Cuentos Pedro Urdemales

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Cuentos de Pedro Urdemales Ramn A. Laval

EL RBOL DE LA PLATA Pedro Urdemales le haba patraquiado (robado) a un viajero unas dos onzas de oro, que cambi en moneditas de a cuartillo. Ms de mil le dieron, recin acuadas, y tan limpiecitas que brillaban como un sol. Con un clavito le abri un portillito a cada una y pasndoles una hebra de hilo, las fue colgando de las ramas de un rbol, como si fueran frutas del mismo rbol. Los cuartillos relumbraban que daba gusto verlos. Un caballero que vena por un camino que por ah cerca pasaba, vio desde lejos una cosa que brillaba, y metindole espuelas al caballo, se acerc a ver qu era. Se qued con la boca abierta mirando aquella maravilla, porque nunca haba visto rboles que diesen plata. Pedro Urdemales estaba sentado en el suelo, afirmado contra el rbol. El caballero le pregunt: Dgame, compadre, qu arbolito es ste? Este arbolito, le contest Pedro es el rbol de la Plata. Amigo, vndame una patillita para plantarla; le dar cien pesos por ella. Mire, patroncito le dijo Urdemales, pa qu lo engao? Las patillas de este rbol no brotan. Vndame, entonces, el rbol entero; le dar hasta mil pesos por l. Pero, patrn, qu me ha visto las canillas? Cmo se figura que por mil pesos le voy a dar un rbol que en un ao solo me produce mucho ms que eso? Entonces el caballero le dijo: Cinco mil pesos te dar por l. No, patroncito, se imagina su merc que por cinco mil pesos le voy a dar esta brevita? Si me diera la tontera por venderla, no la dejara en menos de diez mil pesos; s, seor, en diez mil pesos, ni un chico menos, y esto por ser a ust. Dio el caballero los diez mil pesos y se fue muy contento con el arbolito. Pero en su casa vino a conocer el engao, y le dio tanta rabia que se le haca chica la boca para echarle maldiciones al pillo que lo haba hecho leso. Mientras tanto, Pedro Urdemales se haba ido a remoler (jaranear) los diez mil pesos.

LA OLLITA DE VIRTUD Una vez que Pedro Urdemales estaba cerca de un camino haciendo su comida en una olla que, calentaba a un fuego vivo, herva que era un primor, divis que vena un caballero montado en una mula, y entonces se le ocurri jugarle una treta. Saca prestamente la olla del fuego y la lleva a otro sitio distante, en medio del camino, y con dos palitos se pone a tamborear sobre la cobertera, repitiendo al comps del tamboreo: Hierve, hierve, ollita hervidora, que no es para maana, sino para ahora. El caballero, sorprendido de una operacin tan extraa, le pregunt qu haca, y Pedro Urdemales le contest que estaba haciendo su comidita. -Y cmo la haces sin tener fuego?-interrog el caballero; y Pedro, levantando la tapa de la olla, repuso: -Ya ve su merc: cmo hierve la comidita? Para que hierva no hay ms que tamborear en la tapadera y decirle: Hierve, hierve, ollita hervidora, que no es para maana, sino para ahora.

El caballero, que era avaro, quiso comprarle la ollita que poda hacerle economizar tanto; pero Pedro Urdemales se hizo mucho de rogar, hasta que le ofreci mil pesos por ella y Pedro acept. El viejo, que crey hacer un gran negocio, vio muy luego castigada su avaricia, pues la ollita, a pesar del tamboreo y del ensalmo, sigui como si tal cosa.

LAS TRES PALAS Entr a servir Pedro Urdemales en casa de un caballero hacendado que tena tres hijas muy bonitas, que le llenaron el ojo. Pedro se condujo muy bien y en poco tiempo se gan la voluntad y la confianza de su patrn, que nada haca sin consultarlo con l. Fueron un da a ver cmo iban los trabajos de un canal que se construa en la falda de un Cerro y el mayordomo de la obra le dijo que el trabajo no avanzaba como debiera por falta de palas. Entonces el caballero mand a Pedro que fuera a buscar tres palas que haba en la bodega de la casa, que se las pidiera a su hija mayor, que tena las llaves. Lleg Pedro Urdemales a la casa y encontr bordando a las tres nias. "Seoritas les dijo el patrn est hecho el diablo con ustedes: no s qu cuentos le han llevado y no quiere hablar ms con ustedes; me ha encargado que las lleve donde su abuelita". Las nias se pusieron a llorar y le dijeron a Urdemales Pero no ser a las tres; alguna de nosotras se quedar con mi pap. No, seorita, las tres se han de ir; me lo dijo clarito el patrn. Preguntmoselo desde aqu y vern. Y Pedro grit: No son las tres, patrn, las que he de llevar? Y el caballero que crea que le preguntaba por las palas, le grit desde la loma: S, las tres, y lueguito con ellas. Ya ven, pues, seoritas; con que las tres a montar a caballo ligerito, y nos vamos por la puerta de atrs antes que el patrn venga, que es capaz de matarnos a todos a balazos, porque est muy enojado. Y las tres nias montaron ms que ligero a caballo y se fueron con aquel pcaro. Pobrecitas!

Fuente texto: memoriachilena.cl