Corte Al Corte, Crónica Desmesurada

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CRÓNICA DE LA DESMESURA “Corte al corte”: para el gobierno argentino, Botnia ya no molesta y Gualeguaychú sí Pocos días atrás, antes de la mancha, el gobernador entrerriano volvió a reclamar el fin de los cortes, amenazando con utilizar la policía. Cierra así la parábola de desmesura iniciada tres años atrás. La posición del kirchnerismo pasó de la “causa nacional” y “traición de Tabaré” a asegurar que Botnia no contamina y “jamás apoyamos el corte”. Cuando todo pase, pocos creerán lo que vimos y vivimos estos años en la región del río Uruguay. Por AMÉRICO SCHVARTZMAN* (Desde Concepción del Uruguay, Entre Ríos, especial para Brecha) Dicen que dicen. «Botnia es igual a muerte», decía Busti. «Dentro de un año nadie podrá veranear acá», afirmaban los asambleístas. «Le diste una puñalada al pueblo argentino», le dijo Kirchner a Tabaré en noviembre de 2007. «Esto es una causa nacional», había dicho el Presidente en Gualeguaychú. «Salvo declararle la guerra al Uruguay, no podemos hacer otra cosa que ir a La Haya», expresó Busti en 2006. Unos días antes había dicho: «No sirve para nada ir a La Haya». «Sólo levantaremos el corte si la Argentina denuncia al Uruguay ante la Corte de La Haya», habían dicho los asambleístas en 2005. «Si levantamos el corte no se hablará más del tema», dicen ahora. «Prohibido hablar de Botnia», dijo Urribarri a su gabinete en sus primeros días como gobernador. «Ningún informe muestra que Botnia contamine y eso debería ser una buena noticia para todos», dijo el gobernador en estos días, poco antes de la mancha

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Nota para RIO BRAVO, sobre Gualeguaychú, el corte, Botnia y las consecuencias de la desmesura.

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CRÓNICA DE LA DESMESURA

“Corte al corte”: para el gobierno argentino, Botnia ya no molesta y Gualeguaychú sí

Pocos días atrás, antes de la mancha, el gobernador entrerriano volvió a reclamar el fin de los cortes, amenazando con utilizar la policía. Cierra así la parábola de desmesura iniciada tres años atrás. La posición del kirchnerismo pasó de la “causa nacional” y “traición de Tabaré” a asegurar que Botnia no contamina y “jamás apoyamos el corte”. Cuando todo pase, pocos creerán lo que vimos y vivimos estos años en la región del río Uruguay.

Por AMÉRICO SCHVARTZMAN*(Desde Concepción del Uruguay, Entre Ríos, especial para Brecha)

Dicen que dicen. «Botnia es igual a muerte», decía Busti. «Dentro de un año nadie podrá veranear acá», afirmaban los asambleístas. «Le diste una puñalada al pueblo argentino», le dijo Kirchner a Tabaré en noviembre de 2007. «Esto es una causa nacional», había dicho el Presidente en Gualeguaychú. «Salvo declararle la guerra al Uruguay, no podemos hacer otra cosa que ir a La Haya», expresó Busti en 2006. Unos días antes había dicho: «No sirve para nada ir a La Haya». «Sólo levantaremos el corte si la Argentina denuncia al Uruguay ante la Corte de La Haya», habían dicho los asambleístas en 2005. «Si levantamos el corte no se hablará más del tema», dicen ahora. «Prohibido hablar de Botnia», dijo Urribarri a su gabinete en sus primeros días como gobernador. «Ningún informe muestra que Botnia contamine y eso debería ser una buena noticia para todos», dijo el gobernador en estos días, poco antes de la mancha que primero era de Botnia y luego eran algas... Apenas un muestrario breve y rápido de la desmesura que ha caracterizado a este desentendimiento entre países hermanos desde hace tres años. (Nada de esto es exageración de este cronista. Por el contrario, pueden verificarse incluso en sitios oficiales como Télam o el del gobierno entrerriano).

CUANDO EL RÍO SUENAHay papeleras por todos lados. Sólo en Brasil, más de 200, y en las provincias vecinas a Entre Ríos hay varias. De hecho, sobre el río Uruguay hay más de una docena si se cuentan las que están en territorio brasileño. Uno se pregunta entonces por qué los especialistas en contaminación no han ido a los ejemplos concretos más cercanos para dar sustento a advertencias que, por repetidas o exageradas, cada vez son tomadas menos en serio.

El comerciante que me vende surubí, en esta ciudad ubicada a la vera del río Uruguay, me asegura que no comercializa pescado de la zona «porque acá el río está muy mal, muy contaminado, mire». Pregunto entonces sobre la procedencia del ejemplar de Pseudoplatystoma coruscans que acabo de comprarle. «Es del río Paraná, claro. De la

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zona de La Paz», me contesta. Y me quedé pensando de dónde habrá sacado el hombre que el Paraná está en mejor situación que el Uruguay...

Brasil produce entre diez y 12 millones anuales de celulosa. Diez veces más de lo que produce la planta de Botnia. (La más grande de las brasileñas produce 2,5 millones al año. No es cierto que la planta de Botnia sea la más grande del mundo. Es una de las tantas falsedades que se difundieron). La Argentina produce al año menos de un millón. Chile: 3,5 millones. El Uruguay aspira a producir esa cantidad y más. Los mal pensados del Uruguay aseguran que la pérdida de la posición argentina en el escenario de producción de papel es la causa última del conflicto.

Hay una derecha argentina que no tiene interés en la cuestión de las plantas, y que la dio por cerrada con el viaje a Finlandia de sus cronistas, que a la vuelta atestiguaron sobre algún episodio de mal olor, pero nada de la muerte planificada comparable a Auschwitz con la que hiperbolizaron -y espantaron- algunos comunicadores flojos de mandíbula y de metáforas.

Esa misma derecha -que quizás teme que luego se hable de cómo contaminan las industrias argentinas, un filón casi inexplorado para el periodismo- tiene como única preocupación los cortes de ruta. Y entonces acusa a los ambientalistas de exagerados y de decir disparates, acusación que muchos de los asambleístas se esmeran en corroborar. Ya sea a través de cadenas de mails como la que disparó un miembro (médico, para colmo) del núcleo duro de Gualeguaychú con increíbles imágenes de malformaciones en bebes, escaneadas vaya a saberse de qué libro especializado en el tema, para presentarlas como si fueran producto de Botnia; o mediante equiparaciones insólitas como aquella que identificaba Finlandia con el nazismo.

DEL CÁNCER AL «AFEAN EL PAISAJE»Hace tres años, hubo voces (pocas, es cierto) que advirtieron que la consigna correcta era «No a la contaminación», ya que «No a las papeleras» conducía a un callejón sin salida: si se demuestra que no contaminan ¿cómo explicar el rechazo después?

Hasta ayer nomás, en volantes, cartas a medios de la zona y publicaciones, los asambleístas seguían insistiendo en que el polo celulósico fraybentino produciría «cáncer de garganta y de pulmón, cefaleas, anorexias, embarazos múltiples, abortos espontáneos y malformaciones fetales entre otras». Textual. En el informe oportunamente presentado por Busti ante la Comisión de Relaciones Exteriores del Congreso, enumeró: «Irritabilidad de la epidermis y los ojos, malformaciones, irritabilidad del sistema respiratorio, inhibición del sistema inmunológico, alergia, hiperactividad, mal funcionamiento del sistema endocrino, diabetes, bajo peso en el nacimiento, deficiencia en la locomoción, cáncer, muerte». Entre tantas enfermedades, le faltó enumerar 'halitosis' y 'psicosis varias', ya que ésta, al menos, se viene verificando hace rato.

Hace algún tiempo, para conseguir mayor adhesión en una zona agropecuaria como es Entre Ríos, aseguraban que la legislación europea impide comprar productos elaborados en zonas de plantas de celulosa. Hace más de un año este cronista comenzó a intentar confirmar dicho aserto, consultando a distintos especialistas para saber si es cierto que la Unión Europea posee restricciones a la comercialización de productos agrícolas de

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zonas cercanas a áreas de producción de pasta de celulosa, a qué productos alcanza, en qué radio del área y qué normas específicas rigen en ese sentido. La pregunta fue formulada a las delegaciones comercial y financiera de la Unión Europea, a los encargados de la base de datos Eurlex del derecho comunitario, a especialistas en economía, a responsables de carreras de Licenciatura en Comercio Internacional de las Universidades, y, por supuesto, a las ONG ambientalistas que lo afirmaban. Las únicas respuestas fueron de los primeros y, ¡oh sorpresa!, fueron negativas.

Ahora ya no dicen esas cosas, al menos no en público, pero aseguran que el impacto acumulado producirá efectos graves, dicho así, medio en general, sin mucha precisión. Si se insiste mucho, dirán que aunque no se pueda demostrar otra contaminación, en última instancia se trata de «contaminación visual», porque la planta afea el paisaje.

EL CORTE Y LA CORTEEsta historia de desmesura y enfrentamientos debe cerrarse en algún momento. El gobierno nacional creyó que la clausuraba cuando, en el verano de 2006, canjeó (o creyó que lo hacía) el fin del corte del Puente por la decisión de ir a la Corte de La Haya. Ese fue el acuerdo entre Kirchner y Busti. Pero la frustración fue grande cuando los asambleístas decidieron no concluir su medida de fuerza. De hecho, la negociación había comenzado con la aceptación de la Asamblea de liberar los pasos de Colón y Concordia a cambio de no desalojar Arroyo Verde.

En algún momento todo esto pasará a ser historia. Sólo algunos recordarán estos tiempos inconcebibles, en los que para poder cruzar por Gualeguaychú al país vecino, había que ser barrabrava de un club, amigo/favorecedor de la Asamblea (preferentemente periodista) o someterse a un debate con los supuestos ambientalistas explicando que se iba a visitar a un familiar enfermo, a buscar trabajo o lo que fuere. Y esa «Aduana» usurpada decidía si uno tenía los méritos suficientes para atravesar el paso fronterizo.

Cuando el tiempo transcurra, a Gualeguaychú se le reprocharán muchas cosas a raíz de la lucha emprendida desde 2005. Algunos de esos reproches tendrán que ver con haber «comprado» un discurso apocalíptico, infundado, y haber hecho de él un argumento de hierro que conspiró -desde el inicio- contra un cambio político sustancial en el país vecino. Otro reproche de peso será el de haber contribuido a empobrecer a sectores populares de la economía regional mediante el corte, con el objeto de afectar a la empresa Botnia, a la que en realidad no le movió un pelo. Podrá agregarse a la lista un daño que aún será difícil de mensurar por mucho tiempo: el que se le produjo a las relaciones comunitarias entre entrerrianos y orientales en esta región. Alguno podrá ironizar que se trató de «un daño colateral».

TODO PASAAun así, Gualeguaychú podrá consolarse exigiendo que se le reconozcan dos méritos: uno, el de instalar los temas ambientales en la agenda pública argentina como nunca nadie lo hizo antes. El otro: el de haber comenzado a incorporar a la política criolla ese concepto al que algunos ya denominan «licencia social», tan democrático y tan contradictorio con el artículo 22 de nuestra Carta Magna que aún dice que el pueblo «no delibera ni gobierna sino por medio de sus representantes». Ese concepto, la licencia

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social, puede resumirse en la necesidad de consultar a la comunidad si un emprendimiento, de cualquier tipo, puede llegar a afectar su modo de vida.

(Otros dirán que además, Gualeguaychú le enseñó al país cómo se defiende un proyecto de comunidad. Porque es cierto que todo emprendimiento humano tiene aspectos positivos y negativos. Y ahí es donde quizás debió abrirse la discusión sincera, que nadie dio, vinculada a los intereses legítimos que se ponen en juego en situaciones como ésta, cuando los aspectos negativos caen a ambos lados del río, pero todos los beneficios se vuelcan en uno solo de ellos).

Pero pasará. Estos días quedarán atrás. A no dudarlo. El mismo Alfredo De Ángeli, que no quiere hablar de la posible contaminación que causan los agroquímicos utilizados para producir más soja, advirtió que al levantar el corte no se hablará más del tema. Es muy probable. Y, como todo parece indicar, no habrá contaminación por parte de Botnia, o al menos nada parecido a las profecías catastróficas de los asambleístas, la Picolotti, Busti o el propio Kirchner antes de La Haya.

Entonces la vida seguirá su curso. Como hasta ahora (porque hay que decir que, lejos de espantar al turismo, Gualeguaychú -Botnia mediante- siguió atrayendo cada vez más visitantes; este verano, nuevamente récord). Los turistas seguirán yendo en masa al Carnaval del País, se instalarán en sus días de descanso en el balneario Ñandubaysal, donde observarán (muy de lejos) esa chimenea humeante que, de acuerdo a todos los informes disponibles, no produce más contaminación que el Parque Industrial de la propia Gualeguaychú, aunque desde el río se vea Botnia y no el Parque.

Y toda aquella historia de armaggedones y catástrofes no serán nada, en el libro de balance de Gualeguaychú, ya mucho más allá de hipérboles y desmesuras, ante el beneficio práctico de haber instalado su nombre («su marca», se ufanan algunos) a nivel mundial. Lo cual, sumado a aquellos dos legados del movimiento, serán mucho más trascendentes que un episodio de mal olor que espante turistas en Gualeguaychú.

La pregunta sin respuesta después de tanta desmesura: ¿alguien les pedirá disculpas a los hermanos uruguayos por tanto daño gratuito?

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* El autor es periodista, de la redacción de Miércoles Digital; y dirigente del Partido Socialista