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COSTUMBRES COMUNES, DERECHOS INDIVIDUALES. BARRIOS Y AGUA EN IZÚCAR, PUEBLA Francisco Javier Gómez Carpinteiro* BENEMÉRITA UNIVERSIDAD AUTÓNOMA DE PUEBLA RELACIONES 89, INVIERNO 2002, VOL. XXIII

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COSTUMBRES COMUNES,DERECHOS INDIV IDUALES . BARR IOS Y AGUA

EN IZÚCAR, PUEBLA

F r a n c i s c o J a v i e r G ó m e z C a r p i n t e i r o *B E N E M É R I T A U N I V E R S I D A D A U T Ó N O M A D E P U E B L A

R E L A C I O N E S 8 9 , I N V I E R N O 2 0 0 2 , V O L . X X I I I

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n Izúcar de Matamoros se celebra en el mes de agostouna fastuosa mayordomía que tiene como origen unacofradía dedicada al Santísimo. A ese festejo acuden alex-convento de Santo Domingo procesiones de los ca-torce barrios de la ciudad. Dichas procesiones acompa-

ñan las imágenes de cada santo patrón de esos lugares. Los vecinos delos barrios arriban con gran cantidad de flores y frutas, y en todo su tra-yecto se hacen acompañar por música y cohetes. Ellos llegan a esa igle-sia provenientes de la periferia, donde antiguamente estuvieron locali-zadas numerosas huertas frutales. La celebración es considerada por loshabitantes del centro de la ciudad como de gran realce, reconociendoque la majestuosidad es lograda por la participación de los “barriecos”,como así se nombra a los habitantes de esos lugares. La visita de los ba-rrios, según sus propios pobladores, cumple con una cita que año trasaño hacen a la parroquia reservada desde 1755 a la población indígena(Sánchez 1999: 16). Al participar en este ritual, los vecinos de esos sitiosconfirman la inclusión de esta iglesia, localizada en el centro de la ciu-dad, dentro de su geografía, y aluden con la rica simbología que acom-paña sus peregrinaciones a la fuerza de la organización barrial; que sedesarrolló sobre la base de una agricultura de riego que produjo en elpasado gran cantidad de frutas, granos y flores.

Este trabajo versa sobre tal forma de organización que surgió paracontrolar localmente el agua. Tuvo un origen colonial y fue transforma-da con la emergencia de la sociedad posrevolucionaria y el proceso deformación del Estado nacional.1 La organización barrial se basó en un

E

Este trabajo analiza una forma de organización local para el usodel agua en los barrios de Izúcar de Matamoros, Puebla, la cualfue transformada en las dos primeras décadas de la etapa posre-volucionaria. El estudio es una buena oportunidad para entenderlos procesos de formación del Estado y la comunidad nacional ysu articulación a los poderes locales; en este caso a partir de laspolíticas barriales en torno al control del agua federal para riego(Estado, barrios, agua, “representantes”).

* [email protected]

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cionario y los variados procesos políticos regionales en los que se inter-pretó la construcción de una comunidad nacional.2 Particularmente, laspolíticas gubernamentales en torno al agua en el periodo posterior al finde la Revolución trataron a toda costa de centralizar el control de ese re-curso, por lo cual las legislaciones y acciones de agencias y empleadosfederales estuvieron encaminadas a ese fin. De hecho, el Estado posre-volucionario continúa con las disposiciones administrativas porfiristasde otorgar al gobierno central la autoridad para regular el uso de esterecurso; esto fue sumamente palpable con la vigencia de una ley sobreaguas que fue promulgada en 1888 y estuvo vigente hasta 1929.3

Ante estas iniciativas gubernamentales, el caso que nos ocupa repre-senta un claro ejemplo para analizar cómo este tipo de políticas se apli-caron en contextos en los cuales los moradores lucharon, en el marco desus propias contradicciones internas, para conservar la autonomía en elmanejo del agua. Al mismo tiempo, brinda la oportunidad para enten-der cómo simultáneamente estos residentes apelaron a la autoridad delEstado para la ratificación de concesiones ancestrales de agua en un mo-

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sistema de propiedad particular del líquido, que se utilizaba para la irri-gación de huertas frutales y campos de cultivo, cuyos productos se ven-dían en el mercado regional. Al transformarse este sistema de control deagua, el líquido fue utilizado por un complejo agroindustrial que con-centró de 1921 a 1938 la mayor cantidad de tierra de riego de la zona.

En este artículo el análisis de la organización del control del agua enIzúcar me servirá para comprender los términos en que se expresó re-gionalmente el surgimiento del Estado posrevolucionario, y cómo en esteproceso se activaron localmente visiones sobre la comunidad nacionalque tuvieron incluso repercusiones directas sobre la forma en que lagente entendió su lugar en el espacio social. El agua constituirá un ele-mento fundamental para estudiar los procesos materiales y organizati-vos que enmarcaron las percepciones que las personas construyeron so-bre la propia sociedad posrevolucionaria. Abordaré particularmente elentendimiento de las relaciones entre derechos individuales y derechoscolectivos, derechos de agua y derechos de tierra, costumbres locales yprocesos económicos modernos. Quiero establecer que me enfrenté a uncaso excepcional, donde una forma de organización local del agua seenlazó a un proceso de modernización con ciertas particularidades. Talmodernización se desarrolló sobre la base de alianzas regionales y loca-les, que aunque cambiantes y no exentas de contradicciones, se genera-ron dentro de una configuración de fuerzas sociales y políticas queabrieron con la emergencia de la sociedad posrevolucionaria en Méxicoposibilidades no encontradas en otras zonas del país, y todo esto tuvocomo marco la producción de azúcar. Tomando en cuenta lo anterior, lo-graremos comprender mejor el contexto regional en que William O. Jen-kins, un empresario norteamericano, creó dicha agroindustria.

Con este estudio, puede darse una aproximación al entendimientode las relaciones que caracterizaron la formación del Estado posrevolu-

1 Esta es la línea conductora de este artículo y agradezco las observaciones y comen-tarios de los árbitros anónimos, especialmente sugerencias acerca de la rica bibliografíaque aborda desde perspectivas históricas y etnográficas cuestiones relevantes en torno alagua; por ejemplo: Aboites (1988, 2001); Boehm (1996); Campos (1994); Castañeda (1995);Enge y Whiteford, (1989); Henao (1980); Lipsett-Rivero (1993); Martínez y Palerm Viquei-ra (1997 y 2000) ; Melville (2000); Pérez (2001); Suárez (1998); Sheridan (1996); y Viqueira(1996).

2 Acerca de la formación del Estado y la comunidad nacional, Mallon (1995) y Nu-gent (1997) plantean interesantes perspectivas. Ambos autores establecen la necesidad dever a estos procesos desde modalidades menos eurocéntricas. Los estudios de la “nuevahistoria cultural” del campesinado mexicano constituyen un buen ejemplo de esta visión(véase principalmente a Alonso 1995; Becker 1995; Nugent 1993). En general, la mayoríade los autores que participan en este enfoque reconocen la importancia de las culturaspopulares y prácticas locales en la conformación de sentimientos nacionales, y piensanque las identidades se construyen fundamentalmente a través del discurso. Coincido conesta línea de argumentación. Sin embargo, considero que es importante no otorgarle a ladimensión discursiva un carácter autónomo, sino por el contrario relacionar los signifi-cados culturales a procesos materiales y políticos dentro de un espacio socialmente jerar-quizado. Bajo esta línea de razonamiento, la formación del Estado posrevolucionariopuede estudiarse enraizada a las contradicciones empíricamente observables de una so-ciedad regional, tal como pretendo hacerlo en este artículo.

3 Durante el porfiriato se expidió la primera ley federal concerniente al manejo dellíquido. De acuerdo a Aboites, en este momento “se inició una paulatina pero constanteestrategia para controlar los aprovechamientos hidráulicos, desplazando a las autorida-des locales y a los grupos sociales involucrados en la explotación del agua” (Aboites1998: 53). Este mismo autor señala que la injerencia federal obedeció más que para obte-ner ingresos por el cobro de derechos al líquido, a “la necesidad de erigir un árbitro su-premo” (Aboites 1998: 89).

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cionario y los variados procesos políticos regionales en los que se inter-pretó la construcción de una comunidad nacional.2 Particularmente, laspolíticas gubernamentales en torno al agua en el periodo posterior al finde la Revolución trataron a toda costa de centralizar el control de ese re-curso, por lo cual las legislaciones y acciones de agencias y empleadosfederales estuvieron encaminadas a ese fin. De hecho, el Estado posre-volucionario continúa con las disposiciones administrativas porfiristasde otorgar al gobierno central la autoridad para regular el uso de esterecurso; esto fue sumamente palpable con la vigencia de una ley sobreaguas que fue promulgada en 1888 y estuvo vigente hasta 1929.3

Ante estas iniciativas gubernamentales, el caso que nos ocupa repre-senta un claro ejemplo para analizar cómo este tipo de políticas se apli-caron en contextos en los cuales los moradores lucharon, en el marco desus propias contradicciones internas, para conservar la autonomía en elmanejo del agua. Al mismo tiempo, brinda la oportunidad para enten-der cómo simultáneamente estos residentes apelaron a la autoridad delEstado para la ratificación de concesiones ancestrales de agua en un mo-

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sistema de propiedad particular del líquido, que se utilizaba para la irri-gación de huertas frutales y campos de cultivo, cuyos productos se ven-dían en el mercado regional. Al transformarse este sistema de control deagua, el líquido fue utilizado por un complejo agroindustrial que con-centró de 1921 a 1938 la mayor cantidad de tierra de riego de la zona.

En este artículo el análisis de la organización del control del agua enIzúcar me servirá para comprender los términos en que se expresó re-gionalmente el surgimiento del Estado posrevolucionario, y cómo en esteproceso se activaron localmente visiones sobre la comunidad nacionalque tuvieron incluso repercusiones directas sobre la forma en que lagente entendió su lugar en el espacio social. El agua constituirá un ele-mento fundamental para estudiar los procesos materiales y organizati-vos que enmarcaron las percepciones que las personas construyeron so-bre la propia sociedad posrevolucionaria. Abordaré particularmente elentendimiento de las relaciones entre derechos individuales y derechoscolectivos, derechos de agua y derechos de tierra, costumbres locales yprocesos económicos modernos. Quiero establecer que me enfrenté a uncaso excepcional, donde una forma de organización local del agua seenlazó a un proceso de modernización con ciertas particularidades. Talmodernización se desarrolló sobre la base de alianzas regionales y loca-les, que aunque cambiantes y no exentas de contradicciones, se genera-ron dentro de una configuración de fuerzas sociales y políticas queabrieron con la emergencia de la sociedad posrevolucionaria en Méxicoposibilidades no encontradas en otras zonas del país, y todo esto tuvocomo marco la producción de azúcar. Tomando en cuenta lo anterior, lo-graremos comprender mejor el contexto regional en que William O. Jen-kins, un empresario norteamericano, creó dicha agroindustria.

Con este estudio, puede darse una aproximación al entendimientode las relaciones que caracterizaron la formación del Estado posrevolu-

1 Esta es la línea conductora de este artículo y agradezco las observaciones y comen-tarios de los árbitros anónimos, especialmente sugerencias acerca de la rica bibliografíaque aborda desde perspectivas históricas y etnográficas cuestiones relevantes en torno alagua; por ejemplo: Aboites (1988, 2001); Boehm (1996); Campos (1994); Castañeda (1995);Enge y Whiteford, (1989); Henao (1980); Lipsett-Rivero (1993); Martínez y Palerm Viquei-ra (1997 y 2000) ; Melville (2000); Pérez (2001); Suárez (1998); Sheridan (1996); y Viqueira(1996).

2 Acerca de la formación del Estado y la comunidad nacional, Mallon (1995) y Nu-gent (1997) plantean interesantes perspectivas. Ambos autores establecen la necesidad dever a estos procesos desde modalidades menos eurocéntricas. Los estudios de la “nuevahistoria cultural” del campesinado mexicano constituyen un buen ejemplo de esta visión(véase principalmente a Alonso 1995; Becker 1995; Nugent 1993). En general, la mayoríade los autores que participan en este enfoque reconocen la importancia de las culturaspopulares y prácticas locales en la conformación de sentimientos nacionales, y piensanque las identidades se construyen fundamentalmente a través del discurso. Coincido conesta línea de argumentación. Sin embargo, considero que es importante no otorgarle a ladimensión discursiva un carácter autónomo, sino por el contrario relacionar los signifi-cados culturales a procesos materiales y políticos dentro de un espacio socialmente jerar-quizado. Bajo esta línea de razonamiento, la formación del Estado posrevolucionariopuede estudiarse enraizada a las contradicciones empíricamente observables de una so-ciedad regional, tal como pretendo hacerlo en este artículo.

3 Durante el porfiriato se expidió la primera ley federal concerniente al manejo dellíquido. De acuerdo a Aboites, en este momento “se inició una paulatina pero constanteestrategia para controlar los aprovechamientos hidráulicos, desplazando a las autorida-des locales y a los grupos sociales involucrados en la explotación del agua” (Aboites1998: 53). Este mismo autor señala que la injerencia federal obedeció más que para obte-ner ingresos por el cobro de derechos al líquido, a “la necesidad de erigir un árbitro su-premo” (Aboites 1998: 89).

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mento de reformas sociales y culturales asociadas a la modernizacióncapitalista posrevolucionaria.

CONFLICTOS Y SISTEMA DE PROPIEDAD LOCAL DEL AGUA

Al comienzo de la década de 1930, Isauro Flores y Gregorio Osorio acu-dieron a nombre de los vecinos de los barrios de Izúcar de Matamorosa solicitar ante el gobierno federal la concesión de primordiales dere-chos al agua del río Nexapa.4 Llegaron a la ciudad de México con un vo-luminoso archivo conteniendo documentos para comprobar la legitimi-dad de sus peticiones. Entre esos documentos, se hallaba una copiatestimonial del título de aguas redactado en la época colonial por JuanGonzález de Peñafiel.5 Flores y Osorio eran los “representantes legíti-mos de los residentes de los barrios”. La petición de estos hombres eraurgente. A casi una década de haber finalizado el conflicto armado, di-versos actores reclamaron para sí las concesiones de agua. Los hacenda-dos de la zona pidieron al gobierno la confirmación de sus derechos allíquido; pueblos situados abajo y arriba de Izúcar de Matamoros sobreel margen del Nexapa hicieron lo mismo. Diversos ejidos que fueroncreados por esos años reclamaron también la autorización de concesio-nes de agua. Al mismo tiempo William O. Jenkins, un poderoso indus-trial norteamericano, estaba invirtiendo sus recursos en la adquisiciónde tierra irrigable en la zona, por lo cual buscaba asegurar que las áreasque adquiría o estaba a punto de comprar tuvieran el reconocimientocorrespondiente para el uso del agua federal. Pero estos peticionarios

4 Los 14 barrios se dividen en dos secciones, occidental y oriental. En la primera seubican Asunción Mizquiapán, San Bernardino Mexicapan, Santa Cruz Tecoxco, SantaMaría Magdalena Xalmihuacán, Santa Cruz Coatla, Santa Catarina Contla y San MartínCaballero Huaquechula; en la segunda San Juan Bautista Coahuixtla, Santiago Mihua-cán, San Diego Chiconcoac, San Juan Piaxtla, Santo Tomás Chilan, Los Reyes Zoquitlány Santiago Mazatla.

5 El licenciado don Juan González de Peñafiel fue el encargado por parte de la Coro-na española para realizar las mediciones de agua que correspondían a españoles y natu-rales del distrito de la Provincia de Izúcar. En 1635, emitió una sentencia para amparar“Derechos de Aguas del río Atoyateque”.

N

SIMBOLOGÍA

IZÚCAR DE MATAMOROS

HACIENDA

LÍMITE MUNICIPAL

ÁREA APROXIMADA DETIERRAS DE RIEGO CONCENTRADASPOR EL COMPLEJOAGROINDUSTRIAL DE W.O. JENKINS, 1921-1938

VÍA DE FERROCARRIL

RÍO ESCALA 1:300000 KM

RÍO NEXAP A

RÍOATILARÍOATOTONILCO

RÍO BALSAS

LA GARZA

IZÚCAR DE MATAMOROS

RABOSO

SAN NICOLÁSTOLENTINO

LAGUNILLAS

INGENIO DEATENCINGO

JALTEPEC

COLÓN

RIJO

RÍOAHUEHUEYO

MAPA: Izúcar de Matamoros, haciendas y complejo agroindustrial de W.O.Jenkins, 1880-1938.

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mento de reformas sociales y culturales asociadas a la modernizacióncapitalista posrevolucionaria.

CONFLICTOS Y SISTEMA DE PROPIEDAD LOCAL DEL AGUA

Al comienzo de la década de 1930, Isauro Flores y Gregorio Osorio acu-dieron a nombre de los vecinos de los barrios de Izúcar de Matamorosa solicitar ante el gobierno federal la concesión de primordiales dere-chos al agua del río Nexapa.4 Llegaron a la ciudad de México con un vo-luminoso archivo conteniendo documentos para comprobar la legitimi-dad de sus peticiones. Entre esos documentos, se hallaba una copiatestimonial del título de aguas redactado en la época colonial por JuanGonzález de Peñafiel.5 Flores y Osorio eran los “representantes legíti-mos de los residentes de los barrios”. La petición de estos hombres eraurgente. A casi una década de haber finalizado el conflicto armado, di-versos actores reclamaron para sí las concesiones de agua. Los hacenda-dos de la zona pidieron al gobierno la confirmación de sus derechos allíquido; pueblos situados abajo y arriba de Izúcar de Matamoros sobreel margen del Nexapa hicieron lo mismo. Diversos ejidos que fueroncreados por esos años reclamaron también la autorización de concesio-nes de agua. Al mismo tiempo William O. Jenkins, un poderoso indus-trial norteamericano, estaba invirtiendo sus recursos en la adquisiciónde tierra irrigable en la zona, por lo cual buscaba asegurar que las áreasque adquiría o estaba a punto de comprar tuvieran el reconocimientocorrespondiente para el uso del agua federal. Pero estos peticionarios

4 Los 14 barrios se dividen en dos secciones, occidental y oriental. En la primera seubican Asunción Mizquiapán, San Bernardino Mexicapan, Santa Cruz Tecoxco, SantaMaría Magdalena Xalmihuacán, Santa Cruz Coatla, Santa Catarina Contla y San MartínCaballero Huaquechula; en la segunda San Juan Bautista Coahuixtla, Santiago Mihua-cán, San Diego Chiconcoac, San Juan Piaxtla, Santo Tomás Chilan, Los Reyes Zoquitlány Santiago Mazatla.

5 El licenciado don Juan González de Peñafiel fue el encargado por parte de la Coro-na española para realizar las mediciones de agua que correspondían a españoles y natu-rales del distrito de la Provincia de Izúcar. En 1635, emitió una sentencia para amparar“Derechos de Aguas del río Atoyateque”.

N

SIMBOLOGÍA

IZÚCAR DE MATAMOROS

HACIENDA

LÍMITE MUNICIPAL

ÁREA APROXIMADA DETIERRAS DE RIEGO CONCENTRADASPOR EL COMPLEJOAGROINDUSTRIAL DE W.O. JENKINS, 1921-1938

VÍA DE FERROCARRIL

RÍO ESCALA 1:300000 KM

RÍO NEXAP A

RÍOATILARÍOATOTONILCO

RÍO BALSAS

LA GARZA

IZÚCAR DE MATAMOROS

RABOSO

SAN NICOLÁSTOLENTINO

LAGUNILLAS

INGENIO DEATENCINGO

JALTEPEC

COLÓN

RIJO

RÍOAHUEHUEYO

MAPA: Izúcar de Matamoros, haciendas y complejo agroindustrial de W.O.Jenkins, 1880-1938.

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de las concesiones del líquido.8 De inmediato, los vecinos del barrio con-tiguo de Los Reyes se quejaron ante el gobierno para que los planes delagricultor no se llevaran a cabo. De la Torre era un político local que re-sidía en el centro de la ciudad de Izúcar de Matamoros. Había adquiri-do el rancho El Jardín, que aparentemente estuvo ubicado dentro delradio geográfico de los barrios. Sus intenciones eran favorecer la agri-cultura de la región que resultara en provecho suyo y de los vecinos delos barrios limítrofes a sus tierras. Pese a sus contactos políticos no logrósu cometido. Casi una década después, el coronel Aureliano Gonzálezadquirió las tierras que fueron de De la Torre. El coronel, a nombre desu esposa que fungía legalmente como la dueña del rancho, solicitó algobierno también concesiones de agua. A pesar de su vinculación conpolíticos federales, tampoco pudo evitar que los vecinos de los barriosimpidieran sus propósitos.9

Otra fuente notable de conflicto se manifestó entre los barrios y lahacienda situada también en el municipio de Izúcar de Matamoros.Desde que las concesiones originales fueron otorgadas por la Corona es-pañola, tanto los residentes de los barrios de la ciudad como los sucesi-vos dueños de la hacienda de Raboso compartieron el agua que pasabapor una presa rústica elaborada de mampostería. Las concesiones deagua establecieron los volúmenes de agua por medio de “surcos”, yposteriormente se calcularon en litros por segundo.10 En tal presa, unos

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no eran los únicos peligros para que los residentes de los barrios siguie-ran gozando de sus derechos al agua. Igualmente al interior de estos lu-gares diversos problemas fueron comunes entre vecinos. Dichos conflic-tos fueron de diversa índole, pero la mayoría de ellos reflejaron el ordensocial en que se estaba asentado el control del agua y las convencioneslocales que mediaban en su manejo.

A menudo residentes de los barrios sin posesiones de agua desearonconducir el líquido a sus campos. Encontraron una férrea resistencia deaquellos que sí gozaban de derechos reconocidos localmente y de lasautoridades de los mismos barrios. En 1919, un grupo de vecinos de losbarrios orientales consideró que podía abrir una vieja zanja ya en desu-so.6 Era época de lluvias y el agua corría por caudales en el río. Ellos de-cidieron crear una “sociedad agrícola” para sembrar arroz en un campoubicado en el mismo radio geográfico de los barrios, que indudable-mente no tenía riego. Recibieron el apoyo del presidente municipal y laautorización del jefe de armas de la ciudad, un militar del ejercito cons-titucional que argumentó que las personas que solicitaban tal cosa eran“vecinos pacíficos” y “no contrarios a la causa”. Pese a esta decisión, lagente que detentaba las concesiones para el manejo del agua se opuso.Los miembros de esta sociedad acudieron entonces ante las instanciasde un juez de distrito que falló en favor de ellos. Sin embargo, no logra-ron hacer efectiva tal autorización. El grupo de vecinos opuesto argu-mentó que no podía ordenarse que manejaran el agua del río dado quepertenecía a una “jurisdicción federal”, y que el manejo del líquido de-bería ampararse con un “título legítimo”; derecho primordial que ellospor supuesto sí tenían.

En 1923, un agricultor, llamado Enrique de la Torre, pidió al gobier-no una dotación de agua que pertenecía a los terrenos de un barrio quefue despoblado en la época revolucionaria.7 Sus habitantes desaparecie-ron supuestamente por causa de epidemias y no había ya quien gozara

6 Archivo Histórico del Agua (AHA), Aprovechamientos Superficiales, caja 271, exp.6539, ff. 1-5: solicitud del 1 de julio 1919, dirigida a la Secretaria de Agricultura y Fomen-to (SAyF).

7 AHA, Aprovechamientos Superficiales, caja 923, exp. 13093, f. 7: solicitud del 10 deenero de 1923 de Enrique de la Torre a la SAyF.

8 Un escrito firmado por el presidente municipal de Izúcar de Matamoros confirmóel despoblamiento de dicho barrio. AHA, Aprovechamientos Superficiales, caja 923, exp.13093, f. 6: Certificado del 30 de diciembre de 1922.

9 No obstante que él mismo era una integrante de la burocracia federal, el coronelGonzález no pudo echar atrás disposiciones locales que evitaron que tuviera agua paralas tierras que compró. AHA, Aprovechamientos Superficiales, caja 1010, exp. 14192, ff.190-191: oficio del 7 de diciembre de 1933, que envió el Coronel Aureliano González Re-yes al Director de Aguas, Tierras y Colonización, SAyF.

10 El “surco” fue la medida del agua indicada por la Corona española; se estableciópor el tamaño de la abertura de los orificios de las tomas de agua. Cuando a finales delsiglo XIX el ingeniero Ramón de Ibarrola trabajó en la reglamentación del río Nexapa, ob-servó que el flujo inconstante del río determinaba bajos o altos caudales de abastecimien-to de agua. Sin embargo, existía una ley de 1863 que prohibía a la autoridad pública ajus-tar medidas del agua si no tenía evidencias suficientes para comprobar “exactamente

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de las concesiones del líquido.8 De inmediato, los vecinos del barrio con-tiguo de Los Reyes se quejaron ante el gobierno para que los planes delagricultor no se llevaran a cabo. De la Torre era un político local que re-sidía en el centro de la ciudad de Izúcar de Matamoros. Había adquiri-do el rancho El Jardín, que aparentemente estuvo ubicado dentro delradio geográfico de los barrios. Sus intenciones eran favorecer la agri-cultura de la región que resultara en provecho suyo y de los vecinos delos barrios limítrofes a sus tierras. Pese a sus contactos políticos no logrósu cometido. Casi una década después, el coronel Aureliano Gonzálezadquirió las tierras que fueron de De la Torre. El coronel, a nombre desu esposa que fungía legalmente como la dueña del rancho, solicitó algobierno también concesiones de agua. A pesar de su vinculación conpolíticos federales, tampoco pudo evitar que los vecinos de los barriosimpidieran sus propósitos.9

Otra fuente notable de conflicto se manifestó entre los barrios y lahacienda situada también en el municipio de Izúcar de Matamoros.Desde que las concesiones originales fueron otorgadas por la Corona es-pañola, tanto los residentes de los barrios de la ciudad como los sucesi-vos dueños de la hacienda de Raboso compartieron el agua que pasabapor una presa rústica elaborada de mampostería. Las concesiones deagua establecieron los volúmenes de agua por medio de “surcos”, yposteriormente se calcularon en litros por segundo.10 En tal presa, unos

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no eran los únicos peligros para que los residentes de los barrios siguie-ran gozando de sus derechos al agua. Igualmente al interior de estos lu-gares diversos problemas fueron comunes entre vecinos. Dichos conflic-tos fueron de diversa índole, pero la mayoría de ellos reflejaron el ordensocial en que se estaba asentado el control del agua y las convencioneslocales que mediaban en su manejo.

A menudo residentes de los barrios sin posesiones de agua desearonconducir el líquido a sus campos. Encontraron una férrea resistencia deaquellos que sí gozaban de derechos reconocidos localmente y de lasautoridades de los mismos barrios. En 1919, un grupo de vecinos de losbarrios orientales consideró que podía abrir una vieja zanja ya en desu-so.6 Era época de lluvias y el agua corría por caudales en el río. Ellos de-cidieron crear una “sociedad agrícola” para sembrar arroz en un campoubicado en el mismo radio geográfico de los barrios, que indudable-mente no tenía riego. Recibieron el apoyo del presidente municipal y laautorización del jefe de armas de la ciudad, un militar del ejercito cons-titucional que argumentó que las personas que solicitaban tal cosa eran“vecinos pacíficos” y “no contrarios a la causa”. Pese a esta decisión, lagente que detentaba las concesiones para el manejo del agua se opuso.Los miembros de esta sociedad acudieron entonces ante las instanciasde un juez de distrito que falló en favor de ellos. Sin embargo, no logra-ron hacer efectiva tal autorización. El grupo de vecinos opuesto argu-mentó que no podía ordenarse que manejaran el agua del río dado quepertenecía a una “jurisdicción federal”, y que el manejo del líquido de-bería ampararse con un “título legítimo”; derecho primordial que ellospor supuesto sí tenían.

En 1923, un agricultor, llamado Enrique de la Torre, pidió al gobier-no una dotación de agua que pertenecía a los terrenos de un barrio quefue despoblado en la época revolucionaria.7 Sus habitantes desaparecie-ron supuestamente por causa de epidemias y no había ya quien gozara

6 Archivo Histórico del Agua (AHA), Aprovechamientos Superficiales, caja 271, exp.6539, ff. 1-5: solicitud del 1 de julio 1919, dirigida a la Secretaria de Agricultura y Fomen-to (SAyF).

7 AHA, Aprovechamientos Superficiales, caja 923, exp. 13093, f. 7: solicitud del 10 deenero de 1923 de Enrique de la Torre a la SAyF.

8 Un escrito firmado por el presidente municipal de Izúcar de Matamoros confirmóel despoblamiento de dicho barrio. AHA, Aprovechamientos Superficiales, caja 923, exp.13093, f. 6: Certificado del 30 de diciembre de 1922.

9 No obstante que él mismo era una integrante de la burocracia federal, el coronelGonzález no pudo echar atrás disposiciones locales que evitaron que tuviera agua paralas tierras que compró. AHA, Aprovechamientos Superficiales, caja 1010, exp. 14192, ff.190-191: oficio del 7 de diciembre de 1933, que envió el Coronel Aureliano González Re-yes al Director de Aguas, Tierras y Colonización, SAyF.

10 El “surco” fue la medida del agua indicada por la Corona española; se estableciópor el tamaño de la abertura de los orificios de las tomas de agua. Cuando a finales delsiglo XIX el ingeniero Ramón de Ibarrola trabajó en la reglamentación del río Nexapa, ob-servó que el flujo inconstante del río determinaba bajos o altos caudales de abastecimien-to de agua. Sin embargo, existía una ley de 1863 que prohibía a la autoridad pública ajus-tar medidas del agua si no tenía evidencias suficientes para comprobar “exactamente

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Pero es posible que los conflictos más agudos surgidos por el uso delagua se debieran a las interpretaciones contradictorias que se generaronpor la existencia de un sistema de propiedad local de este recurso. Confrecuencia, los dueños del agua entablaron con agricultores de la zona,cuyas tierras sin ese recurso estaban ubicadas fuera de los radios geo-gráficos de los barrios, convenios para llevar su líquido y cultivar enellas. Nuevamente, tales planes fueron prohibidos. Este fue el caso deun grupo de vecinos de los barrios de San Bernardino, San Martín, San-ta Catarina y Santa Cruz. Ellos desearon conducir su agua por una ace-quia hasta los terrenos de Vicente Sánchez, un agricultor de origen es-pañol propietario del rancho Los Amatitlanes.13 Una junta vecinal quefue creada por el gobierno para administrar localmente el agua impidiótal acción. Los integrantes de ese organismo dijeron que la legislaciónno permitía que el agua se ocupara en tierras distintas a las que teníanlas concesiones originales. Los vecinos protestaron. Indignados acusa-ron que esos mismos representantes que ahora bloqueaban sus iniciati-

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orificios de aberturas diversas dejaban pasar el agua que correspondíaa los diferentes usuarios del agua. Con el paso del tiempo, el suelo de lapresa y los orificios sufrieron desgastes, lo que ocasionó que los volú-menes del líquido variarán. De manera indistinta, cada demandante sequejaba de que no gozaba de las cantidades de agua originalmente con-cedidas (cuadro 1).11 Para principio de la década de 1930, estas tensionesaumentaron. Los dueños de Raboso, los Maurer, una familia de empre-sarios agrícolas con propiedades en el valle de Atlixco, solicitaron al go-bierno permiso para reparar la mencionada presa. La gente de los ba-rrios desconfió de las reparaciones que llevarían a cabo los Maurer.Consideraron que con los arreglos, el nivel de la presa y los orificios sealterarían y como consecuencia disminuiría sus volúmenes de agua. Losproblemas fueron tan graves, que internamente hubo disputas en losbarrios. Se llegó al grado que los representantes de los barrios fueronacusados de traicionar a sus vecinos, y por lo tanto fueron destituidosde sus cargos.12

CUADRO 1. Izúcar de Matamoros, 1923-1925. Río Nexapa.

HACIENDA BARRIOS VOLÚMENES DE AGUA

litros por segundo

Raboso 534Barrios Orientales 453Barrios Occidentales 430Ciudad Izúcar de Matamoros 113(usos domésticos)

Totales 534 996

Fuente: Archivo Histórico del Agua, informes de aprovechamiento del agua del ríoNexapa, 1920-1925.

cuánta agua había corrido a través de una toma dada durante un periodo dado de tiem-po” (Kroeber 1994: 138). Entonces, Ibarrola verificó que los diferentes usuarios del ríoNexapa tuvieran tomas con las medidas especificadas en 1635, además listó las cantida-des de agua utilizadas habitualmente por ellos, durante los últimos años de la década de1890. Luego de esos estudios, se estableció una medida definitiva (litros por segundo), lacual respeta el tamaño de la abertura de cada toma (6 por 4.5 pulgadas) y los usos habi-tuales de los diferentes propietarios listados durante tal tiempo (Kroeber 1998; 284).

11 A estas cifras sobre el volumen del agua, debo añadir otros datos que son impor-tantes para enmarcar la organización del riego de los barrios de Izúcar dentro del com-plejo agroindustrial que William O. Jenkins desarrolló en la región durante las décadasde 1920 y 1930. Los barrios tuvieron una extensión aproximada de 1 967 hectáreas de po-sesiones irrigadas, entre huertas y campos de cultivo, y un número cercano de 835 “pe-queños propietarios”. Un ingeniero del gobierno calculó 6 000 litros por segundo comoaforo total del río Nexapa; de los cuales 3 650 correspondían a la industria de Jenkins yel resto a los terrenos ejidales de pueblos de la zona y a las extensiones de los barrios deIzúcar (AHA, Aprovechamientos Superficiales, caja 8081, f. 354, informe del 20 de agostode 1936). Consideremos entonces que el aporte de agua de los barrios representó 16.6%de la cantidad global de agua de riego. Por otra parte, de acuerdo a mis cálculos Jenkinsllegó a ser propietario directo de cerca de 8 368 hectáreas irrigadas.

12 AHA, Aprovechamientos Superficiales, caja 527, exp. 8081, f. 47: oficio del 12 de fe-brero de 1933, que enviaron los nuevos representantes a la Dirección de Aguas de la SAy F.

13 AHA, Aprovechamientos Superficiales, caja 527, exp. 8081, f. 380: oficio del 19 demayo de 1937, que enviaron los vecinos de diversos barrios de Izúcar de Matamoros alsecretario de la SAyF.

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Pero es posible que los conflictos más agudos surgidos por el uso delagua se debieran a las interpretaciones contradictorias que se generaronpor la existencia de un sistema de propiedad local de este recurso. Confrecuencia, los dueños del agua entablaron con agricultores de la zona,cuyas tierras sin ese recurso estaban ubicadas fuera de los radios geo-gráficos de los barrios, convenios para llevar su líquido y cultivar enellas. Nuevamente, tales planes fueron prohibidos. Este fue el caso deun grupo de vecinos de los barrios de San Bernardino, San Martín, San-ta Catarina y Santa Cruz. Ellos desearon conducir su agua por una ace-quia hasta los terrenos de Vicente Sánchez, un agricultor de origen es-pañol propietario del rancho Los Amatitlanes.13 Una junta vecinal quefue creada por el gobierno para administrar localmente el agua impidiótal acción. Los integrantes de ese organismo dijeron que la legislaciónno permitía que el agua se ocupara en tierras distintas a las que teníanlas concesiones originales. Los vecinos protestaron. Indignados acusa-ron que esos mismos representantes que ahora bloqueaban sus iniciati-

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orificios de aberturas diversas dejaban pasar el agua que correspondíaa los diferentes usuarios del agua. Con el paso del tiempo, el suelo de lapresa y los orificios sufrieron desgastes, lo que ocasionó que los volú-menes del líquido variarán. De manera indistinta, cada demandante sequejaba de que no gozaba de las cantidades de agua originalmente con-cedidas (cuadro 1).11 Para principio de la década de 1930, estas tensionesaumentaron. Los dueños de Raboso, los Maurer, una familia de empre-sarios agrícolas con propiedades en el valle de Atlixco, solicitaron al go-bierno permiso para reparar la mencionada presa. La gente de los ba-rrios desconfió de las reparaciones que llevarían a cabo los Maurer.Consideraron que con los arreglos, el nivel de la presa y los orificios sealterarían y como consecuencia disminuiría sus volúmenes de agua. Losproblemas fueron tan graves, que internamente hubo disputas en losbarrios. Se llegó al grado que los representantes de los barrios fueronacusados de traicionar a sus vecinos, y por lo tanto fueron destituidosde sus cargos.12

CUADRO 1. Izúcar de Matamoros, 1923-1925. Río Nexapa.

HACIENDA BARRIOS VOLÚMENES DE AGUA

litros por segundo

Raboso 534Barrios Orientales 453Barrios Occidentales 430Ciudad Izúcar de Matamoros 113(usos domésticos)

Totales 534 996

Fuente: Archivo Histórico del Agua, informes de aprovechamiento del agua del ríoNexapa, 1920-1925.

cuánta agua había corrido a través de una toma dada durante un periodo dado de tiem-po” (Kroeber 1994: 138). Entonces, Ibarrola verificó que los diferentes usuarios del ríoNexapa tuvieran tomas con las medidas especificadas en 1635, además listó las cantida-des de agua utilizadas habitualmente por ellos, durante los últimos años de la década de1890. Luego de esos estudios, se estableció una medida definitiva (litros por segundo), lacual respeta el tamaño de la abertura de cada toma (6 por 4.5 pulgadas) y los usos habi-tuales de los diferentes propietarios listados durante tal tiempo (Kroeber 1998; 284).

11 A estas cifras sobre el volumen del agua, debo añadir otros datos que son impor-tantes para enmarcar la organización del riego de los barrios de Izúcar dentro del com-plejo agroindustrial que William O. Jenkins desarrolló en la región durante las décadasde 1920 y 1930. Los barrios tuvieron una extensión aproximada de 1 967 hectáreas de po-sesiones irrigadas, entre huertas y campos de cultivo, y un número cercano de 835 “pe-queños propietarios”. Un ingeniero del gobierno calculó 6 000 litros por segundo comoaforo total del río Nexapa; de los cuales 3 650 correspondían a la industria de Jenkins yel resto a los terrenos ejidales de pueblos de la zona y a las extensiones de los barrios deIzúcar (AHA, Aprovechamientos Superficiales, caja 8081, f. 354, informe del 20 de agostode 1936). Consideremos entonces que el aporte de agua de los barrios representó 16.6%de la cantidad global de agua de riego. Por otra parte, de acuerdo a mis cálculos Jenkinsllegó a ser propietario directo de cerca de 8 368 hectáreas irrigadas.

12 AHA, Aprovechamientos Superficiales, caja 527, exp. 8081, f. 47: oficio del 12 de fe-brero de 1933, que enviaron los nuevos representantes a la Dirección de Aguas de la SAy F.

13 AHA, Aprovechamientos Superficiales, caja 527, exp. 8081, f. 380: oficio del 19 demayo de 1937, que enviaron los vecinos de diversos barrios de Izúcar de Matamoros alsecretario de la SAyF.

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disputas de naturaleza vecinal?¿Por qué los supuestos detentadores dederechos individuales de agua acudían al amparo y arbitrio de estructu-ras de poder, locales o federales, sin el soporte de la propiedad colectiva?En las siguientes secciones, trataré de dar respuesta a estas cuestiones.

BARRIOS, PROPIEDAD Y AGUA

Las reformas liberales del último tercio del siglo XIX posibilitaron la ven-ta de las posesiones colectivas en la región, incluidas las tierras del fun-do legal de los antiguos barrios indígenas de Izúcar de Matamoros. Coneste tipo de iniciativas, se creó un mercado de tierras muy dinámico enel que participaron hacendados de la zona que vieron una magníficaoportunidad de extender sus zonas de cultivo. En la compra de terrenosparticiparon comerciantes miembros de una elite local que sirvieron deintermediarios comerciales de estos grandes propietarios, los primerosadquirieron entre vecinos de barrios, pueblos y ranchos contiguos tie-rras que posteriormente vendieron a esos hacendados.17 La conforma-ción de ese mercado parecía una condición definitiva para un procesode acumulación de tierras que disolviera las propiedades de los barrios.

vas, habían ocupado sus aguas para sembrar en los mismos terrenos delrancho Los Amatitlanes.14 El asunto era contradictorio.

Este mismo problema enfrentó una mujer llamada Juana Petronila.Ella alegó ser la propietaria de dos tandas de agua, es decir, los turnosque le correspondían mensualmente para regar sus huertas. Algunosvecinos del barrio de San Bernardino determinaron quitarle el aguapuesto que no la empleaba en ninguna siembra. El apoderado de los ba-rrios occidentales apoyó a los vecinos que tenían pleitos con esa mujer.Entonces, ella lo demandó ante un juez, quien ordenó al representantepagar una sentencia y embargó sus bienes por la cantidad de 817 pe-sos.15 El problema de Petronila puso al descubierto una práctica comúnen los barrios que durante esta época aumentaba: la renta de los dere-chos individuales de agua. Esta idea se apoyaba en una convención lo-cal. Los vecinos eran dueños tanto de la tierra como de las tandas deagua que periódicamente recibían. Por lo tanto, podían vender sus tie-rras, pero seguir conservando sus derechos al líquido; la mujer vendióseguramente las suyas, pero aún mantenía el agua que quiso vender aotro agricultor.

Ante esas interpretaciones locales sobre el manejo del líquido, el go-bierno manifestó su consternación. Según un empleado federal, esasprácticas estuvieron asociadas a la reticencia hacia las políticas federa-les, “debido al carácter indócil de los usuarios”.16 De hecho, modificaresas percepciones y formas en que el agua era usada se convirtió en elprincipal propósito de las autoridades federales.

¿Cómo era concebible la existencia de dos sistemas de propiedaddistintos, el de tierra y el de agua?¿Sobre qué formas de autoridad loslíderes locales impidieron la apertura de nuevas zanjas para conducir elagua, permitieron o no el uso de agua y sirvieron de mediadores en

14 AHA, Aprovechamientos Superficiales, caja 527, exp. 8081, f. 466: informe número423 del 18 de agosto de 1937, elaborado por el jefe de la sección de la SAyF.

15 AHA, Aprovechamientos Superficiales, caja 527, exp. 8081, f. 251: oficio del 30 deoctubre de 1933, que envió Florencio Rodríguez al secretario de la SAyF.

16 AHA, Aprovechamientos Superficiales, caja 527, exp. 8081, f. 418: informe 495 del 21de septiembre de 1937, elaborado por el jefe de la sección de Reglamentación Joaquín Se-rrano G.

17 Algunos transacciones de este tipo aparecen en una fuente histórica (Archivo Ge-neral de Notarias de Puebla [AGN-P]); sobresalen en estos casos los nombres de Agustínde la Hidalga, José Díaz Rubín y Sebastián B. Mier, grandes propietarios de la zona.AGN-P, Notaría Izúcar de Matamoros, Libro de Registro 1882, fojas 7: terreno de labor enel campo Tezoquiapa del pueblo de Tlapanalá que vendió Tomás de la Cruz a favor deJosé Díaz Rubín; f. 10: terreno de labor, regadío, en el paraje Zapote Blanco del pueblo deTilapa que vendió Joaquín Vargas a José Díaz Rubín; f. 11: terreno de labor ubicado en elparaje Ahuehuetitla, Tilapa, que Julián Pérez, previo consentimiento de su esposa ValeriaRojas, vendió a José Díaz Rubín; f. 12: terreno de labor localizado en el pasaje La Cienega,Tlapanalá, que Juan Paulino Amarillas vendió a José Díaz Rubín; Libro de Registro 1983,f. 20: terreno de labor en el paraje Tezoquiapa, Tlapanalá, que vendió Juan Anselmo Gas-par, con le consentimiento de su esposa María Josefa Mendoza, a José Díaz Rubín, repre-sentado por Manuel Huerta, f. 21: huerta de árboles frutales, ubicada en Tilapa, quevendió Joaquín Vargas a José Díaz Rubín; f. 23: un sitio con casa habitación y huerta deárboles frutales, en Tilapa, que Manuel Velis Mora vendió a José Díaz Rubín; f. 24: terre-no de riego, localizado en el paraje Cantlalca, Tilapa, que José Díaz Rubín vendió a Teo-doro Zamora.

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disputas de naturaleza vecinal?¿Por qué los supuestos detentadores dederechos individuales de agua acudían al amparo y arbitrio de estructu-ras de poder, locales o federales, sin el soporte de la propiedad colectiva?En las siguientes secciones, trataré de dar respuesta a estas cuestiones.

BARRIOS, PROPIEDAD Y AGUA

Las reformas liberales del último tercio del siglo XIX posibilitaron la ven-ta de las posesiones colectivas en la región, incluidas las tierras del fun-do legal de los antiguos barrios indígenas de Izúcar de Matamoros. Coneste tipo de iniciativas, se creó un mercado de tierras muy dinámico enel que participaron hacendados de la zona que vieron una magníficaoportunidad de extender sus zonas de cultivo. En la compra de terrenosparticiparon comerciantes miembros de una elite local que sirvieron deintermediarios comerciales de estos grandes propietarios, los primerosadquirieron entre vecinos de barrios, pueblos y ranchos contiguos tie-rras que posteriormente vendieron a esos hacendados.17 La conforma-ción de ese mercado parecía una condición definitiva para un procesode acumulación de tierras que disolviera las propiedades de los barrios.

vas, habían ocupado sus aguas para sembrar en los mismos terrenos delrancho Los Amatitlanes.14 El asunto era contradictorio.

Este mismo problema enfrentó una mujer llamada Juana Petronila.Ella alegó ser la propietaria de dos tandas de agua, es decir, los turnosque le correspondían mensualmente para regar sus huertas. Algunosvecinos del barrio de San Bernardino determinaron quitarle el aguapuesto que no la empleaba en ninguna siembra. El apoderado de los ba-rrios occidentales apoyó a los vecinos que tenían pleitos con esa mujer.Entonces, ella lo demandó ante un juez, quien ordenó al representantepagar una sentencia y embargó sus bienes por la cantidad de 817 pe-sos.15 El problema de Petronila puso al descubierto una práctica comúnen los barrios que durante esta época aumentaba: la renta de los dere-chos individuales de agua. Esta idea se apoyaba en una convención lo-cal. Los vecinos eran dueños tanto de la tierra como de las tandas deagua que periódicamente recibían. Por lo tanto, podían vender sus tie-rras, pero seguir conservando sus derechos al líquido; la mujer vendióseguramente las suyas, pero aún mantenía el agua que quiso vender aotro agricultor.

Ante esas interpretaciones locales sobre el manejo del líquido, el go-bierno manifestó su consternación. Según un empleado federal, esasprácticas estuvieron asociadas a la reticencia hacia las políticas federa-les, “debido al carácter indócil de los usuarios”.16 De hecho, modificaresas percepciones y formas en que el agua era usada se convirtió en elprincipal propósito de las autoridades federales.

¿Cómo era concebible la existencia de dos sistemas de propiedaddistintos, el de tierra y el de agua?¿Sobre qué formas de autoridad loslíderes locales impidieron la apertura de nuevas zanjas para conducir elagua, permitieron o no el uso de agua y sirvieron de mediadores en

14 AHA, Aprovechamientos Superficiales, caja 527, exp. 8081, f. 466: informe número423 del 18 de agosto de 1937, elaborado por el jefe de la sección de la SAyF.

15 AHA, Aprovechamientos Superficiales, caja 527, exp. 8081, f. 251: oficio del 30 deoctubre de 1933, que envió Florencio Rodríguez al secretario de la SAyF.

16 AHA, Aprovechamientos Superficiales, caja 527, exp. 8081, f. 418: informe 495 del 21de septiembre de 1937, elaborado por el jefe de la sección de Reglamentación Joaquín Se-rrano G.

17 Algunos transacciones de este tipo aparecen en una fuente histórica (Archivo Ge-neral de Notarias de Puebla [AGN-P]); sobresalen en estos casos los nombres de Agustínde la Hidalga, José Díaz Rubín y Sebastián B. Mier, grandes propietarios de la zona.AGN-P, Notaría Izúcar de Matamoros, Libro de Registro 1882, fojas 7: terreno de labor enel campo Tezoquiapa del pueblo de Tlapanalá que vendió Tomás de la Cruz a favor deJosé Díaz Rubín; f. 10: terreno de labor, regadío, en el paraje Zapote Blanco del pueblo deTilapa que vendió Joaquín Vargas a José Díaz Rubín; f. 11: terreno de labor ubicado en elparaje Ahuehuetitla, Tilapa, que Julián Pérez, previo consentimiento de su esposa ValeriaRojas, vendió a José Díaz Rubín; f. 12: terreno de labor localizado en el pasaje La Cienega,Tlapanalá, que Juan Paulino Amarillas vendió a José Díaz Rubín; Libro de Registro 1983,f. 20: terreno de labor en el paraje Tezoquiapa, Tlapanalá, que vendió Juan Anselmo Gas-par, con le consentimiento de su esposa María Josefa Mendoza, a José Díaz Rubín, repre-sentado por Manuel Huerta, f. 21: huerta de árboles frutales, ubicada en Tilapa, quevendió Joaquín Vargas a José Díaz Rubín; f. 23: un sitio con casa habitación y huerta deárboles frutales, en Tilapa, que Manuel Velis Mora vendió a José Díaz Rubín; f. 24: terre-no de riego, localizado en el paraje Cantlalca, Tilapa, que José Díaz Rubín vendió a Teo-doro Zamora.

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agua, y supervisaba la reparación o edificación de construcciones parael mismo fin. El principal del agua en una sociedad que dependía del lí-quido para la producción agrícola tenía gran reconocimiento y poder.Sus actividades se enmarcaban dentro de diversos rituales en los que in-distintamente las imágenes de los santos patrones se trasladaban a loscanales de agua para su bendición; se erigían cruces (3 de mayo) en lasdistintas acequias que conducían el líquido a huertas y campos para ale-jar problemas y eludir malas temporadas en que escaseaba el agua; o sellamaba a los vecinos a participar en actividades colectivas de limpieza.

Los principales detentaban el poder local. Controlaron directamentelos recursos colectivos; entre los que se encontraron los cerros para ex-plotar minerales y el agua. De tal forma que la compra de la tierra o laexplotación que inversionistas de afuera quisieran hacer de tales recur-sos necesitaban de la aprobación de estos personajes.19

Ante los innumerables conflictos que los empleados de gobierno fe-deral encontraron en el área, plantearon diversos mecanismos para tra-tar de regular el acceso al agua. Desde su perspectiva, la gran cantidadde problemas se debía a la inexistencia de una “reglamentación” de losusos de agua, que sirviera de instrumento para determinar volúmenesdefinitivos del agua y generar una normatividad que tendrían que se-guir los diferentes usuarios.20 Para desarrollar estos propósitos, los em-pleados federales propusieron la creación de “Juntas de Agua” que fun-cionarían tanto en los barrios occidentales como en los orientales (ytambién en toda la cuenca del río Nexapa). La formación de estas juntasestuvo inspirada en un borrador de reglamentación que fue elaboradopor técnicos del gobierno. El reglamento contemplaría, entre otras co-sas, que dicho organismo fuera integrado por vecinos de los mismos ba-rrios; quienes actuarían como agentes federales, ocuparían cargos hono-

No obstante, estos sitios si bien perdieron buena cantidad de sus pose-siones, pudieron asegurar que sus derechos ancestrales de agua se con-servaran, argumentando disposiciones que había emitido la Coronaespañola. Con esta lógica, quienes perdieron su tierra conservaron susderechos al agua, que pudieron vender o rentar en los marcos locales,bajo la regulación o sanción de una organización local. Para lograr queeste sistema de propiedad se conservara casi intacto, los barrios sevalieron de la actividad de sus representantes. Ellos fungieron comoefectivos intermediarios que constantemente se trasladaron a la ciudadde México para exponer los problemas que tenían los barrios para con-servar sus derechos de agua, como lo demuestran diversas gestiones quehicieron ante el gobierno de Díaz.18 Los representantes actuaron comoapoderados legales que sirvieron a los intereses colectivos y estuvieronsubordinados a las autoridades locales de los barrios.

Las autoridades de estos lugares estuvieron asociadas a los sistemasde cargos. En esta jerarquía, existió un puesto asociado a los asuntos delagua. Un “principal” se encargaba de cuidar y regular el acceso al agua.Además, dirigía las actividades para la limpieza de canales y presas de

AGN-P, Notaría Izúcar de Matamoros, Libro de Registro de Documentos 1897, f. 70:“Los señores José Bello y Sebastián B. De Mier celebraron el contrato de venta en pactode retroventa, vendiendo el primero a favor del segundo cuatro terrenos, sitios en Mat-zaco”; Libro de Registro de Documentos, f. 23: dos terrenos ubicados en el paraje Coyuladel pueblo de Puctla, que vendió Trinidad Piedra a Sebastián B. Mier, representado porAntonio Posada.

AGN-P, Notaría Izúcar de Matamoros, Registro de Contratos, f. 52: compra-venta deun terreno, ubicado en el barrio de La Magdalena, entre Sebastián B. Mier (comprador),representado por Antonio Posada, y Antonio Armijo (vendedor).

18 Por ejemplo, en 1899, Calixto Dalvis, vecino y representante del barrio de SantiagoMihuacán, visitó al secretario del Estado y ministro de Fomento, Colonización e Indus-tria, Joaquín Mier y Terán, para plantearle que a sus representados la hacienda de Rabosoles robaba agua de sus concesiones originales. Dalvis informó que ya había estado presopor defender esta causa. Mier y Terán se interesó por este caso. En 1903, los derechos deagua de dicho barrio fueron confirmados por el presidente Porfirio Díaz. AHA, Aprove-chamientos Superficiales, caja 528, exp. 8082, ff. 240-268: certificación de copia de títulode confirmación de derechos al uso de aguas para el riego del río Matamoros en este esta-do de Puebla, registrado a favor de los vecinos del barrio de Santiago Mihuacán (copiaseptiembre 1930, avalada por el jefe de la IX División de la SAyF).

19 Encontré un caso en el que un inversionista se comprometió a dar un pago a unapoderado si lograba convencer a los principales de los pueblos (o barrios) de la zona ex-plotar yacimientos de minerales. AGN-P, Notaría Izúcar de Matamoros, Libro de Registro1901, 29: promesa de remuneración de servicios otorgada por Juan Carlos Peripoint yPorcell a Antonio Peña Martínez, 23 de diciembre de 1901.

20 AHA, Aprovechamientos Superficiales, caja, 527, exp. 8081, ff. 61-62: informe sobrela inspección practicada a la caja del canal de la hacienda de Raboso y los barrios orien-tales, del 23 de marzo de 1933.

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agua, y supervisaba la reparación o edificación de construcciones parael mismo fin. El principal del agua en una sociedad que dependía del lí-quido para la producción agrícola tenía gran reconocimiento y poder.Sus actividades se enmarcaban dentro de diversos rituales en los que in-distintamente las imágenes de los santos patrones se trasladaban a loscanales de agua para su bendición; se erigían cruces (3 de mayo) en lasdistintas acequias que conducían el líquido a huertas y campos para ale-jar problemas y eludir malas temporadas en que escaseaba el agua; o sellamaba a los vecinos a participar en actividades colectivas de limpieza.

Los principales detentaban el poder local. Controlaron directamentelos recursos colectivos; entre los que se encontraron los cerros para ex-plotar minerales y el agua. De tal forma que la compra de la tierra o laexplotación que inversionistas de afuera quisieran hacer de tales recur-sos necesitaban de la aprobación de estos personajes.19

Ante los innumerables conflictos que los empleados de gobierno fe-deral encontraron en el área, plantearon diversos mecanismos para tra-tar de regular el acceso al agua. Desde su perspectiva, la gran cantidadde problemas se debía a la inexistencia de una “reglamentación” de losusos de agua, que sirviera de instrumento para determinar volúmenesdefinitivos del agua y generar una normatividad que tendrían que se-guir los diferentes usuarios.20 Para desarrollar estos propósitos, los em-pleados federales propusieron la creación de “Juntas de Agua” que fun-cionarían tanto en los barrios occidentales como en los orientales (ytambién en toda la cuenca del río Nexapa). La formación de estas juntasestuvo inspirada en un borrador de reglamentación que fue elaboradopor técnicos del gobierno. El reglamento contemplaría, entre otras co-sas, que dicho organismo fuera integrado por vecinos de los mismos ba-rrios; quienes actuarían como agentes federales, ocuparían cargos hono-

No obstante, estos sitios si bien perdieron buena cantidad de sus pose-siones, pudieron asegurar que sus derechos ancestrales de agua se con-servaran, argumentando disposiciones que había emitido la Coronaespañola. Con esta lógica, quienes perdieron su tierra conservaron susderechos al agua, que pudieron vender o rentar en los marcos locales,bajo la regulación o sanción de una organización local. Para lograr queeste sistema de propiedad se conservara casi intacto, los barrios sevalieron de la actividad de sus representantes. Ellos fungieron comoefectivos intermediarios que constantemente se trasladaron a la ciudadde México para exponer los problemas que tenían los barrios para con-servar sus derechos de agua, como lo demuestran diversas gestiones quehicieron ante el gobierno de Díaz.18 Los representantes actuaron comoapoderados legales que sirvieron a los intereses colectivos y estuvieronsubordinados a las autoridades locales de los barrios.

Las autoridades de estos lugares estuvieron asociadas a los sistemasde cargos. En esta jerarquía, existió un puesto asociado a los asuntos delagua. Un “principal” se encargaba de cuidar y regular el acceso al agua.Además, dirigía las actividades para la limpieza de canales y presas de

AGN-P, Notaría Izúcar de Matamoros, Libro de Registro de Documentos 1897, f. 70:“Los señores José Bello y Sebastián B. De Mier celebraron el contrato de venta en pactode retroventa, vendiendo el primero a favor del segundo cuatro terrenos, sitios en Mat-zaco”; Libro de Registro de Documentos, f. 23: dos terrenos ubicados en el paraje Coyuladel pueblo de Puctla, que vendió Trinidad Piedra a Sebastián B. Mier, representado porAntonio Posada.

AGN-P, Notaría Izúcar de Matamoros, Registro de Contratos, f. 52: compra-venta deun terreno, ubicado en el barrio de La Magdalena, entre Sebastián B. Mier (comprador),representado por Antonio Posada, y Antonio Armijo (vendedor).

18 Por ejemplo, en 1899, Calixto Dalvis, vecino y representante del barrio de SantiagoMihuacán, visitó al secretario del Estado y ministro de Fomento, Colonización e Indus-tria, Joaquín Mier y Terán, para plantearle que a sus representados la hacienda de Rabosoles robaba agua de sus concesiones originales. Dalvis informó que ya había estado presopor defender esta causa. Mier y Terán se interesó por este caso. En 1903, los derechos deagua de dicho barrio fueron confirmados por el presidente Porfirio Díaz. AHA, Aprove-chamientos Superficiales, caja 528, exp. 8082, ff. 240-268: certificación de copia de títulode confirmación de derechos al uso de aguas para el riego del río Matamoros en este esta-do de Puebla, registrado a favor de los vecinos del barrio de Santiago Mihuacán (copiaseptiembre 1930, avalada por el jefe de la IX División de la SAyF).

19 Encontré un caso en el que un inversionista se comprometió a dar un pago a unapoderado si lograba convencer a los principales de los pueblos (o barrios) de la zona ex-plotar yacimientos de minerales. AGN-P, Notaría Izúcar de Matamoros, Libro de Registro1901, 29: promesa de remuneración de servicios otorgada por Juan Carlos Peripoint yPorcell a Antonio Peña Martínez, 23 de diciembre de 1901.

20 AHA, Aprovechamientos Superficiales, caja, 527, exp. 8081, ff. 61-62: informe sobrela inspección practicada a la caja del canal de la hacienda de Raboso y los barrios orien-tales, del 23 de marzo de 1933.

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no en tener una injerencia más directa en el manejo del agua, los veci-nos que accedieron a formar parte de la junta contemplaron la oportuni-dad de controlar un recurso que era manejado por otros grupos localescon mayor poderío político y ligado a la organización tradicional de losbarrios. Por principio de cuentas, comenzaron a cobrar cuotas por losusos del agua. Plantearon su recolección para canalizarla a la SAyF. Lue-go, colocaron en lugares públicos de los barrios disposiciones sobre lasformas en que se distribuirían las aguas por tandeo a través de un calen-dario determinados por ellos.23 Pronto sus acciones fueron rechazadas.La mayoría de los concesionarios se negó a pagarles las cuotas y a obe-decer sus disposiciones.24 Ante la incapacidad para actuar, los integran-tes de la junta de aguas se dirigieron a la SAyF para explicar el compor-tamiento de sus vecinos, manifestando que “[éstos] no la reconocen [ala junta de aguas] que aunque los metan a la cárcel, [y dicen que] el aguano la han de entregar y que hoy se va[n] a regir de mayordomos y prin-cipales según [e]l estilo anterior”. Los miembros de tal organismo plan-tearon además que sus contrincantes declararon que no respetarían “nia la federación”, y que atentarían contra sus vidas en caso de que se em-peñaran en continuar con sus actividades.25

Aunque la junta consideraba tener el apoyo del gobierno federalpara realizar las labores concernientes a la administración del agua, dis-tribuyéndola por tandeo de acuerdo a sus decisiones, los vecinos fueronparticularmente reticentes a acatar estos mandatos. Sobre tales negati-vas, el presidente de dicho organismo escribió a la SAyF:

ríficos, y los salarios de los empleados que tuvieran que contratar seríanpagados por las contribuciones de los propios usuarios de las aguas.21

Era evidente la preocupación que la SAyF tenía por las constantesdisputas que se generaban entre los diferentes concesionarios que alega-ban que sus respectivas cuotas de agua no eran respetadas, o sus volú-menes disminuían por los constante robos de sus vecinos. Para la solu-ción de tales conflictos, la agencia de gobierno planteó que la nueva re-glamentación se basaría en nuevas mediciones de agua que sustituiríana las medidas basadas en reglamentaciones previas ya obsoletas. Porotra parte, esa misma dependencia consideraba aún más serio que losconflictos entre usuarios, la venta o el alquiler de un recurso federal. Losempleados de gobierno plantearon que la legislación vigente descono-cía este tipo de prácticas, por lo cual establecieron como prioridad suanulación. Según agentes federales, la creación de una junta de aguasharía factible tal objetivo. El gobierno acertó en identificar las bases delas tensiones y la importancia que tenía un sistema de propiedad parti-cular de agua, pero erró en sus propuestas para solucionar los conflic-tos. Ni las nuevas mediciones prosperaron, ni la formación de una juntade aguas eliminó las prácticas asociadas a la renta y venta del agua quese consideraba como propiedad individual (aunque integrada paradóji-camente a una organización comunal).

Las juntas de agua trataron simultáneamente de fundarse en los dossectores de los barrios. En los barrios orientales, la propuesta del gobier-no fue rechazada. En cambio, algunos vecinos de los occidentales apo-yaron la iniciativa gubernamental. En 1935, dicha junta fue conformadapor Melitón Arellano del barrio de la Asunción como su presidente, Ja-cinto Flores de San Martín como representante de vigilancia y SilvestreHumana de San Bernardino como secretario.22 Ante el interés del gobier-

21 AHA, Aprovechamientos Superficiales, caja 528, exp. 8082, ff. 80-89: Reglamentoprovisional para la distribución de las aguas del río Nexapa y sus afluentes los ríos Ne-xac, Apol, Alseseca, Barranca de la Leona, Barranca del Carmen, Cantarranas, Manan-tiales de Axocopan, Epatlán, Ahuehueyo y Tototl, Cuenca del Balsas, estado de Puebla;sin fecha.

22 AHA, Aprovechamientos Superficiales, caja 527, exp. 8081, f. 246: oficio del 22 demayo de 1935, que enviaron vecinos del barrio de San Bernardino al secretario de la SAyF.En este documento se menciona a los integrantes de dicha junta.

23 AHA, Aprovechamientos Superficiales, caja 527, exp. 8081, f. 376: oficio del 18 demayo de 1936, que envió el presidente de la Junta de Aguas de los barrios occidentalesal Jefe del Departamento de Aguas de la SAyF; y f. 300: oficio del 18 de mayo de 1936, queenviaron los integrantes de la Junta de Agua de los barrios occidentales al Jefe de Depar-tamento de Aguas de la SAyF.

24 AHA, Aprovechamientos Superficiales, caja 527, exp. 8081, f.298: oficio del 19 demayo de 1936, que enviaron representantes y vecinos del barrio de Santa Catarina a laSAyF.

25 AHA, Aprovechamientos Superficiales, caja 527, exp. 8081, f. 331: oficio del 20 de ju-lio de 1936, que envió la Junta de Aguas de los barrios occidentales al Jefe Federal de ha-cienda y al Agente del ministerio Público.

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no en tener una injerencia más directa en el manejo del agua, los veci-nos que accedieron a formar parte de la junta contemplaron la oportuni-dad de controlar un recurso que era manejado por otros grupos localescon mayor poderío político y ligado a la organización tradicional de losbarrios. Por principio de cuentas, comenzaron a cobrar cuotas por losusos del agua. Plantearon su recolección para canalizarla a la SAyF. Lue-go, colocaron en lugares públicos de los barrios disposiciones sobre lasformas en que se distribuirían las aguas por tandeo a través de un calen-dario determinados por ellos.23 Pronto sus acciones fueron rechazadas.La mayoría de los concesionarios se negó a pagarles las cuotas y a obe-decer sus disposiciones.24 Ante la incapacidad para actuar, los integran-tes de la junta de aguas se dirigieron a la SAyF para explicar el compor-tamiento de sus vecinos, manifestando que “[éstos] no la reconocen [ala junta de aguas] que aunque los metan a la cárcel, [y dicen que] el aguano la han de entregar y que hoy se va[n] a regir de mayordomos y prin-cipales según [e]l estilo anterior”. Los miembros de tal organismo plan-tearon además que sus contrincantes declararon que no respetarían “nia la federación”, y que atentarían contra sus vidas en caso de que se em-peñaran en continuar con sus actividades.25

Aunque la junta consideraba tener el apoyo del gobierno federalpara realizar las labores concernientes a la administración del agua, dis-tribuyéndola por tandeo de acuerdo a sus decisiones, los vecinos fueronparticularmente reticentes a acatar estos mandatos. Sobre tales negati-vas, el presidente de dicho organismo escribió a la SAyF:

ríficos, y los salarios de los empleados que tuvieran que contratar seríanpagados por las contribuciones de los propios usuarios de las aguas.21

Era evidente la preocupación que la SAyF tenía por las constantesdisputas que se generaban entre los diferentes concesionarios que alega-ban que sus respectivas cuotas de agua no eran respetadas, o sus volú-menes disminuían por los constante robos de sus vecinos. Para la solu-ción de tales conflictos, la agencia de gobierno planteó que la nueva re-glamentación se basaría en nuevas mediciones de agua que sustituiríana las medidas basadas en reglamentaciones previas ya obsoletas. Porotra parte, esa misma dependencia consideraba aún más serio que losconflictos entre usuarios, la venta o el alquiler de un recurso federal. Losempleados de gobierno plantearon que la legislación vigente descono-cía este tipo de prácticas, por lo cual establecieron como prioridad suanulación. Según agentes federales, la creación de una junta de aguasharía factible tal objetivo. El gobierno acertó en identificar las bases delas tensiones y la importancia que tenía un sistema de propiedad parti-cular de agua, pero erró en sus propuestas para solucionar los conflic-tos. Ni las nuevas mediciones prosperaron, ni la formación de una juntade aguas eliminó las prácticas asociadas a la renta y venta del agua quese consideraba como propiedad individual (aunque integrada paradóji-camente a una organización comunal).

Las juntas de agua trataron simultáneamente de fundarse en los dossectores de los barrios. En los barrios orientales, la propuesta del gobier-no fue rechazada. En cambio, algunos vecinos de los occidentales apo-yaron la iniciativa gubernamental. En 1935, dicha junta fue conformadapor Melitón Arellano del barrio de la Asunción como su presidente, Ja-cinto Flores de San Martín como representante de vigilancia y SilvestreHumana de San Bernardino como secretario.22 Ante el interés del gobier-

21 AHA, Aprovechamientos Superficiales, caja 528, exp. 8082, ff. 80-89: Reglamentoprovisional para la distribución de las aguas del río Nexapa y sus afluentes los ríos Ne-xac, Apol, Alseseca, Barranca de la Leona, Barranca del Carmen, Cantarranas, Manan-tiales de Axocopan, Epatlán, Ahuehueyo y Tototl, Cuenca del Balsas, estado de Puebla;sin fecha.

22 AHA, Aprovechamientos Superficiales, caja 527, exp. 8081, f. 246: oficio del 22 demayo de 1935, que enviaron vecinos del barrio de San Bernardino al secretario de la SAyF.En este documento se menciona a los integrantes de dicha junta.

23 AHA, Aprovechamientos Superficiales, caja 527, exp. 8081, f. 376: oficio del 18 demayo de 1936, que envió el presidente de la Junta de Aguas de los barrios occidentalesal Jefe del Departamento de Aguas de la SAyF; y f. 300: oficio del 18 de mayo de 1936, queenviaron los integrantes de la Junta de Agua de los barrios occidentales al Jefe de Depar-tamento de Aguas de la SAyF.

24 AHA, Aprovechamientos Superficiales, caja 527, exp. 8081, f.298: oficio del 19 demayo de 1936, que enviaron representantes y vecinos del barrio de Santa Catarina a laSAyF.

25 AHA, Aprovechamientos Superficiales, caja 527, exp. 8081, f. 331: oficio del 20 de ju-lio de 1936, que envió la Junta de Aguas de los barrios occidentales al Jefe Federal de ha-cienda y al Agente del ministerio Público.

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dinero para la siembra de arroz y al cabo de poco tiempo esas mismastierras fueron sembradas con caña. En los barrios de Izúcar de Matamo-ros se siguió ese mismo procedimiento.

Como anoté arriba, Jenkins se auxilió de varios prestanombres paracomprar tierras en los barrios. Sin embargo, dadas las convenciones lo-cales, no podía hacer uso de las dotaciones de riego. Entonces, procedióa través de “representantes” a organizar diversas cordilleras de arroz,que luego fueron cultivadas con caña de azúcar. En el marco de las ten-siones que generó la creación de la junta de aguas, vecinos de un barriodenunciaron que los integrantes de ésta “se han comprometido a sem-brar arroz en propiedad de un gringo o sea el dueño de la hacienda deAtencingo (Jenkins), con el agua que pertenece a los barrios de esta po-blación”.27 Así, los conflictos generados por la creación de la junta deagua tuvieron de trasfondo las prácticas que comenzó a impulsar talempresario. Las cuestiones en disputas estaban referidas a lograr unmayor control en la distribución de agua que asegurara su destino parael cultivo de las cordilleras. Un caso, relacionado al convenio que habíanmantenido los integrantes de una cordillera con el propietario de unrancho cercano, expresó con elocuencia estos problemas.

Acordamos y dispusimos plantar y cultivar arroz, como arrendatarios, enel presente año, en terrenos pertenecientes al rancho Los Amatitlanes deesta jurisdicción, de la propiedad del señor Vicente Sánchez Blanco, ocu-pando cada uno para atender nuestras siembras, las aguas exclusivas quenos corresponden sin alteración de cantidad alguna y sin perjudicar conesto a ningún tercero, y sin causar también perjuicio alguno a otra personapropietarias de los predios intermedios por donde tendríamos que condu-cir las aguas, ni hacer excavaciones o acueductos, porque éstos ya existen ysólo tendríamos que hacer la limpia correspondiente para hacer llegar lasaguas a que nos referimos al campo del citado rancho Los Amatitlanes.

Como ya he señalado, Vicente Sánchez era un agricultor de la zona.Los convenios que estaba manteniendo con vecinos de los barrios perju-

La junta de aguas a mi cargo ha venido cumpliendo con equidad y verda-dera justicia, pero los quejosos son los inconformes de que se estableció lajunta de aguas por lo que han sido los caciques de tiempo anterior que quie-ren que las aguas las mande la iglesia y no se tenga como parte civil comoahora está y debido a ello (se valen) de cuantos medios estén a su arbitriopara denunciarnos.26

La mayoría de los problemas suscitados entre los residentes de losbarrios y el organismo creado por el gobierno, tuvieron relación directacon el cultivo de arroz bajo una forma de trabajo que denominaban conel término de “cordilleras”. Las cordilleras constituían el enlazamientode distintos campos con el objeto unir tierra y agua de diversos propie-tarios para cultivar ese producto. Por esos años, los sembradíos de arrozproliferaron. Paralelamente, El empresario W. O. Jenkins había ya con-centrado la mayor cantidad de tierra de riego en toda la región para in-tegrarla a la producción de azúcar. A través de intermediarios, Jenkinsadquirió también posesiones dentro de los radios de los barrios deIzúcar de Matamoros. Así, las áreas irrigables de ejidos que fueron crea-dos por esa época, las posesiones de pequeños propietarios de pueblosde la zona y muchos de los terrenos de los barrios fueron igualmente in-corporados a esas concentraciones que Jenkins hacía a través de diferen-tes medios. En otras partes de la región, Jenkins mantuvo alianzas conliderazgos encabezados por agraristas vinculados a las antiguas fuerzaszapatistas locales. Sobre la base de estas negociaciones, éste pudo llegara acuerdos con esas figuras que le ayudaron a modificar las obras hi-dráulicas e incorporar propiedades ejidales y privadas a sus sembradíosde caña. Para integrar a diversos productores locales a su complejoagroindustrial, Jenkins puso en práctica un sistema de financiamientoque otorgaba semanalmente un pago para la siembra de la caña de azú-car. En algunos lugares, este industrial dio también créditos para el cul-tivo de arroz. El arroz representaba un excelente producto para prepa-rar el cultivo de caña. De esta manera, Jenkins comenzó primero a dar

26 AHA, Aprovechamientos Superficiales, caja 527, exp. 8081, f.332: oficio del 23 dejulio de 1936, que envió el Presidente de la Junta de Aguas de los barrios occidentales alSecretario de la SAyF.

27 AHA, Aprovechamientos Superficiales, caja 527, exp. 8081, f. 246: oficio del 22 demayo de 1935, que enviaron vecinos del barrio de San Bernardino al secretario de la SAyF.

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dinero para la siembra de arroz y al cabo de poco tiempo esas mismastierras fueron sembradas con caña. En los barrios de Izúcar de Matamo-ros se siguió ese mismo procedimiento.

Como anoté arriba, Jenkins se auxilió de varios prestanombres paracomprar tierras en los barrios. Sin embargo, dadas las convenciones lo-cales, no podía hacer uso de las dotaciones de riego. Entonces, procedióa través de “representantes” a organizar diversas cordilleras de arroz,que luego fueron cultivadas con caña de azúcar. En el marco de las ten-siones que generó la creación de la junta de aguas, vecinos de un barriodenunciaron que los integrantes de ésta “se han comprometido a sem-brar arroz en propiedad de un gringo o sea el dueño de la hacienda deAtencingo (Jenkins), con el agua que pertenece a los barrios de esta po-blación”.27 Así, los conflictos generados por la creación de la junta deagua tuvieron de trasfondo las prácticas que comenzó a impulsar talempresario. Las cuestiones en disputas estaban referidas a lograr unmayor control en la distribución de agua que asegurara su destino parael cultivo de las cordilleras. Un caso, relacionado al convenio que habíanmantenido los integrantes de una cordillera con el propietario de unrancho cercano, expresó con elocuencia estos problemas.

Acordamos y dispusimos plantar y cultivar arroz, como arrendatarios, enel presente año, en terrenos pertenecientes al rancho Los Amatitlanes deesta jurisdicción, de la propiedad del señor Vicente Sánchez Blanco, ocu-pando cada uno para atender nuestras siembras, las aguas exclusivas quenos corresponden sin alteración de cantidad alguna y sin perjudicar conesto a ningún tercero, y sin causar también perjuicio alguno a otra personapropietarias de los predios intermedios por donde tendríamos que condu-cir las aguas, ni hacer excavaciones o acueductos, porque éstos ya existen ysólo tendríamos que hacer la limpia correspondiente para hacer llegar lasaguas a que nos referimos al campo del citado rancho Los Amatitlanes.

Como ya he señalado, Vicente Sánchez era un agricultor de la zona.Los convenios que estaba manteniendo con vecinos de los barrios perju-

La junta de aguas a mi cargo ha venido cumpliendo con equidad y verda-dera justicia, pero los quejosos son los inconformes de que se estableció lajunta de aguas por lo que han sido los caciques de tiempo anterior que quie-ren que las aguas las mande la iglesia y no se tenga como parte civil comoahora está y debido a ello (se valen) de cuantos medios estén a su arbitriopara denunciarnos.26

La mayoría de los problemas suscitados entre los residentes de losbarrios y el organismo creado por el gobierno, tuvieron relación directacon el cultivo de arroz bajo una forma de trabajo que denominaban conel término de “cordilleras”. Las cordilleras constituían el enlazamientode distintos campos con el objeto unir tierra y agua de diversos propie-tarios para cultivar ese producto. Por esos años, los sembradíos de arrozproliferaron. Paralelamente, El empresario W. O. Jenkins había ya con-centrado la mayor cantidad de tierra de riego en toda la región para in-tegrarla a la producción de azúcar. A través de intermediarios, Jenkinsadquirió también posesiones dentro de los radios de los barrios deIzúcar de Matamoros. Así, las áreas irrigables de ejidos que fueron crea-dos por esa época, las posesiones de pequeños propietarios de pueblosde la zona y muchos de los terrenos de los barrios fueron igualmente in-corporados a esas concentraciones que Jenkins hacía a través de diferen-tes medios. En otras partes de la región, Jenkins mantuvo alianzas conliderazgos encabezados por agraristas vinculados a las antiguas fuerzaszapatistas locales. Sobre la base de estas negociaciones, éste pudo llegara acuerdos con esas figuras que le ayudaron a modificar las obras hi-dráulicas e incorporar propiedades ejidales y privadas a sus sembradíosde caña. Para integrar a diversos productores locales a su complejoagroindustrial, Jenkins puso en práctica un sistema de financiamientoque otorgaba semanalmente un pago para la siembra de la caña de azú-car. En algunos lugares, este industrial dio también créditos para el cul-tivo de arroz. El arroz representaba un excelente producto para prepa-rar el cultivo de caña. De esta manera, Jenkins comenzó primero a dar

26 AHA, Aprovechamientos Superficiales, caja 527, exp. 8081, f.332: oficio del 23 dejulio de 1936, que envió el Presidente de la Junta de Aguas de los barrios occidentales alSecretario de la SAyF.

27 AHA, Aprovechamientos Superficiales, caja 527, exp. 8081, f. 246: oficio del 22 demayo de 1935, que enviaron vecinos del barrio de San Bernardino al secretario de la SAyF.

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dicaban fuertemente los planes de Jenkins de lograr el mayor control delas tierras de riego para la fabricación de azúcar. Los integrantes de lajunta estaban tratando de asegurar en ese momento el suministro deagua a las cordilleras de arroz que financiaba Jenkins. El caso revela laimportancia que estaban adquiriendo los cultivos para los fines del em-presario. Finalmente, Jenkins logró controlar la mayoría de las cordille-ras de agua y tierra. En cambio, la suerte de Sánchez fue negra. Segúnhistorias locales, él fue atacado junto con su esposa por pistoleros deJenkins. Sánchez resultó herido y su esposa murió. Luego de eso, éstevendió su rancho y abandonó la zona.

Para 1938, Jenkins tenía el control exclusivo de la tierra de riego enlos barrios de Izúcar de Matamoros. A través de varios agricultores dela zona, que fungieron como sus representantes o apoderados, Jenkinslogró la concentración de ese tipo de propiedades. Cada uno de estosagricultores establecía contratos con los propietarios de tierra y agua delos barrios. Entonces, la gente al servicio del industrial incorporaba esosrecursos al cultivo de arroz y caña de azúcar. De acuerdo a un reporteelaborado por un empleado del gobierno, los contratos determinaronque los vecinos de los barrios recibirían dinero para la compra de semi-llas, abonos y dinero para la su manutención y la de sus familias.28 Poresas mismas fechas, el gobierno había reconocido su pleno fracaso pararegular los usos del agua y daba por sentado la existencia de un sistemade distribución del líquido basado en el trabajo en cordilleras, donde losriegos de distintos concesionarios se utilizaban frecuentemente en terre-nos diferentes a los de su propiedad. Según el informe de ese mismoempleado, las personas que trasladaban sus aguas a otras parcelas o so-lares no habían quedado totalmente desposeídos de sus propiedades,por las ventas altas que se habían generado de las tierras de los barrios.No obstante, sus extensiones eran pequeñas y pobres por lo cual prefe-rían conducir su agua a otros sitios en los que encontrarían fertilizantesy maquinaria para facilitar el trabajo, además de un crédito para subsis-tir, que les sería descontado en el pago final obtenido por la cosecha. Por

otra parte, no del todo los terrenos propiedad de los vecinos eran com-pletamente abandonados. Dado que el tandeo individual del agua erallevado a los terrenos ajenos, durante un año los vecinos de los barriossembraban en sus propias áreas cultivos de temporal, principalmentemaíz, y al siguiente año formaban pequeñas cordilleras de arroz o sem-braban caña de azúcar. Es decir, periódicamente los habitantes de estoslugares se alternaban cultivando un grupo sus propias tierras y otro enlas que no eran de su propiedad. La alternancia era propicia sobre todopara la caña, pues, como indiqué antes, la previa siembra de arroz bene-ficiaba el terreno para su siembra. La organización de estos diferentesgrupos de cultivadores de arroz y caña en terrenos ajenos y propios re-cayó en una estructura de representantes que conectaba la vida social delos barrios con ámbitos externos. Cada grupo de vecinos, asociado paracultivar estos artículos, nombraba un representante, quien los vincu-laría directamente con unas personas que a su vez representaban los in-tereses de Jenkins.

La labor de tales representantes fue crucial para asegurar los planesdel industrial de concentrar los recursos disponibles para la fabricaciónde azúcar; así como para desmantelar una forma de organización políti-ca basada en estructuras y figuras locales. Los representantes adquirie-ron amplio poder, a tal grado que para finales de la década de 1940,cuando Jenkins se retiró de la zona y cedió la administración de su inge-nio azucarero a un socio, cada uno de ellos se disputaron el estableci-miento de convenios con las cordilleras de distintos barrios. La mayoríade estas personas devinieron en componentes de la elite local que hastala fecha mantienen posiciones económicas y políticas muy fuertes en laregión.

Entre estos representantes, destacó el papel jugado por FacundoSánchez. Fue un agricultor de la zona, que nació en el pueblo de Ahue-huetzingo. Sánchez y sus hermanos fueron desde muy jóvenes emplea-dos de Jenkins. Facundo empezó como simple peón, y terminó, comosuelen decir residentes de los barrios, siendo en Izúcar de Matamoros“el mero apoderado de don Guillermo (Jenkins)”. Facundo llegó a estesitio proveniente de su pueblo con un objetivo expreso de acaparar elmayor número de tierras y organizar a los vecinos de los barrios para laproducción de arroz y azúcar. Su hábil trabajo pronto acarreó buenos re-

28 AHA, Aprovechamientos Superficiales, caja 535, exp. 8109, ff 23-24: informe del 8 dejunio de 1949, elaborado por el Perito Hidráulico Juan I. Lizalde de la Comisión Nacionalde Irrigación.

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dicaban fuertemente los planes de Jenkins de lograr el mayor control delas tierras de riego para la fabricación de azúcar. Los integrantes de lajunta estaban tratando de asegurar en ese momento el suministro deagua a las cordilleras de arroz que financiaba Jenkins. El caso revela laimportancia que estaban adquiriendo los cultivos para los fines del em-presario. Finalmente, Jenkins logró controlar la mayoría de las cordille-ras de agua y tierra. En cambio, la suerte de Sánchez fue negra. Segúnhistorias locales, él fue atacado junto con su esposa por pistoleros deJenkins. Sánchez resultó herido y su esposa murió. Luego de eso, éstevendió su rancho y abandonó la zona.

Para 1938, Jenkins tenía el control exclusivo de la tierra de riego enlos barrios de Izúcar de Matamoros. A través de varios agricultores dela zona, que fungieron como sus representantes o apoderados, Jenkinslogró la concentración de ese tipo de propiedades. Cada uno de estosagricultores establecía contratos con los propietarios de tierra y agua delos barrios. Entonces, la gente al servicio del industrial incorporaba esosrecursos al cultivo de arroz y caña de azúcar. De acuerdo a un reporteelaborado por un empleado del gobierno, los contratos determinaronque los vecinos de los barrios recibirían dinero para la compra de semi-llas, abonos y dinero para la su manutención y la de sus familias.28 Poresas mismas fechas, el gobierno había reconocido su pleno fracaso pararegular los usos del agua y daba por sentado la existencia de un sistemade distribución del líquido basado en el trabajo en cordilleras, donde losriegos de distintos concesionarios se utilizaban frecuentemente en terre-nos diferentes a los de su propiedad. Según el informe de ese mismoempleado, las personas que trasladaban sus aguas a otras parcelas o so-lares no habían quedado totalmente desposeídos de sus propiedades,por las ventas altas que se habían generado de las tierras de los barrios.No obstante, sus extensiones eran pequeñas y pobres por lo cual prefe-rían conducir su agua a otros sitios en los que encontrarían fertilizantesy maquinaria para facilitar el trabajo, además de un crédito para subsis-tir, que les sería descontado en el pago final obtenido por la cosecha. Por

otra parte, no del todo los terrenos propiedad de los vecinos eran com-pletamente abandonados. Dado que el tandeo individual del agua erallevado a los terrenos ajenos, durante un año los vecinos de los barriossembraban en sus propias áreas cultivos de temporal, principalmentemaíz, y al siguiente año formaban pequeñas cordilleras de arroz o sem-braban caña de azúcar. Es decir, periódicamente los habitantes de estoslugares se alternaban cultivando un grupo sus propias tierras y otro enlas que no eran de su propiedad. La alternancia era propicia sobre todopara la caña, pues, como indiqué antes, la previa siembra de arroz bene-ficiaba el terreno para su siembra. La organización de estos diferentesgrupos de cultivadores de arroz y caña en terrenos ajenos y propios re-cayó en una estructura de representantes que conectaba la vida social delos barrios con ámbitos externos. Cada grupo de vecinos, asociado paracultivar estos artículos, nombraba un representante, quien los vincu-laría directamente con unas personas que a su vez representaban los in-tereses de Jenkins.

La labor de tales representantes fue crucial para asegurar los planesdel industrial de concentrar los recursos disponibles para la fabricaciónde azúcar; así como para desmantelar una forma de organización políti-ca basada en estructuras y figuras locales. Los representantes adquirie-ron amplio poder, a tal grado que para finales de la década de 1940,cuando Jenkins se retiró de la zona y cedió la administración de su inge-nio azucarero a un socio, cada uno de ellos se disputaron el estableci-miento de convenios con las cordilleras de distintos barrios. La mayoríade estas personas devinieron en componentes de la elite local que hastala fecha mantienen posiciones económicas y políticas muy fuertes en laregión.

Entre estos representantes, destacó el papel jugado por FacundoSánchez. Fue un agricultor de la zona, que nació en el pueblo de Ahue-huetzingo. Sánchez y sus hermanos fueron desde muy jóvenes emplea-dos de Jenkins. Facundo empezó como simple peón, y terminó, comosuelen decir residentes de los barrios, siendo en Izúcar de Matamoros“el mero apoderado de don Guillermo (Jenkins)”. Facundo llegó a estesitio proveniente de su pueblo con un objetivo expreso de acaparar elmayor número de tierras y organizar a los vecinos de los barrios para laproducción de arroz y azúcar. Su hábil trabajo pronto acarreó buenos re-

28 AHA, Aprovechamientos Superficiales, caja 535, exp. 8109, ff 23-24: informe del 8 dejunio de 1949, elaborado por el Perito Hidráulico Juan I. Lizalde de la Comisión Nacionalde Irrigación.

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Sánchez logró controlar directa e indirectamente la producción decaña de azúcar en gran parte de las tierras irrigadas de los barrios. Apo-yó su trabajo en mayordomos, capitanes de cuadrilla y supervisores quese distribuyeron en los diferentes campos de cultivo. Con este grupo deempleados, Facundo logró que la coordinación con los representantesde las cordilleras de los distintos barrios fuera más efectiva y que elagua federal llegara a los cultivos que administraba. Los colaboradoresde Facundo Sánchez devendrían con el paso del tiempo en una catego-ría local, que se autodenominaría como “los pequeños productores”. Afinales de la década de 1940, emergió un importante movimiento políti-co en la zona encabezado por los miembros de un ejido colectivo crea-do en la época de Cárdenas. Dichos ejidatarios desearon deshacer eserégimen en el que se administraba la tierra y una cooperativa que coor-dinaba la producción de caña de azúcar que garantizaba la provisión demateria prima al ingenio propiedad de Jenkins.29 Los ejidatarios quisie-ron desbaratar la subordinación que mantenían con Jenkins y empren-dieron una serie de movilizaciones para lograrlo. Ante esa situación, losantiguos empleados de Jenkins que laboraban en los barrios bajo elmando de Facundo Sánchez trataron de expropiar también los terrenosdel empresario. La gente de la zona dice que ante esa presión Facundo

sultados. Sánchez atrajo la simpatía de numerosos representantes de losbarrios occidentales y orientales. Sobre este personaje, Margarito López,un antiguo trabajador a su servicio, relata.

(Facundo) era un cabecilla que tenía propiedades de Jenkins, por lo cualaparecía como prestanombres de éste. Tenía también sus mayordomos, ca-pitanes, gente que le servía. Los barrios tenían huertas sembradas con todo:aguacate, mamey, limones [...] Ahí empezaron Facundo y su gente a com-prar terrenos. Empezaban primero con una propiedad. Jenkins parecía bue-na persona. Les decía, ¿cuánto quieres por tu tierra? Quiero mil, por dar unejemplo, le respondían. Te doy 1 500, ofrecía Jenkins. Entonces aparecíacomo buena persona, ¡pero qué provecho sacaba después a esa tierra quecompraba! Quienes no querían vender eran encargados a don Facundo. Asíempezó a trabajar Jenkins en todos los 14 barrios. Todos los terrenos los ad-ministraba Facundo Sánchez.

Para Jenkins, fue crucial mantener buenas relaciones con autorida-des y representantes de barrios y pueblos de la zona. Una persona comoFacundo Sánchez le proporcionó un excelente apoyo. A menudo, gentede estos sitios se dirigía al industrial norteamericano para pedirle apoyopara la realización de una festividad o el remozamiento de un edificiopúblico o religioso. Cuando sucedía esto, cuentan varios vecinos de lazona, generalmente Jenkins los apoyaba. “Vayan con Facundo” –solíadecirles–. Sánchez tenía una oficina ubicada en el centro de Izúcar deMatamoros. Ahí cada ocho días numerosos residentes de pueblos y ba-rrios acudían a obtener los recursos que Jenkins otorgaba por su con-ducto. A las afueras de esa oficina también hacía largas filas la gente delos barrios que participaba en las cordilleras que Sánchez coordinaba,así como trabajadores que laboraban en los campos de Jenkins en lazona. Sobre este punto, Margarito López recuerda que “desde muy tem-prano comenzaba a pagarles a todos”. Además recibía siempre comiti-vas de barrios y pueblos de la zona para darles los apoyos prometidospor Jenkins. Entonces, cuenta el mismo Margarito, Facundo les entrega-ba el dinero a esas personas diciéndoles burlonamente que únicamentelo querían para emborracharse durante la celebración de sus fiestas tra-dicionales.

29 En 1938, ante la fuerte presión de pueblos de la región el presidente Lázaro Cárde-nas expropió las tierras de Jenkins para formar un ejido colectivo. Los aparentes benefi-ciarios de esta decisión fueron los antiguos trabajadores del empresario norteamericano.En el decreto expropiatorio, se determinó que los nuevos ejidatarios continuaran produ-ciendo caña y destinándola al ingenio de Jenkins. El nacimiento de este ejido colectivofrente a los reclamos de las tierras en propiedad del norteamericano de diversas comuni-dades rurales de la región es uno de los hechos históricos más importantes de la zona.Para mayor profundidad en el conocimiento del ejido colectivo y la lucha de los campe-sinos contra la forma de administración decretada por el gobierno, luego de la resolucióncardenista, véase a Ronfeldt, especialmente el capítulo III (1975: pp. 46-81). También con-súltense los trabajos de Pansterns (1992) y Valencia (1996). El primer autor observa laexistencia de un poder regional, fundado por relaciones institucionales y personales en-tre las elites dominantes y el Estado central (Pansters 1992: 2-3). Así, estudia con algunaatención los vínculos políticos entre Maximino Ávila Camacho y Jenkins (Pansters 1992:91-94). El segundo, identifica intereses comunes, políticos y económicos, entre Maximinoy Jenkins (Valencia 1996: 39).

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Sánchez logró controlar directa e indirectamente la producción decaña de azúcar en gran parte de las tierras irrigadas de los barrios. Apo-yó su trabajo en mayordomos, capitanes de cuadrilla y supervisores quese distribuyeron en los diferentes campos de cultivo. Con este grupo deempleados, Facundo logró que la coordinación con los representantesde las cordilleras de los distintos barrios fuera más efectiva y que elagua federal llegara a los cultivos que administraba. Los colaboradoresde Facundo Sánchez devendrían con el paso del tiempo en una catego-ría local, que se autodenominaría como “los pequeños productores”. Afinales de la década de 1940, emergió un importante movimiento políti-co en la zona encabezado por los miembros de un ejido colectivo crea-do en la época de Cárdenas. Dichos ejidatarios desearon deshacer eserégimen en el que se administraba la tierra y una cooperativa que coor-dinaba la producción de caña de azúcar que garantizaba la provisión demateria prima al ingenio propiedad de Jenkins.29 Los ejidatarios quisie-ron desbaratar la subordinación que mantenían con Jenkins y empren-dieron una serie de movilizaciones para lograrlo. Ante esa situación, losantiguos empleados de Jenkins que laboraban en los barrios bajo elmando de Facundo Sánchez trataron de expropiar también los terrenosdel empresario. La gente de la zona dice que ante esa presión Facundo

sultados. Sánchez atrajo la simpatía de numerosos representantes de losbarrios occidentales y orientales. Sobre este personaje, Margarito López,un antiguo trabajador a su servicio, relata.

(Facundo) era un cabecilla que tenía propiedades de Jenkins, por lo cualaparecía como prestanombres de éste. Tenía también sus mayordomos, ca-pitanes, gente que le servía. Los barrios tenían huertas sembradas con todo:aguacate, mamey, limones [...] Ahí empezaron Facundo y su gente a com-prar terrenos. Empezaban primero con una propiedad. Jenkins parecía bue-na persona. Les decía, ¿cuánto quieres por tu tierra? Quiero mil, por dar unejemplo, le respondían. Te doy 1 500, ofrecía Jenkins. Entonces aparecíacomo buena persona, ¡pero qué provecho sacaba después a esa tierra quecompraba! Quienes no querían vender eran encargados a don Facundo. Asíempezó a trabajar Jenkins en todos los 14 barrios. Todos los terrenos los ad-ministraba Facundo Sánchez.

Para Jenkins, fue crucial mantener buenas relaciones con autorida-des y representantes de barrios y pueblos de la zona. Una persona comoFacundo Sánchez le proporcionó un excelente apoyo. A menudo, gentede estos sitios se dirigía al industrial norteamericano para pedirle apoyopara la realización de una festividad o el remozamiento de un edificiopúblico o religioso. Cuando sucedía esto, cuentan varios vecinos de lazona, generalmente Jenkins los apoyaba. “Vayan con Facundo” –solíadecirles–. Sánchez tenía una oficina ubicada en el centro de Izúcar deMatamoros. Ahí cada ocho días numerosos residentes de pueblos y ba-rrios acudían a obtener los recursos que Jenkins otorgaba por su con-ducto. A las afueras de esa oficina también hacía largas filas la gente delos barrios que participaba en las cordilleras que Sánchez coordinaba,así como trabajadores que laboraban en los campos de Jenkins en lazona. Sobre este punto, Margarito López recuerda que “desde muy tem-prano comenzaba a pagarles a todos”. Además recibía siempre comiti-vas de barrios y pueblos de la zona para darles los apoyos prometidospor Jenkins. Entonces, cuenta el mismo Margarito, Facundo les entrega-ba el dinero a esas personas diciéndoles burlonamente que únicamentelo querían para emborracharse durante la celebración de sus fiestas tra-dicionales.

29 En 1938, ante la fuerte presión de pueblos de la región el presidente Lázaro Cárde-nas expropió las tierras de Jenkins para formar un ejido colectivo. Los aparentes benefi-ciarios de esta decisión fueron los antiguos trabajadores del empresario norteamericano.En el decreto expropiatorio, se determinó que los nuevos ejidatarios continuaran produ-ciendo caña y destinándola al ingenio de Jenkins. El nacimiento de este ejido colectivofrente a los reclamos de las tierras en propiedad del norteamericano de diversas comuni-dades rurales de la región es uno de los hechos históricos más importantes de la zona.Para mayor profundidad en el conocimiento del ejido colectivo y la lucha de los campe-sinos contra la forma de administración decretada por el gobierno, luego de la resolucióncardenista, véase a Ronfeldt, especialmente el capítulo III (1975: pp. 46-81). También con-súltense los trabajos de Pansterns (1992) y Valencia (1996). El primer autor observa laexistencia de un poder regional, fundado por relaciones institucionales y personales en-tre las elites dominantes y el Estado central (Pansters 1992: 2-3). Así, estudia con algunaatención los vínculos políticos entre Maximino Ávila Camacho y Jenkins (Pansters 1992:91-94). El segundo, identifica intereses comunes, políticos y económicos, entre Maximinoy Jenkins (Valencia 1996: 39).

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Las cordilleras permitieron la incorporación de tierra de riego al com-plejo agroindustrial que Jenkins venía creando en la zona, al mismotiempo articuló una red de apoderados en cada barrio que favorecieronlos proyectos del industrial. Ante el fracaso del gobierno por regular eluso de agua, por ejemplo a través de la creación de una junta de aguas,la gente de Jenkins aprovechó las contradicciones y oposiciones que segeneraron para mostrarse “respetuoso” a los usos y costumbres locales,pero integrándolas a un proyecto de modernización agrícola. Así, lo queno lograron hacer los grandes propietarios extranjeros del porfiriato,modificar una forma de organización colonial, la política y los hombresde Jenkins lo hicieron, incorporando agua y tierra a la producción de unmonocultivo para la fabricación de azúcar. A partir de estos cambios, losbarrios quedaron integrados dentro de otro paisaje, delineado por unageografía construida por la producción de azúcar.

AGUA, AZÚCAR Y MODERNIDAD

Para finales del siglo XIX, una elite de hacendados extranjeros, la mayo-ría españoles y casi todos con residencia en la ciudad de Puebla, domi-naron económicamente la región. Dichos propietarios pertenecieron auna ola de inmigrantes europeos que en ese tiempo empezaron a inver-tir en el comercio, la industria y la agricultura (Thomson 1989: 73). Tu-vieron fuertes conexiones con el Estado central porfirista, lo cual fue im-portante para la expansión y protección de sus inversiones en el área.Contrario a su poderío económico, su control sobre la organización re-gional del poder fue escaso o prácticamente nulo. En este mismo con-texto, comerciantes, profesionistas y agricultores conformaron una elitelocal. Dicho grupo jugó un papel decisivo en la creación de un mercadode tierras comunales. Esta elite mantuvo con los grandes propietariosextranjeros relaciones básicamente de carácter comercial. Como describíantes, miembros del primer grupo fungieron como compradores y ven-dedores de propiedades de los vecinos de los barrios. De tal manera, laelite extranjera utilizó sus servicios para expandir sus áreas cultivables.A diferencia de los españoles, que dominaron la economía regional pero

aconsejó a Jenkins para que las tierras fueran repartidas a esos emplea-dos; y con esa acción se continuara asegurando que producirían cañapara su fabrica, como de hecho así sucedió.

El éxito de la labor de gente como Facundo Sánchez partió del reco-nocimiento a las formas en que localmente era usada el agua. El gobier-no terminó respetando también esas convenciones y aceptó las pocasposibilidades que tenía para modificar las formas de organización yprácticas en que se empleaba el líquido. Incluso, los empleados federa-les señalaron que existía prácticamente un ethos local que condicionabasu uso. En un informe elaborado por un empleado federal se asienta losiguiente:

Aun cuando el procedimiento no se ajuste a los ordenamientos en vigor,dada la idiosincrasia de los habitantes de la región, las viejas costumbres es-tablecidas, y los perjuicios y problemas que se originarían en la zona, consi-dero que la única solución es que la secretaría (la SAyF), autorice a los usua-rios de los barrios para que trabajen con aguas de sus tandeos, sin afectarlas de otras personas, en los terrenos propios o ajenos, cedidos gratuitamen-te, donde las cosechas sean más productivas y mejore su situación económi-ca. Esta situación sería sin que los usuarios de los barrios perdieran sus de-rechos, ni los adquirieran los propietarios de los terrenos donde siembren,quienes por otra parte, aun suponiendo que se les diera, no admitirían nin-guna concesión definitiva porque saben el peligro personal que esto impli-caría para ellos y que les impediría trabajar sus propiedades, por lo quesiempre preferirán se les autorice para hacerlo como hasta hoy alquilandoaguas o trabajando sus tierras en sociedad (cordilleras).

En Izúcar de Matamoros cada barrio defendía sus dotaciones deagua y dentro de ellos cada vecino hacía lo mismo con sus derechos in-dividuales. La organización política local, con sus principales y mayor-domos, apoyó por mucho tiempo esta defensa. La modernización de laagricultura fue flexible a los modos en que localmente se organizaba elagua y respetó el sistema de propiedad individual del líquido. De talmodo, el trabajo que hicieron los “representantes” de Jenkins reparó enesas estructuras y favoreció la conformación de cordilleras de cultivos.

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Las cordilleras permitieron la incorporación de tierra de riego al com-plejo agroindustrial que Jenkins venía creando en la zona, al mismotiempo articuló una red de apoderados en cada barrio que favorecieronlos proyectos del industrial. Ante el fracaso del gobierno por regular eluso de agua, por ejemplo a través de la creación de una junta de aguas,la gente de Jenkins aprovechó las contradicciones y oposiciones que segeneraron para mostrarse “respetuoso” a los usos y costumbres locales,pero integrándolas a un proyecto de modernización agrícola. Así, lo queno lograron hacer los grandes propietarios extranjeros del porfiriato,modificar una forma de organización colonial, la política y los hombresde Jenkins lo hicieron, incorporando agua y tierra a la producción de unmonocultivo para la fabricación de azúcar. A partir de estos cambios, losbarrios quedaron integrados dentro de otro paisaje, delineado por unageografía construida por la producción de azúcar.

AGUA, AZÚCAR Y MODERNIDAD

Para finales del siglo XIX, una elite de hacendados extranjeros, la mayo-ría españoles y casi todos con residencia en la ciudad de Puebla, domi-naron económicamente la región. Dichos propietarios pertenecieron auna ola de inmigrantes europeos que en ese tiempo empezaron a inver-tir en el comercio, la industria y la agricultura (Thomson 1989: 73). Tu-vieron fuertes conexiones con el Estado central porfirista, lo cual fue im-portante para la expansión y protección de sus inversiones en el área.Contrario a su poderío económico, su control sobre la organización re-gional del poder fue escaso o prácticamente nulo. En este mismo con-texto, comerciantes, profesionistas y agricultores conformaron una elitelocal. Dicho grupo jugó un papel decisivo en la creación de un mercadode tierras comunales. Esta elite mantuvo con los grandes propietariosextranjeros relaciones básicamente de carácter comercial. Como describíantes, miembros del primer grupo fungieron como compradores y ven-dedores de propiedades de los vecinos de los barrios. De tal manera, laelite extranjera utilizó sus servicios para expandir sus áreas cultivables.A diferencia de los españoles, que dominaron la economía regional pero

aconsejó a Jenkins para que las tierras fueran repartidas a esos emplea-dos; y con esa acción se continuara asegurando que producirían cañapara su fabrica, como de hecho así sucedió.

El éxito de la labor de gente como Facundo Sánchez partió del reco-nocimiento a las formas en que localmente era usada el agua. El gobier-no terminó respetando también esas convenciones y aceptó las pocasposibilidades que tenía para modificar las formas de organización yprácticas en que se empleaba el líquido. Incluso, los empleados federa-les señalaron que existía prácticamente un ethos local que condicionabasu uso. En un informe elaborado por un empleado federal se asienta losiguiente:

Aun cuando el procedimiento no se ajuste a los ordenamientos en vigor,dada la idiosincrasia de los habitantes de la región, las viejas costumbres es-tablecidas, y los perjuicios y problemas que se originarían en la zona, consi-dero que la única solución es que la secretaría (la SAyF), autorice a los usua-rios de los barrios para que trabajen con aguas de sus tandeos, sin afectarlas de otras personas, en los terrenos propios o ajenos, cedidos gratuitamen-te, donde las cosechas sean más productivas y mejore su situación económi-ca. Esta situación sería sin que los usuarios de los barrios perdieran sus de-rechos, ni los adquirieran los propietarios de los terrenos donde siembren,quienes por otra parte, aun suponiendo que se les diera, no admitirían nin-guna concesión definitiva porque saben el peligro personal que esto impli-caría para ellos y que les impediría trabajar sus propiedades, por lo quesiempre preferirán se les autorice para hacerlo como hasta hoy alquilandoaguas o trabajando sus tierras en sociedad (cordilleras).

En Izúcar de Matamoros cada barrio defendía sus dotaciones deagua y dentro de ellos cada vecino hacía lo mismo con sus derechos in-dividuales. La organización política local, con sus principales y mayor-domos, apoyó por mucho tiempo esta defensa. La modernización de laagricultura fue flexible a los modos en que localmente se organizaba elagua y respetó el sistema de propiedad individual del líquido. De talmodo, el trabajo que hicieron los “representantes” de Jenkins reparó enesas estructuras y favoreció la conformación de cordilleras de cultivos.

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sus propiedades e impulsar una infraestructura para que ellos domina-ran la producción y distribución regional de productos básicos.31

Para la gente de los barrios, cuyas posesiones fueron adquiridas porambas elites y las que retuvieron estuvieron sujetas también a la ambi-ción de estos sectores, los proyectos de progreso significaron una ame-naza para su existencia misma. Por consiguiente, vieron con recelo lasactividades de los dos grupos. Los barrios vivían sus propias contradic-ciones. Los escasos recursos eran controlados por las autoridades tradi-cionales (“principales”). Estos lugares albergaron amplias diferenciassociales que fueron tanto el reflejo de los cambios estructurales como delos procesos de diferenciación intracomunitarios. No obstante, reaccio-naron reticentemente a las iniciativas de los grandes propietarios y a lasde comerciantes, agricultores y profesionistas de la zona. Organizadafuertemente su vida por estructuras socio-religiosas, confiaron muchomás en las instituciones de la Iglesia que en la burocracia porfirista; almenos esto lo deja ver su reticencia a utilizar el registro civil para repor-tar el nacimiento de niños, o la trascendencia de sus mayordomías, queles dieron más importancia y nunca fueron comparables a los festivalescívicos impulsados por la elite local en consonancia con funcionariosdel gobierno central porfirista.32 Sobre este último punto, nuevamente

que tuvieron poca fuerza para legitimar su poderío por los escasosvínculos sociales que mantuvieron con los diversos actores de la región,la elite local trató de construir una presencia política más hegemónica.Para ello, se valió fundamentalmente del manejo del discurso patrióticodesarrollado por el porfirismo. Trataron con el empleo de nociones eimágenes sobre la modernidad promovidas por este régimen para im-pulsar una reorganización del espacio y un cambio del paisaje que losllevara a un control más fuerte de los principales recursos productivos.

Como una región natural distinta al valle templado en que se asen-taba la ciudad de Puebla, el clima de Izúcar de Matamoros era definidocomo característico de “tierra caliente”, denominación reservada a lasáreas calurosas y húmedas. Según un profesionista que vivió y trabajóaquí, la zona era un lugar propicio para la proliferación de distintas en-fermedades. Opinaba también que el ambiente físico propiciaba el sur-gimiento de actos violentos y sus habitantes, sobre todo la gente pobre,era proclive de solucionar sus diferencias con el empleo de armas.30 Estepanorama justificó que la elite de extranjeros no fijara como residenciapermanente este lugar, manifestando su desconfianza por la seguridadde sus posesiones. Sin embargo, el gobierno de Díaz trató de asegurarla estabilidad y la “paz” necesaria para el desarrollo de sus negocios conla presencia de un regimiento del cuerpo de rurales y jueces que labora-ron en dos juzgados de primera y segunda instancia. Aunque tuvo unapercepción similar sobre las circunstancias que generaban el atraso y laviolencia de la zona, la elite local emprendió iniciativas que lograronmodificar el estado de cosas con el propósito de mejorar su posición enel control del espacio productivo.

Esta elite vivió principalmente en el centro de la ciudad de Izúcar deMatamoros. Para los integrantes de este grupo, el progreso de la zonapodría lograrse únicamente con una modernización que socavara la ig-norancia y las costumbres comunes en los barrios “indígenas”. Además,se debería de transformar la apariencia física de esos lugares, fraccionar

31 El mismo médico García opinó en su tesis “Mortalidad y sus Causas en el Distritode Izúcar de Matamoros”, que por la ubicación de la zona “hará que con el tiempo sea eldepósito natural de las producciones del sur de la república; y la construcción de ferroca-rriles, facilitando la comunicación entre ésta y las demás poblaciones vecinas, contribuirápoderosamente a su desarrollo”. Un comerciante fue más allá de un comentario y solici-tó al gobierno de Díaz la construcción de “un ferrocarril [de] vía angosta, que partiendode cualquier punto del ferrocarril [Inter] oceánico entre Matamoros y Puebla pase por elrancho de Yetla, llegue a Tecomatlán y cañada de Olomatlán, prolongándose hasta Hua-juapan de León [Oaxaca], y de este punto un ramal a Tehuacán”. Archivo General de laNación (AGN), Fondo Comunicaciones y Obras Públicas, 501/75-1: carta que BenjamínBolaños envió al Ministro de Comunicaciones y obras Públicas, 7 de septiembre de 1900.

32 Más adelante abordaré con mayores detalles esta cuestión. Sólo quiero señalar quede acuerdo a una mujer llamada Sofía Pérez, que nació en el pueblo de Tepeojuma y tiene98 años de edad, los festejos públicos impulsados por las elites locales no fueron de granrealce. En cambio, opina que las celebraciones patronales eran majestuosas, pues “se ce-lebraba la víspera, con cohetes, rosarios, repiques y mucho alboroto. Se hacía atole en lacasa del mayordomo, desde la mañana. Hacían mole de pipián verde; y se llevaba la gen-

30 Raymundo García fue un médico que trabajó en el hospital de San Juan de Dios enla ciudad de Izúcar de Matamoros. Estas interpretaciones las expresó en la tesis que pre-sentó para obtener su grado en la facultad de Medicina de Puebla, en 1889, que tituló“Mortalidad y sus Causas en el Distrito de Izúcar de Matamoros”.

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sus propiedades e impulsar una infraestructura para que ellos domina-ran la producción y distribución regional de productos básicos.31

Para la gente de los barrios, cuyas posesiones fueron adquiridas porambas elites y las que retuvieron estuvieron sujetas también a la ambi-ción de estos sectores, los proyectos de progreso significaron una ame-naza para su existencia misma. Por consiguiente, vieron con recelo lasactividades de los dos grupos. Los barrios vivían sus propias contradic-ciones. Los escasos recursos eran controlados por las autoridades tradi-cionales (“principales”). Estos lugares albergaron amplias diferenciassociales que fueron tanto el reflejo de los cambios estructurales como delos procesos de diferenciación intracomunitarios. No obstante, reaccio-naron reticentemente a las iniciativas de los grandes propietarios y a lasde comerciantes, agricultores y profesionistas de la zona. Organizadafuertemente su vida por estructuras socio-religiosas, confiaron muchomás en las instituciones de la Iglesia que en la burocracia porfirista; almenos esto lo deja ver su reticencia a utilizar el registro civil para repor-tar el nacimiento de niños, o la trascendencia de sus mayordomías, queles dieron más importancia y nunca fueron comparables a los festivalescívicos impulsados por la elite local en consonancia con funcionariosdel gobierno central porfirista.32 Sobre este último punto, nuevamente

que tuvieron poca fuerza para legitimar su poderío por los escasosvínculos sociales que mantuvieron con los diversos actores de la región,la elite local trató de construir una presencia política más hegemónica.Para ello, se valió fundamentalmente del manejo del discurso patrióticodesarrollado por el porfirismo. Trataron con el empleo de nociones eimágenes sobre la modernidad promovidas por este régimen para im-pulsar una reorganización del espacio y un cambio del paisaje que losllevara a un control más fuerte de los principales recursos productivos.

Como una región natural distinta al valle templado en que se asen-taba la ciudad de Puebla, el clima de Izúcar de Matamoros era definidocomo característico de “tierra caliente”, denominación reservada a lasáreas calurosas y húmedas. Según un profesionista que vivió y trabajóaquí, la zona era un lugar propicio para la proliferación de distintas en-fermedades. Opinaba también que el ambiente físico propiciaba el sur-gimiento de actos violentos y sus habitantes, sobre todo la gente pobre,era proclive de solucionar sus diferencias con el empleo de armas.30 Estepanorama justificó que la elite de extranjeros no fijara como residenciapermanente este lugar, manifestando su desconfianza por la seguridadde sus posesiones. Sin embargo, el gobierno de Díaz trató de asegurarla estabilidad y la “paz” necesaria para el desarrollo de sus negocios conla presencia de un regimiento del cuerpo de rurales y jueces que labora-ron en dos juzgados de primera y segunda instancia. Aunque tuvo unapercepción similar sobre las circunstancias que generaban el atraso y laviolencia de la zona, la elite local emprendió iniciativas que lograronmodificar el estado de cosas con el propósito de mejorar su posición enel control del espacio productivo.

Esta elite vivió principalmente en el centro de la ciudad de Izúcar deMatamoros. Para los integrantes de este grupo, el progreso de la zonapodría lograrse únicamente con una modernización que socavara la ig-norancia y las costumbres comunes en los barrios “indígenas”. Además,se debería de transformar la apariencia física de esos lugares, fraccionar

31 El mismo médico García opinó en su tesis “Mortalidad y sus Causas en el Distritode Izúcar de Matamoros”, que por la ubicación de la zona “hará que con el tiempo sea eldepósito natural de las producciones del sur de la república; y la construcción de ferroca-rriles, facilitando la comunicación entre ésta y las demás poblaciones vecinas, contribuirápoderosamente a su desarrollo”. Un comerciante fue más allá de un comentario y solici-tó al gobierno de Díaz la construcción de “un ferrocarril [de] vía angosta, que partiendode cualquier punto del ferrocarril [Inter] oceánico entre Matamoros y Puebla pase por elrancho de Yetla, llegue a Tecomatlán y cañada de Olomatlán, prolongándose hasta Hua-juapan de León [Oaxaca], y de este punto un ramal a Tehuacán”. Archivo General de laNación (AGN), Fondo Comunicaciones y Obras Públicas, 501/75-1: carta que BenjamínBolaños envió al Ministro de Comunicaciones y obras Públicas, 7 de septiembre de 1900.

32 Más adelante abordaré con mayores detalles esta cuestión. Sólo quiero señalar quede acuerdo a una mujer llamada Sofía Pérez, que nació en el pueblo de Tepeojuma y tiene98 años de edad, los festejos públicos impulsados por las elites locales no fueron de granrealce. En cambio, opina que las celebraciones patronales eran majestuosas, pues “se ce-lebraba la víspera, con cohetes, rosarios, repiques y mucho alboroto. Se hacía atole en lacasa del mayordomo, desde la mañana. Hacían mole de pipián verde; y se llevaba la gen-

30 Raymundo García fue un médico que trabajó en el hospital de San Juan de Dios enla ciudad de Izúcar de Matamoros. Estas interpretaciones las expresó en la tesis que pre-sentó para obtener su grado en la facultad de Medicina de Puebla, en 1889, que tituló“Mortalidad y sus Causas en el Distrito de Izúcar de Matamoros”.

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ficación de las obras de agua, dado que para los miembros de esta elitelos canales y acequias por donde fluía el agua estaban en malas condi-ciones, ocasionando inundaciones y estancamientos que provocaban nosólo mal aspecto sino la proliferación de distintas enfermedades. Por loque respecta a la construcción de una conciencia cívica, este grupo plan-teó, entre otras cuestiones, la fundación de escuelas, el combate a la va-gancia y la creación de una banda de música para impulsar la celebra-ción de eventos cívicos.33

Los residentes de los barrios no vieron con buenos ojos tales inicia-tivas. A ellos les preocupaba la creación de esta “imagen urbana”. Si susvecinos del centro tenían injerencia en la compostura o limpieza de suscanales, perderían control sobre el manejo del líquido; tampoco podíanpermitir que sus terrenos fueran fraccionados para la formación deasentamientos urbanos. Los residentes de los barrios encontraron en lafuerza agrarista regional un aliado para impedir el avance de esos agri-cultores, profesionistas y comerciantes. Aunque los agraristas formabanparte de la misma agrupación política (Partido Nacional Revolucionario[PNR]) y simpatizaban también con los proyectos de reforma cultural im-pulsados por el gobierno, principalmente a través de la educación pú-blica, constituían un grupo opuesto a la elite del centro de la ciudad deIzúcar de Matamoros. Ambas facciones estaban adscritas a partidos po-líticos locales; así que las luchas que escenificaron se resolvieron princi-

Raymundo García, en su tesis citada, manifestó su preocupación por “loexagerado de las tradiciones locales”, que impedían a su juicio impul-sar acciones modernizadoras.

En este contexto convulsionado en el que vivían estas comunidadeslocales, la defensa de sus magros recursos fue una de sus prioridadespara garantizar su continuidad. Para hacer esto, confiaron en un conjun-to de representantes o apoderados. Ellos fueron actores políticos impor-tantes que lograron negociar directamente con el gobierno central porfi-rista. Aunque la elección de representantes estuvo sujeta a una luchapolítica en la cual los sectores medios locales trataron de controlarlos,las comunidades confiaron en estos intermediarios la defensa de su pa-trimonio. Fuera de sus éxitos o fracasos, la labor de los apoderados de-mostró que las acciones políticas de las comunidades no tendieron al es-tablecimiento de perdurables alianzas con la elite local, sino a negociardirectamente con el poder del centro. Trataban éstas de encontrar en elgobierno de Díaz lo que no podían conseguir aquí: seguridad para noperder sus tierras y antiguas concesiones de agua.

Cuando finalizó la revuelta armada, las estructuras organizativas delos barrios y sus “costumbres” locales en torno al manejo del agua se-guían vigentes. De hecho, ante los múltiples conflictos que proliferaronen la zona y los numerosos usuarios del líquido, los residentes de estossitios trataron de defender su agua. Para lograr esto acudieron al Estadopara ratificar sus derechos y simultáneamente objetaron su intromisiónen el control de líquido, particularmente con el rechazo que hicieron alas funciones de las juntas de agua. En este contexto, la antigua elite lo-cal contempló renovadas oportunidades para construir una hegemonía.Igual que durante el porfiriato, pugnó por una transformación del espa-cio que girará en torno: 1) a la creación de una imagen urbana; y 2) a laconstrucción de una cultura cívica a través de la educación pública y larealización de festivales patrióticos. Tales objetivos buscaron alcanzar-los a través del control político del ayuntamiento. La conformación deuna imagen urbana estuvo impulsada por un proyecto para crear “colo-nias” que sustituyeran a los antiguos barrios. La fundación de estosasentamientos comenzaría con la expropiación que el municipio haríade las posesiones de la tierra para posteriormente venderlas a nuevospropietarios. Además se buscaba que esta imagen mejorara con la modi-

te a comer. Al otro día de la mera fiesta, había mole también, atole, chocolate, hacíangrandes gastos”. En torno a los festivales patrióticos impulsados por el régimen porfiris-ta la jefatura política de Izúcar de Matamoros participó claramente en su organización lo-cal. Por ejemplo, una circular oficial estableció que “deseando solemnizar las glorias dela patria de la mejor manera posible y considerando que los empleados de este distrito aquienes tengo la honra de dirigirme se encuentran animados de los mismos sentimien-tos por la presente les suplico se sirvan cooperar con lo que les fuere posible y concurrircon sus empelados el día 15 a las 9 de la noche y el día 16 a las 9 de la mañana al palaciomunicipal con el objeto de verificar el paseo cívico que tendrá lugar en la conmemora-ción de nuestra gloriosa independencia”. AGN-P, Circulares 1873-1896: circular 56: que en-vió gobernador del estado de Puebla a la jefatura política de Izúcar de Matamoros, 9 deseptiembre de 1890.

33 AGN, Dirección General de Gobierno, Elecciones Municipales, 2. 311.m (18) 133,Manifiesto, 10 de abril de 1932.

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ficación de las obras de agua, dado que para los miembros de esta elitelos canales y acequias por donde fluía el agua estaban en malas condi-ciones, ocasionando inundaciones y estancamientos que provocaban nosólo mal aspecto sino la proliferación de distintas enfermedades. Por loque respecta a la construcción de una conciencia cívica, este grupo plan-teó, entre otras cuestiones, la fundación de escuelas, el combate a la va-gancia y la creación de una banda de música para impulsar la celebra-ción de eventos cívicos.33

Los residentes de los barrios no vieron con buenos ojos tales inicia-tivas. A ellos les preocupaba la creación de esta “imagen urbana”. Si susvecinos del centro tenían injerencia en la compostura o limpieza de suscanales, perderían control sobre el manejo del líquido; tampoco podíanpermitir que sus terrenos fueran fraccionados para la formación deasentamientos urbanos. Los residentes de los barrios encontraron en lafuerza agrarista regional un aliado para impedir el avance de esos agri-cultores, profesionistas y comerciantes. Aunque los agraristas formabanparte de la misma agrupación política (Partido Nacional Revolucionario[PNR]) y simpatizaban también con los proyectos de reforma cultural im-pulsados por el gobierno, principalmente a través de la educación pú-blica, constituían un grupo opuesto a la elite del centro de la ciudad deIzúcar de Matamoros. Ambas facciones estaban adscritas a partidos po-líticos locales; así que las luchas que escenificaron se resolvieron princi-

Raymundo García, en su tesis citada, manifestó su preocupación por “loexagerado de las tradiciones locales”, que impedían a su juicio impul-sar acciones modernizadoras.

En este contexto convulsionado en el que vivían estas comunidadeslocales, la defensa de sus magros recursos fue una de sus prioridadespara garantizar su continuidad. Para hacer esto, confiaron en un conjun-to de representantes o apoderados. Ellos fueron actores políticos impor-tantes que lograron negociar directamente con el gobierno central porfi-rista. Aunque la elección de representantes estuvo sujeta a una luchapolítica en la cual los sectores medios locales trataron de controlarlos,las comunidades confiaron en estos intermediarios la defensa de su pa-trimonio. Fuera de sus éxitos o fracasos, la labor de los apoderados de-mostró que las acciones políticas de las comunidades no tendieron al es-tablecimiento de perdurables alianzas con la elite local, sino a negociardirectamente con el poder del centro. Trataban éstas de encontrar en elgobierno de Díaz lo que no podían conseguir aquí: seguridad para noperder sus tierras y antiguas concesiones de agua.

Cuando finalizó la revuelta armada, las estructuras organizativas delos barrios y sus “costumbres” locales en torno al manejo del agua se-guían vigentes. De hecho, ante los múltiples conflictos que proliferaronen la zona y los numerosos usuarios del líquido, los residentes de estossitios trataron de defender su agua. Para lograr esto acudieron al Estadopara ratificar sus derechos y simultáneamente objetaron su intromisiónen el control de líquido, particularmente con el rechazo que hicieron alas funciones de las juntas de agua. En este contexto, la antigua elite lo-cal contempló renovadas oportunidades para construir una hegemonía.Igual que durante el porfiriato, pugnó por una transformación del espa-cio que girará en torno: 1) a la creación de una imagen urbana; y 2) a laconstrucción de una cultura cívica a través de la educación pública y larealización de festivales patrióticos. Tales objetivos buscaron alcanzar-los a través del control político del ayuntamiento. La conformación deuna imagen urbana estuvo impulsada por un proyecto para crear “colo-nias” que sustituyeran a los antiguos barrios. La fundación de estosasentamientos comenzaría con la expropiación que el municipio haríade las posesiones de la tierra para posteriormente venderlas a nuevospropietarios. Además se buscaba que esta imagen mejorara con la modi-

te a comer. Al otro día de la mera fiesta, había mole también, atole, chocolate, hacíangrandes gastos”. En torno a los festivales patrióticos impulsados por el régimen porfiris-ta la jefatura política de Izúcar de Matamoros participó claramente en su organización lo-cal. Por ejemplo, una circular oficial estableció que “deseando solemnizar las glorias dela patria de la mejor manera posible y considerando que los empleados de este distrito aquienes tengo la honra de dirigirme se encuentran animados de los mismos sentimien-tos por la presente les suplico se sirvan cooperar con lo que les fuere posible y concurrircon sus empelados el día 15 a las 9 de la noche y el día 16 a las 9 de la mañana al palaciomunicipal con el objeto de verificar el paseo cívico que tendrá lugar en la conmemora-ción de nuestra gloriosa independencia”. AGN-P, Circulares 1873-1896: circular 56: que en-vió gobernador del estado de Puebla a la jefatura política de Izúcar de Matamoros, 9 deseptiembre de 1890.

33 AGN, Dirección General de Gobierno, Elecciones Municipales, 2. 311.m (18) 133,Manifiesto, 10 de abril de 1932.

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marco de alianzas y enemistades, conoció las bases de la cultura políti-ca local: las diversas comunidades de la zona y sus actores contem-plaron en la formación del Estado posrevolucionario oportunidadespara su inserción a la comunidad nacional, defendiendo a la vez sus re-cursos productivos y buscando el manejo de aquellos que no poseían.Con esta experiencia, pudo identificar muy bien la fuerza de las estruc-turas, prácticas políticas y representantes locales. En su afán por con-centrar tierras de riego, el industrial norteamericano no actúa en contrade las convenciones locales sobre el manejo de agua. Contrariamente, seaprovechó de ellas y de las estructuras de representantes por barriospara ampliar su complejo agroindustrial, centralizando el uso de aguay tierra.

Las tierras y el agua de los barrios pasaron entonces a integrarse aun complejo agroindustrial que se basó en la expansión de la siembra decaña en toda la región. Esta racionalización logró incluso casi terminarcon la producción de frutales, que fue para el mercado regional tan im-portante en otros tiempos. Las alianzas que logró establecer Jenkins condiferentes representantes locales y los convenios que hizo para incorpo-rar los recursos productivos fueron aspectos fundamentales para alcan-zar sus objetivos. Sin embargo, no sólo en eso radicó su éxito. Tambiénusó sistemáticamente la violencia para lograr esos propósitos a travésde sus representantes y pistoleros. Resalta en la memoria histórica localla manera en que un agricultor y su mujer fueron atacados por gente su-puestamente al servicio del industrial norteamericano. Me contó tam-bién un vecino de Izúcar sobre Jenkins que “fue tanto su empeño por te-ner toda la tierra que llegaba y ofrecía dinero a la gente para que se lavendiera. Cuando una persona no quería hacerlo, entonces compraba asus vecinos para que encerraran sus campos y no tuviera forma de re-garlos, hasta que cedía y le traspasaba los terrenos a éste”. Igualmente,recuerda otro sujeto, que laboró en los campos de Jenkins, “la gente delgringo llegaba y le decía a un vecino de los barrios: vale véndeme tu tie-rra, o se la compramos a tu viuda; siendo así las cosas, cual más levendió”.

palmente en el terreno electoral. La gente de los barrios siempre ofrecióun apoyo activo a los agraristas, e incluso llegó a vigilar el curso de laselecciones.34 A pesar de esa imagen violenta que proyectaban los agra-ristas y sus seguidores, también expresaron sus deseos por integrarse aldiscurso cívico del Estado en torno a la formación de una comunidadnacional. En un marco político local en el cual tenían mucha trascenden-cia los rituales tradicionales, una solicitud que hicieron al gobierno fe-deral vecinos de un barrio deja ver su compromiso también por apoyarlas celebraciones cívicas del régimen posrevolucionario. Los residentesde esos barrios expusieron puntualmente que “como costumbre presta-mos nuestros servicios a la autoridad municipal cuando lo solicitanpara las Fiestas Nacionales, proporcionando follajes para ornato, made-ra para (el) corral de toros y otras faenas más que desempeñamos”.35

Jenkins conoció bastante bien el contexto de poder dentro del cualestos grupos luchaban por el control del espacio local. A partir de 1921adquirió la hacienda y el ingenio de Atencingo que estaban en manosde una familia de españoles; despues de eso, fue comprando tierras enotras partes de la región. Para 1935 obtuvo de una familia de inmigran-tes franceses, los Maurer, la hacienda de Raboso, que estaba situada enlos márgenes de la ciudad de Izúcar de Matamoros. Como ya he indica-do, por ese tiempo comenzó también a concentrar diversas propiedadesde los barrios, empleando a diferentes prestanombres. En el proceso deadquirir tierra, principalmente de riego, Jenkins fue estableciendo unaserie de alianzas con pueblos y liderazgos locales en toda el área, eigualmente enfrentó oposiciones de diversos actores rurales. En ese

34 En un informe redactado por una agente de la secretaría de gobernación se anotóque la base de apoyo de los agraristas en Izúcar de Matamoros estaba en los 14 barrios.Así, en la elección municipal, celebrada en 1932, se informó que en esos sitios se coloca-ron el mayor número de casillas electorales, las cuales fueron resguardadas por hombresarmados pertenecientes a los contingentes de esta fuerza, quienes con su presencia hos-tilizaron a los partidos contrarios cuando vigilaban el desarrollo de las votaciones. AGN,Dirección General de Gobierno, Elecciones Municipales, 2311.M (18) 133: informe elabo-rado por el agente No. 6 de la Secretaría de Gobernación, 16 de febrero de 1932.

35 AHA, Aprovechamientos Superficiales, caja 527, exp. 8081, ff. 238-239: carta del 1 deoctubre de 1934, que envió Eleuterio Castro, representante del barrio Santa Cruz, a la SAyF.

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marco de alianzas y enemistades, conoció las bases de la cultura políti-ca local: las diversas comunidades de la zona y sus actores contem-plaron en la formación del Estado posrevolucionario oportunidadespara su inserción a la comunidad nacional, defendiendo a la vez sus re-cursos productivos y buscando el manejo de aquellos que no poseían.Con esta experiencia, pudo identificar muy bien la fuerza de las estruc-turas, prácticas políticas y representantes locales. En su afán por con-centrar tierras de riego, el industrial norteamericano no actúa en contrade las convenciones locales sobre el manejo de agua. Contrariamente, seaprovechó de ellas y de las estructuras de representantes por barriospara ampliar su complejo agroindustrial, centralizando el uso de aguay tierra.

Las tierras y el agua de los barrios pasaron entonces a integrarse aun complejo agroindustrial que se basó en la expansión de la siembra decaña en toda la región. Esta racionalización logró incluso casi terminarcon la producción de frutales, que fue para el mercado regional tan im-portante en otros tiempos. Las alianzas que logró establecer Jenkins condiferentes representantes locales y los convenios que hizo para incorpo-rar los recursos productivos fueron aspectos fundamentales para alcan-zar sus objetivos. Sin embargo, no sólo en eso radicó su éxito. Tambiénusó sistemáticamente la violencia para lograr esos propósitos a travésde sus representantes y pistoleros. Resalta en la memoria histórica localla manera en que un agricultor y su mujer fueron atacados por gente su-puestamente al servicio del industrial norteamericano. Me contó tam-bién un vecino de Izúcar sobre Jenkins que “fue tanto su empeño por te-ner toda la tierra que llegaba y ofrecía dinero a la gente para que se lavendiera. Cuando una persona no quería hacerlo, entonces compraba asus vecinos para que encerraran sus campos y no tuviera forma de re-garlos, hasta que cedía y le traspasaba los terrenos a éste”. Igualmente,recuerda otro sujeto, que laboró en los campos de Jenkins, “la gente delgringo llegaba y le decía a un vecino de los barrios: vale véndeme tu tie-rra, o se la compramos a tu viuda; siendo así las cosas, cual más levendió”.

palmente en el terreno electoral. La gente de los barrios siempre ofrecióun apoyo activo a los agraristas, e incluso llegó a vigilar el curso de laselecciones.34 A pesar de esa imagen violenta que proyectaban los agra-ristas y sus seguidores, también expresaron sus deseos por integrarse aldiscurso cívico del Estado en torno a la formación de una comunidadnacional. En un marco político local en el cual tenían mucha trascenden-cia los rituales tradicionales, una solicitud que hicieron al gobierno fe-deral vecinos de un barrio deja ver su compromiso también por apoyarlas celebraciones cívicas del régimen posrevolucionario. Los residentesde esos barrios expusieron puntualmente que “como costumbre presta-mos nuestros servicios a la autoridad municipal cuando lo solicitanpara las Fiestas Nacionales, proporcionando follajes para ornato, made-ra para (el) corral de toros y otras faenas más que desempeñamos”.35

Jenkins conoció bastante bien el contexto de poder dentro del cualestos grupos luchaban por el control del espacio local. A partir de 1921adquirió la hacienda y el ingenio de Atencingo que estaban en manosde una familia de españoles; despues de eso, fue comprando tierras enotras partes de la región. Para 1935 obtuvo de una familia de inmigran-tes franceses, los Maurer, la hacienda de Raboso, que estaba situada enlos márgenes de la ciudad de Izúcar de Matamoros. Como ya he indica-do, por ese tiempo comenzó también a concentrar diversas propiedadesde los barrios, empleando a diferentes prestanombres. En el proceso deadquirir tierra, principalmente de riego, Jenkins fue estableciendo unaserie de alianzas con pueblos y liderazgos locales en toda el área, eigualmente enfrentó oposiciones de diversos actores rurales. En ese

34 En un informe redactado por una agente de la secretaría de gobernación se anotóque la base de apoyo de los agraristas en Izúcar de Matamoros estaba en los 14 barrios.Así, en la elección municipal, celebrada en 1932, se informó que en esos sitios se coloca-ron el mayor número de casillas electorales, las cuales fueron resguardadas por hombresarmados pertenecientes a los contingentes de esta fuerza, quienes con su presencia hos-tilizaron a los partidos contrarios cuando vigilaban el desarrollo de las votaciones. AGN,Dirección General de Gobierno, Elecciones Municipales, 2311.M (18) 133: informe elabo-rado por el agente No. 6 de la Secretaría de Gobernación, 16 de febrero de 1932.

35 AHA, Aprovechamientos Superficiales, caja 527, exp. 8081, ff. 238-239: carta del 1 deoctubre de 1934, que envió Eleuterio Castro, representante del barrio Santa Cruz, a la SAyF.

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REFLEXIONES FINALES

En las primeras décadas del periodo posrevolucionario, los barrios deIzúcar de Matamoros poseyeron formas de organización local que regu-laban el acceso al líquido. Además, tuvieron un sistema de propiedadque distinguía la posesión de la tierra de la propiedad de los volúmenesde agua asignados a cada persona. De esta forma, un individuo podíavender o rentar su tierra, pero mantenía intactos sus “derechos” al agua,que también transfería o alquilaba. En esta ciudad dos tipos de comuni-dades políticas emergieron, cada una con una interpretación diferentede los proyectos y discursos nacionalistas. Un grupo de comerciantes,profesionistas y agricultores locales trataron de controlar el espacio lo-cal, mejorando el control de las dotaciones federales de agua. En el te-rreno electoral, buscaron dominar el ayuntamiento y el distrito político,con el objeto de impulsar expropiaciones que transformaran los antigu-os barrios “indígenas” en “colonias urbanas”. Otra facción, integradapor vecinos de los barrios y por agentes agraristas, se opusieron a estaspropuestas. Defendieron, entonces, a ultranza sus formas de organiza-ción y sistemas de propiedad locales. Fue obvio que para residentes delos barrios, las ideas de progreso que impulsaba estos sectores medios,fueron juzgadas como riesgosas para sus propios intereses y sobrevi-vencia. Cada grupo mantuvo particulares alianzas con fuerzas y movi-mientos regionales y nacionales, pero ambas facciones pertenecieron alPartido Nacional Revolucionario. Muchas de las confrontaciones quemantuvieron entre sí se desarrollaron en el terreno electoral. En esosmomentos de lucha, proliferaron discursos sobre la actuación de cadauno de los grupos en los cuales ellos mismos se definían a sí mismoscomo revolucionarios y progresistas.

Jenkins, como actor político, se movía en relación con las prácticas ydiscursos de actores locales que articularon de manera particular el pro-yecto de la fundación de una comunidad nacional a la defensa de suspropias formas de organización y propiedad. Las agencias del mismogobierno en contraste no captaron la importancia de este marco localpara la creación de esa comunidad política nacional. Funcionarios delgobierno fallaron en sus propósitos de crear una reglamentación para el

río Nexapa, que llevara al establecimiento de las “Juntas de Aguas”. Elindustrial norteamericano prefirió conservar las organizaciones localesde control de agua y tierra. Trabajó con representantes por barrios y cor-dilleras y los ligó a una estructura de apoderados que él mismo creó.Con el apoyo de esta gente pudo integrar, otorgando créditos, gran can-tidad de tierra y sobre todo amplios volúmenes de líquido para sus cul-tivos agroindustriales.

En estos días, los campos de cultivo y las antiguas huertas se en-cuentran en su mayoría integradas al área de abastecimiento de caña deazúcar del ingenio de Atencingo, un molino que perteneció al grupo Es-corpión, cuyos diversos ingenios fueron recientemente expropiados porel Estado como una medida para salvar al sector azucarero de la crisisque actualmente experimenta. Como en el pasado, el agua sigue siendoparte de un sistema de propiedad individual y sus derechos se alquilano venden al margen de las disposiciones federales sobre la materia. Losresidentes actuales de los barrios se denominan a sí mismos “pequeñospropietarios” y mantienen vivas sus celebraciones rituales. Para ellos, elagua no ha sido sólo una fuente de prosperidad, como así se representaen sus majestuosas celebraciones donde los mayordomos compartenesa “fortuna” –regalando frutas y panes– con los asistentes, sino tambiénun motivo para el surgimiento de conflictos y luchas por su manejo.

ARCHIVOS Y BIBLIOGRAFÍA CONSULTADOS

AGN: Archivo General de la Nación.AHA: Archivo Histórico del Agua.AGN-P: Archivo General de Notarías-Puebla.

ABOITES AGUILAR, Luis, La irrigación revolucionaria. Historia del Sistema Nacional deRiego del Río Conchos, Chihuahua. 1927-1938, México, SEP, CIESAS, 1988.

––––, El agua de la nación. Una historia política de México (1888-1946), México,CIESAS, 1998.

––––, “Labores nuevas, labores viejas. Historias de ríos y el estudio de los usosdel agua en el norte de México”, Relaciones, XXII: 87, verano 2001, 51-77.

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REFLEXIONES FINALES

En las primeras décadas del periodo posrevolucionario, los barrios deIzúcar de Matamoros poseyeron formas de organización local que regu-laban el acceso al líquido. Además, tuvieron un sistema de propiedadque distinguía la posesión de la tierra de la propiedad de los volúmenesde agua asignados a cada persona. De esta forma, un individuo podíavender o rentar su tierra, pero mantenía intactos sus “derechos” al agua,que también transfería o alquilaba. En esta ciudad dos tipos de comuni-dades políticas emergieron, cada una con una interpretación diferentede los proyectos y discursos nacionalistas. Un grupo de comerciantes,profesionistas y agricultores locales trataron de controlar el espacio lo-cal, mejorando el control de las dotaciones federales de agua. En el te-rreno electoral, buscaron dominar el ayuntamiento y el distrito político,con el objeto de impulsar expropiaciones que transformaran los antigu-os barrios “indígenas” en “colonias urbanas”. Otra facción, integradapor vecinos de los barrios y por agentes agraristas, se opusieron a estaspropuestas. Defendieron, entonces, a ultranza sus formas de organiza-ción y sistemas de propiedad locales. Fue obvio que para residentes delos barrios, las ideas de progreso que impulsaba estos sectores medios,fueron juzgadas como riesgosas para sus propios intereses y sobrevi-vencia. Cada grupo mantuvo particulares alianzas con fuerzas y movi-mientos regionales y nacionales, pero ambas facciones pertenecieron alPartido Nacional Revolucionario. Muchas de las confrontaciones quemantuvieron entre sí se desarrollaron en el terreno electoral. En esosmomentos de lucha, proliferaron discursos sobre la actuación de cadauno de los grupos en los cuales ellos mismos se definían a sí mismoscomo revolucionarios y progresistas.

Jenkins, como actor político, se movía en relación con las prácticas ydiscursos de actores locales que articularon de manera particular el pro-yecto de la fundación de una comunidad nacional a la defensa de suspropias formas de organización y propiedad. Las agencias del mismogobierno en contraste no captaron la importancia de este marco localpara la creación de esa comunidad política nacional. Funcionarios delgobierno fallaron en sus propósitos de crear una reglamentación para el

río Nexapa, que llevara al establecimiento de las “Juntas de Aguas”. Elindustrial norteamericano prefirió conservar las organizaciones localesde control de agua y tierra. Trabajó con representantes por barrios y cor-dilleras y los ligó a una estructura de apoderados que él mismo creó.Con el apoyo de esta gente pudo integrar, otorgando créditos, gran can-tidad de tierra y sobre todo amplios volúmenes de líquido para sus cul-tivos agroindustriales.

En estos días, los campos de cultivo y las antiguas huertas se en-cuentran en su mayoría integradas al área de abastecimiento de caña deazúcar del ingenio de Atencingo, un molino que perteneció al grupo Es-corpión, cuyos diversos ingenios fueron recientemente expropiados porel Estado como una medida para salvar al sector azucarero de la crisisque actualmente experimenta. Como en el pasado, el agua sigue siendoparte de un sistema de propiedad individual y sus derechos se alquilano venden al margen de las disposiciones federales sobre la materia. Losresidentes actuales de los barrios se denominan a sí mismos “pequeñospropietarios” y mantienen vivas sus celebraciones rituales. Para ellos, elagua no ha sido sólo una fuente de prosperidad, como así se representaen sus majestuosas celebraciones donde los mayordomos compartenesa “fortuna” –regalando frutas y panes– con los asistentes, sino tambiénun motivo para el surgimiento de conflictos y luchas por su manejo.

ARCHIVOS Y BIBLIOGRAFÍA CONSULTADOS

AGN: Archivo General de la Nación.AHA: Archivo Histórico del Agua.AGN-P: Archivo General de Notarías-Puebla.

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––––, El agua de la nación. Una historia política de México (1888-1946), México,CIESAS, 1998.

––––, “Labores nuevas, labores viejas. Historias de ríos y el estudio de los usosdel agua en el norte de México”, Relaciones, XXII: 87, verano 2001, 51-77.

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