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KINTUM Y NAKUM (Cuento Maya) Kintum y Nakum, dos hombres indígenas mayas, corpulentos, de piel cobriza, de mirada fuerte y penetrante; parecían estar siempre prestos para cualquier situación importante que se presentara en el lugar. Por su condición de guerreros excelentes, los sacerdotes les ordenaban permanecer en Zatí- Chechí, ciudad maya, en la que se habían construido enormes y adornados templos que abrigaban cuantiosas riquezas. Se cuenta que en estos lugares se celebraban ritos a los más importantes dioses Todo parecía en paz, mas no se imaginaban que por azares del destino, estos dos valientes hombres, se convertirían en los más acérrimos enemigos. Kintun, hombre de unos treinta y cinco años de edad, considerado entre los guerreros el más ágil en las luchas contra otros pueblos, tanto que un ave desplazándose en las inmensas alturas no podría compararse con la rapidez que ejercía este gran hombre. Por otro lado Nakum, que más o menos contaba con la misma edad que Kintum, éste presumía de una gran inteligencia y sabiduría ya que contaba con un don divino y por esto, los sacerdotes de Zatí- Chenchí lo solicitaban con frecuencia pues podía predecir los sucesos venideros, y esta señal ayudaría a prevenir situaciones catastróficas, para los dioses, sacerdotes, hombre, mujeres y niños. Un día, en un poderoso día de invierno, frío, tan frío como las manos de un muerto, la brisa recorría los cuerpos temblorosos de los pobladores que se movían co0mo frágiles ramitas de los árboles. El cielo se mantenía de un color gris oscuro, razón que obligaba a la mayoría de la gente a guardarse, sin embargo, Kintum y Nakum merodeaban por el extenso territorio en el que se podían contemplar grandes pirámides adornadas con escalinatas figuradas a manera de altas torres ornamentales, con piedras cortadas y ensambladas.

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KINTUM Y NAKUM(Cuento Maya)

Kintum y Nakum, dos hombres indígenas mayas, corpulentos, de piel cobriza, de mirada fuerte y penetrante; parecían estar siempre prestos para cualquier situación importante que se presentara en el lugar.

Por su condición de guerreros excelentes, los sacerdotes les ordenaban permanecer en Zatí- Chechí, ciudad maya, en la que se habían construido enormes y adornados templos que abrigaban cuantiosas riquezas. Se cuenta que en estos lugares se celebraban ritos a los más importantes dioses

Todo parecía en paz, mas no se imaginaban que por azares del destino, estos dos valientes hombres, se convertirían en los más acérrimos enemigos.

Kintun, hombre de unos treinta y cinco años de edad, considerado entre los guerreros el más ágil en las luchas contra otros pueblos, tanto que un ave desplazándose en las inmensas alturas no podría compararse con la rapidez que ejercía este gran hombre. Por otro lado Nakum, que más o menos contaba con la misma edad que Kintum, éste presumía de una gran inteligencia y sabiduría ya que contaba con un don divino y por esto, los sacerdotes de Zatí- Chenchí lo solicitaban con frecuencia pues podía predecir los sucesos venideros, y esta señal ayudaría a prevenir situaciones catastróficas, para los dioses, sacerdotes, hombre, mujeres y niños.

Un día, en un poderoso día de invierno, frío, tan frío como las manos de un muerto, la brisa recorría los cuerpos temblorosos de los pobladores que se movían co0mo frágiles ramitas de los árboles.

El cielo se mantenía de un color gris oscuro, razón que obligaba a la mayoría de la gente a guardarse, sin embargo, Kintum y Nakum merodeaban por el extenso territorio en el que se podían contemplar grandes pirámides adornadas con escalinatas figuradas a manera de altas torres ornamentales, con piedras cortadas y ensambladas.

Todo esto hacía pensar el gran sentido religioso, aunque no se podía negar que ahí acudían gran número de personas las cuales iban a rendir culto o a dejar ofrendas.

La misión de estos hombres era cumplir la encomienda de los sacerdotes, y a veces se situaban a cada uno de los lados del altar mayor, confundiéndose así, con las deidades.

Una noche Nakum comunicó que presentía la llegada de un ser muy poderoso que traería desgracias a Zatí- Chenchi, a raíz de este presagio los guerreros fueron informados y puestos en alerta sobre el nuevo incidente.

Al pasar algunos días, Nakum obtuvo un mensaje a través de un sueño en el que al amanecer tendría que dirigirse al mar después de que pasara una tormenta.

Cuando el día vuelve a la paz, Nakum se encamina hacia el lugar señalado haciéndose acompañar de Kintum.

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El mar ofrecía fuertes sonidos, como bramidos de animales salvajes, las olas se levantaban en gigantes lenguas, no cabía duda esto era único, nunca jamás se había visto algo semejante.

Nakum pensó que el momento se acercaba, y pronto el mar se abrió y de entre las aguas apareció una mujer hermosa, muy hermosa, única, de ojos de color violeta, brillantes que despedían destellos, su cuerpo estaba cubierto de escamas tornasol, salió a la orilla del mar y se dirigió a Nakum y le preguntó en dónde estaba el templo mayor, que necesitaba conocerlo, pues había sido enviada para ocupar un trono del centro ceremonial.

Kintum y Nakum quedaron sorprendidos de la belleza de aquella diosa, la cual dijo llamarse Sayil y representaba la tormenta y que a partir de ese momento los dos hombres permanecerían n a cada uno de los lados de ella, ya que los consideraba los hombres mas perfectos y con un don celestial.

Así Dayil ocupó el trono y Kintum le llevaba las ofrendas y Nakum le podía los adornor para hacerla más bella, cuidaban de no provocar ira, pues estaban conscientes de que todo aquello que le molestara desataría una catástrofe.

Pero al paso del tiempo Kintum se dio cuenta que anidaba un sentimiento muy especial hacia la diosa Sayil y se puso feliz, por lo que decidió comunicárselo a Nakum, que no calló también que sentía lo mismo por ella.

Cada uno de ellos acordaron un duelo y sacando sus flechas para pelar el amor de Sayil, por lo que tomaron camino al Templo Mayor y frente a frente dejaron ir sus flechas. Kintum recibió la flecha en el corazón y permaneció inmóvil, Nakum corrió hacia Sayil y ésta molesta provoco una gran tormenta que acabó con tantos habitantes.

Sayil, al tranquilizarse, disolvió la tormenta y perdonó a Nakum, le ordenó que desde ese momento permanecería a su lado y así fue se mantuvo a su lado para siempre, atribuyéndole el nombre del Dios del Amor y la Justicia.