Cristología Ejercios Espirituales

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EL CRISTO DE LOS EJERCICIOS Cristo es uno y el mismo, pero lo que de Él sentimos y destacamos puede cambiar; y de hecho ha ido cambiando con las épocas conforme a sus varias necesidades, centros de interés y nuevos horizontes. De señalar estos cambios se ocupan las cristologías. Trataremos ahora de precisar qué de Cristo es lo que Ignacio destaca en los Ejercicios Espirituales (EE), cuál es su enfoque o visión de Cristo. O sea, nos preguntamos por la cristología de Ignacio. Algo ha de tener ésta de propia por el hecho de que dio origen a una espiritualidad nueva en la Iglesia, la espiritualidad apostólica, que marcará con relieve la vivencia cristiana de los siglos XVI hasta el nuestro. ¿Cuál es el Cristo de los EE? El encuentro de Ignacio con Cristo Las lecturas de la Vida de Cristo y de los Santos que hizo Iñigo en su convalecencia en Loyola, y la lucha de deseos opuestos que allí experimentó y que lo llevó a cambiar de señor, de dama y de empresa, conforman el núcleo inicial de su experiencia de Cristo (Autobiografía 5-11). A partir de esta lucha Cristo se convirtió para él en su nuevo Señor, María en su señora, y su empresa ya no sería más la de un “rey temporal” sino la del Rey eterno. Su ideal de vida será “en todo amar y servir” a este nuevo Señor. En los EE encontramos este núcleo un poco por todas partes: en las anotaciones y reglas, en el Principio y Fundamento, en las contemplaciones de los misterios de la vida de Jesús, en el proceso de elecciones, en la reglas de discernimiento de espíritus y en las del sentir en y con la Iglesia. Pero no hay duda que se hace presente con toda su fuerza en la Contemplación del Llamamiento y de la vida del Rey eternal ”, que es una parábola de la propia vida y conversión de Ignacio. Destaquemos de ella los puntos siguientes: 1

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Los ejercicios espirituales de San Ignacio contienen implícita una cristología digna de ser explicitada

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EL CRISTO DE LOS EJERCICIOS

Cristo es uno y el mismo, pero lo que de Él sentimos y destacamos puede cambiar; y de hecho ha ido cambiando con las épocas conforme a sus varias necesidades, centros de interés y nuevos horizontes. De señalar estos cambios se ocupan las cristologías.

Trataremos ahora de precisar qué de Cristo es lo que Ignacio destaca en los Ejercicios Espirituales (EE), cuál es su enfoque o visión de Cristo. O sea, nos preguntamos por la cristología de Ignacio. Algo ha de tener ésta de propia por el hecho de que dio origen a una espiritualidad nueva en la Iglesia, la espiritualidad apostólica, que marcará con relieve la vivencia cristiana de los siglos XVI hasta el nuestro. ¿Cuál es el Cristo de los EE?

El encuentro de Ignacio con Cristo

Las lecturas de la Vida de Cristo y de los Santos que hizo Iñigo en su convalecencia en Loyola, y la lucha de deseos opuestos que allí experimentó y que lo llevó a cambiar de señor, de dama y de empresa, conforman el núcleo inicial de su experiencia de Cristo (Autobiografía 5-11).

A partir de esta lucha Cristo se convirtió para él en su nuevo Señor, María en su señora, y su empresa ya no sería más la de un “rey temporal” sino la del Rey eterno. Su ideal de vida será “en todo amar y servir” a este nuevo Señor.

En los EE encontramos este núcleo un poco por todas partes: en las anotaciones y reglas, en el Principio y Fundamento, en las contemplaciones de los misterios de la vida de Jesús, en el proceso de elecciones, en la reglas de discernimiento de espíritus y en las del sentir en y con la Iglesia. Pero no hay duda que se hace presente con toda su fuerza en la “Contemplación del Llamamiento y de la vida del Rey eternal”, que es una parábola de la propia vida y conversión de Ignacio. Destaquemos de ella los puntos siguientes:

Primero, que Dios llama a Íñigo apelando a su hidalguía y lealtad natural de seguir y servir a un gran señor y a una elevada dama. La gracia se apoya en esta base natural y la trasforma en impulso de destacarse en el servicio de Cristo, emulando a los santos que él admira: Francisco, Domingo, Onofre.

Segundo, que el amor a Cristo pasa por el deseo de ir a Jerusalén, conocer los lugares santos y seguir paso a paso la vida del Jesús terrestre, dejándose impregnar de Él por la vía de la contemplación y de los cinco sentidos. La Autobiografía da tiernos testimonios de esto. Lo movió la lectura de la Vita Christi, de Ludolfo de Sajonia, de la que extrajo 300 páginas de apuntes.

Tercero, la identificación a Cristo lo lleva al servicio al prójimo, lo que él llama “ayudar a las almas”. Pero no en un grado cualquiera sino en lo que sea la mayor

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ayuda, el magis.

Estos tres puntos constituyen el núcleo embrional de la espiritualidad apostólica que Ignacio aporta a la Iglesia de su tiempo y que la enseña por medio de los Ejercicios Espirituales.

LOS TÍTULOS Y LAS ANOTACIONES

Los títulos y las anotaciones del libro de los Ejercicios dan la imagen de un Dios que tiene una relación muy viva con nosotros: - Se revela, interviene y se comunica; entra en diálogo con el hombre, tiene

una “voluntad divina” de salvar y poner amor a todos (EE 2, 4, 15).- La vida es un combate, una lucha en que el hombre es tentado por el

enemigo (EE 10).- Lo central de los EE, lo que toma cerca de treinta días, es “la vida de Cristo

nuestro Señor” (EE 4).- Dios es afectivo: se une, abraza, da consolación, el buscarlo y encontrarlo

produce “gusto espiritual”, es “gustoso” (EE 2, 15).- Dios necesita de nuestra actividad y libre respuesta para que seamos

amigos suyos y hagamos juntos la historia del mundo.- Esta relación se da en una economía de pecado en la que el hombre siente

“contrición, dolor, lágrimas por sus pecados” (EE 4).

EL PRINCIPIO Y FUNDAMENTO (PyF)

El PyF es una nota preliminar, un ejercicio preparatorio a la Primera Semana y al resto de los EE. Es un breve compendio de sabiduría cristiana que sirve de carta de ruta para caminar a la salvación. Constituye propiamente una consideración sobre Dios y sobre el fin último del hombre y su fin próximo, aquí abajo. El hombre está en este mundo para alabar hacer reverencia y servir a Dios nuestro Señor y así alcanzar su plenitud eterna en Dios; las criaturas son para el hombre, que ha de usar de ellas con libertad y generosidad en cuanto le ayuden a su fin.

Aquí hay un problema: ¿De qué Dios se trata en el P y F? ¿Se trata de un “Dios filosófico”, de “la divinidad” en general, del “Dios explicación del mundo”? ¿Es el Dios del Antiguo Testamento o es también el del Nuevo? ¿Precontiene el PyF todo el desarrollo ulterior de las cuatro Semanas de manera que Jesús venga a ser sólo “un ejemplo” de un principio conductual establecido por el PyF? ¿Cuál es pues la imagen de Dios del PyF? ¿Está Jesucristo en ella?

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El PyF fue puesto en el libro de los EE cuando Ignacio estudiaba en París y no antes. De aquí que este texto, aparentemente tan conciso y descarnado, no pueda ser comprendido sino a partir de la estructura general de los EE. Ya hemos visto que el núcleo genético de éstos es la contemplación del Reino, con su “Oblación” en miras a la elección. Lo que el PyF dice de la salvación del alma y de la indiferencia respecto a todos los bienes de la tierra no es otra cosa que la actitud necesaria para elegir bien siguiendo a Cristo. Es un compendio muy denso de la pedagogía espiritual del conjunto de los EE, y no se le puede comprender sino a partir del llamado del Reino, que según los antiguos Directorios, también es llamado “Fundamento”. (Hugo Rahner, Ignatius von Loyola als Mensch und Theologe, cap. 13, 251-312).

Para Ignacio sólo Cristo puede “ordenar nuestra vida” (EE 53, 63). Sólo en Él podemos “alabar, hacer reverencia y servir a Dios”. Sólo Él vive el “magis” hasta el “amor más grande del dar la vida” (Jn 15, 13). Por esto el elegir y desear “lo que más nos conduce para el fin que somos criados” se refiere, no a un deber neutro e impersonal, a un imperioso deber ser, sino a elegir y desear con toda el alma a Cristo, el Camino, Verdad y Vida, que nos conduce al Padre, que es el “fin para el que somos criados”.

Todo esto se irá explicitando a lo largo de los EE, especialmente en las elecciones que retoman casi textualmente los términos del PyF (169-179).

LA PRIMERA SEMANA

La Primera Semana de los EE, al igual que la primera predicación de Jesús (Mc 1, 15) se centra en el volver a Dios, en la conversión. Su dinamismo cristológico lo percibimos especialmente en los coloquios.

El primer Ejercicio acerca del pecado en la historia menciona a Cristo sólo de paso en el primer y segundo preámbulo; y expresamente en el Coloquio. Pero en la catequesis, la liturgia y la teología de los tiempos de Ignacio estaba claro que el pecado de los ángeles y de Adán y Eva tenía como objeto a Cristo y que Él es nuestro Redentor. Por esto es para Ignacio tan obvio que en los Coloquios nos dirijamos a Él, más que al Padre (EE 53, 65-71)

El “Coloquio ante Cristo en cruz” conmueve por lo vívido de esta mirada: “imaginando a Cristo nuestro Señor delante y puesto en cruz…viéndole tal y así colgado en la cruz…”. Crea una relación afectiva de intensa intimidad: “como un amigo habla a otro”. Pasa de de un tono a otro: “cuándo….cuándo”, diciéndonos con ello que ante Cristo nos situamos en muchas y diferentes relaciones: de amigo, de siervo, de culpable, de confidente. Enfatiza que el Señor está en la cruz “por mis pecados”; y que a tanto amor corresponde un amor activo, que sirva: “ lo que he hecho por Cristo, lo que hago…; lo que debo hacer”. (EE 53-54):

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El “Coloquio de misericordia” brota desde la profunda verdad de reconocerse uno como pecador, verdad ponderada en toda su malicia (EE 61), y acrecentada por ubicarse quién es uno en relación a todos los demás hombres, los ángeles, los santos, la infinitud de Dios. Al terminar el proceso de los propios pecados, pasa del “dolor y las lágrimas” al agradecimiento: “razonando y dando gracias a Dios nuestro señor porque me ha dado vida hasta agora”. El coloquio se dirige al Cristo del cielo, al Resucitado con todos los santos, como lo hará en otros momentos claves y solemnes de los EE (Oblación del Reino, Contemplación para alcanzar amor).

El “Triple coloquio” se dirige a Nuestra Señora y a Cristo como mediadores ante el Padre. La petición a Nuestra Señora es “para que me alcance gracia de su Hijo y Señor”; y a Cristo habla “para que me alcance del Padre”. Finalmente, es el Padre quien concede la gracia pedida, pero los mediadores están vivamente interesados y tienen eficacia salvadora para socorrernos y ayudarnos a que nos enmendemos a nosotros mismos y al mundo en sus mismas estructuras desordenadas. Es una cristología de limpieza total.

El quinto Ejercicio, del infierno (EE 65-71), termina en un coloquio con Cristo centro de toda la creación. Las almas de distribuyen en “antes”, “en la vida” y “después de Cristo”. Cristo ocupa el centro. De Él parte toda fuerza salvadora hacia delante, hacia atrás y durante su venida. Esto será profundizado en la 1ª. contemplación de la 4ª semana, cuando trata del descenso a los infiernos (EE 219).

Es cristología que da primacía al amor: “para que, si del amor del Señor eterno me olvidaré por mis faltas, a lo menos al temor de las penas me ayude para no venir en pecado”. Invita a agradecerle al Señor la “tanta piedad y misericordia” que ha tenido conmigo, y lo mismo al Padre (Sobre este tema fundamental de la economía cristiana, ver Jon Sobrino, El principio misericordia, (Santander, Sal Terrae, 1992)

LA SEGUNDA, TERCERA Y CUARTA SEMANAS

Naturalmente, es en estas tres Semanas donde se concentra la fuerza cristológica de los EE. Desarrollan la experiencia inicial de Ignacio, llevándonos – como él fue llevado por sus lecturas– a recorrer sin prisa toda la vida de Jesús y ponernos a su servicio.

Ignacio quiere que recorramos el entero camino de Jesús, desde la encarnación hasta su partida al cielo. En esto los EE se ciñen al modelo que siguieron los discípulos reunidos en el Cenáculo para suceder a Judas Iscariote. Buscaron testigos que hubiesen acompañado a Jesús desde Galilea a Jerusalén: “desde el día en que Jesús recibió el bautismo de Juan hasta que se marchó de nuestro lado” (He 1, 22). Testigo de Cristo es el que lo ha dejado todo por seguirlo – como Mateo, como los hijos del Zebedeo, como Pedro, como Andrés y que lo ha acompañado paso a paso a lo largo de su ministerio del Reino, hasta el Calvario, el clarear de la Pascua y la Ascensión. ¡Esto quiere decir ser cristiano!

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Los EE son un proceso para ayudarnos a “dejar todo”, escuchar el llamamiento de Cristo y seguirlo con entusiasta fidelidad “desde Galilea hasta Jerusalén”. A este amor entusiasta y fiel de Jesús se encaminan las contemplaciones de la 2ª, 3a y 4ª Semanas. Se trata de verlo con nuestros ojos, tocarlo con nuestras manos, escucharlo con nuestros oídos, cultivar en nosotros sus mismos sentimientos interiores para ponernos enteramente a su servicio. A esto apuntan las contemplaciones – el modo de orar más propio de los EE - con sus repeticiones, coloquios y aplicaciones de sentido.

Pero Jesús hoy ya no recorre visiblemente los caminos y las ciudades de nuestro mundo. Quiere seguir haciéndolo, sí; pero en nosotros y por nosotros. Nos confía que seamos los continuadores de su misión y nos promete acompañarnos por su Espíritu. Nuestra tarea es decirle sí y descubrir dónde nos quiere. El seguimiento de Jesús hemos de descubrirlo nosotros. Necesita, para ser adueñada por cada persona singular, que el Espíritu Santo, el que “completa la revelación” de Jesús, toque a cada cual con sus luces y mociones interiores para que asimile espiritualmente un cierto rasgo de Cristo más bien que otro. La regla de oro de las contemplaciones, todo su fruto, parece consistir en mirar a Jesús siempre y en todas partes, llenarnos de Él y dejar que sea su Espíritu el que conduzca nuestras vidas.

Esto lo hacemos no sólo llenándonos en la contemplación del gusto de estar con Jesús, mirar sus facciones y escucharlo proclamar las Bienaventuranzas. Es menester que averigüemos dónde y cómo quiere que trabajemos con Él por el reinado de su Padre sobre los averiados hombres y mujeres de nuestro mundo. Es preciso ir donde Él – el único apóstol del Padre – nos quiera enviar para que allí llevemos su Buena Noticia de amor y misericordia. Esto supone que nos dejemos conducir por el Espíritu de la misión, el mismo Espíritu que a lo largo de su vida pública impulsó los desplazamientos de Jesús.

Esto es lo que quiere hacer Ignacio en el bloque de las Elecciones, que viene después de la contemplación de Jesús de 12 años, cuando permanece en Jerusalén en el templo: “…comenzaremos juntamente contemplando su vida, a investigar y a demandar a qué vida o estado de nosotros se quiere servir su divina majestad” (EE 135).

Es en este contexto de seguimiento de Cristo “enviado del Padre” (en griego, apóstolos), para hacernos apóstoles con Él y los otros apóstoles, que en los ejercicios realizamos las elecciones. En terminología más abstracta, podemos definir los Ejercicios como una cristología pneumática de Cristo revelador del Padre por su ser, sus acciones y palabras.

Resultados de este recorrido de los EE

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1) EL Cristo de los EE no es sólo el Señor exaltado ni sólo el Jesús de la tierra. Los EE trabajan con un modelo cristológico que es a la vez “de abajo" y “de arriba", desde la Trinidad y desde Belén. Si no fuera por lo incómodo del término, hablaríamos de una “Jesucristología".

2) Es Jesucristo, el Señor, el Kyrios (= titulo pascual), cuyo empeño más fuerte es “reinar”, es decir trabajar en la tierra para dar a conocer la Buena Nueva y vencer el pecado, la muerte v los poderes enemigos, para lo cual llama colaboradores, a fin de que todos juntos preparemos el Reino a su Padre, que es a la vez el nuestro.

1) Es una cristología de seguimiento al Señor que nos llama, de discipulado. Esto no excluye sino que incluye imitarlo a Él. Pero no imitación literal sino creadora, conducida por el Espíritu del Crucificado Resucitado.

3) Es el Cristo que quiere que nos identifiquemos con El, con todo El, en el servicio a los más pobres. Los pobres son camino y sacramento de salvación para los que no son pobres, para los prepotentes, confiados en sus bienes. Esta había sido una muy antigua y conocida predilección de Dios, su Padre – la atestigua todo el Antiguo Testamento - que Cristo la hace suya y nos la confía para que la llevemos adelante.

4) Cristo es la medida del hombre, del mundo y de su ordenamiento más profundo y verdadero. El nos quiere unidos a Él, no en una neblina difusa, sino pasando y reactualizando en nuestras vidas los misterios de su. vida: su nacimiento, el exilio, vida. oculta de trabajo humilde, bautismo y ministerio del Reino, predicación, curaciones, persecuciones, Pasión, muerte y resurrección, imprimiendo en nosotros - gracias al conocimiento interno - sus mismos sentimientos.

5) Cristo nos pide que, al igual que Él, nos dejemos en todo conducir por su Espíritu. Esto vale muy primordialmente de nuestra elección de vida. Pero también de reformarla según el modo y forma de ser del Señor (Fil. 2, 5-11). Es pues una cristología de discernimiento, que se nutre de la contemplación de sus misterios y de las mociones espirituales, en miras a que Cristo reine en nosotros y se encarne en las situaciones concretas del hoy y del mañana. Es una cristología, muy del Espíritu, muy pneumatológica; y por lo mismo, muy encarnada, porque, a diferencia de otras religiones, en el cristianismo el Espíritu toma cuerpo, se encarna.

2) Es una cristología de lucha y combate entre la Bandera que empuña Cristo y la del enemigo del hombre que intenta destruir el reinado de Dios en la creación. Es el Cristo pobre y humilde, libre y valiente de las Banderas y Binarios, que busca seguidores para enviarlos a “ayudar a todos” en suma pobreza espiritual v actual y en una profunda humildad (EE 146).

3) Es el Cristo que, por ser fiel al provecto de su Padre, entra en conflicto, escándalo para muchos, mal interpretado y perseguido. Y que nos llama a

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tomar la cruz del enviado, fieles con El y como El a su Padre.

4) Es el Resucitado del costado abierto, de donde fluyen la misión, la misericordia y el perdón; la Iglesia, la gracia y la nueva vida.

5) Es el Cristo presente en la Iglesia y en la humanidad hasta el final de los tiempos, en lucha contra los poderes de este mundo, hasta que termine su obra y entregue a su Padre todo lo que junto con nosotros, sus compañeros de trabajo, hemos cosechado. En este sentido es una cristología que une a la vez un fuerte

compromiso con el mundo y un claro anhelo y tensión hacia el Padre, hacia la Vida eterna.

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