Cuervo roberto diseño y arte
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Diseño y Arte Trazas del debate belleza-
funcionalidad
Roberto Cuervo Pulido PhD(c)
2013
INTRODUCCIÓN
Si bien la relación entre arte y diseño ha sido
conflictiva, se ha encontrado en permanente debate,
bien sea en ámbitos académicos o en los cotidianos,
debido a la obsesión por la compartimentación del
conocimiento heredada de la edad media en donde la
definición de límites disciplinares y sus diversas
actuaciones, se convirtió en un tema fundamental.
La definición epistemológica de las disciplinas
llevó así mismo a la definición del quehacer de los
profesionales, que por el afán de definir su nivel de
actuación en el mundo, se generó una separación casi
irreconciliable entre las profesiones. Socialmente se
espera saber con claridad que hace un ingeniero,
como actúa un médico o de que vive un arquitecto,
sin embargo no es común preguntarse ¿cómo se
relaciona una disciplina con otra?, por ejemplo arte y
diseño. Aunque podemos pensar que si la creatividad
es el elemento común a ambas disciplinas,
probablemente no se tenga claridad de qué manera se
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aplica en cada una. Es allí donde aparece la relación
entre belleza y funcionalidad, cuando históricamente
se le ha atribuido el carácter de funcional a los objetos
producidos por el diseño, mientras que el arte
tradicionalmente se ha ocupado por la producción de
belleza.
Lo anterior, ha creado una confusión con el
término estética, porque se ha descontextualizado su
significado ya que en el mundo contemporáneo, la
estética ya no estudia necesariamente la producción
de la belleza, aunque popularmente se usa el término
para definir precisamente lo bello, de hecho se suele
adjetivar el término, cuando se usa para definir los
atributos de un objeto. Desde esa perspectiva, se usa
de la misma manera para referirse a la belleza de una
silla por ejemplo, para decir esa silla es estética,
como si el término fuese un valor en si mismo y no el
estudio de las relaciones entre objeto y sujeto.
Igualmente, se ha creado una confusión con el
concepto de funcionalidad, por ser usado de la misma
manera que el término funcionalismo, para referirse
solamente a la función práctica del objeto, dejando a
un lado las funciones simbólicas y estéticas que lo
componen.
No se diferencia comúnmente el sufijo ismo
adherido al concepto de función como corriente de
principios del siglo XX en donde se perseguía
precisamente el desarrollo pragmático del objeto a
partir del racionalismo de la forma y se buscaba la
belleza por fuera de la decoración, solo se validaba en
la función misma del objeto que con movimientos
como el de la estética de la máquina, que desde
finales del siglo XIX, representaba claramente las
influencias en la vida cotidiana de la revolución
industrial, en donde se puede reconocer el nacimiento
del diseño industrial como disciplina. Por lo anterior,
se utiliza comúnmente de forma incorrecta el término
funcionalidad como un adjetivo que define
características de un objeto, se suele mencionar por
ejemplo, esa silla es funcional sin comprender que el
término funcional es precisamente lo que se refiere a
las funciones y no olvidemos que las funciones no son
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solo las prácticas, también son las simbólicas y las
denominadas formal-estéticas (Fornari, 1989).
Las funciones prácticas son las que están
relacionadas directamente con los aspectos de uso de
los objetos y su relación con el usuario, representan la
condición utilitaria del objeto, en cuanto a las
funciones simbólicas o sígnicas se refiere a las
construcciones de sentido adquiridas por el objeto en
relación con la cultura y los diversos significados que
le atribuye el usuario y que son analizadas por la
semiótica del objeto y por último, las funciones
formal-estéticas, se refieren a la relación de
composición formal del objeto y la manera como es
percibido por el usuario, son los atributos de forma,
estructura, material, color y textura y todos los
elementos perceptibles por los sentidos (Fornari,
1989).
Además, para el funcionalismo la belleza se
busca en las formas básicas, por eso surge el término
la forma sigue a la función, lo cual fue premisa
incluso para la escuela de diseño bauhaus, lo que
sugiere que si se satisfacen los aspectos funcionales,
la belleza emerge de forma natural. Sin embargo,
también se planteó más adelante por algunos
movimientos de diseño, el término de manera
contraria, la función sigue la forma, por lo que se
generó un debate permanente entre los conceptos de
belleza y funcionalidad.
Movimientos como memphis y alchimia en Italia
o styling en Estados Unidos definían una postura
radical en contra del funcionalismo y a favor de la
libre expresión de la forma como manera de estetizar
la vida cotidiana del ser humano, alejado de los
postulados de la posguerra generados principalmente
en Alemania, los cuales fueron fundados por la
bauhaus y luego continuados por la escuela superior
de diseño Hochschule Für Gestaltung HFG en la
ciudad de Ulm. Estos movimientos que transcurrieron
durante varias décadas, se proclamaban autónomos y
no dependientes de la academia, de hecho fueron
originados en los ámbitos profesionales y con un
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cierto sentido comercial, aunque tenían como objetivo
fortalecer conceptualmente el desarrollo de la
profesión del diseño y generar también impacto
comercial.
Sin embargo, aunque en contextos cotidianos la
relación entre belleza y funcionalidad supone
términos opuestos, en el contexto académico el debate
se ha profundizado más en la medida en que el diseño
debe pretender un manejo sensible de la forma, que lo
acerca a los límites con el arte y así mismo se le
reclama un saber productivo al arte en cuanto la
generación del objeto artístico, lo que plantea más
bien un permanente diálogo entre forma y función y
por supuesto entre belleza y funcionalidad.
En este texto se tratará en primera instancia, la
interrelación entre arte y diseño y su relación con la
ciencia y la tecnología, a partir de la definición de lo
que le es propio a cada disciplina y las relaciones
intrínsecas que permanentemente se dan entre ellas.
Luego, se reconstruirá el debate entre belleza y
funcionalidad a partir de las diferentes posturas que
históricamente tomaron las escuelas y estilos que
desde la bauhaus hasta nuestros días han planteado.
Además, se ampliará el concepto de belleza
desde una perspectiva histórica y artística así como la
relación entre arte, artesanía y funcionalidad
planteada desde el diseño.
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1. Interrelación arte y diseño
La relación arte y diseño ha existido
históricamente, porque si bien el diseño como
disciplina universitaria lleva aproximadamente un
siglo, el oficio y la acción de diseñar es intrínseca al
ser humano, mientras que la definición de arte
históricamente tenía enfoques distintos al de la
actualidad. En la antigüedad, se tenía en una sola
categoría las artes, los oficios y las ciencias y no fue
sino hasta después del renacimiento que se separaron
estos conceptos, surgiendo el término bellas artes,
evolucionando hasta lo que hoy conocemos como
arte. Luego, el término fue aceptado como anota
Tatarkiewicz (2001), por los que pertenecían a las
artes visuales que antes habían sido denominadas
artes del diseño y se utilizó en el siglo XIX como
escuela de bellas artes.
Por otra parte, la creación como término plantea
relaciones conceptuales entre arte y diseño, porque se
vuelve a combinar las artes con las ciencias y la
tecnología y así mismo se plantea un diálogo más
cercano con el diseño, el cual a su vez está muy
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relacionado con los oficios. La creación en el mundo
contemporáneo, comprende varias actividades y
producciones humanas, no solo las realizadas por los
artistas sino también las de los científicos y técnicos.
Es así como la relación entre arte y diseño según
lo afirma Tatarkiewicz (2001), está centrada en el uso
de la creatividad como camino de creación, por lo
tanto la diferencia para denominar la creatividad
consiste en la novedad de la obra producida, que
aunque es simplista la definición ayuda a diferenciar,
porque nada es realmente nuevo, todo tiene alguna
referencia de algo que ya existe en el mundo se trata
del grado de creatividad que ha tenido la producción-
creación y estas pueden tener “tres rasgos
cualitativos, una forma nueva, un modelo nuevo y un
método nuevo de producción” (p. 293), y se convierte
en destacable cuando la creación es dirigida y resuelta
metódicamente a base de estudio y reflexión y es
definido por los efectos teóricos y prácticos; es una
cuestión de actitud del creador, es la energía mental
invertida en la obra.
Por otra parte, para Dorfles (2010), el arte es
conocimiento, el asunto es que existen conocimientos
de tipo racional e irracional, en el caso del arte es
más común el conocimiento irracional, pero si lo
vemos desde una perspectiva contemporánea, el arte y
su relación con el diseño, la ciencia y la tecnología,
plantea un conocimiento racional que se yuxtapone
sin oponerse realmente, consiguiendo en esta relación
trans-disciplinar una aproximación al conocimiento
de frontera que complementa permanentemente los
dos tipos de conocimiento. También afirma que
vivimos en una cultura que ha desarrollado miedo a
sentir realmente, mediatizando las relaciones sociales
ha logrado crear una estética digital de objetos que no
son lo que deberían ser, tal como los nombra Dorfles
(2010), artefactoides (p. 12), que solo son fetiches y
no obras de arte. Además, plantea que nuestra cultura
ya no es unitaria, debido a las nuevas tecnologías que
permiten la ocupación del espacio simultáneo en la
red en tiempo real, y es esa relación espacio-tiempo la
que genera una rapidez de la información que no nos
permite asimilarla fácilmente, así mismo, no podemos
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comprender claramente los conceptos del arte y la
estética contemporánea en relación con el sentido
común de quienes interactúan con ellas. Además, la
obra de arte contemporánea suele incluir comúnmente
elementos que no son realmente arte, que son
estructuras que soportan la obra pero que devienen de
otras disciplinas como la programación, el diseño o
las ciencias en general, lo que genera una permanente
hibridación disciplinar que como lo menciona
Dorfles (2010), sucedía en la época del kitsch en
donde convivían simultáneamente movimientos como
el arts and crafts con toda su estética artesanal, con
los movimientos funcionalistas propios de la
revolución industrial que promovían la desaparición
de la decoración innecesaria y de los procesos
artesanales para reemplazarlos por procesos
productivos en serie, lo que trajo consigo como lo
menciona Benjamin (1989), la desaparición del aura
de la obra.
Aunque los planteamientos de Dorfles (2010), no
son del todo pesimistas, él afirma que la falsificación
y la adulteración no han podido dominar del todo el
mundo, porque aún queda en los seres humanos una
“autonomía irreductible” (p. 14), que no nos permite
ser alienados del todo por las tendencias
globalizadoras de las nuevas tecnologías de la
información y las comunicaciones, por lo anterior, la
propuesta para resistir a esta cultura de la velocidad
de la información, es mantener una relación
intercultural en donde el diálogo de las auténticas
características de localización de diferentes culturas,
logren generar creaciones que serían imposibles la
una sin la otra.
Por otra parte, autores como Alsina (2009), desde
una perspectiva materialista, observa las propiedades
de auto-organización del arte, lo que posibilita la
existencia de elementos emergentes que permiten
entender como las ciencias y el arte se han venido
fusionando, por un lado, debido a la manera en que la
digitalidad y el ideal de mente computacional
estructura la relación entre arte y tecnología,
avanzando sobre el concepto de realidad virtual y su
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relación con la creación artística por las
aproximaciones entre arte y software y por otro lado,
debido a las concepciones de la vida a partir de la
hibridación de ciencias como la biología, con el arte
debido al desarrollo de la nano-bio-info-tecnología.
Alsina (2009), afirma también, que la
complejidad es el paradigma del nuevo milenio y la
emergencia se convierte entonces en prueba de cómo
las ciencias de la complejidad han avanzado y de
alguna manera regulan la vida en el mundo
contemporáneo. Comprender los conceptos de
complejidad, simplicidad y emergencia desde una
perspectiva del arte y del diseño, permite abordar el
tema de la investigación no como una serie de pasos o
métodos pre-establecidos, sino como un proceso de
características rizomáticas en donde el investigador
en estas disciplinas creativas, puede encontrar en los
intersticios y fronteras disciplinares un campo de
acción mucho más fértil que en las áreas centrales de
cada disciplina en donde los paradigmas son tan
fuertes y arraigados que pueden generar visiones
sesgadas, endogámicas e incestuosas, mientras que en
esas borrosas fronteras se puede construir
conocimiento emergente y plantear nuevas
metodologías de investigación que realmente
relacionen el diseño con el arte, la ciencia y la
tecnología.
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2. Relación belleza-funcionalidad
Para establecer la relación entre belleza y
funcionalidad, lo primero es contextualizar por
separado las definiciones de los términos para luego
entender sus diferencias y semejanzas y la forma
como se han relacionado históricamente.
Con respecto al término belleza, es importante
aclarar que la palabra no existía en la antigüedad
clásica, para los griegos el término utilizado era
kailón que se refería a la simetría, la armonía y a un
término que definía las buenas proporciones que era
euritmia, el cual tenía un significado más amplio que
el actual debido a que se usaba no solo para definir
cualidades estéticas sino también cualidades morales,
definía todo aquello que gustaba y atraía y también lo
que era justo o bueno. Por otra parte los romanos
usaban el término pulchrum para referirse al concepto
de lo bello, esta palabra latina siguió utilizándose
durante toda la antigüedad, extendiéndose hasta la
edad media y no fue sino hasta el renacimiento donde
se sustituyó por la palabra bellum, que es de la que se
deriva el término actual en varios idiomas de origen
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latino (Tatarkiewicz, 2001). Si bien el término fue
utilizado de forma amplia en la antigüedad, la
definición que más ha perdurado como lo menciona
Tatarkiewicz (2001), ha sido la que se refiere a la
belleza en sentido puramente estético, como
experiencia, e incluye productos mentales al igual que
formas, colores y sonidos, convirtiéndose en la
definición básica de la cultura europea (p. 155).
Se podría aludir a una teoría general de la
belleza formulada desde tiempos antiguos como lo
propone Tatarkiewicz (2001), en donde se refiere en
un principio a la proporción y ordenamiento de las
partes e interrelaciones del objeto, por ejemplo en la
arquitectura depende de las proporciones entre los
diferentes elementos arquitectónicos y el
ordenamiento del espacio en general, mientras que en
áreas como la música se refiere a las proporciones
entre los diferentes sonidos y su ordenamiento en el
tiempo.
Esta gran teoría como lo menciona Tatarkiewicz
(2001), inició con los pitagóricos que afirmaron las
relaciones de armonía entre los sonidos y de simetría
entre las formas en el espacio, propiedades que
atribuyeron principalmente a razones numéricas, por
lo que afirmaban que gracias a los números todo
parece bello. Platón aceptó ese concepto y afirmó que
lo bello siempre mantiene medida y proporción y que
la fealdad es precisamente la carencia de estos
elementos, mientras que por otro lado Aristóteles
acepto la idea pero afirmó que la belleza consistía en
una magnitud y disposición ordenadas y que las
principales formas de belleza son el orden, la
proporción y la precisión. Los estoicos1 utilizaron el
mismo concepto para referirse a la belleza del alma y
del cuerpo como la relación de proporción entre el
1 Los estoicos son los filósofos del período helenístico que pertenecían al
movimiento denominado estoicismo fundado por Zenon de Citio en el 301 a.C. y el cual fue ampliamente difundido en el mundo greco-romano. El estoicismo
planteaba que se puede vivir con libertad y tranquilidad simplemente
despojándose de las cosas materiales innecesarias, alejándose de la riqueza
externa y dedicándose a cultivar la razón y la virtud.
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todo y sus partes. Los fundadores de esta gran teoría,
que perduró durante casi dos mil años, como lo
menciona Tatarkiewicz (2001), mantenía que los
pitagóricos, Platón y Aristóteles afirmaron la
objetividad como elemento central de esta teoría, por
que la belleza no dependía del sujeto que la percibiera
sino del objeto mismo, “la belleza era un rasgo
objetivo de las cosas bellas” (p. 167). Lo anterior
explica probablemente el por qué en la actualidad se
tiende a valorar tanto, desde una perspectiva objetiva,
el concepto de funcionalidad, banalizando un poco el
concepto de belleza precisamente por el carácter
subjetivo que ha adquirido en el mundo
contemporáneo, y se termina rindiendole culto desde
la cultura popular y en lo que Vargas Llosa (2010)
denomina la civilización del espectáculo.
Más adelante durante el renacimiento, se
relacionaron los conceptos de belleza y arte que hasta
entonces estaban separados, esto generó dualidad y
confusión en vez de aclarar realmente el término, lo
que puso en crisis el concepto y llevó a que la
grandeza de la belleza durara hasta el siglo XVIII,
por que empezó a interpretarse de un modo subjetivo,
no solo por la razón matemática planteada por los
griegos. Además, cuando aparece el concepto de
creación, el arte contemporáneo ya no se enfoca en el
estudio de lo bello sino más bien en lo característico y
lo filosófico, deja de centrar la atención en la belleza,
para dirigirse más al arte y sobre todo a la experiencia
estética.
Sin embargo en este siglo se cambió de los
gustos clásicos basados en las matemáticas, a los
gustos románticos basados en la libertad, pasó de una
belleza que produce agrado a una belleza que
produce emoción, de lo objetivo a lo subjetivo.
También en este siglo surge la idea de una ciencia de
la belleza, la estética la cual como ciencia, junto con
las teóricas y prácticas, constituyen una tercera gran
división de la filosofía según Kant (1997), en donde
los objetos se conocen principalmente con la
intuición, la cual está conformada por la sensibilidad
como elemento empírico y por el modo en que la
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sensibilidad estructura y ordena las sensaciones, lo
que denomina las formas a priori, siendo éstas el
tiempo y el espacio, permitiendo el juicio estético el
cual se analiza desde lo bello y lo sublime, y afirma
que la belleza es la forma de la finalidad de un objeto
en tanto que es percibida en él sin representación de
fin (Kant, 1997).
En contraste con los planteamientos de Kant,
para otros como Stolnitz (1961), “la belleza se ha
separado e incluso desaparecido de la teoría estética
contemporánea” (p. 185), lo que nos empieza a
mostrar como la grandeza de la belleza, aunque duró
mucho tiempo, solo duró realmente hasta el siglo
XVIII, primero por que cuando el concepto se lleva al
terreno de lo subjetivo, pierde fuerza por que hace que
la sutileza y lo sublime se separe del concepto de
belleza, y además por que la belleza se asociaba con
las formas clásicas y en ese siglo se prefirieron las
formas románticas que se fundamentaban en una
belleza basada en la libertad y la emoción y no en
reglas y ordenes (Tatarkiewicz, 2001).
Durante la ilustración, el concepto de belleza se
empezó a relacionar con el de aptitud, entendida
desde su valor de utilidad, y se pensaba que la belleza
de las cosas estaba fundamentada en el fin para el que
habían sido desarrolladas, en su utilidad. La
efectividad de cualquier sistema o máquina para
producir el efecto para el cual fue diseñado le confiere
belleza al objeto, y es precisamente allí donde el
concepto de belleza y utilidad se empieza a
relacionar.
Más adelante, con la revolución industrial la
belleza adquiere un carácter principalmente utilitario,
se pensaba que las cosas que son verdaderamente
útiles, siempre son bellas en si mismas. En una época
de desarrollo de máquinas y fábricas, adquirieron
características de belleza los objetos producidos
industrialmente por obreros y no necesariamente por
artistas, aunque surgieron movimientos que criticaban
esa situación y proponían volver a las artes y oficios
manuales como lo hicieron John Ruskin y William
Morris, fundadores del movimiento arts and crafts
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como contraposición de la transformación británica
por la revolución industrial, quienes proponían
principalmente el trabajo conjunto entre artesanos y
diseñadores.
Así mismo, surge la federación alemana de
trabajadores deutsche werkbund fundada por
Hermann Muthesius quien viajó a Inglaterra para
estudiar el movimiento arts and crafts por su
influencia en la arquitectura, sobre todo por las
formas simples, la funcionalidad y su énfasis en la
ética de las manualidades, para luego regresar a
aplicar estas cualidades en el diseño alemán. Su idea
era poner a los diseñadores a trabajar al lado de la
industria, a los artistas al lado de los obreros y así
posicionar los productos alemanes como los de más
alta calidad (Heskett, 1985). Para lograr lo anterior, se
necesitaba cambiar los esquemas educativos de las
escuelas de diseño, para enseñarles a los estudiantes a
diseñar formas simples y viables de ser producidas en
serie, por lo que se trabajó fuertemente en la
estandarización de las formas y de los procesos
productivos.
El auge de la producción industrial que fabricaba
en serie y de forma masiva objetos de todo tipo, desde
utilitarios hasta puramente decorativos, empezó a
cambiar las maneras en que se diseñaban los objetos
por que las posibilidades de los procesos productivos
y los materiales utilizados en las fábricas, influyeron
principalmente en la creación de formas racionales y
básicas debido a las restricciones de producción, lo
que permitía la viabilidad en la fabricación de los
objetos, generando así un concepto de belleza
asociado a los volúmenes y formas básicas, a la
utilidad y al concepto de funcionalidad. Es en este
contexto donde nace el diseño industrial como
disciplina académica que desde los postulados de la
bauhaus pretendía la comprensión del concepto de
belleza desde la simplicidad de la forma, acercando
además la artesanía a la producción industrial y
poniendo de manera conjunta el arte y la tecnología
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como elementos principales para la formación de
diseñadores.
Igualmente en la arquitectura se pensaba en la
homogeneidad y en los estándares de construcción
para producir edificios simples y funcionales sin
adornos extras, buscando su belleza precisamente en
la pureza de sus formas y en la funcionalidad, lo que
constituyó el movimiento creado después de la
primera guerra mundial que se denominó el neo-
objetivismo liderado por Walter Gropius y muy
influenciado por el arquitecto Le Corbusier quien
pensaba que la casa es una máquina para vivir, y que
se debía diseñar no solo los espacios habitables sino
todos los objetos necesarios para la vida urbana. Es
así como en 1919 se funda la escuela de diseño
staatliche bauhaus en Weimar Alemania bajo la
dirección de Gropius con la idea de formar una nueva
generación de diseñadores y arquitectos que
combinaran el diseño creativo con la industria
moderna y combinar el arte con la tecnología.
Aunque poco después la escuela se mudó a Dessau y
más tarde a Berlín en donde los nazis, por
circunstancias políticas, la cerraron en 1933 (Heskett,
1985). Vale la pena mencionar el esfuerzo por
continuar el legado de la bauhaus trasladando sus
ideales a Estados Unidos para fundar en 1937 en
Chicago la nueva bauhaus con el liderazgo del
fotógrafo y pintor húngaro László Moholy-Nagy.
En la bauhaus al inicio, se tenía una visión con
una orientación hacia lo artesanal, por encima de los
métodos científicos que más tarde se instaurarían, en
la medida en que si se entraba en contacto directo con
el material y las técnicas de producción, se podía
estimular igualmente la creatividad y la idea del
objeto, aunque la visión artesanal que menciona
Dorfles (1973, p. 129), no se refiere a la concepción
de artesano como lo entendemos en la actualidad, en
donde está arraigado a una tradición cultural en el
manejo de su universo simbólico, en la fabricación y
uso de materiales de su entorno natural, sino como
aquel que se acerca más a la visión de operario
calificado en un proceso que depende más de la
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manufactura, de la obra de mano, de la habilidad
manual en una técnica específica y no tanto de los
procesos industriales en serie propios de la época. La
propuesta de Gropius era generar un arte capaz de
conseguir los más altos niveles artísticos con el
mínimo de costo, a partir del diseño de objetos
dirigidos a todos los niveles sociales y no solo para el
disfrute de unas pocas élites, además creía que
uniendo la enseñanza artesanal a la industrial y
artística, se podía formar un creador integral
(Dorfles, 1973).
En la bauhaus, guerreros del funcionalismo, se
luchó no solo por la función en si misma sino por
demostrar teóricamente la belleza desde la función,
era la época de la máquina y con esa concepción nace
el diseño industrial, acercando el mundo de los
objetos cotidianos del hombre a la arquitectura
(Tatarkiewicz, 2001).
La idea de que las formas obtenidas
industrialmente en la era de la máquina, eran de
belleza eterna, se derrumbó a mediados del siglo XX,
porque el uso y el consumo mismo las desgastó,
principalmente cuando el mercado se aprovecha para
estar pidiendo siempre cosas nuevas, ideas propias del
consumismo que se arraigó en ese siglo, lo que
produjo la necesidad imperante de la innovación de
productos casi como condición para el desarrollo
económico y generó más bien un concepto de belleza
efímera.
A partir de lo anterior, se empezó a relacionar el
arte y el concepto de belleza con los elementos
propios de la era industrial configurando el concepto
de belleza moderna en donde no existen términos
absolutos que la categoricen, porque cada concepto de
belleza puede ser transitorio o permanente en el
tiempo. La belleza expresa dos conceptos
simultáneos, uno es el que permanece y el otro es el
circunstancial, el primero se podría denominar como
el alma del arte y el segundo el cuerpo del arte. Por
esto, en el arte contemporáneo ya no importa la
belleza sino el concepto que plantea el artista, pero el
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problema de este planteamiento en que todo puede ser
arte y nada lo es, el arte puede ser bello o feo pero no
se sabe claramente porque es uno u otro, porque no
existe un canon que permita saberlo. Lo anterior,
genera mucha confusión en la concepción del arte y
por supuesto en el concepto de belleza, que si bien se
relacionó con la funcionalidad después de la
revolución industrial, cayó nuevamente en crisis con
la entrada de la era de la información en donde los
datos fluyen más rápido que los cuerpos físicos, lo
que está ligado al desarrollo de las nuevas tecnologías
de la información y de la comunicación.
Los planteamientos sobre la belleza atada al
concepto de funcionalidad fundados por la bauhaus y
sus relaciones con el arte, fueron criticadas
principalmente por el establecimiento en Alemania de
la hochschule für gestaltung HFG-Ulm o escuela
superior de proyectación de Ulm, que aparece en
1953 poco después de la segunda guerra mundial,
fundada por Inge Scholl, Otl Aicher y Max Bill, con
objetivos distintos a la bauhaus, aunque con ciertas
similitudes. Lo primero era separar el arte y los
conceptos de belleza artística y creativa de la técnica,
para acercar lo industrial a la sociedad, la creatividad
a la vida cotidiana, dentro de un proyecto cultural que
pretendía restablecer una sociedad destruida por el
nazismo y la guerra. Aunque ambas escuelas son hijas
del racionalismo, la bauhaus le apuesta a la técnica en
relación con la creatividad, mientras que en la HFG
principalmente relaciona la ciencia con la sociedad.
La concepción de belleza en la bauhaus se veía
representada por formas y volúmenes básicos y
estructuras simples, composiciones a partir de síntesis
aditivas y sustractivas, mientras que en la HFG se
trataba de formas modulares, combinables y
transformables, se trabajaba más con los principios de
la teoría de sistemas, con otras disciplinas como la
semiótica, y la psicología lo que formula
principalmente el concepto de belleza basado en la
concepción de usabilidad, que se refiere a la facilidad
con que los seres humanos pueden utilizar un objeto
para cumplir objetivos específicos.
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Luego del rectorado de la HFG por parte de Max
Bill, un grupo de críticos del modelo de la escuela
liderado por el argentino Tomás Maldonado y por uno
de sus fundadores Otl Aicher, asumen una postura en
donde pasaba radicalmente a un segundo plano el
concepto de belleza y se planteaba un nuevo modelo
de pensamiento basado en el proyecto, en donde se
intentaba modelar un nuevo esquema de realidad
social a partir de las metodologías proyectuales,
basados en la instrumentalización de la ciencia, la
tecnología y la innovación (Aicher, 2005).
Además, Aicher (2005) menciona con respecto a
la funcionalidad como principio fundamental que “si
hay una razón en el mundo, ésta es la de su
funcionalidad. Ella se muestra en la manera como se
alcanzan fines” (p. 173), lo que marca una fuerte
tradición y legado, al menos en los proyectos
educativos de la mayoría de escuelas de diseño en el
mundo, lo que nos lleva a pensar en la transformación
de la concepción de belleza, la cual se encuentra
incluso en nuestros días relegada principalmente al
concepto de la funcionalidad, desde una visión
objetiva, práctica e instrumental del mundo
contemporáneo, en donde los términos se plantean
prácticamente como opuestos dejando el concepto de
belleza como un elemento solo de lujo, banal e
innecesario.
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CONCLUSIONES
La creación no es un concepto en el que se pueda
operar con precisión, porque puede tener diversas
acepciones, por ejemplo ha sido considerada como un
elemento secundario para la ciencia y la tecnología,
pero fundamental para el arte, porque a medida en que
la relación histórica entre arte y belleza se debilitaba,
se fortalecía la relación entre arte y creatividad.
En este momento, el concepto de creación no
está sujeto a la definición heredada del siglo XVII en
donde el arte está referido a la producción de belleza,
por lo tanto puede ampliar su campo incluso a la
creación de objetos, sin tener el compromiso
específico del arte o del uso, por eso es se ha
convertido en un concepto más flexible, en donde por
ejemplo no solo los artistas dotan a la materia de
forma sino también los diseñadores, por lo que ambos
pueden ser denominados creadores.
Sin embargo, desde William Morris, se ha vuelto
a valorar la idea de incluir los oficios dentro de las
artes y estos antecesores de la disciplina del diseño
han abierto nuevamente la discusión que pone en
relación y diálogo al diseño con las artes, y desde una
perspectiva de la estética contemporánea, se pone
además en diálogo a las artes con la ciencia y la
tecnología, ampliando aún más el término, por lo que
considero bastante adecuado el uso del término
creación como concepto que supera el afán de
categorizar, de separar las disciplinas y el
conocimiento y de manera más transversal integra las
posturas contemporánea y las visiones del mundo
dentro del concepto de creación. La revolución
industrial y lo que se conoció como un movimiento en
transición denominado la estética de la máquina,
permitió redefinir el concepto de creación ampliando
un poco el concepto de arte que se tenía hasta el
momento, permitiendo cruces interdisciplinares entre
el arte, el diseño, la arquitectura, la ciencia y la
tecnología. Para la creación importan más la
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imaginación, la invención y el efecto emocional que
el gusto y las ideas.
Desde el punto de vista de la estética
contemporánea, atrás ha quedado la concepción del
arte como creación de belleza o como imitación de la
naturaleza, pasando a la comprensión del arte como
una concepto dinámico en constante transformación a
partir de los flujos de información, la sociedad del
conocimiento y las nuevas tecnologías de la
información y la comunicación, en donde idea y
objeto son igualmente válidas, y la relación entre
belleza y funcionalidad ha dejado de ser un debate
por la oposición de los términos, reafirmando la
relación intrínseca entre diseño, arte, ciencia y
tecnología.
Sin embargo, el concepto de belleza en la
contemporaneidad puede tener varias aproximaciones,
la primera y tal vez la más banal de todas es la
concepción de belleza desde la apariencia física del
ser humano y con esto me refiero a lo que me permito
llamar estética de peluquería que vemos en los
comúnmente denominados salones de belleza y por
otro lado a los cánones de belleza instaurados por los
medios masivos de comunicación que proponen
modelos corporales al servicio por supuesto del
consumismo, en lo que Debord (1994) denominó la
sociedad del espectáculo en la cual el concepto de
belleza mediática está presente en las relaciones
sociales y se viven como una re-presentación del
mundo y lo bello adquiere un valor de falsedad, y por
otra parte más adelante Vargas Llosa propone el
término la civilización del espectáculo, en donde la
banalidad y la frivolidad hace que el concepto de
belleza busque ser entretenimiento en un mundo que
consume imágenes espectacularmente rápidas y en
donde se ha planteado como finalidad simplemente
pasarla bien (Vargas Llosa, 2010).
20
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