Crítica Social Re No. 4

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Revista de crítica social, número 4 año 2.

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Crítica Social Re Año 2 Número 4 Mayo 2016

Publicación bimestralCosto del ejemplar: $15.00Suscripción anual: $80.00

Crítica Social ReCam Real a Momoxpan 2201-24

Ex Hda La Carcañ[email protected]

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Diseño por Alejandro Alatriste© Crítica Social Re

Todos los derechos reservados

Impreso por Alejandro AlatristeFotografía por Jessica Gómez Gómez

Contenido impreso conpapel 100% recliclado.

Primera Edición, Mayo 2016150 ejemplares impresos

Impreso en Cholula, México.

Colaboradores: Alejandro Alatriste Aguirre Pedro Bautista Polo Leopoldo Calderón Méndez Adrián León Castillo

Edgar Viveros Nava

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índice

EDITORIAL, 04

Puebla sociedad suicida: apuntes del suicidio en Puebla bajo la perspectiva durkheiniana, 05PEDRO BAUTISTA POLO

Ante la Debacle III, 13EDGAR VIVEROS NAVA

Una breve historia del control del cuerpo universitario, 17ADRIÁN LEÓN CASTILLO

Anotaciones acerca del concepto de alienación en el joven Hegel desde Lukács, 25ALEJANDRO ALATRISTE AGUIRRE

De la existencia a la conciencia de ser, 30LEOPOLDO CALDERÓN MÉNDEZ

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EDITORIAL

ALEJANDRO ALATRISTE

Editorial

Un dogma, una ley, una regla, un canon, una totalidad, lo in-mutable, lo divino, lo ideal, lo estático, lo absoluto; lo contrar-io, un cambio, un movimiento, un accidente, una superación, una particularidad, lo contingente, lo accidental, lo dinámico,

lo incierto, lo histórico, lo dialéctico.

La realidad se muestra a la ev-idencia de una manera frag-mentaria, por más que tenga-mos la intención de observar

la totalidad de lo existente no nos será posible, la voluntad se posa en nosotros de manera caprichosa aleatoriamente, la ciencia y la filo-sofía han fallado en sus afanes ex-plicativos totalizantes, y en su lugar se están ocupando de la esfera mi-cro ya que las particularidades se muestran aún más extrañas que lo ecuménico, el canon del conoci-miento tiembla cuanto más se pro-fundiza en los accidentes ónticos, lo particular se hace más particular y lo universal más ignoto; el cambio se evidencia en todo momento, la reali-dad se conforma de particularidades ordenadas auto-organizadamente de manera peculiar, tesis, antítesis y síntesis ocurriendo en todo momen-to, el dinamismo de lo real escapa a la razón totalizadora para dar pie a

pretensiones hermenéuticas, desde nuestra trinchera podemos decir que en el relanzamiento de nuestra crítica se pretende el replanteami-ento de un estudio que se proyec-ta en el presente a manera de una hermenéutica crítica propositiva de los elementos sociales contemporá-neos.

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Pedro Bautista Polo

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RESUMEN El siguiente texto intenta aproximarse al fenómeno creciente del suicidio en Puebla a partir de la perspectiva sociológica de Emile Dur-kheim. Dado que la tasa de incidencia se ha incrementado consider-ablemente en nuestro municipio desde el año 2005, es necesario hac-er una reflexión sobre las posibles causas que lo han desatado y una explicación que contribuya a su solución. Comenzando con un breve desarrollo de los conceptos durkheinianos se establece un marco ref-erencial que nos permita plantear dicha problemática y determinar los parámetros necesarios para su análisis, asimismo, se revisan las es-tadísticas suicidas en Puebla desde hace dos décadas con el propósito de descubrir los elementos más sobresalientes. La falta de precisión y seguimiento por parte de las instituciones a cargo del tema repre-sentan una dificultad al momento de analizar dicha información, sin embargo es posible resaltar aspectos significativos y recurrentes que proporcionan algunas luces. Finalmente se propicia un análisis soci-ológico que contraste la propuesta del pensador francés con la situ-ación del suicidio en nuestro municipio con el propósito de invitar al diálogo y llamar la atención del público en general y los especialistas a considerar de una nueva forma el suicidio y conducirlo a un mejor manejo.

Palabras ClaveAnomia social, suicidio, integración, regulación, sociedad.

Puebla sociedad suicida:

apuntes del suicidio en

Puebla bajo la perspectiva

durkheiniana.

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I

El concepto de sociedad y sus componentes

Para comprender el suicidio de manera sociológica y al mismo tiempo diferenciarlo de otras disciplinas afines, es pertinente en este caso considerar el fenómeno desde una perspectiva más gen-eral y menos particular. Se trata de percibir al conjunto de interac-ciones, comunicaciones, normas y valores en su totalidad a partir del concepto de sociedad, y como la alteración, ausencia o emergencia de alguno de estas características desencadenan actos de autoa-niquilación. En ese sentido es preciso saber qué se entiende por so-ciedad. De acuerdo con Alpert (1986) el sociólogo francés parte de tres supuestos básicos que nos permiten acercarnos al concepto de sociedad: unidad, regulación y personalidad. El primero alude a la sociedad como una unidad, pero no como un mero conglomerado o conjunto de individuos o personas, sino se trata de un sistema de relaciones que se caracteriza por la colaboración, comunicación e interacción. Con respecto a la regulación, la sociedad es un sistema que disciplina y ordena, y que por lo tanto se funda en normas y en los mecanismos que obligan al cumplimiento de estas. La vida social es nomica (es decir, perteneciente a normas o leyes) pues se constituye de éstas para su adecuado funcionamiento, su oposición se considera una situación anárquica o fuera de la ley. Finalmente la sociedad también es un sistema que fomenta la vida y expresión de los individuos que la conforman, pues a pesar de las diversas críticas que sostienen que la oba durkheniana tiende a reprimir, limitar y frustrar los impulsos y las aspiraciones de los hombres, en realidad también se debe considerar a la sociedad como fuente de valores e ideales que alientan la trascendencia y consecuentemente impulsan el desarrollo de la persoalidad de sus integrantes.

Ahora bien, dicha sociedad posee dos características de suma importancia para su adecuado funcionamiento y las cuales se vin-culan directamente con la teoría del suicidio durkheiniana (Ritzer, 2001). Estas son la integración, que se puede entender como el grado en el que se comparten los sentimientos colectivos y bajo

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los cuales se explican suicidios como el altruista o su contra-parte el egoísta. Y la regulación que como ya se mencionó con anterioridad, se refiere al grado de constricción externo sobre las personas, es el caso de los suicidios de tipo anómico y fatalista. Estas características se encuentran en todas las sociedades sin importar el tipo de desarrollo que posean, no obstante el grado en que se presentan varía de acuerdo a la sociedad de la que se trate, llegando inclusive a considerar el suicidio en ciertos países o regiones como una tendencia social que se origina principal-mente del discurso que utiliza y al establecimiento de su norma-tividad (Palacio, 2010). La representación de ambos elementos y su equivalente forma de suicidio se observa de la siguiente manera:

La transición de las sociedades tradicionales a sociedades mod-ernas y la anomia social

En su texto de 1893 La división social de trabajo Durkheim con-sidera la existencia de dos tipos de sociedad las cuales se dis-tinguen de acuerdo al tipo de solidaridad que manejan (Ritzer, 2001). Las sociedades tradicionales se caracterizan por laborar e interactuar bajo un régimen de solidaridad mecánica donde pre-domina la homogeneidad o la escaza diferenciación interna y la especialización de las tareas; sus miembros dependen unos de los otros, comparten una identidad común y se conducen bajo los mismos valores y creencias. En contraposición encontramos las sociedades modernas en donde la integración se basa en la diferenciación entre sus individuos, predomina la individual-ización pero fundamentalmente la especialización de tareas y la diversidad de ideas, rasgos atribuibles a una solidaridad orgánica.

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Algunos estudiosos reconocen cierta ambigüedad en relación a la idea que Durkheim tenía sobre la modernidad pero sobretodo de sus consecuencias. Tal como Giner y López Fernández (2001; 2009) señalan, el sociólogo francés considera las sociedades mod-ernas como patológicas o anómicas, dueñas de una estructura que alberga conflictos, irregularidades, fragmentación y movilidad. Siendo uno de los problemas más destacados de la modernidad la contradicción entre los objetivos e ideales impuestos por el estab-lecimiento de lo socialmente pertinente y permitido, y las tensiones que esto provoca, pero sobretodo el origen de la mayoría de las an-gustias y frustraciones en las aspiraciones de las personas que son obligadas a competir ferozmente y a especializarse cada vez más. Se trata de una “anomia estructuralmente inducida” (Giner, 2001: 244). Por otro lado algunos más como Ritzer (2001) sostienen que en realidad Durkheim no consideraba la sociedad moderna como una sociedad inherentemente anómica, sino por el contrario, ésta contrarresta la aparición de anomia manteniéndose unida por con-secuencia misma de la especialización de las personas y la nece-sidad de los servicios de unas y otras; en otras palabras, la diferen-ciación facilita la cooperación entre las personas y por lo tanto su integración.

Dejando por un momento de lado semejante discusión, lo más adecuado es hacer notar el sin número de problemáticas propias que la modernidad -y sus posteriores etapas- han arrastrado a lo largo de su devenir en la historia del hombre, pasando por algunos inusitados como el cambio climático o las consecuencias de las tec-nologías de la comunicación y la información, hasta profundizando algunos viejos conocidos como los conflictos bélicos de corte racis-ta, terrorista e ideológico a gran escala, por mencionar sólo unos pocos. Lo cierto es que la sociedad -entendida como una entidad conformada por individuos pero superior a cada uno de ellos-, aún es la responsable de la integración y regulación de las personas que las integran por medio de las instituciones y sus normas, de lo con-trario y en un sentido durkheiniano se podría decir que se presen-taría con casi absoluta certeza un estado de anomia, sin embargo

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¿qué es lo que significa con mayor precisión la anomia?

El concepto de anomia en la obra durkheiniana resulta de funda-mental importancia convirtiéndose en uno de sus mayores aportacio-nes a la sociología. Su explicación en palabras del mismo Durkheim versa de la siguiente manera:

“La anomia, como estado social, es: una falta de dirección que suele aparecer en las épocas de revolución social. En el individuo se corresponde con un desconcierto o inseguridad o lo que hoy se suele definir como alienación o pérdida de identidad. La anomia es un es-tado de la sociedad donde los valores tradicionales han dejado de tener autoridad, mientras que los nuevos ideales, objetivos y normas todavía carecen de fuerza. Anomia es un estado social en que cada in-dividuo o cada grupo buscan por sí solos su camino, sin un orden que lo conecte con los demás (…) es frecuente en las comunidades socia-les cuyos valores y normas pierden fuerza.” (Durkheim, 2008, citado en Palacio, 2010: 5).

Aunque comúnmente el concepto de anomia se le suele atribuir cierta connotación negativa o cuasi sinónimo de crisis, se trata en realidad de una etapa, una fase de transición y acomodamiento de transformaciones en el desarrollo de las fuerzas productivas y mo-rales de determinada sociedad (López Fernández, 2009). Tal como es el caso del que Durkheim dio cuenta en la metamorfosis de la socie-dad tradicional a la sociedad moderna. Sin embargo la anomia tam-bién se presenta en situaciones favorables y beneficiosas como sería el súbito éxito económico de alguna persona que lo pueda desequili-brar y confundir (Ritzer, 2001). Los numerosos y repentinos cambios podrían apartarlo de los valores tradicionales, desatando sus pasiones desenfrenadas y probablemente conducirlo a un estado de anomia y en última estancia a un suicidio egoísta.

El Suicidio en la obra de Durkheim

Ahora bien, en su obra El suicidio escrito en 1897 Durkheim aborda el fenómeno del suicidio a partir de un análisis estadístico y estricta-mente sociológico, creando variables y cruzando información de los suicidios registrados en la Europa de aquel entonces (Palacio, 2010).

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Desechando las explicaciones más comunes atribuibles al suicidio como: los factores económicos, climáticos y geográficos, raciales, psicopatológicos, etc. El sociólogo francés concluye que dicho fenó-meno puede analizarse y explicarse de forma sociológica si se le

considera como un hecho social, es decir, un fenómeno externo y coercitivo para los individuos, los cuales deben ser considerados como ‘cosas’, y más importante aún, constituyen de acu-erdo con Durkheim el verdadero objeto

de estudio de la Sociología (Giner, 2001). Bajo dicha lógica el suici-dio es un hecho social y por lo tanto sus causas se atribuyen funda-mentalmente a la anomia social, pues como ya se mencionó con antelación, esta se presenta con frecuencia en sociedades donde existe ausencia de normas, o por el contrario normas en demasía rígidas y apabullantes, o por último, normas contradictorias que de-biliten la integración y la regulación propiciando el suicidio (Palacio, 2010). Dicha postura establece una distancia muy clara por medio de una metodología y principios propios de la sociología en relación a otras disciplinas que también intentan dilucidar el fenómeno del suicidio, menciónese el ejemplo de la psicología, la psiquiatría o la medicina. Los cuales tienden a considerar el suicidio de manera par-ticular, recurriendo regularmente al ‘por qué’ o el ‘cómo’ en cada caso que se presenta.

De acuerdo con lo anterior, ¿qué podría entenderse por suici-dio? Según el autor francés es “todo caso de muerte que resulte, directa o indirectamente, de un acto, positivo o negativo, realizado por la víctima misma, sabiendo ella que debía producir este resul-tado” (Durkheim, 1983: 60). Tal definición junto a un análisis socioes-

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tructural del suicidio se desprenden cuatro formas en las que se presenta con mayor frecuencia. Durkheim (1983) los clasifica de la siguiente manera:

• Suicidio egoísta: estos suelen presentarse con mayor fre-cuencia en aquellas sociedades en que el individuo no se en-cuentra totalmente incorporado a la colectividad o al núcleo social. En tal situación una persona puede fácilmente padecer de un sentimiento de vacío y sinsentido, además, producto de su egoísmo y por lo tanto de sus pasiones desenfrenadas, es-tas pueden causar una enorme insatisfacción que ante la in-capacidad de cumplir todas sus demandas lo orilla al suicidio.

• Suicidio Altruista: A diferencia del anterior en este caso el individuo se encuentra fuertemente unido a la colectividad o a la sociedad por lo que prácticamente se siente obligado a cometer dicha acción. Muy asociado a movimientos religiosos, patriotismos exacerbados o comunidades con normas rígidas y muy estrictas, en donde el auto sacrificio es aceptado y posiblemente fomentado.

• Suicidio Anómico: Con respecto a este tipo de suicidio Dur-kheim consideraba que se presentaba con mayor incidencia cuando se debilitan las fuerzas reguladoras de la sociedad. Los motivos de dicho debilitamiento pueden ocasionarse por alteraciones tanto negativas como positivas, sea el caso de una depresión económi-ca o el súbito mejoramiento de esta. Cualquier desbalance en la regulación desata grandes cantidades de anomia, lo cual le im-pide a la autoridad social ejercer su dominio sobre los individuos.

• Suicidio Fatalista: Aunque muy brevemente analizado este ocurre cuando la regulación es excesiva, como en el caso extremo de la esclavitud, en el que las circunstancias opresivas nublan cu-alquier posibilidad de libertad y por lo tanto de esperanza de vida.

Sucintamente hablando, estos son los puntos fundamen-tales que componen la teoría del suicidio durkheiniana y bajo

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los cuales se orientarán posteriores apartados y contenidos en subsiguientes ediciones. La relevancia y el esfuerzo del presente texto radica en mostrar una perspectiva distinta del suicidio en Puebla que motive el debate y la reflexión, y contribuya en el mejor de los casos, a construir y mejorar la visión que existe del suicidio, evitando en la medida de lo posible su acontecimiento.

Bibliografía

Alpert, Harry. Durkheim, México: FCE, 1986.

Durkheim, Emile. El suicidio, México: UNAM, 1983.

Giner, Salvador. Teoría sociológica clásica, España: Ariel, 2001.

López Fernández, María del Pilar; 2009. “EL CONCEPTO DE ANO-MIA DE DURKHEIM Y LAS APORTACIONES TEÓRICAS POSTERI-ORES”. Iberóforum. Revista de Ciencias Sociales de la Universidad Iberoamericana, num. Julio-Diciembre, pp. 130-147.

Palacio, Andrés Felipe; 2010. “LA COMPRENSIÓN CLÁSICA DEL SUICIDIO. DE ÉMILE DURKHEIM HASTA NUESTROS DÍAS”. Affectio Societatis. Revista del Departamento de Psicoanálisis de la Uni-versidad de Antioquia, num. 12, Junio, pp. 1-12.

Ritzer, George. Teoría sociológica clásica, Colombia: Mc Graw Hill, 2001.

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Edgar ViverosNava

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RESUMEN Se propone al proletariado como sujeto histórico, depositario de fuerza transformadora. El socialismo en este caso ha de ser la expre-sión de la lucha e independencia política de la clase, sólo posible mediante la dictadura del proletariado.

Palabras ClaveDictadura del proletariado, revolución, socialismo, comunismo.

“Salvo el poder, todo es ilusión”.

-Vladímir Ilich Uliánov

Si es cierto que el ser social determina la conciencia social y que este ser no es otra cosa que aquello colectivo e histórico que es de-terminado en primera instancia por el trabajo y el mayor o menor desarrollo de los medios de producción, también es cierto que lo aparentemente accidental y lo esencialmente nocivo y destructivo en las sociedades contemporáneas tiene su origen en la forma en que se produce la vida humana mediante el trabajo, como ya se mencionó en el ensayo inmediatamente anterior al presente.

Ya que el trabajo enajenado es el problema central de la vida huma-na, creo necesario crear un paréntesis en mi línea de trabajo, con el fin de poner sobre la mesa el asunto a tratar de aquí en adelante. La crítica a la realidad actualmente existente ha dado lo que tenía que dar de sí, según mis propias consideraciones, por lo tanto es mo-

Ante la debacle (III).

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mento de partir hacia lo político, es decir, hablar de ¿Qué hacer? Es aquí donde propongo una palabra ya incómoda, ya de plano peligrosa: Socialismo.

El socialismo ha sido objeto de debate a lo largo del siglo XX y lo que va del siglo XXI. Distintas configuraciones políticas y económicas lo han portado como estandarte o han sido estigma-tizadas con semejante categorización. Para el caso será necesario hacer un breve esbozo del concepto de socialismo, que permea en los discursos mediáticamente más notorios:

a) Se trata de una estatalización de sectores clave de la economía, con el afán de crear una distribución equitativa de la riqueza nacional en beneficio del pueblo.

b) Es un conjunto de políticas de corte social, que no necesariamente atraviesan por la nacionalización de la industria pero que representan una intervención del Estado en la economía nacional, mediante la promulgación de garantías laborales y re-curriendo a la protección de la producción interna.

c) Promoción y defensa de derechos civiles que ga-ranticen la equidad de todos los ciudadanos frente al Estado y la sociedad.

d) La instauración de un Estado totalitario que man-tenga el control de la economía mediante planificación central-izada de todas las actividades productivas y control social me-diante la administración de toda expresión cultural, con el fin de crear una nación fuerte e independiente.

Semejantes concepciones dominan el discurso, tanto en el mer-cado de la información y el entretenimiento, como en los centros de educación superior. No hace falta abundar demasiado en tales simples aseveraciones dado que en entregas anteriores ya se ha desmantelado el concepto de Estado protector, al que las anteri-ores interpretaciones del socialismo recurren.

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Hay otra definición de socialismo y que, por cierto, ha sido moti-vo de debate acalorado y aún, de escándalo; tiene que ver con lo siguiente:

“Entre la sociedad capitalista y la sociedad comunista media el período de la transformación revolucionaria de la primera en la se-gunda. A este período corresponde también un período político de transición, cuyo Estado no puede ser otro que la dictadura revolu-cionaria del proletariado”. (Marx, 2000: pág. 29)

Este concepto es el que me interesa desarrollar porque, como in-tenté demostrar en trabajos anteriores, la democracia liberal es, en lo concreto, una dictadura de la burguesía1 , por el contrario, lo que quiero poner a debate es una nueva dictadura, la dictadura del pro-letariado2 . Ha de ser la dictadura del proletariado porque es en esta clase, engendrada por el sistema de producción capitalista, donde se deposita la destrucción del sistema que lo ha creado, para así formar una nueva sociedad. Naturalmente estoy al tanto del ambiente actual y entiendo que lo ya dicho puede dibujar más de una mueca en los rostros de los lectores de este sencillo trabajo, sin embargo el prole-tariado sigue allí, formando el grueso de las poblaciones del mundo y, como desde los tiempos de los clásicos del marxismo, sigue siendo la clase depositaria de la fuerza transformadora del mundo. El social-ismo es expresión política de esta fuerza, de esta búsqueda de inde-pendencia política del proletario, como integrante de una clase con intereses concretos y objetivamente antagónicos a los del Estado y el capital. Entonces es preciso comprender al socialismo como un acto

1 Vaya, de cierta burguesía, tal como lo ha sido el Estado de bienestar, los regímenes de tipo nacionalista, etc.

2 El proletariado es aquella clase social que, como su nombre lo indica, no posee más que su prole. En primera instancia, carece de medios de producción, cuya consecuencia es que, como clase, queda reducida a la sobrevivencia mediante el trabajo asalariado. Es indispensable comprender que el proletariado ha de ser identificado por su condición de existencia como masa trabaja-dora, en lugar de sólo considerarlo en condición individual a-histórica, esto con el afán de evitar confusiones subjetivistas acerca del carácter de clase del trabajador asalariado. Otro aspecto fundamental a considerar es el hecho de que la clase proletaria es aquella que , mediante el trabajo, imprime valor en las mercancías, cuestión que incluso va más allá, porque el proletario, al perder su individualidad como productor, se convierte en lo ya mencionado, en masa produc-tora, cuando no es un trabajador quien produce mercancías individuales, sino que la mercancía terminada es el resultado de una larga cadena de producción, integrada por un sinnúmero de trabajadores que realmente no producen otra cosa sino plusvalía.

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político de dictadura colectiva, donde la clase actúa para hac-er surgir lo nuevo y destruir lo viejo.

Para “tomar los cielos por asalto” habrá que recorrer un largo y, seguramente, tortuoso camino, primero en el ámbito teórico, mediante el balance de la experi-encia revolucionaria del siglo XX, para así entonces pasar a los diversos ámbitos de la praxis política de la clase.

“Sólo la consciencia del proletariado puede mostrar el camino que lleva fuera de la crisis del capitalismo. La crisis es permanente mientras no existe esa consciencia, y vuelve a su punto de partida, repite la situación, hasta que al final, tras infinitos sufrimientos, tras terribles rodeos, el aprendizaje empírico de la historia consuma el proceso de la consciencia del proletariado y le entrega la dirección de la historia” (Lukacs, 1985: pág. 161).

Bibliografía

Marx, Karl H. “Crítica al programa de Gotha”. El Aleph, 2000. [En línea: http://190.186.233.212/filebiblioteca/Ciencias%20Sociales/Karl%20Marx%20-%20Critica%20del%20programa%20de%20Gotha.pdf]

Lukacs, Georg. “Historia y consciencia de clase”. Editorial Grijalbo, 1985.

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Adrián LeónCastillo

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Tema: El arte del control de la actividad del cuerpo universitario. RESUMEN En esta primera comprende y emprende la explicación del control del tiempo sobre las actividades del cuerpo universitario que com-pone los estudiantes, maestros y trabajadores de la universidad, así como el ejercicio del tiempo y su disciplinamiento encarna sobre los cuerpos las relaciones de poder y, por ende, el conjunto de ac-tividades de desplazamiento y emplazamiento que circundan en el espacio. De esta manera, el control de tiempo mediante el cono-cimiento de los cuerpos han modificado las fronteras habituales del espacio universitario.

Palabras ClaveEspacio, Control de la Actividad, Cuerpo Universitario, Cuerpo Estu-diantil, Cuerpo Académico.

A partir de una perspectiva foucaultiana del poder, es posible diluci-dar los procedimientos disciplinarios, microfísicos e infinitesimales, en las técnicas de distribución, clasificación y dispositivas em-pleadas para el uso político del espacio sobre los cuerpos1 . Puesto

1 En la perspectiva foucaultiana del poder el “cuerpo” que contiene gran relevancia debido a que estos son el espacio donde el poder recae en última instancia; siendo así, un registro de conocimiento a saber del poder. Una herramienta poderosísima, aprendida del maestro de la sospecha, F. Nietzsche: “A quienes menosprecian el cuerpo quiero decirles una gran verdad: su despreciar, a pesar de los pesares, es su apreciar”. ( Ver “De los despreciadores del cuerpo”, en

Una breve historia del control

del cuerpo universitario.

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Fotografía por: Jessica Gómez Gómez

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“Sin título”

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que son estos, los cuerpos, en donde recae terminalmente el poder que se sirve de ellos como registro para conocimiento y dominio; al igual que el médico que utiliza su registro para el con-trol de las epidemias, pandemias, etc, este no sólo los trata en cuanto a singularidad, sino un tanto más, en su multiplicidad de los cuerpos. Un arte liberal de gobernar puesta en práctica en cu-alquier modo de organismo social: desde el taller del capitalista hasta el espacio del desarrollo tecnológico del conocimiento.

La universidad es, por antonomasia, el espacio del de-sarrollo tecnológico del conocimiento. Cual es pertinente ser analizado como un espacio dialéctico (sin adoctrinar el enfoque ciclópeo del historicismo lineal), donde se produce y reproduce el conocimiento; se estructura la base material del mismo; se gen-era una entidad orgánica, es decir, una serie de representaciones de prácticas políticas y culturales que significan a la superestruc-tura institucional como elemento dispositivo de dominación; así dista de abordar de un modo determinista el asunto, por el con-trario, es una relación propiamente viva, móvil, dialéctica. Dicha empresa, cuya pretensión legítima, es aclarar el estudio en toda la masa corporal del movimiento universitario, no sólo en la es-tructura “inmóvil” del esqueleto burocrático, sino más bien, en el nervio social, académico y estudiantil.

Ahora bien, el nacimiento de una biopolítica (es decir, el ejercicio del poder sobre los cuerpos) en el espacio universitario no se puede explicar sin el uso del tiempo que hace de él en el dominio del espacio. El tiempo, dado que es una categoría de esfuerzo intelectual e inteligible, utilizado sobre una dimensión espacial que experimentan los cuerpos, se ha encargado del con-trol de la actividad para la localización, dispersión y esparcimien-to espacial de los mismos.

Primeramente, el empleo del tiempo trata de establecer ritmos, obligar a ocupaciones determinadas, regular los ciclos

Así habló Zaratustra ). Porque es justamente en su desprecio donde se esconde y surge su apreciamiento y las relaciones de conocimiento, por ende, de poder.

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de repetición. Así, durante siglos, narra el filósofo galo Michel Fou-cault (2009: 173), las órdenes religiosas han sido maestras de discip-lina: eran los especialistas del tiempo, grandes técnicos del ritmo y de las actividades regulares. “Modelo que muy pronto coincidieron en los colegios, en los talleres y los hospitales” . Se explica, nítidam-ente, el hecho que evidencia la difusión del conocimiento en con-comitancia del proceso secular del saber, presente en las Universi-dades de la Época Clásica21.

De igual manera, la extensión progresiva en el empleo del tiempo echado a andar, lleva aparejada, por su parte, una división ceñida del mismo, un modelo que coincide muy pronto con la di-visión de los ritmos de producción. Se busca asegurar la calidad del tiempo empleado: control ininterrumpido, presión de los vigilantes, supresión de todo cuanto puede turbar y distraer; se trata de con-stituir un tiempo íntegramente útil e instrumentalizado32.

El tiempo mensurable debe ser tiempo impoluto y reditu-able: un tiempo de calidad a lo lado del cual el cuerpo esté apli-cado a su ejercicio. “La exactitud y la aplicación son junto con la regularidad, las virtudes fundamentales del tiempo disciplinario” (Foucault, 2009: 174-175). Así como se encuadra a los obreros en “fábricas-conventos”, el universitario al perfil del “aula-sermón” se clasifica, se encierra, se enfoca, se delimita.

La experiencia temporal en el proceso de producción de conocimiento no sólo tiene una implicación en la experimentación fenoménica del cuerpo en el espacio, sino más bien, esta es la que

2 No es casual, sino causa y consecuencia de este proceso, el modelo de organización espacial de los conventos allá sido referencia disciplinaria en los colegios de enseñanza. Proceso al que no es ajeno la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla (primigeniamente el Colegio del Espíritu Santo) y la Universidad Nacional Autónoma de México (antes Real Universidad de México).

3 Con toda la carga conceptual al que fervientemente hace hincapié Max Horkheimer en la Crítica de la Razón Instrumental: “Esto significa que la cosa o el pensamiento sirve para alguna otra cosa.”, p. 17. La producción de conocimiento científico sirven para muchas cosas, porque, “al fin y al cabo, constituye el interés de la ciencia y, en cierto modo, la raison d’être de toda teoría dentro del proceso de producción social”, en su crítica a la interpretación de los filósofos subjetivistas del liberalismo clásico, tanto Locke como Hume. Por lo tanto, la misma investigación, así como la tesis, se convierten en una cosa que se intercambia en el mercado de conocimiento arrojada en su metamorfosis como mercancía, en parte a las exigencias del mercado, además del mercado de profesores” (Harvey, 2007, p. 44)

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organiza, jerarquiza y distribuye toda una taxonomía de los cu-erpos. Los alumnos se encontraban en la estructura inferior del “aula-sermón” mientras los profesores pululan desde el atrio (por así decirlo) del inmueble. Estratificación, status, jerarquía. Yux-tapuesta en -algo así, como- la clasificación de mano de obra cali-ficada del cuerpo estudiantil. Análogo a los tiempos pretéritos de la incipiente pedagogía del siglo XIX, como La Salle y Batencour, cuya obsesión del orden del tiempo dividían al aplicado, al po-sible lector, al burgués con tiempo disponible43; del ordinario, del perezoso, del parasitario, del pobre que su tiempo solamente tiene disponible para la subsistencia del trabajo54. De este modo, aún persiste, por debajo del saber, la omnipresente infraestructu-ra de concentración y desplazamiento corporal en la arquitectura del poder en el espacio universitario.

Lo último nos lleva a pensar los mecanismos empleados para producir o elaborar el acto condicionado a la rigurosidad del espacio condicionante sobre el cuerpo condicionado. Para Fou-cault la elaboración del acto es ilustrado nítidamente en la articu-lación puesta en marcha sobre la tropa: “es la apuesta en juego de un nuevo control de coacciones del cuerpo. Un grado de pre-cisión de la descomposición de los gestos y de los movimientos, por un lado; y por la otra, la manera de ajustar el cuerpo a impera-tivos temporales”. Acostumbrar al estudiante, que circulen sobre los pasillos en un espacio estrecho para agilizar el momento de reuniones improvisadas. Y, para hacerlo, hay que comenzar por dispersar las reuniones ociosas a los espacios de tiempo muerto, sobre todo al espacio vacío, el espacio de los cuerpos-sin cuerpo.

4 Etapa de producción creativa del ocio.

5 Citado por Foucault (2009, p. 171): J. B. de La Salle, Condutie des Écoles chrétienes, 1828. “Poco tiempo antes, Jacque de Batencour proponía que las salas de clase estuvieran divididas en tres partes: “La más honorable para los que aprenden latín (...). Es de desear que haya tantos lugares en las mesas como alumnos que escriban, para evitar confusiones que provocan de ordinario los peresozos”. En otra, los que aprenden a leer; un banco para los ricos, otro para los pobres, “a fin de que los parásitos no se transmitan”. El tercer emplazamiento, para los recién llegados: “Cuando se ha reconocido su capacidad, se les fija un lugar (Introduction méthodique pour l’ecole paroissiale, 1669)”. Sobra poesía para evidenciar esta condición ontológica en la historia y geografía del espacio disciplinario.

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Creando, así, un espacio ritmado a los imperativos temporales de trabajo socialmente necesario para la producción.

Más no es suficiente. Por detrás del minucioso engranaje pu-esta en práctica del cuerpo, “se ha pasado de una forma de conmi-

nación que medía o ritmaba los gestos a una trama que los coac-ciona y los sostiene a lo largo de todo su encadenamiento.” El desplazamiento del cuerpo uni-versitario, no sólo yace ritmado, sino que al mismo tiempo, coac-ciona un carácter discursivo del cuerpo y el gesto. “Se de-fine una especie de esquema anátomo-cronológico del com-portamiento.” Un esquema rep-resentativo del cuerpo: “el acto queda descompuesto en sus el-ementos; la posición del cuerpo,

de los miembros, de las articulaciones está definida; a cada mov-imiento se le asignan una dirección, una amplitud, una duración; su orden de sucesión está prescrito.”

Henri Lefebvre en su obra La Presencia y la Ausencia: Contri-bución a la teoría de la representación (págs. 19-114: 2006) explica que no sólo en el movimiento de desplazamiento y emplazamiento del tiempo homogéneo se le asigna una representación al cuerpo presente, sino que soporta su dirección hacia el cuerpo indócil, in-dómito, ausente. La representación del cuerpo productivo establ-ece el objeto de mediación del tiempo. Este esquema anátomo-cronólogico “no se contenta con representar el tiempo; eleva la mediación temporal de lo vivido a la mediación social” (2009: 38).

En fin, como escribe Foucault: “el tiempo penetra el cuerpo y, con él, todos los controles minuciosos del poder”(2009: 176). De esta manera, el control de tiempo mediante el conocimiento de los cuerpos han modificado las fronteras habituales del espacio y el

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tiempo: un tiempo finito, marcado, medible; un espacio infinito, inconmensurable, indescifrable.

En el arte del control de la actividad, se encarga toda una “tecnología de la representación”: arte de las imágenes que se asocian, fabricación de significados estables que perpetúan a la sociedad. La experiencia en el espacio difuso o fragmentado, es la reductio ad absurdum de la doctrina filosófica nominalista e ide-alista (que iniciará el obispo Berkeley, continuará Hume y después Bergson (en ese orden): las cosas existen o son posibles mientras se perciban. En la próxima entrega comprenderemos con mayor certidumbre la relación de la percepción del cuerpo y las repre-sentaciones antes y durante la elaboración del acto del mismo, es decir, sus actividades, sus prácticas políticas, económicas, socia-les y culturales en el espacio universitario.

Bibliografía

Foucault, Michel. La verdad y las formas jurídicas. Barcelona: Ge-disa, 2008.

________________. Vigilar y Castigar: nacimiento de la prisión, Siglo XXI, México,, 2009.

Lefebvre, Henri. La presencia y la ausencia. Contribución a la teoría de las representaciones; trad. De Óscar Barahina y Uxoa Doy-hamboure. FCE, México, 2006.

Merleau-Ponty, Maurice. Fenomenología de la percepción, Edit. Planeta, México, 1993.

Pérez Espinoza, Juan Fidel. 1961: La Reforma Universitaria Pob-lana, Puebla: Dirección de Fomento Editorial de la Benemérita Uni-versidad Autónoma de Puebla, 2012.

Zizek, Slavoj. Órganos sin cuerpo, Pre-Textos, Valencia, 2006.

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Alejandro AlatristeAguirre

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RESUMEN Se abordan los antecedentes filósoficos directos en el joven Hegel antes de La Fenomenología del Espíritu acerca del concepto de enajenación, para llegar a un mejor entendimiento del concepto desarrollado por Marx y posteriormente aplicado en el s. XX por la escuela de Frankfurt; esto partiendo de los escritos de Lukács sobre el joven Hegel.

Palabras ClaveEnajenación, alienación, Hegel, positividad, inmediatez originaria, subjetividad, objetividad.

“… en el joven Hegel la positividad significa una institución o un complejo ideológico que se contrapone a la subjetividad de los hombres y sobre todo a la subjetividad de la practica humana.”

(Lukács, 1970; pág.516)

El concepto de enajenación se hizo popular apartir de las reflexio-nes de la escuela de Frankfurt y en especial despúes de las investig-aciones de Herbert Marcuse acerca de la imposibilidad de las masas para hacer la revolución, un concepto puramente marxiano el cual tiene una influencia hegeliana directa ya que Hegel fue el primer filósofo que desarrolló el término desprendiéndolo de su noción económica y adscribiéndolo a concepciones filosóficas.

Para el joven Hegel el concepto de subjetividad es el más

Anotaciones acerca del

concepto de enajenación en el

joven Hegel desde Lukács.

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lejano antecesor del concepto de enajenación. La positividad de la cual hablaba Hegel tenía la función de describir el carácter es-pecífico de la sociedad moderna.

Cabe aclarar que este joven Hegel ve con ilusión el triunfo de la revolución francesa, tenía una fuerte esperanza revolucio-naria en la renovación de la antigüedad en la revolución y con ella creía que la humanidad entraría en una nueva edad de la lib-ertad, de lo que el creía sería el dominio real de los hombres, en una era en la cual el ser humano se desprendería de esta positivi-dad. Conforme Hegel va creciendo intelectualmente y va confor-mando su pensamiento filosófico, va formando una concepción mas “dialectica” e “histórica” de dicho concepto.

Poco a poco Hegel nota como las instituciones modernas no son ya instituciones rígidas, sino que ve en concreto como se han formado entidades positivas, y como se altera, surge y pe-rece la relación de la práctica social de los hombres con las insti-tuciones de la sociedad.

Este tipo de ideas por parte de Hegel discurren paralela-mente con la progresiva elaboración filosófica de los resultados de la economía clásica inglesa y del interés por los problemas del propio capitalismo, e igualmente va tomando conciencia de la forma específica de su dialéctica, en esta etápa Hegel va dejando poco a poco a un lado el término positividad.

Sin embargo aunque en su pensamiento más maduro Hegel va enterrando este concepto, esto no hace que desapa-rezca de su interés ideológico, el problema que dicho concepto para él designaba, a saber :

“…la relación dialéctica de la práctica humana en la sociedad con sus objetos creados por ella misma.” (Lukács, 1970; pág.517)

En el pensamiento de Hegel la idea de que “en la práctica social de los hombres se supera necesariamente la inmediatez originar-ia, lo natural, que queda situado en este proceso por un sistema

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de formaciones creadas por la práctica humana en su trabajo y en sus rendimientos” (Lukács, 1970; pág.517), por el trabajo que no solo produce estos objetos sociales, sino que también, transforma al sujeto humano suprimiendo en él y superando a su vez la inme-diatez originaria, y alienando al sujeto de sí mismo.

Es así como en el desarrollo del pensamiento de Hegel va surgiendo una nueva terminología filosófica, esto para poder ex-presar de una manera más adecuada las recién descubiertas for-mas de objetividad social a las cuales ha llegado Hegel mediante el amplio estudio de ramas como la economía y la historia. Es en esta nueva adopción de términos en la cual el concepto de enajenación o alienación cobra un punto central en el pensamiento hegeliano como un problema entendido bajo determinaciones filosóficas y sociales, esta evolución del concepto se puede notar claramente en la Fenomenología del espíritu, ya que es en esta obra donde se comienza a formar el nuevo sistema conceptual hegeliano.

Cabe aclarar que este término de enajenación o alienación no es del todo nuevo, ya que se nota el uso del concepto desde la economía inglesa y servía para determinar la enajenación de la mercancía y denominaba la pérdida de la libertad originaria; y vi-endo más atrás históricamente, la palabra enajencaión la llegó a usar Fichte, en el sentido de que la posición de objeto es una alien-ación del sujeto, entendiendo así, según Fichte, que el objeto debe entenderse como razón alienada.

Lo sobresaliente en Hegel, y gracias a lo cual podemos decir que la caracterización del concepto es una creación original de él, es que en La Fenomenología, la alienación se muestra finalmente con un alto contenido de generalización filosófica y se despoja de su origen y aplicación original dentro de la economía y la filosofía social.

Es posible distinguir tres niveles en la concepción hegeliana:

- La complicada relación sujeto-objeto enlazada con toda ac-tividad económica y social, desenvolviéndose aquí el problema de la objetividad de la sociedad, su desarrollo, las leyes del mismo y

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manteniéndose la idea de que los hombres hacen ellos mismos su historia, definiendo la historia como un desarrollo dialéctico rico en iteraciones, c o m p l i c a d o , contradictorio y protagonizado por el hombre a traves de la práctica social. Lo sobresalien-te de esto es sin duda, el paso que da Hegel en la caracter-ización dialéc-tica que hace de la relación s u b j e t i v i d a d -objetividad y el papel que toma en el desarrollo histórico del hombre en el mundo.

- El segundo punto importante es la conceptualización que hace del término alienación específicamente capitalista, a pesar de la falta de noción de Hegel del concepto de lucha de clases, se llega a acercar más al concepto marxiano de fetichismo, la fe-tichización de los objetos sociales en el capitalismo; dentro de su idealismo concibe la objetividad fetichizada de las formaciones y las relaciones económico-sociales.

- En tercer lugar se puede distinguir la amplia general-ización filosófica que hace Hegel del concepto, en este caso es igual a coseidad u objetividad, es la forma en la cual se expone la

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historia de la objetividad.

“La objetividad como momento dialéctico en el camino del sujeto-objeto idéntico a traves de la alienación hacia sí mismo.” (Lukács,

1970; pág.520)

“…el espíritu se conozca a sí mismo, que se haga objeto para sí mis-mo, que se encuentre, devenga para sí mismo, que confluya con-sigo mismo; empieza siendo duplicación, enajenación, pero sólo para encontrarse a sí mismo, para poder retornar a sí.” (Hegel, 1995;

pág.28)

A razón de esta identificación por parte de Hegel de unificar el con-cepto de alienación-coseidad-objetividad, determina la esencia de la naturaleza y de la sociedad como una alienación del espíritu, la naturaleza viene siendo una eterna alienación, su movimiento no es por sí mismo, sino que es un movimiento del sujeto, la natura-leza para Hegel no tiene historia real. Según Hegel la historia de la especie humana en su práctica social viene siendo una alienación del espíritu en el tiempo. Partiendo así del concepto, Hegel formula la diferencia metodológica entre naturaleza e historia y reconoce la prioridad del espíritu sobre estas, haciéndolo un problema humano moral.

“En última instancia el sistema hegeliano no representa sino un ma-terialismo invertido desde el punto de vista del método y desde el

punto de vista del contenido…” (Engels, 2006; pág.21)

Bibliografía

Engels, Federico. “Ludwin Feuerbach y el fin de la filosofía clásica alemana” , Fundación Federico Engels, Madrid, 2006.

Hegel, G.W.F. “Lecciones sobre la filosofía de la historia I”, FCE, Méxi-co, 1995.

Lukács, Georg. “El joven Hegel”, Grijalbo, Barcelona, 1970.

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Leopoldo CalderónMéndez

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Palabras ClaveConciencia, existencia, dasein, sí mismo, ser, epojé, poesía, lengua-je, lógica, juegos del lenguaje, incompletitud.

“A ser uno con todo lo viviente, volver en un feliz olvido de sí mis-mo, al todo de la naturaleza. A menudo alcanzo esa cumbre...pero un momento de reflexión basta para despeñarme de ella. Medito, y me encuentro como estaba antes, solo, con todos los dolores pro-pios de la condición mortal, y el asilo de mi corazón, el mundo en-teramente uno, desaparece; la naturaleza se cruza de brazos, y yo me encuentro ante ella como ante un extraño, y no la comprendo. Ojala no hubiera ido nunca a vuestras escuelas, pues en ellas es donde me volví tan razonable, donde aprendí a diferenciarme de manera fundamental de lo que me rodea; ahora estoy aislado entre la hermosura del mundo, he sido así expulsado del jardín de la na-turaleza, donde crecía y florecía, y me agosto al sol del mediodía. Oh, sí! El hombre es un dios cuando sueña y un mendigo cuando reflexiona. “

Fragmento Hiperión -Friedrich Hölderlin-

En este fragmento de Hiperión, Hölderlin, uno de los poetas liricos más grandes de Alemania describe un estado de gozo fundado en un sentimiento de profunda unicidad y conexión con la Naturaleza precedido por otro estado de profunda desconexión y separación de la misma (donde “mundo enteramente uno desaparece”). Esta “caída” sucede por un momento de reflexión acerca entre de estas contemplaciones con la Naturaleza y de cómo el uso de la razón

De la existencia a la

conciencia del Ser.

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hizo posible diferenciarse de lo que lo rodea: “ahora estoy aisla-do, entre la hermosura del mundo”. Como en el libro del Génesis, donde Adán y Eva comen del Árbol del conocimiento del bien y del mal y caen de un estado de deleite a un estado de caída (a la existencia).

El Dasein y la Existencia.

Martin Heidegger conocía el trabajo de Hölderlin y sin duda la influenció y ayudo a formar su visión existencialista basada en el Dasein1. El Dasein es el ser del hombre fundado en su exis-tencia. “El ente que es en el modo de la existencia, es el hombre. Únicamente el hombre existe”. El hombre esta arrojado al mundo que es la estructura originaria del Dasein y al mismo tiempo el Dasein configura el mundo; un mundo temporal, siempre cam-biante.

Al estar arrojado al mundo, el hombre esta entregado a las posibilidades y de entre todas las posibilidades de la existencia siempre está latente la posibilidad de morir; según como tome la idea de la muerte el Dasein, tendrá una existencia auténtica (ser en la existencia) o una existencia inauténtica o banal (lo que se dice en la existencia), el reino del Das-man (lo que se dice, lo banal).

La etimología de las palabras “Dasein” y “existencia”2 qui-eren dar a entender lo mismo: “puesto afuera”, “ser ahí”, haciendo una referencia a que la conciencia (el ser) del hombre identificada con lo temporal e impermanente (cuerpo, pensamientos, ideas, emociones, deseos, etc.)

Cabe apuntar la relación entre la conciencia y el ser en el hombre: “La conciencia es el ser en el hombre, ya que es por la conciencia que me doy cuenta que yo soy”.

1 Etimológicamente Da- (ahí) Sein- (ser) “ser ahí”

2 La palabra existencia proviene del latín: exsistere – (Aparecer, emerger, ser). Etimológicamente: Ex- (hacia afuera) y sistere– (tomar posición, estar fijos) “estar afuera”.

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Heidegger menciona que la idea de muerte siempre esta poten cial-mente presente para el Dasein en todas las posibilidades del mundo y de la existencia autèntica y la inauténtica, pero no profundiza en la idea de que la conciencia es la constante siempre presente en la existencia, la conciencia (el ser) es lo único que no cambia en la existencia.

Husserl y la fenomenología.

En la alborada del siglo XX Edmund Husserl, maestro de Heidegger, hace una crítica al psicologismo propio del siglo XIX; para el psicolo-gismo lo importante eran los contenidos de la mente humana y no el proceso mediante el cual yo me representaba dicho contenido. La crítica de Husserl dice que la lógica no debía reducirse tan solo a pensarse como operaciones o mecanismos mentales, hay que con-siderar que los contenidos mentales propios de la lógica eran los objetos ideales, muchos de los contenidos de nuestra mente son los objetos ideales (números, figuras, etc.) Estos objetos ideales se distinguían de los otros porque no eran reales, temporales o indi-viduales (como puede ser un árbol, un perro), pero si poseían una validez objetiva y universal.

La Epojé

Husserl propone un método descriptivo para estudiar estos ob-jetos ideales, lo que se propone es abstenerse de cualquier tipo de juicio de existencia, no negar ni afirmar, Dice Husserl: “No se duda ni se niega ni se rechaza, simplemente nos abstenemos”, se poner “entre paréntesis”, se ejerce la suspensión del juicio y a este método le llama epojé o reducción fenomenológica. En la epojé al evitarse el juicio, no hay error posible. Al hacer una reducción fenomenológica, piensa Husserl, solo queda la conciencia. Lo con-tingente, lo accidental se pone “entre paréntesis” y propone un análisis de la conciencia y sus contenidos. Para examinar cualquier contenido de la conciencia ya sea ideal, imaginario o real, suspendo el juicio y eliminando todo espacio y todo tiempo para poder de-scribir con pureza y objetividad. Esto hace de la epojé un método para poder observar los fenómenos de la conciencia pura.

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Naturaleza de la conciencia pura y observación del “sí mismo”.

La conciencia siempre es conciencia de algo. Cuando se hace una reducción fenomenológica sobre la conciencia (el ser) “la conciencia se observa a sí misma”.31 El “sí mismo” es el ser del hombre que se funda sobre su propia conciencia de ser (atempo-ral e inmutable) es “El ser del hombre fundado en el ser mismo” y deja de estas “ahí” “afuera” para estar dentro de sí, a diferen-cia del Dasein donde la conciencia se funda sobre su existencia (identificación con lo temporal y cambiante: cuerpo físico, emo-ciones, pensamientos, etc.)

Cuando Hölderlin habla en sus poemas de un sentimiento de ser “Uno con el todo de la Naturaleza”, se acerca de las per-cepciones de la conciencia pura, ya que esa percepción de la con-ciencia no es posible expresarla con un lenguaje lógico, ya que “Ser uno con el Todo” es una contradicción en la existencia.

Lenguaje lógico, teorema de incompletitud y el “sí mismo”.

Cuando la conciencia se observa a sí misma se manifiesta una “vacuidad” y sin embargo el ser está presente porque yo soy. La idea de la conciencia observándose a sí misma y fundándose en la propia conciencia de sí, es ya un poco contradictoria y hasta paradójica para el lenguaje lógico y formal. En la paradoja del mentiroso, donde se afirma: “esta sentencia es falsa”42, no se pu-ede probar como verdadera o falsa.

Kurt Gödel, uno de los matemáticos más brillantes del si-glo XX, utilizó esta paradoja y la usó para formar su teorema de incompletitud, las implicaciones de este teorema es que todo sistema lógico de cualquier complejidad es, por definición, in-completo.

3 Esto lo pueden hacer por su propia cuenta ya que prácticamente todo ser humano tiene con-ciencia, basta con poner atención y querer observar al que se da cuenta de todo en mí.

4 A: “Esta sentencia es falsa”. Si A es verdadera, entonces A es falsa… Si A es falsa, entonces A es verdadera… Se da una auto-recurrencia donde no se puede probar que la sentencia sea verdadera o falsa.

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dentro de un rígido sistema lógico tal y como Russell y Whitehead lo habían desarrollado para la aritmética, que las proposiciones pu-eden formularse de manera indecidible o indemostrable dentro de los axiomas de un sistema. Esto es, dentro del sistema, ahí existen ciertas afirmaciones bien definidas que nunca pueden ser proba-das o desmentidas. Por tanto, uno no puede, usando los métodos habituales, asegurarse de que los axiomas de la aritmética no darán lugar a contradicciones... Parece condenar la esperanza acerca de la certeza matemática a través del uso de los métodos obvios. Tal vez condenando también, como consecuencia, el ideal de la ciencia: es-tablecer un conjunto de axiomas del que todos los fenómenos del mundo externo se pueden deducir.”

Los fenómenos de la conciencia pura, se asemejan a estas paradojas que no pueden ser probadas o desmentidas dentro de un lenguaje lógico. El “sí mismo” es una auto-recurrencia de la con-ciencia sobre sí misma, una paradoja para el lenguaje lógico.

El lenguaje lógico, poesía y fenómenos fuera de la existencia.

Witgenstein, el filósofo del lenguaje, en sus dos etapas: Primera eta-pa (del Tractatus) nos habla de un lenguaje con una estructura ya prestablecida en correspondencia con la misma realidad, propone que si no hay palabras en el terreno lógico y lingüístico, no hemos conocido nada y sentencia “De lo que no se puede hablar, es mejor callarse”.

El segundo Wittgenstein de las Investigaciones Filosóficas; habla de un uso más profundo del lenguaje, no meramente lógico, habla de los juegos del lenguaje. Hay tantos lenguajes como juegos del lenguaje. El significado de un término es su uso.

Este segundo L.W. habla de la riqueza del lenguaje lo que hace es establecer de una manera básica lo que somos.

Dentro de estos juegos del lenguaje encontramos lo que serían paradojas y contradicciones para un lenguaje lógico, pero que se refieren a percepciones de la conciencia pura, hechas fuera de la existencia, como en las “coplas hechas sobre un éxtasis de harta

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contemplación” de San Juan de la Cruz:

Entréme donde no supe, y quedéme no sabiendo,

toda ciencia trascendiendo.

1. Yo no supe dónde estaba,pero, cuando allí me vi,

sin saber dónde me estaba,grandes cosas entendí;

no diré lo que sentí,que me quedé no sabiendo,

toda ciencia trascendiendo

Este fragmento expresa clara mente la contradicción de “saber no sabiendo”, en la existencia y en el lenguaje lógico, esto es una paradoja, sin embargo en los juegos del lenguaje el contexto es profundo donde se habla de percepciones que no pasan por el pensamiento lógico. Continua san Jan de la Cruz, apuntando que a este saber no puede ser abordado por la lógica o el pensam-iento:

Este saber no sabiendoes de tan alto poder

que los sabios arguyendojamás le pueden vencer

que no llega su sabera no entender entendiendotoda sciencia tracendiendo.

Para concluir, queda la invitación abierta a hacer este método de la epojé con tu propia herramienta (tu conciencia) y observar tu propia conciencia de ser, observar el sí mismo en ti y que tú mismo experimentes, de primera mano estos fenómenos de la conciencia pura.

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Este ejemplar se terminóde imprimir en Mayo de 2016

con un tiraje de 150 ejemplares.

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Bibliografía

Hölderlin, Friedrich. Hiperión o El Eremita en Grecia, Madrid: Hip-erión, 1998, 224pp.

Escudero Perez, Alejandro. Dos lecturas de Ser y Tiempo. Con-sulta online mayo 24, 2016. http://www.revistafactotum.com/revista/f_8/articulos/Factotum_8_5_Alejandro_Escudero.pdf

Simon Blackburn . «Liar paradox». The Oxford Dictionary of Phi-losophy. Oxford University Press 2008 Edition

Heidegger, Martin. El ser y el tiempo. Madrid: FCE

Jones & Wilson. An Incomplete Education. RHPG, 2006, 720pp.

Boyer, Carl B. Historia de la Matemática. Alianza Editorial. 2007, 808pp.

Bertrand Russell - Los Principios de la Matemática - Nueva York, W. W. Norton & Compañía, 1903, segunda edición, 1937

Ferrater Mora, Josè. Ludwing Wittgenstein, Las Filosofías de Ludwig Wittgenstein [Tr. Ricardo Jornada], Barcelona, Ediciones Oikos-Tau, 1966