Compendio Ascetico de La Perfeccion Cristiana

288
COMPENDIO ASCÉTICO DE LA. PEKFECCION CRISTIANA, ó lo que debe saber y ejecutar cualquiera persona devota que quisiere ser condu- cida por el camino de la perfección y al- canzarla. DIVIDIDO EN DOS PARTES, la primera comprende los medios <te que debe usar y los impedimentos que debe remover, y la segunda las virtudes que debe practicar. SACADO DE VARIOS AUTORES POR El. SEÑOR DON MARIANO CABOFRANCO, Canónigo de la Catedral de Puebla en. ¡os Estados-Unidos Mexicanos. MÉXICO: 1835. ÍMPRUNTA DEL ÁGUILA., dirigida por José Xiraeno, calle de Medinas núm. 6.

description

Compendio Ascetico de La Perfeccion Cristiana

Transcript of Compendio Ascetico de La Perfeccion Cristiana

  • COMPENDIO ASCTICO D E LA. PEKFECCION C R I S T I A N A ,

    lo que debe saber y ejecutar cualquiera persona devota que quisiere ser condu-cida por el camino de la perfeccin y al-

    canzarla.

    DIVIDIDO EN DOS PARTES,

    la primera comprende los medios

  • PARECER DEL REVERENDO

    Padre, Dotor y Maestro Don Ma-

    nuel Gmez, del Oratorio de Nes- .

    tro Padre . San Felipe Neri.

    S E O R P R O V I S O R .

    E N cumplimiento del superior de-

    creto de V. S. he visto atentamen-

    te los dos cuadernos que V. S. se

    dign remitir mi censura. Y o creo,

    que no solamente no contienen co -

    sa alguna opuesta nuestros dogmas

    y buenas costumbres; sino que por

    la moralidad que encierran, la su-

    blimidad de sus avisos, la solidez

    de sus consejos, la seguridad de sus

    mximas, y lo que es mas la pure-

  • za de sus doctrinas, como, tomadas

    de fuentes tan limpias y santas, se

    hace un gran servicio al public,,

    permitiendo la impresin que se pre-

    tende. Oratorio de N . P. S. Felipe

    Neri de. Mxico y Noviembre 4 de

    l83.==Mannel Gmez.

    Mxico 7 de Noviembre de 1834.

    = V i s t o el parecer que antecede del

    Dr. y Mtro. D . Manuel Gmez so -

    bre la obra titulada: Compendio as-

    ctico de la perfeccin cristiana, con-

    cedemos la licencia que se pide pa-

    ra su impresin, con la calidad

    de que salga tambin dicho dicta-

  • wen y este decreto, y con la de

    que antes de darse al pblico s e

    coteje con su original por el apro-

    bante. L o decret el Sr. Provisor

    Vicario general, y firm, doy f . =

    Osores.=Jos Maria Carrera? Notario

    Oficial mayor.

  • DEDICATORIA A LA MUY REVERENDA MADRE SOR MARA

    MANUELA DE SAN LUIS GONZA0A, CABOFRAN-

    CO, VICARIA DEL CONVENTO DE RELIGIOSAS

    DE NUESTRA SEORA DE BALVANERA DE

    MXICO.

    M. R. M. ( JJ[ALLANDOM.E hospedado en la casa ael Sr. cannigo. D. Ignacio Garnica, cuando transitaba por Puebla en el ao de 1 8 3 3 , tom casualmente de en-tre sus libros, una obra manuscrita annima titulada COMPENDIO A S C -TICO DE LA PERFECCIN CRISTIANA.

    Su lectura,, pesar de mi falta de conocimiento en las sublimes y delica-das materias de que trata, me hi-zo formar concepta de que producira mucha utilidad las almas piadosas; que aspira h perfeccin cristiana

  • y tratando de averiguar el autor, tu-ve el placer d descubrir que haba sido fruto de la continua lectura, asi-dua meditacin y constante prctica en el confesonario del Srr D. Mariano Jo-s Cabo/raneo, cannigo de aquella Santa Iglesia, quien despus de ha-ber perdido la vista, la trabaj dic-tndola para su uso privado y de las almas piadosas que diriga.

    Pude conseguir que el Sr. Grnica aadiera sus otros favores el de ob-sequiarme con tan apreciable manuscri-to, y luego que las circuntancias me lo permitieron lo manifest personas instruidas, con cuyo parecer me resolv imprimirlo, considerando que por ser una reunin de mximas escogidas de los mejores libros de la materia, de* ^ia producir grande utilidad espiritual; j [ que por, ser obra de un hermano

  • tan justamente amado de V. R. y del Sr. Garnica, debia serles muy agradable su publicacin, y lograr yo la doble satisfaccin de cooperar de algn modo al bien espiritual de mis semejantes, y hacer . mi grande y generoso amigo el Sr. Garnica y V. R., una pequea demostracin de mi afecto y gratitud, haciendo que co-nozca el pblico las virtudes del Sr., Cabofraneo que estn descritas en la misma obra; pues lo que escribi para aprovechamiento de otros lo practicaba por s mismo.

    En efecto: la humildad, la pacien-cia . en los trabajos, enfermedades y. contradicciones, el celo por la gloria de Diosr la. caridad con el prjimo y las dems virtudes que esplica y re* eomienda el autor, las practic l mis-mo, sin,.que- le. fuera posible ocultar-i

  • . las cuantos lo conocieron y. trataron de cerca. Perdi la salud y hasta la vista, emple su tiempo y su caudal, empe todas sus conecsiones en obse-quio de la humanidad doliente en el largo espacio de veintids -aos que sirvi el cargo de Comisario del Hos-pital de San Pedro de la ciudad de Puebla, hizo la religin, la pa-tria y la literatura muy particular servicio con la impresin de la tra-duccin de los Himnos del sabio pa-dre Sartorio, y con la reimpresin de las obras del clebre padre lzate; y pr esto y mucho mas que omito, me-reci la estimacin de los hombres,, y debemos creer con sobrado fundamento que habr recibido de Dios el premio de sus virtudes en la bienaventuranza.

    Quede, pues, el consuelo sus pu-nientes, amigos y: conocidos, de que se

  • conserva la memoria de un mexicano benfico y virtuoso en' la obra que de-j escrita, cuya edicin me tomo la li-bertad de dedicar V. R., quien asi por sus relaciones con el autor, como por el estado religioso que profesa, sabr apreciarla mejor que nadie.

    Dgnese por tanto V. R. aceptar esta pequea demostracin de mi afec-to y gratitud, con las protestas de mi consideracin y aprecio.

    Dios guarde V. R. muchos aos. Mxico Julio 30 de 1835.

  • NDICE DE LAS MATERIAS QUE CONTIENE

    ESTA OBRA.

    Advertencias qne sirven de prlogo...... i .

    PRIMERA PARTE.

    SECCIN PRIMERA.

    De la perfeccin cristiana y religiosa,... 1.

    Medios para alcanzar la perfeccin cristiana.

    Del Deseo.... y 9 . De la Leccin espiritual 11. De la Meditacin de las mximas de nues-

    tra santa F 2 1 . fe la Oracin de ruegos 3 ? . De la presencia de Dios 5. Del Examen de conciencia 6 0 . De la Confesin ... 67 . De la Comunin 76. De la devocin de Maria santsima y de

    los Stmtos 8 6 .

  • SECCIN SEGUNDA.. Pg ,

    Impedimentos que se oponen l

  • PSsr..

    De la Devocin...., 186. De, la Obediencia 193. De la Paciencia 198. De la Mansedumbre 204. De la Castidad 208. De la Humildad 209. De la Modestia. 213. De otras virtudes morales. . . 21(5.

    Virtudes teologales. Be la F 222. De la Bsperunza 229. De la Caridad ' 235. Ejercicio 6 actos de este amor 241 .

  • FEE DE ERRATAS.

    Pg- La. Dice. Lase.

    n i . . 10. .puedan ..puerta* 3. .15. .se le arrancan., .le arranca. .

    31 . " " \ s iempre. . . . . \ pre.. 8 1 - 7. .pusiere ..pusiera. 82. 2. .afecto efecto.

    107. 16. .afecto. efecto. 141 .32. .esta si devota., .esta devota si. 143. .28. .ahugero.. ..agujero. 154. .31 . .pone. . ponen, 168. .30. .memorias.: memoria. 169. .23 . .actitud .aptitud. 195. . 2. .ni discurrir las., .sin discurrir sobre las. 196. .29. .triunfado triunfado. 199. . 9. .de del. 209. .22. .Ayudar... . Ayudarn, 2 2 5 . . 9. .ascenso asenso, 236. .30. .amada amado. 237 . . 9. .las J la, 254. .10. .e el. 258. . 1 1 . . cosas fuerzas. 259 . . 6 . .Deuterenomio.. .Deuteronomio

  • ADVERTENCIAS

    QUE

    SIRVEN DE PROLOGO.

    J L A larga esperiencia que he adquirido en el continuo ejercicio del confesona-rio, me ha hecho reflexionar muchas ve-ces , que aunque el confesor ponga todo esmero y cuidado en la'direccion de sus penitentes, dndoles las instrucciones, avi-sos y consejos los mas oportunos y con-ducentes para su mayor adelantamiento y perfeccin, y esplicndoles con l ma-yor claridad todo lo que deben creer, obrar, esperar y pedir; el modo de re

  • II ner lo que s les advierte y ensea, y lo vario de estos mismos documentos, con mucha facilidad los olvidan; y aunque se les indiquen los libros que deben leer para instruirse en las espresadas materias, con-servar los consejos y avisos que se les dan, y poner en ejecucin los remedios que se les prescriben, como estos libros por lo comn SOD muchos y cada' uno de ellos trata sus materias con mucha profusin y estensamente, no se puede lograr que retengan estas instrucciones y consejos; y asi es que siempre se ve obligado repetirlos, pudiendo mejor gastar el tiempo en amplificarlos.

    Para aprender todas las ciencias, es indispensable comenzar por sus principios elementales: estos son unas breves re-glas que en compendio las abrazan todas, y por lo mismo que son reducidas, bre-vemente se comprenden por el entendi-miento y se retienen en la memoria. Ejemplo de esto sea el Catecismo del Padre Ripalda, en el cual se halla sus-tancialmente la Teologa Escolstica, Dog-mtica y Moral.

    Reflexionando pues en esto y en que si la perfeccin cristiana principalmente

  • 111 consiste en el amor de Dios y del pr-jimo, y secundaria instrumentalmente en el ejercicio de las virtudes, como en-sea l anglico Doctor Santo Toms , para conseguirlas, es indispensable que la persona devota que emprende este ca-mino tan difcil, tenga noticia de sus pe-ligros, riesgos, encrucijadas y veredas, que conducen la perdicin, para que las puedan evitar: asimismo conozca la astucia de los enemigos que le han de salir al encuentro para no dejarse enga-ar: tenga presente lo dbil, frgil y mi-serable de su naturaleza, tanto para no fatigarla mas all de lo que ella puede sin una especial mocin de Dios , como porque si tuviere alguna caida, no se desaliente y retroceda: igualmente sepa los medios y remedios que debe usar para conseguir las virtudes; y por l-timo, se anime con el ejemplo de tantos justos, devotos -y santos, que teniendo la misma naturaleza corrompida, pasio-nes y enemigos que vencer, lo verifica-ron con la ayuda de la gracia, y con la dulce esperanza de ser recompensados en la eternidad, con inmarcesibles coro-nas de gloria y honor. Persuadido ,de es-

  • IV tas verdades, y credo se podra conse-guir, de alguna manera facilitar, tan importante objeto por medio de un com-pendi ligero que contuviese todo lo que hemos espuesto, me he determinado ha-i cerlo, para que as como un pasagero que camina por montes espesos y caminos in-cgnitos, el derrotero que. lleva consigo, le conduce con facilidad y seguridad, de la misma manera este librito llevndola siempre consigo, leyndolo menudo, le ministre seguros avisos, consejos saluda--bles y remedios oportunos, al tiempo mis-mo que los necesite.

    Para ello me he valido de los au-tores ascticos, copiando la letra sus doctrinas; por lo cual confieso que na-da es mi, sino solo el trabajo de re-ducirles, y lo he dividido en dos partes. La primera, comprende en su primera sec-cin, los medios de que se debe usar; y en la.'segunda, los impedimentos que se de-ben remover. La segunda parte: las vir-tudes que se deben adquirir y ejercitar, y una ligera esplicacion sobre los votos d pobreza y clausura.

    Las enfermedades espirituales tienen mucha analoga y semejanza con, las cor*

  • -prales; y si cuando estas atacan al pa-ciente, este inmediatamente les aplica los remedios esperimentados, si los tiene la mano, y al punto ceden aquellas; de la misma manera cuando somos molestados de algunas vehementes, pasiones, imagi--naciones impuras, odios, dudas, iras cualesquiera otras tentaciones, si al punto usamos de los remedios contrarios, por lo regular nos vemos libres de ellas. Pun-tualmente en este compendio se encuen-tran reunidos estos remedios, avisos y consejos suficientes, para saberse condu-cir con la mayor facilidad, y no dejarse Vencer: otra razn porque lo emprend. Pero si no se usa de l, ni se lee, ni se medita atentamente, ni se procuran adoptar sus mximas, ni se usa de sus remedios, ni se ponen en ejecucin sus avisos y consejos, nada aprovechar y ser perdido mi trabajo.

    Para que esto no acontezca llvelo siempre consigo, como ya queda dicho, y en el instante mismo que lo haya me-nester, use de l leyendo todos los dias con mucha reflexin, el medio, impedi-mento virtud de que tenga mas necesi-dad, y rezando antes de usarlo, una Ave

  • VI Maria la santsima Virgen, y un Pa-dre nuestro al anglico joven San Luis Gonzaga, quienes humildemente y con todo mi corazn dedico este mi corto tra-bajo; y confiadamente pido la gracia del aprovechamiento, para que sirva ma-yor honra de Dios , gloria suya y bien de nuestras almas.

  • PRIMERA PARTE.

    SECCIN PRIMERA.

    De la perfeccin cristiana y religiosa.

    CUANDO e] Salvador del mundo dijo sus dis-cpulos: ,,Sed perfectos como lo es mi Padre que est en los cielos," hablaba generalmente con todos, y de hay es que cada uno debe aspirar la perfeccin segn su estado, y que asi co-mo estos son varios, asi tambin es diversa la perfeccin de cada uno de ellos. El anglico Doctor Santo Toms, distingue la perfeccin de los bienaventurados de la de los mortales, lla-mando esta imperfecta en comparacin de la otra; pero si se compara con el estado de nues-tra presente vida y con la posibilidad de nues-tras dbiles fuerzas, puede y debe decirse per-feccin verdadera, y si crece mucho, grande, he-roica y eminente. Y escolsticamente, decide: Que la esencia de la perfeccin cristiana, con-siste primeramente en la caridad para con Dios, y secundariamente para con el prjimo," fun-dado en las palabras del apstol San Pablo, que exhortndonos la consecucin de la caridad, dice: Que es como el jugo y estracto de nues-tra perfeccin, y que el pleno y perfecto cum-plimiento de la ley cristiana es el santo amor." Dios en darnos sus santas leyes, no se propuso otro fin que formarnos perfectos cristianos, y asi en el cumplimiento perfecto de'^stas leyes

  • 2 debe consistir nuestra perfeccin^ que etl sus-' tancia es la caridad; y por eso dice San Gre-gorio: Que toda la observancia de los divinos preceptos, se solida y perfecciona en sola la ca-ridad." San ' Juan claramente nos dice: j,Que Dios es la misma caridad, y que quien tiene la caridad est en Dios y Dios en l," la cual nos une con Dios con el vnculo de perfeccin.

    Establecida esta primera parte que es la caridad para con Dios, sigese el amor del pr-jimo. El hbito de la caridad con que amarnos Dios, prosigue Santo Toms, no es distinto del hbito de la caridad con que amamos al prjimo, y el acto de la caridad con que ama* rnos Dios, no es de distinta especie del acto de caridad con que amamos al prjimo por amor de Dios, pues en este se incluye aquel; y, Tas amando a prjimo por amor de Dios con aquel acto de caridad, amamos mas Dios que al prjimo; luego si el amor del prjimo por respeto de Dios es amor del mismo Dios, quien no v que consistiendo nuestra perfeccin en la caridad para con el uno, debe consistir en la caridad para con el otro?

    Si la esencia, pues, de la perfeccin cristia-na consiste toda en la caridad para con Dios y para con el prjimo, como queda dicho, las virtudes morales, las cardinales y los consejos evanglicos, entran asimismo componer la be-lla labor de la misma perfeccin; pero acciden-tal instrumentalmente nos dice Santo Toms porqu en- las palabras. de Cristo, Anda y ven

  • 3 e todo lo que posees, reprtelo los pobres f sigeme" la perfeccin sustancial del hombre* se espresa solamente en el seguimiento de Cristo, por el cual nos juntamos l con afecto de caridad: y en la renuncia de los bienes, sede-clara solamente la perfeccin instrumental, por la cual se llega la perfeccin esencial del se-guimiento del Redentor y de su santo amor. IT asi, aunque el desprenderse de los bienes de fortuna el hacer vida continente, el sujetarse con plena obediencia los mandatos de otros, son perfeccin del cristiano y aun grande, pero so-lo modo de instrumentos, que lo conducen Ja consecucin de la divina caridad; porque la pobreza desnudndolo de las riquezas, se le ar-rancan del corazn el nacimiento, que es un gran-de impedimento para conseguir el santo amor: la castidad privndole de los placeres viles del cuer-po, le dispone al afecto pursimo de la celestial caridad; y la obediencia abatiendo la inclinacin natural que tiene el hombre seguir su propio querer, le hace pronto al querer de Dios, que es lo sobre fino de la caridad

    Lo mismo afirman tambin los Santos Pa-dres de las virtudes morales, de las cuales ha-blando Santo Toms, dice asi: ,,Que una cosa 'se puede decir perfecta de dos maneras: la pri-mera en su ser sustancial, y sucede cuando nin-guna le falta de aquellas partes, sin las cua-les no podria subsistir: tal es la perfeccin de un hombre que tenga cuerpo, alma y unin, ambas, partes unidas: la segunda en su ser ac-

  • 4 cidental, el cual consiste en alguna cosa estraa su sustancia, pero que le sirve de complemen-to de adorno: tal es la perfeccin de un hom-bre por tener tales facciones tal color en su rostro, tal vigor de brazos de otros miembros en su cuerpo, tal temperamento en sus hu-mores." De aqu infiere, que la perfeccin sus-tancial de la vida cristiana, consiste en la cari-dad que nos une con Dios, nuestro ltimo y fe-licsimo fin; porque faltando esta total caridad, la perfeccin desfallece absolutamente y muere; pero en las virtudes morales reside solamente la perfeccin accidental de la tal vida, en cuan-to estas disponen al hombre la consecucin y acrecentamiento de la caridad y le sirven de lastre

    Advirtase que el ser los consejos y las vir-tudes perfeccin instrumental del cristiano, quie-re decir, que son tan necesarias para adquirir la perfeccin sustancial que se debe aspirar, que sin ellas es imposible se pueda jams con-seguir. Veamos como sucede esto.

    Todas las artes de dos maneras llegan perfeccionar sus obras, con aadir quitar alguna cosa la materia sobre que trabajan. Asi el bordador, con aadir la tela hilo de oro de seda, forma su bordado. El pintor con aadir colores su lienzo forma su pintura. AI contrario el escultor, con quitar de un rudo tron-co algunas astillas de lea, de una piedra al-gunos pedazos, perfecciona sus estatuas. Mas el cristiano debe usar de ambos modos, quitando

  • 5 vicios imperfecciones y aadiendo virtudes, parque con la pobreza voluntaria se aleja el co-razn de todo el apego y aficin los bienes caducos: con la castidad se abate el apetito del placer: con la obediencia se desarraiga la adhe-rencia al propio querer. Con las virtudes mo-rales se refrenan las pasiones desordenadas que son enemigas juradas del santo amor, ahora mo-derando la ira, ahora la pereza, ahora la gula, y ahora algn otro apetito desarreglado que nos domina: con que quitados estos impedimentos de la caridad, si no del todo la mayor parte, in-trodzcanse en el alma las disposiciones que abran el camino un mas perfecto amor, y la faciliten la entrada; y esto se hace con los mis-mos consejos y las mismas virtudes, por cuanto estas, vencidos ya sus contrarios, obran con ma-yor facilidad, se radican profundamente en el alma, toman plena pogesion de ella, concuerdan la parte superior con la inferior, y engendran una cierta paz, quietud, tranquilidad y pureza, que son las ltimas disposiciones para unirse con Dios.

    En tres grados, dice Santo Toms, puede y debe dividirse la perfeccin esencial de la caridad. nfimo, supremo y medio. El primero consiste en que no se ame alguno mas que Dios; porque igualndolo posponindolo alguna cosa criada, se le hace una muy grande injuria, y se comete una culpa grave, que des-truye la caridad y lo hace perecer todo; el cual grado se halla en cualquiera ramera ladrn,

  • 6 que se convierta de veras y se ponga en gra cia de Dios. El supremo consiste en un conti-nuo y actual ejercicio de amor, por el cual es* ardiendo en llamas de caridad, y este grado es propio solo de los bienaventurados. El grado medio de caridad consiste en esto, que removi-dos los impedimentos ' y adquiridas las divinas disposiciones pueda la persona ejercitar con fa< cilidad y ardor los actos de la divina caridad, que es la perfeccin propia de esta nuestra vi-da, que debemos aspirar

    De aqu infiero con el Padre Suarez, que absolutamente hablando, la perfeccin de la vi-da cristiana en cuanto abraza lo que le es esen-cial y lo que le es instrumental, y en cuanto espresa el modo prctico con que se debe ejer-citar, consiste en el hbito de la caridad, fcil, pronto y espedito para practicar con la debida plenitud y fervor, los actos caritativos hacia Dios y hacia el prjimo. En la facilidad y espedi-cion para tales actos, se espresa la perfeccin instrumental, porque semejante prontitud nica-mente se alcanza con la remocin de los impe-dimentos, y por las prximas disposiciones que se introducen por medio de las virtudes morales y de los consejos. Y en el hbito de la caridad, inclinado y dispuesto ya sus actos, se espre-sa la formal esencia de la perfeccin cristiana; mas todo eso presupone y exige otras prcticas que son indispensables; no menos para conseguir-lo, que para alcanzar la perfeccin de que se trata, pues se requiere adems el uso de todos aque*

  • 7 Ios medios que son necesarios para llevarla al fin. El remover de nosotros tantos estorbos que tenemos para conseguir el santo y puro amor: el introducir en nosotros aquellas disposiciones positivas con que se le previene la entrada: la, prctica de tantas virtudes morales y de tantos consejos con que se consigue lo uno y lo otro: el mismo ejercicio de la perfecta caridad, son co* sas todas tan arduas y difciles, que no es posi-ble conseguirlas sin poner muchos medios de me* ditaciones, oraciones, sacramentos, exmenes, de-vociones, y de cosas semejantes. Tan imposible es conseguir algn fin sin poner los medios ido-neos, cuan imposible es llegar al trmino sin pasar por el camino conducente. Y si esto es verdadero en cosas fciles, con cuanta mas ra-zn deber ser en la CGsa mas difcil de con-seguir, que es la caridad perfeccin cristiana? Luego para adquirir aquel hbito de caridad, pronto, fcil y espedito, para practicar con fer-vor y plenitud los actos caritativos hacia Dios y hacia el prgimo, en que consiste lo esencial de la perfeccin cristiana, se requiere tambin el uso de medios oportunos; y asi dividiremos este compendio en tres partes. La primera se reducir tratar de los medios que deben prac-ticarse para conseguir la perfeccin cristiana: la segunda, de los impedimentos que se han de remover; y la tercera, de las virtudes que de? ben practicarse.

    En la perfeccin, tanto esencial como ins-trunienta! de los fieles que hemos declarado.

  • 8 distinguen tres grados los Santos Padres. Santo Toms hablando de todas las virtudes, pero prin-cipalmente de la caridad, pone tres estados de aumento, esto es, incipiente que comienza; pro-ficiente que aprovecha, y perfecta que se perfefccina, que corresponden las tres vias, purgativa, iluminativa y unitiva del camino de la perfeccin, por las que indispensablemente de-be andar la persona espiritual. Si es principian-te, por la purgativa: si proficiente, por la ilumi-nativa; y si es perfecta, por la unitiva.

    El estado, pues, de los principiantes, es propio de los que estn, s, en gracia de Dios, pero tienen aun las pasiones vivas, y se ven obligados combatir incesantemente para man-tener en pie la caridad vacilante, por los asal-tos y golpes frecuentes de sus apetitos inmorti-ficados. Para el ejercicio de las virtudes encuen-tran mucha dificultad, y las practican con mu-cha repugnancia. A este estado corresponde la via purgativa, que limpia el alma de los peca-dos cometidos, destruye las costumbres y hbitos viciosos, y modera las pasiones rebeldes y tu-multuantes. El estado de los proficientes, compe-te aquellos que han reprimido y sosegado el orgullo de sus pasiones, y por eso con facilidad se abstienen de toda culpa mortal, ejercitndo-se habitualmente en las virtudes morales y teo-logales; pero caen con facilidad en pecados ve-niales. A este estado corresponde la via ilumi-nativa que tira esterminar todas las pasiones, y est embebida en el ejercicio de slidas vir-

  • 9 tdes. El estado de los perfectos, conviene aquellos que han vencido ya sus pasiones y con facilidad se abstienen de todo pecado y grave peligro, y ejercitan fcilmente los actos de las virtudes, especialmente de la divina caridad. A este estado corresponde la via unitiva, en la cual el alma reducida una agradable calma y tran* quila serenidad, aunque no falten combates y las tentaciones que Dios suele permitir, y son ca-si inseparables del estado de viadores, fcilmen-te se une con Dios con el vnculo del santo amor.

    MEDIOS PARA ALCANZAR XA PERFECCIN CRISTIANA,

    Del deseo.

    El primer medio para alcanzar la perfeccin cristiana debe ser el desearla, y no aflojar ja-ms en los tales deseos, antes estenderlos ma-yor perfeccin: propondremos los motivos para despertar y avivar mas esos deseos.

    Dice San Agustin: Que el camino de un buen cristiano es un continuo deseo de su perfec-cin; porque si l no criara en su corazn estos santos deseos, seria s cristiano, pero no buen cris-tiano:" porque los deseos, como ensea el Doc-tor anglico, son los que disponen nuestros ni-mos y los hacen hbiles y aparejados para reci-bir el bien que les es proporcionado. Los deseos de los bienes espirituales, dice el citado Doctor anglico, en dos lugares tienen su asiento, en

  • YO la parte superior'y racional" del" hombre donde/ iiacen, en la parte animal -inferior del mismo, donde por redundancia bajan y lo encienden hacia, aquellos santos objetos, para que unida^ con el es-.pritu promuevan sus espirituales adelantamientos..

    Los deseos santos no son otra cosa que un movimiento afectuoso de la voluntad, hacia aque-llos bienes espirituales que aun no se poseen, pe-ro que se conocen asequibles. Dije que los de-seos miran siempre aquellos bienes que no se poseen, porque los bienes ya adquiridos .no cau-san deseo en nuestra voluntad, sino alegra, go-zo y contento. El deseo tiene siempre por ob-

    jeto los bienes posibles de alcanzarse, porque los bienes imposibles de conse niiree no mueven deseo sino desesperacin, Si el cristiano desea la perfeccin, debe mover su voluntad con al-gn afecto para abrazarla y poseerla; porque as como no puede llegar al trmino de la raya el que no se mueve hacia l, como podr llegar la perfeccin una voluntad que no se mueve ella con sus actos, mayormente cuando la per-feccin cristiana es un bien tan arduo, que no 6e alcanza sino por medios difciles, todos libres, electivos y dependientes del arbitrio de la voluntad?

    Estos deseos, pues, cuando de la parte su-perior pasan la inferior, son ciertos afectos sen-sibles, son ciert is pasiones santas que tiran la posesin de aquellos mismos bienes espirituales que ya la voluntad aspira con sus actos. Y es in-creble cuanto ayudan para los adelantamientos en la perfeccin estos deseos sensibles, porque di

  • 11 latan el apetito sensitivo, animan la voluntadla confortan, la corroboran y casi ensanehan los se-nos del alma, y la hacen capaz de grandes bie-nes; y por eso dice San Agustin, que toda la vida del cristiano ha de ser un continuo ejerci-cio de virtud por medio de los santos deseos."

    El primer motivo para despertar los deseos de la perfeccin, es la obligacin que todos te-nemos de procurarla; porque, como ya dijimos arriba, Jesucristo habla claro en este particu-lar, y habla todos diciendo: Que seamos per-fectos como lo es su Padre que est en los cie-los." As es, que no se puede dudar que todos estamos obligados procurar aquella perfeccin que es mas conveniente nuestra condicin, y que segn los estados as debe ser la perfeccin. Santo Toms afirma que el religioso, si bien no est obligado ser perfecto, pero tiene obligacin debajo de pecado grave, de caminar y aspirar la la perfeccin; y que as como el que entra apren-der algn arte, aunque no est obligado hacer perfectamente las obras de su oficio, tiene obligacin de perfeccionarse en l, y aunque no sea digno de reprehensin por algn yerro que cometa en su la-bor, sera digno de reprehensin y castigo, si no fuese enmendando y mejorando cada dia: asi aquel no ser digno de reprehensin delante de Dios, si no fuere perfecto desde el principio, porque la religin en que ha entrado no es una congre-gacin de personas perfectas, sino una escuela de perfeccin; pero ser gravemente culpable y merecedor de castigo, si no aspirare la per-

  • 12 feccion que s ha obligado con la profesin religiosa, y no anduviere corrigiendo y perfeccio-nando su vida, por aquellos medios que le pres-cribe su religin.

    De aqu se saca, que todo religioso est obligado la observancia de los tres votos, po-breza, castidad y obediencia, que son aquellos consejos que nos ha dado Jesucristo en su evan-gelio, y que el religioso ya ha abrazado con so-lemne voto para llegar la perfeccin. Que es-t obligado la observancia de sus reglas, que son los medios con los cuales en la profesin se ha obligado caminar la perfeccin. Y aun-que su regla no obligue debajo de pecado algu-no, dice Santo Toms, que si bien en la trans-gresin de esta aquella regla que no es de precepto, sino solo de consejo* no se halla pe-cado mortal, cuando esto se hace por condescen-der alguna pasionsilla, por dar algn pasto al amor propio, ansioso de libertad y ageno de toda estrechez y mortificacin; con todo eso, si las tales transgresiones se hacen con desprecio de las reglas, se comete pecado grave. Porque, como dice Cayetano, sobre este lugar: En el des-precio de las reglas hay un desprecio interpre-tativo de Dios, que con modo especial las ins-pir los santos legisladores por quienes fueron promulgadas sus religiosas familias." Este des-precio, dice el mismo Santo Doctor, consiste en que el religioso no quiera sujetarse alguna re-gla, y de aqu pase adelante traspasarla con desenfreno y atrevimiento. Y aqu se ha de ob-

  • 13 servar que el anglico Doctor despus de haber di-cho, que las particulares transgresiones de las reglas que no obligan, hechas sin formal desprecio no encierran en si pecado grave, aade al punto: que semejantes inobservancias, si se cometen fre-cuentemente, llevan poco poco al religioso un verdadero desprecio de sus reglas y la culpa mor-tal, y por consiguiente tambin la ruina eterna. Y advirtase, que si la violacin de la regla hecha sin desprecio, escusa de pecado grave, con to-do est obligado gravemente tener, lo menos en general, voluntad y nimo resuelto de obser-var sus reglas; porque habindose obligado en su profesin procurar aquella perfeccin que es propia de su instituto, se ha obligado tambin practicar aquellos medios que son necesarios pa-ra conseguirla, los cuales ciertamente no son otros para l que sus reglas.

    El segundo motivo para despertar los deseos de la perfeccin, es la necesidad que hay de pro-curarla, no solo para ser perfecto, sino aun pa-ra salvarse.Muchos se persuaden que guardn-dose del pecado mortal, vivirn en gracia de Dios, y sin tanta mortificacin y molestia como es ne-cesaria para la perfeccin, conseguirn su ter* na salvacin: pero se engaan, porque aun cuan-do la obligacin que, segn la doctrina de la Es-critura y los Santos Padres, tenemos todos de procurar conseguir la perfeccin conveniente nuestro estado, no sea grave y haga reos de cul-pa mortal los transgresores, sin embargo, no queriendo estos aplicarse la dicha perfeccin,

  • 14 es de temer que caern en otras muchas cul-pas graves, que vivirn con la conciencia man-chada, y que estarn en grave peligro de per-derse eternamente. E l Padre Suarez decide: Que moralmente hablando es imposible que un cris-tiano, aunque sea secular, tenga voluntad firmo, estable y permanente de no pecar gravemente sin que juntamente haga muchas obras virtuosas de supererogacin, y tenga propsito estable de per-severar en ellas; porque as como sin el calor se apaga el fuego, la nieve sin su frialdad se des-truye, el aire sin el movimiento se corrompe, el agua sin la agitacin se pudre, las yerbas, las frutas y todas las otras cosas sin las cualidades connaturales se marchitan y al fin se corrompen, as tambin la gracia de Dios y la caridad sin las buenas obras, que son las cualidades sobrena-turales que la confortan, al fin vienen morir y perecer.

    Declarados los motivos que despiertan los de-seos de la perfeccin, demostremos que estos de-seos, para alcanzar el fin de la perfeccin, es menester que jams cesen, se entibien ni aflo-jen, sino que adquiriendo un grado de perfeccin, se estiendan adquirir otro mayor. La perfeccin cristiana no tiene lmites, pues consistiendo esta en Ja caridad, puede crecer tanto cuanto es el mrito de aquel gran Dios quien tiene por objeto, como infi-nito en sus perfecciones: as puede siempre dilatarse en infinito la caridad- con sus llamas y con sus santos ardores. Dice Dios en el Apocalipsi: Que el que es justo se haga mas justo, y el que es santo se haga ca-

  • 15 da dia mas santo." El apstol San Pablo despiigs'de haber sido perseguido, azotado y apedreado, de haber padecido naufragio y otra multitud de pe-nas; y despus de haber tenido tantas revelacio-nes, de haber sido arrebatado hasta el tercer cie-lo, dice: que no se cree perfecto, sino que si-gue adelante, cuanto mas posible le es, en el ca-mino de la perfeccin: imitacin suya ningn cristiano aunque le parezca haber adelantado en el espritu, diga jams hasta aqu basta" porque de esta manera sale del camino de la perfec-cin, antes de llegar al fin de su eterna bien-aventuranza. Es de advertir tambin, que tampo-co se puede detener en este camino sin pere-cer, porque el que ha comenzado subir al mon-te de la perfeccin, no puede parar en medio del camino, teniendo la vista tantos enemigos que le combaten. Y as dice San Bernardo: Que el no ir adelante en la perfeccin, es sin falta volver atrs." Comprobndolo con la escala mis-teriosa de Jacob, en la cual suban baja-ban los ngeles, sin que ninguno se detuviese en el camino.

    Pero para poner en prctica lo que hemos esplicado, veamos de qu medios nos debemos valer para mantener vivos y ampliar los deseos de la propia perfeccin. Sea el primero el fre-cuente uso de las santas meditaciones. En mis meditaciones, decia el Salmista, se me enciende en el corazn un santo ardor que me estimula las virtudes y me anima la perfeccin. La meditacin es la fragua, en que el corazn de-

  • 16 pone su dureza, se ablanda, se calienta y se in-flama en santos deseos.

    El segundo medio, es renovar cada dia el propsito de caminar de continuo la perfeccin como si entonces comenzase. Estas resoluciones y renovaciones de la voluntad despiertan el al-ma para que no se canse ni se duerma en el camino de la perfeccin, repitiendo siempre con la mente y la voluntad, la resolucin de cami-nar la perfeccin, como si jams se hubiese comen-zado; y se debe descender especialmente aque-llas virtudes y mortificaciones de que se cono-ce tener necesidad para nuestro aprovechamien-to, teniendo presente que el real Profeta, sin em-bargo de hallarse ya en la cumbre de la per; feccion repetia siempre: Hoy comienzo ser-vir Dios, hoy comienzo dedicarme enteramen-te al divino servicio.

    El tercer medio es no pensar jams en el' bien que se ha hecho, sino antes en el bien que falta que hacer, y en las virtudes que quedan por conseguir. San Juan Crisstomo dice: Que el pensar en el bien que se ha hecho trae dos males: lo primero produce una complacencia y nos hace poco poco sobervios y arrogantes: lo segundo nos hace perezosos para el bien, por-que mirando con ojos de complacencia el bien que se ha obrado en el tiempo pasado, queda-mos contentos y pagados de nosotros mismos, y no aspiramos mayores bienes." Y aade: Que olvidndonos de lo pasado, debemos, ejem-plo de San Pablo, poner los ojos en lo futuro,-

  • 17 como lo hacen los que corren, que nb miran l& que han andado, sino lo que les queda. que ca-minar, y de esta manera toman mayor aliento.

    El cuarto medio es pensar menudo en los defectos presentes y en los pecados pasados; por-que semejantes pensamientos nos llenan de un santo rubor interior, nos despiertan en el cora-zn deseos de las virtudes que no tenemos, y ansias de mortificacin en todo lo que conoce-mos defectuoso, y por eso nos sirven de incen-tivo y estmulo la perfeccin.

    De la leccin espiritual.

    El segundo medio para alcanzar la perfec-cin, es la leccin espiritual. San Bernardo en su escala claustral, esplica los cuatro escalones por los cuales se sube Dios y la perfeccin, la cual (como ya vimos) esencialmente consiste en la unin con Dios, nuestro ltimo fin: y dice que son la leccin, la meditacin, la oracin y la con-templacin. Y sobre aquellas palabras del Re-dentor: Buscad y hallaris, llamad y os abrirn" aplicndolas los escalones medios de la per-feccin, dice: Que con la leccin se busca Dios, con la meditacin se halla, con la oracin se toca las puertas de su corazn, y con la contemplacin se entra en el teatro de sus di-vinas bellezas, abierto con la leccin, meditacin y oracin la vista de nuestra mente." San Ber-nardo prosigue diciendo: Que la leccin no es otra cosa, que mirar con nimo atento lo que

  • 18 la Sagrada* Escritura los libros devotos nos es-ponen :* que la meditacin es una operacin del entendimiento, en la cual, con la guia de nues-tros discursos, vamos en busca de las verdades divinas que nos son ocultas: que la oracin es un afecto de nuestra voluntad, con el cual pro-curamos alcanzar de Dios la remocin de los males y la adquisicin de los bienes espirituales que nos son convenientes. Y que la comtempla-cion es una suspensin de la mente en Dios, con la cual se eleva el alma y gusta de los gozos de la dulzura celestial. La leccin (prosigue el Santo) es como el manjar espiritual aplicado al paladar del alma: la meditacin despus lo mas-tica con sus discursos, la oracin prueba el sa-bor, la contemplacin es la misma dulzura de este manjar espiritual que restaura y conforta toda el alma. La leccin se detiene en la cor-teza de lo que se lee: la meditacin penetra el meollo: la oracin va en su busca con los rue-gos; y la contemplacin se deleita como en cosa que ya est poseyendo. Del primer escaln, que es la leccin de libros espirituales, veamos lo que dicen los santos padres.

    San Gernimo encarga Salvina, que tenga siempre entre las manos libros devotos, porque estos (dice el Santo) son un fuerte escudo pa-ra rechazar los malos pensamientos de que est corcusida la edad juvenil. San Bernardo asegu-r a Que la leccin espiritual es muy necesaria . : i ' . i ' . s t ro provecho, porque en ella vemos lo

    debernos hacer, lo que debemos evitar, y

  • 19 el camino que debemos emprender para llegar nuestro santo fin: que de ella toma origen to-do bien sobrenatural; porque en la leccin y en la oracin, se adquieren las armas conque se hace guerra nuestros enemigos infernales y fcilmente se vencen. Con la leccin y oracin se destruyen todos los vicios, se quitan todos los defectos del alma, se desprecian las vanidades mundanas y se ci-ian todas las virtudes. Final-mente, estos son los medios por los cuales se llega seguramente la posesin de la eterna bien-aventuranza. San Agustn esplica con una bella alegora, que los sagrados libros son otras tantas cartas que Dios nuestro dulcsimo Padre, y los bienaventurados nuestros carsimos hermanos, nos envian desde la patria celestial: en ellas nos ad-vierten los peligros que se encuentran en esta nuestra infelice peregrinacin: nos sealan los pa-sos en que nuestros enemigos infernales nos es-peran, y las asechanzas que nos traman para qui-tarnos la vida del alma, y despojarnos del teso-ro de la divina gracia: nos ensean las virtudes que debemos tener, los trabajos y penalidades que debemos sufrir, y nos muestran el camino recto y seguro para llegar adonde ellos llegaron.

    Esta leccin ayuda los mundanos para en-trar en el camino de la perfeccin, y conduce los espirituales que ya estn en l, para caminar velozmente y hacerse santos. San Bernardo nos ase-gura que la leccin espiritual es como una mesa re-cientemente provista de manjares. Hay viandas pro-porcionadas los pecadores que los reducen la

  • 20 vida de la gracia; para los justos, que les dan vigor para crecer en virtud; y los rudos que no pueden meditar, encuentran manjares casi masti-cados muy .idneos para alimentar su espritu, sen-cillo. Ademas de esto tiene tanta fuerza para tro-car los corazones terrenos en espirituales, y triun-far de su dureza, como se ve en la conversin asombrosa de San Agustn, pues ni las lgrimas de su madre, ni la elocuencia de San Ambrosio, rindieron su corazn, sino la leccin de Jas eps-tolas de San Pablo. San Ignacio de Loyola.de una leccin espiritual, tomada no por devocin, sino por aliviar la molestia de una penosa enfer-medad, se troc de capitn que era de un Rey de la tierra, en capitn del Rey del cielo, y as de otros muchos santos: y si la leccin sagrada es tan eficaz para rendir los mundanos estraviados. del camino de la perfeccin, cuanto mas eficaz ser para inducir los espirituales, que andan ya por este camino, correr por l con grande alien-to de espritu, sin cansarse jams ni aflojar en su carrera? San Agustn hablando con las perso-nas devotas les dice: Que deben frecuentemen-te orar y leer, porque en la oracin hablamos con Dios, y en la leccin Dios habla con no-sotros." De esto se sigue que el que quiera en-trar y progresar en la perfeccin, debe valerse de los libros espirituales, pero que para que su lectura le sea til, debe hacerla con reflexin y meditacin, pues las lecturas hechas de prisa, sin atencin y solo por acabalar el tiempo que uno destina para ellas, de nada sirven ni aprovechan.

  • 21

    De la meditacin de las mximas de nuestra 1 Santa F.

    El tercer medio para adquirir la perfeccin cristiana, es la meditacin de las mximas de nuestra santa f.

    El segundo escaln que San Bernardo nos pone en su Escala de la perfeccin, es la me. ditacion de las mximas cristianas. En la lec-cin de libros devotos se embebe el alma en algunas verdades divinas que despus va ru-miando los pies del Crucifijo, las penetra pro-fundamente, y por medio de las tales pondera-ciones se enciende en afectos santos y en de* seos de mayor perfeccin. Asi de la leccin se pasa con una cierta connaturalidad la medi-tacin, en que el conocimiento de las mximas sobrenaturales suele ser muy profundo y mas vivo, y el afecto de a voluntad mas ferviente y resuelto.

    Divdese la oracin mental en meditacin y contemplacin. La meditacin consiste en la-gunos actos discursivos enderezados la mocin de varios afectos santos. La contemplacin con-siste en una vista simple del entendimiento ad* inirativo y suavemente amoroso de alguna ver* dad divina, pero esto pertenece es objeto de la mstica Teologa. La meditacin prctica de que vamos tratar, es medio muy importante para observar la divina ley en cuanto su sus-tancia, y es medio.del todo necesario para ob-

  • 22 servarla con perfeccin. Toda la ruina espiritual que lloramos en nuestro mundo catlico, no pro* viene de falta de f, sino de falta de conside-racin de las verdades de la f. Ninguna mxi-ma de f se descree deja de ser creda; pe-ro en ninguna mxima de f piensan tampoco los mundanos; por eso se vive creyendo como si no se creyese, porque nuestra voluntad tan indispuesta est para el bien y pronta para el inal, sino se creen las verdades catlicas, como no haciendo jams seria reflexin de ellas; por-que en uno y otro caso no se tienen presentes aquellos objetos que tienen fuerza para apartar-la del mal y para impelerla al bien. Pongamos esto en claro. Nuestra voluntad, como dicen los filsofos, es una potencia ciega que no puede moverse con sus afectos, si el entendimiento no va adelante con la luz de sus conocimientos. Asi un reo condenado ya muerte, antes que le den tan infausta nueva, no se entristece ni se horroriza, ni suspira, porque el entendimiento no ha conocido el mal que se le acerca. Lo mis-mo digo del que ha sido sublimado algn pues-to honorfico, que no siente contento alguno an-tes de recibir el alegre aviso de su exaltacin, porque aun no ha representado el entendimien-to la voluntad la imagen de aquel bien. Los afectos y deseos de la voluntad de ordinario son, cuales son las representaciones que el en-tendimiento le hace de los objetos. Si el enten-dimiento representa la voluntad algn objeto digno de amor, ella se mueve al puijito abra-

  • 23 zarlo: si de odio, ella lo aborrece: si le mues-tra algn mal como lejano y distante, ella lue-go lo teme: si prximo y vecino, ella se entris-tece: si conveniente su naturaleza, ella lo quie-re; y si desconveniente, lo rehusa. Asi los afectos de nuestra voluntad, son de ordinario conformes las consideraciones que hace nues-tro entendimiento acerca de los objetos presen-tes. Aunque las mximas de nuestra fe, tie-nen en si eficacia para apartar de nosotros todo vicio y alejarnos de cualquiera pecado grave, siempre que se consideren por el entendimiento, qu aprovecharn estas al cristiano que no las medite y reflexione, ni las aplique jams la voluntad con alguna seria consideracin? El fue-go tiene toda la virtud de abrazar un leo ri-do y seco; pero si no se le acerca, jams lo encender con sus llamas.

    De la misma manera las verdades catlicas, con lo terrible y admirable que llevan consigo, tienen toda la virtud de apartar de nuestra vo-luntad, aunque mal inclinada, toda culpa gra-ve; pero si nosotros jams las aplicamos la voluntad con alguna pausada consideracin, ja-ms producirn en ellas semejantes afectos. El infierno existe y se cree por los catlicos. La muerte todos creen que es inevitable. El peca-do mortal es el monstruo mas horrible; pero si jams estas cosas se consideran, ni asusta el pe-cado, ni se teme la muerte, ni horroriza l in-fierno. Y de aqu infiero, que toda la ruina del cristiano, no nace de no creer, sino de o con-

  • 24 siderar ni . meditar jams lo que se cree. Y por eso se quejaba el profeta Jeremas, y dijo: Es-t puesta en desolacin toda la tierra, no, por estar desterrada del mundo la verdadera f, si-no porque no hay quien recogindose dentro-de su corazn medite sus mximas."

    Mas si la meditacin es tan importante pa-ra observar la ley de Dios en cuanto la sustan-cia de sus preceptos, ser preciso decir que es del-todo necesaria para observarla en cuanto la per-feccin de los preceptos y de los consejos, ya que esta es una cosa mucho mas ardua y di-fcil de conseguirse. Para observarlo establezca-mos esta mxima: Que la verdadera perfeccin del cristiano consiste en la devocin sustancial para con Dios." Esto es, en la pronta voluntad de ejecutar lo que es de obsequio, de servicio y agrado de Dios, como ensea Santo Toms; y esto no se opone lo que al principio se dijo, que la perfeccin consiste en la caridad, porque ia misma caridad no es perfecta, si no va junta con la devocin. Prosigue el Santo, que para adquirir esta devocin de quien nace la caridad pronta y obradora, y consiguientemen-te la perfeccin, es medio necesario la medita-cin. Ved aqu sus palabras. Que la devocin debe necesariamente ser producida de la medi-tacin, como de su causa instrumental y remota, en cuanto el hombre por medio de ella conci-be una cierta pronta voluntad de dedicarse pron-tamente al divino servicio, y esto por dos ra-zones: Ja , primera, porque quien medita, conside-

  • . 2 5 . . , . ra frecuentemente la grandeza de la divina bon-dad, y la multitud de beneficios que benigna-mente e ha repartido: la segunda, porque quien medita, hace reflexin menudo sobre sus de-fectos, y pondera sus miserias. De la considera-cin de la divina bondad y de sus beneficios, se enciende en el corazn de quien medita, el san-to amor que despierta la devocin, esto es, lo hace espedito y pronto las cosas del divino servicio. El conocimiento de la propia flaqueza, escluye toda presuncin, y engendra un sentimien-to humilde y bajo, que le sujeta Dios, y le dispone al don del santo amor y la verdade-ra devocin con Dios. Asi que, la caridad pron-ta y obradora, viene ser la causa prxima, y la meditacin, la causa remota de la devocin. De aqui es que todos los Santos Padres incul-can y opinan decididamente, que para conseguir el salir del pecado, practicar las virtudes y aU canzar su perfeccin, es necesaria la meditacin de las mximas de la f. Y el mismo Redentor siendo hombre mortal, y gozando de la bella vista de Dios, sin necesidad de orar para s, so-lo para ensearnos la que tenamos de meditar siempre, y que entendisemos lo indispensable que nos es el retirarnos de noche de dia en algn lugar solitario meditar las mximas eternas, que sin la industria de nuestras conside-raciones no se nos descubren, se retiraba fre-cuentemente sobre las cumbres de los montes y entre el silencio de la noche, contemplar las cosas celestiales; y lo mismo han practicado to-

  • 26 dos los santos, de manera que mas fcil ser en las historias profanas, encontrar un soldado sin el uso de las armas, que un Santo confesor en las eclesisticas, sin el uso de contemplar y meditar las cosas sobrenaturales y divinas. Rs-tanos decir, que cuando se ha dicho que la meditacin es necesaria para salir del vici y adquirir las virtudes y la perfeccin, no se ha querido decir que es absolutamente necesaria, puesto que hay muchos rudo3 incapaces de ella, a, los que suplir Dios esta falta con sus ilus-traciones interiores, y ellos con lecciones y de-votas oraciones; sino que se ha querido persua-dir que la meditacin es medio necesario, pero solo de moral necesidad, y solo aquelios que son bastantemente capaces de hacerla. De solo es-tos se verificar que les sea muy difcil y mo-ralmente imposible el conseguir la perfeccin sin el cuotidiano ejercicio de meditar.

    Dos son los aparejos que la persona devo-ta debe tener antes de sus acostumbradas me-ditaciones: el uno es remoto y consiste en la moderacin de las pasiones, en la pureza del corazn y en el recogimiento interior entre las ocupaciones esteriores y distributivas; pero de es-to no se habla aqu, porque ser la materia de este compendio. El otro aparejo es prximo, y consiste en algunos actos, con los cuales la persona al principio de su meditacin, se dispo-ne para hacerla bien; pero como sobre esta ma-teria hay muchos libros escritos que andan en manos de los devotos, solo daremos breves avi-

  • 2T sos. El Eclesistico nos amonesta, que antes de la oracin.nos preparemos, y no seamos de aque-llos que van tentar Dios. Tres son los ac-tos principales de esta preparacin: el primero, es hacerse presente Dios: el segundo, pedir-le su favor y ayuda; y el tercero, formar la composicin de lugar acerca de los misterios que se han de meditar.

    La presencia de Dios consiste en un acto de f, de que Dios nos est presente, nos ve, nos observa, no solo en cuanto los movimientos esteriores del cuerpo, sino tambin en cuanto los interiores de la mente y el corazn. Esta divina presencia puede formarse cqn la ayuda de alguna imaginacin material y sensible, que la represente al vivo, y es el menos perfecto; y puede hacerse sin ajguna de estas groseras imaginaciones, sino cqn sp.lq {a f. Acaece esto segundo, cuando la persona cree que Dios est present con ella, pero no lo ha de aprehen-der bajo la figura forma de alguna cosa cor-poral, sino solo bajo el cpncepto general de tq-das sus perfecciones. Esta presencia se dice mas perfecta por acercarse mas lo intelectual, y est toda fundada en la f, y e de personas aventajadas en la meditacin.. Acaece actuar la presencia de Dios del primer modo, cuando po-nindose el alma en oracin se representa Dios bajo la imagen de alguna cosa material y corprea.

    La presencia de Dios hecha de esta mane? ra imaginariamente, es muy eficaz para conciliar

  • . en el alma reverencia, respeto y humilde re-cogimiento, y esta es propia d principiantes imperfectos; y advirtase, que despus' d haber recibido l deseado afecto de la meditacin, corr ja estas imaginaciones, reflexionando consigo mis-mo, que Dios es una magestd, una belleza; una grandeza infinitamente mayor que aquella qu el ha podido figurarse con sus bajas ideas.

    Hecho el acto de la presencia de Dios^ y habindolo adorado profundamente, pase lu per*-sona espiritual a-una devota y ferviente splica; y pida Dios luz para penetrar vivamente las verdades que quiera meditar, y afectos propor-cionados . la voluntad. Este acto ha ele prece-der siempre Como necesario al buen xito de la oracin. ;

    Finalmente, d cumplimiento su aparejo; ton formar en su mente la composicin de Ju-gar. Si el misterio que quiere meditar tuviere objetos corpreos, como sucede en la vida y pa-sin del Redentor, y como sucede en las mxi-mas de la muerte, del juicio de Dios y del in-fierno, de la eternidad .y en otros semejantes, de-be figurarse en la fantasa- los tales objetos co-mo si estuviesen presentes, imaginarse que se halla con ellos, y ve sus acciones de la mane-ra que acaecieron han de suceder. Las re-presentaciones de estos objetos, dice San-Buena-ventura, ayudan grandemente para recoger'ef nimo en el principio y progreso de la medita-cin. Pero advirtase, que en estas imaginacio-nes ser, "debea;detener mas Jos, principiantes, por-

  • 29 que tienen menos de inteligencia y conocimien-to, y por eso tienen mas necesidad de la obra "de la fantasia para fijar la mente y para des-pertar los afectos, acerca de los objetos santos. Mas los que aprovechan y los perfectos, obran do mejor y mas espeditamente con la inteligen-cia, despus de haber formado brevemente las dichas imaginaciones, pueden pasar conocimien-tos mas elevados y afectos mas espirituales y perfectos.

    Si las materias empero de las meditaciones fueren ciertas verdades que nada tienen de cor-preo, como la bondad de Dios, su belleza, su grandeza, & c , la excelencia y amabilidad de las virtudes y cosas semejantes, no convendr formar estas imaginaciones poco conformes con la verdad; (ecepto no obstante los principian-tes, que siendo aun materiales en las cosas de espritu tienen siempre necesidad de apoyar el pensamiento en alguna materialidad), sino proce-der con el discurso, con la luz del entendimien-to y de la f. Y si en el progreso de la me. ditacion sintiere el alma perfecta que se le re-coge mucho el espritu, dice San Gregorio, que deber desnudarse, cuanto le fuere posible, de todas las imaginaciones y fantasmas, para no im-pedir la pura inteligencia y el puro y perfecto amor.

    Hechos ya los tres actos preparativos que he declarado, dar principio la persona espiritual la meditacin, que debe tener ya prevenida y ordenada en varios puntos en un librito

    *

  • 30 que la esponga, irla atentamente leyendo y rumiando, y ejercitando en ella el entendimien-to y voluntad, acerca del misterio verdad que se ha propuesto meditar, procurando penetrar vivamente aquella verdad catlica, y este fin haga sobre ella algn discuiso reflexin opor-tuna: detngase en alguua ponderacin: srvase tambin de comparaciones, de semejanzas y de ejemplos hasta que la haya aprendido y quede bien persuadida de ella; advirtindose que los discursos y reflexiones, no han de ser secos, es-peculativos y enderezados solamente la inteli-gencia de la verdad, sino que deben ser prcti-cos, ordenados mover la voluntad y aficionarla Dios y las slidas virtudes. Porque dice San Agustin; Que la meditacin ha de ser tal, que haga levantar el alma Dios y la acerque su magestad; haga tambin que. baje Dios ella para inflamarla con sus inspiraciones,"

    Cuando el entendimiento hubiere penetrado bien la verdad que medita, inflama la voluntad' y esta al instante prorumpe en afectos de ar-repentimiento, de dolor, de odio, de aborreci-miento, de reconocimiento, de confusin y des-precio de s, ice. Pero los afectos que de- ordi-nario no deben de omitirse como los mas con-ducentes la reformacin y mejora de la -pro-pia vida, son el reconocimiento de las culpas pa-sadas, junto con el arrepentimiento y confusin; ]qs propsitos de la enmienda en lo venidero; y las splicas para alcanzar de Dios la ejecucin 4e los tales propsitos,

  • 31 Mas acerca de los propsitos que entre to-

    dos los afectos son los mas importantes, convie-ne observar, que no basta hacerlos en general y en abstracto, sino que debe la persona des-cender casos particulares que otras veces le han acaecido^ que pueden fcilmente sucederle, que mas le ayuden para arrancar algn vicio mala costumbre, y adquirir alguna virtud: v. g. no disculparse cuando le reprenden privarse de alguna amistad particular, no porfiar despus de haber dado alguna razn, acercarse hablar con agrado aquella persona que le repugna, desprenderse de alguna alhaja que est asida su corazn y otros semejantes Porque el pro-poner umversalmente asi: yo no quiero vengar-me jams de ofensa algunas no quiero encoleri-zarme jams;" poco nos ayudar en orden la ejecucin como si nada hubisemos propuesto.

    Por ltimo, se ha de concluir la meditacin con un Coloquio^ el cual consiste en hablar con Dios con Jesucristo, espresando algunos afec-tos fervientes, proporcionados la materia de la meditacin.

    Espcado ya el modo con que se debe te-ner la meditacin, hagamos la siguiente adver-tencia para gobierno de la persona devota y es-piritual. Es tal la flaqueza humana y la incons-tancia de nuestro corazn, que aunque nos ques ramos dedicar con todo l la seria reflexin de las verdades eternas, y apliquemos ella-con todo conato las potencias del alma, jam3 podremos conseguir el no tener aquellas distrae-

  • 32 clones propias de nuestra debilidad, y con que el enemigo envidioso de nuestra felicidad, pro-cura perdernos; pues no naciendo de nuestra vo-luntad, en nada nos pueden perjudicar. Y Ca-siano para consuelo de las almas que por esta causa se afligen, llega decir: que no hay es-pritu tan fervoroso y elevado, que veces no sea asaltado en sus oraciones de estas vanas imaginaciones. San Agustn nos asegura, que es-tas involuntarias distracciones, no quitan la ora-cin el fruto que se pretende sacar. Si las dis-tracciones, pues, que la persona padece en Jas meditaciones, aunque sean frecuentes no son vo-luntarias, qu motivo tiene de acobardarse, caer de nimo y abandonar un ejercicio tan santo, til y devoto, cuando estos involuntarios pensa-mientos no desagradan Dios, no privan del m-rito de la oracin, no le quitan el fruto, y son tambin comunes las personas mas santas y mas elevadas en Dios?

    Mas si las distracciones fueren voluntarias, como sucede quien en tiempo de la medita-cin las busca por huir del tedio, vinindole improvisamente las abraza, se detiene y adver-tidamente se apacienta de aquellas intiles y va-nas representaciones, ni aun en este caso debera dejar las acostumbradas meditaciones, sino antes corregirse y enmendarse de semejantes faltas, y proseguir constantemente en la meditacin.

    Pero lo que le puede ayudar mucho la per-sona espiritual para impedir estas molestas vaguea-ciones, es la presencia de Dios hecha con la ma-

  • 33 yor firmeza y viveza de f, humildad y confian-za. Mas si no obstante estas diligencias, viniere el demonio- ponerle en la mente imaginaciones de cosas mundanas, vuelva al punto la pre-sencia de Dios, y confndase delante de su mages-tad ce aquella su irreverencia, bien que involunta-ria; y de este modo vuelva conducir , Dios su corazn inconstante y fugitivo, como lo hacia el Santo Rey David; y si cien veces le sucediere en la misma meditacin estos desvos, torne pen \eces sin desanimarse un punto meterse con lumii.'dad en la presencia de Dios, y tomar el Jiilo de sus devotas consideraciones. De esta suerte su oracin mental, pesar de todas las distracciones, ser muy agradable Dios y muy fructuosa su espritu.

    Se encuentran personas espirituales tan d-biles, que mientras sienten en sus meditaciones tm cierto afecto dulce y agradable, las frecuentan y alargan, y no quieren apartar jams la mente de aquellas consideraciones, que les engendran en sus corazones una devocin tan deleitable; mas si des-pus seca Dios la fuente de estas consolaciones sensibles y las deja en sequedad de corazn, en tinieblas, en obscuridad y desolacin de espri-tu, pierden toda la estima y afecto la oracin mental, parecindoles que aquellas oraciones he-chas sin pasto de devocin sensible, nada valen en los ojos de Dios y nada sirven para su pro-vecho; antes se adelantan creer que aquel meditar rido , y seco, sea un perder tiempo y que ..podran- ocuparse mejor en otras, cosas y

  • 34 con mayor aprovechamiento, y engaadas de estas falsas ideas, dejan este santo ejercicio, lo abrevian, se ocupan de tratar de l con mucho descuido;

    stos deben acordarse de lo que al prin-cipio dijimos con Santo Toms, que la sustan-cia de la verdadera devocin, no est en el sen-tido sino en la voluntad pronta los actos de obsequio, de honor y de servicio de Dios; y que los afectos sensibles y suaves que de la volun-tad redundan la parte inferior, son como un mero accident que si falta nada importa; La oral cion que Jesucristo hizo en el huerto de Getse-inani, fue una oracin eh sumo grado rida y seca, llena de tedios, d melancolas y de mor-tales desmayos; y con todo, esta fu una ora cion la mas devota y meritoria que en el mundo se haya hecho: as si hallndose el alma en sus me-ditaciones mas seca que una piedra, se conforJ ma sin embargo con el querer divino, se humi-lla en la presencia de Dios, persevera constan-te, y hace secamente aquellos propsitos, aquellas splicas, y aquellos otros afectos que acostum-bra hacer sensiblemente en sus oraciones dul-ces y regaladas, est ella llena de devocin sus-tancial, por mas qu le parezca estar totalmen-te vacia de ella. Antes estas meditaciones ridas y secas, suelen ser mas provechosas que las sua-ves y fervorosas, porque sujetndose en su ora-cin penosa la Voluntad de Dios, humillndo-se, ofreindose y suplicando, debe necesariamente hacerse violencia s misma, para vencer la re;-

  • 8 5

    pgharicia de la naturaleza rida y desconsolada. Y para consuelo de las almas afligidas por es-ta sequedad, oigan lo que dice Jesucristo por es-tas palabras dichas Santa- Gertrudis, que refie-re Blcsio: Qerria que mis escogidos se persua-diesen de esta verdad; que mi me agradan-mucho sus oraciones y buenas obras, cuando ellos me sirven sus espensas propias, esto es, que no sintiendo ellos afecto de sabrosa devocin, sin em-baro hagan fielmente sus devociones y piadosos ejercicios, del mejor modo que puedan, y se fien; de m, que todo lo aceptar de buena gana por ini bondad." Y le aadi: Sepas Gertrudis que la mayor parte d las personas pias son tales, que si yo les diese sabor y consolaciones de es-pritu, no servira esto para su salud, y en lu-gar de aumentar su mrito lo disminuiran mucho."

    Hay otros que de la sequedad que sienten en sus meditaciones, sacan la necia consecuencia de ser abandonados de Dios, porque no sintin-dolo ya en el corazn, se persuaden que se ha re-tirado ya del todo de ellos, y les ha vuelto las es-paldas, por lo que las dejan y algunos se deses-peran. stos estn tan lejos de la verdad, que antes la sequedad, las desolaciones, la obs-curidad y tinieblas, son las mas veces seal de un especialsimo amor que Dios tiene al ama que-rindola levantar por estos medios un. grado de mayor perfeccin, y tal vez al don de una mas alta y favorecida oracin; porque para despren-derlas de los deleites del mundo, cebarlas en las dulzuras de su santo amor y servicio, y animar'

  • 36 las la oracin, en el principio de la via espiritual, les da muchos consuelos sensibles y mucha suavi-dad. Mas cuando v Dios que el-ulma est bien fundada en la resolucin de servirle, y que no vol-ver sus defectos, entonces retira de ella las dulzuras de la gracia, y la priva de aquel fervor y sabor sensible que antes esperimentaba en sus devotos ejercicios; y esto fin de que habin-dose ya desasido de los placeres carnales, se des-pegue tambin de los deleites espirituales, y co-mience obrar el bien, no por gusto sino por ver-dadera y slida virtud, y fin tambin de per-feccionar sus meditaciones.

    La otra dificultad que retarda algunos de proseguir en la prctica de la santa meditacin, son las tentaciones. El enemigo envidioso de sus adelantamientos en el camino de la perfeccin, les pone ya fantasmas impuros en la mente, ya pensamientos contra la f, ya espritu de blasfe-mia, ya escrpulos, ya desconfianzas y otros mil pensamientos turbulentos inquietud de pasiones. Estas almas tomen el consejo de San Basilio, de que no se acobarden ni por eso dejen la medi-tacin, sino que combatan generosamente por amor de aquel Dios en cuya presencia se hallan, has-ta que viendo el Seor su constancia y compla-cindose, se mueva piedad de ellas; y con un rayo de. su divina luz disipe aquellas tinieblas y turbaciones diablicas, de que siente ocupada su mente y su corazn, sirvindoles de gran consue-lo lo que la Santsima Virgen dijo Santa Br-gida cuando se hallaba molestada de graves ten-

  • 37 taciones en la oracin, que refiere el citado Blo-sio, y en sustancia es: Que cuando el demonio la tentara, persistiera constante en su oracin, porque el mismo deseo de orar, el mismo cona-to, las mismas industrias que pusiera para orar devotamente, serian el fruto de su oracin. Y que aunque no pudiera desechar aquellos pensamien-tos sucios inmundos que el demonio le ponia en el corazn, con todo el esfuerzo que habra hecho para alejarlos y mantenerse en la presen-cia de Dios, recibira una corona de inmarcesi-ble gloria." Y asi cualquiera que padeciere ten-taciones en tiempo de sus meditaciones, tome ni-mo y regla para portarse como debe entre se-mejantes contrastes para ser fiel Dios.

    De la oracin de ruegos.

    El cuarto medio para adquirir la perfeccin cristiana, es la oracin de ruegos asi mental co-mo vocal. El tercer escaln que San Bernardo nos pone para subir la perfeccin es la ora-cin de ruegos: esta no es otra cosa que una pe-ticin hecha Dios de lo que nosotros nos conviene. La meditacin con sus luces, contina el citado Santo, nos muestra lo que nos falta, pero la oracin de ruegos nos lo alcanza: con aquella conocemos los peligros que nos amenazan, y con esta los evitamos: aquella nos prepara el camino para la perfeccin, y esta nos conduce felizmente ella.. Y quiere significar, que en tan-to nos es necesaria la meditacin, en cuanto ha-

  • 38 cinclofis conocer todo aqullo de que tenernos necesidad* iios mueve pedirlo Dios y nos al-canza la ejecucin; De la meditacin hemos ya hablado, prosigamos a Oracin. Esta se puede ha-cer con la mente sola, y por eso se llama men-tal, con palabras como lo. hace el pueblo cris-tiano, y por eso se llama vocal. De la mental nos dice Santo Toms-, que es necesaria para conse-guir la salud del alma, y mucho mas para la per-leccin, por estas palabras: Despues que nosotros por medio del santo bautismo, hemos adquirido la gracia (lo mismo se entiende despus que la hemos recobrado por medio de la santa confesin) es necesaria una continua oracin para entrar en el reino de los cielos; porque si bien con el bautismo la confesin se borran los pecados* pero queda el fomes que nos impugna por den-tro, y los demonios que nos hacen guerra pof fuera." Y as el que hubiere conseguido la gra-cia, necesita" de rogar siempre y pedir el don de la santa perseverancia para que Dios le guarde y le defienda del mal del pecado hasta el fin de su vida. Por estas dos razones, Primera: que nos-otros sin una ayuda especial de Dios no pode-mos vivir largamente en su amistad lejos de cul-pa mortal, por ser tantos los enemigos que te 1 nemos que combatir, tantos los impulsos que nues-tras pasiones nos dan al mal, tantos los atrac-tivos y lisonjas con que los objetos esteriores nos. convidan lo nocivo, tantos' los asaltos con que los enemigos infernales nos embisten para preci-pitamos m] la maldad, que nuestra tierra frgil*

  • 39 si no es protegida de la mano omnipotente d& Dios con su gracia, no puede mantenerse con tantos golpes, sin quebrarse con alguna culpa gra? ve. Para mantenerse en gracia de Dios, es nece sario hacer muchos actos buenos y santos que nos encomienda su ley, y sin la espeeial ayuda de Dios no los podemos hacer. Y por eso el Con-cilio Tridentino nos dice: Que para adquirir la divina amistad y para perseverar en ella, es n; cesario que Dios nos asista con su especial auxilio."

    La segunda razn es, que la dicha gracia y ayuda tan necesaria para conservarnos en la amis? tad de Dios y para conseguir el fin tan desear do de nuestra salud eterna, no se da de ordi-nario sino quien la pide y ruega por ella. Creemos, dice San Agustn, que ninguno se po* ne en el camino de la salud, sino excitado de Dios con su gracia preveniente; que ninguno contina sin la gracia ayudadora, y menos lo consigue sin incesantes ruegos y oraciones." De lo que infier ren los telogos, que estamos todos gravemente obligados pedir y rogar, especialmente en tiem* po de graves tentaciones y negocios peligrosos: y que esta obligacin no es solo de precepto divi-no, sino tambin del natural; porque supuesta en nosotros la luz de la f, la misma naturaleza ra-cional nos dicta con su luz natural que estamos obligados usar de Jos medios necesarios para no perecer eternamente. Y Santo Toms decir de: Que est obligado cada uno la oracin de ruegos, por lo mismo que est obligado $

  • 40 procurar los bienes espirituales, que no los d sino Dios, ni de Dios se alcanzan de otra suer-te que por el camino de fervorosas splicas." Pero sobre todo atendamos lo que nos dice jel Seor en su Evangelio: Que es menester orar siempre y no dejar jams de rogar." Y por Sari Mateo repite: Velad siempre y orad, si no quo-ris caer la fuerza de las tentaciones." El Apstol San Pablo, en las mas de sus Epsto-las, inculca la misma obligacin diciendo: Ro-gad sin alguna interrupcin, y dad gracias Dios por' que esto quiere el mismo Dios y Jesucristo de todos nosotros." Y los Coiosenses: Que insistan en la oracin &c." Y el Eclesistico nos advierte: Que no nos dejemos impedir el orar siempre, si queremos conservar la justificacin y la gracia hasta la muerte." De esta repeticin y diversidad de modos conque se nos inculca el precepto de orar, y con continuacin sin in-termisin, debe inferir el devoto cristiano: lo pri' mero, la absoluta necesidad que tiene de orar, no solo para conseguir la gracia y conservarla, sino para adquirir la perfeccin: y lo segundo, que la causa porque . el demonio tiene tanto odio l oracin, y usa de tantas artes y estratagemas para enagenar de ella las almas de los fieles, dis-pertando en unos pensamientos vanos, en otros imaginaciones- impuras, en unos tedios y enfados y en otros desconfianzas, escrpulos y temores vanos, es porque sabe el malvado que en el pe-dir y rogar est puesto el remedio contra to-dos . nuestros males espirituales: sabe que en a

  • 41 oracin est colocada nuestra seguridad de con-seguir los bienes eternos: sabe que as como tie-ne una moral certidumbre de su salvacin quien constantemente practica este devoto ejercicio, asi tiene una moral seguridad de su eterna perdicin quien vive totalmente ageno de l: por eso ases-ta todas las mquinas para echarlo por tierra, y se vale de todas las industrias mas malignas para desacreditarlo y hacerlo odioso y molesto todos los fieles. Y as no espere conseguir la salud del alma, quien no se aplica al remedio importantsimo de rogar y pedir frecuentemente Dios lo que necesita.

    El objeto principal de nuestras splicas y ruegos son, dice el anglico Doctor, los bienes espirituales, porque solo estos son los verdaderos bienes que nos hacen absolutamente buenos, y nos conducen al sumo bien de la eterna felici-dad, y por eso en estos debemos principalmen-te poner la mira en nuestras splicas y deseos. San Bernardo hablando de las cosas que debe-mos pedir en nuestras oraciones, solo nombra las espirituales: esto es, vivir en gracia de Dios, agra^ dar su Magestad, gozar para siempre de su gloria, y vivir y morir en Dios. Tobas su hi-jo no le encargaba otra cosa cuando le decia: Hijo mi bendice Dios y pdele siempre en-derece el camino de tu vida al fin de tu sal-vacin; y tus deseos, tus miras, tus intenciones, estn: siempre fijas y permanentes en su Mages-tad." Y estos bienes puntualmenete debe pedir siempre : Dios toda alma cristiana, especialmen?

  • 42 .te si aspira la perfeccin, porque de estq de-pende todo su adelantamiento. Esto deben to-dos pedirle en todas sus oraciones y perpleji-dades, y deben pedrselo absolutamente sin can-dicion ni limitacin alguna, porque son bienes de que no podemos hacer abuso.

    Los bienes temporales pueden ser tambiep pbjeto de nuestras demandas y peticiones, por-que Jesucristo nos ha enseado ciararnente, que en el reino de los cielos y todo lo que pertenece & su consecucin, debemos tener la primera y prin-cipal mira en nuestras "splicas; y que todo lq de r ms solo se ha de buscar como aadidura aquel sumo bien: y as las cosas temporales y transito-rias pueden santamente pedirse, pero como bier nes secundarios, accesorios y subordinados lps bienes espirituales que solamente miran &1 fin so? brenatural de la eterna bienaventuranza

    Las cosas que son contrarias la salud del alma y opuestas al honor de Djosj po pue-den ser de modo alguno objeto honesto de nes-; tros ruegos, porque semejantes oraciones son der lante de Dios temerarias, y en lugar de mo-ver piedad, provocan su divina magestad. De aqui se infiere, que no pudiendo saber nos-otros si las gracias temporales que pedimos ha-yan de ser en utilidad en dao de nuestras almas, si hayan de redundar en honra de Dios en su deshonor, conviene siempre pedirlas con la condicin, de si fueren convenientes nues-tra salud y para honra de Dios. Para no errar, pues, deben semejantes ..-demandas presentarse

  • 43 Dios condiciorialmehte, remitindonos sus di-vinas disposiciones, y con nimo indiferente y resignado, no con tanto empeo y fervor cuan-to suelen pedirse las gracias espirituales, como si hicisemos caudal de los bienes temporales.

    Son tambin objeto de nuestras peticiones, las necesidades de nuestros prjimos. El aps-tol Santiago nos eshorta rogar los unos por los otros, para conseguir la salvacin. El Cri-sstomo asegura, que las splicas hechas por los prjimos, son mas agradables Dios, y por consiguiente son mas meritorias para nosotros que las splicas que para nosotros mismos ha-cemos, porque reciben lustre, esplendor y apre-cio singular del oro de la caridad fraterna.

    Del objeto pasemos al sugeto que, hace Dios las splicas. El sugeto mientras ora, con-viene que est en gracia de Dios y en su amis-tad, pues hallndose en este feliz estado, est mas dispuesto recibir favores de su benfica mano. Mas si por s desventura se halla en pe-cado mortal, no por eso debe retraerse de orar, porque si las gracias que este pide son co-sas espirituales y pertenecientes su eterna sa-lud, y las pide con el modo debido, esto es, comenzando por el arrepentimiento de sus cul-pas, lo menos con aquella displicencia dis-gusto que siente todo el que no est bien halla-do en tan dolorosa situacin, ser odo segura-mente, no por justicia, como dice el Dr. Anglico, porque estando privado de la gracia es incapaz de mrito; y la razn es, porque toda h fuer

  • 44 za de.la oracin, no se funda en el mrito d la persona que ruega, sino en la bondad del Se-or, en su palabra y promesa, y la ha dirigido su misericordia los pecadores quienes vino buscar con preferencia los justos, dicindo-les: Venid m Jos que estis agoviados, yo os aliviar." Y aunque le falta la caridad que es su raiz, tienen eficacia sus splicas siempre que no haya perdido la f, de donde nacen y en que se apoyan, habiendo dicho el Seor: Si crees, to-do te ser posible." De aqu se ha de sacar, que de la oracin nadie debe eximirse, sea pecador, justo, perfecto, porque este es un medio proporcionado para todos.

    La oracin de ruegos de que estamos ha-blando, tiene una grande eficacia para alcanzar de Dios lo que se desea. San Juan Climaco nos asegura, que esta hace dulce violencia al corazn de Dios, cuando el mismo Dios no se desdea de declararse violentado de nuestras splicas, dicindole Moiss: Djame, ,o me detengas, que yo quiero desfogar i : enojo con-tra este pueblo contumaz, yo lo quiero destruir." Y para manifestar la violencia de Jeremas, le dijo: No quieras resistirme con ruegos." San Gernimo comentando estos dos testos, dice: que aquellas palabras del Seor, No me resis-tas, Jeremas: djame, Moiss," muestran cla-ramente que los ruegos pueden resistir la ira de Dios y traerlo la paz y al perdn: tan grande es su misericordia. Pedid, dice Jesucris-to, y se os conceder lo que deseis: buscad y

  • 45 encontrareis: liamad y os abrirn. Porque el que pide, alcanza: el que busca, halla; y quien lla-ma, se le abre." Es tan grande la misericordia de Dios, dice San Agustn, que sobrepuja todo nues-tro deseo, toda nuestra ansia y toda nuestra es-pectacion; porque mas quiere l darnos de lo que no-sotros queremos recibir de su Magestad, y mas de-sea hacernos misericordia que nosotros deseamos ser libres de nuestras miserias. Y esta es la razn sobre la cual funda Jesucristo la fuerza que tie-nen las oraciones para conquistar el corazn de Dios. Hay por ventura entre nosotros, dice el mismo Jesucristo, algn padre tan cruel, que un hijo suyo que le pida un pan le d una du-ra piedra, y que un hijo suyo que le pida un huevo le ofrezca una venenosa serpiente? Cier-to es que n. Si vosotros, pues, siendo malos im-perfectos, no podis resistir las splicas de vuestros hijos de manera que no les concedis lo que en sus necesidades os piden, cuanto mas vuestro Padre que es infinitamente bueno, misericordioso, liberal, benfico y propenso fa-voreceros, no podr resistir vuestras splicas, de manera que no os conceda aquellas cosas buenas y santas, por las cuales incesantemente le rogis? Apoyado en estas palabras el Criss-tomo afirma, que es imposible que peque cual-quiera que ruega Dios de continuo y con el debido modo. Y el eximio Suarez no duda afir-mar, que encomendndose uno Dios como de-be, con frecuencia y constancia, conseguir in-faliblemente la perseverancia hasta la muerte,

    #

  • 46 aunque este sea don gratuito que no se pueda dignamente merecer, y por consiguiente llegar poseer su eterna felicidad.

    Los ruegos hechos debidamente y con to-das sus condiciones, consiguen infaliblemente lo que piden, y lo consiguen con infalibilidad de f, fundada en la omnipotencia y fidelidad suma de Dios, que quiere y puede mantener seguramen-te todo lo que ha prometido. Estas condiciones, dice Santo Toms que son cuatro. La prime-ra, que uno pida para s: la segunda, que pida cosas necesarias su eterna salud: la tercera, que pida con f y confianza; y la cuarta, que pida con perseverancia. Y poco antes habia pues-to el Santo Doctor otra condicin para alean-zar los favores deseados, es saber: la humildad en el modo de pedir. De los dos primeros aca-bamos de esplicar lo suficiente, rstanos esplicar la confianza, humildad y perseverancia con que debe pedirse.

    Dice el sobrecitado Dr. Anglico, que la ora-cin de ruegos principalmente se apoya en la f de quien ora, no en cuanto al mrito que se toma principalmente de la caridad, sino en cuanto la fuerza y eficacia de alcanzar; por-que en la realidad, Jesucristo nos ha prometido darnos las gracias que le pidamos, mas con la condicin de que las pidamos con f. Quien quiere que le d Dios algunas gracias, dice San-tiago, pdaselas con f, sin dudar nada, y sin titubear si conseguir no lo que le pide; por-que quien en sus splicas procede dudando y

  • 47 titubsa, es semejante las olas del mar, que son inconstantes y llevadas del impulso de los vientos. Esta f confianza que tiene su asien-to, parte en el entendimiento, en cuanto la per-sona cree con toda firmeza de su mente, que Dios inclinado de su suma bondad y obligado de sus muchas promesas le har la gracia, por la cual le ruega. Reside en la voluntad, en cuan-to esta, asistiendo una tan bien fundada creen-cia, espera sin perplejidad ni recelo alguno, co-mo quiere Santiago, que alcanzar la dicha gra-cia, y hecha animosa con su firme esperanza,, pide con fervor de espritu, instancia, y tambin con alguna santa importunidad. Cuanto mayor es esta esperanza fundada en la f, tanto mas segura est la persona de que sern oidas las splicas que en la oracin presenta al trono de la divina clemencia; y si esta le falta, dice San Agustn, la oracin, le falta tambin el alma, el vigor, la fuerza, la eficacia, desmaya y muere.

    La segunda condicin que se requiere pa-ra hacer eficaces las splicas delante de Dios, es la humildad. Dos ojeadas ha de dar el que ruega, una s mismo y sus propias miserias, y esta vista debe humillarse profundamente y confundirse intimamente, tenindose por indigno de todo bien. La otra ojeada ha de dar la misericordia, la beneficencia y las prome-sas de Dios, y esta otra vista debe dilatar e! corazn y concebir una viva confianza de que conseguir todo el bien que desea. Estos dos afectos, humildad y confianza, son las dos alas

  • . 4 8 . con que la oracin se levanta Dios, son los dos brazos con que Je saca d las manos todos los favores. Es verdad que la oracin se apoya principalmente en la confianza; mas esta misma f confianza, no es agradable los ojos de Dios si no va junta con una sincera humildad: ni tiene fuerza para inclinar el corazn del Seor sin esta compaa, porque el mismo Dios ha de-clarado por Isaas: Que no mirar con ojos do beneficencia y piedad, sino los pobres de es-pritu y humildes de corazn, que estn llenos de un temor santo y reverente.

    La tercera condicin que deben tener nues-tros ruegos y oraciones para que muevan eficaz-mente el corazn de Dios, es la perseverancia en pedir. Es esta perseverancia tan importante, que San Hilario pone en ella toda la eficacia de la oracin. El conseguir gracias de Dios, di-ce el Santo, consiste en la perseverancia en pe-dir, porque si bien ha prometido Dios conceder las gracias que le pidamos, como sean condu-centes al fin de nuestra salvacin, pero no nos ha prometido el concederlas al punto y pronta-mente. A algunos quiere Dios orlos la primera vez que se encomiendan su Magestad, mas de otros quiere ser rogado por semanas, por meses y aun por aos. A unos quiere dar de una vez lodo lo que le piden, pero otros se los quie-re conceder poco poco y casi insensiblemen-te; y esto lo hace por los altos inescrutables consejos de su divina providencia, que no nos toca investigar. Pero qu confianza yv seguridad

  • 49 no debemos tener en el eorazon, considerando q ie siendo Dios infalible en sus promesas, y ha-biendo ofrecido conceder la confianza humilde y perseverante cuanto le pida, jams nos ha de engaar? Srvanos de ejemplo el ciego de Jeri-c y la humilde Cananea. Mas si nos parecie-re que el Seor no nos escucha como hizo con esta, alcemos entonces mas la voz, reforcemos los ruegos, postrmonos en su presencia con mas fervor, y sabiendo que puede diferirnos las gra-cias que de esta manera le pidiremos, mas no nos las puede negar.

    Hemos hablado hasta ahora de la oracin de ruegos, en cuanto se hace tcitamente con el corazn; resta ahora hablar de ella en cuan-to se esprime con la lengua y se llama oracin vocal. Divdese esta, en comn y en singular. Las oraciones comunes son aquellas que ofrecen Dios los ministros de la santa Iglesia, en cuan-to representan en su persona todo el pueblo cristiano, por ejemplo: las preces que se hacen en el sacrificio de la Misa, y estas deben ha-cerse regularmente en voz clara para que el pueblo las oiga ya que para todos son "comunes. La singular es aquella que cada uno hace Dios por s por otras personas por quienes ruega; y hablando de esta oracin privada San-to Toms, es de parecer que no hay obligacin de espresarla con la lengua, sino que basta ofre-cerla Dios con solo la mente. Pero otros te-logos con San Agustin, quieren tambin que la oracin en singular y con palabras sea de pre-

  • 50 eepto, as porque el Seor lo hizo y encarga, como porque todos los Santos lo ejecutaron asi. Esta es tilsima por tres razones, como dice el citado anglico Doctor. La primera, porque des-pierta la devocin interior del corazn, y es de grande ayuda al espritu para levantarlo Dios. La segunda, porque se debe orar no solo con las potencias interiores del alma, sino tambin con las esteriores del cuerpo, y por consiguiente tambin con la lengua, habiendo recibido nosotros unas y otras de su benfica mano. La tercera, porque con la oracin vocal se da desahogo al afecto devoto; que se nos enciende en el corazn, y con es-to se nutre mas el fuego del santo amor. Pero estas oraciones, para que sean obsequiosas y agradables Dios, han de ir siempre acompa-adas de la interior atencin de la mente y afecto del corazn, porque de otra suerte sern poco agradables Dios que las escucha, y de ningn fruto al sugeto que las reza; y caer so-bre l la reprensin que Dios dio por Isaas al pueblo de Israel. Este pueblo, decia Dios, oran-do en mi presencia me honra con solo los la-bios, pero su corazn, entre tanto, est lejos de m." Si desea, pues, la persona espiritual que sus oraciones vocales sean impetratorias, de m-rito para ella y de agrado para Dios, es nece-sario que rogando con la lengua, rugue con la mente, con el espritu y con el corazn. De la atencin con que debe rezarse, dice Santo Toms, que son tres las especies de ella. La primera, es las palabras para, no errar en las

  • 51 voces: la segunda, es el sentido de ellas; y la> tercera, es aquella que se tiene no solo las palabras ni solo su significacin, sino tambin, al mismo Dios, ltimo fin de nuestras oraciones. La primera atencin es suficiente: la segunda es buena y puede ser muy provechosa: la tercera es mejor y puede ser tilsima quien seriamen-te se aplica; y Santo Toms la llama muy ne-cesaria para las personas que rezan en latn y no lo entienden.

    Pero se ha de advertir que aquellas distrac-ciones de a mente que la persona busca de propsito para divertirse, advertidamente las admite cuando le vienen, sugeridas de la na-turaleza del enemigo envidioso de su bien, es-tas dice Santo Toms, son pecaminosas, y qui-tan la oracin todo el fruto; mas las involun-tarias que padece el alma devota contra su vo-luntad, cuando ponindose delante de Dios re-, zar sus oraciones, con nimo de pedirle y al-canzar su ayuda, se ve llevada otra parte de pensamientos impertinentes; puesto que luego que los advierte,, los aparta de s y vuelve con la atencin Dfas, estas distracciones aunque su-cedan cien veces no impiden que la oracin es-t hecha con verdadero espritu, y lejos de per-judicar le dan mas mrito; y para su consuelo deben saber, que tal vez los espritus mas ele-, vados son llevados de la humana fragilidad, des-, de lo alto de la contemplacin lo bajo de al-guna involuntaria vagueacin de mente. Vele, pues, la persona espiritual cuando ora vocalmen-.

  • 52 te, sobre su mente y corazn, no admita jams de su voluntad pensamiento ageno de la oracin, ni tema que sus ruegos no hayan de ser de mu-cho mrito para s y de mucho agrado para Dios.

    De la presencia de Dios.

    El ejercicio de la presencia de Dios entre las cosas ocurrentes, est tan enlazado con la oracin mental y con la de ruegos de que he-mos hablado, que puede decirse que es la mis-ma oracin mental, si la persona tiene Dios presente con sola la mente; y se puede decir tambin que es la misma oracin de ruegos, si la persona que est delante de Dios con la men-te prorumpe en actos fervorosos de ruegos. Aun digo mas: no hay cosa que mas ayude ha-cer bien aquella oracin mental vocal, que en ciertas horas solemos hacer solos con Dios y apar-tados de toda otra ocupacin, como el haber es-tado siempre entre dia en la presencia de Dios; porque as como un leo si es rido, seco y ha concebido ya algn calor, apenas se arrima al fuego cuando luego se enciende, as un hombre espiritual que ha mantenido entre dia, en la pre-sencia de Dios un cierto calor de devocin, si se pone de propsito en oracin, que es el horno del divino amor, luego se enciende en fervor y concibe llamas de caridad; este es uno de los me-dios mas poderosos y eficaces para llegar pres-to la cristiana perfeccin.

  • 53. La presencia de Dios no es otra cosa que

    lan pensamiento memoria de Dios, conque en todos los lugares y en todas nuestras ocupaciones le miramos presente y nos volvemos l con nues-tros afectos. Esta divina presencia es un medio tan eficaz para hacernos perfectos, que ella so-la, segn los dichos y hechos que tenemos en las sagradas letras, parece que basta para con-ducir un hombre la mas alta cumbre de la perfeccin. Dijo Dios Abraham: Anda en mi presencia y sers perfecto." Y por el profe-ta Miquas: Que la bondad y perfeccin de los hombres depende de caminar en su presencia." La razn porque de la presencia de Dios redun-da en nuestras almas todo bien espiritual, es ma-nifiesta; porque toda cosa tanto es mas perfec-ta en ser, cuanto mas se acerca su principio. As aquella agua es mas pura, que est mas cer-ca de la fuente de que trae su origen, aquel ca-lor es mas ferviente, que mas cerca est al fue-go de quien es producido, aquel rayo es mas lu-cido, que es mas vecino del sol de quien es en-jendrado. Al contrario, cuanto mas se aparta el agua de la fuente, tanto mas turbia est: cuanto mas se aleja el calor del fueao, tanto mas se entivia: cuanto mas se retira el rayo del sol, tan-to mas se apaga y deslustra. No de otra ma-nera, cuanto mas nos ace