Cuerpos Emotivos: Un debate sobre la naturaleza y la ...
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PONTIFICIA UNIVERSIDAD JAVERIANA
Cuerpos Emotivos:
Un debate sobre la naturaleza y la función de la expresión
emocional
María Paula Sabogal Serrano
Enero de 2014
2
María Paula Sabogal Serrano
Estudiante de la Facultad de Filosofía
Cuerpos Emotivos:
Un debate sobre la naturaleza y la función de la expresión
emocional
Trabajo de grado para optar por el título de:
Filósofa
Dirigida por:
Miguel Ángel Pérez Jiménez
Pontificia Universidad Javeriana
Facultad de Filosofía Bogotá, 31 de enero de 2014
3
He descubierto que la expresión es ist gut [está bien] es pronunciada
entre nosotros de cinco maneras diferentes y cada vez con un significado distinto,
que encima suele estar muchas veces determinado por una tercera magnitud variable:
la expresión del rostro. [93]
Lichtenberg, Aforismos
4
Contenidos
Pág.
Introducción 7
Capítulo primero
Darwin y el expresivismo teológico de Ch. Bell 11
1. Darwin y la fisiognomía teológica de Sir Charles Bell 12
2. Las ideas de Charles Bell sobre la expresión emocional 23
3. Recapitulación y prospectiva 34
Capítulo segundo
El antiexpresivismo evolucionista de Ch. Darwin 38
1. El origen evolutivo de las emociones 39
2. Las funciones adaptativas de las expresiones emocionales 46
3. Recapitulación y conclusión 56
Capítulo tercero
El expresivismo evolucionista de los postdarwinianos 59
1. La función comunicativa de la expresión emocional 59
2. La función regulativa de la expresión emocional 71
3. Recapitulación y conclusión 80
Consideraciones finales 83
Bibliografía 88
5
Introducción
El tema del presente trabajo es la naturaleza y la función de la expresión emocional.
En él se realiza la exposición de un debate específico respecto de este problema, haciendo
alusión al desarrollo y recepción de la obra de Charles Darwin, La expresión de las
emociones en los animales y en el hombre (1872). En el trabajo sepretende exponer,
clarificar y comparar una serie de posturas teóricas respecto de la naturaleza y la función de
la expresión emocional.
La investigación comprende tres fases. En primer lugar, consta de una exploración
bibliográfica respecto del surgimiento de la obra de Darwin sobre la expresión. Allí
encontramos que la motivación central para su elaboración, fue dar respuesta a la obra de
Charles Bell Essays on the Anatomy and Philosophy of Expression (1806), en donde este
último sostenía que la naturaleza de la emoción era de origen teológico y que su función
era, en el caso del ser humano, comunicar a otros las pasiones del alma. Para Bell, la
expresión había sido insertada inteligentemente en nosotros a través de una anatomía y una
fisiología especial del rostro, que nos confería una riqueza expresiva inigualable,
completamente ajena a la animal, y aprovechable especialmente en el campo estético.
Darwin, sin duda, debía de ser capaz de responder a estas ideas para poder lograr dar una
explicación acorde a su teoría biológica, incompatible con los supuestos teológicos y la
exclusividad anatómica admitida por Bell.
En la segunda fase del trabajo encontramos que, para Darwin, era necesario dar una
explicación alternativa acerca de la naturaleza y la función de la expresión emocional. Este
capítulo es un estudio, ya no del surgimiento de la obra de Darwin, sino de sus ideas sobre
6
la expresión. Después de haber argumentado a favor de la continuidad filogenética entre los
animales en El origen de las especies (1989), y, de forma similar, a favor de la ascendencia
animal del hombre en El origen del hombre (1871), debía poder dar cuenta de la
continuidad de los comportamientos en seres humanos y animales, entre ellos, el
comportamiento expresivo. Con su libro sobre la expresión, Darwin pretendía cerrar su
obra argumentando que existe una continuidad respecto de la expresión emocional en el
caso de los animales superiores y en el hombre. La expresión, así, para Darwin, debía de
tener un origen natural dado por la selección natural y la herencia, y, por lo tanto, no podía
regirse bajo un principio teleológico. En su teoría de la expresión, utilizó tres principios
para explicar por qué se habían preservado los rasgos expresivos y por qué había
similitudes en casos interespecíficos. Concluyó, de esta forma, que la expresión, observable
también en el ser humano, había provisto a los animales de ventajas adaptativas en el
pasado, y, entonces, no era la comunicación su función. Así, Darwin estableció quela
naturaleza de la expresión emocional es exclusivamente adaptativa y no posee ésta una
función expresiva.
En la tercera fase del trabajo, nos basamos en una documentación bibliográfica más
amplia para comprender la actualidad de este debate. Para ello, siguiendo a Cornelius
(1996), nos basamos en el estudio de autores e investigadores que llamamos
posdarwinianos, esto es, autores contemporáneos que han utilizado las hipótesis
darwinianas para estudiar la expresión emocional. En ellos encontramos algo
profundamente interesante: estos estudios han logrado conciliar las conclusiones de los
antitéticos Bell y Darwin. Los estudios posdarwinianos comprenden la expresión desde su
naturaleza adaptativa, como lo hacía Darwin, pero recobrando la importancia de la función
expresiva, que tanto interesó a Bell. Otorgan a la expresión dos funciones distintas: una
función comunicativa, derivada de la utilidad que tiene para un organismo social la
comunicación de los estados internos y las percepciones del mundo, y que otros pueden
reconocer, y una regulativa, que permite pautas de interacción entre individuos
filogenéticamente próximos, tanto en casos de interacción no-lingüística, como lingüística y
mixta. Esto nos permitió concluir que los estudios posdarwinianos entienden la naturaleza
7
de la expresión como adaptativa, siguiendo a Darwin, pero, siguiendo a Bell, le otorgan
funcionalidad expresiva a la misma.
La motivación de este trabajo se vio permeada por el interés en ahondar en la
riqueza pedagógica, moral y estética que tienen algunas explicaciones naturalistas de la
emoción. Rebatiendo los argumentos de autores como Robert Solomon (2007) o Martha
Nussbaum (2001), que consideran que las explicaciones naturalistas despojan por completo
a la emoción de su potencial educativo o ético, nos interesamos en investigar si esta era
realmente una consecuencia directa de una concepción naturalista de la emoción1.
Estudiando la obra de Darwin, quien no posee propiamente una teoría de la emoción pero sí
de la expresión, logramos entrever una posible ruta de trabajo para contrarrestar estos
argumentos. Gracias al trabajo de Darwin, y a los estudios posdarwinianos que rescatan
parte de las ideas de Bell, logramos comprender el gran potencial comunicativo, regulativo
y estético que posee una teoría naturalista de la emoción y la expresión emocional. Este
potencial que logramos entrever, es el primer paso para lograr desarrollar nuestra
motivación principal: el estudio del logro estético, pedagógico y moral de una teoría
naturalista de la emoción y la expresión emocional.
Procurando no marginar esta motivación, en este trabajo estudiaremos un debate
concreto respecto de la naturaleza y la función de la expresión emocional. Sin embargo,
hemos señalado al final de cada capítulo y, en las consideraciones finales, algunos puntos
que no forman parte del contenido temático del texto: la aplicabilidad o utilidad extra
teórica. Nos interesa señalar los alcances estéticos, pedagógicos y morales que tiene una
comprensión naturalista de la emoción y la expresión emocional, aunque esté fuera del
alcance del trabajo un desarrollo cabal de los mismos.
1 Al darle prioridad al cuerpo, al sentimiento y a las reacciones causales en los procesos
emocionales, estos teóricos consideran que las teorías naturalistas no le brindan al juicio y a la
razón un lugar importante dentro del fenómeno emocional. Esto hace que se ligue
irremediablemente la emoción con una serie de respuestas involuntarias e inevitables, que eliminan
la responsabilidad por nuestras acciones y nuestras emociones. Las teorías cognitivas consideran
que este elemento propio de las teorías naturalistas, hace que sea profundamente difícil
comprenderlas dentro de un marco de referencia ético o pedagógico. Para un análisis completo de
este debate Cf. Solomon, 2007; Prinz: 2009; Vendrel, 2009.
8
Estas motivaciones inspiran el epígrafe, que hace referencia a la relación estrecha
entre comunicación y expresión emocional. También inspiran el dibujo de la portada, que
ejemplifica una idea de Charles Bell respecto de la relación entre la estética, la función y la
naturaleza de la expresión emocional.
Los alcances de esta tesis, que apenas señalamos hacia el final de los capítulos y en
las consideraciones finales, es increíblemente rico. Comprender la expresión emocional
como un aparato biológico que nos permite producir e identificar emociones
universalmente, y, a veces, incluso en casos interespecíficos, nos acerca a pensar la
interacción afectiva como algo profundamente natural y común, que nos liga
empáticamente unos a otros. También entenderla como una fuente rica de comunicación,
regulación y expresión voluntaria, nos permite comprender todo el potencial pedagógico,
moral y estético detrás de la expresión emocional. Lamentablemente, esta tarea supera los
límites de este trabajo y queda como deuda para un estudio posterior.
Este trabajo se inscribe dentro del proyecto Aspectos éticos de la teoría cognitiva de
la emoción de Robert Solomon, registro 00005515 de la Vicerrectoría de Investigación de la
Pontificia Universidad Javeriana, que se desarrolló como parte del trabajo del grupo de
investigación De Interpretatione. Filosofía y ciencia de la interpretación de la facultad de
filosofía.
9
Capítulo primero
Darwin y el expresivismo teológico de Sir Charles Bell
El libro de C. Bell debería ser meditado por todo aquel que intente decir
algo sobre el rostro humano, por los filósofos tanto como por los
artistas, pues bajo una apariencia muy superficial y bajo el
pretexto de la estética, es uno de los más hermosos
monumentos de la ciencia de las relaciones
entre lo físico y lo moral.
Albert Lemoine, De la Physionomie et de la Parole
El tema del presente capítulo es la obra de Charles R. Darwin, La expresión de las
emociones en los animales y en el hombre (1872). El propósito es exponer y comentar los
motivos que tuvo Darwin para embarcarse en el estudio de la expresión emocional. Como
se verá, esta obra de Darwin responde al libro Essays on the Anatomy and Philosophy of
Expression (1806), del neurólogo escocés Sir. Charles Bell. En dicha obrase desarrolla (i)
una explicación científica de la expresión emocional, (ii) basada en unos supuestos
filosófico-teológicos sobre la naturaleza de la expresión y (iii) orientada por un propósito
estético que sustentan la función propia de la misma. Sostenemos que en la obra de Darwin
sobre la expresión, se discuten los supuestos filosófico-teológicos de Bell sobre la
naturaleza de la expresión emocional, se aprovecha parte de su explicación científica a
pesar de algunas críticas, pero se desatiende por completo al propósito estético, que deriva
de la funcionalidad que otorga Bell a la expresión emocional. Para desarrollar esta tesis,
dividimos el capítulo de la siguiente manera: en la sección uno presentamos el origen del
interés de Darwin en la expresión emocional; en la sección dos exponemos brevemente la
obra de Bell; y, por último, en la sección tres realizamos un balance general de la respuesta
de Darwin, balance que abrirá el contexto general del resto del trabajo.
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1. Darwin y la fisiognomía teológica de Sir Charles Bell
Para comprender mejor cómo y por qué fue escrita la obra de Darwin sobre la
expresión, expondremos tres tipos de motivos que contribuyeron a la maduración de las
ideas del autor sobre este tema en particular. En primer lugar, recogeremos algunos
aspectos biográficos y personales que llevaron a Darwin a interesarse en la expresión
emocional. En segundo lugar, explicaremos motivos teóricos internos de su teoría
biológica, que habían surgido a partir de las dos obras principales de Darwin, ya publicadas
para 1872, y en donde el problema de la psicología humana y animal empezaba a exigir un
estudio más detenido. Por último, en tercer lugar, presentaremos un motivo teórico externo
fundamental, que es la necesidad de refutar la explicación anatómica y filosófico-teológica
de Sir Charles Bell.
El estudio de la expresión emocional no formó parte de la preocupación principal de
Darwin durante la mayor parte de su carrera y fue siempre accesorio. Sin embargo, hoy en
día sabemos que desde muy temprana edad sentía un interés marcado por la observación de
animales domésticos, en especial pájaros y perros, que siempre se manifestó en sus
numerosas anotaciones al respecto (Darwin, 1997, p. 61). Aunque también se dedicaba a
hacer ciertos experimentos informales con animales domésticos y cautivos en el zoológico
de Londres, a medida que iba creciendo, empezó a sentirse fascinado por los
comportamientos innatos de niños pequeños y, durante muchos años, observó y realizó
anotaciones sobre conductas reflejas que no podían verse afectadas por influencia
asociativa o cultural. Pero es hacia 1839, tras el nacimiento de su primer hijo, William, en
donde Darwin comenzó a trabajar en un proyecto paralelo a su obra principal: a saber, una
documentación detallada de la expresión emocional y las acciones reflejas de su hijo, que lo
fascinaban por ser estas naturales e instintivas.
En el Ensayo sobre el instinto y Apunte biográfico de un niño (1877) Darwin dice
que los movimientos que William realizaba, como protegerse los ojos, dar un respingo o
fruncir el ceño, no podían ser provocados por la experiencia o la asociación de ideas, ya que
el niño contaba sólo con pocos días de nacido. Darwin notó la aparición de ciertas
emociones que se manifestaban de forma gradual a medida que el niño crecía, y suponía lo
11
que este sentía gracias a las expresiones faciales y corporales que manifestaba (Cf. Darwin,
1983, p. 84). “Cuando tenía once meses, si se le daba un juguete inoportuno, lo apartaba
con la mano y lo golpeaba; presumo que el golpear era un signo instintivo del enojo” (p.
87). Darwin colma su ensayo sobre el instinto de ejemplos similares a este para mostrar la
cantidad de expresiones instintivas del niño que parecen ser un indicio de sensaciones y
emociones que experimenta aún a tan corta edad. Así, William se relajaba y sus ojos
brillaban cuando se acercaba a una fuente de alimento, lo cual era presumiblemente una
manifestación de una sensación de placer (p. 89); golpeaba objetos, fruncía el ceño y su
rostro enrojecía, lo que parecía indicar que estaba enojado (p. 87); abría grandes los ojos, se
sobresaltaba y lloraba ante un ruido o aparición repentina, lo cual podría significar que
sentía miedo (p.88).
Darwin empezaba entonces a convencerse de que la expresión humana era un
fenómeno muy similar al instinto, debido a su carácter innato y, además, común a otros
animales. De hecho, aquí el autor parece extender esta conclusión a la emoción misma y no
sólo a la expresión: “¿No podíamos sospechar que los vagos pero reales miedos de los
niños, que son bastante independientes de la experiencia, son efectos heredados de peligros
reales y supersticiones abyectas de los antiguos tiempos salvajes?” (p. 89). La hipótesis que
Darwin desarrolló a lo largo de este tiempo era que la expresión emocional no era exclusiva
de los seres humanos y que más allá de ser fruto de un diseño especial o del aprendizaje,
había evolucionado junto con el resto de características que compartíamos con los demás
animales.2
2En la actualidad, los hábitos y características conductuales de los animales suelen ser objeto de
estudio de la etología y la psicología comparada, por lo que no es de extrañar que suela considerarse
a Darwin como uno de los padres de estas disciplinas. Sin embargo, es interesante observar que W.
H. Thorpe menciona en su Breve historia de la etología (1979) que esta ciencia apareció en Francia
a finales del siglo XVIII y se utilizaba para referirse a los actores o mimos “que representaban el
carácter de una persona.”. Después de esto, empezó a ser utilizada por filósofos como John Stuart
Mill para referirse a “la ciencia de la formación del carácter” y, por último, llegó a acercarse a su
definición actual a través de la obra de C. G. Leroy La inteligencia y la afectabilidad de los
animales desde un punto de vista filosófico, con unas pocas palabras sobre el Hombre (1764).
¿Pero por qué entonces Darwin es considerado pionero en el estudio comparado del
comportamiento animal? Niko Tinbergen define la etología como “el estudio biológico del
comportamiento” (Tinbergen, 1979). Dice, entre otras cosas, que Darwin se consolidó como uno de
los precursores de la etología, pues incluyó el comportamiento como una de las propiedades
psicológicas de los animales, que debían ser parte de su teoría de la evolución. La selección natural
12
Hemos llegado entonces al momento en donde la expresión se convierte en un
problema interno a la teoría biológica global de Darwin, el segundo de los tres motivos que
estamos reseñando. Su obra célebre, El origen de las especies por medio de la selección
natural, o la preservación de las razas favorecidas en la lucha por la vida (1859), fue sin
duda una de las obras más controversiales publicadas en el siglo XIX, pues enmarcó el
origen de todas las especies que conocíamos dentro de una explicación exclusivamente
naturalista. Las especies que podíamos ver eran todas producto de miles de años de
modificaciones graduales de grupos poblaciones específicos, que habían dado como
resultado individuos con una capacidad de adaptación sorprendente, pero variable. La teoría
de la evolución de las especies contribuyó a comprender el origen común de todos los
organismos vivos, cuyas variaciones debido al entorno, la competencia o el uso y desuso de
ciertos órganos, había dado origen a una increíble diversidad biológica.
Sin embargo, la mayor contribución de Darwin a la biología fue la introducción del
concepto de la selección natural a las teorías evolutivas pre-darwinianas como la de Jean
Baptiste Lamarck o Robert Chambers. La teoría de la evolución por medio de la selección
natural explica, no sólo que los individuos evolucionan con el tiempo, sino cómo y por qué
se heredan las características concretas que producen variaciones entre las especies:
La teoría se entiende de la mejor manera por medio de la idea de las variaciones en las
aptitudes heredables. La aptitud es, por decirlo de una manera llana, la disposición a
debía, entonces, aplicarse a las propiedades estructurales y funcionales de los organismos vivos,
esto es, no sólo a las estructuras morfológicas de sus cuerpos sino también a la totalidad de
funciones que comprenden estas distintas estructuras. En El origen del hombre (1871), Darwin
utiliza por primera vez la psicología comparada como método para comprender los diferentes
comportamientos emocionales que tienen los seres humanos. Por esta razón, al entender la conducta
expresiva como un problema de naturaleza biológica, La expresión de las emociones en los
animales y en el hombre marca el origen de los estudios de etología. Los hábitos, entendidos en esta
obra como base de uno de los principios generales de la expresión emocional, debían haber sido
entonces útiles si se querían incluir las características psicológicas como parte de la teoría de la
evolución por selección natural, y con ello demostrar la ascendencia animal del hombre. Sin
embargo, estudiosos como Tomás Ramón Fernández Rodríguez, traductor y comentarista de la obra
en castellano de La expresión de las emociones en los animales y en el hombre (1984), o Alan J.
Fridlund, autor de Expresión facial humana; una visión evolucionista (1999), consideran que la
expresión emocional no sirve a Darwin como argumento para defender su teoría evolutiva y que, de
hecho, la contradice. Sobre este último punto, se ahondará en el segundo capítulo.
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producir prole que pueda sobrevivir. Si los organismos difieren en aspectos que dan origen
a esta disposición -es decir, difieren en aptitud-, algunos dejarán más descendencia que
otros. Si la aptitud es heredable, y los rasgos que determinan la diferencia de aptitud son
transmitidos de padres a vástagos, los rasgos que revelan aptitud se tornarán más comunes.
Por lo tanto, la evolución por selección natural producirá clases particulares de cambios en
las poblaciones de organismos, cambios que tienden a un mayor predominio de los rasgos
de mayor aptitud. (Durpé, 2006, p. 34)
A partir de la cita podemos ver cómo los rasgos morfológicos aleatorios que brindan
ventajas adaptativas a los individuos, pueden convertirse en rasgos de la especie en tanto
que se heredan y progresivamente predominan en ciertas poblaciones. Lo anterior puede
comprenderse mejor a través del clásico ejemplo del cuello de las jirafas. Supongamos la
existencia de una manada de lo que serían los antepasados evolutivos de las jirafas,
llamémoslas proto-jirafas. Su principal característica es que tendrían el cuello corto y, por
ello, su principal fuente de alimento sería el forraje bajo de la sabana. Sin embargo, como
en todas las poblaciones de animales, en esta población de proto-jirafas los individuos
presentarían pequeñas variaciones morfológicas, en este caso, respecto del largo de sus
cuellos. Las proto-jirafas con cuellos más largos lograrían alcanzar las hojas de las ramas
altas, por ejemplo, de las acacias, lo que les permitiría acceder más fácilmente al alimento
en tiempos desfavorables, como una sequía, o dada la reducción de alimento gracias a la
competencia entre miembros de su propia especie, y de otras.3 Ya que las proto-jirafas con
cuellos más largos, tendrían mayores probabilidades de sobrevivir y reproducirse,
progresivamente empezarían a ser más abundantes individuos con cuellos largos, mientras
que los de cuello corto llegarían a extinguirse. De esta manera, el concepto de selección
3Se sabe que una de las ideas que más influenció a Darwin para incluir el concepto de selección
natural en su teoría de la evolución, fue la de “leyes de población” introducida por Thomas Malthus
en su Ensayo sobre el principio de la población, publicado por primera vez en 1798. Allí, Malthus
desarrolla la idea de que el crecimiento exponencial de la población humana es inferior al
crecimiento de los recursos, por lo que progresivamente, y de forma inevitable, quienes no tengan
acceso a esos recursos morirán de hambre o de alguna condición derivada de esta escasez. La ley de
Malthus establece que, al crecer la población en proporción geométrica, duplicándose cada
veinticinco años, y, al aumentar los recursos sólo en proporción aritmética y lineal, no hay forma
posible de alimentar a toda la población (Malthus, 1846, p. 8). Darwin trasladó estas leyes, que se
aplicaban a poblaciones humanas, hacia poblaciones específicas de animales a lo largo del tiempo,
ya que la ley de Malthus posee un gran valor explicativo respecto de los cambios poblacionales.
Así, la selección natural se establece gracias a la competencia en la obtención de recursos limitados
pues, al ser estos de menor cantidad que los individuos, los que posean ciertas características
ventajosas, tendrán más oportunidades de sobrevivir y dejar descendencia.
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natural ayuda a comprender por qué el cuello largo de las jirafas permanece tras miles de
años de evolución.
Hasta este punto, la teoría evolucionista de Darwin había sido revolucionaria pero
no escandalosa. La teoría de la evolución de las especies por medio de selección natural
llegó a su clímax teórico con la publicación de El origen del hombre y la selección en
relación al sexo (1871), en donde Darwin afirma que así como los animales inferiores
tienen un origen común entre sí, el hombre también forma parte de este proceso evolutivo,
que da como resultado diversas razas de seres humanos gracias a la selección sexual.
Entonces, además de poseer ancestros comunes con los demás animales, el ser humano
debía provenir, de hecho, de alguna forma inferior sujeta a la selección natural y en su
estadio más avanzado, a la selección sexual. Concluye esta obra diciendo:
La principal conclusión a la que aquí se ha llegado, y que actualmente apoyan muchos
naturalistas que son bien competentes para formar un juicio sensato, es que el hombre
desciende de alguna forma altamente menos organizada. Los fundamentos sobre los que
reposa esta conclusión nunca se estremecerán, porque la estrecha semejanza entre el
hombre y los animales inferiores en el desarrollo embrionario, así como en innumerables
puntos de estructura y constitución, tanto de importancia grande como nimia (los
rudimentos que conserva y las reversiones anómalas a las que ocasionalmente es propenso)
son hechos incontestables. (Darwin, 2009a, p. 800).
A través de la anatomía comparada, Darwin se dedicó a analizar las estructuras
físicas de los seres humanos respecto de las de los demás animales. Los embriones, por
ejemplo, en sus etapas iniciales, eran casi indistinguibles cuando se trataba de un bebé
humano o de un cachorro de perro o de simio, y muchos de los órganos se formaban de
igual manera en seres humanos y en peces o aves. De forma similar, la estructura de nuestro
esqueleto era increíblemente similar, a veces incluso idéntica, a la de algunos animales
inferiores con quienes compartíamos, por ejemplo, miles de enfermedades que
transmitíamos unos a otros o la capacidad para embriagarnos o sufrir de resacas (p. 6).
La comunidad científica de la época y la opinión pública en general, estaban
dispuestas a admitir que existían similitudes anatómicas y estructurales entre los diferentes
animales, incluyendo el hombre. Era evidente que poseíamos huesos, órganos y sistemas a
15
veces incluso idénticos y que muchas de las reacciones ante estímulos eran
sorprendentemente similares en unos y otros. Sin embargo, la anatomía comparada no
podía dar cuenta de la evolución de ciertos mecanismos fisiológicos o de algo tan complejo
como lo eran las facultades mentales. Si Darwin quería que su teoría fuera consistente,
debía poder afirmar que, junto con las características morfológicas y anatómicas, las
facultades mentales y ciertos comportamientos también se heredaban y evolucionaban con
el tiempo gracias a la selección natural.4
El paso a seguir debía ser entonces, análogo respecto al método utilizado en El
origen de las especies. Si anteriormente la anatomía comparada había logrado señalar el
parentesco evolutivo entre los animales gracias a sus cuerpos, ahora, la psicología
comparada debía señalar un parentesco respecto de sus mentes. La primera parte de El
origen del hombre está dedicada a analizar la similitud de las facultades mentales que
compartimos con los animales, lo que le permitiría a Darwin establecer que las diferencias
4Lo que Darwin debía responder concretamente era cómo podían heredarse las facultades mentales
y de qué manera se veían influenciadas estas por la selección natural. Hacia 1837 empezó a
comprender la importancia de este tema tras leer el ensayo de Frédéric Cuvier “On the
Domestication of Mammiferous Animals”, en donde este naturalista francés señala que las
diferentes razas de animales domésticos pueden transformarse gracias al ejercicio de ciertos
comportamientos provocados (Richards, 1987, p. 90). En Los Cuadernos C y D (2009d), Darwin
comenzaba a desarrollar la idea de que los hábitos que un animal adopta para hacer frente a un
cambio del entorno, tras varias generaciones, lentamente se convierten en instintos que son,
básicamente, patrones innatos de comportamiento (p. 94). Así, si el comportamiento y el instinto,
tenidos aquí por facultades mentales, pueden ser heredados y son, de hecho, producto gradual de la
selección natural, Darwin lograría incluir tímidamente el resto de facultades mentales dentro de su
teoría. A pesar de no poder estar seguro de que las funciones del cerebro se correspondieran
necesariamente a su estructura, para él era suficiente lograr una explicación que lograra relacionar
al menos algunas funciones del cerebro, con las condiciones que permiten cambios evolutivos en las
especies:
Cuando movemos un músculo, el movimiento se convierte en algo habitual e involuntario. – cuando
un pensamiento es pensado muy a menudo, se vuelve habitual e involuntario, esto es memoria
involuntaria…Una recolección intencional de todo solamente por asociación, y la asociación es
probablemente un efecto físico del cerebro. (p. 96).
A pesar de lo problemático que parezcan estas aseveraciones, lo que pretendía lograr Darwin era la
consistencia entre la idea de la evolución a través de modificaciones morfológicas con la evolución
de las facultades de la mente y los rasgos del comportamiento. Al equiparar el comportamiento de
los animales, con el instinto, Darwin logra establecer que muchas otras facultades mentales pueden
operar como una “memoria inconsciente” que permite la continuidad de ciertos hábitos mentales
que pueden ser heredados.
16
anatómicas y psicológicas entre ellos y nosotros eran de grado y no de tipo. Cuando Darwin
comparó las facultades mentales, como el instinto, la inteligencia, el razonamiento, el dolor
o el placer, rápidamente llegó a un punto en donde se encuentra con que las emociones
también parecen ser compartidas. Como nosotros, dice Darwin, los animales superiores
también sienten terror, timidez, rabia e incluso amor, y la forma en la que expresan estas
emociones es increíblemente similar a la nuestra:
El terror actúa sobre ellos de la misma manera que sobre nosotros, causando que los
músculos tiemblen, el corazón palpite, los esfínteres se relajen y que el pelo se erice. […]
Todo el mundo sabe lo propensos que son los animales a la cólera furiosa, y cuán
fácilmente la demuestran. […] Vemos muestras de amor materno en el más nimio detalle.
(p.87 -88).
Como vemos, la expresión de las emociones era un ejemplo excelente de cómo
anatomía y psicología podían verse relacionadas A pesar de que las observaciones de
Darwin sobre la expresión emocional fueran casi marginales respecto al resto de sus
estudios, hacia 1837 comenzó a recopilar sus notas y decidió publicarlas en una obra
independiente ya que eran muy numerosas para ser incluidas en El origen del hombre. En
1872, cuando al fin decidió publicar La expresión de las emociones en los animales y en el
hombre, Darwin contaba con suficientes elementos para cerrar con broche de oro su teoría
de la evolución, y así, lograr asestar un duro golpe contra las ideas que recorrían el
ambiente intelectual de la época respecto al origen y naturaleza de la expresión emocional
humana, lo que nos lleva a la última motivación de Darwin para escribir su obra, siendo
esta tal vez la menos conocida.
En una carta que escribió a Alfred Russell Wallace en marzo de 1867, Darwin
menciona a su amigo, respecto de su nueva obra, que:
El tema es, creo yo, más curioso y más susceptible de tratamiento científico de lo que usted
parece dispuesto a admitir. Quiero, de cualquier modo, trastocar el punto de vista de Sir C.
Bell…de que ciertos músculos le han sido otorgados al hombre únicamente para que pueda
revelar a los demás hombres sus sentimientos. Quiero tratar de mostrar cómo han surgido
las expresiones.5
5Texto original: “The subject is, I think, more curious and more amenable to scientific treatment,
than you seem willing to allow. I want anyhow to upset Sir C. Bell's view, given in his most
interesting work ‘the anatomy of Expression’ that certain muscles have been given to man solely
17
Como se aprecia en la cita, la intención manifiesta de Darwin con la publicación de
su obra sobre la expresión es responder a las ideas de Sir Charles Bell que primaban en la
compresión de la expresión y la anatomía humana general de la época, a pesar de que en la
introducción de La expresión de las emociones en los animales y en el hombre fuese mucho
más sutil en su apreciación de los trabajos del anatomista y neurólogo escocés.6 La obra de
Bell aparece varias veces mencionada en la introducción del libro de Darwin, y es tenida
como uno de los trabajos que merecen mayor consideración. Sin embargo, la contundencia
de la cita radica en que pone de manifiesto el interés de Darwin en responder a dos
argumentos contra los que se enfrenta en su teoría general y en su libro concreto sobre la
expresión:
(i) Un argumento anatómico: que existen músculos faciales exclusivamente
presentes en el rostro humano dada su naturaleza creada.
(ii) Un argumento fisiológico: que dichos músculos tienen una función
exclusivamente expresiva.
En la introducción a esta obra, Darwin menciona que los trabajos escritos hasta el
momento de la publicación de la misma habían sido insuficientes para su investigación,
pues se referían principalmente a análisis fisiognómicos de la expresión emocional.7 La
obra de Le Brun y Petrus Camper aparecen como notables obras antiguas con agudas
that he may reveal to other men his feelings. I want to try and show how expressions have arisen.”
Darwin, Charles. Carta a Alfred Russell Wallace. 12-31 Marzo 1867. Darwin Correspondence
Project. Web. 30 mayo 2012. <http://www.darwinproject.ac.uk/entry-5440>.
6En su autobiografía de 1887 escribe: “Durante el verano del años siguiente, 1840, leí la admirable
obra de Sir C. Bell sobre las expresiones, y ello acrecentó considerablemente mi interés en el tema,
si bien no podía estar en absoluto de acuerdo con su convicción de que diversos músculos habían
sido especialmente creados para la expresión.” (Cf. Darwin, 1997, p. 135). 7 La palabra fisiognomía proviene del griego φυσιογνωμονια (φυσιο-naturaleza, γνωμονια- juzgar o
interpretar) que significa “el arte de juzgar por el semblante o aspecto físico”. En piscología la
fisiognomía es el estudio del carácter a través del aspecto físico o la fisonomía de un individuo
(RAE). La fisonomía o fisionomía, por su parte, proviene del latín physiognomĭa que se refiere al
aspecto particular del rostro de una persona. A pesar de que ambas palabras suelen usarse
indistintamente, al ser los estudios de los autores trabajados de carácter científico, en adelante
adoptaremos la palabra fisiognomía para referirnos al estudio de la psicología y el carácter a través
de la expresión facial y corporal. Consultar la Storia della fisiognomica, arte e psicologia da
Leonardo a Freud de Flavio Caroli.
18
observaciones sobre el tema pero sin mayor impacto en las conclusiones darwinianas. Sir
Charles Bell aparece como el primer referente contemporáneo de Darwin, a quien el
naturalista otorga especial atención gracias a sus descubrimientos en fisiología y a la
descripción detallada de los movimientos musculares que ocurren en ciertas expresiones
emocionales. A pesar de dedicar gran parte de su libro a combatir los presupuestos de Bell
sobre el origen de la expresión, Darwin atesora muchas de las descripciones y
observaciones anatómicas que describe con sumo cuidado el anatomista escocés.
Para Darwin, las observaciones técnicas de Bell son, en su mayoría, importantes y
correctas, y destaca principalmente sus descubrimientos respecto a la relación del sistema
respiratorio con la expresión emocional (Darwin, 1999, p. 36). También reconoce el valor
de las observaciones de Bell respecto de las funciones del sistema circulatorio, que actúa
para estimular ciertas reacciones o proteger partes concretas del cuerpo. Por ejemplo,
reconoce con Bell, que las contracciones involuntarias de los músculos, especialmente de
aquellos alrededor de los ojos (Orbicularispalpebarum, Corrugatorsupercilii y
Pyramidalisnasi), durante esfuerzos respiratorios violentos, sirven para proteger a estos
delicados órganos de la presión sanguínea (Ver Figura 1).Sin embargo, Darwin encuentra
problemas técnicos en las observaciones de Bell, principalmente porque este último
consideraba que existía una amplia gama de músculos creados específicamente para la
expresión emocional en el rostro humano, tesis que Darwin no estaría dispuesto a admitir.
El naturalista discrepa con varias de las conclusiones que Bell extrae de este
presupuesto, como que a causa de esto, los animales poseen una capacidad expresiva
notablemente inferior a la del hombre (Bell, 1806, p. 60), sobre el control voluntario de
ciertos músculos (p. 42), y sobre que el músculo responsable del ceño fruncido
(corrugator) es exclusivo de los seres humanos (p.71).8 De esta forma, si Darwin quería
cuestionar los argumentos anatómicos y fisiológicos sostenidos por Bell, debía ser capaz de
mostrar la continuidad de los músculos en hombres y animales, y la función que la
expresión emocional cumplía dentro del marco de la teoría de la evolución.
8Ver Ekman 1999b, p. 8.
19
Figura 1.1. Los músculos faciales. Diagrama de Jakob Henle tomado de la introducción del
libro de Darwin sobre la expresión.
Para Darwin, Bell no lleva sus observaciones tan lejos como hubiese podido. A
pesar de hacer un análisis exhaustivo de los músculos presentes en la expresión emocional,
que en su mayor parte Darwin estaba dispuesto a seguir, Bell no logra explicar
suficientemente el origen propio de la expresión y las particularidades de cada una de las
expresiones:
No intenta explicar por qué diferentes músculos son puestos en acción bajo ciertas
emociones; por qué, por ejemplo, cuando una persona sufre pena o ansiedad, los extremos
interiores de las cejas se alzan y los ángulos de la boca descienden. (Darwin, 1999, p. 36.).
20
Aunque por el momento no se expondrán las tesis de Bell, el problema de fondo
consiste en que la explicación que este da a la pregunta por la expresión, se limita a exponer
cómo y cuándo funcionan los músculos bajo ciertos influjos de la mente, como emociones,
sensaciones e impresiones, y qué ocurre en el rostro humano al presentarse estos
movimientos. En la introducción a la tercera edición de La expresión de las emociones en
los animales y en el hombre, Paul Ekman señala que “Darwin también lidió con estas
[preguntas], pero fue uno de los primeros, y, durante mucho tiempo, el único científico que
se preguntó por el “por qué”: ¿por qué se producen las expresiones de una forma
particular?”(Ekman, 1999b, p. xxiv).9
La relevancia de la pregunta por el porqué de la expresión emocional, cobra sentido
si situamos esta obra de Darwin dentro de la discusión general acerca del problema del
origen del hombre y la teoría general de la evolución de las especies. Darwin debía, si
quería ser fiel a la idea que venía persiguiendo, probar a Bell ya los abanderados de la
teología natural, que los músculos de la expresión tienen algún otro uso que nos relacionara
con el resto del mundo natural y, en concreto, con los animales inferiores. La intuición de
Darwin era que no existían argumentos anatómicos o fisiológicos, que demostraran
anatomía y fisiología exclusiva respecto del resto de los animales. Esto es, que la naturaleza
de la expresión era biológica y que su función no era la expresión. Su idea era señalar:
(i) Respecto del argumento anatómico: que no existen músculos exclusivos del
rostro humano, dada la naturaleza biológica de la expresión.
(ii) Respecto del argumento fisiológico: que los músculos que sirven para la
expresión tienen alguna otra función o, de hecho, pueden ser accesorios e
inoperantes.
Si Darwin podía demostrar otro propósito, uno más práctico, para esos músculos faciales,
un propósito que nos vinculara claramente con el resto de la naturaleza, él podría debilitar el
9Texto original: “Darwin also deals with these, but he was one of the first and for a long time the
only scientist, to ask the ‘why’ question: Why do expressions occur in a particular form?”
21
argumento de Bell y otros teólogos naturales, y consolidar el caso de la expresión como un
producto de la evolución. (Ekman, 1999, p. 8)10
2. Las ideas de Charles Bell sobre la expresión emocional
Una vez ha quedado claro que el principal motivo de Darwin para responder a la
obra de Bell, es darle robustez interna a su teoría biológica, podemos entrar a presentar los
pormenores de los argumentos del anatomista escocés. La obra que impactó tanto a Darwin
se titula Essays on The Anatomy of Expression in Painting. Bell La publicó en 1806 bajo
este título y contenía todos los resultados de los acercamientos a la expresión emocional
que había realizado hasta ese momento.11
Con ella, Bell vinculó dos grandes intereses que
marcaron su carrera: la anatomía y el arte. Durante toda su vida, sintió gran pasión por el
dibujo y desde los dieciocho años comenzó a realizar bocetos de anatomía humana y
animal, lo que motivó en gran parte la realización de su obra sobre la expresión (Cf I.S.L
Loudon, 1982, p. 1795). Bell se formó como cirujano y anatomista, pero siempre incluyó
en sus cursos sus dos pasiones, explicando anatomía a sus estudiantes a través de sus
dibujos y enseñando a dibujar a través del estudio anatómico del cuerpo.
En la “Advertencia” a la primera edición de los Ensayos Bell anuncia tres
propósitos respecto de su tesis anatómica:
10Texto original: “If Darwin could demostrate another, more practical purpose for such facial
muscles, a purpose that clearly linked us to the rest of nature he would weaken Bell’s and all other
natural theologians’ arguments and strengthen the case of expression as a product of evolution.” 11
La obra fue reeditada en al menos dos ocasiones, una en 1824 con más precisiones en el texto
pero menos dibujos, además de un relevante cambio en el título, añadiéndole un carácter filosófico
y reduciendo el énfasis en la pintura: Essays on the Anatomy and Philosophy of Expression; y otra
postumamente en 1893 en donde se eliminó la referencia ensayística en el título pero recuperó su
acento estético al hacer un nuevo y último cambio en el título: The Anatomy and Philosophy of
Expression: As connected with the Fine Arts. Karl Bühler en su Teoría de la expresión sostiene que
existe una tercera edición de 1844 y una cuarta de 1847, con lo que la de 1893 vendría siendo una
quinta edición; sin embargo estas parecen ser reimpresiones de ediciones anteriores. La edición de
1847 que Bühler utiliza, es realmente la misma de 1824 pero con un apéndice de Alexander Shaw,
colaborador de Bell, que recibió el encargo de escribir de nuevo un capítulo inédito que el escritor
había bocetado antes de morir, titulado “On the nervous system”.
22
Su deseo [el del autor] es demostrar la importancia y los usos de la anatomía; multiplicar los
motivos del cultivo de esta ciencia; mostrar cuán interesantes son las deducciones que pueden ser
recogidas de la contemplación de la estructura animal. (Bell, 1806, p. vi).12
Con esta cita, es claro que el marco de referencia de la exposición de Bell es el de la
anatomía comparada. A través del estudio de la estructura de los cuerpos, es posible la
comprensión de las funciones de cada una de sus partes y de las diversas aplicaciones que
esta comprensión puede acarrear. Para Bell, además de este interés divulgativo médico y
científico, el estudio de la anatomía humana y animal posee un profundo impacto en la
pintura, la escultura y el arte en general. El propósito estético del libro era servir como guía
a los artistas para representar adecuadamente la expresión de las pasiones en sus obras, y
así lograr el efecto deseado en los espectadores. Sin embargo, en muchos apartes del libro y
en el prefacio a la segunda edición puede observarse que los estudios de Bell tenían un
alcance mucho mayor; este contenía un rico análisis de la expresión como problema
filosófico que sin duda marcó el camino del estudio de la emoción en años posteriores. Así,
la obra de Bell sobre la expresión es una obra compleja con pretensiones artísticas,
anatómicas y filosóficas, que tuvieron una notable influencia.13
A partir de lo dicho, podemos sostener que el libro de Bell incluye un proyecto de
tres dimensiones.
(i) Un propósito estético, que se deriva de su interés principal por dar sustento a las
obras artísticas a través de la anatomía aplicada y en donde se hace manifiesta la
función que da a la expresión emocional.
(ii) Un supuesto filosófico, que incluye presupuestos propios de la teología natural
sobre la naturaleza de la expresión emocional.
12
Texto original: “His wish is to demonstrate the importance and the uses of anatomy; to multiply
the motives for the cultivation of the science; to show how various and how interesting-are the
deductions which may be drawn from the contemplation of the animal frame.” 13
Su descubrimiento de la parálisis facial periférica, o parálisis de Bell, fue sólo uno de sus
muchos aportes al campo de la medicina. Cabe destacar, también, el impacto directo que
tuvo en pintores y artistas de su época como lo fueron William Turner, John Constable,
Édouard Manet, Paul Cézanne, Claude Monet o Pierre-Auguste Renoir (Rose, 2006, p.
287).
23
(iii) Una explicación científica, que es el contenido principal del texto, y cuyas
premisas sirvieron a Darwin para enriquecer sus observaciones técnicas sobre la
expresión.
Respecto del primer punto, Bell observaba que, en una tendencia por regresar a la
estética clásica, los artistas, en especial los pintores y los escultores, imitaban las
expresiones, posturas y semblantes que la literatura y el arte greco-romano ensalzaban. En
consecuencia, la anatomía representada era un reflejo de aquellos ideales clásicos de virtud,
poder e incluso divinidad, pero carecían de una comprensión anatómica acorde con las
posturas y aspectos naturales del cuerpo: “[E]sas formas ideales casi nunca pueden ser
transferidas a la representación del cuerpo humano; y un artista moderno que
indiscriminadamente siga este modelo, aplica erróneamente las más nobles lecciones de su
arte.” (Bell, 1824, p. 195)14
. Entonces, si el artista clásico representaba la virtud, pues le
interesaba transmitir ideales morales; el artista moderno debía representar el cuerpo, fiel a
su idea anatómica del mismo, cuya comprensión se facilitaba gracias a las herramientas que
le podían brindar la medicina y la ciencia.15
Así, gracias a esa ciencia moderna, la anatomía se había convertido en una ciencia
objetiva, capaz de explicar la estructura, relación de los diferentes componentes de los
cuerpos. Existe, según el naturalismo y la estética propios de la época, una forma objetiva
de representar el cuerpo humano y la obra de Bell se entiende mejor en este contexto. Esto
se debe, en parte, al estudio de la anatomía como una ciencia que aplicaba a todos los seres
humanos y a los animales, sin importar las distinciones accidentales de sus cuerpos. Había,
de hecho, una forma auténtica del cuerpo humano, y lo demás eran simples imperfecciones
de la naturaleza (Honderich, 2005, p. 644). Entonces, la naturaleza sigue una lógica que
brinda una cierta regularidad a los cuerpos y a los objetos, y es el Creador quien establece
14
Texto original: “But those ideal forms are scarcely ever to be tranferred to the representation of
the human body; and a modern artist who idiscriminately follows such a model, misapplies the
noblest lessons of his art.” 15
Lo que está a la base de esta triple relación es la idea de que entender el cuerpo humano es
entender el arte, la filosofía y las leyes de la naturaleza. Existe pues, una unidad entre la
comprensión metafísica del mundo, la comprensión científica y filosófica del mismo, y los ideales
del arte. (Caroli, 2012, p. 223-229).
24
relaciones necesarias entre el cuerpo, sus facultades y los objetos que se presentan en el
mundo. La naturaleza de los cuerpos y sus funciones estaban dadas entonces gracias a la
Creación Divina. Esta idea propia del mecanicismo dominante de la época, suponía un Dios
universal que actuaba de una forma perfecta y constante, y que definía su Creación por
leyes fijas que aplicaba a todo el universo. Dios había dejado de definirse por su
providencia, amor y milagros, como lo definía la teología medieval, y había pasado a
convertirse en un Dios del cual podía comprobarse su existencia a través del análisis
racional y empírico de su Creación (Applebaum, 2000, p. 772). Esta idea es la base de la
segunda dimensión que estamos reseñando.
Al ser esta lógica que brinda regularidad a los cuerpos aplicable a todas las
criaturas, estas se encontraban diseñadas según la perfección que el Creador había impreso
en ellas, siendo el ser humano la obra más perfecta de la creación divina. Entonces, las
emociones y la expresión de las mismas, pasaban a ser parte de este gran aparato que tenía
como base la voluntad de Dios:
Él ha cultivado en cada ser inteligente, emociones que apuntan a Él, afectos con los cuales
nos sentimos atraídos a Él y los cuales descansan en Él como su fin. En la mente del
esclavo más rudo, abandonado a la educación de los meros elementos que lo rodean, los
sentimientos que desarrolla lo llevarán a un Padre y Creador. Estos sentimientos no pueden
atribuirse a ninguna fuente, son universales y no podemos deshacernos de ellos.(Bell, 1824,
p. 16).16
Pero todos estos sentimientos que Dios había impreso en nuestra constitución,
serían obsoletos en la vida mundana sino podían ser desplegados en un cuerpo concreto.
Por lo tanto, Él había creado también toda una maquinaria perfecta capaz de sentir y
expresar en un cuerpo cuyas partes estaban dispuestas de tal forma que ninguna de ellas
fuera obsoleta. El cuerpo humano, como parte de la totalidad de la creación, exhibía la
inteligencia divina y la perfección de los sistemas presentes en la naturaleza. Fuera a través
16
Texto original: “He has raised in every intelligent being emotions that point to him, affections by
which we are drawn to him, and which rest in him as their end. In the mind of the rudest slave, left
to the education of the mere elements around him, sentiments are developed which lead him to a
parent and creator. These feelings cannot be traced to any source, they rise spontaneusly, they are
universal, and not to be shaken off.”
25
del escalpelo o del pincel, el ser humano debía conocer, honrar y representar la maquinaria
de los cuerpos de la forma más auténtica posible.
Entonces, señala Bell, la única autoridad que debían reconocer los artistas, era la de
la naturaleza. Conocer a fondo cómo era la naturaleza de la expresión, cómo se
relacionaban los músculos y los huesos, cómo se producían los gestos y cómo se gestaban
los movimientos que expresaban una u otra emoción, era importante para que la obra del
artista tuviera la riqueza suficiente que exigía una estética fiel a la naturaleza del cuerpo
humano17
. Para Bell, la pintura ya no debía limitarse a reproducir posturas o posiciones sino
que debía contener y transmitir la sensación de movimiento. La acción de los músculos era
vital para la comprensión de la totalidad de la expresión o del carácter que quisiera
imprimir el artista a su obra, después de todo era la motio lo que daba vida y dirección tanto
a los cuerpos, como a las obras artísticas.18
Respecto de la expresión, la anatomía servía
para examinar el aparato por medio del cual “la mente expresaba la emoción” (p, 96), lo
cual debía ser representado correctamente si se quería lograr una reproducción adecuada de
las actitudes, semblantes, movimientos y sentimientos que querían ser comunicados a
través del arte.
17
Bell presupone una concepción del arte como representación, lo que supone que el criterio de
estimación del arte se basa en el grado de aproximación entre que se logre entre lo que se representa
y la obra de arte misma. Si bien el tema no nos concierne en ese trabajo, y esta tesis puede o no ser
aceptada, para Bell el cuerpo es un criterio para la pintura. Lo que está a la base de este criterio es
que la anatomía es aplicable en muchos lugares y ciencias, pues esta tiene muchas funciones. Una
de ellas es la de mejorar el arte. 18
La idea de que el movimiento está intrínsecamente ligado con la vida lo encontramos ya en
Aristóteles: “Algunas cosas son por naturaleza, otras por otras causas. Por naturaleza, los animales
y sus partes, las plantas y los cuerpos simples como la tierra, el fuego, el aire y el agua —pues
decimos que éstas y otras cosas semejantes son por naturaleza. Todas estas cosas parecen
diferenciarse de las que no están constituidas por naturaleza, porque cada una de ellas tiene en sí
misma un principio de movimiento y de reposo, sea con respecto al lugar o al aumento o a la
disminución o a la alteración. Por el contrario, una cama, una prenda de vestir o cualquier otra cosa
de género semejante, en cuanto que las significamos en cada caso por su nombre y en tanto que son
productos del arte, no tienen en sí mismas ninguna tendencia natural al cambio; pero en cuanto que,
accidentalmente, están hechas de piedra o de tierra o de una mezcla de ellas, y sólo bajo este
respecto, la tienen. Porque la naturaleza es un principio y causa del movimiento o del reposo en la
cosa a la que pertenece primariamente y por sí misma, no por accidente.” (Aristóteles, Física, II,
192b)
26
La expresión, que era el resultado del movimiento de los músculos faciales y
corporales, constituía entonces el vehículo por medio del cual las pasiones que ocurrían en
la mente se exteriorizaban: “La expresión es a la pasión lo que el lenguaje es a la razón”.
(Bell, 1824, p. 139)19
. Así, la expresión se convierte en el lenguaje de las pasiones y de la
mente; pues es a través del cuerpo como se exteriorizan los estados internos que pueden
incluso llegar a ser difíciles de describir por medio del lenguaje articulado. Dios había
puesto en nosotros una anatomía cuyo fin era expresar a otros nuestros sentimientos,
precisamente en eso consistía la función de la expresión emocional. En su afán de
comprender cómo ocurre esta exteriorización, Bell logra una explicación meticulosa de la
anatomía y fisiología del aparato expresivo, tercer propósito que hemos reseñado respecto
de su obra.
La teoría de Bell respecto de la expresión ha sido llamada, con frecuencia, una
teoría respiratoria. Considera este, que el sistema nervioso central se encuentra dividido en
tres secciones o dominios determinados por su función. El primero, llamado sistema
animal, que gracias a las conexiones entre los órganos motores y de los sentidos a la espina
dorsal y al cerebro, se encarga de proporcionar y satisfacer la necesidad alimento. El tercer
sistema, el simpático, se encarga de coordinar las funciones orgánicas primarias como la
secreción, la asimilación, la dilatación y la estimulación de ciertas glándulas. El segundo
dominio, intermedio entre estos dos, es introducido por Bell como parte fundamental de la
teoría de la expresión: el sistema respiratorio (respiratory-class) que regula la actividad
respiratoria, muscular y cardiovascular de corte expresivo y no expresivo (Bühler, 1980, p.
77):
Muestra Bell que un sistema nervioso con esa estructura hace posible un aparato
respiratorio que no hallamos en los animales inferiores, pero que se desarrolla
paulatinamente en la serie animal hasta tal punto, que en [sic] el hombre no sirve ya
únicamente para proporcionar el oxígeno a la sangre, sino también se torna en el órgano de
la voz y de la expresión. Este grupo inervatorio lo llama «sistema respiratorio». (Shaw
citado por Bühler, p. 77).
19
Texto original: “Expression is to passion what language is to reason.”
27
La consecuencia de este análisis fisiológico es determinante en la teoría de Bell. Al
existir estructuras anatómicas exclusivas del ser humano, como lo son los nervios del
sistema respiratorio, se determinan ciertas funciones que no se encuentran en los demás
animales. La capacidad de utilizar la voz, y por ende el lenguaje, y la capacidad de tener un
aparato expresivo rico y variado, es producto de un sistema nervioso más desarrollado. Si la
capacidad expresiva del rostro humano, la mímica y su potencia expresiva y comunicativa,
se ven subordinadas a este sistema respiratorio, cuyo origen es la médula oblonga y que
comprende una gran variedad de músculos y nervios en la cabeza, el cuello y el pecho, el
ser humano podrá ser capaz de expresar sus emociones de una forma mucho más compleja.
Para demostrar lo anterior, Bell hace un estudio minucioso de la diferencia entre la
anatomía de los animales herbívoros, carnívoros y el ser humano para demostrar, entre
otras cosas, que existen estructuras corporales particulares de cada tipo de criatura que
determinan la riqueza o pobreza de su capacidad expresiva y, así mismo, su actividad
mental. Los animales, por ejemplo, pueden expresar ciertas emociones para comunicarse
entre sí o para facilitar algunas funciones del cuerpo, pero su capacidad expresiva se queda
corta a la hora de compararla con la humana. En el caso de los animales carnívoros, por
ejemplo, la boca posee una estructura que permite expresar ferocidad a través de los
gruñidos y la exhibición de los dientes, característica de la que carecen los animales
herbívoros (Bell, 1824, p. 59).
Los animales pueden expresar ciertas emociones para comunicarse entre sí o para
facilitar algunas funciones del cuerpo, pero su capacidad expresiva se queda corta a la hora
de compararla con la humana. Cuando un animal expresa ferocidad o fura, lo hace de
diferentes maneras dependiendo de la estructura anatómica de su rostro. Los animales
carnívoros, por ejemplo como dijimos anteriormente, enseñan sus dientes a través de la
contracción de los músculos del hocico, mientras que los herbívoros, al carecer de estos
músculos, asumen una posición pantomímica agachando su cabeza, abriendo las ventanillas
de la nariz y poniéndose en posición de ataque (Ver figuras 1.2 y 1.3). En el caso de los
seres humanos, además de poder mostrar toda esta capacidad expresiva propiamente
animal, entra también en funcionamiento los músculos de la frente y de las cejas, y el
28
corrugatorsupercilii, “…músculo reservado a la expresión humana en donde las cejas
quedan arrugadas con un peculiar y energético significado, que, irresistiblemente, transmite
la idea del pensamiento y el sentimiento” (Bell, 1824, p. 69).
Figuras 1.2 y 1.3. Dibujos extraídos de la primera edición de Essays on The Anatomy of
Expression in Painting
El análisis que Bell hace de la expresión emocional es en términos de la acción de
ciertos músculos y el conjunto de la contextura (frame) del cuerpo, que entra en relación
con ciertos estados de la mente. Ya que la expresión se encuentra dentro de las funciones
del sistema respiratorio, todos los movimientos que parecen realizar hombres y animales
cuando se ven afligidos por una pasión fuerte, tienen como objetivo facilitar o contener la
respiración, siendo casi todos estos instintivos y ejecutados de forma automática. Cuando
sentimos miedo, por ejemplo, los hombros se levantan, los músculos de del cuello y la
garganta se recogen y las fosas nasales se expanden, todo ello para facilitar la respiración,
cuya función normal se ve afectada por el exceso de energía producido por este estado
mental.
Es interesante observar la forma como Bell caracteriza ciertas emociones con gran
precisión para distinguir las diferencias observables entre la capacidad expresiva de los
29
animales y los seres humanos. En el ejemplo anterior, cuando observábamos qué ocurría en
el cuerpo en el caso del miedo, inmediatamente después Bell distingue ese miedo,
aparentemente compartido con otros animales, del terror y el horror. En estos dos últimos
casos, la expresión no parece ser un reflejo involuntario, sino que la mente ejerce una
influencia directa, a través de la imaginación, lo que hace que sea una emoción exclusiva de
los seres humanos. Es a través de la imaginación que podemos horrorizarnos frente a la idea
del sufrimiento futuro o incluso frente al daño que otros pueden recibir. Sin embargo, no
sólo es en el carácter propio de la emoción en donde nos diferenciamos de los demás
animales, sino que incluso los músculos, nervios y toda la estructura corporal es
radicalmente distinta a la del animal cuando este siente miedo:
Este es, en efecto, el único tipo de miedo que las bestias conocen. Los mayores grados de
miedo, en donde opera la mente, y que podemos caracterizar en el rostro por medio de una
expresión particular de la energía mental, no aparecen en ellos. (Bell, 1824, p. 105).20
Así, a diferencia de otros animales, los seres humanos poseen todos los mecanismos
necesarios para expresar cualquier estado mental que se les ocurra, incluso de manera
voluntaria, como es el caso de los actores. Mientras que la expresión emocional en los
animales es accesoria o reflejo de una necesidad fisiológica, en los seres humanos la
expresión de la emoción, así como el estado mental mismo, posee un grado de complejidad
mucho más elevado, basado en un aparato fisionómico y de expresión mucho más
desarrollado: “Se trata, en definitiva, sólo del hombre que podemos decir con estricta
propiedad que el rostro es un índice de la mente, teniendo una expresión correspondiente
con cada emoción.” (Bell, 1824, p. 139)21
.Los animales poseen emociones y pueden
expresarlas, pero con una gran diferencia de grado comparada con la capacidad expresiva y
emocional de los seres humanos, gracias a las diferencias anatómicas y fisiológicas de su
constitución. Entre otras cosas, por ejemplo, el ser humano es capaz de alterar sus estados
mentales a través de los movimientos y ejercicios del cuerpo: imitando los gestos que
20
Texto original: This indeed is the only kind of fear wich brutes know. The higher degrees of fear,
in wich the mind operatres, and wich we shall see characterized in the countenance by an
expression peculiar to mental energy, do not appear in them.” 21
Texto original: “It is, in short, of man alone that we can with strict proprietary say, the
countenance is an index of the mind, having expression corresponding with each emotion.”
30
corresponden a algunas emociones, nos encontramos muchas veces sintiendo, de hecho, la
emoción que estamos imitando, como se aprecia en las figuras 1.4 y 1.5.22
Figuras 1.4 y 1.5. Dibujos extraídos de la primera edición de Essays on The Anatomy of
Expression in Painting
Esta anatomía y fisiología especiales son particularmente observables cuando
realizamos combinaciones de disposiciones anatómicas entre seres humanos y animales.
Atribuir a un ser humano, por ejemplo, las características propias de un animal alegre,
como lo es el batir de cola de los perros es, sin duda, animalizar al ser humano dado que no
poseemos esa disposición anatómica. Por su parte, cuando le atribuimos al animal
características expresivas propias del ser humano, lo humanizamos y caricaturizamos, como
bien demuestra Bell en el dibujo de un caballo con expresiones faciales propias de la
anatomía y la fisiología humana, como lo es la sonrisa y la mirada:
22
Bell ya consideraba esta capacidad algunas décadas antes de que William James desarrollara su
teoría perceptiva de la emoción.
31
Figura 1.6. Dibujo extraído de la segunda edición de Essays on the Anatomy and
Philosophy of Expression.
Si estas posturas se aprecian tan artificiales, es porque estamos haciendo
combinaciones antinaturales respecto a la expresión emocional de cada tipo de criatura. El
arte, entonces, es un buen indicativo del logro o fracaso de la atribución de ciertas
características anatómicas y fisiológicas naturales respecto de la expresión emocional.
Caracterizarlas expresiones como exclusivas del ser humano, o del animal herbívoro, o del
animal carnívoro, hace parte del intento de Bell por lograr la comprensión de una anatomía
puesta al servicio del arte y viceversa.
En esta breve sección, hemos visto la complejidad de la obra de Bell sobre la
expresión. Antes de Darwin, Bell ya utilizaba la anatomía comparada para estudiar las
posibles diferencias y similitudes anatómicas, fisiológicas y hasta mentales entre seres
humanos y animales. Sin embargo, mientras Darwin se enfocó en las similitudes de todo
orden, Bell se dedicó a señalar la anatomía y fisiología particular del aparato expresivo
humano. Al enmarcar al hombre dentro de una concepción teística, Bell entendió que la
disposición funcional perfecta de cada una de las partes del cuerpo humano, se
correspondía a su lugar especial respecto del resto de los animales. A diferencia de ellos, el
ser humano había sido dotado, gracias a su anatomía, de la capacidad de hablar y expresar
sus estados mentales a través del cuerpo, de una forma rica y variada. La comprensión de
esta riqueza expresiva, debía dar a los artistas una gran cantidad de herramientas para
32
representar de forma fiel a la realidad y conmovedora para los espectadores, la perfección
de la estructura y funciones del cuerpo humano.
3. Recapitulación y prospectiva
A lo largo de este capítulo hemos recogido los motivos que llevaron a Darwin a
desarrollar su obra La expresión de las emociones en los animales y en el hombre. Hemos
señalado que, motivado por profundos intereses de carácter personal y dispuesto a señalar
la continuidad evolutiva de las facultades anatómicas y psicológicas del ser humano, el
naturalista recurre a la obra de Sir Charles Bell para aprovechar, pero sobretodo discutir,
elementos claves de su propuesta anatómica y fisiológica. Darwin responde directamente a
dos argumentos: el de la anatomía especial que deriva en el argumento fisiológico que
otorga funciones fisiológicas y expresivas exclusivas en el hombre. También refuta el
argumento filosófico-teológico de Bell, que se encuentra basado en una comprensión
teística de la naturaleza de la expresión. Esto le permite comprenderla de una forma
exclusivamente biológica, que le obliga concluir que no existe expresión emocional. En
consecuencia, desatiende por completo al propósito estético que tanto había inquietado a
Bell y que se deriva de la funcionalidad que este último otorga a la expresión.
Respecto del argumento anatómico de Bell, Darwin parece dubitativo en su libro
sobre la expresión. No conoce bien, como sí lo hace Bell, la compleja estructura del sistema
nervioso y las funciones de cada departamento de nervios y órganos. Sin embargo, Darwin
no necesita de este conocimiento para advertir que los músculos presentes en el rostro
humano, también se encuentran presentes en muchos animales superiores. Al igual que los
perros o los simios, también nosotros apretamos los dientes y fruncimos el ceño cuando
sentimos ira, ¿no sería esto una prueba entonces de que ellos y nosotros poseemos
músculos dispuestos de manera casi idéntica, siendo tal vez unos más desarrollados que
otros? Las diferencias sutiles entre los músculos del rostro de unos y otros, sólo probaría,
según la teoría evolutiva de Darwin, que las diferencias son de grado pero no de tipo.
33
El sistema respiratorio, que para Bell confería la capacidad exclusiva en el ser
humano de expresar emociones, en Darwin pone en funcionamiento los mismos tipos de
músculos en unos y en otros:
Pero el sencillo hecho de que los monos afines al hombre posean los mismos músculos
faciales que nosotros hace improbable el que esos músculos tengan en el hombre
exclusivamente la misión de una expresión facial; porque creo nadie querrá admitir que los
monos dispongan de músculos especiales al solo objeto de manifestar sus repugnantes
muecas.” (Darwin citado por Bühler, 1980, p. 120).
Entonces, según la cita, si compartimos estructuras anatómicas y capacidades
expresivas similares, a veces incluso idénticas, con otros animales, el argumento fisiológico
de Bell también se derrumbaría. Si ciertos músculos y expresiones faciales existen
exclusivamente para expresar a otros nuestros sentimientos, sería necesario admitir, o que
los monos desean expresarse y comunicarse con otros a través del rostro, o, que, de hecho,
la expresión no existe para comunicarnos. Darwin, como ya es claro en este punto, se
inclinará por la segunda opción, la cual será parte fundamental de sus ideas sobre la
expresión y concluirá que la naturaleza biológica de la expresión hace que no ésta no tenga
una función expresiva
De esta forma, si ningún músculo del rostro podría estar diseñado para algún
propósito específico, tampoco podría tener una función expresiva en concreto. A diferencia
de Bell y, contradiciendo el argumento de la creación especial, Darwin sostiene que no
existe ningún músculo, nervio u órgano que existiese para alguna tarea específicamente
humana, si bien algunos de ellos nos proporcionan, de forma accidental, habilidades
particulares. Las expresiones emocionales entonces, se deben a la asociación de hábitos
útiles en el pasado, pero también muchas de ellas parecen ser meramente accidentales y
heredadas de forma casual a medida que se imprimen ciertas conductas antitéticas o
involuntarias en los individuos (Darwin, 1984, p. 59).
Bien sea que hagan parte de hábitos que tuvieron funciones adaptativas en el
pasado, sirvan como antítesis de cierto estado mental o sean parte de reacciones fisiológicas
involuntarias, la expresión emocional se origina en los procesos adaptativos en todos los
34
mamíferos superiores. Así, los dos frentes de ataque de Darwin a la teoría de Bell, el
anatómico y el fisiológico, pretenden probar precisamente que los principios de la
expresión pueden aplicarse análogamente en seres humanos y animales y que,
independientemente de la intervención del Creador, la expresión emocional tiene un
carácter natural que nos vincula con el resto de los animales. No existen entonces músculos
exclusivos del rostro humano y tampoco poseen éstos una función expresiva especial que
no se encuentre presente en el resto de los animales, al menos, en los mamíferos superiores.
Sin embargo, hay un desequilibrio entre los frentes de trabajo de Bell y la respuesta
de Darwin. Este último responde a los argumentos anatómicos y fisiológicos, y
tangencialmente también ataca los presupuestos filosófico-teológicos de Bell, pero olvida
uno de los puntos más relevantes de la teoría del escocés: la aplicación de la teoría de la
expresión emocional en el campo estético. Darwin no se manifiesta respecto del increíble
potencial estético que tiene la expresión emocional, sobre todo en un nivel comunicativo.
Al relegar la comunicabilidad de la emoción a un plano casi accidental, la expresión
emocional como herramienta estética queda completamente opacada. Por el contrario, Bell
había mostrado que las capacidades comunicativas y mentales exclusivas en el hombre,
como la imaginación, la anticipación y la memoria, nos permitían comprender de forma
compleja las expresiones emocionales de otros, capacidad que podía ser aprovechada en el
plano estético o pedagógico para producir reacciones e provocar expresiones, emociones y
acciones concretas en los espectadores. El estudio del alcance estético y expresivo que
puedan tener los principios generales de la expresión propuestos por Darwin y el saldo de
esa deuda que tiene el naturalista con Sir Charles Bell, es una tarea que corresponde realizar
en estudios posteriores.
A manera de síntesis, el siguiente cuadro recoge las conclusiones a las que llega
Charles Bell respecto de la naturaleza y la función de la expresión emocional y que será
objeto de críticas en la obra de Darwin, objeto de estudio del siguiente capítulo:
35
La expresión emocional según Charles Bell
Naturaleza Función Utilidad
Teológica
Expresiva:
Comunicativa
Estética
Estética
Abandonamos ahora la historia del libro, para entrar a la exposición de las ideas de
Darwin sobre la expresión. ¿Por qué Darwin abandona la funcionalidad de la expresión e
ignora la utilidad estética de la misma? A esto dedicaremos el segundo capítulo del trabajo.
36
Capítulo segundo
El antiexpresivimo evolucionista de Charles Darwin
Pero el simple hecho de que los monos antropomorfos posean los mismos músculos faciales que
nosotros hace muy improbable que dichos músculos sirvan en nuestro caso tan sólo
para la expresión. Pues sospecho que nadie se inclinaría a admitir que
los monos hayan sido dotados con músculos especiales
sólo para exhibir sus horribles muecas.
Charles Darwin, La expresión de las emociones en los animales y en el hombre
El tema de este capítulo ya no es el surgimiento y contexto de la obra de Darwin,
sino sus ideas mismas sobre la emoción y la expresión emocional. El propósito es exponer
dichas ideas para comprender por qué se desestima la función expresiva y la utilidad
estética de la expresión emocional. La tesis que sostenemos es que, en su obra, Darwin
desarrolla dos conjuntos de ideas, algo difíciles de rastrear, sobre la emoción: (i) que los
seres humanos compartimos emociones con otros animales, dado que estas hacen parte de
facultades mentales comunes y (ii) que la expresión emocional es común a seres humanos y
animales superiores, incluso en expresiones específicas. Esto nos permite concluir que, para
Darwin, la emoción posee una naturaleza biológica pero no una función expresiva. Para
defender esta tesis, exponemos, en una primera parte, el estudio de la continuidad
filogenética de la emoción, contenida en los capítulos dos a cinco de El origen del hombre
y la selección en relación al sexo (1871), y, en una segunda parte, la continuidad
filogenética de la expresión emocional, contenida en La expresión de las emociones en los
animales y en el hombre (1872).
37
1. El origen evolutivo de las emociones
En la introducción de El origen del hombre Darwin pone de manifiesto el problema
principal que supone el caso de las emociones y la expresión emocional para su teoría
biológica general: los argumentos anatómicos y fisiológicos de Sir Charles Bell que
negarían la ascendencia animal del hombre (Cf. Darwin, 1871, p. 5). Particularmente, nos
interesa rastrear el análisis de Darwin respecto de la naturaleza y la función de la emoción y
la expresión emocional. Para ello, nos basamos en los capítulos dos a cinco de El origen del
hombre, en donde el autor se propone analizar la continuidad de algunas facultades
mentales.
En el primer capítulo de El origen del hombre Darwin había logrado establecer la
relación de parentesco existente entre familias de animales a través de la comparación de
sus estructuras anatómicas. Había logrado probar, según le parecía a él, que la semejanza
del diseño anatómico era una prueba de que ciertos caracteres se desarrollaban y
perfeccionaban a través del tiempo, para dar origen a especies más evolucionadas y mejor
adaptadas (Cf. Le Gross Clark, 1971, p. 94). La similitud del cráneo, la dentadura o el
desarrollo embrionario de los animales vertebrados con el ser humano, podía demostrar la
posesión común de estructuras que revelan ascendencia común. Esto significa que podemos
rastrear el pasado evolutivo de los animales si comparamos la estructura y desarrollo de sus
cuerpos a través del tiempo.
Para esto, Darwin y los anatomistas de la época, se basaban en comparaciones
anatómicas de animales vivos, y también de los escasos registros fósiles, en donde se
pretendía buscar los caracteres diferenciales del ser humano. Sin embargo, el orden
explicativo de Darwin se invierte respecto, por ejemplo, del de Bell: en lugar de buscar
anatomía especial en el hombre, es decir, enfocándose en las diferencias estructurales entre
ellos y nosotros, Darwin se concentra en la anatomía compartida para demostrar, entre otras
cosas, que el ser humano constituye sólo una especie más respecto del resto de los animales
y que los principios utilizados para explicarlos a ellos, también se aplican a nosotros. Los
38
órganos rudimentarios le dan a Darwin el ejemplo perfecto para refutar, dentro de la
estructura de su teoría, que el ser humano no tenga un linaje común con algunos primates.
Los órganos rudimentarios en el ser humano, como la movilidad de las orejas, los caninos,
el apéndice o las glándulas mamarias en los hombres, al carecer de una función, existen
como productos residuales de estructuras que se encuentran en proceso de eliminación
gracias a la selección natural (Darwin, 2009a, p. 19).
Con esto en cuenta, Darwin entra a argumentar a favor de la ascendencia animal del
hombre respecto de sus facultades mentales, tal vez el punto más controversial de su teoría.
Ya habiendo probado que los animales y los seres humanos poseen estructuras anatómicas
similares, debía ahora probar que también sus facultades psicológicas eran correlativas. Era
relativamente fácil admitir que nuestras manos, cráneos, dientes u órganos eran a veces
idénticos a los de otros animales, pero respecto de nuestras capacidades mentales
parecíamos diferir en grado sumo. Si hay una diferencia de tipo en nuestra anatomía
psicológica (cerebro) o nuestra fisiología (pensamiento, lenguaje, emoción) la ascendencia
animal del hombre podría ponerse en entre dicho, contradiciendo toda la teoría de Darwin.
Así las cosas, era necesario establecer si las facultades mentales se desarrollan de
forma gradual. Lo que está a la base de este problema es si, como con las estructuras
anatómicas, las facultades mentales también varían respecto a su grado pero siguen siendo
del mismo tipo. La apuesta de Darwin, ya desde el capítulo dos de El Origen del hombre, es
que no podía existir un argumento anatómico o fisiológico que desmontara esta teoría, ya
que seguramente no habría ninguna variación esencial entre el cerebro de un salvaje y el de
Newton o Shakespeare, pues simplemente se trataba de casos en donde ciertas facultades
estaban más o menos desarrolladas, teniendo la misma naturaleza (p. 35).La diferenciación
o variabilidad entre individuos de una misma especie es, para Darwin, una consecuencia
inevitable del proceso evolutivo, consecuencia que se aplica de igual forma en un nivel
interespecífico.
Si los individuos de una misma especie difieren bastante respecto de sus
características mentales, ¿por qué no podríamos suponer que este es el caso de las
39
facultades mentales entre los simios y los seres humanos, por ejemplo? En los capítulos
subsiguientes, Darwin se dedica a intentar responder a esta pregunta rastreando el caso de
algunas facultades mentales, que son aparentemente exclusivas del ser humano, en los
animales inferiores. Para ello, se basa en la observación de comportamientos o hábitos que
tienen algunos animales, y que nosotros podríamos relacionar con estados o procesos
mentales que conocemos. El supuesto que está a la base de este método es que las
facultades mentales pueden ser rastreadas según los comportamientos de los individuos,
pues existe una relación directa y necesaria entre estas y aquellos.
Los biólogos y etólogos evolucionistas actuales llaman a este tipo de estudio, un
estudio de carácter homológico. Este se basa en establecer la relación que tienen dos
estructuras, normalmente anatómicas, cuando provienen de una misma línea filogenética y
cuyo paralelismo se debe a una ascendencia común. Es el caso, por ejemplo, de los brazos
humanos y las aletas de las ballenas, que, teniendo un origen común, han evolucionado en
dos especies diferentes y ejerciendo funciones específicas concretas y diferenciales. En
contraste, la homoplasia o analogía, se refiere a la comparación de estructuras que han
evolucionado de manera convergente pero adquiridas de una forma filogenéticamente
independiente. Es el caso, por ejemplo, de los diferentes tipos de alas que se encuentran en
el reino animal, como es el caso de las de los murciélagos, las aves o las mariposas, que se
desarrollan de forma similar, para ejercer una misma función, pero que no se evolucionaron
a través a ascendencias comunes.
Nótese que, tanto la homología como la analogía, suelen suponer una relación
intrínseca existente entre la estructura y la función que esta cumple en la vida del animal.
Como ya hemos visto, en la teoría de Darwin, esto parece estar supuesto a pesar de que los
órganos rudimentarios suponen un caso interesante en donde la homología no puede ser
atribuida al caso de estructuras residuales producto del desuso de las mismas o la selección
natural. Sin embargo, en El origen del hombre se pretende usar la homología para dos casos
especialmente problemáticos: el comportamiento y la psicología. El supuesto es que los
comportamientos son homólogos a las facultades mentales, así como a las estructuras
40
anatómicas que los acompañan, con lo que se establecería una relación estrecha entre las
tres obras de Darwin.
Por un lado, nos encontramos con las estructuras morfológicas, tratadas
profundamente en El origen de las especies. Estas estructuras están íntimamente ligadas
con la función que poseen: algunas de ellas evolucionaron porque suponían ventajas
adaptativas y otras existes como vestigios inoperantes. Sin embargo, cuando entramos a
hablar de las facultades mentales en términos homológicos el problema se vuelve un tanto
más complicado. Efectivamente, se puede hacer una correlación entre las facultades
mentales, la función de estas y la morfología del cerebro, pero para ello deberíamos asumir
que (i) existe una conexión causal y (ii) siempre correspondiente entre las tres.
Normalmente, la homología se enfoca en el análisis de la función y de la estructura
en una tendencia por ligarlas irrevocablemente. Sin embargo, al hablar de comportamiento
no podemos hacer referencia directa a una conexión causal con las estructuras
morfológicas, ya que, evolutivamente hablando, pocas veces se conservan estas estructuras.
Para el caso del comportamiento, los estudiosos actuales consideran que el comportamiento
debe caracterizarse más bien en términos funcionales:
El ejemplo de la conducta aquí, representa algo más que sólo una analogía de las mentes,
tanto porque las mentes y los comportamientos que ellas producen están conectadas
causalmente como porque nuestras inferencias sobre el diseño de la mente se basan
únicamente en la interpretación de los patrones de comportamiento que podemos observar.
Y, como otros han argumentado convincentemente (p.j, Povinelli et al, 2000), la evidencia
de la similitud de comportamiento entre los organismos no constituye necesariamente una
evidencia de la similitud de la mente entre ellos. Así como, funcionalmente, similares
anuncios territoriales en diferentes taxones de primates pueden ser apoyados por estructuras
anatómicas diferentes, también podrían comportamientos sociales complejos similares en
varias especies ser apoyados por diferentes procesos mentales. (Rendal et al, 2007, p 67)23
23
Texto original: “But the example of behaviour here represents more than just an analogy for minds
both because minds and the behaviours they produce are causally connected and because our
inferences of mind design are generally based only on interpretations of the behaviour patterns that
we can observe. And, as others have compellingly argued (e.g. Povinelli et al., 2000), evidence for
behavioural similarity among organisms does not necessarily constitute evidence for mind
similarity among them. Just as functionally similar territorial advertisement in different primate taxa
can be supported by different anatomical structures, so too could similarly complex social
behaviours in various species be supported by different mental processes.
41
A pesar de que, como se aprecia en la cita, hoy en día consideremos realmente
difícil realizar una homología necesaria entre las estructuras, la mente y el comportamiento,
para Darwin, debía existir una homología relativamente constante respecto de la
morfología, la psicología y la función de estas facultades psicológicas. Es decir, que, como
en el caso de las estructuras anatómicas, las facultades psicológicas debían ser observables
en el comportamiento de los animales y viceversa. Sería absurdo pensar entonces, que un
animal muestra un comportamiento temeroso sin tener la facultad psicológica de sentir
miedo o que el miedo no tenga ninguna influencia en el comportamiento del animal.
Respecto de la función que tiene el comportamiento, para nuestro estudio especialmente, el
comportamiento expresivo, Darwin debía recurrir a comprender la expresión bajo
principios funcionales netamente biológicos. Sin embargo, para el caso de la facultad
psicológica de tener emociones, objeto de estudio de esta sección, resulta evidente para
Darwin la relación necesaria existente entre estas tres partes, como se muestra en la figura:
Figura 2.1
Para desarrollar la tesis de la continuidad de las facultades mentales, tesis dada por
homología respecto de la morfología de los animales, Darwin debía poder sostener que
estas facultades se desarrollan desde los instintos más primarios. Este es un punto
Morfología (estructura)
Función
(comportamiento)
Psicología
(facultad mental)
42
importante en la obra de Darwin, derivada de su teoría de la evolución por medio de
selección natural. El supuesto es que los hábitos se convierten en instinto y se heredan de
padres a hijos por selección natural o por variaciones de acciones instintivas. Así, las
facultades mentales se desarrollan (a) por la variabilidad de los órganos mentales o (b) de
forma accidental gracias a la selección natural. Estas reglas de variación son explicadas por
Darwin de forma detallada en el capítulo cuarto de El origen del hombre y serán explicadas
más adelante. Por ahora, nos interesa explicar que Darwin analiza la psicología animal y
humana bajo el supuesto de que las facultades mentales funcionan como el resto de
caracteres adquiridos por selección natural, o por hábitos e instintos sociales heredados.
La primera facultad mental a analizar es, sorprendentemente, la emoción. La
estructura explicativa de estos capítulos de El origen del hombre parece ir en orden
creciente respecto a la complejidad de las facultades mentales. Así, primero se dedica a
analizar las facultades que fácilmente parecen reconocerse como comunes, como la
emoción o los instintos sociales, hasta dar con las facultades que parecen ser más
exclusivas del ser humano como la razón o el lenguaje. Entonces, la emoción, en tanto
facultad mental básica, funciona a manera de instinto en casi todos los animales superiores.
Recordemos que en el Ensayo sobre el instinto Darwin ya había argumentado a favor de la
tesis de que algunas emociones, manifiestas en los niños desde que nacen, no podían estar
asociadas al aprendizaje o la cultura y que, por tanto, eran comunes en seres humanos de
forma universal. Ahora, esta tesis se extendería al caso de algunos animales superiores
gracias a la gradación de las facultades mentales comunes.
La tesis implícita de Darwin es, que si podemos observar comportamientos análogos
a los nuestros en los animales, presumiblemente estén experimentando sensaciones
similares, de tal manera que se puede afirmar, según este criterio, que los animales “son
excitados por las mismas emociones que nosotros” (Darwin, 2009b. 39).24
Así, la primera
emoción que Darwin reseña es la de la felicidad, manifiesta en el gusto que parecen sentir
los animales cuando juegan o son acariciados. El terror, dice, es la segunda emoción que
parece afectarlos dadas las señales visibles en su comportamiento como el temblor o el
24
Texto original: “…the lower animals are excited by the same emotions as ourserlves…”
43
cambio en el color del cabello. Dice también que los animales sienten rabia pues gruñen y
asumen posturas furiosas, así como presupone rasgos de carácter en el caso de los perros y
los caballos, en donde algunos paren ser constitutivamente más malhumorados que otros. El
amor maternal es tal vez la emoción que más asume Darwin como existente en el caso de
los animales, el cual puede derivar en una profunda tristeza en el caso de la pérdida de los
hijos. Asume que existen otras emociones, que hoy ciertamente llamaríamos de otra forma,
como la sospecha, el coraje, la timidez, la necesidad de aprobación y desaprobación, el
orgullo, el aburrimiento, la curiosidad o la esperanza.
Gracias a la tesis homológica, Darwin admite fácilmente la existencia de las
emociones en el caso de los animales. Los comportamientos emocionales que poseen, como
asustarse frente a un ruido, recibir jovialmente al amo que regresa después de un viaje o el
cuidado de las madres hacia sus crías, son suficientes para asumir que la naturaleza los
animales poseen la capacidad de sentir temor, alegría o amor. La selección natural, al actuar
sobre el instinto, los hábitos y las facultades mentales, no seleccionaría la emoción si esta
no tuviese una utilidad en la vida del animal:
Ahora me he esforzado en mostrar que algunos de los caracteres más distintivos del
hombre, con toda probabilidad han sido adquiridos, ya sea directamente, o, más
comúnmente, indirectamente, a través de la selección natural. Debemos tener en
cuenta que las modificaciones en la estructura o constitución, que no sirven a un
organismo para adaptarlo a sus hábitos de vida, a la comida que consume, o
pasivamente, a las condiciones del entorno, no puedo haber sido adquirido.
(Darwin, 2009b, p. 151). 25
Como se aprecia en la cita, en la teoría de Darwin ningún elemento morfológico,
psicológico o etológico se adquiere sin que este suponga alguna utilidad para el animal. Las
mutaciones que no son útiles, simplemente desaparecen o hacen que una especie no logre
adaptarse y se extinga. De esta forma, la emoción ha evolucionado junto con el resto de
facultades mentales, porque provee a los animales de ventajas adaptativas. El miedo les
25
Texto original: I have now endeavoured tos hew that some of the most distinctive characters of
man have in all probability been acquired, either directly, or more commonly indirectly, through
natural selection. We should bear in mind that modifications in structure or constitution, which are
of no service to an organism in adapting it to its habits of life, to the food which it consumes, or
passively to the surrounding conditions, cannot have been thus acquired.
44
ayuda a huir del peligro, la rabia les permite defenderse a sí mismos y a su territorio, y el
amor maternal les permite cuidar a sus crías y protegerse unos a otros (Cf. P. 40).
Al ser las emociones objeto de selección natural, estas se convierten en instinto
gracias a la herencia o la variabilidad de los órganos mentales. Esta es la razón por la cual
los animales no necesitan del aprendizaje o la cultura para desarrollar muchas de estas
capacidades mentales. La actuación de la selección natural sobre los hábitos, permite a los
animales nacer con la capacidad de sentir ciertas emociones. Esto le permitió a Darwin dar
cuenta del por qué existían emocionales que eran observables, tanto en animales como en
seres humanos, desde sus primeros días de vida. Sin embargo, Darwin aún debía dar cuenta
del argumento externalista, esto es, la función, no sólo de la emoción misma, sino de la
expresión de la emoción.
2. Las funciones adaptativas de las expresiones emocionales
En El origen del hombre, Darwin había sido capaz de rastrear la continuidad de
algunas facultades mentales comunes, entre ellas la emoción, utilizando la psicología
comparada. Si el medio para probar que compartimos emociones con los animales era la
comparación de la conducta emocional, Darwin debía ser capaz entonces de dar cuenta de
la continuidad de esta conducta. De este modo, si quería que el caso de la expresión fuese
consistente con el resto de su teoría y, además, lograr responder a la obra de Sir Charles
Bell, era necesario que Darwin diera una explicación concreta de la expresión emocional.
Así, rechazando las ideas de Bell que daban al hombre tanto una anatomía como una
fisiología exclusiva presentes en la expresión, Darwin debía poder explicar el común origen
de ésta, y el papel que juega en la vida de los animales, pero aludiendo a principios
explicativos diferentes a los del escocés.
Recordemos que en La expresión de las emociones en los animales y en el hombre
Darwin tenía el propósito explícito de responder a la obra de Charles Bell sobre la
expresión. Recordemos también, que debía, por razones internas a su teoría biológica,
poder responder a los dos argumentos centrales de la obra de Bell, (i) el anatómico: que
45
existen músculos exclusivos en el rostro humano dada su naturaleza, y (ii) el fisiológico:
que existen músculos que están destinados exclusivamente para la expresión emocional.
Darwin intenta refutar a estos dos argumentos dadas las consecuencias derivadas de estos, a
saber, que la anatomía, la fisiología, y la naturaleza en general, operan bajo principios
teleológicos y que la expresión emocional posee una función orientada por un propósito
comunicativo.
Si se admite que existen músculos exclusivos en el rostro humano, se estaría
negando, tangencialmente, la ascendencia animal del hombre, aunque este no sea el punto
relevante para el trabajo de Darwin, ni el nuestro. Lo que es relevante de este primer punto
es que, al admitir que el hombre proviene de una forma de vida inferior, sus características
anatómicas podrían ser rastreables en otros animales. Los ojos, las manos o los órganos,
difieren en grado, dado que en nosotros algunas estructuras están más perfeccionadas, pero
tipológicamente son similares en casi todos los animales. Así las cosas, si bien en nosotros,
los músculos del rostro pueden llegar a ser más complejos, podemos rastrear los mismos
tipos de músculos en otros animales, especialmente en los primates superiores. Entonces,
no es que existan músculos exclusivos en el rostro de los seres humanos, sino que algunos
músculos, también presentes en otros animales, pueden ser más visibles o complejos dado
nuestro proceso evolutivo concreto. La naturaleza de la expresión entonces, obedece a
principios biológicos que están presentes en el resto de los seres vivos.
De forma similar, si admitimos que existen músculos destinados exclusivamente
para la expresión, se estaría dando por supuesto que la naturaleza opera bajo un principio
teleológico. Darwin debía demostrar que ninguna parte del cuerpo ha sido diseñada para un
propósito exclusivo, sino que todas hacen parte de estructuras que han evolucionado gracias
a la selección natural y, en ocasiones, gracias a ventajas adaptativas accidentales. Esto hace
que se niegue directamente que la expresión emocional exista por su función comunicativa,
como lo suponía Sir Charles Bell, pues tendríamos que estar dispuestos a admitir que los
animales poseen la facultad de tener expresiones emocionales para comunicarse con otros,
lo cual parece poco plausible y contrario a la teoría de la selección natural. Pero, de igual
forma, si admitimos que la expresión existe porque posee alguna utilidad adaptativa, los
46
argumentos contra Bell decaerían, puesto que Darwin tendría que afirmar que existen
ciertos músculos destinados exclusivamente para la expresión. La intención de evitar esta
trampa argumentativa es explícita en la introducción de La expresión de las emociones en
los animales y en el hombre:
No cabe duda que, cuando el hombre y otros animales son vistos como creaciones
separadas, se levanta una barrera frente a nuestro deseo natural de investigar hasta
donde sea posible las causas de la expresión. Por medio de esa doctrina todas y cada
una de las cosas pueden explicarse con la misma facilidad, lo cual ha demostrado
ser tan pernicioso respecto de la expresión como respecto a cualquier otra rama de la
ciencia natural. Respecto del hombre, algunas expresiones tales como el erizamiento
del cabello bajo la influencia de un terror extremo, o el descubrir los dientes bajo la
influencia de una rabia salvaje apenas podrían comprenderse a no ser suponiendo
que el hombre existió en algún momento en una condición inferior, similar a la de
los animales. (Darwin, 1984, p. 43).
Como la anatomía, la psicología comparada podía dar cuenta de muchísimos
ejemplos de conductas que se manifiestan en expresiones que compartimos con algunos
animales, como la sonrisa o el temblor, que también parecían poder expresarlos monos y
otros mamíferos superiores. Pero, además de eso, Darwin también podía dar cuenta de la
universalidad de la expresión emocional comparando las diferentes expresiones de
individuos provenientes de pueblos primitivos, niños pequeños o discapacitados mentales.26
Esto le permitió, como lo vimos anteriormente, equiparar la expresión emocional al
instinto, e incluso a algunas acciones reflejas, tema en el que profundizaremos más
adelante. Ya en sus Cuadernos M y N, Darwin explicaba su comprensión de la emoción y la
expresión, basada en una regla general: “La conducta intencional practicada durante mucho
tiempo se convertiría en heredada e instintiva, a pesar de no tener ninguna función
biológica.”(Richards, 1987, p. 232). 27
26Es bien conocido el interés de Darwin por saber si las expresiones y gestos se presentaban de igual
manera en las diferentes culturas, razas y pueblos alrededor del mundo. Hacia 1867 había enviado a
colegas naturalistas y misioneros que vivían en colonias europeas en casi todos los continentes, un
cuestionario en donde pretendía saber si las expresiones de los europeos eran comunes a las de los
pueblos aborígenes más primitivos. Los resultados fueron conclusivos: los estados mentales
parecían expresarse de forma más o menos uniforme a través de todo el planeta. (Cf, Darwin, 1999,
p. 22). 27
Texto original: “[I]ntentional behavior long practiced would become inherited and instinctive,
even though it has no biological function.”
47
Así las cosas, si la expresión emocional no puede explicarse por su utilidad
comunicativa ni por su utilidad adaptativa, debía existir algún principio que explicara la
existencia de la expresión emocional, tanto en el hombre como en el resto de animales. La
estrategia debía ser entonces, comprobar que la expresión emocional era más bien un efecto
de conductas intencionales en el pasado, que ahora son heredadas e instintivas a pesar de
que carezcan de una función adaptativa concreta. Para demostrar este principio general,
Darwin acude a especificar los mecanismos de la expresión a través de tres principios
específicos: (i) el principio de asociación de hábitos útiles, (ii) el principio de la antítesis,
(iii) el principio de la acción directa del sistema nervioso, con independencia de la voluntad
y en parte del hábito.
1.1. El principio de asociación de hábitos útiles
El principio de asociación de hábitos útiles dice que las acciones que en algún
momento fueron voluntarias, en especial para evitar sensaciones desagradables, han sido
asociadas a cierto estado emocional a través del hábito y han quedado fijadas en nosotros
gracias a la herencia y la asociación. Así, por ejemplo, el parpadeo automático o la
inspiración violenta cuando nos estremecemos frente a un ruido repentino, parecen estar
asociados con la necesidad de proteger los ojos y prepararse para algún esfuerzo violento,
respectivamente. Para explicar este principio, Darwin da dos tipos de argumentos
interconectados: el primero es un argumento fisiológico, que pretende explicar el por qué se
fijan los hábitos y cómo se producen las acciones reflejas, y el segundo es un argumento
psicológico, que pretende explicar cómo algunas expresiones comunes a hombres y
animales, han sido asociadas a estados emocionales.
Su primer argumento se basa en la noción fisiológica de que una de las razones por
las cuales algunos movimientos quedan fijados en la conducta a pesar de su poca o nula
utilidad, es que el uso continuo de ciertos músculos o nervios aumenta el poder de
transmisión de las señales nerviosas. Así, si realizamos un movimiento continuo, los
canales nerviosos estarán más propensos a transmitir esas señales cuando, en un futuro,
realicemos una acción asociada a este movimiento. Esta idea, que Darwin debe
48
principalmente a Spencer (Cf. Fridlund, 1999, p. 37), tiene una importante consecuencia:
estos hábitos que han quedado fijos en el sistema nervioso, son heredables de padres a
hijos. El ejemplo característico de Darwin es el de la polilla, que inmediatamente después
de salir del capullo, empieza a desenroscar su trompa para alimentarse de las flores, sin que
nunca antes lo hubiese intentado o aprendido cómo hacerlo (Darwin, 1984, p. 63).
En el caso de las acciones reflejas, dice Darwin, la explicación fisiológica se da a
través de “[…] la excitación de un nervio periférico que transmite su influencia a ciertas
células nerviosas y éstas a su vez hacen entrar en acción a ciertos músculos o glándulas.”
(p. 66). Las acciones reflejas ocurren sin la influencia de la voluntad pero, en ocasiones,
tienen cierta utilidad, incluso cuando se ejercitan de forma consciente. Toser, por ejemplo,
acto reflejo presente en los niños desde que nacen, libera las vías respiratorias de objetos
extraños, y aclarar la garganta, acto en su mayor parte voluntario y que los niños aprenden
con el tiempo, tiene exactamente el mismo propósito. De esta forma, las acciones reflejas
tienen un carácter involuntario, heredado y natural desde que el animal nace, y un carácter
voluntario, alimentado por la imaginación, la cultura, la educación y la asociación.
La expresión emocional opera bajo este principio de hábitos que alguna vez fueron
voluntarios, y a veces útiles, pero que llegaron a ser involuntarios y asociados a respuestas
automáticas del sistema nervioso. Por ejemplo, cuando algunos animales se sienten
amenazados, agachan las orejas y las pegan a la cabeza. La explicación que Darwin da a
este comportamiento es que cuando los animales que tienen dientes luchaban y agachaban
las orejas, esto les brindaba una protección contra las mordidas de sus contrincantes. Como
resultado de este hábito, cada vez que estos animales se encuentren bajo un estado mental
agresivo, incluso artificial, como ocurre durante el juego de los cachorros de gato o perro,
sus orejas se dirigirán hacia atrás (Cf. p. 135).
Al observar estas conductas y sacar estas conclusiones, Darwin se dio cuenta que el
carácter expresivo de las emociones es derivado de esta asociación de hábitos útiles, con lo
que establece su argumento psicológico. En otras palabras, las orejas agachadas o el pelo
erizado son asociados a la ira o a una actitud amenazante y no al contrario. Debatiendo el
49
argumento de Bell, la función comunicativa de la expresión se basaba en la asociación y la
costumbre, de tal modo que, si bien las orejas agachadas son útiles en una lucha, este hábito
confiere al animal una expresión agresiva, así no esté luchando con algún otro: “[Darwin]
sostuvo que entre nuestros ancestros, si un determinado estado mental a menudo se
acompañaba de acciones que portaron alivio o gratificación, entonces esas acciones después
acompañarían a ese estado mental.” (Richards, 2003, p. 110). El orden de la explicación
aquí entonces se invierte respecto de la explicación de Bell: las acciones reflejas que fueron
útiles, al acompañar accesoriamente a la emoción, se refuerzan gracias al hábito, y se
asocian con el estado mental mismo.
El principio de hábitos útiles señala entonces, que la expresión no posee una función
esencialmente útil o comunicativa. El carácter expresivo de la expresión es atribuido
gracias a la fuerza del hábito que, si bien alguna vez fue útil, es ahora sólo asociado con
cierto estado mental, lo cual permite conferir estados emocionales al observar expresiones
particulares. Cuando vemos palidecer a alguien que tiene sus ojos fijos en un objeto y tiene
temblores incontrolables, conferimos a esta persona un estado mental alterado,
presumiblemente asociado al terror. No palidece para comunicarnos su estado ni tiembla
porque esto le provea alguna ventaja adaptativa concreta en esa situación particular. Si bien
el temblor o el palidecer fueron útiles cuando nuestros antepasados se enfrentaban a
peligros en donde irrigar sangre a las extremidades era de vital importancia, para Darwin,
palidecemos y temblamos porque hemos heredado ese hábito así, en la mayoría de los
casos, no suponga ninguna utilidad y muchas veces sea infundado. La asociación del
palidecer o el temblor con el miedo, es una consecuencia, no una causa, de la expresión:
Nótese que Darwin, al rastrear las expresiones emocionales en sus presuntos patrones
de acción subyacentes, aseguró que las expresiones emocionales evolucionaron, no con
el propósito de expresar la emoción, sino para otros fines; es sólo porque acompañan
fiablemente a otras acciones asociadas con emociones fuertes (por ejemplo, morder a
un atacante), que las consideramos “emocionales”.(Cornelius, 1996, p. 24).28
28
Texto original: Notice that Darwin, by tracing emotional expressions to their presumed underlying
action patterns, claimed that emotional expressions evolved not for the purpose of expressing
emotion, but for other purposes; it is only because they reliably accompany other actions associated
with strong emotion (say, biting an attacker) that we consider them “emotional”.
50
1.2. El principio de antítesis
El principio de la antítesis es derivado del principio anterior, pues establece que
cuando ciertas acciones están asociadas a un estado mental particular, la aparición de un
estado mental opuesto tenderá a generar un comportamiento de naturaleza contraria. Es
decir, que la conducta expresiva asociada a una emoción a veces ocurre por la influencia de
un estado mental antitético que genera una conducta expresiva opuesta. Con esto, se
establece que existen expresiones que se manifiestan no por un hábito útil asociado, como
en el caso del principio anterior, sino por la influencia de estados mentales opuestos que
generan conductas expresivas contrarias.
El ejemplo que utiliza Darwin es el más claro para comprender este principio.
Cuando un perro se encuentra en un estado mental agresivo, exhibe los dientes, gruñe, su
pelo se eriza, retrae las orejas y asume una postura amenazante. Sin embargo, si de repente
ve a su amo aproximándose hacia él, su estado mental cambia por completo y su cuerpo
cambia instantáneamente: se relajan los músculos, se ocultan los dientes, se aplaca el
pelaje, empieza a mover su cola y agacha la cabeza. Esta conducta expresiva, asociada a la
docilidad y, en Darwin, incluso al afecto, no poseen ninguna utilidad además de la
asociación que provocan movimientos opuestos como los que ocurren cuando intentamos
acercarnos o alejarnos de algo, por ejemplo, al halar o empujar un objeto: “Son explicables,
hasta donde yo puedo ver, únicamente como completa oposición o antítesis de la actitud y
movimientos que, por causas inteligibles, asume un perro que tiene la intención de luchar, y
en consecuencia expresan su cólera.” (Darwin, 1999, p. 56).29
El principio de la antítesis surge, en parte, de la necesidad de explicar la diferencia
entre expresiones emocionales diferentes en animales del mismo tipo, por ejemplo, en los
animales carnívoros. Si la asociación de hábitos útiles fuese un principio suficiente, podría
dar cuenta del por qué frente a un estado mental dócil y cariñoso, los perros arquean la
29
Texto original: They are explicable, as far as I can see, solely from being in complete opposition
of antithesis to the attitude and movements which, from intelligible causes, are assumed when a dog
intends to fight, and which consequently are expressive of anger.
51
espalda hacia abajo, se agachan o mueven la cola, mientras que los gatos levantan el lomo,
ronronean y levantan la cola. El principio de la antítesis es un principio diferenciador, que
explica el por qué de ciertas expresiones emocionales, cuando estas no pueden ser
explicadas por el principio de hábitos útiles. Entre otras cosas, Darwin establece la utilidad
explicativa de este principio, sobre todo en el caso de expresiones universales o innatas,
manifiestas en los animales, frente a las expresiones artificiales que tienen a ocurrir en el
caso de los seres humanos, como las señas que hacemos con las manos o los signos del
lenguaje hablado (Cf. Bühler, 1980, p. 132).
Figura 2.2, extraída de La expresión de las emociones en los animales y en el hombre.
De cualquier forma, recordemos que la preocupación principal de Darwin en esta
obra es lograr comprender el origen natural de las expresiones. El principio de la antítesis,
muy relacionado con el primero, ayuda a comprender, para Darwin, el origen de ciertas
expresiones. Sin embargo, comentaristas como Loyd Morgan, Theodur Piderit, Alan
Fridlund y el mismo William James, han manifestado la dificultad de comprender este
principio e incluso el desconcierto que este genera frente al resto de la obra de Darwin
sobre la expresión (Fridlund, 1999, p. 37). Es ciertamente un principio un tanto extraño ya
que parece suponer (i) que los hábitos opuestos se generan por una necesidad de manifestar
52
estados mentales opuestos a otros, o (ii) por una simple reacción contraria del sistema
nervioso. La apuesta de Darwin es, como se podrá suponer, por la segunda opción.
Karl Bühler, en su Teoría de la expresión, describe este segundo principio como un
principio de polaridad, muy ligado al segundo principio que nos falta reseñar. La polaridad
de este principio reside en el presupuesto de que existen estados mentales, y por supuesto
expresiones, de naturaleza contraria. Cuando hay un exceso de energía o señales del
sistema nervioso, el cuerpo incontrolablemente reacciona ante estas, normalmente de una
forma expresiva. Esto significa que, ante un estado mental opuesto, los músculos del rostro
y del cuerpo reaccionan de una forma opuesta, a la cual le otorgamos un carácter expresivo
opuesto. Lo interesante de este principio, bien señala Bühler, es la pregunta de si la
polaridad de ciertas expresiones puede generar, de hecho, expresiones nuevas o si estas
existen independientemente de la antítesis referida a una expresión anterior.
1.3. El principio de la acción directa del sistema nervioso, con
independencia de la voluntad y en parte del hábito
El último principio de la expresión es un principio de carácter fisiológico. Este
pretende explicar los fenómenos expresivos que no tienen relación con la polaridad o
antítesis expresiva, ni con los hábitos útiles asociados. Se basa, fundamentalmente, en las
reacciones del sistema nervioso en relación con la respiración, la circulación y los
movimientos de los músculos. Explica, por ejemplo, la relación del rubor con el exceso de
irrigación sanguínea al rostro (Darwin, 1999, p. 77) o de la saturación del sistema nervioso
respecto del temblor generado por el miedo (p. 81).
Este principio se basa en el presupuesto de que cuando el sistema nervioso se
encuentra excitado y hay un exceso en la fuerza nerviosa, esta se desborda en los músculos
del cuerpo, generando sensaciones incontrolables y movimientos violentos. Esta teoría,
relacionada estrechamente con el modelo hidráulico de las pasiones, se desarrolla bajo el
presupuesto de que el sistema nervioso, circulatorio y respiratorio, operan bajo una lógica
de excesos de fuerzas y efectos accesorios (Solomon, 2007, p. 199). Darwin asume que el
exceso en los estímulos del sistema nervioso se manifiesta en cambios corporales que
53
asociamos como expresivos. Así, la expresión emocional es un efecto accesorio de cambios
corporales intensos.
Lo accesorio es, valga la pena aclarar, la asociación que le otorgamos a estos
cambios corporales con estados emocionales. Para las expresiones emocionales que no
podían ser explicadas por los dos primeros principios, Darwin debía dar una explicación
consistente con el resto de su teoría. Había algunas expresiones, como el temblor de los
músculos, los gritos producidos por la rabia o el llanto producido por el dolor, que no
tenían ni una utilidad asociada, ni consistían en expresiones antitéticas. Para ellas, Darwin
desarrolló el tercer principio de la expresión.
El caso del llanto es particularmente interesante. Para Darwin, el llanto viene
siendo una expresión de sufrimiento porque este ha sido asociado a los gritos y otras
acciones que someten a los ojos a una intensa presión. La contracción de los músculos
alrededor de los ojos, cuando existe una inspiración muy fuerte o una contracción en el
pecho, está íntimamente ligada con la irrigación de las lágrimas. En estos casos, la presión
producida ensancha los vasos sanguíneos estimulando las glándulas lagrimales y
produciendo entonces la secreción de las lágrimas. Esta secreción, protege a los sensibles
nervios del ojo y reduce la presión interna.
Entre más violento o histérico sea el llano, más grande será el alivio, - bajo el mismo
principio de las contorsiones del cuerpo completo, el rechinar de los dientes o los chillidos
punzantes, todos brindan alivio en la agonía y el dolor. (Darwin citado por Cornelius, 1996,
p. 27).30
Así, existen algunas expresiones que se producen por el esfuerzo intenso del sistema
nervioso. Esta tesis mecánica hizo carrera durante gran parte del siglo XX y aún hasta
nuestros días. William James, por ejemplo, señala que bajo este principio fisiológico
pueden explicarse muchísimas expresiones emocionales que antes eran atribuidas a
principios teleológicos. Señala, por ejemplo, que el apretar los labios mientras hacemos
30
Texto original: By as much as the weeping is more violent or hysterical, by so much will the relief
be greater, - on the same principle that the writhing of the whole body, the grinding of the teeth, and
the uttering of piercing shrieks, all give relief under an agony pain
54
algún esfuerzo se produce por el exceso de presión que ocurre al retener el aire en los
pulmones y dar firmeza a los músculos del pecho.
Explica también, bajo este principio hidráulico, los efectos de la emoción en los
órganos se deben a estímulos ideopáticos que sólo tienen como función el regular fluidos y
la circulación de los estímulos nerviosos. Es el caso, por ejemplo, de la relajación de los
esfínteres en el caso del terror extremo, las perturbaciones en el hígado tras ataques
extremos de ira, la contracción de la vejiga en casos de ansiedad o sorpresa o el nudo en la
garganta que se siente antes del llanto.
Parece como si incluso los cambios habidos en la presión sanguínea pudieran no
estar determinados teleológicamente, sino ser resultado puramente mecánico o
fisiológico de vaciamiento por entre los canales de drenaje más accesibles; en
circunstancias ordinarias los nervios simpáticos y neumogástricos son tales canales.
(James, 1994, p. 941).
Con la inserción de estos tres principios a su teoría, Darwin logró explicar la
expresión emocional de una forma exclusivamente biológica aludiendo a la función
adaptativa que tuvo en el pasado. Esto le permitió dar cuenta de la razón por la cual
producimos expresiones emocionales de forma universal, sin caer en la trampa teleológica
que quería evitar respecto de la obra de Bell. Los tres principios, lograron explicar la
relación del comportamiento expresivo con las emociones y, a su vez, con la morfología.
Con esta triada, Darwin consideró que su teoría biológica, basada en la evolución por
selección natural, quedaba por fin completada, pudiendo responder a los argumentos con
los que debatió en su época.
3. Recapitulación y conclusión
La expresión de las emociones en los animales y en el hombre fue la última gran
obra de Charles Darwin. En ella respondió a los argumentos anatómicos y fisiológicos que
Charles Bell había dado para dar cuenta de la naturaleza y la función de la expresión
emocional. Su intención era demostrar, por un lado, que la expresión, como los órganos y
55
las facultades mentales, poseía una naturaleza y un origen exclusivamente biológico, y, por
otro, que la función de la expresión no podía ser la comunicación de emociones.
Darwin dedujo la continuidad filogenética de las emociones estudiando la evolución
progresiva de las facultades mentales más básicas que compartíamos con otros animales, a
través de la anatomía y la psicología comparada. Para el primer caso, ello le permitió
cotejar las similitudes que existen entre los cráneos, huesos o extremidades de los distintos
animales, otorgándoles a todos funciones homológicas o analógicas, según el caso. Para el
segundo, le permitió deducir que los comportamientos emocionales de los animales se
debían a que efectivamente poseían la facultad mental de sentir emociones. Esto gracias a
la utilidad adaptativa de la emoción, es decir, la actuación de la selección natural, los
caracteres adquiridos y los hábitos heredados.
Así, Darwin había considerado que algunas facultades mentales del ser humano,
como el pensamiento o el lenguaje, se habían desarrollado de forma más compleja en
nosotros respecto del resto de los animales. Sin embargo, el caso de la expresión emocional
parecía ser inverso. En lugar de tratarse de una forma refinada de comunicar a otros
nuestros estados mentales, como lo suponía Sir Charles Bell, o de ser una característica que
nos provea de alguna ventaja adaptativa inmediata, la expresión emocional existe gracias a
que la selección natural tuvo influencia sobre ciertos hábitos y facultades mentales que
permitieron la adaptabilidad de los individuos.
Sin embargo, la función de la expresión emocional en la actualidad es casi nula.
Para Darwin, esto es otra prueba de que existen vestigios psicológicos de nuestro pasado
animal. Así como las patas palmeadas de algunos animales terrestres o anfibios constituyen
una prueba anatómica de su pasado como seres acuáticos, la expresión emocional debía
constituir una prueba psicológica del pasado animal del hombre. Como los órganos en
desuso, en lugar de desarrollarse con la evolución, le expresión emocional parece apagarse
progresivamente:
La expresión es el equivalente conductual de los órganos atrofiados que indican antiguas
formas de vida (tal como las patas palmeadas en los animales que ya no nadan). En
56
consecuencia, la expresión no ha sido favorecida por selección natural gracias a su valor
adaptativo como herramienta comunicativa, sino como subproducto de otros mecanismos
biológicos. (Dupouy, 2011, p. 335).
La función comunicativa y expresiva, tan recalcada por Bell, no supuso ningún
interés para Darwin. A pesar de reconocer, de forma marginal, la utilidad de la expresión en
casos de cooperación entre animales (Darwin, 2009b, p. 162) o para complementar el
lenguaje humano (Darwin, 1999, p. 359), la tesis de Darwin seguía siendo que la naturaleza
y la función de la expresión emocional, obedecen a principios biológicos, accidentales y, en
el pasado, útiles.
A manera de síntesis, el siguiente cuadro recoge las conclusiones a las que llega
Darwin respecto de la naturaleza y la función de la expresión emocional:
La expresión emocional según Charles Darwin
Naturaleza Función Utilidad
Biológica
Ninguna (en la
actualidad)
Adaptativa (en el
pasado)
Ninguna
Reconociendo este desequilibrio entre la obra de Bell y la respuesta de Darwin,
entraremos entonces a presentar una síntesis que permite conciliar ambas posturas, tarea
propia de los estudios posdarwinianos. A esto dedicaremos el tercer capítulo del trabajo.
57
Capítulo tercero
El expresivismo evolucionista de los posdarwinianos
Un yo puede engañar a otro, pero de vez en cuando hay
un tercer yo que ve la verdad .
Steven Pinker, Cómo funciona la mente
El propósito del presente capítulo es exponer la ampliación de las ideas de Darwin
sobre la expresión emocional que vemos en las teorías psicoevolutivas de la actualidad. La
tesis que sostenemos es que estas teorías logran reconciliar el expresivismo propio de las
ideas de Charles Bell, expuestas en el primer capítulo del trabajo, con las explicaciones
evolucionistas y adaptativas que da Darwin en su obra sobre la expresión, expuestas en el
segundo capítulo. Esto nos permite sostener que las emociones son expresivas,
precisamente por su carácter adaptativo. Para defender esta tesis, dividimos el capítulo de la
siguiente manera: en la sección uno exponemos la función comunicativa de la expresión
emocional, haciendo referencia al valor adaptativo que tiene la expresión cuando se
intercambia información. En la sección dos, exponemos la función social de la expresión
emocional, aludiendo a la función que cumple en las pautas regulativas de interacción entre
individuos. Por último, en la sección tres, hacemos un balance general del problema.
1. La función comunicativa de la expresión emocional
Recordemos que, para Darwin, la expresión emocional, en tanto epifenómeno, no
posee en sí misma un propósito expresivo. En ese sentido, la cualidad expresiva de la
58
expresión es un accidente para ella misma, y, desde el punto de vista del intérprete, es una
mera asociación de movimientos faciales y corporales, con ciertos estados emocionales. A
pesar de que el propósito de Darwin, en su libro sobre la expresión era rastrear las
funciones no expresivas de ésta, no era ajeno al potencial comunicativo y social que tiene la
expresión. No dio argumentos al respecto, ni trató con cuidado este tema en su libro, pero
dejó el problema planteado para los futuros estudios sobre la expresión. Escuchemos a
Darwin:
Los movimientos de la expresión en la cara y el cuerpo, sea cual fuere su origen, son en sí
mismos de la mayor importancia para nuestro bienestar. Sirven como los primeros medios
de comunicación entre madre e hijo […] Por las expresiones de los demás percibimos con
facilidad su simpatía […] Los movimientos expresivos dotan de viveza y energía a nuestras
palabras y revelan los pensamientos y las intenciones de los demás mejor que las palabras,
que pueden ser falsas. (Darwin, 1984, p. 364).
Según esto, a Darwin poco le interesaba la función comunicativa de la expresión
pero, como se aprecia en la cita, tampoco la ignoraba. Los posdarwinianos31
aprovecharon
esta intuición marginal para resaltar las posibles consecuencias sociales de una teoría
adaptativa sobre la expresión emocional, como lo es la de Darwin. Del anti-expresivismo
darwiniano, estos autores pasan a reconocer el valor adaptativo de la función expresiva,
haciendo énfasis en el papel comunicativo y regulativo que esta cumple.
Los autores posdarwinianos reconocen que, más allá de las explicaciones científicas
que ofrece Darwin en su libro sobre la expresión, la utilidad de sus ideas para los estudios
posteriores consiste en tres puntos: (a) la utilización de la teoría de la evolución como
marco de referencia para comprender la expresión emocional32
, (b) los principios de la
31
Entendemos como posdarwinianos o neodarwinistas a los investigadores que, con el auge de la
genética mendeliana en el siglo XX, se dedicaron a integrar estos estudios genéticos con las
intuiciones biológicas de Darwin. Entre ellos es importante mencionar a Ernst Mayr, Thomas
Morgan, JulianHuxley y Ronald Fisher, entre otros. En esta sección, sin embargo, nos referimos
concretamente a quienes se dedicaron a estudiar el fenómeno de la expresión emocional, dentro de
un marco de referencia evolucionista, siendo importante destacar a algunos como Paul Ekman,
Caroll Izard, Silvan Tomkins, Tiffany Field, Joseph Hager, Wallace Friesen, Carol Magai, Robert
Plutchik, Tooby & Cosmides y Steven Pinker, entre otros. 32
Ahora bien, este es un punto polémico. Algunos autores afirman que la teoría de la evolución no
es compatible con el análisis de Darwin sobre la expresión. El hecho de que la función expresiva
sea no-adaptativa y esté sometida a la selección natural sólo de forma indirecta, hace que el caso de
59
expresión utilizados para estudiarla y (c) el método utilizado para probar sus ideas sobre la
evolución de las expresiones (Cf. Cornelius, 1996, p. 21).
Utilizando las herramientas y los métodos de estudio actuales, los investigadores de
la expresión emocional han continuado estudiando las ideas que Darwin aventuró más de
un siglo atrás. Sorprendentemente, al menos dos de ellas, el punto a y c que reseñamos
anteriormente, todavía tienen total vigencia en el estudio de la emoción y la expresión
emocional (James, 1884; Alport, 1924; Ekman, 1973; Fernández, 1984, Matsumoto et al,
2008). Los posdarwinianos, al encontrarse dentro de un enfoque evolucionista, han sido
capaces de reconocer el valor adaptativo que tiene la expresión emocional, ya no como
epifenómeno de funciones útiles del pasado, sino respecto de su función propiamente
expresiva y comunicativa.
Entre Bell y Darwin, las teorías actuales reconocen que las expresiones emocionales
evolucionaron y persistieron en nuestro repertorio biológico, porque sirven para resolver
ciertos problemas sociales y, por ende, su carácter meramente expresivo reporta también
la expresión tenga un tinte lamarkista y no darwinista, al menos por dos razones. En primer lugar,
Darwin hereda de Lamark y de Spencer la idea de la herencia de caracteres adquiridos aplicados a
los hábitos repetitivos. Bajo una perspectiva lamarkista, la explicación del cuello de las jirafas
obedecería a una regla de repetición y de herencia: si las jirafas estiran repetidamente sus cuellos
para alcanzar las hojas de los árboles, sus hijos progresivamente nacerán con cuellos más largos.
Sin embargo, recordemos que la selección natural opera bajo un principio de aleatoriedad y
adaptabilidad: individuos con ventajas adaptativas aleatorias tendrán más probabilidad de sobrevivir
y dejar descendencia. El problema en el caso de La expresión de las emociones en los animales y en
el hombre es que Darwin comprende que las expresiones operan bajo este principio lamarkista y no
propiamente bajo selección natural, pues estas se entienden como hábitos, reflejos e instintos que
han quedado fijados, no por sus ventajas adaptativas, sino por la herencia de hábitos repetitivos que
tuvieron nuestros antepasados. En segundo lugar, Darwin también hereda de Lamark la idea del
desuso, que sugiere que cuando un órgano o estructura deja de ser útil para el animal,
progresivamente se atrofia hasta desaparecer. Por homología, Darwin asume que la expresión
emocional es una suerte de vestigio (como lo es el apéndice o las glándulas mamarias masculinas),
de hábitos que fueron útiles en el pasado. De esta forma, el medio tendría una incidencia directa
sobre la forma en cómo se modifican, no sólo los órganos, sino también los hábitos y, al dejar estos
de ser útiles, deberían atrofiarse hasta dejar de existir. Pero la expresión emocional no ha sufrido
ninguna de estas dos consecuencias del desuso, y, contrariamente, ha adquirido una función
comunicativa cada vez más rica, que es tomada por Darwin como un vestigio accidental de escasa o
nula utilidad adaptativa en el presente. De ser así, la función comunicativa de la expresión quedaría
relegada a un campo meramente accidental, que Darwin no explica suficientemente, en términos de
sus ventajas adaptativas en el caso de los animales sociales. (Cf. Fridlund,1999, p.30; Fernández,
1984, p. 15 y sigs).
60
ventajas adaptativas propias. Así, encontramos dos tipos de funciones de la expresión
emocional: (i) la comunicativa, en donde las expresiones brindan información33
emocional,
comportamental, relacional y referencial, y (ii) la social, en donde sirven para ayudar a
coordinar interacciones entre individuos. (Cf. Matsumoto, et al, 2008, p. 212). Sobre esta
última función, hablaremos en la siguiente sección de este capítulo.
Para concentrarnos en lo que los estudios posdarwinianos consideran la función
comunicativa de la expresión emocional, es importante entender el argumento bajo el que
operan este tipo de estudios:
(a) Las emociones y las expresiones son fenómenos evolutivos.
(b) Si estos fenómenos son sujetos de evolución por selección natural, todos los
miembros de la misma especie exhibirán las mismas expresiones emocionales.
(c) Por lo tanto, la expresión emocional es universal en la especie humana.
La conclusión de este argumento, hipótesis ya supuesta por Darwin, inspiró a
psicólogos como Paul Ekman y Caroll Izard a estudiar la universalidad de la expresión
emocional en nuestra especie (Cf. Ekman, 1999d). A partir de los años setenta del siglo
pasado, estos investigadores iniciaron un estudio juicioso del reconocimiento de
expresiones faciales humanas, enfocándose principalmente en comunidades con escaso o
nulo contacto con individuos de otras culturas. Buscaban probar, con los mismos métodos
que utilizó Darwin, aunque perfeccionados por un siglo de críticas, que la cultura tiene
escasa influencia en la identificación y la producción de ciertas expresiones emocionales,
ya que, en tanto especie, algunas de ellas son compartidas. Gracias a la investigación
empírica, lograron concluir que, al menos un grupo determinado de emociones básicas
(alegría, tristeza, ira, miedo, repugnancia y sorpresa), son identificadas y producidas
33
En estos casos se habla normalmente desde una perspectiva de semántica informacional que
asume que la comunicación se basa en la transmisión de información. Una perspectiva
informacional acepta que los objetos del mundo portan información en sí mismos y son externos al
agente, en contraste con una perspectiva de semántica intencional como lo es, por ejemplo, la de
Paul Grice. (Cf. Moya, 1995, p. 241).
61
transculturalmente, y que todos los individuos asignan las mismas expresiones emocionales
a situaciones similares.
Los estudios de Izard y Ekman, además de respaldar las hipótesis darwinianas,
lograron dar una mayor importancia a la influencia de la expresión emocional en nuestro
comportamiento social, característica aparentemente ignorada por Darwin. Así, lo que las
teorías actuales han añadido a las hipótesis darwinianas, respaldadas por investigaciones
empíricas modernas, es el papel que juega la expresión en el caso de especies
profundamente sociales como la nuestra. La mayoría de ellas han concluido que la
expresión posee funciones sociales en al menos tres sentidos, que ya habíamos señalado
previamente: (i) provee información sobre los estados internos de un individuo (Gómez,
2007, p. 235), (ii) provee información referencial sobre objetos y sucesos del mundo
(p.246) y (iii) inhibe y facilita pautas de interacción entre individuos (Knapp, 1982, p. 231).
Estas funciones juegan un papel adaptativo importante ya que, darwinianamente hablando,
la capacidad de los animales de comunicarse e interactuar entre sí, aumenta las
posibilidades de supervivencia para los individuos del grupo y, al ser las expresiones
emocionales patrones de respuesta a los estados internos, el entorno y los otros, comunican
a los demás información importante que permite tasas de supervivencia más elevadas.
Desglosemos entonces estos tres puntos. A la pregunta ¿qué es lo que comunica una
expresión? la primera respuesta tentativa que dan las teorías posdarwinianas, es que
comunican estados internos, que son principalmente emocionales. En estas teorías, existe
una covariación entre la expresión emocional y la experiencia subjetiva, por lo que se
admite con relativa facilidad que la expresión comunica estados emocionales internos.
Cuando sentimos asco, fruncimos los labios y los músculos de alrededor de la nariz,
independientemente de si estamos en una situación social o no. Para quien nos vea, el gesto
de asco es un signo casi verosímil de que estamos experimentando algún tipo de sensación
desagradable y esto es lo que comunicamos a otro con nuestra expresión. Darwin mismo
admitía las causas internas de la expresión con su segundo y tercer principio, en donde los
movimientos realizados por el individuo, se debían principalmente a fuerzas fisiológicas
que ocurrían dentro del sistema respiratorio, circulatorio o motor. Hoy en día, los
62
científicos llaman a este tipo de estímulos, estímulos endógenos, que producen expresiones
excitadas por procesos orgánicos y exclusivamente internos (Cf. Garvey, 1985, p. 33).
Como Darwin, los posdarwinianos consideran que la covariación de la expresión
con algunas emociones, como la sonrisa cuando algo nos divierte, el llanto cuando sentimos
dolor o el fruncir las cejas cuando estamos molestos, es instintiva y permite la
diferenciación entre expresiones innatas y expresiones convencionales. Sin embargo, esto
no ocurre sólo por la sobre-excitación de procesos fisiológicos sino que también hacen
parte de respuestas que, en su conjunto, poseen valores adaptativos concretos. Piénsese por
ejemplo, en el valor funcional que tiene la dilatación de las pupilas cuando sentimos miedo
o la secreción de lágrimas cuando sentimos tristeza o dolor: “[p]or implicación, la
expresión facial no sólo debía estar relacionada con la experiencia emocional; debía estar
coordinada con otros componentes, como los cambios autónomos o endocrinos, que
permiten al organismo responder adaptativamente.” (Matsumoto et al., 2008, p. 219)34
Tal vez los científicos actuales que han estudiado con más detenimiento este
segundo aspecto de la expresión referida a estados internos, son John Tooby y Leda
Cosmides. Inscritos dentro del estudio de la biología evolutiva, estos dos investigadores
recurren a una teoría computacional de la mente para explicar la forma como el cerebro
opera bajo variables que permiten la priorización de estrategias determinadas. En esta
teoría, la regulación del comportamiento y, en general, de todos los elementos necesarios
para la adaptación del individuo al entorno, está determinada por el procesamiento de
información a través de inputs y outputs en el cerebro. Las emociones entonces, han
evolucionado como programas para regular y priorizar variables internas que ayudan a
resolver problemas adaptativos.
Según esta aproximación, sentimos miedo pues se dispara el programa de alerta del
cuerpo que nos permite adaptarnos a una situación de peligro para evitarla o confrontarla,
con lo que priorizamos lo que nuestro organismo debe o no hacer en una situación
34
Texto original: By implication, facial expressions not only should be related to emotional
experience; they should also be coordinated with other components, such as autonomic or
neuroendocrine changes, that enable the organism to respond adaptively.
63
determinada. Si durante la confrontación con un oso, por ejemplo, sentimos hambre o
sueño, la emoción del miedo sirve para priorizar la respuesta de huida y permite “apagar” la
necesidad de alimento o sueño mientras se resuelve el conflicto que supone mayor riesgo
para nuestra vida. En otras palabras, la emoción funciona para elegir programas de
respuesta que sean más efectivos que otros, resolviendo conflictos entre inputs y outputs
que se activan simultáneamente, para permitir la coordinación de respuestas
adaptativamente ventajosas (Cf. Tooby & Cosmides, 2008, p. 166).
Al igual que la movilización de programas como las metas, las prioridades, la
recolección de información, la percepción, la memoria, la atención, las prioridades
motivacionales, el comportamiento, los reflejos e incluso los procesos fisiológicos, la
expresión emocional y su función comunicativa son movilizadas por la emoción misma (p.
126). Los posdarwinianos creen que, al ser la emoción parte de los sistemas involuntarios
del organismo, esta se encuentra estrechamente vinculada con procesos fisiológicos
relacionados socialmente con la expresión emocional, como lo es la sudoración, el rubor, la
palidez, el llanto o el temblor (Pinker, 2001, 533). En estos estudios se concluye que
muchas expresiones emocionales han sido escogidas por la selección natural, no sólo por
sus ventajas adaptativas (el temblor prepara los músculos para correr, la sudoración
refrigera el cuerpo) sino por su función social posterior, es decir, por su potencial para
comunicar a otros estados internos “[…] y son tan fiablemente informativas que los seres
humanos han coevolucionado como intérpretes automáticos de exhibiciones faciales de
emociones, que decodifican estas exhibiciones externas en el conocimiento del estado
mental de otros” (Tooby & Cosmides, 2008, p.126). 35
Una expresión emocional, según esta aproximación posdarwiniana, comunica,
principalmente, que: “[…] el programa emocional asociado ha sido activado en el
individuo, proveyendo a los observadores con información sobre el estado de los programas
35
Texto original: and these have been so reliable informative that humans have coevolved
automated interpreters of facial displays of emotions, which decode these public displays into
knowledge of other's mental states
64
mentales y la fisiología de ese individuo.” (p. 126).36
Precisamente, al tener en cuenta el
papel de quien observa la expresión emocional, las teorías posdarwinianas dan un giro
novedoso respecto de las hipótesis de Darwin. Ya no sólo interesa lo que ocurre en el
individuo, su estado mental o fisiológico, sino también lo que ocurre en los observadores,
es decir, lo que otros perciben de esta expresión emocional: “[l]a presencia de formas
expresivas universales, tanto en el género humano como en los animales, enfatizó las bases
fisiológicas de la expresión y redujo el significado especial de los actos mentales
“privados”, a la hora de guiar, al menos algunos rasgos, de la relación hombre-hombre”
(Howard, 1982, p. 83).37
Es hora de reseñar la segunda función social de la expresión emocional. Como
hemos visto, al observar un rostro expresivo, este nos brinda información sobre el estado
emocional del individuo que porta la expresión. Sin embargo, recordemos que la teoría de
la expresión de Darwin es fundamentalmente ecológica, esto es, que supone que las
respuestas expresivas se dan fundamentalmente por cambios dados en el ambiente. La
respuesta emocional, y por tanto expresiva, se corresponde directamente con los objetos y
sucesos del mundo: nos asustamos por la presencia de un oso e inmediatamente nuestro
rostro adopta una expresión de miedo. Si un individuo nos está observando,
inmediatamente entiende que nos asustamos por algo y, seguramente, responderá
apropiadamente imitando nuestra conducta o, al menos, intentando identificar la fuente de
peligro. Entonces, no sólo los estímulos endógenos u homeostáticos disparan la respuesta
emocional y expresiva, sino también los estímulos exógenos. Esto tiene una gran
importancia biológica “puesto que [estos fenómenos] pueden influir sobre la conducta de
otros animales de la misma o de distinta especie. Cuando se influyen los miembros de la
misma especie, los cambios pueden denominarse ‘señales sociales’” (Barnett, 19671, p.
136).
36
Texto original: that the associated emotion program has been activated in an individual, providing
observers with information about the state of that individual’s mental programs and physiology. 37Texto original: The presence of universal expressive forms in mankind as in animals emphasized
the physiological basis of expression and reduced the special significance of 'private' mental
agencies in guiding al least some features of man's relationship with man.
65
La expresión emocional provee información sobre objetos y sucesos en el mundo, lo
cual implica que las expresiones, no sólo pueden producirse por estímulos externos al
individuo, sino que incitan respuestas emocionales de otros. Esto ocurre, por ejemplo, con
la expresión de miedo que hacemos al ver al oso o un hombre armado en la calle. En este
caso, quien nos ve, no sólo recibe información sobre nuestro estado emocional interno sino
también sobre nuestra relación con el mundo. Al observar nuestra expresión facial, la
dirección de la mirada y los gestos que hagamos, quien nos observa puede captar en nuestro
rostro y cuerpo, información sobre el mundo. A esto se le llama información referencial,
capacidad que algunos estudios posdarwinianos, atribuyen también a algunos animales.
Asume
Por ejemplo, en el famoso experimento dirigido por los psicólogos Doroth y Cheney
y Robert Seyfarth, representado en la figura 3.1, se puso a prueba la posibilidad de
transmisión de información referencial en el caso de los monos tota. Se sabía que estos
animales emitían ciertos sonidos cuando veían a un depredador y que había el menos tres
tipos de sonido, para referirse a tres tipos diferentes de depredadores, y que suscitaban tres
tipos diferentes de respuesta. Se solía creer entonces, que con cada llamada, los otros
miembros del grupo imitaban el comportamiento del centinela. El experimento de Cheney y
Seyfarth consistió en poner a prueba la capacidad comunicativa de los tota instalando
altavoces que reprodujeran estos tres tipos de sonido, con lo que los demás miembros del
grupo no podían generar una respuesta por medio de la imitación. El resultado del
experimento fue sorprendente. Los monos reaccionaban apropiadamente a la llamada que
estaba siendo reproducida por el altavoz. No sólo huían, sino que se dirigían hacia el lugar
correspondiente a donde debían dirigirse en caso de que el tipo de depredador específico se
encontrara en la zona. Además de eso, parecían buscar al referente apropiado en cada tipo
de llamada, mirando hacia arriba cuando se trataba de un depredador aéreo o hacia abajo en
el caso de un depredador terrestre.
Cuando un simio emite cierta vocalización, haciendo referencia a un objeto del
mundo, los demás miembros del grupo son capaces de captar esa referencia y dirigir su
conducta apropiadamente. Los autores posdarwinianos creen que este tipo de conductas han
66
evolucionado porque ayudan a resolver ciertos problemas sociales, pues proveen
información del entorno y evocan respuestas a partir de otros. Si los simios son capaces de
prevenir a los demás de un peligro, y, mediante la expresión, logran cuidarse unos a otros,
esto aumenta las posibilidades de supervivencia de los individuos del grupo. Ya Darwin
creía que la selección natural actuaba en los sistemas primarios de comunicación entre
animales, con funciones exclusivamente sociales. Consideraba, como consideran aún
algunos etólogos (p. 260), que este lenguaje referencial, que servía, entre otras cosas, para
prevenirnos del peligro, es una suerte de instancia evolutiva intermedia entre los sonidos
involuntarios de los animales y el lenguaje humano (Darwin, 2009b, p.56 y sigs).
Figura 3.1. Dibujo extraído de Gillam, 2012, figura 4.
Los actuales estudiosos de la expresión son más cautelosos. Consideran que, si bien
las expresiones informan a otros miembros del grupo sobre objetos del mundo, estos son
todavía formas de comportamiento rudimentario que, en la mayoría de las especies, no son
propiamente comunicativos. Para que el comportamiento sea debidamente comunicativo,
67
este no sólo debe portar información referencial, es decir, dirigida a objetos, sino que
también debe lograr captar la atención del otro, es decir, dirigir la acción y la atención de
otros individuos.
Con este tipo de experimentos, los investigadores lograron concluir que simios,
como los tota, parecían reaccionar correctamente a una referencia comunicativa, incluso
haciéndose representaciones mentales de lo que comunica cierto llamado: a esto lo
llamaron semántica funcional. Esto significa que los monos pueden distinguir el significado
de diferentes tipos de llamada (semántica) de forma funcional, eso es, como si fueran
referenciales o referidas a objetos del mundo (Cf. Gómez, 2007, p. 246). Sin embargo, para
que la comunicación sea por completo referencial, debe poder hacer que el individuo dirija
la atención de otro hacia un objeto. En el caso de los simios, las vocalizaciones semánticas
se generan de forma parcial pues poseen una razón meramente ecológica, es decir, de forma
subordinada a las vocalizaciones referenciales. Esta forma de comunicación logra dirigir la
atención del otro pero sólo de forma subordinada para dirigir la acción. Cuando el tota
emite una vocalización o el gorila conduce al humano hacia una puerta, está
comunicándose para que este último haga algo.
Podemos aceptar entonces que los simios en cautiverio, como los gorilas o los
chimpancés, logran dirigir la atención de sus cuidadores humanos “comunicando”
intenciones. Los simios emiten gestos para pedir objetos, conducir al humano a ciertos
lugares u obtener ciertas recompensas, con lo que utilizan al humano como un medio para
lograr con éxito peticiones o funciones específicas. A este tipo de función comunicativa se
le llama protoimperativa, en donde la comunicación con el otro se limita a la petición y la
funcionalidad (Gómez, 2007, p. 249). Los bebés humanos, por su parte, a partir de los 9 a
12 meses de edad, comienzan a mostrar gestos referenciales, dirigidos a objetos, pero, a
diferencia de los simios, enriquecen su experiencia comunicativa dirigiendo, no sólo la
acción, sino también la atención del adulto. Esto significa que los bebés, no sólo logran
funciones comunicativas protoimperativas, sino también protodeclarativas, esto es,
mostrando cosas al adulto sin ninguna intención funcional además de la comunicación
misma (p. 249).
68
Los bebés humanos entonces logran, como los simios, cumplir funciones
protoimperativas de forma funcional. Sin embargo, llega un punto en su desarrollo en
donde comienzan a comunicarse sin la intención de que el adulto haga algo. Señalan
objetos del mundo u a otros individuos sólo para compartir su experiencia: para que el otro
vea lo que él ve. Cuando hablamos de estas funciones comunicativas complejas referidas a
objetos, esto es, no sólo protoimperativas sino también protodeclarativas, estamos entrando
al terreno exclusivo de la comunicación humana. Emitimos señales desde muy pequeños,
como el señalar con el dedo, que tienen una función exclusivamente declarativa:
declaramos interés, sorpresa o miedo, no sólo para que otros hagan algo sino porque
queremos comunicar algo que creemos. La expresión emocional deja de ser una forma para
comunicar a otro que existe un peligro y que, por lo tanto, esperamos que huya, para
convertirse en una forma de complementar o incluso reemplazar nuestro repertorio
lingüístico.
Nos hemos centrado en las funciones comunicativas de la expresión animal e
infantil, pero vale la pena mencionar que el potencial comunicativo de la expresión
emocional adulta es casi que infinito. Como adultos sanos, nos comunicamos de formas
increíblemente complejas sólo a través de la expresión emocional: adjudicamos significado
a todas las expresiones faciales que vemos, creyendo distinguir las emociones genuinas de
las fingidas, incluso detectando expresiones complejas relacionadas con el sarcasmo o la
burla. En ocasiones nos hacemos vulnerables a otros, comunicando emociones ocultas de
forma involuntaria: se nos dificulta aguantar el llanto ante la ofensa y nuestro rostro
enrojece rápidamente ante la vergüenza, así intentemos evitarlo. Sin embargo, también nos
comunicamos expresivamente de forma voluntaria: revelamos desprecio a través de una
sonrisa sarcástica o disuadimos a alguien de revelar un secreto a través de una mirada
enjuiciadora. Así mismo, la expresión emocional se convierte en un elemento básico para
los actores e intérpretes para lograr producir efectos predeterminados en el público o captar
rasgos de carácter que constituyen los rasgos más identificables de una persona.
69
Entonces, en pocas palabras, ¿qué comunica una expresión? En su sentido más
básico, una expresión comunica estados emocionales específicos y provee información del
entorno. Cuando nos referimos a formas de comunicación complejas, las expresiones
poseen una función comunicativa profundamente rica y diversa. No sólo logramos
comunicar estados internos de forma compleja, o logramos comunicar evaluaciones que
hacemos de objetos y del entorno de formas casi infinitas, sino que también logramos
establecer sutiles negociaciones no verbales con otros (Cf. Davis, 1973, p. 93). Logramos
comunicarnos a través del rostro, interpretando y siendo interpretados, pero también
logrando formas de interacción con otros. La expresión se usa en ocasiones para remplazar
el habla, transmitiendo mensajes, emocionales o no, que tienen traducciones verbales.
También complementa estas respuestas verbales, las aclara, las califica e incluso las
censura. La expresión también se usa para controlar los canales de comunicación: los
abrimos con una sonrisa y los cerramos con una expresión de apaciguamiento, o incluso de
desprecio, sugiriendo patrones de comunicación e interacción deseados. En suma, logra
establecer patrones de interacción y regulación del comportamiento de otros, tercera
función que estamos reseñando, y que amerita ser estudiada en una sección aparte.
2. La función regulativa de la expresión emocional
Como vimos en la sección anterior, la expresión emocional posee una función
comunicativa que, según los estudios posdarwinianos, obedece a la importancia biológica
que tiene la comunicación para las especies sociales. Algunos animales logran comunicar a
otros miembros del grupo su estado emocional, la presencia un peligro inminente o de una
fuente de alimento, a través de sus rostros y sus vocalizaciones. Sin duda, esto logra que
más miembros de la especie eviten peligros, obtengan beneficios como alimento o abrigo,
se fortalezcan ciertos lazos sociales, se garantice una mayor tasa de supervivencia de las
crías y los miembros del grupo se ayuden unos a otros en diferentes situaciones.
En estos últimos tres casos, estamos entendiendo que los miembros de una misma
especie se relacionan e interactúan unos con otros, bien sea para lograr tareas comunes
como la caza o la defensa del territorio, como también para establecer jerarquías sociales y
70
vínculos filiales que garanticen protección y estabilidad reproductiva. Los animales hacen
esto de muchas formas, como acicalándose, emitiendo sonidos, luchando, dejando marcas
químicas en el entorno y, en algunas ocasiones, a través de la expresión emocional. Por
ejemplo, cuando un lobo alfa muestra sus dientes a un lobo de menor jerarquía, parece
establecer un patrón de comportamiento deseado. Con esto, logra que el segundo lobo se
retire para que él pueda seguir alimentándose, hace que el segundo lobo se prepare para
recibir una mordida o muestre una actitud sumisa que puede permitirle seguir comiendo
lejos del macho alfa.
Recordemos que las expresiones emocionales, en el caso de los animales, tienen una
función protoimperativa no referencial. Esto significa que la expresión del lobo alfa puede
servir para dirigir la acción de un miembro de su especie ya que, como hemos visto, los
animales sociales están provistos de mecanismos que les permiten responder
adaptativamente a su entorno. El emisor muestra los dientes estableciendo su dominio, pero
también el receptor percibe algo en la expresión que lo hace alejarse, luchar o asumir una
actitud sumisa. De ocurrir este tercer caso, el nuevo emisor, el segundo lobo, agacha las
orejas y pega su cuerpo al piso estableciendo sumisión y el nuevo receptor, el lobo alfa,
reacciona percibiendo algo en esta nueva expresión.
Dado este ejemplo de interacción primaria debemos preguntarnos qué es lo que
percibe el animal en una expresión emocional, que lo hace reaccionar apropiadamente en
casos de interacción. Las teorías posdarwinianas sugieren que el carácter evolutivo de la
emoción y la expresión emocional, dota al animal de una sensibilidad que le permite, de
forma primitiva, valorar el entorno y, así mismo, permite a otros animales de su especie,
valorar esa valoración (Cf. Plutchik, 2000, p. 74-75). A grandes rasgos esto significa que,
cuando un lobo ve un objeto amenazante, como lo son los dientes exhibidos de otro, el
primero logra, de forma rudimentaria y no conceptual, percibir este objeto como algo
peligroso. Ser capaz de percibir como peligroso, no sólo objetos del mundo como en el caso
de los tota, sino también expresiones específicas de otros miembros del grupo, permite
respuestas emocionales y adaptativas más eficaces y complejas.
71
Los animales sociales entonces, asignan dos tipos primitivos de valoración: (i) a
objetos y (ii) a expresiones de miembros de su especie. Estas dos valoraciones les permiten,
a través del sistema expresivo que se activa en el cuerpo del animal, establecer pautas de
interacción rudimentaria. En el primer caso, el tipo de valoración que se haga depende de
los patrones evolutivos que han permitido al animal reaccionar adaptativamente frente a
objetos del mundo. La respuesta de “miedo”, por ejemplo, no se activará en el caso de un
león al ver a una gacela, como sí ocurrirá cuando este sea el caso contrario. A este primer
tipo de percepción le llamamos, percepción emocional directa (Pérez, 2013, p. 246).
Existe un segundo tipo de percepción valorativa, llamada percepción emocional
indirecta. Esta ocurre cuando un individuo percibe en otro una valoración emotiva respecto
del entorno y es capaz de reconocer la valencia de esta percepción. Esto quiere decir que, al
observar los cambios corporales que ocurren en un individuo ante una situación peligrosa,
un observador de su misma especie puede reconocer que hay algo peligroso en el entorno.
A través de esta interacción no conceptual, los animales logran evocar, de forma
involuntaria, respuestas en otros, lo cual implica el despliegue de un repertorio complejo de
respuestas adaptativas.
Sin embargo, y como ya vimos anteriormente, también existe la posibilidad de que
la expresión emocional se utilice de forma voluntaria para regular el comportamiento de
otros. Utilizar la expresión emocional de forma voluntaria implica que el individuo debe ser
consciente de que utiliza la expresión emocional para lograr algún tipo de propósito. Dado
que este proceso es fundamentalmente conceptual, sólo puede ser atribuido a seres con
lenguaje, es decir al caso del ser humano adulto y sano. Allí, la valoración emotiva que se
hace de los objetos del mundo es referencial e implica juicios complejos sobre sucesos,
objetos, relaciones, conveniencia, experiencias, comportamientos, deseos, proyecciones,
recuerdos, intenciones, etc.
Con ello, no sólo la experiencia emocional adulta es más compleja, sino también la
expresión misma. No sólo comunicamos estados internos y valoraciones de objetos, sino
que moldeamos la experiencia comunicativa de forma voluntaria. Ya como adultos
72
funcionales, logramos establecer un entramado profundamente rico de expresiones
emocionales, que tienen infinidad de funciones comunicativas. Intercambiamos muchísima
información con las miradas, las sonrisas y los movimientos corporales: saludamos,
reprobamos, complementamos, cualificamos, evocamos, incentivamos y hasta jugamos
curiosos juegos privados con nuestros amigos que se basan en sonrisas, miradas o gestos.
Una expresión puede modificar el significado de nuestras palabras de forma radical: un solo
gesto basta para saber que alguien está siendo sarcástico o incluso que está mintiendo sobre
su estado emocional o sus intenciones. No es de extrañar que muchos posdarwinianos,
como Paul Ekman o Wallace Friesen, dediquen ahora gran parte de sus investigaciones al
estudio de las microexpresiones faciales cuando engañamos o mentimos (Cf, Ekman, 2009;
Ekman & Friesen, 2003).
Entonces, cuando los adultos lingüísticos se comunican expresivamente entre sí,
existe un potencial casi infinito, no sólo comunicativo, sino para hacer cosas con la
expresión. Con la interacción no verbal regulamos la conversación, abriendo canales de
interacción a través de la sonrisa y cerrándolos con gestos de apaciguamiento, suavizamos,
enfatizamos y clarificamos mensajes verbales abriendo los ojos, frunciendo el ceño o
guiñando un ojo y, en muchas ocasiones, el habla puede ser reemplazada por completo a
través de la expresión emocional. No necesitamos decir que un comportamiento social
indeseable nos produce repugnancia, pues con nuestra expresión comunicamos el mensaje a
otros, incluso a veces logrando trasmitir el mensaje de forma cortés. “Resulta característico
del comportamiento humano el hecho de que existan pocas relaciones simples y constantes,
si es que las hay, entre un gesto y su sentido o significación dentro de una situación
comunicativa.” (Garvey, 1985, p. 43).
Así, en el caso de la interacción humana, entran a jugar elementos muy complejos
dado el rico contenido conceptual, relacional y experiencial de la vida humana, que se
complejiza aún más en casos de interacción expresiva adulta. Un ejemplo sencillo pero
claro de esto, fue el realizado por Marvin Cline en los años 50, en donde se analizaba la
influencia del contexto en la percepción, valoración e identificación de expresiones faciales
en casos de interacción adulta. Con unas sencillas líneas que esbozaban una expresión
73
facial, buscaba probar que la presencia de un rostro específico junto a otro, afectaba la
percepción total del contexto y lograba juicios distintos sobre la expresión que representaba
el rostro.
Figura 3.2, Dibujo extraído de Knapp, 1982, p. 248.
Representado en la figura 3.2, el sencillo experimento de Cline logró que los
intérpretes percibieran y valoraran la misma expresión emocional de forma variable según
el contexto en el que se encontraba. En el caso de la figura de la izquierda, colocada junto a
un rostro taciturno, la cara sonriente fue interpretada como dominante, sarcástica o
jovialmente burlona. Sin embargo, cuando se la colocó junto a un rostro con el ceño
fruncido, fue interpretada como amistosa y serena. Con estos resultados, Cline señaló que:
“Ciertas propiedades psicológicas de los dibujos parecían inherentes a los rostros con
independencia de la matriz social percibida, mientras que otras existían evidentemente, en
función de la naturaleza de la interacción” (Cline, M citado por Knapp, 1982, p. 249).
Sin embargo, existe un caso particularmente interesante en el caso de la expresión
emocional en casos de interacción: el caso de las interacciones mixtas. Hemos visto la
forma como opera la expresión emocional en casos de interacción entre animales de la
misma especie y, someramente, cómo opera en los casos de interacción entre adultos
lingüísticos. Sin embargo, un caso particularmente desafiante para los estudios
posdarwinianos de la expresión emocional consiste en los casos en donde un ser no
lingüístico, como un animal o un bebé pre-verbal, interactúa expresivamente con un adulto
con contenidos conceptuales. En teoría, se debe satisfacer la condición de la continuidad
propuesta por Darwin, en donde ciertos rasgos expresivos son instintivos y por lo tanto,
74
compartidos. Esto significa que un ser no-lingüístico y uno lingüístico deben ser capaces de
interactuar expresivamente, al menos en algunas formas básicas, que logren modular el
comportamiento de ambos.
Pensemos en algunos ejemplos para entender mejor cómo podría ocurrir esta
regulación. En los casos de desarrollo infantil, como la aparición de las primeras sonrisas o
los primeros pasos para empezar a caminar, la interacción entre los padres y los bebés son
fundamentales para que se logren estos procesos satisfactoriamente. En el caso de las
sonrisas instintivas, los procesos fisiológicos endógenos permiten su aparición hacia la
cuarta o sexta semana. Es casi inevitable para la madre, reaccionar de una forma positiva
ante este hecho a lo cual ésta responde con otra sonrisa, la apertura exagerada de los ojos,
un tono de voz agudo y excitado, y mimos hacia el bebé. A medida que éste crece, la madre
relaciona los juegos y carantoñas con la producción de la sonrisa o la risa del bebé y, a su
vez, este comienza a valorarlas como algo divertido y satisfactorio (Cf. Garvey, 1985, p.
34). El niño comienza a aprender, poco a poco, que sonreír o reírse estimula los juegos y la
atención de la madre.
Ocurre algo similar cuando los niños están aprendiendo a caminar. Cuando el bebé
aventura sus primeros pasos, normalmente es alentado y motivado por su entorno social, de
forma similar a como cuando sonrió por primera vez. Estimulado por la celebración, los
abrazos y el júbilo de los adultos, el niño aprende a valorar positivamente sus intentos por
caminar y continúa haciéndolo hasta lograr sostenerse por sí solo:
Es como si el niño pensase: basta con que me ponga de pie para provocar una
emoción intensa, una celebración gestual de gritos y abrazos. Cuando mi entorno
percibe un esfuerzo por ponerme en pie, este acto motor se convierte en un
acontecimiento relacional extraordinario. (Cyrulnik, 2008, p. 42).
En el caso de los niños no socializados, como los niños ferales, no existe ninguna
función relacional que motive al niño a aprender a caminar. A pesar de contar con el
potencial anatómico para hacerlo, un niño que no encuentre pautas de interacción emotiva,
no encontrará una motivación que lo haga intentar ponerse de pie. La expresión facial
adulta, los gestos y reacciones que tenga éste con el bebé, hace que estos últimos modulen
75
su comportamiento hasta tal punto de lograr o no, una función evolutiva básica como lo es
la bipedación. Así, en el caso de una especie tan profundamente social como la nuestra, la
capacidad de comunicar y regular nuestro comportamiento de forma intersubjetiva, provee
el verdadero detonante para funcionar de forma adaptativa.
Para que este tipo de interacciones ocurran, deben cumplirse algunas condiciones
que permitan la valoración afectiva tanto del bebé como del adulto, la continuidad de esta
valoración a través de la expresión y que permitan lograr modular las pautas de interacción
entre ellos. Eso significa que debe existir la capacidad de valorar el entorno de forma
afectiva, de que a través de la percepción emocional indirecta esa valoración se preserve y,
de que esta percepción bidireccional permita que se moderen y regulen los
comportamientos entre los individuos involucrados. Podemos hablar entonces de la
emoción, y en concreto de la expresión emocional, como un dispositivo normativo que
regula la interacción. (Cf, Pérez, 2013, p. 246).
La primera condición se cumple dada la capacidad biológica de los individuos de
especies sociales, sean estos lingüísticos o no, de valorar afectivamente su entorno. Como
ya lo hemos dicho, los animales son capaces de asignar valencias emotivas no conceptuales
a los objetos y responder adaptivamente a ellos de forma instintiva. Reconocen como
peligrosa a una serpiente y esto estimula una respuesta corporal consistente con un patrón
de respuesta adaptativamente ventajoso: el miedo, que dispara en la aceleración del ritmo
cardiaco, la dilatación de las pupilas, la sudoración, la tensión de los músculos y la
secreción de ciertas hormonas. Cuando otro miembro de la especie percibe esta conducta
emotiva, logra, a través de la percepción emocional indirecta, mantener la valoración que
dio el primer individuo. La segunda condición se cumple cuando el observador reconoce
que esta respuesta no es propia de la alegría o la ira, sino que contiene elementos
valorativos propios del miedo, es decir, que hay efectivamente algo peligroso.
Para que la tercera condición se cumpla, el individuo debe, además de reconocer la
valoración de la expresión, lograr que esta valoración se tome como un modelo de acción.
En el caso del tipo de interacción que estamos reseñando, esta valoración implica que el
76
individuo con contenido conceptual asigna voluntariamente una valencia específica a un
objeto o suceso. Esto explica por ejemplo, la razón por la cual las culturas asignan la
valencias emotivas, como lo peligroso o lo repugnante, a objetos radicalmente distintos.
Cuando, en una cultura determinada, los adultos cargados de conceptos asignan un valor
negativo a un animal, digamos a una cucaracha, los niños aprenden desde muy pequeños
que ese animal se encuentra cargado de una valoración negativa. La expresión emocional
sirve al adulto para regular el comportamiento del niño. En lugar de explicarle
conceptualmente el por qué una cucaracha es sucia o puede transmitir enfermedades, el
adulto, al observar que el bebé incauto se lleva una cucaracha a la boca, hace un gesto de
sorpresa, asco e incluso terror, aleja al niño del animal y le muestra, con su cuerpo, que
debe evitarlo a toda costa.
Esto ocurre también, como vimos anteriormente, en el caso del bebé que está
aprendiendo a caminar. Con expresiones positivas, como la sonrisa, los abrazos, los gritos
de júbilo y los mimos, el adulto asigna una valencia positiva al acto de intentar ponerse el
pie. De forma similar, con expresiones negativas como el gesto de la tristeza, asigna un
valor negativo a la actitud del bebé que decide dejar de intentar caminar. El adulto es capaz
entonces de regular los comportamientos del niño a través de la expresión emocional,
asignando valencias positivas o negativas a objetos y sucesos diversos. Al ser el niño capaz
de percibir valorativamente esta expresión emocional, asignará la misma valencia al mismo
objeto. La valoración se preserva entonces, gracias a la capacidad perceptiva del niño de
captar la valencia de una expresión emocional.
El caso típico para ejemplificar este tipo de interacción, es el experimento del
precipicio visual, realizado por Eleanor Gisbon y Richard Walk en los años sesenta. Este
experimento consistía en poner a un bebé en una mesa de vidrio grueso cuya mitad llevaba
adherida una tela de cuadros que asemejaba suelo firme, mientras la otra mitad llevaba la
tela pegada a nivel del suelo. Esto hacía parecer que la mesa terminaba en la mitad de la
superficie y que la segunda mitad consistía en un precipicio. Al colocar al bebé sobre la
mesa, se le pedía a la madre ubicarse en el final de la misma, en donde, supuestamente, se
encontraba el precipicio y se le pedía comenzar a hacer gestos para que el bebé llegara
77
hasta ella. Cuando la madre asignaba valoraciones positivas al “precipicio”, esto es,
sonriendo, extendiendo los brazos y llamando al niño, la mayoría de ellos continuaba
gateando sin importar que, según su percepción, la mesa terminara allí. Por el contrario,
cuando la madre asignaba valoraciones negativas, como cara de horror o de tristeza, la
mayor parte de los niños se detenían justo antes de llegar a la parte trasparente de la mesa.
Figura 3.3. Fotografía extraída de Gibson & Walk. 1960. Fotografía de William Vandivert.
Según este experimento, la valoración que hace la madre del entorno, se preserva en
la valoración que el bebé aprende a hacer del mismo.
En ese momento ella [la madre] realiza expresiones emocionales características portadoras
de valoraciones positivas, negativas o indeterminadas. El niño percibe que esas
valoraciones emocionales van orientadas al precipicio, se las apropia de la expresión
emocional de su mamá y se las asigna a su vez al precipicio Así, cuando el niño se apropia
de la valoración positiva de la madre, presente en la expresión de ella, y se la proyecta al
precipicio, este pasa de ser algo desconocido, a tener un valor cognitivo para el niño: es
algo seguro que puede usar para llegar hasta donde su madre, por eso continúa gateando.
Cuando la valoración es negativa, el bebé asigna al precipicio esa valoración y, por lo tanto,
la valora cognitivamente como un obstáculo para llega a donde su mamá, por eso se detiene
78
[…] Por eso la regulación afectiva del comportamiento es una manera de aprender qué
facilita y qué dificulta la realización de determinada acción. (Pérez. 2013, p. 250)
La expresión entonces, sirve para que el adulto conceptual regule la valoración que
el niño da a los objetos o situaciones. Un ejemplo similar ocurre cuando, al intentar caminar
y caer en el suelo, el niño observa a su madre para conocer la valoración de su caída. Si la
madre responde negativamente, con preocupación o tristeza, el niño seguramente llorará,
asignando el mismo valor negativo a la caída. Si, por el contrario, la madre reacciona
calmada y positivamente, el niño seguramente se pondrá de pie y valorará su tropiezo como
algo positivo o neutro. Así, la expresión emocional de los adultos representa, para los
bebés, información cargada de valoraciones, a la cual responden a través de la modulación
de su comportamiento.
Este tipo de interacciones, permiten dar cuenta de la importancia que tiene la
expresión emocional en el desarrollo psicológico, afectivo y moral de un niño. Con la
regulación afectiva, mediada a través de la expresión emocional, se logra la trasmisión de
valoraciones que se le dan a los objetos, a los sucesos, a los otros y en definitiva, al mundo.
La normatividad propia de estas interacciones, esto es, la preservación de la valencia
asignada y la regulación de la acción futura de acuerdo a esta, permite que se logren
vínculos y pautas de acción constantes. Entre otras cosas, esto significa que la expresión
emocional juega un papel importantísimo a la hora de trasmitir valoraciones, esto es, de
enseñar y aprender.
3. Recapitulación y conclusión
En este capítulo, hemos expuesto brevemente las dos funciones principales que los
estudios posdarwinianos atribuyen a la expresión emocional. Hemos señalado que los
investigadores que se dedicaron a estos estudios, se enfrentaron al reto de dar cuenta de la
expresión emocional como algo más que un epifenómeno de segundo orden como pensaba
Darwin, para lograr entender las posibles funciones propiamente expresivas que esta tiene.
Gracias a las hipótesis de Darwin, encaminaron sus estudios a comprender la expresión
emocional como un fenómeno universal, presente en todas las culturas del mundo, lo que
79
nos permitió comprender, gracias a la producción e identificación de las mismas
expresiones emocionales, el vínculo expresivo y emocional que poseemos en tanto especie.
Sin embargo, complementaron esta tesis darwinista estudiando la funcionalidad de
la expresión emocional. En primer lugar, estudiaron cómo la expresión tiene un papel
importantísimo en la comunicación entre individuos de algunas especies sociales, ya que
logra informar a otros sobre estados internos y valoraciones respecto a objetos del mundo,
que a su vez permite producir respuestas adaptativamente ventajosas por parte de otros
miembros del grupo. La función comunicativa de la expresión emocional constituye
entonces un elemento más del inmenso repertorio biológico que tienen los animales y que
les permite sobrevivir, reproducirse y adaptarse favorablemente como individuos y como
especie.
En segundo lugar, lograron reconocer que la expresión emocional permite regular el
comportamiento de los individuos y, en ocasiones, les brinda pautas de acción, lo cual les
permitió reconocer la función que esta tiene en casos de interacción y regulación afectiva.
En el caso de los animales, la percepción emocional directa permite que el individuo
otorgue valoraciones a los objetos del mundo y la percepción emocional indirecta permite a
otros miembros de la especie reconocer esa valoración en la expresión y otorgársela al
objeto. Por su parte, en la interacción humana adulta, la expresión emocional posee una
función inmensamente rica en donde entran a jugar un sinfín de elementos y en donde la
función de la expresión consiste en complementar y clarificar el lenguaje, abrir y cerrar
canales de interacción, resaltar y revelar intenciones, censurar, sugerir patrones de
comunicación, etc.
Como caso particularmente interesante, la función regulativa de la expresión
emocional, tiene un papel importante en casos de interacción mixta. En ellos se logra
conciliar la capacidad de identificar y producir expresiones emocionales comunes,
capacidad dada por la continuidad filogenética inter e intraespecífica, y la riqueza expresiva
que supone la adquisición de conceptos, lenguaje y expresión voluntaria, propios de la vida
humana adulta. En este tipo de interacción, el individuo lingüístico logra regular
80
voluntariamente, a través de la expresión emocional, las acciones del individuo no
lingüístico. Esta pauta normativa permite que la valoración dada por el individuo
lingüístico se preserve en la expresión y sea adoptada por el individuo no lingüístico.
Los estudios posdarwinianos, entonces, encuentran en las funciones comunicativa y
regulativa de la expresión emocional, un ejemplo perfecto del adaptacionismo darwinista,
pero recobrando la importancia de la función expresiva, tan resaltado por teóricos como
Charles Bell. Gracias a esta suerte de fusión, se logra comprender la naturaleza biológica de
la expresión enmarcada dentro de una funcionalidad comunicativa y regulativa, de vital
importancia para la supervivencia de los individuos, pero también para la creación de
vínculos afectivos, el desarrollo infantil, la educación, el aprendizaje y la cultura.
A manera de síntesis, el siguiente cuadro recoge las conclusiones a las que llegan
los estudios posdarwinianos respecto de la naturaleza y la función de la expresión
emocional:
La expresión emocional según los posdarwinianos
Naturaleza Función Utilidad*
Biológica
Expresiva:
Adaptativa
Comunicativa
Regulativa
∞
* La utilidad que los estudios posdarwinianos confieren a la expresión emocional es variada
y compleja. Sin embargo, señalar todos sus posibles matices supera los límites de este
trabajo y queda como tarea pendiente que se realizará en estudios posteriores.
81
Consideraciones finales
A lo largo de este trabajo hemos presentado un debate respecto de la naturaleza y la
función de la expresión emocional. A través de una estructura dialéctica, hemos logrado
presentar una tesis: la expresión emocional es de naturaleza teológica y su función es
comunicativa (Bell); contrarrestada por una antítesis: la naturaleza de la expresión
emocional es biológica y su función no es expresiva (Darwin); y conciliada por una
síntesis: la expresión emocional es de naturaleza biológica (Darwin) y su función es
expresiva (Bell). Esta es la tesis que defienden los estudios posdarwinianos. En el cuadro 3
puede observarse un panorama global del debate presentado en este trabajo.
Dada la naturaleza dialéctica del trabajo, más que una conclusión, en esta última
sección presentaremos una recapitulación, una prospectiva y una evaluación crítica del
mismo.
Puesto que tiene una comprensión teística y teleológica de la expresión, Charles
Bell le otorga una utilidad especial a la expresión en el campo estético, campo que Darwin
ignoró por completo. Bell considera que el arte nos provee de un buen criterio para conocer
la naturaleza y, de la misma forma, es la naturaleza la que nos brinda las pautas de la
creación artística. Esto le permite decir que cada animal posee una anatomía propia, dada
para unas funciones específicas, que debe ser respetada por el artista. Como en el caso del
dibujo de nuestra portada, un caballo con sonrisa humana, al atribuir una anatomía
impropia a un animal, lo deformamos y caricaturizamos.
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Función
Naturaleza
Comunicativa Adaptativa Regulativa Ninguna
Biológica Posdarwinianos Darwin (en el pasado)
Posdarwinianos Posdarwinianos
Darwin (en la
actualidad)
Teológica Bell x x x
Cuadro 1: panorama global del debate presentado en este trabajo
Darwin, por su parte, se dedicó a hacer frente a las ideas de Bell negando la
funcionalidad teleológica de la expresión. Si bien, por ser producto de la evolución, la
expresión debió tener alguna función, no puede aceptar que sea ésta una función expresiva.
Concluye que la utilidad adaptativa que preservó la expresión emocional es inoperante en la
actualidad, haciendo que ésta no posea ninguna función o utilidad. De haber comulgado
con algunas de las ideas de Bell, Darwin debía haber aceptado que la sonrisa de los monos
o la risa de la hiena tienen como función el expresar a otros lo que sienten. Ante el caballo
deforme de la portada, Darwin seguramente hubiese preferido que Bell analizase la
expresión de animales filogenéticamente más próximos al ser humano, como en el caso de
la siguiente figura:
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Figura 4.1. Dibujo extraído de La expresión de las emociones en los animales y en el
hombre.
Esta posible respuesta de Darwin, sin embargo, se caería de su peso. Incluso con los
animales filogenéticamente más distantes a nosotros, somos capaces de reconocer
expresiones emocionales, que son muy distintas a las nuestras. Pensemos, por ejemplo, en
el caso del erizamiento del pelo de los gatos o hasta en las orejas caídas de un ratón.
Seguramente Bell, y muchos teóricos actuales, podrían decirnos que atribuimos estas
expresiones gracias a un proceso de antropomorfismo. De cualquier manera, reconocemos
que es un problema complejo y que requiere un estudio juicioso que supera los límites de
este trabajo.
Los estudios posdarwinianos, sin embargo, logran estudiar la expresión emocional
de una forma sintética, dando explicaciones más o menos satisfactorias respecto de este
problema. Estos estudios, operando bajo un marco de referencia evolucionista y, haciendo
énfasis en el papel adaptativo de la expresión (Cf. Adolphs, 2010), logran también captar la
utilidad que tiene la expresión en casos de comunicación intra e interespecífica, casos de
regulación afectiva mixta y dentro del despliegue infinitito de utilidad en casos de
interacción humana adulta. Así, se logra una conjunción dialéctica de las funciones y la
utilidad de la expresión emocional propuesta por Bell, bajo una comprensión adaptacionista
de la naturaleza de la expresión, que es la propuesta básica de Darwin.
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Lo anterior nos permite decir que la expresión emocional opera gracias a una serie
de recursos biológicos, que nos permiten la producción e identificación de valoraciones de
estados internos y del mundo. La proximidad filogenética en casos de especies sociales, nos
permite reconocer estas valoraciones a través de la expresión y, también, regular nuestro
comportamiento de acuerdo a esta. Cuando se trata de casos de interacción mixta, esto es,
entre individuos lingüísticos y no lingüísticos, la expresión emocional sirve como el canal
principal de interacción que permite, a través de patrones normativos, regular el
comportamiento y asignar valoraciones al mundo, que, en los casos de la interacción
humana, implican los primeros pasos de la enseñanza y la trasmisión de valores culturales
(Cf. Shutz, 2007, Pérez. 2013).
Estas aproximaciones han permitido a numerosos estudiosos acercarse a la
expresión emocional desde una perspectiva naturalista, aplicando la utilidad extra teórica
del debate que hemos venido señalando. Muchos de ellos estudian el papel de la expresión
emocional y los recursos biológicos que poseemos para analizar el papel de éstos en las
artes y la estética, tal como lo propuso Bell (Cf. Hjort, 1997; Killin, 2013). Otros, se han
enfocado en el estudio de la función comunicativa y regulativa, sobretodo haciendo alusión
al papel de la expresión emocional dentro del campo de la pedagogía y la educación moral
(Cf. Prinz, 2004, 2006, 2009; Zambrana 2013).
Sin embargo, también debemos reconocer los límites que tienen este tipo de
estudios. Por lo general, las teorías naturalistas de la emoción y la expresión emocional, se
encuentran ligadas a concepciones causales del sentimiento y del cuerpo el general. Eso
dificulta la distinción de la especificidad de las emociones y las expresiones y, además,
quedan ligadas irremediablemente a nociones muy pobres de comunicación. Dado que se
rigen por una semántica informacional, los estudios posdarwinianos pueden llegar a incurrir
en el riesgo de considerar que lo único que se trasmite a través del cuerpo, e incluso de la
palabra, es información. En ese sentido, la función pedagógica, estética y moral, quedaría
relegada a una mera trasmisión de datos que puede hacer la expresión.
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Reconocemos que para que se logre una aplicación real de la expresión en estos tres
campos, dentro de una teoría naturalista, debemos superar esta perspectiva informacional
para dar campo a una comprensión más rica de lo que comunica y puede lograr una
expresión. Para ello, debemos reconocer la importancia que tiene un estudio mucho más
juicioso de la función comunicativa de la expresión pero, sobre todo, lograr una semántica
que pueda explicar mejor nuestra vida psicológica. Con esto en mente, abrimos paso a la
posibilidad de un estudio mucho más rico respecto de la expresión emocional, su
naturaleza, su función, y la utilidad estética, pedagógica y moral que pueda tener.
Así, para cerrar este trabajo nos gustaría advertir sobre el potencial de una
comprensión naturalista de la emoción dentro del campo estético, moral o pedagógico. Con
ello buscamos desmentir la inutilidad extra teórica de la que algunos teóricos cognitivistas
acusan a las teorías naturalistas de las emociones. Una buena compresión de la expresión
emocional no se limita a su naturaleza biológica, ni tampoco a su funcionalidad estética o
comunicativa. En ese sentido, la expresión emocional parece señalar nuestra más profunda
naturaleza, esa en la que somos lo suficientemente animales, como nos enseñó Darwin y lo
suficientemente divinos, como nos enseñó Bell. Esa en donde utilizamos la expresión para
comunicarnos y educarnos, valiéndonos a la vez de toda nuestra animalidad.
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