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Arte, cuerpo y tecnología Cyberontología, posthumanismo cibernético y constitución del último hombre Homo Cyberneticus: ¿El Último Hombre? Aquí se emplea el vocablo cyborg para nombrar a un organismo que partiendo del ser humano tuviera componentes artificiales a los fines de una mejor naturaleza. Cyber: subcultura. El código binario es el sistema de representación de textos, o procesadores de instrucciones de computadora utilizando el sistema binario (sistema numérico de dos dígitos, o bit : el "0" (cerrado) y el "1" (abierto)). la palabra Wikipedia representa un código binario Palabras Clave. Cyborg, cibernética, cuerpo, naturaleza, artificial, bioingeniería, virtual, utopía, hombre, máquina, digital, técnica, Heidegger, Sloterdijk. Biopolítica. Androides. Nuevas criaturas a través de la tecnología. Ni hombre, ni mujer, nueva identidad. Feminismo. Género. Categoría mujer. Hibridación. Posthumanismo. Muerte del sujeto. Nietzche. Cosmopolitismo Es evidente que el Homo Sapiens no es ya el último estadio de la especie humana, cronológicamente hablando. El Homo Cyberneticus ocupa ese lugar, lo que no implica

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Arte, cuerpo y tecnología

Cyberontología, posthumanismo cibernético y constitución del último hombre

Homo Cyberneticus: ¿El Último Hombre?Aquí se emplea el vocablo cyborg para nombrar a un organismo que partiendo del ser humano tuviera componentes artificiales a los fines de una mejor naturaleza.

Cyber: subcultura. El código binario es el sistema de representación de textos, o procesadores de instrucciones de computadora utilizando el sistema binario (sistema numérico de dos dígitos, o bit: el "0" (cerrado) y el "1" (abierto)).

la palabra Wikipedia representa un código binario

Palabras Clave. Cyborg, cibernética, cuerpo, naturaleza, artificial, bioingeniería, virtual, utopía, hombre, máquina, digital, técnica, Heidegger, Sloterdijk. Biopolítica. Androides. Nuevas criaturas a través de la tecnología. Ni hombre, ni mujer, nueva identidad. Feminismo. Género. Categoría mujer. Hibridación. Posthumanismo. Muerte del sujeto. Nietzche. Cosmopolitismo

Es evidente que el Homo Sapiens no es ya el último estadio de la especie humana, cronológicamente hablando. El Homo Cyberneticus ocupa ese lugar, lo que no implica necesariamente una definición de tono evolucionista, o una instancia superior. Si por lo general entendemos cibernética como la instancia histórica, social y tecnológica producida por la confluencia de la informática y la robótica, el homo cyberneticus2 agrega a ello otro hecho de no menor valor: la bioingeniería, que en este caso abarca tanto las manipulaciones genéticas como los llamados implantes

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biocibernéticos. La cyber-otredad ya está en funciones, y la carga semántica de esta expresión refuerza la forma híbrida de este nuevo estadio de la especie humana.3 Es decir, si el homo sapiens era naturaleza y cultura a la vez, el homo cyberneticus es tecnología en la naturaleza, al punto que se requiere una definición nueva de lo que sería lo natural y lo artificial.

La vida del Homo Cyberneticus se despliega en un doble espacio: por un lado, la realidad física de siempre, por el otro la realidad digital (la que abarca la realidad virtual y va incluso más allá de ésta). Este habitar en dos direcciones segmenta y disecciona al homo cyberneticus: la ciudad moderna de la sociedad industrial coexiste con la ciudad virtual de la sociedad postindustrial y cibernética. Ya no se trata meramente del trato con un igual, cara a cara: el igual ahora puede estar tras de una pantalla, o poseer dispositivos biocibernéticos diferentes al propio. Es decir, el igual es cada vez más un semejante, alguien que se nos parece pero al mismo tiempo se nos diferencia y aleja. Y eso que sucede a la persona sucede proporcionalmente a la comunidad: las ciudades también son dobles. Coexisten y se rozan y se tocan pero rara vez se funden una en otra. La ciudad virtual desterritorializa a la persona y a las comunidades. La velocidad de transmisión de la información va junto a la pérdida del cuerpo del sujeto, y lo absolutamente material se trastoca y adquiere una fugacidad hecha de pixeles en una pantalla o de códigos binarios en un bioimplante, de modo que con frecuencia persiste la alienación de jerarquizar el instrumento sobre el sentido, errónea apreciación hija del tecnoptimismo. Al punto que no se trata de que habitemos en ambas ciudades manipulando objetos, sino que los objetos de estas ciudades nos habitan, y de un modo sin fisuras: los objetos nos miran4, los objetos nos relacionan, los objetos nos determinan. No es la vida la que se ha cosificado sino nosotros mismos5, nuevos ciudadanos de las redes conectivas informacionales.

La serialización es la marca en el orillo en el homo cyberneticus.6

Hasta el goce hedonista, en vez de surgir como subjetivo e individual, no es sino otro producto de fábrica, línea de montaje para millones. Y cabe preguntarse si el goce hedonista no es otra ficción de lo personal, si lo verdadero aquí es que no existe lo personal. La exaltación de lo hedónico, sin dudas, pero en la cultura de lo efímero.7 El homo cyberneticus es la serie que se cree eslabón sin engarces, pero no es otra cosa que Narciso caminando junto a Tánatos.

En cuanto al tiempo el homo cyberneticus vive en la apariencia de un presente absoluto que carece de toda trascendencia, pues ya ni siquiera están presentes en él las utopías, por más benignas y redentoras que pudieran presentarse. Esto es porque no hay necesidad de utopías, no hay nada que cambiar de un modo sustantivo, lo futuro es réplica de lo presente, más de lo mismo,

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clonaciones perfeccionadas de lo ya existente. Adiós a las utopías, ha llegado la distopía o netopía, como lo indican reiteradamente los tecnofundamentalistas. Los cambios que se suceden y sucederán sólo son y serán ad intra. Si, de acuerdo a Ricoeur, lo que hace que algo sea lo que es, no lo determina una sustancia inmutable ni una estructura fija sino la historia que lo narra8, el homo cyberneticus no narra otra situación que aquélla que hace a él mismo: porque él es el hecho fundacional de su existencia. Antes de él sólo proto-versiones. Para hegemonizar homogeniza, lo singular es disuelto por lo universal: la tecnomatriz. Los arquetipos que instrumenta (o que lo instrumentan) también son autofundacionales.

La desbiologización y la pérdida del cuerpo del homo cyberneticus son notorias: el crecimiento del uso de los implantes biocibernéticos desplaza el cuerpo del homo sapiens como condición esencial para una presencia identitaria. Incluso, La diferenciación entre sexo y género como modos fijos va quedando atrás. Las identidades de género son tránsitos inestables y fragmentados.9 Se había considerado que los medios eran prolongaciones de los sentidos: la rueda era un nuevo pie, la ropa otra piel, el libro otro ojo, los circuitos electrónicos otros sistemas nerviosos centrales. Pero ahora estamos en una situación que no tiene antecedentes en la especie: el homo cyberneticus no utiliza máquinas fuera de sí para lograr lo que por sí mismo no alcanza: las incorpora. Miniaturiza los instrumentos y los lleva en su cuerpo.10 Si antes el homo sapiens y el homo faber modificaban el paisaje ahora el homo cyberneticus realiza una doble operación: por un lado, crea naturaleza (un producto transgénico, para citar algo próximo), y por el otro crea su propia naturaleza (un dispositivo electrónico que controla su sistema auditivo, para dar un ejemplo dulce). El cuerpo no es la simple obra de la genética sobre la que nos hemos erguido a través de cientos de siglos. El cuerpo hoy va siendo patrimonio del flujo de información cibernética. El cuerpo es carne, sí, pero a ella se le suma metal, plástico y silicio. Y esto ha recibido un nombre: las exoidentidades.11 De este modo, las fronteras de lo artificial con lo natural se van diluyendo. ¿Qué es lo natural, qué es lo artificial?, se pregunta. Nada es artificial, se responde. Y si lo es, pronto dejará de serlo. El homo cyberneticus deja atrás al hombre centro de la creación como afirmaban los pensadores medievales y también al hombre dueño de lo existente que postulaba el pensamiento ilustrado, el homo cyberneticus se convierte en el creador de naturaleza, quiere convertirse en el diseñador de su propio proceso evolutivo, busca un darwinismo dirigido.

Lo matérico es prehistoria, todo es ente en tránsito, que fluye

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a medida que fluye la pantalla y la máquina y el biodispositivo, porque la conciencia tiende a descorporeizarse o, más aun, tiende a un nuevo cuerpo, un cuerpo biotecnológico. Ha nacido la cyberontología, una ontología carente de sujeto trascendental ni mucho menos trascendente. El ente llamado hombre es un flujo líquido de bytes, un dato entre datos, no lee: es leído por los hipertextos de la pantalla y por los inputs de los dispositivos digitales.

Si el yo es una ficción del hipotético logos, si el yo es una sombra del lenguaje, una inferencia menor de la estructura, tal como es planteado por la postmodernidad, el homo cyberneticus no necesita de ese yo fijo y estático que viene desde los albores del pensamiento y la acción. Todo fluye: identidad, sexo, credo, raza, suelo. Todo pide otras definiciones. No se trata de una esquizofrenia múltiple sino de la identidad pluriforme y paradójicamente siempre provisoria. Es lo que no se con-forma definitivamente sino definitoriamente como tal. La presencia del chip hace desaparecer el mundo “exterior” al chip.12 Éste es uno de los trasfondos hacia el que van algunos de los que postulan el posthumanismo cibernético, o sea la nueva situación del hombre, donde se conjugan la informática, la robótica, los wetwares (organismos a la vez biológicos y robóticos, incluidos los humanos), y los wearables (aparatos que conectan todos los componentes electrónicos y digitales del entorno y de la persona), es decir, la vida artificial,13 es decir el homo cyberneticus, el último hombre en la frontera con la máquina, ya incorporada en sí mismo.

[wearables: expresión que podríamos traducir como 'ordenador llevable', 'ponible', 'para ponerse' o 'de vestir'. To wear es un verbo que significa específicamente 'ponerse o llevar encima una prenda de vestir']. [working with wetware: ética de las formas de vida creadas y manipuladas por artistas, que trabajan directamente con sistemas biológicos vivos].

Entraremos así al llamado bodynet, cuerpo sí, pero cuerpomáquina conectado en red.14

El yo cibernético es impersonal y acrítico. Sólo hay un ahí que fluye. Y si el arte ha girado del objeto a lo que se pone en lugar del objeto (es decir, lo virtual), el homo cyberneticus también pasa del sujeto real (esto es, el sujeto en tanto que sí mismo) al sujeto virtual (esto es, un quién móvil y fugaz).16 De hecho se socavan anteriores conceptos y situaciones tales como pertenencias de nación, o tradición a lo Gadamer: todo se fagocita una vez y otra. Las relaciones no son humanas, son sintéticas. Carecen de verdades poéticas y metafísicas.17 No hay el “otro” en el sentido de una alteridad significante. Lo autorreferencial supone un individuo que autorrefiere pero eso es otra ilusión. Un dato más de la

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serie. El producto es el proceso.

A esta luz no deben extrañarnos, por tanto, las terribles caracterizaciones de nuestro tiempo que postulara Heidegger, y el triple peligro por él indicado: instrumentalización de la naturaleza como mero reservorio, nihilismo ante ella, ruptura del enlace entre lo natural y lo sagrado. El olvido de que la esencia de la técnica no es la técnica misma. Se trabaja sobre la Naturaleza y no con la Naturaleza, hay im-posición.18 A Heidegger no le interesaba la técnica como herramienta, sino cómo la técnica construye la verdad de las cosas, cómo recrea al mundo y cómo a través del uso de la técnica se define la naturaleza y el ser humano. Si, como decía Ortega, la técnica busca y logra que el medio se adapte al sujeto (en este caso la naturaleza al hombre), y si, sobre todo, la técnica es la anulación de la necesidad19, hoy la situación es notoriamente distinta: ahora, en este proceso dialéctico, lo cibernético en el hombre crea nuevas necesidades que sólo pueden ser resueltas por la propia cibernética, pero de un modo radicalmente distinto, ya no se trata de que la naturaleza y el hombre se adapten uno a otro o viceversa, se trata de que la técnica se adapta a la propia técnica, la cibernética se ajusta a ella misma: el hombre es instrumento de la técnica y no al revés, rumbo a una existencia apenas como un epifenómeno de la cibernética.

Sin embargo, no es correcto responder al tecnofundamentalismo con la tecnofobia. El homo cyberneticus es un hecho planteado en una realidad histórica más vasta, en la cual se inscribe. El salto tecnológico dado por la especie se ubica entramado con otros hechos no menos fundamentales, entre los que cabe mencionar uno: la relaciones de las culturas en situaciones nunca antes sucedidas, lo que tiene carácter planetario en lo territorial, global en su dimensión social, pero heterogéneo en su realización. A todos llega en todas partes pero instancias diversas. Esto ha llevado, por ejemplo, a que M. Beuchot plantee una antropología pluralista que busque superar los males del universalismo y el particularismo, donde se acepte que los valores de cada cultura no están bajo patrones neutros que puedan medirlas a todas.20 Ricoeur adhiere a una dialéctica del reconocimiento antes que de la identidad, basado en la idea de reciprocidad.21 Hay un matiz impensando en el desarrollo cibernético, ya que si bien la tecnología cambia e iguala en su uso a la especie humana, no toda la especie humana se constituye idéntica en sus asentamientos. Más bien, pareciera constituirse en valores con frecuencia antagónicos. Uniformidad de la posibilidad tecnológica que no se ve acompañado de un pluralismo de las posiciones, y Castany Prado, por ejemplo, ve aquí la necesidad de revalorar el cosmopolitismo como actitud central.22

Es decir, si toda afirmación remite a una metafirmación y así ad infinitum (hecho liminar al encontrarse una cultura con otra), entonces, más allá de los apetitos nietzscheanos que gobiernan en las culturas, esa libido dominandi a la que se hizo referencia, ¿dónde

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inscribir al homo cyberneticus en la historia que circula por fuera de él? Nada nos está garantizando la continuidad de la especie, más aun al surgir las voces del posthumanismo. En este sentido, Franco Volpi sugiere un humanismo no antropocéntrico, que “se abra al crecimiento técnico-científico sin nostalgia por el originario estado de naturaleza perdido, pero que no lo subordine por otra parte al imperativo de la técnica fuera de toda regla”23. Peter Sloterdijk, sin embargo, va mucho más allá: su posthumanismo deja el teocentrismo antiguo y el humanismo antropológico de la modernidad y toma otros ejes: suplanta la diferencia natural/cultural por la natural/artificial (y aun ésta es difícil de determinar), plantea los derechos civiles de las máquinas, considera que el dominio de la escritura/lectura se ha reemplazado por lo retórico/visual, urge por nuevas definiciones del vocablo “máquina”, afirma que la relación sujeto/objeto deja paso a la relación sujeto/tecnología, y habla de un “código antropotécnico” para la selección de nuevas formas del ser humano a través de la biomanipulación: las Reglas para el parque humano. Cabe recordar aquí su ejemplo de que el corsario sabía donde acababa su cuerpo y empezaba el garfio, pero con las nuevas prótesis esa distinción se harto complica y ya no tiene sentido.24 Mientras que Donna Haraway, en lo que aquí denomino como homo cyberneticus, afirma el cyborg como una nueva instancia para lo femenino, y en su Manifiesto Cyborg habla de nuevas definiciones sexuales postgénero y de las posibilidades de reproducción no orgánicas de la especie.Es ineludible la continuidad de la existencia del homo cyberneticus, pero ¿en qué condiciones? Ha nacido, sí, pero ¿qué es lo que adviene? Si nos preguntamos: ¿qué es el hombre?, bien podríamos contarlo como eso que va de las cuevas a Gutenberg, de Gutenberg al chip. ¿Y mañana qué?

Res RESRESRES

“yo cacto”.

Res realiza una obra fotográfica con fuerte acento conceptual que

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indaga en la relación entre tiempo, historia y representación. La fotografía deja de ser el soporte exclusivo de su trabajo, dando espacio a la instalación y al video como registro de acciones pensadas por res y llevadas a cabo por grupos de personas convocadas a tal fin.

Sterlac

Cada día los avances teconológicos superan a la ciencia ficción creando un nuevo nivel de existencia en el que el hombre ya no solamente es cuerpo y alma, sino que abre nuevas posibilidades evolutivas al incluir a la tecnología en el arte. es un artista australiano que explora el concepto de cuerpo y su relación con la tecnología. La premisa que rige su trabajo dice que la tecnología escorrespondiente al arte, y todo arte es creado por el hombre y según sus capacidades corporales. Así, la inclusión de interfaces en el cuerpo -cuando es utilizado como soporte de la obra- permite la transición del individuo biológico al individuo robotizado.

Ahora, el cuerpo es un objeto de diseño, un objeto de deseo y de individualidad. Stelarc, como investigador de arte digital en la Universidad de Nottingham en Inglaterra, ha profundizado en los límites entre arte, tecnología y cuerpo.En la era del cyborg, Stelarc, un artista posthumano, rediseña el cuerpo. El que ha sido aumentado, invadido o anfitrión de la tecnología:

- tecnología acoplada (como prótesis que añade al cuerpo: tercera mano, accionada por señales EMG)

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- tecnología insertada (escultura estomacal, con un mecanismo autoiluminado que emitía sonidos, se abría y cerraba, se extendía y retraía y actuaba en la cavidad estomacal). Con “Tercerea Oreja”, el procedimiento consistia en inserter un globo bajo la piel hasta que estuviera lo suficientemente estirada. Tras esta operación debía retirarse el globo e inserter una oreja. No para oir sino para emitir sonidos con un chip de sonido y un sensor de proximidad. Su finalidad podría ser susurrar dulcemente a la oreja de cualquier persona. La oreja es el lugar donde se estimulan los órganos del cuerpo, no solo el oído sino también el equilibrio

http://youtu.be/CpbUqfdEFiE

- conectado a la red (con lo que era possible accede al cuerpo y activarlo a distancia desde otros lugares lejanos). Del mismo modo que internet proporciona formas multiples e interactivas de mostrar conectar y recuperar información e imagines, ahora también puede permitir formas inesperadas de accede, conectar y cargar en la red del cuerpo mismo. Y en lugar de plantear Internet como una forma de satisfacer anticuados deseos metafísicos de descorporeización, ofrece, por el contrario, ponderosas estrategias individuales y colectivas para proyectar la presencia y conciencia del cuerpo. Internet no acelera la desaparición del cuerpo y la disolución del yo.

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Las obras de Stelarc son cosideradas como el futuro del hombre híbrido, un hombre-máquina que a través de la genética y la robótica es capaz de desarrollar una nueva realidad en la que los cyborgs ya no son parte de nuestra imaginación. Desde tiempos remotos el hombre se expresaba a través de su cuerpo: los tatuajes tribales y las perforaciones eran formas de rendir culto a sus dioses o tenían una significación de identidad….

En su obra Cuerpo obsoleto, Stelarc declara que “ya no se trata de perpetuar la especie humana a través de la reproducción, sino de mejorar las relaciones sexuales entre hombres y mujeres a través de una interfaz hombre-máquina. El cuerpo está obsoleto. Nos encontramos al final de la filosofía y de la fisiología humana. El pensamiento humano se desvanece en el pasado humano”. Así, Stelarc se erige como un artista poshumano capaz de llevar su cerebro fuera de su piel.

“Suspensiones”. Body art.

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STeRLaC, BoDy ArT CiBeRNeTiCo

http://youtu.be/0kJ4LqFsHgM

Orlan. Arte corporal.Acciones corporales enraizadas en la mística Cristiana, registradas en films, videos y hologramas. Decidió adoptar una nueva personalidad y se autocanonizó como Santa Orlan. Hologramas en los que a modo de escultura viviente aparece como virgen o santa.

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Su cuerpo podía ser transformado, metamorfoseado, tantas veces como un traje a través de intervenciones quirúrgicas, que planteo como acciones registradas en videos y proyectadas en vivo en el centro Pompideou de Paris, mientras respondía preguntas y leía fragmentos de autores. En los ´90, se somete a distintas operaciones de cirugía estética, para configurar su físico, esculpir su personalidad, donde persiste el ideal de belleza clásico, sugerido por los grandes artistas: pretendía lograr la ambigüedad del rostro de la Gioconda de Leonardo, la frente de la Mona Lisa de Da Vinciel mentón de la Venus de Botticelli, los ojos de la diosa mitológica Diana, etc. “Arte Carnal” deviene en autorretrato en sentido clásico, pero con los medios tecnológicos disponibles en la actualidad, donde elcuerpo se convierte en un ready made modificado.

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ARTE DE ORLÁNhttp://youtu.be/AV1EAjylb7g

Nathaniel MellorsNathaniel Mellorshttp://youtu.be/6RanAcskLtsHippy dialectic (Ourhouse). Ica London.

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Otrxs cuerpos

Las ‘tiernas criaturas’ de Patricia Piccinini

Me encanta cuando la gente discute sobre lo que el trabajo trata de decir, cuando empiezan a analizar los temas desde numerosos puntos de vista. Me encantar ver cómo una persona pasa de una actitud inicial de repugnancia por lo extraño de mis creaciones a una actitud de comprensión o de simpatía. Me encanta cuando la gente se da cuenta de que todo esto se refiere realmente a nuestra vida actual. [Nota 1]

Patricia Piccinini (n. 1965), es una de las más singulares artistas australianas actuales [Nota 2]. Espléndida constructora de quimeras de aroma científico de las que se sirve para contarnos historias del desconcertante mundo en el que vivimos. Sin lugar a duda merece la pena detenerse y analizar un trabajo que deja en el aire innumerables e interesantes preguntas sobre nuestra sociedad, una obra que, como ha declarado la propia autora, plantea cuestiones sobre aspectos fundamentales de nuestra existencia: nuestra artificialidad, nuestros animales, nuestra responsabilidad para con nuestras creaciones, nuestros hijos y nuestro entorno. Un cóctel amable o aborrecible, según la percepción de cada uno, que porta entre sus ingredientes ciencia, moral, futuro y convivencia.

Actualmente se puede contemplar su obra en España, desde el 4 de octubre de 2007 hasta el 27 de enero de 2008, en una exposición organizada por ARTIUM que lleva por título ‘(Tiernas) Criaturas. Patricia Piccinini’ [Nota 3]. La artista pertenece a una generación que emerge con propuestas interesantes y actuales, y lo que es más importante, con lenguajes y cuestiones presentes. Un alivio tras el parto doloroso y mal asimilado de los últimos veinte años, que ha poblado los Centros de Arte Contemporáneos de demasiadas obras mediocres, anacrónicas o con cuestiones plásticas resueltas y superadas varias décadas atrás, que a duras penas serán capaces de sobrevivir a la quema que sin remedio deberá hacer la historiografía en un futuro.

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La mayoría de las obras de Piccinini están basadas en prácticas biocientíficas de manipulación y alteración de seres vivos. Ha creado un universo sintético pleno de realismo, poblado de criaturas y objetos ficticios, curiosas especies animales, en los que incluso, se llega a fusionar el alma animal y la humana. Un escenario creativo en el cual la investigación de células madre, la ingeniería genética, la clonación, la bioelectrónica, la restauración ecológica dan lugar a ‘nuevos mundos’ que no son otro que el nuestro actual. Una mirada narrativa más preocupada por encender el debate que por tomar partido, hasta el punto de que sus obras han sido tomadas como ejemplo tanto por los detractores como por los defensores de esta vía de la experimentación científica.

Como puede comprobarse en la exposición de ARTIUM, la artista persigue deliberadamente que este universo y sus habitantes se encuentren extrañamente cercanos a la realidad cotidiana y sean capaces de despertar a un tiempo la ternura y la inquietud en quien los observa. Su inspiración es nuestra realidad cotidiana, sus ideas surgen de la influencia de la vida. Eso es lo que seguramente le da cercanía y verosimilitud a un trabajo que, a pesar de recrear un mundo imaginario, bajo la percepción del espectador se encuentra más próximo a la realidad que a la ciencia ficción.

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Piccinini realizó la obra que abre la exposición, Protein Lattice, influenciada por la imagen de una famosa noticia aparecida en 1997, de un ratón manipulado en un laboratorio que lucía un cartílago en forma de oreja humana en la espalda. Según sus propias palabras: 'vi aquella extraña imagen de un ratón con una oreja en la espalda en las noticias de la noche. Era muy extraño, trágico y asombroso a la vez. Investigué un poco, y eso me llevó al emergente campo de la ‘ingeniería del tejido’, que parecía encarnar de manera bastante precisa la convergencia entre lo natural y lo artificial que me preocupaba en aquel momento'.

La cuestión de la manipulación genética con fines médicos se encuentra también presente en The Young Family, escultura presentada en la bienal de Venecia de 2003, en la que una madre de una especie animal irreconocible amamanta con ternura a tres cachorros. Su aspecto físico no resulta del todo lejano e incluso pueden apreciarse ciertos rasgos humanos, especialmente en la mirada. Una mirada ausente y triste como la que desprenden algunos primates recluidos en zoológicos, o la que luciríamos nosotros si estuviéramos retenidos y expuestos durante años. En el caso de la madre de The Young Family, con el posible agravante de servir en un futuro como mero receptáculo de órganos aptos para transplantes humanos. Son seres que nos despiertan sentimientos de ternura, tristeza, esperanza, repulsión o miedo, pero no por lo que son, si no por lo que nosotros somos capaces de hacer.

El interés de Piccinini por la ciencia médica empezó durante su adolescencia. La madre de la artista estuvo enferma durante muchos años, un tiempo en el que esperó y rezó para que la ciencia pudiera ayudar a su familia, aunque al final sucedió lo inevitable. Esa actitud del hombre ante la ciencia, ante la investigación y el futuro científico, la esperanza y la decepción; el avance, el desarrollo y los

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sentimientos muchas veces contradictorios que despierta, incluso en la misma persona; las nuevas realidades que plantea y que nos toca vivir irremediablemente, aunque muchas veces no comprendamos y casi nunca podamos controlar; todo ello es objeto de su análisis. Como ella misma ha relatado, no está tan interesada en la ciencia misma como en el impacto que tiene sobre la gente.

 

Las cuestiones que le interesan son motivo de preocupación universal, pero es cierto que su trabajo tienen un cierto matiz australiano, se origina en un contexto australiano. Australia tiene una ecología particular y fascinante, con muchos animales únicos. Con la serie Nature’s Little Helpers ha imaginado una serie de ‘especies asistentes’ diseñadas para ayudar a preservar varias especies australianas en peligro de extinción. Aunque tristemente esta problemática de pérdida de especies y de hábitats no es exclusiva de Australia. Por lo que en estos trabajos se utiliza la especificidad de una circunstancia especial de Australia para señalar cuestiones ecológicas mucho más generales.

Piccinini expone también la cuestión de la hipotética convivencia de estos productos de la biotecnología con la especie humana. La artista se vale de dibujos y esculturas de gran realismo para colocar al espectador ante una situación que reconoce como ficticia pero que no puede evitar sentir como posible. Piccinini presenta escenas llenas de ternura, con niños jugando en actitud cariñosa e incluso durmiendo con estos seres, ante las que no es posible evitar una cierta inquietud. La cuestión se plantea de manera más directa en la

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escultura The embrace, que representa a una criatura de grandes ojos que recuerda a una cría de canguro antes de desarrollarse, un ser de aspecto desprotegido acentuado por la desnudez que le confiere la carencia de vello y el color rosado de su piel, que se engancha a la cara de una mujer, el autorretrato de la propia artista, con un fuerte abrazo. Como en toda la obra de Patricia Piccinini la interpretación está muy abierta, no sabemos si ese abrazo responde a la falta de cariño, a la búsqueda de amparo, a la agresividad o al miedo de un animal. Pero lo que es mucho más importante y turbador, ante este panorama científico, no sabemos si debemos tener esperanza o sentir miedo de estas criaturas engendradas y manipuladas en un laboratorio por unos aprendices de dioses que juegan, con licencia y sin licencia moral, con el futuro y el bienestar de toda la humanidad.

El “arte transgénico” de Eduardo KacArte basado en el uso de la ingeniería genética para transferir genes naturales o sintetizados a un organismo y así crear seres vivos únicos. LAS OBRAS MEZCLAN VIDA Y ARTE, GENERANDO UNA POTENTE REFLEXIÓN

Foto: Eduardo Kac regando a Edunia.

Edunia no es una actriz, ni una estrella de la música, ni siquiera una oveja clónica. Es una petunia, una flor muy especial que no se parece a ningún otro habitante de este planeta. Es la primera “plantimal”. Edunia es una obra-experimento-creación o como lo queramos llamar de Eduardo Kac, uno de los artistas con más proyección en el mundo de la creación contemporánea. Quizás algún lector avispado se haya dado cuenta ya de lo que significa el nombre de la flor: Eduardo + Petunia. Es una flor semi-humana. Porque este curioso e inclasificable espécimen lleva dentro de sí el ADN de su propio creador. Increíble, imaginativo, revolucionario… ¿O el producto de alguien que sólo busca llamar la atención?

De muchos artistas de vanguardia se llegaron a decir tales cosas, e incluso peores. El siglo XXI ha traído ya, y sin duda traerá,

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avances tecnológicos que pueden llegar a poner al hombre a la altura de la divinidad. El arte no debe quedarse atrás, y los nuevos caminos que explora Eduardo Kac nos dan una buena pista de ciertas sendas que, nos guste o no, deben ser transitadas en busca de la renovación constante que necesita el arte para sobrevivir.

SUS PROYECTOS LLEGAN HASTA LOS LÍMITES DE LA CIENCIA-FICCIÓN, MUY CERCANOS A HISTORIAS DE ESCRITORES COMO PHILIP K. DICK O ISAAC ASIMOV

Es la primera vez que Kac expone su arte transgénico, en este caso en forma de flor. Sin embargo, este tipo de creaciones (que le han aportado fama y, cómo no, controversia) no son lo único que jalona la trayectoria del artista, al que se considera el padre del bioarte y de la telepresencia. Robótica, biología y redes virtuales se mezclan en sus creaciones para, como cuenta en su web, “explorar la fluidez de las posiciones subjetivas en el mundo post-digital”. 

El proyecto “GFP Bunny” del año 2000, en el cual GFP corresponde a  Green Fluorescent Protein (Proteína Verde Fluorescente). "Alba", la conejita verde fluorescente, es un conejo albino. Esto significa que ella no tiene ninguna pigmentación en su piel, bajo condiciones ambientales normales es totalmente blanca con ojos rozados. Alba no es verde todo el tiempo. Ella resplandece intensamente solamente cuando está iluminada con la luz correcta. Cuando (y solamente cuando) es iluminada con luz azul (con una excitación máxima de 488 nm), ella resplandece con una luz verde intenso (con una emisión máxima de 509 nm). Fue creada con EGFP, una versión mejorada (es decir, una mutación sintetizada) del gen original verde fluorescente de tipo salvaje encontrado en las medusas Aequorea Victoria. EGFP produce una fluorescencia dos veces mayor en las células de los mamíferos (incluyendo células humanas) que el gen original de las medusas.La investigación y la filosofía son la base de un arte que se parece cada vez más al futuro que presentimos e incluso tememos.

El arte transgénico debe ser creado “con muchísimo cuidado, reconociendo los aspectos complejos que subyacen en el corazón del trabajo y, sobre todo, con un fuerte compromiso con el respeto,

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la crianza y el amor que la vida así creada necesita”.

Cybergrafía:Cyberontología, posthumanismo cibernético y constitución del último hombre. Mag. Daniel López Salort - Universidad Nacional de Córdoba.

Revista Observaciones Filosóficas - Nº 5 / 2007

1 Este escrito está basado en Homo Cyberneticus: ¿El Último Hombre?, ponencia leída como cierre del Congreso Internacional: Filosofía, Individuo y Globalización, Academia Nacional de Ciencias, Buenos Aires, Octubre 2006, cuyas actas y publicaciones se encuentran actualmente en prensa, constituyendo una versión abreviada del mismo.2 El vocablo cyborg fue acuñado por Clynes y Kline para nombrar a un organismo que partiendo del ser humano tuviera componentes artificiales a los fines de una mejor naturaleza. Ver Manfred E. Clynes y Nathan S. Kline: Cyborgs and Space. En: Cyborg Handbook, Routledge, United States of America, 1995.3 La utilización de estos términos siempre requieren de cierta prudencia metodológica y epistemológica, y no son pocos los pensadores que coinciden en una utilización más metafórica descriptiva que analítica.4 La función crítica del sujeto es reemplazada por la función irónica y posesiva del objeto, el sujeto deja de ser el amo del juego, la relación se invierte. Ver Baudrillard J.: Illusion, désillusion, esthétique. Sens & Tonka, París, 1997.5 Ver los trabajos de Baudrillard J.: Crítica de la economía política del signo. Siglo XXI, Madrid, 1989; y El Crimen Perfecto. Anagrama, Barcelona, 1996; Debord G.: La sociedad del espectáculo. Pre-Textos, Valencia, 2002; Silva V. y Browne R.: Escrituras híbridas y rizomáticas: paisajes intersticiales, pensamiento del entre, cultura y comunicación. Arcibel, Sevilla, 2004; Virilo Paul: La máquina de visión. Cátedra, Madrid, 1989; y El cibermundo o la política de lo peor. Cátedra, Madrid, 1997; Von Foerster H.: Las semillas de la cibernética: obras escogidas. Gedisa, Barcelona, 1996.6 Aunque exista una visión que procura el funcionamiento de las dos ciudades, y es la propuesta de Ascott con la arquitectura de la cyberpercepción, donde no se produciría ese vacío de cuerpo a cuerpo, sino que se dejaría de lado el yo aislado y monádico para dar paso a múltiples yoes conformados en un espacio telemático, donde se produce un sistema holomático: la conexión en un punto entre el individuo y la red supone que al mismo tiempo está conectado virtualmente a toda la red. Ver: Roy Ascott: La arquitectura de la cibercepción, en Ars Telemática, Comunicación, Internet y

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Ciberespacio. Giannneti, Claudia (ed). Làngelot. Barcelona, 2000.7 Es muy pertinente en ese sentido el planteamiento de Tomás Maldonado, al considerar la cultura de lo efímero con respecto a la cultura del consumo dilatado, quien afirma que la renuncia a una ideología totalizante de lo virtual puede contribuir a una valoración más ponderada y más fructífera de las relaciones entre lo real y lo virtual. En Tomás Maldonado: Mundo real, mundo virtual. Debats Nº 84, Valencia, 2004.8 Cf. Paul Ricoeur: Civilización universal y culturas nacionales, en Ética y cultura, Docencia, Buenos Aires, 1986.9 Ver también Deborah Lupton: The Embodied Computer User en Cyberspace, Cyberbodies, Cyberpunk. Cultures of Technological Embodiment. Mike Featherstone y Roger Burrows (ed.), Londres, 1995.10 Ver Carlos Canales: Transhumanos y Posthumanos: la búsqueda científica de la inmoralidad. Y el Hombre Creó al Cyborg. Revista Año/Cero, Año XI N° 09, Colombia, 2001.11 Es imprescindible aquí las connotaciones y afirmaciones explícitas de Donna Haraway: A Cyborg Manifesto: Science, Technology, and Socialist-Feminism in the Late Twentieth Century”, pp.149-181, en: , 3º edición, Barcelona, 2006.

La era del cyborg. Stelarc, artista poshumano, rediseña el cuerpo. Publicado por María Magdalena Gutiérrez Franco | Last updated Jul, 03 2013

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