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Quisiera comenzar este último trecho del camino compartidocon el lector, recapitulando cuáles han sido los principales hitosargumentales del itinerario seguido en las páginas precedentes; parapasar, a continuación, a realizar una última consideración en tornoa los ejes, formalizados como interrogantes, en torno a los cuales seha articulado la investigación que aquí se presenta.

Precisamente ese recorrido se iniciaba por la puesta en cuestiónde la imagen "monolítica" y cerrada de la ruralidad que nos ofrecíala Modernidad, y reconociendo los esfuerzos de las Ciencias Socia-les por recomponer un objeto coherente con la realidad de las rura-lidades postindustriales. También se discutía el carácter natural yevolutivo conferido al desarrollo, frente a lo cual se proponía reco-nocer su definición moral. Lo que resulta más evidente desde el des-cubrimiento no sólo de la inserción social de los procesos económi-cos, sino también -de manera más explícita en la medida en que éstese hace acompañar de los epítetos local o rural-, de la afirmacióndel carácter sociocultural y sociopolítico del desarrollo, evidencia-do a través de la construcción intersubjetiva y plural del espacio yla identidad.

Liébana y sus Picos de Europa -como territorio definido a untiempo desde sus condiciones físicas, estructurales, y desde suimagen mítica, unas y otras arribadas al presente a través de unatrayectoria histórica ni tan "petrificada" ni tan igualitaria como semuestra en muchas de las versiones de sentido común-, ofrece lascondiciones para reconocer la complejidad y la génesis social deldesarrollo: se ha presentado como una comarca económicamentediversificada y con una población movilizada; donde se ha idoarticulando, "construyendo" un sistema económico local -aunqueconectado con el exterior- en torno a procesos como la reestruc-turación económica, la intervención estatal, la diferenciación sim-bólica y la interdependencia. La orientación del desarrollo en esteterritorio, desde elementos de naturaleza referencial -modelos,

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patrones- y pragmática ^strategias, prácticas-, mostraba sucarácter sociopolítico: como colisión entre diferentes agentessociales -identificados a través de la articulación de sus intereseseconómicos y de la atribución de usos y significados al espacioprotegido de montaña-, que pugnan por imponer un sentidocomún a la colectividad. Una colectividad en cuyo seno se reco-nocía a conjuntos relacionales -las formas familiares, de organi-zación vecinal, de dominación- y a entidades sociales sujetas aflujos ^1 cambio generacional, los mecanismos de integración eidentidad-, como objetos y agentes del cambio. Cambio aceleradoque no impide -precisamente a través de la reformulación, reco-nocimiento y reforzamiento de la identidad, vinculada simbólica-mente al espacio, la historia y el patrimonio-, la instrumentaliza-ción de los atributos conferidos a la ruralidad en la SociedadPostindustrial.

La interacción entre Sociología y ruralidad; el carácter no soloeconómico sino también social -y, en buena medida, socioculturaly sociopolítico- del desarrollo; y, por último, las condiciones y atri-butos que nos permiten reconocer una categoría diversa y compleja-no geográficamente detenninada, sino socialmente construida yvalorada-, como pasa a ser lo rural en la globalizada sociedad pos-tindustrial, postmoderna... itinerante, constituyen los ejes de lareflexión con la que se cierra este texto.

l. DEL "MUNDO RURAL" A LA RURALIDAD ITINERANTE

Liébana representa, ante la sociedad, la quintaesencia de lorural. Por esa razón es un espacio visitado por decenas de miles depersonas al año. Una sociedad que, a ciencia cierta, sigue represen-tándose una ruralidad natural, diferente, "aparte" del mundo que lecorresponde vivir día a día. Poco se ha encontrado del "mundorural" homogéneo, cerrado, aislado, estable..., excluido de la sendadel progreso por la Modernidad. El que ahora, paradójicamente,parecen perseguir obsesivamente los turistas en sus visitas. Por con-tra, Liébana aparece como una comarca con una economía progre-sivamente diversificada, compuesta por una población en buenamedida móvil, conectada con los grandes procesos globales.

La imagen monolítica de la ruralidad resultó operativa mientrasel sentido de la acción colectiva pasaba por la industria, la concen-

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tración urbana, la modernización agraria. Representaba el horizon-te no deseado, el reverso de cada uno de esos escenarios, exponen-tes de la evolución y el progreso. Y nuestra disciplina, la Sociolo-gía, sería un agente más en la construcción de lo rural en términosfatalistas. Pero el empeño colectivo de la Modernidad crearía tam-bién sus disidentes. Fueran éstos representantes de las antiguas cla-ses privilegiadas o los nuevos grupos "marginados" de las posicio-nes dominantes, muchos verían en lo rural, en la naturaleza, ellugar para volver a dotar a la existencia del sentido que las sociali-zadas formas de la era industrial parecían haberle arrebatado. Sólocuando ésta era llega a su cenit, la voz ruralista pasa a dominar laescena.

Se ha visto como Liébana se halla sometida a profundos proce-sos de cambio y diversificación económica, coherentes con unasociedad plural y movilizada. De manera que una comarca arque-típica del carácter rural continúa participando de éste aun cam-biando radicalmente su fisonomía: se podría decir, incluso, quegracias a ello, a su constante reinvención. Cuando algo, adoptandoformas materiales no sólo diferentes, sino incluso opuestas, siguesiendo reconocido como una misma cosa, nos está hablando de queno es en esas formas materiales donde descansa su identidad. Lacondición de ruralidad, como el género o la etnia, no se halla some-tida a determinaciones genéticas o geográficas: es, en cuanto cate-goría, el resultado de una producción social. Producción o cons-trucción que implica, simultáneamente, la elaboración de sentidosy formas materiales coherentes con esos sentidos. Por tanto, lorural es, como tantas otras, una categoría construida socialmente,conteniendo una representación, un principio ordenador de carác-ter cognitivo que la sociedad en conjunto proyecta sobre una de suspartes, la cual acaba materializándose en formas concretas y"tan-gibles".

2. LA PUESTA EN VALOR DEL DESARROLLO RURAL

En su obra "La era de la información", Manuel Castells manejael argumento de que en una sociedad crecientemente globalizada-la Sociedad Red-, la identidad se expresa básicamente en términosdefensivos, podríamos decir apocalípticos: "la oposición entre glo-balización e identidad está dando forma a nuestro mundo y a nues-

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tras vidas" (1998 b: 23) 247. Con todo, este tipo de plantamientos,que gozan de un gran predicamento en las Ciencias Sociales y sondifícilmente discutibles, resultan incompletos, ya que no concedenla importancia que merecen a otros fenómenos reconocidos en elcaso lebaniego, aparentemente antitéticos con los que se han des-crito, pero perfectamente integrados entre sí. Me refiero a que fren-te (o junto) a la globalización, constatamos el énfasis local o terri-torial del desarrollo, así como la existencia de identidadesfuncionales en el proceso de expansión globalizada y diferenciaciónlocal del sistema capitalista. Precisamente, como se ha podido com-probar, tanto los procesos reactivos, defensivos, como estos últimos,parecen explicar la revalorización que la ruralidad experimenta enla actualidad. Resulta necesario mirar al pasado para entender nosólo el carácter reactivo de la identidad, sino también su papel en lalegitimación y"puesta en valor" de los procesos de desarrollo rural.

Ello se muestra a través del ruralismo, un tópico recurrente en la his-toria y la literatura, que revela como la función que distintas sociedadesde la historia han venido confiriendo a la ruralidad no se agota en la másobvia y ampliamente reconocida de éstas, a la que se ha denominado(González Fernández y Camarero, 1999) "funcionalidad material". Através del despliegue de este primer tipo de funcionalidad, lo ruralhabría servido, históricamente, de soporte a actividades de producción,generándose en este espacio mercancías, principalmente alimentos, quepasan a circular, a dirigirse a otros ámbitos -generalmente urbanos-deficitarios de éstas. Pero el ruralismo muestra que en tal circulación nosólo se ve implicada la materia, sino también la información. Con loque se puede entender mejor el mensaje que nos envía Pereda en elsiguiente fragmento, el cual habla de un tipo de funcionalidad, no mate-rial, que, junto a la anterior, la sociedad ha venido atribuyendo históri-camente -aunque con distintos contenidos según el momento- a laruralidad: la que he denominado "funcionalidad moral o simbólica":

"De eso adolecían los tiempos actuales y por ahí veníala muerte colectivo. Le corroía la gangrena [...] Pero, por

247 Se recalca de este modo el carácter reactivo de las identidades -"como los nuevos pro-cesos de dominación a que reacciona la gente están insertos en flujos de información, la cons-trucción de la autonomía ha de basarse en la inversión de esos flujos" (Castells 1998 b: 89)-,funcionando a modo de respuesta contra la globalización, la cada vez mayor autonomía insti-tucional y del sistema de comunicación; contra la flexibilidad e inestabilidad; por último, fren-te a la disolución de los sistemas familiares y de personalidad.

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misericordia de Dios, le quedaban sanas todavía las extre-midades [...] y sólo con la sangre rica de estos miembrospodía[...] purificarse y reconstituirse." "Pues estos miem-bros sanos -añadió el médico con viril entereza- son lasaldehuelas montaraces como esta" (Pereda, :237-8 -e. o.1895-).

Lo rural se convierte así en soporte de información (in-formar,dar forma) que circula a través de signos dirigidos a la configura-ción -se diría "regeneración"- del orden social global 248. A la pos-tre, en un espacio representacional.

Ha sido precisamente la redefinición -se podría decir relegiti-mación- de la funcionalidad moral o simbólica de la ruralidad,como elemento clave en la construcción identitaria de las socieda-des postindustriales, la que le ha permitido a áreas como Liébanarecuperar su pujanza social y económica, convertirse en escenariosdel desarrollo, pese al declive generalizado de la que fue, a lo largode la historia, su actividad principal y casi única: la agricultura. Latransformación en las representaciones colectivas que afectan a lorural implica que deja de verse como atrasado, marginal, cerrado ensí mismo e improductivo, para pasar a ser considerado, mayorita-riamente, como espacio natural, referente de arraigo e identidad,depositario de la memoria colectiva, escenario de sociabilidad y departicipación directa en los asuntos colectivos, lugar de calidad devida y para el ejercicio de estilos de vida diferenciados, etcétera.

Precisamente éste es un argumento de peso a la hora de recono-cer que el desarrollo de una comarca como la que se ha estudiadono se explica exclusivamente por razones mercantiles, ni únicamen-te por su interconexión y homologación -a través del proceso dereestructuración- con el sistema económico global. Es más, la reva-lorización que conocen ciertas ruralidades, y de la que Liébana

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Componentes de la funcionalidad dual de la ruralidad

Tipo de funcionalidad: Material Moral o simbólica

Soporte de: Producción Información (significados)

Objetos que pone en circulación: Mercancías Signos

Fuente: Gonrález Fernández y Camarero, 1999

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constituye un ejemplo destacado, es congruente -si no una conse-cuencia directa- con el proceso de expansión capitalista "haciaafuera y hacia adentro", en este último caso dirigido por el nuevomodelo genérico de desarrollo que se ha designado como tenritorial.

La puesta en valor de la economía lebaniega pasa también por laintervención estatal, la elaboración significativa de productos y ser-vicios, los mecanismos de reciprocidad e interdependencia, en defi-nitiva por la operación posproductivista de "reinvención de la auten-ticidad", característica de la cultura posmoderna. La cual descansaen la capacidad de combinar el conocimiento de los saberes tradi-cionales locales con el de las expectativas de los consumidores,cada vez mas receptivos a los mensajes de tipo simbólico incorpo-rados a los productos. El que nuevos residentes, retornados, neo-rurales... ocupen un lugar cuantitativamente importante entre losgrupos emergentes nos habla de la importancia que la movilidad, ladiferenciación y al tiempo la integración ocupan en la construcciónsocial del desarrollo rural. Ello hace que la competencia simultáneaen los universos simbólicos locales y globales, resultado de la "iti-nerancia social" (Mazariegos, 1991) ocupen un lugar clave paraproporcionar el éxito económico en la nueva economía territorialdiversificada y, en consecuencia, para ocupar un lugar destacado enla movilizada estructura social de la comarca.

La reactivación de lo rural, por tanto, responde a un tiempo a lacelebración y al desencanto frente a muchos de los procesos y valo-res genuinos de la Sociedad Postindustrial. Por lo que la importan-cia que la sociedad actual atribuye a la "recuperación", "conserva-ción", "preservación"... de lo rural, se debe a que actúa comoreferente clave en la construcción identitaria de las sociedades post-industriales para lograr, más allá de una globalización indiferencia-da, una constitución funcional espacialmente diferenciada.

3. EL CORAZÓN DE LA MONTAÑA: EL CARÁCTERREPRESENTACIONAL DE NATURALEZA Y DESARROLLORURAL EN LA SOCIEDAD POSTINDUSTRIAL

Se ha reconocido, por tanto, que la expansión y reestructuracióncapitalista no sólo adquiere la forma de globalización homogenei-zadora, sino que también la diferenciación local es congruente conella. Del mismo modo que, en una economía de signos, la identidad

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no sólo es un elemento reactivo, sino también funcional a este pro-ceso. Se responde así a la definición del desarrollo como construc-ción social. Pero también es ^uizás ante todo- un proceso socio-político. Ello se mostraba al reconocer las pugnas y los esfuerzospor imponer, a escala local, un patrón de desarrollo que orientase lasestrategias y prácticas de los diferentes agentes sociales, aglutina-dos en torno a él en áreas de consenso.

En Liébana, la vida socioeconómica se ha manifestado en todasu riqueza, como rica es la comarca en valores naturales. Precisa-mente los debates en torno a la gestión de la naturaleza han servido,en primer lugar, para reconocer los principales agentes que confie-ren esa diversidad al panorama social; para, a partir de ahí, identifi-car sus relaciones cristalizadas en la articulación de redes de domi-nación, solidaridad o exclusión; describiendo, por último, losprocesos de transformación de los propios agentes en interacción,pretendidaménte regulada por los mecanismos de control de lainclusión y de la constitución de un espacio común identitario. Endefinitiva, se ha reconocido un escenario donde coexisten las fuer-zas de la desestructuración y la normalización, desigual y plural a lavez que sujeto a mecanismos de cohesión social, conflictivo en lamedida en que se produce la continua negociación del consenso.Consenso que ha de ser visto, a la postre, como el triunfo de unosintereses concretos, en definitiva de un modo específico de estruc-turación y dominación, si bien ésta nunca se establece de maneraabsoluta y definitiva: siempre existirán agentes dispuestos a desafiara los grupos dominantes. En este juego desempeñan un papel degran importancia los elementos ideológicos, identitarios, represen-tacionales. Incluso, hipotéticamente, cabría decir que en el escena-rio actual los conflictos se libran fundamentalmente en la "arena"simbólica, en la que la configuración o construcción de los atribu-tos del espacio rural ^omo espacio bloqueado o fluido, con flujosunívocos o múltiples- y de la naturaleza ^omo materia prima ovalor intocable-, adquieren un notable protagonismo. Ello haceplausible la argumentación de la relevancia de los procesos dedeclaración de espacios protegidos como expresión de las dinámi-cas y el cambio social en el medio rural. En él solemos encontrarmás frecuentemente posturas opuestas a los parques entre los gru-pos tradicionales y modernizadores; mientras, resultarán más afinesa la idea profesionales, clases medias, retornados..., en definitiva,grupos que ven los parques como vía por la que imponer sus tesis y,

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a la postre, sus prácticas alternativas, sintiéndose además legitima-dos por una opinión mayoritariamente favorable en el resto de lasociedad, que los considera como cómplices o interlocutores privi-legiados en la escena local.

De este modo, "la ruralidad [podríamos decir también la natnra-leza] es, primeramente, la representación del tipo deseado de orga-nización socioeconómica" (Mormont, 1987: 19). Las palabras deMormont son aplicables, como se ha podido comprobar, tanto a losescenarios locales como a los globales, en los que se encuentranagentes con discursos, estrategias, representaciones, usos... diferen-ciados; que hablan de distintas concepciones, distintos conteñidosque atribuir al espacio.

En el escenario local de Liébana, y especialmente en los Picosde Europa; se ha recorrido un trayecto que, a través de distintasvicisitudes, resulta revelador de las bases y el balance de fuerzas,del contexto sobre el que emerge, en la actualidad, la aspiraciónsocial ruralista y de. "resacralización" laica de la naturaleza: laconstrucción de un espacio rural y de montaña que, antes que comomateria, como valor en sí mismo, logre la más alta consideraciónposible; la que supone que actuando como generador de referentesde identidad -desempeñando una función simbólica destacada-alcanzará su definitiva "puesta en valor", ya que, en una economíade signos, no existe valor mayor que la capacidad de asignar éste alas cosas. Con ello se logra dar forma a un proyecto que nos habladel carácter de los agentes ^le corte profesional, tecnoburocrático-y referentes sociales -ambientalismo, posproductivismo-, queaspiran a ser dominantes en el escenario global de las sociedadespostindustriales y son responsables de la revalorización de lo rural:proyecto que busca purificar, como espacio gestionado desde elcontrol estatal; los Picos de Europa. Para convertirlos ante los ojosde la sociedad, como reza en la tumba de Pedro Pidal, en un lugarsagrado, intocable:

"Nosotros, enamorados del Parque Nacional de laMontaña de Covadonga, en él desearíamos vivir, morir yreposar eternamente; pero, esto último, en Ordiales, en elreino encantado de los rebecos y las águilas, allí dóndeconocimos la felicidad de los Cielos y de la Tierra, allídonde pasamos horas de admiración, emoción, ensueño ytransporte inolvidables, allí donde adoramos a Dios en

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sus obras como Supremo Artífice, allí donde la Naturale-za se nos apareció verdaderamente como un templo"(Epitafio del sepulcro de Pedro Pidal en Ordiales, Picosde Europa).

De esta manera se evidencia que no son factores puramente geo-gráficos, genéticos o materiales los que configuran la naturaleza dela ruralidad y la ponen en valor, esto es, convierten el espacio rural,incluso las propias montañas, en escenario para plurales agentes-actores, por tanto, que no objetos- del desarrollo. Con lo que sehabrá construido un marco explicativo que permita retomar las pre-ocupaciones expuestas al principio de este texto. Entonces nos pre-guntábamos por las motivaciones de aquellos jóvenes alpinistas quese encaraban con las abruptas pendientes del Naranjo de Bulnes,aún pagando por ello el precio de su vida. Los cuales no son distin-tos de los clientes, consumidores, o como quiera que les llamemos,de la ruralidad. Ni, en muchos aspectos, de sus residentes. Ya que niunos ni otros buscan, exclusivamente, objetos materiales que justi-fiquen sus actos o compensen sus apuestas. Por elevadas que estassean. Precisamente en estos términos se expresaba no un sociólogo,sino un escalador llamado Guido Magnone tras superar la temiblecara Oeste de los Drus ^n el macizo del Mont-Blanc- allá por elaño 1952: "mis dedos desollados acarician suavemente el granito...estas piedras pesadas, terribles y sin alma, lo son todo para nosotros:el manantial de nuestro sentimiento de plenitud" 249.

Lo que unos y otros persiguen, en definitiva, -poniendo así envalor la ruralidad- no es otra cosa que el corazón de la montaña.Aunque sepamos que, en el fondo, el corazón de la montaña es elcorazón de cada uno de nosotros.

249 Cit. por E. Martínez de Pisón en DesniveLcom "El sentimiento de las montañas".Febrero 2000.

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