Cuatro Textos de Alquimia Taoísta

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CUATRO TEXTOS SOBRE ALQUIMIA TAOISTA TEXTO 1: ESTADIOS INTERMEDIOS DE LA OBRA ALQUIMIA INTERIOR TAOÍSTA 1. ESTADIOS INFERIORES DE LA OBRA DE LA ALQUIMIA INTERIOR TAOISTA: CONSTRUCCIÓN DE LOS CIMIENTOS. Fortalecimiento externo (wai-chuang): Actúa sobre la estructura externa del cuerpo físico. En este estadio, se relajan los músculos, los ligamentos y los tendones, se articulan las junturas, la columna dorsal se endereza y los huesos se fortalecen. Las transformaciones alquímicas son a la vez físicas y mentales, y es que no pueden producrise cambios en la conciencia, en la energía o el espíritu sin que previamente se hayan experimentado cambios en la extructura del esqueleto. En una palabra, el fortalecimiento exterior prepara al estudiante para posteriores estadios del entrenamiento. El fortalecimiento exterior constituye el primer paso del entrenamiento en las escuelas de la alquimia interna y acentúa el cultivo del cuerpo antes que el de la mente. Entre las técnicas utilizadas para conseguir este fortalecimiento exterior hay que contar el cambio de tendón (i-chum), el masaje (an-mo), el cultivo del Ch'i (Ch'i- kung), la calistenia y algunas artes marciales internas como el T'ai-Chi-Ch'uan. El objetivo de esta parte del entrenamiento es revitalizar el sistema oseo y mejorar la salud externa. Fortalecimiento interno (nei-chuang): Actúa sobre la estructura y las funciones internas del cuerpo físico. Cuando el sistema óseo se ha fortalecido suficientemente, comienza el trabajo con las estructuras internas. Esto significa masaje de los órganos internos, mejora de la circulación sanguínea y estimulación del sistema nervioso. El masaje de los órganos internos y la estimulación del sistema nervioso se consiguen moviendo la columna vertebral. Teniendo en cuenta que la columna está unida a los órganos internos por una serie de músculos profundamente fijados en el cuerpo, el movimiento delicado de la columna sacudirá dichos órganos y los someterá a una serie de masajes. Algunas formas de artes marciales internas (T'ai-Chi-Ch'uan) y de calistenia han sido pensadas específicamente para este fin. El objetivo de esta parte del entrenamiento es revitalizar las funciones internas del 1

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CUATRO TEXTOS SOBRE ALQUIMIA TAOISTA

TEXTO 1: ESTADIOS INTERMEDIOS DE LA OBRA ALQUIMIA INTERIOR TAOÍSTA

1. ESTADIOS INFERIORES DE LA OBRA DE LA ALQUIMIA INTERIOR TAOISTA: CONSTRUCCIÓN DE LOS CIMIENTOS.

Fortalecimiento externo (wai-chuang):

Actúa sobre la estructura externa del cuerpo físico. En este estadio, se relajan los músculos, los ligamentos y los tendones, se articulan las junturas, la columna dorsal se endereza y los huesos se fortalecen. Las transformaciones alquímicas son a la vez físicas y mentales, y es que no pueden producrise cambios en la conciencia, en la energía o el espíritu sin que previamente se hayan experimentado cambios en la extructura del esqueleto. En una palabra, el fortalecimiento exterior prepara al estudiante para posteriores estadios del entrenamiento. El fortalecimiento exterior constituye el primer paso del entrenamiento en las escuelas de la alquimia interna y acentúa el cultivo del cuerpo antes que el de la mente. Entre las técnicas utilizadas para conseguir este fortalecimiento exterior hay que contar el cambio de tendón (i-chum), el masaje (an-mo), el cultivo del Ch'i (Ch'i-kung), la calistenia y algunas artes marciales internas como el T'ai-Chi-Ch'uan. El objetivo de esta parte del entrenamiento es revitalizar el sistema oseo y mejorar la salud externa. Fortalecimiento interno (nei-chuang): Actúa sobre la estructura y las funciones internas del cuerpo físico. Cuando el sistema óseo se ha fortalecido suficientemente, comienza el trabajo con las estructuras internas. Esto significa masaje de los órganos internos, mejora de la circulación sanguínea y estimulación del sistema nervioso. El masaje de los órganos internos y la estimulación del sistema nervioso se consiguen moviendo la columna vertebral. Teniendo en cuenta que la columna está unida a los órganos internos por una serie de músculos profundamente fijados en el cuerpo, el movimiento delicado de la columna sacudirá dichos órganos y los someterá a una serie de masajes. Algunas formas de artes marciales internas (T'ai-Chi-Ch'uan) y de calistenia han sido pensadas específicamente para este fin. El objetivo de esta parte del entrenamiento es revitalizar las funciones internas del cuerpo y mejorar la salud interna. Normalmente, éste es el segundo estadio del entrenamiento en las escuelas que acentúan el cultivo del cuerpo antes que el de la mente. Depuración de la mente (lien-hsin): Incluye aquietamiento de la mente, cultivo de la serenidad, reducción del deseo, vida en simplicidad, actitud de desinterés por la excitación y por la estimulación sexual. La meditación es la técnica típica de este estadio del entrenamiento. Puede meditarse de múltiples maneras: en actitud tranquila, sedente o de pie, moviéndose físicamente al estilo de los practicantes del T'ai-Chi-Ch'uan o paseando. En este estadio del entrenamiento son importantes los cambios en el estilo de vida y en la actitud: al estudiante se le pide que reduzca lo más posible su actividad y que trate de vivir en silencio y quietud. Para las escuelas que insisten en la importancia de cultivar el cuerpo antes que la mente, este es el último paso en la fundamentación profunda de la Obra Alquímica.

2. ESTADIOS INTERMEDIOS DE LA OBRA DE LA ALQUIMIA ESPIRITUAL TAOISTA: TRANSFORMACION DE LA ENERGIA INTERNA.

Depuración de energía generativa para la transmutación de energía vital:

Este estadio de la Alquimia Interna, denominado lien-ching-hua-ch'i, gira en torno al proceso de recogida, depuración y transformación de la energía generativa.

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En el cuerpo físico, el trabajo se concentra en el área abdominal alrededor del tan-t'ien inferior y la puerta inferior. En la esfera mental, el trabajo implica la regulación y reducción a su expresión mínima del deseo sexual. La energía generativa o ching, se produce y almacena en el tan-t'ien inferior. Esta energía sale del cuerpo cuando éste interviene en la procreación, o cuando se alcanza el placer sexual. Cuando la energía generativa está presente en el cuerpo, éste pierde su estado originario y se transforma en su estado mundano o contaminado. El primer paso en este estadio de trabajo alquímico consiste en detener el goteo de energía generativa regulando la actividad y el deseo sexuales. Esto permite reunir y depurar o refinar esta energía generativa (ching). La salud, tanto la interna como la externa, facilita también el cultivo de la energía generativa. Generalmente, la producción de energía generativa es más rápida en las personas jóvenes y fuertes, y más lenta en las personas ancianas y débiles. Cuando se ha reunido suficiente energía generativa, hay que depurarla. Éste es el siguiente paso, e implica poner en funcionamiento los fuegos del horno en el tan-t'ien inferior. El horno, o la estufa, está alimentado por agua o energía generativa. Cuando el generador se pone en marcha, se produce calor en el tan-t'ien inferior. En la alquimia interna, se habla entonces del <<nacimiento de yang>>. Con el horno en su sitio, el paso siguiente consiste en colocar el caldero en el tan-t'ien inferior. El caldero es el contenedor que recoge, depura, templa y almacena la energía generativa. El acceso al caldero inferior está controlado por la puerta inferior, situada en la columna vertebral entre los riñones. Cuando la puerta inferior se abre, el caldero inferior emerge y puede refinarse la energía generativa. En el lenguaje alquímico tradicional, el proceso descrito en este párrafo es <<disponer el horno y colocar encima el caldero>>.

La regulación de los fuegos del horno es la clave para el proceso de depurar la energía generativa. Por eso, aplicar la cantidad justa de calor en cada momento es crucial. El calor del horno se ajusta regulando la respiración. El movimiento del diafragma controla la profundidad de la respiración y la capacidad de los pulmones determina el volumen de aire respirado. De esta manera, todo el sistema respiratorio es llamado a intervenir en el proceso del horneado. Por eso es tan importante desarrollar y transformar la estructura y las funciones del cuerpo en los primeros estadios de la alquimia interna. Durante todo el proceso de depuración, el caldero debe estar herméticamente cerrado para que la energía no se disipe. Esto significa que deben cerrarse las aberturas por las que puede perderse la energía. Cualquier excitación del deseo sexual hará que la energía salga del cuerpo. Por eso, mientras están reunidas y se refinan las hierbas internas, los sentidos han de permanecer en silencio y el deseo sexual tiene que reducirse a su mínima expresión. La depuración de la energía generativa culmina con la transformación de la misma en vapor. Cuando este último se eleva hasta el tan-t'ien medio, se dice que <<florece la flor de plomo>>.

Depuración de energía vital para la transmutación en energía espiritual:

Este estadio de la alquimia interna, denominado lien-ch'i-hua-shen, gira en torno al proceso de recogida, depuración y atemperamiento de la energía vital. En el cuerpo físico, el trabajo alquímico se concentra en el tan-t'ien medio, o región del corazón.

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En la esfera mental, este estadio implica regular las emociones y estados de ánimo, porque la energía vital se vuelca al exterior por las fluctuaciones emocionales. La energía vital en forma de vapor, o ch'i, asciende al tan-t'ien medio después de haber sufrido la transmutación de su estado anterior de energía generativa depurada. Aquí se recoge, se refina o depura y se templa. El acceso al tan-t'ien medio está controlado por la puerta media. Cuando ésta se abre, el caldero emerge y puede empezar la depuración de Ch'i. Cuando el trabajo alquímico se concentra en el tan-t'ien medio, los fuegos del horno del tan-t'ien inferior deben bombearse hacia un plano más elevado. Esto requiere un sistema respiratorio mucho más eficaz si cabe, porque el aliento ha de proyectarse hacia regiones más elevadas del cuerpo.

Una vez refinado o depurado el ch'i, debe almacenarse. Esto requiere cerrar herméticamente el caldero del tan-t'ien medio. Llegado a este punto, el practicante debe verse libre de las variaciones anímicas y de los cambios emocionales. Las emociones de tipo negativo, como la rabia, el temor, la tristeza, la frustración, son especialmente dañinas para el cultivo de la energía vital. La transmutación de la energía vital culmina con la aparición de ch'i refinado, o depurado. La ascensión de la energía ch'i refinada al tan-t'ien superior es un fenómeno que entre los adeptos se conoce como <<el florecimiento de la flor de plata>>. Para entonces, las sendas de energía entre las partes inferior y superior del cuerpo están conectadas y la energía ch'i depurada puede desplazarse hacia arriba y hacia abajo por el cuerpo en las órbitas Microcósmica y Macrocósmica.

3. ESTADIOS FINALES DE LA OBRA DE LA ALQUIMIA ESPIRITUAL TAOISTA: CULMINACIÓN DEL TRABAJO ALQUIMICO

Depuración de la energía espiritual para volver al vacio:

En este estadio, denominado lien-shen-huan-hsu, el ch'i depurado asciende al tan-t'ien superior y se transmuta en energía espiritual. En el cuerpo físico, esta parte de alquimia interna tiene su punto focal en el tan-t'ien superior, situado entre los ojos. En la esfera mental, implica vaciar la mente de pensamientos, disolver la dualidad de sujeto y objeto y situarse en un estado de vacío total. La consumación de la depuración de la energía espiritual se denomina <<el florecimiento de la flor de Oro>>. En ese momento, las tres energías en su forma purificada ascienden a la parte superior de la cabeza, se mezclan y se convierten en una energía indiferenciada. Este logro alquímico se denomina <<la reunión de las tres flores en la cima de la cabeza>>. La vuelta de las tres energías (generativa, vital y espiritual) a su estado original indiferenciado es la emergencia de la semilla del Tao. Este vapor indiferenciado desciende al abdomen para formar el feto inmortal. Como sucede con el feto mortal, el feto inmortal necesita ser incubado en el cuerpo. A medida que el feto inmortal se desarrolla, se agita, se mueve, gira y se hace grande en el vientre del alquimista. El período de incubación se denomina <<los diez meses de embarazo>>, porque se parece al desarrollo de un feto en el vientre de la madre. Llegado a este punto del entrenamiento, el practicante debe encerrarse en un lugar tranquilo y no distraerse.

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Si se da un paso equivocado, el feto inmortal puede perderse. Durante los diez meses de incubación del feto inmortal, el practicante continua recogiendo, depurando y haciendo circular energía interna para alimentar al feto. La salud física y mental del alquimista es de suma importancia, y se ha de poner todo el cuidado para que tanto el feto inmortal como el cuerpo que lo transporta reciban el alimento más adecuado.

Cultivo del vacío para fundirse con el Tao:

Este estadio se denomina lien-hsu-ho-tao. El período de incubación llega a su término y el feto inmortal emerge del vientre. Ahora se le llama el espíritu original (yuan-shen). La maduración de este espíritu original se puede comparar al crecimiento experimentado por un bebé al ir pasando a la infancia, la juventud y la edad adulta. Cuando madura, el espíritu original abandona el área abdominal inferior y penetra en el pecho, donde se alimenta de energía interior y se baña en vapor. La alquimia interior define este estadio como <<los tres años de amamantamiento>>. Finalmente, el yuan-shen asciende a la cabeza y, por la parte superior de la misma, sale del cuerpo. El yuan-shen emprende el viaje y abandona el cuerpo que lo cobijó y alimentó. Al principio, las jornadas son cortas; como los jóvenes, después de sus viajes a menudo retorna al abrigo del hogar. Sin embargo, con el paso del tiempo, las distancias recorridas son cada vez más largas, viajando a diferentes ámbitos o esferas para aprender el camino de su vuelta al Orígen. Estamos hablando de la educación del yuan-shen, de su preparación para el momento en que abandonará definitivamente la concha. Al morir el cuerpo físico, la energía espiritual se libera y se funde de nuevo con la energía indiferenciada del Tao. Éste es el estado final de la alquimia interna: regreso a donde estábamos con anterioridad a nuestro nacimiento.

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TEXTO 2: Fases de la Alquimia taoísta

El proceso de la Alquimia Interior (Nei Dan) del Taoísmo se cuenta entre algunos de los métodos energéticos más potentes y más complicados de toda la tradición oriental. El afán de los taoístas por el estudio sistemático de la experiencia espiritual les ha llevado, a lo largo de los siglos, a poner a punto un sistema altamente especializado de “transmutación” de la estructura de la personalidad, cuyas primeras fases están al alcance de la gran mayoría de practicantes.

La división tradicional del trabajo alquímico es el siguiente (pueden existir ligeras variantes):

1 Colocar los cimientos 2 Refinar la Esencia y Transformarla en Energía 3 Refinar la Energía y Transformarla en Espíritu 4 Refinar el Espíritu para Regresar al Vacío 5 Transmutar el Vacío para Ir al Encuentro del Tao

Me gustaría hablar de las primeras dos fases de desarrollo en el trabajo alquímico, y más adelante se podría profundizar en algún detalle o en las etapas posteriores.

1 Colocar los cimientos (zhu ji lian yi)

La idea básica en este nivel es aprender a concentrar la mente mediante diferentes sistemas: detención del pensamiento discursivo (zhinian), regulación de la respiración (diaoxi), etc. En la práctica taoísta, es esencial mantener una buena salud corporal, mental y emocional, por lo que la práctica de ejercicios físicos (daoyin), métodos de respiración (tuna) y prácticas de concentración mental (cunsi) ayudan a proteger los Tres Tesoros (Jing, Qi, Shen: Esencia, energía y espíritu).

En este nivel, completamente asequible para todos los estudiantes, se requiere que el o la practicante genere la “medicina” (yao) en su centro energético Dantian (que según las tradiciones, se localiza en diferente lugar en mujeres y en hombres). A esto se le llama el “trabajo de los 100 días” (bai ri gong ling)

La práctica básica es la llamada “respiración abdominal” (fushi huxi) que tiene ciertos matices que no suelen ser descritos o enseñados y que convierten la práctica en algo muy interesante y vital.

2. Refinar la Esencia y Transformarla en Energía (lian jing hua qi )

Una vez que la respiración abdominal y las prácticas de equilibrio emocional han creado la “medicina”, se pasa a la siguiente etapa, que es calentar la esencia basal (Yuan Jing, relacionada en su forma más material con los fluidos sexuales) en el horno alquímico (Dantian) y “vaporizarla” para que se purifique y se transforme en Qi (energía). Esta energía se moverá a lo largo del conducto espinal (meridiano Du) y descenderá por la parte frontal del cuerpo (meridiano Ren) en forma de anillo, en la conocida “Órbita Microcósmica” (xiao zhou tian). Para conseguir refinar la energía y transformarla en energía Yang hará falta unificar el espíritu y la energía (shen qi he yi). El punto clave en esta etapa es abrir las “tres barreras” (san guan) situadas en el cóccix, en medio de la espalda y en la nuca, que son auténticas puertas cerradas al paso de la energía. Muchos de los ejercicios de “conducción energética” (daoyin) están destinados a desbloquear el paso del Qi en estas zonas. Si este paso no se completa, cualquier consecución posterior será mínima. Normalmente, en las mujeres, la práctica difiere un poco, y esta etapa se llama lian ye hua qi (transformar los fluidos en energía). Debido a diferencias fisiológicas y

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energéticas en las mujeres, las tres barreras que deben franquearse están en la parte frontal y no en la espalda, por lo que la metodología será distinta y las posición empleada será específica (llamada postura de “caballar la grulla” kua he). Todos los taoístas afirman, sin dudar, que la práctica alquímica en las mujeres es mejor, mucho más rápida y potente. Sun Bu’er, una famosa practicante taoísta, escribió varios versos sobre la práctica de la “alquimia femenina”.

There is a body outside the body, Which has nothing to do with anything produced by magical arts. Making this aware energy completely pervasive

Is the living, active, unified original spirit.

This bright moon congeals the gold liquid, Blue lotus refines jade reality. When you've cooked the marrow of the sun and moon, The pearl is so bright you don't worry about poverty.

Trad. Thomas Cleary El Espíritu Que Surge

Existe un cuerpo fuera del cuerpo, que no se parece a nada producido por mágicas artes. Haciendo a esta sabedora energía completamente dominante / penetranteEs el viviente, activo, unificado espíritu original (espíritu unificado con el Origen); Esta brillante Luna se condensa en un fluido dorado, el loto azul se transmuta en una realidad de jade; Cuando has cocinado la médula del sol y luna,

La perla es tan luminosa no te preocupas por pobreza.

3. Refinar la Energía y Transformarla en Espíritu [lian qi hua shen] En un momento de la práctica, la circulación Microcósmica eclosionará como una flor para envolver un circuito más amplio, relacionado con los “Ocho Meridianos Extraordinarios” en la llamada “Órbita Macrocósmica” (da zhou tian). Sensaciones de comunicación con la Naturaleza conectan a los/las practicantes con el Cielo y la Tierra. Hay quien dice que en este momento se genera en el interior del cuerpo, la llamada “Píldora Superior” (ingrediente alquímico restaurador).

4. Refinar el Espíritu para Regresar al Vacío [lian shen huai xu] En esta fase de la práctica, la energía psíquica (Shen) evoluciona al llamado “espíritu orignial” (yuan shen). Las energías mezcladas del estado “posterior al Cielo” (hou tian) se restauran en un tipo de energías primordiales llamadas “anteriores al Cielo” (xian tian). La creencia de los taoístas es que un nuevo ser nace en su propio interior, y da origen a un “cuerpo ajeno al cuerpo” (wai shen you shen), formado exclusivamente por energía Yang.

5. Transmutar el Vacío para Ir al Encuentro del Tao [lian xu he dao] Las diferencias desaparecen. No hay Yo ni Otros, ni dentro ni fuera, ni observador ni observado. El cuerpo espiritual es libre para viajar a los confines del Universo.

© Jordi Vilà - Lista de Correo Taiji 19/4/2001

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TEXTO 3: EL DESEO Y LA RESPIRACIÓN DEL VIENTRE

http://www.taijiquan.info/Alquimia1/ Alquimia Espititual Taoísta - Antología de textos clásicos - Colección de citas de los textos clásicos alquímicos acompañadas de las explicaciones prácticas de expertos taoístas. Se atribuye a un maestro de la séptima generación de la Rama del Norte de la escuela taoísta de la Realidad Completa, conocido por el sobrenombre de "el Conservador de la Verdad". Traducción Thomas Cleary 

La Alquimia requiere la interrupción del deseo

El Espejo místico del Gran Jefe dice: "El ascenso del yang puro se llama energía; el descenso del yin puro se llama fluido. La energía y el fluido combinados en los huesos y en los vasos se llama médula. La energía y la médula combinadas en la próstata se llama semen. Cuando la energía del corazón está en el hígado pero la vitalidad de los pulmones no es plena, la carne es magra y débil. Cuando la energía del corazón está en los riñones y en los genitales pero la vitalidad de los riñones y de los genitales es enfermiza, la energía del espíritu se reduce. Cuando la energía del corazón está en el bazo pero la vitalidad del bazo es enfermiza, los dientes y el pelo se debilitan y se caen. Entre los órganos vitales, los genitales son el eje de la vitalidad, mientras que el corazón es la oficina de la energía. Cuando la vitalidad verdadera está en los genitales, las demás vitalidades regresan espontáneamente al campo inferior; cuando la vitalidad verdadera está en el corazón, las demás energías regresan de manera natural a la capital."

El Simple dice: "Cuando el agua tiene una fuente, el flujo será largo; cuando un arbol tiene raíz, su follaje será exhuberante. Cuando una casa tiene cimientos, sus pilares serán rectos; cuando las personas tienen vitalidad, sus vidas serán largas." El Clásico del Patio Amarillo dice: "Para prolongar la vida, cuídate de los excesos en la alcoba; la intensidad excesiva hace llorar al espíritu inevitablemente." Dice también: "Abandona la lujuria disoluta y céntrate en la conservación de la vitalidad; entonces podrás vivir con poca tierra y en una casa modesta." El maestro Ziyang dijo: "Cuando se pierde la vitalidad y no surge la energía básica, entonces no aparece la positividad primitiva."

La magia práctica es una cuestión de estabilizar la vitalidad; entonces, la raíz es fuerte y la energía viva florece cada día. Si no se interrumpe una actitud lujuriosa, las raíces espirituales no serán firmes; entonces, la acumulación de energía se diluye cada día, y la producción de energía básica se reduce diariamente. Se llega gradualmente al agotamiento, e incluso a la muerte. Los budistas chan dicen en este sentido: "Si estudias la meditación y la contemplación sin cesar el deseo, es como si hierves la arena para hacer arroz: por mucho tiempo que la hiervas, no conseguirás más que arena caliente, no arroz." De modo que si quieres acumular energía básica, debes detener en primer lugar la disolución y la lujuria: este trabajo debe realizarse con una mente limpia, libre de pensamientos. La gente mundana que ignora esto utiliza la presión física para impedir la emisión de semen en el acto sexual, creyendo que eso es evitar la pérdida. No saben que la vitalidad debe ser estabilizada antes de que haya creado una sustancia concreta. Si esperas hasta que haya formado sustancia e intentas detenerla entonces, es posible que no se emita el semen, pero la energía espiritual se ha perdido hace mucho tiempo. ¡Qué ignorancia es mantener acumulada en la zona de la pelvis materia en deterioro, estancada, produciendo así extrañas enfermedades! Aún más equivocados están los maestros ciegos que engañan a las personas diciéndoles que deben hacer subir su semen por su espina dorsal, y llaman a esto "restaurar la vitalidad para reparar el cerebro".

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La respiración del vientre La Unidad triple dice: "La espiración y la inspiración se nutren mútuamente; calmando la respiración, se vuelven marido y mujer."

El Tratado sobre la respiración del vientre dice: "El espíritu y la energía se unen y conservan la respiración interna." Yu Yuwu dijo: "El universo respira dentro; por eso perdura. Si las personas son capaces de respirar internamente como el universo, también ellas pueden durar tanto como el universo." La Colección de grandes obras de alquimia dice: "Espirando, corazón y pulmones; inspirando, hígado, riñones y genitales. Espirando, te pones en contacto con la raíz del cielo; inspirando, te pones en contacto con la raíz de la tierra. Espirando, el dragón aúlla y se levantan las nubes; inspirando, ruge el tigre y se levanta el viento." El Clásico de la flor del sur dice: "Las personas completas respiran desde los talones."

El Clásico del Patio Amarillo dice: "Detrás hay una puerta secreta; al frente, está la puerta de la vida. Espirando el sol, inspirando la luna, queda la respiración."

Algunos preguntan dónde está el lugar de la respiración de las personas verdaderas. Liao Zhanhui dijo: "Frente al ombligo por delante y a los riñones por detrás, en el centro está el verdadero crisol de oro; éste es el lugar de la respiración verdadera."

Fan Dezhao el Iluminado dijo: "Cuando no sale la energía interior y no entra la energía exterior, eso no significa que contengáis la respiración." Actualmente, muchos hablan de afinar la respiración, y algunos enseñan a la gente a contener la respiración. ¿Es esto correcto? ¡No! El secreto del embrión sagrado dice: "Una energía se acumula en el mar de energía, y la energía genital no sube; entonces se estabiliza la respiración." En general, cuando afinas la respiración durante mucho tiempo, cuanto más tiempo lo hagas, más se solidifica tu espíritu y más sutil se vuelve tu respiración. Por fin, no hay respiración en la nariz, sólo un aliento sutil que entra y sale sobre el ombligo, como un feto en el vientre. Por eso se llama respiración del vientre. Ésta es una gran estabilización de la energía espiritualizada; se produce de manera natural y no a base de contener deliberadamente ni de detener de manera forzada, ni por ningún otro medio artificioso. Mientras las personas coagulen el espíritu sin pensarlo, no dejarán de concordar. Si no se olvida la percepción emocionalizada, los pensamientos siguen sin cesar y el espíritu no está estable ni calmado; entonces se producen dificultades incontables y nadie puede alcanzar la maravilla. Por eso dijo el maestro Yuan del Vacío Cósmico: "Lo esencial es trabajar por olvidar las maquinaciones y por cortar los pensamientos." El maestro Siao el Realizado dijo: "Mantén la unidad y la respiración no irá y vendrá." El secreto del embrión sagrado dice: "no surge un solo pensamiento; no se agita una sola idea; no existe el menor fallo." ¿Cómo podría referirse esto al control y a la represión? El refinado práctico debe llegar a la respiración del vientre antes de que la energía regrese al mar de lo fundamental: éste es el proceso de "gestación". Si cierras los ojos y te mantienes en silencio, pero respiras por la boca y por la nariz como siempre, entonces todavía estás perdiendo tu energía

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espiritual; cuando concluya el período de gestación, no habrá surgimiento ni florecimiento de la energía y del crecimiento. El Maestro de la Primavera Eterna dijo: "Con la menor falta de estabilidad en la respiración, tu vida no es tuya."

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TEXTO 4: En busca de la Inmortalidad . El Taoísmo en las creencias religiosas de los chinos durante la época de las seis dinastías (ca. 400-600 d.C.)

Henri Maspero

IntroducciónTodos los libros sobre China mencionan sus tres religiones: confuncianismo, budismo y taoísmo. Pero mientras describen con bastante minuciosidad las dos primeras, apenas se ocupan de la tercera, salvo para oponer la antigua filosofía de Lao-Tsé a las modernas ceremonias en las que ciertos magos expulsan a los demonios mediante danzas y encantamientos. Deslumbrados por el genio de los dos grandes filósofos de la antigüedad, Lao-Tsé y Chuang-Tsé, tanto los chinos como los europeos han visto en la religión taoísta un descendiente corrompido y degenerado de la doctrina de aquellos venerables maestros. Fue, no obstante, algo completamente distinto en comparación con la antigua religión agraria, que no se ocupaba más que de colectividades, sin dejar lugar alguno al individuo. La religión antigua sólo se había orientado a grupos sociales. En un tiempo en que el mundo chino estaba dividido en varios centenares de señoríos, tal religión había sido la suma de los cultos del señorío, como las religiones griega y romana fueron la suma de los cultos de la ciudad. Esta vieja religión se vino abajo con la sociedad señorial. En contraste con ella, el taoísmo fué la tentativa china de crear una religión personal. Asumió en el Extremo Oriente un papel análogo al del orfismo y los misterios en el mundo helenístico, para acabar casi como ellos, es decir, cediendo el puesto a una religión de origen extranjero, el budismo, que a su vez desempeñó por algún tiempo en China un papel igual al del cristianismo en el mundo mediterráneo, aunque sin llegar a imponerse. Los prolongados esfuerzos de la China a comienzos de la era cristiana por expresar la religiosidad personal fueron muy a menudo semejantes a los de Occidente en aquella misma época. Los problemas que se planteaban en el mundo mediterráneo hace dos mil años se formularon casi de idéntico modo y al mismo tiempo a orillas del río Amarillo y, si bien se les dieron soluciones distintas, al menos existieron entre éstas no pocos puntos de similitud, y con frecuencia su desarrollo fué también paralelo. Nacido en los últimos siglos de nuestra era, cuando la antigua religión agraria estaba a punto de disolverse juntamente con la sociedad a la que había estado estrechamente ligada por no satisfacer ya a las mentes inquietas, el taoísmo se desplegó con prodigioso éxito en la dinastía Han y llegó a su apogeo bajo las Seis Dinastías, en un momento en que el mundo chino se hallaba en plena ebullición política y religiosa. Luego, en el siglo VII, le resultaría fatal la paz de los T'ang que reintrodujeron el orden confuciano tanto en las mentes como en la administración; también lo debilitó la competencia con el budismo. Poco a poco el taoísmo fué perdiendo su influjo entre las masas populares, hasta quedar convertido en una mera religión de monjes y un culto de hechiceros. Pese a la gloria que le darían en los siglos siguientes algunos grandes religiosos, ya desde entonces comenzó la larga decadencia que lo había de conducir hasta su moribundo estado actual. Trataremos aquí del taoísmo en su época de esplendor, es decir, durante las Seis Dinastías, entre los siglos IV y VI, describiendo sucesivamente sus principales manifestaciones.

Técnicas corporales. El taoísmo es una religión salvífica que se propone llevar a los fieles a la vida eterna. Y si los taoístas, en su búsqueda de la "larga vida", no concibieron esta última como una inmortalidad espiritual, sino como una inmortalidad material, o sea del cuerpo, no lo hicieron escogiendo deliberadamente entre las diversas soluciones posibles del problema de la inmortalidad en el otro mundo; optaron por lo que consideraban la única solución. En el mundo grecorromano se adquirió pronto la costumbre de contraponer espíritu y materia, lo que en las concepciones religiosas se tradujo por la contraposición de una única alma espiritual al cuerpo material. Para los chinos, que no separaron nunca espíritu y materia, sino que veían el mundo como un continuo que pasa sin interrupción del vacío a las cosas materiales, el alma no desempeñaba ese papel de principio invisible y espiritual opuesto al cuerpo visible y material. Por otra parte, en cada ser humano había demasiadas almas como para que alguna de ellas pudiera equipararse al cuerpo sirviéndole de contrapeso. Todo hombre tiene dos grupos de almas, tres

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almas superiores (hun) y siete inderiores (p'o); y si bien existían distintas creencias sobre el destino de esos dos grupos de almas en el otro mundo, reinaba unánimente la convicción de que todas ellas se separaban a raíz de la muerte. En la vida como en la muerte esas almas múltiples eran muy imprecisas, vagas y débiles; y una vez dispersa, al morir, esa pequeña tropa de insulsos espíritus, ¿cómo congregarla de nuevo y rehacer su unidad? Al contrario, el cuerpo es único; en él viven todas esas almas y otros espíritus. Así, pues, sólo dentro de un cuerpo se estimó posible lograr una inmortalidad que conservara la personalidad del viviente sin dividirla en varias capaces de llevar otras tantas existencias separadas. Los taoístas llegaron a pensar que ese cuerpo necesario podría ser un nuevo cuerpo creado en el otro mundo. Aceptaron esta idea con miras a la liberación de los muertos, imaginando en el más allá una fusión de almas por la que el difunto recibía un cuerpo inmortal si los vivos inercedían en su favor con oraciones y ceremonias apropiadas; mas no la generalizaron. La conservación del cuerpo vivo siguió siendo el medio normal para adquirir la inmortalidad, haciendo surgir y desarrollando en uno mismo órganos inmortales (piel, huesos, etc.) que fueran poco a poco reemplazando a los órganos mortales. El adepto llegado a este punto no muere, sino que "sube al cielo en pleno día". Fijar por meta a los fieles la inmortalidad del cuerpo y la supresión de la muerte era exponerse al mentís inmediato de los hechos: resultaba harto fácil comprobar que esa ascensión al cielo sólopodía ser excepcional y que en realidad todos, aún los más fervientes taoístas, morían como los demás hombres. Semejante creencia no podía por tanto difundirse sin alguna interpretación del modo de sustraerse a la muerte. La interpretación admitida era que, para no perturbar a la sociedad humana donde la muerte constituye un acontecimiento normal, el que se volvía inmortal fingía morir como toda otra persona. Se le enterraba según los ritos ordinarios, mas esta muerte era falsa: en el ataúd se ponía un sable o un bastón, con todas las apariencias de un cadáver; el verdadero cuerpo se había ido a vivir entre los inmortales. Esto se conocía por el nombre de "liberación del cadáver". La necesidad de transformar el cuerpo para volverlo inmortal imponía numerosas y variadas obligaciones al adepto taoísta (t'ao shih). Había que "alimentar el cuerpo" para transformarlo, "alimentar el espíritu" para hacerlo durar y entregarse para ello a toda clase de prácticas. Éstas dependían de dos técnicas distintas. En el plano material, la dietética y los ejercicios respiratorios servían para "alimentar el cuerpo" para transformarlo, "alimentar el espíritu" para hacerlo durar y entregarse para ello a toda clase de prácticas. Éstas dependían de dos técnicas distintas. En el plano material, la dietética y los ejercicios respiratorios servían para "alimentar el cuerpo", es decir, suprimir las causas de decrepitud y muerte del cuerpo material y crear dentro de sí mismo el embrión dotado de inmortalidad que arraiga, crece y, ya adulto, transforma el cuerpo basto en cuerpo inmortal, sutil y ligero. En el plano espiritual, la concentración y la meditación eran prácticas destinadas a "alimentar el espíritu", o sea fortalecer el principio de unidad de la personalidad humana, incrementar la autoridad de esta última sobre los seres trascendentes del interior del cuerpo y mantener así estos seres (dioses, espíritus y almas) cuya conservación es necesaria para la persistencia de la vida. En el primer caso se reforzaba el cuerpo como soporte material de la existencia; en el segundo, se prolongaba la vida misma dentro del cuerpo manteniendo reunidos en él todos los seres trascendentes que lo habitan. En efecto, el cuerpo humano es un mundo (microcosmo) semejante al mundo exterior (macrocosmo), el del Cielo y la Tierra, como se dice en chino. El hálito, que desciende al vientre merced a la respiración, se une allí a la esencia, encerrada en el campo de cinabrio inferior, y esta unión produce el espíritu, que es el principio rector del hombre, le hace obrar bien o mal y le confiere su personalidad. Este espíritu, a diferencia de lo que llamamos alma, es temporal: formado por la unión del hálito, venido de fuera, y de la esencia, encerrada en cada hombre, queda destruido al separarse ambos elementos en el instante de la muerte; para fortalecerlo es preciso acrecentar el hálito y la esencia mediante prácticas adecuadas. El cuerpo está dividido en tres secciones: superior (cabeza y brazos), media (pecho) e inferior (vientre y piernas). Cada una tiene su centro vital, una especie de puesto de mando; son los tres campos de cinabrio, así llamados porque el cinabrio es el ingrediente esencial de la droga de la inmortalidad. El primero, el "palacio de Nihuan (término derivado de la voz sánscrita nirvâna), se encuentra en el cerebro: el segundo, el "palacio escarlata", está junto al corazón; y el tercero, el "campo de cinabrio inferior", se halla situado bajo el ombligo. Imaginemos en el centro del cerebro nueve casillas de una pulgada formando dos hileras superpuestas, una de cinco casillas y otra de cuatro, con un vestíbulo de entrada entre las cejas (probablemente una representación burda y

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esquematizada de los ventrículos cerebrales). Abajo, a la entrada, está la sala del gobierno; detrás, la cámara del arcano, seguida del campo de cinabrio y luego el palacio de la perla oscilante y el palacio del emperador de jade; encima, la corte celestial, el palacio de la realidad de la gran cumbre, el palacio del cinabrio misterioso, situado justo sobre el campo de cinabrio, y finalmente el palacio del gran augusto. En el pecho sirve de entrada el pabellón escalonado (tráquea), que conduce a la sala de gobierno y a las casillas siguientes; el palacio de la perla oscilante es el corazón. En el vientre, el palacio de gobierno es el bazo, y el campo de cinabrio se encuentra a tres pulgadas debajo del ombligo. Los tres campos de cinabrio tienen sus respectivos dioses, que residen en ellos y los defienden contra los espíritus y hálitos negativos. Ahora bien, estos entes maléficos están muy cerca de sus dioses guardianes. Tres de los más perniciosos, los tres gusanos (o tres cadáveres), fueron instalados en el interior del cuerpo antes del nacimiento. Cada uno de ellos habita uno de los tres campos de cinabrio: el viejo azul mora en el palacio del Ni-huan, en la cabeza; la doncella blanca en el palacio escarlata, en el pecho; el cadáver sangriento en el campo de cinabrio inferior. No sólo causan directamente la decrepitud y la muerte atacando los campos de cinabrio, sino que tratan también de acortar el tiempo de vida asignado al hombre que los aloja, subiendo al cielo para referir sus pecados. Es porque después de la muerte, en contraste con las almas que van a los infiernos o se quedan en la tumba, según su especie, los tres gusanos salen a vagabundear; se les da el nombre de "fantasmas". Así, cuanto antes muera su «hospedero», antes obtendrán su libertad. El adepto debe deshacerse de ellos lo más rápidamente posible, y para eso ha de «renunciar a los cereales», pues de la esencia de los cereales nacen y se nutren los tres gusanos. La abstinencia de cereales, destinada a acabar con esos entes dañinos, es la base de todos los regímenes dietéticos taoístas, regímenes muy severos que excluyen especialmente el vino, la carne y las plantas de sabor fuerte para no incomodar a las divinidades del cuerpo a quienes repugna el olor de la sangre, la cebolla y el ajo. Mas esto aún no basta para destruirlos; hay que tomar también ciertas píldoras que provocan su muerte (existen numerosas fórmulas), y ello puede durar muchos años. Por lo demás, tales regímenes sólo surten efecto a la larga y son tan duros que no pueden llevarse a la práctica sino gradualmente, como lo hizo, por ejemplo, T'ao Yen, que a los quince años comenzó su abstinencia de cereales suprimiendo de buenas a primeras casi toda alimentación normal (carne, arroz, etc.), salvo la harina; más adelante suprimió también ésta, para terminar comiendo únicamente azufaifas. Mientras quede algo del «hálito de la comida sangrienta», todo progreso es imposible. La destrucción de los tres gusanos concluye una especie de etapa preparatoria. Sólo después de su expulsión cobran plena eficacia la mayoría de las prácticas, pues sólo entonces puede sustituirse la alimentación corriente por el régimen ideal, el llamado «alimentarse de hálitos» o «respiración embrionaria», que confiere al cuerpo ligereza e inmortalidad. Los médicos chinos dividen los órganos del cuerpo en dos clases: las cinco vísceras y los seis receptáculos. De todos estos órganos dependen las funciones esenciales para la vida: respiración, digestión y circulación (hoy se sabe que la medicina china conoció desde épocas remotas la circulación, más no su mecanismo). La respiración se descompone en dos tiempos: inspiración, que es una bajada del aliento (aire exterior) desde la nariz a través del bazo hasta el hígado y los riñones, y espiración, por la que el mismo aliento sube al corazón y los pulmones, pasando también por el bazo, y sale luego por la boca. Una vez que los alimentos sólidos han bajado por el esófago hasta el estómago, son allí digeridos por el bazo, que transforma las sustancias útiles en los «hálitos de los cinco sabores». Estos hábitos de los cinco sabores se reúnen en el bazo, donde se mezclan con el agua llegada allá por un conducto especial diferente del esófago (hasta el siglo XI, los médicos chinos creyeron que había en el fondo de la boca tres conductos distintos, uno para el aire, otro para los alimentos sólidos y el tercero para el agua), constituyendo de este modo la sangre. Cada vez que el aliento espirado o inspirado atraviesa el bazo, arrastra fuera de él la sangre que, así empujada, avanza tres pulgadas por las venas. De esta suerte, o sea en estrecha dependencia unas de otras, van realizándose las tres funciones básicas: respiración, digestión y circulación. En medio de estas tres funciones normales se desarrolla la respiración embrionaria, destinada a transformarlas e incluso en parte a reemplazarlas. El común de las gentes se contenta con respirar el aire exterior, que en tales personas se detiene en el hígado y los riñones y no puede franquear el «origen de la barrera», guardado por los dioses del bazo. Pero el adepto, después de inspirarlo, sabe alimentarse de ese aire haciéndolo pasar por el conducto de los alimentos; tal es la

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respiración embrionaria, así denominada porque tiende a restablecer la respiración del embrión en el seno materno. Lo importante es aprender a «retener el aliento» durante mucho tiempo para poder nutrirse de él lo más posible. Así Liu Ken, que podía retenerlo hasta tres días, se volvió inmortal. La práctica de la «retención del aliento» es penosa; provoca toda suerte de trastornos fisiológicos, que el adepto debe llegar a superar poco a poco. La respiración embrionaria no es a menudo más que el preludio del empleo del hálito, es decir, de Los diversos métodos para hacer circular el aliento a través del cuerpo. El acto de tragarse el aliento para que pasara por el esófago en lugar de la tráquea permitía a ese aliento franquear la puerta del origen de la barrera y llegar hasta el campo de cinabrio inferior y el océano de los hálitos; de aquí era conducido por el canal medular hasta el cerebro, desde donde bajaba de nuevo al pecho; sólo después de recorrer todo ese trayecto, atravesando los tres campos de cinabrio, era expulsado muy suavemente por la boca. O bien se lo dejaba vagar a través del cuerpo, sin dirigirlo (procedimiento llamado «depuración del hálito»). En caso de enfermedad, se le empujaba hacia la parte enferma para sanarla. El trayecto de los tres campos de cinabrio por el canal medular no lo recorría solamente el hálito, sino que algunos unían este último a la esencia en el campo de cinabrio inferior, y ambos eran conducidos al campo de cinabrio superior para «reparar el cerebro». Tal era también el trayecto que seguía la droga de la inmortalidad por excelencia, el cinabrio (sulfuro de mercurio); pero éste sólo podía absorberse tras una serie de transformaciones que le daban la perfecta pureza requerida. Una técnica alquímica tan complicada no estuvo nunca muy extendida, debido a los gastos que exigía. Como claramente se ve, la inmortalidad del cuerpo no se logra sino a raíz de esfuerzos prolongados y sobre todo bien dirigidos. No basta con entregarse sin más a las prácticas descritas en los libros u oídas de labios de los maestros; hay que saber también graduarlas para poder superar las etapas necesarias. Con todo, esto no quiere decir que sea preciso seguir un orden riguroso, por ejemplo, abstenerse primero de cereales para debilitar a los tres gusanos, luego tomar las drogas que los matan y sólo después dedicarse a los ejercicios respiratorios para, reteniendo el aliento cada vez más tiempo, llegar por fin a la perfecta respiración embrionaria. La vida es demasiado breve y cada etapa demasiado larga como para someterse a un orden tan rígido. Por otro lado, cada práctica contribuye al éxito de las otras. Hay que emprenderlo todo a la vez, los ejercicios respiratorios al mismo tiempo que el régimen dietético, a fin de poder ya practicar una retención suficientemente larga del aliento cuando uno se haya liberado de los tres gusanos y no tener que realizar todo el aprendizaje en un momento de la vida quizá ya muy avanzado. Lo que sucede es que la práctica de «alimentarse del hálito» sólo adquiere plena eficacia cuando la dieta y las drogas han conseguido finalmente expulsar y destruir a los tres gusanos. La vida humana es corta, mientras que la búsqueda de la inmortalidad es un largo proceso. Así las posibilidades de volverse inmortal disminuyen con la edad y es inútil aplicarse a esas prácticas pasados los setenta años. Nadie que a los setenta años comience a interesarse por la inmortalidad podrá alcanzarla. Cierto que las prácticas taoístas prolongan la vida, antes mismo de proporcionar la inmortalidad completa, mas no hay que contar mucho con esto, pues cada cual tiene su destino y, si uno está destinado a morir prematuramente, es muy difícil evitarlo, a menos de haber hecho tales progresos que el Señor del Destino borre nuestro nombre del libro de la muerte para inscribirlo en el libro de la vida. Existen, en efecto, dos registros donde figuran los nombres de todos los seres humanos desde su nacimiento. Uno, el más voluminoso, es el de los hombres comunes y los infieles, el libro de la muerte; el dios y sus escribas anotan en él el nombre, sexo y tiempo de vida asignado a cada niño al nacer. El otro, más pequeño, es el de los futuros inmortales, el libro de la vida; algunos tienen su nombre inscrito en él, desde que nacieron, pero la mayoría de quienes figuran en esa lista lo han merecido por sus esfuerzos; el dios los borra entonces del libro de la muerte para ponerlos en el libro de la vida, y desde ese instante quedan destinados a alcanzar tarde o temprano la inmortalidad, a menos de cometer alguna falta grave que haga que se tache su nombre en el libro de la vida y vuelva a ser inscrito, definitivamente esta vez, en el libro de la muerte. Así, pues, la contabilidad de vivos y muertos se lleva siempre bien y nadie puede esperar sustraerse a la muerte y llegar a ser inmortal por sorpresa.

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Mas para obtener la inscripción en el registro de la vida no bastan meros ejercicios respiratorios y dietéticos, ya que, en definitiva, esto no es sino medicina e higiene. Es necesario, además, hacer progresos en la vida religiosa, sobre todo en la meditación y contemplación. He aquí otro aspecto, no menos importante, del taoísmo.

Técnicas espirituales: visión Interior, meditación y unión mística Si el taoísmo, para hacer adquirir a sus fieles la inmortalidad del cuerpo material, se hubiera limitado a la prescripción de drogas y de ciertas prácticas dietéticas, respiratorias y alquímicas es decir, a una serie de actos destinados a «alimentar el cuerpo»—sólo habría sido una higiene o un sistema médico, pero no una religión. Ahora bien, en los primeros siglos de nuestra era aparece efectivamente como religión, ya que, por importantes que fueran todas esas prácticas, no bastaban para conseguir la inmortalidad; como mucho, podían prolongar algo la vida. Para llegar a ser inmortal, había que añadir otras prácticas de un orden completamente distinto. «Alimentar el cuerpo» sólo hace que dure este último. Mas los dioses y espíritus a quienes sirve de habitáculo tienden sin cesar a irse de él, y esta huida provocaría la muerte. Si no es posible detenerlos, todas las drogas y recetas resultan inútiles. Los procedimientos para «alimentar el espiritu» consisten sobre todo en entrar en relación con los dioses mediante la visión interior, a fin de que permanezcan dentro del cuerpo. He ahí todo lo necesario para obtener la inmortalidad, y la mayoría de los adeptos no van más lejos. Esto, sin embargo, es sólo un grado elemental; los adeptos superiores deben dejarlo atrás para alcanzar la unión mística que, además de darles la inmortalidad del cuerpo, los hará uno con el Tao, meta suprema de la carrera del fiel taoísta. Mas no todo el que lo desea entra en relación con los dioses. Aunque éstos estén en nosotros, dentro de nuestro cuerpo, no podemos llegar hasta ellos si no nos lo permiten. El simple conocimiento de los métodos no basta; es también preciso que ellos quieran admitirnos. A esto no se les puede obligar con fórmulas ni recetas, por eficaces que sean, si ellos se niegan a darnos entrada. El medio de granjearse su benevolencia es llevar una vida pura y, en particular, hacer buenas obras. Los relatos hagiográficos muestran que la conquista de la inmoralidad comienza de ordinario por la práctica de las buenas obras. La Historia de los Han posteriores menciona a taoístas de buena familia que, en los dos primeros siglos de nuestra era, se hicieron famosos dando de comer a huérfanos, reparando caminos y construyendo puentes. Algunos llegaron a repartir todos sus bienes entre los pobres. El Libro del Sello de Jade considera como actos meritorios por excelencia aquellos por los que «uno salva del peligro a los hombres, ayudándoles a evitar la desgracia, protegiéndolos de la enfermedad e impidiendo las muertes prematuras». Los actos buenos y malos estaban debidamente codificados y regulados, así como su retribución. Una regla de vida taoísta, el extracto de las reglas y defensas rituales más importantes, presenta toda una gradación de castigos a medida que los pecados van acumulándose.

Hay en el cuerpo del hombre dioses que, en ciertos momentos fijos, suben a dar cuenta de los actos buenos y malos. Cuando las faltas son más de 120, uno cae enfermo. 180 faltas significan imperfección: ese hombre fracasará en la cría de animales domésticos. 190 faltas son incuria: el hombre contraerá una enfermedad epidémica. 530 faltas son un pequeño mal: le nacerán hijos muertos. 720 faltas son un gran mal: no tendrá hijos varones y sí, en cambio, muchas hijas. 820 faltas son una desventura: contraerá una enfermedad que lo dejará ciego o sordo. 1080 faltas son una auténtica desgracia: morirá de muerte violenta. 1200 faltas son un desastre: será hecho preso en una revuelta. 1600 faltas son una catástrofe: no tendrá descendencia, ni hijos ni nietos. 1800 faltas son un azote: su desdicha se extenderá a cinco generaciones.

Y así continúa, aumentando las penas a medida que crece el número de pecados. Cuando éstos pasan de 10000, llega el más terrible de todos los castigos: la muerte del culpable y de toda su familia por la espada, en ejecución pública. Para las buenas acciones, el catálogo es más breve y menos detallado. No era tan necesario insistir en este caso: quien tenía en su haber 300 buenas acciones se convertía en inmortal terrestre; hacían falta 1200 para llegar a ser inmortal celeste.

El que tras 1199 buenas acciones comete una sola acción mala pierde enteramente los méritos adquiridos y ha de comenzarlo todo de nuevo.

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No todo el mundo era tan severo; existían también rituales de penitencia para borrar los pecados. La práctica de las buenas obras atrae la benevolencia de dioses e inmortales, sobre todo si va acompañada de ejercicios elementales de respiración y de cierta sencillez en la comida. Así Chou Yi-shan, cuyas buenas obras se refieren en un texto, vio recompensada su virtud por un inmortal.

Vivía por aquel entonces en Chealiu un tal Huang T'ai. No tenía ni mujer ni hijos ni parientes, y nadie sabía de dónde venía; iba siempre vestido de ropas remendadas y vendía zapatos viejos. Chou Yi-shan le vio al pasar por el mercado y encontró extraordinario su atuendo. Díjose: «He oído contar que los ojos de los inmortales tienen la pupila cuadrada.» Tal era el caso de Huang T'ai. Muy contento, le compró zapatos varias veces. Finalmente Huang T'ai fue a su casa y le dijo: «Me he enterado de tu amor al Tao; por eso he venido a verte. Soy el inmortal del pico del centro».

En esta etapa inicial, son los inmortales y los dioses quienes buscan a los fieles todavía ignorantes y, por iniciativa propia, entran en comunicación con ellos. Pero cuando los adeptos están ya más adelantados, saben que no han de esperar a que alguien venga a buscarlos, sino que ellos mismo deben ir al encuentro de los dioses. ¿Quiénes eran esos dioses con los que los adeptos taoístas querían entrar en comunicación directa? Poco les interesaban los de la religión antigua, dispensadores de bienes muy concretos como la salud, la lluvia y el calor en tiempo oportuno, las buenas cosechas, la prosperidad familiar. ¿Qué podían pedir, en orden a la propia salvación, al Conde del viento (Fêng-Po) o al Señor de la lluvia (YüShih) o incluso, por no citar sino los dioses más importantes, al Conde del río (Ho-Po) o a los dioses de los picos y de los mares, que en definitiva eran sólo divinidades locales cuya competencia se ceñía estrictamente a los sucesos acaecidos en sus territorios? El dios del suelo era una deidad hostil, que guardaba encarceladas las almas de los muertos en sus prisiones terrestres (ti-yü ) y hasta las devoraba. Unicamente habría valido la pena dirigirse al Señor de lo alto (Shang-ti), pero a juicio de los taoístas desempeñaba un papel bien reducido, ya que el verdadero rector del mundo no era él, sino el Tao impersonal, del que el mundo ha salido por transformación. De hecho, los grandes místicos de los siglos IV y III a.C., Lao-Tse y Chuang-tse, tenían el Tao por meta de sus fervores y encontraban precisamente en su impersonalidad motivos de exaltación mística. No obstante, ya en la antigüedad, Ch'ü Yüan, contemporáneo de Chuang-tse, va a buscar la unión en el cielo, en los dominios del señor de lo alto; y es muy difícil saber si no se trata más de una alegoría poética o si, como los harían los taoístas de los siglos siguientes, Ch'ü Yüan no estaba ya personalizando al Tao mismo. A esto, en efecto, llegarían los taoístas de las Seis Dinastías, admitiendo que el Tao, para instruir a dioses y hombres, toma forma humana y se convierte así en el Señor del Tao (Tao-chd n). El personaje conocido en tiempo de los Chou por el nombre de Lao-tse era según ellos el Altísimo Señor del Tao (T'ai-shang Tao-chün) o, como también se le llamaba, el Altísimo Anciano Señor (T'aishang Lao-chün). El Lao-tse de los textos antiguos es sólo una de sus muchas encarnaciones en este mundo para instruir a los hombres y enseñarles el camino de la salvación. En aquella época, el influjo del budismo con sus grandes seres trascendentales, los budas y bodhisattras, dio origen en el taoísmo a una serie de seres similares que asumían el mismo papel de salvadores e instructores bajo el título de «venerables del cielo» (t'ien-tsun). Esta denominación resultaba equívoca, por ser común a ambas regiones; es posible que, proviniendo genuinamente del taoísmo, la hubieran adoptado los primeros misioneros para traducir el título de Bhagavat, atribuido a Buda (más adelante, para evitar la confusión, los budistas lo sustituirían por shih-tsun, «venerado del mundo»); también pudo ser una primera interpretación budista de este título, utilizada luego por los taoístas (en el taoísmo parece que se había empleado primero el título de «rey del cielo», t'ien-wang) al igual que el nombre de Mara (mo), que en la misma época les sirvió para designar a los demonios, o el de Kalpa (chieh), para designar las edades del mundo, etc. En todo caso, sea cual fuere el origen del nombre, el concepto de esos entes supremos se modeló en ciertos aspectos según la popular noción del buda y los bodhisattras. A ejemplo del Altísimo Anciano Señor, otras deidades bajaron también a este mundo para instruir a los hombres. Los que no descienden hasta la tierra predican a Los dioses y a Los inmortales, y éstos a su vez revelan a Los dioses inferiores y a Los hombres Las enseñanzas de Los dioses supremos. Así es como

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llegan a nuestro mundo Las «recetas importantes» y Las «fórmulas poderosas» merced a Las cuales es posible lograr la inmortalidad. Con tales dioses, que pueden ayudarlos a conseguir la salvación, tratan de entrar en contacto Los adeptos taoístas. Son muy numerosos, pues cada adepto tiene el suyo o los suyos propios; el taoísmo, en algunos puntos, se asemeja no poco al espiritismo, y así como el médium espiritualista está en relación con uno o varios espíritus que lo guían y «controlan», así también el adepto taoísta, que es con frecuencia un médium, tiene sus dioses particulares que le ayudan por lo menos al principio de su carrera. Estos dioses forman una vasta jerarquía, desde los pequeños inmortales, aún muy próximos a los hombres, hasta los dioses supremos; los adeptos van progresando lentamente, grado tras grado, logrando, a medida que avanzan, entrar en relación con dioses cada vez más altos. Los ven, hablan con ellos y aprenden sus nombres, títulos, origen, funciones actuales y antiguas, lugar donde residen, etc. Queda así constituido un inmenso panteón, a un tiempo confuso (porque es difícil clasificar todas esas divinidades de origen dispar) y preciso (porque sobre todas y cada una abundan los detalles exactos, gracias a quienes las conocen íntimamente). A partir del siglo VI era ya casi imposible aclararse, y T'ao Hung-ching, uno de los grandes taoístas de entonces, trató en vano de reducir a un esquema ordenado todos esos dioses. Aun con la ayuda de las divinidades a las que consultaba, no llegó a evitar un sinnúmero de confusiones, duplicaciones y omisiones. Hoy, quince siglos después, la confusión es todavía mayor, por lo que resulta imposible exponer aquí de manera completa el mencionado «panteón» con sus innumerables dioses, diosas, inmortales de ambos sexos, funcionarios divinos, etc., todos ellos repartidos en también numerosísimas categorías jerarquizadas. Se han consagrado libros enteros a determinar los rangos de esta jerarquía de seres trascendentales, sin lograr otra cosa que complicarlo todo aún más. Por otro lado , pese a la imposibilidad real de ver claro en todos esos grados jerárquicos y dar una idea del panteón taoísta en su estado actual o como se encontraba en los siglos VI y VII, es sin duda mucho más fácil seguir la génesis de los dioses en los libros antiguos que la describen. Y esta teogonía taoísta, que es a la vez una cosmogonía, mostrará cómo los tao-shih y los fieles de la época de las Seis Dinastías se representaban el mundo divino.

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