Cuatro damas: Capítulos 21 y 22

19
Capítulo 21 Me engañaste una vez Estar encerrado en su despacho resultó no ser práctico, puesto que no dejaba de perder la concentración al imaginarse escenarios horribles con su sobrina. A veces, la veía muerta; otras, víctima de funestas palizas y otras vejaciones... Tenía que dejar de pensar en eso. Estaba a punto de marcharse a la sala de profesores, cuando el teléfono, que estaba sobre su escritorio, sonó. - Señor director - escuchó decir a una de las chicas que trabajaban en administración.- le llaman desde Inglaterra, un tal Arthur Doyle, quiere hablarle de Irene o algo así. - Pásemelo, gracias. Se dejó caer sobre la silla, aferrándose al auricular con todas sus fuerzas, histérico. - Qué rapidez - observó, al otro lado de la línea y con cierto retintín, Deker Sterling.- Supongo que ya sabe quién soy. - Un egocéntrico que se cree el único con cultura, al parecer. - Suponía que intentar dominar el mundo no te deja mucho tiempo para leer. Cerró los ojos, irritado, aquel muchacho lograba sacar lo peor de su carácter. Aún así, se controló, pues intuía que de otra manera no le sonsacaría nada y en aquel momento Deker Sterling tenía entre las manos su corazón. - ¿Has cumplido tu misión? ¿Has rescatado a la princesa? - Por eso llamo. Está conmigo. A salvo. - Gracias al cielo - suspiró Felipe. - El cielo no ha tenido nada que ver, señor Navarro. De hecho, el cielo no hace nada salvo dejar que las nubes se paseen por él. Gracias a mí. - Cierto - concedió con suavidad, acompañándose de un leve ademán.- Sin embargo - hizo una pausa dramática a propósito, antes de añadir con rotundidad.- También debería darte las gracias porque fueran a por Tania - el silencio de Deker le enfadó, pues significaba que había dado en el clavo.- No me subestimes. Y, escúchame, no vuelvas a poner en peligro a un protegido mío o no volverás a hacerlo - pronunció con claridad y frialdad amenazante. Más silencio. - Ariadne no puede moverse - dijo finalmente Deker; su voz no temblaba, ni siquiera había cambiado un ápice, aunque se estaba pensando demasiado las palabras.- La estoy cuidando. Sé lo que me hago. Volveremos el domingo o el lunes, depende de los aviones. - Más te vale que el lunes estéis aquí o no enviaré a un ladrón a buscarte. A Tania nunca le habían gustado especialmente las clases, solía atender a las lecciones porque consideraba que era su labor y porque siempre facilitaba el estudio posterior. Pero desde que habían vuelto de Salamanca, apenas escuchaba una palabra o dos, no dejaba de pensar en todo lo que le había sucedido y en que la gente de su alrededor parecía desvanecerse continuamente. Aquella mañana no fue una excepción. Matemáticas, Lengua y literatura, Francés... Todas las clases desfilaban ante sus ojos sin que fuera consciente de ellas. La cuarta hora, Inglés, pasaba lentamente sin que fuera capaz de prestar atención. - Mrs. Esparza? Are you listening to me, Mrs. Esparza? De repente, un golpe en su costado. Automáticamente se volvió hacia Jero para fulminarle con la mirada, mientras se frotaba la zona golpeada. Fue a protestar, cuando reparó en la maestra, Ángeles León, que la observaba con severidad. Se trataba de una mujer de unos cuarenta años, melena recta que le llegaba hasta el lóbulo de las orejas y peinada con raya en medio; sus expresivos ojos castaños oscuros imponían demasiado, por lo que Tania tragó saliva, nerviosa.

description

Mientras en el internado Bécquer esperan con ansias el regreso de Ariadne y Deker, tanto Jero como Rubén se encuentran recordando como se rompió su amistad... Entre otras cosas. Todo eso, antes de conocer la leyenda de las cuatro Damas.

Transcript of Cuatro damas: Capítulos 21 y 22

Page 1: Cuatro damas: Capítulos 21 y 22

Capítulo 21 Me engañaste una vez

Estar encerrado en su despacho resultó no ser práctico, puesto que no dejaba de perder la concentración al imaginarse escenarios horribles con su sobrina. A veces, la veía muerta; otras, víctima de funestas palizas y otras vejaciones... Tenía que dejar de pensar en eso. Estaba a punto de marcharse a la sala de profesores, cuando el teléfono, que estaba sobre su escritorio, sonó. - Señor director - escuchó decir a una de las chicas que trabajaban en administración.- le llaman desde Inglaterra, un tal Arthur Doyle, quiere hablarle de Irene o algo así. - Pásemelo, gracias. Se dejó caer sobre la silla, aferrándose al auricular con todas sus fuerzas, histérico. - Qué rapidez - observó, al otro lado de la línea y con cierto retintín, Deker Sterling.- Supongo que ya sabe quién soy. - Un egocéntrico que se cree el único con cultura, al parecer. - Suponía que intentar dominar el mundo no te deja mucho tiempo para leer. Cerró los ojos, irritado, aquel muchacho lograba sacar lo peor de su carácter. Aún así, se controló, pues intuía que de otra manera no le sonsacaría nada y en aquel momento Deker Sterling tenía entre las manos su corazón. - ¿Has cumplido tu misión? ¿Has rescatado a la princesa? - Por eso llamo. Está conmigo. A salvo. - Gracias al cielo - suspiró Felipe. - El cielo no ha tenido nada que ver, señor Navarro. De hecho, el cielo no hace nada salvo dejar que las nubes se paseen por él. Gracias a mí. - Cierto - concedió con suavidad, acompañándose de un leve ademán.- Sin embargo - hizo una pausa dramática a propósito, antes de añadir con rotundidad.- También debería darte las gracias porque fueran a por Tania - el silencio de Deker le enfadó, pues significaba que había dado en el clavo.- No me subestimes. Y, escúchame, no vuelvas a poner en peligro a un protegido mío o no volverás a hacerlo - pronunció con claridad y frialdad amenazante. Más silencio. - Ariadne no puede moverse - dijo finalmente Deker; su voz no temblaba, ni siquiera había cambiado un ápice, aunque se estaba pensando demasiado las palabras.- La estoy cuidando. Sé lo que me hago. Volveremos el domingo o el lunes, depende de los aviones. - Más te vale que el lunes estéis aquí o no enviaré a un ladrón a buscarte.

A Tania nunca le habían gustado especialmente las clases, solía atender a las lecciones porque consideraba que era su labor y porque siempre facilitaba el estudio posterior. Pero desde que habían vuelto de Salamanca, apenas escuchaba una palabra o dos, no dejaba de pensar en todo lo que le había sucedido y en que la gente de su alrededor parecía desvanecerse continuamente. Aquella mañana no fue una excepción. Matemáticas, Lengua y literatura, Francés... Todas las clases desfilaban ante sus ojos sin que fuera consciente de ellas. La cuarta hora, Inglés, pasaba lentamente sin que fuera capaz de prestar atención. - Mrs. Esparza? Are you listening to me, Mrs. Esparza? De repente, un golpe en su costado. Automáticamente se volvió hacia Jero para fulminarle con la mirada, mientras se frotaba la zona golpeada. Fue a protestar, cuando reparó en la maestra, Ángeles León, que la observaba con severidad. Se trataba de una mujer de unos cuarenta años, melena recta que le llegaba hasta el lóbulo de las orejas y peinada con raya en medio; sus expresivos ojos castaños oscuros imponían demasiado, por lo que Tania tragó saliva, nerviosa.

Page 2: Cuatro damas: Capítulos 21 y 22

- ¿Podría repetir...? - I don’t understand you. Cerro los ojos un instante, maldiciendo aquel internado con pretensiones, donde tanto las clases de inglés como de francés se impartían completamente en ese idioma. Ella prefería las de su antiguo instituto donde el profesor de turno, como mucho, hablaba en spanglish. - Can... Podía notar las miradas de toda la clase en ella, lo que la puso todavía más nerviosa. ¿Por qué no podía pensar? Tampoco era tan difícil preguntar si podía repetir la pregunta... Estaba a punto de sufrir un colapso por la situación tan tonta en la que se había metido ella sola, cuando Jero le deslizó una nota en la mano. Bastó echarle un mero vistazo para poder respirar tranquila y, después, preguntar con seguridad: - Could you repeat the question, please? La profesora relajó su ceño fruncido y le indicó que corrigiera las tres frases del primer ejercicio que les había mandado como deberes en la clase anterior. No tuvo ningún problema en hacerlo, pues todas las tardes los hacía en compañía de Jero ya fuera en su habitación o en la de él. Cuando terminó, esperó a que la profesora regresara a su sitio y se olvidara de ella, para acercarse al muchacho, sonriéndole. - Gracias, te debo la vida. - Sé que honrarte con mi amistad está bien, pero no es para tanto - bromeó él. - No seas tonto - rió ella, fingiendo después atender, pues la profesora se volvió hacia ellos de nuevo. En cuanto se concentró en una de las amigas de Erika, que continuaba corrigiendo ejercicios, Tania habló otra vez.- Gracias por la pregunta. - Ah, eso...- Jero apretó los labios un instante y, al siguiente, señaló a Rubén con un gesto de cabeza.- No he sido yo. Me ha pasado la nota él, yo he sido un simple intermediario. - Aún así, gracias. Tania le besó en la mejilla, provocando que Jero acabara con las mejillas encarnadas y una sonrisa atontada en los labios. Sin embargo, la chica no se dio cuenta, pues se había inclinado hacia delante, fingiendo escribir algo en el cuadernillo de ejercicios, aunque sólo quería observar el perfil de Rubén. Sus miradas se cruzaron y le angustió ver lo triste que era la de él. Siempre que veía esa mirada, tenía la sensación de que para Rubén cada uno estaba a un lado de un abismo insalvable. Seguía sin entender por qué era así, a qué venía tanta dificultad, pero había acabado decidiendo que no iba a pensar en ello, ni siquiera iba a sufrir, bastante tenía con la ausencia de su padre y también la de Ariadne. La clase terminó sin más incidentes. Cuando el timbre señaló el final de la misma, recogió sus cosas, las metió en la mochila y abandonó el laboratorio de idiomas junto a Jero. En la salida se cruzaron con Rubén, Erika y el resto de sus amigos, aunque sólo el primero les saludó amablemente. - Deberías haberle dicho “hi”... Ay, no, que no tienes ni idea de inglés - apuntó Erika. Tania fue a marcharse, estaba más que harta de los continuos ataques de la chica, así que prefería ignorarla, pues estaba segura de que eso le molestaría más que una pulla. No obstante, Rubén extendió el brazo, impidiéndole que se marchara. No lo hagas, no lo hagas, no lo hagas... - No te vayas todavía, Tania. Erika tiene que pedirte perdón - se volvió hacia la aludida, que había vuelto a adoptar el aspecto de un perro pekinés enrabietado.- No voy a permitir que la humilles, Tania no se lo merece. Lo hiciste... Qué tonto eres a veces, ¿no ves que esto es peor? Sin embargo no llegó a suceder nada, pues el director apareció en el pasillo. Justo en ese momento, la profesora León acababa de cerrar el aula y, al verle, no dudó en acercarse.

Page 3: Cuatro damas: Capítulos 21 y 22

- Buenos días, Felipe - saludó de manera efusiva, recibiendo una sonrisa por parte de Felipe Navarro a cambio.- ¿Tenemos alguna novedad de Ariadne? - He estado hablando con su médico hoy y está mucho mejor, creen que el lunes le darán el alta - aunque había estado hablando a su colega, durante un instante se volvió hacia ellos y les guiñó un ojo; un segundo más tarde, volvía a estar concentrado en la profesora.- Oye, Ángeles, ¿te apetece un café en la sala de profesores? Pudo controlarse hasta que los dos adultos desaparecieron por un pasillo. En ese preciso momento, la euforia la embriagó por completo, haciendo que perdiera el control, mientras se colocaba frente a Rubén. - ¡Está bien! - Está bien - confirmó él. Y el entusiasmo les traicionó, pues, de algún modo, Tania saltó para acabar en brazos de Rubén, que la estrechó contra su cuerpo, compartiendo su alegría. Al principio ni siquiera se miraban, pero sus rostros acabaron encontrándose, quedando frente a frente separados por menos de medio centímetro. Fue entonces cuando se dieron cuenta de la situación en la que estaban. Fue como si la realidad les golpeara con una gran maza. Tania bajó los pies al suelo, separándose con rapidez del joven. No importó demasiado. El daño ya estaba hecho. Erika pasó como un rayo a su lado, preocupándose de que sus hombros chocasen, por lo que Tania trastabilló; de hecho, hubiera caído hacia atrás, de no ser por Jero que se apresuró en agarrarla de un brazo. - ¿Estás bien? - le susurró. - Sí, sí, perfectamente - asintió ella.- ¿Qué nos toca ahora?

El apasionado abrazo entre Tania y Rubén puso en manifiesto algo que Jero había estado intentando ocultar. Podía ver claramente la atracción que había entre los dos, que tanto ella como él buscaban al otro... Y que Rubén estaba luchando contra lo inevitable al esforzarse tanto en mantenerse separado de Tania. No entendía nada. Aquel no era el Rubén que él conocía. No dejó de pensar en aquello durante la comida, mientras Tania a su lado parloteaba sin parar, señal inequívoca de que para ella estaba siendo un gran día. Estaba alegre. Pero, claro, se debía a que por fin sabían que Ariadne estaba bien. Al día siguiente la novedad habría pasado y la felicidad también, Tania tendría que enfrentarse al extraño caso de su padre, además de al hecho de que el chico que le gustaba fuera inalcanzable. Él sabía qué se sentía en ese caso, prácticamente era la única situación que él conocía personalmente en el terreno tan extraño de las novias y las relaciones y los sentimientos... No quería que Tania se sintiese así, no se lo merecía. - ¿Puedes perdonarme un momento? - le preguntó a la chica. - Claro...- ella se extrañó.- ¿Pasa algo? No le respondió, en su lugar se puso en pie y cruzó el comedor hasta encontrar a Rubén entre aquellos cafres que decían ser sus amigos. Él sabía que Rubén únicamente los toleraba, que les dejaba hablar y revolotear a su alrededor porque era lo que se subía que debía hacer por tener el apellido que tenía; pero no dejaba que ninguno de aquellos pijos cabeza-huecas le conocieran, no, eso sólo se lo había permitido a una persona... Una persona que te traicionó. - Tenemos que hablar - le dijo con decisión. Rubén alzó la mirada de su plato, visiblemente sorprendido con aquel giro de los acontecimientos. A su lado, Erika dio un respingo, antes de observarle con tanto pánico que

Page 4: Cuatro damas: Capítulos 21 y 22

parecía estar viendo un fantasma. Bueno... En parte era algo así, ¿hacía cuánto que no intentaba hablar con él? Más de un año seguro. - No eres bienvenido, pobretón - soltó uno de los pijos de forma desagradable. - No le llames así - advirtió Rubén con frialdad, convirtiendo su rostro en una amenaza. Se puso en pie y su semblante cambió en cuanto le detuvo delante, aunque Jero no sabía decir qué estaba pasando por su cabeza exactamente.- ¿Aquí o...? - A solas. Podemos ir a mi cuarto, si te parece bien. Deker no está. - Como quieras. El camino hasta su dormitorio no fue agradable. Fue doloroso. Acostumbrado como estaba a las charlas eternas, a las bromas, a las risas, a las confesiones, el que lo único que quedara entre ellos fuera el silencio, resultaba cuán menos que hiriente. Cuando entraron en la habitación, que era la que habían compartido hasta ese mismo curso, Jero le dedicó una sonrisa a modo de disculpa. - La notarás distinta. Deker es todavía peor que yo. Creo que ni siquiera usa el armario, le basta con tener la ropa por... Por todas partes - rió un poco, mientras recogía parte del uniforme de su compañero de habitación para que Rubén pudiera sentarse en una de las sillas o caminar por el suelo si quería.- Con él sí que te daría un ataque. Su otrora amigo permaneció en silencio, parecía violento. - ¿Te has puesto tan serio sólo para recordar los viejos buenos tiempos? - No - respondió Jero, dejándose caer en su cama, mientras pasaba ambas manos por su desordenado pelo negro.- Pero nunca viene mal recordar los viejos buenos tiempos - su sonrisa se volvió endeble al ver que Rubén apartaba la mirada.- Quería... Esto... Toma una decisión. - No te sigo. - Claro que lo haces - asintió Jero seriamente.- Tienes que parar esta situación. ¿No ves que es dolorosa para ambas? Yo sé mejor que nadie que Erika parece sacada del infierno, pero tiene sus sentimientos... - ¡Oh, sí, tú lo sabes mejor que nadie! - No quería... - ¡Tú nunca quieres nada, pero hieres igualmente! - ¡Pues ya somos dos! - Jero se puso en pie para encararle de forma adecuada. En realidad, el ver que Rubén seguía tan herido y tan enfadado por él seguía doliéndole como el primer día, pero no dejó que ese sentimiento le dominara.- Si vas a estar con Tania, hazlo, pero deja a Erika. Si vas a seguir con Erika, deja en paz a Tania. Es sencillo. - Tú no sabes nada. ¡Nada! - le gritó. - Tienes razón - concedió con delicadeza, aunque sin amedrentarse.- No sé nada sobre lo que estás pasando, ni siquiera sé por qué te comportas así... No eres el Rubén que yo conocía, ese habría hecho lo correcto. Notó que para su antiguo amigo fue como una bofetada, se quedó muy quieto, apartando la mirada de nuevo. No quería hacerle daño, pero lo primero de todo era evitar que Tania siguiera sufriendo por todo aquello. - Sólo sé que le haces daño a Tania - concluyó entonces. - Tú no sabes nada - repitió débilmente. - Elígela o déjala, pero deja de volverla loca. Por favor. Rubén le miró una vez más, antes de marcharse de la habitación. Jero le siguió, asomando la cabeza por la puerta. - ¿Por qué no le has contado la verdad sobre lo que pasó? Su antiguo amigo se detuvo en medio del corredor. Durante un instante se quedó ahí quieto, mientras él se aferraba a la puerta de su habitación. Para Jero fue casi una eternidad, pero poco después Rubén se volvió para decir: - No quiero que Tania pierda más personas... Y no sé cómo se tomaría eso. Quizás no todo está perdido...

Page 5: Cuatro damas: Capítulos 21 y 22

Estaba sonriendo, animado ante la expectativa de que, quizás, pudieran volver a ser amigos algún día, cuando sintió un golpecito en la espalda. Se le congeló la sangre. No podía ser otra persona. Se giró muy lentamente, encontrándose con Tania que le miraba con el ceño un poco fruncido, muy seria: - ¿Qué pasó entre vosotros?

La conversación con Jero le había afectado. Incluso el verle solía dolerle, pero todo aquello había sido demasiado. ¿Por qué cojones tenía que ser todo tan complicado? ¿Por qué no podía ser un chico normal y corriente? Si fuera así todo sería un poco más fácil... O no, pero al menos podría permitirse el lujo de hacer lo que quería: estar con Tania. No le apetecía ver a nadie, quería estar solo. Por eso acabó encerrándose en uno de los cubículos del cuarto de baño de chicos. Se sentó en la tapa del váter, enterrando el rostro entre sus manos, mientras su mente vagaba atrás en el tiempo, contemplando sus propios recuerdos.

Habitualmente su madre se tomaba todo el verano libre, Rubén creía que era su forma de compensarle por los otros meses de abandono. Sin embargo, en el verano de sus catorce años, se vio obligada a viajar a Japón durante dos semanas, que él pasó en casa de su mejor amigo, Jero. Cuando ese tiempo pasó, su madre fue a recogerle. Al principio actuó como siempre: alegre, simpática... Los padres de Jero disfrutaron mucho de su visita, pero cuando se montaron en el coche su rostro cambió. Rubén se preocupó, por supuesto que la había visto así, incluso peor (se le ponía el vello de punta cuando la recordaba encerrada en su habitación, llorando amargamente), pero era algo que su madre guardaba para sí. - Tengo que contarte algo, Rubén - le dijo muy seriamente. - ¿Te vuelves a ir? - No, cielo, no. Tranquilo - le dedicó una sonrisa, mientras le acariciaba la barbilla.- Pero no aquí, este no es el lugar - se quedó un instante en silencio, al siguiente suspiró en voz muy bajita, como para ella.- Es el problema de viajar tanto, estamos desperdigados... Después se sumieron en el más profundo de los silencios, mientras volvían hacia Madrid. A Rubén le sorprendió que condujera su madre, generalmente su chófer la llevaba a todos los lados, no le gustaba conducir. - ¿A dónde vamos? - le preguntó en cuanto llegaron a la ciudad. - A ver a tu hermana. - Mi, ¿qué? No entendía nada. No tenía ninguna hermana... ¿O si? A decir verdad, para él, siempre habían sido su madre y él. Sabía por ella, ya que le había preguntado, que su padre había muerto cuando él tenía tres años en un accidente de coche. Por aquel entonces vivían en Zaragoza, así que visitaban muy poco su tumba, alguna vez que viajaban a dicha ciudad. Al pensar en ello, acudieron flashes a su memoria: él jugando con una niña que se reía, podía ver su pelo claro ondeando al viento junto a la vaporosa falda de color azul claro... Pero después dejaron de ser imágenes tan idílicas para ser sustituidas por ese mismo pelo cubierto de algo pegajoso de color rojo... Enterró la cabeza entre las manos, de repente le dolía la cabeza. Su madre lo observaba atentamente, en silencio. Poco después llegaron a un cementerio, donde la mujer le guió entre las tumbas hasta que alcanzaron una pequeña y blanca que rezaba:

Inés Ugarte de la Hera

Page 6: Cuatro damas: Capítulos 21 y 22

1994-1999 Su madre, Beatriz, se arrodilló frente a la lápida para acariciar cada una de las letras doradas que formaba el nombre de su hija. - Hola, mi amor - susurró. Rubén se sentía muy violento, sentía que no debía estar ahí, que era algo entre su madre y su... Todavía no podía creerse que tenía una hermana. ¡Una hermana melliza! ¿Cómo podía no recordarla? ¿Y qué le había ocurrido? ¿Y por qué estaba muerta? - Sé que no la recuerdas - se madre se incorporó para acariciarle el pelo.- Y hasta ahora he permitido que así fuera, me parecía lo mejor... Pero las cosas han cambiado, cariño. - ¿Qué le ocurrió? - Cuando tenía cuatro años la secuestraron - Beatriz volvió a observar la tumba de su hija, parecía estar a miles de kilómetros de ahí y Rubén se dedicó a abrazarla, no sabía qué más hacer.- Ya estábamos solos y yo no sabía qué hacer. Recurrí a la policía, a detectives privados... Nadie la encontraba, el tiempo iba pasando y, bueno, todos acabaron dándola por muerta. La cosa se enfrió. Se olvidaron de ella... >>Pero yo no. No dejé de buscarla yo misma, por eso te llevé al internado Bécquer cuando tenías cinco años, no podía remover hasta la última piedra del país y cuidar de ti. Yo tampoco la encontré... La encontraste tú. - ¿Yo? P-pero no lo recuerdo... - Ya era verano, habías vuelto a casa. Una mañana saliste a jugar al jardín, como siempre, y alguien la había dejado ahí tumbada - a su madre se le quebró la voz.- Al principio te quedaste tan impresionado que estuviste varios días casi catatónico, luego volviste a la normalidad. No recordabas nada. Los psicólogos dijeron que tu mente había borrado lo sucedido para protegerse. Rubén volvió a quedarse en estado de shock. - La habían apuñalado - recordó con un hilo de voz. - Fue lo menos malo que le hicieron - Beatriz estaba llorando, el rimel se le había corrido, pero no intentó ni sacarse las lágrimas.- Le hicieron tantas cosas horribles... A mi niña. - ¿Pero por qué? ¿Quién? - Hace poco he descubierto quién fue. - ¿Le has denunciado? ¿Lo han detenido? - No tengo pruebas. Y no quiero que lo detengan, ni que sé dé la buena vida en una cárcel de señoritingos. Quiero que muera - le asustó la frialdad con la que su madre dijo todo aquello.- Por eso, tengo que pedirte algo. - ¿El qué? - Quiero que nunca, jamás, dejes a tu novia. Quiero que te cases con ella, que tengas hijos y que seas un Cremonte más. Quiero que los padres de Erika te quieran tanto, que nos protejan a ti y a mí y que su padre me sirva en bandeja al asesino de Inés. - N-no entiendo... - El padre de Erika no es un empresario más. Tiene demasiado dinero, contactos y amistades nada recomendables. No sé si me entiendes...

La mirada de Tania, aquellos ojos cristalinos, estaba clavada en él, parecía tan decidida a saber... Además, la consideraba su mejor amiga, no podía ocultarle algo así, no era justo, por mucho que le aterrara su reacción. - Anda, pasa - suspiró, echándose a un lado. La chica no dejó de contemplarle, mientas él cerraba la puerta de la habitación y hallaba las fuerzas necesarias para encararla. - No entiendo por qué dos amigos como vosotros pasan a... A esto - reconoció ella.

Page 7: Cuatro damas: Capítulos 21 y 22

- ¿Pues por qué va a ser? Por lo de siempre: por una chica. Jero se sentó en la silla de su escritorio, frotándose las palmas de la mano contra el rostro, mientras recordaba lo sucedido hacía poco más de un año.

Estaba muy ocupado observando la escultural silueta de Barbarella, cuando Rubén le dio un codazo para hacer que volviera a la realidad. Cuando se fijó en su amigo, éste reía por lo bajo, mientras susurraba: - Vas a inundar la clase con las babas. Contrólate, tío. - Al menos no lo hago con El cebolla. - Entonces te metería en un psiquiátrico de cabeza. La campana sonó y la clase acabó, por lo que los dos salieron del aula para dirigirse hacia el comedor. Por el camino, se cruzaron con Erika, que besó a Rubén y les explicó que no podía comer con ellos porque había quedado con sus amigas. Por aquel entonces solía hablarle, aunque nunca le trataba de la misma manera: fría educación en público, con normalidad si Rubén estaba delante, con intimidad si estaban a solas. - ¿Qué vas a hacer este fin de semana? - le preguntó a Rubén, mientras bajaban por las escaleras.- ¿Te quedas o fin de semana romántico con Erika? - Nada de eso. - Oh, ¿velada romántica conmigo? ¡Por fin! - se llevó las manos al pecho, dramáticamente, antes de tirarse encima de su amigo, que pudo cogerlo al reaccionar con suficiente rapidez.- ¿Y comprarás fresas y champagne y cubrirás todo con pétalos de rosas? - Lo mejor para mi pinchoncito - Rubén entrecerró los labios como para besarle. - Si sigues la broma, no mola. Jero bajó al suelo, mientras su amigo seguía riéndose. Tras servirse el primer plato, se sentaron en una mesa, uno frente a otro. - Mucho me temo que tengo otra de esas horribles fiestas. - ¿A dónde te lleva tu madre esta vez? ¿Una gala benéfica para adoptar gatitos? - A decir verdad no lo sé - resopló con una mueca; se puso a remover los garbanzos del plato con los labios fruncidos.- No sé si es una gala o una presentación o un cumpleaños... Algo de eso, no escuché bien. Pero, vamos, el mismo rollo de siempre: una familia con pasta organiza algo de postín y yo tengo que llevar un esmoquin y aburrirme toda la noche. - Los ricos también lloran - bromeó él. - Y lo peor va a ser que voy a tener problemas con Erika. Justo el sábado es nuestro aniversario. Seis meses. Increíble, ¿eh? - Eh, yo llevo ya quince años con Soledad y no presumo tanto. - Los pobres también lloran. - To... No... Tuqué... Tucán, no, eso es español... - Touché - rió Rubén. - ¡Maldito francés! - Y eso que se te da mejor que el inglés - los dos rieron, aunque después se quedaron callados y Rubén aprovechó para decirle con cariño.- Algún día encontrarás a la chica ideal, a esa que sepa que los chicos como tú son los que merecen la pena. Ese día ponle los cuernos a Soledad y te olvidarás de ella. - Sí, claro, y vendrá montada en un pony y me regalará una capa de invisibilidad. - Oh, venga, sí que existe. ¿Es qué nunca te has imaginado a la chica perfecta? - Claro que sí, por eso sé que no existe - apuntó, poniendo los ojos en blanco.- Lo tengo decidido desde pequeño. Será rubia, pelo largo, ojos castaños, lista, dulce, calmada, valiente, con paciencia para soportarme... - Si la encuentras, prométeme que te liarás con ella.

Page 8: Cuatro damas: Capítulos 21 y 22

- Prometido. Ese día te traeré a un fauno porque eso sucederá el día que llegue a Narnia. - ¡Pesado! Como después Rubén pasó el resto de la tarde con Erika, ya no volvió a verle, en su lugar estuvo pasando el rato con los chicos del dormitorio de al lado: Santi y Eugenio. De hecho, también estuvo con ellos al día siguiente: pasaron la mañana en la habitación de la chica, viendo en el portátil de Eugenio un DVD que se había traído de casa. Después, pasó la tarde jugando a la guerra de bolas de nieve con ellos y con un grupo de niños de primaria que resultaron ser unos estrategas mejores que ellos. Estaba planeando el contraataque cuando vio salir a Erika por la puerta principal. La chica tenía lágrimas en los ojos y le hizo una discreta seña para que se acercara, algo que Jero hizo inmediatamente, sin ni siquiera dudarlo. Por aquel entonces Erika seguía teniendo el pelo negro, se lo teñiría poco después, aprovechando las vacaciones de Navidad. Lo llevaba todo igual con un espeso flequillo recto que le daba aire de niña. - ¿Qué ocurre? - le preguntó, sintiendo un nudo en el estómago. No soportaba verla llorar. - Acabo de discutir con Rubén - le explicó con un hilo de voz.- No va a cambiar de idea, no va a volver para celebrar el aniversario conmigo - estaba tan acongojada que incluso temblaba y seguía llorando, no podía parar. - Shhh, venga, no llores. Jero la atrajo hacia él para, así, estrecharla con fuerza entre sus brazos. Una vez más, no pudo evitarlo y le olió el pelo. Le encantaba el perfume de Erika. Le encantaba toda ella en realidad, su voz, sus ojos, su forma de caminar... Sabía que estaba mal, era la novia de su mejor amigo, a Rubén siempre le había gustado, además. Estuvo el resto de la tarde con ella, incluso se coló en la cocina para robar algo de comida y poder estar a solas en el dormitorio que él compartía con Rubén. Erika no estaba de humor y no le apetecía estar con nadie, aunque a lo largo de la velada se fue animando. De hecho, antes de que Jero pudiera darse cuenta, la tenía recostada sobre él riéndose tanto que, incluso, se le saltaron las lágrimas. Él sólo pudo contemplarla. Era tan guapa. - ¿Sabes una cosa? - inquirió Erika de pronto, volviéndose un poco para poder verle la cara.- A veces tengo la sensación de que eres el único que me entiende. - Rubén te entiende... - Sí, ya... - ¡Es verdad! - asintió muy seriamente. - Yo sólo sé que Rubén ha sido incapaz de quedarse conmigo y tú aquí estás, conmigo, aguantando mi mal humor y mis lloriqueos...- la muchacha suspiró, acariciándole la cara con delicadeza.- Gracias, Jero. Siempre estás ahí. Siempre. Y, de algún modo, dejaron de mirarse a los ojos. De algún modo, los labios de Erika encontraron el camino hacia los suyos y se unieron en un apasionado beso que les hizo perder el sentido. De algún modo, de pronto se encontraron desnudos. De algún modo, Jero perdió la virginidad aquella noche. Y, de algún modo, ninguno de los dos se dio cuenta de que Rubén entraba en el cuarto con un regalo en las manos. Éste cayó al suelo provocando tal estruendo que Erika y Jero dejaron de jugar bajo las sábanas para mirarle.

- Rubén se había escapado de la fiesta para celebrar el aniversario - recordó Jero con un hilo de voz, aquella mirada gris tan dolida seguía clavándose en su interior como una navaja.- De

Page 9: Cuatro damas: Capítulos 21 y 22

hecho, su madre le castigó por el desplante. Debió de organizar una buena para darle a Erika lo que ella quería y... Se encontró con su mejor amigo y su novia acostándose. El chico negó con la cabeza, callándose. Se humedeció los labios, antes de alzar la cabeza para poder encarar a Tania, que estaba acuclillada frente a él. Le daba tanto miedo que le diera la espalda ella también... - ¿La querías? - ¿Eh? Tania ladeó la cabeza, curvando los labios con dulzura, de hecho su tono de voz era muy, muy suave, reconfortante. Le recordó a la leche caliente con miel que su madre le preparada en invierno cuando hacía mucho frío. - ¿Querías a Erika en aquel momento? - Sí... Debía de estar loco o drogado o en medio de un brote psicótico, pero sí. La quería. - Eso pensaba - la chica se levantó un poco, lo suficiente para poder darle un beso en la mejilla y, después, acariciarle el desordenado cabello negro.- Entiendo que Rubén esté enfadado contigo, pero también entiendo lo que hiciste. Uno no puede controlar lo que siente. A veces, ni siquiera puede controlar sus actos por lo que siente. La boca de Jero se quedó abierta un segundo, no terminaba de procesar lo que acababa de escuchar. Cuando, al fin, pudo reaccionar, agitó la cabeza con fuerza antes de preguntar: - ¿No crees que soy mala persona? - ¡Jamás!

Deker regresó a su apartamento con una bolsa de papel llena de comida. Depositó ésta sobre la encimera de la pequeña cocina y, mientras guardaba las cosas de cualquier manera en la nevera, echó un vistazo por encima del hombro. Ariadne seguía tumbada en la cama, lo que era normal dada la paliza que le había dado el sádico de su padre, pero todavía no había pronunciado palabra y, en vez de ver la tele, contemplaba el infinito. - Tu padre me odia - observó en voz alta. Ella siguió callada, siguió como perdida. Le preocupaba verla así. Agarró una bolsa de patatas fritas, un botellín de cerveza y se tiró sobre la cama con tanta energía que rebotó en el colchón. Se puso a beber mientras cruzaba las piernas a la altura de los tobillos; cuando acabó, se puso a comer patatas fritas sin dejar de mirarla. - ¿Ninguna pulla? ¿Ningún comentario que pretende ser inteligente? - inquirió con ironía, sonriendo después con petulancia.- ¡Joder! Sabía que era rematadamente guapo, pero no tanto. - ¿No puedes dejarme en paz ni siquiera ahora? - No - se acercó a ella, divertido.- ¿Sabes? Tras diecinueve años de estar perdido en la vida, al final he comprendido cuál es mi propósito: molestarte - entonces la miró con seriedad.- Y te juro que te tiraré del pelo o te levantaré la falda las veces que hagan falta para que vuelvas a la normalidad. No voy a permitir que mi padre te joda la vida a ti también. Ariadne se volvió a callar, parecía impresionada. - Mi padre... ¿Estaba bien? - Ha vuelto a respirar al saber que estabas sana y salva... Aunque fuera a medias. - ¿Y los demás? ¿Estaban bien? - La única que está hecha polvo eres tú, tranquila - exhaló un suspiro.- Anda que... ¿Cómo se te ocurrió entregarte, pedazo de idiota? Si entregué a Tania era para salvarte, para que no pasaras por esto... Imbécil. Imbécil tú e imbécil yo. Ariadne siguió en silencio, aunque intentó moverse para coger el mando de la televisión; él se adelantó, comenzando a hacer zapping, mientras volvía a disfrutar de una de las miradas furibundas de ella. Por fin parecía volver a la normalidad.

Page 10: Cuatro damas: Capítulos 21 y 22

De pronto frunció los labios con aire pensativo, llamando la atención de la muchacha que se dedicó a fingir ignorarle, aunque le observaba de refilón. Alargó la mano para acariciarle el pelo, que estaba enredado y sucio: - Voy a tener que buscarte un mote nuevo - cogió uno de los mechones más cortos y jugueteó con él.- No puedo seguir llamándote Rapunzel cuando arregle esto. Ella siguió sin decir nada, viendo la televisión, pero Deker estaba bastante contento, podía ver la irritación en sus ojos color miel. Por eso siguió comiendo con el único propósito de molestarla, pues no había encontrado jamás algo tan divertido como hacerla rabiar.

Page 11: Cuatro damas: Capítulos 21 y 22

Capítulo 22 La leyenda de las cuatro Damas

Desde que Jero le había relatado el incidente que provocó la ruptura de su amistad con Rubén, la perspectiva de Tania había cambiado: ya no miraba de la misma manera ni a Erika ni al propio Rubén. De hecho, se sentía un poco idiota por haber admirado tanto a Erika cuando llegó al internado, ¿en qué narices había estado pensando? ¿Cómo había podido considerarla siquiera su amiga? Además, se había pasado la semana rehuyendo a Rubén. No le apetecía verle, de hecho se esforzaba en no pensar en él. Aunque, claro, siendo las cinco de la mañana y estando tumbada en la cama completamente desvelada, apenas podía hacer otra cosa. Como seguía empeñada en no cruzar palabra con él, se dedicaba a imaginar cómo sería la conversación que parte de ella deseaba mantener con él. Después decidió que debía detener aquello, se sentía demasiado patética teniendo a Rubén en su cabeza... Por suerte, ese día Ariadne llegaría al internado y, además de quedarse tranquila de una vez, podría conocer su punto de vista, algo que empezaba a interesarle muchísimo. Todavía le sorprendía cuánto la echaba de menos.

Deker regresó a su apartamento cargado de víveres. Llevaba toda la semana abandonando la casa únicamente para ir a por comida, no le gustaba dejar a Ariadne sola. ¿Y si le necesitaba? Los primeros días estuvieron a punto de matarse mutuamente porque estaba claro que ella no podía valerse por sí misma y, al mismo tiempo, no se dejaba ayudar. Se había sentido tan frustrado, ¿tanto le costaba admitir que necesitaba ayuda? Al parecer sí porque más de una vez la había visto palidecer de dolor al intentar hacer las cosas por sí sola. Al menos, en aquellos momentos ya estaba bien y no le daba esos sustos. Depositó la bandeja sobre la encimera de la cocina, cogiendo su enorme vaso cargado de café solo del Starbucks. Tras beber un buen trago, alegrándose de no estar en el puñetero internado donde lo más fuerte que le ofrecían era un segundo sobre de Cola-cao, abrió la caja de Donuts, mientras gritaba: - ¡El desayuno, Grover! La puerta del baño se abrió y Ariadne salió de él con el largo cabello empapado, lo que disimulaba los trasquilones; se estaba cerrando el albornoz que, en realidad, era de él, así que le quedaba excesivamente largo. Se acercó hasta la cocina, frunciendo el ceño. - ¿Todavía sigues con la tontería de los motes? - preguntó, antes de resoplar con aire hastiado, poniendo los ojos en blanco.- Además, ese es un plagio. Así llamaba Colin a Amy en Everwood... ¡Y no tiene sentido conmigo! - Sólo te estaba probando... - Seguro. - Toma, aquí tienes tu mejunje asqueroso - le tendió el otro vaso, acompañándose de una mueca, que se acentuó cuando la chica alargó la mano para coger un par de sobres de azúcar.- No tienes que tener sangre en las venas. Ha debido mutar a leche condensada o algo así... Ariadne le hizo burla un instante. Al siguiente, se llevó su Caffe Mocca a la boca; la mezcla de chocolate, café y leche estaba cubierta por nata, una buena cantidad además porque él así lo había indicado. Por eso, la punta de la nariz de la muchacha se manchó de blanco, lo que le resultó de lo más adorable. ¿Pero qué cojones haces pensando cosas como “adorable”?

Page 12: Cuatro damas: Capítulos 21 y 22

Aún así, no dejó de observar cómo Ariadne desayunaba o, mejor dicho, engullía. Durante la mitad de la semana apenas había probado bocado, así que le encantaba verla devorar todo aquello con gusto. Se metía con él, gruñía, comía... Debía de ser la leche como cuidador, había logrado que se repusiera en menos de siete días. - ¿Qué te parece Irene Adler? ¿Parker? ¿Carmen Sandiego? ¿Winona Ryder? - ¿Ladronas famosas? ¿De verdad? Y yo que aún creía que eras un poco sutil. - Tengo otro pensado, pero de momento me lo reservo - ella echó la cabeza hacia atrás, casi como si estuviera perdiendo la paciencia. Al pensar en aquello, Deker posó la mirada sobre la otra bolsa que había traído; la deslizó por la mesa en dirección a la chica, mientras musitaba.- Toma, lo que necesitabas. Ariadne sacó unas afiladas tijeras nuevas y, con la mano que tenía libre, se acarició su propio pelo con lentitud. Suspiró. Después se encogió de hombros y se dirigió hacia el baño. Por su parte, Deker decidió ponerse a leer. No quería pensar en lo que estaba haciendo. Siempre le había dicho que le gustaba su pelo, lo cual era cierto, sobre todo desde que en sus sueños veía la imagen recurrente de Ariadne soltándose la melena sólo para él. Una vez más, su padre le arrebataba algo que le gustaba. Bravo, papá. - Eh... ¡Tú! - le llamó la chica desde el cuarto de baño.- Deker, ¿puedes venir? - Sabía que tarde o temprano querrías seducirme - bromeó él, acudiendo con calma. Al llegar, se recostó en el quicio de la puerta, añadiendo con petulancia.- No se puede ser tan guapo. Pero Ariadne no replicó nada. Estaba muy seria. - ¿Podrías...? - parecía que las palabras se le atragantaban, incluso cerró los ojos como si le costara una barbaridad.- ¿Podrías ayudarme, por favor? - le tendió las tijeras, rehuyendo su mirada y susurrando.- No puedo. ¿Tenías que pedirme precisamente esto? Supongo que es mi castigo... Al fin y al cabo yo he provocado esto. Asintió en silencio, deslizando los dedos por el húmedo cabello, mientras examinaba los mechones mutilados. Cuando encontró el más corto, lo tomó con referencia y comenzó con su trabajo cuidadosamente. Por suerte, le habían instruido también en aquello, seguramente como a ella, pues nunca se sabía cuando uno debía cambiar su aspecto para huir. - Akane - dijo entonces. - ¿Eh? - Me encanta el manga - explicó sin dejar de empuñar las tijeras.- Desde siempre. Cuando era pequeño solía ver Ranma ½ en la tele. Era la leche. Trataba de un chico que cae dentro de una poza encantada junto a su padre y, desde entonces, cada vez que se mojaban con agua fría el padre se convertía en panda y el hijo en chica. >>Eso ocurre en China, por cierto. Cuando regresan a Japón, padre e hijo se instalan en el dojo de un amigo. El amigo tiene tres hijas y resulta que Ranma, que es el prota, acaba comprometido con la pequeña de las hijas. - ¿Akane? - Sí. - ¿Ranma le corta el pelo a Akane o algo así? - Bueno... Más o menos sí, en una pelea y sin querer - asintió, sonriendo ante los buenos recuerdos que tenía de aquel anime en concreto.- Pero no lo decía por eso - negó con la cabeza.- Akane es especial. No es la típica chica. - ¿Y cómo es? - Bueno... No es demasiado femenina. Es temperamental, irascible, testaruda... Sabe pelear. De hecho, se niega a aceptar a ningún pretendiente hasta que éste le venza en una batalla, cosa que no ocurre - hizo una pausa.- Aunque también es vulnerable y generosa y amable... Me recuerda a ti. Contigo las cosas suelen ser una de cal y otra de arena. Ariadne se dedicó a mirarle en silencio, hasta que al final dijo:

Page 13: Cuatro damas: Capítulos 21 y 22

- Gracias... Por todo.

Jero y ella estuvieron más distraídos de lo habitual las seis horas de clase, aunque no hablaron tanto como era habitual en ellos, no dejaban de esperar que el director les reclamara para que recibieran a Ariadne. Por eso, estaban pletóricos, exaltados, nerviosos... Aunque el buen humor que por fin la embriagaba, tocó a su fin cuando se encaminó a la clase de informática después de comer. Tras despedirse de Jero, que acudía a equitación, se dirigió hacia el aula donde impartía la asignatura extraescolar. Durante la semana anterior se había sentado las dos veces con Santi, con el que había empezado a tratar gracias a Jero. No obstante, aquel día Santi no acudió a informática porque tenía que preparar los decorados de la obra de teatro que iba a interpretar en el festival de Halloween que ya estaba muy cercano. Por eso, su idea original era pasar aquella hora y media sola al final de la clase. Al llegar vio que Rubén estaba solo, visiblemente aburrido ante la conversación que tenían las dos amigas de Erika que estaban delante de él. Se mantuvo firme en su decisión y se acomodó al fondo del aula, mirando por la ventana de vez en cuando por si veía llegar a Ariadne y a Deker por los terrenos. El profesor llegó con las mismas prisas de siempre, soltando su maletín sobre el escritorio que le correspondía. Empezó a pasar la lista inmediatamente y cuando llegó a su nombre, se detuvo, frunciendo el ceño: - Señorita Esparza, ¿el señor Ugarte le provoca urticaria o algo? - No...- respondió, sonrojándose hasta la punta de las orejas. - Entonces no veo por qué debe quedarse en la última fila cuando hay un sitio tan majo al lado del señor Ugarte - le dedicó una sonrisa.- Cámbiese, por favor. Odio cuando los profesores parecen aliarse con el destino para volver todo todavía más angustioso. A regañadientes, cogió sus cosas y se sentó al lado de Rubén. Podía sentir su mirada clavada en ella, aunque se esforzó en ignorarle. Seguía sin apetecerle hablar con él. Mientras se encendía su ordenador, encontró de pronto interesantísimas sus uñas, las que acababa de pintar de un rosa muy claro y brillaban levemente ante los tubos fluorescentes. Fue la clase más larga de su vida. En varias ocasiones, Rubén hizo amago de hablarle, pero acabó pensándoselo mejor. Ella, por su parte, siguió actuando como si estuvieran en mundos distintos... Al fin y al cabo era lo que sentía. Cuando aquella tortura acabó, ambos descubrieron que Jero les estaba esperando en el pasillo. Parecía excesivamente emocionado, como si se hubiese pasado tomando azúcar y, además, lleva el pelo más enredado de lo habitual e, incluso, tenía alguna hebra de heno entre sus negros cabellos. Un par de chicas se rieron de él por eso, pero Tania no pudo más que sonreír antes de acercarse para apartárselos con ternura. - ¿Has vuelto a romper algún récord? - le preguntó. - ¡Ya ha llegado! El dire me ha dicho que vayamos a su despacho. Antes de que ninguno pudiera reaccionar, Jero alargó la mano para coger la de Tania y tiró de ella con brío en dirección al despacho del director. No obstante, se detuvo un instante después, por lo que la chica chocó contra su cuerpo. - ¡Ay! - protestó ella, aferrándose a su amigo.- ¡Qué poco ha faltado...! Pero Jero no la escuchaba, se dedicaba a mirar a Rubén de forma afable, ya no había rastro de culpa o de vergüenza en él cuando se dirigía a Rubén. - Ha dicho que vengas tú también. ¡Venga, vamos! Su amigo reemprendió el camino a marchar forzadas, lo que hizo reír a Tania, que se vio arrastrada y se sintió como si estuviera en una montaña rusa o algo así. Cuando la improvisada carrera terminó, tanto a uno como a otra les faltaba resuello, por lo que se quedaron frente a la

Page 14: Cuatro damas: Capítulos 21 y 22

puerta del despacho encorvados. Necesitaban recuperar el aliento. Rubén llegó poco después, parecía divertido al verles, aunque siguió sin pronunciar palabra. - Alguien está en baja forma, ¿eh? - bromeó. - ¡Sí! ¡Tú! - exclamó Tania. Tras compartir un par de golpes leves, más para continuar la tontería que otra cosa, entraron en el despacho sin ni siquiera llamar. Se encontraron una estampa que a Tania se le antojó de lo más extraña: por un lado, Deker estaba sentado de forma desgarbada en el sofá y parecía pasar de todo, como siempre; por otro, Álvaro permanecía recostado contra la ventana, observando divertido como el director abrazaba a Ariadne con aire sonriente, aunque la chica parecía más harta que cualquier otra cosa. - Al principio estaba bien, cinco minutos después ha sido gracioso, pero tras otro cuarto de hora parece que deseas mi muerte - decía Ariadne, entrecerrando los ojos. - ¡Te he echado tanto de menos! - Yo que tú la soltaría, Felipe - Álvaro les saludó agitando los dedos, mientras arrugaba los labios hacia un lado.- No creo que tu sobrina soporte un abrazo triple. No veo una tele en su estómago, así que no creo que sea un teletubbie. - Más bien es un gato cabreado - apuntó Deker. - ¡Deker! Para sorpresa de todos, Jero gritó alegremente, tirándose sobre el interpelado para poder abrazarle. Deker se quedó muy tieso, visiblemente sorprendido, aunque no tardó en suspirar y darle unas palmaditas en la espalda a su compañero de habitación. - Ea, ea, también te he echado de menos. - No tenía con quién hablar. Ha sido un coñazo - explicó Jero. - Yo seguía teniendo a alguien que me diera el coñazo - Deker apretó los labios, mirando hacia el cielo, reflexivo.- Bien pensado, tampoco te he echado tanto de menos. Aunque he de admitir que tú eres más agradable. - Sé que debajo de todo ese sarcasmo, hay afecto. A Tania aquella extraña amistad, por denominarla de alguna manera, le resultaba casi un caso de estudio, pero decidió ignorarles para abalanzarse sobre Ariadne. Notó como, al principio, su amiga estaba algo rígida, aunque no tardó en amoldarse a ella, devolviéndole el gesto. - Dime que estás bien - pidió Tania. - Hubiera preferido estar una semana con Colin Firth, pero no ha sido tan malo. Se separó entonces para ver como Ariadne hacía un ademán desdeñoso, agitando un poco la cabeza. Se percató de que estaba diferente... ¡Y tan distinta! Había cambiado su característica larguísima melena por otra que le llegaba por encima de los hombros, sin ni siquiera llegar a rozarlos. Le sentaba bien, pero le costaba acostumbrarse a verla así. Iba a comentar algo al respecto, pero Jero se le adelantó. El chico también la estrechó entre sus brazos afectuosamente, observándola con el ceño fruncido. - Estás rara. ¿Color de uñas nuevo? - Se ha cortado el pelo, mendrugo - exclamó Tania, suspirando después.- Hombres... - ¡Hostia! ¡Es verdad! Jero comenzó a pasar un dedo por las puntas del cabello de Ariadne, provocando que la chica volviera a entrecerrar los ojos y, además, empezara a apretar los labios. No era buena señal, todo lo contrario, por eso decidió salvarlo de un ataque por parte de su amiga. Alargó las manos con rapidez para agarrar las de Jero, instándole a que se quedara quieto junto a ella. Debido a aquel movimiento, se habían apartado un poco y, por eso, Ariadne pudo clavar la mirada en Rubén, que parecía incómodo, sobre todo porque Deker también estaba pendiente de él. - ¿Qué hace este aquí? - quiso saber Ariadne. - Lo sabe todo - explicó el director Navarro, levantando un poco la mano.- Calma... - ¿Pero por qué? - insistió la chica.

Page 15: Cuatro damas: Capítulos 21 y 22

- Cuando desperté en Salamanca, no encontré a nadie. No estabas tú, ni había rastro de Jero o de...- estuvo a punto de pronunciar el nombre de Colbert, pero se calló a tiempo; no quería recordarle a Ariadne que el joven había muerto.- Me encontré sola y le llamé pidiendo ayuda. Cuando regresamos aquí, tuvimos que contarle todo. - Sólo nos habían puesto al día de su participación en vuestra vuelta - informó Deker, señalando con un gesto de cabeza a Álvaro, que seguía contemplando la situación. - ¿Hay algún problema? - quiso saber Rubén, nervioso. - Que no me gustas - respondió Ariadne sin dudar. El aludido abrió los ojos desorbitadamente, como si no diera crédito a aquellas palabras, mientras Deker no se esmeraba en disimular la risa que la contestación le había provocado; su tío Álvaro había tenido una reacción parecida, aunque no era tan descarado. - Ariadne...- el director Navarro cerró los ojos, hastiado. - ¿No crees que deberíamos ponerles al día ya? - la voz de Álvaro sacó a Tania del estado de aturdimiento en el que estaba. Se volvió hacia él, sintiendo que regresaba a la realidad.- Si no le damos algo en lo que pensar pronto, ese cóctel molotov que tienes por sobrina va a acabar explotando... Y no será bonito. - ¿Por qué todos os empeñáis en no llamarme por mi nombre? Pero la pregunta de Ariadne cayó en saco roto, cuando Felipe Navarro dejó de ser el director amable para convertirse en el líder de los ladrones. A Tania seguía sorprendiéndole el que su cara pudiera cambiar tanto de una faceta a otra. - Deberíais tomar asiento, es una historia muy larga. Deker tuvo que moverse hasta una esquina del sofá para que los otros cuatro pudieran apiñarse a su lado, ya que Álvaro había acabado cómodamente sentado en el sillón. Por su parte, Felipe arrastró un poco la mesita de madera, alejándola unos centímetros, para sentarse ahí. - ¿Nos la vas a contar a los cinco? - quiso saber Ariadne. - Por A o por B habéis acabado todos metidos en esto. - Estupendo. Hemos pasado de Pixie y Dixie a Scooby Doo - Ariadne resopló, echándose hacia atrás, por lo que su nuca se encontró con el hombro de Deker, que enarcó las cejas.- Sólo espero que no acabemos siendo La gran familia. - ¿A qué crees que Deker sería Scooby? Ariadne, sonriendo maliciosamente, acarició la cabeza de Jero. - Buen chico, ¿quieres una Scooby galleta? - ¡Eh! - ¡Shhh! - les chistó Tania. Ariadne mostró las palmas de las manos, antes de reclinarse hacia atrás, mientras Jero se encogía de hombros, esgrimiendo una de sus muecas más inocentes. Antes de concentrarse en Felipe Navarro, Tania se encargó de mirarles seriamente, quería saber cuánto antes qué estaba ocurriendo y no iba a permitir que unas cuantas bromas la retrasaran. Curiosamente, su tío y su director compartieron una mirada entre sí ante aquel gesto; no supo interpretar la expresión de Felipe, pero la de su tío era de cariño y melancolía. Tuvo la sensación de que les recordaba a alguien, pues su padre la miraba así cuando se echaba el pelo hacia atrás con un resoplido, tal y como hacía su madre. Después, Felipe tomó aire, clavando la mirada en cada uno hasta que finalmente preguntó con aquel tono tan suyo de profesor: - ¿Qué sabéis de Rusia? - Que la ensaladilla rusa está rica y las montañas rusas molan - respondió Jero. - Vale...- el director no pudo evitar soltar una carcajada, mientras agitaba la cabeza de un lado a otro.- Voy a especificar más: ¿qué sabéis de la revolución rusa? Ella no tenía ni idea, así que se quedó expectante. - La revolución rusa se llevó a cabo en mil novecientos diecisiete y está dividida en dos fases: la revolución de febrero y la de octubre - explicó Deker; se apreciaba que se esforzaba en

Page 16: Cuatro damas: Capítulos 21 y 22

hablar con lentitud, como si temiera que de otro modo no entendieran nada.- Lo que ocurrió fue que se terminó con el sistema zarista, que es lo que nos interesa - el chico alzó las cejas, torciendo la sonrisa.- ¿O me equivoco, director? - Sabes de qué va el tema, ¿eh? - el hombre le habló con frialdad. - Las Cuatro Damas. - Qué razón tenías - dijo entonces Álvaro, observando también a Deker, aunque él no le estaba demostrando tanta animadversión como Felipe.- Lo sabía todo. Ahora la pregunta es: ¿a qué juegas, pipiolo? ¿Qué buscáis los Benavente? - Ah, ah, ah - Deker negó con la cabeza, sin inmutare.- Nunca me ha gustado jugar con las reglas de los demás. Digamos que voy por mi cuenta. - ¿Se puede saber de qué estáis hablando? - quiso saber Ariadne. Señaló hacia su derecha, donde estaban sentados Jero, Tania y Rubén.- Los que no somos las mentes maestras del crimen o mi tío, nos estamos perdiendo. Al escuchar aquello, Deker comenzó a reírse. - Resulta tan curioso que precisamente tú no lo sepas. - Lamento decepcionarte, pero hasta yo tengo mis límites en cuanto a conocimientos - la chica se llevó un dedo a los labios.- ¡Shh, guárdame el secreto! - Lo decía porque precisamente tú robaste una de las Damas. - ¿También robas chicas? - Jero se rió.- Eres un malo de opereta... - Las Damas no son personas - intervino Álvaro con suavidad, impidiendo que tanto Ariadne como Deker abrieran la boca para soltar alguno de sus comentarios.- Las Cuatro Damas son el nombre que reciben cuatro diamantes. - El diamante verde del Louvre - susurró Ariadne para sí. - Que le robaste a mi familia. Por eso me enviaron aquí. - Eh... No es por ofender - empezó a decir Rubén.- pero los que somos normales no nos estamos enterando de nada. ¿Qué son Las Cuatro Damas? ¿Objetos de esos mágicos que buscáis? - Como sois normales, supongo que no tendréis ni idea de la familia Romanov - apuntó Deker con malicia, ladeando la cabeza.- ¿O me equivoco? Bueno, no sé para qué pregunto: nunca me equivoco. - ¿Los Romanov? - inquirió Tania, pestañeando. - La dinastía Romanov reinó en Rusia desde mil novecientos trece hasta la revolución rusa - les informó Ariadne, fulminando a Deker con la mirada cuando éste asintió complacido. - ¿Cómo os podéis saber tantas fechas? - inquirió Jero, asombrado. - Superpoderes - sonrió Deker. - De todas maneras yo sí sé qué ocurrió con los Romanov - terció Jero para la sorpresa de todos.- Expulsaron al monje Rasputín, que juró venganza y destruir a toda la familia. Entonces la revolución llegó a palacio, mataron a todos salvo a la pequeña Anastasia que huyó gracias a la ayuda de un criado junto a su abuela... - ¡Eso es el argumento de la película de dibujos! - exclamó Ariadne. - Visto lo visto, me creo lo que pasa en la película. - Bueno...- Felipe se acarició la barbilla, distraído.- La película de dibujos no deja de ser una historia para niños basada muy ligeramente en una serie de leyendas - se quedó callado.- Es cierto que la revolución rusa provocó la caída en desgracia de la familia Romanov. También es cierto que Rasputín existió, fue un místico que tuvo una gran influencia en la familia Romanov... - Y duro de pelar - terció Álvaro, socarrón. Alzó las manos, moviéndolas sin parar, lo que quería decir que el tema le apasionaba.- Resulta que le envenenaron, le tirotearon y envolvieron su cadáver en una alfombra y lo tiraron al río Neva. Pues bien, cuando se le hizo la autopsia, descubrieron que el tío había muerto ahogado. - Dios... Qué resistencia - comentó Tania, impresionada. - ¿Y no tengo que creerme que hiciera un pacto con el Diablo como en la peli?

Page 17: Cuatro damas: Capítulos 21 y 22

- No creo que ande tan desencaminado - Deker se inclinó hacia delante, volviendo a enseñarles aquella sonrisa tan torcida, mientras extendía los dedos índice para mostrarles una largura en concreto.- Estaba bien armado el colega... - Treinta centímetros - asintió Álvaro. - ¿Existe alguna razón para que estemos hablando de esto? - inquirió Ariadne con una mueca de desagrado. - No sabía que fueras tan modosita - se mofó Deker. - Hablar del enorme pene de un monje barbudo y muerto no es precisamente lo que más me gusta en el mundo - la chica le dio unas palmaditas en la espalda.- Pero, oye, yo respeto el gusto de todos, ¿eh? Por cierto, quizás te interese saber que cierto profesor barbitas tampoco va mal servido... - ¿Podemos concentrarnos en lo importante? Por favor - pidió Tania, exasperada. Mientras los dos recién llegados se hacían burla, la chica decidió concentrarse en Felipe Navarro, el único que parecía propenso a contarles algo de verdad. El director debió de darse cuenta, puesto que asintió casi imperceptiblemente. - La cuestión sobre Rasputín son las leyendas que corren entorno a su figura. A su lado, Jero abrió la boca para decir algo, pero ella se le adelantó extendiendo un brazo en su dirección, al mismo tiempo que siseaba: - Si vuelves a mencionar la película, le pido a Ariadne que te pegue. - A eso le llamo yo censura. - Hay quien cree que Rasputín era un mero monje, un poco aprovechado también. Hay quien opina que controlaba artes oscuras...- Felipe hizo una pausa, ladeando ligeramente la cabeza mientras arrugaba un poco la comisura de la boca.- No puedo deciros a ciencia cierta qué es verdad o mentira sobre él, tan sólo que tenía poderes y que apreciaba a la familia Romanov. - La zarina Alejandra sentía auténtica devoción por él - apuntó Ariadne. - Y sus hijas, las Grandes Duquesas - añadió Álvaro, poniéndose en pie de nuevo para ponerse una nueva copa.- A decir verdad, se metió a toda la realeza en el bolsillo. Tenía carisma, unos ojitos azules y profundos... - Pero sólo nos importa la familia Romanov - volvió a terciar Felipe; estaba claro que era el único que no quería irse por las ramas. En aquel momento, Tania le hubiera achuchado e incluso besado. - ¿Se ligó a la zarina o algo así? - quiso saber Tania. - El zar Nicolás II y su esposa, la zarina Alejandra, tuvieron cuatro hijas y un único hijo - le explicó el director. Alzó la mano para coger el vaso que le tendía Álvaro, que volvió a sentarse a su lado.- Entendéis lo que eso significa, ¿no? - El niño era el heredero. El más importante - respondió Rubén. - Y dicen que el ojito derecho de su madre - asintió Álvaro. - Para empeorar más la situación, el zarevich, Alexéi, sufría algún tipo de enfermedad en la sangre. Los historiadores no se ponen de acuerdo en si sufría hemofilia o porfiria - Felipe se encogió de hombros, antes de sacudir la cabeza.- La cuestión es que el zarevich era un niño enfermizo. A todo esto, Rasputín tenía una gran fama de curandero, así que la zarina Alejandra acudió a él y, bueno, le curó. - Es decir, que el amigo Rasputín no sólo se ganó el favor de la zarina, sino que, en cierta manera, tenía la sartén por el mango - intervino Deker, que parecía incluso impresionado.- Fue un gran movimiento. Si él no mantenía vivo al zarevich Alexéi, adiós a la dinastía Romanov. - Pero no era un farsante. Sabía emplear las artes oscuras, la magia - apuntó Felipe. - ¡Como en la película! - insistió Jero. - Mira que a veces eres pesado - suspiró Ariadne. - Pero la película está equivocada, Jero - dijo Felipe con calma.- Las cosas no son tan sencillas como buenos y malos. Pensad en la situación: Rasputín era amigo de la familia real rusa. No sólo era el médico personal del heredero, al que curaba aunque fuera de forma inexplicable,

Page 18: Cuatro damas: Capítulos 21 y 22

sino que la zarina y las Grandes Duquesas le adoraban y, también, tenía el favor del zar, al que aconsejó en multitud de ocasiones. Los nobles conspiraron contra él y, al final, le asesinaron. Pero eso no es lo importante. - ¿Entonces? - preguntó Tania. - Como ya he dicho, no era un farsante. Sabía emplear la magia y, además, podía ver el futuro. Por eso, supo de antemano lo que iba a suceder con la familia Romanov: que durante la guerra civil, justo después de la revolución, los matarían a todos. - Dicen que entonces trazó un plan para poder salvarlos - prosiguió Álvaro.- Se hizo con cuatro diamantes, los cuatro eran transparentes, por cierto. Y los encantó. Convirtió aquellos cuatro diamantes en cuatro Objetos, los cuales han acabado llamándose Las Cuatro Damas con el tiempo. Cada uno de ellos tiene una forma y un color diferente, ya que cada uno lo hizo pensando en una Gran Duquesa diferente. - Mi familia poseía hasta hacía poco La Dama Verde, Olga. - ¿Y qué hacen? - quiso saber Rubén. - Eh... No se sabe con precisión - admitió Felipe con otra mueca.- Se sabe que tienen poder por separado. Personalmente, creo que son amuletos de buena suerte, una especie de protección. También se sabe que juntas dan a su dueño un poder increíble, pero lo que no sé sabe cuál es exactamente. Todo lo que las rodea es un misterio. - Nadie ha logrado reunir jamás a las Cuatro Damas - añadió Deker, recostándose sobre Ariadne, que gruñó.- Aunque se rumorea que hace unos años alguien estuvo a punto al conseguir tres de ellas. Son rumores, claro, pero... Se me hace curioso que justo hayan robado a Olga, la que según esos mismos rumores era la que faltaba. - Yo no tengo las tres Damas restantes - aclaró Felipe. - ¿Y entonces qué hacemos aquí? - Antes de morir, Colbert averiguó que se ha reemprendido la búsqueda y que no es ninguno de nosotros. Ni ladrones, ni asesinos, ni la familia Benavente. Es peligroso, no voy a permitir que nadie se haga con dicho poder. - Mi familia desea hacerse con las Cuatro Damas - Deker se puso de pronto muy serio.- No voy a entrar en detalles. Sólo os diré que también están buscándolas y que no quiero que las consigan. Por eso, os ayudaré. - ¿Y tenemos que creerte? - preguntó Álvaro. - Os he devuelto a la princesa, ¿no? - No nos queda otra que confiar en el chico - Felipe le hizo una seña a Álvaro para que se calmara y, entonces, se concentró en Ariadne.- Sé dónde se encuentran dos Damas más. Tú las robarás y las traerás aquí. - Bien. - Álvaro te ayudará a dar los golpes... - Ni de coña. Trabajo sola - la chica se tensó, cruzando los brazos sobre el pecho.- Y menos con él. No trabajo con asesinos. - Sé que trabajas sola y que eres muy buena así - Felipe se acercó a su sobrina, cogiéndola de las manos, aunque ella seguía mostrándose recelosa; de vez en cuando lanzaba miradas hoscas a Álvaro que incluso parecía divertido.- Pero debes saber algo: Álvaro fue un ladrón, perteneció al clan y también es muy bueno. Iréis los dos juntos, no hay más que hablar. - ¿Eras un ladrón? - quiso saber Tania, impresionada. - Lo fui hasta que me desterraron. - ¿Y por qué? - Sólo existe un motivo para que se destierre a un ladrón - Ariadne se puso en pie con brusquedad, dirigiéndose hacia la salida.- Robar una vida humana. Lo dicen nuestras leyes. No se matará, no se asesinará y si se hace, se dejará de ser un ladrón en el acto. La muchacha se marchó dando un portazo, que provocó que Felipe suspirara, echándose hacia atrás y ladeado la cabeza en dirección a Álvaro.

Page 19: Cuatro damas: Capítulos 21 y 22

- Perdona, ya sabes como se pone con el tema. - Tranquilo. No pasa nada - se encogió de hombros el interpelado. A Tania lo que le sorprendía era la calma y la naturalidad con la que hablaban de esas cosas. Su tío era un asesino, había matado a personas, así que entendía más la reacción de su amiga que aquella. Por eso, se puso en pie. - Espera - le pidió Felipe, estirándose para cogerla del brazo.- Tenemos que hablar de esto, tienes que saber la verdad sobre tu tío. - Creo que Ariadne lo ha dejado claro. - Mi sobrina no sabe todo y no va a querer saberlo, pero tú sí que deberías. - Tú no eres tan cabezona como ella, deberías escuchar - opinó Jero, tirando de ella para que se sentara en el sofá. - No es cuestión de cabezonería - Deker también se había puesto en pie, miraba en dirección a la puerta.- Es cuestión personal. Vive con su tío, panda de genios, ¿por qué creéis que puede ser? - debió de disfrutar con sus expresiones de desconcierto, ya que sus ojos brillaron.- Pues eso. A mí la historia del playboy no me importa lo más mínimo. Me largo. Y, sin más, se marchó. Sin embargo sus palabras se habían establecido entre ellos, incomodándoles. Tania nunca se había planteado aquella situación, ni siquiera se había detenido a considerar por qué Ariadne vivía con su tío. Por eso, se sentía tan sumamente idiota, además de mala amiga: no sólo se desahogaba con ella por el tema de Rubén, sino que Ariadne estaba haciendo lo imposible por ayudarle en el tema de su padre. ¿Y ella? ¿Qué hacía por Ariadne? Nada. - Un grupo de asesinos mató a sus padres. Desde entonces está a mi cargo - explicó Felipe con un hilo de voz y la mirada perdida.- Pero Álvaro no es como ellos. - No es necesario - insistió el aludido. - La has visto crecer. No quiero que la pierdas a ella también. Su tío alzó las manos, como aceptando la derrota, aunque no parecía muy contento con todo aquello. Tania se preguntó por qué. A decir verdad sí que la turbaba el hecho de que se dedicara a matar, pero también era el mismo hombre con el que había crecido, así que no llegaba a odiarle. Era un tesitura de lo más extraña. ¿Era mala persona por no odiarle? - La primera vez que Álvaro mató fue para salvar a alguien - explicó el director, que seguía con aspecto ido, como si estuviera viendo la película de sus recuerdos.- Pero el clan es muy estricto en lo que respecta a matar, así que le expulsaron... - Y acabé uniéndome al bando enemigo - se encogió de hombros Álvaro.- No tenía otro lugar al que ir - se dirigió hacia su amigo.- No te me pongas sentimental ahora y exageres, que nunca he sido ningún santo. - Pero nunca matas a inocentes. - Intento salvar el mundo a mi manera.