Curso de Oración parte ii · CURSO DE ORACIÓN: Aprender a Orar, Orando. En este Curso, nosotros...

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Iñaki Aya Aprender a Orar, Orando PARROQUIA SANTA MARIA DEL MAR CURSO DE ORACIÓN PARTE II

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Iñaki Aya

Aprender a Orar, Orando

PARROQUIA SANTA MARIA DEL MAR

CURSO DE ORACIÓN PARTE II

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Tabla de contenido

Aprender a Orar, Orando

I. La Oración, Una necesidad ............................................................... 2

II. La Meditación .................................................................................. 11

III. La Oración de Petición .................................................................... 15

IV. La Oración de Contemplación ......................................................... 22

V. Primer Modo de Orar ....................................................................... 29

VI. La Oración, Examen de Conciencia ................................................. 32

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Aprender a Orar, Orando

I. La Oración: Una Necesidad

La Fe que profesamos como cristianos exige y se expresa en la vida en dos dimensiones que se desarrollan conjuntamente:

• un COMPROMISO en una existencia cristiana

• una ORACIÓN que nos permite entrar en diálogo con ese Dios en quien creemos Hablar de oración es hablar de algo que se localiza en el dominio de “lo espiritual” como una referencia directa e inmediata a Dios.

Hablar de compromiso es algo que se localiza en el dominio de las realidades operantes y eficaces en el mundo. A través de la Oración entro en contacto con Dios.

A través del compromiso actúo en consecuencia con mi fe en Dios. Oración y Compromiso son dos elementos de la fe que siempre han estado en cierta tensión a lo largo del cristianismo (los “espirituales” y los “comprometidos”), pero que siempre serán dos dimensiones inseparables.

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CURSO DE ORACIÓN: Aprender a Orar, Orando. En este Curso, nosotros vamos a insistir o fijarnos en ese aspecto que denominamos Oración Comunicación - Diálogo con Dios, teniendo siempre en cuenta que una vida expresión de mi compromiso de fe, es también oración. De hecho, el hombre de todos los tiempos ha sentido siempre necesidad no solo de creer en algo, un ser superior, sino también de entrar en contacto, de alguna forma, con ese ser superior. Veamos algunos ejemplos de oraciones encontradas en antiguas civilizaciones: Antiguo Egipto

Un hombre ciego, pide a la divinidad que le restituya la vista y reza así:

«Mi corazón desea verte... Tú que me has hecho ver las tinieblas, crea la luz para mí. Que yo te vea. Inclina hacia mí tu rostro amado» (trad. it. en Preghiere dell’umanità, Brescia 1993, p. 30). Esta oración atestigua algo tan universalmente humano, como es la pura y sencilla oración de petición hecha por quien se encuentra en medio del sufrimiento. «Que yo te vea»: aquí está el núcleo de la oración. Mesopotamia

Un penitente, abrumado por el sentimiento de culpa, pide ser liberado.

«Oh Dios, que eres indulgente incluso en la culpa más grave, absuelve mi pecado... Mira, Señor, a tu siervo agotado, y sopla tu aliento sobre él: perdónalo sin dilación. Aligera tu castigo severo. Haz que yo, liberado de los lazos, vuelva a respirar; rompe mi cadena, líbrame de las ataduras» (trad. it. en Preghiere dell’umanità, op. cit., p. 37).

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Estas expresiones demuestran que el hombre, en su búsqueda de Dios, ha intuido, aunque sea confusamente, por una parte, su culpa y, por otra, aspectos de misericordia y de bondad divina.

En la Antigua Grecia

Se produce una evolución muy significativa: las oraciones, aunque siguen invocando la ayuda divina para obtener el favor celestial, se orientan progresivamente hacia peticiones más desinteresadas, que permiten al hombre creyente profundizar su relación con Dios y ser mejor. Sócrates (470-399 a.c.), considerado con razón uno de los fundadores del pensamiento occidental, rezaba así:

«Haz que yo sea bello por dentro; que yo considere rico a quien es sabio y que sólo posea el dinero que puede tomar y llevar el sabio. No pido más.» (Opere I. Fedro 279c, trad. it. P. Pucci, Bari 1966). En las tragedias griegas, se encuentran también oraciones que expresan el deseo de conocer a Dios y de adorar su majestad. Una de ellas reza así:

«Oh Zeus, soporte de la tierra y que sobre la tierra tienes tu asiento, ser inescrutable, quienquiera que tú seas —ya necesidad de la naturaleza o mente de los hombres—, a ti dirijo mis súplicas. Pues conduces todo lo mortal conforme a la justicia por caminos silenciosos» (Eurípides, Las Troyanas, 884-886, trad. it. G. Mancini, en Preghiere dell’umanità, op. cit., p. 54). Dios permanece un poco oculto, y aun así el hombre conoce a este Dios desconocido y reza a aquel que guía los caminos de la tierra.

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Imperio Romano

También entre los romanos, que constituyeron el gran imperio en el que nació y se difundió en gran parte el cristianismo de los orígenes, la oración, aun asociada a una concepción utilitarista y fundamentalmente vinculada a la petición de protección divina se abre a veces a invocaciones admirables por el fervor de la piedad personal, que se transforma en alabanza y acción de gracias. Apuleyo, un autor del siglo II después de Cristo, manifiesta la insatisfacción de los contemporáneos respecto a la religión tradicional y el deseo de una relación más auténtica con Dios. En su obra maestra, titulada Las metamorfosis, un creyente se dirige a una divinidad femenina con estas palabras:

«Tú sí eres santa; tú eres en todo tiempo salvadora de la especie humana; tú, en tu generosidad, prestas siempre ayuda a los mortales; tú ofreces a los miserables en dificultades el dulce afecto que puede tener una madre. Ni día ni noche ni instante alguno, por breve que sea, pasa sin que tú lo colmes de tus beneficios» (Apuleyo de Madaura, Metamorfosis IX, 25, trad. it. C. Annaratone, en Preghiere dell’umanità, op. cit., p. 79). Marco Aurelio —el emperador que también era filósofo pensador de la condición humana— afirma la necesidad de rezar para entablar una cooperación provechosa entre acción divina y acción humana. En su obra Recuerdos escribe:

“Quién te ha dicho que los dioses no nos ayudan incluso en lo que depende de nosotros? Comienza, por tanto, a rezarles y verás» (Dictionnaire de spiritualitè XII/2, col. 2213). Las religiones paganas invocan desde la tierra una palabra del cielo. Uno de los últimos grandes filósofos paganos, que vivió ya en plena época cristiana, Proclo de Constantinopla, da voz a esta espera, diciendo:

«Inconoscible, nadie te contiene. Todo lo que pensamos te pertenece. De ti vienen nuestros males y nuestros bienes. De

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ti dependen todos nuestros anhelos, oh Inefable, a quien nuestras almas sienten presente, elevando a ti un himno de silencio» (Hymni, ed. E. Vogt, Wiesbaden 1957, en Preghiere dell’umanità, op. cit., p. 61). En estos ejemplos de oraciones de las diversas épocas y civilizaciones, recogidos por Benedicto XVI en una Catequesis sobre la Oración del 2011, se constata la conciencia que tiene el ser humano de su condición de criatura y de su dependencia de Otro superior a él y fuente de todo bien. El hombre de todos los tiempos reza porque no puede menos de preguntarse cuál es el sentido de su existencia, que permanece oscuro y desalentador si no se pone en relación con el misterio de Dios y de su designio sobre el mundo. De hecho, en toda oración se expresa siempre la verdad de la criatura humana, que por una parte experimenta debilidad e indigencia, y por eso pide ayuda al cielo, y por otra está dotada de una dignidad extraordinaria, porque, preparándose a acoger la Revelación divina, se descubre capaz de entrar en comunión con Dios. En los ejemplos de oración de las diversas culturas, que hemos considerado, podemos ver un testimonio de la dimensión religiosa y del deseo de Dios inscrito en el corazón de todo hombre, que tienen su cumplimiento y expresión plena en el Antiguo y en el Nuevo Testamento. La Revelación, en efecto, purifica y lleva a su plenitud el originario anhelo del hombre a Dios, ofreciéndole, en la oración, la posibilidad de una relación más profunda con el Padre celestial.

Al inicio de nuestro camino «en la escuela de la oración», pidamos pues al Señor que ilumine nuestra mente y nuestro corazón para que la relación con él en la oración sea cada vez más intensa, afectuosa y constante. Digámosle una vez más: «Señor, enséñanos a orar» (Lc 11, 1). De hecho, es en Jesús en quien el hombre se hace capaz de unirse a Dios con la profundidad y la intimidad de la relación de

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paternidad y de filiación. Por eso, juntamente con los primeros discípulos, nos dirigimos con humilde confianza al Maestro y le pedimos: «Señor, enséñanos a orar» (Lc 11, 1). En efecto, sabemos bien que la oración no se debe dar por descontada: hace falta aprender a orar, casi adquiriendo siempre de nuevo este arte; incluso quienes van muy adelantados en la vida espiritual sienten siempre la necesidad de entrar en la escuela de Jesús para aprender a orar con autenticidad. La primera lección nos la da el Señor con su ejemplo. Los Evangelios nos describen a Jesús en diálogo íntimo y constante con el Padre: es una comunión profunda de aquel que vino al mundo no para hacer su voluntad, sino la del Padre que lo envió para la salvación del hombre.

Necesidad y Deseos de Dios

Consecuencia de todo lo dicho es que la oración no puede situarse en

nuestra vida en el plano de las cosas que tenemos que hacer por

obligación. La oración no se practica para contentar a Dios, para estar

a buenas con Él. Una oración hecha como "deber" no se integrará

nunca en nuestra personalidad.

La oración debe sentirse como necesidad vital. Si yo siento a Dios

como alguien que me ama, si veo a Jesús como el Amigo-Maestro

que me acompaña en mi caminar por la vida, debo sentir no solo

necesidad, sino también, y más aún, deseos de encontrarme con El,

deseos de unos momentos de mayor intimidad donde ese amor, esa

amistad, se exprese en un tú a tú, directo entre él y yo, ¿no es éste el

lenguaje del amor?

Hay también en nuestra vida, momentos en donde sentimos la

necesidad y perdón por la redundancia de sentir la necesidad que

tenemos de Dios; necesidad de su Trascendencia, de reconocer

nuestros propios límites, pecados, de pedir porque nos sentimos

angustiados, con problemas que no sabemos resolver. ¿No es el

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momento de pararnos un poco y hablar con El de nuestra vida?, ¿de

decirle que Él es el Trascendente, que da sentido definitivo a mi vida?

Entonces, a medida que nuestra relación con Dios va

profundizándose, irá aumentando ese deseo de intimidad con Él,

iremos acercándonos a ese Dios al que reconocemos como el

absolutamente Otro, Trascendente, que tiene el poder de darnos

nuestra propia existencia, pero un poder que surge de un amor de

Padre.

Ahora los invito a hacer un rato de Oración con el Salmo 95 Pasos:

1. Lee el Salmo 95. Lentamente, párrafo a párrafo. 2. Déjate llevar por él, saborea los sentimientos que te

inspira... 3. Párate... sin prisas. 4. Si encuentras gusto y consolación, no pases adelante.

(1) Venid, aclamemos al Señor, demos vítores a la Roca que nos salva; entremos a su presencia dándole gracias, aclamándolo con cantos. Porque el Señor es un Dios grande, soberano de todos los dioses: tiene en su mano las simas de la tierra, son suyas las cumbres de los montes; suyo es el mar, porque él lo hizo, la tierra firme que modelaron sus manos. (6) Entrad, postrémonos por tierra, bendiciendo al Señor, creador nuestro. Porque él es nuestro Dios, y nosotros su pueblo, el rebaño que él guía.

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Ojalá escuchéis hoy su voz: (8) "No endurezcáis el corazón como en Meribá, como el día de Masá en el desierto; cuando vuestros padres me pusieron a prueba y me tentaron, aunque habían visto mis obras. Durante cuarenta años aquella generación me asqueó, y dije: "Es un pueblo de corazón extraviado, que no reconoce mi camino; por eso he jurado en mi cólera que no entrarán en mi descanso.

Para una mejor comprensión del Salmo

Llamado "Invitatorio"

Con él comienza todos los días el rezo de los Laudes del Oficio de las Horas.

Nos invita a levantarnos aclamando al Señor.

Himno de Alabanza Tiene tres partes:

1. Vv 1-5 Himno Comunitario de Alabanza

Comienza con una invitación a la alabanza

En procesión mientras se camina hacia el Templo

Compuesto para ser cantado

Hay que sacudir la pereza. Resuena la música, los instrumentos, el coro.

La gente se contagia, la alegría es contagiosa.

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Es himno para cantar las grandezas de Dios.

Ninguna en concreto: por ser quien es Roca, Señor, soberano. El Dios creador.

Todo se contempla: las cumbres de los montes, las simas de la tierra, el mar

2. Vv 6-7 Invitación al recogimiento, a la oración y adoración

Cambio de ritmo

Adoración silenciosa. Nada de ruidos ni gritería

Postrados de rodillas. Nada de baile ni levantar los brazos

Hay que escuchar, dejar resonar la palabra de Dios que nos habla

Acto de sumisión y de obediencia

3. Vv 8-11 Oráculo Profético. Llamamiento al pueblo

La fiesta se interrumpe bruscamente

Parece que Dios no está contento. Se invita al arrepentimiento Ojalá escuchéis hoy su voz

Antes no lo habían hecho: Meribá (disputa), Massá (tentación). Ex 17,7

Les sitúa en el hoy.

Dios rechaza la alabanza, las ofrendas y sacrificios si no provienen de un corazón limpio.

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II. La Meditación La Meditación es una forma de oración que se caracteriza por el predominio interior del pensamiento y del entendimiento. Esta oración gira en torno a un tema, un suceso, una vivencia, al que le damos vueltas con el pensamiento, razonando mentalmente sobre ello y sacando conclusiones personales. Ha tenido un gran desarrollo a lo largo de la historia del cristianismo, de tal manera que se la considera como la oración por antonomasia, aunque no es la única forma ni mucho menos. Se ha cuidado mucho este tipo de oración porque se consideraba la forma más apropiada para iniciar de manera sistemática la vida de oración personal. Se le ha llamado también “oración mental”. En lenguaje habitual, cuando nos hacen una propuesta y nos piden una contestación, si consideramos necesario tomarnos un tiempo para pensarlo, decimos: “déjame que lo medite, ya te contestaré”. De antemano advierto que la Meditación como Oración, no puede ser un mero raciocinio mental, un análisis psicológico de la situación. Toda Oración es comunicación con Dios en la que el diálogo afectivo es el elemento esencial. Yo diría que la Meditación se apoya en el raciocinio mental para pasar al diálogo afectivo. Una definición de la meditación podría ser: “reflexión amorosa y prolongada sobre las verdades reveladas y los sucesos de la historia, en orden a su asimilación en la mente, el corazón y en la actividad de la persona”.

Funciones de la Meditación

Comprender e interpretar serenamente los hechos.

Penetrar con mayor profundidad en la Palabra Revelada, escrutando sus misterios.

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Hacer que las verdades salvíficas se apoderen de la mente y del corazón.

Dar una base de principios asimilados y de ideas al afecto y a las decisiones tomadas en orden a la acción.

Preparar un diálogo directo con el Señor.

Temas de Meditación

un problema que me preocupa un suceso ocurrido recientemente una vivencia que he tenido un encuentro con alguien un pasaje de la Escritura una hoja que he cogido en la parroquia Los invito a hacer un rato de Oración, una Meditación.

Oración de Vida. MEDITACIÓN La oración debe incluir la vida entera del orante. El orante utiliza la vida real, las cosas, los sucesos, las personas, como centro de su diálogo con Dios. No hace falta mucha actividad discursiva, basta con fijar la atención en los hechos. Una forma específica de oración para meditar es la Oración de vida”, que tiene su origen en un hecho o una determinada situación que se está viviendo, tomando de ellos el contenido de la oración y su forma de expresión. No se trata de tomar un tema abstracto de oración y de aplicarlo a la vida, sino todo lo contrario, me valgo de mi vida, de los acontecimientos de mi vida, y basándome en ellos, hago oración. No requiere mucha actividad mental, pero sí “vida teologal” para darse cuenta del valor de la situación y descubrir allí la huella de

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Dios y comunicarse con Dios en forma de súplica, de arrepentimiento, de alabanza, etc. Requiere capacidad para captar la presencia del Espíritu en cada situación, en cada momento.

Prepárate para Orar

Prepara tu cuerpo y tu mente.

Respira profunda y lentamente, serénate.

Libera tu cuerpo de toda tensión.

Este tiempo es para Dios.

Ponte en la Presencia de Dios.

Cae en la cuenta de que estás en la presencia de Dios. El Dios de todo lo que es y existe, está en cada latido de tu corazón, está contigo, aquí y ahora. Y te mira.

1. Escojo una situación de mi vida.

Puede ser un recuerdo, un suceso, un acontecimiento feliz, un

problema que me da vueltas en la cabeza

2. Lo traigo a la memoria

Qué pienso, qué siento, cómo lo vivo.

3. Lo presento a Dios

Qué me dice sobre ello

Qué tengo que decirle yo

Entablo un diálogo con Dios sobre esta situación.

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4. Sentimientos que provoca en mí

Alegría, tristeza, pesar, arrepentimiento, alabanza.

Presento a Dios estos sentimientos.

5. Determinaciones a tomar.

Miro si este rato de oración me lleva a sacar alguna conclusión o

tomar alguna determinación.

Tampoco es necesario que en cada meditación haya que tomar

compromisos concretos o sacar frutos inmediatos.

6. Presento al Señor de mis conclusiones.

Doy Gracias

Rezo un Padrenuestro

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III. La Oración de Petición Todos nos dirigimos muchas veces a Dios para pedirle cosas, cuando tenemos problemas, cuando nos sentimos angustiados, cuando tenemos una necesidad o cuando no vemos con claridad lo que hemos de hacer, ¿qué cosa más natural que dirigirnos hacia el Todopoderoso para que nos ayude? El mismo Jesús insiste: "pedid y recibiréis, buscad y hallaréis". Y sin embargo también nos surgen dudas o interrogantes sobre la Oración de Petición.

¿Tiene sentido pedir algo a Dios? Objeciones que se suelen hacer a la Oración de Petición. Es posible que nos surjan a veces dudas, interrogantes sobre la Oración: *Ciertamente no tiene sentido expresar a Dios nuestras necesidades para que se entere, como si no lo supiera y tuviéramos que ponerle al corriente. ¿No dice el mismo Jesús “vuestro Padre sabe lo que necesitáis antes de pedírselo? (Mt 6,8) *Tampoco tiene sentido pedir algo a Dios para cambiar su disposición hacia nosotros y ponerle a nuestro favor o a favor de aquel por quien pido. Dios nos ama, ya está a nuestro favor, no puede cambiar a mejor, no puede dar más, no puede darse más... ¿Acaso hay que insistir ante Dios hasta cansarle, hasta agotarle con nuestros ruegos para que nos conceda lo que pedimos porque está harto de oírnos? *Si decimos a Dios "ten piedad", le estamos dando a entender que en este momento no está teniendo piedad o que puede no tener piedad en algún otro momento. Si le decimos "ayúdame", le estamos dando a entender que no nos está ayudando o que puede no hacerlo. Pero Dios no puede no tener piedad pues Él es todo Piedad, Dios no puede no ayudar, pues es Ayuda y Compañía.

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*¿Y al que no reza porque no es cristiano o no cree, Dios le deja en sus necesidades sin ayudarle? ¿No es un Padre que quiere lo mejor para sus hijos? *Todavía más: ¿realmente sirve de algo pedir? Tantas veces hemos pedido cosas auténticamente necesarias y no lo hemos conseguido. Efectivamente, es muy discutible que "pedir" a Dios tenga sentido. Nuestra fe en Dios nos dice que está dándonos en todo momento todo lo que es y todo lo que tiene. ¿Para qué pedir entonces? La Oración de Petición en el Antiguo Testamento. El Antiguo Testamento está repleto oraciones de petición. “El auxilio me viene del Señor que hizo el cielo y la tierra”, esta frase del Salmo 120 expresa la experiencia del antiguo pueblo de Israel que, en sus necesidades, imploraba la protección de Dios. Israel es un pueblo que ora constantemente pidiendo a Yahvéh su favor. Moisés se dirige en diversas ocasiones a Dios solicitando que no castigue los pecados de su Pueblo y pone como razón ¿qué van a decir los enemigos de Israel?, se van a reír de nosotros y van a decir ¿así les trata su Dios? El mismo Dios dice a Salomón: pídeme lo que quieras. Salomón le pide sabiduría para conducir a su pueblo y Dios le hace el Rey más sabio de Israel.

La Oración de Petición en el Nuevo Testamento Como todo judío, Jesús oraba a menudo en forma de petición. Mateo 6, 5ss contiene enseñanzas expresas de Jesús sobre la oración y habla de Confianza, Insistencia y Eficacia.

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Confianza Mt 6, 8 vuestro Padre sabe lo que necesitáis antes de pedírselo.

Insistencia Lc 11, 5-8 el amigo inoportuno.

Eficacia Lc 11, 9ss Pedid y se os dará, buscad y hallaréis.

Jn 14, 13.14 Todo lo que pidáis en mi nombre, yo lo haré, si me pedís algo en mi nombre, yo lo haré.

La Oración de Petición en la tradición de la Iglesia "Orar es levantar el corazón a Dios y pedirle mercedes", nos decía el catecismo que aprendimos de pequeños, y si vamos a reconocer la verdad, todos nosotros nos hemos dirigido a Dios para pedirle cosas cuando nos hemos visto en la necesidad.

La oración de petición está fuertemente arraigada en el cristianismo.

REFLEXIONANDO Pienso yo que todas las objeciones expuestas contra la oración de petición no quieren decir de ningún modo que la inmensa muchedumbre de personas que, en todas las religiones y en todos los tiempos, han orado y siguen orando a Dios en forma de súplica, hayan orado y oren sin sentido. De ningún modo. El sentido de la oración de petición no está tanto en la misma petición, sino que va más allá de la misma petición o a pesar de ella. ¿Qué expresamos cuando pedimos algo a Dios?

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Se trata de establecer un diálogo con Dios sobre una necesidad que tengo, un miedo que me atenaza, una tristeza que me angustia, un problema al que no veo solución. No se trata de acudir a un dios, como se le suele llamar "tapa-agujeros". Dios no es un Señor que está allá arriba manejando caprichosamente los hilos de la vida, diciendo: "ahora te concedo esto, ahora no te concedo lo otro, a ti si, a ti no". No podemos acercarnos a Dios con una mentalidad mercantilista: "si tú me concedes lo que te voy a pedir, yo te hago este sacrificio, te doy tal limosna, ". En primer lugar, a Dios no se le compra y, en segundo lugar, Dios es Padre y no pide nada en compensación. En la oración de Petición:

Expresamos a Dios con sencillez y confianza todas nuestras necesidades, nuestro ser radicalmente necesitado, como Jesús nos enseñó a hacer en el Padrenuestro, y como él mismo lo hizo tantas veces.

Expresamos ante Dios nuestro límite y nuestra impotencia, nuestra pequeñez.

Manifestamos a Dios nuestra confianza plena en que Él está en todo momento dándonos todo, dándosenos del todo, obrando en favor nuestro y para nuestro bien.

Manifestamos a Dios nuestra fe en que todo bien nos viene de las manos de Dios.

Éste es el auténtico sentido de la oración de petición. En cualquier caso, aunque no pidamos nada a Dios, podemos darle gracias porque todo nos viene de Él. Podemos llorar ante Él. Podemos expresar nuestra fe en que todos los bienes nos vienen de Él. Eso es lo que nos enseñan, en último término, la parábola del amigo importuno (Lc 11,5-8) y la parábola de la viuda y del juez (Lc 18,1-8): lo que recomiendan estas parábolas no es la perseverancia en la petición, sino la perseverancia en la confianza; no nos enseñan a seguir pidiendo sin descanso, sino a confiar sin cesar; no nos dicen que Dios se pondrá de nuestro lado a base de que se lo pidamos,

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sino que Dios está de nuestro lado siempre, queriendo darnos todo lo que de verdad necesitamos. Estas parábolas encierran antes que nada un mensaje de confianza: el necesitado no está abandonado a su suerte, Dios no es sordo a sus gritos. Jesús no está haciendo altas teologías de la oración, ni afirma que conseguiremos lo que pidamos. Jesús está hablando de confianza, de cercanía y de amor. De alguna manera, es cierto que la oración es «algo inútil» y no nos sirve para lograr tantas cosas por las que nos esforzamos día tras día. Cuando nos encontramos angustiados, doloridos o inseguros y acudimos a una persona de confianza que nos quiere y le contamos nuestros problemas, no estamos esperando que nos los solucione, esperamos que nos escuche, que nos acoja, que nos de seguridad y confianza. Dios camina conmigo acompañándome, vive conmigo. Qué cosa más natural que yo le exponga mis problemas, hable con El de ellos, le pida que me ayude a solucionarlos. Y Jesús promete que seremos escuchados, acogidos y consolados. Esto no es inútil, esto no es ineficaz. Esta es la enseñanza de Jesús: si permanecéis estrechamente unidos a Dios en la oración, no debéis desesperar en ninguna dificultad, no seréis abandonados. ¿Cómo no va a entender Dios las lágrimas de una madre agobiada por el cuidado de sus hijos, que pide fuerza sin saber siquiera a quién dirige su petición? (Lucas 18, 1-8). ¿Cómo no va escuchar el corazón afligido de ese enfermo, alejado hace ya muchos años de la práctica religiosa, que mientras es conducido a la sala de operaciones empieza a pensar en Dios sólo porque el miedo y la angustia le hacen agarrarse a lo que sea, incluso a ese Dios abandonado hace tiempo? ¿Cómo no va a acoger la alegría de esos jóvenes padres, bastantes despreocupados de la religión, pero que agradecen sorprendidos el regalo de su primer hijo? En el fondo, la verdadera oración de petición es: “que tu nombre sea santificado, venga a nosotros tu Reino, hágase tu voluntad aquí en la tierra como en el Cielo”.

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Los invito a hacer un rato de Oración:

ORACIÓN DE PETICIÓN Se trata de dirigirnos a Dios para hacerle una Petición. Prepárate para Orar

Prepara tu cuerpo y tu mente.

Respira profunda y lentamente, serénate, libera tu cuerpo de toda tensión.

Este tiempo es para Dios. Ponte en la Presencia de Dios.

Cae en la cuenta de que estás en la presencia de Dios. El Dios de todo lo que es y existe, está en cada latido de tu corazón, está contigo, aquí y ahora. Y te mira. Petición

Escoge una petición que quieras hacerle al Señor. Sitúate ante el tema sobre el que quieres orar.

Pide al Señor la gracia que quieres alcanzar en este rato de oración. Precisa bien la petición: un recuerdo, un suceso, un problema.

A lo largo del día puedes repetir esta petición que te servirá para vivir el día en la presencia del Señor. Oración

1º Traigo a la memoria la situación o el tema sobre el que hago la petición al Señor.

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Qué pienso, qué siento, cómo lo vivo. 2º Lo presento a Dios

Qué me dice sobre ello

Qué tengo que decirle yo

Entablo un diálogo con Dios sobre esta situación.

3 º Sentimientos que provoca en mí

Alegría, tristeza, pesar, arrepentimiento, alabanza.

Presento a Dios estos sentimientos.

4º Determinaciones a tomar.

Miro si este rato de oración me lleva a sacar alguna conclusión o tomar alguna determinación.

Tampoco es necesario que en cada meditación haya que tomar compromisos concretos o sacar frutos inmediatos.

5º Presento al Señor mis conclusiones.

Doy Gracias

Rezo un Padrenuestro

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IV. La Oración de Contemplación

Toda Oración (sea vocal, mental o contemplativa), tiene como finalidad última nuestra identificación con Cristo. Unir nuestros corazones al de Jesús, llegar a sentir como él siente, amar como él ama, vivir como él vivió. 1. La meditación tiene un carácter activo: intento acercarme a Dios por la reflexión.

La contemplación tiene un carácter pasivo: dejo a Dios que se acerque a mí.

La meditación es mirar un paisaje e integrarme en su armonía.

La contemplación es pararse ante un paisaje y dejar que su armonía se integre en mí

2. La contemplación no es especulación, ni deducción, ni moralismo, ni toma de decisiones. Pretende llegar a Dios por la vía de la oración pura. - Suele ser desestimada por inoperante, “déjate de contemplaciones y vamos a lo concreto”. Sólo cuando se acepta su ineficacia empieza a ser eficaz. Crea imágenes de enorme dinamismo. Construye a la persona. - Como la meditación se parece a la reflexión de la persona (con la cual se acerca a Dios) así la contemplación se parece a las imágenes que conservamos de la infancia, del pasado, que nos construyen. Los gestos de los padres, sus maneras de actuar, penetraron inconscientemente en nosotros. Con el paso del tiempo vuelven a surgir en nosotros. - Un ejemplo: si un hombre de negocios contempla un paisaje, no ingenia negocios ni decide invertir. Simplemente capta la paz y armonía de lo que ve. Luego, actuará en sus negocios con esa paz y armonía, sin saberlo. - En la contemplación hay que ver las personas, oír lo que dicen, no

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de una manera estática sino dinámica. “Como si presente me hallase”, estoy yo inmerso. - No se pretende reproducir arqueológicamente una escena. Un carpintero o un pescador podrían ser un cualquiera. Hay que cargarla de sentido: el carpintero es Jesús, el pescador es Pedro. - Contemplar el misterio de Cristo es dejarnos impregnar, empapar de la escena contemplada. Si Jesús, con sus valores, actitudes, amor, su mirar las cosas y las personas, impregna nuestro corazón, significa que cuando actuemos lo haremos con sus actitudes, valores, amor, su mirar a las cosas y a las personas. - Al contemplar escenas de la vida de Jesús, “como si presente me hallase” reproduciéndolas “con la vista de la imaginación”, su infancia, la Pasión, etc., no estamos haciendo una ficción, no son meras escenas pasadas que reproducimos arqueológicamente. La imagen está cargada de sentido para el que las rememora. El que contempla no es un hombre irreal, soy yo, cargado también con mi vida, mi temperamento, mi historia, mis circunstancias y mis problemáticas. - Tampoco es problema la realidad del dato histórico concreto. En el Evangelio, el dato histórico está teologizado, el dato es secundario para el escritor. Así, en la contemplación, lo que yo veo, oigo... es para penetrar en la realidad íntima.

GUÍA PARA CONTEMPLAR Toda Oración, vocal, mental o contemplativa, tiene como finalidad nuestra identificación con Cristo. Unir nuestro corazón al de Jesús, sentir como él siente, amar como él ama, vivir como él vivió. - La contemplación tiene un carácter pasivo: dejo a Dios que se acerque a mí.

- La contemplación es pararse ante un paisaje y dejar que su armonía se integre en mí

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La contemplación lleva a “reflexionar sobre uno mismo para sacar provecho”, que no es sacar conclusiones, ni deducir comportamientos. La contemplación pone juntos el hombre y el misterio, largo rato, para que haya interacción, una asimilación.

METODOLOGÍA Prepárate para Orar

La Contemplación requiere una especial disposición de ánimo tranquilo, dispuesto. Por ello se debe insistir en la preparación. Ayudado de la respiración, prepara tu cuerpo y tu mente. El mismo dicho popular dice: “no estoy para contemplaciones”, cuando nos encontramos nerviosos.

Ponte en la Presencia de Dios.

Dar el tiempo suficiente a colocarme en la “Presencia de Dios”.

Ofrecimiento de ti mismo al Señor. Leer despacio el pasaje evangélico a contemplar

Composición viendo el lugar.

Con la vista de la imaginación, recrea en tu interior la escena evangélica que quieras contemplar. Es como “si presente me hallase”. Sitúate ante el tema.

Petición

Conocimiento interno de Cristo para más amarle y seguirle.

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Contemplación

VER los personajes, ver lo que hacen, escenificar.

OIR lo que dicen

MIRAR lo que hacen las personas. Vivir en nosotros sus sentimientos.

“COMO SI PRESENTE ME HALLASE”

Mirarme a mí mismo

¿Qué significa esto en mi vida? El paso de Jesús produce efectos en las personas: ¿qué efectos produce en mí? Haz silencio. Escucha

Coloquio

El Coloquio se hace hablando como un amigo habla a otro amigo. Hacer un coloquio con las personas que he ido contemplando: con el Padre, o con Jesús, o con María, pidiendo que más ame y siga a Jesús.

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LA ORACIÓN EXAMEN DE CONCIENCIA

En los Ejercicios Espirituales de San Ignacio de Loyola

Ya en la primera anotación EE [1], cuando San Ignacio explica lo que son los Ejercicios Espirituales, dice: “por este nombre,

exercicios spirituales, se entiende todo modo de examinar la consciencia, de meditar, de contemplar, de orar vocal y mental, y de otras spirituales operaciones, según que adelante se dirá… Todo modo de preparar y disponer el ánima para quitar de sí

todas las afecciones desordenadas y, después de quitadas, para buscar y hallar la voluntad divina en la disposición de su vida para

la salud del ánima, se llaman exercicios spirituales.

Todo ello nos dice que el examen no es sólo para examinar los pecados.

Hemos de quitarnos de la mente la idea de que el Examen de conciencia es un contabilizar mis pecados para arrepentirme y

confesarme.

Es una oración en la que tomo de conciencia de mí mismo, de mi realidad, para presentarme ante Dios con mi verdad

buena y mi verdad mediocre.

Espiritualidad oriental.

En la espiritualidad oriental tiene vital importancia la toma de conciencia (consciencia) de la persona sobre sí mismo, caer en la cuenta de lo que soy, siento y vivo. El aumento de la dimensión

consciente del sujeto, que se da gracias al examen.

La siguiente cita de A. de Mello en "Sadhana, un camino de oración" (ejercicio número 30) puede dar alguna luz de los

planteamientos orientales:

"En este ejercicio se trata de que veas tu día completo como en una película (…..) limítate simplemente a observar (...) como lo

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haría un observador neutral. (...) Es muy importante que, mientras observas estos acontecimientos, adoptes una actitud neutral; es

decir, que no condenes ni apruebes lo que estás viendo ... limítate a observar, no juzgues, no evalúes".

… Según los maestros orientales, ni la aprobación ni la

condenación son necesarias para cambiar nuestras vidas y conductas. Emplear la fuerza de voluntad para hacer un propósito

o el auto-castigo que se incluye en la condena puede provocar una resistencia interior; te verías envuelto innecesariamente en

un conflicto interno ya que la acción produce una reacción similar y opuesta.

Este peligro lo evita la autoconsciencia. El postulado afirma que

ella se basta para curar sin necesidad de juicios ni propósitos. "La sola consciencia hará morir todo lo insano y crecer todo lo bueno

y santo."

Desde el punto de vista Ignaciano puede parecer que lo anterior no es suficiente. La principal diferencia sería que no basta con solo hacer consciente la experiencia para sanar y ser distinto,

sino que viene luego un trabajo de leer, interpretar y sacar consecuencias de esa experiencia, todo ello hecho desde Dios.

Discernimiento.

El profundo significado del examen ignaciano es el discernimiento. Si no hay discernimiento en el examen, no se

hace el examen según el método ignaciano. El examen general pone a uno en discernimiento cotidiano, es un momento privilegiado para discernir las mociones del Espíritu. El

discernimiento se hace sobre la dimensión consciente de la experiencia, es decir, se hace al mirar conscientemente lo que le

pasa a uno.

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Oración.

El examen es oración. Y si la oración está bien hecha se impiden esas reacciones hostiles internas y esas culpabilidades que se dan por exceso de moralismo. Experimento que si hago

algo es porque Dios actúa en mi. Esta oración ayuda a ponerse más en manos de Dios y a ver las cosas desde Dios. Pero no es solo oración; es un instrumento concreto para vivir la vigilancia cristiana. Y más que oración, el examen es coloquio.

Práctica venida abajo.

Se constata que el examen ha sido una práctica que ha sufrido, en bastantes de los que lo comenzaron a practicar, una crisis

fuerte, seguida de un redescubrimiento.

Normalmente se examina mal, de manera no sana, angustiosa y culpabilizante. Ha venido abajo esta práctica por la moral

minuciosa y personalista con que se hacían. Los exámenes antes insistían en la perfección y eso se viene abajo pues funciona

mucho el yo y el voluntarismo y afloran sentimientos de culpabilidad.

Tampoco se trata de ser demasiado controladores de uno mismo, se trata de ver por dónde van las líneas de uno en su seguimiento

a Jesús. La práctica del examen mal hecho alimenta un culto al yo que nunca alcanza final; es un narcisismo frustrante porque con las solas fuerzas no se puede mucho. El examen ha de ser

siempre una conversión del voluntarismo moralizante a la gratuidad.

El examen hay que considerarlo en relación con el discernimiento de espíritus. "Es un ejercicio intensivo diario de discernimiento en

la vida de una persona."

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V. Primer Modo de Orar

San Ignacio de Loyola

“La primera manera de orar es acerca de los diez mandamientos, de los siete pecados capitales, de las tres potencias del alma y de los cinco sentidos corporales.

Esta manera de orar, consiste más en dar forma, modo y ejercicios, para que el alma se prepare y aproveche en ellos y para que la oración sea acepta, que no en dar forma o modo de orar, No se trata propiamente de un “modo de orar”, sino una especie de “examen de conciencia” o “ejercicio leve” [18.5] para preparar a la persona a una conversión que propicie un encuentro más profundo con Dios Proviene de “Los Confesionales” de la época con miras a una Confesión General, en un tiempo en que la Confesión era anual y esporádica y se aprovechaba este momento para hacer toda una catequesis elemental de la doctrina católica. Destinado a gente que no pretendía un compromiso especial, sino una “puesta a punto” de su conciencia. San Ignacio saca este método de oración del contexto de la preparación inmediata a la Confesión y lo convierte en un género de vida piadoso al servicio de Dios. [18.5] Media hora de oración por la mañana destinada a ordenar los hábitos de vida conforme a la voluntad salvífica de Dios y a la transformación de las facultades y sentidos del alma. [241] “Considerar y pensar”, un examen “meditado” destinado a disponer al hombre para el cambio de vida y a la adopción de las actitudes fundamentales cristianas

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Este primer método tiene como centro el hombre y su comportamiento en referencia a Dios. Está destinado principalmente para ser ejercitado después de los Ejercicios y como medio ideal de perseverancia.

LOS DIEZ MANDAMIENTOS Busca la postura adecuada que te permita relajar tu cuerpo y serenar tu espíritu. Después haz un acto de fe en Dios y en su presencia. Pídele gracia y ayuda para ir corrigiendo el desorden que hay en ti. Pronuncia interiormente el Primer Mandamiento. Reflexiona sobre su significado y sobre cómo lo vives prácticamente. En qué y cómo ha sido o no algo que oriente tu vivir y tu obrar. Acaba dialogando con Dios, pidiéndole perdón por tus fallos, dándole gracias… Concluye tu consideración diciendo un Padrenuestro. Pasa al Segundo Mandamiento y haz lo mismo que con el anterior. Y así sucesivamente. Debes detenerte más en aquellos Mandamientos en los que encuentres que existe en ti una actitud arraigada y lejos del querer de Dios. Acabado tu recorrido por los Mandamientos, puedes concluir el ejercicio dialogando con Dios sobre todo lo que has visto, sentido y experimentado en esta oración.

1. Amarás a Dios sobre todas las cosas. 2. No tomarás el nombre de Dios en vano. 3. Santificarás el día del Señor. 4. Honrarás a tu padre y a tu madre. 5. No matarás. 6. No cometerás actos impuros. 7. No robarás. 8. No levantarás falsos testimonios ni mentirás.

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9. No consentirás pensamientos ni deseos impuros. 10. No codiciarás los bienes ajenos.

LOS SIETE PECADOS CAPITALES

1. Soberbia ……………humildad 2. Avaricia ……………generosidad 3. Lujuria. ……………castidad 4. Ira ……………amabilidad 5. Gula ……………templanza 6. Envidia ……………caridad 7. Pereza ……………amor al trabajo

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VI. La Oración, Examen de Consciencia

El examen de conciencia según San Ignacio

Quitarnos de la mente la idea de que el Examen de conciencia es un contabilizar mis pecados para arrepentirme y confesarme. Es una oración en la que tomo conciencia de mí mismo, de mi realidad, para presentarme ante Dios con mi verdad buena y mi verdad mediocre. Hay acontecimientos que nos afectan produciéndonos alegría, tristeza, paz o inquietud. Son formas de hablar de Dios que me invita a mejorar, a responder más fielmente. 1. Al final del día nos colocamos cara a cara con Dios. Caemos en la cuenta de esa presencia que me ha acompañado todo el día. 2. Pedir Gracia para conocer mis obras. No vivir engañándome a mí mismo, ni engañando a los demás. 3. Repasar el día como si viésemos una película.

Ver las cosas buenas que Él ha hecho hoy conmigo y dar

gracias.

Ver las cosas buenas que yo he hecho con Él y dar gracias

o Conmigo y dar gracias

o Con los demás y dar gracias.

Ver las cosas que no me han salido bien y dar gracias

porque también debo aceptar lo que me sale mal.

Ver el mal que he hecho, el bien que he dejado de hacer

4. Le pido perdón

Por el mal que he hecho

Por el bien que he dejado de hacer

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5. Expresar el arrepentimiento 6. Y saberme perdonado

Renovación de la Alianza.

Propósitos. Compromiso. Proyecto. 7. Pido por los que quiero bien.... y por los que no quiero. 8. Terminar con un Padrenuestro