Cortesanas, Sodomitas,Eunucos,Amores Lesbios,Erotismo

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libro facsimil del año 1905, sobre aspectos exóticos o insólitos del amor.

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  • O 2. 8 2 3

    CORTESANAS Sodomitas , eanaeos ,

    a m o r e s l e s b i o s , e r o t i s m o

    POR

    A R G I M I R O B L A Y .

    MADRID ANTONIO R. LPEZ, EDITOR

    irerraz , 66, u*ei .

  • Es propiedad del Editor. Queda hecho el depsito

    que marca la ley.

    Imprenta de Felipe Marqus, Madera, lt, bajos.

  • P R L O G O

    Profundamente emocionado he recibido la siguien-te carta, que trasmito los lectores, cumpliendo un deber que todo hombre de conciencia no debe eludir, como no tenga por corazn un bloque de piedra berro-quea, un crneo tan obtuso como los mongoles que apenas llegan los 75.

    Dispnsenme los que estas lneas lean; pues no tengo el orgullo de haber nacido en Espaa, ni siquie-ra que las oleadas de azahar almacenadas y desprendi-das del capullo, al abrir sus ptalos y asomar la corola, -aquellos perfumes que embalsaman la atmsfera, des- r de Sierra Nevada y Sierra Elvira hasta Muley Hacen, nacidas en los crmenes Granada, parecen surgir de los ojos llameantes de las andaluzas, inundadas de uego de amor y cario; restos de la mezcla de aque-

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    lias razas invasoras, mulsumana, rabe y espaola, cuyos corazones laten todos los impulsos, y sus labios--siempre absorbiendo las voluptuosidades de aquel am-biente cantan la magnificencia de su cielo, las placi-deces de aquel amor constante la exuberante natu-raleza que conmueve las fibras de sus sentidos, alejan-do sus sentimientos de todo lo ideal, sin pensar crear y llevar al altar del holocausto del progreso, una miga, del pan de promisin de lo ms all. No he tenido esa dicha! No!

    No he aspirado an mi cuna la brisa embalsamada de la rosa y del lujurioso clavel que en esa tierra, ben-dicin de lo eterno, desparrama sus efluvios.

    Pero he pasado muchos aos entre esa raza sui g-neris, mezcla de valenta y de arrojos, de lo atrevido-y exaltado, de lo poco meditado y tarde comprendido.

    Entre nieves y hielo, vientos terribles que llevan-la muerte los pases del Norte, mortalidad grande si-no estuviera coartada por una higiene casi instinti-va, mi pobre cuerpo apenas hubiera adquirido resis-tencia para luchar en tierra espaola, como despus-en su gemela, la italiana, y luego ms tarde en Odesa, en los Balkanes y posteriormente en el Montenegro y Abisinia.

    Deberes de simpata, deberes de ese matrimonio-sacrosanto de la amistad, que cuando sta es verdade-

  • PBLOGO 5

    ra, no cabe el egosmo del amor, que aun figurndose ms puro, medida de su alcance de comprensin, re-sulta ms egosta cada vez, me obligaron conocer a un ser desprendido en vida casi de la materia, lleno de vir-tudes, repleto de desengaos, nico alimento mezclado con el pan de acbar d l a lucha por la existencia.

    Y por esta razn, por no faltar la promesa pac-tada en momentos que el mismo autor dir. Yo, nacido en las brumas del Norte, en aquel celaje de donde caen y nos azotan las aristas de hielo como punzaduras en la piel, siempre ms suaves que las otras que nos diri-ge la sociedad con la cual nos rozamos, doy al pblico el legado que dej mi amigo y maestro moral. Es una especie de testamento, y cumplo su ltima voluntad. Valga lo que valiere, sirva de enseanza de corre-gimiento, y sin pensar tan siquiera que se pueda rubo-rizar la ms pdica doncella ni el adolescente en la congestin que determina la sangre en su efervescen-cia, llame las puertas de la imaginacin, y como en el carnaval de la vida, busque, encuentre invente lo que l pueda considerar como lenitivo sus ansias, explicacin sus deseos, conformaciones atvicas cumplimientos inexorables de constitucin, he de lle-nar mi deber.

    All va todo lo que me ha mandado mi amigo. All van todos sus recuerdos.

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    El que sepa leer, que lea; el que quiera aprender,, aprenda; al que no le plazca, lo queme lo anatemati-ce. Es igual.

    Stokolmo 30 Diciembre 1900.

    *

    Seor Doctor The Hause. Stokolmo.

    Mi antiguo amigo: Ya mis labios secos con esa cos-tra que determina la sed fsica, y sin embargo para m es la sed de adquisicin de nuevos alimentos del alma, que llegar pudieran endulzar un poco las fauces de los desgraciados, vctimas de un repudio social, llenos de depreciacin por los dems que no comprenden la& conformaciones fsicas de los cuerpos, en hembras y machos, lo que tengo recopilado, lo que tengo almace-nado, se lo remito, para que usted, compaero mo en las luchas fratricidas de esta humana miseria que derra-man sangre y al que ms mata, mayores distinciones, merece, y al que con ms resignacin cumple con su. deber, menores premios alcanza y hasta tal vez un es-carnio.

    Mi postrer suspiro se acerca y mi ltimo latido del' corazn es para cerrar todo ese promontorio de papeles, apuntes, recuerdos, con unas cintitas rojas enlazada en negro, Cruz de mis sentidos, Calvario de mi vida,,

  • PRLOGO 7

    y Glgotha donde casi no podr llegar con aquella fir-meza del Maestro.

    Como usted ver, cuando usted en su sacerdocio de la medicina y yo con el mo, usted para salvar el cuer-po y yo para dulcificar el desprendimiento del alma de aqul, no oamos ni el silbido de las balas, ni el fra-goroso estruendo de los caones, y nos inclinbamos ante el moribundo y los heridos.

    Yo, ya estoy as, moribundo! En las cuatro tablas, en aquel cajn llamado con-

    fesionario, mis odos han escuchado muchos secretos, muchas tonteras, muchas sandeces, creyendo que con una bendicin podra escalarse la bienandanza eterna, practicando penitencias para oir los cantos de los n-geles, al pie del Empreo en la regin ignota donde se agita lo indefinido.

    Le mando todo ese conjunto de cartas, todo desar-ticulado, sin hilvanar, sin orden ni concierto, como est la sociedad, desarticulada y sin conjuncin, para que usted, como mdico, pensador y sufriendo toda clase de infortunios en su larga carrera, publique, tache, corte, haga, deshaga y raje, todo aquello que no crea pertinente para la enseanza.

    Todas las series de confesiones recibidas en aquellas

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    cuatro paredes de tablas, se las mando; todo lo que por escrito be recibido llegar sus manos.

    No se publique mi nombre. Tampoco el suyo. Qu importa el nombre, si la cosa es buena? Hueden y promulguen notas, ideas, instrucciones,

    libros, folletos apuntes por el mundo. Cada cual re-coger lo bueno y evitar lo malo.

    Cada cual podr reformar contener sus apetitos, y si su capricho llega esa obsesin sugestin nativa como usted la llamaba en nuestros antiguos tiempos, para l ser el mal, y para l sern las primicias de modificar los impulsos de una encarnacin deficiente para impedir torpes manifestaciones que el mundo ana-tematiza, cuando debiera compadecerlas y remediarlas.

    Flagearlas aumentando el mal, no es conducente, sino atenuarlas, hasta que la moral domine la mate-ria y enmiende un vicio de formacin del que no es responsable, como no es responsable el jorobado ni el ciego de haber nacido as.

    Adis, amigo carioso. Ya desprendido de este traje corporal, supongo que cuando el de usted vaya la fosa,, tendr la grata satisfaccin de que entre un es-trecho abrazo anmico le reciba en la mansin de la verdad y le presente todos y todas las autoras de los manuscritos y confesiones recibidas, y creo se asom-

  • PBLOGO 9

    brar, la par que juzgar cuan pequeo y la par qu grande es el mundo que se encierra en nuestra cabeza con sus relaciones sensitivas con el cuerpo.

    Si he hecho mal, mi intencin es buena; si ha sido buena no proviene de m.

    No hay ejrcito sin disciplina. Con la mano puesta sobre mi corazn destrozado,

    y mi cabeza ya desequilibrada lego usted mi ltima... voluntad.

    P. * X .

  • C A P I T U L O PRIMERO

    Confesi epistolar.Furor uterino.

    Carta primera.

    R. Padre. * X .

    Le he odo usted en sus sermones, y espe-cialmente en aquellos dedicados exclusivamente las mujeres. Aquellos sermones, mejor dicho, discursos filosficos, nutridos de doctrina y reves-tidos con las paradojas del misticismo, hicieron penetrar en mi alma un rayo de luz, la par que hicieron brotar en mi fe vacilante un deseo de postrarme y confesar; pero al propio t iempo una vergenza grande, un rubor interno, un no s qu inexplicable, hacan que mis pies vacilasen al entrar en la iglesia, y un movimiento incons-ciente retiraba mi brazo de la pila del agua bendi-ta, se velaban mis ojos al mirar al altar, y un den-s o velo cubra su confesonario, imgenes de los

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    santos, vrgenes, aroma del incienso, los latidos severos del rgano sonaban en mis odos como notas discordantes, y con toda esa barahunda, re-troceda huyendo, y precipitadamente tomaba el coche, y al llegar casa, loca, frentica, fuera de m, irritada, sin llamar doncellas, sin esperar nadie, mis adornos, mi traje, mi peinado, todo lo que puede contribuir para realzar ms la belleza de la que es hermosa, todos los artificios y todas las artes de la coquetera, todo lo trituraba, des -haca, rajaba y morda. Desnuda maceraba mi cuer-po, me revolcaba en las alfombras, y con las hor-quillas de oro de mi cabellera araaba mis carnes; y luego, padre, al pi de un reclinatorio bizant i -no , adorando la Concepcin en un precioso mo-saico, en vez de encontrar consuelo, rabia intensa se apoderaba de m, y para castigarme, me injuria-ba m misma, me llenaba de eptetos cual ms soeces insolentes; no s el valor de las fra-ses, pero me placa ms al recogerlas en la calle yendo en coche y ms pi, escapadas de la voz bronca del carretero, del chulo que adora su hembra, del pobre enojado porque no le dan l i -mosna, del que le dan un pisotn, y otras veces

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    vestida con modestia y sola, oir las injurias de las verduleras y hasta de los ebrios al salir de las ta-bernas, vacilantes, pero ingeniosos, llevando la contraria para guardar el equilibrio, sin duda, de la rotacin de la tierra; algunas veces se equivo-can, caen y van adheridos ella, y entonces, qu quietud, qu tranquilidad, qu bienestar del que jams he disfrutado.

    Pues todo esto, yo, mujer independiente, rica, sin modestia alguna lo digo, poseyendo algunos conocimientos que me abren paso para entender y darme entender en cinco idiomas, gustosa de leer mucho, entusiasta de las artes bellas, educa-da por una madre piadosa dechado de virtudes y por un padre austero, cuyo amor hacia m era tan grande como su austeridad. Religiosa sin exagera-cin, caritativa sin prodigalidad; al oirle usted en esas sus conferencias, le repito, vuelvo casa, me arrojo los pies de la Concepcin, contemplo el cuadro magnfico de la Cena, donde la cabeza de San Juan llena de belleza, reposa sobre el pecho izquierdo de Cristo, modelo de la austeridad y melancola que sin duda mi padre quiso imitar, y en aquel entonces, dentro de la fuerza de vo-

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    luntad la que quiero domear, en ese estado de nimo que no comprendo, saturado con la esen-cia que derrama la doctrina por usted desenvuel-ta, surge otra fuerza, un impulso t remendo, una especie de catapulta que de mi cerebro, al golpe-tazo que me da, sobreviene una oleada al corazn, y rasgo y rompo cuanto hallo paso, no perdono mi carne, mi placer ms grande es apostrofarme, y en vez de encontrar alivio atenuacin ese estado; en vez del deleite de la oracin ante la Pursima; en vez de continuar aspirando el perfu-me de la mirra ante el altar, en aquellas curvas y elipses que forman al escaparse del incensario; en vez de llegar mis odos las vibraciones suaves y severas del rgano, iguales las de la brisa y del huracn, diferencias entre la voz que alienta y suplica y la voz que manda y determina; e n -cuentro, padre, ms satisfaccin, ms placer, ms tranquilidad, ms placidez y ms ventura recor-dando y pronunciando de una manera instintiva la blasfemia del carretero, el apostrofe del que le han pisado, la fraseologa indecente del chulo, el lenguaje de las verduleras, las barbaries del b o -rracho y las maldiciones del cochero, que en t o -

  • COBTESANAS 15

    das las oraciones, en todas las plegarias, en todas las soberbias manifestaciones del culto catlico tan lleno de majestad y de veneracin.

    Por eso, padre, me confieso por escrito; por eso, padre, no puedo ni tengo valor para arrodi-llarme ante su tribunal, puesto que es usted el representante de Dios en la tierra, y cometera, adems de abusar de su paciencia, pecado deli-t o , del cual hasta ahora no he padecido: el de ro . bar el t iempo otras almas, quizs ms atribula-das que yo.

    Continuar: ya estoy mirando la cabeza de San Juan apoyada sobre el pecho del Redentor. La Pu-rsima no me quiere; sin duda mi doncella mi ilusin, hceme ver que sus ojos estn preados de lgrimas; mi doncella puede no haberla quita-do el polvo y mi ilusin creer que lloran compa-deciendo este mi infortunio.

    Plegar Dios, si su cielo llegan mis ora-ciones, manchadas al pasar por mis labios impu-ros, hasta que lleguen m sus consolaciones.

    Su devota, desconocida por hoy,

    CONDESA BERTA.

  • 16 ARGIMIRO BLAY

    Carta segunda.

    R. Padre * X.

    Tiene usted razn, soy muy aturdida. Al c o n -fesarme por escrito supona que hablaba con Dios, y por lo tanto no tena por y para qu contarle cuanto era de mi vida desde el primer m o m e n t o que la razn abri mis ojos, se rompi el cendal de la niez, la crislida se transform en maripo-sa y sta bati sus alas, esplendentes de colorido, y fu revoloteando sobre las flores del mundo , aspirando aromas que envenenan la par que de-leitan.

    Sin decirle usted nada de mi vida, nada pue-de decirme, mas que tener una piedad inmensa dirigida Dios, envuelta en una oracin para que llegue su destino como una carta sin seas.

    Perdneme; yo soy as, al pi del confesonario no se lo dira, la fuerza le mentira, y por lo mismo apelo al papel y pluma, para presentarme ante usted desnuda, ms que cuando salgo del

  • CORTESANAS 17

    bao que preparan mis doncellas, impregnado de esencias acres; soporto el masaje que colorea mi piel satinada, rozan las uas de pies y manos el fino cepillo de gamuza, manejado hbilmente por el pedicuro; una lluvia finsima de agua y azahar de la ducha polvorea mi torso, mientras mi cabe-llera tirada hacia delante, cubre mi cuerpo como un manto ondeado, de tal manera y con tal posi-cin, que un pintor podra hacer un estudio m a -ravilloso de esttica, sin que nadie viera mis ojos rasgados, negros, grandes, aterciopelados, mo-vindose la pupila en un mar de ncar, mi nariz griega, dando un poco de sombra los labios ro-jos un poco fruncidos en sus comesuras y levan-tados algo para dejar entrever una dentadura, la que cuido mucho, de la que dicen mis adorado-res son dos rieladas de perlas.

    Como usted comprender, estos calificativos son adulaciones de los enamorados; porque mi boca no puede ostentar deyecciones de la madr-pora en sus misteriosas engendraciones de los principios de la vida, y unas pueden ser negras, otras blancas, otras rosceas, otras mixtas, qtras redondas, otras prolongadas, otras estriadas, otras

    2 .' : J '

  • AEGUMIKO BLAY

    en forma de pera y otras truncadas; usted, pa-d r e , comprender que una boca formada de perlas en vez de lo que nos ha dotado la n a -turaleza, que hasta por engrandecernos, nos ha puesto una corona en cada elemento que forma el aparato bucal, sera una deformidad y una re -pugnancia.

    Ya ve usted si soy franca, y as quiero presen-tarme, tal cual me veo ante el triple espejo que tengo en mi tocador y en mi budoir, y es, que cundo contemplo esa exuberancia de vida y de plenitud de mis formas, quisiera contemplar otra belleza mayor, otra belleza que busco y no en-cuentro; y ante el espejo me miro, y me admiro^ y frentica, me arrojo sobre aquella misma, yo, que est all, seductora, fascinante, imperiosa altiva, melanclica riente. Si levanta sus prpa-dos hacia el cielo, parece que los' amorcillos^ se quedan extticos y paralizados ante sus efluvios d luz; si los baja y una pena hace asomar una lgrima, un cfiro quiere agitar el manto de la Pursima para llevarla un consuelo; si entreabre los labios humedecidos por una esperanza, la-len-gu coralina parece que paladea la miel de Hyme*

  • CORTESANAS 19

    loto; si se mueve aquella lnea ondulante que ba-jando de la cabeza besa el cuello, moldea el bra-zo, contornea el muslo y la pierna, da al pie un arqueo para hacer el paso armnico, y luego en su progresin ascendente determina la protube-rancia del vientre, detenindose para mejor sea-lar la turgencia de los pechos, donde en medio de -aquellos hemisferios, surge un botn, capullo, pronto abrirse, para inundar de deseo al aman-te inundar de vida al nuevo ser; me arrebato, Padre, me arrebato, y beso aquella yo, y no en-cuentro, repito, al otra yo, que presta voluntad, fuego, movimiento y concepciones que me atur-den y enloquecen, y no la conozco sobre tenerla dentro de m misma.

    Slo mis besos calenturientos me responde el fro del. cristal!...

    Nac de padres ricos. Me dieron esmeradsima educacin. Viaj mucho con ellos, casi en toda Europa me

    son familiares sus costumbres en las grandes ca-pitales; y apenas cuando mis padres rindieron su t r ibuto la Naturaleza, me encontr sola, duea de mis actos y en posesin de un patrimonio no

  • 20 ARGUMIBO BLAY

    despreciable, por lo cual los adoradores que he tenido han sido innumerables. Pero entre tantos,-no he encontrado un hombre; slo, s, aspirantes una mano que representaba ser la llave de la-caja de mis caudales.

    Una ntima amiga ma, que me acompaaba todas partes, amiga del colegio y recogida en casa, cuando reveses de la fortuna la hubieron obligado presentarse en el mundo ocupando una posicin-equvoca, ha sido el nico ser que me ha c o m -prendido, me ha consolado, y su seno ha sido de-positario de todos mis afanes, de todos mis de-seos, de todas mis ansias; pero era mujer, no era-hombre , no podamos entre ella y yo llenar la copa de la satisfaccin, y siempre al llevarla . nuestros labios estaba vaca.

    Esta amiga, muerta para el mundo , ha tenido el valor de encerrarse en un convento.

    Yo fuerza de pensarlo, me inclino hacer to-mismo y acudo usted en demanda de sus conse-jos, los que seguir fielmente, si esa otra yo , que me fascina al mirarme, es ms fuerte que yo y me arrastra otros derroteros, donde dndome un ardite la opinin del mundo , calme este fuego

  • CORTESANAS 21

    i n t e rno que me abrasa y enfre mis calenturas rayanas la locura.

    Suya, CONDESA BERTA

    Carta tercera.

    Al R. Padre * X.

    Debe usted tener razn. N o lo discuto; ms -que los consuelos de la religin, medicina i nne -gable para la paz del alma, necesito los cuidados de un especialista que cure mi cuerpo atacado de tan grave enfermedad.

    Esos desrdenes pueden ser un vicio de con-formidad, un desarreglo, que hay que corregirle si an es t iempo.

    Lo consultar, antes que buscar en el claustro, -como usted dice, un lenitivo que transformar pu-diera en acicate y contribuir aumentar el mal, y t o d o remedio fuera intil.

    La falta de contacto con el sexo similar, las abs-tinencias y ayunos, los votos de castidad arranca-

  • 22 ABGIMIBO BLAY

    dos la fuerza y aparentemente voluntarios, para satisfacer una vanidad, llenar un despecho, una venganza de amor contrariado, ocultar un vicio-que Ja ms pudorosa cree que el mundo lo adivi-na en su rostro, violentar y anular los rganos dados por la Creacin, matar el cuerpo creyendo que la imaginacin enmudece con los cilicios y mortificaciones, es hasta cierto punto una nega-cin de la Divinidad, por cuanto con preces rt-micas, hora fija, en momento determinado, n o faltando el sustento diario, no habiendo necesidad de ganarlo, no habiendo contribuido la ley de la propagacin, no habiendo dado hijos al m u n -do, no habiendo sentido sus caricias, no hab ien-do sufrido, ni penado, derramado lgrimas, so-portado el dolor, ni los desengaos de la vida,, nada valen, nada sirven y s slo demuestran el egosmo ms refinado y el corazn ms empeder-nido por cuanto no se busca ms que el propia acomodamiento.

    Dios quiere el voto de castidad; s, lo quiere,, y nos da los medios para que lo practiquemos en interno, en lo moral, jams en lo material.

    Eso dice usted, querido padre, y he leido y re-

  • CORTESANAS ?3

    ledo su,.carta, y eso lo dice usted, que es sacer-dote , lo ' cua l supone encontrarse usted en una de aquellas circunstancias que antes me ha sealado; luego usted de su hbito, se ha hecho una ergs-tul; de su corazn, una piedra; una nulidad tam-bin para llenar sus deberes como hombre; luego si mi lgica no es falsa, es usted un ser rayano en la hipocresa, como yo otro ser rayano en la locura.

    N o , no. Dejar por ahora las paredes del con-vento; por ahora no atravesar sus umbrales, ni dejar mi vida mundana fuera dess rejas, ni pro-nunciar mis votos ante su altar, ni turbar los rezos de las vrgenes del Seor, ni tampoco man-char las losas del claustro al pisarlas mstica-mente, con los ojos bajos hacia la tierra, cuando me gusta tanto elevarlos al cielo y contemplar la magnfica bveda azul del firmamento.

    Yo me poseo m sola, mi adoracin est en m misma, los espejos reflejan mi belleza; me veo y contemplo triplicada en las diversas posiciones en que me presento. Arroyos de placer me inun-dan, y bebo, y absorbo, y deleito en esos histe-rismos.

  • 24 AEGIMIEO B L A T

    En mi imaginacin, al contemplar belleza tanta, me transformo en nade como Jpiter, en stiro, en fauno, con los pies de macho cabro, y en fin, en hombre y mujer la vez, una especie de andr-ggnismo, que por el momento satisface mis lucu-braciones, para luego despus del aplanamiento, re-producirse ms fuertes y ms violentas, hasta que al fin un choque destruya y aniquile esta naturale-za formada de una manera tan extravagante.

    N o encuentro hombre, porque creo serlo; no encuentro mujer, porque no hay otra ms bella que yo; y en esta confusin de sexos dentro de m misma, le continuar apreciando y queriendo sus bien atinadas observaciones y su bien y d is -creto modo de advertirme que mi curacin moral no est en el convento y s en una casa de salud.

    Adis, y viva usted luengos aos sobre la tie-rra, llevando encima la crcel de su existencia en-vuelta en ese manto negro y sin que pase las tor-mentas que me agitan, y sin suponer que usted al mirarse al espejo llegue creer, como yo, que est en posesin de ambos sexos la vez, y sin poder hacer uso de ninguno de ellos.

    CONDESA BERTA.

  • CORTESANAS 25

    CAPITULO II

    Carta- cuarta.

    Al R. Padre * X.

    Hijo de un sacristn de un pueblecillo, no he conocido ms mundo que aquel escondido en un valle, lleno de alegra, baado por el sol esplen-dente del Medioda, impregnada su atmsfera por los aromas de la sierra, rodeado por un cintaje, donde la brisa meca las mieses, sacuda las hojas de los rboles y levantaba rizadas las aguas del riachuelo que serpenteaba por el valle, en el cual las mozas, remangados los brazos, lavaban la ropa, y en las pocas estivales sumergan su cuerpo, sin temor ojos indiscretos, sin ms adorno que su natural encanto y sin ms adoradores que el sol que las besaba con sus rayos, y yo, que des-de el campanario, ante aquel panorama, atisbaba aquellas manifestaciones tan naturales, espont-neas y excitantes que hacan hervir mi sangre, y

  • 26 ARGIMIRO BLAY

    tener envidia al sol, la brisa y al agua; sta es-pecialmente, que las inundaba, las absorba, las chupaba, digmoslo as, porque en los chapota-zos, en el peloteo del lquido que se arrojaban, sus labios coralinos, entreabiertos, beban aque-llas gotas impregnadas de sus mutuas bellezas, se-dientas de ese no s qu fascinador, y yo, en tan-to, con la cuerda de la campana, convulso y ner-vioso, esperaba el momento de tocar vsperas.

    Por toda armona, el rgano; por todo placer ayudar misa; por todo martirio, estudiar 'latn, que con airado empeo el seor cura me introdu-ca en la cabeza.

    Por fin troqu los encantos de mi aldea, aque-lla placidez pastoril, por las cuatro paredes de un seminario.

    Ni sol radiante, ni el arroyuelo, ni aquella cal-ma, ni aquellas mujeres bandose, ni la melan-clica esquila del rebao que vuelve al atardecer, ni el despertar de la aurora cuando tocaba el n-gelus; nada he vuelto ver ms que los toques mis-teriosos indispensables de la naturaleza en esas noches eternas de la celda, y en esas negruras de la contrariedad, aumentadas ms por la abstinen-

  • CORTESANAS 27

    cia, los ayunos y los desvelos, donde borboto-nes surgen imgenes de esplendente hermosura, que toman toda clase de cuerpos, toda clase de posiciones y de gustos, tentaciones increbles, ten-taciones irresistibles, peligros de perdicin y con-denacin eterna que hay que combatir todo tran-ce. Si no todas las penas del infierno son pocas, y la maldicin de Dios irremediable.

    El da glorioso para m, en el que alcanc paz en el alma, tranquilidad en el cuerpo, posesin de m mismo y satisfaccin inmensa de creer que me haba dominado, y echado llave al cerrojo de los impulsos de la carne, ese da en el cual pronun-ci mis votos, en el que me dediqu Dios, fu mi perdicin. En el preciso momento que me en-tregaba l, no s si fu ilusin desvaro, rea-lidad misterio: al dar la bendicin al pblico, pocos pasos de m, en la grada del presbiterio, dos ojos negros, grandes, de una grandeza enor-me, desprendiendo haces de luz fosforescente, chocaron con los mos, y con sus reflejos vislum-br que procedan de un rostro de inmaculada be-lleza, ostentando una soberbia cabellera negra, que enmarcaba perfectamente aquel singular busto,

  • 28 ABCrlMlBO BLAY

    donde sin duda Lucifer puso todas sus artes para enloquecerme de tal manera, que ca al suelo sin sentido.

    Trasportado la sacrista, el seor Obispo, el clero, padrinos y especiales concurrentes, me asis-tieron creyendo era todo debido la emocin gratsima de haber sido digno de tener en la mano la forma mstica de Dios y poder beber su sangre, y comulgar con su Divino cuerpo.

    No! Yo estoy maldito! La paz y reposo no existen para m. Siempre en el sacrificio de la misa, al bendecir los creyentes, veo aquellos ojos que me absorben, aquellas cejas arqueadas, aquella cabellera esplndida, aquel busto tan per-fecto, aquel conjunto, hijo sin duda de Satans, que me increpa y arroja de una manera sangrien-ta una frase:

    Imbcil! Te has suicidado! Slo en sueos me acuerdo de mi aldea; remo-

    tamente veo las mozas baarse en el riachuelo; la esquila de las ovejas, no tienen aquel son; ya no atisbo desde la torre tan bello panorama, ni mi mano ase la cuerda de la campana para tocar vsperas.

  • CORTESANAS 29

    Venga usted, reverendo padre, y en mi lecho de agona recoja la confesin de un msero, victi-ma de una enfermedad vergonzosa que no puedo confiar al papel, al propio tiempo que transmito la peticin que me hace un compaero ntimo para depositar en su pecho algo anlogo, por cuan-to hemos sido cmplices y consortes en estas lu-chas.

    CURA PRROCO DE....

    CAPITULO III

    Eunuco!Malditos sean mis padres!

    Carta quinta.

    S; mil veces malditos sean! Caiga sobre ellos toda la justicia del Dios que no perdona, y sus al-mas luchen constantemente en el fuego del i n -fierno, sin nunca acabar de abrasarse.

  • 30 AKGIMIKO BLAY

    N o puedo menos que odiarles, ni puedo t a m -poco inventar ms blasfemias para abominarles, y casi si vivieran tal vez fuera yo su mismo verdu-go, que poco poco, dando vueltas al torniquete, paulatinamente saborease entre las convulsiones de la agonia, el escape de sus almas y tener el po-der bastante de cogerlas, volverlas penetrar en sus cuerpos, y otra, y otra vez volver dar vuel-tas la palanca, para verlos sufrir de nuevo siem-pre y siempre as, tan horrible tormento, nunca tan superior al que yo siento.

    N o he nacido ni en palacios, ni en cabanas, ni mi nombre es ilustre, ni mi educacin es esme-rada; apenas s leer y muy mal escribir; cuando me he dado cuenta de lo que soy es cuando he querido estudiar, y me he horrorizado al saber lo que ignoraba. Ojal hubiera continuado en aquel estado!

    Mi vida es un sarcasmo y una negacin. Mi padre, un hombre depravado, vicioso, sin

    decoro de s mismo, sin ms aprecio que la sa-tisfaccin de sus torpes apetitos; su ley, el egos-mo; su amor, el dinero; su vicio, el juego y el vino.

  • CORTESANAS 31

    Mi madre, digna de tal esposo, le aventajaba en todo; as es, que unidos los dos, vine al mundo en una casa de lenocinio, de la que eran propie-tarios, teniendo su servicio una porcin de j-venes que se dedicaban amenizar las reuniones de la casa, muy frecuentada* por visitantes de las mejores clases sociales.

    Apenas tenia yo cuatro aos y era el encanto de la reunin; mis largos cabellos, rizosos natu-ralmente, cayendo sobre mis hombros, mis pies pequeos, mis ojos melados, la par que mal i -ciosos, nariz recta, labios gruesos, dentadura apretada, con trajecitos vaporosos segn la moda que hacen vestir los nios sin diferencia de sexo, hacan que todos aquellos caballeros me besaran, sentaran sobre las rodillas y disputasen el jugar con mis cabellos, tirarme de las orejas, mirar ma-liciosamente mis padres y llamarme siempre: Qu diablo de chiquilla!

    Lo propio hacan conmigo^ las dems jvenes, muchachas hermossimas y especialmente la que tena la confianza de mi madre y administraba la -casa.

    Un da, recuerdo confusamente, se reunieron

  • 32 ABGIMIRO BLAY

    en un gabinete, uno de los seores concurrentes asiduos, mi madre, su ama de llaves y mi padre.

    En tanto, yo estaba en el tocador con una ami-ga de la casa, preciosa criatura de unos doce aos^ con la cual dorma siempre y ramos inseparables,, nos queramos con delirio, y mientras me pe ina-ba me deca:

    Q u hermoso eres! N o tanto como t. Quisieras serlo como yo? N o puede ser. Por qu no? P o r que yo soy feo. Y quisieras ser hermosa y ganar mucho d i -

    nero? Pero si soy chico! Q u has de ser chico! Tonta! soy yo chico? N o ; eres chica. L o mismo que t, ya ves que todos te lo

    dicen, y para serlo por completo y ser ms gua-pa que yo, estn reunidos en el gabinete tu p a -dre, tu mam, el seor doctor y el ama. Estrena-rs un vestido precioso y mam te regalar u a reloj.

  • CORTESANAS 33

    Y t? Y o , una caja de dulces, que te dar mucho

    gusto, y un beso que te doy ahora con este bom-bn de hatchis.

    E introducindomelo en la boca, me hizo mil cosquillas; me venci el sueo y me llev la cama.

    N o s si fu fiebre, delirios de mi imaginacin ardiente, fantasas recuerdos vagos, que ahora al evocarlos toman formas difusas.

    Me pareci haber estado muchos das, mucho tiempo en cama, me alzaban la ropa, me venda-ban, volvan vendar, me untaban el pecho, siem-pre la cara de mi madre al lado, mi padre que sa-la y entraba, diciendo:

    Tenemos una fortuna. As lo creocontestaba mi madre. Ser un portento de hermosura. Y un negocio de primera. Ya ves lo que nos ha resultado su hermano. L o mismo pasar con ste. Seremos dichosos. Hoy se paga ms este

    gnero. C o m o que es muy difcil encontrarlo si no

    se hace.

  • 34 ARGIMIRO BLAY

    Cunto dirs que gan anoche Irma, con el conde? Irma era mi ntima amiga.

    Todava no me ha dado cuenta el ama. Mil pesetas, y sta ganar mucho cuando sea

    mayor. Mujeres y hombres los prefieren todo . Nuevo delirio se apoderaba de m, y as transcu-

    rri el t iempo, embotada mi inteligencia, sin discernimiento fijo, borrndose poco poco todo el pasado, mientras mi naturaleza se desarrollaba, mis pechos se pronunciaban; Irma me enseaba el arte del coqueteo, del que bien pronto fui dig-na discpula, y los hombres se enloquecan y las mujeres nos envidiaban y se embelesaban, mien-tras en casa entraba el dinero espuertas.

    Cuando ms furia haca yo en las reuniones, era cuando me presentaba en traje de hombre.

    Se volvan locos, y muchas veces tenan que tomar turno para bailar conmigo, cuidando bien de anotar en el carnet la hora correspondiente.

    Y cada vez ms bella, ms emocionante, sin te-ner ms deseos, ni conocer ms placer, ni sentir ms ilusin que vestir magnficos trajes, presen-tarme seductora y dormir rendida en brazos de

  • CORTESANAS 35

    Irma, que le pasaba igual, padeca cual yo, y cual yo era lo mismo .

    Dos seres que no sentamos. Dos mquinas de carne. Dos mercancas la plaza, sumidas en la igno-

    rancia y en la depravacin ms abyecta. Sin conocimiento de causa! Por fin, lleg un da en que descubrimos la

    triste verdad. Pasebamos por el Bsoro Irma y yo; era la

    'hora en que desembarcaban las naves de Europa, y de un gran trasatlntico parti una chalupa de va-por que rpidamente pas cerca de nuestra lancha, casi rozando nuestra borda. En popa, una mujer de esplendente hermosura, fijos sus gemelos hacia la

    ciudad, contemplando aquel panorama de belleza que impresiona al viajero la primera vez q u e l l e g a Constantinopla, y ante el peligro del choque } los dirigi nuestra lancha; sigui su curso el va-porcito, pero ella con sus gemelos no vea ms que nuestra embarcacin, dirigindose tierra p o r ser ya la hora imposible de permanecer all.

    La lancha de vapor atrac primero: nosotros -despus: en el muelle, la viajera estaba de pie; n o s

  • 36 ARGIMIBO BLAY

    yi pasar, casi rozando como antes,cuando por poco-nos echa pique, y se cruzaron nuestras miradas,, y surgi un choque, y sent una conmocin jams experimentada y nunca sentida. Ambas volvimos la cabeza; ambas nos miramos instintivamente v a -rias veces, y qued impresionada y meditabunda..

    Qu emocin haba sentido? Qu idea surgi en mi mente? Qu especie de latido dio mi corazn? N o lo s. L o cierto es, que por la noche tenamos m u -

    chas visitas. La llegada de europeos, la presenta-cin de varios agregados las embajadas orienta-les, y entre los presentados vi la viajera que t a n -to l lam mi atencin.

    El conocimiento fu rapidsimo; la simpata ex-tremada; en pocos minutos de conversacin pa re -ca que nos habamos conocido toda la vida.

    Abreviar. Muchas y muchas fueron las visitas que hizo la.

    extranjera casa; muchas y muchas conferencias, tuvo con mi padre y con mi madre, y el resultada fu que una noche, fumando en el narguill, q u e -d profundamente dormida.

  • CORTESANAS 37

    Cuando despert, me encontr en una estancia completamente distinta la ma; mi lado, col-mndome de besos, la adorada viajera, y yo c o -rrespondiendo sus atenciones; ella llena de j-bi lo , y yo ms todava; en un momento dado, y ^n un arranque nervioso de aquella mujer, con una clera terrible, con un acento que jams o l -vidar, dijo estas palabras:

    Te cre hombre, y no lo eres! Te cre mu-jer, y tampoco lo eres! Qu han hecho de ti?

    Poco poco se fu calmando; la clera suce-di la calma; de la calma pas al silencio; inclin su soberbia cabeza, y un raudal de lgrimas inun-daron sus mejillas, mientras yo, asombrado, zum-bando en mis odos sus ltimas palabras, que no comprenda, pero casi adivinaba, ca vctima de un ataque.

    Fu i cuidado por ella durante mi enfermedad. Su talento, que era grande, y su ilustracin vast -s ima, me hicieron comprender mi verdadero esta-d o . El amor que aquella mujer infiltr en mi c o -razn, el cario intenso que la profesaba y el que ella tena por m, hicieron que maldijera mis padres.

  • '38 AE&IMIEO BLAY

    Mi nacimiento, especulacin; mi ignorancia,, especulacin; yo, toda una mercanca vendida precio, explotada como tantos otros en esto que-llaman Turqua europea, sin leyes que lo p roh i -ban y con autoridades que lo consienten y cobran.

    Estaba alquilado por un tiempo determinado -la hermosa viajera; por compasin me asisti en mi enfermedad; de sta surgi un amor profundo,, amor sin compensacin, y cuando regres E u -ropa, yo volv casa de mis padres, y de all . poco ocupar una plaza de eunuco en el harem del sultn, al que me haban vendido.

    Pocos meses despus recib de Europa este t e -legrama:

    Condesa Berta acaba ingresar loca incurable, casa salud doctor Charcot. Pars.Su doncella,,

    Amelia. Y para terminar tanta infamia, de las cos tum-

    bres depravadas de estos pases, mi pobre Irma, era mi hermano; no s lo que pas, pero su ca" dver flot una maana en las aguas del Bosforo, casi al pi de la ciudad, donde habitan las odalis-cas del sultn.

    Quin sabe si tendr el mismo fin! Ella l se

  • CORTESANAS 39

    hizo cristiano; yo tambin, por mediacin de Berta, logr que las aguas del bautismo, por us-ted derramadas sobre mi cabeza, reverendo pa-dre, hicieran que reconociese otro Dios ms gran-de que Al, y sufro en este estado degradado, sin ser ni hombre ni mujer.

    Malditos sean mis padres! KARINA.

    CAPITULO IV

    Carta sexta.

    Al R. Padre * X.

    Esta soledad del claustro; la luz tenue que pe -netra por las ojivas de la iglesia, donde represen-tadas estn en sus cristales las vrgenes y santas que nos ensean con sus recuerdos la vida que llevaron de mortificaciones y martirios; las plega-rias que en completas y maitines elevamos al T o -dopoderoso; las confesiones pblicas que ante la madre abadesa hacemos en el captulo; las peni-

  • 40 ABGUMIHO BIAY

    tencias practicadas; las humillaciones para extir-par los restos de orgullo y vanidades que trajimos del mundo , no bastan para borrar los recuerdos' no bastan para lavar nuestras culpas; no bastan para olvidar todo aquello que quisiramos, cuan-do dentro del atad, al pronunciar nuestros votos y volver vivir otra vida, la existencia pasada no volviera tentarnos y atormentarnos, y travs de las paredes y de los rezos, travs dla tocay del hbito los ecos del mundo no hirieran nues-tros odos y la cabeza se abstuviera de recorrer en sus ideas cuanto nos fu grato y halageo, y cuanto contribuy que cometiramos el pecado ms grande y ms inicuo, el ms imperdonable, de abandonar nuestros deberes sociales y abste-nernos de contribuir la prctica de una ley santa que luego aqu prostitumos y mancillamos; rene-gamos y deploramos haber cometido semejante desacato, cuando ya no es t iempo ni remedio tie" ne, ni esperanza alguna de redencin; por cuanto nuestra virginidad es ficticia; nuestros rezos, fun-cin mecnica de los labios, que se agitan; salen las salmodias por costumbre, en latn, que no en-tendemos ni comprendemos, de .corazones fros

  • CORTESANAS 41

    aparentemente, que laten sordos, pero furiosos, con aquellos sentimientos siempre vivos y frescos del pasado, cruzndose con la toca y el hbito que re-presenta lo presente.

    No soy sola la que as piensa; somos todas, las que an somos jvenes y estamos aqu, creyendo en un ideal romntico que no existe, y en una existencia de paz, slo aceptable para aquellas ma-dres que rezan con una fe grande, ya viejas y egos-tas, para que la madre cocinera condimente bien el plato del da, y confesar haberse olvidado de hacer la seal de la cruz al llegar al locutorio.

    En las horas de asueto, nos reunimos algunas amigas y nos contamos nuestras cuitas; todas, absolutamente todas, buscamos y procuramos luego, en nuestras celdas y lugares apartados, aca-bar las conversaciones principiadas durante el da, deplorando el mal hecho, y la infamia cometida de llegar ser madres, sin haberlo sido, y negar Dios al renunciar un don dado por l.

    Venga usted, R. Padre, para que me indique si puedo romper estos votos, si puedo volver al mundo y ser una verdadera madre, consagrarme al cuidado de mi esposo, consolar la tristeza del

  • 42 ARGIMIRO BLAY

    hogar donde mis padres llorarn el egosmo de su hija que les abandon, y cumplir en medio dlas tormentas de la vida mi deber de mujer, de hija y de esposa, sin por eso dejar de ser cristiana y virgen de pensamientos; en vez de ahora, que en mi fuero interno, en mi conciencia, en ese yo acusador que llevamos dentro del pecho, me ten-ga por ms vil que una prostituta.

    SOR RITA.

    CAPTULO V.

    (CONCLUSIN)

    Todos cuantos relatos aparecen en estas cartas, cuanto se manifiesta en un lenguaje mas menos atrevido, es puramente exacto.

    N o se crea que es obra de imaginacin. En la clebre guerra turco-rusa, en el paso de

    los Balkanes, el R . P . * X. agregado la Cruz Roja, de cuya una de sus ambulancias era yo jefe, asist Karina, que nos cont con todo lujo de

  • CORTESANAS 43

    detalles su triste vida, das antes de expirar, heri-do de muerte por el sable de un cosaco; llevaba su confesin escrita, teniendo el presentimiento de hacerla llegar manos de mi amigo.

    En Pars, en la clnica del Dr. Charcot, conoc la Condesa Berta, cuyo furor ertico lleg al paroxismo, hasta el extremo de gozarse mirando su imagen, ya deteriorada por el vicio y sus abu-sos, retratada en el agua del lavabo.

    Sor Rita, imposibilitada de anular sus votos, fu vctima de la ninfomana, propia en casi todas las casas conventuales.

    El cura prroco de A... para vencer sus apeti-tos carnales y ser casto, recurri un procedi-miento sangriento y brbaro, apelando una na-vaja de afeitar, cuya vida salv no s cmo, y como l dice graciosamente, en su ltima carta, no poda ya tocar vsperas, ni tan siquiera mai-tines.

    Estos casos, muy generales, demuestran que por el camino del celibato no se llega al conoci-miento de Dios, ni al perfeccionamiento de la materia, ni la purificacin del alma; sino por el contrario, creer en un Dios pequeo y pueril:

  • 44 ARGIMIRO BLAY

    convertir lo ms santo, que es la religin, en i d o -latra; emponzoar los falsos sacerdotes en sus confesonarios los tiernos corazones, llenando de tinieblas los horizontes de luz y guiando la per-versin naturalezas inteligencias nacidas para ser tiles la sociedad; y as como en Turqua y muchos pases de Oriente, la escasez de mujeres hacen que se prive de las partes ms esenciales de la vida al hombre , para la propagacin de la especie, en Europa, en la Ciudad Eterna, tambin se usaba, y no s si hoy se acostumbrapudiera seremplean el mismo mtodo para dotar la capilla Sixtina de voces argentinas, casi angelica-les, que elevan sus voces al Eterno ante los cas-tos odos del Santo Padre y su Sacro Colegio, faltando una de la ms grandes sublimidades de la ley de Dios:

    Creced y multiplicaos. DR. THE HOUSE

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    Mendes, Sudermman, Pain, Karr y otros. IX.Dos aventuras, por el Conde Len Tolstoy. X.Miserias de la v i d a conyugal , por H. Balzac. XI.Los pecados de la juventud , por Emilio Souvestre. XII.La seori ta de oro , por Catulo Mendes. XIII.La v ir tud e n la deshonra, por Catulo Mendes. XIV.La pequea emperatriz, por Catulo Mendes. XV.A oril las del mar, E . Zola. XVI.Madre y Celestina, por Guy de Maupassant.

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    E l cantar d e l o s cantares, por E. Renn; una peseta.

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    y 2. respectivamente, de la Biblioteca Popular, de 170 pginas. Miserables y v a g a m u n d o s , novelas cortas de Guy de Maupassant; 2 pesetas. L a m u j e r por dentro , por Guy de Maupassant; 2 pesetas. P r i m e r viaje, pr imera mentira, (obra postuma), por Alfonso Daudet; un

    volumen elegantemente impreso, de 178 pgs.; una peseta. L o s earol inos, por Verner Von Hidenstam, tradiuido directamente del sueco

    por Toms Sorrarnom; un tomo de 2(i0 pginas, con elegantes cubiertas y esmeradsima impresin.

    U n p r e c i o s o tes tamento . -H Rider Haggar, novela traducida del iDgls. Un volumen en 8. mayor, de 218pgs., con elegante impresin y preciosas cubiertas.

    jPobre Lucila!.Wilkie Collins, novela traducida del ingls, que forman el tercer volumen de esta elegante Biblioteca.Estas tres obras han llamado poderosamente la atencin en el extranjero, habindose agotado 90.000 ejemplares aproximadamente en un mes.En Espaa no se han presentado publicaciones de este gnero ms econmicas, por una peseta tomo.

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    contraer matrimonio pronto y bien), por el doctor Moorne, 75 cntimos. C u e n t o s nacionales , por ngel R. Chaves, Ilustraciones de Cilla, Mota, y

    otros; 2 pesetas. A r t c u l o s de fantasa, por Sinesio Delgado.Ilustracin de Cilla; 2 pesetas. D e la v ida y de l amor, por E. Contreras Camargo; acompaan al texto boni-

    tos dibujos de Alberti, Banda, Esteban, Enciso, Huertas, Marn, Mndez. Bringas, Menndez, Snchez, Sola, Xandar, y una elegante cubierta al cromo; 2 pesetas.

    E l Doc tor Tulski , pginas de Polonia y Rusia, por Sofa Casanova; un tomo de 322 pginas, con elegante cubierta de Romero Torres; 8,50 pesetas.

    S i g l o pasado, por Leopoldo Alas (Clarn), ltima produccin del eminente crtico, un tomo, de 200 pginas; 3 pesetas.

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    taura.Ilustraciones de Cilla, Comba, Piclo, Escud, Eojas, Pons, Sala y otros Fotograbados de Thomas, Laporta, Prats, Quintana y Eomea; 2,50 pesetas.

    Sor Mara de las Nieves, (novela), por A. E. Lpez del Arco; una peseta. Los hijos del trueno, (novela), por el mismo; 3 pesetas.

    TOMOS PUBLICADOS RECIENTEMENTE

    "Vicio amoroso, por Guy de Maupassant. Vrgenes y Coeottes, por E. Zola y Catulo Mendes. Para leer en la cama, por Catulo Mendes y Guy de Maupassant. Octavo pecado capital, por Arsenio Houssaye. La Corte de los Felipes, por ngel E. Chaves; 3 pesetas. Cinco cuentos muy verdes, 60 cntimos. Cartas de amor, por Mercel Prevost (ilustrada) 3 pesetas.

    OBRAS R E C I E N T E M E N T E PUBLICADAS

    TOMOS DE MS DE 100 PGINAS CON ELEGANTES CUBIERTAS

    A 2 pesetas.

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    I.Un marido para las siestas. II.No fornicar! (declogo). III.La polla del regidor.

  • O B E A S L T I M A M E N T E P U B L I C A D A S CON ELEGANTES CUBIERTAS AI, CROMO Y MS DE 150 PG-ntAS

    50 cntimos.

    NO FORNICAR {Declogo). -Un parisin que, en busca de amores y placeres, va aples; de aventura en aventura nos da conocer las costumbres napolita-nas y todos los aspectos del vicio, para deducir una consecuencia altamente higi-nica y moral. Esta es, en sntesis, la preciosa obra de II. BENOTTI, que encanta por su estilo ameno.

    UN MARIDO PARA LAS SIESTAS.--Es un cuadro admirable de costumbres, tomado del natural, y presentado con el encanto de PAUL DE KOCK, y con la gala-nura de estilo que caracteriza al Sr. MORENO DE LA TEJERA.

    CARA AJADA.Es una novela por todo extremo atractiva y deliciosa, en la que forman encantador contraste el tipo de una nia angelical, en la que se despiertan los sentimientos del amor por un joven, con la pasin de un hombre caduco. Las aventuras de la gentil pareja constituyen el fondo de la obra.

    B I B L I O T E C A A M O R O S A

    (COLECCIN'"MO NON)

    ILUSTRACIONES IIK MOTA

    75 cntimos.

    EN BUSCA DE UNA MUJER, por TEFILO GAOTTRR.El nombre de autor tan ilustre nos excusa de todo elogio. Es su libro uno de tantos en los que brilla todo su ingenio al pintarnos el carcter de un joven que, enamorado del tipo de una Magdalena de Rubens, la busca por el mundo hasta encontrarla, presentando asi cuadros llenos de luz y encantadoras escenas.

    PARA LEER EN EL CONVENTO, por CATUI.O MENDES.Este libro, en el que el genial escritor francs, sin perder nada de su manera naturalista en la presentacin de cuadros y escenas de la vida, ha querido demostrar que dentro de ese naturalismo cabe el arte simblico moderno, constituye la obra maestra del autor insigne, que hoy llena el mundo con su nombre.

    Un tomo elegante y con cubierta al fotograbado.

    Una peseta.

    CUBIERTA.PORTADA.PRLOGO.CAPTULO PRIMERO. Confesin epistolar. Furor uterino.CAPTULO II.CAPTULO III. Eunuco! Malditos sean mis padres!.CAPTULO IV.CAPTULO V. (CONCLUSIN).