Corrupcin Poltica Definiciones Tcnicas y Sentidos Sedimentados 0

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Revisión de la literatura y conceptos sobre la corrupción. Brinda definiciones y una reconstrucción del concepto en base al Estado y la sociedad moderna.

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  • * Universidad Nacional Autnoma de Mxico.

    CORRUPCIN POLTICA:DEFINICIONES TCNICAS Y SENTIDOS

    SEDIMENTADOS

    Nora Rabotnikof*

    Si revisamos la literatura sobre la corrupcin de hace unos diez o quince aos, encontramosuna queja generalizada acerca de la poca atencin terica brindada al tema. En efecto, desdelas ciencias sociales la cuestin era slo y sobre todo abordada desde las llamadas teoras de lamodernizacin. Hoy la situacin es completamente distinta, y cualquier lego que pretendeacercarse al tema encuentra una vasta bibliografa especializada, ordenada desde diferentesperspectivas disciplinarias (ciencia poltica, derecho, antropologa, historia, economa) y desdedistintos enfoques tericos (utilitarismo clsico, teoras de la eleccin racional, cultura poltica).Incluso se ha desarrollado una suerte de especializacin tcnica en la deteccin y el control dela corrupcin, una especie de corruptologa que se encarna en consultoras y empresasdedicadas al problema y en manuales de uso sobre la cuestin (Moreno Ocampo, 1993). En elmismo sentido, se ha avanzado en la formulacin de definiciones tcnicas de este fenmeno,centradas en un sujeto decisor individual, o bien desde un enfoque ms sistmico, en lasinterrelaciones entre la esfera econmica y la poltica.

    Sin embargo, pese a la existencia de estas modernas definiciones tcnicas es tambincierto que en el lenguaje poltico cotidiano, en la percepcin social difusa (recogida a veces enlos estudios y encuestas de opinin pblica,) y en el periodismo poltico, el trmino corrupcinse predica indistintamente de actos individuales, de procesos globales, se asocia a delito, expresaa menudo una denuncia moral y se incorpora en estrategias poltico-partidarias cuyo objetivo esdescalificar al contrincante. Y todas estas apelaciones parecen referir ms a algunos significadossedimentados que a definiciones tcnicas.

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    En un artculo reciente sobre el caso Clinton, Thomas Nagel se refera a una suerte decorrupcin del mbito pblico-poltico por la intromisin, exposicin a la luz pblica o invasinde los asuntos privados (ntimos) de un hombre pblico. El artculo de Nagel iba dirigido adefender una esfera ntimo-privada. Pero de paso, pona el acento en el desgarramiento de laesfera pblico-poltica. En la argumentacin de Nagel, el espacio pblico, pensado y diseadopara el seguimiento y resolucin de cuestiones pblicas se corrompe cuando tiene que hacersecargo de cuestiones incendiarias pero irrelevantes. Aqu corrupcin no tiene que ver con ladefinicin especializada. No se est diciendo que hay un agente corrupto, que utiliza la funcinpblica para obtener un beneficio privado. Nagel parece querer decir que se corrompe elprincipio mismo de funcionamiento de la poltica moderna al corromperse la distincin entreesfera pblica y privada. La corrupcin en este caso se predica de la lgica de funcionamientodel poder poltico y de los criterios de su evaluacin. Involuntariamente, Nagel vuelve a uno delos significados ms generales del trmino corrupcin, es decir a aqul que lo asocia a ladepravacin o perversin, a la alteracin de una condicin original o correcta, al vicio por erroro adulteracin. La corrupcin no es entendida como infraccin individual a la regla sino comoalteracin de un principio de funcionamiento. Corrupcin poltica es, en este caso, corrupcinde la poltica, de su lgica, de su demarcacin respecto del mbito privado y de sus propiosvalores (Nagel, 1998).

    Tambin a contrapelo de las definiciones especializadas, en el Diccionario de filosofapublicado por la prestigiosa editorial Routdlege encontramos que el autor de la vozcorrupcin poltica nos recuerda que en la tradicin republicana (al menos talcomosta ha sido rehabilitada o reinventada recientemente en los medios acadmicosanglosajones), la corrupcin aparece slo ocasionalmente asociada alsoborno, el beneficio ilcito o incluso a los actos individuales. En esta tradicin, el ncleo de lacorrupcin remita a latransgresin sistemtica o a la erosin de las prcticas, instituciones ycreencias que dotaban a las sociedades de un conjunto compartido de propsitos, de una nocinde utilidad comn, y de una visin compartida del futuro y del pasado. Es decir,l a c o r r u p c i n e r a e n t e n d i d a c o m o e r o s i n d e l a v i r t u dciudadana y por ende, de la capacidad de reconocer el bien comn. Para el autorde la voz mencionada, esta forma de entender la corrupcin, que pona el acento en lasprecondiciones culturales y materiales de la estabilidad de los Estados, fue posteriormente

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    debilitada por dos tendencias. Una que separara la idea de poltica de la de bien comn(desplazndola progresivamente hacia los intereses individuales) y otra que habra estrechadola mira y reconceptualizara la corrupcin no como un fenmeno sistmico, sino como una formade desviacin o infraccin por parte de los funcionarios pblicos (Philp, 1998).

    Tanto la visin centrada en los intereses como la que circunscribe la cuestin a laadministracin pblica, habran empobrecido el concepto de corrupcin poltica. Segn esteautor, al faltar una caracterizacin normativa de la condicin original, genuina u autntica de laactividad poltica, el concepto de corrupcin (que seguira manteniendo el significado bsico dedesviacin u alteracin) perdera su sentido, por no estar claro respecto de qu tipo de ordennormativo constituira sta una desviacin. Cito textualmente: En claro contraste con el modeloclsico, se ha prestado muy poca atencin a la correlacin entre la persistencia de una culturacvica activa y la incidencia de la corrupcin en el mbito poltico. El resultado ha sido eldesarrollo de modelos de poltica que, al soslayar la cuestin del carcter o la naturaleza de lapoltica y al menospreciar la relevancia de los mores y creencias de la sociedad civil en laincidencia de la corrupcin, no han podido proporcionar una adecuada comprensin de algo quesigue siendo un fenmeno muy expandido en muchos estados modernos (Philp, 1998).

    Pues bien, creo que este autor se equivoca, al menos, en seis cuestiones. Y es en tornoa ellas que gira, un tanto libremente, mi artculo. Ms all de indudables cambios conceptualesrelevantes, creo que an puede sostenerse que: 1) La evolucin del concepto de corrupcinpoltica incluy siempre la referencia a la desviacin o violacin de un orden normativo. El tipode orden normativo respecto del cual la corrupcin constituye una desviacin o transgresin(orden jurdico positivo, normas sociales, costumbres, etc.) ha sido y sigue siendo materia dediscusin, y dicha caracterizacin incide en la tipificacin del fenmeno (si como delito,como inmoralidad, etc.) (Garzn Valds, 1998). Tampoco es tan claro que las definicionestcnicas que circunscriben la posibilidad de corrupcin al ejercicio de la funcinpblica especializada, utilicen slo la legalidad positiva como orden normativorelevante. 2) Pero adems, gran parte de las construcciones conceptuales modernassobre la corrupcin giran en torno a una brecha o a una distancia (que enrealidad es una relacin de mutua referencia) entre legalidad o sistema normativopositivo y prcticas sociales, o bien como los llama Riesman, entre sistema mtico y cdigo

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    prctico, o entre lo escrito y lo no escrito, o entre legalidad y cultura, o entre una dimensinsimblica (que parece hacer referencia a la adhesin puramente retrica a valores fundamentales)y una dimensin estratgica (Riesman, 1981). 3) Los mores y creencias de la sociedad siemprefueron tomados en cuenta para la caracterizacin de la corrupcin, ya sea bajo la forma decondiciones culturales que propician la corrupcin, o de manera ms sustantiva paracaracterizar aquello que en cada poca o cultura se percibe como corrupcin (Lommnitz, 1995).4) Las prcticas polticas corruptas son a menudo identificadas como tales por contraste con untipo ideal de moralidad cvica (en cualquiera de sus versiones). 5) Casi todas las estrategias decombate a la corrupcin incluyen una u otra forma de ampliacin de la participacin y el controlciudadano, desde el perfeccionamiento de los mecanismos de responsabilidad pblica(accountability), hasta la propuesta del ejercicio de funciones pblicas por parte deorganizaciones ciudadanas; desde la demanda de mayor control por parte del pblico hasta laidea de participacin como solucin para los problemas tanto de corrupcin poltica como deeficiencia en la gestin pblica (Laporta et. al: 1997). 6) Los rasgos que la llamada tradicinrepublicana atribua a la corrupcin (prdida de virtud ciudadana, erosin de la cosa pblica,etc.) son ahora identificados como consecuencias necesarias de la difusin de las prcticascorruptas: procesos de deslegitimacin, crisis no slo de la representacin poltica sino de lapoltica misma.

    Contrariamente a lo expresado por Philp, tengo la impresin que la progresivatecnificacin de las definiciones de corrupcin, lejos de dejar de lado la dimensin normativao una caracterizacin sustantiva de la actividad poltica, siguen conservando como trasfondo (escierto que no siempre explcito) una idea de moralidad cvica, de inters pblico, una referenciafuerte a la cultura poltica y una preocupacin por la integracin. Y, dando un paso ms, que sonesos supuestos no explicitados los que llevan a que, en el anlisis de casos concretos, se califiquede corruptas a prcticas que, nos gusten o no, son parte de la actividad poltica moderna. O,por el contrario y con consecuencias ms graves, a que muchas veces se fomente unatolerancia tan resignada como ilimitada a la corrupcin.

    El adjetivo corrupto entonces puede predicarse de actores yacciones individuales como de prcticas, sistemas y formas de vida. En los apartadossiguientes me centrar en algunas dificultades que surgen en esteltimo caso, es decir, all donde no slo comparecen definiciones tcnicas

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    acotadas, sino donde lo que parece estar en juego es un fenmeno ms global, en el que nosiempre est presente ni la violacin de la legalidad positiva ni la percepcin de un beneficioextraposicional.

    Negociacin y corrupcin.

    Cuando se analizan las diferentes definiciones de la corrupcin poltica, surge unaprimera perplejidad (o tal vez una primera confusin conceptual): con una definicin demasiadoamplia o, al revs, demasiado estricta desde el punto de vista normativo, varios procesos quedesde otra perspectiva apareceran como fenmenos polticos normales de una sociedadcompleja deberan ser caracterizados como corruptos. Como dice un analista del tema: hayuna especie de clima malsano que no permite distinguir entre reclutamiento correcto ynepotismo, entre asignacin de recursos y clientelismo, entre pantouflage y trfico deinfluencias, entre lobbying y corrupcin.

    En efecto, se tiene la impresin que si al analizar una transaccin poltica se deja de ladoo se minimiza como criterio la percepcin de un beneficio econmico individual o la apropiacinde fondos pblicos (criterios que sirven para definir al soborno, las extorsiones, los fraudes y lasmalversaciones), o se los reemplaza de modo un poco laxo por beneficios polticos, hay unazona en la que diferentes formatos de intercambio poltico y prcticas corruptas pueden llegara confundirse conceptualmente. Me refiero a aquellas formas de intercambio poltico por lascuales se negocian bienes de distinto tipo ubicados entre la economa y la poltica (salarios,facilidad de crditos, acceso a obras sociales, lealtad poltica, consenso democrtico o detencindel disenso, aplazamiento de sanciones, etc.), formas de intercambio poltico que desde unaconcepcin normativa acerca de la naturaleza originaria de la poltica no pocas veces fueroncaracterizadas como prcticas corruptas tout court. Es por ello que algunos autores hacen elesfuerzo de distinguir, por ejemplo, entre polticas pblicas promocionales y actos de corrupcin(Malem, 1997). Los criterios para esta distincin no son, sin embargo, inequvocos. En generalse ha argumentado que: a) Toda poltica promocional (y aqu incluiramos un abanico depolticas pblicas, as como polticas promocionales resultantes de arreglos corporativos y de loque alguna vez se caracteriz como prcticas populistas) tiene un carcter general mientras quela corrupcin tiene un marcado tinte individual. Tal vez sea ms claro decir que en un

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    caso comparece un destinatario que ostenta una representacin funcional (los sindicatos, losbanqueros, los deudores) o representativos de una minora, mientras que los actos de corrupcintendran un marcado tinte personal, aunque el lmite no est nada claro. b) Que la corrupcinrequiere del secreto o al menos de discrecin, mientras que una poltica promocional o losresultados de una negociacin corporativa tiene caractersticas pblicas. c) Que la corrupcin,a diferencia de otro tipo de prcticas polticas, supone un modo de influencia que repugna oatenta contra las reglas del juego democrtico.

    Vistas las cosas ms de cerca, estos dos ltimos criterios, el secreto y la compatibilidadcon las reglas del juego democrtico, no son tan tajantes. Cabra aqu recordar el debate de haceunos aos en torno al corporativismo. Algunas posiciones afirmaban que se trataba de unaprctica que se autolegitimaba a travs del principio de eficiencia, en tanto operaba comomecanismo eficaz de vertebracin del consenso o de articulacin de intereses; y que podafomentar ms o menos la corrupcin (ste era un problema emprico) pero que no tena mayorsentido tipificarlo en s como una prctica corrupta. Sin embargo, en casi todos los procesosde transicin a la democracia, la existencia de prcticas, mecanismos y hasta de una culturade la mediacin corporativa fue tematizada como un obstculo fundamental para lademocratizacin poltica (no slo para la modernizacin econmica). En aquel entonces seargumentaba que a) el corporativismo, an en su versin liberal, tenda a estabilizarsituaciones existentes a costa de los sectores ms dbiles o no organizados (los sindicatos frentea los pobres, por ejemplo), es decir, era una forma de defensa de privilegios; b) fomentaba elegosmo ciego a costa de una visin global y opona y radicalizaba lo particular versus lo pblico(entendido como aquello que es comn y general); c) restringa la agenda pblica de lascuestiones sociales a organizaciones preestablecidas, distorsionndola y d) agravaba la prdidade control ciudadano sobre instancias que finalmente decidan sus condiciones de vida. De alla caracterizar al corporativismo como una prctica corrupta, haba slo un paso.

    Tal vez mi primera duda se podra sintetizar de la siguiente manera: cuando en los tiposde corrupcin se incluyen prcticas tales como la parcialidad, que se caracteriza como ladiscriminacin deliberada en la formulacin y aplicacin de normas (Laporta et al., 1997),el favoritismo, el clientelismo poltico, el patronazgo, y no se incluye la percepcinde un beneficio econmico individual extraposicional, estamos a punto de deslizarnos

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    hacia una no discriminacin entre formatos de negociacin y prcticas corruptas. Ello puedellevar a caracterizar a ciertas formas de corporativismo, al lobbismo, a cualquier ejercicio de unarepresentacin funcional o asociacin que obtuviera recursos polticos (prestigio, apoyoelectoral, cargos pblicos, etc.) como prcticas corruptas. El requisito de un beneficio econmicoprivado u extraposicional parece entonces una condicin conceptualmente ms necesaria de loque primera vista parece.

    El tema de la corrupcin vuelve a poner en cuestin, de manera oblicua, la legitimidadpoltica de los intereses particulares. El tema ha desvelado a la teora poltica moderna (desdeRousseau y A. Smith hasta la discusin sobre neocorporativismo) y no es ste el lugar paraabordar el tema. Basta decir que a menudo, cuando la corrupcin se predica de formatos denegociacin, de prcticas de intermediacin de intereses y no de acciones individuales, a menudoes la legitimidad del inters particular como opuesto a un inters pblico la que sigue estandoen juego. Baste decir tambin que resultan poco tiles las definiciones de corrupcin que nodistinguen entre tipos de prcticas que pueden operar como condiciones favorables para lacorrupcin (por la existencia o no de mecanismos de control, publicidad, etc.) y los actos uactores corruptos. Cuando la corrupcin se predica de los formatos de intercambio poltico toutcourt, cabe sospechar que, pese a lo que afirma Mark Philp, todava sigue operando a lasespaldas una concepcin normativa tremendamente rigurosa de poltica. Esto puede llevar, comode hecho sucede, a que se pueda decir tambin, en una valoracin aparentemente invertida, quela democracia, el parlamentarismo, o el sistema de partidos, son en s corruptos.

    Corrupcin y cultura poltica.

    Mi segunda perplejidad tiene que ver con el problema de la corrupcin como forma devida. Se ha dicho que hablar de corrupcin slo tiene sentido cuando existe un sistemanormativo de referencia, un sistema normativo relevante para el caso al que se oponen, que estransgredido por, o del que se alejan los actos o procesos corruptos. Algunos autores identificaneste sistema con la normatividad jurdica positiva. Corrupcin entonces se acercara a ilegalidad.En otras definiciones se apela al uso ilegal o no tico del cargo pblico con fines de beneficiopersonal o poltico. Otras veces se toma como referente la moralidad social, o un conjunto devalores compartido. Habra mucho para discutir y problematizar en este punto.

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    Yo quisiera limitarme a dos aspectos que refieren a la cultura en sentido amplio. El primero serala relacin entre lo que llamaramos pautas culturales difusas o valores socialmente compartidosy caracterizaciones de la corrupcin. Por ejemplo, qu ocurre en una sociedad en la cual lasafiliaciones familiares siguen siendo un referente fuerte de la accin, en el que un porcentajemuy alto de los entrevistados en una encuesta (a la pregunta si Ud. tuviera un puesto degobierno y tiene que contratar a un ingeniero: a quin contratara, a un buen ingeniero o a suhijo que es ingeniero?) contesta privilegiando los lazos familiares (Castaos, 1996), en la quela lealtad personal sigue teniendo un peso central? Podramos preguntarnos si una sociedad conestos rasgos considerara la afiliacin familiar o la atribucin de cargos pblicos en funcin deconsideraciones familiares como nepotismo, es decir como una prctica corrupta. As planteado,el problema refiere a lo que en cada poca histrica, en cada rgimen poltico y en cada sociedadse tipifica como corrupcin poltica. Y apunta, como es obvio, a la corrupcin poltica comoconstruccin cultural.

    Pero hay otra veta para abordar la cuestin, que nos vuelve a las afirmaciones de Philp,y es la del modelo de moralidad cvica que sirve como tipo ideal con el cual contrastar los actosde corrupcin. En otras versiones, tambin planteadas en este seminario (VIII Garca Mynez),la cuestin se enfoca como la de las condiciones culturales para la implantacin de un Estadodemocrtico de derecho.

    Cuando se habla de la corrupcin como modo de vida, en situaciones como las devarios de nuestros pases latinoamericanos, la afirmacin hace referencia no slo a la extensindel fenmeno sino a la difusin de una variedad de pautas culturales que, contrastadas con untipo ideal de moralidad cvica resultan altamente desalentadoras. Estudios como los de FemandoEscalante para el siglo XIX mexicano, o los de Roberto Da Matta en Brasil, ponen de relieve unaserie de rasgos constitutivos de una forma de vida, de un orden informal, de una especie deknow-how colectivo que se produce al margen de la ley y de las instituciones consagradas, yque en todo caso vuelven problemtico el concepto de orden normativo relevante.Estos anlisis subrayan la existencia de formas de actuar en comunidad (no en sociedadsegn la antigua contraposicin de la sociologa clsica), afiliaciones particularistas,cdigos de lealtad personales, imgenes tambin personalizadas de la autoridad,rituales de respeto ostensible por las jerarquas sociales; una serie de rasgos quepodran, para nuestro tema, sintetizarse en dos cuestiones: una distincin ms que

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    borrosa entre lo pblico y lo privado, y un conjunto de orientaciones sociales que parecen poneren duda reiteradamente la distincin entre ley y transaccin entre privados.

    Vistas as las cosas, efectivamente la distancia con la moralidad cvica como modelode moralidad pblica parece insalvable. Sin embargo, este modelo de moralidad cvica o, enotros vocabularios de cultura poltica suele terminar en dos alternativas de corto aliento. Obien se acepta resignadamente que as somos y que la corrupcin como modo de vida esinerradicable (que es cualitativamente distinto a afirmar que el grado ptimo de corrupcinpuede no ser igual al grado cero como afirma Klitgaard, (1988). En este caso, el riesgo es arribara una especie de reconciliacin resignada con la densidad de la eticidad y la historia, con laconsiguiente adaptacin pragmtica a la racionalidad histrica de la corrupcin. Alguien podradecir que esto es un ejemplo de lo que H. Arendt llamara la banalidad (en este caso labanalizacin) del mal. O bien, a la inversa y con optimismo ilustrado se termina postulando unaespecie de pedagoga de la virtud, es decir, traduciendo la moralidad cvica a una cartilla devirtudes (honestidad, rectitud, tolerancia, respeto por la ley, etc.) que es posible ensear yaprender. Tengo la impresin de que en ambos casos la cultura como forma de vida es entendidacomo un conjunto de valores ltimos y no como un conjunto de destrezas, habilidades, pautascognitivas, etc. (la famosa metfora de la caja de herramientas), es decir, como un conjuntode elementos que pueden articularse de maneras diferentes. El problema es que entender la formade vida como valores ltimos impide dar cuenta de los aprendizajes (individuales y colectivos)entendidos stos precisamente como transformacin de las pautas cognitivas, afectivas yevaluativas. Es decir, esta idea de cultura poltica como forma de vida no puede dar cuenta dela transformacin de los elementos que organizan la experiencia.

    Una caracterizacin de la moralidad pblica que no estuviera centrada en los valoresltimos (no porque stos no operen como ordenadores sino porque no operan permitira, endirectamente) relacin con nuestro tema, centrar la atencin en instituciones yreglas que inducen comportamientos, exigen prcticas distintas y tal vez, en ellargo plazo, generen una transformacin valorativa. Los ejemplos abundan. Esprobable que en la cultura poltica mexicana el nepotismo (segn se desprendede los sondeos de opinin, de la historia poltica del pas y de las declaracionesexplcitas de varios ex presidentes) no sea socialmente considerado como una forma

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    de corrupcin. Sin embargo, hace poco tiempo el Jefe de Gobierno de la Ciudad de Mxico,siguiendo las pautas de confianza familiar y poltica tradicionales, decidi el nombramiento desu hijo en un cargo de confianza. A las veinticuatro horas se vio obligado a revisar su decisin.La revisin de la decisin no surge de un arranque de honestidad del poltico en cuestin, ni deuna sbita conversin de la moralidad pblica, ni de un explcito aprendizaje en la virtud degobernantes y gobernados. Aquello que antes era una atribucin normal del detentador del cargo,es valorado ahora como un ejemplo de imprudencia poltica. Y esta valoracin surge de unaprensa ms adiestrada en el escrutinio de la gestin pblica, de la puesta en prctica demecanismos de competencia poltica, de un sistema poltico ms plural, de la existencia de unespacio pblico ampliado. En un sentido similar, Javier Pradera mencionaba el hecho de que lacompetencia interpartidista haba trabajado ms en favor de la participacin poltica de lasmujeres que la discriminacin positiva y el sistema de cuotas en la izquierda. Es decir, las nuevasreglas haban hecho ms por cambiar las tradiciones machistas de la derecha espaola que elaprendizaje explcito de las virtudes (Pradera, 1997). Con ello no estoy afirmando la ecuacina mayor democracia, menor corrupcin, ecuacin difcilmente comprobable empricamente.Slo estoy sealando que al reconocer en la corrupcin un modo de vida o una cultura, anteso despus de la adaptacin cnica o pragmtica y de la pedagoga virtuosa, habra que pensar enlas formas de comunicacin poltica, en los diseos institucionales, en los mecanismos deescrutinio pblico que inducen transformaciones en los lmites entre lo permisible y lo nopermisible, lo correcto y lo incorrecto, generando nuevas rutinas y aprendizajes.

    Corrupcin e hipercorrupcin.

    A menudo, en el vocabulario de las ciencias sociales, en el lenguaje acadmico yen el debate intelectual en general se echa mano de prefijos significativos para dar cuentade los cambios de poca. Los prefijos ms de moda indican tanto un retorno comoun cambio superador. Tanto el neo del manido neoliberalismo, de losneoconservadurismos, neonazismos, etc., como el post de los post-liberalismos,post-tradicionalismos y post-modernismos hacen referencia a una continuidad (de unatradicin terica, de un problema, etc.) y a una superacin, renovacin oPor supuesto, las fronteras entre lo viejo y lo nuevo, entre las continuidades y

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    las rupturas son motivo de debate y requieren de una permanente puesta a punto conceptual, queel recurso a los prefijos mencionados no siempre puede salvar. Sin embargo, hay un prefijo quea primera vista, parece ahorrarnos esas faenas interpretativas: el prefijo hiper, tambin de moda.Se habla as de hiperinflacin para hacer referencia a procesos que estn por encima de ciertosniveles determinables cuantitativamente. La ciencia poltica latinoamericana ha comenzado ahablar de hiperpresidencialismos, para hacer referencia a estilos de conduccin poltica quepotencializan las facultades constitucionalmente fijadas (Per, Argentina, etc.). Lascontinuidades y rupturas en estos casos se apoyan en dimensiones cuantificables (tasas, nmerode decretos, etc.). Y se ha comenzado a hablar recientemente de situaciones de hipercorrupcin.Tambin aqu se ha elaborado un ndice de percepcin de la corrupcin (IPC), construido conbase en encuestas elaboradas por Gallup, aplicado por Transparencia Internacional, que nospodra proporcionar niveles indicativos, por debajo de los cuales estaramos hablando dehipercorrupcin (lamentablemente Mxico, con un puntaje de 3.3 se colocara en el nivel de laas cuantificada hipercorrupcin). Otros autores reservan el trmino hipercorrupcin parareferirse a aquellas situaciones en las que comparecen sistemas altamente corruptos ydistinguirlos as de acciones individuales relativamente localizables. En el caso de lahipercorrupcin, estos sistemas de accin se insertaran en una cultura general permisiva de laviolacin a las normas, en la que el soborno y la extorsin resultaran mecanismos generalizadosen todos los niveles y se distinguiran as de aquellos casos en los que la corrupcin esmarginal. Replanteando la distincin entre pases desarrollados y subdesarrollados, lacorrupcin marginal, no obstante involucrar personalidades importantes o cifras millonarias,aparecera acotada a situaciones relativamente aislables e identificables dentro de un contextogeneral de respeto por las normas y, a diferencia de las situaciones hiper, se contara conmecanismos de deteccin y control eficaces (Moreno Ocampo, 1993).

    Sin embargo, tengo la impresin de que al utilizar el prefijo hiper, se est haciendoreferencia a algo ms que a un dato cuantificable. Es decir que hay una dimensin culturalque a menudo comparece en la utilizacin del prefijo y que evoca, ms all de lasdimensiones cuantificables, una erosin de la experiencia compartida. Tal vez esto sea msclaro en el caso de la hiperinflacin, ms estudiada que la hipercorrupcin. Lahiperinflacin no slo se caracteriz por la rapidez de los procesos de devaluacin

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    monetaria. Un elemento central en todos los procesos as tipificados fue una brutal inestabilidadeconmica que se traduca, si no en inestabilidad poltica (en todos los casos), en una vertiginosainestabilidad e imprevisibilidad de la calculabilidad social. Es sabido que la inestabilidadmonetaria distorsiona las relaciones econmicas, pero tambin la experiencia da cuenta de undeterioro de las relaciones sociales en general. Cuando el mdico de un seguro pre-pagocondiciona la atencin profesional al pago al contado en el momento de la consulta (porque losquince das que tarda la obra social en reintegrarle el pago significan la evaporacin lisa y llanade sus honorarios); cuando de un da para otro alguien percibe la mitad de su sueldo o puedeadquirir la mitad de bienes en el mercado, o cuando los precios de bienes y servicios semodifican de la maana a la noche, en realidad hay una distorsin de la percepcin compartidade realidad. Es all donde lo aludido por la nocin de mundo en comn de los fenomenlogos(distinta de la idea comunitarista de mundo comn) se pone en cuestin. Las descripciones msvvidas de estos fenmenos de prdida de realidad, de erosin de los parmetros y mapascognitivos en un contexto hiperinflacionario provienen por supuesto no de la economa sino dela literatura (Canetti y Benjamin, entre otros, nos han legado testimonios de este tipo deexperiencias). Otro tanto ocurri, en un nivel ms acotado sistmicamente, con lo que se ha dadoen llamar hiperpresidecialismo. En realidad, este trmino (discutido y discutible tericamente)pareci aludir, entre otras cosas, a una desconfianza o falta de credibilidad en la poltica perotambin a una recurrente imprevisibilidad en las acciones del ejecutivo. Es decir, con laemergencia de este tipo de situaciones, volvan a desdibujarse, en la percepcin cotidiana y enla reflexin, los lmites entre lo polticamente posible y lo imposible.

    Y otro tanto podra decirse de la llamada hipercorrupcin. Pongo tres ejemplos. Hacepocos das la Secretara de Finanzas del Gobierno capitalino denunci la existencia de una redde falsificacin de unas 600,000 formas de pago de multas por incumplimiento de la verificacinvehicular. En unos 600,000 casos, los contribuyentes cumplieron con la penalizacin impuestapor el incumplimiento de una obligacin, creyendo as regularizar la situacin de sus vehculos.No se trata aqu de la denuncia de un soborno para la obtencin de un privilegio nide una extorsin por parte de funcionarios involucrados, para cumplir con una obligacin.Se trata ms bien de un sistema paralelo en el cual comparecen formulariosfalsos, funcionarios de recaudacin involucrados y sistemas de cmputo trucados.

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    Al cabo de dos aos y medio ni esos recursos llegaron al erario pblico ni los contribuyentessaben cul es su situacin (es decir si el que pag la multa apcrifa cumpli o est en falta, etc.).En este caso hay algo ms que un sistema corrupto de recaudacin, por el cual algunos puedensalvarse y otros no, o a travs del cual se aumenta el costo de un servicio. Me parece, aun ariesgo de sonar apocalptica, que lo que est en juego es la construccin social de una realidadcompartida. Pongo otro ejemplo. Una persona compra una propiedad. Despus de firmar laescritura, obtiene su ttulo de propiedad oficialmente inscrito en el Registro Pblico. Un aodespus se entera de que la casa va a ser rematada porque la inscripcin no aparece en elRegistro Pblico de la Propiedad y porque el documento pblico que ella ostenta no es, enprimera instancia, testimonio fehaciente de propiedad. Tambin resulta que el nuevo Directordel Registro Pblico pide intervencin a la Procuradura General de Justicia ante las numerosasirregularidades detectadas en la gestin de la mencionada dependencia pblica. En realidad,tambin aqu est en juego la validez del instrumento pblico (en este caso no por falsificacinsino por improcedencia). De todos modos, la persona de nuestro ejemplo en principio no sabesi es o no propietaria legtima de un inmueble que compr a travs de una operacin legal y cuyoderecho registr de acuerdo a los procedimientos establecidos. Tercer ejemplo, un taxista en laCiudad de Mxico comenta Ral Salinas debe estar en el extranjero. Cada vez que pasannoticias sobre el caso en la televisin muestran la misma toma de Almoloya (de archivo). Esdecir, lo que se cuestiona aqu no es la interpretacin que los medios ofrecen, ni la manipulacinde la opinin en relacin a los hechos, sino los hechos mismos. La incredulidad o la falta decredibilidad refiere en este caso al mundo en comn frente al que se debe tomar posicin.

    Los tericos de la construccin social de la realidad (esquematizando brutalmente)hablaban de externalizaciones que proporcionan coordenadas de realidad: los lmites entre loposible y lo imposible, entre lo lcito y lo ilcito, entre lo propio y lo ajeno. Para esta perspectivaterica, la realidad social construida quedaba plasmada en instituciones, tradiciones, documentospblicos e informaciones periodsticas que permitan dar por sentado la existencia de un mundoen comn. Cuando se habla de situaciones de hipercorrupcin, adems de los elementosque pueden definirse cuantitativamente, tambin estamos haciendo referencia asituaciones en las que ni el orden legal ni las normas del orden social brindanelementos suficientes para ordenar los mapas cognitivos o para ubicar a los actores

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    en una realidad compartida (como propietario, como infractor, o como pblico).Hace algunos aos, Claudio Lommnitz, al inaugurar un seminario sobre la corrupcin

    en Mxico, marcaba la persistencia en la historia poltica mexicana del divorcio entre legalidady ejercicio del poder. Sealaba esos largos perodos de nuestra historia poltica en los que laarbitrariedad del poder prevaleci sobre la ley y en la cual se forj y se fue trasformando lallamada tradicin pragmtica de la poltica mexicana. Resulta significativo que este desafasajeentre orden normativo y ejercicio del poder haya sido definido como tradicin. Sin embargo,Lommnitz sealaba que en esta larga historia de relaciones entre poder y corrupcin, resaltanperodos en los que se percibe un sistema (al cual se le imputan, no obstante, rasgoscorruptos) y otros que son percibidos como caos. Y la pregunta ms general que sobrevolaba elrecorrido histrico era: en qu punto o en qu momento las prcticas corruptas llegan a minarel sentido compartido de realidad que llamamos hegemnico? (Lomnitz, 1995). El trminohipercorrupcin parece apuntar a este salto en la percepcin del orden. Tal vez, a nivelconceptual lo que est en juego aqu es la distincin entre un sistema de corrupcin integradory otro desintegrador. Es decir, entre un sistema que vincula a las personas y genera redes deintercambio estables y de intereses compartidos y una corrupcin que produce divisiones tantoentre quienes participan dentro de la empresa corrupta como entre ellos y los excluidos. Esto nosignifica hablar de una buena o mala corrupcin, ni menos afirmar nostlgicamente quecorrupcin era la de antes. Se trata simplemente de recuperar la afirmacin que comparece encasi todos los anlisis sobre corrupcin poltica: es decir, que ella ha existido en diferentespocas, ha coexistido con diferentes regmenes polticos y que constituye un fenmeno universal.Pero tambin de incorporar situaciones en las que la corrupcin comienza a socavar ya no slola legitimidad de rgimen poltico sino la percepcin misma de un mundo compartido.

  • CORRUPCIN POLTICA: DEFINICIONES TCNICAS Y... 39

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