CONSTRUCCION DE IDENTIDAD EN CHILE, SIGLOS XIX Y XX · DEL RANCHO AL CONVENTILLO Transformaciones...

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CONSTRUCCION DE IDENTIDAD , EN CHILE, SIGLOS XIX Y XX i

DEL RANCHO AL CONVENTILLO Transformaciones en la identidad popular femenina

Santiago de Chile, 1850-1920

Alejandra Brito P.

En este estudio se reconstruye la historia de la mujer popular urbana entre 1850 y 1920, periodo en que la sociedad chilena experiment6 una serie de cambios que la llevaron a configurar el perfil de una sociedad moderna. El paso del rancho rural o suburbano a1 apretado conventillo citadino, h e el aspect0 extern0 de complejos procesos en que se redefinieron 10s roles de la mujer dentro de la familia, del movimiento popular y de la sociedad en general.

Dentro de estos procesos, damos hfasis a aquellos en 10s cuales la participacidn femenina fue importante. En primer lugar, interesa la reconstrucci6n del espacio fisico habitacional. El trasla- do de la mujer del rancho suburbano a1 conventillo fue un elemen- to importante en la historia del movimiento popular chileno, cuesti6n que ha sido ignorada en el analisis historiogrhfico.

Una vez instaladas las mujeres en este nuevo espacio social, examinamos algunos aspectos de su cotidianeidad, destacando el surgimiento de ciertos problemas de convivencia, especialmente la violencia. En la segunda parte de este trabajo se reconstruyen las alternativas laborales de las mujeres pobres, como una forma de mostrarlas en su vida cotidiana. Ser mujer popular en este periodo signific6 una cada vez mas compleja integraci6n de lo que se consideraba el mundo ptiblico (trabajo) y e1 privado (casa-fami- lia). En el cas0 de las mujeres populares no es posible parcelar ambas realidades, que constituyen una sola unidad: el mundo de la mujer pobre.

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Los procesos estructurales de modernizaci6n resituaron a la mujer popular en su context0 social especifico, sea por inclusi6n o por exclusi6n en ellos. El grueso de las mujeres que qued6 habitan- do 10s conventillos, autosustentiindose mediante el lavado ajeno, las cocinerias, el comercio ambulante, la prostitucih, etc., form6 un amplio sector que no logr6 una incorporaci6n formal en la modernidad emergente. A la vez, una gran cantidad de ellas pudo escapar de 10s horrores materiales de 10s conventillos mediante el servicio domestico puertas adentro. Finalmente, un delgado seg- mento se proletariz6, a1 reclutarse en establecimientos industria- les. Pero, biisicamente, este ciclo de modernidad necesit6 de un sector laboral informal femenino que de alguna manera sustenta- ba el nuevo modelo, en tanto llenaba espacios no cubiertos y que eran fundamentales para el funcionamiento de la urbe.

Mostrar la vi& de miles de mujeres en Santiago a partir de su experiencia cotidiana de inserci6n o de exclusi6n en el proceso de modernizaci6n nos permite rescatar la historicidad y especificidad de lo femenino. Significa hacervisiblea la mujercomo un sujetosocial que participa "a su manera" de esa compleja construcci6n humana que denominamos Historia, y nos conduce a la necesidad de definir 10s espacios, tiempos y referencias en torno a 10s cuaies se constituye la subjetividad hist6rica femenina y su voluntad social. Es necesario trascender aquellos aniilisis enque la mujer se diluye en la historia de 10s poderes que la oprimen, o s61o aparece en el momento en que se organiza laboral o politicamente: entonces se dice que "irrumpe", sin decir desde d6nde lo hace. Hiblar de las mujeres y de 10s podeyes opresores no es una historia desde la mujer.

No obstante lo anterior, no queremos llegar a sostener una absoluta autonom'a de la rnujer en la historia, despachando irres- ponsablemente el anhlisis de clases y las determinaciones estruc- turales del sujeto. Si estamos focalizando nuestra atenci6n en la mujer popular, pretendemos rescatar las especificidades del ac- tuar femenino en el movimiento popular. Invirtiendo la cuestibn, no creemos que una historia de lo popular-femenino sea una historia de lo popular; pero tampoco una parte geometrica y pintoresca de la generalidad.

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Para la realizacicin material de este trabajo se revisaron principal- mente fuentes primarias, como el Archivo de la Municipalidad de Santiago (AMS) y el Archivo de la Intendencia de Santiago, que si bien pueden ser consideradascomo fuentes indirectas parae1 estudio de la mujer, muestran las realidades cotidianas de la capital. Tambih se utiliz6 el Archivo Judicial deSantiago (AJS), donde 10s testimonios de mujeres involucradas en a l g h delito detallan aspectos de su vida cotidiana; y 10s censos de la Repcblica, que permitieron dar una solidez cuantitativa a1 trabajo. Todas las fuentes reseiiadas, conjunta- menteconotras,como prensa ybibliografias,nos permitieronrecons- truir ciertos aspectos de la vida de la mujer popular en Santiago. .

LA CIUDAD DE LOS POBRES

Uno de 10s aspectos manifiestos del proceso de modemizaci6n que experiment6 el pais en la segunda mitad del siglo XIX fue el de urbanizacicin, en especial en las tres principales ciudades, Concepcibn, Valparaiso y Santiag0.l

Como consecuencia de la expansi6n demogrAfica urbana, San- tiago se transform6 materialmente. AI crecimiento espacial se sum6 la voluntad y la posibilidad de una pr6spera oligarquia, que invirti6 grandes sumas de recursos piiblicos y privados en31 mejoramiento urbano, siguiendo patrones estilisticos europeos. El Intendente Benjamin Vicufia Mackenna impuls6 la principal remodelacih, realizada a partir de 1872. Una de sus preocupacio- nes centrales fue fijar 10s limites urbanos --el llamado Camino de Cintura- dentro de 10s cuales se debian invertir 10s mayores recursos y energias:

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Define esta ciudad estableciendo 10s limites propios de Bsta, demarcacibn que hoi en dia forma una de sus mas imperiosas necesidades, con relacibn a la edilidad (es decir a1 pavimento, el us0 de agua potable, etc.), creando la ciudad propia, sujeta a 10s cargos i beneficios del municipio, i 10s suburbios, para 10s cuales debe existir un rejimen aparte, menos oneroso i menos activo.

B. Vicma Mackenna 1872,18

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De esta manera, en la medida en que la migraci6n de 10s pobres hacia crecer la ciudad, la oligarquia impulsaba una remodelaci6n de la ciudad "propia", la cual pas6 de un polvoriento aspect0 colonial a uno europeo, con mansiones, calles pavimentadas e iluminadas, sistemas de agua corriente, transportes y paseos publicos. Santiago resumia, de un lado, la prosperidad de la oligarquia chilena de la 6poca del salitre; y del otro, las tensiones y problemas que en el movimiento popular creaba la particular modernizacihn de la sociedad chilena. Encerrando la ciudad Patricia, crecia inexorablemente la ciudad de 10s pobres, que ademiis se filtraba en la primera a medida que se entraba en el nuevo siglo.

Quienes primer0 y mtis masivamente migraron de las zonas rurales y se asentaron en el Santiago de 10s pobres fueron las mujeres. Los hijos, el deseo de sedentarizar y lo ajenas que estaban de un mercado laboral que obligaba a 10s hombres a la movilidad espacial, hicieron de 10s suburbios una ciudad de mujeres que hacian su propia vida, construian su propio espacio, autoproducian, autoconsumian, criaban. Primer0 el "rancho", y luego el "conventil lo", fueron una imagen de Ins transformaciones de identidad que la modernizacih produjo entre las mujeres pobres.

El trhsito del rancho a1 conventillo

Diversos estudios han dernostrado que cuando se acrecienta la migracicin desde las zonas rurales hacia las ciudades, son princi- palmente las mujeres las que se instalan en 10s suburbios. Durante el siglo pasado, 10s hombres tambien migraban, per0 lo hacian por temporadas; en cambio, el asentamiento de las mujeres era, por lo general, definitivo (Salazar 1985, Romero 1984). Y si fueron las mujeres las primeras en establecerse en las ciudades, es indudable que el tip0 de espacio que construyeron tuvo su sello personal. A1 radicarse no s610 reprodujeron la habitacih campesina, sino tambih recrearon las formas devida y modos de subsistencia que en ella se daban; en suma, un tip0 de pr6ctica social cotidiana.

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iCu8l fueel espacioqueocuparon las mujeres y d6ndeconstru- yeron su ciudad? Unnumero importante se ubic6 en terrenos que solicitaron a la Municipalidad, por gracia, en consideracidn a su pobreza y a sus hijos. Tambih era frecuente que en 10s suburbios de laciudad searrendaran si tios por lotes "apiso"a varias familias, para que levantaran sus ranchos:

No me era posible dar a 10s terrenos, constituido de hecho en medio de pobladores, otro empleo que el de poblacicin; i no hize mas que impulsarla, haciendo sucesivamente arriendos de pi \os a 10s pobres, quienes de su cuenta levantaban sus ranchos para vivir i plantaban sus arboledas.

AMs, v. 217,1859

Establecidas en sus ranchos, las mujeres dedicaron una cierta cantidad del sitio a1 cultivo de hortalizas; tenian ademAs algunos animales dom6sticos y aves de corral, que les permitian una minima subsistencia. Realizaban actividades artesanales, princi- palmente la fabricaci6n de telas rudimentarias, las cuales en algunas ocasiones dejaban excedentes que eran comercializados a1 interior de la sociedad popular.

Durante la segunda mitad del siglo XIX, sin embargo, la contraccidn del mercado por el avance de las importaciones y la competencia de las actividades textiles industrializadas hicieron necesaria la biisqueda de nuevas formas de subsistencia. Una de las m8s importantes fue el comercio ambulante, especialmente la venta de todo tip0 de alimentos y bebidas, sobre todo en periodos festivos. Numerosas cocinerias y fritanguerias 4 o n d e se expendian empanadas, pan, comidas preparadas, frutas ybebidas alcohdlicas- se instalaron en lugares piiblicos o en 10s propios ranchos. Las chinganas o ramadas, como se llam6 a estos lugares, tuvieron el sello de la mujer de pueblo, que las convirti6 en una fuente importante de subsistencia. Esta costumbre, que se ha mantenido, fue una recons truccidn femenina de tradiciones rura- les, como lo muestra Salazar en Labrudores, peones yproletarios. Con ella, las mujeres trascendieron lo puramente econ6mico, colabo-

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rando en la creaci6n de una sociabilidad popular que marc6 la forma de relacionarse de 10s pobres.

En la medida en que aument6 la poblaci6n, se increment6 tambih la presi6n porocupar terrenos. Estos debieroncompartirse, y como no contaban con las instalaciones sanitarias minims, se agudizaron 10s problemas higienicos hasta hacerse visibles para la elite dominante, que comenz6 a preocuparse por el problema habitacional y de salubridad.

Las autoridades locales, especialmente la Municipalidad, con- sideraron 10s ranchos como un problema social de la ciudad. Primer0 intentaron mejorar el aspect0 urbanistico a traves del ordenamiento de 10s ranchos bajo ciertas normas. Pero, con el pasar de 10s afios, se despert6 el inter& por su estado general, para concluir finalmente que viviendas de ese tip0 no eran coherentes con la ciudad "propia" y debian ser eliminadas:

El mal estado de 10s ranchos que se encuentran situados en 10s propiosde la ciudad en la calle de Artesanos, me hace dirigirme a VS para manifestarle cuan conveniente seria hiciere desaparecer esta clase de viviendas en 10s lugares publicos ...

AMs, v. 177,1857

El ataque a 10s ranchos fue ya un hecho desde fines de 1857, fecha en la cual se dict6 la ordenanza municipal que autorizaba su eliminaci6n. La demolici6n provoc6 gran controversia, debido a que el arriendo del piso urbano a 10s pobres estaba generando un gran negocio. Fueron, por lo tanto, 10s duefios de 10s terrenos 10s que asumieron la defensa, utilizando 10s mi is variados argumen- tos, desde la inconstitucionalidad de la medida que atentaba contra el derecho de la inviolabilidad de sus propiedades, hasta el grave problema social que se generaria al afectar con esta norma a la "clase mbs indigente de la sociedad. La soluci6n consistia en una indemnizacih tanto para ellos como para quienes eran desalojados. Se llam6 la atenci6nde la autoridad hacia el problema humano: el estado de abandon0 en que quedarian mujeres y nifios, principales habitantes de 10s ranchos; algunos se preguntaban:

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... ique haria la autoridad con las veinte mil personas, en su mayor parte mujeres y nifios, que vagarian por las calles, o se reunirian con sus modestos ajuares en las plazas publicas? ilos seiiores que han acordado la ordenanza i 10s que la defienden se hayan dispuestos a hospedar en sus casas a tres o cuatro, a una siquiera de esas menesterosas familia?

AMs, v. 217,1867

El problema parece no haber tenido una soluci6n definitiva con la dictaci6n de las ordenanzas de 1875. Todavia en 1886 se presen- taban proyectos destinados a evitar la construcci6n de ranchos en 10s limites de la ciudad y a promover la destruccihn de 10s ya existentes, pero en 1895 el censo dio cuenta de 5.272 en el Depar- tamento de Santiago.

El problema de 10s ranchos adquiri6 cada vez m6s una dimen- si6n sanitaria, situnci6n que alarmaba crecientemente a las auto- ridades. Les preocupaba, adem& del peligro queconstituianestos lugares en relaci6n a la propagaci6n de epidemias, otra condici6n que se sumaba a la insalubridad: 10s "pesimos hAbitos de nuestra gente de pueblo, una de las principales camas de la excepcional mortalidad de la gente pobre y la mAs propicia para el desarrollo de toda epidemia". Se insistia en que "las habitaciones conocidas con el nombre de ranchos, carecen en absoluto de las condiciones higihicas que debe reunir una vivienda. Es necesario concluir con ellas a fin de que ellas no concluyan con las que las habitan" (AMS, v. 333,1886).

Se him necesario buscar una soluci6n urbana que, por un lado, sirviera para el traslado de 10s pobres de Santiago y, por otro, mantuviera las ganancias que la especulaci6n con el suelo urbano habia generado. Si bien el rancho sigui6 existiendo, paralelo a 61 surgi6, en las iiltimas decadas del siglo XIX, el conventillo, conjun- to de "cuartos redondos" a lo largo de un estrecho pasillo que se utilizaba de patio comiin. El conventillo fue concebido como la soluci6n urbanistica para el problema de 10s pobres desalojados de 10s ranchos, que a1 mismo tiempo mantenia la especulaci6n con el suelo urbano.

Los ranchos, en general autoconstruidos, a pesar de su preca-

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riedad llevaban implicita la identidad de sus constructores. Los conventillos, en cambio, fueron concebidos para aumentar las rentas de 10s propietarios de 10s terrenos y solucionar el prablema urbanistico desdeel punto de vista estetico y sanitario. Se convir- tieron en el habitat de la modernidad, en la materialidad represen- tativa de un particular modo de integrar a 10s pobres -finalmen- t e - a la ciudad-capital de una modernidad emergente. Integra- ci6n no igualitaria, alienante, a un proyecto particular que necesi- taba de 10s pobres, pero que se esforzaba por esconderios o disciplinarlos. Ello produjo cambios importantes en la identidad de quienes habi taban las areas pobres, mayoritariamente mujeres y niiios, para quienes la expulsi6n de 10s ranchos signific6 coartar- les sus formas ya ganadas de relacionarse, su autonomia, sus posibilidades de decidir respecto de sus vidas.

La ubicacicin de 10s conventillos enSantiago muestra 10s patro- nes que siguid la segregaci6n espacial de 10s sectores populares urbanos, In que no tard6 en fracasar desde el momento en que el mundo popular impregn6 de diversas forms la ciudad Patricia. Las mayores concentraciones de pobres en Santiago se presenta- ban a1 sur de la Alameda de las Delicias, y a1 noroeste en las cercanias del rio Mapocho, en sus dos riberas. Los conventillos existian tambih, aunque sin presentar grandes concentraciones, en el sector chtrico de la ciudad a unas pocas cuadras del barrio civic0 y de 10s barrios residenciales de la oligarquia.

Esta soluci6n urbana no tard6 en presentar problemas, pues a 10s pocos aiios se pudo constatar el mal estado de 10s conventillos. Asi lo registran 10s informes de las comisiones creadas por la Municipalidad de Santiago, con el fin de inspeccionar el estado de las habitaciones de la ciudad. En 1887 se describiaasi unconventillo de la calle Alameda:

... est& formadopor unsinntimero depequefiaspiezasen su mayor parte de 12 a 14 pies cuadrados, mui bajos, con una sola puerta de una mano i sin ventilacih de ninguna espacie, sin blanquear i escases de aseo, i en 10s cuales hai por regla general aglomerados muchas personas de todas las edades i sexos .... Basta considerar que la transpiracih cutjnea de tantos individuos durante la

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nwhe i las necesidades naturales en ese periodo, en una pieza cerrada i sin ventilacih, es a tala luz nocrivo i en cas0 de epidemia fatalmente pemicioso.

AMs, v. 327,3887

En van0 parmian dictarse n o m s para su mejQramiento. En 1915 se d m r i b a asi un conventillo de la d e Teatinos:

Si ese era el aspato general que mostraban estos conventillos, 10s detalles dan cuenta de la realidad dramhtica de quimes mora- ban alii. Entre 10s mayores problemas que se sufrian a dmris estaban ei del agua y el de Ias acequias que a tajo abierto recom'an la ciudad, sirviendo a u n q u e no heron cmc&i&s para ello- para la evacuaci6n de aguas m i d a s . El pxoblma de las acequias hue uno de 10s aspxtos que &s lbmaba la atencibn de quienes visitaban 10s convenaillm. Hbs pasaban incluw por el interior de las habitaciones y alli se amjaban b daperdkkw, pm lo que:

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densidad poblacionnl creciente: las fuentes hablan de conventillos con una poblaci6n de 50,100,300 y hasta 1.000 personas.

Las condiciones higienicas en que eran man tenidos 10s conventillos por sus habitantes era motivo de muchas criticas. A pesar de tomarse en consideracih en algQn momento que estos problemns escapaban de 1as manos de 10s arrendatarios, porque para resolverlos habia que invertir recursos, se concluia finalmen- te que la raiz del problema estaba en el pueblo, "ignorante, corrompido y vicioso", innatamente incapaz de mantener la higie- ne y la salubridad de sus viviendas.

Sin embargo, tambibn se acusaba de falta de preocupacidn por 10s conventillos a 10s propietarios, que a pesar de ser:

... propietarios de fortuna, i que ... se encuentran recostados en waves poltrones de placeres i regocijos, tienen sus propiedades entregadas a otros que las mantienen en el estado mas deplorable, hostilizando dl inmenso pobrerio i obligindolos a vivir por 10s canones mas subidos en la ultima miseria e inmundicia ...

AMs, v. 327,1887

Fueron constantes las reclamaciones a 10s duefios de estas propiedades,, que a pesar de contar con 10s medios suficientes, no hacian nada para mejorarlas y especulaban con la necesidad, cobrando arriendos muy subidos: "por estos miserables cuartos redondos, sin mAs luz y ventilacih que la que le permite la puerta de entrada, ... el duefio cobra veinte pesos mensuales, lo que es el colmo de la usura" (AMS, v. 467,1915).

La preocupacih oligArquica por las habitaciones obreras no produjo mayores cambios, y el colosal negocio de la especulacih urbana fue la causa principal del fracaso de la soluci6n que se llamt, conventillo. El espacio reducido, el hacinamiento, las condi- ciones sanitarias a1 limite de lo soportable, hicieron que a comien- zos del siglo XX el debate fuera cada vez miis frecuente y abarcara a amplios sectores de la sociedad. Pero el problema sigui6 crecien- do. A 10s conventillos tradicionales se agregaron nuevas formns de vivienda. Casas en Iugares centricos fueron abandonadas por sus propietarios, quienes prefirieron subarrendarlas a familias

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populares y emigrar hacia las nuevas comunas de Nufioa y San Miguel. Ello acercaba 10s pobres a la ciudad "propia" en vez de alejarlos, como se pretendia con las transformaciones de la decada de 1870.

Por otro lado, las normas dictadas por la Municipalidad para el mantenimiento de 10s conventillos no se cumpIian. La limpieza de las c a m y calles era lenta y poco efectiva. Los incentivos para la construcci6n de habitaciones higi6nicas producian efectos muy lentos, y si bien se construian habitaciones mejor dotadas, &as tenian un precio imposible de costear para 10s trabajadores miis pobres. La situaci6n lleg6 a tal extremo que fue indispensable la intervencih directa del Estado, dicthdose el 20 de febrero de 1906 la Ley No 1.828 de Habitaciones Obreras?

Los informadores municipales se preguntaban c6mo se podia vivir en esas condiciones, entre el lodo, la basura, la humedad; entre nifios, adultos, perros, gatos, aves, etc. Pero, a pesar de todo, un niimero importante de la poblaci6n de Santiago vivia alli, desarrollaba sus actividades, se relacionaba. Los cuartos de 10s conventillos no s610 eran el lugar adonde llegar despues del trabajo, como creian algunos, sin0 que muchos desarrollaban alli todas sus actividades, incluso las productivas.

La cotidianeidad femenina en 10s conventillos

Las mujeres pobres, si bien realizaban actividades econ6micas diferentes, compartian un mismo espacio material y social. En 10s ranchos, ser comerciante o lavandera tenia una dimensi6n distinta a la del conventillo; el espacio era mayor y las relaciones se hacian fundamentalmente hacia adentro de la sociedad popular. El tras- lado a ios conventillos signific6 la p6rdida de ese espacio, un trhsito dificil evidenciado por 10s problemas que con 61 se gene- raron.

iC6mo era la vida diaria de vendedoras, prostitutas, costure- ras, lavanderas; de sus hijos y de sus compafieros?Con una mirada era posible encontrar por 10s estrechos patios de 10s conventillos

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una corrida de "artesas" junto a una acequia donde se lavaban ropas propias y ajenas, el ruido de alguna maquina de coser, un carreth para ofrecer productos por las calles, el llanto de un niiio, el ladrido de un perro. En el patio comun, 10s niiios jugaban en un espacio generoso s61o en su imaginacicin. En las puertas de 10s cuartos mujeres y hombres compartian alcoholes, conversaciones, frustraciones y sueiios desconocidos para quienes, a1 pasar por las puertas del conventillo, no podian imaginarse la vida que transcu- rrin alli.

Las relaciones a1 interior de 10s conventillos no s610 fueron dificiles, sino que llegaron a ser violentas. La violencia fue una realidad nueva que surgi6 del hacinamiento y que pronto se convirti6 en un problema cotidiano. Las agresiones verbales y/o fisicas eran cosas de todos 10s dias, como lo demuestra unnt5mero importante de juicios registrados en el Archivo Judicial de Santia- go, por calumnias e injurias entrelos habitantes delos conventillos.

Los motivos de las agresiones entre mujeres eran variados. Uno de ellos estaba relacionado con 10s nifios. En espacios reduc'i- dos, 10s niiios pululaban por 10s patios y se convirtieron en un problema latente que muchas veces lleg6 a convertirse en agre- si6n:

Un hijito de la mujer de Mendez le pasaba a esta un palo para que le pegara a la Francisca, la cual dijo que ella no solo era capaz de pegarle a1 nifio sino a su madre, pues se disgust6 porque el nifio pasaba el palo y quiz0 pegarle per0 a1 fin car@ con la madre y tomindola del pel0 le ech6 a1 suelo y le daba de rodillazos hasta que otro del conventillo la separ6 ...

AJS, 1892

Pero no s610 10s nifios eran un motivo. Los celos provocaban altercados a gritos: "[me grit61 que le quitabamos el comer a ella y a su hijo porque mi espresada hija era manceba de su marido" (AJS, 1893). A estas causas se sumaban la embriaguez, las deudas, etc.

Cualquiera fuera el motivo las agresiones, siempre tendian a la descalificacicin, a traves del desprestigio social. Las acusaciones a una supuesta conducta sexual indigna era lo rn5s comun en las

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mujeres; las calificaciones de "puta", "conductora asoleada", "cortera", etc., eran frecuentes. Parece que la descalificaci6n social fue el mejor recurso cuando se trataba de agredir a otra; de esa manera se negaba su condicicin de mujer, que debia ser digna e intachable, de acuerdo a 10s valores morales de las elites dominan- tes t a m b i h reproducidos por esta via.

Cuando las agresiones eran provocadas por un hombre la situacicin podia ser m6s grave, pues no scilo se aludia verbalmente a la conducta sexual de la mujer, sino que se podia llegar incluso a1 homicidio.

La constitucicin de familias, legales o no, fue dificil en 10s conventillos, con su espacios reducidos, sin privacidnd, y un alto consumo de alcohol. Asi, a las agresiones entre 10s habitantes de 10s conventillos se agregaba la violencia intrafamiliar, especial- mente de 10s hombres a sus esposas o convivientes. Los motivos no fa1 taban: celos, ebriedad, desobediencia, etc. El mhs comlin era la ebriedad, tanto del agresor como de la victima:

Yo me hallaba bebida cuando sufri 10s golpes que present&, de cuyo hecho, debido a mi estadono me di cuenta de tal manera que solo despuks me vine a dar cuenta de que mi ofensor habia sido Luis Riquelme con quien vivo en relaciones ilicitas.

AJS, 1918

Las discusiones entre parejas eran continuas y cualquier habi- tante de un conventillo podia relatar lo siguiente:

Yo me hallaba en el patio del conventillo i la Flores con Ismael Valdks disgustados se injuriaban mutuamente. De repente aque- lla dijo estoi herida i en el acto vi salir a Valdks el cual huy6, pues novisillevaba cuchillo.Traselsali6la Flores,peroalllegaralpatio del conventillo cay6 a1 suelo.

AJS, 1919

A pesar de la gravedad de muchas de estas agresiones, ellas no significaban la ruptura definitiva de la pareja. Las relaciones se mantenian, mientras la violencia domestics era concebida como

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uno rnhs de 10s murhos conflictos con 10s cuales habia que convivir en un conventillo. Era algo que no sorprendia a 10s espectadores, ni a las victimas o victimarios, quienes tenian conciencia de que estos roles podian cambiar en cualquier momento.

A las agresiones a1 interior de 10s conventillos se sumaba la agresi6n desde afuera. Los habitantes de 10s conventillos, fueran hombres, mujeres o niiios;eran considerados como potenciales transgresores a las normas so_ciales, morales, etc. Todos podian ser delincuentes: "He hecho aprender a1 reo ... porque bste me ha parecido sospechoso a causa de estar viviendo con otros indivi- duos de mala reputacibn, en una casa conventillo que esth a1 lado de la mia, per0 no tengo otros antecedentes en su contra" (AJS, 1893). Muchas veces el caminar por las calles del centro de la ciudad podia constituir una sospecha y motivo suficiente para el arresto:

... ayer 27 de julio, en once o doce del .dia nos encontr6 por la Alameda, frente a San Francisco el comisionado depolicia .... Todo fue vernos i ordenamos que lo siguieramos a la Comisaria sin mostramos ninguna orden .i a pesar de nuestra resistencia ...

AJS, 1893

Todo est0 y mucho rnhs habia que vivir en un conventillo, realizando las actividades econ6micas y manteniendo las familias en un espario fisico a1 filo de lo soportable, en las condiciones materiales rnhs deplorables, inserthndose a duras penas en una modernidad cada vez rnhs excluyente.

LAS MUJERES POBRES EN LA CIUDAD: SUS ACTIVIDADES

El proceso de modernizaci6n que vivi6 nuestro pais en el period0 de estudio no incorpor6 rhpidamente a la mujer a un nuevo mercado de trabajo de carhcter rnhs moderno; rnhs bien, le tenia reservado otro lugar: el comercio, el lavado, la costura y el servicio dombstico. Del total demujeres trabajadoras, enpromedio un 76,2 por ciento se dedic6 a estas actividades; est0 es, dos tercios de la

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poblaci6n traba jadora femenina eran mujeres pobres que realiza- ban actividades marginales muy alejadas de lo que es una fuerza de trabajo moderna: asi lo prueban las condiciones de 10s trabajos realizados, que luego se verhn. Esta situacidn comenz6 a variar lentamente en las primeras decadas de este siglo, ya que en 1920 10s oficios mencionados reunieron el 34,5 por ciento de la pobla- ci6n trabajadora femenina.

Un porcentaje importante de mujeres pobres Vivian solas con sus hijos, por lo que el sostenimiento de la familia estaba en sus ma no^.^ Encuanto a susocupaciones, lascifrasdanpistasbastante utiles para su reconstruccidn hist6rica. Del total de personas que se declaraban con un oficio entre 1865 p 1920, un promedio de 36 por ciento eran mujeres; esto es, mhs de un tercio de la poblaci6n trabajadora. Y la cifra es cercana a1 30 por cien to cuando se refiere a1 total de rnujeres que habitaban Santiago.

En la segunda mitad del siglo XIX, el mercado de trabajo en Santiago, que no creci6 con un ritmo similar a1 incremento de la poblacidn, ofrecia pocas posibilidades de empleo formal a las mujeres. La demanda de trabajadoras seguia siendo casi exclusi- vamente para el servicio domkstico, ya fuera como sirvientas dentro de las cams o con trabajo afuera, como el cam de las lavanderas, que llevabanlas ropas ajenas para lavar en sus propias casas. Muy pocas mujeres pudieron incorporarse a1 sector indus- trial. Un factor adicional restrictivo de sus posibilidades laborales eran 10s hijos, que coartaban toda posibilidad de un trabajo dependiente y fijo, como el servicio dombstico. Debian asi buscar otras alternativas, entre las cuales el comercio ambulante y la prostituci6n eran las opciones mhs recurridas.

A continuacibn analizaremos algunos aspectos cotidianos de 10s oficios de mayor incidencia femenina en Santiago.

Ser comercian te

Las dimensiones del comercio callejero en Santiago fueron consi- derables y esto no escap6 a la mirada de la autoridad municipal,

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que desde la dkcada de 1870 estuvo especialmente preocupada por el mejoramiento de la ciudad capital del pais. En 1878, la Municipalidad encarg6 a la Comisi6n de Abastos un informe acerca del comercio callejero de alimentos. El resultado fue una detallada exposicih donde se demostraba la existencia de 1.837 puestos en que se expendian articulos de abastos fuera de 10s mercados municipales. Los productos vendidos eran carne, pes- cado, huevos, leche, frutas, recaudo (verdura surtida), hortalizas y empanadas. De estos, s610 81 puestos de venta de came y40 de leche pagaban contribuci6n de abastos.

La situaci6n que se evidenci6 en este informe era una realidad cotidiana para 10s habitantes de Santiago, fundamentalmente para 10s pobres. El comercio en general fue una salida recurrente para las mujeres; la venta en las calles era una alternativa laboral que les daba movilidad suficiente para armonizar la generaci6n de recursos con el cuidado de sus familias.

Se podia ser comerciante establecida o ambulante; en ambos casos secompartia el hecho de ser sostenedora de familia, y el tener que soportar la constante represi6n de la autoridad. Por otro lado, la condicion de mujer era un hecho aprovechado por todas. Los Archivos Municipales abundan en peticiones de mujeres comer- ciantes que se acercaban a la autoridad pidiendo concesiones, argumentando a su favor el hecho de ser mujeres y pobres.

El establecerse significaba el constante acoso de las ambulan- tes, que capturaban dia a dia la demanda sin pagar derecho alguno. Para las vendedoras de pescados y mariscos del Mercado Central, la situaci6n lleg6 ser critica:

No es posible sobrellevar por m6s tiempo el estado de cosas actual y estamos deacorde en abandonar nuestros puestos en el Mercado Central y constituirnos en vendedores ambulantes, para alcanzar un precio equitativo a nuestra mercaderia y evitar la cornpetencia que la falta de una reglamentacih adecuada a1 hecho, nos causa en el jiro de nuestros negocios.

AMS,v.275,1878

Diferente era la situaci6n si se era duefia de un negocio que

Del rancho a1 cunuentillo ... 43

pagaba patente municipal, ya fuera por cigarrerias, cantinas o chincheles, cocinerias o menestras, hoteles, restaurantes o “casas de tolerancia”. En estos casos, la situaci6n se complicaba. Los ojos de la autoridad estaban encima, esperando la miis minima trans- gresi6n a las leyes civiles o morales para caer con todo el rigor de la ley. En el siglo XIX, la represi6n tuvo un cariicter moral, lo que se traducia en constantes acusaciones por tratos ilicitos, por ser aposentadoras de delincuentes, por prostituci6n, mal ejemplo a 10s hijos, etc. A menudo estas acusaciones llevaron a juicios, a perdida de 10s hijos, de la libertad y, en muchos casos, de 10s escasos bienes que poseian.

Con la llegada del nuevo siglo, la represi6n moral perdi6 importancia; la persecuci6n se hizo por la via tributaria y por infracci6n a la ley de alcoholes. Con tal fin, un numeroso grupo de inspectores municipales vigilaba constantemente 10s negocios. Celo- sos en el cumplimiento de su deber, acusaron repetidamente a negocios de mujeres que ellos consideraban transgresores de la ley. Ejemplo de ello, en 1913 se clausuraron en Santiago 146 negocios de mujeres, sin contar un grueso numero de comerciantes establecidas que, llevadas a la justicia, eran absueltas por no haber existido tal delito. Gumercinda Molina dio testimonio de su situacih:

... hace tiempo tuvenegocio clasificado de Bodega para 10s efectos de la Patente que pagaba. Todo el negocio se reducia a una damajuana de vino o de chicha que se expendia para afuera, sin que jamis se hubiere consumido una copa de licor dentro del negocio. No me producia este, como se comprenderh, sino lo indispensable para el pago del arriendo i mi sustento; per0 otra clase de exigencias, fuera de 10s de la vida, me era IMPOSIBLE SATISFACER. Por esto me vi acosada de partes por supuestas infracciones de la ley i de clausuras que se llevaban a cab0 hoi para que a1 dia siguiente se me gestionase la reapertura. En Abril ultimo, quise ponerle t6rmino a esta serie de interminables abusos i abandon6 por completo la venta de licor que hacia en la forma espresada i pedi a la I. Municipalidad que me mandase clasificar un nuevo negocio de CASA DE PENSION.

AJS, 1918

44 Alejandra Brifo

En el borde de la legalidad, per0 no por ello exentas de problemas, estaban las vendedoras ambulantes. Por las calles, pagando derechos municipales o no, ofrecian todo tipo de merca- derias: comestibles (carne, leche, verduras, empanadas), merce- rias, zapatos de "obra de mujer", ropa planchada, flores, etc. Podian desarrollar sus actividades en 10s mismos cuartos en que Vivian, lo que facilitaba el trabajo cuando habia hijos, evitando el trasladarlos de un lugar a otro. Esto ocasionaba a la autoridad el problema de no poder cobrar 10s derechos municipales, lo que informaban con desilusicin las comisiones creadas con el objetivo de fiscalizar el comercio callejero.

A pesar de 10s problemas que podian ocasionar a la autoridad, se tenia conciencia de que el pago de contribuciones de abasto gravaba a la "gente mAs escasa de recursos a la cual le lleva diariamente un diez y a veces un veinte por ciento de su capital". Las contradicciones municipales se hacian evidentes. Si bien exis- tia una politica expresa en contra del comercio callejero, eso no evitaba medidas de protecci6n a 10s vendedores pobres, como lo fueron 10s proyectos presentados en 1883 y 1884 destinados a suprimir del pago de derechos a 10s vendedores "a1 menudeo que venden en canastos u otros objetos portiitiles preparaciones de masa, duraznos cocidos, mote, dulces y frutas", con la indicaci6n de que no debian estacionarse de forma definitiva en calles y plazas, sino trasladarse continuamente de un lugar a otro. Tam- bien se decidid dejar libre de derechos a 10s vendedores de legumbres, frutas y hortalizas que vendian en sus habitaciones. Ello favorecid fundamentalmente a las mujeres, quienes consti- tuian la mayoria de 10s que vendian ese tip0 de productos o realizaban ventas en sus propias habi taciones.

Todas estas medidas tomadas por la Municipalidad respon- dian a1 reconocimiento de la importancia que tenia el comercio callejero para el abastecimiento de la ciudad y, por lo tanto, de la necesidad de mantenerlo y regularlo:

Creo que 10s articulos de primera necesidad como la carne, el pescado, las legumbres, etc. no debieran ser gravados con impues-

Del rancho a1 conventillo. _. 45

to y que corresponde a la Municipalidad aceptar con prudencia, observando su situacih econ6mica, las resoluciones que se pro- pongan para suprimir o reducir esas gabelas, a fin de que la subsistencia 5ea facil y barata para el pueblo.

AMs, v. 317,1884

Con el tiempo, la actitud de la autoridad vari6. Primer0 por consideraciones esteticas, las vendedoras callejeras fueron expul- sadas de 10s lugares de ejercicio habitual de su actividad hasta lugares miis apartados. Aqui la voz de la mujer se hizo presente con gran fuerza, haciendo valer todos 10s argumentos posibles. Pusieron de relieve el peso de la tradici6n: ‘ I . . ‘ nosotras solo vendemos camisas y nuestro negocio es permitido de tiempo inmemorial”. Tambih argumentaron a su favor poniendo de relieve su condici6n femenina: ” ... sornos personas, la mayor parte mujeres, y pobres llenas de hijos pequefios, y estamos ... siendo contraidas a1 trabajo diario, para poder ganar la precisa subsisten- cia”. Destacaban ademas que “era 6ste el h i c o recurso con que contiibamos para vivir y alimentar a nuestros hijos”. Pero a pesar de todas estas argumentaciones, la autoridad estaba decidida a hacer cumplir 10s reglamentos que prohibian Ias ventas en las cercanias de 10s mercados y en ciertas calles de la ciudad.

A lo anterior se agreg6 un cambio en la actitud de la oligarquia, que a principios del siglo XX se horroriz6 por la mala higiene de la ciudad. Comenzaron entonces 10s llamados a obedecer antiguas ordenanzas que prohibian las ventas ambulantes. Se sefial6 10s perjuicios a la higiene y salubridad de la poblaci6n que acarreaba la poca resoluci6n en torno a1 comercio ambulante, reclamando que nadie se preocupaba por el aspecto sanitario de las ventas callejeras, desde las mercaderias hasta 10s vendedores:

._. porque en cada momento y donde quiera que se camine, ha de encontrarse con vendedores que mas que esto, parecen mendicantes, cubiertos de harapos llenos de mugre, sin el menor asomo de preocupaci6n por la higiene de su persona.

AMs, v. 425,1910

46 Alejandra Brifo

La situaci6n dej6 de ser flexible: las mujeres debian responder de alguna manera, abandonar sus negocio, "higienizarse", "moralizarse", vivir de acuerdo a lo que se esperaba de una mujer "proletaria", o seguir desarrollando su comercio en las calles, en tanto siguiera siendo una salida viable y honrada para un gran niimero de pobres -especialmente para ellas-, que carecian de un Iugar claro en una sociedad particularmente excluyente. Hacia 1920, las comerciantes, en particular las callejeras, Vivian una eviclente tensi6n entre el discurso moralizador de las elites domi- nnntes que necesitaba una fuerza de trabajo femenina circunscrita a1 Bmbito domestico, y las necesidades econ6micas de las mujeres yobres, que las empujaban a seguir ocupando 10s bordes de la modernidad con sus ventas ambulantes.

Ser lavandera

Alrededor del 20 por ciento de las mujeres que se declaraban con un oficio entre 1865 y 1920 en el Departamento de Santiago, eran lavanderas. Con ayuda de 10s juicios criminales de Santiago, se puede determinar que el 58,8 por ciento eran analfabetas, que la mayoria se declaraba casada o viuda y que el promedio de edad era cercano a 10s 41 aiios, siendo la menor de 20 aiios y la mayor de 60 atios.

El lavado caracteriz6 laboralmente a las mujeres que tenian hijos, ya que lo realizaban en forma independiente, a1 comienzo en lugares de aguas ptiblicas y m8s tarde en 10s patios de 10s conventillos. Esteno fue un oficio limitado a1 sector m8s marginal de las mujeres de pueblo, sin0 frecuente entre las mujeres que habian formado una familia proletaria estable, realizado para aportar a1 sustento del grupo. A d e d s , la actividad de la lavande- ria gener6 todo un circuit0 laboral y artesanal femenino, que incluy6 las lavanderas, las jaboneras, las almidoneras y las plancha- doras.

El niimero de lavanderas fue bastante significativo. Esto se debi6 a dos razones. En primer lugar, a que la demanda era

Del rancho a1 coiiventillo.. . 47

abundante: se trataba de una actividad que ensuciaba mucho las aguas y, por lo tanto, se preferia hacerlo fuera de la casa. En segundo Iugar, la creciente demanda le dio reconocimiento social ai oficio, lo que condujo a que tambih sirviera para esconder actividades "no legales", como la prostitucih.

Lavar ropas ajenas tuvo una connotaci6n importante en una ciudad con una crisis de abastecimiento de agua, como lo era Santiago a fines del siglo XIX. El recurso era sacado de las acequias que cruzaban profusamente In ciudad y generaban sectores inun- dados. Estos erandefinidos como "centros de barriales, inundacio- nes, basurales" (AMS, v. 327, 1887). Tal situacih se agudiztj cuando las lavanderas expulsadas de sus ranchos (que les permi- tian el uso de mayor espacio para realizar su labor) trasladaron su actividnd a 10s conventillos. Alli la situaci6n pas6 a ser critica. Indudablemente el lavado ensuciaba las aguas y el problema tomaba un cardcter sanitario general, ya que "el lavado de la ropa ... lo hacen a la puerta de sus cuartos dejando el suelo cubierto de lavasa, que produce miasmas imposibles de aspirar" (AMS,v. 327, 1887).

La posibilidad decontar con agua -aunque fuese sucia-hizo queen 10s conventillos la lavanderia se incrementara. Es asi como, en 1909, la Comisi6n de Higiene informaba a la Municipalidad que en el conventillo de la calle Castro No 467:

Hai mas o menos 25 cuartos redondos, sucios y htimedos, sin luz ni ventilaci6n alguna. Viven de 250 a 300 personas, siendo la mayorparte jente menesterosa, sin habitos de hijiene, ocupados la mayor parte en el oficio de lavanderas.

AMs, v. 425,1909

Pero el vivir con el problema del agua fue asumido como la tinica realidad posible. Mucho m8s inmediato para las lavanderas fue el dilema de c6mo sobrevivir con ingresos escasos. Segtin un estudio realizado a principios de este siglo, una lavandera ganaba 1,50pesos por una docena de piezas, a lo que se le descontaba unos 0,50 pesos, que invertia en materiales. Esto implicaba el lavado de la ropa y su "aplanchado" (Eyzaguirre y Errazuriz 1903,21). Si a

48 Alejandra Brito

eso se sumaba el alto costo de la vida y la imposibilidad de producir sus alimentos, como muchas lo hacian en 10s ranchos, se entiendeque la situaci6n llegara a un punto critico. Comenz6 a ser com6n un delito que ejemplificaba la desesperacibn econ6mica: el empefio de las ropas ajenas encargadas a1 lavado. Los juicios de comienzos del siglo XX en 10s que se acusaba a lavanderas de tal delito, fueron bastante frecuentes. Para decidirse a cometerlo, la necesidad debe haber sido aprerniante. Virginia L6pez, acusada, declar6:

EmpeAe las cuatro piezas de ropa blanca indicada y que me habia entregado la reclamante para su lavado, apremiada por la necesi- dad, pues tengo familia chica y mi marido postrado en cama.

-.. A-JS, 1919

Si el delito era probado, la sentencia podia ser desde la prisi6n por un minimo de 21 dias, cuando las prendas empefiadas y su calidad tenian escaso valor, hasta la relegaci6n por 541 dias. Y probarlo era fiicil, ya que las mujeres pobres eran clientas usuales de las Casas de Prendas o de empefios.

Conscientes de la falta que cometian, solian manifestar la intenci6n de remediar la situaci6n en un corto plazo, aclarando . que no pretendian estafar a 10s patrones. Maria Perez, viuda de 40 aiios, reconocia:

Es cierta la acusacicin que se me hace, pues empefi6 las especies que la reclamante me encomendci para su lavado por tener nece- sidad de dinero y con el Animo de sustituirlas despuks a su dueiia.

AJS, 1917

En todo caso, no siempre se declaraban culpables. Un porcen- taje alto negaba 10s hechos hasta el final o declaraba culpable a una tercera persona, a quien ella le habia encornendado el lavado o el planchado, a alguna empleada de la dueiia de la ropa que la vino a retirar u otra persona. Tal fue el cas0 de Sofia Vergara, quien manifest6

Del rancho a1 coriveritillo ... 49

... que encontrimdose un dia en su casa, Rosario Vergara, emplea- da del seiior Figueroa, en un momento de descuido le habia robado cuatro sabanas, dos camisas de hombre i una idem para seiiora i una funda volviendo despuks con dinero que invirtio en licor del quecompartieron juntas, per0 sin saber hasta ese momen- to que era un producto del empefio de las especies, pues vino a notar la falta de la ropa cuando Rosario se habia retirado a1 contarlas para llevarlas a su destino.

AJS, 1917

La recurrencia de estos delitos hizo que el gremio se desprestigiara; esto, unido a la crecida demanda del lavado puer- tas afuern, irnpuls6 el surgimiento de empresas de lavado, convir- tiendose la actividad en unanueva fuente de inversi6n. Se estable- cieron lavanderias que contrataban personal femenino, lo que motiv6 a muchas a tomar el camino de la proletarizacicin.

La situaci6nde las empleadas en las lavanderias no fuediferen- te a la del resto de las obreras del pais: largas jornadas de trabajo y salarios bajos. En 1915, las almidoneras ganaban 1 peso a1 dia, las lavanderas~1,40pesos si sacaban una tarea de 25 camisas y 75 hojas, las aplanchadoras 10 centavos por carnisa completa. Las jomadas eran de 12 a 15 horas, lo que implicaba que practicamente debian abandonar a sus familias e hijos durante la mayor parte del dia:

... estas dignas obreras [que] son muchas veces finico sosten de su . familia o madres cargadas de hijos, que tienen que abandonarlos para esclavizarse el dia entero en ese enervante trabajo; i no se nos calificarh de virulentos si decimos que 10s dueiios de las lavanderias cometen una iniquidad mhs infame i despiadada esplotando a esas desventuradas obreras.

La Reform, 7 junio 1915,l

A pesar de todos 10s problemas por 10s cuales se pasaba, ser lavandera era considerado por ellas mismas como un oficio que dignificaba a la mujer de pueblo. Asi se manifiesta en el siguiente poema:

50 Alejandra Brito

Soi morena vivaracha, Ni foja, (es lo mejor) Todos dicenme: jmuchacha, Lavandera de mi amor! ... Si 10s futres me enamoran 0 me juran fie1 pasion, No les creo; y aunque lloran Yo les lavo ... el corazbn! ... Con la artesa y 1as gamelas, la costilla, el alfiler, Futrecillo; no receles Sea funebre el querer! ... j0 no piensas, despraciado Que eres pompa tu no mis! Yo no dejo mi ... lavado iAi! por ti, jam&, jam& ... De ColecciBn Amunhtegui de Poesia Popular

No obstante,la situaci6n de las lavanderas se hizo cadavez m6s dificil. El desprestigio de las actividades independientes provoc6 una mayor demanda de las lavanderias de carhcter industrial; y, por otro lado, la paulatina soluci6n dada a1 abastecimiento del agua en Santiago hizo preferible el lavado dentro de las propias casas, lo que fue transform6ndose en una obligaci6n de las sirvien- tas puertas adentro. Esto llev6 a la necesidad de optar por caminos diferentes, que pusieron a las mujeres en una situaci6n de tensi6n que no tendria soluci6n sino hasta periodos posteriores.

Ser costzirera

Diversas fueron las causas que explican que, en un 23,8 por ciento, la poblaci6n trabajadora femenina estuviera dedicada a la costura; principalmente, era un oficio que permitia compatibilizar las labores domesticas con las productivas, y una actividad "digna" para una mujer de pueblo.

Del rancho a1 conventillo ... 51

Esta opci6n ocupacional admitia variantes en su ejercicio. En la medida en que creci6 la produccih fabril de vestidos, aument6 la demanda por la reparaci6n de 10s mismos, formhdose un ancho grupo de costureras remendonas. A su vez, la creciente importa- ci6n de telas europeas llev6 a las mujeres de elite a contratar costureras nacionales que, formando parte del servicio domestico (puertas afuera) de las casas oligarquicas, fabricaban vestidos acordes con 10s gustos de las patronas. Por ~lt imo, el incremento de la producci6n fabril de vestidos se hizo en gran medida mediante el trabajo femenino a domicilio y "a trato". Esta ~ l t i m a modalidad signific6 una semiproletarizaci6n, funcional con la limitacibn creciente de la mujer a la esfera dombstica: era frecuente como una forma de aportar a1 presupuesto de una familia estable, mhs que como una via de independencia econ6mica femenina.

Un buen indice del aumento de las costureras es la evoluci6n de la importaci6n de las mhquinas de eoser. Entre 1849 y 1853 se import6 una maquina de coser, y entre 1879 y 1883 se importaron 48.435, bajando su precio en el mismo periodo de 100 a 7 pesos (Salazar 1985,311). La venta de mhquinas de coser gener6 a su vez ungran negocio especulativo. El peri6dico La Reforma (6 septiem- bre 1909,3) denunciaba 10s abusos cometidos por la Mbrica Singer, la cual vendia maquinas a plazo de 12 meses y con un inter& muy alto. Ante cualquier demora en el pago de la cuota semanal (muchas veces debido a1 no envio de cobradores), las maquinas eran embargadas por no cumplimiento de contrato.

A pesar de las dificultades que podria significar, la compra de una miiquina de coser era un hecho importante, ya que permitia a las mujeres una forma de independencia y una salida digna a la pobreza. No importaban 10s esfuerzos ni 10s desvelos. La perte- nencia de su "medio de produccicin" podia traer tranquilidad econ6mica a la familia. Teniendo una m6quina de coser se podia combinar el trabajo por encargos realizado diariamente en sus cuartos, con el de dependienta en un taller. Muchas trabajaban fuera de casa s610 unos dias a la semana. Como Pablina SandoAa de 26 aiios, que testimoniaba:

52 Alejairdra Brifo

Vivo en la calle San Ignacio No 1 donde me ocupo de mi oficio [costurera] i en algunas ocasiones voi a trabajar a1 taller de la querellante Enriqueta Fuentes.

AJS, 1887

Muchas veces el trabajo del taller por unos dias no era suficien- te. La soluci6n fue Ilevarse las costuras del taller para terminarlas en casa; el trabajo a domici!io tenia la ventaja de mantener el cuidado de la familia; a su vez, para el o la patrona tambien tenia ventajas, ya que como se pagaba por tarea realizada, las jornadas de trabajo solian ser mayores que en el taller.

Con el tiempo, el trabajo en 10s talleres creci6, se transform6 en un trabajo industrial y las costureras constituyeron un grupo obrero que lleg6 a ser uno de 10s &s importantes entre las mujeres. En las fhbricas no estuvieron ajenas a la explotacibn laboral que vivieron 10s obreroschilenos a principios de este siglo. Uno de 10s principales problemas h e el de las Zargas jornadas de trabajo (por lo que el tiempo fue una de las mayores reivindicacio- nes). En 1921, en una fabrica de camisas trabajaban m& de 200 jovenes a las que "por hilvanar una docena de cuellos [res] pagan 10 centavos, habiendo nifias que, aun trabajando hash fatigarse, s610 consiguen ganarse 60 a 70 centavos diarios". A p e a r de trabajar "a trato", se les obligabaa permanecerhasta d s alladelas siete y media de la noche:

Podr6 apreciarse mejor lo odiosode este abuso, si se piensa enque la totalidad de esas pobres j6venes viven en barrios alejadisimos, la salida a una hora tan avanzada, no puede ser miis peligrosa.

La Reforma, 6 julio 19242

Todas etas condiciones llevaron a que las costureras se orga- nizaran y formaran en 1906 una Asociaci6n que luchaba por reivindicaciones como hs horas de trabajo, el descanso dominical, la abolici6n del trabajo nocturno y la obtenci6n de un jornal correspondiente a1 trabajo realizado. Est0 fue sin duda un paso importante, por lo que la contribucihdel gremio de costureras al movimiento obrem chileno plantea desafios importantes acerca

ne1 rancho a1 cor?ventih.. 53

del papel que las mujeres desempefiaron en 10s procesos sociales. El gremio contb con un sblido reconocimiento dentro de la socie- dad popular y por parte de las organizaciones 1aboraIt.s. Sus afiliadas eran vistas como mujeres trabajndoras y honestas que mantenian su dignidad a pesar de la pobreza enque vivian. Asi lo manifiesta el poema "La costurera", aparecido en un perk'dico de la kpoca:

Yo me 11amo l'ilar, tengo veinte afios; ... M e pas^ alegremente l a existencia cosiendo calzoncillos i camisas ... monbtona hhor que me produce seis o siete reales cada dia ... Hace unas cuantas noches, cuando salgo de entregar la labor, junto a la esquina, me asolta un caballero, respetable por su cabello cano i SUS patillas ... jMiserable canalla! Quiere en cambio de esas joyas i galas que me brinda, que abandone este ajuar que representa un capital de insomnios i fatigas, i el sublime placer, el santo orgullo que siento a1 concluir cada camisa, i el sagrado recuerdo de mi madre que a1 verine honrada se murib tranquila.

La R e f o r m , 6 noviembre 1904,3

El reconocimien to social hacia las costureras hizo que estadisticamente fueran un sector muy grande, abultamiento que muchas veces escondia oficios menos reconocidos y que implica- ban una discriminacibn mayor, como por ejemplo la prostitucibn.

El proceso a la proletarizacibn de las costureras significaba el sacrificio de la independencia y las horas dedicadas ala familia; tal fue la causa de que no toclas ingresaran a1 mundo industrial y muchas se quedaran en el mundo semiindustrial o independiente que, aunque m6s inestable, permitia una mayor armonia en la familia tradicional.

54 Alejandra Rrifo

Ser sirviente domistica

La fuente de trabajo miis segura y mhs aceptada para las mujeres de pueblo era "entrarse a servir en una casa de respeto". En el siglo XIX, todas Ins mujeres que no tuviesen un oficio y queno hubiesen tomado "estado", debian, seg6n las autoridades, entrar "a servir"; hste era, por lo tanto, el Gnico trabajo considerado honesto para una mujer popular. Siendo consecuentes con su pensnmiento, las mismas autoridades se encargaban de buscar a las mujeres sin oficio, "mhs proclives a1 vicio y la inmoralidad", dindoles un lugar donde sen+. Miis aQn, las mujeres acusadas de algQn delito eran "depositadas", mientras estaban en proceso, en "casns de respeto", para que sirvieran como empleadas, recibiendo a cambio s6lo la comida y el alojamiento.

La demanda por empleadas domhsticas fue creciente, lo que a su vez estimulaba la migraci6n hacia las ciudades. Ejemplo de est0 es que entre 1865 y 1920 el 33,9 por ciento de las mujeres trabaja- doras de Santiago eran sirvientas. La mayoria provenia de zonas rurales; casi la totalidad eran analfabetas y la mayoria, solteras.

Entrar a servir en una "casa de respeto" tenia ventajas y desven- tajas. En alguna medida se escapaba de 10s horrores cotidianos de 10s conventillos, per0 por otro lado significaba asumir una serie de problemas y discriminaciones. Los salarios eran bajos, a pesar de las largas jornadas de trabajo; 10s patrones consideraban que era pago suficiente el alojamiento y la comida. El salario era en muchos casos un hecho de trascendencia limitada. Est0 creaba lazos de dependencia y servidumbre, lo que muchas veces se traducia en violencia y abuso sexual. Ester Valdivia, de 18 atTos, quien fue sacada del Asilo de las Monjas de la Providencia para servir en la casa de la familia Stuven, era diariamente maltratada por su patr6n:

... ayer hemos visto a esta desgraciada criada con su cabeu destrozada, con sus ojos congestionados y lividos a causa de un derrame sanguine0 ocasionado por 10s golpes que le hundieron el crdneo y que su patr6n, Arturo Stuven le propin6 itltimamente.

E2 Chilenu, 17 noviembre 1915,2

Del rancho a1 corivenfillo.. . 55

AdemAs, si desaparecia cualquier cosa de la casa donde se trabajaba, las sospechas recaian inmediatamente en la empleada actual o en alguna pasada. A Clorinda Contreras, por ejemplo, se le acus6 de robar a sus patrones un maletin. SegGn las declaracio- nes de &os:

Recayeron sospechas sobre la sirviente Clorinda Contreras, o sea el ama yen presencia de las personas de la casa, y otras de afuera, hice rejistrar la cama de esta mujer y dentro de una almohada de su cama, le encontrP dos fundas ... que son de mi propiednd. Con tales antecedentes he creido que solo ella ha podido robarse el maletin.

Ante tal acusaci6n, Clorinda Contreras alegaba que todo era falso y que esto se generaba porque:

... la sefiora me tenia mala voluntad, y atin, dijo, que tenia que secarme en la ciircel, porque yo a1 primer mes de prestarle servi- cios y no gustdndome la casa, le dije que me retiraba ...

AJS, 1896

Sin duda que, a pesar de la humildad que caracterizaba a las criadas frente a 10s patrones, ante situaciones limites la defensa de su persona era mucho mAs fuerte y no estabandispuestas a dejarse acusar.

Otro problema importante fue la discriminacih mayor a la cual estaban sometidas si tenian hijos; por lo general sufrianmalos tratos y constantemente se les hacia hincapie enque por caridad se lesestaba manteniendo a 10s niiios. Por eso, muchas veces optaban por entregarlos a otra mujer para que 10s criara, paghndole si la situacicin asi lo permitia; en 10s casos mAs extremos, 10s abandona- ban en la puerta de una casa de familia, en una iglesia o en la casa de niiios huerfanos, con la esperanza de que alguien caritativo les diera un mejor pasar. Si decidian mantenerlos con ellas recibian un salario menor, mientras en la prictica 10s niiios se convertian en otros sirvientes, que no recibian nada a cambio:

54 Alqandm Brifo

A ellas se les paga m%s mal; se les trata mhs mal, con el fin de demostrar con la inclemencia la superioridad moral de nosotros que no hemos delinquidocomo ellas; se abusa de sus hijos porque oblighdolos a servir, se les niega el derecho y la oportunidad de asistir a la escuela, y cuando hostigadas por 10s malos tratos y del gran yugo a que estiin sometidas, se rebelan y van a otra parte en buwi de trabajo se les suele contestar eii el 80 por ciento de las casas: "No se admite sirvientes con niiios'".

Ld Opinidn, 10 julio 1915,l

La. existencia de m5s un hijo les cerraba la alternativa del empIeo domkstico, y muchas eran obligadas deesta manera a vivir de la caridad o buscar otra fuentede subsistencia, aunqueello les pudiera sipificar dejar de ser bien consideradas socialmente.

A pesar de todos estos problemas, ser sirvienta era el carnino seguido por la mayoria y era el linico futuro que les esperaba a las niiias pobres. Desde muy pequ&s eran puestas a trabajar en alguna casa "de familia", esperando se convirtieran en buenas servidoras y conscientes de que su mayor recompensa serr'a el respeto y muchas veces el carifio de sus patrones.

La importancia del servicio dods t ico para el funcionamiento de la sociedad llev6 a que la autoridad htentara varias medidas tendientes a resguardar y controlar la actividad. En 1861, la Municipalidad de Santiagodiscuticiunproyectodestinadoacrear una Oficina de Servicio D~m&tico, la cual Ilevaria regktfos acerca de todos 10s sirvientes de Santiago, divididos por sexos. A toda persona que fuera a matricularse se le entregaria una papeletaque quedaria en poder de 10s amos mientras estuviera bajo su servicio, siendo devuelta con las anotaciones de la conducta del empleado y 10s motivos p r 10s cuales dejo de servir. En 186743, se present0 unnuevo proyecto destinado a crear dicha oficina, "conducente a obtener que 10s empleados dom&ticos seanhonrados y de buenas cosfumbres" (Am, v. 189,1861; v. 217,1%7), el cuaI parece haber quedado en 10s archivos municipales, sin habetse aprobado.

A principios de8 siglo XX la idea resurgi6 como una respuesta frente a la gran cantidad de agencias de empleos establecidas en Santiago. Per0 hub0 voces disidentes segh las cuales no era

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funci6n de la Municipalidad establecer agencias y competir con 10s particulares, sino miis bien controlar las ya existentes, sobre todo resguardando el aspecto sanitakio, para lo cual se debia obligar a 10s sirvientes a realizarse exiimenes medicos antes de entrar a servir. Esto especialmente enel caso de las llamadas "amas de leche" ( E l Chileno, 3 agosto 1907, 2).

El establecimiento de agencias de empleos era un buen nego- cio, debido a la alta demanda y a la paulatina disminuci6n en el n~mero de sinrientas, que del 36,1 por ciento que representaban dentro de la fuerza femenina laboral de Santiago en 1865, bajaron a 32,2 por ciento en 1895 y a 23,9 por ciento en 1920. Esta merma se debia muchas veces a lo atractivo que podia significar para una mujer el trabajo industrial, en tanto le permitia mayor indepen- dencia: "Las fiibricas, 10s talleres de todas clases han ido acaparan- do poco a poco 10s brazos que un dia empleiibanse en el manejo de la escoba y las operaciones del hornillo". Otro elemento conside- rado causa de la escasez de sirvientas era la educaci6n: "Es la ensefianza que sedaennuestras escuelas, aunen las profesionales, a la juventud modesta. Alli se les ensefia modas, mGsica y ... hasta baile, en vez de enseiiarles a coser, a barrer, a cocinar, etc. Total que educamos seiioritas y no sirvientas" ( E l Chileno, 20 abrill907,2; 3 agosto 1907,2).

A pesar de todos 10s problemas por 10s cuales pasaba una criada, como el trabajo forzado, la explotaci6n y la discriminaci6n, la servidumbre sigui6 siendo una alternativa laboral importante, con el valor adicional de que permitia escapar de 10s horrores 1

materiales de 10s conventillos.

Ser ,prostituta

A1 fondo y a la vuelta de la esquina de todas las alternativas laborales que una mujer podia tener, se encontraba la prostitucih. Segun 10s datos extraidos de juicios en que estuvieron implicadas prostitutas, en su mayoria eran solteras y jbvenes, con edades que fluctuaban entre 10s 20 y 30 afios; casi la totalidad no sabia leer ni

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escribir. En cuanto a la procedencia, un porcentaje alto venia de fuera de Santiago, fundamentalmente de zonas rurales, en busca de mejores condiciones de vida.

A pesar de que la prostituci6n era considerada una actividad legal, si se cump~ian ciertos requisitos --corn0 el que ejercieran sblo . mayores de edad, que se hiciera dentro de recintos privados y no ocasionaraeschdalos publicos-, ello no evitaba la marginaci6n ye1 rechazo social. Esto llevaba a una negaci6n de la ocupacih, lo que abultaba las estadisticas de lavanderas y costureras.

La prostituci6n debe ser considerada como una actividad econbmica, un oficio realizado por muchas mujeres de pueblo. El ejercicio mismo y el establecimiento de “casas de tolerancia“, burdeles o prostiiulos, eran negocios femeninos, y se realizaban rigiendose por las reglamentaciones municipales establecidas, sobre todo en lo que decia relacibn con el pago de patentes.

Los prostibulos eran regentados por una prostituta antigua; 10s mismos cuartos servian para el negocio y para la habitaci6n perma- nente de las mujeres y nii ias que trabajaban alli. Maria Ahumada, que dirigia una de estas casas, manifest6 en una querella en contra de un individuo que la estaf6 paghdole con billetes falsos:

La casa de prostituci6n de que se habla en el parte la tengo hace cuatro aiios per0 nunca hai des6rden alguno i solo se recibe a personas que se crean honradas i jeneralmente son hombres pobres, [y], tengo seis mujeres.

AJS, 1892

Los problemas con 10s clientes no eran 10s bnicos. La constante mirada de la autoridad municipal era otro problema cotidiano. Esta vigilaba el cumplimiento del pago de patentes y de la ley de alcoholes. Los inspectores municipales merodeaban continua- mente 10s negocios. Ante las acusaciones de infraccibn a la ley, las regentas eran llevadas a 10s tribunales, donde la mayoria era absuelta; per0 si la infraccibn municipal se probaba, la autoridad era implacable. A Rosa Santander, duefia de la “casa de tolerancia” ubicada en Marcoleta, el 10 de junio de 1913 se le clausur6 el negocio ponihdole un guardia fijo para evitar su reapertura

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clandestina, negandosele la solicitud para reabrir el 27 de junio (AMS, v. 454,1913).

Pero tambih la vida dentro de 10s prost%ulos era muy dura. Se debian soportar las malas condiciones sanitarias y el hacina- miento. Muchos de ellos estaban instalados en 10s mismos conventillos. S e g h un informe del 18 de enero de 1887, en la Primera Subdelegaci6n Urbana existian:

... muchos cuartos y casitas desaseadas, estrechas y bajas, que no consultan la hijiene, y que por sus condiciones y la jente que 10s habita son un foco constante de infecci6n y de todo jenero de inmoralidades; alli viven de ilicito comercio en cada cuarto hacinadas, hasta cuatro y seis mujeres que rara vez disponen de dos camas, porque mas no consiente cada cuarto, sin ventilacidn y respirando losvapores hediondos y mortiferos de la bacanal y de todo jenero de deyecciones asi de las personas que las habitan, como de las que acceden a semejantes lugares.

AMs, v. 327,1887

A las malas condiciones de higiene y.al hacinamiento, se agregaban 10s continuos escdndalos y delitos dentro de 10s mis- mos recintos o en 10s lugares cercanos. La violencia era una realidad cotidiana. El hecho de estar en 10s bordes de la legalidad, fuera de la norma social, convertia a las prostitutas practicamente en delincuentes. Eran elblanco m6s recurrido cuando se trataba de un delito, sobre todo por hurtos y robos. Rosa Pozo fue acusada de rob0 por su acompaiiante. Ella se defendi6 alegando:

Yo vine de Rancagua con el reclamante y en un Hotel de la calle Ecuador estuvimos bebiendo hasta embriagarnos, despues de lo cual fuimos a comer a otro hotel. Ya de noche, como a las veintiuna horas, nos fuimos a un negocio de la calle Meiggs con el objeto de alojar, y en ese momento salieron varios individuos sorpresivamente, y lo asaltaron robhn- dole su dinero que ignoro a cuanto ascienda. Yo arranquk en busca de policia, per0 cuando regreseno encontd a nadie. Las sospechas del reclamante en mi contra son infundadas.

AJS, 1919

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Ademhs de estos delitos, por lo general de menor cuantia, existia otro asociado a la prostitucibn y que tenia mayor significa- do. Era el llamado "trata de blancas", que a comienzos de este siglo llenb pdginas en 10s peribdicos locales. SegQn manifestaban, "el comercio de la trata de blancas ha alcanzado grandes proporcio- nes, no s61o en Santiago sino que tambikn en las ciudades de provincia". Se subrayaba que es te negocio inhuman0 se hacia a1 "abrigo de la desidia de las autoridades encargadas de velar por la moralidad pliblica" (EZ Chilem, 2 mayo 1915,l). Se hablaba de que existian redes que se dedicaban a engancharj6venes en provincias para trasladarlas a Santiago. Las principales acusaciones recaian en las propias mujeres:

Las duetias de las casas de diversibn que viven esplotando inicuamente a numerosas jbvenes, tienen un negocio establecido en toda forma y mantienen representantes en diferentes ciudades del sur encargadas de la contrata de blancas.

E2 ChiZeno, 25 marzo 1911,2

Asi, no era raro que cuando la policia allanaba estos prostiiu- los, encontrara niiias que no pasaban de 10s 13 a 15 afios.

El problema sanitario relacionado con la prostitucih tambikn preocupaba a las elites dominantes. Se consideraba que "el mal va tomando las proporciones de una calamidad piiblica, yes impres- cindible deber oponerse en6rgicamente a sus fatales consecuen- cias que son tan conocidas" (€2 Chileno, 24 diciembre 1912,2).

Se partia de la base de que toda prostituta debia considerarse como infectada, debido:

a1 continuo comercio en que viven esas desgraciadas, obligadas a aceptar las relaciones del que primer0 se presenta; en la ignorancia m8s completa casi siempre de lo que es la sifilis y como se transmite y es peligrosa, como de las nociones mas elementales de la hijiene.

R. Allende 1875,26

Tal situaci6n plante6 la necesidad de buscar soluciones como la presentada por el doctor Ram6n Allende en 1875, consistenteen

Del rnizcho nl cmiventillo.. . 61

visitas sanitarias e inscripci6n forzosa, para l o cual debia crearse una oficina de sanidad que tendria por objeto velar por la salud y la moralidad publicas. Parece que alguna de las recomendaciones dadas por el doctor Allende fueron consideradas, porque, hacia 1916, un registro de la Municipalidad de Santiago tenia inscritas 500 mujeres, aunque las cifras reales con seguridad ernn mucho mayores, pudiendo alcanzar incluso a unas 10.000.

Pero a pesar de todos 10s intentos de frenar la prostituci6n, ya sea atacando la "trata de blancas" o reglamenthndola por motivos snnitarios, ella sigui6 creciendo en la misma medida en que se agudizaban 10s problemas sociaies y la crisis por la que pas6 la clase popular chilena en la primera decada de este siglo.

CONCLUSIONES

En Chile el impacto de la modernizaci6n de la sociedad en la identidad social de la mujer popular fue notable. Debido a que la crisis de la economia campesina habia desintegrado la familia popular rural y a que las particularidades del mercndo laboral obligaban a 10s hombres a una frecuente movilidad espacial, 10s habitantes permanentes de 10s arrabales de rancherios que ensan- chaban Santiago eran fundamentalmente mujeres y niiios. Esto significa que en sus comienzos la sociedad popular urbana fue una construcci6n femenina, tanto en lo prapiamente habitacional como en el iimbito de las articulaciones sociales internas. El comercio, las diversiones, el espacio fisico, la vida material, fueron obra de las mujeres arranchadas de Santiago. En la etapa del rancho, el Santiago popular era un espacio social femenino.

En la medida en que 10s arrabales suburbanos crecian, la clase Patricia 10s descubria, manifestando cierta indiferencia primero, para pasar luego a1 espanto, principalmente estetico. La primera solucicin fue la delimitacicin de un espacio urbano dentro del cual se impuls6 una remodelacicin europeizante. Pero cuando la ciu- dad popular fue transform&ndose en un gran anillo que encerraba a la ciudad "opulenta y cristiana", se trat6 de impulsar la elimina-

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ci6n de 10s ranchos. Ello no s610 planteaba el problema del destino de sus habitantes, sino tambien el de la eliminacibn del negocio de la especulaci6n con el suelo urbano,nueva fuentede recursos para la oligarquia. Asi fue como duranteciertos afios existid una alianza de intereses entre las mujeres de 10s ranchos y 10s propietarios de chacras y fundos suburbanos.

La solucih a1 problema que significaba para la elite la ciudad popular debia pasar, por lo tanto, por mantener la especulaci6n urbana y ocultar la ciudnd popular de 10s alrededores, la cud, debid o a una densidad creciente, comenzaba a mostrar problemas no s610 esteticos, sin0 tambi6n sanitarios. Se autoriz6 entonces - mientras se iban eliminando 10s ranchos- la construcci6n regla- mentada de conventillos dentro del perimetro urbano. Como se sabe, las reglamentaciones urbanas en torno a 10s conventillos quedaron en el papel; la necesidad urgente de las mujeres expul- sadas de 10s ranchos se transform6 en el objeto de un colosal negocio de especulaci6n, y el conventillo, supuesta soluci6n urba- na, fue en realidad un infierno de infecciones, suciedad, oscuri- dad, aires enrarecidos y pantanos putrefactos, situado en el Cora- z6n mismo de la ciudad Patricia. El conventillo concentr6 ademas ciertos cambios de identidad que la modernizaci6n producia en la mujer, pues en el rancho suburban0 se disponia de espacio para el cultivo, la crianza de animales y otras actividades, lo que permitia a la mujer desarrollar una vida econ6mica hacia adentro de la sociedad popular, marcada por las relaciones de reciprocidad y trueque. En la etapa del conventillo, en cambio -sin que se elimha- ran totalmente las actividades "end6genas"-, en un reducido espa- cio fisico que habia que pagar con &ones usureros, las mujeres necesitaron, b&icamente, dinero. Huir de alli era ,una alternativa &lo posibilitada por el servicio dom6stico puertas adentro, camino elegi- do por mucks. Las que se quedaron,debieron dedicarse a1 comercio ambulante de diversos productos (artesm'as propias, baratijas y alimentos) o a la prostituci6n. &as, las menos, fueron obreras. A m aquellas que tuvieron una pareja estable debian realizar, ademas del trabajo dom6stico propio, algunas actividades que, como el lavado, eran valorizadas en el mercado.

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Asi, ser mujer pobre en Chile fue una situaci6n que se defini6 y,leferentemente desde el trabajo. Desde 1850, esto se debi6 a una sencilla raz6n de sobrevivencia en contextos que, pudiendo ser diversos, tuvieronen comun el excluir a la mujer popular ignorh- dola o definiendo a1 ghero desde categorias generales, como lo biol6gico. En fin, no otorgimdole lugar alguno en el quehacer pliblico, en circunstancias que la masa femenina popular buliia en campos y ciudades, bordando la historia invisible.

La sociedad chilena del periodo que nos ocupa no tenia planes para la mujer popular, a1 menos en lo relativo a1 trabajo formal, y pocos hmbitos econ6micos generaban empleos que requirieran la conformacih de una masa laboral femenina proletaria o semiproletaria. Las mujeres pobres debieron autogenerarse el trabajo, penetrando 10s espacios y fisuras mhs estrechos y elemen- tales del mercado de entonces. Las mujeres de 10s ranchos acerta- ron en el montaje de una red de servicios comerciales en la sociedad popular y orientados hacia ella, y con el estilo de esos sectores. El rancho se convirti6 asi, y durante un tiempo, en un espacio que permiti6 una fhcil integraci6n de lo laboral con otro de 10s quehaceres que definieron la identidad femenina: la casa. De esta forma, ambos pasarona ser la mismacosa, sindistinciones, sin oposiciones.

La crisis de la sociedad popular motiv6, en el caso de las mujeres, su paulatina inserci6n en la ciudad, donde-como ya era costumbre de genera- hubo que abrirse camino en 10s espacios fisicos, sociales y econ6micos, y donde las urgencias de la sobrevivencia aumentaron por haber desaparecido las condicio- nes elementales para la permanencia de una familia.

Asi, Santiago bullia hacia 1900 de vendedoras, lavanderas, costureras, empleadas domesticas y prostitutas, las que, expulsa- das de 10s rancherios suburbanos, fueron a dar a1 engendro de la especulaci6n urbana que fue el conventillo. Alli debieron soportar el deterioro de su calidad de vida, y alli, a pesar de todo, sobrevi- vieron. Debieron coser, lava, vender, establecer burdeles, ejercer la prostituci6n,criar a sus hijos y relacionarse entre ellas. Per0 este trhsito no fue cosa fiicil. Cuando recien se instalaron, las relacio-

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nes a1 interior de 10s conventillos fueron muy tensas: debieron acostumbrarse a1 hacinamiento, a lavar en el mismo patio, a soportar el bullicio de 10s niiios, 10s ajenos y 10s propios. Eso hizo surgir graves problemas de convivencia. La violencia pas6 a ser parte de la cotidianeidad; las agresiones verbales y fisicas eran cosa de todos 10s dias. Por otro lado, la violencia dombstica surgi6 como un problema social desconocido para muchas mujeres en su bpoca de arranchadas. Todo esto se tradujo en abundantes denun- cias For injurins y calumnias ante 10s juzgados, pasando a ser &e el delito mhs c o m ~ n en el que estuvieron involucradas mujeres. Trascurridos 10s aiios, la situacicin se hizo mAs soportable. Se adecuaron a este nuevo hhbitat, aprendiendo a vivir con sus nuevos problemas y recreando sus formas habituales de sociabi- lidad.

Tal fue la magnitud del cambio, que las actividades laborales de las mujeres dejaron de volcarse s610 hacia el mundo popular y comenzaron a ser demandadas y reconocidas por el resto de la sociedad, transformhdose algunas en indispensables para el funcionamiento de la propia urbe, como en el cas0 del comercio callejero. Sin embargo, como se ha visto, el Estado olighrquico, a1 tiempo que reconocia esta realidad, se preocupaba por la plebeyizaci6n de la ciudad e imponia cortapisas, decretos, im- puestos y reglamentos en 10s trabajos informales en 10s que se insertaban las mujeres.

Fieles a una identidad arraigada y tambi6n obligadas por las circunstancias, las mujeres trataron siempre de integrar la calle- trabajo con la casa-hijos. De alli la gran proliferaci6n de trabajos que, como la lavanderia, podian ser realizados en la propia casa. Existia un reconocimiento social de este hecho, por ejemplo, cuando se categorizaba en 10s censos a la poblaci6n activa femeni- na incluyendo en 6sta a las trabajadoras que hoy llamariamos informales. La integraci6n de la calle con la casa era cada vez mhs dificil. Con pocas ganancias, en el mundo infernal del conventillo, en indefensi6n fisica, solas, impedidas de realizar libremente sus trabajos, aparecieron pronto dos Ambitos opuestos: lo laboral y lo dom6stico, la calle y la casa. La identidad femenina popular estaba

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ahora tensionada. El discurso de la oligarquia consistia en mora- lizar a 10s sectores populares, asignbndole a la mujer un rol que hasta ahora no habia tenido. La constituci6n de familias proleta- rias, donde ellas estuviesen reclusas en el espacio domestico, era el mejor camino para disciplinar a1 sector popular como un todo.

La respuesta a esa presi6nno fueuna mujer popular sumergida en el "mundo privado", es decir, recluida en su casa como lo esper6 el discurso patriarcal; mbs bien, la identidad femenina mantuvo la mezcla de lo supuestamente pGblico con lo privado, el mundo laboral y el de la casa, pese a que se foj6 paralelamente la imagen de una mujer popular circunscrita a lo domestico.

Con posterioridad a 1920, la participaci6n de las mujeres en la. fuerza laboral chilena va a sufrir modificaciones. Si bien el porcen- taje de participacih se mantuvo en poco mhs de un tercio de la poblaci6n trabajadora, la estructura del empleo femenino se mo- dific6. Como vimos, desde 1865 a 1920, casi el 80 por ciento de la fuerza laboral femenina estuvo constituida por mujeres pobres que realizaban alguno de 10s cuatro oficios que mencionamos. Hacia 1930, se produjo un quiebre y la fuerza laboral femenina disminuy6 a poco mbs del 20 por ciento, situaci6n que puede explicarse por la fuerte presi6n ejercida desde "arriba" que tension6 la identidad de la mujer popular y la indujo a optar por la casa o la calle, la familia o el trabajo, bmbitos que en 10s aiios anteriores a 1920 constituian una sola unidad. Hacia 1940 la participaci6n femenina en la fuerza de trabajo volvi6 a ser de un tercio; per0 ya no eran las mismas mujeres. Los oficios que antes representaban casi el 80 por ciento, ahora se reducian ai 50 por ciento.

Si avanzamos hasta la segunda mitad de este siglo, podemos ver las tendencias que toma la estructura del empleo femenino. Las empleadas domesticas, que en nuestro period0 de estudio alcanzaban a1 33,9 por ciento de la fuerza de trabajo femenina, en la actualidad representan el 19,3 por ciento; las costureras, del 23,8 por ciento cayeron a1 6,l por ciento. Ademtis, hoy en dia existen nuevas ocupaciones para las mujeres en general. Un 19 por ciento son profesionales y tkcnicas. Otro porcentaje significativo (23,5) se desempefia en servicios comunales y sociales (Unicef 1993).

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Los cambios en la estructura del empleo femenino plantean una serie de interrogantes: ique pas6 con las mujeres populares despuks de 1930? iPor qub van desapareciendo de las cifras? iSe quednron en sus casas, cuidando a sus hijos, margin5ndose total- mentedel mundo laboral? Por otro lado, estas cifras problematizan lo que hasta ahora se ha considerado la historia de la mujer. La historia de la mujer en el siglo XX es concebida usualmente como la creaci6n de movimientos tendientes a reivindicar el papel de la mujer en diferentes esferas de la vida social, sobre todo en lo politico, laboral y educacional. Pero, La que grupos de mujeres representan esos movimientos? iEstar5n alli incluidas las lavan- deras, costureras, prostitutas o empleadas dombsticas? Ese es una capitulo de la historia que queda atin por revelar.

NOTAS

Alejandra Brito PeWa es licenciada en Humanidades, con menci6n Historia, Universidad de Chile. Este trabajo fue realizado con el financiamiento del IV Programa "Mujer y Sociedad" del Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (Clacso), 1991-92. Durante nuestro period0 de estudio el Departamento de Santiago experiment6 un importante crecimiento. Los 129.639 habitantes que tenia en 1854 se duplicaron hacia 1895, alcanzando su poblacion urbana a1 87,5 por ciento. En 1920 su poblacicin se habia cuadruplicado y 10s habitantes urbanos eran el 92,2 por ciento. A travbs de esta ley se cre6 un Consejo Superior de Habitaciones en Santiago y consejos departamentales en el pais. Sus tres objetivos fueron: construir, higienizar y normalizar la vivienda obrera. Entre 1906 y 1925 se construyeron 396 casas. En cambio, por iniciativa privada se construyeron 3.246 viviendas, en especial conventillos y cites. En su labor de mantener la higiene, en 10s mismos afios el Consejo declar6 inhabitables 2.216 propiedades e insalubres 1.720; dispuso la demolici6n de 1.626 conventillos con 11.334piezasy30.556 habitantes (De Ram6n y Gross, comp. 1985).

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Esto se puede corroborar con 10s datos acerca del estado civil que arrojan 10s censos de poblaci6n. Del total de mujeres que tenian m6s de 15 aAos entre 1854 y 1895, un promedio de 40,6 por ciento eran casadas, 14,8 por ciento viudas. Por lo tanto, 44,6 por ciento de las mujeres de mds de 15 aAos eran solteras, es decir, casi la mitad de la poblaci6n femenina apta para el matrimonio se declaraba soltera.

FUENTES Y BIBLIOGRAFIA

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