CONSIDERACIONES PSICOANALÍTICAS ACERCA DEL FANTASMA...

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1 FACULTAD DE FILOSOFÍA Y EDUCACIÓN ESCUELA DE PSICOLOGÍA CONSIDERACIONES PSICOANALÍTICAS ACERCA DEL FANTASMA Y LA PORNOGRAFÍA Tesis para optar al Grado de Licenciado en Psicología y al Título de Psicólogo Autores: José Antonio Galiani Llach Diego Isaac Salas Osorio Profesor Patrocinante: Ps. Juan José Soca Guarnieri 2014

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FACULTAD DE FILOSOFÍA Y EDUCACIÓN

ESCUELA DE PSICOLOGÍA

CONSIDERACIONES PSICOANALÍTICAS ACERCA DEL FANTASMA Y LA PORNOGRAFÍA

Tesis para optar al Grado de Licenciado en Psicología y al Título de Psicólogo

Autores:

José Antonio Galiani Llach

Diego Isaac Salas Osorio

Profesor Patrocinante:

Ps. Juan José Soca Guarnieri

2014

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AGRADECIMIENTOS

Quisiéramos agradecer a todos aquellos que de manera directa o indirecta contribuyeron

al desarrollo de esta investigación. En primer lugar, agradecer a nuestras familias y su

incondicional apoyo frente a todo el desarrollo de este proceso. Nos gustaría agradecer también a

nuestros amigos y compañeros de carrera quienes siempre demostraron su apoyo y optimismo

frente a la tarea emprendida hace un año. Por último, agradecer especialmente a dos personas

que contribuyeron de manera bastante significativa en este proyecto, a Don Edgardo Díaz,

bibliotecólogo de la PUCV, quien nos brindó vasto material para una comprensión actual del

fenómeno investigado, y a nuestro profesor patrocinante, Juan José Soca, quien pese a ya no

estar ligado a la universidad, fue clave en la determinación y constancia necesarias para

concretar el proyecto emprendido.

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“El espíritu humano está expuesto a los requerimientos más sorprendentes.

Constantemente se da miedo a sí mismo. Sus movimientos eróticos le aterrorizan”.

(Georges Bataille)

“El individualismo, la atomización de la sociedad, la concupiscencia

desordenada del mundo, la sobrepoblación indefinida y la plétora ilimitada de las

necesidades, la decadencia de la fe, el debilitamiento de la vida espiritual son otras

tantas causas que contribuyen a edificar el sistema industrial y capitalista, el cual

cambió por completo todo el rostro de la vida humana, todo su estilo, al desgajar la

vida humana del ritmo de la naturaleza. La máquina, la potencia que trae consigo,

esta precipitación del movimiento que ella ha engendrado, crearon mitos y

fantasmas, han dirigido la vida del hombre hacia ficciones que, pese a serlo, dan la

ilusión de ser la más real de las realidades”.

(Nikolái Berdiáyev)

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RESUMEN

La presente investigación surgió como un cuestionamiento hacia cuál vendría a ser la

función de la pornografía en la sociedad posmoderna. La teoría desde la cual fue abordada esta

pregunta es el psicoanálisis, esto debido principalmente a lo ligado que se encuentra esta teoría

en particular al desarrollo psicosexual de los sujetos. En ese sentido, se optó por una

investigación de tipo documental y conceptual, vale decir, nos hemos servido exclusivamente de

material bibliográfico para lograr un acercamiento al entendimiento de nuestra interrogante.

Luego se procedió a delimitar el objeto de estudio y su contexto, optando por investigar la arista

del fenómeno que alude a su rápida expansión como objeto de consumo, es decir la pornografía

de masas o “mainstream”.

El contexto en el que se enfocó nuestra pregunta, es la sociedad posmoderna, ya que sólo

desde este punto de vista se puede dar un sentido al fenómeno, tomando en cuenta su constante

expansión y desarrollo. Luego de delimitar el objeto de estudio y establecer sus principales

características, se consideró que el concepto psicoanalítico con mayor alcance para poder darle

un sentido al fenómeno es el fantasma en Lacan y su precedente, la fantasía en Freud, ambos

conceptos fueron ampliamente desarrollados y conceptualizados para finalmente darle un sentido

a la pornografía desde la teoría psicoanalítica. En esta comparación se llegó a la conclusión de

que la pornografía vendría a ser una forma en que los sujetos acceden a la sexualidad,

paradójicamente sin acceder a ella, creando un marco desde el cual poder entenderla sin

enfrentar sus reales características.

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ÍNDICE

1. INTRODUCCIÓN…………………………………………………………………….7

2. PROBLEMA DE INVESTIGACIÓN………………………………….……………..9

2.1. Relevancia del problema………………………………………………………...10

2.2. Justificación del problema………………………………………………………14

3. SISTEMA DE OBJETIVOS…………………………………………………………18

4. MARCO TEÓRICO…………………………………………………………….……19

4.1. PORNOGRAFÍA Y POSMODERNIDAD………………………………..…….19

4.1.1. Orígenes de la pornografía……………………………………………….19

4.1.2. Contexto posmoderno……………………………………………………23

4.1.3. Pornografía como discurso acerca de la sexualidad……………………...29

4.2. FANTASÍA EN PSICOANÁLISIS………………………………………….….41

4.3. FANTASMA EN PSICOANÁLISIS……………………………………………55

4.3.1. El sujeto y su relación con el Otro………………………………….……57

4.3.2. Estructura fantasmática…………………………………………….…….68

4.3.3. Contexto clínico: La escena fantasmática y el objeto perdido…….……..74

5. METODOLOGÍA……………………………………………………………………78

5.1. Tipo de investigación……………………………………………………...…….78

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5.2. Acerca de las fuentes………………………………………………………...…..81

6. SÍNTESIS Y DISCUSIONES…………………………………………………..…....86

6.1. Consecuencias de la pornografía como discurso acerca de la sexualidad………86

6.2. Pornografía como respuesta fantasmática frente al enigma del deseo del Otro…93

6.3. Posmodernidad y el lugar del sujeto………………………………………...…110

7. REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS……………………………………….……..115

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1. INTRODUCCIÓN

Desde hace siglos, la cultura occidental se ha visto plagada de representaciones gráficas

alusivas al acto sexual, en donde pese al carácter represivo existente durante algunos períodos,

estas representaciones han sabido permanecer latentes, en definitiva, porque interpelan

directamente a la emocionalidad de los sujetos.

En el contexto actual, el fenómeno de la pornografía ha logrado situarse como uno de los

emblemas respecto a la construcción de discursos en torno a la sexualidad, sin embargo, este

discurso no deja de tener características que llaman fuertemente la atención dentro del contexto

de investigación académica. Su rápida expansión y voraz forma de ser consumido, responde a un

punto medular dentro de la vida anímica de los sujetos, es decir, a uno de los aspectos más

íntimos de la vida de éstos, el sexual.

Los esquemas planteados por la industria pornográfica respecto a qué es una relación

sexual han influido por años la forma en que los sujetos se relacionan, por lo que la teoría

psicoanalítica, la cual sitúa la sexualidad de los sujetos como tema central, se presenta como

idónea a la hora de abordar un fenómeno como éste. Fenómeno que, si bien ya forma parte de la

cultura popular, aporta diferentes elementos que permiten tomar una especie de fotografía de la

sociedad actual, es decir, ofrece un amplio panorama respecto a cómo hoy en día, en el contexto

posmoderno, los sujetos interpretan su sexualidad.

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La manera en que la pornografía asume una función para la vida anímica de los sujetos

del contexto posmoderno es lo que la presente investigación busca dilucidar, y que a partir de los

conceptos del psicoanálisis, específicamente desde los aportes de Freud y Lacan, busca

establecer la relación entre este fenómeno y la teoría mencionada.

Es así, como se plantea una premisa a modo de hipótesis para la investigación, a partir de

la cual se afirma que toda representación pornográfica alude directa o indirectamente al acto

sexual explícito, no obstante, esta misma expresión de los sexual vendría a desviar y proteger al

sujeto frente a lo angustiante de un encuentro real.

A partir de esta premisa, se puede observar como el fenómeno en estudio se encuentra en

estrecha relación con la lógica promulgada desde el psicoanálisis, lo que brinda la posibilidad de

delimitar las funciones específicas en la dinámica sujeto-objeto.

Por otra parte, el estudio de este fenómeno responde no sólo a la importancia radicada en

sus consecuencias para el funcionamiento psíquico de los sujetos, sino que también representa un

elemento de la cultura que no puede ser obviado, más aún, merece ser analizado con detalle y

precisión, ya que da cuentas de cómo los sujetos construyen sus discursos en torno a la

sexualidad y es consumido de manera masiva, invadiendo los hogares de millones de personas.

Se puede decir entonces, que la relevancia de la pornografía hoy en día, alude tanto a su

popularidad, como a los efectos que produce en quienes la consumen.

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El interés suscitado por este fenómeno, responde a la cualidad de algunos productos

culturales por presentarse a modo de fuente informativa para posterior análisis. En este caso, se

plantea que el fenómeno de la pornografía arroja elementos más contundentes y decisivos que

grandes enciclopedias u obras de arte para la comprensión y estudio de la sociedad actual.

El modo de abordar la presente investigación es a través de una metodología netamente

cualitativa, en donde a partir de una extensa revisión bibliográfica se organizan, sistematizan e

interpretan las fuentes consultadas, para luego a partir de un análisis de tipo conceptual,

establecer la relación entre el fenómeno de la pornografía y el concepto psicoanalítico de

fantasma, todo esto, en el marco de la época posmoderna.

2. PROBLEMA DE INVESTIGACIÓN

Esta investigación surge a partir del cuestionamiento suscitado respecto de los alcances

del fenómeno de la pornografía, en tanto cumple una función determinada en la vida anímica de

los sujetos. Función que busca ser comprendida desde la dimensión más íntima del sujeto, así

como desde una perspectiva más amplia o cultural. A partir de esta primera aproximación, se

plantea el siguiente problema de investigación:

La función de la pornografía en la constitución del fantasma según el psicoanálisis y sus

implicancias en la época posmoderna.

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2.1. Relevancia del problema

El problema planteado para la presente investigación y sus consiguientes elementos

metodológicos, se articulan a partir de dos ideas fundamentales. La primera de ellas, dice

relación con el supuesto de que el sujeto tiene una forma de relacionarse con la sexualidad, la

cual estaría construida cultural e históricamente. Por otro lado, un segundo supuesto señala que

la pornografía, si bien emerge del ámbito de lo sexual, más aún, hace referencia al acto sexual

mismo, vendría a desviar al sujeto del acto sexual en sí.

Ambas ideas sobre las cuales se ahondará en el marco teórico, son esenciales para el

desarrollo del presente estudio, y servirán de sustento para la investigación teórica-documental,

acotando así la perspectiva desde la cual se analizará el fenómeno en cuestión.

La pornografía en tanto fenómeno de estudio no es un tema superficial, más aún, expone

aspectos relevantes a analizar en torno a cómo los sujetos se relacionan con la sexualidad. Si bien

en la actualidad es mucho más fácil poder acceder a ella con inmediatez, los estudios teóricos

realizados en torno al tema por lo general apuntan a comprenderla o a compararla con otras

formas de acceder a la propia sexualidad. En este sentido, resulta muy atingente lo expuesto por

Gubern acerca de la existencia de:

Provincias iconográficas malditas, zonas de destierro y de exilio cultural, que a veces

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resultan más elocuentes y ofrecen materiales más productivos para el análisis y comprensión de

una época o de una sociedad que las grandes obras maestras canonizadas en los museos (Gubern,

1989, pág. 7).

Es debido a esto que resulta llamativo el estudio relacionado con la pornografía, ya que

permite vislumbrar diferentes focos con respecto a características del desarrollo de las sociedades

y en especial de los sujetos que pertenecen a éstas. Es precisamente en este aspecto en el que

quisiera profundizar este estudio ¿Cómo se relaciona el sujeto con la pornografía? ¿Qué

características tiene ésta? ¿Qué función cumple para el sujeto? Estas son preguntas orientadoras

que se intentarán responder desde un enfoque psicoanalítico.

Teniendo en cuenta las características de esta investigación y la teoría desde la cual será

respaldada, el psicoanálisis, se precisa en primer lugar hacer referencia a la raíz etimológica de la

palabra “pornografía”. Esta palabra de origen griego está compuesta por el sustantivo pornê que

hace referencia a las prostitutas y el verbo graphein que hace referencia a la descripción de algo.

De esta forma es que el concepto nos remite a la descripción de un cuerpo femenino en estrecha

relación con el sexo (Gubern, 1989). Es así, que desde su raíz etimológica, la pornografía está

relacionada con la sexualidad, y es desde esta relación que se busca comprender la función que

tiene la pornografía para el sujeto.

La relevancia de este estudio está dada por el impacto que tiene la pornografía sobre los

sujetos de la sociedad actual, lo que está facilitado por el inmediato acceso a ella con el que se

cuenta, y cómo ésta en definitiva es modeladora de una determinada relación del sujeto con su

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sexualidad. Es por esto que la investigación del fenómeno de la pornografía se enmarca en el

contexto posmoderno, ya que sitúa al estudio en un marco teórico desde el cual se pueden

comprender las características de la sociedad actual, y en definitiva, como es que ésta ha situado

al fenómeno de la pornografía como un producto más para el consumo de las masas.

Por otro lado, este es un estudio controversial, ya que si bien existe esta facilidad de

acceso a la pornografía, no es algo a lo que todos los sujetos estén dispuestos a acceder, o

admitan que lo hacen, sin embargo los interpela sin poder permanecer indiferentes a su

existencia. Aspecto que no sólo aporta una relevancia teórica a la investigación de este

fenómeno, sino que da cuenta de elementos a tener en cuenta en el contexto del quehacer clínico,

en la medida en que este es un fenómeno masivo, que de alguna manera, como busca mostrar

esta investigación, tiene una importante injerencia en la concepción de sexualidad de los sujetos,

por ende en cómo éstos se conciben a sí mismos.

El abordaje teórico que existe referente al fenómeno de la pornografía ha sido realizado

desde diferentes aristas. Por ejemplo desde una perspectiva historiográfica, como propone

Roman Gubern en su texto “La imagen pornográfica y otras ilusiones ópticas” de 1989, donde

desarrolla la historia de este fenómeno en su carácter cinematográfico y comercial, desde su

despenalización hasta su rápida expansión a modo de industria. Por otro lado, Ercole Lissardi en

su texto “La pasión erótica. Del sátiro griego a la pornografía en intenet” del año 2013, propone

una visión que apela a un sentido de continudad en la forma de tramitar la sexualidad en la

cultura occidental, en donde relaciona las diferentes figuras y concepciones que a lo largo de la

historia de occidente han estado ligadas al desborde sexual.

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Otro tipo de abordaje respecto a este fenómeno, es el que se puede encontrar en el

artículo de 1997 titulado “Simpatía por el diablo: Notas sobre la sexualidad y la agresión, con

especial referencia a la pornografía” de Jessica Benjamin, en donde sirviéndose de los aportes

freudianos en torno al concepto de fantasía y pulsión de muerte, sumados a las posteriores

contribuciones de Laplanche en torno al proceso de fantasmatización, busca desarrollar desde

una perspectiva feminista, los alcances de la pornografía en tanto plataforma para las pulsiones

de tipo agresiva.

Por último, a partir de las plataformas digitales de artículos especializados, se presentan

distintas formas de analizar este fenómeno. Al acceder a estas fuentes, se encuentra bastante

material al respecto, en donde el fenómeno es principalmente abordado desde concepciones

feministas, en el sentido de un espacio de reivindicación frente a la dominación patriarcal,

también desde sus aspectos técnicos o su rol en tanto objeto de consumo, como desde una

perspectiva psicoanalítica, siendo principalmente analizado desde conceptos como cuerpo o

fetiche.

En definitiva, la relevancia de esta investigación radica en la manera en que la

pornografía surge como la representación más accesible para los sujetos respecto de qué es una

relación sexual. De este modo, la pornografía adopta un carácter educativo en tanto se presenta

como una primera forma de enfrentarse al acto sexual, vale decir, evidencia cómo debe ser éste.

Sin embargo, termina alejando al sujeto del encuentro sexual en sí.

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2.2 Justificación del problema

El motivo por el cual esta investigación es realizada desde los conceptos del psicoanálisis,

responde al carácter de esta teoría, la cual se fundamenta en un desarrollo psico-sexual de los

sujetos, específicamente desde los aportes freudianos al respecto. Por ejemplo, al señalar que la

estructuración psíquica de los sujetos se establece a partir de la respuesta que cada sujeto da ante

la primera ley, la prohibición del incesto. Respuesta que tiene una función preponderante

respecto al curso y fijaciones que la pulsión sexual tendrá en la vida del sujeto.

Otra característica de la teoría psicoanalítica que tiene estrecha relación con el fenómeno

abordado, alude a un elemento que ha adquirido gran importancia dentro de esta teoría,

puntualmente, la relevancia otorgada al carácter repetitivo de ciertos aspectos del funcionamiento

psíquico de los sujetos. En ese sentido, la presente investigación busca dilucidar ciertas

estructuras o patrones del fenómeno, en la medida en que la pornografía posee elementos

recurrentes en todas sus formas de expresión.

Un tercer aspecto relativo al por qué de una interpretación psicoanalítica del fenómeno,

está relacionado con el interés propio de esta corriente teórica, en tanto busca comprender todo lo

que se escapa de la realidad objetiva, es decir, aspectos del psiquismo del sujeto, como su mundo

interno, sus formas de evadir esta realidad por momentos dolorosa, y en definitiva, cómo es que

el sujeto interpreta el mundo que lo rodea. Es así, como se puede establecer que la pornografía

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no responde a la realidad misma de los sujetos, teniendo su asidero más bien en el mundo de las

fantasías que en el real.

Este interés del psicoanálisis por investigar más allá de lo visible, puede ser evidenciado

en esta investigación. Así como, antes de Freud no se pensaba que hubiese un sentido detrás de

los síntomas histéricos, los rituales obsesivos o los delirios psicóticos, en la actualidad, sería

difícil intentar dar un sentido al fenómeno de la pornografía fuera del contexto académico.

Dentro de los conceptos de la teoría psicoanalítica a través de los cuales es posible

otorgarle un sentido al fenómeno de la pornografía, se ha optado por desarrollarlo mediante el

concepto de fantasma. Al comienzo de la investigación no se contaba con claras nociones

respecto a la definición y los alcances de este concepto, lo cual se alzaba como un desafío debido

a la importancia que éste posee en la teoría lacaniana.

Este concepto, brinda elementos que permiten comprender de forma más compleja y a su

vez medular el sentido que adopta para los sujetos la pornografía, y por qué este fenómeno ha

tenido a lo largo de su historia una evolución que claramente sigue un determinado patrón o

estructura. En efecto, este concepto da cuenta de lo inaccesible, el imposible que escapa de la

realidad objetiva, pero a su vez aporta, a través de su funcionamiento, elementos para poder

tolerarla.

En definitiva, la propuesta de analizar la función del fenómeno de la pornografía en el

contexto posmoderno, en una lectura a partir del concepto psicoanalítico de fantasma, da cuenta

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de una necesidad de aportar nuevas aristas al fenómeno en estudio. Es así por ejemplo, como en

la vasta literatura al respecto, pueden evidenciarse diversas formas de abordar el fenómeno de la

pornografía desde la teoría psicoanalítica, sin embargo las investigaciones existentes se pueden

dividir en dos grandes líneas: aquellas que desarrollan de manera más descriptiva el fenómeno de

la pornografía, a través de consideraciones históricas, estadísticas, técnicas, legales, etc., así

como aquellas que buscan exponer este fenómeno a la luz de un concepto puntual, siendo la

pornografía más bien un ejemplo para desarrollar cierta idea teórica.

En ese sentido, la presente investigación pretende conjugar ambas perspectivas, en la

medida en que busca explorar un fenómeno en un contexto determinado, para luego exponerlo a

la luz de un concepto en particular. Es así, como se plantea la tarea de analizar la función del

fenómeno de la pornografía para los sujetos en el contexto posmoderno, esto a través del

desarrollo del concepto de fantasma, partiendo desde el concepto de fantasía en Freud.

Respecto a la literatura existente, por un lado la perspectiva más descriptiva-

historiográfica, prescinde y da por entendido la existencia de la relación del desarrollo de la

pornografía con la estructura psíquica del sujeto. Por otro lado, la perspectiva teórica-

psicoanalítica da por entendido cierta concepción de la pornografía, omitiendo aspectos relativos

a su desarrollo histórico y las diferentes vertientes que se presentan hoy en día en el fenómeno,

es decir, se trabaja teóricamente en torno a esta sin detenerse a definirla.

Otro aspecto relevante a destacar, es el motivo de un abordaje netamente teórico-

documental, el cual está basado en el trabajo con la bibliografía existente. Este tipo de abordaje,

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responde al hecho de que el fenómeno de la pornografía, pese a estar ampliamente difundido y

viralizado, sigue siendo un tema tabú, por lo que se dificultaría la opción de utilizar

metodologías ligadas al análisis de discurso a través de entrevistas. Además, se pretende que la

perspectiva desde la cual sea tratado este fenómeno, de cuentas de un proceso de carácter global

más que particular, dando importancia al desarrollo histórico y cultural de éste.

Lo novedoso de la presente investigación y lo que la hace atingente a nuestros tiempos,

tiene estrecha relación con las características que la pornografía ha adoptado en la actualidad. Su

constante expansión, su fácil acceso y el momento álgido que vive dentro de su desarrollo, la

sitúan como un fenómeno vastamente consumido y popular, pero que bajo esta fachada oculta un

mecanismo que, más allá de lo moral, termina por educar a los sujetos respecto a cómo es una

relación sexual. De este modo, podemos situar a la pornografía como una fuente informativa

tangible a la hora de comprender la forma en que los sujetos acceden a su sexualidad. Mismo

aspecto que otorga su relevancia en el contexto del quehacer clínico.

Con la finalidad de que el presente estudio sea atingente a nuestros tiempos, se ha optado

por abordar el fenómeno de la pornografía desde el contexto de la posmodernidad, lo que brinda

la opción de analizar este fenómeno dentro de un marco más acotado, haciendo referencia a todo

un movimiento artístico, cultural e ideológico que sustenta la forma en que los sujetos se

desenvuelven hoy en día.

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3. SISTEMA DE OBJETIVOS

Para el desarrollo de la presente investigación, se ha establecido un objetivo general a

modo de eje central para abordar la literatura respecto de los fenómenos y conceptos escogidos.

Éste, a su vez, se traduce en cuatro objetivos específicos, los cuales aluden a los pasos a seguir

para llegar al primer objetivo planteado.

Objetivo General:

- Analizar la función de la pornografía en el contexto de la sociedad

posmoderna a través del concepto de fantasma.

Objetivos Específicos:

- Describir el fenómeno de la pornografía en el contexto de la sociedad

posmoderna.

- Desarrollar el concepto de fantasía en Freud.

- Desarrollar el concepto de fantasma en Lacan.

- Establecer la relación entre el fenómeno de la pornografía y el concepto de

fantasma en el contexto de la sociedad posmoderna.

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4. MARCO TEÓRICO

4.1. PORNOGRAFÍA Y POSMODERNIDAD

Orígenes de la Pornografía

Para la comprensión de este fenómeno, se realizará en primera medida, una breve

revisión de antecedentes históricos para delimitar el contexto en el que surge la pornografía tal

como se conoce hoy en día. Se debe aclarar previamente que las imágenes alusivas a la

sexualidad humana, han existido siempre, sin embargo, sus representaciones plásticas comienzan

a tener un mayor florecimiento a partir del siglo XIV, luego de la caída de Constantinopla,

cuando ingresa y se expande por Europa la herencia cultural greco-latina, lo que significó el

descubrimiento de innumerables representaciones paganas alusivas a este culto al cuerpo, lo que

se evidencia por ejemplo en las imágenes de los sátiros griegos, mezcla de humano y macho

cabrío, itifálico, el que era asociado al desborde sexual. Lo que sumado a la invención de la

imprenta moderna, supuso la rápida propagación en el mundo occidental de estas

representaciones (Lissardi, 2013).

Es necesario tener en cuenta, que en el contexto en el que estas representaciones invaden

Europa, es un contexto en el cual la Iglesia Católica en gran medida domina y norma la vida de

las personas, en donde su poder político abarca todas las esferas de la vida social y moral.

Incluso los más íntimos pensamientos y deseos se encontraban regulados por el poder de esta

institución, a través del orden moral, la constante amenaza de la figura de satán y la incursión en

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el pecado, lo que amenazaría la opción a una vida después de la muerte. Este poder es ejercido a

través de un mecanismo bastante particular, el de la confesión.

Todas las insinuaciones de la carne: pensamientos, deseos, imaginaciones voluptuosas,

delectaciones, movimientos conjuntos del alma y del cuerpo, todo ello debe entrar en adelante, y

en detalle, en el juego de la confesión y de la dirección (…) una sombra en una ensoñación, una

imagen expulsada demasiado lentamente, una mal conjurada complicidad entre la mecánica del

cuerpo y la complacencia del espíritu: todo debe ser dicho (Foucault, 1977, pág. 14).

Estas primeras representaciones alusivas a la sexualidad, tienen también implicancias

políticas, vale decir, ligadas a un cuestionamiento del poder absolutista de la Iglesia, además el

acceso a éstas estaba restringido a los nobles y a quienes poseían un alto nivel adquisitivo en

aquella época. Este enfrentamiento político, hacia los albores del siglo XVIII, no sólo

representaba un cuestionamiento hacia la moral de la Iglesia, sino que también al modelo político

que el catolicismo sostiene, vale decir, la monarquía y el gobierno de los nobles, derivando así,

en una atmósfera que sienta las bases para la posterior Revolución Francesa. Es importante

destacar que el objeto de persecución en ese tiempo, eran más bien representaciones artísticas

ligadas a la poesía, la literatura y la pintura, en donde lo más importante era evitar, impedir, que

estos contenidos “libertinos” fueran de libre acceso al común de los ciudadanos. Así entonces,

muchos artistas como Arentino con los “Sonetos lujuriosos”, Nicolás Chorier con “La academia

de las damas”, o John Cleland con su libro “Fanny Hill”, fueron censurados y prohibidos en

gran parte de Europa y el mundo (Lissardi, 2013).

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Esta persecución llega a un punto de inflexión en el denominado “siglo de la burguesía”,

durante el siglo XIX, en donde esta censura alcanzó su mayor énfasis. En este período, también

conocido como la “época victoriana”, se llegó incluso a imponer la expurgación de todas las

obras clásicas, sobre todo las de origen greco-latino. Foucault (1977), al referirse a esta

“hipócrita sociedad burguesa”, señala que en su primera etapa de desarrollo, tenía como gran

interés, el multiplicar las fuerzas de trabajo.

Del hecho mismo parte un principio de explicación: si el sexo es reprimido con tanto

rigor, se debe a que es incompatible con una dedicación al trabajo general e intensiva; en la

época en que se explotaba sistemáticamente la fuerza de trabajo, ¿se podía tolerar que fuera a

dispersarse en los placeres, salvo aquellos, reducidos a un mínimo, que le permitiesen

reproducirse? (Foucault, 1977, pág. 7).

En definitiva, este exceso de represión condujo a un menoscabo del desarrollo artístico,

debido a la imposibilidad de acceder a las fuentes históricas, como también de exponer

abiertamente estas expresiones. Es así, como la cuestión de la pornografía fue llevada, en Francia

y el Reino Unido, al mundo académico, específicamente al estudio de la estética, con el objetivo

de eludir el afán represivo y censurador de la burguesía. Así se dio pie y licencia a artistas e

investigadores de expresarse en lo relativo a la sexualidad debido a que la academia servía de

amparo para la expresión de estas ideas. De este modo, se establece la diferenciación entre lo que

sería el arte erótico y la pornografía.

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Se inventó así la oposición arte erótico-pornografía con la intención de evitar que la

mente represora convirtiera toda representación de lo sexual en pornografía censurable y

perseguible legalmente. Esta antinomia permitió en alguna medida frenar la demencia puritana,

represiva y, sobre todo, hipócrita (Lissardi, 2013, pág. 98).

Oposición que se erigía como dos caras de una misma moneda, por un lado el arte

erótico, como expresión sublime de aquello que sugiere el acto sexual, aquel proceso de

seducción, del deseo, aquel velo que cubre lo que no vemos pero imaginamos. Por otro lado la

pornografía, expresión de lo burdo, expone, muestra sin velos, el coito humano. Desde mediados

del siglo XIX hasta mediados del siglo XX, esta contradicción se desarrolla en dos líneas

distintas; la pornografía, de carácter ilegal, ya se encontraba masificada y accedían a ella toda

clase de hombres, desarrollándose principalmente en la fotografía, ya que tenía bajo costo y aún

en ese entonces no era considerada como una expresión artística. En el cine se desarrolló en

menor medida, a partir de funciones clandestinas denominadas en Francia como “cinema

cochon” o “smokers” en EE.UU., las cuales no proliferaron debido a su carácter ilegal y alto

costo de producción. El arte erótico en tanto, estaba ligado principalmente a la literatura, jugando

siempre con el límite de lo permitido, tratando de empujar gradualmente el límite de la censura

impuesta. En este contexto surgen figuras como la de Joyce, Bataille, Miller o Lawrence.

Cabe aclarar que el concepto de pornografía tiene su origen en el mundo griego, el cual

está compuesto por el sustantivo pornê que hace referencia a las prostitutas y el verbo graphein

que hace referencia a la descripción de algo. De esta forma es que el concepto nos remite a la

descripción de un cuerpo femenino en estrecha relación con el sexo (Gubern, 1989). Sin

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embargo, para los fines de la presente investigación se entenderá como parte del género

pornográfico a aquellas representaciones audiovisuales alusivas al sexo explícito a partir del

contexto industrial, es decir, cuando ésta es vista ya no como una expresión artística sino que a

modo de un elemento comercial o de consumo. Esto, debido a que las primeras expresiones

pornográficas o “protopornográficas” distan mucho de las expresiones halladas en el contexto

actual, como también en el sentido que éstas cobran para los sujetos que acceden a ella.

Por último, para comprender el surgimiento de la pornografía como se conoce hoy en día,

es necesario contextualizar en lo referente a los sucesos históricos que gatillan su emergencia, así

como en la ideología dominante y sus consecuencias en los discursos acerca de la sexualidad.

Contexto Posmoderno

La pornografía de hoy en día, como una industria, viralmente expandida y consumida a

través de los medios masivos de comunicación, principalmente a través del vertiginoso flujo de

información en internet, dista enormemente, como se mencionó con anterioridad, de las

representaciones clásicas y sus posteriores derivaciones en la cultura occidental.

Específicamente, el origen y expansión de la pornografía como industria, como objeto de

consumo, nace luego de acabada la Segunda Guerra Mundial, en donde sumado a las posteriores

revoluciones culturales surgidas en el capitalismo tardío, en los albores de los años 60’, dan

como resultado el comienzo de un movimiento artístico y cultural, que buscará erigirse como una

reacción frente a las formas superiores de la cultura, es decir, aquellas representaciones

canonizadas en museos y aceptadas por la academia.

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El factor que abre con más fuerza las puertas del arte hacia la transgresión y la

pornografía hacia la expansión como negocio, son las grandes guerras mundiales. El estado de

espíritu producido por las masacres, que se definen fácilmente con nombre propios, como

Verdún, Auschwitz o Hiroshima, se puede resumir así: una intensa tendencia al hedonismo y al

relajamiento de las costumbres, y a la convicción de que, después de lo sucedido, el Estado y sus

superestructuras, responsables de las matanzas, han perdido toda legitimidad para imponer a la

población modos de pensamiento o de conducta, o para inmiscuirse, de la manera que sea, en la

vida privada de los ciudadanos (Lissardi, 2013, pág. 101).

Terminada la Segunda Guerra Mundial, mas no terminada la inminente amenaza de una

tercera -período conocido como Guerra Fría-, comienza a surgir un movimiento de revolución

social, tanto en lo político como en lo cultural. A partir de este movimiento contracultural, que

atacaba directamente los valores de la burguesía y el imperialismo capitalista, se deslegitimiza

toda moral impuesta proveniente del Estado. Surge en este contexto la denominada “revolución

sexual”, manifestación que busca, a través de los ideales del feminismo y los aportes de Sigmund

Freud con respecto a la relevancia del carácter sexual de los sujetos, establecer nuevas pautas de

relación, como el amor libre, el sexo como una actividad recreativa y sin consecuencias

(facilitado por la invención de métodos anticonceptivos), así como una mayor abertura hacia las

relaciones homosexuales, poniendo en duda la institución matrimonial y con ello los valores que

la iglesia promulgaba.

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A partir de estos dos hitos, señalan autores como Jean Baudrillard y Frederic Jameson, se

produce el momento de emergencia del posmodernismo, entendido no sólo como una corriente

cultural, sino que también como un concepto periodizador, en la medida en que designa cierto

período transicional que va acompañado de nuevas formas de vida social y de un nuevo orden

económico. Surge una nueva clase de sociedad, a la cual se ha hecho referencia como sociedad

postindustrial, sociedad de consumo, sociedad de los medios de comunicación, sociedad del

espectáculo o capitalismo multinacional. Este nuevo medio supone diferentes características,

como los nuevos tipos de consumo existentes, el desuso planificado de los objetos, un ritmo cada

vez más raudo en cuanto a los cambios de moda y estilos, la penetración de la publicidad, la

televisión y los medios masivos de comunicación en general hasta un nivel inimaginable

(Jameson, 1985). En donde los posmodernistas “aparecen como reacciones específicas contra las

formas establecidas del modernismo superior, contra este o aquel modernismo superior

dominante que conquistó la universidad, el museo, la red de galerías de artes y las fundaciones”

(Jameson en Baudrillard et al., 1985, pág. 166).

Esto quiere decir que habrá tantas expresiones distintas del posmodernismo como formas

de modernismo superior al que el posmodernismo intenta desplazar. En ese sentido, es necesario

comprender que el modernismo en su expresión más clásica también tuvo un rol oposicionista en

contra de los tabúes morales y convenciones sociales de la época victoriana, y la emergencia del

posmodernismo dice relación con el momento en que el modernismo pasó de ser un movimiento

contestatario, a establecerse (a principio de la década de los 60’) como parte de la gama de

contenidos formales presentes en el mundo académico. Esto, nos remite al carácter pendular con

el que las expresiones artísticas y movimientos culturales van sucediéndose unos a otros, en la

26

medida en que surgen como expresiones en función de la oposición respecto al movimiento

predecesor.

Es de este modo, con el surgimiento del posmodernismo, que los límites entre las formas

de cultura superior y la cultura popular o cultura de masas aparecen cada vez más difuminados,

dejando en incertidumbre las diferencias entre las formas más comerciales y las formas de arte

superior. Esto se aprecia claramente, por ejemplo, al tomar como objeto las obras de Andy

Warhol, en donde expone a modo de expresión artística productos comerciales o de consumo

(como en su obra Latas de sopa Campbell de 1962).

Además, el posmodernismo – como expresión de cambio cultural, y no como una simple

categorización académica –, carga con el peso de más de medio siglo de modernismo clásico, lo

cual trae por consecuencia que los artistas y escritores de hoy en día tengan un limitado número

de combinaciones posibles, haciéndoseles más difícil crear nuevos estilos y mundos a partir del

peso de la tradición estética modernista. Concepción estética modernista que supone la existencia

de una personalidad e identidad única y la concepción de un yo privado, el cual genera su propia

visión única del mundo y su propio estilo. Jameson (1985), plantea en este sentido, la “muerte

del sujeto”, en la medida en que se pone fin al individualismo como tal, decretando incluso que

el concepto de individuo único y su respaldo teórico, se inscriben en el plano ideológico. Frente a

este agotamiento de recursos o posibilidades de combinación, el autor utiliza el concepto de

“pastiche”, en alusión a la dificultad creativa presente en este contexto.

27

Todo lo que queda es imitar estilos muertos, hablar a través de máscaras y con las voces

de los estilos en el museo imaginario. Pero esto significa que el arte contemporáneo o

posmodernista va a ser arte de una nueva manera; aún más, significa que uno de sus mensajes

esenciales implicará el necesario fracaso del arte y la estética, el fracaso de lo nuevo, el

encarcelamiento en el pasado (Jameson en Baudrillard et al., 1985, págs. 171-172).

Este “encarcelamiento en el pasado”, otorga el sentido de temporalidad necesario para

una mejor comprensión de este fenómeno, en la medida en que en la emergencia del

posmodernismo, además de responder a este nuevo momento del capitalismo tardío, se

caracteriza por una suerte de desaparición del sentido histórico. Lo que es analogado por este

autor a una suerte de “esquizofrenia” para referirse a este carácter atemporal en el

posmodernismo. Señala que en nuestro sistema social contemporáneo se ha ido gradualmente

mermando la capacidad de acceder a su propio pasado, ya que se ha comenzado a vivir en una

especie de presente perpetuo, a partir de un estado de continuos cambios que amenazan con

arrasar con toda la tradición cultural que ha sido preservada hasta hoy (Jameson, 1985).

Respecto al surgimiento del posmodernismo, Jean Baudrillard (1980) recurre a dos

características que facilitarán el análisis del fenómeno de la pornografía en el contexto actual. En

primer lugar introduce el concepto de “simulacro”, haciendo referencia a un orden en las

representaciones y/o producciones estéticas en relación a diferentes épocas. Señala por ejemplo,

que en la época clásica (la cual comprende desde el Renacimiento hasta la revolución industrial)

la representación surge a modo de una “falsificación”, realizando una imitación fidedigna de la

naturaleza. En la época industrial señala Baudrillard, esto ocurre a modo de una producción en

28

serie, en tanto industrialización de la producción de objetos en masa, en donde predomina el

esquema de la “producción”. Por último, en el contexto posmoderno o postindustrial, existiría un

predominio de la “simulación”, en donde el simulacro emerge como la reproducción de un

modelo. Ya no se trata de una falsificación de un elemento “original” (como en la época clásica),

ni tampoco de una producción en serie respecto de un modelo de origen (como en la época

industrial), más bien estaríamos en presencia de un esquema en el que el punto de origen ya no

es un elemento de lo “real”, ya que se inscribe como un simulacro de elementos que tienen su

verosimilitud, no en la realidad, sino que en éste o aquel significante referencial. En este sentido,

surge un segundo concepto acuñado por Baudrillard, el de “hiperrealidad”. Concepto utilizado

para definir este contexto actual, posmoderno, del “simulacro”; en donde este objeto simulado no

es del orden de lo “real” sino que de lo “hiperreal”. El simulacro no busca representar la realidad,

ya que en este “exterminio de la realidad”, se trata más bien de puro semblante, de formas vacías.

Lo hiperreal representa una fase mucho más avanzada, en la medida en que incluso esta

contradicción de lo real y lo imaginario queda en él borrada. La irrealidad no es en él la del

sueño o del fantasma, de un más allá o un más acá, es la de la alucinante semejanza de lo real

consigo mismo (Baudrillard, 1980, pág. 85).

En conclusión, si afirmamos que en el simulacro existe una difuminación de lo real, no es

porque no exista o no se encuentre presente, sino que responde a un exceso de realidad, es decir,

una realidad desbordante (hiperrealidad) que vela lo real. Es así como en este contexto, los

medios masivos de comunicación cumplen un rol central en la instauración de pautas

conductuales e intelectuales. Por ejemplo, con la masificación del Internet, a través de su voraz

29

ritmo y una inmediatez respecto del flujo de información, los medios cumplen con la función de

presentarse como una constante base de datos para quienes tienen acceso a éstos, sin embargo

esta función informativa tiene a su vez, la función de relegar toda experiencia reciente

fugazmente al pasado, en donde actúan a modo de agentes promotores de nuestra amnesia

histórica, de esta “esquizofrenia” según Jameson.

Para resumir de alguna manera lo expuesto anteriormente, se destacan dos rasgos propios

del posmodernismo: Una transformación de la realidad en imágenes y la fragmentación del

tiempo en una serie de presentes perpetuos.

Pornografía como discurso acerca de la sexualidad

Respecto a la pornografía en particular, señala Gubern (1989), este cambio cultural

deriva en ciertos hitos fundamentales para el desarrollo de ésta. En primer lugar, en 1966,

Michelangelo Antonioni estrena su cinta “Blow Up” (Deseo de una mañana de verano), la cual

tiene la particularidad de ser la primera película en que se permite exponer un desnudo frontal,

en el que se aprecian las primeras escenas con pubis al descubierto. Película que abrió las puertas

para que en 1969 en San Francisco (EE.UU.) se permitiera el funcionamiento de veinticinco

salas para las proyección de cintas de pornografía dura (hard-core), y a su vez, en Copenhaguen,

Dinamarca, el parlamento despenalizara formalmente este género, lo cual posibilitó que en

Octubre del mismo año se celebrara la “Expo Sex 69”, con la exhibición y venta de películas y

publicaciones de pornografía hard. En una segunda instancia, se permitió reproducir de manera

pública y comercial las películas “Deep Throat” (“Garganta Profunda”) de 1972 y “The Devil

30

in Miss Jones” (El Diablo en Miss Jones) de 1973, del cineasta norteamericano Gerard Damiano,

y la cinta de Artie y Jim Mitchell “Behind the Green Door” (Detrás de la puerta verde) de 1972,

también de origen estadounidense. Películas de muy bajo costo, en comparación con la

competencia de la taquilla de ese entonces, en donde circulaban grandes producciones de

Hollywood. Sin embargo, estas películas (de contenido sexual explícito) arrasaron con la

taquilla, popularizándolas por Estados Unidos y el mundo, y a su vez, dando paso a una oleada

de películas con contenido pornográfico. En donde, “en menos de tres años la industria del cine

pornográfico en Estados Unidos creció en un quinientos por ciento” (Gubern, 1989, pág. 14).

Se trata de películas que exponen un patrón que como veremos, reina en este género hasta

estos días. Se puede apreciar por ejemplo, como en la cinta “Behind the Green Door” se narra la

historia de una chica que es secuestrada, semi-hipnotizada, y que al ser llevada tras esta puerta

verde, se convierte en un objeto de devoción para los asistentes a esta sala, público masculino

principalmente, que con los rostros cubiertos se deleitan con este cuerpo femenino expuesto a

diferentes juegos eróticos y vejaciones sexuales, en donde por ejemplo, debe acostarse con

cuatro hombres a la vez y realizar escenas de “cum shot” (eyaculación sobre la cara de la actriz).

A partir de este ejemplo, podemos ver que desde los orígenes de este género como tal, se ha

utilizado a la figura femenina a modo de objeto, cosificando su imagen, para así servir de

elemento “fantaseador” para el público masculino.

Para adentrarnos en las representaciones pornográficas a la luz de este contexto

posmoderno, se debe establecer cómo será comprendida y que características le son asignadas.

En ese sentido:

31

La pornografía es un tipo de discurso cuyo único objetivo consiste en la representación

del acto sexual humano. No le interesa ningún otro aspecto de la experiencia humana, por más

vinculado que esté a la peripecia sexual: no le interesa la calidad ni la intensidad del deseo, ni las

peculiaridades psicológicas, ni el contexto social y tampoco la lectura política o metafísica que

pueda hacerse de la relación. Solo le interesa la exhibición, tan detallada como sea técnicamente

posible, de la cópula humana (Lissardi, 2013, pág. 89).

Siguiendo esta línea, cuando nos referimos a “cuerpo pornográfico”, hacemos referencia

al cuerpo construido por este discurso, ya que tal como cada área de la experiencia humana

genera una particular representación subjetiva del cuerpo, en este caso, la que el discurso

pornográfico realiza, es una representación en la que lo que más destaca, es la constante e

incesante disposición al coito. Este cuerpo, no sólo es utilizado por la industria pornográfica, más

aún, está presente a la vez en muchos otros contextos, siendo el principal de ellos la publicidad.

Es así como se desarrolla este género, como el reverso de una sociedad que avanza a paso

rápido en torno a la productividad y el ahorro, en donde la pornografía, “se alzó como la ética del

despilfarro sexual improductivo, pues en este género cinematográfico incluso las eyaculaciones

se desvían de su canal vaginal para poder ser admiradas por el mirón” (Gubern, 1989, págs. 15-

16). Industria, que alejada de cualquier parámetro artístico, busca retratar de la manera más

explícita posible el coito. Sumado, a lo rentable que puede llegar a ser este negocio en la medida

en que es globalmente popular y consumido, en donde su costo de producción es bastante bajo en

comparación a las ganancias que factura. De este modo, la pornografía busca omitir todo asunto

32

pasional o amoroso dejando solo espacio a esquemas repetitivos, disociando la experiencia

sexual de la afectividad y dando paso a un ejercicio en donde:

En estas performances cuantificables lo importante son, por tanto, los tamaños, los

records, el número de personajes implicados, las posiciones y la intensidad de los orgasmos (…)

el sexo tiende a reducirse en el género a pura matemática o a pura mecánica, es decir, a pura

abstracción (Gubern, 1989, pág. 26).

En ese sentido, este género atravesado por un sinnúmero de factores e intereses, no

termina siendo nada más que un mero producto de consumo. En este punto ya se ha perdido toda

incitación al arte, desarrollándose como un objeto más de la vitrina de productos consumibles en

cualquier momento por cualquier sujeto. Aprovechando todas sus posibilidades de expansión y

de representación, del cine al VHS, del VHS al DVD y de éste al internet, medio accesible para

un gran número de personas, lo que ha catapultado a esta industria a ser una de las más rentables

del planeta.

La pornografía se instala en cada hogar y los chicos acceden a ella desde muy temprana

edad. Su facturación en el año 2006 fue de más de cien mil millones de dólares. Más que las

principales compañías tecnológicas sumadas (Microsoft, Google, Amazon, eBay, Yahoo, Apple,

Netflix y Earthlink) (Lissardi, 2013, pág. 105).

La pornografía, podríamos afirmar, supone un tipo de relación netamente abstracta entre

sus participantes, escindiendo de manera tajante el deseo de sus protagonistas, en donde estamos

33

en presencia de lo que sería una suerte de experimento o representación “hiperreal” de la

fisiología humana. Es así, como estas representaciones, vienen a instaurar pautas tanto en el

sentido estético como mecánico, las cuales son tomadas como ejemplo por quienes acceden a

éstas. Ejemplos respecto a “cómo debería ser” una relación sexual “normal”, que aluden a

cuerpos esbeltos, tonificados e infatigables, capaces de copular por horas, pudiendo mantener su

erección en el caso del hombre, y mantenerse en un orgasmo continuo por parte de la mujer, en

donde todo otro tipo de variables quedan relegadas frente a la ilusión del placer ilimitado y sin

barreras, no existen períodos menstruales ni fatiga, no hay cansancio, no hay vergüenza, no hay

celos, no está la opción de quedar embarazada ni de contraer alguna enfermedad. En fin, un acto

tan técnico como mecánico, que ha instaurado una imagen desplegada en muchos otros ámbitos,

sobre todo en la publicidad: la “imagen pornográfica”, y por consiguiente el “cuerpo

pornográfico”. Ya no hablamos de la pornografía en la sociedad, sino que hablamos de una

sociedad “pornografizada”, en donde el “cuerpo pornográfico” tiene la característica de ser pura

pose, un cuerpo sin deseo, que no desea, un cuerpo vacío, un maniquí (Lissardi, 2013).

Es a través de la masificación del internet, que la pornografía:

Se reveló como el vehículo perfecto para un lote de reprimidas pasiones humanas como el

voyerismo, la orgía –así sea virtual- y la exhibición a la mirada del otro –o directamente la

exhibición pública- de la intimidad de la propia sexualidad (Lissardi, 2013, pág. 107).

Instaurando una nueva dinámica, en la que los individuos pueden ser a la vez productores

y reproductores del género mismo. De esta forma es que el “cuerpo pornográfico” ha plagado,

34

sin necesariamente tener en apariencia un argumento sustancial (además del comercial), todas las

áreas de nuestra sociedad, es por esto que se habla de una sociedad “pornografizada”. Con esto

se hace referencia a la enorme influencia que tiene este “cuerpo pornográfico” sobre nuestro

entorno, principalmente en el arte, la moda, la música, y por sobre todo, en la publicidad. Pero

este “cuerpo”, no queda tan solo en el ejemplo, sino que es un parámetro de acción para gran

parte de las personas. Es así como existen diferentes tipo de “cuerpos” a los que se quiere llegar,

los cuales sin embargo, traen consecuencias consigo. Por ejemplo, quien busca alcanzar el

“cuerpo atlético” puede terminar en el consumo de anabólicos, quien se concibe desde el “cuerpo

médico” puede acabar en la sobre medicación, quien busca el “cuerpo de la moda” podría

terminar en la anorexia, así como quien apunta al “cuerpo del rock” podría terminar en la

sobredosis. En este caso:

La adicción a la pornografía es en realidad la adicción al cuerpo pornográfico. Se desea

el cuerpo pornográfico, se está obsesionado por él. Pero, paradójicamente, el deseo del cuerpo

pornográfico no se mitiga cogiendo. La adicción a la pornografía termina en la frustración

sexual, el aislamiento, el consumo exacerbado de pornografía, la masturbación y el recurso a la

prostitución (Lissardi, 2013, pág. 110).

No obstante, la anterior descripción alude más que nada a la pornografía de masas, más

conocida como pornografía “mainstream”, la cual es la de más fácil acceso en internet. Se trata

de representaciones explícitas del coito humano que plagan no sólo la red con películas de sexo

explícito, sino que además - como se mencionó anteriormente -, ha sido extrapolada a otra serie

35

de representaciones que invaden nuestros hogares a través de los medios masivos de

comunicación.

La pornografía “mainstream”, se podría afirmar, se trata de pornografía dirigida y

producida por hombres, y a su vez, destinada a un público masculino. Es el tipo de pornografía

más conocida, la que por años ha llenado los sitios web, por ende la de más fácil acceso. Se trata

de un género que además de estar dirigido a un público masculino y utilizar la imagen femenina

a modo de objeto, impone formas y patrones, los cuales expresan de manera explícita una

histórica dominación del género masculino por sobre el femenino, en donde variables del tipo

cualitativas son desplazadas por números. Es decir, no hay cabida para elementos propios de las

relaciones humanas, ya que pone su foco en elementos cuantitativos, como por ejemplo en el

número de orgasmos, los tamaños, número de participantes de una escena, duración de la

erección, cantidad de esperma eyaculada, etc.

Este tipo de pornografía posee un fuerte discurso acerca de la sexualidad, que determina e

impone maneras específicas de concebir tanto las prácticas sexuales, como también los roles de

género, en donde a través de la imagen que proyecta, se presenta como una poderosa herramienta

para que quienes poseen el poder lo puedan ejercer, sobre todo si se analiza desde la óptica del

posmodernismo, en el cual existe una predominancia de la imagen por sobre otros estímulos.

Discurso que impone la heterosexualidad masculina de la sexualidad occidental, a través de la

supremacía de lo blanco, anglosajón, heterosexual y masculino (Ares & Pedraz, 2011).

36

Por otra parte, podemos apreciar como todo este material pornográfico se presta para que

sus consumidores se sirvan de éste a modo de plataforma privada y anónima, en la cual pueden

llevar a cabo fantasías sexuales que difícilmente podrían llevar a la práctica en sus relaciones

cotidianas. Es así, como las páginas web de la pornografía “de masas” presentan un índice

categorial respecto del contenido de los videos, cortos o películas. En éstos, se categoriza por

ejemplo, según las características raciales de las actrices principalmente (asiáticas, negras,

latinas, pelirrojas, etc.), según la violencia mostrada – desde escenas de sexo hard-core hasta

escenas de sadomasoquismo o violaciones -, según el número de participantes (tríos, orgías,

relaciones swinger, etc.), o según la fantasía misma que se quiera “simular” cumplir, con

categorías como: colegialas, adolescentes, ancianas, madres, gordas, incesto, secretarias,

enfermeras, etc. En conclusión, este discurso pornográfico dominante “cosifica los cuerpos

femeninos, patologiza determinadas corporeidades y constriñe las posibilidades de sentir deseo y

las prácticas sexuales realizables” (Ares & Pedraz, 2011, pág. 98).

Sin embargo, en estas últimas décadas, sobre todo desde comienzos del siglo XXI, han

surgidos voces disidentes respecto a la pornografía y a los efectos que esta ejerce en cuanto a las

pautas sociales de conducta. Han comenzado a surgir formas distintas de concebir el cuerpo, así

como también de comprender las relaciones sexuales más allá de la dicotomía hombre-mujer. Es

así como surgen dos corrientes pornográficas que buscan deslegitimar las formas de dominación

y las relaciones de poder instauradas, para de este modo hacer visibles otras formas de

experimentar y expresar distintas identidades y sexualidades, ajenas a lo que el discurso

hegemónico busca imponer. Estas corrientes son: la pornografía para mujeres y la post-

pornografía.

37

En la pornografía para mujeres, producida por mujeres, aparece inmediatamente la

imagen de Erika Lust, una de sus promotoras y una de sus más destacadas exponentes. Lust,

además de producir estas películas, publicó el libro Porno para Mujeres, en el cual señala en qué

consiste esta forma de hacer pornografía, así como también realiza un análisis de la pornografía

masculina dominante y el porqué de esta nueva corriente. A diferencia de otras posiciones

nacidas del feminismo, la pornografía para mujeres no invalida el género pornográfico como una

plataforma para ejercer su lucha en contra de las hegemonías dominantes, más bien, apunta a

revalidar la posición femenina dentro de ésta. La autora señala:

Queremos que el cine para adultas nos muestre mujeres reales y nos hable de su

sexualidad, y no queremos que nos retraten como objetos pasivos o víctimas, sino como sujetos

activos, dando placer y recibiéndolo. Queremos ver a otras mujeres disfrutando (Lust, 2008, pág.

40).

Desde esta visión, se busca romper las barreras impuestas en la concepción de las

corporeidades y sexualidades, en donde, señala Lust “tampoco queremos ver personajes

femeninos que pertenecen al imaginario colectivo masculino y a su mundo sexual ideal y

fantasioso” (Lust, 2008, pág. 42), optando por narrar historias de contenido sexual, pero que a

diferencia de la pornografía “mainstream”, no busca recrear tan mecánicamente el coito humano

de manera apresurada y sin una historia que contextualice lo que en la escena sucede, en la cual,

señala que se prefiere representar a mujeres empoderadas, con empleos realistas, en vez de las

clásicas colegialas, prostitutas, babysitters, etc. Este cambio de perspectiva en cuanto a la

38

producción pornográfica, puede ser apreciado en trabajos como “The Good Girl” (2004), “Cinco

historias para ellas” (2007), o “Barcelona Sex Project” (2008), los cuales han sido vastamente

premiados y galardonados en festivales de cine, cine porno, o precisamente de pornografía

feminista.

Por último, respecto a la idea de una pornografía feminista, y a las críticas que le han

apuntado, Lust argumenta diciendo: “yo, al igual que muchas otras feministas, considero que es

completamente posible y necesario que el feminismo impregne todas las áreas de la expresión

cultural y artística, y la pornografía es una de ellas” (Lust, 2008, pág. 46).

Otra reacción frente al discurso de poder desprendido de la pornografía “mainstream” es

el post-porno, que frente a la premisa de que la pornografía tradicional cosifica el cuerpo

femenino y se centra en la genitalidad, busca utilizar esta plataforma como espacio reivindicativo

para quienes no se ven representados en este discurso dominado por lo masculino y heterosexual.

En este sentido, la postpornografía se encuentra encabezada por distintos colectivos que buscan

reapropiarse de su imagen y su sexualidad (movimientos queer, transgénero, gay, feministas

prosexo, etc.).

Sin embargo, en España, las teorías feministas más tradicionales criticaban duramente a

la pornografía, mostrándose en contra de toda representación de ésta, ya que degrada la figura

femenina. De este modo, a través de aportes como el de Beatriz Preciado (2002) desde un

discurso feminista prosexo o postfeminista, se comprendería dicha degradación de la mujer como

algo que está presente y que debe ser asumido como tal (historia de un sistema patriarcal), pero

39

que además, más allá de toda imposición moralista, la plataforma pornográfica se presenta como

un espacio más para la reivindicación de las nuevas representaciones del cuerpo y la sexualidad

(Ares & Pedraz, 2011).

Con respecto a esto mismo, Jessica Benjamin (1997) en un intento por cuestionar la

visión de las teorías feministas respecto a la figura de la mujer en la pornografía, sitúa esta

problemática en el marco de un discurso normalizador respecto de la naturaleza que adoptan los

géneros masculino y femenino en las representaciones pornográficas.

La participación de las mujeres en la dominación sexual, si no se la explica como

resultado de la coerción significaría que la naturaleza femenina es tal como la describe la

pornografía: sumisa, violada. Y esta conclusión les crea por cierto problemas a las feministas. Si

los hombres son inevitablemente lo que son, ¿cómo podrían las mujeres no ser lo que son?

(Benjamin, 1997, pág. 198).

Dentro del género post-porno, surge como figura, productora y defensora, Ana María

Llopis, quien a través de su página web (www.mariallopis.com) y su blog

“GIRLSWHOLIKEPORNO”, expone a través de fotografías, videos y escritos la visión de

pornografía que plantea y defiende. En éstos, defiende la pornografía como un espacio más para

esta lucha reivindicativa, ya que según Llopis:

40

La pornografía es un reflejo de nuestra sociedad sexuada. Todas nuestras miserias se ven

reflejadas en ella. Vivimos en un mundo en el que la violencia contra la mujer es asumida como

parte de nuestro día a día. Esto es Occidente (Llopis, 2012, pág. 5).

Este movimiento nace como parte de la contracultura punk anticapitalista, el cual busca

en definitiva la apropiación de un género, el de la representación sexual explícita, que hasta

ahora ha sido dominada por la industria. De manera clara y directa agrega: “El feminismo adoptó

el lema punk de ‘hazlo tú mismo’. Decidió que si no te gusta el porno que ves, ábrete de piernas

y haz tu propio porno” (Llopis, 2012, pág. 4).

Este discurso, el de la postpornografía, comprende al género pornográfico como un

escenario más para esta lucha, que busca derribar los patrones dicotómicos y normativos respecto

a una relación hombre-mujer heterosexual, lo cual puede ser apreciado en cortometrajes como

“Love on the beach” (2003), “To rape Tim” (2008), o “RL (Real Life)” (2011). Movimiento que

apela a un conflicto más allá de lo pornográfico.

Hubo un tiempo en el que el feminismo se rebeló contra la pornografía. Se decía que

generaba violencia contra la mujer. Que era sexista y machista y que representaba a las mujeres

como objetos sexuales. Ojalá. Ojalá la culpa fuera del porno y erradicándolo acabáramos con una

sociedad sexista. Sería tan sencillo (Llopis, 2012, pág. 3).

Para la presente investigación, se ha optado por presentar este breve panorama general

respecto a las formas de pornografía surgidas en este contexto (posmoderno). En donde tanto la

41

pornografía para mujeres, como también la postpornografía surgen como respuestas o reacciones

frente a las representaciones pornográficas dominantes, en tanto mayormente expandidas, pero

también respecto a la dominación por sobre la figura femenina. Sin embargo, para el posterior

análisis del fenómeno se pondrá un mayor énfasis en la pornografía de masas o “mainstream”,

debido a la expansión y al alcance inmediato y global que ésta tiene, así como también debido a

la mayor injerencia en tanto generadora de una concepción determinada del cuerpo y la

sexualidad.

4.2. FANTASÍA EN PSICOANÁLISIS

Las fantasías siempre han formado parte del objeto de estudio del psicoanálisis, desde

Anna O. y su teatro privado, hasta el más profundo debate en torno a la función de las fantasías y

su relación tanto con la realidad como con el inconsciente. La acepción más aceptada con

respecto al término hace referencia a una escena que se presenta bajo distintas modalidades:

fantasías conscientes o sueños diurnos, fantasías inconscientes que descubre el análisis como

estructuras subyacentes a un contenido manifiesto, y fantasías originarias. Con respecto a las dos

primeras, ellas hacen visible de manera más o menos deformada por los procesos defensivos, la

realización de un deseo y en último término un deseo inconsciente, siendo la matriz de éstos la

fantasía originaria, la cual organiza la vida fantasiosa del individuo (Chemama, 2002)

(Laplanche & Pontalis, 2007).

42

Es necesario explicitar que este concepto en el psicoanálisis ha sido traducido del

concepto originario alemán Phantasie, el cual designa a la imaginación y sus contenidos, con él

es que Freud normalmente designaba a las ensoñaciones diurnas, vale decir la fantasía ligada a la

actividad consciente, sin embargo, lo que Freud más resaltaba era la estrecha relación entre los

niveles de la fantasía (consciente, subliminal e inconsciente) más que establecer sus distinciones

(Laplanche & Pontalis, 2007). La traducción utilizada en francés de Phantasie es Fantasme, la

cual designa una determinada formación imaginaria, por lo tanto tiene menos alcance que el

término alemán, pese a lo cual es el término utilizado por Lacan para designar las fantasías. Es

debido a esto, que en los textos traducidos del francés la palabra utilizada para traducir Fantasme

es fantasma. Esta distinción a la vez responde a una decisión teórica de Lacan de distinguir una

estructura fundamental de la subjetivación, es decir el fantasma fundamental, de esta manera es

que el término fantasma, corresponde así a la idea de fantasía inconsciente, pero aún más

perfilada, en tanto marco de la realidad misma del sujeto (Chemama, 2002). Por lo tanto, en el

presente estudio haremos uso del término fantasía en textos traducidos del alemán, vale decir

textos tanto de Freud directamente como textos que hagan referencia a su obra, esto con el fin de

esquematizar el contexto en el que surge el concepto de fantasma, que es el que utilizaremos

principalmente en esta investigación.

El término “fantasía” o “actividad fantaseadora” inevitablemente nos conduce a la

diferencia entre la fantasía y la realidad (en cuanto percepción), debido a lo cual si se sigue este

eje de pensamiento en la investigación psicoanalítica, tendríamos que definir a la fantasía como

un producto de la imaginación, la cual no sería susceptible a una acción correctora de lo real. En

determinados textos, Freud contrapone un mundo interior el cual tiende a la satisfacción por

43

ilusión, con el mundo exterior que impone progresivamente en el sujeto el principio de realidad.

Por ejemplo en “El Malestar en la Cultura”, Freud (1930) hace referencia a cómo el lactante de a

poco logra diferenciar entre lo proveniente tanto del interior como del exterior, segregando para

el mundo interno las fuentes de placer.

Es de esta forma, en que el mundo interno del sujeto de a poco se estructura en torno al

principio del placer, valiéndose de herramientas sustitutivas e incluso ilusorias para mantener

esta constante, siendo los sueños nocturnos y nuestra tendencia en vigilia a evitar las impresiones

penosas, restos del imperio de este principio y pruebas de su jurisdicción. Sin embargo,

paulatinamente el sujeto debe abandonar esta forma de encontrar el placer debido a que va

encontrándose con la ausencia de la satisfacción esperada, mudando así las mímicas del lactante

provenientes de su displacer interior en acción dirigida al exterior, introduciendo así un nuevo

principio en la actividad psíquica, ya no se representó lo que era agradable, sino lo real, aunque

fuese desagradable (Freud, 1911). En otras palabras, de a poco en el sujeto se instaura el

principio de realidad.

Pese a lo inevitable que resulta para él continuar viviendo en esta búsqueda incesante de

placer, llegado el momento debe escoger el camino que le otorgue mayores ventajas en lugar de

ceder en el que oponga la menor resistencia. No obstante lo anterior, existe una clase de

pensamiento que continúa escindida del examen de realidad, continuando apegada al principio

del placer. Esta clase de pensamiento es la actividad fantaseadora, la cual comienza con los

juegos en los niños y continúa en la vida adulta como las ensoñaciones diurnas, abandonando el

44

apuntalamiento en objetos reales, en ese sentido, el mundo de las fantasías es como las “reservas

naturales” que crean las naciones para perpetuar en ellas el estado natural (Laplanche & Pontalis,

2006). Por otro lado, si bien las pulsiones yóicas son las que inevitablemente deben asumir este

relevo, las pulsiones sexuales lo realizan de manera muy característica, en primer lugar de forma

autoerótica, encontrando satisfacción en el propio cuerpo y sustrayéndose así de la frustración.

Posteriormente viene el periodo de latencia propio del periodo previo a la pubertad, siendo estos

dos factores los que facilitan el que la pulsión sexual permanezca más tiempo supeditada al

principio del placer, en palabras de Freud, incluso en algunas personas este jamás puede

sustraerse.

A raíz de estas constelaciones, se establece un vínculo más estrecho entre la pulsión

sexual y la fantasía, por una parte, y las pulsiones yóicas y las actividades de la conciencia, por la

otra (…) La eficacia continuada del auto-erotismo hace posible que se mantenga por tan largo

tiempo en el objeto sexual la satisfacción momentánea y fantaseada, más fácil, en lugar de la

satisfacción real, pero que exige esfuerzo y aplazamiento (Freud, 1911, pág. 227).

¿Qué consecuencias tiene para el sujeto que una parte de su funcionamiento psíquico no

esté ligada al principio de realidad? ¿Cómo se explica de esta forma la importancia de la

actividad fantaseadora en su relación con los fenómenos neuróticos? ¿Es acaso el objeto del

psicoanálisis puro imaginario? Con el fin de resolver estas dudas es que Freud introduce el

término “realidad psíquica” en las últimas líneas de La interpretación de los sueños (1900),

señalando que esta realidad es tan válida como la del mundo material, ya que si bien no se puede

establecer que todos los pensamientos, especialmente los transicionales y los de relación tienen

45

un asidero en la realidad, “cuando nos encontramos frente a los deseos inconscientes en su

expresión última y más verdadera, nos vemos forzados a admitir que la realidad psíquica es una

forma particular de existencia que no puede ser confundida con la realidad material” (Laplanche

& Pontalis, 2006, pág. 24). Es este mismo concepto el que permite abandonar la teoría de la

seducción por parte del adulto, la cual era el prototipo del trauma psíquico, cumpliendo ahora la

función de producto y fachada de la sexualidad infantil, siendo el hito de esto la carta escrita a

Fliess en 1897 en que escribe “Debo confiarte ya mismo el gran secreto que fue revelado poco a

poco en el curso de los últimos meses. He dejado de creer en mi neurótica…”.

Así comprendí que los síntomas histéricos derivan de fantasías, no de episodios reales.

Sólo más tarde pude discernir en esta fantasía de la seducción por el padre la expresión del

complejo de Edipo (Freud, 1932, pág. 112).

De esta forma es en que se pone en perspectiva la cualidad de las fantasías como puro

imaginario, con incapacidad de surtir efectos en el mundo material, entonces, la fantasía pasa a

ser también un resultado del análisis, un contenido que permanece latente, oculto detrás del

síntoma a la espera de ser sacado a la luz, siendo el síntoma la escenificación de las fantasías. De

ahí en adelante, la reflexión de Freud deriva en intentar explicar la estabilidad y el carácter

relativamente organizado de la vida fantasiosa del sujeto, destacando modalidades típicas de

fantaseo, como la novela familiar y el coito entre los padres.

46

Freud se resiste a la dicotomía entre considerar a las fantasías como el derivado

deformado de acontecimientos reales y por otro lado considerar a las fantasías sin una realidad

propia, solo como una entidad imaginaria destinada a enmascarar la realidad de las pulsiones

(Laplanche & Pontalis, 2007, pág. 139).

Siendo estas fantasías típicas lo que llevan a Freud a postular la existencia de esquemas

inconscientes que se transmiten de generación en generación, un patrimonio transmitido

filogenéticamente, las que designa como Urphantasien o “fantasías originarias”.

Este vendría a ser el plano general de lo que Freud entiende por fantasía en su obra,

generalmente utilizó el término fantasía para designar a las ensoñaciones diurnas, vale decir, a la

actividad fantaseadora consciente la cual está ligada al principio del placer. Un análisis más

detallado de estas, cuya contribución está dada principalmente por la interpretación de los sueños

de sus pacientes, lo lleva a elaborar el concepto de realidad psíquica, el cual sienta las bases para

abandonar la teoría de la seducción hacia el niño por parte de un adulto, considerando esto como

parte del complejo de Edipo. Posteriormente, Freud en su análisis tanto de las fantasías como de

los sueños, no puede dejar pasar la sorprendente similitud de estas entre sus pacientes, debido a

lo cual postula la existencia de las fantasías originarias (o primitivas como postulan algunos

autores), las cuales son problemáticas transmitidas de generación en generación. Se considera

necesario dar una mayor profundidad a algunas de estas aristas de lo referido a la actividad

fantaseadora, remitiéndonos a ciertos textos de Freud en que se analizó cada una de ellas. Se

47

comenzará con lo referido a la relación entre el juego del niño, la creación poética y la

ensoñación diurna, la cual es descrita en el texto “El creador literario y el fantaseo” (1908).

Como se mencionó anteriormente, si se quiere buscar los orígenes de la actividad

fantaseadora, es preciso buscar en la infancia y la importancia que tiene el juego para los niños,

ya que los niños en el juego crean un mundo propio, o mejor dicho insertan (proyectan) las cosas

de su mundo en un nuevo orden que les agrada, tomando muy en serio este nuevo mundo creado

por él. Esto ha sido muy importante para la terapia con niños, como lo sabemos por autoras como

Melanie Klein o Anna Freud que continuaron estas líneas investigativas con fines terapéuticos.

Lo opuesto a jugar no es estar serio, sino la “realidad efectiva”, solo este apuntalamiento que

realiza el niño desde su interior a objetos del exterior (proyección) es lo que diferencia el juego

de la fantasía.

En el adulto, lo que se puede evidenciar de la importancia que tuvo alguna vez el juego,

es la elevada ganancia de placer que le procura el humor, lo que es analizado por Freud en el

texto “El chiste y su relación con el inconsciente” (1905). Pese a que a primera vista se puede

tomar literalmente lo que se mencionó con anterioridad en lo referido a cómo el adulto abandona

el placer del juego por lo duro de la realidad, se podría afirmar que más bien el adulto nunca

pierde completamente esa ganancia de placer otorgada por la fantasía, en realidad no podemos

renunciar a nada, sólo permutamos una cosa por otra, lo que parece una penosa renuncia es en

realidad una sustitución. “Así, el adulto, cuando cesa de jugar, sólo resigna el apuntalamiento en

objetos reales; en vez de jugar, ahora fantasea. Construye castillos en el aire, crea lo que se llama

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sueños diurnos” (Freud, 1908, pág. 128). Otra gran diferencia, es que el niño, si bien no juega

para los adultos, no le preocupa que ellos vean su juego, en este caso su fantasía, en cambio, el

adulto sí se avergüenza de su actividad fantaseadora, por lo que se puede decir que mientras que

el niño “juega a ser adulto”, el adulto se avergüenza de sus fantasías por considerarlas infantiles

y no permitidas.

Un ejemplo característico de la obra de Freud en que es analizado el juego de un niño en

su relación con la fantasía y cómo a través de ésta es que se realiza el cumplimiento de un deseo,

lo podemos encontrar en su obra “Más allá del principio del placer” (1920). Aquí Freud describe

el juego de un niño con el que convivió un par de semanas, este juego al principio le pareció muy

enigmático, pero de a poco le reveló su sentido. El niño tenía el hábito de arrojar lejos de sí sus

juguetes y al hacerlo profería la expresión <<o-o-o-o>>, lo que según la madre significaba fort

(se fue), el niño jugaba a que sus juguetes se iban. Un día el niño tenía un carretel, con el que

jugaba a arrojarlo dentro de su cuna sosteniendo el cordel, profiriendo el sonido característico

cuando el carretel desaparecía, luego tiraba del cordel y cuando el carretel aparecía lo saludaba

diciendo <<Da>> (acá está), siendo éste el juego completo del niño. La interpretación que le da

Freud a este juego es que el niño escenificaba la partida de la madre (cuando ella iba a trabajar),

y su renuncia de admitir sin protestas esto. Lo interesante del juego de este niño es que en él

revive una y otra vez esta experiencia que le resulta penosa. Lo que sucede aquí es que el niño

vivió esta experiencia de forma pasiva, en cambio, al repetir la situación se pone en un rol activo

aunque esta acción fuese displacentera. En definitiva, en su fantasía puede ser él quien controla

la situación y apuntala su poder fantaseado en el carretel y la acción de arrojarlo lejos para

hacerlo volver.

49

Con respecto a las características de las fantasías, cada una de ellas es un cumplimiento

de deseo, una forma de rectificar la insatisfactoria realidad, donde son dos las orientaciones más

típicas, por un lado los deseos ambiciosos que sirven para la exaltación de la personalidad o los

deseos eróticos. Otra característica importante de las fantasías es su relación con la temporalidad,

Freud reconoce tres tiempos en la fantasía.

El trabajo anímico se anuda a una impresión actual, a una ocasión del presente que fue

capaz de despertar los grandes deseos de la persona; desde ahí se remonta al recuerdo de una

vivencia anterior, infantil las más de las veces, en que aquel deseo se cumplía, y entonces crea

una situación referida al futuro, que se figura como el cumplimiento de ese deseo, justamente el

sueño diurno o la fantasía, en que van impresas las huellas de su origen en la ocasión y en el

recuerdo (Freud, 1908, pág. 130).

Es así, como presente, pasado y futuro son los tres aspectos de la fantasía que son

entrelazados por el deseo. A la vez no se puede dejar de lado la estrecha relación que esta tiene

con el sueño nocturno, ya que por la noche también se nos revelan deseos de los cuales no

queremos saber en vigilia y de los cuales nos avergonzamos, por lo mismo estos deseos son

reprimidos y empujados al inconsciente. ¿Cuál vendría a ser entonces la relación entre la

creación poética y la actividad fantaseadora? A esta pregunta Freud responde que para crear, el

poeta, desde una vivencia actual, despierta en él una vivencia anterior, desde la cual arranca el

deseo para poder cumplirlo en la creación poética. El valor de esta acción, lo que la vendría a

convertir en una realización artística con una amplia recepción del público que vendríamos a ser

50

nosotros los legos, está dada por que el poeta al explicitar sus fantasías logra superar el escándalo

que supondría esta acción. Esto mediante dos acciones, en primer lugar una estética, que

embellecería su creación mediante la función poética en lingüística, y la otra acción, es la

llamada por Freud la ganancia de placer previo, donde el goce genuino de la obra poética

proviene de la liberación de tensiones en nuestro mundo interior, donde el poeta nos habilita de

gozar en lo sucesivo sin remordimiento ni vergüenza de nuestras propias fantasías (Freud, 1908).

Otro de los aspectos de la fantasía acerca del cual se hace necesario ahondar, es la

relación que tiene esta con la sexualidad. Esto es visto con mayor profundidad en el texto de

Freud “Las fantasías histéricas y su relación con la bisexualidad” (1908). Aquí hace la diferencia

entre las fantasías conscientes e inconscientes, siendo las últimas susceptibles de volverse

también patógenas, vale decir, de encontrar una vía de expresión a través de síntomas y ataques.

Estas fantasías inconscientes pueden haberlo sido desde siempre, haberse formado en el

inconsciente, o como ocurre más comúnmente, fueron alguna vez conscientes, es decir sueños

diurnos, pero fueron relegadas al inconsciente debido al mecanismo de la represión. Es esta

misma fantasía inconsciente la que alguna vez le sirvió al sujeto para su satisfacción sexual en un

periodo de satisfacción autoerótica. En ese sentido, “el acto masturbatorio (en el sentido más

lato; onanista) se componía en esa época de dos fragmentos: la convocación de la fantasía y la

operación activa de autosatisfacción en la cima de ella” (Freud, 1908, pág. 142). Cuando la

persona abandona esta forma autoerótica de encontrar la satisfacción, estas fantasías que antes

fueron conscientes devienen inconscientes, aquí Freud puntualiza que de no ser así, vale decir, si

la persona no logra alcanzar otras forma de encontrar la satisfacción sexual que no sea la

autoerótica, sublimando su libido, sienta las condiciones para que la fantasía inconsciente

51

devenga en un síntoma patológico, es por esto que en los ataques histéricos la fantasía busca

restablecer la satisfacción sexual, o más bien aproximarse a ella. De ahí la importancia de

dirigirse a las fantasías de las pacientes histéricas en vez de a sus síntomas.

Freud relaciona estas fantasías inconscientes en la histeria a lo que los perversos llevan a

cabo con plena consciencia. Sin embargo este nexo entre las fantasías y los síntomas no es

simple, sino algo múltiple y complejo, probablemente a consecuencia de las dificultades con que

tropieza el afán de las fantasías inconscientes por procurarse una expresión (Freud, 1908). Al

igual de lo que sucede en los tres tiempos de la fantasía descritos anteriormente, la relación entre

la fantasía y el síntoma está enlazada por el deseo, esto debido a que también el síntoma es una

forma de cumplir un deseo, sin embargo de dos deseos opuestos. Por un lado, uno que desea

expresar un componente sexual y otro que se esfuerza por sofocarlo, esto es analogado por Freud

a una fantasía de carácter masculino y otra de carácter femenino, este vendría a ser el carácter

bisexual del síntoma.

Un proceso por entero análogo en este mismo campo es el que sobreviene cuando el

masturbador, en sus fantasías conscientes, intenta compenetrarse empáticamente tanto con el

varón como con la mujer de la situación representada; también en este caso hallamos

correspondientes en ciertos ataques histéricos en que la enferma juega al mismo tiempo los dos

papeles de la fantasía sexual que está en la base (Freud, 1908, pág. 146).

52

Una de las fantasías que es analizada con mucha profundidad por Freud, tanto en sus

expresiones conscientes como inconscientes, es la de paliza, vale decir azotar o ser azotado por

alguien. Esta fantasía es analizada en el texto “Pegan a un niño” (Ein Kind wird geschlagen) de

1919, en éste describe que esta es una fantasía muy frecuente entre sus pacientes. Para escribir

este artículo en particular, se basa en la experiencia de pacientes hombres como de mujeres, sin

embargo profundiza mucho más en lo que sucede con sus pacientes mujeres, para así llegar a

dilucidar una suerte de constante en el origen de esta fantasía. Describe que sus pacientes dicen

tener la fantasía consciente de que “pegan a un niño” sin esclarecer quien es el niño azotado, si

es el mismo u otro, ni quien pega a ese niño.

En primer lugar, esta fantasía “pegan a un niño” está referida a que pegan a niños que la

paciente odia, alguien les pega por celos, puede ser un hermanito que nació, o compañeros del

colegio, originalmente quien pega en la fantasía es el padre de las niñas, en ese sentido “el padre

pega al niño que yo odio”. Luego, la fantasía se transmuda y el objeto pasa a ser la propia niña,

quien es azotada por el padre, “el padre me azota”. Esta fantasía está teñida de placer, lo que le

da un indudable carácter masoquista, esta es la fase más importante según Freud, ya que por un

lado es un hecho que nunca ha pasado realmente, ni tampoco es consciente, sino una

reconstrucción del análisis. “La fantasía es ahora la portadora de una excitación intensa,

inequívocamente sexual, y como tal procura la satisfacción onanista” (Freud, 1919, pág. 183).

Cabe destacar, que en este texto se puntualiza que es muy probable que la niña pequeña esté

fijada con ternura al padre, quien ha hecho todo por ganar su amor, lo que genera en la niña una

actitud de odio hacia la madre y a la vez una dependencia tierna, vale decir que esta fantasía es

una clara expresión del complejo de Edipo en la niña.

53

Este ser-azotado es ahora una conjunción de conciencia de culpa y erotismo; no es sólo el

castigo por la referencia genital prohibida, sino también su sustituto regresivo, y a partir de esta

última fuente recibe la excitación libidinosa que desde ese momento se le adherirá y hallará

descarga en actos onanistas. Ahora bien, sólo esta es la esencia del masoquismo (Freud, 1919,

pág. 186).

Luego viene una tercera fase, en que por represión de la segunda se vuelve a la primera.

Es decir, le pegan a un niño externo, a otro, sólo que esta vez la acción está cargada de erotismo,

y ya no solo es el padre quien golpea, sino también un sustituto como un maestro. Esta fase es

consciente en las pacientes de Freud, quien describe que en ellas existe una complicada red de

sueños diurnos para encubrirla. Posteriormente describe cómo sucede esto en el caso de los

niños, indicando dos etapas en que el niño primero es azotado por el padre, y luego por la madre,

“soy azotado por el padre, amado por el padre” luego “soy azotado por la madre, amado por la

madre”. Esto está en estrecha relación con la disposición pasiva y homosexual en los hombres,

en donde al parecer esto queda desplazado al inconsciente y para no desviarse de la sexualidad

plena es que lo pasivo queda reprimido, esto no queda del todo claro por falta de material (según

palabras de Freud). La importancia de estas fantasías originarias es que son una clara

manifestación del complejo de Edipo, y por otro lado, asientan las bases para comprender el

origen tanto de la neurosis como de la perversión, en cuanto un sujeto pueda quedar prendado a

alguna de las fases de este proceso.

54

Si es en general posible derivar del complejo de Edipo las perversiones, nuestra

apreciación de aquel recibe nuevo refuerzo. En verdad, creemos que el complejo de Edipo es el

genuino núcleo de la neurosis, y la sexualidad infantil, que culmina en él, es la condición

efectiva de la neurosis; lo que resta de él como secuela constituye la predisposición del adulto a

contraer más tarde una neurosis, entonces, la fantasía de paliza y otras fijaciones perversas

análogas solo serían unos precipitados del complejo de Edipo (Freud, 1919, pág. 190).

Es así como podemos evidenciar, a través de los textos anteriormente presentados, cómo

es que la fantasía adviene como uno de los principales objetos de estudio del psicoanálisis, en

tanto íntimamente relacionado tanto con la sexualidad como con el inconsciente, siendo parte

tanto de lo más sutil del sujeto como podrían ser las fantasías diurnas, como de lo más complejo

y sepultado, como son las fantasías inconscientes. Tal como se mencionó en diferentes contextos,

el aspecto que engarza cada elemento de la actividad fantaseadora es el deseo, como puede ser en

un momento el deseo incestuoso, o el deseo de volver al estado de universalidad alguna vez

experimentado. Cada uno de estos deseos, atravesados tanto por mociones placenteras como

displacenteras, en fin, lo principal de estas características de la fantasía analizadas por Freud es

cómo cada una de ellas está estrechamente relacionada con la otra en lo que respecta al

cumplimiento de un deseo. El sujeto apuntará hacia este fin incluso sorteando las barreras tanto

de la sociedad como de la realidad, siendo ésta la función principal de la fantasía. Si bien en el

sujeto existe una clara separación del principio del placer, la sociedad ya no le permite continuar

ligado a este principio, debido a lo cual debe abandonar de a poco todas las formas en que

encontró placer en la infancia. Existe algo que queda de este principio, que nos hace volver a

entrar en su mecanismo, en ese sentido podemos decir que el sujeto queda a mitad de camino en

55

la separación entre el principio del placer y el principio de la realidad, lo que es puesto en escena

en nuestra insistente necesidad de cumplir nuestros deseos. En definitiva, somos sujetos en la

medida que estamos sujetos a esta necesidad, de lo cual la fantasía es el garante.

4.3. FANTASMA EN PSICOANÁLISIS

Para poder desarrollar el concepto de fantasma en Lacan, debemos tener en cuenta en

primer lugar, algunas puntualizaciones previas que nos guiarán a una comprensión global del

fenómeno y así, situar el concepto en relación al contexto de la obra lacaniana. El fantasma por

lo general es relacionado con sus alcances clínicos, en la medida en que es una manifestación

que se presenta en el análisis por parte de los analizantes, una manifestación inconsciente

diferente a las que se expresan comúnmente en los síntomas.

Siguiendo a Miller (1983) en su seminario “Dos dimensiones clínicas: Síntoma y

Fantasma”, se señala la notoria necesidad del analizante de elaborar contenidos respecto del

síntoma, esto principalmente se debe a que éste representa el punto de partida del proceso

analítico. Durante el análisis el paciente hace referencia a su síntoma para lamentarse de él, sin

hacer mención del fantasma, ya que es a través de éste obtiene placer, además de ser una

incógnita para él. Esto, puede ser relacionado con lo expuesto anteriormente por Freud, cuando

menciona que el paciente prefiere hablar de sus culpas que de sus fantasías, y como el niño no

tiene resguardos al exponer al otro sus fantasías, lo que puede verse claramente en el texto

56

“Pegan a un niño” donde Freud en un comienzo explicita que esta fantasía es expuesta de manera

muy tardía en el análisis.

El fantasma viene a ser una parte del sujeto muy escondida y preciada, que a la vez

difiere con el resto del contenido de una neurosis, incluso en contradicción con los principios

morales del analizante. Otra característica en la oposición entre síntoma y fantasma, dice relación

con la divulgación y el abordaje teórico que éstas han tenido. El síntoma y todas las

manifestaciones inconscientes relacionadas, tales como el chiste, los lapsus y los actos fallidos,

han sido abordados vastamente por la literatura especializada, en donde el síntoma incluso ha

llegado a establecerse como el eje central de algunas teorías clínicas. Estas formaciones que por

lo general se caracterizan por su dinamismo (lo que nos revela sujetos con síntomas singulares,

que a su vez dan paso a singularidades en el funcionamiento de estas manifestaciones), dan lugar

a la conformación de sistemas interpretativos estables (como la interpretación de los sueños). En

definitiva, frente a este dinamismo de las formaciones del inconsciente, existe una monotonía del

fantasma, siendo muy escasa la bibliografía con respecto al tema (si la comparamos con la

referida al síntoma). Los textos paradigmáticos con respecto a este mecanismo son “Pegan a un

niño” de Freud y “Kant con Sade” de Lacan.

Finalmente, esta monotonía del fantasma, esta parte que se reconoce como un resto, como

algo diferente casi sin importancia, es en definitiva la matriz del todo el comportamiento del

sujeto, como las gafas a través de las cuales puede darle un sentido a su experiencia con la

realidad, y su relevancia radica no en la forma en que éste se manifiesta, sino que más bien en

57

que es lo que viene a cubrir su mera existencia, características en las que profundizaremos a

continuación.

El sujeto y su relación con el Otro

Antes de abordar directamente el concepto de fantasma en Lacan, cabe aclarar la

concepción de sujeto que se tendrá en el presente estudio. Esto, debido a que es el sujeto quien

elabora, encubre y se relaciona con el Otro por medio de su fantasma, y si bien ya se han dado

algunas luces de lo que se entiende por sujeto en la teoría psicoanalítica, se considera necesario

aclarar la comprensión lacaniana de éste. ¿Por qué sujeto y no individuo? Esto, por la imperiosa

necesidad de poder diferenciarlo con este individuo biológico con un cuerpo y un nombre

determinado, así como del yo freudiano (moi) y del yo gramatical (je), en donde el sujeto estaría

más bien determinado por el inconsciente, en ese sentido el “sujeto del insconsciente”

introducido por Lacan.

Este sujeto está estrechamente ligado tanto con el deseo como con la falta en el Otro,

incluso en los primeros momentos de su vida, el niño, quien en ese período es un “asujeto” por el

hecho de que está en una estrecha relación fusional con su madre, esta alienado a su deseo,

quedando dicha relación mediada por la falta.

58

En efecto, el presentimiento de lo que falta a la madre se puede colmar imaginariamente

con el objeto de deseo que no tiene. Por esa razón, de modo igualmente imaginario, el niño se

identificará de buena gana con el objeto de lo que falta en el Otro (Dor, 1994, pág. 18).

El momento decisivo en esta primera triangulación entre la madre, el niño y el falo

(objeto imaginario que se supone que colma la falta en el Otro) es la intrusión de la figura

paterna, ya sea físicamente como en el discurso de la madre. Ahora que el niño no es todo para la

madre y ya no puede ser el objeto que colme su falta, el padre aparece para el niño como la

figura de un falo rival, lo que lo mueve a un registro diferente. En este nuevo escenario, el niño

debe renunciar a la identificación de ser ese objeto que colma el deseo, para llegar a comprender

que ese objeto se puede tener, o también quitar (o perder), quedando así expuesto a la castración.

Esta renuncia a ser el objeto que obture la falta en la madre, a razón de la intrusión de la ley

paterna (y con ello el orden simbólico), es lo que da por resultado un sujeto escindido, dividido e

incompleto ($), lo cual supone un sujeto que carece de un objeto de deseo fijo, es decir, el paso

de lo instintivo a lo pulsional otorgado por el advenimiento del significante paterno, instaurador

de las normas y prohibiciones culturales básicas, quedando en el inconsciente aquellas

reminiscencias del primer objeto de deseo.

Otro hecho importante de este cambio es que el niño deja de estar supeditado al deseo de

la madre. “Al dejar de estar sujeto al deseo de la madre, abandona su posición inicial de asujeto

en aras de la posición de sujeto deseante que comienza a esbozarse” (Dor, 1994, pág. 23). Si bien

ahora podríamos pensar que el niño está libre de ser quien ocupe el lugar de este objeto que le

59

falta a la madre en pos de su propio deseo, la madre en este proceso viene a ser la primera

representante del Otro, lo cual tiene como consecuencia el hecho de que si bien el niño deja de

estar sujeto al deseo de la madre, no deja de estarlo del deseo de Otro. Acerca de esta relación se

profundizará a continuación partiendo de la llamada “vuelta a Freud” realizada por Lacan.

Tomando en cuenta lo señalado en el apartado anterior respecto del juego Fort-Da, se

puede apreciar en esta observación freudiana como el niño juega, simula y repite, de manera

metafórica, la ausencia de su madre, en donde éste asume un papel activo respecto de esta

desaparición. El niño repite insistentemente la parte del juego relativa a la desaparición de su

madre, a su marcha, en donde el juego es articulado como una respuesta frente a esta ausencia

real por parte del niño. Juego inventado por este niño, que como señala Kait (1996), no debe ser

mirado en menos, ya que no es lo mismo que el niño responda a esta desaparición con llantos o

berrinches, a que responda creando un juego alusivo a una actividad simbólica “absolutamente

reglada por el principio del placer y que abre camino a la sublimación” (Kait, 1996, pág. 60). En

ese sentido, el berrinche por parte del niño nos indicaría una incapacidad de actuar frente a la

desaparición de su madre.

Respecto a la importancia de esta incursión en la actividad simbólica por parte del niño,

Lacan (1956) señala que en un primer momento la madre aún no está constituida como un objeto

total, y que es a raíz de este juego, el Fort-Da, que la madre puede ser concebida como una

totalidad. Esto, a raíz de la simbolización de la oposición ausencia-presencia por parte de la

madre, lo que permite que sea concebida como una totalidad, la cual puede estar tanto ausente

60

como presente a partir de un estado de ausencia de fondo. Es así como el objeto materno es

llamado, requerido cuando está ausente, para posteriormente ser rechazado cuando éste se

presenta. En relación a esto, Lacan evidencia las consecuencias de que se introduzca este par

opuesto en la relación del niño con su madre (ausencia-presencia). Puntualizando, que esta

oposición supone el origen mismo del mundo simbólico, y aún más, viene a representar la

condición básica del orden simbólico, condición de la falta. “En efecto, todo lo que se puede

transmitir en el intercambio simbólico es siempre algo que es tanto ausencia como presencia”

(Lacan, 1957, pág. 55).

De aquí en más, señala Kait (1996), la relación del niño con un objeto real, la madre,

llevará las marcas que permitirían conjugar esta relación real con una simbólica. Es justamente

esta estructura simbólica, la que instaura el carácter presente-ausente al objeto, lo que hará que

este objeto devenga en real, es deicr, que la madre devenga en real ¿En qué sentido? En el

sentido en que de ella se desprenden elementos que vendrían a introducir la constitución de toda

la realidad para el niño. Esto, en la medida que es desde ella que dependerá el acceso a los

objetos por parte del niño, así como también la privación de éstos, en fin, objetos que también

son introducidos en la dialéctica ausencia-presencia. Esta figura omnipotente, la de la madre, al

tener poder respecto de dar o de privar al niño de estos objetos, éstos pasan a ser objetos de don.

Por lo tanto “la madre de ser simbólica -el Otro primordial- pasa a ser parte de la realidad y el

objeto que era real por ejemplo el objeto de la necesidad- pasa a ser objeto simbólico, objeto de

don” (Kait, 1996, pág. 61).

61

En función de esto último, diremos entonces, que esta omnipotencia de la madre en tanto

Otro, es decir, ya no parte de este niño, nos vislumbra un punto esencial en este juego relativo a

la omnipotencia de esta figura, punto relativo a la carencia, a la falta. En otras palabras, la caída

del Otro, lo que pone en juego la falta en el Otro. “Otro (Autre) que no es un semejante y que J.

Lacan escribe con una A mayúscula, una ‘gran A’, para distinguirlo del compañero imaginario,

del pequeño otro (autre)” (Chemama, 2002, pág. 309).

Entonces, la madre, este primer Otro, omnipotente, introduce en el niño las primeras

marcas y direcciones respecto a la articulación significante. Esto, en la medida en que el pequeño

se dirige a este Otro desde la necesidad, lo cual es articulado a modo de un llamado a la espera

de una respuesta que satisfaga sus necesidades. Es decir, para el niño todo lo enunciable proviene

de este lugar, por ende él también se constituye como sujeto en el lenguaje a partir de esta

“fuente de significantes”. En donde “esta A, en un sentido que puede identificarse al lugar del

Otro, es el lugar donde se produce todo lo que puede enunciarse, es decir, lo que constituye el

tesoro del significante” (Lacan, 1966, pág. 9). Es en el Otro entonces, a partir de los significantes

introducidos por éste, que el sujeto buscará las directrices para su propia conformación, así como

también buscará situarse, formar parte de manera simbólica en este Otro, portador de la total

gama de significantes.

Si la referencia a una instancia Otra se hace en el interior de la palabra, el Otro, en el

límite, se confunde con el orden del lenguaje. Es dentro del lenguaje donde se distinguen los

sexos y las generaciones, y codifican las relaciones de parentesco. Es en el Otro del lenguaje

62

donde el sujeto va a buscar situarse, en una búsqueda siempre a reiniciar, puesto que ningún

significante basta para definirlo (Chemama, 2002, pág. 309).

Sin embargo, frente a la demanda de amor dirigida a este Otro, ésta no podrá ser siempre

satisfecha [S(A/)]. Otro, que se ve afectado por la falta, falta de carácter simbólica, es decir, que

se trata de un sujeto marcado por la castración. En donde, al no poder satisfacer la demanda, este

Otro queda en falta, en tanto falta en el plano de los significantes, lo cual vendría a vehiculizar el

deseo del Otro. Falta que tiene como resultado la aparición del objeto a, en tanto condición

absoluta del deseo. “El objeto a es lo heterogéneo en tanto exceso engendrado por el sistema

formal de los significantes. Es una producción que aparece como un exceso muy diferente del

elemento significante que, en tanto borde, da consistencia al conjunto” (Nasio, 1992, pág. 118).

Aquí, podemos apreciar como Lacan, sirviéndose de los círculos de Euler para su

explicación, señala como surge el objeto a, en la medida en que se trata de un objeto compartido

entre el sujeto y el Otro, pero que sin embargo se desprenderá como un objeto que no ha de

pertenecer finalmente a ninguna de las dos partes, más aún (y es por eso la denominación que

tiene), escapa de la lógica del sistema de significantes. En ese sentido, es importante aclarar una

confusión que se genera frecuentemente en el psicoanálisis, entre lo que se pide, que vendría a

ser la demanda, tanto de parte del niño como de sus padres, y el deseo que está detrás de esa

demanda. Resumidamente, se podría puntualizar que la necesidad de ser alimentado es lo que

63

surge del interior del organismo como una necesidad biológica, y que la demanda, es el punto en

el cual esta necesidad es puesta en palabras. Con respecto al deseo, Rabinovich señala:

Esto es muy claro en los adultos, los analizantes pueden relatar perfectamente qué se les

pidió, a veces incluso qué se les pidió a medias. Pero nunca pueden relatar cómo se los deseó o

qué se deseó de ellos, lo dicen sin decir, es lo articulado no articulable (Rabinovich, 1996, pág.

34).

Otro concepto importante para poder comenzar a tener una comprensión más acabada del

fantasma es el goce. Siguiendo a Nasio (1992), podemos establecer que para Lacan existen tres

tipos de goce: el goce fálico, el plus de goce y el goce Otro. El goce fálico hace referencia a la

energía que es disipada al momento de la descarga parcial, la cual tiene un alivio relativo, en

donde lo importante es que el falo actúa como la esclusa que regula la parte del goce que sale

(descarga) y la que se queda en el interior (mediante el mecanismo de la represión). El plus de

goce a su vez, está referido al goce que se queda al interior del sistema psíquico, al cual el falo

impide la salida, este goce permanece anclado a las zonas erógenas y las mantiene en un estado

de permanente erogeneidad. El goce Otro, es ese estado hipotético en que ocurre la descarga

absoluta, es el goce que el sujeto supone al Otro, el cual puede ser encarnado en diferentes

figuras; la muerte para el obsesivo, la locura para la histeria, el incesto para un niño. El fin de

este goce es alimentar el deseo. La importancia del goce Otro es que es en este punto en el cual

la teoría psicoanalítica encuentra su límite, debido a la imposibilidad de este goce absoluto que

es supuesto al Otro (ya sea la madre, Dios, o el propio sujeto). Esta imposibilidad, este límite,

64

está dado debido a que “el ser humano encuentra necesariamente, todo tipo de obstáculos

representados por el lenguaje, los significantes y en particular el falo; limites todos que

interrumpen la curva ideal hacia la plena realización del deseo, es decir, hacia al goce” (Nasio,

1992, pág. 37). Siendo fundamental para esto la presencia del fantasma, ya que como veremos, el

sujeto va a encontrar todo tipo de recursos para no enfrentarse a este goce desbordante.

Al satisfacerse de modo limitado y parcial con síntomas y fantasmas, uno se asegura de

no encontrar jamás el pleno goce máximo. En suma, para no alcanzar el goce del Otro, sin

embargo soñado, lo mejor es no cesar de desear y contentarse con sustitutos y pantallas, con

síntomas y con fantasmas (Nasio, 1992, pág. 45).

A su vez el objeto a, señala Nasio (1992), se trata de un agujero, en tanto no es

aprehensible en la cadena de significantes, no obstante, este agujero sería la fuente de la fuerza

que otorga la movilidad a los significantes. Además señala, que esta fuerza que anima la

movilidad de los significantes se denomina plus-de-goce, lo cual alude a un excedente respecto

del goce más primitivo, el que queda anclado a ciertas zonas erógenas del cuerpo, a modo de un

flujo energético constante que se desplaza a través de los bordes o cavidades palpitantes del

cuerpo. Específicamente, hay ciertas zonas del cuerpo que poseen la calidad de objeto a. Por

ejemplo con el pecho materno o las heces, en donde se trata de objetos que tienen como primera

característica el tratarse de apéndices del cuerpo de carácter desprendible, en la medida en que el

pecho es masticado o succionado, y las heces son excretadas.

65

Una segunda característica, dice relación con el hecho de ser objetos en estrecha relación

con bordes palpitantes, en tanto lugar de origen, en este caso la boca para el pecho y el ano para

las heces. Por último, la tercera característica de estos “objetos a” apunta a que esta separación

del cuerpo es por medio de la palabra, siendo la más primitiva el llanto. El grito, la palabra,

cumplen la función de la demanda, siendo condición para esto que se demande algo a cambio, en

el caso del grito es el pecho, sin embargo es en realidad una doble demanda, del sujeto al Otro

(en este caso la madre) y del Otro al sujeto. Sólo bajo esta condición el sujeto se separa del pecho

y el pecho pasa a ser un objeto alucinado por medio de la palabra. Pasa a ser alucinado en la

medida que la palabra no alcanza su objeto, nunca a través del lenguaje podemos alcanzar

nuestro objeto (cuando el niño llora la madre cree que tiene frio, por ejemplo). Así, el pecho por

medio del lenguaje se convierte en el pecho alucinado del deseo. Un niño puede saciar su

hambre, pero sin embargo seguir alucinando aún el pecho, esto debido a que el pecho alucinado

es el pecho del deseo, el cual esta investido de un doble deseo, el del niño de ser alimentado y el

de la madre por alimentar al niño, un gesto que las madres pueden reconocer como no puramente

alimenticio, sino que además investido por cierto erotismo. Más aún, no existiría complejo de

Edipo si en éste no hubiese dos deseos en juego, el de la madre y el del hijo, siendo el deseo de la

madre tan intolerable como el deseo incestuoso del niño. El niño alucina un objeto que no

pertenece ni a su madre ni al él mismo, sino que se encuentra entre ambos. Entonces, ¿a quién

pertenece el pecho que se pierde? ¿A la madre o al niño? Ni al uno ni al otro, es un objeto que

cae entre los dos como objeto a.

Para niño el Otro, es decir, su partenaire más íntimo, su madre, es reducido así, desde el

punto de vista del deseo, al estado de pecho alucinado. Es decir, que el objeto imposible del

66

deseo incestuoso que era la madre, se convirtió ahora en el pecho alucinado, objeto parcial del

deseo. El Otro se reduce al objeto a. En rigor, el sujeto también se reduce y se identifica a este

objeto del deseo. Esta doble reducción de la madre y del niño al objeto a, reducción alternada es

la operación nodal generadora de la formación psíquica denominada fantasma (Nasio, 1992, pág.

141).

En definitiva, podemos apreciar cómo, al estar el Otro también castrado simbólicamente,

al estar en falta, en tanto falta en el plano de los significantes, éste entra en el influjo del deseo a

los ojos del sujeto. Por consecuencia, el sujeto entra en un estado angustioso frente a la

problemática relativa al enigma del deseo del Otro, frente a qué es lo que este Otro desea, che

vuoi?, y por ende, qué es lo que el Otro desea de mí. Aquí, el sujeto se encuentra entrampado

entre el deseo del Otro, en tanto en el Otro no hay significante para el goce, y el Otro en tanto ley

paterna, lo que deriva en la ley del superyó, ley desenfrenada que no sólo supone que no haya

una pérdida de goce, más aún, obliga a gozar, manda a través del imperativo de gozar, teniendo

eso si como consecuencia, el sentimiento de culpabilidad. Frente a esto, señala Miller (1983),

que el fantasma es una máquina que es puesta en juego cuando es manifestado el deseo del Otro.

El deseo del Otro como se planteó anteriormente, como un enigma que ha de causar angustia en

el sujeto.

Volviendo al caso del Fort-Da, Lacan (1956) puntualiza respecto del juego,

describiéndolo como una maquinación que es producida ante la evidencia del deseo del Otro, en

tanto está en falta. Se trata de una maquinación que produce placer, en la medida que en el caso

67

del juego, el niño realiza una metáfora respecto de la ausencia de su madre, vale decir, que existe

una respuesta frente a la ausencia articulada desde el principio del placer, que como se mencionó

con anterioridad, resguarda el aparato psíquico a partir de una ley reguladora de la economía

psíquica, la cual busca preservar siempre el menor displacer posible. En fin, esta ausencia o

desaparición por parte de la madre podría ser traumática y generar angustia, sin embargo, el

fantasma tiene una función similar a la del juego, en la medida en que a partir de una situación de

goce o de angustia, genera placer.

Principio del placer, que se trata de una función en donde el sujeto busca de signo en

signo aquello que no debería volver a encontrar jamás. En ese sentido, lo que el principio del

placer regula, es la búsqueda, y a su vez, esta búsqueda existe en la medida en que el objeto se

encuentra en falta (Lacan, 1959). Podemos afirmar entonces, que el principio del placer se trata

de un medio de vital importancia para el encauzamiento del goce, en tanto el placer es lo que

aporta al goce sus límites.

A partir de esto último, Miller (1983) señala que lo que angustia es el enigma del deseo

del Otro, y que el fantasma, se puede ubicar como aquello que recubre la angustia suscitada a

partir de este enigma. Entonces, la angustia surge cuando se produce un desfallecimiento de la

cobertura fantasmática, entendiendo el fantasma como una respuesta estructural inconsciente que

vela la angustia que la falta en el Otro suscita. Fantasma que actúa frente a las exigencias del

Otro, frente al encuentro del sujeto con lo real de este Otro, obturando lo real y protegiendo al

68

sujeto de su extrema dependencia respecto a los significantes. Lo cual es presentado por Slavoj

Žižek en “El acoso de las fantasías” a partir del siguiente ejemplo:

Para los animales, la forma más elemental, la ‘forma cero’ de la sexualidad es la

copulación, mientras que para los humanos la ‘forma cero’ es la masturbación con fantaseos (en

este sentido la jouissance fálica de Lacan es masturbatoria e idiota); cualquier contacto con otro

real, de carne y hueso, cualquier placer que se obtenga de tocar a otro ser humano, no es algo

evidente, sino algo inherentemente traumático y sólo puede ser tolerado si el otro entra en el

marco de la fantasía del sujeto (Žižek, 1999, pág. 29).

Estructura fantasmática

Ahora bien, el fantasma propiamente tal, es articulado por Lacan (1958) bajo la forma $ ◊

a. Matema introducido en el seminario V, Las Formaciones del Inconsciente, el que señala una

doble relación (rombo/punción) entre el sujeto del inconsciente (S barrado) -en tanto

irreductiblemente dividido por su entrada al universo de significantes- y el objeto a –en tanto

objeto que constituye la causa inconsciente de su deseo-. En una primera aproximación, es

definido “como lo imaginario capturado en cierto uso de significante” (Lacan, 1958, pág. 417).

Esta fórmula del fantasma indica la relación existente del sujeto con el objeto, objeto en principio

ausente que luego es representado por el mismo sujeto en la escena fantasmática. Es decir, se

trata del objeto que el sujeto se hace ser a sí mismo en el fantasma, en tanto este objeto se

encuentra fijado a la demanda del Otro, en donde esta identificación de la demanda del Otro con

su deseo apunta a que el Otro es quien demanda ese objeto al sujeto. Entonces, la pregunta

69

“¿Qué quiere de mí?” (che vuoi?), lo que es demandado al sujeto, indicaría como el sujeto se

disipa ante el objeto, por ende podríamos afirmar que el objeto moldea al sujeto y no al revés.

El fantasma no es más que un arreglo significante del que di su fórmula acoplando el a al

$: lo que quiere decir que hay dos características, la presencia de un objeto a; y por otra parte,

ninguna otra cosa más que lo que engendra al sujeto como $, a saber, una frase. Es porque un

niño es pegado, es típico, que un niño es pegado no es otra cosa que la articulación significante

un niño es pegado (Lacan, 1967, pág. 119).

Al ser el fantasma una respuesta estructural inconsciente, una respuesta para el sujeto al

problema que le presenta el deseo del Otro, esta maquinación que pone en juego lo imaginario

(Miller, 1983) viene a representar un recurso de autoprotección frente al síntoma, en donde el

síntoma se encuentra ligado al goce y el fantasma, como ya fue mencionado, al placer. Aspecto

ya tratado por Freud, al señalar que a través de la vía imaginaria, las fantasías y sueños diurnos

de Anna O. tendrían una función consoladora ante el padecimiento, el sufrimiento del síntoma en

tanto goce. Sin embargo, el fantasma debe ser comprendido en la medida en que alude a una

creación significante pura, la que vendría a situar al sujeto como un objeto-tapón frente a los

agujeros producidos por el deseo del Otro en tanto falta.

Ven que el término lógica del fantasma, se justifica por el hecho de que el fantasma está

más estrechamente, que todo el resto del inconsciente, estructurado como un lenguaje; ya que el

70

fantasma, al fin de cuentas, es una frase con una estructura gramatical, que parece articular la

lógica del fantasma (Lacan, 1967, pág. 110).

Esta creación significante pura nos aproxima a la concepción del fantasma fundamental,

el cual se estructura a modo de una frase, que representa la represión primaria, surgida en la

segunda fase de “pegan a un niño”. Esta operación es explicada por Lacan en la clase del 16 de

Enero de 1957, llamada “Pegan a un niño y la Joven homosexual”. En ésta, comienza haciendo

una puntualización con respecto a lo que es entendido comúnmente por perversión, la traducción

clásica que reza que la perversión es el negativo de las neurosis, que en ella se encontrará a

“cielo abierto” todo lo que en la neurosis está escondido. Lacan pone en perspectiva esta

concepción “poniendo oído” a lo expuesto por Freud en “Pegan a un niño”, analizando esto que

se presenta como ambiguo en el paso de una etapa a otra de esta enigmática frase, en donde se

ciñe a la estructura subjetiva propuesta en su teoría, lo que se presenta como un obstáculo o una

antinomia.

En la primera fase, el sujeto hace referencia a la frustración que suscita la presencia de un

tercero en su relación con el padre: “mi padre pega a un niño que es un niño a quien odio”. Lacan

destaca de esta fase, que en la medida en que el sujeto avanza en el análisis se va encontrando

con algo que reconoce como primitivo, como parte de su organización fundamental más

profunda, en donde esta relación entre tres da cuenta de cómo el padre demuestra su amor a

través de otro puesto como objeto, el padre me demuestra su amor a expensas de este segundo

sujeto a quien yo odio. “La cuestión no es que la cosa haya sido dicha, sino que la situación

71

ternaria instaurada en el fantasma primitivo lleva en sí misma la marca de la estructura

intersubjetiva que constituye toda palabra consumada” (Lacan, 1957, pág. 43). En la segunda

etapa “mi padre me pega”, la cual es la etapa más fugaz y ambigua, principalmente producto de

la reconstrucción en el análisis, fuertemente cargada de erotismo, se da cuenta de la ambigüedad

de la posición masoquista, en donde el sujeto se ve inmiscuido en una situación dual. La

fugacidad de esta segunda etapa da paso a la tercera etapa, la del fantasma definitivo, en la que

nuevamente el sujeto se encuentra en la calidad de observador del impersonal “pegan a un niño”.

En esta frase se da cuenta de un resto que escapa de las demás elaboraciones del analizante, resto

que es manifestado indirectamente en todos sus síntomas constitutivos, encontrando su asidero

en un elemento del cuadro clínico, que es el fantasma.

Lo que queda es en efecto una desubjetivación radical de toda la estructura, en la cual el

sujeto esta reducido únicamente al estado de espectador o tan sólo de ojo, es decir lo que

caracteriza siempre, en el límite, al llegar a la última reducción, a toda clase de objeto, para

verlo, es preciso no siempre un sujeto, pero sí al menos un ojo, que puede ser únicamente una

pantalla sobre la que se instituye el sujeto (Lacan, 1957, pág. 43).

Es aquí donde Lacan extrae la relación que hace Freud de este fantasma con la

perversión, recordemos que el texto original lleva por título “Pegan a un niño. Contribución al

conocimiento de la génesis de las perversiones sexuales”. Siendo ésta la característica aislable de

la perversión, ya que si bien en su fantasma están presentes todos los elementos, la relación

intersubjetiva se ha perdido. Lacan considera asombroso que el sentido que quiso darle Freud al

72

origen de las perversiones se haya desvirtuado, llegando a entenderse como el negativo de la

neurosis, que pretende su traducción popular. “La perversión sería entonces una pulsión no

elaborada por el mecanismo edípico y neurótico, algo que sobrevive pura y simplemente, la

persistencia de una pulsión parcial irreductible” (Lacan, 1957, pág. 44).

Este fantasma fundamental es un tipo de frase que en el campo de la lógica es

denominada axioma, el cual como ya se mencionó es una creación significante pura,

significación que se encuentra despegada de cualquier motivación anterior, siendo en sí misma

un punto de partida, un nuevo comienzo. En donde este fantasma fundamental, el que “garantiza

al soporte del deseo su estructura mínima” (Lacan, 1959, pág. 405), fija al sujeto en una posición

determinada. Posición inexistente para el sujeto en la medida que es efecto del significante, y

sólo puede ser representado por otro significante. Sin embargo en el fantasma, existe un lugar

fijo para el sujeto, el cual dice relación con ese “hacerse ser” el objeto en la escena fantasmática,

lo que daría consistencia al sujeto, que a modo de objeto, responde a la falta en el Otro

taponeándola. El fantasma fundamental puntualiza Miller (1983), al surgir a partir de la

castración en el Otro en tanto falta simbólica o puesta en evidencia del deseo del Otro, no puede

ser articulado ni recordado, ni ha de estar en la memoria, ya que manifiesta el asidero real dentro

de lo simbólico.

Podemos apreciar también, como el fantasma es el gran organizador de la sexualidad

humana, sexualidad que ya desde la infancia queda desligada de todo objeto del orden de lo

natural. La sexualidad humana al ser constituida desde la pérdida de objeto (objeto a), queda

73

aprisionada en la red de escenas fantasmáticas. Fantasmas originarios que fijan a priori el lugar

del sujeto en el imaginario erótico inconsciente, dando por resultado una sexualidad libre de

intencionalidad, desfuncionalizada, en otras palabras, disociada de la necesidad.

Estos fantasmas infantiles seguirán invistiendo la sexualidad del sujeto hasta la vida

adulta, sexualidad adulta que precisamente es construida a partir de los elementos de la

sexualidad infantil, de aquellas fantasías inconscientes que articulan el núcleo del fantasma

fundamental. Para el niño, el objeto sexual, objeto imaginario del escenario fantasmático, es

construido en el fantasma a partir del erotismo del adulto, en donde es este Otro el punto de

origen en la conformación del fantasma. “El falocentrismo del erotismo adulto es en el fantasma

infantil (edípico) el motor de la curiosidad sexual” (Colombo, 1999, pág. 12).

De este modo, podemos vislumbrar la importancia del fantasma en la constitución de la

sexualidad infantil y su posterior desarrollo hacia la adultez. Esto, en la medida en que el

fantasma más que un producto de la vida sexual infantil, es lo que la construye, más aún, señala

Lacan (1966), el fantasma se presenta como una matriz del comportamiento del sujeto. En donde

el fantasma se erige como una suerte de mecanismo de autodefensa, de protección frente a la

angustia de lo real, de las mociones pulsionales más primitivas. Mociones pulsionales que al

encontrarse insatisfechas, sirven de fuerza impulsora de las fantasías y que como puntualizó

Freud, “cada fantasía singular es un cumplimiento de deseo, una rectificación de la

insatisfactoria realidad” (Freud, 1908, pág.130).

74

Contexto clínico: la escena fantasmática y el objeto perdido

Juan David Nasio (1992), en Cinco Lecciones sobre la Teoría de Jacques Lacan, expone

de manera precisa el alcance clínico del fantasma, señalando en primer lugar, cómo ciertas partes

del cuerpo adoptan el estatuto de objeto del deseo en tanto objeto alucinado, y que en eso mismo

-esta alucinación- radica el mecanismo creador de todo fantasma, es decir, el hecho de que el

sujeto se vuelva objeto. Posteriormente, responde a la cuestión de cómo identificar

concretamente este objeto perdido en el análisis, señalando que para ello se debe situar el

fantasma inconsciente dentro de la secuencia analítica, fantasma que no debe ser sólo

identificado, sino que reconstruido por el analista. Para esta identificación y posterior

reconstrucción, el autor presenta una serie de puntos guía o características que el fantasma posee.

El autor describe por ejemplo, que el fantasma consta de una escena, personajes (pocos en

general), una acción (para lo que se debe prestar atención en el verbo empleado), un afecto

predominante (de los personajes de la escena fantasmática o del analizante frente a su fantasma)

y la presencia de alguna parte determinada del cuerpo. Donde subraya la importancia del verbo

que el analizante emplea para describir la acción en su relato, en la medida en que “el verbo en la

frase del fantasma representa, en efecto, el corte entre el sujeto y el objeto, es el significante

separador y reunificador del sujeto y del objeto” (Nasio, 1992, pág. 154), como puede ser

apreciado en el caso del verbo “pegar” en el emblemático caso freudiano ya descrito.

Señala además, que el fantasma puede ser expresado a través de un relato que se repite en

el marco de las sesiones, más aún, a lo largo de la vida del sujeto. En donde además de

75

presentarse en el relato mismo del analizante, este puede expresarse en sueños, ensoñaciones o

acciones. Agrega, que si bien el fantasma es un argumento que el sujeto relata detalladamente, le

es enigmático y lo vive como algo que se le impone más allá de su propia voluntad.

La aparición del fantasma, suele darse generalmente bastante tarde en el curso del análisis

y suele ser vivida por el analizante como algo vergonzoso. Esto, a razón del argumento perverso

presente en la acción del relato, perversión en cuanto a ciertos gestos implicados, lo cual no es

asimilable a la entidad clínica de la perversión. Este relato, que se articula generalmente a partir

de un argumento perverso, tiene como características formales el estar compuesto por un sujeto,

un objeto, un significante e imágenes, que se ordenan a partir de dicho argumento.

Como ya sabemos, el artilugio principal que establece la estructura fantasmática es la

identificación del sujeto como objeto, de modo que cobra sentido el hecho de que el niño no solo

pierde el pecho, sino que se convierte en él. “En realidad no hay verdadera pérdida sin que el

sujeto se identifique con lo que pierde. Desde el punto de vista psicoanalítico, somos, en el

fantasma, lo que perdemos” (Nasio, 1992, pág. 157).

En resumen, al comprender al fantasma como una frase o escena la cual representa la

interrelación imaginaria entre el sujeto y el objeto, se puede atisbar como el sujeto al

representarse a sí mismo en esta escena fantasmática como un objeto, no hace más que

representarse a sí mismo en el fantasma como el objeto perdido.

76

Lacan formaliza este momento, en el cual el sujeto se funde con el objeto recortado,

dándole su armazón al fantasma, con la notación $ ◊ a. Afirmar que el sujeto es el objeto

significa que el agente del fantasma, quiero decir, el elemento organizador de la estructura

fantasmática, no es la propia persona del niño o del analizante. El fantasma no es la obra de

alguien sino el resultado a un tiempo de la acción del objeto y del corte del significante. El objeto

a es la causa motriz del fantasma y el significante (representado por el ◊) es su causa eficiente

(Nasio, 1992, pág. 158).

Lacan, en su clase La función del velo, se pregunta respecto a cómo es posible esta

singular relación del sujeto con un objeto que no es objeto, en tanto se encuentra en falta. A lo

que responde que es precisamente en función de esta falta que el objeto cobra un valor y tiene la

propiedad de estar ahí de manera simbólica, más aún, al tener condición de símbolo, no sólo se

encuentra en posibilidad, sino que también debe ser esa nada, debe situarse en el lugar de la falta

(Lacan, 1957). Sin embargo, se hace dificultoso el poder materializar de alguna manera este

lugar simbólico, este lugar de ausencia, este “más allá”. Lugar que es materializado tomando el

velo o la cortina a modo de metáfora.

Puede decirse incluso que al estar presente la cortina, lo que se encuentra más allá como

falta tiende a realizarse como imagen. Sobre el velo se dibuja la imagen. Esta y ninguna otra es la

función de una cortina, cualquiera que sea. La cortina cobra su valor, su ser y su consistencia,

precisamente porque sobre ella se proyecta y se imagina la ausencia (Lacan, 1957, pág. 56).

77

El fantasma, a partir de su función de velo que no solo resguarda al sujeto frente al horror

de lo real, sino que también lo protege de las consecuencias de su división estructural a partir de

la castración simbólica, se inscribe como un mecanismo privilegiado ya que posee un carácter

transindividual al encontrarse enlazando los registros imaginario, simbólico y real (Chemama,

2002).

Es así, como en la dimensión imaginaria, la cual corresponde a todo lo que el sujeto

pueda representar con imágenes ya sea de su propio mundo o a partir de los personajes de su

medio, es la plataforma para la articulación de tales escenas fantasmáticas. Dimensión, que tiene

por función ser mediadora en la relación entre el sujeto y sus imágenes, relación que ya se

encuentra a su vez fantasmatizada en razón de la especularidad y reciprocidad entre el sujeto y el

Otro. Por otra parte, la dimensión simbólica en relación al fantasma, es un aspecto que no es fácil

de evidenciar. Es posible hacerlo en la medida en que el fantasma consiste en una pequeña

historia, escena o frase que se ciñe a ciertas normas que obedecen a las leyes del lenguaje. Por

ejemplo, en “pegan a un niño” Freud expone como este fantasma no es más que una frase y que

sus tiempos, responden a variaciones gramaticales (pegar, pegarse, hacerse pegar). Por último,

respecto a lo real, Lacan (1956) lo sitúa como la dimensión más importante del fantasma, ya que

lo real, entendido como aquello que permanece idéntico a sí mismo y no puede ser

completamente simbolizado, otorga el carácter estático del fantasma en tanto es lo imposible de

cambiar para el sujeto. Como fue mencionado con anterioridad, el fantasma fundamental fija al

sujeto en una posición, lo coagula a partir de esta escena fantasmática, en donde éste, al situarse

78

a sí mismo como un objeto en función del deseo del Otro, queda prendido a esta posición-objeto

constitutiva de su sexualidad.

5. METODOLOGÍA

En la presente investigación, se realizó una revisión bibliográfica con la finalidad de

acotar el punto de vista desde que sería abordado este fenómeno. Es así como se privilegió

una visión del fenómeno pornográfico a partir de su representación más popular, insigne y

contemporánea, es decir, se optó por analizar la pornografía de masas o “mainstream” desde

una perspectiva posmoderna. De esta forma se situó este fenómeno en un determinado

contexto. En lo relativo a los aportes del psicoanálisis, se tomó la decisión de trabajar con el

concepto de fantasma, ya que se consideró que es el que aportaría una mayor profundidad y

significancia en la relación a establecer. En base a esto, se emprendió una revisión

bibliográfica como punto de inicio de esta investigación, el cual se centró en tres ejes

fundamentales: pornografía, fantasma y posmodernidad.

5.1 Tipo de Investigación

Luego de acotar los conceptos a investigar y hacer una revisión de la literatura

existente respecto a estos conceptos, se realizó una investigación documental y conceptual.

79

Con respecto a la investigación documental, este tipo de investigación utiliza como

procedimiento de trabajo la selección y recopilación de material bibliográfico, al cual se

puede acceder ya sea a través de textos impresos, así como de plataformas digitales de

información especializada. Este es un tipo de metodología a través del cual, luego de

recopilada la información, se busca organizar, sistematizar, analizar e interpretar el material

obtenido (Eco, 1977).

Por otro lado, para trabajar el concepto de fantasma, así como el fenómeno de la

pornografía en el contexto posmoderno, se realizó una investigación conceptual.

Su objeto de estudio son los conceptos psicoanalíticos, entendidos estos como

herramientas de trabajo dentro del lenguaje del saber analítico. Respecto de los conceptos,

debe establecerse su origen en los hechos empíricos (clínicos), su desarrollo desde la

definición y noción hasta alcanzar el grado de abstracción y precisión que le dé la categoría

de tal y su ubicación dentro del sistema teórico general (Laverde-Rubio, 2008, pág. 121).

En este caso, se trabajó con el concepto de fantasma, intentando dar cuenta no sólo de

su definición, sino que también de su origen. En este sentido, se comenzó por desarrollar el

concepto de fantasía en Freud desde sus primeras implicancias en el contexto clínico (Anna

O., Fort – Da). Luego, se dio cuenta de las vicisitudes que este concepto atravesó a lo largo

80

de la historia de la teoría psicoanalítica, hasta llegar a las concepciones lacanianas al

respecto, las que suponen la comprensión de otros conceptos que se encuentran en innegable

relación con el de fantasma, como por ejemplo sujeto, Otro, objeto a, deseo y goce.

En cuanto al fenómeno de la pornografía, éste también fue abordado de manera

conceptual, tomando en cuenta su carácter histórico así como sus diferentes aristas,

otorgándole así una mayor abstracción y especificidad. Luego, se estableció su punto de

relación respecto al concepto de fantasma a partir de un contexto determinado -el de la

posmodernidad-, ya que de este modo se puede vislumbrar los reales alcances de este

mecanismo inconsciente denominado fantasma.

Esta elección metodológica responde a las características propias del fenómeno y

conceptos a investigar. En ese sentido, un abordaje teórico-documental da cuentas de un

interés por lograr una mayor profundidad en la forma de estudiar el fenómeno. De este modo,

se busca contribuir al desarrollo teórico a partir de aportes anteriores en torno a las temáticas

a tratar, en donde a partir de una metodología netamente cualitativa, se pretende bordear los

aspectos más medulares del fenómeno en cuestión.

Desde sus orígenes, el psicoanálisis ha tendido a alejarse de todo tipo de parámetro

cuantitativo o cientificista, por lo que el propio carácter de la teoría psicoanalítica nos remite

a una visión cualitativa y teórica de los fenómenos humanos. Asimismo, a partir del carácter

81

interpretativo de esta teoría, esta investigación no pretende ni busca dilucidar una verdad,

sino que busca plantear una nueva visión respecto de un fenómeno actual a partir de los

conceptos de la teoría psicoanalítica.

Por último, en el fenómeno de la pornografía, si bien es posible desprender ciertos

indicadores particulares relativos a datos estadísticos, existen vastos estudios de esta índole,

por lo cual la presente investigación plantea un abordaje que apunte más allá de los datos

numéricos, accediendo a diversas fuentes alusivas a discursos y concepciones teóricas en

torno a éste.

5.2 Acerca de las fuentes

Respecto de la bibliografía consultada, ésta puede ser clasificada en fuentes base y

fuentes complementarias dependiendo de su relevancia para la investigación. En este caso,

las fuentes bases corresponden a todas aquellas referencias bibliográficas de autores que

abordan directamente los conceptos investigados, en la mayoría de estos casos, son estos

mismos autores quienes desarrollaron originalmente estos conceptos. En cambio, las fuentes

complementarias son aquellas en las cuales se desarrolla un abordaje posterior, y en cierta

medida más accesible de estos conceptos. Se trata de fuentes que aluden a conceptos

82

acuñados por anteriores autores, los cuales son desarrollados a la luz de las problemáticas de

un contexto determinado.

Fuentes base:

Psicoanálisis

Sigmund Freud

- (1900). La interpretación de los sueños (primera parte). Tomo IV. Buenos Aires:

Amorrortu editores.

- (1905). El chiste y su relación con lo inconciente. Tomo VIII. Buenos Aires:

Amorrortu editores.

- (1906-1908). El delirio y los sueños en la "Gradiva" de W. Jensen y otras obras.

Tomo IX. Buenos Aires: Amorrortu editores.

- (1911-1913). Sobre un caso de paranoia descrito autobiográficamenre (Schreber),

trabajos sobre técnica psicoanalítica y otras obras. Tomo XII. Buenos Aires:

Amorrortu editores.

- (1914-1916). Trabajos sobre metapsicología, y otras obras. Tomo XIV. Buenos Aires:

Amorrortu editores.

- (1917-1919). De la historia de una neurosis infantil (Caso del Hombre de los lobos),

y otras obras. Tomo XVII. Buenos Aires: Amorrortu editores.

- (1920-1922). Más allá del principio de placer, Psicología de la masas y análisis del

yo, y otras obras. Tomo XVIII. Buenos Aires: Amorrortu editores.

83

- (1927-1931). El porvenir de una ilusión, El malestar en la cultura, y otras obras.

Tomo XXI. Buenos Aires: Amorrortu editores.

- (1932-1936). Nuevas conferencias de introducción al psicoanálisis, y otras obras.

Tomo XXII. Buenos Aires: Amorrortu editores.

Jacques Lacan

- (1956-1957). Seminario IV. La relación de objeto. Buenos Aires: Paidós.

- (1957-1958). Seminario V. Las formaciones del inconsciente. Buenos Aires: Paidós.

- (1958-1959). Seminario VI. El deseo y su interpretación. Buenos Aires: Paidós.

- (1962-1963). Seminario X. La Angustia. Buenos Aires: Paidós.

- (1966-1967). Seminario XIV. La lógica del fantasma. Buenos Aires: Versión Escuela

Freudiana de la Argentina.

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- Baudrillard, J., Crimp, D., Foster , H., Frampton, K., Habermas, J., Jameson , F., . . .

Ulmer, G. (1985). La Posmodernidad. Barcelona: Editorial Kairós.

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- Gubern, R. (1989). La imagen pornográfica y otras perversiones ópticas. Barcelona:

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- Lissardi, E. (2013). La pasión erótica. Del sátiro griego a la pornografía en intenet.

Buenos Aires: Paidós.

Fuentes complementarias:

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significantes, conceptos y matemas del psicoanálisis. Buenos Aires: Amorrortu.

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- Kait, G. A. (1996). Sujeto y Fantasma. Una introducción a su estructura. Buenos

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- Laplanche, J., & Pontalis, J.-B. (2006). Fantasía originaria, fantasía de los oríneges,

orígenes de la fantasía. Barcelona: Editorial Gedisa.

- Laplanche, J., & Pontalis, J.-B. (2007). Diccionario de psicoanálisis. Buenos Aires:

Paidós.

- McDougall, J. (1993). Alegato por una cierta anormalidad. Buenos Aires: Paidós.

- Miller, J. A. (1983). Dos dimensiones clínicas: síntoma y fantasma. Buenos Aires:

Manantial.

85

- Nasio, J. D. (1992). Cinco Lecciones sobre la Teoría de Jacques Lacan. Barcelona:

Gedisa.

- Rabinovich, D. (1996). La angustia y el deseo del Otro. Buenos Aires: Manantial.

- Žižek, S. (1999). El acoso de las fantasías. Buenos Aires: Siglo XXI editores.

Pornografía y posmodernidad

- Ares, L., & Pedraz, S. A. (2011). Sexo, poder y cine. Relaciones de poder y

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- Benjamin, J. (1997). Simpatía por el diablo: notas sobre la sexualidad y la agresión,

con especial referencia a la pornografía. En J. Benjamin, Sujetos iguales, objetos de

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Buenos Aires: Paidós.

- Llopis, M. (18 de Noviembre de 2012). www.mariallopis.com. Recuperado el 6 de

Mayo de 2014, de http://www.mariallopis.com/portfolio/el-porno-que-nos-

merecemos/

- Lust, E. (2008). Porno para mujeres. Barcelona: Melusina, S.L.

- Preciado, B. (2002). Manifiesto Contrasexual. Barcelona: Anagrama.

- Ubiluz, J. C. (Enero - Febrero de 2006). El sujeto plusmoderno. Virtualia #14, 1-5.

Obtenido de Virtualia. Revista digital de la Escuela de la Orientación Lacaniana.

86

6. SÍNTESIS Y DISCUSIONES

6.1. Consecuencias de la pornografía como discurso acerca de la sexualidad

Al situarnos desde el contexto posmoderno, desde esta sociedad de consumo, nos

encontramos con un vertiginoso flujo de información, el que a través de los medios masivos

de comunicación invade nuestros hogares. Es en ese sentido, que la pornografía,

específicamente la pornografía de masas o “mainstream”, entendida como una industria

viralmente expandida, no sólo tiene relevancia desde las películas para adultos de contenido

sexual explícito, sino que su importancia radica en la manera en que esta imagen de lo

pornográfico y por consiguiente la concepción de un cuerpo pornográfico generalizado,

inunda con sus representaciones a todas las plataformas de nuestra cultura. Es así como

podemos apreciar este discurso de lo pornográfico formando parte de diferentes expresiones

culturales, en donde por ejemplo, fácilmente podemos distinguir el uso del cuerpo

pornográfico en campañas publicitarias que cosifican el cuerpo femenino, o un discurso

pornografizado respecto a las relaciones de género, como puede ser apreciado en las letras de

canciones de reggaetón, las que muestran una clara relación de dominación por parte del

género masculino hacia el femenino. Asimismo, en la actualidad, jóvenes adoptan este

discurso intentando reproducir estos patrones de comportamiento, que si bien nacen desde la

industria pornográfica, hoy en día están presentes en prácticamente todas las aristas sociales,

haciendo de ésta, una sociedad pornografizada.

87

Si comprendemos la posmodernidad como una reacción frente a las formas superiores

de cultura, se puede atisbar cómo es que la pornografía se diferencia del resto de las

anteriores manifestaciones culturales en torno al sexo. Esto, en la medida en que existe un

límite difuso entre las formas superiores de arte, y las de carácter popular y/o comercial, en

donde la pornografía surge como un producto que a través del orden económico capitalista,

busca situarse como un producto industrial y comercializable. Lo que sumado a una suerte de

deslegitimación de la moral del estado postguerra, se presenta como el panorama ideal para

que estas representaciones, antes censuradas y castigadas, se sitúen como producciones

legales que llegarán a alcanzar márgenes impensados de rentabilidad, llegando a situarse

como una de las industrias más proliferantes del mercado mundial.

Este contexto, que abarca una nueva concepción de historicidad, así como nuevos

patrones estéticos e ideológicos, es también denominado como sociedad de los medios de

comunicación o sociedad del espectáculo, el cual se caracteriza por una penetración

inimaginable de los medios masivos de comunicación en la vida privada de las personas, en

donde el flujo de información se presenta no como una búsqueda personal, sino que se

impone a los sujetos a través de imperativos. Esto, a partir de imágenes que se le presentan

como irrechazables y que exhiben y exponen de la forma más explícita sus contenidos,

buscando mostrarlo todo, sin velos ni censuras.

Desde este punto de vista, y siguiendo lo expuesto por Jameson (1985), podemos

atisbar cómo es que el fenómeno de la pornografía de masas al estar situado en este contexto

88

posmoderno, carga con todo el peso de la tradición estética moderna. Esto, señala el autor,

presenta a la pornografía y al resto de las expresiones estéticas de la posmodernidad, la

dificultad de hallarse en una suerte de “encarcelamiento” en anteriores representaciones,

disponiendo sólo de una cantidad limitada de combinaciones posibles, lo cual tiene por

consecuencia, el encauzar estas representaciones hacia la repetición de esquemas y patrones

ya existentes. Fenómeno que Jameson intenta englobar bajo el concepto de “pastiche”,

aludiendo a este “encarcelamiento” en expresiones anteriores a partir de un fracaso de la

estética y el arte como disciplinas, lo cual sólo deja la opción de imitar estilos anteriores, de

repetir esquemas. Más aún, si tomamos la idea del autor de que la posmodernidad no

comprende la existencia de un yo privado e individual, podemos extrapolar esta idea al

fenómeno de la pornografía, en donde los actores de estas producciones carecen de elementos

humanos, tales como emociones o sentimientos, vicisitudes propias del organismo y

características de su personalidad. Es así, como en las producciones pornográficas, los

actores se limitan al empleo de sus cuerpos a modo de una reproducción esquemática y

mecanizada del acto sexual, en donde resultan evidentes ciertas características, las cuales son

prácticamente extrapolables a cualquier producción propia de este género (pornografía

“mainstream”).

Dentro de estas características y elementos propios de las producciones pornográficas,

podemos especificar por ejemplo, el hecho de que los actores raramente eyaculen dentro de

las actrices, en donde, por el contrario, suelen eyacular sobre el estómago, pechos o rostro de

ellas (y así exponer el producto de su excitación). Por otro lado, si el actor es objeto de

felación por parte de la actriz, ésta suele tragar el semen, haciendo suponer a los espectadores

89

que está disfrutando de éste hasta su última gota. Podemos ver también, como rara vez existe

una relación de tipo afectiva o alguna acción posterior al coito entre los personajes (como

conversaciones, caricias o abrazos), así como también raramente existen preámbulos a la

escena de sexo explícito, siendo éstos limitados, en donde lo más recurrente, si es que existe

preámbulo, es que previo a la penetración, la actriz suele realizar sexo oral al actor, lo cual

hace que ella quede “supuestamente” al borde de un orgasmo.

Otro elemento a destacar, dice relación con las características físicas de los actores, en

donde se priorizan cuerpos esbeltos, tonificados, que a su vez, cumplan con ciertas medidas

específicas (Gubern, 1989). Por último, si a esto le sumamos la posición subjetiva que estas

producciones imponen en torno a la figura de los géneros masculino y femenino, y el interés

de que las cámaras enfoquen tan minuciosa como detalladamente a los genitales durante el

acto sexual, nos da por resultado un discurso pornográfico que tiende a generar visiones poco

realistas respecto del acto sexual, en donde se extirpan elementos afectivos y orgánicos, y se

centra en elementos cuantificables, creando por consecuencia, un discurso acerca del sexo, el

cual entrega una concepción limitada de éste a quienes se ven influidos por él (el cual se

encuentra expandido en prácticamente todas las plataformas informativas), ya que supone un

acto sexual centrado en la genitalidad y en la penetración, lo que trae serias consecuencias y

frustraciones a los sujetos al no poder alcanzar los estándares planteados por este género.

Si analizamos el fenómeno de la pornografía en el contexto posmoderno desde los

aportes de Baudrillard (1980), podemos decir que la pornografía como género, surge en el

90

contexto industrial, a través del “esquema de la producción”, en donde a partir de un modelo

de origen el producto es replicado en serie. Sin embargo, en el contexto posmoderno, la

pornografía deviene en un “esquema de simulación”, en el cual el modelo de origen ya no

alude a un elemento real, sino que a algún significante de referencia, el cual pertenece al

orden de lo “hiperreal”.

De este modo, en este “exterminio de la realidad” que representa el posmodernismo

como señala Baudrillard (1980), la pornografía se erige como una expresión de lo

“hiperreal”, en donde no se busca representar la realidad propiamente tal, sino que busca, con

fines principalmente comerciales, imitar estilos, tratándose entonces, de puro semblante, pura

forma, que de la manera más explícita posible, reproduce la mecánica del acto sexual. Desde

este punto, se puede llegar a la concepción de un cuerpo pornográfico de carácter “hiperreal”,

el que consiste finalmente en un cuerpo carente de deseo, un cuerpo vacío, un maniquí. Es

así, como este autor propone la existencia de una difuminación de lo real a partir de una

exacerbación, un exceso de realidad, el que termina por velar la realidad misma. Lo que

puede verse reflejado en la forma en que estas producciones presentan los elementos a los

espectadores, en donde la sobreexposición y explicitación de la mecánica sexual detallada

vendría a velar las diferentes características y connotaciones propias del encuentro sexual

real entre los sujetos.

Gubern (1989), ejemplifica esto al señalar cómo es que frente a la dicotomía propia

del género cinematográfico entre “narrar” y “mostrar”, la pornografía privilegia el “mostrar”

91

por sobre el “narrar”, utilizando como ejemplo a la ya mencionada película “Behind the

Green Door” (Detrás de la puerta verde) de 1972, en donde la actriz principal, además de ser

utilizada como objeto para el deleite de los hombres que se servían de ella de manera

colectiva para llevar a cabo sus fantasías y rituales sexuales, tenía la característica de no tener

un solo diálogo a lo largo del filme, lo que nos da luces respecto a estos elementos humanos

que las producciones pornográficas omiten.

Por otra parte, este fenómeno en donde los sujetos quedan más bien

despersonalizados, no sólo se encuentra estrechamente relacionado con el formato

pornográfico, sino que alude de modo generalizado a la forma actual de relación a través del

ciberespacio, el cual avanza a pasos agigantados respecto a la acumulación de información

digital, en el que toda la información podría llegar a estar soportada en esta plataforma

virtual.

La perspectiva de lograr la digitalización de toda la información (todos los libros, las

películas, los datos…computarizados e instantáneamente disponibles) promete la casi

perfecta materialización del gran Otro: ahí afuera, en la máquina, “todo estará escrito”, tendrá

lugar un redoblamiento simbólico completo de la realidad (Žižek, 1999, pág. 172).

Žižek (1999), al proponer esta suerte de virtualización radical, alude a que toda

nuestra realidad podría estar utilizando como soporte simbólico a este medio, y con esto, esta

92

versión “digitalizada” de nuestra realidad, esta transcripción a este “gran Otro”, cambiaría la

forma de concebir la realidad por parte de los sujetos. En ese sentido, podríamos suponer una

gradual dependencia a esta plataforma, sustentadora de nuestro mundo simbólico, de nuestra

información confidencial, fantasías y los contenidos más íntimos imaginables.

Respecto a este grado de dependencia del sujeto frente a este redoblamiento simbólico

de carácter hiperreal, el autor advierte la operación que se encuentra en juego en esta

relación. Señala, que si bien esta plataforma del ciberespacio, en tanto gran Otro digitalizado,

ofrece la opción de abarcar y organizar todos los contenidos posibles, podría llevar a los

sujetos a un estado de dependencia extrema, en el que por una parte permitirían a éstos

delegar responsabilidades, pero que sin embargo, terminarían por generar entes

prácticamente inanimados al permitir que el Otro sea el encargado de regular su relación con

los diferentes contenidos y estímulos presentes. Este fenómeno es acuñado por Žižek (1999)

como “interpasividad”, proceso a partir del cual el gran Otro completa los actos en vez del

mismo sujeto, en donde el gran Otro “lo hace por él”, sin embargo, el autor apunta que la

eficiencia simbólica de este procedimiento es igual a que si lo hiciera el mismo sujeto.

Al ofrecer mi contenido más íntimo, incluyendo mis sueños y mis ansiedades, al Otro,

se abre un espacio en el cual soy libre para respirar: cuando el Otro se ríe por mí, tengo la

posibilidad de tomar un descanso; cuando el Otro es sacrificado en mi lugar, estoy en libertad

de seguir viviendo con la tranquilidad de que pague por mi culpa, etc., etc. La eficacia de esta

operación de sustitución radica en la reversión reflexiva hegeliana: cuando el Otro se

93

sacrifica en mi lugar, yo me sacrifico a través del Otro; cuando el Otro actúa por mí, yo actúo

a través del Otro; cuando el Otro goza por mí, yo gozo a través del Otro (Žižek, 1999, pág.

132).

Al analizar la forma de relación de los sujetos hacia los medios masivos de

comunicación, podemos atisbar cómo es que por ejemplo, en las comedias televisivas

escuchamos risas “enlatadas”, las que a través de una grabación se reproducen

arbitrariamente en ciertas escenas que “supuestamente” debiesen generar risas en los

televidentes, o más aún, se trata de un Otro que se ríe por el sujeto, haciendo de éste un mero

espectador pasivo, espectador incluso, de su propia risa. Otro ejemplo de esto, es el

fenómeno analizado en la presente investigación, la pornografía. En este género, el sujeto-

espectador observa como Otro goza por él, librándose así de la angustia suscitada frente a un

contacto sexual real. No obstante, existe un segundo movimiento implicado, en donde el

sujeto fantasea con ser un objeto más de este montaje destinado al goce de este Otro, punto

que será detallado más adelante.

6.2. Pornografía como respuesta fantasmática frente al enigma del deseo del Otro

Con el fin de establecer la relación existente entre la pornografía y los conceptos

psicoanalíticos escogidos para realizar este estudio, es que se intentará develar las similitudes

existentes entre el fenómeno de la pornografía y el concepto de fantasía. Para realizar este

paralelo se retoman los aspectos más importantes acerca del desarrollo realizado del concepto,

comenzando por la oposición realizada en los primeros textos de Freud en que la fantasía era

94

opuesta a la realidad objetiva. Como se dijo anteriormente, para el sujeto existe una clara

distinción en lo que respecta a la búsqueda incesante de placer, regida por el principio del placer,

y la búsqueda de lo que le provoque mayores beneficios en lugar de mayor placer, que vendría a

ser el principio de realidad. Como se puede evidenciar, en el mundo interno del sujeto (dejando

de lado estados patógenos como la angustia) su fantasía tiene esta tendencia a buscar siempre el

placer, un estado de universalidad en donde no exista deseo ni necesidades, la cual en última

instancia está relacionada con la relación primordial del niño con la madre, es decir que en la

fantasía el sujeto deseará anular toda separación con el Otro, rememorando el momento en que

no existía separación entre él y su madre.

Ahora bien, si establecemos el paralelo entre la dicotomía fantasía-realidad y la

pornografía, podemos aseverar que sin duda alguna la pornografía está fuera de lo que podríamos

llamar la realidad objetiva, situándose más bien del lado de esta búsqueda incesante de placer,

vale decir, es una puesta en escena de una fantasía relativa a la sexualidad en que cualquier

intrusión de la realidad esta convenientemente excluida. Esto lo podemos evidenciar en muchos

aspectos de una película o video pornográfico, ya que siempre son exagerados ciertos aspectos

físicos de ambos partenaires del encuentro sexual, por ejemplo los actores mantienen una

erección constante, sus cuerpos se adaptan a los cánones de belleza de nuestra sociedad,

exagerando las características sexuales de su cuerpo, por otro lado las actrices se encuentran en

un orgasmo perpetuo, sus cuerpos más que estar dentro de los cánones, poseen un exacerbado y

desbordante énfasis en sus características ligadas a la sexualidad, como bustos o labios.

95

Con respecto a lo que podríamos llamar las características simbólicas de la sexualidad, en

la pornografía casi no se necesitan palabras para llegar al encuentro sexual. Si bien en las

primeras películas se utilizaba una excusa absurda y un guion mal actuado, en las actuales ese

aspecto queda casi completamente omitido, con el fin de llegar de inmediato al encuentro. Jamás

una actriz se negará a las solicitudes de su partenaire, incluso no es necesario que éste se las

diga, ni menos aún expresará dolor, en donde cualquier posibilidad de que el encuentro quede

malogrado por frigidez, dolor o disfunción quedará excluido de la pornografía, así como las

posibilidades de que dentro de un encuentro sexual acontezca un embarazo o el contagio de una

enfermedad de transmisión sexual.

Otra de las características que quedan fuera de este encuentro llevado a cabo en la

pornografía, son la expresión de cualquier tipo de emoción en el encuentro, vale decir nunca se

expresará vergüenza, asco, miedo, angustia, ni algún indicio de que alguno de los partenaires no

sienta atracción por el otro, en donde la única emoción que está permitida es el perpetuo placer

de un encuentro sexual aparentemente satisfactorio. En definitiva, en la pornografía tenemos un

discurso acerca de la sexualidad que deja de lado muchos (por no decir todos) los aspectos que

podemos encontrar en un encuentro sexual real, lo que podemos evidenciar en la realización de

este tipo de representación sólo rige el principio del placer. Es una representación más parecida a

un niño chupeteando su dedo, fantaseando que este dedo es el pecho materno, que el encuentro

sexual entre dos personas adultas. En ella podemos evidenciar como se nos devela la búsqueda

de un estado de universalidad a través de la sexualidad, de placer instantáneo en el que no es

necesario ningún tipo de esfuerzo mental, y las posibilidades de que este encuentro sexual

desfallezca dentro de las infinitas posibilidades de la realidad, está completamente relegado.

96

Otra de las características que relaciona directamente a la pornografía con la fantasía es

cómo en la pornografía se ponen de manifiesto las fantasías autoeróticas del sujeto, esto lo

podemos evidenciar en que en la pornografía, tal como en la vida onírica y en la fantasía, todo es

posible. “A través de represiones, de condensaciones y de desplazamientos, las fantasías logran

combinar en un todo una historia imaginaria que satisface la presión del deseo instintivo, las

interdicciones de objetos internalizados y las demandas de la realidad exterior” (McDougall,

1993, pág. 155). Cabe resaltar que en la pornografía, se pondrán de manifiesto las fantasías

sexuales del observador (y productor) como pueden ser el trío, el incesto, la penetración

múltiple, la zoofilia, y cualquier tipo de fetichismo. Esta característica aplica no solo a la

pornografía “mainstream” que es objeto de nuestro análisis, sino también a la pornografía para

mujeres y a la post pornografía.

La fantasía, al contrario, puede reprimir a este Otro, puede limitarse a personas del mismo

sexo, a órganos y orificios distintos de los genitales, a objetos parciales, como los productos del

cuerpo, o extenderse a los animales o a un mundo de objetos inanimados o misteriosos

(McDougall, 1993, pág. 155).

Pero ¿qué hace que la pornografía haya tenido una penetración tal en la sociedad

posmoderna que incluso ésta ha permeado aspectos como la publicidad y la música? La respuesta

que podemos encontrar a esta pregunta es que tal como nos indica Freud, la eficacia continuada

del autoerotismo es lo que facilita que la pulsión sexual pueda ser satisfecha de una forma

97

momentánea y fantaseada. Ya que si pensamos en esta primera relación antes mencionada entre

el niño y la madre, podemos ver como ésta se trata en realidad de una relación de dependencia

absoluta, dentro de la cual el niño es únicamente aquello que representa para su madre, todo lo

que está en potencia en él puede realizarse u obstaculizarse por ella.

De esta manera, el niño se convierte desde el comienzo de su vida, e incluso antes, en

objeto privilegiado para la satisfacción de deseos (…) una parte de la identidad de todo sujeto es

y será siempre lo que representa para otro (McDougall, 1993, pág. 148).

En este sentido, la relación con este Otro materno acarrea consecuencias tanto

satisfactorias como amenazantes, el niño de a poco descubre que en primer lugar, él no es el

pecho, luego el pecho no le pertenece, y finalmente este pecho puede ser a la vez dado o negado

por el Otro. Por lo tanto, por un lado el niño buscará una y otra vez revivir esta relación con su

madre ligada al sentimiento de universalidad, pero por otro lado, buscará la independencia del

objeto a través de la introyección de este objeto perdido hacia sí mismo, al que podrá acceder

indirectamente a través de la fantasía. Es así como el autoerotismo nos acercará de una forma

“independiente” del Otro a este estado de universalidad, lo cual resulta sumamente paradójico,

ya que es innegable la huella que este Otro dejará en la forma que buscamos independizarnos de

él. En definitiva, el sujeto bordea la indiferenciación, ya que toda tendencia de él de volver a este

estado, está siempre acompañada de un alto riesgo de que la identidad del sujeto desaparezca en

esta madre-universo (Umwelt).

98

La pornografía nos viene a decir de forma implícita que no necesitamos de un tercero

para encontrar la satisfacción sexual, brindando sustitutos que se adapten a las características de

nuestras fantasías, a las características de este Otro introyectado. Es una forma sutil de decirnos

que no dependemos de otro, que podemos continuar obteniendo placer autoerótico a través de las

fantasías, ya que este será un placer que no desfallecerá, como tampoco lo hará el placer

ininterrumpido que evidenciamos en la pornografía.

La parte dependiente de la personalidad es la que reconoce los límites y las limitaciones

de su propio ser, así como la existencia y los límites del otro, y acepta que la satisfacción de toda

necesidad, finalmente de todo deseo, se relacione con la incapacidad fundamental del ser

humano de bastarse a sí mismo. Reconocer la necesidad del objeto (el objeto genital incluido) es

la condición de la vida, y todo intento de negar esta dependencia se orienta en el sentido de la

muerte (McDougall, 1993, pág. 152).

Por otra parte, ¿En qué medida la pornografía se relaciona con la realidad si tenemos en

consideración el concepto de realidad psíquica? Es en este punto que el concepto de sujeto se

hace fundamental, ya que es él, o más bien en él que se realiza esta relación. Son sus propias

fantasías las cuales se ponen de manifiesto en la pornografía, en definitiva, es el sujeto quien

buscará dar un nuevo orden a la realidad a través de la pornografía para que la realidad no le

resulte tan amenazadora. El hecho de que existan tantos tipos y subtipos de pornografía es lo que

nos da la prueba de que existe una para cada tipo de espectador, ya que en definitiva a través de

la pornografía llevamos a nuestra fantasía inconsciente a un intento de realización.

99

Entonces, podemos establecer que la pornografía es una forma activa de llevar a cabo un

rasgo de nuestro deseo inconsciente, en ella revivimos una y otra vez ese momento en que no

necesitamos de un tercero para poder alcanzar el placer sexual, amoldando lo que vemos a cierta

característica de nuestra propia fantasía inconsciente. Con respecto a estas últimas, es necesario

destacar que, como se mencionó anteriormente cuando se explicó la fantasía inconsciente “Pegan

a un niño” analizada por Freud, este aspecto que hace gozar al sujeto queda por entero reprimido

y es más bien una reconstrucción del análisis, ya que si bien no se puede extrapolar a todos los

sujetos la misma fantasía inconsciente de ser golpeados, si se puede decir que hay algo con lo

que los sujetos gozan sin ser plenamente conscientes de ello. La pornografía con sus múltiples

variaciones, puede ser un medio para que el sujeto logre relacionarse con esto prohibido que lo

hace gozar, ya sea el incesto, la violación, la cosificación del cuerpo femenino, el masoquismo,

en definitiva algo que el principio de realidad le impide llevar a cabo. Lo que incluso puede estar

más relacionado con su forma personal de obtener placer, que lo que podrían estar las formas

socialmente aceptadas. Es decir, la pornografía estará de una u otra forma relacionada con un

aspecto inconsciente de la fantasía.

La verdad tiene la estructura de la ficción: puedo articular la verdad oculta de mis

pulsiones precisamente en la medida en que sea consciente de que sólo estoy jugando un juego

en pantalla. En el sexo dentro del ciberespacio no hay ‘cara a cara’, solo el espacio externo

impersonal en el que todo, incluso mis fantasías internas más íntimas, puede ser articulado sin

inhibiciones (…) La gente usa la pornografía (u otro aparato sexual técnico) no sólo cuando

100

carece de compañeros ‘de carne y hueso’, sino también para ‘sazonar’ su ‘vida sexual

verdadera’. El estatus del suplemento sexual es así, una vez más, radicalmente ambiguo e

‘impredecible’: puede arruinar el juego, pero también puede intensificar su goce (Žižek, 1999,

pág. 158).

Otro aspecto a tener en consideración en este apartado, es el tratado por Jessica Benjamin

en su ensayo “Simpatía por el Diablo: notas sobre la sexualidad y la agresión, con especial

referencia a la pornografía”, en donde se cuestiona acerca de la relación entre la agresión y la

sexualidad. Tal como en la fantasía inconsciente de “pegan a un niño”, existe un componente

sexual y otro agresivo que son reprimidos, tramitados por el inconsciente. Frente a esto, la

pregunta de Benjamin alude a cuándo el componente agresivo pasa a ser sexual, especialmente

se pregunta por qué el sadismo de la pornografía produce excitación en los espectadores.

Postula que la parte agresiva de la sexualidad surge en la fantasía, no siendo lo que una

persona quiere realmente, ya que por ejemplo una adolescente puede fantasear con ser violada,

pero el hecho en sí sería traumático. La fantasía tiene esta característica de que se rige en el

principio del placer, como dice Benjamin (1997), tiene un papel en la representación y el

ocultamiento del horror real que una simple insistencia en la realidad pasa por alto. Por ejemplo,

un hombre que fantasea con tener relaciones con su secretaria no tiene en consideración la

transgresión al código laboral y la ética que esto significaría, ya que en la fantasía se pasan por

alto las consecuencias, que en este caso podrían incluso llegar a ser judiciales.

101

Entonces, por empezar, las representaciones pornográficas no expresan el contenido

concreto del deseo, sino una relación entre la excitación sexual y el reino de la fantasía. El

carácter de la representación pornográfica, en especial su contenido sádico, nos obliga a formular

la distinción entre la realidad y la fantasía, entre ser afectado por otro exterior y estar encerrado

en la propia fantasía, entre lo concreto y lo simbólico (Benjamin, 1997, pág. 202).

Tal como expone Freud (1930) en “El Malestar en la Cultura”, el humano no es un ser

manso, sino que es lícito atribuir a su dotación pulsional una buena cuota de agresividad, en

donde el mandato de “ama a tu prójimo como a ti mismo” vendría a ser un dogma que sólo

contraría a la naturaleza humana originaria, ya que en realidad “Homo homini lupus” (el hombre

es un lobo para el hombre), y la existencia de esta inclinación agresiva que podemos encontrar en

nosotros mismos y que presuponemos a los demás, es lo que perturba nuestro vínculo con el otro

y lleva a la sociedad a realizar un importante gasto de energía para “mantener el orden”. Esta

agresión inherente busca una forma de exteriorizarse algo más tramitada, por lo que Benjamin

(1997) expone que los elementos agresivos pueden ser la base de los elementos perversos y

sádicos de la fantasía sexual que asociamos con la pornografía y la actividad sexual compulsiva.

Benjamin, para explicar cómo la agresión adquiere un componente sexual se basa en un

texto de Laplanche (1976), el que expone que la agresión en una primera instancia no está

mezclada con la sexualidad. Sólo lo hace cuando ésta se internaliza como masoquismo, y luego

al transmutar en sadismo ya contiene el componente sexual, siguiendo a Freud (1915) en

“Pulsión y destinos de pulsión”. Para este proceso se torna fundamental la fantasía, ya que tanto

102

el rol dominante como el sumiso entran en el sí mismo como fantasía, el proceso en el que la

agresión se transmuta en sexualidad Laplanche lo llama “fantasmatización”. “En este proceso

reflejo la fantasía, el inconsciente y la sexualidad emergen en un movimiento único” (Laplanche

en Benjamin, 1997, pág. 219). De esta manera la agresión se transforma en placer, una forma

diferente de procesar esta tensión corporal. Por lo tanto al no poder liberarse de la agresión, el

sujeto la transmuta en descarga sexual, siendo el autoerotismo una conducta que sustituye la

necesidad de otro externo.

El aburrimiento sexual es una razón que se aduce con frecuencia para justificar el interés

por la pornografía. Pero el dilema se convierte entonces en cómo volverse de nuevo hacia fuera

cuando no hay ningún afuera, cuando tanto el sujeto como el objeto existen solo en la cápsula de

la omnipotencia, de la fantasía. Allí se introduce la transgresión, el intento de crear una forma

sustitutiva de la exterioridad exponiendo los componentes internos, privados, autoeróticos, a un

público fantaseado, a un observador que no es sujeto ni objeto de la fantasía. El espectador crea

la sensación de exterioridad, el consumidor es el otro externo a su propia fantasía, escenificada

en la pantalla o en la página que tiene ante sí (Benjamin, 1997, pág. 221).

Ahora bien, para profundizar este apartado se retomarán a modo de resumen algunos

aspectos mencionados con anterioridad. Existen elementos cuya importancia es capital para

comprender el concepto de fantasma, partiendo por deseo. A este lo podemos identificar como

“la cosa freudiana”, algo cuya existencia tiene serias implicancias para el sujeto. Teniendo en

cuenta que el Otro es el lugar del deseo para el sujeto, una vez que éste se manifiesta con

103

claridad, el sujeto debe dar algo a cambio, algo es tomado a sus expensas con el fin de lograr su

designación de sujeto en el discurso que el Otro sostiene. El sujeto paga ese precio en calidad de

desfalleciente, no como un sujeto de la palabra, sino que como un sujeto real, vivo, y el precio

que paga es la castración. En definitiva, el sujeto paga con su propia castración para poder ser

designado por el Otro, por lo que debe poner algo de su parte.

Este es, si me permiten, el hueso de la función del objeto en el deseo. Es lo que aparece

como contrapartida del hecho de que el sujeto no puede situarse en el deseo sin castrarse –dicho

en otras palabras, sin perder lo más esencial de su vida. (Lacan, 1959, pág. 412).

Como puede evidenciarse, el sujeto a cambio de lo más esencial de sí, obtiene una

designación en el Otro, algo que le otorgaría una fundamental importancia a su presencia, ya que

en definitiva el sujeto es sostenido por él, pero ¿hasta qué punto puedo contar con el Otro? ¿Es el

Otro confiable? ¿Puedo estar tranquilo de que cumplirá lo que me prometió? Según Lacan este

cuestionamiento es el resorte de lo que el sujeto repetirá en lo más profundo de su destino, “allí

está lo que rige la modulación inconsciente de sus comportamientos” (Lacan, 1959, pág. 417).

El análisis, incluso la experiencia más cotidiana del análisis, nos los enseña: que el sujeto

pueda o no hacer pie en algún Otro es lo que determina lo más radical que hayamos en la

modulación inconsciente del paciente, neurótico o no (Lacan, 1959, pág. 417).

104

El sujeto queda en definitiva barrado, separado, quedando en calidad de sujeto de la

palabra, esto es lo que lo lleva a intentar buscar una respuesta a su interrogante, sin embargo su

pregunta no tiene respuesta, no hay Otro del Otro, el sujeto se encuentra con el vacío, ya que

ningún significante puede garantizar la cadena de significantes completa, debido a lo cual el

sujeto queda supeditado a la voluntad del Otro. A lo que el sujeto recurre para responder a esta

pregunta, es a una parte imaginaria de sí, esta parte es la a que surge en el mismo lugar que su

interrogante acerca de lo que él es y quiere verdaderamente.

Lo que denominamos a minúscula es el objeto del deseo, sin duda, pero a condición de

aclarar bien, sin embargo, no se ajusta al deseo. Entra en juego en un complejo que

denominamos fantasma. En ese objeto, el sujeto encuentra su soporte en el momento en que se

desvanece ante la carencia del significante que responda por su lugar de sujeto en el nivel del

Otro (…) El fantasma no es otra cosa que ese enfrentamiento perpetuo entre la S mayúscula

tachada y la a minúscula (Lacan, 1959, pág. 418).

Al establecer la relación entre el fenómeno de la pornografía y el concepto de fantasma,

se presentan ciertos puntos de comparación que dan luces respecto a cuan estrechamente ligados

se encuentran estos conceptos, y de qué manera se podría puntualizar una idea interpretativa en

torno a la función de la pornografía respecto de la constitución fantasmática.

105

Si se observa el fenómeno de la pornografía y se pone énfasis en sus esquemas o patrones

habituales, se puede dar cuenta de un carácter repetitivo en cuanto a su argumento, así como de

guiones carentes de originalidad y realismo. Frecuentemente se recrean esquemas y poses

corporales, haciendo de las producciones de esta industria algo más bien predecible, sin presentar

cambios sustanciales en su argumento. Tal como se menciona en un apartado anterior, desde su

despenalización en los finales de la década de los sesenta, el género pornográfico ha sufrido muy

pocos cambios, muy excepcionalmente las relaciones sexuales en este género no comienzan con

una felación y terminan con un coitus interruptus. Es así, como la pornografía comparte con el

fantasma el carácter estático y monótono, este “resto” del análisis diferente del dinamismo

sintomático, algo de lo que en definitiva el analizante no se puede desprender, ya que sin él

quedaría de cara al horror de lo real, optando por mantener su equilibrio precario antes de

siquiera pensar en que la realidad podría ser vista de otra forma. El fantasma es el que en

definitiva nos obtura de esta pregunta ineludible referida a ¿cómo accedo a la sexualidad?,

siendo la pornografía quien brinda una respuesta a este cuestionamiento. Es su misma monotonía

la que de a poco nos entrega una ilusoria estabilidad de qué es lo que encontraremos al momento

de enfrentarnos al encuentro sexual. Sin embargo ¿podemos fiarnos de esta respuesta entregada

por el Otro? La respuesta a esta pregunta viene del lado del síntoma, ya que es en el momento en

el que se deja de sentir placer por medio de la sexualidad, cuando va a trastabillar el fantasma

entregado por la pornografía, o al menos una de sus múltiples formas de trastabillar.

En relación al momento en que se pone en duda este velo entregado por el Otro, el

síntoma sería aquella parte dinámica, aquello que sucede sin poder evitarlo, lo que en el caso de

la pornografía alude a las vicisitudes propias del encuentro sexual (enfermedades, embarazo,

106

disfunciones sexuales, etc.), por lo tanto se trata de aquello que no se encuentra presente en las

producciones pornográficas. Es decir, se trata de la parte faltante en la pornografía, de aquel

elemento que la pornografía en su función fantasmática busca velar, esto al estar regido en última

instancia por el principio del placer.

Desde una segunda perspectiva, si nos referimos a la pornografía en términos de goce, se

puede relacionar al acto masturbatorio asociado al consumo de ésta con el goce fálico, en tanto

descarga parcial de relativo alivio momentáneo. Por otra parte, el plus de goce dentro de este

contexto, se entiende como aquel excedente del goce que queda anclado a ciertas zonas del

cuerpo, manteniéndolas en constante erogeneidad, es aquello que hace que el sujeto siga

consumiendo pornografía sin dejar de desear ni gozar, punto fundamental si se analiza la

proliferación de esta industria. En tanto, la pornografía propiamente tal, podría relacionarse con

el goce Otro, en la medida en que apunta al goce que el sujeto supone al Otro, donde la

pornografía en su función reactualizadora del fantasma actúa a modo de obstáculo autoimpuesto

para no enfrentarse a este goce desbordante, manteniendo a un sujeto que se satisface de modo

parcial y limitado.

De este modo, el sujeto fantasea con poder alcanzar este goce del Otro, sin embargo a

través de sustitutos y pantallas, síntomas y fantasmas como diría Miller (1983), busca

obstaculizar el encuentro con este goce Otro, para lo cual no debe dejar de desear. Es así, como

el fantasma actúa a modo de mecanismo o recurso para no verse enfrentado a este goce

desbordante, transformando el goce en placer, y así, manteniendo al sujeto a salvo del carácter

107

oceánico de este goce excesivo. Este goce que el sujeto sueña poder alcanzar, no es más que una

imposición, un mandato proveniente del gran Otro, el que a través de la ley paterna y posterior

conformación superyóica mantienen al sujeto en constante obligación de gozar.

Por otro lado, la relevancia clínica de la relación de la pornografía con el goce, es que nos

permite dilucidar de qué manera el analizante goza, vale decir de qué forma se relaciona con el

objeto deseado. Por ejemplo, ante la afirmación del analizante “yo veo pornografía” al ser

interrogado acerca de esto, sería muy diferente que diera una respuesta ligada a la pornografía

gay, o en la que existen relaciones entre mujeres mayores con hombres jóvenes, o también una

más ligada al sadismo, en fin, la pornografía en sus múltiples formas de expresión nos habla de

un modo específico de goce, ligado a la pasividad, a una relación incestuosa, fetichista, etc. Si

tenemos en cuenta que el goce es contradictorio, en la medida en que busca satisfacer tanto a la

pulsión de vida como a la de muerte, saber qué tipo de pornografía es la que busca un analizante

nos acerca de manera muy directa a su forma particular de gozar, siendo esta característica algo

muy llamativo de la pornografía. Vista de un modo más general que la pornografía mainstream,

todas sus formas de expresión apuntan a un determinado tipo de goce.

Cabe señalar que cuando el sujeto se angustia a partir del encuentro con lo real, no quiere

decir que esto sea patológico, ya que para los seres humanos el estado básico de la sexualidad es

la masturbación con fantaseo y cualquier contacto real es algo inherentemente traumático, y solo

es tolerado si el otro entra en este mecanismo fantasmático. El fantasma se encarga de proteger al

sujeto en su relación con el Otro en cualquier ámbito, entonces la pornografía cumple la función

108

de reactualizar los fantasmas que cubren la relación del sujeto con el Otro (en lo relativo al acto

sexual en este caso) y así aportar límites al goce desenfrenado.

Otra arista a observar, dice relación con la similitud entre la escena pornográfica y la

escena fantasmática, fuera de la naturaleza estática y monótona analizada anteriormente. Una

escena fantasmática, como por ejemplo “pegan a un niño”, se trata de una escena de carácter

reducido, en la que se suelen repetir de manera esquemática ciertos patrones, suponiendo un acto

de pocos personajes, en donde existe una acción en particular ligada a la presencia de una parte

determinada del cuerpo, y esta acción se desarrolla a partir de un verbo en particular el que se

enmarca en un argumento perverso de fondo, en este caso “pegan”. Lo mismo sucede en la

escena pornográfica, específicamente en la mainstream, donde este patrón repetido

insistentemente a lo largo de los años ha terminado por construir una forma específica de

enfrentar la sexualidad, en ese sentido ambas escenas tienen como mayor punto de similitud su

función, en la medida en que protegen al sujeto en su encuentro con lo real.

En este contexto, frente al enigma del deseo del Otro (che vuoi?), el sujeto se hace ser un

objeto dentro de la escena fantasmática, por lo tanto se puede hablar de una sexualidad disociada

de la necesidad, en donde la pornografía funciona como una plataforma que reactualiza la red de

escenas fantasmáticas del sujeto, situándose a sí mismo como un objeto que tiene por función el

obturar la falta en el Otro. Es así como se puede explicar cómo es que la pornografía podría

también ser una respuesta frente al enigma del Otro, ya que al igual que en el caso del fantasma,

en la pornografía, a partir de un argumento perverso, el sujeto es situado como un objeto en

109

función del deseo del Otro. Específicamente, el sujeto se identifica con el objeto perdido, de

modo que en la escena fantasmática el sujeto ocupa el lugar de este objeto extraviado. Objeto

que se remonta a un estado de fusionalidad o universalidad vivido, el cual ha sido perdido

(estado de goce absoluto). Entonces, en la escena fantasmática al representar ese objeto perdido,

el sujeto puede llevar a cabo su deseo, lo cual es imposible de llevar a cabo en la realidad.

La función de la pornografía en tanto constitutiva de los fantasmas del sujeto, permite

llevar a cabo (de manera fantasmática) la forma de goce del sujeto, y en última medida su deseo

insconsciente, teniendo por consecuencia un alejamiento de lo real. En la actualidad, los sujetos

han optado por relacionarse cada vez más a través de fantasmas, los cuales son impartidos desde

la cultura en tanto lugar del Otro, siendo la pornografía, a modo de discurso homogeneizante,

quien establece qué imágenes y/o pantallas actuarán como velo en la manera en que los sujetos

acceden a su sexualidad. En definitiva, la pornografía es una forma de homogeneizar la respuesta

frente al enigma del deseo del Otro, es una manera de que los sujetos como conjunto accedan a la

sexualidad desde un mismo fantasma, es decir, que tengan una respuesta similar ante su duda

acerca de si es que el Otro cumplirá su promesa. Con el fin de que este encuentro con otro real

no resulte ser algo traumático, el fantasma paradójicamente nos brinda la falsa sensación de

seguridad, de creer que ya tenemos resuelto qué es lo que sucederá en dicho encuentro, siendo un

mecanismo que lamentablemente está destinado a fracasar y el sujeto a desfallecer.

110

6.3. Posmodernidad y el lugar del sujeto

En este apartado se esbozarán ciertas ideas y discusiones surgidas a lo largo de la

presente investigación, las cuales este estudio no pretende dar respuestas, pero sí establecerlas

como punto de inicio para posteriores investigaciones respecto a este fenómeno.

La pornografía, tanto como género cinematográfico como posterior discurso acerca de la

sexualidad, cumple con la función de constituir y reactualizar los fantasmas del sujeto. Esto,

como ya fue mencionado, responde a la posición del sujeto respecto de la pregunta acerca del

deseo del Otro, che vuoi?, qué es lo que este Otro quiere, lo que para el sujeto se plantea en la

siguiente pregunta: ¿Qué es lo que este Otro quiere de mí?, lo que se traduce a qué es lo que este

sujeto se “hace ser” para el Otro. Frente a esta pregunta, el sujeto responde a partir de sus

fantasmas, obturando el deseo del Otro, y a su vez, distanciándose a través de éstos del encuentro

con lo real de este deseo, es decir, de su encuentro con la falta misma.

Al analizar la pornografía y su función en la constitución del fantasma ($ ◊ a) para los

sujetos en el contexto posmoderno, se puede concluir la existencia de sujetos cada vez más

alejados entre sí, relacionándose a través de fantasmas, evitando de esta forma el encuentro con

lo real. Esto, tomando en cuenta a la pornografía como el máximo exponente de la idea de

“hiperrealidad”, en donde este exceso de lo real, esta excesiva explicitación, termina por velar lo

real, siendo esta la misma función que el fantasma tiene.

111

Este alejamiento de los sujetos entre sí, dice relación con el carácter actual de las

plataformas informativas y comunicacionales, en donde, en un intento de los medios masivos de

comunicación por contener y digitalizar toda la información, se erigen como una nueva forma de

representar al gran Otro, es decir, de que éste sea materializado en el espacio, o más bien, como

señala Žižek, en el ciberespacio. Este espacio virtual, que se sirve de la información compartida

por los usuarios, surge como un Otro que media la relación entre los sujetos, que si bien es más

rápida, automática y global, termina por alejar a los sujetos entre sí, respecto, claro está, de un

encuentro de carácter real. Así también, por ejemplo, la función de la pornografía y la publicidad

crean imaginarios y supuestos respecto a los roles y usos del cuerpo, más allá nuevamente, de los

reales alcances de estas concepciones en el contexto de un encuentro real entre los sujetos.

Ahora bien, frente al enigma del deseo del Otro, desde la perspectiva posmodernista,

podemos atisbar un giro en la posición del sujeto respecto de su relación con el Otro y con los

objetos. En donde, a diferencia de la concepción modernista de un yo único, individual y

autónomo, el objeto es el que moldea al sujeto y no al revés, contrario a como se planteaba desde

la perspectiva kantiana, la cual alude a que el conocimiento humano es lo que debe regir al

mundo de los objetos. Desde esta perspectiva, se plantea la concepción de un sujeto más bien

pasivo, el que más que buscar estímulos externos es interpelado por éstos, en donde las

representaciones de este mundo predominado por las imágenes le son impuestas al sujeto.

Este giro en la posición del sujeto, responde al imperativo surgido en la posmodernidad,

en donde el Otro, en tanto fuente de los significantes, se sitúa desde el discurso del amo,

112

imponiendo el mundo de imágenes posibles para el sujeto. De este modo, la pornografía se

inscribe en una relación de interpasividad entre el sujeto y el mundo de los objetos, dejando a

éste en un estado de inercia, en donde el Otro es quien goza por el sujeto y a través de él.

Si la modernidad erigió la ilusión de un deseo articulado a través de un Otro universal, la

posmodernidad se caracteriza por la desorientación del deseo como efecto de su subordinación a

la voluntad de goce. Según Jean Baudrillard, la época moderna, la época de la ideología,

presuponía la separación del sujeto del objeto mientras que la posmoderna anti-ideológica

anuncia la victoria del objeto sobre el sujeto (Ubiluz, 2006, pág. 1).

En definitiva, ¿cuál es la función de la pornografía en la sociedad posmoderna? A partir

de las relaciones establecidas en la presente investigación, se puede plantear la idea de la

pornografía como un mecanismo fantasmático impuesto por la sociedad, a través del cual el

sujeto debe acceder a la sexualidad. Es así, como la sociedad actual busca homogeneizar los

fantasmas, para así lograr cierto tipo de uniformidad en la manera en que los sujetos responden al

enigma del deseo del Otro, haciéndose ser objetos del goce del Otro.

Teniendo en cuenta esta perspectiva en la cual se propone una visión global del fantasma

en un contexto cultural, surge la tentativa de interrogar este fantasma desde un punto de vista

clínico. ¿Qué hacen los miembros de esta sociedad para atravesar sus fantasmas?

113

Para Lacan, “no hay ejemplo alguno de un fantasma convenientemente atacado que no

reaccione reiterando su forma de fantasma” (Lacan, 1959, pág. 433). Esto, permite dar una

explicación al porqué en la sociedad actual la pornografía ha invadido otras aristas de la cultura

como la música y la publicidad, llegando a ser, como se señaló anteriormente, una sociedad

pornografizada. Con esto, se busca exponer la rigidización del fantasma que la sociedad ha

encontrado para responder al enigma en torno a la sexualidad, en donde en vez de ser

atravesados, reiteran su posición y se parapetan en ella de igual forma en que un analizante se

resiste a dejar de gozar a través de sus síntomas.

Como es sabido, lo que lleva a un sujeto al análisis es el hecho de que su fantasma

trastabille, vale decir, ya no puede ocupar la misma posición en relación al Otro. Entonces, ¿qué

sucede cuando trastabilla el fantasma de la pornografía? Frente a esta pregunta, surge la idea de

que este fantasma se sostiene en un equilibrio más bien precario, ya que frente a la más mínima

irrupción de lo real, esta articulación desfallece, siendo reemplazado en su lugar por la angustia y

la sintomatología. Esto, se puede evidenciar en el gran aumento que han tenido en la actualidad

ciertos fenómenos como el embarazo adolescente, la eyaculación precoz, la disfunción eréctil y

la frigidez.

Es así, como el presente estudio buscó poder graficar de alguna manera este concepto tan

enigmático como críptico, y a la vez tan medular para la teoría psicoanalítica: el fantasma.

Concepto que al ser desarrollado y relacionado con el fenómeno de la pornografía, permitió

establecer nuevos alcances y perspectivas en torno a un fenómeno relevante a la hora de

114

comprender algunos aspectos en apariencia superficiales, pero que sin embargo dan cuenta de

elementos centrales para comprender el porqué de las conductas y patrones propios de los sujetos

de la sociedad actual. De este modo, la presente investigación podría presentarse como un

material útil para quienes quisieran aproximarse de una manera teórica al fenómeno de la

pornografía, así como para quienes deseen continuar con la contribución al desarrollo de la teoría

psicoanalítica.

En relación a esto último, es que se plantea la posibilidad de dejar abiertas ciertas

interrogantes para futuras investigaciones, que a su vez aluden a distintas alternativas o aristas

desde las cuales abordar el fenómeno en cuestión. Es así, como por ejemplo surgen interrogantes

en lo relativo a un análisis desde las estructuras clínicas, en la medida en que se determine si es

que los patrones seguidos por la pornografía en su función fantasmática se relacionan con

determinada estructura, o cómo las diferentes estructuras clínicas se ven enfrentadas a la

pornografía y a la sexualidad. En esta misma línea, resultaría atingente una investigación en la

que se explore la medida en la que han cambiado las estructuras clínicas, bajo la hipótesis de que

en la sociedad actual estaríamos supeditados a un fantasma de tipo perverso. Otra interrogante, es

si acaso existe algún tipo de estructura o sentido global en torno a las diferentes manifestaciones

de “desborde sexual” que han surgido a lo largo de la historia de occidente, así como también

podría ser contrastado con las formas de representación sexual presentes en el mundo oriental en

tanto articulación fantasmática. Por último, sería interesante contrastar este estudio con

determinados casos clínicos en donde se presenten temáticas relativas a la pornografía, para así

dar cuenta de en qué medida existen nuevas formas de relacionarse entre los sujetos y que

implicancias tienen éstas.

115

7. REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

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