Adela Cortina-Hacer Reforma_ La Ética de La Sociedad Civil-Anaya (1994)
Cortina, A., Para Qué Sirve La Ética
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El ‘grito moral’ de Adela Cortina gana el Nacional de Ensayo
La filósofa obtiene el premio por el libro '¿Para qué sirve realmente la ética?'. Según el
jurado, en la obra "acierta en aplicar el rigor de la filosofía a los interrogantes de la vida
actual"
La cordialidad ética. Por SALVADOR GINER
"La ética sirve para abaratar costes y crear riqueza, no solo en dinero, sino sobre todo
en sufrimiento"
Todos los premiadosFERRAN BONO Valencia 22 OCT 2014 , EL PAÍS
Al principio, la metafísica era su objeto de estudio. Luego, España
cambió de una dictadura a una sociedad democrática y plural, y
entonces Adela Cortina (Valencia, 1947) se planteó la necesidad de
buscar “una ética que sirviera para todos, basada en los valores de la
libertad, la justicia, la igualdad, la solidaridad”. A partir de ahí la ética
se convirtió en su especialidad y en la materia de sus numerosos libros,
el último de los cuales, ¿Para qué sirve realmente la ética?(Paidós),
obtuvo ayer el Premio Nacional de Ensayo 2014 que otorga el
Ministerio de Educación, Cultura y Deporte.
“Bueno, la metafísica sigue siendo importante, pero la ética ya no me
abandonó jamás”, comentaba sonriendo la catedrática de Ética y
Filosofía Política de la Universitat de València, mientras recibía
felicitaciones por la distinción, dotada con 20.000 euros. Se disponía a
impartir la conferencia La responsabilidad ética de la sociedad civil, en
la Fundación para la ética de los negocios y las organizaciones (Etnor),
pero antes se prestó a responder brevemente a algunas preguntas. Una
era de cajón, dado el título de su libro: ¿Para qué sirve la ética? “Sirve
para que no pasen cosas como están pasando en este país porque la
ética no está en los corazones; sirve sobre todo para crear
ejemplaridad, para explicar a la gente que es mejor colaborar y
cooperar. La ética es de primera necesidad, no sólo en España. Acabo
de venir de México y la situación es atroz. La indignación es palpable.
El ébola no interesaba a nadie hasta que saltó de África”, explica
Cortina, autora de Ética mínima (1986),Ética de la razón cordial (2007,
Premio Internacional de Ensayo Jovellanos) o Las fronteras de la
persona (2009). “De todas estas cosas se habla en el libro”.
De esta obra, el jurado del premio destaca que se trata de “un ensayo
que acierta en aplicar el rigor de la filosofía a los interrogantes de la
vida actual”.
Una vida que no parece regirse por códigos éticos y no lo hace por
“estupidez”, apostilló la pensadora. “Porque es más inteligente cooperar
y colaborar porque así todos salimos ganado. Si sumas en positivo todo
el mundo sale ganando. Si ganan unos pocos, otros muchos salen
perdiendo”, argumenta la filósofa, que se considera discípula intelectual
de pensadores como el español José Luis Aranguren y el alemán Karl-
Otto Apel, si bien su principal referencia es Immanuel Kant.
Con una sala repleta de público en el Centre Cultural Bancaixa de
Valencia esperando su intervención, Cortina aún se detiene para
señalar la diferencia entre la ética, “que es la filosofía moral”, y la
moral, que pertenece a “la vida cotidiana”. Aunque estas “distinciones
puede que a la gente no le interesen”, agregó. La profesora siguió ayer
por la tarde con sus planes, impartiendo clases en un máster sobre ética
y democracia, ajena por completo a los medios de comunicación que la
buscaban tras anunciarse el premio.
“La verdad es que no me esperaba el premio. Y no sabía que lo habían
presentado. Estaba preparando el seminario cuando han empezado las
llamadas”, indicó Cortina, que se licenció en Valencia y amplió estudios
en las universidades de Munich y Fráncfort. La catedrática es miembro
de la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas y directora de la
Fundación Etnor. ¿Para qué sirve realmente la ética?es una especie de
paseo por las propuestas más urgentes para la convivencia, con una
voluntad divulgadora y provocadora. Como explicaba a este diario a
propósito de la publicación del ensayo, su pretensión ha sido dar
respuesta a las diversas posibilidades, con formulaciones claras: “sirve
para”, y así hasta en nueve ocasiones, que son los nueve capítulos.
El punto de partida “es que todos los seres humanos somos
necesariamente morales. Podemos ser morales o inmorales, pero no
amorales. Y lo mejor que podemos hacer es sacar partido de esa manera
de ser moral del modo más inteligente posible. De hecho, eso es lo que
se ha intentado desde Grecia”. De ahí que en el libro haga un recorrido
por una gran cantidad de aspectos en los que la ética resulta fecunda.
“He intentado hacer ver que hay algo muy claro en este momento: si
nos hubiéramos comportado éticamente, no tendríamos una crisis como
la actual”, aseguraba.
Las cordialidad ética de Adela Cortina
SALVADOR GINER
La imagen popular, si es que la hay, de los filósofos que enseñan ética es la de unos
profesores especialistas en abstracciones, es decir, en principios, nociones generales de
cómo deberíamos comportarnos, e ideas libres de toda concreción sobre lo que debería ser,
pero nunca es. De lo que nunca hay en este valle de lágrimas, o en este mundo de goces
triviales y encandilados consumidores de cualquier cosa que les entretenga.
La aportación singular de Adela Cortina en ese campo tan feraz en la España de hoy como
es la filosofía moral, ha consistido en negar estas erróneas nociones, y en combatirlas en su
propio terreno, puesto que ella no es ajena a la abstracción necesaria, al rigor lógico y ni
mucho menos, a la indignación moral guía de su pensamiento. (Una indignación moral que
tanto su Etica mínima,de 1986, hasta su Etica sin moral —“ética sin sermones
moralizantes”, diría yo— de 1990, culminaba con su estupenda Etica de la razón cordial, de
2007. Éste último es el texto que hasta ahora más claramente ha sacado a la luz los
entresijos de lo que inspira uno de los más escasos bienes con los que uno se topa en la
comunidad pensante de este país, la pasión intelectual. És esta, amén de la ética, la que
guía la mano de Adela Cortina.
Impaciente y nerviosa como es, la profesora Cortina, en su afán por mejorar el mundo —a
sabiendas de que su mudanza moral radical es imposible— se encuentra entre quienes, sin
circunloquios ideológicos, se pone a enmendar entuertos dentro de lo que hay, y no siempre
contra lo que hay, o aboliendo lo que hay. Me explico. Sin tener que aceptar el mundo
empresarial tal cual, ni su infraestructura esencial —el capitalismo y su más o menos sólido
mercado— Adela Cortina, desde la Fundacion ETNOR, milita para coadyuvar a imponer una
ética de los negocios, tanto interna como externa. Es un posibilismo de nuevo cuño —yo le
llamo humanismo pragmático, pero ya me la imagino corrigiéndome cordialmente, puesto
que cordial es su talante siempre— que no sé hasta qué punto será bien recibido por los
numerosos absolutistas de la ética de este país nuestro, lleno de malandrines. (Los
absolutistas exigen mudanzas radicales generales, aunque no sabemos cuales son.) Que la
menuda, impaciente, sabia y siempre lúcida profesora Adela Cortina nos siga dando ánimos
para seguir conviviendo y haciendo más decente nuestra casa común. No podemos dejar en
manos de los magistrados y los jueces tanta miseria nacional.
* Salvador Giner es sociólogo y jurista. Es autor de libros como El destino de la
libertad y Ciudadanía, desigualdad social y Estado de Bienestar.
Competir o convivir
Adela Cortina publica '¿Para qué sirve realmente la ética?' y 'Neurofilosofía práctica'
"Si nos hubiéramos comportado éticamente, no tendríamos una crisis como la actual"
FRANCESC ARROYO 18 MAY 2013 - 00:20 CET 11
Adela Cortina es catedrática de Ética y Filosofía Política en la Universidad de Valencia,
ciudad en la que nació en 1947. Acaba de publicar ¿Para qué sirve realmente la
ética? (Paidós), título que coincide en las librerías con el volumen colectivo Neurofilosofía
práctica (Comares) del que es editora. El primero es un paseo por las propuestas más
urgentes para la convivencia, con una voluntad, a la vez, divulgadora y provocadora. El
segundo, en cambio, es un texto académico en el que se ofrece un panorama clarificador
de las principales tendencias en neuroética, así como una selección de los textos más
citados en las discusiones al respecto.
PREGUNTA. El primero de los libros citados trata de ética. Pero también de política.
RESPUESTA. El libro pretende responder a la pregunta de para qué sirve la ética. He
tratado de dar respuesta a las diversas posibilidades, con formulaciones claras: “sirve
para”, y así hasta en nueve ocasiones, que son los nueve capítulos. El punto de partida es
que todos los seres humanos somos necesariamente morales. Podemos ser morales o
inmorales, pero no amorales. Y lo mejor que podemos hacer es sacar partido de esa
manera de ser moral del modo más inteligente posible. De hecho, eso es lo que se ha
intentado desde Grecia. De ahí que en el libro haga un recorrido por una gran cantidad de
aspectos en los que la ética resulta fecunda. He intentado hacer ver que hay algo muy
claro en este momento: si nos hubiéramos comportado éticamente, no tendríamos una
crisis como la actual; si la gente se comporta éticamente no se producen crisis como la
que estamos viviendo. En este sentido, claro, ética y política están estrechamente
relacionadas. El ser humano es persona en sociedad. No hay individuos aislados. La
afirmación liberal según la cual hay individuos aislados que un buen día deciden sellar un
contrato no deja de ser una hipótesis ficticia. No existen esos individuos aislados, sino
personas vinculadas a los demás seres humanos, es decir, en relación política.
P. ¿Dice usted que con más ética no habría crisis?
R. Una sociedad en la que las gentes actuasen con responsabilidad y atendiendo al bien
común estaría mucho más preparada para evitar crisis como esta. De ahí que ya en el
primer capítulo se afirme que la ética sirve para abaratar costes y crear riqueza, pero no
solo en dinero, sino sobre todo en sufrimiento. Si se vive éticamente, se reducen los
gastos, sin necesidad de recortes: hay relaciones de confianza, hay relaciones de
construcción común, todo resulta mucho más barato en dinero y el excedente puede
invertirse en lo que realmente importa.
P. Pero desde una ética capitalista, lo que vale es el máximo lucro en el mínimo tiempo.
R. Las propuestas éticas pueden estar equivocadas. Una propuesta como la capitalista,
según la cual la base de la conducta humana es solo el afán de lucro, está radicalmente
equivocada. Lo que se muestra cada vez más, desde la biología evolutiva y desde las
neurociencias, es que los seres humanos estamos biológicamente preparados para cuidar
y para cooperar.
La ética sirve para abaratar costes y crear riqueza, no solo en dinero, sino sobre todo en sufrimiento
P. Será, pero hay quien sigue sin enterarse.
R. Pues ese alguien se equivoca. Optar por el máximo lucro es poco inteligente. Consiste
en forzar uno de los lados del ser humano, el del egoísmo, cuando en realidad estamos
preparados de una manera natural para la cooperación y el cuidado. Los padres cuidan de
los hijos, cuidamos de los parientes y cercanos. Por eso es importante insistir en que el
individualismo es falso. Es una abstracción, una creación, que ha resultado muy
perjudicial, porque los seres humanos no somos solo maximizadores racionales, sino
seres fundamentalmente cooperativos y reciprocadores. Son los chimpancés los que son
maximizadores. Por eso cuando las personas persiguen solo su beneficio, se equivocan:
están más preparadas para cuidar y cooperar, no se mueven solo por el afán de lucro. El
asunto es ¿qué triunfará: el impuso egoísta o el cooperativo?
P. ¿Usted qué cree?
R. Depende de lo que cultivemos.
P. En España, en Occidente, la tendencia es que el cuidado es algo que se compra y se
vende. Sea el cuidado sanitario, el de los ancianos o la educación.
R. La crisis actual del Estado de bienestar demuestra una vez más que esas cosas no se
compran ni se venden, no pueden quedar sólo al juego del mercado, porque son bienes
básicos que tienen que estar al alcance de todos. Y se puede ver en la actitud de una
población convencida de que atender a los ancianos, a los dependientes, es esencial.
Entre otras cosas, porque valen por sí mismos.
P. La población, sí; pero los Gobiernos van a los suyo.
R. Efectivamente, los primeros recortes han sido para la dependencia, la sanidad, las
pensiones. Justo para el mundo de los más desprotegidos, de los que precisan mayor
cuidado. En mi opinión, se trata de medidas absolutamente injustas, porque los más
necesitados tienen que ser la primera preocupación de una sociedad, precisamente
porque son los más vulnerables. La ética sirve, entre otras cosas, para recordar que hay
que saber priorizar y que los peor situados han de estar en el primer lugar.
P. En el segundo de los títulos citados, queda claro que no todos los éticos piensan igual.
R. Siempre ha habido distintas propuestas éticas que suponen diversas perspectivas.
Nuestro equipo defiende una línea ética, que muestra también tener apoyo neurológico,
científico. Es la tradición del reconocimiento, que ha sido defendida por autores como
Hegel, Mead, Apel o Habermas. Lo interesante es ahora que estamos viendo que la
neurociencia la avala. Que existen en los seres humanos esas propensiones de las que
hablamos. Que el individualismo no se sostiene, que el cerebro es social, que el individuo
se hace con los otros, que cuando el niño no es suficientemente atendido se ve mermado
en sus capacidades. Es decir, la idea de que el apoyo mutuo nos constituye no es una idea
abstracta, surgida sólo de la tradición filosófica, sino que tiene también bases científicas.
La educación no puede consistir en formar personas competitivas, sino en educar ciudadanos justos
P. Entre los valores éticos destaca usted la confianza. Hoy se diría que está rota. La
ciudadanía no confía en sus dirigentes y, a juzgar por la proliferación de rejas en los
edificios, tampoco en el vecino.
R. Sin embargo, la confianza es uno de nuestros más importantes recursos morales.
Cuando se establece entre ciudadanos y políticos, empresarios y consumidores, personal
sanitario y pacientes, las sociedades funcionan mejor también desde el punto de vista
político y desde el económico. Y, por supuesto, en una sociedad impregnada de confianza
es mucho más fácil que las gentes puedan desarrollar sus proyectos de vida feliz. La
confianza es un recurso moral básico y la ética sirve, entre otras cosas, para promover
conductas que generen confianza.
P. Pero hoy no se da.
R. Efectivamente, la confianza nos falta. Se ha perdido por las alcantarillas de los
escándalos de corrupción, el hábito de mentir, la perversa costumbre de crispar los
ánimos. Pero creo que hay que conquistarla solidariamente, igual que hay que conquistar
solidariamente la libertad.
P. Su libro termina con un canto a la esperanza. Se puede cambiar. ¿Cómo se llega a un
cambio colectivo?
R. En primer lugar, porque seguimos siendo libres y, por lo tanto, cambiar a mejor es
posible. Pero no se puede hacer en solitario, sino trabajando codo a codo. Hemos de
construir solidariamente un mundo justo. Hay que decirlo y hacerlo. Y hay muchas gentes,
muchas voces en la sociedad civil, tratando de contribuir a que se llegue a una sociedad
justa.
P. Hace usted un elogio matizado del 15-M. La indignación, dice, es la base de la lucha por
la justicia, pero faltan propuestas.
R. Yo creo que éste es el momento de las propuestas positivas. Cuando se inició el
movimiento, muchos nos alegramos de ver que al fin aparecía la gente que criticaba el
estado de cosas. Ahora toca pasar a muchas más propuestas concretas y a convertirlas en
obras. Necesitamos un consenso social en determinados puntos indiscutibles.
P. ¿Por ejemplo?
R. Es inadmisible que en España haya gente por debajo de los límites de la pobreza, que
personas que viven en nuestro país queden sin atención sanitaria, o que hayamos
olvidado la ayuda a la cooperación. Acabar con injusticias de este calibre es un objetivo
que debe generar un consenso, porque son claramente inmorales. Hace falta un
compromiso claro y decidido que señale los caminos para solucionar estos problemas. Y,
hoy, en España, o dialogamos y alcanzamos un acuerdo o estamos perdidos.
Cuando las personas persiguen solo su beneficio, se equivocan: están más preparadas para cuidar y cooperar
P. ¿Cómo se consigue un acuerdo sobre lo positivo y cómo se logra que lo cumplan
quienes no los reconocen?
R. En primer lugar, fomentando una reflexión social sobre qué valores valen la pena, en
cuáles creemos realmente. Porque parece que hay acuerdo en que es mejor la libertad
que la esclavitud, la igualdad que la desigualdad, la solidaridad que la insolidaridad, el
diálogo que la violencia, pero a la hora de la actuación la realidad es muy otra. Es preciso
decidir si realmente, queremos esos valores, legislar para defenderlos e incorporarlos a
través de la educación. Esto es crucial.
P. Eso es a largo plazo.
R. Por supuesto. Hay que trabajarlo a medio y a largo plazo, como todo lo importante en la
vida humana, pero es preciso empezar. Lo urgente es percatarse de que estamos yendo
por un camino equivocado, que hay que cambiar de tercio. Y la educación es uno de los
asuntos en los que hay que ponerse de acuerdo. Lo que no se puede es educar sólo en
valores economicistas, sino educar para ser ciudadano.
P. Este Gobierno afirmaba, en el proyecto de ley de educación, que había que educar para
el mercado.
R. Sí. El primer borrador abogaba desde el comienzo por educar en la competitividad para
propiciar la prosperidad del país. Después se modificó el texto. Desde luego, el sentido de
la educación no puede consistir en formar personas competitivas, sino en educar
ciudadanos justos, buenos profesionales y personas capaces de proponerse metas vitales
felicitantes.
P. ¿Debe fomentar lo que los griegos llamaban la excelencia, la virtud de la convivencia?
R. La excelencia política tiene que ser cosa de todos los ciudadanos. En caso contrario, no
funciona la democracia. Pero la educación debe ayudar también a cada persona a
desarrollar sus mejores capacidades, a empoderarle para que pueda llevar adelante una
vida feliz.
P. La soledad, sugiere usted, es un mal a evitar porque el hombre es social.
R. La soledad no querida, porque a veces necesitamos estar solos para reflexionar. Algo
que se ha perdido bastante. Pero sí, creo que el individuo aislado es una verdadera
desgracia. De hecho, es imposible llevar la vida adelante y crear una sociedad feliz desde
el aislamiento.
P. Sin embargo, buena parte de los deberes éticos son de carácter negativo.
R. Tradicionalmente hay una diferencia entre deberes negativos y positivos. Se dice que
los primeros no admiten excepción, como, por ejemplo, “no matarás”, mientras que en el
caso de los positivos es el sujeto quien ha de calibrar hasta dónde debe llegar, por
ejemplo, en la ayuda a otros. En una sociedad alta de moral se trabaja activamente por
respetar la dignidad ajena y la propia dignidad.
¿Para qué sirve realmente la ética? Adela Cortina. Paidós. Barcelona, 2013. 184 páginas. 16 euros.
Neurofilosofía práctica. Varios autores. Coordinación: Adela Cortina. Comares. Granada, 2013. 344
páginas. 27 euros.