sobre la Cuenta de Conciencia) Maternidad espiritual a imitación de María

a) Fundamento cristológico y mariano de la maternidad espiritual:

El tema mariano, como hemos indicado, aparece en la Cuenta de Conciencia espontáneamente y tiene las mismas características que ya hemos visto al resumir algunos de sus libros publicados. Pero es necesario detenerse en un tema que resume la vida espiritual de Conchita como oblación amorosa unida a la de Cristo Sacerdote, que fundamenta su “maternidad espiritual” en estrecha relación con María.

Al resumir este tema, en este apartado me baso en la Cuenta de Conciencia, pero con ello quiero indicar que es la clave de sus publicaciones, si se relaciona con su amor a la Iglesia y, por tanto, con su celo de almas (celo apostólico) y su maternidad espiritual respecto a los sacerdotes. Hay que recodar que ya desde los Ejercicios Espirituales que practicó en 1889, recibió una fuerte inspiración que la marcó para toda la vida: “Tu misión es salvar almas”.

Esta vivencia espiritual y apostólica se focalizan en la Encarnación del Verbo por obra del Espíritu Santo en el seno de María. A partir de esta fe profundamente vivida, aflora la gracia del desposorio con Cristo hasta compartir sus mismos amores (especialmente hacia las almas y hacia los sacerdotes). Es un itinerario de sintonía esponsal con Cristo para compartir su misma oblación sacerdotal.

En la Cuenta de Conciencia se anota un continuo llamado de Jesús que le insta a vivir de sus amores más profundos a partir del amor al Padre en el Espíritu Santo: "Tú me darás muchas almas" ( 1,151-152); "tú salvarás muchas almas" (CC 4,279); "miles de almas pasarán por tus manos para ofrecérmelas" (CC 11,93); "muchas almas se aprovecharán de los favores que te he hecho" (CC 19, 322); "ama tú a las almas como yo las amo" (CC 27, 166). Lógicamente sigue la preocupación por la santificación de los sacerdotes: "Tú estás destinada a la santificación de las almas, muy especialmente, a la de los sacerdotes" (CC.18, 221).

En este contexto se inserta la imitación e incluso participación en la maternidad espiritual de María (como le dice Jesús a Conchita): "Porque eres madre con un reflejo de María, místicamente mía y de mis sacerdotes" (CC. 50, 176). Jesús quiere encontrar en ella el mismo amor materno de María: "Pues esa ternura materna, derivada de la de María, vengo a buscar en tu corazón de Madre, y en el corazón de los tuyos" (CC. 49, 95). Y éste es el amor que Conchita pide a María: "Madre mía, Virgen santa, dame tu Corazón y tus latidos para saber amar a Jesús" (CC. 49, 218).

En realidad, se trata de vivir en sintonía con el amor sacerdotal de Cristo, del que es trasunto María ya desde la Encarnación del Verbo en su seno: “Por eso María es más

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Madre de los Sacerdotes, por estar Conmigo, en su seno inmaculado aquella fibra sacerdotal unida a mi naturaleza humana divinizada. Y por eso María tiene mucho de sacerdote, y por eso María busca por justicia a su Jesús, en cada Sacerdote, concebido Conmigo en su virginal seno, al encarnarse el Verbo en sus entrañas purísimas” (CC. 50, 171-172).

Conchita presenta el tema en el contexto mariano de la cooperación materna de María en la redención obrada por Cristo Sacerdote. María ama a cada redimido como un pedazo de sus entrañas, porque ella vive en sintonía con la realidad y las vivencias sacerdotales de Cristo. Es la confidencia que Conchita recibió de Jesús: “María es y será siempre la más poderosa ayuda para la transformación del sacerdote en Mí... siendo con su sacrificio corredentora en mi unión, transforma, ofrece y alcanza gracias para el mundo, pero muy especialmente para los sacerdotes" (CC 50,151).

Esta su maternidad se podría concretar así: "María es feliz cuando comunica a su Verbo hecho carne; y si, conjuntamente concibió en su casto seno, al concebir a Jesús, en El, el germen sacerdotal, los Sacerdotes son para Ella, otros Jesús, y más que nadie, quiere transformarlos en Jesús, místicamente en sus almas" (CC. 50, 195).

Las expresiones de esta vivencia mariana pueden ser atrevidas teológicamente, pero están dentro del más sano contenido de la tradición eclesial. La maternidad de María incluye el haber cooperado en la realidad de gracia recibida por los sacerdotes para que ellos participen de modo especial en la realidad de Cristo Sacerdote y Víctima: “María tiene en la Iglesia tan importante papel, el papel de Madre, comunicándolo a cada sacerdote con el germen eterno del Padre en el Verbo, que por el Espíritu Santo sea fecundado en cada alma sacerdotal, formando en ella a Jesús Hostia, a Jesús Víctima, a Jesús Salvador, a Jesús Sacerdote!... prestando continuamente sus servicios en las almas, pero muy especialmente en las de los sacerdotes" (CC,51,298-299).

Propiamente es el amor de Cristo por toda la Iglesia, de la que María es la figura y los sacerdotes ministros son sus servidores. El amor de Cristo es armónico, al Padre (en el Espíritu Santo), a María, a la Iglesia, a los sacerdotes, a las almas en general: "Pues mi primer amor, después de mi Padre, es María, y después mis Sacerdotes, mi Iglesia, y en ella las almas. Esos son mis amores, y en estos inmensos amores, están también mis dolores" (CC. 49,91-92, octubre 6, 1927). La vocación victimal y amorosa de Conchita queda delineada: "Sacrifícate por la Iglesia... Yo quiero que seas víctima por la Iglesia" (CC. 10, 194-195).

El amor de Cristo a sus sacerdotes (del que quiere contagiar a toda la Iglesia) nace de la misma realidad de Cristo como Sacerdote, que experimenta la mirada amorosa del Padre en él y en los suyos: "El (el Padre), con su mirada amorosa de infinita ternura, puso en Mí, su Verbo, su inteligencia o entendimiento, su potencia, su amor; y en

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aquella mirada eterna que yo comprendí y sentí, germinaron los Sacerdotes en el Sacerdote" (CC. 51, 32).

Este amor de Cristo a sus sacerdotes está enraizado en el amor del Padre (en el Espíritu Santo): "Mis sacerdotes en la tierra, después de María, son la obra perfecta del Padre, por ser reflejo de su Hijo único... El padre sólo ve un Sacerdote en la multitud de sacerdotes; sólo me ve a Mí en los sacerdotes simplificados en Mí” (CC 50, 388).

Y éste es el amor que Jesús quiere contagiar a Conchita: "Los dolores íntimos de mi Corazón... son el origen y la cuna del sacerdocio, y serán siempre la fuente de las vocaciones... Nada hay tan íntimo en mi Corazón como los sacerdotes" (CC 54, 128). Es un amor que supone compartir las mismas penas de Jesús: "Yo amo a los ministros de mi Iglesia, como a las niñas de mis ojos, y por lo mismo, más me duelen las ofensas hechas por ellos a lo que más amo y ellos debieran amar" (CC. 35, 106- 107).

Propiamente es desde el bautismo que todo cristianos participa de la realidad de Cristo y, por tanto está llamado a configurarse y vivir en sintonía con él. Pero en Conchita tiene una aplicación especial: “Al obrarse la encarnación mística en tu corazón, el Espíritu Santo, por la fecundidad del Padre, puso en tu alma el Verbo, y con él, hija, también a sus sacerdotes” (CC. 50, 176).

b) Vocación especial en la Iglesia: La vocación de Conchita queda ya delineada con este matiz peculiar de compartir las vivencias y amores de Cristo Sacerdote con la derivación de consagrarse a la santificación de los sacerdotes, como reflejo del amor materno de María. Su “carisma” (como tantos otros en la Iglesia) es un llamada para muchos otros creyentes que se sienten inspirados en él: "Por tu conducto, muchos sacerdotes se incendiarán en el amor, y en el dolor " (CC. 18, 221). “Te he pedido muchas veces que te sacrifiques por ellos, que los recibas como tuyos, por el reflejo de María en ti" (CC. 50, 156).

Lo más importante es orar y colaborar a la auténtica santificación de todo cristiano y especialmente de todo sacerdote: "Tú estás destinada a la santificación de las almas muy especialmente a la de los sacerdotes… Vendrá una pléyade de sacerdotes santos los cuales, especialmente, incendiarán al mundo con el fuego de la Cruz" (CC 18,220-221). Es una llamada a ser instrumento de la gracia: “Tú debes salvar muchas almas, hija, llevarlas a la perfección, atraer vocaciones, alcanzar muchos celestiales favores a los sacerdotes, pero por este medio que se te ha dado, es decir, por medio del Verbo con el Espíritu Santo" (CC 39,268-269).

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El mismo Señor indica la urgencia de esta santificación, como “memoria” de su oración sacerdotal, pero con la aplicación a las circunstancias de cada época: “Necesito Sacerdotes santos, que en manos del Espíritu Santo, serán la gran palanca que levante al mundo materializado y sensual. Anda, hija, ayúdame a que se cumpla mi deseo. Una Cruzada se necesita para salvar a los malos Sacerdotes, hay que santificarlos, activando su celo y encendiendo en ellos el divino amor. Pero, ¿quién puede hacer esto, sino el Espíritu Santo y los que son suyos? Gran parte de los castigos que me he visto precisado a mandar al mundo, han sido por los pecados de los Sacerdotes; que cesen estos, que reine el Espíritu Santo en esas almas escogidas, y el mundo reaccionará en mi favor" (CC 43, 136).

Se trata de colaborar en la santificación de quienes están llamados a ser “reflejo” del amor del Padre y “otros Jesús”: “¿No ves que deben ser un reflejo de mi Padre, una imitación perfecta Mía, otros Jesús? Insisto e insistiré en este punto capital de tu misión en la tierra: los sacerdotes” (CC 53, 369-371).

c) Peculiaridades de esta maternidad espiritual y mariana respecto a los sacerdotes:

Todo cuanto escribe y vive Conchita tiene su fuente en el Corazón de Cristo Sacerdote. Ella está llamada a convertirse en víctima por la santificación de los sacerdotes (cfr. CC. 18, 221). Se siente llamada a ser madre, a imitación de la maternidad de María (cfr. CC. 50, 176). Por esto ofrece su vida por la santidad de los sacerdotes (cfr. CC 21,475, diciembre 8, 1905) y su más ardiente deseo es el de dar a Cristo muchos sacerdotes santos para consolarlo (cfr. CC 53,38).

Es Jesús mismo quien la va orientando por este camino de maternidad espiritual: “Tú serás una madre espiritual oculta… Tu misión es toda de cruz y toda escondida" (CC 7, 268). Y la respuesta de ella es inmediata y generosa, dispuesta a orar y ofrecerse por los sacerdotes: “Te ofrezco, oh mi amadísimo Jesús; por el Purísimo Corazón de María, todos mis actos, sin excepción, por tu mayor gloria, por la santificación de los Sacerdotes, salvación y mayor perfección de las almas” (CC 18, 179).

En realidad es el mismo Jesús quien la ha escogido para ser, con él, una donación al Padre en bien de la Iglesia, de los sacerdotes y de las almas en general: “Te quiero para Mí, para mis sacerdotes y para las almas. Te quiero para la Iglesia y para el cielo; te quiero para el Padre y para el Espíritu Santo… Por ese amor de singular, de infinita predilección, te he escogido para conducto de mis gracias, ¡Y de qué gracias!, de las gracias sacerdotales salidas del fondo mismo de mi Corazón de amor” (CC 54,243-244). Ella es sólo “eco” de los amores de Cristo y consiguientemente “recipiente” y “depositaria de las gracias para mis sacerdotes” (CC 54, 244-247).

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d) Es participación en la maternidad de la Iglesia prefigurada en María y sintonía con los amores de Cristo:

Por ser ella "madre con un reflejo de María" (CC. 50, 176), esa maternidad se refiere a Cristo presente en la Iglesia y comunicado por medio de sus sacerdotes. Conchita está llamada a dar a la Iglesia “muchos hijos”, que tendrá que dar a luz con “martirios maternales”; su “amor maternal aunque oculto”, se extiende “a la Iglesia entera” (CC 49). Es vocación “para ayudar a la Iglesia”, porque, según le dice Jesús: “Desde toda la eternidad te escogió mi bondad para emplearte en su servicio!" (CC 49,385-387).

Esta maternidad será una ayuda para la verdadera renovación eclesial y sacerdotal. Ella ha sido escogida gratuitamente, por amor, porque debe “cargar los pecados, infidelidades y miserias de los sacerdotes para expiarlos”, con vistas a “abrillantar” lo que Jesús más ama en el mundo: “Te he querido unir a Mí en esta forma de especial predilección, para que me consueles en lo que más me duele, para avalorar y abrillantar a lo que más amo en el mundo, a mis sacerdotes" (CC 52, 378-379).

Se trata de ayudar siendo reflejo del mismo amor de Jesús, para que se sienten amados por él y que ella desaparezca: "Ésa es tu misión, ser Jesús para ellos, y ya sabes perfectamente como fui y como soy Yo. Que se acabe, Concha, y quede Yo en ti, viviendo, obrando y sufriendo en su favor. Oculta, como mi mismo Corazón, con todo el perfume de tu alma sólo mío. Necesito de ti una vida más interior de intimidad Conmigo; si te quitó mi bondad a todos tus hijos es que Yo quiero ocupar el lugar de todos en tu corazón. Ámalos, sírvelos, pero a Mí primero, a Mí siempre en ellos; a Mí sobre todos ellos, los naturales y los espirituales” (CC.54, 240-241).

e) Es una consecuencia de la intimidad con Cristo hasta hacerse oblación con él:

Se entra en el Corazón Sacerdotal de Cristo para contagiarse de sus amores. Como Cristo ama a los suyos hasta dar la vida por ellos, así Conchita es llamada a amar con el mismo amor de Cristo, pero desde el corazón de quienes le representan e inmolan eucarísticamente. “Dime que en cada sacerdote estarás tú, porque estoy Yo, y que suplirás en esas almas, su amor y sus sacrificios. Dime que te inmolarás conmigo en todas las patenas; que tu sangre unida a la Mía, estará en todos los cálices, y tu inmolación en todas las Misas” (CC 54, 250-251).

Ella, pues, ha de ofrecer la vida en unión con la oblación y amor de Cristo. Va ser madre participando de los amores y dolores de Cristo. “Piensa que tú no sólo eres madre sino también, en mi unión, altar sacerdote y víctima. Te quiero alma sacerdotal para impetrar y para expiar; para ofrecerme al Padre y, en Mí, a ti en esa íntima unión compenetrativa y transformante que debes tener. Tú en mi unión ofreceremos al Padre adorado y bendito a todos los sacerdotes para que sean uno en la unidad de la Trinidad” (CC 54, 251-252).

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La respuesta de Conchita es de plena dedicación o consagración a esta maternidad, en sintonía con el “sí” de María: “Sólo Contigo mismo y a Ti te ofrezco al Padre por el purísimo Corazón de María en pago de tus misericordias y de cuanto has dicho de tus sacerdotes que son míos… Ellos serán mi preocupación constante y todas mis inmolaciones, unidas a las tuyas, serán para su santificación. Me doy, me entrego, me consagro a los sacerdotes por ser ésta tu voluntad soberana, y concluyo mis ejercicios amándote, bendiciéndote, alabándote, y repitiéndote, por los labios purísimos de María y en su unión, estas palabras: ‘He aquí la esclava del Señor’" (CC 54, 312-313).

Jesús mismo ayuda a vivir este amor de donación, que es “amor maternal” hasta que “se desborde para mis sacerdotes que son Yo" (CC 54, 388-390, diciembre 1929). Y así responde ella con una oblación total: “Todo lo he ofrecido, en unión de mi divino y amadísimo Verbo, por los sacerdotes tan queridos del Corazón divino. Soy de ellos… y en todos los sacerdotes te veré a Ti, Sumo y primer Sacerdote a quien tanto quiero amar” (CC 54, 86).

Es una maternidad que no termina en esta tierra, sino que, con María, continuará desde el cielo, como le promete el Señor: “Como mis méritos son infinitos y perdurables, aunque tu memoria se borre del mundo, mis méritos quedan, y tu acción sacerdotal en la tierra perdurará en la Iglesia, salvando y perfeccionando a muchos sacerdotes; y tu acción en el cielo no concluirá… a ti, por mis altos fines, te he escogido para mis sacerdotes; y en unión con María las impartirá tu alma ahora, en el tiempo que vivas y después de tu muerte" (CC.54, 361-364).

Toda la vida y escritos de Concepción Cabrera de Armida se pueden resumir en una “mirada” hacia el Corazón de Cristo (Jn 19,33), como y con María “de pie junto a la Cruz” (Jn 19,25). Todo refleja un amor apasionado por Cristo que conduce necesariamente al anuncio apasionado de quien es “pan vivo… para la vida del mundo” (Jn 6,51). Es la clave de su maternidad a imitación de María.22

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3.LA “VIA CONTEMPLATIONIS” PARA PROFUNDIZAR Y VIVIR LOS TEMAS MARIANOS, SIGUIENDO LAS PAUTAS DE CONCEPCIÓN CABRERA DE ARMIDA

Las explicaciones marianas de Conchita, tanto en la Cuenta de Conciencia como especialmente en sus libros, son una fuerte llamada a vivir lo que ya sabemos por la enseñanza de la Iglesia, de los santos y de tantos escritores del pasado y del presente. La “novedad” consiste en que sus explicaciones “contemplativas” (que propiamente no añaden datos nuevos a los contenidos doctrinales de “verdad”), no dejan indiferente a nadie que busque la Verdad que es el mismo Jesús. El Señor es “alguien”, que ofrece y pide relación y sintonía, aquí, ahora y sin dilación.

Decimos “via contemplationis” (camino de contemplación) no para apoyarnos principalmente en fenómenos extraordinarios, sino en las motivaciones y vivencias de una persona profundamente contemplativa, en el sentido que ya hemos explicado en el capítulo 1 y que ya lo hemos aplicado a Conchita en el capítulo 2. Conviene recordar el gran principio de San Pablo VI sobre “testigos auténticos”, tan necesarios en la actualidad que espera de ellos “ardor contemplativo y de adoración”, “más celo en la actividad misionera”, “que brote de una verdadera santidad de vida”. Es decir, se pide y se necesitan “evangelizadores que hablen de un Dios a quien ellos mismos conocen y tratan familiarmente como si lo estuvieran viendo” (Evangelii nuntiandi, n.76).

Para no perdernos en el amplio y maravilloso bosque de los escritos, seguiremos la “pauta” del libro mariano Rosas y Espinas, que ya hemos resumido en el capítulo 2. Precisamente es en este libro, a mi parecer, donde encontramos con más detalle lo que hoy se llama “via pulchritudinis” (camino de la belleza). El título (“Rosas y Espinas”) es ya todo un programa impregnado de belleza. Y el contenido es eminentemente contemplativo; por esto la “via pulchritudinis” es aquí explícitamente “via contemplationis” (camino de contemplación). 23

Las 33 meditaciones de Rosas y Espinas son el fruto de la contemplación de María (en su Corazón) de los momentos clave de la vida de Jesús. La descripción sigue los mismos momentos evangélicos de “María te da a Jesús”, pero con la novedad no sólo de la figura poética “Rosas y Espinas”, sino del significado que ofrece la misma Conchita. María nos regala la “rosa” que es el mismo Jesús en su misterio de Encarnación redentora (con todas las facetas de este misterio); pero ella, María, se 23 Rosas y Espinas (México, Editorial La Cruz, 1988, séptima edición). También en castellano y editado en USA: St Paul, Alba House 2007. Citaremos, en el momento oportuno, los contenidos marianos de otros escritos (también de su comentario directamente evangélico y mariano “María te da a Jesús” o “Ternuras del Corazón Inmaculado de María).

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queda con la “espina” que consiste en su sufrimiento a modo de “espada” (compartir la misma suerte dolorosa de Jesús). “Ésta es la Rosa para ti, comprada con las Espinas mías” (meditación n.20). María invita a entrar en el mismo misterio doloroso y gozoso de Jesús. El creyente se queda sorprendido y captado por el amor de Cristo, y no sólo iluminado por una verdad; consecuentemente se hace disponible (con la ayuda de la gracia) para la entrega de totalidad a quien no ha antepuesto nada a nuestro amor.24

La breve “introducción” y en las “reminiscencias” del libro (redactadas por la misma Conchita) indica las pistas contemplativas de María: el dolor de una “ausencia de Jesús”, experimentada ya desde la presencia en su vida terrena cuando Jesús convivía con ella, pero especialmente en los primeros años del camino eclesial después de la Ascensión del Señor (cuando la Iglesia ya tenía la presencia eucarística).

Cuando María cuenta sus “memorias”, las describe como explicación de haber experimentado una presencia que parece ausencia . Es el tema contemplativo por excelencia. Así era el “martirio” de la “Reina de los mártires”. “Esas rosas, visibles a los hombres, tenían para la Virgen santa crudelísimas Espinas, por los recuerdos de ausencia tan vivos y sensibles para su Corazón”. Ella “era Madre, y eso hace una madre: tomar para sí todos los sacrificios y ocultarlos, y dejar ver a sus hijos únicamente lo que pueda complacerlos”. La invitación de María, transcrita por Conchita para todos, es acuciante: “Ven todos los días a escuchar las confidencias de tu Madre y a recoger una Rosa de su Corazón, que pondrás en el tuyo” (reminiscencias).

Cuando el cristiano de todos los tiempos escucha el Evangelio, debe sentirse invitado a meditarlo en el corazón con María, e incluso capacitado por Jesús (“he aquí a tu Madre”) para meditar como ella meditó y sigue meditando con nosotros el mismo Evangelio actualizado aquí y ahora. Al darnos a su Madre por nuestra, nos ha dado también lo que ella meditó en su Corazón. Dice María: “Treinta y tres Rosas rodean mi Corazón, las cuales guardo para ti… Guárdalas como un precioso obsequio de mi ternura. En esta soledad voy a contarte la vida de Jesús y la mía” (reminiscencias).

Es la experiencia contemplativa de ver y encontrar a Jesús donde parece que no está; entonces uno se hace testigo auténtico, humilde y agradecido, portador de esta gracia y del amor de Jesús para todos los demás. El Evangelio acontece y se comunica todos los días, gracias especialmente a quienes pueden decir: “Lo que hemos oído… visto con nuestros ojos, lo que contemplamos y tocaron nuestras manos acerca de la Palabra de vida… os lo anunciamos” (1Jn 1,1-2). Es decir, Dios te ama, Jesús ha venido para ti.25

El punto de partida: Trinidad y Encarnación redentora

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A María, la Madre de Jesús, se la describe como un proyecto de Dios Amor desde la eternidad, con el trasfondo paulino: todos hemos sido elegidos y pensados por el Padre, en Cristo, con la prenda del Espíritu Santo (cfr. Efes 1,3 y ss.). María, en este proyecto de amor, es el “instrumento necesario, por voluntad de Dios, para la creación, regeneración y glorificación de la Humanidad”. Lo que ella ha recibido es para el bien de todos. Y ahí aflora ya el significado profundo de “rosas y espinas”:

“La Majestad divina quiso crearme para que fuera el foco de amor más suave, compasivo y tierno; y por eso me preparó un Corazón atravesado por mis espinas, aunque lo coronaban las rosas, para que se inclinara, como el tallo de las plantas, hacia las miserias humanas para remediarlas todas” (meditación 1).

En este proyecto eterno de Dios Amor, uno y trino, está el misterio de la Encarnación, misterio de amor infinito. Jesús, Redentor y Salvador, es Dios hecho hombre, por obra del Espíritu Santo en el seno de María Virgen, la Madre de Dios. Ésta es la primera “rosa” que María puede ofrecer a sus hijos: “Este Verbo, hecho carne por amor, brotó de mi seno por obra y gracia del Espíritu Santo. Esa es la bella Rosa que hoy te dedico” (meditación 2).

Dios, que había creado todo por amor al hombre, ahora se quiere dar a sí mismo haciéndose hombre también por amor: “Busco al hombre; del hombre estoy enamorado” (ibídem). María, por ser Inmaculada y Virgen, estaba en sintonía con este misterio de amor. Por esto ahora puede decir a cada uno de sus hijos: “Toma la Rosa que dice ‘Amor’, y gózate en el misterio inefable que representa. Es blanca y purpúrea. Acéptala, hijo, que, para obsequiarte con ella, la he arrancado de mi Corazón” (ibídem). Pero María se queda con la “espina”: “La Espina que deja esta Rosa en mi Corazón es la ingratitud de tantas almas que pasarán por el mundo sin darse cuenta siquiera del incomparable beneficio de la Encarnación” (ibídem).

Aquí está la clave de todas las “rosas” y “espinas”, porque este amor infinito de Dios (creador y redentor) no es conocido ni amado. Y ésa, no otra, es la fuente del celo pastoral de “almas”, que es maternidad de María y de la Iglesia. Es misterio de gozo (por saberse amados) y de dolor (por ver constatar que el Amor no es amado).26

El “sí” de María y de la Iglesia en la vida oculta de Belén y Nazaret

26 La perspectiva vivencial de este libro está en la línea que indicaría posteriormente Benedicto XVI en el inicio de su primera encíclica: “No se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una Persona, que da un nuevo horizonte a la vida y, con ello, una orientación decisiva” (Deus Caritas est, n.1)

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El “sí” y el “magníficat” de María es la clave de toda su vida hecha inmolación. Se puede decir que, en los escritos de Conchita, se colorean todos los momentos de la infancia de Jesús, anticipando el futuro: ya desde la anunciación y visitación (en el seno de María), en Belén, durante la Presentación en el templo, la huída a Egipto y la pérdida a sus doce años, siempre junto a la figura de San José. Durante todos y cada uno de esos momentos evangélicos, el diálogo de María es el de una Madre que quiere llenar de gozo al hijo (con el regalo de una “rosa”); pero el amor materno es de donación dolorosa y sacrificial (la “espina”) y pide acompañarla.

En estas meditaciones afloran diversos aspectos de gran profundidad “contemplativa”. El “fiat” de María es una “palabra vital”, a modo de “Rosa para el mundo y especialmente para ti”. La fe de María en la Encarnación redentora se convierte en transparencia e instrumento de la salvación de Cristo: “Aquel fiat hizo al mundo estremecerse de ventura”. María le dice que “sabía muy bien todas las Espinas que (para mí) encerraba”. Es el resumen de su amor materno: “Me ofrecí de víctima con la Víctima… en tu favor” (meditación 3).27

El mismo nombre de “Jesús” es el regalo de una “rosa” para el creyente. Para María era “Flor con Espinas, porque, al considerar que Jesús significa ‘Salvador’, veía en mi mente nada menos que la muerte de mi Hijo hecho Victima” (meditación 4).28

El resumen de todo el evangelio, meditado por María, es un conjunto de “flores que coronan” su corazón: “Cada Rosa es un misterio… de gracias conquistadas para ti con los dolores de tu Madre” (meditación 5). En cada escena del Evangelio se hace patente el amor de Jesús (nuestra “rosa”) y su dolor (y el de su Madre) porque los hombres no siempre correspondieron entonces ni corresponden ahora: “Esa fue mi Espina. Pero tu fragante Rosa será Él… para salvarte… un Corazón que latiera como el tuyo” (meditación 6).29

La escena de la huída a Egipto fue para María una nueva experiencia contemplativa, gozosa y dolorosa, del misterio de Jesús: “Me extasiaba con su belleza, absorta en todos estos misterios que meditaba en mi Corazón”. Por esto, ella invita ahora a centrar la vida en Cristo: “Toma tu Rosa que lleva la imagen de Jesús en mis brazos que te señala mi Corazón”. Es el mismo Jesús que invita: “Ve a Ella”. Pero hay que evitar clavar en su corazón “la espina” del pecado (meditación 8).

28 En esta meditación es cuando Conchita manifiesta más explícitamente la perspectiva de la “via pulchirtudinis” o de la belleza (hermosura), cuando describe al Verbo encarnado : “Hermoso en el seno de la Virgen… hermoso en las entrañas virginales de María… hermoso recién nacido… hermoso en sus milagros… muerte… en el árbol de la cruz…sepulcro… cielos”.

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En la descripción de la pérdida de Jesús, aflora el significado doloroso y salvífico de “María sin Jesús”. La “rosa” es centrar la vida de Jesús. La “espina” son los “tres días de tormentos indescriptibles” de María. Jesús quiere estar en el templo de cada alma, “templo del Espíritu Santo”. Hay que imitar a María en buscar a Jesús “hasta encontrarlo”. Es la “rosa” que se nos da por María: “Haz tú lo mismo; no descanses, no vivas sin Él, que es tu vida… tu Rosa… que te da el Corazón de tu Madre” (meditación 9).30

Desde Caná hasta la glorificación en la Cruz

Desde las bodas de Caná, el Corazón de la Virgen va meditando los momentos de Jesús hasta su glorificación en la cruz. Las meditaciones siguen desarrollándose como coloquio materno de María. Expresan una profunda sintonía o “consonancia” entre el Corazón de Jesús y el de María. Ella vive en sintonía con los sentimientos de su Hijo y, como dice ella misma: “tenía en Él una plena confianza; y la llave de su amante Corazón era mía” (meditación 12).

La “rosa” que simboliza este momento evangélico es la “misericordia”, como expresión del Corazón de María con su “influencia materna” (meditación 12). La “espina” que ella sufre es de quienes (por instigación del espíritu maligno) se alejan de este amor maternal y misericordioso.

El arco de la vida de Jesús se puede resumir también en “encuentros” con María para nuestro bien (meditación 13). Se resumen en cinco momentos que son, al mismo tiempo, de gozo (de rosa para nosotros) y de dolor (de espina para María). Son los momentos de Belén, el templo, la calle de la amargura, la resurrección y ascensión, que indican ya para María un encuentro de presencia, pero que se convierten en dolor de ausencia hasta que llegue su glorificación (Asunción).

Este gozo del encuentro y este dolor de la ausencia, en María forman parte de su maternidad. Nos ha dado a luz con dolor: “Mi amor a ti se deriva del de Jesús… te di la vida al pie de la cruz, y te la sigo dando en mi soledad… ¡Te amo tanto!... ¡Me cuestas tanto!” (Meditación 14). Así es la “rosa” que nos da como arrancada de su corazón de Madre.

María sigue dándonos a Jesús cuando participamos de la Eucaristía. “La Encarnación fue la primera Eucaristía, la primera comunión del mundo con Dios”. Puesto que María dio carne al Verbo divino, ella misma, en cierto modo, se convierte en “substancia de ese Sacramento”, puesto que (dice ella) “te doy en Jesús mi misma carne”. Jesús al instituir la Eucaristía (“éste es mi cuerpo; ésta es mi sangre”), y al comunicar el encargo materno desde la cruz (“ahí tienes a tu Madre”) “pensaba no

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sólo darse Él a ti para alimentarte, sino también darme a ti como Madre” (meditación 15).

Estos bienes eucarísticos son la “rosa” que María nos ofrece, pero ella se queda con la “espina” de “la frialdad de los hombres, la ingratitud de las almas la soledad de los Sagrarios” (meditación 15 y 17). María nos pide reparación, para que no se repita el rechazo que Jesús sufrió en Nazaret (meditación 18; cfr. Lc 4,15-30; Mt 13,53-58).31

Las resurrecciones que realizó Jesús (la hija de Jairo, el hijo de la viuda de Naim y Lázaro) fueron preludio de su resurrección, de cuyo fruto (la “rosa”) participamos los cristianos, pero para María fueron también preludio de su “soledad” dolorosa (la “espina”) entre la Ascensión de Señor y la Asunción de su madre al cielo (meditación 16)

El ambiente de “triunfo” con ocasión la entrada de Jesús en Jerusalén y su “llanto” ante la ciudad, tiene también este doble colorido de “rosa” y de “espina” (meditación 21), que introduce al significado redentor y doloroso de cada momento de la pasión (meditaciones 22-26). La “rosa” de la declaración de María como Madre, resume todas las “espinas” o “dolores salvadores” de ella por estar unidos a “los dolores redentores de Jesús”. Para María fue ya el inicio de su “martirio de soledad”, que la señala como “Madre de las misericordia”. Por esto, ella puede decir a toda la Iglesia y a cada redimido: “Soy tu Madre. Eres mi hijo” (meditación 23).

En el momento de la muerte (también como glorificación de Jesús a modo de nuevo Tabor) y de la apertura de su Corazón por la lanza (meditaciones 24-26), se van mostrando los aspectos del fruto de la redención (la “rosa”) y del dolor de Jesús y de María (la “espina”). La Virgen, en cada momento, insiste en mostrar el amor de Cristo (“esta es tu Rosa de hoy”) y en tomar conciencia del dolor del Señor y de su Madre (“contempla cualquiera de mis Espinas al ofrecértela”) (meditación 25). “Toma esta Rosa, bañada en sangre, que es hoy el Corazón de mi divino Hijo… Y mi Espina” (meditación 26).

La soledad “contemplativa” en la Iglesia peregrina de todos los tiempos

La resurrección de Jesús fue para María una nueva experiencia de encuentro. Lo había descrito Conchita anteriormente: “Quería hacerme gustar el bálsamo de su presencia” (meditación 13). Pero ya entonces empezó a ser también una nueva experiencia de “ausencia”, que se ahondaría después de la Ascensión del Señor. Para nosotros, los creyentes, sería “rosa tan brillante… con la prueba de la Divinidad”; pero para ella sería “mi Espina… este martirio de mi soledad; la de su ausencia” (ibídem).32

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La experiencia profunda de soledad o “ausencia”, por parte de María, es una característica de las meditaciones finales de Rosas y Espinas. Se puede observar en este tema la experiencia propiamente contemplativa o mística que han insinuado los grandes autores, como San Juan de la Cruz: “¿Adónde te escondiste, - Amado, y me dejaste con gemido? – Como el ciervo huiste, - habiéndome herido; - salí tas ti clamando, y eras ido” (Canción 1).33

Es precisamente una experiencia de la presencia especial de Cristo resucitado en la Iglesia, por medio de los signos que él nos ha dejado, especialmente la Eucaristía. Pero el “contemplativo” encuentra “ya” en esta experiencia de encuentro, un “todavía no” del encuentro definitivo, que a veces se traduce en dolor de “ausencia”. Es la experiencia propiamente contemplativa, que, por ser don de Dios, deja la impresión de la propia “pobreza” o limitación ante el misterio infinito de Dios Amor. Es la experiencia de sentirse profundamente pobre y amado, al recibir la mira del Señor; y desde esta experiencia ya se mira a los demás con la misma mirada de Jesús.

En estas meditaciones se intenta describir el dolor de la Virgen (a modo de noche oscura de la fe), mientras acompañaba a la Iglesia primitiva. Sólo el amor puede “entender” algo de esta experiencia. Es, con palabras de María, “mi soledad sin Jesús” (meditación 27). La presencia de Jesús por medio de signos eclesiales, es una especie de “martirio de ausencia sin Jesús”, “porque mi Corazón no podrá hallar la paz mientras yo viva alejada del Amado” (ibídem).

El dolor de “ausencia” recuerda el dolor de San Pablo anhelando el encuentro definitivo con Cristo (cfr. Fil 1,21-26). Estos “dolores internos” de María son la “Rosa” que recibe el creyente para santificarse, pero ha sido “a costa de las mil Espinas” que traspasaron el Corazón de María. El buen discípulo, que sigue este camino de santidad, pide a María “una cruz silenciosa que no haga ruido; una cruz que sangre en el silencio y la obscuridad, y que sólo tú y yo conozcamos” (meditación 27).

Los últimos años de María presente en la comunidad eclesial primitiva, prescindiendo de los lugares (Efeso, Jersualén), se describen como un paralelo de vivencias eclesiales y marianas después de la Ascensión hasta la muerte de María y hasta actualidad. Las celebraciones y comuniones eucarísticas mantienen el ritmo de esperanza, pero siguen siendo una presencia de Jesús resucitado que parece ausencia. (Dice María) “Así como Jesús es mi vida, yo, después de Él, lo soy de la naciente Iglesia… Soy Madre… y dejo que sólo Jesús sondee el fondo sin fondo de mis amarguras” (meditación 28). El creyente podrá encontrar una “rosa” de consuelo junto al Sagrario, pero no debe olvidar las “espinas” de los olvidos y pecados que tienen lugar continuamente.

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Esta sensación de “soledad” y de “ausencia”, que experimentó María y que ahora experimentan los creyentes en el caminar eclesial, encuentra la solución en la “unión con Dios” (meditación 29) y en la “adhesión a la voluntad de Dios” (meditación 30). Es un itinerario o proceso de “unión” como reflejo y participación en la vida divina trinitaria. El proyecto de amor del Padre, revelado por Jesús, se realiza por obra del Espíritu Santo. Es una transformación dolorosa, a modo de Pentecostés actualizado y permanente, para “unificarnos en ese ‘Uno’, llevar el corazón y el alma esa Unidad, buscando por el amor, por el Espíritu Santo, a Dios, y al prójimo en Dios” (ibídem). La “rosa” que regala María es la ayuda para ser fieles a este camino de perfección; la “espina” de María es constatar que “muchos” de sus hijos van “por otros senderos” (ibídem).

El itinerario de perfección “es dejarse hacer de buen grado”, adhiriéndose a “la voluntad de Dios”, hasta “arrojarnos en su corazón de Padre y olvidarnos de nosotros mismos sólo por complacerle. Este es el verdadero amor” (meditación 30).

Este camino es como el “fiat” de María (desde la Encarnación hasta el Calvario), en el “crisol” de “esa voluntad adorable, que martiriza con su amor” (meditación 30). En María se transformaba en “el amor de maternidad”, de quien vive en sintonía con la obediencia victimal de Jesús al Padre. Es la “rosa” que María ofrece a los creyentes, para que tengan “el parecido” de su Madre y no le claven en su Corazón las “espinas” de la infidelidad (ibídem).

La dinámica de esta vivencia de “soledad” y “ausencia”, se profundizaba en María, como “ansias del cielo”, es decir, “por el Amado” que era “el centro” y razón de ser de su vida (meditación 31). Es como un preludio y ya la iniciación de una Iglesia peregrina, que vive del grito escatológico “ven, Señor Jesús” (cfr. Apo 22,20). En María fue el paso por la muerte para ser glorificada y “asunta” (cfr. meditaciones 31-32).

Parece recordar los cantos místicos de San Juan de la Cruz: “Descubre tu presencia, / y máteme tu vista y hermosura. / Mira que la dolencia / de amor, que no se cura / sino con la presencia y la figura” (San Juan de la Cruz, Cántico, n.11). Y también la “llama”: “¡Oh llama de amor viva, / que tiernamente hieres / de mi alma en el más profundo centro! / Pues ya no eres esquiva, / acaba ya, si quieres; / rompe la tela de este dulce encuentro” (Llama, n.1) … “Matando, muerte en vida la has trocado” (Llama, n.2).

La narración que ofrece la meditación 31 es la de unas “ansias”, a modo de “hambre de ver a Dios”. Se recuerdan las ansias o “gemidos” de San Pablo, de San Agustín y de otros Santos Padres. Es una especie de “martirio de ausencia, que matándome me deja con vida” (meditación 31). Así se describen las ansias de María presente en la Iglesia primitiva y en la Iglesia peregrina de todos los tiempos. Ya se entrecruzan

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“rosas” y “espinas”, porque el caminar de la Iglesia es siempre con María figura y madre de la Iglesia.

En todo el libro, se sigue la pedagogía de María que habla al corazón para conquistarlo hacia el único centro que es Jesús. En el momento de describir su muerte y la Asunción, María recuerda: “Mi martirio de ausencia. Mi fidelidad fue incomparable en este largo destierro, donde compré las gracias para ti… Este es el corazón de tu Madre… Las almas que meditan mis dolores no se pierden” (meditación 32).

Es importante notar que las apariciones marianas de la historia (en la narración se alude a Guadalupe en el Tepeyac, Lourdes y Fátima,), resumen un mensaje permanente: “El Corazón de tu Madre, que te ha regalado todas sus Rosas, velará por ti” (meditación 32). Al recibir estas Rosas de María, “se acabaron también las Espinas de tu Madre”, pero, al etilo de San Pablo, ella invita a todos sus hijos para “completar la Pasión de Jesús en la tierra” (ibídem).

La Iglesia ya puede caminar mirando a María glorificada en el cielo por la Trinidad, como Hija (del Padre), Esposa (del Espíritu Santo), Madre (del Hijo). Al mismo tiempo, ella acompaña a sus hijos peregrinos en un caminar, donde se canta al unísono su mismo himno: “Mi alma glorifica al Señor… porque ha puesto los ojos en la bajeza de su Esclava; por tanto, ya desde ahora me llamarán bienaventurada todas las generaciones” (meditación 33).

(Excursus) La colaboración de María en la obra redentora de Cristo

La dinámica de Rosas y Espinas, como hemos visto, es una fuerte invitación a “completar” lo que falta a los padecimientos de Cristo por el bien de su Cuerpo que es la Iglesia”, según la expresión de San Pablo (meditación 32;cfr. Col 1,24). Es un tema que está en el trasfondo de todos los escritos de Conchita, especialmente en la Cuenta de Conciencia, y que ella concreta frecuentemente con el término “corredención”.

La “novedad” de este tema no está en una explicación teológica y sistemática, sino en el testimonio de quien ha experimentado una fuerte llamada para vivirlo y para ayudar a otros a vivirlo. Es la “via contemplationis” (camino de contemplación).

Conchita, explicando o transmitiendo las enseñanzas de María, usa con frecuencia la expresión ya admitida por el magisterio y por el uso eclesial: “corredención”. No explica los contenidos teológicos (que pueden tener expresiones mejorables), sino que simplemente invita a vivir y “orar en sintonía con la Madre de Jesús” (Hech 1,14), como hizo la comunidad eclesial reunida con los Apóstoles antes de Pentecostés.

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María y la Iglesia viven su propia razón de ser, que da sentido a su caminar: compartir esponsalmente la vida con Cristo, el Verbo Encarnado (y Esposo), Sacerdote y Víctima, muerto y resucitado, presente en la Iglesia, de camino hacia las bodas del encuentro definitivo.

Quien comparte el camino con nosotros es propiamente el mismo Jesús, por esto la Iglesia es una “familia sinodal”, de hermanos que caminan juntos, haciendo el “mismo camino” (“sinodal”) con Jesús “en medio” (Mt 18,20). Si no estuviera él, profundamente vivido y amado, no habría “Iglesia”, “familia convocada” por el amor de Jesús, “camino, verdad y vida” (Jn 14,6).

El “método” (“vía”) que sigue Conchita (sin usar la expresión) es el que nosotros llamamos de la “belleza” (“via pulchritudinis”) y más concretamente el de la “contemplación” (“via contemplationis”). Presupone y aprecia el “camino de la verdad” (“via veritatis”), usando las expresiones doctrinales de la Iglesia sin explicarlas teológicamente, porque no es éste su objetivo. Lo importante es comprometerse de verdad a “compartir” la vida, muerte y resurrección de Cristo, como esencia de la vida cristiana, que quiere vivir “unido” a cada uno, “de Corazón a corazón” (María te da a Jesús, n.14).

En todos sus libros y en el momento oportuno afloran expresiones tradicionales que indican una íntima unión con Cristo, Verbo Encarnado y Redentor. El camino de unión con Cristo según Rosas y Espinas ya lo hemos visto más arriba. El misterio de la “encarnación” se nos comunica para participar en él como receptores y como instrumentos. Jesús vive y actúa en nosotros “místicamente”.

En María te da a Jesús, la Virgen habla de sí misma como de “víctima, en unión de mi Hijo” (n.3, 14). Por esto, nosotros "nos uniremos a la oblación de Jesús y de María al impulso del Espíritu de Amor para colaborar en la redención del mundo y glorificar al Padre" (n.21, pasión). Y la Virgen nos dice a cada uno: “unía mi crucifixión a la suya «por ti»... Era Madre, y Madre de la Víctima, Madre del Redentor" (n.22, crucifixión). Ella estaba totalmente unida a Cristo Redentor: “Apuramos las mismas hieles, nos consumimos en el mismo fuego y ofrecimos el mismo sacrificio. El con generosidad de Redentor, yo con magnanimidad de corredentora. Y así abismado su corazón en el mío y el mío en el suyo, permanecimos juntos el «Varón de dolores» (Is 53,3) y la Madre del Dolor… El hierro que había abierto el pecho del hijo, traspasó también el alma de la Madre, porque ciertamente, toda mi alma estaba en el Corazón de Jesús" (n.23, Jesús muerto en la cruz).

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En Ante el altar, se presenta a María que vive pendiente de Jesús, “íntimamente unida con Él” (n.13). Ella era “Cruz viva del crucificado Jesús!” (n.55), que vivió siempre "crucificada... para que fuera más parecida a su Jesús" (ibídem).

En Horas santas (Entra en mi Corazón), al título ya repetido de ser “perfecta Cruz viva”, se añade que “fue el primer altar, el primer sacerdote y una víctima en unión íntima y perfectísima con el Verbo divino” (n.20).

En Como es Jesús, María explica que Jesús “la llevó al pie de la Cruz para que en mi unión se ofreciera como Corredentora del linaje humano, al Divino Padre” (capítulo 33: Su amor a María).

En Cadena de amor divino, se explica esa cadena de virtudes como proceso de configuración con Jesús Redentor: “El ser hostia es contenerlo (a Jesús) dentro de nosotros mismos, y embeberse el alma en su propia substancia… unificarse y perderse… María obedeció a Dios y a los hombres con perfección, y ese es el camino seguro para ser víctimas, para asemejarse a Ella, para tener paz en nuestras almas” (Octava Regla).34

En los libros publicados, ella comparte y alienta a vivir lo que es patrimonio de toda la Iglesia: ser el “complemento” de Cristo Redentor (cfr. Efes 1,23). Es en la Cuenta de Conciencia donde Concepción Cabrera de Armida expone con más detalle, a quienes le van a aconsejar, lo que ella ha ido recibiendo del Señor en su vida de oración, para vivir plenamente asociada a Cristo Verbo Encarnado y Redentor. A mi entender, el motivo de ser más frecuente este tema en la Cuenta de Conciencia, es porque ella se ha sentido llamada a vivir unida a María (“corredentora”) para asociarse al misterio de Cristo, y necesita orientación para ser fiel a la llamada y a la vocación de “Encarnación mística”. 35

Conchita escribe sobre su experiencia de fe, usando expresiones relacionales y vivenciales. Son expresiones que pueden ayudar a la reflexión teológica para hacerla más “kerigmática” y capaz de motivar en el camino de la santidad y de la misión. Escribe en un contexto de plena fidelidad a las enseñanzas de la Iglesia.

El tema de la “corredención” aparece más en relación con la Santísima Virgen, puesto que ella está plenamente unida a Cristo Redentor, desde su “fiat” en la Anunciación, hasta el “stabat” junto a la cruz. María vive esta realidad guiada por el Espíritu Santo, en sintonía con la voluntad del Padre y de su Hijo Jesús. En este sentido, María está unidad a Cristo Víctima, para compartir su misma suerte (su “espada”). Es “Cruz viva”, unida a la donación sacrificial de Cristo también ahora en la Eucaristía, viviendo maternalmente sus palabras: “esto es mi cuerpo”, “esta es mi sangre”. "Sacrificándome en unión de mi Hijo en todos los instantes por la salvación de las almas. En el mundo, fui la Cruz viva, la víctima oculta que juntamente con

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Jesús me ofrecía al Eterno Padre por un mismo fin... me crucifiqué con El en su vida interna" (CC 6,208).

Esta cooperación de María en la redención constituye su misma maternidad espiritual a modo de “martirio”, que tuvo lugar durante toda su vida y también en los años en que acompañó a la Iglesia primitiva. Eran “martirios derivados del amor a Dios y a los hombres”. Por esto es “corredentora de la humanidad” (CC 23,159).

El término “corredención” tiene sentido vivencial de sintonía con Cristo en unidad de vida, como invitación a que todos los fieles se asemejen a ella para transformarse en Cristo (cfr. CC 41,62-63). En las “confidencias” que recibe Conchita, es el mismo Jesús quien explica el contenido “espiritual” que él ha colocado en su corazón materno: "Todos los cálices que apuré Yo, los puse también en el corazón de María, que fue la corredentora y como el eco de mis martirios. Por eso es la Reina del dolor, porque ni uno solo, de mis tormentos internos y externos, dejó de repercutir en su corazón de Madre" (CC 41,274).

Esta cooperación (“corredención”) de María está dentro del proyecto del Padre, para hacerla partícipe de la misión redentora del Hijo, guiada por el Espíritu Santo como "instrumento precioso y necesario" en bien de toda la Iglesia: "María ha sido un instrumento precioso, y necesario porque así lo quiso Dios, para la creación, regeneración, y glorificación de la humanidad. Sin Ella no hubiera tenido lugar la Encarnación y Redención... habiendo sido creada eternamente, y destinada… para corredentora … Madre del Verbo eterno hecho hombre y fundadora de la Iglesia con el Espíritu Santo" (CC 41,297-300).

Es como la quintaesencia de su “corazón maternal”, “Madre mártir”, que continúa acompañando a sus hijos en el tiempo. Es “corredentora” porque coopera en nuestra salvación “con sus dolores unidos a los de Jesús" (CC 44, 24b-25a). Esta cooperación la ejerce acompañando a la Iglesia cuando ésta celebra los signos sacramentales: "María, en la Misa, hace siempre un gran papel; porque si concurre como corredentora en todos los sacramentos, más, mucho más está presente en las Misas" (CC 49,89-90).36

Incluso es una gran ayuda el vivir en sintonía con los sentimientos de María, según las confidencias de Jesús: "María, desde la Encarnación, repetía al Eterno Padre, en un acto continuado de amor, y refiriéndose a Mí y a Ella, «Este es mi Cuerpo, ésta es mi Sangre», clamando por la salvación del mundo" (CC 41,355-357). "Después de mi Ascensión repetía ofreciéndome siempre al Padre Eterno: «Ese es mi Cuerpo, ésta es mi Sangre, en favor del mundo»" (CC 41,282-284).37

Esta realidad de “corredentora” se identifica con la de “madre”, en el sentido de una presencia "activa" bajo la acción del Espíritu Santo: "No es María una Madre inactiva

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… es una Madre activa y sin descanso, que si tuvo el insigne privilegio de corredentora, también lo tiene de salvadora, ayudando … al Espíritu Santo en su acción por la gracia" (CC,51,298-299).38

El mismo título de “corredentora” equivale a la realidad paulina de “completar” la pasión de Cristo (cfr. Col 1,24), que es también misión de toda la Iglesia: “Ella completó mi Pasión, y continúa haciendo su papel de corredentora. La Iglesia con sus sacerdotes y los fieles deben continuar mi Pasión en la tierra" (CC 58,118).

Se unen los tres títulos de madre, medianera y corredentora, como expresiones de una misma realidad de instrumento de salvación, distinta del instrumento ministerial de los Apóstoles: "Jesús quiso que Ella fuera el instrumento universal de las obras que Él realiza en las almas; no como un ministerio exterior como el de san Pedro, sino por una fecundidad íntima pero eficacísima, quiso que fuera la corredentora del género humano por su amor y sacrificio; que fuera la Mediadora de todas las gracias, y que, en Jesús y por Jesús, tuviera, respecto de las almas, una maternidad universal y dulcísima" (CC 60,299-301).39

En las “confidencias” de Jesús y de María, comunicadas a Conchita, aparecen diversos aspectos de trasfondo bíblico, siempre para indicar la realidad de la mediación materna y corredentora de María, a modo de “influjo corredentor”, como "Madre del Cordero" que iba a ser sacrificado, siempre bajo la acción del Espíritu Santo (cfr. CC 65,37-38).

También en este contexto aflora la realidad “sacerdotal” de María por el hecho de compartir la inmolación del Hijo, con "compasión maternal", "se inmoló e inmoló", como "corredentora universal" , que continúa "en el altar eucarístico" y "en los altares de las almas": “En el alma de María, el sacerdote es el amor, que hace a Jesús inmolarse en Ella, por la compasión maternal … María se inmoló, e inmoló en sí misma a Jesús por las almas, para expiar las culpas de ellas, y alcanzarles gracias, por lo que pudiéramos llamar a esta inmolación corredentora ... Como corredentora universal … como asistió a su Hijo en el Calvario, lo asiste en todas las renovaciones de ese sacrificio, lo mismo en el altar eucarístico, que en los altares de las almas" (CC 62,224-226).

Además de aludir a la “corredención” de María (con los matices que hemos resumido), se hace una aplicación continua a la parte que corresponde a todos los creyentes y a la misma Conchita. El tema es, pues, una llamada a vivir la santidad cristiana como oblación unida a la oblación de Cristo. Es, pues, un tema “sacerdotal”. Por consiguiente, una parte especial de esta exigencia se refiere a los sacerdotes ministros, llamados a vivir y ejercer su ministerio con santidad. Es el tema que vemos a continuación. La llamada que ha recibido Conchita tiene los matices de una “maternidad sacerdotal”.40

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(Excursus) Amor maternal de María y de la Iglesia hacia los sacerdotes en los escritos “A mis sacerdotes” y “Sed perfectos”

El tema sacerdotal es my frecuente y “sentido” con mucho cariño en los escritos de Conchita. En la base de sus expresiones se pueden encontrar los contenidos esenciales del sacerdocio de Cristo, sacerdocio de la Iglesia (pueblo sacerdotal), sacerdocio ministerial. Pero ella lo vive en relación íntima con Cristo (su amor victimal y sacerdotal) y con María en cuyo seno tuvo lugar la unción sacerdotal de Cristo y cuya presencia en la cruz tuvo sentido de asociación al Redentor. La explicación que de sus escritos se desprende es por la “via contemplationis” (el camino de la experiencia contemplativa).41

La experiencia mariana de Conchita se concreta en un gran aprecio por los sacerdotes ministros, a modo de “maternidad espiritual”, siempre en relación con la maternidad de María respecto a los sacerdotes. Ella vive de los sentimientos de Cristo Sacerdote y de su Madre, que son de profundo amor a toda la Iglesia y de modo especial a los sacerdotes.

Esta realidad de gracia (que experimentó Conchita y que legó a su familia espiritual) es hoy de suma actualidad. Defectos los ha habido siempre, como ella misma alude en sus escritos en el contexto de su época. Pero la realidad de hoy es el de un clima ambiental poco favorable respecto a los sacerdotes (también dentro de la Iglesia). Aunque la gran mayoría han sido fieles, se ha creado una cierta desafección que puede repercutir en el desánimo de los sacerdotes y también en la escasez y perseverancia de las vocaciones.42

El haber encomendado Jesús a los discípulos (en la persona de Juan) a María, supone una atención especial hacia los “sacerdotes”, porque ellos son servidores de los signos de la presencia de Cristo en la Iglesia y en el mundo. María los ama como ama al mismo Jesús: "Al pie de la Cruz… pronunció María el segundo 'fíat' y aceptó como hijos a la humanidad entera; pero, sobre todo, a los sacerdotes en San Juan" (A mis sacerdotes, cap. 96). En las confidencias, las expresiones de Jesús son muy delicadas: "¿Cómo no pensar en dejarles a mis sacerdotes - después de dejarme a Mí mismo en ellos - a los que más amaba, a lo que ellos debían más amar, al Corazón más tierno y delicado y puro y santo en la tierra, a María, para que fuera su consuelo, su sostén, su calor, su Madre, el canal mismo por donde les vendrían todas las gracias?... vería en ellos no a otros, no a hombres solos, sino a Mí en ellos" (ibídem, cap.98).

Es muy detallado el cuidado maternal de María respecto a los sacerdotes, para formar en ellos “los rasgos de Jesús”, puesto que son “reflejo” de la “Encarnación místicamente”. Se trata de "formar a Jesús en el corazón de los sacerdotes... éste es el

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papel de María" (A mis sacerdotes, cap. 97). "Así María ensancha más su Corazón y su ternura de Madre en cuanto ve más perfecta mi imagen en el sacerdote" (ibídem, cap. 48). "Ella cuida la semilla santa que el Espíritu Santo pone en el corazón del sacerdote... formando los rasgos de Jesús... encarnación mística... el reflejo de esa misma Encarnación místicamente... A los Apóstoles y a mi naciente Iglesia, María les reveló los secretos de mi Corazón" (ibídem, cap. 98).

El amor de María hacia cada persona redimida (y hacia toda la humanidad), especialmente hacia los sacerdotes, es, pues, la prolongación de su amor al mismo Cristo: "Me alimentó para ser Víctima y consumó la inmolación de su alma al entregarme para ser crucificado... en su Corazón, eco fidelísimo del Mío y elemento necesario para el fundamento de mi Iglesia a la vez que para el sostén espiritual de mis Apóstoles y primeros discípulos" (A mis sacerdotes, cap. 96).

Conchita explica esta realidad del amor materno de María, para vivir ella misma y transmitir a los demás la preocupación por la santidad sacerdotal: "María quiere sacerdotes vírgenes... Tienen los sacerdotes un sitio especial en el Corazón de María y los latidos más amorosos y maternales de ella, después de consagrarlos a Mí, son

12 Libros publicados más conocidos, además de los ya citados en nota anterior: Ante el Altar (México, Edit. La Cruz 1909 y 1984, 2005; Barcelona 1934); Sed perfectos (México, Ed. Cimiento, 1994); A mis sacerdotes,(edic. privadas en Morelia 1928ss y luego México 1975, etc.); Horas Santas (Barcelona 1911 y ss); (el mismo) ¡Entra en mi corazón! (Ed. Cimiento, México, 2004); Cómo es Jesús (México 1934 y 1962); Cadena de amor divino (Barcelona 1918 y 1922; México 1986, 2001); La estaciones del alma (México, Ed. Cimiento, 1995 y 1997); este librito está dentro de Flores Místicas (Barcelona 1922): Tres opúsculos: Estaciones del alma, Descortesías, el Padre Nuestro. Conchita tiene 46 obras publicadas. Sus manuscritos ocupan 158 volúmenes, donde se encuentra su Cuenta de Conciencia. Cfr. Cuenta de Conciencia (66 volúmenes, de octubre 1893 al 8 diciembre 1936). Ver amplia selección de la Cuenta de Conciencia preparada por P. J. GUTIÉRREZ GONZÁLEZ: CONCEPCION CABRERA DE ARMIDA, Vida, t. I-X (1909-1910), México, Religiosas de la Cruz 1990.

14 Rosas y Espinas (Barcelona 1918; 1951, cuarta edición; México, Editorial La Cruz, 1988, séptima edición). A mi parecer, es su libro mariano mejor logrado. A este libro le dedicaremos especial atención en el capítulo siguiente, como pauta principal para entrar en la dimensión mariana de la contemplación en Concepción Cabrera de Armida. Podría llegar a ser un libro clásico de devoción mariana, como ya lo son "La verdadera devoción a la Santísima Virgen" (de San Luís María Grignion de Monfort) y "Las glorias de María" (de San Alfonso María de Ligorio).

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para los sacerdotes. Ellos son la parte predilecta y consentida de su alma en el mundo" (A mis sacerdotes, cap. 47).

El sacerdote ministro será fiel a su vocación y vive en sintonía con el amor que Cristo imitando a María y dejándola entrar en su vida y ministerio: “Después de Mí, María debe ser todo para el sacerdote. Ella es la que prepara a las almas sacerdotales para recibir la gracia sin precio de la transformación, que continuamente se opera en el altar... Y así, formando los rasgos de Jesús, uno a uno, en el corazón de los sacerdotes… Por eso María tiene en la Iglesia tan importante papel, el papel de Madre, porque comunica a cada sacerdote el germen eterno del Padre que está en el 15 Ante el Altar (México, Ed. La Cruz, 1909, 1984, 2005; Barcelona 1934). El subtítulo indica su contenido en forma de diálogo: Breves coloquios con Jesús Sacramentado. Es un modo frecuente en otros escritos cristianos (como en la “Imitación de Cristo”). Ha sido el libro de Conchita más vendido (más de un millón de ejemplares). Se cumple el deseo de la autora: "millones de almas para consagrártelas”. Está traducido en francés, inglés, italiano.

16 Sed perfectos (México, Ediciones Cimiento 1994). De este año es la primera publicación impresa. El texto se escribió para los Misioneros del Espíritu Santo. Aunque Conchita se considera “iletrada”, todo el libro es como una síntesis sapiencial sobre el misterio de Cristo Sacerdote y Víctima, que debe hacerse realidad y vivencia en la Iglesia por medio de sacerdote santos.

17 Título original: A los sacerdotes (ediciones privadas en Morelia, desde 1928, con la aprobación del arzobispo, “para uso exclusivo de los sacerdotes”; en tres volúmenes). Desde 1952, edit. La Cruz: A mis sacerdotes. Luego también en México 1975, etc., 1992). Adaptación y ampliación en español (Sacerdotes de Cristo) y en italiano (Sacerdoti di Cristo, Città Nuova, 2008), por el P. Juan Gutiérrez.

18 Horas santas (Barcelona 1911 y ss). Se cambia el título: ¡Entra en mi corazón! (México, Ed. Cimiento, 2004). Son 31 meditaciones (más un contemplación al final, sobre el viernes santo).

19 Cómo es Jesús (México, Ed. La Cruz 1934 y ss; 2001 y 2006). Las meditaciones tienen el objetivo de dar a conocer más al Señor con ocasión de los Años Santos (especialmente, 1933).

20 Cadena de Amor Divino (Barcelona 1918 y 1922; México, Edit. La Cruz, 2001); son normas o reglas para quienes hayan ingresado en las Obras de la Cruz. Las

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Verbo, y que por el Espíritu Santo se hace fecundo en cada alma sacerdotal, para formar en ella a Jesús Hostia, a Jesús Víctima, a Jesús Salvador, a Jesús Sacerdote. No es María una Madre inactiva, no es sólo como una imagen a quien se debe honrar; es una Madre, Madre activa y sin descanso... prestando continuamente sus servicios a las almas, pero muy especialmente a las almas de los sacerdotes" (A mis sacerdotes, cap. 98).43

Se describe la vida espiritual del sacerdote, concretada en la imitación de las virtudes de María, Madre de Cristo Sacerdote. Es cuestión de dejarse transformar en Cristo,

Estaciones del alma (México, Ed. Cimiento, 1995); este librito formaba parte inicialmente de: Flores Místicas (Barcelona 1911 y ss); se describe el itinerario espiritual (con sus virtudes y defectos) siguiendo la comparación de las “estaciones” del año. Las Estaciones están editadas también en italiano (Città Nuova) y en inglés (Alba House, USA).

22 La aplicación de este tema a los sacerdotes, la concretamos algo más al final del capítulo 3 del presente estudio, pero allí seguimos los contenidos de sus escritos: A mis sacerdotes, Sed perfectos. Ver el tema de la maternidad espiritual explicado algo más ampliamente en publicación digital: Concepción Cabrera de Armida, Maternidad espiritual en relación con los sacerdotes http://www.clerus.org/clerus/dati/2009-11/25-13/Conchita_Mater_es.html 

24 En el libro “María te da a Jesús”, dice: "las penas fueron para mi corazón; los frutos serán para el tuyo" (n.4).

25 Es el aspecto vivencial de Juan Pablo II en todo su magisterio, por ejemplo: “La venida del Espíritu Santo los convierte (a los apóstoles) en testigos o profetas, infundiéndoles una serena audacia que les impulsa a transmitir a los demás su experiencia de Jesús y la esperanza que los anima” (Redemptoris Missio, n.24). “El misionero experimenta la presencia consoladora de Cristo, que lo acompaña en todo momento de su vida. « No tengas miedo ... porque yo estoy contigo » (Act 18, 9-10). Cristo lo espera en el corazón de cada hombre” (ibídem, n.88).

27 San Pablo VI decía: “A partir del ‘fiat’ de la humilde Esclava del Señor, la humanidad comienza su retorno a Dios” (Marialis Cultus, n.28). Papa Francisco: “María… vivió como nadie las bienaventuranzas de Jesús. Ella es la que se estremecía de gozo en la presencia de Dios, la que conservaba todo en su corazón y se dejó atravesar por la espada… nos enseña el camino de la santidad y nos acompaña… Conversar con ella nos consuela, nos libera y nos santifica” (Gaudete et

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por acción del Espíritu Santo en el seno de María, como se formó allí el Verbo Encarnado. Aceptar la maternidad de María equivale a dejarla que nos ayude a transformarnos en Cristo: "Amad a María, copiad a María, mis amados sacerdotes, sed hijos de la Virgen sin mancha, tomando su fisonomía… Nada hay más agradable a la Madre del Salvador que absorberse en Jesús... en el regazo de María, estudiando a María, imitando una a una las virtudes de María... Tenéis que ser hijos verdaderos de la Virgen sin mancha, con su parecido, con el aire de familia, diré, de esa modesta Madre amable… Hacedla vuestra confidente... el amor a María es el gran secreto para la salvación de las almas... Miradle siempre de pie, fijos los ojos en el Divino Agonizante, para enseñaros que ahí está vuestro puesto" (Sed perfectos, cap.11).

exsultate, n.176).

29 La meditación 7, sobre la presentación en el templo, es un resumen de Cristo Sacerdote y Víctima. Y “María fue el primer sacerdote que ofreció esa Víctima al eterno Padre a favor del mundo”. Para María, la “espina” fueron las palabras de Simeón sobre la “espada”. “La espada de ver a mis hijos…. despreciando el Evangelio”. Pero María nos dice: “Voy a ofrecerte como víctima en mis brazos, como a Jesús, y esa será tu Rosa de hoy”. Al final de la meditación hay una oración invocando la “humildad corredentora” de María.

30 En la meditación n.10 hace un resumen de los “treinta años” pasados en Nazaret. Jesús era todo para ella. Insinúa las confidencias de Jesús: “Me hablaba de las Rosas para ti y de las Espinas para mí”. Aflora el tema del “amor a la cruz”: “La Rosa fragantísima de tu amor a la cruz, que con mis Espinas y mis abrojos la cubrirían para que no se marchitara”. Después de recordar esos días “al lado de José” (meditación 10), resume las actitudes del santo como “Patrón de la vida interior”, para afirmar que “la vida, sin Jesús, no es vida” (meditación n.11).

31 A la Eucaristía le dedica expresamente la meditación 17. El misterio inició en la Encarnación y la presentación, cuando María “ofreció” al niño en el templo, (cfr. Lc 2,22). A ella se le puede llamar “el primer sacerdote” (en este sentido de oferente) y seguirá siempre “siendo víctima con la Víctima” (meditación 17). El tema eucarístico (como institución) aparece de nuevo en el cap.20 (“deuda”), que para nosotros es “rosa” de compañía y para María fue “para consolar mi soledad” (su “espína”). Jesús nos pide “ser víctimas con la Víctima” como y con María; para los sacerdotes es una llamada (dice María) a “asemejarse a mí por su amor y sus virtudes”.

32 El tema de la resurrección, como experiencia gozosa, quedó también expuesto en el libro María de da a Jesús, siempre en relación con haberle acompañado en los sufrimientos: "A la medida que participé de los dolores de Jesús, gocé de su gloria...

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Esta vida de santidad con la presencia y ayuda de María, ha de continuar en la acción apostólica de los ministerios sacerdotales. Allí se imita a María y se participa en su maternidad, para cooperar con ella y como ella a la redención: "El apostolado fecundo es el que sabe sacrificarse y fatigarse en unión de María, para hacer amar al Amor... Lo bueno para un sacerdote es el sacrificio, la cruz... en esas horas de angustia íntima que no se pueden confiar a nadie, arrojaos en el corazón de Ella; es Madre para darse a sus hijos... Como sacerdotes tenéis más que nadie la obligación de

y la unión por su resurrección era más estrecha aún que en vida" (n.25, resurrección).

33 Conchita dedica al tema las meditaciones 27-33.

34 Estas expresiones tendrán su aplicación a la vida y ministerio de los sacerdotes, como veremos más adelante, siguiendo la pauta de los libros: A mis sacerdotes y Sed perfectos.

35 Cuenta de Conciencia (66 volúmenes, de octubre 1893 al 8 diciembre 1936). Ver también selección de la CC: Vida (10 tomos, 1909-1910) (México, Religiosas de la Cruz, 1990).

36 Juan Pablo II en la encíclica Ecclesia de Eucharistia afirma que “Vivir en la Eucaristía el memorial de la muerte de Cristo… significa asumir, al mismo tiempo, el compromiso de conformarnos a Cristo, aprendiendo de su Madre y dejándonos acompañar por ella. María está presente con la Iglesia, y como Madre de la Iglesia, en todas nuestras celebraciones eucarísticas” (n.57).

37 Estas afirmaciones nos recuerdan también la encíclica eucarística de Juan Pablo II: “¿Cómo imaginar los sentimientos de María al escuchar de la boca de Pedro, Juan, Santiago y los otros Apóstoles, las palabras de la Última Cena: «Éste es mi cuerpo que es entregado por vosotros» (Lc 22, 19)? Aquel cuerpo entregado como sacrificio y presente en los signos sacramentales, ¡era el mismo cuerpo concebido en su seno! Recibir la Eucaristía debía significar para María como si acogiera de nuevo en su seno el corazón que había latido al unísono con el suyo y revivir lo que había experimentado en primera persona al pie de la Cruz” (Ecclesia de Eucharistia, n.56).

38 Juan Pablo II en la encíclica mariana Redemptoris Mater, explica “su presencia activa y ejemplar en la vida de la Iglesia” (n.1), que es “una presencia materna” (n.24).

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imitarla, imitad su vida, y sed el eco de sus dolores, de sus martirios de amor, que fueron los de Jesús" (ibídem).44

Siguiendo este camino contemplativo (“via contemplationis”), al leer y meditar estos contenidos doctrinales y vivenciales de Conchita, nos encontramos con la realidad interna de María, Madre de Cristo Sacerdote y Víctima. Ella vive en sintonía con el amor de Cristo por sus sacerdotes, puesto que amando a ellos que son “los rasgos de Jesús”, ama al mismo Jesús.

39 "Tres títulos integran su dulcísima maternidad respecto de las almas: Madre de Dios, Corredentora del género humano, Mediadora de todas las gracias, y estos tres títulos se enlazan, se completan y hacen de María nuestra dulce Madre" (CC 63.310-311).

40 Amplié el tema en: Colaboración de María en la Redención, según la doctrina de la Venerable Concepción Cabrera de Armida, obra citada en cap.1.

41 Amplié estos temas en: El sacerdocio de Cristo y el sacerdocio ministerial en la vivencia y en el mensaje de Concepción Cabrera de Armida, en: AA.VV., Conchita, cuéntanos tu vida, México, Edic. Cimiento 1991, 277-322. Hemos visto el mismo tema a partir de la Cuenta de Conciencia, en el capítulo 2 de nuestro estudio.

42 Se necesitaría ahondar en el “sentido y amor de Iglesia” (hoy algo difícil), hasta el punto de sentirse Iglesia “madre”, tanto en el campo del celo apostólico (las “almas”) como en el compromiso de orar y sacrificarse por los sacerdotes. Desarrollé el tema en: Concepción Cabrera de Armida, Maternidad espiritual en relación con los sacerdotes , citado en el cap.2.

43 Además de la Cuenta de Conciencia (que hemos resumido en el capítulo anterior) y del libro A mis sacerdotes, que acabamos de citar muy sucintamente, también el libro Ser perfectos tiene contenido profundamente marianos en relación con Cristo Sacerdote y el sacerdote ministro. Sed perfectos (México, Ediciones Sarmiento, 1994). Los capítulos 11 y 12 están dedicados a la relación del sacerdote con María, y allí pueden ampliarse las ideas citadas el presente estudio. Lo vemos a continuación.

44 “María debe ser el punto de partida de su perfección… Ella es la expresión perfectísima de Jesús… Nada más agradable a la Madre del Salvador que absorberse en Jesús” (ibídem, cap.12). Ver abundancia de textos de Conchita sobre este tema, en:

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María formó a Cristo Sacerdote en su seno por obra del Espíritu Santo y ahora continúa esta maternidad espiritual en el proceso de santificación y apostolado de los sacerdotes ministros. Ella forma a Jesús en el corazón de los sacerdotes. Es su modo particular de continuar cooperando en la obra redentora.

La consecuencia es que el sacerdote que entra en la contemplación de este misterio de Cristo vivido por María, toma conciencia de que necesita vivir con los mismos sentimientos maternos de la Madre de Jesús. Como dice el concilio: “La Virgen en su vida fue ejemplo de aquel afecto materno, con el que es necesario estén animados todos los que en la misión apostólica de la Iglesia cooperan para regenerar a los hombres” (Lumen Gentium, n.65).

En realidad, esta pauta conciliar es para todo apóstol, aunque se aplica especialmente a los sacerdotes ministros. Así, pues, el tema que acabamos de resumir no es sólo para los sacerdotes, sino que toda la Iglesia, al meditar en María, recupera su sentido de maternidad hacia todos los redimidos: “También en su obra apostólica, con razón, la Iglesia mira hacia aquella que engendró a Cristo, concebido por el Espíritu Santo y nacido de la Virgen, precisamente para que por la Iglesia nazca y crezca también en los corazones de los fieles” (Lumen Gentium, n.65).

Quizá es éste uno de los desafíos más acuciantes de la actualidad eclesial: amar a la Iglesia (sufriendo con ella) hasta sentirse “madre” y misionera como ella, a imitación de María. Y ésta fue ya la invitación de los Santos Padres en tiempos más difíciles que los nuestros:

“El Espíritu, por el que del cuerpo de su madre inviolada nació Cristo, es también el mismo por el que de las entrañas de la santa Iglesia renace el cristiano” (S. León Magno, Homilía 29, sobre la Natividad del Señor: PL 54, 228 C).“Si según la carne, una sola es la Madre de Cristo, según la fe todas las almas engendran a Cristo… Dónde es que Cristo nace en el sentido más profundo, sino en tu corazón y en tu alma?” (S. Ambrosio, Comentario a San Lucas, 2,26 y 11,38).

En esta perspectiva de una fuerte llamada a la santidad y a la misión, nos puede interpelar una frase de un Santo Padre, que parece un preludio de las enseñanzas de Concepción Cabrera de Armida y que ojalá fuera también nuestro ideal: “El Verbo

Colaboración de María en la Redención, según la doctrina de la Venerable Concepción Cabrera de Armida, o.c., n.3: Implicaciones de esta doctrina en la vida espiritual mariana de todo cristiano y especialmente en el sacerdote y personas consagradas, "almas sacerdotales".

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de Dios quiere repetir en todos los hombres el misterio de su encarnación” (S. Máximo Confesor, Ambigua, PG 91,1084).

Esta es la clave del concilio Vaticano II sobre el misterio de Cristo y también la clave de la renovación eclesial de todos los tiempos: “En realidad, el misterio del hombre sólo se esclarece en el misterio del Verbo encarnado… El Hijo de Dios con su encarnación se ha unido, en cierto modo, con todo hombre… Nacido de la Virgen María, se hizo verdaderamente uno de los nuestros, semejante en todo a nosotros, excepto en el pecado” (Gaudium et Spes, n.22).

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A MODO DE “CONCLUSIÓN”: IMPORTANCIA Y ACTUALIDAD

Una lectura atenta, aunque sucinta, de los escritos y de parte de la Cuenta de Conciencia de Concepción Cabreara de Armida, nos ha ayudado a emprender un “camino” de reflexión, contemplación y vivencia sobre la fe. La “via veritatis” que se ha seguido ordinariamente en la teología es una garantía para acertar con expresiones adecuadas. Pero los “santos” y especialmente los “contemplativos”, que también ha seguido y valorado esta vía, nos han mostrado otra vía que no es alternativa, sino complementaria. Es la vía de la “belleza” que, en el caso de los santos contemplativos, se puede calificar de “vía contemplationis”.

Propiamente es la "teología vivida de los santos", como decía Juan Pablo II (en Novo Millennio ineunte, n.27), que consiste en una “intuición de la fe”, a modo de “experiencia” guiada por “las luces del Espíritu Santo” (ibídem). Es un camino de prueba dolorosa (“noche oscura”) que ellos han aprendido de María. La experiencia de este “silencio” de Dios en la “noche de la fe”, como afirma Juan Pablo II citando a San Juan de la Cruz, fue para María una especie de “martirio” o “fatiga del corazón” en su modo de “vivir en intimidad con el misterio” (Redemptoris Mater, 17).

En nuestro estudio hemos constatado el dolor materno de María, vivido intensamente por Concepción Cabrera de Armida, quien se desvive para comunicarlo a toda la Iglesia, la cual es madre a imitación de María. En sus escritos, presenta este modelo de María muy cercano e incluso asequible a todo creyente que quiera vivir con hondura el misterio de Cristo. Basta con ponerse ante el Evangelio y ante el Sagrario, escuchando con el corazón disponible para hacer de la vida una donación a Dios y a los hermanos.

Todas las escenas evangélicas (como se explica en María te da a Jesús y Rosas y Espinas) han encontrado resonancia en el Corazón de María, para ser comunicadas a la comunidad eclesial e invitarla a participar en la “maternidad” de María y en su colaboración en la obra redentora. Me parece ver en esta actitud contemplativa la actualización de la oración de los Apóstoles y discípulos reunidos con Ella en el Cenáculo de Pentecostés, orando en sintonía (cfr. Hech 1,14). Es un proceso de nueva maternidad eclesial bajo la acción del Espíritu Santo.

El modelo de María, en la “via contemplationis”, cuando “meditaba en su corazón” (Lc 2,19.51), supone dejarse sorprender con “admiración” (cfr. Lc 1,29; 2,33). Es la actitud de apertura total a la Palabra (cfr. Lc 1,38), que se traduce en hacer de la vida un himno de alabanza (cfr. Lc 1,46ss), para invitar a la comunidad a vivir en sintonía con la enseñanza de Jesús (cfr. Jn 2,5) y asociarse plenamente a la oblación de Jesús en la cruz (Jn 19,25) compartiendo su misma suerte o “espada” (cfr. Lc 2,35).

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Ahora bien, la “maternidad” respecto a Jesús (por parte de María y de la comunidad de sus discípulos) queda fundamentada en esta disponibilidad para escuchar la Palabra y ponerla en práctica: “Mi madre y mis hermanos son quienes escuchan la Palabra de Dios y la cumplen” (Lc 8,21).

La primera comunidad eclesial reunida en el Cenáculo cuando preparaba la venida del Espíritu Santo (que vendría como antes había venido al seno de María en la Anunciación), resume toda su actitud en esta expresión: “orando en sintonía con la Madre de Jesús” (Hech 1,14). Al recibir “abundantemente” o con “plenitud” el Espíritu Santo (cfr. Hech 2,4; 4,31), para poder vivir y anunciar la Palabra “con audacia”, la Iglesia comienza a ser “madre”: “Fue en Pentecostés cuando empezaron ‘los hechos de los Apóstoles’, como había sido concebido Cristo al venir al Espíritu Santo sobre la Virgen María” (Ad Gentes, n.4).

De hecho, el texto de trasfondo mariano, que puede considerarse cronológicamente el primer texto redactado entre los escritos del Nuevo Testamento, es el de la carta de San Pablo a los cristianos de Galacia, donde explica que en “la plenitud de los tiempos, Dios ha enviado a su Hijo nacido de la mujer”, para que los creyentes recibieran la “adopción de hijos”, y bajo la acción “Espíritu” pudieran expresarse con la misma actitud filial de Jesús hacia el “Padre” (cfr. Gal 4,4-7). Por esto, Pablo, en el contexto de la “Iglesia madre” (cfr. Gal 4,26) resume todo su ministerio diciendo: “sufro de nuevo dolores de parto, hasta ver a Cristo formado en vosotros” (Gal 4,19). Es una maternidad eclesial, que en Pablo es “ministerial” y se inspira en la maternidad de María.

Después de haber estudiado algunos grandes doctores de la Iglesia que se han expresado en escritos marianos y contemplativos, tengo la convicción de que este trasfondo bíblico es el que les mueve a presentar a María, a veces por la “via pulchritudinis”, a veces concretándola más en la “vía contemplationis” (como San Efrén, San Gregorio Niseno, San Gregorio de Narek, San Bernardo, Bto. Raimundo Lull, etc.).45

Concepción Cabrera de Armida está en este contexto mariano contemplativo, que invita a todos a adentrarse en la vida de santidad y misión, sencillamente guiados como hijos en sintonía con el Corazón de la Madre de Jesús y nuestra. Es como el preludio de “un nuevo Pentecostés” que tiene lugar en cada época histórica de la Iglesia, donde hay siempre nuevas gracias y nuevas situaciones y retos, que esperan y requieren apóstoles renovados.

45 Ver: María en la experiencia de los místicos, ejemplo de “via pulchritudinis”, o.c. en cap.1.

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La experiencia mariana y contemplativa de Conchita se expresa en este contexto de tradición eclesial, que es siempre renovadora también en el campo de la pastoral y de la teología. María, la Madre de Jesús, vive con nosotros el mismo camino de fe, que se convierte en “via contemplationis” para llegar a ser “via missionis”. “Ella antecede con su luz al Pueblo de Dios peregrinante como signo de esperanza y de consuelo hasta que llegue el día del Señor” (Lumen Gentium, n.68).

En cada época histórica, con sus “gozos y esperanzas, tristezas y angustias”, “la Iglesia se siente íntima y realmente solidaria del género humano y de su historia” (Gaudium et Spes, n.1), cuando como María y con su ayuda se convierte "modelo de fe vivida", "mujer del silencio y de la escucha, dócil a la voz del Espíritu", "ejemplo perfecto de amor" (Tertio Millennio Adveniente, nn.43, 48, 54). Es la “via comtemplationis” como vivencia auténtica de la fe, esperanza y caridad, a modo de conocimiento de Cristo vivido en un proceso de encuentro, imitación, transformación, comunión fraterna y misionera. Es el camino de santidad sin rebajas en la entrega y sin fronteras en la misión.

La peculiaridad de la “via contemplationis” en los textos contemplativo y marianos de Concepción Cabrera de Armida, a mi entender, estriba en la sintonía vivencial y comprometida con el misterio de la Encarnación, desde los “sentimientos” de Cristo, bajo la guía del “Espíritu Santo”, “en sintonía” con el Corazón de la Madre de Jesús y también en su seno materno como verdaderos hijos, para compartir la misma suerte de Cristo Redentor y llegar a ser Iglesia madre, amándola con el mismo amor de Cristo y compartiendo su mismo caminar. Es la clave de la renovación eclesial, en su dimensión espiritual, pastoral, teológica y misionera. La Iglesia se renueva cuando se la ama de verdad, prefigurada en María “la Madre de Jesús”.