Cuentos Del Yasuní. Iturralde

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 Bibanca sabía que su abuela estaba p laneando algo. Algo que no quería compartir con ella ni con los demás. Algo secreto. Lo sabía por la manera distraída en que había contestado a su saludo mañanero en vez de embromarla y llamarla con el mote de “ojos de águila harpía”, como lo venía haciendo desde que Bibanca la salvara del ataque de un caimán que alcanzó a ver escondido bajo el ramaje de la orilla del río mientras se bañaban. Tampoco le había pedido que se sentara en la estera a beber un cuenco de chicha fresca. Ni se puso a conversar con ella, su nieta favorita, según la abuela aseguraba. Algo que no despertaba ni dudas ni celos puesto que la abuela tenía catorce nietos y una sola nieta: Bibanca. Más bien la mandó de inmediato a traer las lianas donde se encuentran las hormigas de limón. Debía traer diez pedazos del largo de su cuerpo tomando en cuenta desde el cuello hasta sus pies. Y eso era mucho. Bibanca se hallaba cortando con su machete las últimas lianas cuando la idea golpeó su cabeza como una piedrecilla y rebotó en una idea: ¡su abuela se iba de viaje! Las hormigas limón eran deliciosas, además de quitar el hambre y la sed, algo ideal para un ¡largo viaje! ¡Era por eso que la abuela quería tantas lianas llenas de hormigas limón!  Bibanca terminó el encargo y corrió de vuelta a la cabaña con las lianas cortadas. Las colocó  junto a la piedra de moler donde la abuela machucaba las hierbas medicinales. Cortó un pedacito de liana, la abrió y absorbió las hormigas presionándolas con su lengua contra el paladar. Un exquisito sabor a limón le llenó la boca.

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Compilación del libro "Cuentos del Yasuní". El texto puede ser trabajado en una lectura modelada a partir de un 5to año básico, pudiéndose destacar el valor intrínseco del cuento. Ideal para el mes del medio ambiente y la ecología.

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Bibanca sabía que su abuela estaba planeando algo. Algo que no quería compartir con ella nicon los demás. Algo secreto. 

Lo sabía por la manera distraída en que había contestado a su saludo mañanero en vez deembromarla y llamarla con el mote de “ojos de águila harpía”, como lo venía haciendo desde que

Bibanca la salvara del ataque de un caimán que alcanzó a ver escondido bajo el ramaje de la orilladel río mientras se bañaban.

Tampoco le había pedido que se sentara en la estera a beber un cuenco de chicha fresca. Nise puso a conversar con ella, su nieta favorita, según la abuela aseguraba. Algo que no despertabani dudas ni celos puesto que la abuela tenía catorce nietos y una sola nieta: Bibanca.

Más bien la mandó de inmediato a traer las lianas donde se encuentran las hormigas de limón.Debía traer diez pedazos del largo de su cuerpo tomando en cuenta desde el cuello hasta sus pies.Y eso era mucho.

Bibanca se hallaba cortando con su machete las últimas lianas cuando la idea golpeó sucabeza como una piedrecilla y rebotó en una idea: ¡su abuela se iba de viaje!

Las hormigas limón eran deliciosas, además de quitar el hambre y la sed, algo ideal para un¡largo viaje!

¡Era por eso que la abuela quería tantas lianas llenas de hormigas limón! 

Bibanca terminó el encargo y corrió de vuelta a la cabaña con las lianas cortadas. Las colocó

 junto a la piedra de moler donde la abuela machucaba las hierbas medicinales. Cortó un pedacito deliana, la abrió y absorbió las hormigas presionándolas con su lengua contra el paladar. Un exquisitosabor a limón le llenó la boca.

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-Mmmm, están riquísimas  –dijo, pero la abuela pereció no haber escuchado. Se hallababuscando algo en un rincón de la cabaña.

Bibanca repitió que las hormigas estaban deliciosas chasqueando la lengua con satisfacción,pero la abuela continuó ignorándola.

-¿Adónde iremos, abuelita? ¿A buscar hierbas bien lejos?  –preguntó ansiosa.

La abuela la miró y sacudió la cabeza como si despertara de un sueño -¿Adónde iremos deviaje? –insistió Bibanca.

-Ah, aquí está. Pensé que había perdido uno de mis aretes –dijo la abuela, agachándose pararecoger un gran tarugo de manera de balsa que se colocó en lóbulo alargado de su oreja izquierda.Como es la costumbre de los waorani, llevaba por toda vestimenta una cuerda amarrada alrededorde su cintura y muchos collares enrollados en su cuello flaco.

-Abuela, traje las lianas con las hormigas limón para llevarlas en nuestro viaje –añadió Bibanca

con terquedad.

-No, hijita, esta vez iré sola – repuso la abuela.

-¡Sola! ¡Tú siempre me llevas, abuelita! – se quejó Bibanca-. ¿Cómo harás para recoger lasplantas medicinales que crecen en las ramas más altas de los árboles, ah?

Cuando la abuela sonrió, sus labios se partieron, dejando ver una pequeña cueva de encíasrosadas con uno que otro diente que aún no lo había abandonado.

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-Éste es un viaje muy especial, Bibanca. Ha llegado el momento de ir a un lugar donde nadiepuede acompañarme – explicó la abuela guardando las lianas dentro de un canasto llamando shigra

que se colgó al hombro.

Bibanca sintió que se le cortaba la respiración. ¡Todo estaba claro!

-¿Vas en busca del gran camino? –Preguntó llevándose las manos a los labios. Los ojos sele humedecieron.

La abuela asintió.

-No llores, ojos de águila de arpía. Quiero escuchar de tus labios la historia del último viaje  –

pidió la abuela tomándola de la mano.

Bibanca, que había nacido y vivido en la selva durante ocho años, conocía todos los relatosde su pueblo. Este tema en particular le producía mucha tristeza por tratarse de la abuela, pero el

deseo de demostrar sus conocimientos le hizo tragarse las lágrimas.

-Cuando los waorani se ponen viejos y sienten que se terminó su tiempo en la selva, es decir,en la vida, que es lo mismo, van en busca del camino que los llevará al mundo de los espíritus. Alfinal de ese camino se encuentra la anaconda sagrada que les cierra el paso. Si logran dominarla,se reúnen con los otros espíritus; de lo contrario regresan, pero convertido en termitas -Bibanca bajóla voz al final de la historia.

La abuela volvió a sonreír, cogió su machete y se despidió diciendo que esperaba no regresarconvertida en termita porque no resistía tener que comer tanta madera.

-Te prometo no aplastar ninguna, abuelita  –prometió Bibanca despidiéndose.

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La niña se quedó en la puerta mirando cómo se alejaba la figura encorvada de su abuela. La iba aechar mucho de menos. Además, a pesar del tono indiferente que había utilizado para referirse a la posibilidadde que regresara convertida en termita, esto le parecía tan horrible que ese mismo instante decidió hacer algopara asegurarse de que se sucediera: la acompañaría, pero sin que ella lo notara. ¡En secreto!

¡Así podría estar allí si la necesitaba cuando se encontrara con la anaconda sagrada!

Bibanca corrió a la cabaña de su familia para recoger una shigra y su machete. También escogió dos

collares de pepitas rojas y negras adornados con plumas de guacamayo que colgaban junto con otros de unclavo en una viga. Eran los collares que ella y su mamá usaban en ocasiones importantes. Se los puso juntocon los suyos porque… ¡encontrarse con la anaconda  sagrada sería, sin lugar a dudas, una ocasiónimportante!

Después corrió otra vez al lugar de la selva donde crecían las lianas con hormigas de limón y arrancóalgunas para llevárselas en el viaje.

Miró al sol y supo que era mediodía.

Le fue fácil seguir las huellas de la abuela porque la noche anterior había llovido y resaltaban en el lodofresco.

Cuando el sendero terminó en la selva, siguió el rastro por la vegetación aplastada. Su abuela no ibaen dirección al río, eso era seguro.

El día se fue acabando y la luna apareció recortada entre las hojas de las palmeras más altas. Bibancase sentía preocupada por no haber encontrado aún a la abuela a pesar de caminas más rápido que la viejecita.No pasó mucho tiempo, cuando escuchó sus gritos.

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Bibanca se subió a un árbol. Quería ver qué sucedía para escoger qué acción tomar antecualquier peligro.

Iluminada por la luz de la luna vio un extraño espectáculo: en aquel sitio del bosque los árboleshabían sido talados y en su lugar surgía algo oscuro, largo y grueso que la abuela golpeaba con su

machete entre gritos y lamentos.

Bibanca abrió los ojos como cocos de tagua. ¿Podría ser la anaconda sagrada?

-¡No! ¡No! ¡No! ¡No otra vez! –gritó la abuela con gran desconsuelo.

Bibanca se bajó del árbol y corrió donde la abuela blandiendo su machete. Apenas llegó a sulado empezó ella también a golpear aquel cuerpo largo y grueso de la anaconda sagrada, admiradade que fuera tan grande que no se pudiera ver ni su cabeza ni la punta de su cola.

Tas, tas, tas-

Sonaron los machetazos con un ruido metálico.

-¡Dale abuelita, dale! Cualquier momento puede voltear la cabezota hacia nosotros. ¡Debe sergigante!  –exclamó Bibanca al notar que aquel cuerpo largo, largo, largo, se extendía por toda lasuperficie del bosque talado.

La abuela la miró sorprendida. De inmediato reaccionó y agarrando a Bibanca por el brazo, laobligó a caminar con ella.

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-¡Ven, tenemos que irnos de aquí! Debemos advertir de este peligro a los demás, ojos de águila harpía –dijo la abuela con urgencia. En su voz todavía se notaba la rabia que sentía.

-Pero, abuelita, si ésa es la anaconda sagrada que cuida la puerta del mundo de los espíritus, de nadanos servirá huir. Tienes que luchar contra ella y yo te ayudaré. No quiero que te conviertas en termita  –exclamó

preocupada Bibanca.La abuela se detuvo para tomar aliento.

-Bibanca, hijita, eso no es una anaconda como tú crees. ¡Es tu terrible peligro! Un desastre paranosotros, los animales, las plantas y los ríos… 

¡Eso destruirá la vida en el bosque! Ya lo conocí de joven la primera vez que pedirnos nuestras tierrasdebido a la ambición de los kauodi. Ahora tenemos que detenerlos para evitar que terminen con lo queda deselva –explicó la abuela -.

Una vez que lo logremos, iré tranquila en busca del camino que conduce al mundo de los espíritus,aunque tengo que admitir que esta aventura ha renovado mis fuerzas otra vez  –añadió levantando el rostrocon determinación.

Bibanca y la abuela caminaron juntas por la selva. Detrás de ellas, la tubería larga, larga, larga y gruesa,gruesa, gruesa que transportaba petróleo por el Parque Nacional Yasuní, quedó en la oscuridad. La luna,furiosa, se había escondido detrás de las nubes.