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Parroquia de San José Almería Página 1 LA DIVINA MISERICORDIA

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LA

DIVINA

MISERICORDIA

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CICLO BÍBLICO

INDICE DE TEMAS

1. La Misericordia de Dios en la obra de la creación. (Pág.3)

2. El pecado, expresión de la desconfianza de la misericordia de Dios.

(Pág.14)

3. La Misericordia de Dios en el misterio de la Encarnación y Nacimien-

to del Hijo de Dios. (Pág.26)

4. La Misericordia de Dios en el misterio pascual de Cristo. (Pág.39)

5. La Misericordia de Dios en la presencia de Jesús en la tierra (en la pa-

labra, en los sacramentos). (Pág.50)

6. La Misericordia de Dios en el fin último del hombre. (Pág.61)

7. La Virgen María en el proyecto de la Misericordia de Dios. (Pág.72)

8. El papel de la Congregación de las Hermanas de la Madre de Dios de

la Misericordia en los proyectos de la misericordia de Dios. (Pág.83)

9. El concepto de la misericordia de Dios en la encíclica “Dives in mise-

ricordia”. (Pág.100)

10. La confianza como primera respuesta del hombre al conocer el miste-

rio de la Misericordia de Dios. (Pág.128)

11. La misericordia humana como respuesta y participación en la miseri-

cordia divina. (Pág.139)

12. El anuncio del misterio de la Misericordia de Dios por medio de la

palabra, testimonio de la vida y por la suplica de la Misericordia de Dios

para el mundo como la principal tarea de la Iglesia. (Pág.150)

13. La misericordia divina en la enseñanza y obras de Jesús (Pág.166)

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CAPITULO 1

“¡Señor nuestro Dios, que admirable es tu Nombre en toda la tie-

rra! Quiero adorar tu majestad sobre el cielo: con la alabanza de los

niños y de los más pequeños erigiste una fortaleza contra tus adversa-

rios para reprimir al enemigo y al rebelde” (Salmo. 8, 1-3)

Este salmo nos introduce en el tema sobre el cual queremos re-

flexionar. Nos enclava en el clima de la alabanza a Dios que por medio

de su creación nos maravilla y nos revela no solamente su grandeza

sino sobre todo su amor y misericordia. Creó el mundo tan maravilloso

para asombrarnos. Tenemos que tener presente al contemplar la crea-

ción, de no detenernos solamente en la obra que Dios hizo, sino en su

Autor, es decir, en el Creador.

Dios miró todo y vio que era muy bueno

“Al principio existía la Palabra, y la Palabra estaba junto a Dios y

la Palabra era Dios” (Juan 1,1). La Palabra del caos, de las tinieblas,

del desorden, llama a la existencia al cosmos. Lo que atrae más en la

obra de la creación es la capacidad de Dios, su creatividad que sobre-

pasa toda imaginación, como también su generosidad para enriquecer a

su creación. Podemos ver asimismo en la creación la inclinación a la

vida, a la multiplicación, a la alegría por la existencia que surge cada

vez con nuevas formas. La descripción de la creación en el Libro del

Génesis no es una descripción científica de cómo surgió el cosmos y

nuestro planeta, sino que es un himno de alabanza en honor del Dios

Creador.

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Este himno se cantaba en la sinagoga. Manifiesta algunas verdades

fundamentales para nuestra vida. Estas realidades son evidentes aun-

que muchas veces nos olvidemos de ellas, lo cual provoca muchas

dudas y dificultades espirituales. La Palabra de Dios es muy clara:

Dios es el Creador y el hombre es una criatura. Todo lo que hizo Dios

era bueno. Existe la igualdad entre el hombre y la mujer. El hombre es

el dueño de la creación y debe someter a la tierra. Debe destinar seis

días al trabajo y el séptimo al descanso. Estas verdades son evidentes y

son el fundamento de la armonía que Dios había previsto para toda la

creación. Cuando uno se olvida de estas verdades de la creación o las

niega, entra el caos y el desorden. Cuando el hombre olvida que es

solamente una criatura e intenta hacer de sí mismo un Dios, la armon-

ía prevista por el Creador está dañada. Aun más, se produce una trage-

dia cuyas consecuencias van a ser muy dolorosas para toda la humani-

dad. Solamente Dios puede arreglar lo que el hombre ha dañado.

La descripción de la creación contiene verdades tan fundamentales

que determinan el lugar que ocupa el hombre en el universo y para con

Dios, por eso podemos descubrir en ellas la misericordia del Padre,

quien así pensó el mundo y no quiso que el hombre ignorara cual es su

lugar en este mundo. Solamente el amor admite al otro, a sus misterios

y secretos. El Dios que nos ama no nos dejó en la oscuridad.

En su lugar

La verdad sobre el Dios Creador y sobre el hombre como criatura

es un punto de salida para una verdadera antropología, es decir, para la

reflexión sobre el hombre. No se puede entender al hombre sin ubicar-

lo en esta verdad. La verdad que surge de la revelación, anuncia que

Dios es el Creador. Desde la nada llamó al universo a la existencia,

creó la tierra y la preparó para el hombre. Cuando todo fue preparado,

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llamó al hombre a la existencia como la coronación de la obra de la

creación de todo el universo, pero no como un dios. El hombre tiene

entonces un lugar determinado en la obra de la creación. Es solamente

una criatura, aunque la criatura más perfecta, pero solamente una cria-

tura. Es alguien infinitamente inferior del Dios Creador, pero poco

inferior a los ángeles (Salmo. 8,6).

Esta verdad tiene sus consecuencias. Ser hombre plenamente es

aceptar el lugar determinado por Dios, es aceptar el proyecto eterno

que Dios realiza en su sabiduría llamando al hombre como criatura,

pero al mismo tiempo como alguien que tiene que ser su hijo. La ar-

monía del cosmos consiste en que todo lo creado acepte su lugar, que

no se rebele contra su historia, contra su destino. Sería ridículo si un

animalito reprochara a Dios que no lo creó como una planta o si una

planta se mostrara descontenta de que no es un pájaro. De la misma

manera, el hombre se manifiesta ridículo cuando no acepta su lugar, es

decir, cuando se rebela porque no es un dios. Esta ridiculez se trans-

forma en una tragedia, ya que junto con la no aceptación van los com-

portamientos que manifiestan que realmente el hombre se cree un dios.

La rebeldía que nace en el hombre tiene su origen en la mentira del

diablo, la tentación del paraíso: “serán como dioses” (Génesis. 3,5).

Por lo tanto tenemos que contemplar aun más la maravillosa armonía

que existía cuando el hombre aceptaba su lugar, cuando estaba conten-

to y feliz de esto y tenía la conciencia del lugar excepcional que ocu-

paba entre las demás criaturas. Dios le dio la facultad de poner un

nombre a todo lo creado, lo cual lo distingue como el dueño y señor de

toda la creación. Le dio al mismo tiempo la conciencia de que el poder

procede de alguien superior, del mismo Creador.

Estar en su lugar significa adoptar la postura del niño del Salmo 8

de cuya boca sale el canto de alabanza a Dios. Un niño está contento

de su lugar, de su estatus social. Necesita solamente el apoyo de

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alguien más fuerte, necesita de la seguridad que existe en alguien que

lo ama. De una manera semejante, el hombre frente al Dios Creador

puede adoptar una postura de alabanza por todos los dones que ha

recibido. Nace en él la gratitud y admiración de la belleza que contem-

pla y la reconoce como un regalo del Padre. Se comporta como un

niño que se admira de todo, no solo de la obra de la creación, sobre

todo de su propia historia en la cual reconoce el amor del Padre, reco-

noce su actuación.

En el Salmo 8 existe también otra clase de personas de los cuales se

dice que son “adversarios”, es decir, personas descontentas. Ellos

siempre murmuran, tienen algo contra Dios, y por su rebeldía, critican

a Dios por todo. El rebelde es el mismo demonio que se opone a Dios

y se constituye en su oponente. Al diablo no le gusta la creación, no le

gusta que un día fuera creado como un ángel y malgastó su posibilidad

de ser feliz. Él mismo quiso ser como un dios y por eso no aceptó el

lugar que Dios le había señalado. De ahí su amargura y el deseo de

hacer al hombre partícipe de su rebeldía.

Dios sigue siendo el amor y es para nosotros la única salida segura

y nuestra única postura adecuada es la contemplación de su misericor-

dia que se manifiesta en nuestra historia y en nuestra humanidad. La

misericordia de Dios la vemos en que su Hijo se hizo una criatura, no

aprovechó la oportunidad para ser igual a Dios, se anonadó a si mismo

tomando la condición de servidor (Filipenses 2,6). Jesús se hace hom-

bre como un don para nosotros y para que podamos comprender mejor

que nuestro lugar en la tierra no es una maldición, no nos denigra. Es

un don del Padre Misericordioso.

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A Su imagen

“Dios creó al hombre a su imagen” (Génesis 1,27). Esto es una

distinción especial. Sobre todo porque ninguna otra criatura fue creada

a imagen y semejanza del mismo Dios. Existen fundamentos aun más

profundos de esta distinción. La esencia de Dios – como dice San Juan

– es el amor. “Dios es amor” (1 J 4,8). La semejanza a Dios se carac-

teriza por lo esencial, es decir, por el amor. La semejanza a Dios no es

un punto de partida pero si de llegada, es nuestro fin. De esto surge

que nuestra vocación es el amor. Dios creó al hombre a su imagen, es

decir, del amor hizo su esencia para que todas sus acciones y obras

estén llenas de esto que caracteriza a Dios.

Esta primera vocación se realizaba en el paraíso donde Adán y Eva

aprendían el amor a Dios, el amor mutuo y el amor a las criaturas.

Existía entonces una maravillosa armonía entre el hombre y Dios, en-

tre el hombre y otras criaturas. El amor fue el único deseo de los hom-

bres. Todo lo que hacían tendía al amor. El hombre tuvo también el

acceso a la fuente del amor, donde aprendía a amar. Esta fuente era la

experiencia del amor del Padre, del amor gratuito, del amor inmereci-

do. Adán y Eva se sentían amados, seguros, rodeados por la presencia

de Dios. Lo que les convencía más del amor, era la libertad que habían

recibido de Dios, la confianza que tenía para con ellos. Sabían que

Dios confíaba en ellos y que todo lo que les rodeaba era su regalo y

respondían a este amor con su confianza en él, con su obediencia, con

su amor, realizando de esta manera su llamado a la existencia a imagen

de Dios.

El ejemplo más patente de esta misericordia en el paraíso, era la pa-

labra que habían recibido para no comer los frutos del árbol que estaba

en medio de este jardín. Ellos sabían que esta palabra era un regalo del

Padre, que esta prohibición no era ninguna forma de limitar su

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libertad, sino que ayudaba a protegerlos de cualquier peligro. Nuestros

primeros padres vieron en esto la preocupación del Padre, así como

nosotros la vemos cuando los padres, protegiendo al niño del peligro le

dan ciertas indicaciones. Solamente una manera de pensar tortuosa

obliga a ver en esta palabra de Dios una limitación de la libertad. Adán

y Eva no tuvieron dificultades para ver en esta prohibición la miseri-

cordia de Dios. Les defendía de algo de lo cual Dios estaba al tanto, la

muerte. No necesitaban experimentarla. Era para ellos suficiente la

confianza en Dios, la fe en que Él no los engaña, que les ama.

Sometan la tierra

Regalando la libertad y la confianza Dios le dio al hombre su pala-

bra: “Sean fecundos, multiplíquense, llenen la tierra y sométanla”

(Génesis. 1,28). De esta manera trasmitió también a los hombres algo

de su ser, de su esencia: además de la vocación al amor, los llamó

también a la transmisión de la vida. El Dios que es el Señor y Dador de

la vida hace a los hombres capaces de transmitirla. Les hace partícipes

de este don divino que es dar la vida, participar en esta maravillosa

capacidad, la cual posee solo Dios. Este don manifiesta la gran divini-

dad de los hombres, los hace responsables de la vida que se va a gestar

en ellos, de la vida que el hombre va a trasmitir y formar pero que

también puede destruir.

Dios había previsto que este don iba a implicar un riesgo. También

sabía que el hombre puede hacer mal uso de su libertad y la vida en-

comendada al hombre puede estar en peligro por su egoísmo. La histo-

ria manifiesta constantemente lo grande que fue el riesgo de darle al

hombre tanta libertad, con la posibilidad de participar en el mismo acto

creador de Dios. El hombre es capaz de someter a la tierra pero tam-

bién de contaminar la naturaleza e incluso destruirla. Puede trasmitir la

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vida pero también puede matar a su hermano. Puede tirar bombas para

destruir y matar. A pesar de esto, Dios no le retiró sus dones, aunque

sabe de las consecuencias que el pecado trae a los hombres. En esto

consiste la misericordia de Dios. Entregar sus dones para enriquecer

al hombre y que este los aproveche y someta la tierra. El amor consiste

en entregarse olvidándose de sí mismo, aunque con esto se relacione el

riesgo de que este don pueda ser malgastado.

De una manera más evidente esto se ve en el don que Dios hizo de

su propio Hijo Jesucristo. Hemos recibido a la vida misma - a Jesús -.

Dios sabía que nosotros con nuestras manos íbamos a destruir esta

vida, que Jesús iba a ser clavado en la Cruz. El hombre sometió a

Dios, hizo con él lo que quiso. No solamente Dios nos dio la tierra

para someterla, sino que también a sí mismo, entregó totalmente en

nuestras manos a Jesucristo. ¿No será que esta imagen del Crucificado

nos grita a nosotros, con una voz potente, de la inimaginable miseri-

cordia de Dios? ¿Puede existir un amor más grande?

San Pablo dice que: “sus atributos invisibles – su poder eterno y su

divinidad – se hacen visibles a los ojos de la inteligencia, desde la

creación del mundo por medio de sus obras. Por lo tanto, aquellos no

tienen ninguna excusa: en efecto, habiendo conocido a Dios no lo

glorificaron ni le dieron gracias como corresponde. Por el contrario,

se extraviaron en vanos razonamientos y su mente insensata quedó en

la oscuridad. Haciendo alarde de sabios se convirtieron en necios”

(Romanos 1,20-22). El más grande don de Dios visible para nosotros

fue constituido en Jesucristo, pero este no fue reconocido. El don más

grande de Dios – Su Hijo – fue rechazado por nosotros. ¿Qué enseñan-

za surge de esto para nosotros? ¿Será que la contemplación de las

obras de Dios, de la delicadeza de la misericordia va a conmover nues-

tros corazones para que por lo menos veamos nuestra culpa, nuestra

obstinación? o ¿será que vamos a seguir convencidos de nuestra

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nobleza y de nuestras virtudes? Dios quiere conmover nuestros cora-

zones para que ante su grandeza y su misericordia seamos más humil-

des.

Oh Señor, nuestro Señor

Si el hombre contempla el gran amor de Dios que se manifiesta en

los hechos concretos, en los dones que ha recibido de Dios, si experi-

menta su amor gratuito entonces se le hacen muy cercanas las palabras

del Salmo 8: “¡Señor nuestro Dios, que admirable es tu nombre en

toda la tierra! Quiero adorar tu majestad sobre el cielo: con la ala-

banza de los niños y de los más pequeños” (Salmo 8, 2-3). Este canto

puede surgir solamente del corazón de un niño que se admira por todo

lo que le rodea. Dios hizo todo lo bueno y solamente alguien que tiene

la simpleza de un niño, es capaz de contemplar todo el mundo creado

por Dios. El niño, es capaz de alegrarse por cada cosa y por muy pe-

queña que esta sea es capaz de manifestar su alegría de todo lo que le

rodea y ser agradecido y feliz. Por eso, si ustedes no cambian o no se

hacen como niños, no entrarán en el Reino de los Cielos (Mateo 18,3).

Semejantes expresiones como las del Salmo 8, las vamos a encontrar

en muchos otros salmos. Del corazón lleno de agradecimiento surge el

canto de alabanza a Dios por su obra en el cosmos y en la historia del

hombre. Estos salmos son fruto de una profunda experiencia del en-

cuentro con Dios vivo, no con una idea, pero con una Persona a la cual

se puede reconocer por los signos que ha dejado en la naturaleza y aun

más por los signos que dejó en la historia de los hombres. La experien-

cia más profunda la tiene el pueblo elegido, quien experimentó la es-

clavitud en Egipto donde fue sistemáticamente exterminado. Allí expe-

rimentó la ayuda de Dios – la liberación de la esclavitud-. Esto no fue

posible humanamente para que los israelitas se liberaran de la muerte.

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La acción de Dios hizo que probaran la libertad de la Tierra Prometida

y experimentaran la liberación de la muerte. Por eso, en los labios y en

los corazones de esta gente nace un grito de agradecimiento, nace una

oración de alabanza por los dones que proceden del mismo Dios.

¿Cómo no ver el poderoso y extendido brazo de Javéh? ¿Cómo no ver

su amor cercano que se manifestaba cada día en el camino a través del

desierto a pesar de las rebeldías y murmuraciones? Por eso, la murmu-

ración era el pecado más grande en el desierto, porque era la negación

del agradecimiento y de la alabanza. El que tiene los ojos abiertos,

quien ve las intervenciones de Dios va a cantar junto con el salmista:

“Bendice al Señor, alma mía” (Salmo. 104, 1)

Bésame con tus labios

Con estas palabras la amada habla a su amado en el Libro Cantar de

los Cantares. Con esta imagen la Iglesia siempre refería al amor espon-

sal de Dios hacia su pueblo. Tengamos presente que el amor esponsal

no es solamente manifestado por medio de las palabras, de la poesía,

pero tiene su justificación en los hechos concretos, en ciertos compor-

tamientos. Si vamos a mirar este amor, sus manifestaciones en la natu-

raleza, vamos a ver que el macho quiere impresionar a la hembra. Tal

vez esta comparación puede parecernos algo escandalosa, pero no

tengamos miedo de mirar en la creación al cortejo amoroso que tiene

lugar allí, porque el mismo Dios nos lo dio como imagen del amor

que manifiesta especialmente hacia nosotros. Los que saben observar

la naturaleza, descubren que el macho durante el cortejo amoroso va a

hacer una magnífica danza con la cual quiere llamar la atención de la

hembra y lograr que ella se interese por él. Algo parecido surge en el

amor humano. Ella quiere manifestarse no solamente en las palabras,

antes quiere manifestarse en las obras, en la ternura, en la delicadeza,

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en la preocupación por la otra persona, en los extraordinarios regalos

para expresar de esta manera su cercanía y su amabilidad.

Dios no necesita tomar ejemplo de la naturaleza. Ella, es necesaria

para que nosotros al observarla podamos descubrir la verdad que está

inscrita en ella. Dios ama al hombre. Si queremos comprobarlo, hace

falta abrir bien los ojos, para ver la “danza amorosa” que Dios hace

para impresionarnos. ¿De qué otra manera podríamos explicar la ex-

traordinaria belleza del cosmos, su rica belleza – todo esto es un refle-

jo débil de la belleza del Amante – que es un esfuerzo para impresio-

narnos e invitarnos al amor? Dios hizo todo el universo pensando en

nosotros. La descripción bíblica de la creación nos dice que Dios pre-

paró todo primero y después creó al hombre. Algo semejante hace una

madre que espera la llegada de su bebe, prepara todo lo necesario para

su niño como el ajuar, la cunita…. De igual manera Dios nos preparó

la tierra, la adornó magníficamente y nos dio todo lo necesario para la

vida.

La verdad revelada en la creación ya por si es un mensaje del amor

de Dios hacia nosotros, de su misericordia. El que ama regala a la per-

sona amada lo mejor, lo más hermoso. El Padre que ama siempre le da

al hombre todo lo bueno y bello respetando su libertad, no lo obliga,

pero desea recibir una respuesta. Podemos no darnos cuenta de esta

belleza ¿pero esa respuesta es adecuada? La respuesta más exacta es la

fe y el amor, porque únicamente de este modo se puede responder al

gran amor de Dios.

Terminando esta reflexión de la misericordia de Dios manifestada

en la obra de la creación, demos gracias a nuestro Padre por este don

por el cual Él quiere llegar a nuestro corazón con gran ternura y deli-

cadeza, no obligándonos a la reciprocidad. Quiere atraernos para que

encantados por Su belleza reflejada en la creación, con plena libertad,

respondamos con nuestro amor. Pidamos el don del Espíritu Santo

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para que en el fondo de nuestro corazón, con mayor claridad nos re-

cuerde a la misericordia del Padre y nos dé también la gracia de una

respuesta adecuada a su gran amor.

ORACIÓN A DIOS

Dios mío, dame el día de hoy fe para seguir adelante. Dame grandeza

de espíritu para perdonar, paciencia para comprender y esperar. Dame

voluntad para no caer, fuerza para levantarme si caído estoy, amor para

dar, dame lo que necesito y no lo que quiero. Dame elocuencia para

decir lo que debo decir. Haz que sea el mejor ejemplo para mis hijos, el

mejor amigo de mis amigos, haz de mí un instrumento de tu voluntad.

Hazme fuerte para recibir los golpes que me da la vida, déjame saber

qué es lo que tú quieres de mí. Déjame tu paz para que la comparta con

quien no la tenga. Por último, anda conmigo y déjame saber que estas a

mi lado ayudándome a ser conforme lo que Tú esperas de mi.

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CAPITULO 2

La verdad sobre el pecado original es una de las verdades funda-

mentales de nuestra fe. Sin su aceptación y comprensión nos va a re-

sultar muy difícil explicar nuestras dificultades personales con las cua-

les luchamos. Sabemos que Dios es amor, que es la misma misericor-

dia y que tiene para el hombre un proyecto, el cual fue revelado sobre

todo en la creación. Dios desea que seamos felices para que conozca-

mos su belleza, amor y respondamos con nuestra fe, confianza y amor.

El paraíso presentado en el Libro del Génesis es solamente una peque-

ña muestra de esta grandiosa y maravillosa realidad de la creación. No

es verdad que la felicidad del hombre consistía en unas pacificas vaca-

ciones en un hermoso jardín llamado Edén, se trataba de algo total-

mente diferente: la felicidad consistía en la maravillosa e íntima rela-

ción que unía al hombre con Dios, en esto que el hombre experimenta-

ba a Dios como Padre, como amor, como misericordia. El respeto por

la naturaleza y hacia el otro hombre surgía de este amor al Creador.

Existía, entonces, una maravillosa armonía entre los hombres, entre

ellos y la naturaleza, no se necesitaban ningunas acciones ecológicas

para proteger a la naturaleza porque el hombre no la destruía. Una

adecuada relación con Dios se refleja en la forma de relacionarse con

los demás y con el mundo de las criaturas.

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La primera mentira

La tragedia se inicia en el momento en que en este maravilloso

proyecto de Dios, en esta armonía que Él había destinado para noso-

tros, entra el enemigo. El Señor Jesús en el Evangelio de San Juan dice

que el diablo es “el homicida… y padre de la mentira” (J 8, 44). Él es

el enemigo de Dios y el enemigo del hombre. El Libro del Génesis lo

presenta como una serpiente que es uno de los más astutos animales y

además muy peligrosa ya que es venenosa. Esta comparación con la

serpiente es muy adecuada para Satanás quien es muy astuto y tiene en

si un veneno muy peligroso: la mentira. El diablo envenenó el corazón

del hombre con la mentira. La experiencia fundamental de Adán y Eva

era el siguiente: Dios me ama. Sobre esta verdad ellos construían su

felicidad. Dios es amor, Dios es misericordia, Dios es nuestro Padre y

desea lo mejor para nosotros. Sus corazones eran rebosantes del amor

y de agradecimiento a Dios. Ahora sucedió algo terrible, se produjo un

misterioso cambio en sus corazones. Fueron envenenados con la pon-

zoña de la mentira y esto fue para nuestros primeros padres el inicio de

una gran tragedia, pero no solamente para ellos sino también para todo

el género humano.

Hagamos un esfuerzo para analizar las dos mentiras que aparecen

en el Libro del Génesis. Veamos como con astucia e inteligencia son

presentadas y al mismo tiempo cuanta perversidad en ellas. La primera

se contiene en la pregunta que la serpiente dirige a Eva “¿Así que Dios

les ordenó que no comieran de ningún árbol del jardín?” (Génesis

3,1). Una pregunta muy astuta. Dios dijo: “Puedes comer de todos los

árboles que hay en el jardín, exceptuando únicamente el árbol del

conocimiento del bien y del mal” (Génesis 2,16-17), y el diablo como

si hubiera cometido un lapsus, como por casualidad dijo “de ningún

árbol” lo cual es una mentira ya que Dios no lo había ordenado.

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¿Cuál es la intención del diablo? Cuando habla de todos los árboles

inculca al hombre que Dios le quita la libertad. Si Dios le prohíbe una

cosa, si le prohíbe comer de un árbol, entonces le prohíbe comer de

cualquier árbol. Los padres también le dan algunas prohibiciones a sus

hijos (no toques el enchufe, no juegues con el cuchillo…) y ellos pue-

den ver estas prohibiciones como una limitación de su libertad: si no

puedo hacer ciertas cosas, entonces no puedo hacer nada. Y algo así se

contiene en esta primera insinuación del diablo. Dios te quita la liber-

tad porque te prohíbe comer de cualquier árbol. Entonces si Dios limi-

ta tu libertad significa que Él no te ama, ya que el atributo más maravi-

lloso del amor es regalar la libertad. El amor que respeta al hombre

consiste en que le das la libertad y al revés, allí donde no das a los

demás la libertad, donde estas manipulando, cuando chantajeas y obli-

gas a algo – esto manifiesta que no lo amas verdaderamente. Un amor

así no es un amor verdadero. Una imagen así de Dios es la que el dia-

blo presenta a Adán y Eva, una falsa imagen de Dios que no es el

amor, que no ama al hombre.

La segunda mentira es aun más seria ya que el diablo dice direc-

tamente que Dios miente. Cuando Eva le habla que solamente de un

árbol Dios les prohibió comer para que no mueran, entonces el diablo

dice: “No, no morirán” (Génesis 3,4). Esta es una mentira terrible.

Está dicho que “el salario del pecado es la muerte” (Romanos 6,23) y

el diablo niega esta verdad y por eso hace a Dios mentiroso. Quiere

convencer a Adán y Eva que Dios es celoso, que no quiere su felici-

dad, por eso les prohíbe cosas buenas, no quiere que conozcan el bien

y el mal, desea su ignorancia y quiere transformarlos en sus esclavos.

Dios sabe muy bien “que cuando ustedes coman de este árbol, se les

abrirán los ojos y serán como dioses, conocedores del bien y del mal”

(Génesis 3, 5). Él no quiere esto para ustedes y por eso les amenaza

con la muerte, para que asustados con esta prohibición no coman del

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árbol. Tomen su fruto para convencerse que no les va a pasar nada, al

contrario, serán como dioses. Esta segunda mentira completa la prime-

ra. En la primera el diablo acusó a Dios de que quita a los hombres la

libertad y en la segunda que nos miente. Entonces, de estas dos menti-

ras surge claramente que Dios no nos ama, es decir, que el no existe.

“Dios es amor” – dice San Juan (1 J 3,8) pero aquí el diablo dice que

Dios no es amor. En la tentación del paraíso se halla la raíz de la nega-

ción de Dios, del ateísmo. Nace como una falsa imagen de Dios, nace

de una terrible mentira que consiste en presentar a Dios como un

monstruo, un enfermo de celos, un oponente del hombre.

La comprensión de esta tentación nos da también una respuesta a

nuestras dificultades personales, ilumina nuestra vida ya que esta his-

toria se repite. Todos nosotros somos Adán y Eva. Aunque podemos

decir que el bautismo nos lavó del pecado original, sin embargo que-

dan las consecuencias de este pecado y nuestra naturaleza está herida.

El diablo aprovecha esta situación y viene cada día para negar a Dios,

para introducir en nuestro corazón el veneno, su ponzoña de increduli-

dad para presentar a Dios de una manera distorsionada, para darnos

una falsa imagen de Dios. Muchas de nuestras rebeldías y tragedias

internas, nuestras murmuraciones y todos los pecados nacen de una

falsa imagen de Dios que tenemos en nosotros. Si Dios no me ama

entonces yo mismo tengo que encontrar un punto de apoyo, algo que

me va a dar la vida.

La fe en un Dios bondadoso tambalea en nosotros sobre todo

cuando empezamos a admitir una interpretación perversa de los acon-

tecimientos de nuestra historia, sobre todo de las situaciones difíciles.

Cada acontecimiento en el cual se hace presente el sufrimiento y la

cruz, el diablo la interpreta contra Dios acusándolo ante nosotros de

que no nos ama. Usa nuestra cruz para condenar a Dios y juzgarlo por

los sufrimientos que experimentamos. Con frecuencia preguntamos

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¿por qué pecado Dios me trata de esta manera?, ¿Por qué este sufri-

miento cayó sobre mí, si yo soy inocente?, ¿Por qué no tengo una

cantidad suficiente de dinero, de trabajo?, ¿Por qué estoy solo?, ¿Por

qué me ha dejado mi marido, mi mujer?, ¿Por qué tengo que soportar a

este hombre en mi entorno?, ¿Por qué Dios prohíbe cosas buenas?,

¿Por qué el mundo está ordenado de esta manera?. Cuando sufrimos,

cuando algo sucede contra nuestros planes, sobre todo en estos mo-

mentos, se acerca el diablo para adularnos o para lamentarse de noso-

tros susurrando a nuestros corazones que somos muy pobres. “Que no

te mereces esta suerte. ¿Donde está la justicia?, ¿Por qué te toca a ti

vivir esto? Debes cambiar esto, encontrar a otro marido, divorciarte,

engañar, cuando te falta el dinero no pagar los impuestos, esquivar

todas las dificultades y obstáculos en tu vida. Eres en fin un hombre

pobre y maltratado”. La situación existencial que tuvo lugar al inicio

de la historia de la humanidad se repite en nuestra vida. No cambió

nada desde aquellos tiempos. El diablo viene para tener lastima de ti,

para llorar contigo sobre tus desgracias y al mismo tiempo quiere ser

un consejero que te señala quien es el responsable de todo esto -por

supuesto le echa todas las culpas a Dios-.

Las consecuencias del pecado original

Cuando tomo del fruto del árbol prohibido, de alguna forma doy

una respuesta al diablo diciéndole “Así es, tienes razón, voy a tomar

este fruto, aquí está la verdad, aquí está para mí la vida, se me van a

abrir los ojos, seré como Dios y yo voy a decidir mi suerte”. Al tomar

del fruto estoy diciendo “Dios es un mentiroso, Dios no existe, yo soy

un dios y debo preocuparme por mi vida”. Cuando Dios desaparece

del horizonte de mi vida, cuando por el pecado me arranco de este

suelo que es Él mismo, entonces empiezo a secarme como un árbol

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con las raíces cortadas. En uno de los salmos hay una bella compara-

ción que se refiere a la situación del paraíso. Allí se habla de un árbol

plantado cerca de un torrente de agua cuyas hojas no se marchitan.

Siempre es verde y aun en la vejez da frutos. Pero cuando el árbol se

arranca con sus raíces de este lugar empieza a secarse, se produce su

muerte. Pero aun un árbol seco, saca sus brotes buscando humedad,

buscando la vida.

Algo parecido sucede con el hombre cuyo destino es la vida,

cuando por el pecado se separa de la fuente de la vida, de Dios, enton-

ces perdura en él el deseo de esta y la va a buscar pero ya no en el Dios

misericordioso, en el Dios del amor, sino en las apariencias de la exis-

tencia, en algo que le parece que va a sustituir a Dios. Existen estas

facetas de la existencia humana donde realmente nos enraizamos y de

allí intentamos sacar la vida. Una de estas facetas, con seguridad, es el

amor de los demás: nos parece que existimos si somos amados. Esta es

la tierra en la cual con mayor frecuencia nos enraizamos. Estamos

convencidos que solamente gracias a que alguien nos ama, nos ve, nos

acepta, nuestra vida es feliz. Pero cuando no hay este amor tan espera-

do, nos secamos como un árbol arrancado de la tierra.

Con esta búsqueda de afecto se relaciona el dinero ya que cree-

mos que gracias a la fortuna podemos conseguir comprar el amor y el

respeto de los demás. El dinero es el señor de este mundo y por eso

dice Jesús: “No se puede servir a Dios y al Dinero” (Mateo 6,24).

Vemos que el dinero realmente se transforma para nosotros en algo

muy importante, en contrincante de Dios, en el cual buscamos nuestra

realización y seguridad. Dice un viejo dicho “quien tiene dinero tiene

amigos”. Muchos están convencidos que con el dinero se puede com-

prar todo: amor, sexo, fama, todos los placeres del mundo. Después

del pecado original el dinero se transformó en una tierra fértil en la

cual nos enraizamos engañándonos a nosotros mismos creyendo que

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nos va a dar la verdadera felicidad. El hombre es capaz de matar, com-

batir, vender armas, drogas, vender su propio cuerpo porque está con-

vencido que el dinero es la fuente de la vida.

El pecado original es una verdadera tragedia, ya que cuando de-

jamos de creer en el Dios del amor entonces todo se hace posible. Po-

demos enraizarnos en cualquier lugar y descubrir la posibilidad de la

autorrealización ya por la búsqueda del afecto o por el dinero, por el

éxito, por alcanzar el primer lugar, la fama y lo hacemos de cualquier

manera que consideramos eficaz sin tener en cuenta si esto está de

acuerdo con el proyecto de Dios.

Voy a usar otra comparación más para darnos cuenta mejor de las

consecuencias del pecado original. Antes del pecado original teníamos

una especie de receptor, de un radar en nuestro corazón que captaba

con facilidad las ondas emitidas por Dios. Estas hondas, por supuesto,

es la voz de Dios, Su palabra que constantemente nos decía: “Yo te

amo, no tengas miedo, tu eres la niña de mis ojos”. Esta voz de Dios

la tenemos grabada en el Salmo 23 (22): “El Señor es mi pastor, nada

me puede faltar. El me hace descansar en verdes praderas, me condu-

ce a las aguas tranquilas y repara mis fuerzas; me guía por el recto

sendero por el amor de su Nombre. Aunque cruce por oscuras que-

bradas, no temeré ningún mal, porque tú estás conmigo: tu vara y tu

bastón me infunden confianza” (Salmo 23 (22), 1-4). Es la voz de la

misericordia, es la Palabra del Padre que nos acompaña en medio de

diversos acontecimientos que nos toca vivir, también cuando nos toca

cruzar por las oscuras quebradas, por la noche oscura, por el sufri-

miento y por la cruz.

“Yo soy tu pastor, no te falta nada – dice Dios – yo soy el amor mi-

sericordioso, no tengas miedo de nada, no temas”. El pecado ha pro-

vocado que este receptor se estropeara, el diablo le cambio la frecuen-

cia, arruinó este radar en nuestro corazón y ya no somos capaces de

Parroquia de San José – Almería Página 21

escuchar la voz del Padre misericordioso, pero escuchamos otras vo-

ces: “¿Dónde está tu Dios?, ¿Dios está realmente aquí?”. El pueblo

elegido preguntaba en el desierto: ¿Dios puede estar realmente aquí

con nosotros? ¿Dios puede estar en tal lugar como el desierto, puede

estar presente en mi historia cuando me enfermo, cuando sufro, cuando

muere mi hijo, cuando hay guerras, Auschwitz, SIDA, cuando hay

desastres naturales, inundaciones, etc.?, ¿Dios puede estar en este lu-

gar?. Cualquier cosa que suceda en nuestra vida preguntamos de una

manera parecida. Cuando alguien te ofenda, cuando experimentas una

injusticia, enseguida preguntas: ¿es que Dios es el amor?

El pecado original provocó realmente un desastre en nuestra men-

talidad, en nuestro corazón. Antes del pecado original se destruyó en el

hombre la fe que nos dice que Dios es el Padre lleno de amor. Esta fue

la consecuencia del pecado, de tomar el fruto del árbol prohibido.

Cuando el diablo logra en nosotros debilitar, zarandear la fe y la con-

fianza en Dios entonces todo es posible, se busca otras fuentes de la

vida. La Biblia en los primeros 11 capítulos del Libro de Génesis nos

muestra qué sucede cuando el hombre pierde la fe y la confianza en

Dios, cundo huye de Él. Que desastre se produce en la historia de la

humanidad: como un hermano mata al otro hermano, como toda la

sociedad se degenera y Dios envía el diluvio para frenar este mal que

se extiende, como el hombre en su soberbia construye la torre de Babel

para llegar al cielo y hacerse igual a Dios. Todo esto manifiesta las

consecuencias de la perdida de la confianza en Dios, las consecuencias

del pecado, ya que estas dos posturas están unidas inseparablemente.

Tuve miedo porque estaba desnudo, por eso me escondí

Cuando el hombre comete el pecado busca en su alrededor a los

culpables. Cuando le molesta su desnudez, el sufrimiento, cuando no

Parroquia de San José – Almería Página 22

puede encontrar el alimento para sí mismo en las criaturas de este

mundo, entonces busca a los culpables. Dios busca a Adán y Eva lla-

mando. “¿Dónde estás?” (Génesis 3,9). Hasta ahora siempre les en-

contraba y ellos siempre estaban dispuestos a encontrase con el Amor,

pero ahora se esconden. Por primera vez en la Biblia aparece la pala-

bra: miedo. ¿Uno puede tener miedo de Dios, del Padre lleno de amor?

Así es, puede, si se distorsiona en nuestros corazones Su imagen y

cuando lo vemos como un mentiroso, como un oponente, como un

policía, como un guardián de la ley o como un verdugo. Todas estas

falsas imágenes de Dios son un fruto de la mentira del diablo y sem-

bradas en nuestros corazones pueden producir una gran devastación.

Dios le pregunta a Adán: “¿Quién te dijo que estabas desnudo?”

(Génesis 3,11) “¿Quien te mintió tanto, quien de una manera tan per-

versa te catequizaba”?. Entonces Adán busca a un culpable: “No fui

yo quien tomó el fruto, esta mujer es la culpable, por su culpa cayó

sobre mi esta desgracia, si no fuera por ella no tendría la necesidad de

esconderme de Ti”. Después Dios le pregunta a Eva: “¿Cómo hiciste

semejante cosa?” (Génesis 3,13). Y ella tampoco asume su responsa-

bilidad cuando dice: “La serpiente me sedujo y comí” (Gen 3,13). Y

echa la culpa a la serpiente.

En toda la historia de la cual hablamos, hay dos pecados o diciendo

más concretamente: dos negaciones de la misericordia. A la primera la

encontramos en el hecho de arrancar el fruto y la segunda en el hecho

de esconderse de Dios. Podríamos preguntarnos ¿Qué hubiera sucedi-

do después del pecado, después de tomar el fruto, si Adán y Eva no se

escondiesen de Dios? Cuando escuchamos la parábola del hijo prodigo

de San Lucas, entonces vemos al padre que espera la vuelta de su hijo

y cuando vuelve lo abraza y le perdona. ¿Será que el Dios del Evange-

lio de San Lucas es un Dios diferente del Libro de Génesis? Es el

mismo Padre misericordioso quien espera a sus hijos, a los hijos

Parroquia de San José – Almería Página 23

pródigos, es el mismo Dios de Jesucristo quien en su sangre perdona

nuestros pecados. Si Adán y Eva dijesen después del pecado: “Padre,

hemos pecado contra Ti, hemos creído a la serpiente, perdónanos este

pecado”, ¿qué haría el Padre? Seguramente estrecharía en su corazón a

Adán y Eva y la historia se desarrollaría de otra manera. Sabemos sin

embargo que ellos al esconderse confirman, en esta postura, que hay

que tener temor a Dios, que hay que evitarlo. Si uno hace algo malo

debe esconderlo. Por eso este segundo hecho es aun más nefasto que el

primer pecado, es una negación aun mayor de la Divina Misericordia

ya que es algo premeditado, consciente y reconfirmado por el temor.

Esta postura está presente en nuestra vida. Cuando cometemos un pe-

cado, en lugar de ir en seguida al Padre de la misericordia, confesar-

nos, rezar y pedir el perdón, no escondemos de Dios o aún peor, lo

consideramos culpable. Guardamos en nosotros mismos un gran pesar,

un enfermizo sentimiento de culpa, de incapacidad de perdonarnos a

nosotros mismos, aunque hemos recibido el perdón en el Sacramento

de la Reconciliación. No creemos en el amor que perdona, en la mise-

ricordia que no conoce límites, por eso, en tantas ocasiones volvemos

en la confesión a relatar los pecados que una vez ya hemos confesado

y recibido la absolución. A veces las personas mayores vuelven a con-

fesar los pecados cometidos en la juventud, 40 o 50 años antes. ¿Por

qué? Porque en el fondo del corazón escuchan esta misma voz del

diablo, la cual han escuchado Adán y Eva en el paraíso: “Dios no te

ama, como Él puede perdonarte tus pecados, no le importas, mejor no

tener ninguna relación con Él, escóndete, sé tú mismo, solamente tú,

preocúpate por tu vida”

Parroquia de San José – Almería Página 24

Pondré enemistad entre ti y Su linaje

La palabra que meditamos hoy es un maravilloso don de Dios, una

maravillosa medicina que procede del mismo Padre de la misericordia.

Dios se acerca a nosotros en esta palabra y nos recuerda el más impor-

tante de sus atributos: “Yo soy rico en misericordia, pero necesito de

los apóstoles de esta misericordia, para que anuncien al mundo esta

Buena Nueva porque el mundo la necesita”. En el día de hoy, cuando

está de moda la venganza y la norma de devolver mal por mal se hace

necesario recordar continuamente el perdón que se encuentra en Dios,

es imperioso recordar la salvación que trajo Jesucristo y que ya fue

anunciada en el paraíso. Uno del linaje de la mujer va a destrozar la

cabeza de la serpiente.

¿De qué manera Jesús lo hizo? En el hermoso prefacio sobre la san-

ta cruz se nos dice que el diablo que en un árbol venció, también en un

árbol fue vencido. En el árbol del paraíso mintió a Adán y Eva y en el

árbol de la cruz esta mentira fue aniquilada. Jesús Crucificado es la

prueba más grande de que Dios nos ama, que Dios es el amor porque

le dio al hombre lo más precioso que tenía, su Hijo Unigénito. Uno de

los salmos dice así de Cristo: “Gusten y vean que bueno es el Señor”

(Salmo 34, 9). Primero el diablo tentó a nuestros padres “Toma y

prueba el fruto de este árbol para que te convenzas que eres dios, que

Dios verdadero no existe”. En la cruz podemos contemplar otro fruto.

No solamente podemos observar sino también podemos tomarlo y

comprobar cómo realmente Dios nos ama. En la Eucaristía comemos

al mismo Jesús, a Este que vemos en la cruz herido, destrozado, coro-

nado y cargado con nuestros pecados. Es el mismo fruto cuya contem-

plación y gustación nos trae la sanación de las heridas que nos infligió

el diablo. El mensaje de la Divina Misericordia es tan simple y tan

cercano a nuestro corazón que en realizad no deseamos, no extrañamos

Parroquia de San José – Almería Página 25

nada tanto como a esta verdad que nos acercó Santa Faustina para que

no creamos al diablo, para que no nos alimentemos con su veneno sino

que nos entreguemos a la Misericordia, confiemos en Jesucristo, con-

fiemos en Dios. La invocación “Jesús en ti confío” puede ser un reme-

dio, un antídoto eficaz contra la mentira del demonio.

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CAPITULO 3

Nuestra reflexión sobre la Divina misericordia en el misterio de la

Encarnación y nacimiento del Hijo de Dios se va a basar sobre el

prólogo del primer capítulo del Evangelio de San Juan. En él, el discí-

pulo amado de Jesús contempla al Verbo que se hizo carne. El mensaje

fundamental que manifiesta este texto del Evangelio es el siguiente:

eterna Palabra de Dios, Hijo de Dios, Él por quien todo fue creado – Él

mismo se hace criatura, asume la naturaleza humana, se hace carne,

para que con esta presentación aceptar sobre sí la muerte y que por la

resurrección nos entregue su Espíritu que tiene la fuerza de hacernos

hijos de Dios. Intentemos poco a poco considerar estas extraordinarias

verdades.

La Misericordia de lo alto

En la meditación sobre la Encarnación, San Ignacio presenta a la

Santísima Trinidad -las tres Divinas Personas- cómo miran sobre la

superficie de la tierra y como ven que todos van al infierno, toman la

resolución en su eternidad de que la segunda Persona se va a hacer

hombre para salvar al género humano. De esta manera, cuando llegó la

plenitud de los tiempos, envían al Ángel Gabriel a nuestra Señora. San

Ignacio con un lenguaje sencillo presenta a Dios mirando a la tierra.

No es una mirada indiferente, como lo sugieren los deístas, sino una

mirada llena de amor y solicitud.

Parroquia de San José – Almería Página 27

La solicitud de Dios surge sobre todo de la vedad revelada en la

Sagrada Escritura “Porque Dios no ha hecho la muerte ni se complace

en la perdición de los vivientes. El ha creado todas las cosas para que

subsistan; las criaturas del mundo son saludables, no hay en ellas

ningún veneno mortal…” (Sab. 1, 13-14).

Sin embargo la muerte existe, existe el infierno, existe el peligro de

que todos los hombres perezcan y se condenen. ¿De dónde surgió este

peligro?, ¿De dónde surgió la muerte? Ella vino por la envidia del

demonio, Jesús dice de él que: “desde el comienzo fue homicida y no

tiene nada que ver con la verdad, porque no hay vedad en él. Cuando

miente, habla conforme a lo que es, porque es mentiroso y padre de la

mentira” (Jn 8,44). La muerte vino también por la desobediencia de

los primeros padres cuando dejaron de creer en el amor de Dios y

arrancaron el fruto del árbol prohibido como un signo de que se puede

tener vida fuera de Dios. Por eso experimentaron la desnudez, es decir

la muerte, en los niveles más profundos donde ya ninguna apariencia

de la vida pueda sustituir este deseo de felicidad que el hombre lleva

en sí. Si Dios mira desde arriba con amor a la tierra es porque ve la

terrible desgracia del hombre al cual llamó a la vida, a la felicidad y no

a la muerte. Por eso dice la Palabra de Dios que conmueves sus entra-

ñas - algo que es más esencial en Dios – al ver la desgracia humana, la

posibilidad de la eterna condenación. El amor se opone a la muerte,

por eso Dios hará todo lo posible para liberar al hombre de esta muer-

te. De ahí nace en Él el maravilloso plan de la salvación por el cual la

muerte - que es el fruto de la envidia del demonio, también fruto del

pecado del hombre – va a quedar aniquilada.

De qué manera hacer esta salvación si el pecado no solamente gol-

peó al mismo hombre y además se produjo un abuso para con Dios,

una gran injusticia en relación a Aquel que es amor. La Santísima Tri-

nidad que mira a la tierra con inimaginable ternura, decide que esta

Parroquia de San José – Almería Página 28

salvación solamente puede ser realizada por alguien que es igual a

Dios, pero al mismo tiempo alguien que lo va a hacer en nombre de

toda la humanidad. El único que puede hacerlo es la segunda Persona

Divina, el Hijo de Dios. Pero esta Palabra eterna del Padre debe hacer-

se hombre, por eso Dios elige para su hijo una digna morada, la más

hermosa en la tierra y en el cielo, que se va transformar en el lugar de

la actuación del Espíritu Santo, el lugar de la concepción de Jesús.

Hace muchos siglos Dios prometió a Adán y Eva que iba a introducir

la enemistad entre los descendientes del diablo y los descendientes de

la mujer (Génesis. 3,15). Esta mujer, la Arca de la Alianza y Casa de

oro, es la humilde Virgen de Nazaret María. Justamente a Ella Dios

envía al Arcángel Gabriel con el anuncio que nadie en la tierra oyó, y

el cual decía que la hora de la salvación se acercaba y solamente de

Ella iba a depender si esta salvación se realizaba.

Hágase en mí según tu palabra

La Divina Misericordia se manifiesta no solamente en el plan de la

salvación de los hombres sino sobre todo en la realización que se inicia

con el momento de la Anunciación, cuando a la casa de María viene

Gabriel para anunciarle que va a ser la madre de Emmanuel. La misma

escena de la Anunciación a la cual diversos artistas intentaban imagi-

narse de múltiples maneras, es un hecho muy simple y el cual hace

falta ver con ojos de fe, mirar de una manera parecida como le miraba

María. ¿Qué trae el Ángel a la casa de Nazaret? Trae una noticia in-

creíble, una noticia que va a ser para muchos, hasta el día de hoy, es-

candalosa, que Dios eterno se va a hacer uno de nosotros, se va a hacer

hombre. Muchos textos antiguos (Midras1) relatan que Moisés se es-

1 Midras (interpretación), término aplicado a los escritos explicativos y exegéticos

judíos de las Escrituras

Parroquia de San José – Almería Página 29

candalizó y tuvo dudas sobre si Dios puede rebajarse tanto para res-

ponder a las demandas del pueblo en el desierto. Por eso no entró en la

tierra prometida. ¿Dios puede anonadarse aun más no solamente para

cumplir los caprichos de su pueblo, sino hacer algo más: Él mismo

aceptar la naturaleza de sus enemigos, aceptar la naturaleza de Adán y

Eva que mostraron la desobediencia a Dios? Así es justamente la mi-

sericordia de Dios. Se anonadó de esta manera haciéndose uno con los

hombres, de una cerviz dura y de un corazón de piedra.

Otra cosa que podría parecer increíble era la manera como el Hijo

de Dios vendría a la tierra. “¿Cómo puede ser esto, si yo no tengo

relaciones con ningún hombre? – Dice María al Ángel – El Espíritu

Santo descenderá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su

sombra. Por eso el niño será Santo y será llamado Hijo de Dios” (Lu-

cas. 1,35). La humilde Virgen recibe estas dos noticias con fe. Dios

ama tanto, es tan misericordioso, tan humilde que puede hacerse hom-

bre y tan poderoso (para Dios no hay nada imposible) que esto puede

realizarse en su cuerpo por la obra del Espíritu Santo. María con fe

acepta este mensaje y cuando dice su “sí” (Fiat): que se haga en mi

según tu Palabra, inmediatamente se engendra en Su seno Jesucristo,

la palabra eterna del Padre, que estaba desde el principio, que era Dios,

ahora se hace carne y habita entre nosotros.

Esto que se realizó en la Virgen María no tiene nada perecido en la

historia de la humanidad. Es un acontecimiento central que asombra a

todo el cielo y a los que creen en este mensaje. Qué alegría indescrip-

tible aparece en el cielo al realizarse la Encarnación, que el Hijo de

Dios vino a la tierra. Es imposible describir y explicar esta verdad, que

el mismo Dios asumió la naturaleza humana para tomar sobre su cuer-

po nuestros pecados y llevarlos al árbol de la cruz. De la misma mane-

ra es imposible de expresar la misma verdad de la Encarnación. No

solamente el hombre esperaba la redención sino “la creación entera,

Parroquia de San José – Almería Página 30

hasta el presente, gime y sufre dolores de parto” (Romanos 8,22) es-

perando la liberación de los hijos de Dios por Jesucristo. Pero sobre

todo espera esta liberación el hombre. ¿Entonces este no es el punto

culminante en la historia de la humanidad? Cuando la muerte y la des-

dicha se muestra con furia en la historia del hombre en el momento de

la Anunciación, en la respuesta de María ya se advierte la aurora de la

salvación, ya que la muerte debe temblar viendo como Jesús pone su

tienda entre los hijos de los hombres, que sus días ya son contados.

La luz verdadera

San Juan en el Prólogo de su evangelio nos presenta dos imágenes,

dos conceptos que son como un resumen, una síntesis de toda la histo-

ria de la salvación: luz y tinieblas. Estos dos términos presentan muy

bien la situación existencial del hombre. Las tinieblas son una reali-

dad negativa, algo que nos paraliza, no permite desplazarnos a causa

de la incertidumbre que hay más adelante. Las tinieblas nos inquietan,

introducen el temor y sobre todo son un símbolo de la muerte. Tene-

mos muchas imágenes bíblicas que presentan a las tinieblas, la noche,

como símbolo de la muerte: las tinieblas anteriores a la creación del

mundo, las tinieblas de la incredulidad antes de Abraham, la noche

pascual del éxodo de Egipto, la noche de la traición de Judas. Lo

opuesto a la noche y las tinieblas es la luz que se relaciona con la vida.

Gracias a la luz toda la naturaleza se desarrolla, también cada uno de

nosotros tiene otra perspectiva cuando ve una luz, la luz permite orien-

tarnos mejor en el espacio, alegrarnos con la belleza de la naturaleza.

Sabemos sin embargo que tanto las tinieblas como la luz - no son so-

lamente una realidad que percibimos con los sentidos, sino también

una realidad espiritual que describe mi estado interior. Así, las tinie-

blas son imagen de mi situación de inseguridad, pecado y muerte

Parroquia de San José – Almería Página 31

espiritual. La luz, es la imagen de la felicidad y vida. Las tinieblas

simbolizan las fuerzas del mal, el poder de Satanás, la luz manifiesta a

Dios que es la fuente de la vida. La historia de la salvación fue presen-

tada por San Juan como un continuo enfrentamiento entre la luz y las

tinieblas. Desde el principio se ve como algo evidente – y esto se refie-

re también al origen físico – allí donde aparece la luz desaparecen las

tinieblas ya que “La luz brilla en las tinieblas, y las tinieblas no la

percibieron” (Juan. 1,5). Allí donde aparece Dios no pueden existir las

tinieblas. Por eso “era la luz verdadera que, al venir a este mundo,

ilumina a todo hombre” (Juan. 1, 9). Jesucristo llega a nuestras tinie-

blas, en nuestra muerte para resplandecer con su luz que vence y disipa

las tinieblas del mal y en esto consiste el juicio que realiza el Hijo de

Dios. “En esto consiste el juicio: la luz vino al mundo, y los hombres

prefirieron las tinieblas a la luz porque sus obras eran malas” (Juan.

3,19). El juicio consiste primero en mostrar qué es en la realidad el

pecado, cual es su dimensión y poner en evidencia la verdad sobre él.

Por eso este es el juicio de misericordia ya que si la Luz ilumina mis

pecados, si los pone en evidencia entonces está cerca mi salvación.

La Divina Misericordia se revela en la Palabra Encarnada. ¿En qué

consiste concretamente? La aparición de la verdadera luz en el mundo

– Jesucristo – significa que Sus posturas, Sus enseñanzas, Sus obras y

sobre todo su cruz ayudan al hombre a ubicarse en la verdadera reali-

dad del pecado y de la muerte. En confrontación con las posturas de

Jesús tenemos que admitir que Él es la verdad, que sus posturas son

verdaderas y que nosotros nos hemos equivocado que “todos andába-

mos errantes como ovejas” (Isaías. 53,6). La misericordia consiste en

que tenemos la oportunidad de dejarnos atravesar por la luz que surge

de Jesús, es decir, permitir que nuestras malas obras puedan hacerse

visible primero para nosotros mismos para que podamos admitir que

las hemos hecho. No se trata aquí solamente de que veamos ciertos

Parroquia de San José – Almería Página 32

pecados que son un quebrantamiento de la ley de Dios, pero si toda

nuestra mentalidad, nuestra naturaleza de hombre viejo, de una vieja

criatura, del hombre carnal. San Pablo dice que: “los deseos de la car-

ne se oponen a Dios, ya que no se someten a su Ley, ni pueden hacer-

lo” (Romanos. 8,7). La Divina Misericordia no consiste solo en esto

que Jesús – la Palabra Encarnada – ilumina nuestra realidad sino tam-

bién en esto que por todo el misterio de su pasión, muerte y resurrec-

ción nos envía a su Espíritu para que podamos ser una nueva criatura,

un nuevo Adán, un hombre espiritual.

Vino a los suyos y los suyos no la recibieron

Podemos hacernos una nueva criatura solamente cuando permita-

mos a la Palabra actuar en nosotros y aceptarla en nuestra vida. Por

eso, el momento más triste en la historia de la salvación es que Jesús

“vino a los suyos, y los suyos no lo recibieron” (Jn. 1,11). Vale la

pena detenernos un poco sobre esta verdad aunque parece muy doloro-

sa pero igualmente contiene en sí el misterio de la Divina Misericordia

que consiste en el regalo de la libertad para el hombre. No hay amor

cuando nos sentimos obligados o esclavizados para recibir el amor.

Con frecuencia en nuestra vida sucede que aparecen estas posturas

cuando exigimos una respuesta a nuestro amor, cuando chantajeamos a

los demás para que nos acepten, para que nos vean, para que respon-

dan con su obediencia a nuestro amor pero en este caso les quitamos la

libertad, también la libertad de rechazarnos.

Con Dios todo es diferente. El misterio de Su misericordia consiste

sobre todo en el respeto de nuestra voluntad, de nuestras elecciones.

Recordamos la postura del padre que respeta la libertad del hijo prodi-

go: cuando el hijo pidió al padre la parte de la herencia que le corres-

pondía, el padre se la dio. El padre no manipula a su hijo, no lo chanta-

Parroquia de San José – Almería Página 33

jea sino respeta su libertad y le permite alejarse. Esta imagen del amor

paterno va a quedar en el hijo y se lo agradecerá al padre. Cuando ten-

ga un momento de gran dolor, justamente este recuerdo de ese amor le

va a permitir volver al padre.

La Divina Misericordia conoce lo que es la paciencia ya que “el

amor es paciente” como dice San Pablo (1 Corintios. 13,4), y por eso

solamente Dios sabe esperar. Es verdad que los suyos no lo recibieron

¿pero puede Dios obligar a alguien para que reciba su don? Podríamos

decir que existe solamente una manera por la cual Dios nos “obliga” y

es para abrirnos a Él. Esto es el amor. Si alguien no lo ve, no lo perci-

birá y por tanto no responderá a él. Por eso en toda la historia de la

salvación Dios se manifiesta como un Padre bondadoso que dice de sí

mismo: “Aunque todos se olviden yo no te olvidaré” (Isaías. 49, 15).

De ahí viene la gran importancia de hablar de Dios de una manera

adecuada. Ya en la niñez se forma en nosotros Su imagen. Cuando el

niño es amenazado con Dios cuando es desobediente o se porta mal,

recibe un mensaje distorsionado sobre Dios. Igualmente la misma pos-

tura de los padres cuando son educadores a los cuales les falta la mise-

ricordia, influye sobre la imagen de Dios en el niño y puede cristalizar

esta imagen para toda la vida. Se puede hablar de Dios de distintas

maneras pero solamente la manifestación de Su verdadera imagen

como Padre misericordioso trae efectos benditos, ya que hace surgir el

amor y la confianza en Él.

El verbo se hizo carne

La Palabra Eterna del padre se hizo carne en la Virgen María a

través de su consentimiento y por su fe. Jesús fue engendrado en María

por la obra del Espíritu Santo y nació en un establo de Belén. Sería

conveniente detenernos sobre este acontecimiento del nacimiento de

Parroquia de San José – Almería Página 34

Jesús, ya que el pesebre de Belén contiene un gran mensaje de la Mise-

ricordia Divina. ¿Qué sucede en Belén que descienden los coros de los

Ángeles para llamar la atención de los pastores sobre este aconteci-

miento? Es que en el pesebre nace un niño que aparentemente no se

diferencia en nada de otros niños pero – los ángeles lo saben – es el

Hijo del Altísimo, es el mismo Dios, es el Creador del cielo y la tierra,

de todo el universo a quien obedecen todas las estrellas y galaxias.

Este niño pequeño es el Señor, Kyrios, a quien obedecen los coros de

los ángeles, que es uno con el Padre y que es el mismo Amor.

El mensaje de la misericordia consiste aquí sobre todo en la postra-

ción y humillación a la cual se somete Jesús. San Pablo dice que Jesús:

“El, que era de condición divina, no consideró esta igualdad con Dios

como algo que debía guardar celosamente: al contrario, se anonadó a

sí mismo, tomando la condición del servidor y haciéndose semejante a

los hombres. Y presentándose con aspecto humano, se humilló hasta

aceptar por obediencia la muerte y la muerte de cruz” (Filipenses. 2,

6-8). El verdadero problema de cada uno de nosotros es que deseamos

ser el primero, ser un dios de nuestra propia vida. Esto es al mismo

tiempo la esencia del pecado original, ser como dios y esta tentación

sigue estando presente en nuestra vida. Nosotros que somos criaturas

queremos ser un dios de nuestra vida y Él que es Dios, que es el Pri-

mero se hizo hombre, se hizo servidor, se hizo el último. Verdadera-

mente es insondable la Divina Misericordia que adopta esta y no otra

pedagogía en relación al hombre: no moraliza, no grita, no quiebra la

caña doblada y no apaga la mecha humeante (Mateo. 12,20). Pero en

el silencio de la gruta de Belén Dios mismo se hace hombre, sin pre-

tensiones, Él que podría nacer en un palacio como correspondería al

rey. Esta clase de humildad es al mismo tiempo una clase de miseri-

cordia ya que Jesús no usa ningunos argumentos de fuerza. Aquí, en

presencia de la debilidad de Dios el hombre se hace realmente libre, no

Parroquia de San José – Almería Página 35

obligado a nada y solamente en estas condiciones puede dar su res-

puesta a Dios. La Divina Misericordia consiste en esto mismo, que Él

que es todopoderoso, se hace débil para que podamos hacer el acto de

fe en total libertad. El camino de Jesús es el camino de descender de lo

alto del cielo a la tierra y aun más hasta el abismo de los infiernos para

buscar al hombre extraviado. Jesús desciende al abismo de nuestra

existencia, a nuestros infiernos, donde reina el vacío y la muerte, para

allí encontrarnos y manifestarnos su amor. Existen algunas partes de

nuestro yo, de nuestra vida, donde nos escondemos hasta de nosotros

mismos porque tenemos miedo del juicio de los demás, tenemos miedo

de perder el amor de los demás; allí ni siquiera nosotros mismos nos

amamos ni aceptamos. Solamente Jesús tiene la valentía de entrar allí

si nosotros no nos oponemos a ello, ya que solamente Él perfectamente

nos entiende, no nos juzga ni condena ya que “vino a buscar y a sal-

var lo que estaba perdido” (Lucas. 19, 10).

A todos los que la recibieron les dio el poder de llegar a ser

hijos de Dios

Este es el magnífico regalo que trae el Verbo Encarnado para el

hombre. Un admirable cambio. Nosotros le damos a Jesús la naturale-

za de la vieja criatura y Él nos da la naturaleza de los hijos de Dios. No

se realiza esto de una manera mágica. Recordamos lo que hemos dicho

de nuestra libertad a la cual Dios respeta y no quiere hacer nada sin

nuestro consentimiento. San Agustín dijo que “Dios que nos creo sin

nosotros no quiere salvarnos con nosotros.” Existen muchos términos

inadecuados en cuanto a nuestra filiación, es decir, sobre nuestra sal-

vación. Muchos piensan que Jesús por su venida a la tierra y su muerte

en la cruz nos abrió el cielo y pertenece a nosotros procurar alcanzarlo

para merecerlo, para entrar allí gracias a nuestro trabajo sobre nosotros

Parroquia de San José – Almería Página 36

mismos y por nuestro propio esfuerzo. Es verdad que Jesús nos abrió

el cielo pero nuestra filiación, nuestro cambio, nuestra justificación, o

si queremos nuestra santificación no se realiza por medio de volunta-

rismo ni trabajo, sino por la fe. Justamente la fe abre las puertas al

Verbo Encarnado que tiene poder de hacernos hijos de Dios. San Juan

en el considerado prólogo dice claramente: “Pero a todos los que la

recibieron, a los que creen en su Nombre, les dio el poder de llegar a

ser hijos de Dios. Ellos no nacieron de la sangre, ni por obra de la

carne, ni de la voluntad del hombre, sino que fueron engendrados por

Dios” (Juan. 1, 12-13).

La verdad fundamental del desarrollo espiritual es que el hombre

nuevo que nace en nosotros no es un fruto del esfuerzo propio, es un

don del Espíritu Santo como el Hijo nacido de María no es fruto ni de

la carne, ni de la sangre sino es el fruto del Espíritu Santo y el fruto de

la fe de María. Este es también otro don de la Divina Misericordia que

nos da su gracia gratuitamente, además, sin merito de nuestra parte.

La hemos recibido – como dice San Pablo – “cuando fuimos pecado-

res” (Romanos 5,8), es decir, cuando fuimos enemigos de Dios y le

mostramos la espalda. Él en su infinita misericordia se inclinó sobre

nosotros. Sería conveniente meditar este aspecto ya que aquí se en-

cuentra el misterio de la Misericordia Divina que es muy difícil perci-

bir para los que se fijan en su trabajo, sus virtudes y su perfección.

Justamente por esto que fuimos sin fuerzas, bajo el dominio del peca-

do, incapaces de cumplir la ley de Dios tuvo que aparecer Jesús para

aniquilar el pecado y nos dio su gracia, “donde abundó el pecado,

sobreabundó la gracia” (Romanos 5, 20).

Muchas veces en el Antiguo Testamento Dios le recordaba a su

pueblo que la elección que recayó sobre él no fue realizado por sus

méritos sino solamente para que por la acción de Dios se manifieste

en este pueblo la santidad de Javéh. “No lo obro por consideración a

Parroquia de San José – Almería Página 37

ustedes” (Ezequiel. 36, 32). De una manera parecida habla S. Pablo:

“Porque ustedes han sido salvados por su gracia, mediante la fe. Esto

no proviene de ustedes, sino que es un don de Dios; y no es el resulta-

do de las obras, para que nadie se gloríe. Nosotros somos creación

suya; fuimos creados en Cristo Jesús, a fin de realizar aquellas bue-

nas obras, que Dios preparó de antemano para que las practicára-

mos” (Efesios. 2, 8-10). Dios en su infinita misericordia nos preparó

las obras de la vida eterna pero ellas son el fruto de la fe, el fruto de la

justificación gratuita. Quien se hace realmente Hijo de Dios hace estas

obras. Este hombre no va a hacer daño al prójimo, no va a ser soberbio

en relación con Dios; el niño tiene la naturaleza de Jesucristo, es

humilde y confiado. Justamente en Él, de su interior surge por el Espí-

ritu Santo el grito: ¡Abba – Padre! Y esto es la obra de la Divina Mise-

ricordia que realiza en nosotros “la Palabra que se hizo carne” (Juan.

1,14) y se realiza de una manera semejante como en María: por medio

de la fe y por el Espíritu Santo. Procuremos al final de esta meditación

junto con San Juan, contemplar a la Palabra Encarnada que nos mani-

fiesta la misericordia del Padre. Pidamos a Jesús por el don del Espíri-

tu Santo y la gracia de la fe para que podamos hacer un camino pareci-

do al de María que buscando atentamente la voluntad de Dios le dio la

más maravillosa respuesta de fe.

Parroquia de San José – Almería Página 38

El Ángel del Señor anunció a María.

Y concibió por obra del Espíritu Santo.

Dios te salve, María... Santa María...

He aquí la esclava del Señor.

Hágase en mí según tu palabra.

Dios te salve, María... Santa María...

Y el Verbo se hizo carne.

Y habitó entre nosotros.

Dios te salve, María... Santa María...

Ruega por nosotros, santa Madre de Dios.

Para que seamos dignos de alcanzar las promesas de Cristo.

Oremos:

Derrama, Señor, tu gracia sobre nosotros, que, por el anuncio del Ángel,

hemos conocido la encarnación de tu Hijo, para que lleguemos, por su pa-

sión y su cruz, a la gloria de la resurrección. Por Jesucristo, nuestro Señor.

Amén.

Parroquia de San José – Almería Página 39

CAPITULO 4

El misterio pascual, es decir el misterio de la muerte, resurrección y

ascensión de Jesús al cielo y de la venida del Espíritu Santo, es el

máximo cumplimiento del proyecto de la Divina Misericordia para con

el hombre. Este, se cumple en la persona del Hijo de Dios Jesucristo

que para esto se hizo hombre y asumió nuestra naturaleza para poder

llevar a cabo en su cuerpo el proyecto de Dios en el misterio pascual.

Por lo tanto, este misterio es algo extraordinario en la historia de la

salvación, es su vértice, el punto central de toda la historia de la huma-

nidad. En este misterio la Divina Misericordia llega a tener su pleni-

tud.

El anuncio de la Pasión

El Libro de Eclesiastés dice que todo tiene su tiempo (Ecl. 3, 1).

Esto también se refiere a los proyectos de Dios relacionados con el

misterio de la pasión y resurrección de Jesús. También Él debía espe-

rar su hora, aunque en su amor deseaba mucho que este momento lle-

gase lo antes posible. Sin embargo, Jesús era paciente y antes de que

este llegara, preparó a sus discípulos para que comprendieran la nece-

sidad de esta hora, ya que si no volvía a la casa del Padre no podría

enviar la Paráclito que les enseñará todo, que les recordara todo (Juan.

14,25). Hacía esto de una manera muy delicada para no perjudicar la fe

frágil de sus Apóstoles. La preparación a su Pascua se realizaba sobre

todo por medio de los anuncios de la pasión en los momentos prede-

terminados. Primero en el monte Tabor en la presencia de Moisés y

Parroquia de San José – Almería Página 40

Elías, Jesús manifiesta a Pedro, Juan y Santiago su gloria. Después les

habla de la pasión y de la cruz, de su rechazo por parte de los ancianos

y doctores de la ley. Con seguridad, para los Apóstoles esto fue algo

muy difícil de entender ya que no lograban comprender porque Él

debe sufrir. Este anuncio de la pasión ya fue preparado por el aconte-

cimiento de la Transfiguración. Fue algo parecido en el caso de la

profesión de fe de Pedro cerca de Cesárea de Filipo cuando Jesús le

dice: “Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia y el poder

de la Muerte no prevalecerá contra ella” (Mateo. 16,18). Justo después

de estas palabras, Jesús empieza a hablar de su muerte y resurrección

en Jerusalén. Aquí tampoco los discípulos entienden porque esto debe

suceder con su Maestro e incluso Pedro le reprocha que esto jamás

pueda suceder. ¿Por qué a pesar de estas reacciones de los Apóstoles

Jesús les sigue hablando de su pasión y muerte? Hace esto teniéndonos

en cuenta a nosotros. Los Apóstoles, después de la resurrección recor-

daron lo que les decía de esto el Salvador, pero para la Iglesia, para

nosotros, el tiempo de prueba está por llegar y este recuerdo que des-

pués de la cruz viene la resurrección puede ser para nosotros un forta-

lecimiento.

Vayan a preparar mi Pascua

El misterio de la pasión de Cristo se inicia el Domingo de Ramos.

Jesús, de una manera solemne entra a la ciudad de Jerusalén aclamado

por la muchedumbre que canta: “¡Hosanna al Hijo de David!, ¡Bendito

el que viene en el nombre del Señor!” (Mateo. 21, 9). Solamente Jesús

sabe que algunos días después se van a transformar en insultos que la

misma muchedumbre va a vociferar en el patio de Pilatos. Para el Sal-

vador se inicia la amargura de la pasión que nadie es capaz de compar-

tir con Él. Además de su Madre que lo va a acompañar en su vía crucis

Parroquia de San José – Almería Página 41

va a quedar solo. Pero antes de que entre de lleno en la pasión desea

trasmitir a los Apóstoles su testamento y quiere hacerlo en un contexto

determinado que sea para ellos más comprensible. El contexto, el mar-

co de esta despedida de sus discípulos es la Pascua judía, celebrada en

Israel cada año. Es para ellos la fiesta más importante, la liturgia más

grande. La Pascua no solamente tiene que recordar el éxodo de Egipto

y toda la historia de salvación de este pueblo, sino que también tiene

que hacer presente la intervención de Dios durante este banquete. En

ella Jesús quiere participar ordenando a los discípulos que la preparen

según las prescripciones que conocen, ya que como verdaderos israeli-

tas, desde su niñez participaban en esta fiesta. Ellos saben muy bien en

qué consiste este banquete y como es exactamente su rito, que alimen-

tos deben encontrase en la mesa, que cantos y salmos deben ser canta-

dos y sobre todo que esta noche es la más santa del año, ya que en ella

se actualiza el amor del Señor que nunca abandonó a su pueblo.

Llegó el Jueves Santo y Jesús reunió a los Apóstoles en el Cenácu-

lo. Como hoy dicen muchos biblistas, esta cena fue celebrada un día

antes, así que cuando los judíos al otro día van a celebrar la Pascua

según sus costumbres, Jesús la va a realizar realmente muriendo en la

cruz. Aunque durante la cena pascual se consumen muchos platos

como: yerbas amargas, huevo, agua con vinagre, el cordero pascual, el

pan y el vino y cada uno de estos platos tienen su significado, nosotros

nos vamos a concentrar solamente en los dos últimos elementos: el pan

y el vino para ver qué mensaje nos trasmiten. El pan que se comía

durante la Pascua judía significaba el pan de aflicción que comían los

padres en Egipto, este fue el pan de lágrimas y de sufrimiento de la

esclavitud. Era al mismo tiempo sin levadura lo cual significaba que

Dios intervenía tan rápido que la masa no lograba fermentar. El vino

significaba la libertad ya que recordaba el tiempo de la conquista de la

Tierra Prometida. Jesús durante la Ultima Cena, conservando todo el

Parroquia de San José – Almería Página 42

ritual de la pascua, le da una nueva dimensión a este banquete y a to-

dos estos alimentos que se encuentran en la mesa. Cuando toma el pan

en sus manos ya no señala la esclavitud en Egipto sino su propio cuer-

po que va a ser colgado en la cruz. Mirando sin embargo el significado

anterior, podemos sacar la conclusión de que Jesús deseaba que su

cuerpo señalara una esclavitud aun más terrible que la de Egipto. En su

cuerpo suspendido en la cruz se hace visible cada esclavitud humana.

Así dice la Carta a los Hebreos: “Y ya que los hijos tienen una misma

sangre y una misma carne, él también debía participar de esa condi-

ción, para reducir la impotencia, mediante su muerte, a aquel que tenía

el dominio de la muerte, es decir, del demonio y liberar de este modo a

todos los que vivían completamente esclavizados por el temor de la

muerte” (Hebreos.2, 14-15). El cuerpo crucificado de Jesús lleva sobre

si los pecados de todos los hombres. El Pan Eucarístico va a señalar la

dimensión de nuestro pecado, la libertad hacia la cual nos lleva Jesús.

La Pascua judía nos ayuda a entender la Eucaristía y al mismo

tiempo a ver mejor la misericordia de Dios que fue constantemente

presente en toda la historia del pueblo de Israel y quien lleva a esta

historia a la plenitud en su Hijo. “No hay amor más grande que dar la

vida por los amigos” (Juan. 15, 13) – dice Jesús, pero él entregó su

vida por los enemigos, por los adversarios, por los pecadores. Esta

verdad se realiza durante la Ultima Cena y se va a realizar en cada

Eucaristía haciéndose de esta manera un sacramento de la Divina Mi-

sericordia.

Pedro y Judas

Meditando la pasión de Jesús y sobre todo la misericordia de Dios

revelada en este misterio, parece imprescindible mirar de cerca a los

dos Apóstoles, quienes tenían una participación especial en esta

Parroquia de San José – Almería Página 43

pasión. Ellos son los dos discípulos que el Salvador eligió del grupo de

los Doce para que pudieran ser introducidos en los asuntos del reino de

Dios, en la Buena Noticia y después hacerse testigos del Señor resu-

citado y anunciadores del Evangelio. Asombra el hecho de que Jesús

que conocía muy bien el pasado y sabía lo que se escondía en el co-

razón de Judas, lo llama también para que fuera su discípulo. Sorpren-

de este hecho ya que revela una imagen de Dios que no entra en nues-

tros esquemas y en nuestra imaginación de Él. Nos resulta fácil imagi-

narnos a Dios semejante a nosotros, es decir, a alguien que tiene nues-

tro sentido de justicia y que no se deja aprovechar, que previendo el

futuro es capaz de defenderse de la traición, del fracaso. Un dios así

recortado a la medida de nuestra razón, por suerte, no existe.

Existe un solo Dios de Jesucristo que ante todo ama y amando no

conoce nada de política, no conoce manipulación, es capaz de fracasar,

llevar sobre sí los pecados de los demás e incluso permitirá que lo

traicionen y maten. Es así ya que la misericordia no consiste en políti-

ca ni en convenios y acuerdos, sino en la aceptación de la muerte. Ju-

das siempre tenía abiertas las puertas de la misericordia. Jesús no en-

señaba otra cosa que precisamente esto: “Este es mi mandamiento:

Ámense los unos a los otros, como yo los he amado” (Juan. 15, 12). La

Misión de Jesús es la misión de la salvación del hombre. “Yo quiero

misericordia y no sacrificios” (Mateo. 9, 13).

En cambio Judas – como dicen algunos biblistas – pertenecía al

partido de los zelotas cuya idea principal consistía en la liberación de

la ocupación romana. Tal vez por eso se desilusionó de Cristo y lo

vendió porque no hacía nada en esta dirección para liberar a sus com-

patriotas del dominio de los romanos. Les prohibió que lo llamaran el

Mesías para no suscitar las connotaciones políticas. Se enfrentan dos

opciones: la justicia humana y la misericordia. Judas no entendía este

modo de pensar que Jesús constantemente manifestaba a sus

Parroquia de San José – Almería Página 44

discípulos, no lo entendió ni siquiera cuando esta misericordia podría

salvarlo ya que “Dios no ha hecho la muerte ni se complace en la per-

dición de los vivientes” (Sab. 1, 13). Cuanto depende de la fe en el

amor de Dios. Jesucristo no vino a este mundo para hacer un escrutinio

de nuestros pecados para condenarnos. Este escrutinio se realizó de

otra manera por aceptar los pecados sobre su cuerpo en la crucifixión.

Judas no creía en esto pues él tenía el sentido de la justicia humana y

cuando se dio cuenta de su error tampoco creyó que Dios es misericor-

dioso y puede perdonar esta equivocación.

Fue algo diferente con Pedro. El también cometió un pecado, tal

vez aun mayor que el pecado de Judas, ya que constantemente decla-

raba su amor al Maestro, siempre era el primero frente a Jesús. Sin

embargo, para Pedro la enseñanza de Jesús sobre la misericordia,

quedó escondida en el fondo del corazón y cuando cometió la traición,

las palabras del Salvador sobre el perdón no solamente siete veces y

otras enseñanzas sobre el amor y también las obras de Jesús, como el

lavado de los pies durante la Ultima Cena fueron unos puntos de refe-

rencia y un verdadero amparo. Pedro lloró de pena al negar a Jesús,

pero seguramente en el fondo de su corazón permanecía débilmente la

alegría ya que encontró el tesoro más importante de su vida, el amor

que perdona, el amor gratuito que no se fija en la indigencia humana.

Tal vez recordó la escena del lago durante la pesca milagrosa cuando

quiso que Jesús lo dejara, ya que frente a su santidad se reconoció

como pecador: tal vez en ese momento entendió finalmente la verdad

de las palabras de Jesús, esa verdad que salvó su vida, la verdad que

anunció, esta verdad por la cual va a entregar su vida.

Parroquia de San José – Almería Página 45

La cruz de Jesús, el juicio de la misericordia

El momento culminante de la pasión del Salvador, es su muerte en

la cruz. En nuestra reflexión debemos preguntarnos: ¿qué nos revela a

todo el mundo está cruz?, ¿qué verdades surgen de la cruz? Estas son

preguntas elementales ya que las respuesta a ellas, la comprensión de

estas verdades, y aun más su aceptación puede ser para nosotros una

gran luz y la fuente de una gran alegría. Una pregunta parecida hace

San Ignacio al final de la primera semana de los Ejercicios espirituales

y ordena pararse frente a la cruz de Jesús y preguntar: ¿qué hice para

Cristo, que estoy haciendo para Él y que voy a hacer?

Así planteadas las preguntas nos obligan a responder que no pueden

permanecer en la teoría, pero deben surgir de los acontecimientos de

nuestra vida. Estos acontecimientos nos ayudan a descubrir la Sagrada

Escritura, sobre todo el kerigma (anuncio) de Pedro en el día de la

venida del Espíritu Santo. Hablando a la muchedumbre reunida cerca

del Cenáculo, Pedro dice: “Escuchen Israelitas: A Jesús de Nazaret, el

hombre que Dios acreditó ante ustedes para realizar por su intercesión

los milagros, prodigios y signos que todos conocen... ustedes lo hicie-

ron morir, clavándolo en la cruz por medio de los infieles” (Hechos de

los apóstoles. 2, 22-23). Estas palabras se dirigen también a nosotros

ya que también tenemos participación en la muerte por nuestros peca-

dos, por nuestro modo de pensar, de actuar, por nuestras elecciones.

“Todo el mundo sea reconocido culpable ante Dios” (Romanos. 3,19).

“Todos están extraviados, igualmente corrompidos. Nadie practica el

bien, ni siquiera uno solo” (Salmo. 14, 3). “Si decimos que no hemos

pecado lo hacemos pasar por mentiroso” (1 Juan. 1, 10). Esta mirada

de la Sagrada Escritura manifiesta la verdad más profunda de nosotros.

Por lo tanto, las palabras de San Pedro deben tocar nuestro corazón

para que podamos acercarnos a la cruz y decir así, “Señor yo también

Parroquia de San José – Almería Página 46

te he matado, he contribuido con mis pecados a tu pasión en la cruz.

En tu cuerpo están grabados mis pecados y no tengo nada para justifi-

carme, solamente puedo contar con tu misericordia.”

Realmente la cruz primero se presenta como una señal que juzga.

Este es un juicio terrible ya que “el salario de la muerte es el pecado”

(Romanos. 6, 23). El problema consiste en que esta muerte tocó a

Jesús y no a nosotros. Él se ofreció al Padre para salvarnos de la muer-

te. Él dijo al Padre: “yo voy a tomar sobre mi esta muerte que les co-

rrespondía a ellos porque no quiero que ellos sufran ni que se conde-

nen, porque les amo sin medida; por eso, permita, oh Padre mío, para

que yo pueda aceptar por ellos la deshonra y la muerte”. Así es el jui-

cio de la condenación, pero para el Hijo de Dios en lugar de nosotros,

para nosotros la cruz va a permanecer como el juicio de la misericordia

ya que gracias a él somos salvados de la muerte eterna. La cruz revela

de un lado mi participación en la pasión del Hijo de Dios, revela que

es verdaderamente el pecado que fue capaz de arruinar una rama verde

y de otro lado revela la grandeza de la misericordia, el juicio de la

misericordia gracias al cual somos salvados de la mayor tragedia posi-

ble que es la eterna separación de Dios.

¿Qué debemos hacer entonces? San Pedro dice a los reunidos cerca

del Cenáculo: “Conviértanse y háganse bautizar en el nombre de Jesu-

cristo”. (Hechos de los apóstoles. 2, 38). Convertirse – significa prime-

ro reconocer la verdad sobre su propio pecado y seguidamente creer en

este amor gratuito que irradia con maravilloso resplandor desde la

cruz de Cristo. Jesús crucificado me dice a mí: “No tengas miedo, yo

te amo, sé que eres débil, que pecaste ilusionándote que ibas a conse-

guir la felicidad, que fuiste engañado por el diablo, que estuviste en las

tinieblas, que realmente no sabías lo que hacías pero yo te perdono, yo

no guardo rencor en mi corazón porque yo realmente te amo” . A Dios

le agrada este amor de su Hijo y por lo tanto Jesús no puede permane-

Parroquia de San José – Almería Página 47

cer en el sepulcro ya que este amor es la vida, es la resurrección. Esta

es la única luz, única señal, que Dios hizo en Jesucristo para todos los

hombres para que no se extravíen, para que no se pierdan. La conver-

sión consiste en la fe en este amor, su aceptación, la apertura a ella es

un cambio total de la orientación de nuestra vida. Quien la acepta es

realmente salvado de la maldición del pecado y puede saborear, gozar

la bendición y la vida.

Resucitó y va antes de ustedes a Galilea

La resurrección no es solamente un premio por el sufrimiento, por

la cruz de Jesús, es sobre todo un don para nosotros, como dice San

Pablo: “(Cristo) fue entregado por nuestros pecados y resucitado para

nuestra justificación” (Romanos. 4,25). Dios misericordioso piensa

constantemente en el hombre. No solamente la pasión de Jesús es un

don para nosotros lo es también la resurrección. Es una condición para

que Jesús nos pueda dar su Espíritu, para justificarnos, es decir, para

hacernos una nueva criatura, un nuevo Adán. Esto es un revestimiento

de una nueva naturaleza. Jesús Resucitado fue constituido el Señor,

Kyrios que tiene el poder sobre el corazón del hombre, quien tiene las

llaves de nuestro ser, de nuestros problemas más profundos, acceso a

nuestra muerte de la cual saca la vida. No hay mejor noticia para el

hombre que esta que existe para nosotros la vida eterna, que Jesús

venció la muerte para nosotros, que nosotros no vamos a morir.

El Misterio Pascual de Jesús no es solamente su muerte en la cruz

y la resurrección, sino también la venida del Espíritu Santo. Aun en el

Cenáculo, el Salvador explicaba a los discípulos que su paso de la

muerte a la vida, de este mundo al Padre, tiene una sola finalidad: la

venida del Espíritu Santo. El, les va a recordar todo, les va a enseñar

todo y sobre todo va a grabar en sus corazones el hecho de la nueva

Parroquia de San José – Almería Página 48

vida. Va a escribir una nueva ley, ya no en las tablas de piedra sino en

sus corazones. Lo va a escribir para que puedan amar de una manera

nueva, como Jesús nos amó, para que no se esfuercen en defender su

vida, para que puedan entregarla (ver Mateo. 10, 39), quien no muera

como el grano de trigo, quedará solo (ver Juan. 12, 24), va a seguir

encerrado en el circulo de la esclavitud de diablo.

Sin embargo, quien tenga en su interior al Espíritu al igual que

Jesús, va a ser semejante a Él y va a amar como Él. Podemos darnos

cuenta de lo verdaderas que son estas palabras de Jesús y lo impres-

cindible que fue la venida del Espíritu Santo, ya que la resurrección

aun no produjo un cambio en los discípulos, puesto que estos seguían

encerrados en el Cenáculo con temor por su propia vida y no tenían

valentía para anunciar a todos la resurrección de Cristo. En el día de

Pentecostés salen abiertamente del Cenáculo y sin tener en cuenta el

peligro de las persecuciones para anunciar a todos que Jesús es el Se-

ñor, que es Dios que venció la muerte. La venció en los corazones por

el Espíritu Santo prometido, derribó las barreras que separan a los

hombres entre sí, venció todo el poder del demonio. Ahora pueden

anunciar a los demás, pueden perder su vida, ser encarcelados, pueden

ser matados y llevados como ovejas al matadero (ver Romanos. 8, 36)

ya que tienen en si la experiencia de la vida eterna.

El Misterio Pascual, es decir, el misterio de la Pascua de Resurrección

ya fue revelado, manifestado. Jesucristo ya no tiene para nosotros se-

cretos al igual que los amigos no tienen entre sí secretos. San Pablo

dice que este misterio: “no fue manifestado a las generaciones pasadas,

pero que ahora ha sido revelado por medio del Espíritu a sus santos

apóstoles y profetas” (Ef. 3,15). Dios nos reveló en Jesucristo su ros-

tro ya que “quien me ve a mi ve al Padre” (Juan. 14, 9). Quien ve la

misericordia revelada en el Señor crucificado y resucitado, ve la mise-

ricordia del Padre. Este viene a nosotros por el Espíritu Santo.

Parroquia de San José – Almería Página 49

El Espíritu Santo en la profundidad de nuestro ser da testimonio del

Padre, clama en nosotros: Abba. Por medio de este clamor que es un

susurro amoroso del niño, de la mejor manera expresamos nuestra

confianza en Dios. El autor de esta confianza es siempre el Espíritu

Santo.

Invocación al Espíritu Santo

Ven, Espíritu Santo,

llena los corazones de tus fieles

y enciende en ellos el fuego de tu amor.

Envía tu Espíritu y todo será creado.

Y repuebla la faz de la tierra.

Oremos

Oh Dios, que has iluminado

los corazones de tus hijos

con la luz del Espíritu Santo;

haznos dóciles a sus inspiraciones,

para gustar siempre el bien

y gozar de su consuelo.

Por Jesucristo nuestro Señor.

Amén.

Parroquia de San José – Almería Página 50

CAPITULO 5

Aunque Jesucristo regresó al Padre no nos dejó solos. Aseguró a

sus discípulos que va a estar con nosotros hasta el fin del mundo. Esta

presencia de Él se realiza sobre todo por el Espíritu Santo que fue en-

viado sobre los discípulos reunidos junto con la Virgen María en el

Cenáculo y quien es continuamente enviado sobre su Iglesia. Existe

también otra manera de su presencia que también se relaciona con la

acción del Espíritu Santo: Jesús está presente en medio de nosotros por

su palabra y los sacramentos.

La Palabra que da el amor y la vida

Primero reflexionemos qué era la palabra para los pueblos de

Oriente entre los cuales nació la Sagrada Escritura, ya que esto nos

ayudará a comprender mejor la importancia de la Palabra de Dios en

nuestra vida espiritual. Para la cultura greco romana la palabra era

relacionada con un acto de la razón, con idea, concepto mental, sin

embargo para los pueblos semitas la palabra correspondía a un aconte-

cimiento, hecho realizado, a la historia. Ya el mismo inicio de la Sa-

grada Escritura dice: “Entonces Dios dijo: “Que exista la luz”. Y la luz

existió” (Génesis. 1, 3). Dios dijo la palabra y el universo existió. A

través de la palabra de Dios tiene su origen la vida. El inicio de la

creación está relacionado con la palabra de Dios pero no solamente.

Desde aquel momento podemos reconocer a Dios por la palabra que

es un acontecimiento como lo vamos a ver, en su plenitud, en

Parroquia de San José – Almería Página 51

Jesucristo, la Palabra que se hizo carne. Toda la historia de la salva-

ción se relaciona con la acción de Dios, con Su palabra. Se puede

igualar la acción de Dios con su palabra.

El pueblo elegido reconoció esta palabra y le respondió a través de

su historia, a pesar de muchas infidelidades ya que fue consciente de

las intervenciones salvíficas de Dios y las festejaba en muchas cele-

braciones. Gracias a la palabra de Dios el pueblo de Israel podría vol-

ver a la vida constantemente. La madre le habla a un bebe aunque él

aun no entiende nada pero las palabras dan la vida al niño le ayudan a

crecer. El niño inconscientemente siente que es importante, querido y

gracias a esto puede madurar. El silencio del ambiente podría ser mor-

tal para el niño ya que manifestaría la falta del amor. Sin amor no se

puede vivir. De ahí sacamos la conclusión de que la palabra trae el

amor y la vida. No es muy diferente con la palabra de Dios y se puede

decir que aun en un grado mayor que en caso de la palabra humana

maduramos por la palabra de Dios, somos creados por ella, educados y

alimentados. “No solo de pan vive el hombre” (Lucas. 4, 4). Lo que

verdaderamente nos alimenta es la palabra que sale de la boca de Dios.

La Sagrada Escritura es solamente una pequeña, pero muy im-

portante parte de esta palabra que Dios pronunció en la historia. Algo

semejante sucede con las obras de Jesús. San Juan dice que todo el

mundo no podría contener los libros en los cuales se debería describir

lo que Él hizo (Juan. 21, 25). Sin embargo lo que fue escrito es un

maravilloso regalo de la Divina Misericordia , es un manual excelente

del cual podemos aprender como reconocer la acción de Dios en nues-

tra vida, podemos aprender de qué manera Dios nos habla hoy. Para mí

es muy importante que la palabra de Dios sea por mi reconocida y

aceptada en mi vida. Cuando un cristiano escucha la palabra de Dios

entonces reconoce en ella la voz de Dios misericordioso, la voz del

Amado – Jesucristo.

Parroquia de San José – Almería Página 52

Sin embargo, la capacidad de reconocer a Dios en la Sagrada Escri-

tura va unida al reconocimiento de Dios en la historia de mi vida. Se

revela en los acontecimientos y la Escritura confirma esta revelación y

manifiesta que es así realmente como Dios actuaba de una manera

parecida en la historia de su pueblo en incontables acontecimientos

relatados en este Libro. De una manera similar actuaba Jesús con sus

discípulos en los tiempos apostólicos cuando nacía la Iglesia y de una

manera parecida actúa en nuestra vida. Sin conocer este libro no se

puede estar al tanto de como Dios actúa en mi vida. Hay que aclarar

que no se trata aquí de un conocimiento teórico, pero si de una expe-

riencia de fe, es decir, es necesaria la actuación del Espíritu Santo gra-

cias a quien este Libro no queda como una letra muerta sino como

verdadera palabra que da la vida.

Otro elemento de fundamental importancia es que la presencia del

Espíritu Santo se relaciona sobre todo con la Iglesia, con la comunidad

del Pueblo de Dios. La Iglesia confirma la veracidad de la experiencia

de su pueblo y por lo tanto mi encuentro más pleno con Jesús a través

de la palabra se realiza en la comunidad de la Iglesia. Podemos expe-

rimentar esta verdad elemental pues así como Jesús estaba presente

entre sus discípulos, lo está también en su Iglesia y aún de manera más

privilegiada ya que “felices los que creen sin haber visto” (Jn. 20, 28).

La Palabra como espada de doble filo

La presencia de Jesús en su palabra trae a los fieles extraordinarios

dones. Primero el que nos manifiesta la verdad de nosotros mismos.

Sin la palabra de Dios no podríamos conocer quiénes somos realmen-

te. No se trata solamente del conocimiento de dónde venimos y hacia

dónde vamos sino cuál es nuestra situación existencial, es decir, cual

es la esencia del hombre viejo que vive en nosotros. La Palabra de

Parroquia de San José – Almería Página 53

Dios –como dice San Pablo– tiene la función parecida a una espada de

doble filo que penetra en las profundidades del alma y del espíritu del

hombre y puede llegar a las regiones más profundas de nuestro yo,

donde está escondida la verdad, donde está escondido nuestro pecado.

Esta es la gran misericordia de Dios que nos revela algo del miste-

rio de la maldad escondida en nosotros. Este proceso es muy doloroso

ya que nuestro deseo más profundo es manifestar la mejor parte de

nosotros mismos, colocarnos máscaras, no permitir que nos quiten las

vestimentas del hombre viejo. Cada uno de nosotros intenta defender

su imagen de hombre bueno, buen católico, no maté a nadie, no incen-

dié, vivo honestamente y los domingos voy a la iglesia. Si la palabra

revela mi interior entonces no lo hace para destruirme sino para sal-

varme. La salvación no es otra cosa sino la intervención de Dios a

favor del pecador. Quien no se siente un pecador, quien se considera

justo, no necesita del Salvador. “No son los sanos los que tienen nece-

sidad del médico, sino los enfermos… Porque yo no he venido a lla-

mar a los justos, sino a los pecadores” (Mateo. 9, 12-13).

En este reconocimiento de sí mismo como un pecador que necesita

de la salvación nos ayuda la Palabra de Dios que primero manifiesta

el pecado del pueblo elegido, sus infidelidades, traiciones, la rotura de

la alianza, el egoísmo y gran soberbia. De la historia de este pueblo y

por supuesto de algunos personajes, nos puede servir como un espejo

en el cual podemos mirarnos a nosotros mismos, nuestras traiciones,

infidelidades, idolatría, soberbia para con Dios y falta de amor para

con los demás. La misericordia de Dios no consiste en una falsa com-

pasión que cierra los ojos al mal y no se anima a llamarlo por su nom-

bre. Jesús aborrece la falsedad de los fariseos y les reprocha los peca-

dos de hipocresía y los llamaba sepulcros blanqueados que por fuera

se presentan bien arreglados pero por dentro están llenos de podre-

dumbre (ver. Mateo. 23, 27). De una manera semejante hace con noso-

Parroquia de San José – Almería Página 54

tros cuando ve la falsedad y la hipocresía. Por su palabra realiza un

juicio sobre nuestro pecado y este es el juicio de la condenación del

hombre viejo que habita en nosotros y al mismo tiempo el juicio de la

misericordia a través del cual nace una nueva realidad, una nueva vida.

El ejemplo más conmovedor de este juicio es la palabra del Sermón de

la Montaña en el cual Jesús presenta las actitudes de una nueva criatu-

ra. El juicio consiste en confrontar nuestras actitudes con las actitudes

del mismo Cristo ya que Él es esta nueva criatura. Si en la sinceridad

de nuestro corazón miramos Su vida – la vida de un hombre nuevo – y

nuestra propia vida debemos reconocer el pecado, nuestras equivoca-

ciones y acercarnos a Él en la humildad, pidiendo el perdón, la miseri-

cordia, el don de un nuevo nacimiento.

La insensatez de la predicación

Existe también otro aspecto de la Divina Misericordia contenido en

la palabra de Dios que por medio de Él llega a nosotros la más impor-

tante noticia que esperan todos los hombres. Esta noticia es la palabra

de la Buena Nueva que anuncia que Dios es el amor y Él desea mi

salvación, que Jesús vino no para condenarme sino para regalarme la

vida. Esta verdad es el fundamento de nuestra fe y sin ella no es posi-

ble el desarrollo espiritual del hombre, no es posible la vida cristiana.

San Pablo dice: “La fe, por lo tanto, nace de la predicación y la predi-

cación se realiza en la virtud de la Palabra de Cristo” (Romanos. 10,

17). Vemos como es necesaria la predicación de la palabra, como es

necesario el anuncio de la Buena Nueva, como necesitamos de la pre-

dicación de la palabra sin la cual no podemos dar una respuesta a Dios.

Al llamar San Pablo a la predicación del Evangelio insensatez, locura,

es muy adecuado ya que la palabra anunciada aunque tiene el poder de

suscitar la fe, sin embargo deja al hombre con su libertad y no lo

Parroquia de San José – Almería Página 55

manipula, no lo obliga a nada, es totalmente indefensa, es una locura

para los sabios de este mundo. Dios, seguramente, podría obligarnos

con su poder a aceptar su palabra pero en este caso no sería un Dios

del amor. Él siempre viene indefenso, pobre e incluso si alguien recha-

za su palabra entonces Él se manifiesta paciente y espera procurando

llegar a este corazón de otra manera. Si alguien no es fiel, Él sigue

siendo fiel (ver 2 Tim. 2, 13). Su única arma es la misericordia.

Al margen, hay que decir que existen muchos pecados contra la pa-

labra de Dios: cuando se la transforma en una norma, en la ley, cuando

se la hace menos exigente, cuando se moraliza a los hombres o cuando

se condena al hombre. Por supuesto, en este caso, esta ya no es la pa-

labra de Dios. Muchas personas que por su vocación tienen que anun-

ciarla y no lo hacen, cometen el pecado de omisión o de la falsifica-

ción de la palabra que nos fue dada para la salvación y no para la ma-

nipulación o para el beneficio propio.

Siete signos de la presencia de Jesús

Estos siete maravillosos signos de la presencia de Jesús entre noso-

tros son los sacramentos de la Iglesia. El sacramento es el signo sensi-

ble detrás del cual se esconde la gracia invisible. Es un don que el

hombre, de ninguna manera merece, pero puede abrirse a él, creer en

este don y aceptarlo. Con cada sacramento está relacionada una gracia

particular, un don peculiar. Así lo pensó Dios para que estas gracias

sirvan para nosotros como ayuda en la realización de nuestra vocación

en la tierra y al mismo tiempo nos ayuden en nuestro camino hacia el

cielo. El primer y más importante sacramento es el bautismo. El signo

visible de la triple inmersión en el agua o triple derramamiento del

agua que significa la gran gracia de participar en la muerte y resurrec-

ción de Jesús. De una manera semejante a como Jesús fue matado y

Parroquia de San José – Almería Página 56

colocado en el sepulcro, el bautizado recibe la invisible gracia de la

muerte del hombre viejo al sumergirse en las aguas bautismales y sur-

gir a la vida como un hombre nuevo a imagen del Señor resucitado. Se

realiza aquí un verdadero cambio, el más grande que puede realizarse

en el hombre. Lo podemos comparar solamente con el cambio que

sucede en la Eucaristía cuando el pan y el vino se transforman en el

Cuerpo y la Sangre de Cristo. Este es un gran misterio y solamente lo

podemos aceptar por la fe. Existe solamente un problema serio con el

cual cada uno de nosotros se encuentra; en la vida adulta advertimos

una separación entre la realidad surgida en el bautismo y la práctica de

la vida. Encontraremos la respuesta a este problema si analizamos

nuestra educación en la fe, ya que lo que se hizo en el bautismo pode-

mos compararlo a una semilla en la cual se contiene la vida nueva, que

necesita de solicitud y cuidado, las condiciones adecuadas de agua,

minerales, sol para que pueda madurar adecuadamente y dar fruto. Si

en nuestra infancia y en otras etapas del desarrollo de nuestra humani-

dad no había al mismo tiempo un cuidado por la profundización de la

fe, no solamente por la palabra, sino también por el testimonio de vida

de los padres y de los seres más cercanos, esta semilla de nuestro bau-

tismo podía no desarrollarse o quedar únicamente como una planta

diminuta, enana. Entonces, no podemos extrañarnos de que en la vida

adulta no se vea en nosotros una vida nueva. La semilla espera las

condiciones adecuadas y la Iglesia cuenta con estas ayudas para que

pueda madurar. Estos elementos son: la palabra de Dios, liturgia y la

comunidad de la Iglesia. Seguramente nos hemos aprovechado de es-

tos dones pero podemos plantearnos una pregunta ¿de qué manera?

Jesús no desea otra cosa que la gracia del bautismo pueda dar el fruto

más maravilloso que consiste en un amor parecido a su amor. La con-

firmación cuyo signo sensible es la unción con el crisma por el obispo,

trae consigo una gracia especial del Espíritu Santo que hace de noso-

tros cristianos adultos capaces de dar testimonio de Jesús en la vida

Parroquia de San José – Almería Página 57

cotidiana, para anunciar el Evangelio hasta el testimonio del martirio.

La Confirmación es como una ratificación en la vida adulta de los que

hemos recibido el bautismo siendo niños. La recepción consciente de

este don y el deseo que el Espíritu Santo lleve a cabo la obra de la

santificación iniciada en nosotros en el bautismo.

La Eucaristía es un particular sacramento del amor de Dios hacia

nosotros. El signo sensible del pan y del vino nos manifiesta la extra-

ordinaria gracia de la misericordia de Jesús hacia nosotros ya que es el

signo de su muerte y resurrección. El pan y el vino, durante la Santa

Misa, se transforman en su Cuerpo y Sangre. De esta manera se hacen

el alimento que da la vida y la fuerza para cumplir la voluntad de Dios.

El sacramento del orden sagrado y del matrimonio son signos visibles

de cierta gracia que es necesaria para la realización de la vocación,

muy importante en nuestra vida. Esta, es una vocación para formar una

familia y madure en ella la vida, para que se transmita la fe y los valo-

res verdaderamente cristianos formen al hombre nuevo. En esto tam-

bién tiene que ayudar el orden sagrado. Por eso es necesaria la gracia

relacionada con este sacramento para que los elegidos por Cristo ayu-

den al pueblo de Dios, alimentándolo con los sacramentos y anuncián-

dole la palabra.

El Sacramento de la Unción de enfermos trae la gracia para que to-

dos los sufrientes no duden en el amor de Dios en las dificultades,

para que no se quiebren en su fe, sino al contrario, que sepan unir sus

sufrimientos con Jesús y si Dios los llama a la eternidad para que sean

fortalecidos en este paso a la casa del Padre.

El signo de la Reconciliación es un signo particular de la misericordia

de Jesús. Podemos llamarlo el sacramento de la misericordia ya que la

misericordia se realiza eficazmente en él por medio del perdón de los

pecados. No hace falta recordar que nuestro mayor problema y al

mismo tiempo el mayor sufrimiento que experimentamos es el pecado

Parroquia de San José – Almería Página 58

y sus consecuencias. Justamente él provoca la separación de Dios que

es la fuente de la vida y por esta causa nos encontramos en la situación

de los esclavos, de los hombres, que viven en las tinieblas, en un sin-

sentido, que terriblemente sufren. Sucede con mucha frecuencia que

viviendo alejados de Dios no entendemos nuestro sufrimiento y por lo

tanto intentamos encontrar a los culpables de este estado. Debe llegar a

nosotros la gracia de reconocernos como pecadores para que pueda

envolvernos la Divina Misericordia. Por eso lo más importante en el

Sacramento de la Reconciliación es la conversión que se inicia con

presentarnos ante Dios en la verdad. Solamente frente a Él podemos

presentarnos sin temor, porque solo Él es el amor, que no condena sino

que salva. Por eso el segundo paso de la conversión es la fe en el amor

gratuito. En la aceptación de esta verdad siempre nos acompaña la

contemplación de la cruz de Jesús ya que en él estas verdades resplan-

decen de una manera más plena. La cruz de Jesús de un lado es un

juicio, como lo hemos señalado anteriormente, y de otro la revelación

del amor más grande que perdona a los enemigos. Acercándose al

Sacramento de la Reconciliación como pecador que desea convertirse

ya que escuchó la palabra que lo invita a esta actitud, puedo sentirme

seguro que no voy a ser rechazado ni condenado y si a ser recibido

magníficamente como representa la postura del padre de la parábola

del hijo prodigo. Dios constantemente espera nuestro regreso con

ansías y amor, espera cada gesto de arrepentimiento, reconocimiento

de nuestros errores y abre sus brazos para recibirnos, para olvidarse

totalmente del pasado. Dios al perdonar olvida, no reprocha lo pasado,

se alegra con todo el cielo de nuestro regreso. La reconciliación con

Dios es posible gracias a Jesús, gracias a su muerte y resurrección

porque justamente allí se encuentra la fuente no solamente del Sacra-

mento de la Reconciliación sino al mismo tiempo la fuente de todos

los sacramentos y las gracias relacionadas con ellos. La presencia de

Jesús en este signo de la reconciliación manifiesta la misericordia de

Parroquia de San José – Almería Página 59

Dios que permitió que Su Hijo “aquel que no conoció el pecado, Dios

lo identificó con el pecado a favor nuestro, a fin de que nosotros

seamos justificados por él” (2 Corintios. 5, 21).

Admirable sacramento de la Iglesia

Además de los siete signos enumerados, existe todavía uno que tie-

ne una misión especial para revelar al mundo en el día de hoy, la Di-

vina Misericordia. La misión que contiene este signo es la de poder

experimentar el amor absolutamente gratuito y la misericordia de

Jesús. Este signo es la misma Iglesia y lo es porque Jesús se identifica

con la Iglesia hasta tal punto que los dos son un solo cuerpo. Por esto

el Sacramento del Matrimonio debe ser la revelación del amor del

Esposo Jesús a su Esposa Iglesia a la cual Cristo desposó en el árbol

de la cruz. Jesús se identifica tanto con la Iglesia que quien persigue a

la Iglesia persigue al mismo Jesús. “Saulo, Saulo ¿por qué me persi-

gues? Él preguntó ¿Quién eres tú, Señor?, Yo soy Jesús a quien tu

persigues…” (Hechos de los apóstoles. 9, 4).

¿Cuál es, entonces, la misión de la Iglesia? Dice de esto Jesús: “Uste-

des son la sal de la tierra… Ustedes son la luz del mundo… así debe

brillar ante los ojos de los hombres la luz que hay en ustedes, a fin de

que ellos vean sus buenas obras y glorifiquen al Padre que está en el

cielo” (Mateo. 5, 13-16). La Iglesia tiene la misión de ser la luz para

revelar a los hombres extraviados la verdadera luz que está en el rostro

de Cristo. Esta es la única luz que Dios encendió para la humanidad en

su Hijo. Su rostro resplandece de amor, Su rostro marcado, escupido,

demacrado resplandece con la belleza ya que él aceptó todos estos

agravios por amor a toda la humanidad. Esta misma luz debe

resplandecer en la Iglesia. La Iglesia es entonces la más grande revela-

ción del amor de Dios al hombre, la Iglesia es un signo, un sacramen-

Parroquia de San José – Almería Página 60

to, como lo recordó el Concilio Vaticano II en la Constitución

Dogmática sobre la Iglesia, Lumen Gentium: la luz para las naciones

que resplandece en el rostro de Cristo.

Podemos precisar que son estas buenas obras de las cuales Jesús

habla. Estas buenas obras, esta luz es el AMOR y la UNIDAD. “Les

doy un mandamiento nuevo: ámense los unos a los otros. Así como yo

los he amado… En esto todos reconocerán que ustedes son mis discí-

pulos en el amor que se tengan los unos a los otros” (Juan. 13, 34-35)

y “Que todos sean uno: como tú, Padre, que estás en mí y yo en ti…

para que el mundo crea que tú me enviaste” (Juan. 17, 21). A través

del amor semejante al amor de Jesús y por medio de la unidad que

debe manifestarse en la comunidad de la Iglesia, el mundo verá la mi-

sericordia de Dios y creerá en él. La Iglesia va a cumplir su misión de

revelar a los demás la Divina Misericordia, se va a acercar a Él y en Él

va a buscar la salvación. Esta misión es tan seria que sin la iglesia, sin

este signo que existe entre las naciones no es posible que el mundo

crea en el amor de Dios, que justamente Él intervino realmente en la

historia de los hombres por su Hijo Jesús. Este mismo Jesús, ayer, hoy

y para siempre sigue revelando por su Esposa – la Iglesia – la infinita

misericordia del Padre.

En nuestra oración, después de esta reflexión, pidamos la gracia de

comprender que gran don es el mismo Jesús que sigue actuando hoy

por su palabra, por los sacramentos, por la Iglesia. Oremos, pidamos el

don del Espíritu Santo para que seamos poco a poco semejantes a

Jesús en nuestras elecciones y actitudes, que seamos también un signo,

un sacramento de Su misericordia.

Parroquia de San José – Almería Página 61

CAPITULO 6

El primer proyecto de Dios fue la felicidad eterna del hombre en el

paraíso, la cual tendría que alcanzar después de su vida terrena. Tal

vez nos puede resultar extraña la afirmación de que el paraíso era aun

el cielo, no fue el lugar de la visión beatifica de Dios. El paraíso, es

decir, el jardín del Edén, era un cierto lugar de la tierra donde Adán,

Eva y sus descendientes estaban dominando la misma y experimentan-

do una gran intimidad con Dios, el cual era para ellos una verdadera

garantía de la felicidad y la fuente de la vida verdadera. Ellos sabían

que después de esta peregrinación iban a pasar a la casa del Padre y

esto no era para ellos un motivo de tristeza sino de expectativa llena de

esperanza. El Edén no era aun el cielo y ellos esperaban con ansías el

cielo. Aunque fuesen sometidos al sufrimiento, todo esto se realizaría

en otro contexto, muy diferente de lo que vivimos nosotros. El dolor,

el sufrimiento, estaría vivido en la presencia de Dios. El pecado origi-

nal provocó que el dolor se hiciera cruel, que el sufrimiento se conci-

biera como símbolo de la muerte eterna y por eso huimos tanto de él.

Intentemos, sin embargo, meditar estas verdades poco a poco y descu-

brir como en nuestra vocación, Dios siempre está cerca y siempre nos

muestra su misericordia, como la misma predestinación a la vida es un

maravilloso don de Su amor.

Parroquia de San José – Almería Página 62

María figura de la vida eterna

Vamos a iniciar esta reflexión desde el final mirando primero a

María, la Madre de Jesús, que es la Virgen Inmaculada, preservada por

Dios del pecado original y de cualquier pecado. María a pesar de estos

grandes dones es la Madre Dolorosa que sufrió más que todos los

hombres de la tierra. Ella que no conocía pecado llevaba en sí un gran

dolor y Su corazón fue traspasado por la espada del dolor. Podemos

preguntarnos ¿Cómo es posible esto?. Sucedió que María fue elegida

para manifestar nuestra vocación a la vida eterna. Ella es la imagen de

la verdad sobre la predestinación del hombre a la vida eterna, al cielo.

Mirando la Virgen María podemos mirar la historia de los primeros

hombres. Ella, sin embargo, realizó en su vida lo que contenía el paraí-

so. Se realizó esto a pesar del sufrimiento. Significa esto que Su dolor

que fue vivido en la unión con Dios no fue un obstáculo para una feli-

cidad muy profunda, ya que su felicidad fue el mismo Dios, su paraíso

fue Su Hijo, Jesucristo. María no murió, Ella se durmió y fue llevada

al cielo, paso por un umbral a la eternidad, Ella no tenía temor frente a

la muerte ya que en Ella nació la Vida, Ella está llena de vida y desde

el principio es bienaventurada, es decir feliz.

En María – como en el primer ser humano – fue realizada la llama-

da y la predestinación de toda la humanidad a la vida eterna y de esta

manera nos resulta comprensible el inicio de nuestra historia. A lo que

somos predestinados ya existía en el paraíso y en María se hizo visible.

Ella es la imagen más bella de esta vocación. Aunque el pecado origi-

nal destruyó totalmente la posibilidad de pasar al cielo, de alcanzar la

felicidad eterna, ya desde el principio fue anunciada la Mujer cuyo

descendiente aplastaría la cabeza de la serpiente e iba a reparar lo que

la desobediencia de Adán arruinó.

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El reino de Dios está en nosotros

El descubrimiento de esta verdad se hace posible en Jesucristo,

quien viene a la tierra para instaurar el reino de Dios. Pero no se trata

de un reino de este mundo, sino de algo muy diferente, y consiste en

experimentar la salvación en su corazón, en su historia. ¿Cómo se rea-

liza esto?. Sobre todo por medio del Misterio Pascual de Jesús “el cual

fue entregado por nuestros pecados y resucitado para nuestra justifica-

ción” (Romanos. 4, 25). La justificación, es decir, la renovación de

nuestra naturaleza destruida por el pecado original, se realiza primero

en la cruz de Cristo que toma estos pecados en su cuerpo para aniqui-

larlos en su muerte y después para revestirnos con las vestimentas de

la resurrección, para darnos un nuevo corazón por el Espíritu Santo,

una nueva naturaleza. El hombre se hace semejante al mismo Jesús, es

aceptado como hijo por Dios. Lleva en sí la vida eterna. Para San Juan,

el concepto de la vida eterna no se refiere solamente a una citación

posterior a la muerte temporal, cuando cruzamos el umbral de la eter-

nidad. Esta vida eterna es la participación en la naturaleza divina y la

posee aquel que tiene al espíritu de Cristo. Esta es la inauguración del

reino de Dios en el hombre y por eso Jesús dice: “El Reino de Dios

está entre ustedes” (Lucas. 17, 21). Allí donde está Dios, está la vida

eterna, allí donde se realiza este maravilloso cambio, donde actúa el

Espíritu Santo tomando mi corazón de piedra y dándome un corazón

de carne, allí donde se escribe la ley, ya no en las tablas de piedra sino

en mi corazón, allí está la vida eterna. La creencia religiosa referente a

la vida después de la muerte y acerca del final del hombre y del uni-

verso se empieza ahora, hoy. Seguramente este es el inicio, la semilla,

que al pasar al cielo se va a desarrollar plenamente. Tenemos sin em-

bargo la promesa de Jesús: “El que me ama será fiel a mi palabra, y mi

Padre lo amará: iremos a él y habitaremos en él” (Juan. 14, 23) que se

Parroquia de San José – Almería Página 64

refiere a la vida de la Santísima Trinidad en el hombre. Tener a Dios

en nuestro interior significa tenerlo todo, experimentar en la tierra las

primicias de la vida eterna y entonces podremos entregar nuestra pro-

pia vida, prescindir de nuestro yo, morir cada día para los demás, ne-

garse a sí mismo, perder la vida para constantemente ganarla en una

dimensión más profunda.

Voy a prepararles el lugar

La obra de la salvación fue realizada por el descendiente de la

Mujer, por Jesucristo. Tuvo lugar por medio del Misterio Pascual, es

decir, por la muerte en la cruz, por la resurrección y la venida del Espí-

ritu Santo. Antes de su pasión Jesús transmitió a sus discípulos el se-

creto de todo lo que iba a suceder con Él, con lo que puede escandali-

zarlos, teniendo un sentido, una finalidad. Todo esto es un proyecto

misericordioso de Dios por el bien de toda la humanidad envuelta en el

pecado y en la muerte. Jesús es ese guerrero que va a emprender una

lucha victoriosa con el enemigo más grande, el cual es el diablo y la

muerte. Él se va a someter a ella para aniquilarla, Él surgirá victorioso

de esta lucha como el Señor resucitado para compartir esta vida con

los demás y para llevar a la otra orilla a los que creen en Su nombre.

Jesús quiere llevar al Padre a toda la humanidad extraviada que permi-

tió engañarse por las mentiras del diablo y por eso experimentó la

muerte. Sin embargo ahora la muerte va a ser vencida y Jesús asciende

al padre como el primero de muchos hermanos para guiaros hacia allí,

donde Él ya reina y está sentado a la derecha del Padre. En la casa del

Padre hay muchas habitaciones, no hace falta preocuparse porque fal-

ten, pues esto no se dará. Todo el cielo está abierto para nosotros y el

Salvador desea guiar a él a todos los hombres.

Parroquia de San José – Almería Página 65

Hace falta que tengamos presente que este paso no se realiza por

los esfuerzos del hombre, de esta manera Cristo no sería necesario, y la

obra de la salvación se limitaría únicamente a abrir las puertas del

cielo, pero no es así. Jesús no nos dejó solos, sin Él no podemos hacer

nada. De ahí vemos que grande es su misericordia en guiarnos al Padre

por la justificación que realiza en nosotros el Paráclito, el Espíritu

Santo prometido, enviado a los Apóstoles reunidos en el Cenáculo

junto con la Virgen María. Es el mismo Espíritu que Dios constante-

mente envía a la Iglesia. Es el Espíritu Santo quien completa la obra

de la salvación iniciada en Jesucristo, Él es el Espíritu de la misericor-

dia cuya actuación y ayuda experimentamos, especialmente en nuestra

debilidad, en nuestra indigencia, en nuestra incapacidad para llegar a la

salvación con nuestras propias fuerzas.

El lugar preparado en el cielo, por Jesús, para toda la humanidad

no es una promesa sin fundamento, no es una publicidad barata desti-

nada a ilusionarnos y después quedar frustrados cuando nos demos

cuenta que no podemos lograr este fin. Fuimos creados para Dios, para

el cielo, y Él no desea otra cosa que nos encontremos con Él. El único

obstáculo puede ser que nosotros no queramos encontrarnos con el

Amor, ya que Dios no puede hacer nada contra nuestra libertad. Ve-

mos como la predestinación a la vida eterna va, todo el tiempo, junto

con la misericordia en este insondable deseo que todos los hombres

alcancen la salvación por Dios y a cualquier precio. El precio más

grande por nuestra salvación es la sangre de Jesús, Hijo de Dios, de-

rramada en la cruz y este es el pasaje más maravilloso al cielo.

Parroquia de San José – Almería Página 66

Sistemas que cierran el cielo

Por supuesto que hay grandes obstáculos para llegar al cielo. El

primer obstáculo es el odio y la envidia del diablo ya que éste lugar

también fue destinado para él y ahora le es vedado a causa de su re-

beldía, de la desobediencia manifestada para con Dios. Todo el drama

de la historia de la salvación consiste en la lucha que emprendió el

diablo contra el hombre queriendo perderlo y llevarlo a este lugar

terrible que es el infierno, el cual existe realmente. Si no fuera así

Jesús no pagaría con su vida.

La lucha del diablo se realiza en diversos niveles empezando por la

mentira en el cual quiere involucrar a cada hombre y terminando en la

mentira que forma la base de todos sistemas totalitarios, de toda la

maquina del mal que tiene sus estructuras organizadas. La historia de

la humanidad manifiesta de que manera el diablo actúa, por supuesto

por la intercesión del hombre, para organizar estas estructuras. Em-

pieza con la primera tentación: serán como dioses para mostrar des-

pués la perspectiva de una “verdadera” felicidad que se puede lograr

sin Dios. La descripción bíblica de la construcción de la torre de Babel

contiene la verdad de qué manera se puede engañar a toda una nación.

Este engaño consiste en una simple tentación, para ser autónomo, para

dar la espalda a Oriente, que es símbolo de Dios e ir al Oeste que es el

símbolo del poder del mal que para los hombres se manifiesta como un

lugar de libertad. Ser autónomo significa ser el dios de su propio desti-

no, así lo vemos en este relato, significa intentar llegar al cielo sin

mirar la ley de Dios, el cual nos la da no para limitar al hombre, sino

para ayudarle a que no se extravíe. La confusión de las lenguas va a

ser una manifestación de la divina Misericordia ya que de esta manera

Dios protege a la humanidad de una mayor desgracia. El diablo, enga-

ñando a la gente con la promesa de la felicidad sin Dios lleva a

Parroquia de San José – Almería Página 67

construir estos sistemas políticos, sociales, económicos donde no hay

lugar para el Creador, donde no se señala al cielo, al contrario se lo

cierra inculcando a los hombres la mentira de que el cielo es solamente

una línea por medio de la cual Dios quiere hacer al pueblo aun más

sometido, más esclavizado. Les obliga a espera a otra vida y no ésta

que es real, palpable y aquí. De esta manera el diablo crea un nuevo

paraíso en la tierra aunque con el tiempo se puede ver que todos los

reinos sin Dios se manifiestan contrarios al hombre. Al diablo no le

importa el bien de los hombres, solamente quiere destruirlos y llevar-

los a ese estado en el cual se encontró el mismo. Por suerte Jesucristo

nos abrió el cielo y no solamente Él mismo fue allí, sino que lleva

detrás de sí a toda la humanidad como Nuevo Adán, Nuevo Moisés,

Nuevo Josué, hacia la Tierra Prometida.

Miguel y sus ángeles tenían que luchar con el Dragón

La visión apocalíptica de la lucha de Miguel y sus ejércitos con el

diablo y sus tropas, aunque esta presentada como al final de los tiem-

pos, se realiza desde los inicios de la historia del hombre. Toda la his-

toria es un territorio de la lucha entre el Bien y el Mal, entre Dios y sus

Ángeles y el diablo y sus súbditos. Es una lucha cruel, entre la vida y

la muerte, y su trofeo es la verdadera felicidad del hombre, por eso no

puede haber compasión para los ejércitos enemigos. Esa es la táctica

de lo que manifiesta San Ignacio en la contemplación sobre dos estan-

dartes. Llama a sus discípulos para que tiren a los hombres las redes y

los aten, sobre todo por la avidez desmedida de riquezas, por el deseo

de divinidades para llevarlos de esta manera a una gran soberbia que

no es otra cosa que colocarse a sí mismo en el lugar de Dios.

Parroquia de San José – Almería Página 68

Jesús también envía a sus discípulos, pero sin alforja, sin dinero, sin

dos túnicas para que anuncien la cercanía del reino que son bienaven-

turados los pobres de espíritu, los pacíficos, los de corazón limpio, los

que buscan la paz, los misericordiosos, los que desean la justicia. La

propuesta entregada en las manos de los discípulos de Jesús es total-

mente contraria de lo que propone el diablo. Jesús como verdadera

sabiduría conoce muy bien las emboscadas del diablo y sabe con qué

medios puede uno protegerse del fracaso. Después de 40 días de ayuno

en el desierto, cuando tentado por el diablo, vence con un arma simple,

que es la palabra de Dios, la cruz y la pobreza. El diablo usa con fre-

cuencia muchos medios parecidos a los que usaba armado hasta los

dientes Goliat, cuando insultaba al pueblo de Dios y estaba convencido

de su victoria. David con una honda, con cinco piedras, no tiene nada

con que impresionar a Goliat. Pero esta arma insignificante es una

imagen de las cinco heridas de Cristo, ellas tienen un extraordinario

poder para vencer al enemigo. Para nosotros el arma es la cruz de Cris-

to y todos estos medios que son insignificantes y surgen del amor cru-

cificado. De una manera parecida habla San Ignacio: “Jesús envía a

sus discípulos para que conquisten el mundo para Él. Les recomienda

invitar a la gente a la pobreza, a la aceptación de los insultos y despre-

cio así como también a una gran humildad. Aunque estas armas pue-

den parecer poco eficaces, débiles, sin embargo el mismo Salvador

venció al diablo y así admiró a las multitudes de sus discípulos que

por todas las generaciones van a seguirlo, luchando con estos medios,

que él mismo eligió.

Los que lavaron sus vestiduras en la sangre del Cordero

San Juan en Apocalipsis presenta todavía otra imagen de aquellos

que siguieron a Cristo y con su propia vida y muerte dieron testimonio

Parroquia de San José – Almería Página 69

de la veracidad de la enseñanza de su Maestro. Esta muchedumbre de

santos imposible de contar, los que no adoraron a la Bestia, que no

mancharon sus vestiduras con la idolatría sino al contrario, las han

lavado en la sangre del Cordero, lo que significa que han elegido el

mismo camino que Jesús, quien tomó sobre sí sus pecados a Quien

Dios “lo identificó con el pecado a favor nuestro, a fin de que nosotros

seamos justificados por él” (2 Corintios. 5, 21).

En esta lucha por el cielo es muy importante el testimonio de la

sangre, por eso desde el mismo inicio la Iglesia tenía a sus mártires,

los cuales se hicieron el signo especial de la elección de Dios. Entre-

gar su vida por la fe significaba tener en su interior al Espíritu del

mismo Jesús, como San Esteban que lleno del Espíritu Santo pedía por

los que lo apedreaban. Este testimonio significa que el amor es más

fuerte que la muerte, que este amor es la misma vida. El testimonio de

los mártires es la prueba más grande de que la muerte fue vencida por

Jesús. Es al mismo tiempo una expresión de la gran misericordia de

Dios, cuando se cree que la muerte ya no existe, que existe la vida

eterna, que existe el cielo que está preparado para mí. Este experimen-

tar el amor en la dimensión de la cruz señala a que importante misión

Dios llamó a los que entregan su vida por Jesús, para el Evangelio. En

esto se manifiesta la misericordia de Dios que da a sus testigos un

gran don de la fe, que por su sangre confirman la veracidad de la pro-

mesa de Jesús que asciende al Padre para prepararnos el lugar. No se

entrega la vida por cualquier motivo.

La Jerusalén Celestial

Es la ciudad santa, la patria celestial a la cual todos caminamos en

la peregrinación de la fe. La Jerusalén Celestial que manifiesta el Apo-

calipsis, es el lugar del cumplimiento definitivo de nuestra vocación a

Parroquia de San José – Almería Página 70

la vida eterna. Ahí se realiza el encuentro que es la finalidad de nuestro

camino, que cada hombre anhela aunque tal vez no tiene plena cons-

ciencia de esto. La muy conocida frase de San Agustín: “Me creaste

para ti, oh Dios, y mi corazón está inquieto hasta que no descanse en

ti” presenta de una manera más adecuada y profunda este anhelo, que

se va a cumplir cuando veremos a Dios cara a cara.

La descripción de la Jerusalén celestial quiere acercarnos la imagen

del cielo que va a ser el lugar de este encuentro. De una manera pare-

cida a como los judíos suspiraban por su ciudad santa cuando estaban

exiliados o cuando estaban alejados de ella, el cristiano desea no tanto

el Jerusalén celestial pero si al Cordero que habita en ella pues es el

mismo amor y misericordia. Lo que hemos experimentado en la tierra

durante nuestro caminar fue solamente un débil reflejo de lo que va-

mos a experimentar en el cielo. San Juan dice: “desde ahora somos

hijos de Dios, y lo que seremos no se ha manifestado todavía. Sabemos

que cuando se manifieste, seremos semejantes a él, porque lo veremos

tal cual es” (1 Juan. 3, 2). Así que no se trata solamente de un regalo,

de un maravilloso encuentro sino de algo más: ser parecidos al mismo

Dios, esto significa, que en aquel entonces podremos amarlo totalmen-

te y entregarnos a Él sin reservas. Este regalo procede del Amante, ya

que como dice San Ignacio: “El que Ama da y trasmite al amado lo

que él mismo posee”. Dios comparte lo que posee y lo que es para

siempre, para toda la eternidad. El cielo es el cumplimiento de esta

entrega Divina, es la inmersión del hombre en la misericordia de Dios

sin fin, para siempre.

Durante la siguiente oración, intentemos sin decir muchas palabras

presentarnos ante Dios en la adoración de su amor infinito. Contem-

plemos a Dios que nos llama a tan gran felicidad, para verlo cara a

cara para siempre. Démosle gracias por esta predestinación que por

Jesús tenemos acceso al Padre. Jesús no solamente nos gano el cielo

Parroquia de San José – Almería Página 71

sino que también nos lleva a él, nos entrega a su Espíritu para que te-

niendo una nueva naturaleza podamos vivir en la eternidad sumergidos

en la Divina Misericordia.

Entonces se entabló una batalla en el cielo:

Miguel y sus Ángeles combatieron con el Dragón.

También el Dragón y sus Ángeles combatieron, pero no

prevalecieron y no hubo ya en el cielo lugar para ellos.

Apocalipsis 12, 7-8

Parroquia de San José – Almería Página 72

CAPITULO 7

No podemos hablar de la Divina Misericordia sin mencionar a

María a la cual llamamos, justamente, la Madre de la Misericordia.

Ella es la Madre de Jesús, de la Palabra Encarnada que se hizo carne

en su seno, Ella dio a luz a Jesús en Belén y estaba siempre muy cerca

de Aquel que es la imagen del Padre, la Misericordia Encarnada.

Nuestra reflexión, por lo tanto, va a ser dedicada a María que en los

planes de Dios ocupa el lugar particular en toda la historia de la salva-

ción sobre todo por su confianza en Dios.

Primera Eva madre de todos los hombres

En los albores de la historia de la humanidad aparece una mujer que

fue creada de la costilla de Adán a la cual llamamos la madre de todos

los vivientes. En los planes de Dios Eva fue llamada para dar el inicio

al género humano. Esta es una vocación hermosa, la de ser madre,

progenitora. Sin embargo Dios deseaba que Eva no fuera solamente la

madre que transmite la vida biológica, sino también una persona que

lleva a sus hijos a la vida verdadera que ella misma experimentaba

junto a Adán estando en el jardín del Edén. Eva tendría que ser la

guardiana de la vida llevando sus hijos a la fuente de la verdad, a Dios.

Sabemos que no sucedió así. La tragedia de toda la humanidad se ini-

cia de esta tragedia personal que consistía en el pecado original, es

decir, en la desobediencia a Dios, en coger y tomar del fruto prohibido.

Tengamos presente que el pecado no surgió espontáneamente sino que

fue precedido por un cierto proceso. Se inicia del dialogo con el

Parroquia de San José – Almería Página 73

diablo. Eva no se da cuenta del peligro de este diálogo, no conoce la

inteligencia de la serpiente y piensa que esta es una simple conversa-

ción que no puede hacer ningún daño. Cuando iniciamos el diálogo

con el diablo ya estamos expuestos al fracaso. Jesús durante su tenta-

ción en el desierto, de entrada dice: “Retírate Satanás” (Mateo. 4, 10).

Jesús no entra en un diálogo, de inmediato corta la conversación ya

que solamente él sabe que el diablo es un “homicida… y padre de la

mentira”(Juan. 8, 44). ¿Qué otra cosa puede desear para el hombre si

no es su perdición? Eva escucha con atención las palabras de Satanás y

lo hace con visible curiosidad, pero esta palabra contiene en sí un ve-

neno que la va a matar, le va a quitar otra palabra que hasta ahora fue

su alimento y su refugio. Se está realizando un gran misterio, se cum-

ple uno de los grandes secretos de nuestra existencia cuando Eva

arranca el fruto y lo da para probar a su marido. Este es el secreto de

abandonar la vida de la cual tenía que ser la guardiana, el misterio de

abandonar a Dios el dador de la vida y de la felicidad.

Bendita la estéril que da a luz a siete hijos

La tragedia del pecado original va a tocar a todos los hombres ya que

Eva va a transmitir a su descendencia, como herencia también este

pecado, dejándolo como un legado para siempre. Sería realmente una

tragedia si no se encontrara una muralla para este pecado, si no existie-

ra la misericordia de Dios. Justamente la infinita misericordia Divina

puso un dique para el mal que es finito. En el paraíso Dios nos prome-

te que llegará el tiempo en que el descendiente de la mujer destrozará

la cabeza de la serpiente. Se cumple la promesa que lleva a cabo la

nueva Eva (María), la cual repara el daño que hizo la primera. Su des-

cendiente va a vencer al diablo. Esta segunda Eva es María, la Madre

de Jesús. Ella está relacionada muy estrechamente y distante en el

Parroquia de San José – Almería Página 74

tiempo con el acontecimiento del pecado original, ya que van a pasar

muchos siglos de la historia hasta que Ella aparece en la tierra y mani-

fiesta a todo el mundo el fruto de su vientre, Jesús. Con su consenti-

miento y posterior nacimiento de Jesús, cambiara la historia y destino

del mundo. María es anunciada en el principio de la tragedia humana

pero va a estar presente durante el desarrollo de esta historia por medio

de los anuncios de la salvación, de diversas figuras e imágenes y a

través de varias personas.

Uno de los signos más llamativos en el Antiguo Testamento va a

ser la indicación de las mujeres estériles, las cuales no son capaces de

transmitir la vida. Esta esterilidad fue para los pueblos de Oriente una

verdadera maldición ya que los niños eran signo del favor de Dios y la

fuente de la prosperidad para los padres. Si alguien era estéril se lo

consideraba maldito. Así fue con muchas mujeres que vemos en la

Sagrada Escritura. La esterilidad tenía también una dimensión más

profunda ya que manifestaba la incapacidad del hombre, su debilidad

frente a Dios. Pero hay en la historia de la salvación muchas mujeres

que fueron estériles pero finalmente fueron madres. Así fue en el caso

de Sara – la madre de Isaac, Ana – la madre de Samuel, de la madre

de Sansón o de Isabel – la madre de Juan el Bautista.

En este signo de la vida que nacía de una mujer estéril Dios mani-

festaba que es más poderoso que la maldición, que la muerte. Que Él y

solo Él puede aniquilar la fuente de la muerte eterna que fue el pecado

original. Por eso el signo más grande de su misericordia es María con-

cebida sin este pecado. Ella es esta maravillosa obra que provoca la

admiración de todo el cielo, todos los arcángeles y ángeles, todos los

coros celestiales, ya que como única entre todos los hombres fue pre-

servada de la maldición relacionada con el pecado. María fue elegida

por Dios para ser también un signo de la victoria sobre la muerte, de

una manera semejante como las mujeres mencionadas anteriormente,

Parroquia de San José – Almería Página 75

ya que Ella es también estéril al no tener relaciones con su marido. Se

realiza el misterio de la concepción de la vida en su “esterilidad”, va a

aparecer en Ella Jesús que va a ser el fruto del Espíritu Santo y de Su

fe. María se hace la segunda Eva que da inicio a la nueva humanidad.

De Ella va a nacer un hombre nuevo – Jesucristo – que es el primogé-

nito entre muchos hermanos, detrás del cual van a ir muchedumbres

de los que tienen la naturaleza parecida a la suya. María está en el ini-

cio de la nueva creación que ya no se caracteriza por el ocaso y las

tinieblas, sino que es una maravillosa creación, redimida por la sangre

de Jesús y marcada por el sello del Espíritu Santo. “La mujer estéril da

a luz siete veces, y la madre de muchos hijos se marchita”(1 Sam. 2,

5), así dice la palabra de Dios y esta es una gran paradoja en la histo-

ria de la salvación, ya que los caminos de Dios no son como los cami-

nos del hombre. En María se realiza esta promesa de la fecundidad,

Ella se hace la Madre de la muchedumbre de fieles que siguen a Jesús,

Ella se hizo la Madre de la Iglesia, la Madre más fecunda en hijos a los

cuales va a guiar hacia el cielo. La Madre de la Misericordia realiza de

manera perfecta el proyecto de Dios por su obediencia, por la confian-

za en Dios, por su “si” (Fiat) pronunciado en el momento de la Anun-

ciación.

Bendita Ella que creyó

Cuando María visita a su prima Isabel escucha las palabras que re-

sumen todo Su misterio. Son las palabras proféticas ya que revelan la

esencia de la entrega a Dios. Creer, significa no tanto adherirse con la

razón a ciertas verdades sino sobre todo apoyarse totalmente sobre

Aquel que da las promesas, fiarse de Él, confiar, es decir, entregarse

plenamente a Dios aun cuando esto sobrepasa nuestra capacidad de

comprender. La fe no se opone a la razón pero existen ciertas situacio-

Parroquia de San José – Almería Página 76

nes en que la razón ya no es competente al sobrepasar sus posibilida-

des. ¿Cómo puede reaccionar nuestra razón, cuando recibimos la pro-

mesa de que en nosotros se va a engendrar la vida sin la participación

de varón? La razón debe callarse y entonces solamente por la fe pode-

mos admitir la verdad de esta promesa. ¿Cómo podría entender Abra-

ham la orden de Dios para que le ofreciera en sacrificio a su hijo en la

montaña de Moriah, cuando de él debía nacer toda la descendencia de

Abraham? La razón debe humillarse frente a Dios ya que esto parece

un absurdo imposible de admitir. Algo parecido sucede cuando cae

sobre nosotros la cruz, un acontecimiento imprevisto al cual no enten-

demos y estamos escandalizados a causa de él. ¿Cómo es posible?

preguntamos. Solamente apoyándonos en Dios podemos aceptar estos

hechos como evidentes y posibles, ya que para Dios no hay nada im-

posible. Esta postura exige primero una experiencia y convicción de

que Dios existe, que es el amor y seguidamente la confianza.

La maldición vino al mundo a causa de la falta de confianza en

Dios, por la falta de fe, sin embargo la bendición viene por la fe. Así

como en Abraham tendrían que ser bendecidas naciones enteras por

su fe, de una manera semejante, todos los que confían en Dios como

María participan en Su bendición. Lo confirma Jesús: “Felices los que

escuchan la palabra de Dios y la practican” (Lucas. 11, 28) ya que la

aceptación de la palabra implica la respuesta de la fe. La fe hace nacer

los frutos de la vida eterna, la fe hace nacer la bendición. Con esta fe y

confianza nos enseña María. Ella también intercede por nosotros, pide

por nosotros para que crezca nuestra fe y su Hijo no le niega nada a la

Madre. Así, podemos ver que en los proyectos de la misericordia de

Dios María juega un papel irremplazable, como Aquella que es la Ma-

dre de la Misericordia, la Madre de Jesús que enseña la fe y suplica

por ella.

Parroquia de San José – Almería Página 77

La mujer vestida de sol

María por su confianza en Dios se presenta en una total oposición

al diablo que manifestó a Dios su desobediencia. Por su actitud destro-

za el odioso plan del príncipe de las tinieblas quien por este motivo

odia a María y al mismo tiempo tiene miedo de ella, ya que solamente

Ella no se dejo embaucar por su mentira. Por eso el diablo va a atacar

a María y a Sus hijos con gran odio intentando destruir su obra. Ya en

el principio después del pecado original, fue anunciado que un descen-

diente de la Mujer iba a destrozar la cabeza de la serpiente, pero esta le

va a lacerar el talón, lo cual se refiere a un constante ataque del diablo

al Cuerpo de Cristo que es la Iglesia: “El Dragón enfurecido contra la

Mujer, se fue a luchar contra el resto de su descendencia, contra los

que obedecen los mandamientos de Dios y poseen el testimonio de

Jesús” (Apocalipsis. 12, 17).

Esta visión apocalíptica de la lucha no es solamente una metáfora

sino una imagen de un enfrentamiento real que se realiza en la historia

desde el principio. Con una saña particular se dirige contra María ya

que gracias a Ella vino a la tierra el Vencedor de la muerte. Esta lucha

se acrecienta ya que el diablo sabe que “le queda poco tiempo” (Apoc.

12, 12) ¿Podemos preguntar de que manera lucha hoy contra la Mujer

y sus descendientes, como se realiza esto en nuestros tiempos? El ata-

que del diablo se dirige a la mujer y contra estos valores que María

llevó a cabo en su vida. Podemos advertir, con facilidad, que el diablo

usa grandes medios como medios de comunicación masiva, burlándose

de estos valores que son la virginidad y maternidad y a la misma insti-

tución del matrimonio. María es la Virgen, la Madre, la Esposa de San

José. Vivía en la familia en la cual Jesús podía crecer con seguridad y

madurar para realizar su misión. De ahí que la familia, la virginidad y

Parroquia de San José – Almería Página 78

maternidad sea tan amenazada, ya que gracias a estos valores el hom-

bre realiza el plan de Dios y actualiza su llamado a la vida eterna. No

se pude conciliar estos valores con el perverso proyecto del diablo,

quien ataca todo lo relacionado con la vida, con el bien, la fe, ya que es

el señor de la muerte y le gusta la muerte del hombre. Su ataque se

dirige sobre todo contra la vida. Resulta muy fácil reconocer esta ideo-

logía que se dirige contra la vida y además en nombre de la libertad de

la mujer, es decir, que tiene derecho de determinar su propia vida o sea

el derecho a matar. La sociedad de hoy con facilidad acepta estos ar-

gumentos estableciendo el derecho para matar a los no nacidos, a los

ancianos y enfermos, para propagar la anticoncepción, prostitución,

pornografía. Todo esto tiene la relación con la mujer, con la vida y por

supuesto vemos aquí un ataque dirigido contra María.

Satanás no puede tocar personalmente a la Madre de Jesús por lo

tanto dirige todo su odio a Sus descendientes y sobre todo contra las

mujeres, ya que Dios eligió a las mujeres para que sean madres y

guardianas de la vida. Por eso refugiarse en María tiene gran sentido e

importancia ya que Ella conoce mejor los peligros y amenazas del

mundo de hoy y al mismo tiempo es poderosa en su intercesión y

quien se ampara en Ella, pide su ayuda y mediación nunca va a ser

defraudado. San Bernardo lo sabía muy bien rezando con esta bella

oración: “Acuérdate o mejor de las Madres que nunca se oyó que cual-

quiera que en Ti se ampara nunca fue abandonado por Ti”. La Madre

de la Misericordia conoce perfectamente el precio que pagó su Hijo,

Jesucristo, para que no nos quiera ayudar. Sin embargo Ella, como

Jesús, no puede hacer nada sin nuestra petición, sin nuestra oración, ya

que el verdadero amor no hace nada bajo coacción, no destruye la li-

bertad y de ahí solamente nuestra fe que es el acto humano más libre y

la oración que surge de esta fe puede hacer verdaderos milagros. Dios

quiso que María fuera la medianera de todas las gracias, para que in-

Parroquia de San José – Almería Página 79

terceda por nosotros y Ella espera nuestros ruegos, nuestra oración que

surge de la fe, ya que de esta manera nos asemejamos a Ella y también

nos hacemos bienaventurados.

La Madre de la Iglesia

El papel de María en el proyecto de la misericordia no se termina

con su asunción al cielo. Ahora, cuando reina junto con su Hijo, sigue

siendo la Madre de toda la Iglesia. En la cruz Jesús nos entregó a

María como Madre y a nosotros a Ella como sus hijos. Justamente ella

en el Cenáculo junto con los discípulos de Jesús estará en vigilia y

rezando, esperando el cumplimiento de la promesa que los Apóstoles

han recibido aun antes de la pasión, durante la Ultima Cena. Jesús les

prometió al Espíritu Santo que les va a recordar todo. María sabe me-

jor quien es este Paráclito ya que Ella desde el momento de la concep-

ción fue llena del Espíritu Santo. Ella ya lo tiene y si está en vigilia

con los discípulos es porque sabe que gran don es para el hombre el

Espíritu del Señor resucitado. Podemos imaginarnos el clima de Cená-

culo, de espera, oración, seguramente de las conversaciones que allí

los discípulos mantenían con María. Cuantas luces tendría que dar a

los discípulos en cuyos corazones había todavía muchas dudas, inter-

rogantes, aunque ya vieron a Jesús resucitado. Ellos sentían que

todavía faltaba algo, que debía suceder un acontecimiento que les con-

venciera totalmente, que haría que esta verdad de la victoria sobre la

muerte les tocara interiormente, ellos sentían que esperaban la revela-

ción más importante, la que sobrepasara todo. Con seguridad María

debería explicarles – como lo hizo Jesús a los discípulos que iban a

Emaus – que fue necesario el sufrimiento de Su Hijo, que ya fue anun-

ciado hace muchos siglos, para que pueda entrar en la gloria, que así es

también el camino de sus discípulos pero primero deben recibir el sello

Parroquia de San José – Almería Página 80

de lo alto para que sean capaces de dar testimonio hasta el martirio. Si

Ella fue capaz de sufrir junto con Jesús fue porque estaba llena del

Espíritu Santo que siempre confiaba en Dios. Junto con su Hijo puede

repetir que Dios no va a permitir que ella quede en el Abismo (ver

Hechos de los apóstoles. 2, 27) ya que esta fe y el amor son eternos.

María fue entonces una verdadera Maestra para los Apóstoles y fue

su verdadera Madre. Tal vez allí empezaran a entender el papel impor-

tante que ella iba a tener en la Iglesia naciente. Aquella que conocía

todos los secretos de su Hijo, los misterios del reino de Dios, los mis-

terios de la fe. Los Apóstoles no dudaban de que les fuera a ayudar

mejor en la obra de la evangelización, no solamente con su consejo

sino sobre todo por su intercesión con Jesús. La Iglesia que se formaba

bajo el impulso de la venida del Espíritu Santo, desde el inicio tuvo en

María su ayuda y así sigue siendo hasta el día de hoy. No se puede

imaginar la historia de la Iglesia sin María. Así fue el proyecto de

Dios para que Aquella que dio a luz al Hijo de Dios se esfuerce en el

nacimiento de la Iglesia – el Cuerpo Místico de Cristo – para que siga

siendo la Madre y maestra de las generaciones enteras de fieles.

¿Quién soy yo para que la madre de mi Señor venga a visitarme?

Después de la Anunciación, María fue a ver a su prima Isabel. Es

el misterio de la Visitación. Vino a ella para ayudarle en este tiempo

cuando iba a nacer Juan el Bautista. También hoy viene a muchos lu-

gares para ayudar a los hombres, para recordar las verdades más im-

portantes de las cuales la humanidad se olvida, aunque estas verdades

son evidentes. Viene y se manifiesta a los hombres simples en La Sa-

lette, en Fátima, en Lourdes y en muchos otros lugares para recordar,

sobre todo, este mensaje que Jesucristo trajo a la tierra. Es un recuerdo

de la verdad de Dios de amor, Dios de misericordia, de que Él

Parroquia de San José – Almería Página 81

realmente existe y guía los destinos del mundo, que ama al hombre.

María recuerda también la existencia de Satanás, que este no quiere el

bien del hombre y por eso nos señala el arma que podemos emplear en

la lucha contra los poderes del mal. Esta arma es la conversión a Dios,

es decir, creer en su amor, esta arma es también la oración y las obras

de misericordia. La presencia de María en estos lugares significa que

Dios emplea muchos medios para guiarnos hacia sí. Estos no son los

únicos lugares de la actuación de la gracia ya que gracias a Sus inter-

venciones Dios elige todavía otros, que conocemos como santuarios,

donde se venera sus imágenes, estatuas o cuadros que la representan,

donde Ella está presente de una manera especial. Esta es una especia

de geografía sagrada que ayuda al hombre a encontrar al Padre amoro-

so por la intercesión de María.

No podemos olvidar que aunque Dios se manifiesta sobre todo en

la historia personal de cada hombre, aunque actúa fuera de los lugares

de culto por motivo de nuestra debilidad o falta de una fe madura, se

nos deja encontrar en una determinada geografía marcada por la gra-

cia. Somos niños en Cristo, dice San Pablo (ver 1 Corintios. 3,1) y

necesitamos de un alimento espiritual, de la leche. Por eso la Madre

que muy bien comprende nuestra situación y los peligros a los cuales

estamos expuestos, conociendo nuestra niñez en la fe tanto más va a

ayudar a toda la humanidad justamente de esta manera: revelando a los

pequeños, eligiendo los lugares de su culto para llevar allí al encuentro

más profundo con su Hijo. La ayuda más importante, más profunda

que brinda a la Iglesia consiste en la gracia que nos implora para que

nuestro camino sea parecido al suyo. Toda la vida cristiana se funda-

menta en general en esto, para que en nosotros se revele un misterio

semejante, el nacimiento de Jesús en nuestras actitudes. Esta ayuda

toca lo más fundamental en el hombre, un cambio profundo que pueda

realizarse en nuestra naturaleza.

Parroquia de San José – Almería Página 82

Terminando nuestra reflexión sobre el papel de María en los proyectos

de la Divina Misericordia, primero intentemos agradecer a nuestro

Padre por este maravilloso don de la Madre a la cual eligió desde el

inicio previendo la caída del hombre. Este es un don magnifico, ya que

Dios conoce muy bien nuestros corazones y sabe que desde la niñez

estamos unidos a la madre y por medio de ella nos llega la primera

experiencia del amor humano. Por medio de María nos llega la expe-

riencia del amor de Dios. De Ella aprendemos que somos amados por

Dios, Ella nos ayuda a creer que Dios es el padre de la misericordia.

ORACION

Oh María, delante de toda la Iglesia te reconozco como mi Madre y

Soberana. Te ofrezco y consagro mi persona, mi vida y el valor de mis

buenas obras, pasadas presentes y futuras. Dispón de mí y de cuanto me

pertenece para mayor gloria de Dios en el tiempo y en la eternidad. Amén.

Parroquia de San José – Almería Página 83

CAPITULO 8

Para darse cuenta de cual es el lugar y papel de la Congregación de

las Hermanas de la Madre de Dios de la Misericordia en los designios

de la Divina Misericordia y para ver el proyecto de Dios para con esta

congregación, hay que responder a las preguntas: ¿Cuál es el designio

de Dios? y ¿Cuál es el carisma de la Congregación de las Hermanas de

la Madre de Dios de la Misericordia?, ya que el carisma decide el

lugar y papel de una determinada congregación en los designios de la

Misericordia de Dios. Entendemos aquí como carisma la gracia sobre-

natural (don de Dios, otorgado gratis) concedida a una persona o co-

munidad (aquí a las Madres Fundadoras y por medio de ellas a toda la

Congregación) no solamente para su propio provecho y salvación, sino

para el bien de otras personas al realizar un determinado servicio

(diaconía) en la Iglesia. Se trata de la gracia y don del Espíritu Santo

que contiene en sí y determina no solamente la forma del servicio a

prestar, sino también el fin y el aliento de una determinada congrega-

ción. Para entender adecuadamente el carisma hay que tener en cuenta

estos tres elementos por medio de los cuales se manifiesta y lo forman.

Por eso al hablar del carisma de la Congregación de las Hermanas de

la Madre de Dios de la Misericordia, lo haremos de su misión apostó-

lica (servicio), espiritualidad y el fin para el cual la congregación

surgió.

Parroquia de San José – Almería Página 84

El proyecto de la Divina Misericordia

El proyecto de la Divina Misericordia es el de la salvación de la

humanidad, el proyecto salvífico, el proyecto del amor misericordioso

de Dios escondido en su corazón desde el inicio de los tiempos (ver.

Ef. 1, 9-10), el cual fue trazado en el Antiguo Testamento y revelado

en su plenitud en su Hijo Unigénito Jesucristo. La historia del hombre

y de la humanidad es la realización de este proyecto. No son el

producto del azar ni de una ciega casualidad. Son el fruto de la volun-

tad de Dios y tienden a su fin. Este fin desde el inicio de los tiempos

está presente en el pensamiento de Dios y contiene dos aspectos fun-

damentales:

1. La salvación en Cristo

2. La salvación de todos los hombres

Se trata aquí de la “convocación” de todos los hombres en Cristo, en

Su Cuerpo Místico, es decir en la Iglesia. La palabra “Iglesia” (ekkle-

sia, en griego, ek-kalein “llamar a un lugar”) significa “convocar”. “La

reunión del pueblo de Dios comienza en el instante en que el pecado

destruye la comunión de los hombres con Dios y la de los hombres

entre sí. La reunión de la iglesia es por así decirlo la reacción de Dios

al caos provocado por el pecado” (CIC 761).

Dios es fiel en su amor hacia el hombre, aunque cuando el hombre

le falla, se rebela contra Él, la misericordia de Dios no solamente no se

debilita sino que se manifiesta con mayor fuerza. Dios quiere salvar al

hombre de la desgracia más grande que es el pecado y sus consecuen-

cias, es decir, de la muerte y de la separación eterna de Él. En la eterna

misericordia de la Santísima Trinidad nació el proyecto de la salvación

del hombre: de su liberación del pecado y de su elevación para partici-

par en la vida de Dios, que tiene como finalidad la plena comunión

Parroquia de San José – Almería Página 85

con Dios en la felicidad eterna. Este es el misterio de la voluntad de

Dios según el designio que estableció antes de los siglos. Este miste-

rioso proyecto de la salvación de unir a todos los hombres en Cristo,

en la Iglesia, para salvarlos, se realiza en etapas.

El Antiguo Testamento es la preparación para la venida de Cristo

en quien Dios determinó convocar a todos los fieles, a reunirlos en la

Iglesia. Junto con la venida de Cristo llegó el límite al cual tendían los

tiempos de preparación. Junto con Jesús llegó “la plenitud de los tiem-

pos” (Gal. 4,4; Ef. 1,10). Hacer presente en la “plenitud de los tiem-

pos” del proyecto de salvación del Padre pertenece al Hijo, es su mi-

sión. Por su vida y actividad Cristo prepara la organización de la Igle-

sia, es decir, la congregación, la reunión de su pueblo. La Iglesia nació

en la cruz del costado abierto de Cristo: “Del mismo modo que Eva fue

formada del costado de Adán adormecido, así la Iglesia nacerá del

corazón traspasado de Cristo muerto en la Cruz” (CIC 766). “Con-

sumada la obra que el Padre confió al Hijo en la tierra, fue enviado el

Espíritu Santo… para que santificara a la Iglesia, y de esta forma los

que creen en Cristo pudieran acercarse al Padre en un mismo Espíri-

tu” (LG 4). Entonces la Iglesia se manifestó públicamente frente a las

muchedumbres y se inicio la propagación de la Buena Noticia, del

mensaje de amor misericordioso del Padre, quien nos dice: “… me

compadecí de ti con amor eterno” (Isaías. 54, 8) y “con gran ternura

te uniré conmigo” (Isaías. 54, 7) dándonos en rescate a su Hijo

Unigénito para salvarnos, convocándonos en un solo Pueblo, en la

Iglesia.

La finalidad del designio de Dios, del proyecto de la Divina Miseri-

cordia es: “reunir todas las cosas en Cristo” (Ef. 1,10). Justamente en

la Iglesia – el Cuerpo Místico de Cristo – Dios convoca a su pueblo

desde los confines de la tierra. Entre la “plenitud de los tiempos” y fin

del mundo (ver. Mateo. 28, 20), el designio de Dios, el proyecto de la

Parroquia de San José – Almería Página 86

Misericordia de Dios realizada por la Iglesia que prolonga en el tiempo

la misión de Cristo. De esta manera la historia de la Iglesia no sale

nunca fuera del designio salvífico de Dios (el proyecto de la Divina

Misericordia). El tiempo de la Iglesia es la última etapa del proyecto

de Dios que tiene que preparar los tiempos finales.

Los carismas en la Iglesia

En esta etapa de la realización del proyecto de la Misericordia de

Dios que es el tiempo de la Iglesia, todos nosotros tenemos una parti-

cipación. Cada uno de nosotros y las comunidades de personas tienen

su particular, única e irrepetible parte que cumplir en este gran llama-

miento de Dios a todos los hombres en Cristo para su eterna salvación.

Cada uno tiene su vocación, un papel que cumplir, el cual no puede ser

realizado por nadie. De ahí surge una gran responsabilidad para que a

la luz del Espíritu Santo descubrir adecuadamente su vocación en el

Cuerpo Místico de Cristo, en la Iglesia. ¿Cómo descubrir esta voca-

ción?. La viva presencia del Espíritu Santo se hace visible en toda

clase de dones entregados gratis (1 Corintios. 12, 1-14), es decir, en los

carismas. Justamente por medio de estos carismas el Espíritu de Dios

ejerce su poder sobre el pueblo nuevo y realiza dentro de él la gran

obra de la salvación. Este Espíritu – presente siempre en la Iglesia – a

unos da la posibilidad y la gracia de cumplir su función, a otros la gra-

cia y ayuda para que puedan responder a su propia vocación y servir

con eficacia a toda la sociedad construyendo el Cuerpo de Cristo (Ef.

4, 12), participando con fe viva en la vida de Cristo y Su misión de la

salvación del mundo. Los dones del Espíritu Santo son distintos así

como son distintas las funciones de las personas en el Místico Cuerpo

de Cristo. Todos fueron entregados – sean las personas particulares o

las comunidades – para la realización de las obras que sirven para el

Parroquia de San José – Almería Página 87

bien y provecho de toda la Iglesia y por lo tanto para la realización de

los proyectos de la Divina Misericordia. Repartir los dones es la tarea

del Espíritu Santo (1 Corintios. 12, 11), y al mismo tiempo de Cristo

que otorga las gracias de Dios y por medio de ellas invita a participar

en la misión salvífica, y esta misión es propia de Cristo.

En la Iglesia existe una gran diversidad de carismas y también una

gran variedad de familias religiosas (institutos de vida consagrada).

Cada uno de los carismas fue entregado a los respectivos fundadores

como una respuesta concreta a las necesidades urgentes de la Iglesia.

“El rasgo particular de los fundadores de las familias religiosas fue la

sensibilidad a las necesidades del prójimo y de la sociedad. Ella los

impulsaba a socorrerlos en cada necesidad. (Se mostraban sensibles a

las inspiraciones del Espíritu Santo y abiertos a su acción) ellos eran

como centinelas en los muros de la Ciudad de Dios, mirando, si no

aparece incendio en algún lado” (P. S. Miecznikowski SJ). Unos des-

cubrían estas urgencias en las misiones en los países paganos, otros en

la educación de los niños y jóvenes o en ayudar a los enfermos y otros

veían una gran necesidad y se sentían urgidos por el Espíritu Santo

para brindar contención y ayuda a los niños, familias, enfermos menta-

les, discapacitados, no videntes, personas sin casa o dedicarse a la

salvación de los pecadores. Se sentían llamados y urgidos a esto por el

Espíritu Santo, responsables ante Dios por estas personas a los cuales

Dios en su designio de salvación los enviaba. Les encendía el deseo de

ayudar – de acuerdo al carisma que habían recibido del Espíritu Santo

– a los enfermos o personas sin casa, o como fue en caso de nuestras

Madres Fundadoras – el deseo de salvar a las almas de la eterna perdi-

ción. Este deseo que surgía del carisma se trasmitió a las generaciones

de las hermanas que las sucedieron en la Congregación. En las Consti-

tuciones aprobadas por la Iglesia se contiene el espíritu del fundador.

A través de la aprobación de las Constituciones la Iglesia encomienda

Parroquia de San José – Almería Página 88

a la congregación unas tareas concretas para realizar. Cumpliendo

estas tareas las congregaciones religiosas respectivas, participan en la

obra de salvación del mismo Cristo, en la misión que le fue encomen-

dada por su Padre. Estas determinadas tareas y servicios realizados en

una profunda unión con Cristo, son parte de Su misión por la cual una

determinada comunidad religiosa es responsable. Sobre cada congre-

gación y cada religioso, dependiendo del carisma recibido, pesa una

particular responsabilidad por la auténtica presencia de Cristo en el

mundo de hoy, sea bendiciendo a los niños, anunciando el Reino de

Dios o, como en nuestra congregación a Cristo que incansablemente

“busca al que estaba perdido”, invitando a los pecadores a la conver-

sión.

El carisma de la Congregación de las Hermanas de la Madre de

Dios de la Misericordia, el don de colaboración con

la Misericordia de Dios

Las fundadoras de nuestra congregación fueron “invitadas” a inser-

tarse, a participar en la vida de Cristo, en su misión de la salvación de

la humanidad por medio de una gracia particular del Espíritu Santo,

por el carisma, que las capacitaba a aceptar lo designado por Dios, en

su proyecto eterno, el servicio en la Iglesia. Este carisma, este don

particular otorgado por el Espíritu Santo a nuestra congregación es el

don de colaborar con la Misericordia salvífica en la obra de salvación

de las almas extraviadas. La fuente del llamado de cada hermana de

nuestra congregación es la verdad de la infinita misericordia de Dios,

del amor inconcebible de Dios hacia los hombres, “amó tanto al mun-

do, que entregó a su Hijo único” (Juan. 3, 16) y surge de este amor la

voluntad universal de salvación, la voluntad de salvar a todos los hom-

bres, especialmente a los pecadores los cuales están en mayor peligro

Parroquia de San José – Almería Página 89

de perder su salvación. En ella las Fundadoras percibían, a la luz del

Espíritu Santo, la fervorosa invitación a colaborar con la Misericordia

salvífica trasmitida como un carisma.

El fin y la misión apostólica

El fin para el cual surgió nuestra Congregación es la salvación de

los pecadores, de las almas extraviadas. Dios nos envía a los hombres

cuya salvación está en peligro, a los pecadores a los cuales con nuestra

ayuda, con nuestra colaboración con Su misericordia salvífica quiere

salvar. Nuestro fin – según las Constituciones – no es prevenir la des-

moralización o cuidado de los enfermos corporales, sino salvar a las

personas extraviadas espiritualmente, ya desmoralizados, cuya salva-

ción está en peligro. La Maestra de las novicias decía: “Nuestra obra

es la obra del mismo Salvador”, es decir, nuestra obra es la misma que

la de Cristo que se inclina sobre los pecadores invitándolos a la con-

versión, a volver a la virtud.

Hay variedad de obras de misericordia en la Iglesia como gran can-

tidad de labores de beneficencia inspirados por el Espíritu Santo, las

cuales ayudan a los hombres en diversas necesidades: a los enfermos,

ancianos, a los discapacitados y minusválidos. Todas ellas son obras

de misericordia, pero nuestros esfuerzos tienen un fin determinado por

el carisma: tienen que tender a que todas las almas de los pecadores

confiadas a nosotros por la Providencia de Dios se salven de la pérdida

eterna.

Las maestras en el noviciado procuran esclarecer estas dudas a las

novicias y les enseñan que no solamente están las congregaciones para

aliviar el sufrimiento, sino que también hay muchos laicos que dedican

su vida a este alivio a los demás. Cada corazón noble, al ver el sufri-

miento del prójimo desea aliviarlo. Decían: “Pero qué es el sufrimien-

Parroquia de San José – Almería Página 90

to del cuerpo en comparación con los dolores que esperan al alma

condenada y que es un alivio pasajero en un sufrimiento temporal, en

comparación con la ayuda que brindamos al alma del prójimo cuando

ayudamos en su salvación con nuestro trabajo, oración y sacrificio”.

“…lo que nadie vio ni oyó y ni siquiera pudo pensar, aquello que Dios

preparó para los que lo aman” (1 Cor. 2, 9). Lo mismo se puede de-

cir, en sentido contrario, del significado de las penas del infierno ya

que ni ojo, ni oído parecido ni vio ni oyó. Como entonces, calcular la

ayuda que brindamos a las almas expuestas a semejante peligro”.

Las Constituciones subrayan que “esta es la tarea más perfecta, ya

que une más estrechamente con el Señor Jesús, con su Madre Santísi-

ma, con los Apóstoles y con tantos grandes santos cuya vida, trabajos,

sufrimientos y muerte tendían a librar a las almas de los hombres de

la muerte eterna y darles la vida de gloria y gracia… Esta es la obra

que contiene en sí, en grado superior, a todas otras buenas obras a las

cuales uno se puede dedicar”. Vemos aquí lo específico de nuestro

carisma, de nuestro papel en los designios de la Misericordia de Dios.

La Congregación fue llamada para participar directamente en la misión

de Cristo, quien vino para salvar lo que estaba perdido y es responsa-

ble por Su viva presencia en medio del mundo. Nadie puede suplir en

el proyecto de la Misericordia de Dios esta tarea, ésta fue entregada a

la Congregación junto con su carisma. El fin de salvar a las almas ex-

traviadas fue realizado desde el principio al regentar las llamadas Ca-

sas de Caridad, en las cuales encontraban refugio las chicas y mujeres

que necesitaban de una profunda renovación moral. Junto con la mi-

sión de la Hermana Faustina llegan nuevas formas de realizar el caris-

ma por el anuncio de la Divina Misericordia, su imploración en el

mundo envuelto en pecado. Gracias a estas formas se extiende el ámbi-

to de la influencia del carisma a las almas de los pecadores que viven

fuera de las Casas de Caridad, en el mundo.

Parroquia de San José – Almería Página 91

La espiritualidad

Las tareas realizadas por el apostolado, ejercen una gran influencia

en la formación del espíritu de la congregación. ¿En qué consiste el

espíritu de nuestra congregación?. Leemos en las Constituciones: “El

espíritu de nuestra Congregación consiste, sobre todo, en ardiente

fervor”. ¿Qué es este “ardiente fervor”?. El fervor ardiente es el

amor ardiente que incansablemente procura la gloria de Dios y la sal-

vación de las almas, es el amor a Dios y al prójimo que llega – a ima-

gen de Cristo – hasta el heroísmo, martirio, sacrificio de sí mismo. Es

el amor que lleva a aceptar todas las dificultades y sufrimientos para la

gloria de Dios y salvación de las almas. Se trata del ardor del amor,

pero del “amor espiritual en la voluntad”. “Se trata aquí del ardor

espiritual constante, no sólo exaltación, un entusiasmo sentimental, de

la acción neutral que se completa para manifestarse y de la búsqueda

de sí mismo”. Una característica particular de este ardiente amor es la

obediencia a la voluntad de Dios, confianza en la voluntad de Dios que

es la mayor expresión del amor. Se puede expresar esto con las pala-

bras “Jesús en Ti confío”. Otro signo de este amor ardiente es el deseo

fervoroso de la salvación de las almas que se manifiesta en la miseri-

cordia para con los pecadores.

Este amor ardiente que se manifiesta en la confianza a Dios y en la

misericordia con las almas de los pecadores, tiene su origen en la pa-

sión del Salvador, quien consumido por este amor ardiente entregó su

vida por nosotros obedeciendo la voluntad del Padre y constituyendo

el elemento fundamental del espíritu de nuestra congregación. Este

“amor ardiente” empieza en uno mismo, con el trabajo, con la ayuda

de la gracia de Dios, sobre la propia perfección, santificación, tanto

por eliminar las facetas negativas como en el ejercicio de las virtudes.

Del grado de la unión con Cristo dependen los frutos de la colabora-

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ción con la Misericordia de Dios en la obra de la salvación de las al-

mas extraviadas. En los materiales formativos de la congregación lee-

mos: “Me santifico para mis chicas ya que si yo no me santifico ellas

tampoco lo harán… En primer lugar hay que buscar a Cristo dentro

de sí mismo, unirse a Él, enardecerse con su fuego hasta que nos

hagamos la luz, como Él, una llama ardiente como Él. Cuando… una

está unida realmente con Cristo, se entrega a las almas al mismo Cris-

to”.

Cada congregación no solo tiene su parte de servicio sino también

su propia forma de apostolado. Estas distintas facetas del apostolado

de cada familia religiosa surgen del fin y de la propia espiritualidad y

de la viva tradición de la congregación formada por el carisma del

fundador o fundadora. ¿Cuáles son estas formas particulares del apos-

tolado de la congregación?. Las obras de misericordia, anuncio de la

misericordia y súplica de la misericordia a través de la oración y sacri-

ficio. El fin propio de nuestra congregación que es salvar a las almas

de los pecadores de la pérdida eterna exige estas formas de apostolado.

Leemos en los materiales de formación de la congregación: “Las

almas se convierten no por nuestro trabajo sino por la gracia de Dios,

pero se puede atraer la gracia por la oración y el sacrificio”. La ora-

ción y el sacrificio atraen la gracia de Dios y fecundan el trabajo

apostólico. La salvación de las almas de los pecadores cuesta, se nece-

sita no solo la oración, sino también el sacrificio, el sufrimiento expia-

torio que de alguna manera prolonga en el Cuerpo Místico de Cristo,

los sufrimientos de Jesús durante su pasión y en la cruz para el rena-

cimiento de las almas. “Cuando en el Cuerpo Místico del Salvador un

miembro sufre voluntariamente del amor, otro miembro enfermo reco-

bra la salud, de una manera parecida que en nuestro cuerpo humano

los cortes que provocan el dolor traen alivio a los órganos enfermos

que poco a poco vuelven a sus funciones. Cuando alguien, por amor,

Parroquia de San José – Almería Página 93

ofrece su cuerpo y su corazón, Dios protege el cuerpo de alguien aba-

tido, con fuerzas agotadas o cura un corazón enfermo que no tuvo la

valentía de liberarse de sus cadenas. Cuando en el Cuerpo Místico un

alma noble sacrifica su voluntad, el Señor, en otro lugar hace surgir

una voluntad muerta, otorgándole un grandioso don de la gracia de la

conversión” (R. Garrigou – Lagrange).

Para arrebatar las almas al mal, se necesita sacrificio. Las Maestras

enseñan a las novicias: “No pensamos y no decimos nunca que las

penitentes que han caído tan bajo tendrían que soportar todo sin decir

nada. ¡No! Así no nos enseña el Divino Salvador con su ejemplo en el

trato con los pecadores. Para nosotras, como para sus madres, es

propio sufrir y hacer penitencia por ellas – esto surge de nuestra vo-

cación”. En otro lugar leemos la forma de sacrificio de que se trata,

seguramente no de los sacrificios de grandes mártires, conocidos por

todos, pero silenciosos, cotidianos sacrificios interiores. “No hay tal

lugar, tales obligaciones, tan pocas capacidades, para no poder hacer

a Dios un sacrifico interior y éstas tienen tan gran valor para Dios

que puede una sola victoria sobre nosotros mismos, una victoria sobre

el amor propio, una mortificación implorar la salvación de una u otra

alma. Aceptar con paciencia las molestias de la enfermedad, de las

humillaciones, es accesible para cada una, ¡por esto podemos ser

apóstoles! Avancemos por este camino… de silencio, cotidiano, de

interior sacrificio… Hagamos un propósito para que cada día con

alguna victoria sobre nosotros mismos implorar y lograr de Dios ma-

yores gracias y salvación eterna para los pecadores”. “Estemos con-

vencidas que tenemos más mérito trabajando por la salvación de las

almas que si buscamos el martirio ya que nuestra vida es un constante

holocausto, una ofrenda de nosotras mismas, tanto más difícil cuánto

dura más”.

Este es el espíritu de nuestras Madres Fundadoras, espíritu que

Parroquia de San José – Almería Página 94

constituye el “amor ardiente” que se manifiesta en un fervoroso deseo

de la gloria de Dios y de la salvación de las almas hasta el sacrificio de

sí misma. Este es el espíritu del mismo Cristo. Con este fervoroso de-

seo de la salvación de las almas vino a la tierra. Leemos en los mate-

riales de formación: “La gloria de Dios por medio de la salvación de

las almas es la única y principal tarea y fin de Cristo el Señor en la

tierra, a esto dedicó sus trabajos, enseñanzas, sufrimientos, pasión, a

éste fin dedicó toda su vida”, “Como esta misión de la salvación de

las almas es altísima, como es el objeto de la solicitud de Dios, de esto

dio ÉL testimonio no solamente al crear el mundo, sino que reparó lo

que fue deteriorado en su creación, enviando a su único Hijo a la tie-

rra, entregándolo a la pasión”. Este deseo ardiente de la salvación de

las almas, el Señor Jesús lo sintió a lo largo de su vida, todo el tiempo

llevaba esta cruz del deseo y procuraba realizar su misión salvífica –

que le fue encomendada por el Padre – por su obediencia a Su volun-

tad hasta la pasión, cruz y muerte. Jesús realizó su misión por medio

del perfecto sacrificio de sí mismo, por un total don de sí mismo. El

sufrimiento que acompañaba a este deseo ardiente ceso en el momento

de la muerte en la cruz, sin embargo este deseo de salvar al hombre,

especialmente sumergido en los pecados, perdura para siempre. Este

hambre y sed de salvación de los pecadores perdura para siempre en el

alma de Cristo, que por medio de su Espíritu anima a algunos miem-

bros del Cuerpo Místico, de una manera particular, a compartir Su

espíritu, espíritu de misericordia para con los pecadores. Con este espí-

ritu estaban animadas nuestras Madres Fundadoras, con el espíritu del

fervoroso amor a las almas, el espíritu de la misericordia para con los

pecadores.

La obra de salvar a las almas exigía de una gran confianza en Dios,

siempre y en todo, de una heroica confianza en la Misericordia de Dios

ya que sin una ayuda especial de Dios aquí no se podría hacer nada.

Parroquia de San José – Almería Página 95

Ser una herramienta dócil en las manos de la misericordia de Dios para

trabajar en esta obra tan difícil constantemente, sin desanimarse, para

esto es imprescindible ejercitarse en la confianza.

La actitud de confianza posibilita la colaboración con la misericor-

dia de Dios en esta obra de la salvación de las almas. Se da una

proporción: cuanto mayor la confianza es tanto mayor la acción de

Dios. Se les enseñaba a las hermanas a esta verdad que el autor de la

conversión es el mismo Dios y las hermanas que son simplemente

instrumentos en las manos de la misericordia de Dios por su trabajo,

sacrificio y oración deben colaborar con la misericordia de Dios para

implorar por la conversión de las almas extraviadas, ayudarles a abrir-

se a la acción salvífica del Dios misericordioso. Para poder sostener y

ejercer este papel se necesita la confianza del niño. Es imprescindible

para el esfuerzo, heroico tantas veces, en el trabajo para lograr la con-

versión y corrección de las almas pecadoras. La actitud de la confianza

en Dios y la práctica de la misericordia para con el prójimo que llega

hasta el heroísmo, son los dos rasgos fundamentales de la espirituali-

dad inspirada por nuestras Madres Fundadoras.

¿De dónde sacaban este espíritu las Madres Fundadoras, espíritu

del amor ardiente que se expresaba en un deseo invencible de la salva-

ción de las almas de los pecadores?. ¿De dónde esta valentía en las

Fundadoras para asumir este fin tan “imposible” humanamente de

alcanzar?, ¿de dónde este espíritu del amor “enloquecido” hasta la

ofrenda de sí misma para la salvación de las almas?. Encontramos en

las Constituciones esta breve inscripción: “Las Hermanas de la Madre

de Dios de la Misericordia van a sacar a este espíritu (del amor fer-

viente a Dios y a las almas) en grandes misterios de la fe, sobre todo

en la frecuente meditación de todo lo que Dios hizo para las lamas al

crear el mundo, lo que hizo y sufrió en la redención y lo que les pre-

para en la gloria eterna. Van a encontrar a éste espíritu también en la

Parroquia de San José – Almería Página 96

cordial meditación de las virtudes y sentimientos de su Madre y Pro-

tectora, de la Madre de la Misericordia cuya paciencia, dulzura y más

que materna compasión por los pecadores van a intentar imitar”. La

Madre de la Misericordia de una manera más plena participaba y cola-

boraba con la misericordia de Dios en la obra de la salvación. Junto

con la vocación a su congregación las hermanas tienen la viva partici-

pación en el carisma que le caracterizaba a Ella en la colaboración con

la misericordia de Dios en la obra de la salvación de las almas extra-

viadas.

Estas meditaciones, para adentrase con la gracia del Espíritu Santo

en la profundidad de la misericordia de Dios revelada en Cristo, sobre

todo en Su pasión y muerte, hace nacer un ardiente amor a Dios y a las

almas, una gran confianza en la misericordia de Dios, conocimiento

del valor del alma humana, redimida con la sangre de Cristo y en fer-

voroso deseo de colaborar con la misericordia salvífica en la obra de

salvar a las almas. Si se puede decir así de la colaboración en primera

línea – en la lucha por la salvación de las almas ya extraviadas, huma-

na y totalmente perdidas cuya salvación eterna está seriamente amena-

zada. Leemos en los materiales de formación: “Quien penetra con su

corazón en los sentimientos del Corazón del Salvador (lleno de mise-

ricordia para las almas) ¿puede mirar indiferente a las almas que se

pierden y no intenta salvarlas según sus posibilidades? Debemos tra-

bajar para que los sufrimientos de Cristo no sean en vano, debemos

colaborar con Cristo, colaborar con el sufrimiento. Somos colabora-

doras de Cristo, quien por el sufrimiento redimió al mundo”.

En el mundo de hoy nuestra congregación – según su carisma – está

llamada a continuar la misión de Cristo que salva a las almas de los

pecadores de la pérdida, de la condenación eterna.

Parroquia de San José – Almería Página 97

La misión de la Hermana Faustina y carisma de la Congregación

de las Hermanas de la Madre de Dios de la Misericordia.

Un papel particular desempeña en esta tarea el mensaje de la Her-

mana Faustina. Aquí hay que preguntarse: ¿La misión de la Hermana

Faustina aporta algo nuevo a la espiritualidad y la misión apostólica de

la congregación? La Hermana Faustina vivía con este mismo carisma

al igual que todas las hermanas. Si se trata de la espiritualidad con

Santa Faustina, no aparecen en general nuevos elementos pero si todos

son llevados a la perfección. Su fervor por la gloria de Dios que se

manifestaba en la obediencia a la voluntad de Dios y expresaba la con-

fianza en Dios, sin límites, llega a su plenitud en las difíciles noches

del espíritu, en su vía crucis, en su Gólgota. Su fervor apostólico por la

salvación de las almas, su misericordia para con los pecadores encuen-

tra su perfecta manifestación en el sufrimiento y en el sacrificio de su

vida entregada por ellos a imagen de Jesús. La Hermana Faustina vive

entonces la misma espiritualidad que todas las hermanas de la Congre-

gación, pero la vive de una manera radical y a través del don de la vida

mística que enriquece su espiritualidad.

Sin embargo, cuando se trata de la misión apostólica de la Con-

gregación la Hermana Faustina introduce en ella nuevos elementos,

nuevas tareas. No cambia el carisma pero aparecen con ella nuevas

formas de realización. Estas, se manifiestan a través del anuncio de la

misericordia de Dios, su súplica para el mundo, para los pecadores que

viven fuera de las “Casas de Misericordia”. La anterior actividad

según el carisma de la congregación, fue concentrada sobre todo en las

obras de la misericordia para las chicas y mujeres que necesitan de una

profunda renovación moral y residían en las “Casas de Misericordia”.

La misión de la Hermana Faustina provoca que el ámbito de la in-

fluencia del carisma se extienda. Desde ahora la misión carismática

Parroquia de San José – Almería Página 98

que tiene como finalidad la salvación de las lamas extraviadas va a ser

realizada también para con las personas que viven en el mundo. Para

con estas personas la congregación realiza su carisma no por medio de

las obras sino por el anuncio del misterio de la misericordia de Dios,

su imploración para todo el mundo, particularmente para los pecadores

cuya salvación está en peligro.

Esta extensión de la influencia del carisma se refiere no solamente

a las personas abarcadas con el apostolado sino también para aquellas

que se involucran en este tipo de apostolado, es decir, las que quieren

participar en la espiritualidad y misión apostólica de la congregación,

sea por el anuncio del mensaje de la misericordia, oración y sacrificio,

también por las obras – quieren entrar como colaboradores con la mi-

sericordia de Dios en la obra de la salvación de las almas extraviadas.

De esta manera por medio de la Hermana Faustina, están invitadas y

participan las personas que no pertenecen a la Congregación. De una

manera más plena en la espiritualidad y misión apostólica de la con-

gregación participan los voluntarios y miembros de la Asociación de

los Apóstoles de la Divina Misericordia “Faustinum”.

La misión de la Hermana Faustina no cambia el carisma, no es un

carisma personal de ella, sino que trae nuevas formas de realización

del carisma a nuestra congregación, la cual procura extender el ámbito

de su influencia a los pecadores que viven fuera de nuestras comuni-

dades e insertar en la espiritualidad y la misión apostólica de la con-

gregación también a las personas que no pertenecen a ella: a los sacer-

dotes y laicos. La misión de la Hermana Faustina trae también nuevos

medios por los cuales se puede colaborar con la misericordia de Dios

en la obra de la salvación de los hombres, éstos son las nuevas formas

de culto a la Divina Misericordia con las cuales el Señor Jesús rela-

cionó grandes promesas. Por supuesto, el fundamento de estas prácti-

cas es la actitud de la confianza en Dios y la misericordia para con el

Parroquia de San José – Almería Página 99

prójimo, es decir, es esfuerzo para buscar la propia santificación.

Hemos dicho que el lugar y papel de una congregación en los desig-

nios de la misericordia de Dios se determina por Él mismo al otorgar

el carisma a la congregación. El lugar y papel de la Congregación de

las Hermanas de la Madre de Dios de la Misericordia en los designios

de la misericordia de Dios se puede determinar brevemente con una

frase hablando de la colaboración con la misericordia de Dios en la

obra de la salvación de los hombres. Este carisma en el cual por medio

de la Hermana Faustina se unen las personas que no pertenecen a la

congregación, tienen que cumplir un papel singular en la salvación de

este mundo envuelto en el pecado, en su preparación para la segunda

venida de Jesús a la tierra cuando se va a cumplir, en plenitud, esta

gran convocación del Pueblo de Dios en Cristo, al cual tienden los

designios de Dios.

Parroquia de San José – Almería Página 100

CAPITULO 9

Dentro de los documentos de la Iglesia que tratan el tema de la Di-

vina Misericordia, la encíclica del Papa Juan Pablo II ocupa un lugar

particular. Las intervenciones anteriores del Papa o de los concilios

fueron en cierta manera fragmentarias, se referían a algún aspecto de

esta verdad. La Encíclica Dives in misericordia presentando la inson-

dable profundidad de la Divina Misericordia trata diversos aspectos de

esta verdad conservando al mismo tiempo un armonioso conjunto

temático. El profesor M. Gogacz descubriendo en “esta exposición de

la verdad la diversidad de los contenidos” enumera los temas tratados

por el Papa: fundamentos de la verdad sobre la misericordia, la misma

estructura de la misericordia, sus manifestaciones y consecuencias, es

decir consecuencias de nuestra relación con Cristo, por El y con El,

con Dios Padre y con los hombres. El Papa presenta este misterio no

sólo teóricamente sino que trata la Divina Misericordia en relación con

la divinidad y la existencia del hombre. La clave para entender este

misterio de la Divina Misericordia es Jesucristo, Salvador del hombre

quien revelándonos el amor del Padre celestial, él mismo en su encar-

nación y su personalización. Se puede decir con toda certeza, que

entre los documentos de la Iglesia dedicados a este tema, la Encíclica

es una Carta Magna que el Papa acerca al mundo contemporáneo, ma-

nifestando esta verdad de la fe con todo su esplendor. Una manifesta-

ción del interés que suscitó este documento son los numerosos comen-

tarios, interpretaciones y análisis de la enseñanza del papa que presen-

taron los teólogos de diversos centros de estudios en numerosas publi-

caciones. Una lectura atenta de este documento y el conocimiento de

su contenido permiten entender no solo las principales líneas del

Parroquia de San José – Almería Página 101

pensamiento y diversos aspectos de esta verdad, sino también tener

presente como es de actual y perfecta esta verdad en la vida de los

hombres de hoy.

Ya en las primeras páginas de esta encíclica el papa dice que en los

tiempos cruciales de hoy hay que meditar en profundidad esta verdad y

presentarla a los hombres contemporáneos para que, en Cristo Salva-

dor y por medio de Él dirigir y acercar nuevamente a los hombres al

Padre celestial. La divinidad del hombre y su vocación se hacen ple-

namente comprensibles sólo a través de su relación existencial con

Dios, la cual, es posible gracias a Cristo, quien en si mismo nos reveló

el misterio del Padre y su amor. La misión de la Iglesia, que continúa

la solicitud por el bien espiritual del hombre, es antropocéntrica pero

llevando a los hombres hacia Dios es al mismo tiempo teocéntrica, es

decir, en Cristo y por El se dirige al Padre celestial. La Iglesia procura

unir lo antropocéntrico con lo teocéntrico y no separar como lo hacían

en el pasado y siguen haciendo en la actualidad algunas de las corrien-

tes contemporáneas del pensamiento humano (DM 1).

Comentando este pensamiento del Papa, los teólogos llaman la

atención que tanto la primera encíclica Redemptor hominis como

Dives in misericordia se centran en el hombre, en su dignidad, sin

embargo, en su profunda relación con Dios y con Cristo Redentor.

Según el Papa sólo en el misterio y persona de Jesucristo podemos

entender quien es el hombre y conocer mejor a Dios a quien Él reveló

al mundo. Esta manifestación de la grandeza y de la dignidad del

hombre y el esclarecimiento del sentido de la existencia humana en el

misterio de Cristo, es una nueva corriente dentro de la teología

cristiana. Este antropocentrismo no se opone al teocentrismo ya que a

estas dos corrientes les une de una manera admirable el cristocentris-

mo. Y esto intenta hacer la Iglesia. Así como la encíclica Redemptor

Hominis unía el antropocentrismo con el cristocentrismo, la encíclica

Parroquia de San José – Almería Página 102

Dives in misericordia va un paso más adelante y une al hombre por

Cristo y en Cristo con el Dios Padre. Este método es la negación de la

dialéctica del ateísmo y existencialismo que rechaza a Dios. Este

cristocentrismo manifiesta la fuerte unión del hombre con Dios al de-

fender su divinidad de la degradación.

Continuando el Papa su enseñanza señala que existe una gran nece-

sidad de hablar y recordar al mundo esta verdad. En nuestro tiempo se

sucede el gran progreso en muchos campos, sobre todo en la ciencia,

técnica, industria y por lo tanto aumenta el bienestar material de la

gente. El hombre teniendo en cuenta el mayor poder y dominio sobre

el mundo, organiza sin embargo su vida sin Dios. Se opone y rechaza

la misericordia de Dios marginando en su vida la idea de la misericor-

dia. El Papa recuerda la advertencia del Concilio Vaticano II señalan-

do que esta situación del hombre manifiesta al mismo tiempo su poder

y su debilidad, la capacidad para las obras magnificas como también

para lo peor, su plena libertad y su vulnerabilidad frente a diversas

esclavitudes. Junto con el progreso y el bienestar sigue existiendo el

atraso, la pobreza. El sentimiento de la fraternidad universal se enfren-

ta con el odio. El hombre tendría que gobernar y dirigir con sabiduría

las fuerzas que él mismo ha desencadenado y que pueden salvarle o

aplastarlo (Gaudium et Spes 9). El Papa recuerda, siguiendo la ense-

ñanza del Concilio, que estos logros positivos de la humanidad susci-

tan la esperanza para un futuro mejor pero al mismo tiempo crean, en

el mundo de hoy, muchas y muy variadas amenazas a las cuales hay

que ver a la luz de la verdad de Dios y evitarlas. Frente a estas amena-

zas, entre las cuales a modo de ejemplo se puede señalar: los sufri-

mientos existenciales, las amenazas a la divinidad humana, la gente

espontáneamente se refugia en la misericordia de Dios. El Papa perci-

be esto como una necesidad y un desafío para la Iglesia que desea res-

ponder a estas necesidades y preocupaciones de la gente de hoy y

Parroquia de San José – Almería Página 103

procurar una solución a estos desafíos partiendo de la revelación de

Dios. El Papa está convencido que el mundo de hoy necesita de la

misericordia de Dios, aunque no tiene plena conciencia de esto, por

eso intenta acercar esta verdad al hombre contemporáneo (DM 2).

Este convencimiento del papa es compartido también por los

teólogos que analizan y estudian su enseñanza. Los hombres de hoy

no entienden la idea de la misericordia que les parece estorbar en el

desarrollo de la civilización y del bienestar material. De otro lado tie-

nen presente diversas amenazas con las cuales se relaciona el progreso

y espontáneamente se refugian en la misericordia de Dios guiándose

por el sentido de la fe. La comprensión de la idea y del concepto de la

misericordia de Dios, señalan los teólogos, según el pensamiento del

Papa, es posible en el contexto de la experiencia de la existencia

humana. La situación del mundo de hoy es objeto de la solicitud y el

desafío para la Iglesia, a este desafío el Papa quiere responder expre-

sando con autoridad, su enseñanza sobre este tema y acercando esta

verdad a los hombres de hoy.

Frente a estos dolores, angustias y problemas que acompañan a los

hombres de todos los tiempos, tanto antiguos como actuales, en primer

lugar está sensibilizado y conmovido el mismo Dios. Ya que, “cuando

se cumplió el tiempo establecido, Dios envío a su Hijo al mundo”

(Gálatas 4,4) para que por Él y en Él revelar a la humanidad sufriente

el misterio de su amor misericordioso. Jesucristo es la encarnación y

personificación del amor de Dios, de su misericordia. En su misión

mesiánica, encomendada por el Padre, Jesús inicia a través del anuncio

del mensaje de la Buena Noticia el amor de Dios hacia los hombres.

Los destinatarios de este mensaje son sobre todo los pobres, enfermos,

esclavos, maltratados y pecadores. Uno de los temas principales de

este mensaje es recordar a los hombres que Dios es el Padre que ama

al hombre, que lo tiene presente, lo ama y quiere socorrerlo en su

Parroquia de San José – Almería Página 104

desgracia. En su enseñanza Jesús emplea las parábolas para que sus

oyentes puedan entender más fácilmente lo esencial de su mensaje.

Particularmente expresivas e impactantes que inquietan a la conciencia

son las de: la parábola del hijo prodigo (Lucas. 15, 11-32); el Buen

Samaritano (Lucas. 10, 30-37); el siervo inmisericordioso (Mateo 18,

23-35); el Buen Pastor (Mt 18, 12-14); (Lucas 15, 3-7) y muchas otras.

Con su enseñanza y las obras, Jesús procura solucionar las situaciones

difíciles de la vida humana, curando a los enfermos, resucitando a los

muertos, perdonando los pecados, liberando a los poseídos de las ata-

duras del demonio. Este amor que Cristo anuncia y realiza por medio

de las obras, se hace visible y palpable abarcando toda la existencia del

hombre tanto en la esfera espiritual como temporal. Cristo consciente

de su misión mesiánica hace presente de esta manera entre los hom-

bres y les revela que “Dios es amor” (1 Juan 4, 16) y “rico en miseri-

cordia” (Éfeso 2,4).

Recordando a sus oyentes el amor de Dios y su Misericordia para

con ellos, Cristo al mismo tiempo exige que en su vida se guíen por el

amor y la misericordia. Una expresión de esto es el mandamiento de

amor al cual denomina “el más grande” (Mateo 22, 38) como también

el sermón de la Montaña “bienaventurados los misericordiosos porque

obtendrán la misericordia” (Mateo 5, 7). Señalando a Cristo en quien

el amor de Dios Padre y su Misericordia se hizo presente entre los

hombres en la tierra, el Papa quiere llamar la atención que de esta ma-

nera Dios se adelanta a los problemas de la humanidad, desea ayudarla

en su desgracia, y también hace capaces y anima a los hombres que

por su cuenta intenten resolver estos problemas, en el espíritu del amor

de Dios y del prójimo a través de las obras de la misericordia (DM 3).

En el análisis y los comentarios de los teólogos y biblistas, estos

sostienen que el Salvador al revelar a los hombres el amor del Padre,

no se limitó solamente a la palabra, sino que la confirmaba con las

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obras. De diversas maneras dio pruebas de esta bondad y amor hacia

los pobres, maltratados, y sobre todo a los pecadores. Este amor real,

gratuito y efectivo abarcaba a todo hombre y todas sus necesidades. En

el contacto con el mal físico o moral se manifestó como la encarnación

de la misericordia de Dios. Realizando esta misericordia a los hom-

bres, Cristo al mismo tiempo les enseñaba y animaba para que ellos

también se guíen en su vida por la misericordia. Esta, en fin, es la con-

dición de recibir la misericordia de parte de Dios. Este amor miseri-

cordioso revelado por Cristo es para nosotros un ejemplo, una exigen-

cia y condición de recibir la Misericordia Divina. Debe transformar

interiormente al hombre y formar un nuevo estilo de vida y las activi-

dades de los hombres.

Analizando el término “misericordia” y diferenciándolo del

término “amor”, el Papa señala que una adecuada comprensión del

contenido de estos dos conceptos se transforma en una clave para en-

tender la misma realidad de la Misericordia. Los hombres que han

experimentado la misericordia de Cristo, quien empleaba éste término,

entendía muy bien su contenido, señala el papa, ya que en su historia

el Pueblo de Dios constantemente experimentaba esta Misericordia

tanto en la vida social como personal. Este Pueblo de Dios que que-

brantando la alianza establecida con Él, cuando se daba cuenta de su

infidelidad, a lo cual aportaban mucho los profetas, se refugiaba y

clamaban por la misericordia de Dios. Lo confirman los libros del

Antiguo Testamento en muchos lugares. Los profetas señalando esta

misericordia de Dios la comparan con un amor del amante, así Dios

ama a su pueblo (Os 2, 21-25; Is 54, 6-8). El amor de Dios es tan

grande a su pueblo – la amante infiel – que es capaz de perdonar esta

culpa y la infidelidad si el pueblo va a manifestar su arrepentimiento y

contrición. El amor de Dios sobrepasa totalmente el pecado y la infide-

lidad del pueblo.

Parroquia de San José – Almería Página 106

También algunas personas experimentan esta misericordia de Dios

sea como pecadores o como abrumados por el sufrimiento físico o

alguna desgracia. Un ejemplo muy particular es el rey David arrepen-

tido de su pecado (2 Sam 11; 12; 24,10) como también abrumado por

el dolor el justo y paciente Job (el libro de Job). El Antiguo Testamen-

to presenta muchos ejemplos que se refieren a este tema. Esta

convicción del Pueblo de Dios sobre la misericordia de Dios para con

él se arraiga muy profundamente en la historia del pueblo. Una de

estas experiencias fue la dolorosa prueba de la esclavitud de Egipto y

la milagrosa liberación por la poderosa intervención del mismo Dios

(Ex 3, 7). De parte de Dios esta fue una gran manifestación del amor a

su pueblo por eso este acontecimiento se transformó en el fundamento

de la confianza en la Divina Misericordia. Esta convicción también

tuvo su base en el sentimiento de culpa y del pecado. Particularmente

una huella muy profunda en la consciencia del pueblo fue el hecho de

adorar al becerro de oro cerca del monte Sinaí. Pero cuando Dios ma-

nifestó su paciencia, compasión y misericordia (Ex 34, 6) esto conso-

lidó la conciencia del pueblo y de los integrantes del mismo de que

hay que recurrir a Dios y pedirle su perdón, ya que Dios perdona con

benevolencia y generosidad.

En esta misericordia de Dios se manifiestan todos los rasgos del

amor, señala el Papa, Dios es Padre (Isaías 63, 16) e Israel es su hijo

(Ex 4, 22), es también el amante del “pueblo amado” a quien manifies-

ta su misericordia (Os 2,3) e incluso en su enojo vence su amor bene-

volente (Os 11, 7-9; Jeremías 31,20; Isaías 54, 7). Esta convicción

sobre la misericordia de Dios se inscribió tan profundamente en la

conciencia del pueblo que se transformó casi en lo esencial de su vida,

tanto de la sociedad como de los sujetos individuales. Por eso encontró

tan ricas expresiones en las páginas del Antiguo Testamento, lo cual se

manifiesta, también, en la variedad de la terminología empleada

Parroquia de San José – Almería Página 107

(hesed, rahamim, hanah y otros). Con ciertos matices estas palabras

anuncian la misericordia de Dios a los pecadores, a los hombres aque-

jados por diversas contrariedades; suscitando la confianza en Dios y en

su ayuda, despertando la esperanza en los momentos de incertidumbre

y en las caídas. También alaba a esta misericordia de Dios y le da

gracias cuando ésta se realizó y se manifestó en la vida de algunos

sujetos o de toda la sociedad.

Así presentada y entendida la misericordia de Dios en el Antiguo

Testamento se opone al concepto de la justicia, superándola, ya que es

mucho más grande y profunda. Ya el Antiguo Testamento anuncia,

dice el Papa, que el amor sobrepasa a la justicia ya que es el primero y

fundamental. El amor es la condición de la justicia y la justicia sirve al

amor. La misericordia es la manifestación de esta primacía del amor en

referencia a la justicia. Aunque se diferencia de la justicia no se opone

a ella. El amor por su naturaleza es benevolente, paciente y capaz de

perdonar. Le está ajeno el odio para con los que una vez han sido ele-

gidos y colmados de gracias. Por lo tanto la suerte del Pueblo elegido

desde Abraham se tejía según la economía de la misericordia. Y este

misterio de la elección divina y de la misericordia abarcan también la

historia de la vida de cada hombre, la historia de toda la familia huma-

na, dice el Papa (DM 4).

La comprensión del misterio de la misericordia revelada por Cristo

facilita para el Papa la referencia al concepto de la misericordia de

Dios en el Antiguo Testamento. Este concepto se elaboraba en la con-

ciencia del pueblo a causa de la experiencia histórica de su vida. De

ahí el concepto de la misericordia, en el pensamiento del Papa, no se

refiere solamente a Dios sino que se transforma en la esencia de la

vida de todo el pueblo de Israel. Al Papa no le interesa tanto el concep-

to teórico de la misericordia, lo cual expresa la misma palabra, sino la

relación de la misericordia de Dios con el pueblo y los sujetos indivi-

Parroquia de San José – Almería Página 108

duales en su existencia humana. El contenido rico y profundo de la

misericordia de Dios, nos presenta seguidamente el papa partiendo de

un análisis muy interesante de la parábola de Cristo del hijo prodigo

(Lucas 15, 11-32). En esta parábola, señala el papa, Cristo no usa una

sola vez la palabra misericordia ni justicia. Sin embargo el contenido

esencial del concepto de la misericordia está bien claro y visible.

El hijo menor, malgastador de la herencia del padre, dice el papa,

representa a los hombres de todos los tiempos quienes malgastan la

herencia de la gracia del Padre celestial. Esta parábola sigue siendo

actual ya que se refiere a cada infidelidad y al pecado. El hijo pródigo

al malgastar sus bienes sufre el hambre, no tiene medios para vivir.

Midiéndose con la medida de los bienes temporales se da cuenta de

su situación difícil, mientras tanto los sirvientes de la casa de su padre

tienen el pan en abundancia. Esta experiencia y sus propias palabras le

permiten, según el papa, darse cuenta de su profundo drama interior,

de la dignidad perdida y de la filiación traicionada. En la conciencia de

la dignidad perdida quiere humillarse y recibir por lo menos, el lugar

del siervo. El siguiente contenido de la parábola presenta la relación

mutua entra la justicia y la misericordia, aunque el texto no emplea

estas palabras. El amor del padre se manifiesta como misericordia ya

que ampliamente sobrepasa la medida de la justicia. Ya que según las

normas de la justicia el hijo menor ahora tendría que trabajar como un

siervo para ganarse los medios necesarios para su vida. Además, con

su comportamiento ofendió al padre, quien seguramente se sintió muy

dolido por la acción de su hijo. El hijo pródigo teniendo conciencia de

esta acción y aún más de sus consecuencias, se da cuenta de la digni-

dad perdida y del lugar que deberá ocupar en la casa del padre al re-

gresar. La postura del padre manifiesta, en cambio, toda la profundi-

dad de la misericordia. El padre fiel a su paternidad y amor, recibe a

su hijo con alegría y por este motivo prepara una fiesta, un banquete,

Parroquia de San José – Almería Página 109

lo cual provoca la oposición y el rechazo del hijo mayor. Esta fidelidad

a si mismo se manifiesta con una dimensión sentimental ya que el

padre conmovido interiormente lo abraza y lo besa. Pero este senti-

miento tiene unas razones mucho más profundas. El padre es conscien-

te de que su hijo había recuperado la humanidad y dignidad con su

fidelidad al regresar a él.

Esta postura y comportamiento del padre, subraya el Papa, nos hace

presente, por analogía, el misterio de la gratuidad de la misericordia de

Dios. Dios como Padre en su amor se inclina también sobre cada indi-

gencia humana, sobre toda la moral. Según el Papa, a esta profundidad

de la Divina Misericordia no se puede valorar en plenitud sólo desde

“afuera”. Teniendo frente a nuestros ojos este acontecimiento de la

parábola, con facilidad advertimos en la misericordia una relación de

desigualdad entre el donante y el que recibe el don. Así puede parecer

cuando miramos desde fuera. Sin embargo la realidad es diferente, las

dos partes experimentan la alegría al darse cuenta del bien realizado y

recibido, la conciencia de la dignidad recobrada por el hijo y confir-

mada por el padre. El hijo gracias a la humildad ahora ve y valora, en

plenitud, a sí mismo y su modo de obrar, y el padre se alegra por el

bien que se realizó por la emanación de la verdad y del amor, al mismo

tiempo olvida el mal cometido por el hijo. En su expresión esta pará-

bola manifiesta el valor y la necesidad de la conversión. Este proceso

de la conversión se hace posible gracias a la postura del padre que

manifiesta al hijo el amor y la misericordia. La misericordia se reveló

aquí como revalorizada, como elevación, como surgimiento del bien

de la opresión del mal que existe en el mundo y afecta el corazón del

hombre. Esto constituye la esencia de la economía de la Divina Mise-

ricordia frente al hombre. Así manifestada la misericordia de Dios, en

base de este ejemplo de la parábola, constituye la esencia del mensaje

mesiánico de Cristo y de la fuerza constitutiva de su misión. De esta

Parroquia de San José – Almería Página 110

manera entendían y realizaban esta misericordia los discípulos de Cris-

to y sus seguidores, los cuales no se dejaron vencer por el mal sino

vencieron el mal por la fuerza del bien (Romanos 12, 21). La manifes-

tación a los hombres, de este rostro genuino de la misericordia, subra-

ya con fuerza el Papa, es una exigencia muy actual de nuestros

tiempos (DM 5, 6).

Compartiendo sus reflexiones y pensamientos sobre el contenido de

las palabras del papa, los biblistas y teólogos, llaman la atención sobre

que esta encíclica es, sin duda, un documento bíblico. Aunque el Papa

no es biblista, la Biblia no se cae de sus manos y aprovecha también

con amplitud, los estudios bíblicos. Esto se pude advertir con facilidad

cuando el Papa, frecuentemente, cita diversos textos inspirados. Todos

los textos de la Biblia como también ésta parábola, sirven al Papa para

presentar a los hombres la imagen de de Dios Padre como Padre mise-

ricordioso, frente al hombre pecador como hijo pródigo. El amor del

padre manifestado en ésta parábola, como su tema principal, es tam-

bién una referencia fundamental de la Biblia. La imagen de este Dios

frente a los pecadores extraviados y perdidos en el mal camino tiene

una dimensión universal. Buscar y salvar a los extraviados, es decir, la

salvación de los pecadores, es la tarea fundamental del Padre celestial,

quien no espera pasivamente a su hijo sino que sale a su encuentro. El

encontrar al pecador por el Dios lleno de misericordia, el perdonar sus

faltas, el devolverle la dignidad al hijo perdido e invitarle a la alegría

común, este motivo son los pensamientos y rasgos fundamentales de

esta parábola. Por lo tanto, según los teólogos, esta parábola constituye

el centro de toda la encíclica, su corazón.

Aunque las palabras de la enseñanza de Cristo fueron perfectas y

sus obras admirables, nada mas producirse el misterio de la muerte y

resurrección del Salvador, la Misericordia Divina se reveló en su ple-

nitud. El Papa repite brevemente los pensamientos sobre el misterio

Parroquia de San José – Almería Página 111

pascual de Cristo expresado en su encíclica anterior Redemptor Homi-

nis. En la luz del misterio pascual se confirma una vez más la gran

dignidad del hombre y la profundidad del amor del Padre Celestial que

entrega a su propio Hijo como expiación por los pecados. El misterio

de su pasión y muerte, manifiesta una admirable paradoja. El que

anunciaba con la palabra y realizó las obras de misericordia, ahora

merece la misericordia al ser flagelado, crucificado y sobre todo mu-

riendo en la cruz en medio del dolor y sufrimiento. Pero no lo recibe,

incluso sus más cercanos no pueden hacer nada, no lo pueden socorrer.

Aún más el Padre celestial a quien invoca en el Huerto de los olivos y

en la Gólgota no lo defiende de este sufrimiento, ya que como lo ex-

presa San Pablo: “A aquel que no conoció el pecado, Dios lo identificó

con el pecado en favor nuestro, a fin de que nosotros seamos justifica-

dos por él” (2 Corintios 5, 21). En este misterio del sufrimiento y de la

muerte de Cristo se manifestó la absoluta justicia. El Salvador ofre-

ciendo a su Padre la ofrenda de la expiación paga la deuda por los

pecados del mundo. Sin embargo esta justicia no está privada del

amor. Gracias al divino amor del Padre y del Hijo esta obra de la re-

dención suscita, en efecto, las consecuencias salvíficas por las cuales

el hombre logra acceder a la plenitud de la vida en Dios. El Salvador

sufriente por su sacrificio del amor habla no solo a los hombres cre-

yentes, sino a todos, solidarizándose por el sufrimiento con la suerte de

cada hombre.

Así manifestada la misericordia para la humanidad pecadora es otra

forma del amor, como si fuera su segundo nombre, y también un antí-

doto contra el mal que intenta dominar el corazón del hombre e intenta

llevar a la ruina total su vida espiritual (DM 7). Este amor de Dios se

manifestó, sin embargo, más fuerte que el pecado y la muerte cuya

fuerza y el poder se expresó en la gloriosa resurrección de Cristo. En la

obediencia de Cristo hasta la muerte de cruz (Filipenses 2, 8), fue

Parroquia de San José – Almería Página 112

administrada la justicia en relación al pecado por el cual Él ofrece su

vida. La justicia fue administrada también en cuanto a la muerte que se

alió con el pecado. Por la gloriosa resurrección Cristo inflige un golpe

letal a la muerte experimentando su definitiva y total victoria sobre

ella (1 Corintios 15, 54). Por eso, el Papa ve en la cruz la manifesta-

ción suprema del amor de Dios, es decir, del amor que se enfrenta con

la raíz del mal, con el pecado y la muerte.

Cumpliendo hasta el fin su misión mesiánica en la Ofrenda de la

Cruz, Cristo revela su amor misericordioso a todos los sufrientes, po-

bres, oprimidos y pecadores, solidarizándose de esta manera con la

suerte de los hombres. La cruz de Cristo es también un signo escatoló-

gico que anuncia la renovación del mundo y la regeneración de la

humanidad para la gloriosa e inmortal vida, gracias a este amor que

vence las fuerzas del mal. La resurrección es por lo tanto el final y la

coronación de toda la revelación del amor misericordioso al mundo.

Es, también, anuncio de “un cielo nuevo y una tierra nueva” (Ap

21,1) cuando ya “todo lo de antes pasó” (Ap 21, 4). La gloriosa resu-

rrección de Cristo es también la manifestación de la Divina Misericor-

dia ya que Jesús de una manera radical experimentó la misericordia del

Padre celestial quien lo resucitó de entre los muertos. Esta fue la ma-

nifestación del amor del Padre para con el Hijo que fue más fuerte que

la muerte. Y este Cristo Resucitado es quien vive actualmente en la

Iglesia y sigue siendo la fuente de la Misericordia de Dios que es más

fuerte que el pecado. Por eso, la liturgia del tiempo de la Pascua alaba

a Dios con las palabras del Salmo 89, 2: “Cantaré eternamente el

amor del Señor, proclamaré tu fidelidad por todas las generaciones”.

Este programa del amor misericordioso del Salvador se hace tam-

bién la finalidad del nuevo Pueblo de Dios, la Iglesia. La cruz tiene

aquí siempre un lugar preponderante ya que en él el amor misericor-

dioso llega a su plenitud. En la etapa de la vida terrena, la cruz

Parroquia de San José – Almería Página 113

constituye también una invitación para practicar el amor al prójimo.

Cristo sigue golpeando a las puertas de los corazones de los hombres,

deseando enardecerlos y liberar en ellos el amor mutuo y la misericor-

dia. Esto recuerda la gran dignidad del hombre, quien experimentando

la misericordia debería practicar esta en su relación con el prójimo

según las palabras de Cristo: “Les aseguro que cada vez que lo hicie-

ron con el más pequeño de mis hermanos, lo hicieron conmigo” (Mat

25, 40). De ahí las palabras de Cristo en el Sermón de la Montaña:

“Felices los misericordiosos, porque obtendrán misericordia” (Mt 5,

7) que son como un resumen de todo el Evangelio. Manifiestan el mis-

terio del mismo Dios en quien el amor conteniendo la justicia abre el

camino a la misericordia y esta revela la perfección de la justicia (DM

8).

Según los pensamientos del Papa, los teólogos concuerdan en afir-

mar que el misterio pascual de la pasión, muerte y resurrección de

Cristo fue la manifestación culminante del amor misericordioso de

Dios, quien no escatimó en entregarnos a su Hijo, “cancelando la deu-

da por los pecados del mundo”. De parte del Hijo de Dios este sacrifi-

cio de amor fue la respuesta a la justicia de Dios. Desde este momento

el pecado perdió su fuerza dominado por el poder del amor. La reden-

ción de la humanidad es, entonces, la manifestación del amor miseri-

cordioso del Padre y del Hijo. Este sacrificio salvífico de Cristo dio

origen a la Nueva Alianza. En este sacrificio de Cristo en la cruz la

Misericordia venció a la justicia y desde allí ya no tiene fin. Del Co-

razón traspasado de Jesús que se transformó en la fuente de la miseri-

cordia nació la Iglesia en la cual, por medio de los sacramentos distri-

buye los frutos salvíficos de su sacrificio y de la misericordia en todo

el mundo. Por eso este programa mesiánico del Salvador Misericordio-

so es al mismo tiempo el programa de su Iglesia que lo sigue conti-

nuando. En esta corriente del pensamiento se ubican las palabras del

Parroquia de San José – Almería Página 114

Papa: “Creer en ese amor significa creer en la misericordia… Creer

en el Hijo crucificado significa « ver al Padre », significa creer que el

amor está presente en el mundo y que este amor es más fuerte que

toda clase de mal…”

La resurrección de Cristo y la venida del Espíritu Santo como parte

integral del misterio pascual constituyen la culminación, el cumpli-

miento y la coronación de la obra salvadora de la misericordia. Desde

este momento la Buena Noticia del amor misericordioso de Dios al

hombre se va a extender por los confines de la tierra hasta el fin del

mundo. La resurrección y la ascensión al cielo de Cristo constituyen

como un nuevo capítulo en la realización de la misericordia de Dios en

la historia de la salvación. La experimentan cada vez nuevas genera-

ciones de los hombres que pasan a lo largo de los siglos experimentan-

do el misterio de la cruz de Cristo y la esperanza de la gloriosa resu-

rrección. Las palabras de María del himno de alabanza “Magnificat”

“Su misericordia se extiende de generación en generación sobre aque-

llos que lo temen” (Lucas 1, 50) constituyen un anuncio profético de

esta magnífica realidad y al mismo tiempo su confirmación. María

también experimentó la misericordia de Dios de manera muy especial

y excepcional. Como Madre del Salvador del mundo participó de una

manera particular en su sacrificio de salvación. Manifestando hasta el

fin su “Sí”, “que se haga en mí según tu palabra”, Ella también por su

sufrimiento espiritual unido al de Cristo ofrecía el sacrificio espiritual

de su corazón. Participando de una manera especial en el misterio de la

redención, María conoce muy bien el misterio de la Divina Misericor-

dia ya que la adquirió por el gran precio de su sufrimiento, por lo tanto

sabe que es hermético. Por eso la Iglesia venera a María como la Ma-

dre de la Misericordia, Madre de Dios de la Misericordia o Madre de

la Divina Misericordia y cada uno de estos títulos tiene, según el Papa,

un profundo sentido teológico. Nos hablan sobre todo de Ella como la

Parroquia de San José – Almería Página 115

Madre del Salvador crucificado y resucitado, quien experimentó de

una manera particular la misericordia de Dios y al mismo tiempo lo

merece en su vida terrena, especialmente a los pies de la cruz. Hablan

también de su particular participación en la misión mesiánica de Cristo

ya que fue llamada para acercar al mundo este amor misericordioso

revelado por su Hijo. Este amor misericordioso en contacto con el mal

físico y moral se hizo una participación particular de su corazón de

Madre del Salvador crucificado y resucitado. Y sigue revelándose por

su intermedio en la historia de la Iglesia y de la humanidad. Y sus ma-

nifestaciones son muy fructuosas ya que tienen su origen en la sensi-

bilidad de su corazón maternal que es capaz de llegar a todos, los cua-

les a su vez, reciben este amor misericordioso con mayor facilidad y

con mayor aceptación cuando viene de parte de su Madre.

La maternidad espiritual de María, como enseña el Concilio Vati-

cano II, permanece constantemente desde el momento de la Anuncia-

ción, a través del Gólgota, hasta el cumplimiento final de la salvación

de todos los elegidos, ya que como Ascendida al cielo sigue conti-

nuando esta tarea por su intercesión, implorando para nosotros los

dones de la salvación eterna. Expresando este amor maternal, cuida de

los hermanos de su Hijo que aun peregrinan y están expuestos a los

peligros hasta llegar finalmente a la patria celestial (LG 62, DM 9).

De esta manera las palabras proféticas del Magnificat de la Virgen

María se refieren no sólo a las generaciones de Israel, sino también

abarcan las generaciones del Nuevo Pueblo de Dios, de la Iglesia y de

toda la humanidad que frente a los cambios que se realizan y las difi-

cultades de nuestros tiempos necesita mucho de la misericordia de

Dios. En el mundo de hoy se realizaron y se siguen realizando muchos

cambios en varias áreas de la vida. Ante el hombre de hoy se abrió un

gran campo con posibilidades inimaginables hasta ahora. Gracias a la

ciencia, técnica y el arte, se amplió mucho nuestro conocimiento del

Parroquia de San José – Almería Página 116

mundo como también de las leyes que lo gobiernan y a las sociedades

humanas. Los pueblos y las naciones se acercaron más entre sí gracias

al acortamiento de las distancias por los medios de comunicación. La

humanidad se dio cuenta aun más que forma una sola familia. Los

jóvenes de hoy saben muy bien, que gracias al progreso de la ciencia y

técnica, y sobre todo de la informática, pueden alcanzar nuevos bienes

materiales y ampliar sus horizontes del pensamiento y su conocimiento

del mundo y de la vida. Cada vez los medios de comunicación facili-

tan más rápido el intercambio de los pensamientos y permiten partici-

par en los acontecimientos mundiales. De los frutos de este desarrollo

y progreso no solo se aprovechan las naciones ricas y prosperas sino

también los países menos favorecidos y en vías del desarrollo. Al

mismo tiempo, a pesar de este desarrollo, siguen existiendo en el

mundo muchas dificultades. Al mundo de hoy aún le falta la verdadera

armonía y equilibrio. Estas desigualdades extienden sus raíces hasta

las profundidades del corazón humano en el cual conviven las fuerzas

que mutuamente se combaten. El hombre de hoy dándose cuenta de

sus limitaciones, se siente al mismo tiempo ilimitado en sus deseos y

llamado a una vida mejor. Tiene constantemente que elegir entre el

bien aparente y el bien real, entre varias tentaciones. Como débil y

pecador con frecuencia hace lo que no quiere. Se da cuenta de su des-

garramiento interior del cual surgen muchas divisiones en la sociedad

(GS 10). No nos extraña entonces que existiendo tal mundo, el hombre

de hoy se interrogue y reflexione profundamente sobre el sentido de la

vida, del sufrimiento y de la muerte ya que a pesar del gran progreso

no puede eliminar esto de su vida. Estas tensiones, inquietudes y ame-

nazas que ya el Concilio ha señalado, no solo no han disminuido sino,

al contrario, se fortalecieron y no permiten alimentar las ilusiones so-

bre un paraíso terrenal (DM 10).Todo esto provoca el aumento del

sentimiento de temor frente a un posible conflicto mundial que puede

terminar en, por lo menos la parcial auto aniquilación de una porción

Parroquia de San José – Almería Página 117

de la humanidad. Esta amenaza más allá de una guerra mundial se

refiere también a la dominación de unas naciones sobre otras y sobre

los individuos, lo cual ya encontró su confirmación a lo largo de este

siglo. Las amenazas siguen siendo actuales a pesar de las declaracio-

nes positivas de palabra sobre los derechos humanos, sobre la dignidad

de la existencia de los hombres. El hombre puede ser dominado con

los medios técnicos no solo militarmente sino también en los tiempos

de paz. Sometido a las torturas que se aplica impunemente o a otras

formas de la opresión política, el hombre se transforma en una víctima,

privado de la libertad interior en el área de expresar sus convicciones,

fe y conciencia, según los cuales desearía vivir.

Junto con esta amenaza biológica se presentan en la conciencia del

hombre todavía otras amenazas dentro de la sociedad en la cual vive.

Una de estas calamidades infame que tendría que cuestionar a las na-

ciones ricas y prosperas, es el problema del hambre de la gente más

pobre. Aun en el día de hoy hay muchas personas, adultos y niños, que

mueren de hambre y esta situación parece estar lejos de una solución.

Añadiendo a esta situación otras formas de la indigencia y varias limi-

taciones, advertimos que la desigualdad entre los hombres se ahonda

aún más. Los ricos son cada vez más ricos y los pobres cada vez más

pobres. Por eso el Papa dice que en la economía y civilización mate-

rial, en algún lugar subyace algún error, funciona un mecanismo defi-

ciente que no permite, de una manera humana, resolver estos proble-

mas. Frente a estas tensiones, amenazas y diversas formas del mal

físico y moral viven tanto los pobres y hambrientos como también los

satisfechos, ricos y gobernantes. Estas inquietudes se relacionan pro-

fundamente con la existencia humana y los interrogantes sobre el futu-

ro de toda la humanidad, que exige, según el Papa, soluciones y reso-

luciones positivas y adecuadas (DM 11). Estas reflexiones que presen-

tan la imagen del mundo contemporáneo son tan evidentes, claras y

Parroquia de San José – Almería Página 118

contundentes que no precisan mayores comentarios. Los teólogos

sostienen y confirman los pensamientos del Papa. Frente a tan comple-

ja y complicada situación de la vida humana señala que en el día de

hoy ya no es suficiente solo la justicia para solucionar los apremiantes

problemas humanos.

En el mundo de hoy, en la conciencia de los hombres se ha desper-

tado el sentimiento de justicia. La Iglesia comparte con los hombres

este deseo de la vida según la justicia. Junto con la enseñanza de la

Doctrina Social la Iglesia forma las conciencias humanas en el espíritu

de justicia y apoya diversas iniciativas, especialmente en cuanto a

apostolado de los laicos. Sin embargo, con frecuencia, los programas

que tienen como fin la realización de la justicia se desvirtúan y por eso

dominan sobre la justicia las fuerzas negativas como el odio, envidia,

obstinación, crueldad. Se intenta eliminar al adversario limitando su

libertad y creando dependencia, lo cual se opone al concepto de la

justicia que busca la igualdad y adecuada distribución de los bienes.

Estos abusos señalan que el hombre en sus acciones está aún lejos de

la justicia. Cristo, el Señor, reprochaba a su conciudadanos esta postu-

ra inhumana de “ojo por ojo” (Mateo 5, 38). Aun en el día de hoy

muchos se rigen por esta norma en nombre de la “justicia histórica”,

destruyen a los demás, limitan su libertad y los privan de los derechos

correspondientes. El Papa por eso dice que en base de las experiencias

del pasado y las de hoy, no es suficiente guiarse solo con la justicia

sino que hay que fundamentar y cultivar la vida sobre el fundamento

del amor. Las experiencias históricas prueban que hasta la ley más

perfecta puede ser una gran injusticia (summum ius – summa iniuria).

Frente a esta situación reinante en el mundo la Iglesia comparte la

inquietud de los hombres de hoy. Por eso la Iglesia se preocupa por el

debilitamiento de muchos valores como por ejemplo: falta de protec-

ción de la vida humana desde el momento de la concepción, la crisis

Parroquia de San José – Almería Página 119

del matrimonio y de la familia, falta de la verdad en las relaciones

humanas, el trato utilitarista del hombre, desaparición del bien común,

la común desacralización, todo esto en fin lleva a la deshumanización.

El hombre y la sociedad para la cual lo sagrado deja de ser como tal

cae en un deterioro moral.

En la realidad de este mundo se vislumbra una gran necesidad de la

Divina Misericordia como un remedio para estos males y las desvia-

ciones de la vida humana. Por eso la Iglesia en su misión salvífica se

da cuenta de la necesidad del anuncio y de las obras de esta misericor-

dia de Dios como una verdad de salvación que es capaz de vencer

estas distintas crisis y preocupaciones de los corazones humanos.

Según el Papa la Iglesia tiene también el derecho y el deber de recurrir

a la misericordia de Dios, implorándola frente a todos los fenómenos

del mal físico y moral, ante todas las amenazas que pesan sobre el

horizonte de la vida de la humanidad contemporánea (DM 12).

La imagen del mundo y de la vida humana, lleno de tensiones y

amenazas, presentada de una manera tan real y acertada por el Papa

según los teólogos, exige verdaderamente una profunda reconstrucción

y cambio. Con razón dice éste que sólo la justicia ya no es suficiente

para formar las relaciones entre los hombres. La historia mostró, que la

ley más perfecta puede transformarse en una gran injusticia y los pro-

gramas y proyectos actuales aún más brillantes se desdibujan y sufren

desviaciones. Hace falta entonces cultivar la vida y las relaciones entre

los hombres sobre el fundamento del amor, ya que sólo el amor consti-

tuye la razón más profunda de la justicia y es una fuerza constructiva

y creadora. Aporta mucho al desarrollo de la personalidad del hombre

y sobre todo, respeta su dignidad. Señalando en esta relación entre

amor y justicia el amor misericordioso como la norma fundamental y

constructiva de la formación de la vida humana, el documento del

Papa, en este sentido es un adelanto, ya que manifiesta la visión de una

Parroquia de San José – Almería Página 120

humanidad plena, el valor de la civilización del amor capaz de vencer

las crisis contemporáneas, tensiones, amenazas y múltiples dificulta-

des.

La Iglesia continuando la misión salvadora que le fue encomendada

por Cristo, anuncia y confiesa esta misericordia de Dios en toda ver-

dad, así como dice de ella la revelación de Dios. Lo hace a través de la

enseñanza de esta verdad contenida en la Sagrada Escritura. Centra su

atención en la persona de Jesucristo, su vida, su evangelio, su cruz y

resurrección, es decir en todo su misterio, lo cual nos permite apreciar

mejor la profundidad y la riqueza de la misericordia del Padre celes-

tial. Una forma particular de confesar la misericordia de Dios, por la

Iglesia, es el culto al Sagrado Corazón de Jesús en el cual de manera

más convincente, visible y concreta se revela el amor misericordioso

del Padre. Este amor constituye el núcleo de la misión mesiánica de

Cristo. En esta confesión y anuncio de la Misericordia Divina la Igle-

sia da mucha importancia a la consciente y madura participación en el

Santo Sacrificio de la Eucaristía y del Sacramento de la Reconciliación

y relacionada con ellos, integramente, la Palabra de Dios. Participando

en la Eucaristía vivimos y anunciamos la muerte del Salvador (1 Cor

11, 26), nos unimos a él y de esta manera permitimos que nos abrace

este amor que es más fuerte que la muerte. Este encuentro con el

Salvador nos facilita también, el Sacramento de la reconciliación en el

cual el hombre de una manera particular, experimenta la misericordia

de Dios, es decir, el amor que es más fuerte que el pecado. Porque en

el mundo sigue existiendo el pecado y por eso Dios se nos revela como

el Padre de la misericordia. Y esta misericordia es infinita, ya que es

inagotable y perpetúa la disponibilidad del Padre celestial para perdo-

nar las culpas de los hijos pródigos. Este poder de perdonar tiene su

fuente en el Sacrificio del Hijo. Sin embargo esta misericordia de Dios

se puede tornar ineficaz e infructuosa solamente frente a la falta de la

Parroquia de San José – Almería Página 121

buena voluntad del hombre, de la falta de la disponibilidad para la

conversión y penitencia, es decir, en el caso de permanecer en obstina-

ción, en la oposición a la gracia de Dios y a la verdad, especialmente

en el caso del menosprecio y rechazo de los frutos de la pasión salva-

dora de Cristo y de su resurrección. Por eso la Iglesia anuncia y exhor-

ta a la conversión que es la apertura al amor de Dios, es decir al pa-

ciente y benévolo amor del Salvador (1 Corintios 13,4). Esta conver-

sión no es otra cosa sino el resultado y fruto de encontrar al Padre rico

en misericordia. Pero esta conversión no es un acto de una sola vez

sino una disposición constante, un estado del alma y una fuente inago-

table de ésta conversión es éste conocimiento y descubrimiento que

Dios es misericordioso y está lleno de bondad. Los que así lo conocen

viven en un estado de continua conversión ya que son conscientes que

en la vida terrena somos peregrinos pecadores en el camino a la casa

del Padre.

Además de esta enseñanza de palabra la Iglesia confiesa a esta mi-

sericordia de Dios, también por medio de la vida de todo el Pueblo de

Dios. Por este testimonio de vida la Iglesia cumple y continúa la mi-

sión mesiánica del mismo Cristo. La Iglesia tiene conciencia que so-

lamente apoyándose sobre la misericordia de Dios puede realizar las

obligaciones que surgen de la enseñanza del Concilio Vaticano II en

cuanto al ecumenismo, deseando sinceramente la unión de todos los

que creen en Cristo. La Iglesia confiesa con humildad, que lograr la

deseada unión con Cristo solamente es posible gracias a este amor que

es más grade que la debilidad de las divisiones humanas. Y también

por todo esto la Iglesia implora incesantemente. (DM 13).

Continuando este pensamiento del Papa, los teólogos, unánime-

mente dicen que frente a tan urgentes problemas, tensiones, amenazas

que exigen de unos remedios eficaces es de gran importancia, es un

desafío, el actuar de la Iglesia. La iglesia en medio de la misión salví-

Parroquia de San José – Almería Página 122

fica que le fue encomendada viene en ayuda de la humanidad sufrien-

te anunciando esta verdad de la misericordia de Dios, de acuerdo con

la revelación de Dios, y también manifiesta esta misericordia en la

vida y en las obras a ejemplo de Jesucristo su fundador. La misericor-

dia de Dios revelada en Cristo se prolonga ahora en la Iglesia y dura de

generación en generación, como lo cantó la Virgen María en su cántico

de alabanza. Sin embargo, el Papa tiene aquí presente no tanto el co-

nocimiento teórico de esta verdad o la admiración por la perfección de

Dios sino, más bien, la vida y las acciones de los creyentes en Cristo

concordantes con el amor misericordioso. La tarea de la Iglesia se

reduce a ahondar esta conciencia para que en su misión de testimonio

activo de este amor de Dios siendo fiel a toda la tradición del Antiguo

y Nuevo Testamento, imitando los ejemplos luminosos especialmente

de Cristo y de los Apóstoles y educar a los fieles en este espíritu.

Según los teólogos esta tarea y obligación es de tal importancia que

una negligencia en su cumplimento puede desembocar en la perdida de

la veracidad de parte de la Iglesia. En el mundo sigue existiendo el

pecado, por eso Dios no puede manifestarse de otra forma sino por

medio del amor misericordioso, es decir por la Misericordia. Y a esta

misión y obligación la Iglesia debe mantenerse fiel.

La Iglesia procura también, escribe el papa en la parte final de la

encíclica, practicar la misericordia al prójimo. Animada por la ense-

ñanza y el ejemplo de Cristo tiene bien presente que el hombre no

sólo experimenta la misericordia de Dios sino que también es llamado

para manifestarla a los demás. La bienaventuranza de Cristo a los mi-

sericordiosos es una exhortación a practicar la misericordia. Practicar

la misericordia al prójimo se transforma, en una cuasi condición, para

obtener la Misericordia de Dios. Se trata aquí no sólo de los actos

singulares, esta actitud debe ser una manifestación de la vocación cris-

tiana, una postura, un estilo de vida. En la mutuas relaciones entre los

Parroquia de San José – Almería Página 123

hombres estas manifestaciones del amor misericordioso no son una

acción unidireccional sino que se refieren a las dos partes, ya que las

dos partes se enriquecen mutuamente, se donan y experimentan la

misericordia. El Señor Jesús enseña claramente que la misericordia

manifestada al prójimo se refiere al mismo Dios. Por eso, según el

Papa, hace falta ahondar la conciencia, purificar las intenciones y pro-

curar entender en su amplitud la misericordia manifestada a los de-

más. Practicando la misericordia al prójimo también nosotros la reci-

bimos de nuestros destinatarios. Este convencimiento y conciencia son

una expresión de nuestra conversión plena, la cual Dios espera de

nosotros. De ahí el programa trazado por Cristo en su Sermón de la

Montaña en el que nos muestra una visión de la misericordia de Dios

mucho más rica y profunda que nuestras convicciones comunes sobre

este tema. El entender la misericordia sólo en el aspecto de una rela-

ción unidireccional provoca que surja una distancia entre el donante y

aquel que recibe el don. Y esto, seguidamente, lleva a formar las rela-

ciones entre los hombres sólo sobre la justicia sin tener en cuenta la

misericordia. Sin embargo la autentica misericordia es la fuente más

profunda de la justicia. La autentica misericordia es un medio más

perfecto para igualar a los hombres, es decir, es una encarnación más

perfecta de la justicia. La igualdad por medio de la justicia, tiene lugar

en el ámbito de los bienes materiales, gracias al amor y misericordia

los hombres se encuentran en el mismo bien que es el mismo hombre

con su dignidad. Sin embargo el amor no borra las diferencias entre las

partes, las dos partes conservan el sentimiento de su dignidad y distin-

ción, pero el amor las une. La misericordia se manifiesta aquí como un

medio que configura las relaciones entre los hombres en el espíritu de

la fraternidad. Esta verdadera unión entre los hombres no es posible

lograrla sólo con la medida de la justicia. Esta, debe ser constantemen-

te acompañada y enriquecida con el amor misericordioso propio del

cristianismo, cuya manifestación son las numerosas parábolas de

Parroquia de San José – Almería Página 124

Cristo: sobre el hijo pródigo, la moneda, la oveja perdida etc. Precisa-

mente por esto el amor misericordioso es tan imprescindible en las

relaciones entre los cercanos, en el matrimonio, familia, entre los her-

manos, amigos, en la educación, en el trabajo pastoral. La civilización

del amor de la cual hablaba el papa Pablo VI tendría que ser el fin al

cual tienden todas las acciones en el área social, cultural, económica,

política ya que conseguir este fin no va ser posible aplicando sólo la

justicia según la norma “ojo por ojo” (Mt 5, 38). Aquí hace falta otro

espíritu, del cual habla el Concilio Vaticano II señalado la necesidad

de un mundo más humano (GS 40).

El mundo puede ser más humano cuando las relaciones interperso-

nales se guíen también por el mensaje del evangelio en el amor miseri-

cordioso. Se va a hacer más humano gracias al perdón que va a con-

firmar que el amor es más fuerte que el pecado, ya que este perdón es

una condición de la reconciliación con Dios y con los hombres. La

Iglesia acepta como su obligación el anuncio y la realización del mis-

terio de la Misericordia revelada en Cristo. Este Cristo Misericordioso

es para todos una fuente de vida mejor, es decir, diferente de esta, so-

metida a la triple concupiscencia (1 Juan 2, 16). Precisamente Cristo

en la Oración del Señor nos enseña a perdonar ya que somos “deudo-

res” para con Dios y con los demás, tenemos que, entonces, sentirnos

obligados a la solidaridad fraterna. A la pregunta de Pedro - ¿Cuántas

veces debe perdonar al prójimo? – Cristo responde: setenta veces siete

(Mateo 18, 22). Este perdón no elimina las exigencias de justicia.

Según el espíritu del Evangelio ni perdón, ni misericordia implican ser

indulgente con el mal, daño o escándalo. La reparación del mal y del

daño, es decir, la satisfacción, es una condición para recibir el perdón.

La Iglesia, por lo tanto, considera su deber guardar la veracidad del

perdón en la vida, en el modo de actuar, en la educación y en la pasto-

ral. Ejerce este deber cuidando la misma fuente del perdón que es la

Parroquia de San José – Almería Página 125

misericordia de Dios revelada en Cristo (DM, 14).

Junto con el anuncio de la verdad de la misericordia de Dios y su

práctica en los hombres la Iglesia no olvida la oración. Es un derecho

y un deber de la Iglesia implorar en las oraciones la Misericordia de

Dios frente a distintos males que amenazan a la humanidad y la alejan

de Él y del misterio de la Misericordia. La humanidad percibe intuiti-

vamente estas amenazas que se manifiestan en crecientes tensiones.

Aunque la gente pierde el sentido de la palabra misericordia y deja de

practicarla, la Iglesia tiene que anunciarla aún más fuerte en su nombre

propio y el de todos los hombres implorando a Dios con fuerza, que

muestre su Misericordia. La Iglesia como una madre acompaña a sus

hijos que se extravían como ovejas, aunque el mal triunfe sobre el

bien, aunque la humanidad mereciera un nuevo “diluvio”. La Iglesia se

refugia en este amor paterno que Cristo nos manifestó en su misión y

en su misterio pascual. Aquí nos vuelven a resonar las palabras de

María en el Magnificat, ya que su misericordia es eterna de generación

en generación. La Iglesia a imagen de la Virgen María, como madre,

reza con gran solicitud y confianza. Esta oración de la Iglesia se fun-

damente en la fe, esperanza y caridad que Cristo injertó en los corazo-

nes de sus fieles. Apoyándose en este amor a Dios nos corresponde

clamar junto con Cristo: “Padre, perdónalos” (Lucas 23, 34). Con

este amor hay que abrazar a todos los hombres sin distinciones ni divi-

siones ya que la Iglesia desea apaciguar el mal para todos y a todos

implorar el bien de la Divina Misericordia.

A los que no entienden este amor y esperanza, en nombre de los

cuales el papa clama en el día de hoy, implorando la misericordia de

Dios, apela que procuren entender, por lo menos, el motivo de esta

solicitud que surge del amor a los hombres y a todos los valores

humanos que están hoy tan amenazados. Terminando su encíclica, el

Papa clama e implora en nombre de Jesucristo crucificado y resucitado

Parroquia de San José – Almería Página 126

para que una vez más, en esta etapa de la historia, se manifieste el

amor del Padre celestial, y por medio del Hijo y del Espíritu Santo se

haga presente en el mundo de hoy y se revele como más fuerte que el

mal, el pecado y la muerte. Esta suplica, el papa la dirige al trono de

Dios por la intercesión de la Virgen María, que un día anuncio la ver-

dad llena de esperanza de que la Misericordia de Dios permanece de

generación en generación (DM, 15).

Refiriéndose a estas expresiones del papa los teólogos admiten que

la Misericordia de Dios tendría que reflejarse en la vida y en las accio-

nes del hombre. Quienes desean experimentar la Misericordia Divina

tendrían que manifestarla al prójimo. Este es el camino más adecuado

y más directo a Dios. Sin embargo esta postura exige de un cambio

interior y de la conversión. Esta postura del amor misericordioso

tendría que tener su reflejo tanto en las relaciones humanas, a nivel

global, como entre los cercanos, en la familia, en el matrimonio, entre

los amigos. Es muy necesaria ya que como la fuerza mayor que el mal

y el pecado es capaz de vencer diversas formas del mal. Su fuerza y

poder reside en el perdón, que hace, que la justicia de lugar a la mise-

ricordia. Este primado del amor frente a la justicia se hace visible en la

misericordia. No todos en el día hoy, pueden comprender esta relación

particular ente misericordia y justicia.

Tal vez para muchos de los hombres de hoy esta postura del papa

puede ser un “duro lenguaje”, dicen los teólogos, ya que muchos no

comprenden esta relación ni la esencia del amor misericordioso. Es

que el concepto de la misericordia ha perdido su significado en el día

de hoy. Advirtiendo, con mayor frecuencia, en la misericordia una

relación de desigualdad, la gente está convencida que esto atenta con-

tra la dignidad humana. Sin embargo la misericordia no puede ser en-

tendida como un gesto de los ricos hacia los pobres. La gente cons-

ciente de su divinidad espera los bienes que le corresponden por

Parroquia de San José – Almería Página 127

legítimas razones, y no por una gracia. Según la revelación de Dios, la

misericordia es la encarnación de una más profunda y perfecta igual-

dad entre los hombres, es decir, es la encarnación más perfecta de jus-

ticia. No se puede entender la misericordia unilateralmente ya que allí

se manifiesta una distancia entre las personas. La misericordia es una

relación mutua donde las dos partes se enriquecen recíprocamente. La

justicia tiene lugar con la acción de dar algo material por las razones

de equidad, en cambio en la misericordia se trata de una relación in-

terpersonal donde las dos partes donan recíprocamente el bien. Aquí,

el amor devuelve el hombre al hombre. Por eso la misericordia no

rebaja al hombre ni atenta contra su dignidad. Al contrario, es una

fuerza creadora que en las relaciones interpersonales eleva al hombre y

subraya su dignidad. Gracias a este amor el mundo va a ser cada vez

más humano. En las conclusiones los comentaristas señalan que el

Papa publicó esta encíclica en respuesta a las expectativas de la huma-

nidad ya que en el misterio de Cristo que reveló al mundo el amor

misericordioso del Padre, advirtió la adecuada y plena dimensión de la

misericordia como un elemento y el valor que eleva al hombre y pue-

de sacar el bien de la aparente dominación del mal en el mundo y en el

hombre. El anuncio de esta verdad al mundo es el anuncio de la fe en

Dios y en el hombre que percibe su dignidad. De esta manera el Papa

cumple la misión encomendada por Cristo de confirmar a sus herma-

nos en la fe. Este llamado del Papa por la misericordia en el mundo es

al mismo tiempo exhortación del mismo Cristo que no tendría que

quedar sin eco. Encíclica es, de alguna forma, paráfrasis del Mensaje

para el Año Nuevo 1972 en el cual el Papa Pablo VI escribía: “deseas

la paz, busca la justicia”. Juan Pablo II en su encíclica desea decirnos:

“deseas la justicia, busca la misericordia”. Esta encíclica es, enton-

ces, una carta magna que manifiesta en el mundo de hoy como realizar

la justicia y la misericordia.

Parroquia de San José – Almería Página 128

CAPITULO 10

LA CONFIANZA COMO PRIMERA RESPUESTA

DEL HOMBRE AL CONOCER EL MISTERIO

DE LA MISERICORDIA DE DIOS

El hombre fue creado por Dios a Su imagen y semejanza. Lo que lo

distingue de otras criaturas no es solamente la razón y la voluntad sino

también el libre albedrío por el cual puede realizar sus elecciones. Es

verdad que nuestra voluntad a causa del pecado original fue muy debi-

litada y estamos condicionados por varias cosas pero con toda seguri-

dad, Dios nos capacitó, a pesar de estos condicionamientos, para dar

una respuesta a Su llamado, a Su voluntad. Se trata de la capacidad de

darle a Dios, a su actuación, una respuesta de fe, pero hace falta acla-

rar que esta capacidad es también una gracia de Dios, su don. Uno de

los sínodos más importantes que se realizó en la iglesia fue el de

Orange del año 529 que determinó que todo es gracia, cualquier cosa

que poseemos, cada acto de fe y oración es una gracia de Dios. Lo que

pertenece al hombre es el pecado que heredamos de Adán y Eva y

todos los pecados personales que son una consecuencia de la naturale-

za humana corrompida. Sin embargo todo lo que poseemos – tanto en

la esfera material como espiritual – es un don de la gracia y de la infi-

nita misericordia de Dios.

Veamos de que manera el hombre puede responder a Dios por sus

dones y sobre todo por su amor aunque estamos tan limitados. Dios no

nos dejó solos pues viene en nuestra ayuda para que libremente pero

con Su ayuda podamos confiarle y entregarnos a Él. Hay muchos per-

sonajes de la Sagrada Escritura que confiaron en Dios que han permi-

tido que los seduzca (ver Jeremías. 20, 7) y por eso manifiestan que se

puede dar a Dios una respuesta llena de confianza y amor.

Parroquia de San José – Almería Página 129

Abraham, el padre de la fé

La primera persona en la historia de la salvación que respondió al

llamado de Dios de una manera más admirable fue Abraham, del cual

San Pablo dice que es el padre de la fé. Antes que lo veamos en las

cartas de la Sagrada Escritura, la historia del mundo ya fue avanzada.

En esta historia los hombres experimentaron, sobre todo, la maldición

que se relaciona con el pecado. El hombre fue sumergido en un terrible

sufrimiento y en las tinieblas, a pesar del anuncio de la salvación no

hubo esperanza para cambiar esta situación. La verdadera luz y la es-

peranza vienen junto con Abraham. No se distinguía de otras personas

de su tiempo. Fue politeísta, pastor que tenía sus deseos siendo el más

grande era tener tierra y un hijo que su mujer no le podía dar ya que

era estéril. Era entonces un hombre infeliz y la vida le parecía sin sen-

tido. En esta citación del sufrimiento, sin embargo, entra Dios con su

promesa de la tierra y descendencia. Dios invita a Abraham a la fé de

que esto es posible, que Él puede cumplirlas en su vida, bajo una con-

dición, que va a creer en su palabra y la consecuencia de su fé va a ser

el hecho de abandonar su clan y la obediencia a Dios. Abraham tiene

esperanza, ya que, humanamente el cumplimiento de esta promesa no

era posible.

Desde este momento en el cual confió en Dios, su vida se hizo una

escuela de fé en la cual cada día debía aprender la confianza en Dios.

Había en su vida temporadas en que vivía según sus pensamientos,

pero se dio cuenta que cuando dejaba de apoyarse en Dios, entonces,

aparecían las dificultades y mayor sufrimiento; sin embargo, cuando

entrega su vida a Dios ésta se hace más simple. Abraham aprende a

confiar en Dios cada día y gracia a esta fe va a llegar a ver el cumpli-

miento de la promesa de Dios, recibirá la tierra y sobre todo a su hijo

Isaac que va a ser para él una comprobación visible de la obra de Dios

Parroquia de San José – Almería Página 130

en su historia. Su fe va a ser tan firme que no va a dudar en ofrecer a

su hijo como una ofrenda cuando Dios se lo exige para manifestar

hasta que punto confía en Él. En el monte Moriah se va a manifestar la

plenitud de la fe de Abraham que para cada uno de nosotros puede ser

un ejemplo de cómo se puede apoyar la propia vida en Dios, como se

puede confiar en Él totalmente convencido de su veracidad y poder,

pues siempre cumple lo que promete.

Por eso Abraham se hizo el padre de la fe, ya que en el mundo don-

de reinaba la maldición del pecado y de la incredulidad brilló la luz de

la bendición que es el fruto de la total confianza en Dios. Gracias a

esta postura de Abraham las naciones enteras van a desear la bendición

con su ejemplo, y no solamente todos van a participar en su bendición

sino que van a confiar en el Padre de la misericordia.

Por Javéh y por Gedeón

Otro ejemplo muy bello de la confianza en Dios es la historia de

uno de los jueces, de Gedeón, a quien Dios eligió para que sea libera-

dor de su pueblo del poder de los madianitas. Gedeón se prepara para

la lucha con sus enemigos convocando al ejército, veintidós mil solda-

dos, gracias a los cuales tiene la esperanza de vencer al enemigo. Sin

embargo Dios le ordena reducir el ejército hasta un número muy pe-

queño, diciendo: “La gente que te acompaña es demasiado numerosa

para que ponga a Madián en sus manos. No quiero que Israel se gloríe

a expensas mías diciendo: Es mi mano la que me salvó”(Jc. 7, 2). Ge-

deón reduce el ejército primero a diez mil y finalmente a 300 soldados

con los cuales vence al enemigo. Dios por medio de este acontecimien-

to os transmite la verdad fundamental que el hombre no vence por la

fuerza sino sobre todo por la confianza en Él. Israel muchas veces

tuvo la tentación de desconfiar en los pactos con los países vecinos por

Parroquia de San José – Almería Página 131

medio de los cuales se alejaba de la alianza establecida con Dios, ya

que estos pactos traían consigo el culto a los ídolos y la aceptación de

las creencias de otros pueblos. Dios fue muy celoso con la fidelidad

del pueblo elegido y constantemente lo instruía de que solamente la fe

y la confianza en Él puede salvarlo. Por medio del profeta Isaías lla-

maba: “En la conversión y en la calma está la salvación de ustedes”

(Isaias. 30,15), no en la fuerza del caballo y el número elevado del

ejército, no en dudosos pactos con los pueblos ajenos. La confianza en

Dios tenía que formar la base para la libertad política y del bienestar

pero cuando este pueblo confiaba más en su sabiduría que en la pala-

bra de Dios, que en las promesas de Dios, sobre los hombres caían

desgracias hasta el exilio de toda la nación primero hasta Asiria y des-

pués a Babilonia. Los judíos aprendieron muy lentamente esta ense-

ñanza sobre la confianza en Dios, con frecuencia ya era demasiado

tarde para cambiar el curso de los acontecimientos. Con el tiempo

reflexionaban sobre su historia, viendo su endurecimiento y al mismo

tiempo la misericordia de Dios. La historia de la salvación descrita en

la Sagrada Escritura no es trasmitida para un conocimiento histórico,

esta es la palabra de Dios para nosotros, para que podamos reconocer

en la palabra nuestra propia historia y logremos descubrir la semejanza

fundamental entre nosotros y el pueblo elegido. Fijémonos que cada

vez que hemos fundamentado nuestra vida en la sabiduría que viene

del mundo, sobre nuestras razones prescindiendo de la voluntad de

Dios y sus proyectos, tantas veces hemos experimentado numerosos,

inútiles pesares, nos hemos complicado la vida. La historia de la salva-

ción nos enseña la confianza en Dios, fiarse en Él, ya que Él es fiel, es

poderoso y siempre espera nuestra fe que mueve las montañas y espera

nuestra confianza gracias a la cual puede actuar. Así como en el caso

de Gedeón, a Dios no le hace falta la fuerza de un ejército para vencer

a nuestro enemigo el diablo. Él solo va a vencer cuando le permitimos

que nos guíe, cuando confiamos en Su misericordia.

Parroquia de San José – Almería Página 132

En su misericordia, ten piedad de mí

Otro personaje que debemos recordar en nuestra reflexión es el rey

David, elegido de Dios que realiza la unificación de las doce tribus de

Israel, gran guerrero del cual se dijo que fue según el corazón del

mismo Dios. Realmente las obras de David podrían testimoniar que

fue enriquecido con los dones especiales de Dios en la lucha contra los

enemigos del Pueblo de Dios y en la lucha por la unidad dentro de la

nación. Aunque tuvo muchos enemigos fue amado por su pueblo por

su diligencia y simplicidad. Sin embargo este gran rey fue infiel a

Dios cometiendo un pecado que fue abominable a Sus ojos.

La situación de David es peligrosa porque no ve su mal actuar, no

se da cuenta y en este caso no es posible la conversión. Por eso Dios le

envía al profeta Natán que le va a traer la luz que le va a permitir

humillarse ante Él y confesar su pecado. El rey va a confesar a Dios:

“He pecado contra el Señor” (2 Sam. 12, 13), va a reconocer el adulte-

rio cometido y el crimen que realizó sobre el inocente Urías y este

reconocimiento va a ser para él la fuente de un gran cambio interior

cuyo fruto va a ser la humildad y el amor al prójimo. Cuando va a ser

destronado por su hijo Absalón y va a huir de Jerusalén sufrirá una

gran humillación pero él ya no se va a rebelar contra Dios y no va a

exigir un castigo para su perseguidor, pero lo va a reconocer como un

don de Dios para su conversión. En este hecho de la humillación va a

ver la misericordia de Dios y va a responderle con su confianza y amor

a Él. Vemos, entonces, que Dios tiene la misericordia tan grande, que

se revela en el perdón de cada pecado – aunque sea el más grande –

puede convertirse en una oportunidad para volver al Padre. Dios da

una oportunidad a cada uno y para Él no son un obstáculo – si así po-

demos decir – nuestros pecados, pero sí nuestra incredulidad en Su

amor y falta de confianza en Él. Dios nos ama tanto que hasta del pe-

Parroquia de San José – Almería Página 133

cado más grande, del más grande fracaso puede sacar un bien, como

fue con el pecado original del cual cantamos: “Oh feliz culpa”. Para

Dios no hay ningún obstáculo para sacar un bien de todas nuestras

equivocaciones y pecados. El obstáculo más grande es la falta de con-

fianza y carencia de fe en Su amor. La figura de David es para noso-

tros una palabra maravillosa que nos manifiesta que Dios puede sacar

un gran bien cuando admitimos nuestras culpas, cuando las vemos y

las reconocemos.

Siervos del Señor bendigan al Señor

Toda la Sagrada Escritura en muchos lugares muestra a las perso-

nas que confiaron en Dios que no adoraron a los ídolos aunque estaban

en peligro de perder la vida, a pesar de todo se mantuvieron firmes en

la fe. Así fue en el caso de los siete hermanos durante el levantamiento

de los Macabeos cuando se obligaba a los judíos comer la carne

prohibida por la ley, así fue durante la esclavitud de Babilonia cuando

el rey Nabucodonosor mandó a todos los súbditos rendir el homenaje

a su imagen hecha de oro. En la corte real había tres jóvenes educados

en la fe de Israel y para ellos el amor a Dios era lo más importante en

la vida. Cuando escucharon el mandato del rey, no se arrodillaron fren-

te al ídolo, por eso merecieron el enojo del tirano y fueron arrojados en

un horno ardiente. La confianza en Dios hizo que les mandara un ángel

que no permitió que el fuego les hiciera algún daño, al contrario, allí

dentro del horno ardiente cantaban un himno de alabanza a Dios por

todos los dones y gracias que habían recibido, que recibió todo el

mundo. El canto de alabanza lo ensalzaba por la obra de la creación y

por la obra de la liberación de las llamas. Ellos experimentaron que

Dios es el Señor de todos los poderes, tanto los que existen en la natu-

raleza como también del poder aun más peligroso que es la muerte.

Parroquia de San José – Almería Página 134

Dios es el Señor incluso de la muerte y la actitud de confiar en Él hizo

que fueran liberados de ella.

Los tres jóvenes del Libro de Daniel son una figura cierta y anuncio

de la actitud cristiana de la confianza en Dios hasta el fin, hasta en las

condiciones más difíciles. La vida cristiana también tiene sus llamas y

es fácil olvidarse de Dios, es fácil quejarse de todo el mundo y acusar

a Dios por los sufrimientos que caen sobre nosotros; de ahí en estas

llamas necesitamos al mismo Jesucristo que las va a neutralizar. Esto

sucede realmente por la resurrección de Jesús quién le quito a la muer-

te su espada. Quien cree y confía en Dios no le perjudican estas lla-

mas. En toda la historia de la salvación hay muchos testigos quienes en

medio de más grandes sufrimientos no sucumbieron en la fe sino que

mirando el rostro de Dios misericordioso, en Él buscaban la salvación

y nunca fueron defraudados.

Señor, tú lo sabes todo

Podemos sentirnos muy conmovidos por muchos testimonios de las

personas totalmente confiadas en Dios tanto en el Antiguo como en el

Nuevo Testamento. Veamos entonces por lo menos a un personaje del

Evangelio que nos resulta muy cercano no solamente porque es un

discípulo de Jesús sino más bien por sus actitudes. Esta figura es Pedro

Apóstol llamado por Jesús para ser el pescador de los hombres aunque

él se defendía mucho de esto, teniendo presente su condición de peca-

dor. Pero nos resulta muy cercano por su espontaneidad y facilidad con

la cual declara su adhesión y su amor al Maestro. Somos muy pareci-

dos a él en esto ya que tantas veces tenemos en los labios muchas

hermosas declaraciones que confiesan nuestra fe y al mismo tiempo en

la práctica de la vida cedemos frente al temor por nosotros mismos, no

perdemos nuestra vida, no morimos cada día como el grano de trigo

Parroquia de San José – Almería Página 135

para recibir una nueva vida. Este miedo es provocado justamente por

la falta de una fe y confianza madura. Jesús reprochaba a Pedro su

falta de fe y hacía falta un camino muy largo para que ésta fuera forta-

lecida. El mismo Salvador va a pedir para que no decaiga su fe y que

él a su vez pueda fortalecer en la fe a sus hermanos. Antes de llegar a

esto, Pedro va a necesitar ciertas experiencias que primero le van a

manifestar la verdad de él y después va a buscar la ayuda en su Maes-

tro.

Hay muchos acontecimientos que ponen en evidencia la falta de

confianza de Pedro en Jesús: cuando empezó a hundirse, cuando

quería apartar del Salvador su pasión y cruz y cuando finalmente lo

negó frente a una sirvienta. Estas actitudes que manifestaba su falta de

comprensión de la misión de Jesús, su falta de confianza, eran muy

necesarias para Pedro ya que le ayudaron a ver que era un pecador. No

teóricamente como hizo a orillas del lago, sino prácticamente tocando

esta verdad en profundidad y experimentándola hasta las lágrimas. La

verdad sobre su propio pecado es dolorosa y llega a llorar, pero con

seguridad estas son las lágrimas de purificación que lleva a una gran

humildad, son las lágrimas de la salvación. Estas ablandan al hombre,

a su corazón duro que se resiste a reconocer la culpa frente a Dios. La

soberbia siempre está en las raíces de nuestra dureza de corazón, ya

que ella no reconoce la debilidad. Un soberbio ni siquiera admite, no le

entra en su cabeza que podría caer, pecar, traicionar, manifestarse im-

perfecto. Judas no se pudo perdonar que vendiera a su Maestro y por

eso no se supo abrir al perdón de Dios. No podía entender la Divina

Misericordia, al no ser capaz de confiarse a ella. Con Pedro sucedió

diferente. El permitió que la mirada de Jesús llegara a su corazón y

quemara la soberbia, permitió a Jesús tocar las partes más débiles de

su yo y destruirlas con el fuego de la misericordia. No nos resulta difí-

cil imaginarnos qué gran alivio sintió cuando experimentó el perdón

Parroquia de San José – Almería Página 136

que le ofreció Jesús, cuando sintió a través de las lágrimas la alegría y

una verdadera libertad. Ya no necesita defender nada, comprobar ni

declarar nada. Ahora puede repetir sin fin y susurrar: “Señor tú lo sa-

bes todo, sabes que te quiero” (Juan. 21, 17). “Señor, tú me sondeas y

me conoces, tú sabes si me siento o me levanto; de lejos percibes lo

que pienso, te das cuenta si camino o si descanso, y todos mis pasos te

son familiares” (Salmo. 139, 1-3). “Tú sabes Señor que te negué, que

soy débil, pero Tú también sabes que mirando tu rostro puedo amarte,

puedo entregarme a Ti, en Ti puedo todo. Tú sabes que te amo”.

Jesús en Ti confío

Esta oración breve, este grito levantado al Salvador con seguridad,

surge de una profunda vivencia de la indignidad personal de Santa

Faustina. Con frecuencia en su Diario manifestaba esta verdad y no

podríamos comprender esta actitud de confianza si ella no experimen-

tara en profundidad, que ante Dios es una partícula de polvo en el

cosmos. La confianza en Dios nace de la experiencia de la propia insu-

ficiencia y al mismo tiempo de la contemplación del amor revelado de

diversas maneras, pero sobre todo en la persona de Jesucristo que es la

imagen del Dios invisible. Esta imagen fue presentada en los Evange-

lios, pero no solamente, ya que existe también una experiencia de la fe.

San Pablo no conoció a Jesús en carne y esto no tenía para él ninguna

importancia. El conoció a Jesús por el testimonio del Espíritu Santo en

la profundidad de su ser, en el fondo de su existencia y esta experien-

cia es más importante que el encuentro en el cuerpo. “Felices los que

creen sin haber visto” (Juan. 20, 29), dijo Jesús a Tomas. Por eso

podemos alegrarnos que una experiencia semejante del amor de Jesús,

de su misericordia también pueda suceder en nuestra vida. El problema

consiste en hasta donde nos vamos a hacer de pequeños, hasta donde

Parroquia de San José – Almería Página 137

vamos a reconocer nuestra propia insuficiencia y debilidad para permi-

tir a Dios actuar en las profundidades de nuestro corazón. Esta es la

condición indispensable para que podamos participar de la salvación

que trajo Jesucristo, es decir, el don del Espíritu Santo. Dios le da su

gracia a los humildes y se opone a los soberbios.

La Santa Hermana Faustina por eso es un signo tan grandioso en el

mundo de hoy, ya que vive en el siglo de los totalismos más grandes,

de los grandes poderes que se confabularon contra Dios y el hombre y

en este infierno podía decirle a Dios su – sí – podía creer que Él existe,

que Él es el amor, que es la misericordia. Dios llama a los pequeños

para que sean testigos de su amor, para que manifiesten al mundo que

el amor es más fuerte que la muerte, que la confianza en Dios es la

obra más grande del hombre. Uno se puede asustar del poderío de los

sistemas dirigidos contra el bien de la humanidad que emplean grandes

medios con el fin de esclavizar las conciencias humanas, de construir

los campos de concentración y cárceles donde no hay lugar para la

misericordia. Un signo aun más grande para el mundo contemporáneo

es una humilde hermana cuya ocupación principal va a ser confiar sin

límites en la Misericordia. Así como la vocación de Santa Teresita fue:

ser amor en el corazón de la Iglesia, así la vocación de la Hermana

Faustina consiste en mostrar al mundo que “Dios es más grande que

nuestro corazón” (1 Juan. 3, 20), que Dios es el amor misericordioso y

quien confía en Él nunca va a ser defraudado.

No es posible analizar todas las actitudes que manifiestan la res-

puesta de la confianza que muchas personas en la historia de la salva-

ción y en la historia de la Iglesia han dado a Dios. Tampoco este es el

objetivo de esta reflexión. Es importante darnos cuenta que esta

postura es posible, que existe y lo que es más importante que esta acti-

tud es la respuesta más bella que el hombre puede dar a su Señor

Misericordioso. Pidamos en la oración este don que fue la participa-

Parroquia de San José – Almería Página 138

ción de una muchedumbre de los pequeños servidores de Dios Todo-

poderoso; ellos – como hemos visto – fueron débiles y pecadores por

lo tanto necesitaban un apoyo en alguien más fuerte y han descubierto

en su vida que existe solamente una piedra, solamente una roca, un

castillo bien custodiado, sobre el cual se puede construir su propia

suerte. Ellos son un vivo testimonio de esta actitud para nosotros.

Pidamos este don de la confianza en Dios.

Parroquia de San José – Almería Página 139

CAPITULO 11

Hemos reflexionado sobre la confianza del hombre, que es la res-

puesta más bella que podemos darle a Dios en nuestra vida. Esta acti-

tud nace de la experiencia de la debilidad humana y de la condición

pecadora que sentimos, por lo tanto pidiendo la ayuda de Dios nos

hacemos testigos de Su intervención salvadora. Adoramos este amor y

deseamos que lo conozca todo el mundo así como fue el caso de Santa

Faustina. Experimentando el perdón de nuestros pecados y contem-

plando las obras de Dios realizadas en nuestra historia, no podemos

limitarnos únicamente a las palabras ya que no son los que dicen Se-

ñor, los que entrarán al reino de los cielos sino los que cumplen la

voluntad del Padre (ver Mateo. 7, 21). De esta manera existe también

otra respuesta que se relaciona con el prójimo. Quien experimentó la

Divina Misericordia en su vida no puede ser indiferente para con los

demás. Dios desea que su misericordia llegue a ellos a través de mi,

para que yo mismo sea el instrumento de misericordia para con los

demás y así obre de una manera parecida a Dios misericordioso. Sean

misericordiosos como su Padre es misericordioso.

El Sermón de la Montaña, según San Lucas, transmite las palabras

de Jesús que son el resumen de todo el Evangelio: “Hagan por los de-

más lo que quieren que los hombres hagan por ustedes” (Lucas. 6, 31).

“Sean misericordiosos, como el Padre de ustedes es misericordioso”

(Lucas. 6, 36). Estas palabras son una invitación a cierta actitud que

surge de la experiencia del amor de Dios en la propia vida. Nuestra

respuesta al amor de Dios es una sola: “Amarás al Señor, tu Dios, con

Parroquia de San José – Almería Página 140

todo tu corazón, con toda tu alma y con todas tus fuerzas” (Deut. 6, 5),

y “a tu prójimo como a ti mismo” (Marcos. 12, 31). El amor a Dios va

siempre por el otro hombre ya que ¿cómo se puede amar a Dios a

quien no se ve, si no se ama al hombre a quien vemos? (ver 1 Juan. 4,

20). El deseo más profundo de cada uno de nosotros es el amor, la

necesidad de ser amado, es la aspiración a que los demás nos acepten

así como somos. No todos se dan cuenta que solamente Dios puede

saciar los deseos de nuestro corazón. Lo experimentamos de una ma-

nera más clara, por medio del perdón de los pecados, cuando nos

hemos alejado de Dios, Él no respondió a nuestra maldad con enojo,

castigo, sino con la misericordia. Dios es misericordioso para nosotros,

si “… la prueba de que Dios nos ama es que Cristo murió por nosotros

cuando todavía éramos pecadores” (Romanos. 5,8), es una consecuen-

cia natural que esta vivencia del perdón nos lleve a la misericordia

para con el prójimo. Por lo tanto sé misericordioso ya que Dios te ma-

nifestó su misericordia.

Hay todavía otro aspecto de esta cuestión. Deseamos también de un

buen trato por parte de los demás, queremos que los demás nos amen,

que nos respeten, que no nos juzguen, pero que nos acepten con todos

nuestros defectos. Jesús nos sugiere: “Hagan por los demás lo que

quieren que los hombres hagan por ustedes” (Lucas. 6, 31). Sin em-

bargo, existe cierta dificultad en la aceptación de esta palabra, se hace

imposible cumplirla si no tenemos una auténtica experiencia del

perdón de nuestros pecados por parte de Dios. Para que esta experien-

cia pueda ser también la nuestra, debemos primero presentarnos ante

Dios con toda la verdad, como sus deudores. Si no lo hacemos vamos

a ser parecidos al siervo sin compasión quien recibió el perdón de sus

deudas, pero no fue capaz de perdonar las deudas a uno de sus compa-

ñeros.

Parroquia de San José – Almería Página 141

El Señor tuvo compasión de su siervo

Jesús presenta una bella parábola sobre un deudor que debía a su

señor diez mil talentos, lo cual era una suma enorme. Como no lo

podía devolver, su señor decidió encarcelarlo hasta que saldara toda la

deuda, pero respondiendo a su imploración tuvo compasión de él y le

perdonó la misma. Este siervo tenía también a un deudor que le debía

cien denarios. Le reclamaba su deuda y cuando este no tuvo como

pagarla lo hizo encarcelar. Este breve relato manifiesta al mismo Dios

que perdona a su deudor – el hombre –una gran deuda contraída por el

pecado. “El salario del pecado es la muerte” (Romanos. 6, 23) dice

San Pablo. Esta deuda que pesaba sobre el hombre fue saldada gracias

a la muerte de Jesús en la cruz y su resurrección. Justamente el Hijo de

Dios pagó por nosotros con su sangre y “pagó por nosotros al eterno

Padre la antigua deuda” (Anuncio Pascual). Una consecuencia lógica

del perdón de los pecados es la actitud de perdón para con los que han

pecado contra nosotros. Con toda seguridad estas deudas son mucho

menores que las nuestras para con Dios. Una simple justicia, un simple

sentimiento de gratitud hace que nazca la actitud del perdón. Otros

servidores que han visto las actitudes del hombre cruel y vengativo en

seguida se dieron cuenta que se trataba de una enorme ingratitud. Algo

parecido sucede con nosotros cuando no perdonamos a los que nos

ofenden. Este problema es tan grande que Jesús nos dice que si no

perdonamos a nuestros deudores, el tampoco nos va a perdonar: “Lo

mismo hará también mi Padre celestial con ustedes, si no perdonan de

corazón a sus hermanos” (Mateo. 18, 35).

Es muy importante descubrir la relación cierta que existe entre el

perdón y la misericordia que tenemos para con los demás, y darnos

cuenta de la propia condición de pecador. Esta relación se hace muy

visible en la actitud del fariseo que da gracias a Dios porque no es

Parroquia de San José – Almería Página 142

como ese publicano. Rezando de esta manera señala a Dios que le

corresponde Su protección, Sus dones y que sus oraciones sean escu-

chadas. Significa que está totalmente convencido de su inocencia, que

ni siquiera le pasa por la cabeza si realmente es un hombre honesto y

esto también es un don de Dios. “Esto no proviene de ustedes, sino es

un don de Dios; y no es resultado de las obras, para que nadie se

gloríe. Nosotros somos creación suya: fuimos creados en Cristo Jesús,

a fin de realizar aquellas buenas obras que Dios preparó de antemano

para que las practicáramos” (Ef. 2, 9-10).

La actitud del fariseo es aún más peligrosa, ya que cada bien que

procede de Dios se atribuye a sí mismo para su propia edificación y

para usarlo contra los demás. Jesús les va a decir a los fariseos que son

ciegos, ya que tienen miedo que la luz descubra sus cosas malas (ver

Juan. 3, 20). Quien permanece en la luz no tiene miedo de nada, la

Luz es el mismo Dios, es la cruz de Jesucristo en la cual se realizó el

juicio sobre nuestros pecados. Quien se sumerge en esta luz, no debe

tener miedo de la condenación, ya que esta luz le revela el amor de

Dios: Su perdón. Si Dios me ama, así como soy, entonces no tengo que

exhibir un certificado de buena educación, no tengo que aparentar algo

diferente de lo que soy en la realidad, no tengo que defenderme y so-

bre todo no tengo que compararme con los demás para salir mejor

posicionado. Dios me ama, me justifica y esto es la fuente de la verda-

dera felicidad y principio del perdón que me lleva a poder compartir

con los demás. Esta es la única condición, la más importante, para

entender a los otros, para no condenar sino mostrar la misericordia.

¿Cuántas veces debo perdonar a mi hermano?

La pregunta que hizo Pedro a Jesús tiene una dimensión práctica y

siempre es actual ya que vivimos en una sociedad y – a causa de la

Parroquia de San José – Almería Página 143

humana debilidad – todo el tiempo estamos expuestos a que los demás

nos hieran. Nosotros mismos también herimos a los demás con nues-

tras actitudes o palabras. Con seguridad, Pedro está asombrado por la

respuesta de su Maestro, ya que cree que el número siete, que pre-

sentó, es lo máximo de las posibilidades humanas. Jesús dice: “No te

digo hasta sietes veces, sino hasta setenta veces siete” (Mateo. 18, 22),

es decir, siempre. Este perdón no es posible realizarlo contando sola-

mente con las propias fuerzas. Jesús sabe que va a venir el Espíritu

Santo y va a grabar en los corazones de los discípulos la nueva ley.

Esto va a ser para ellos algo interior; no solamente un mandamiento

externo, sino la esencia de sus elecciones y sus actitudes. Por la natura-

leza, herida por el pecado original, no es posible amar al otro así como

es, tampoco es posible el perdón. Es necesaria una nueva naturaleza,

una nueva criatura, cuya esencia es el amor y por eso la obligación

externa es un moralismo, es un peso imposible de llevar.

Con frecuencia estamos escandalizados por la falta de amor incluso

entre los creyentes. Cuando miramos a Jesús vemos que solamente Él

no se escandaliza, no condena a nadie, también entre sus discípulos

con los cuales está constantemente. La mirada de Jesús, justamente,

llega hasta el fondo del alma humana, solamente Él conoce los secre-

tos del corazón humano y sabe que sin Él no podemos hacer nada. Él

es paciente para con el hombre y sabe que necesitamos tiempo, que

hace falta un proceso para que aprendamos a amar y a perdonar. Este

proceso es el camino hacia la madurez de la fe. No se trata de un mo-

mento efímero en nuestra vida cuando todo se hace claro y somos ca-

paces de perdonar. Aprendemos esto también por medio de nuestros

fracasos y contrariedades, cuando descubrimos nuestra propia incapa-

cidad para amar a los demás con nuestras propias fuerzas. Hace falta

muchas experiencias, muchas pruebas, hasta que logremos entender

que somos estériles en el amor, así como lo descubrió San Ignacio

Parroquia de San José – Almería Página 144

cuando firmaba sus cartas: Pobre en el amor Iñigo. Para los santos es

evidente que el dador de este amor, de esta postura es el Espíritu San-

to. También a nosotros una mirada humilde sobre la vida puede llevar-

nos a descubrir que setenta veces siete sobrepasa las posibilidades

humanas, pero también puede llevarnos a la confianza en Dios, a una

oración confiada, ya que Él no desea otra cosa que nazcamos de lo

alto. El mismo Jesucristo nos enseña cómo tendríamos que orar y pedir

a nuestro Padre celestial. Una de estas peticiones es el clamor para que

Dios perdone nuestras ofensas como nosotros perdonamos a los que

nos ofenden. Si cada día elevamos esta oración a Dios y somos cons-

cientes de lo que pedimos, si estamos rezando con fe, podemos estar

seguros que el Padre escuchará nuestros ruegos y nos otorgará este don

tan maravilloso que es el perdón y la misericordia.

¿Quién es mi prójimo?

Un doctor de la Ley para poner a prueba a Jesús le pregunta: ¿Cuál

de los mandamientos es el más importante?. Cuando escucha la res-

puesta de que lo más importante es amar a Dios con todo tú corazón,

con toda tu alma, con todas tus fuerzas y con todo tu espíritu y al

prójimo como a ti mismo (ver Lucas 10, 27), hace una nueva pregunta:

¿Y quién es mi prójimo? (Lucas 10, 29). Entonces Jesús relata la pará-

bola del buen samaritano. Esta parábola tiene dos niveles. Primero

habla de que el único hombre que ayudó al asaltado por los malhecho-

res no fue ni un sacerdote, ni un levita sino un samaritano considerado

por los judíos como un hereje, un traidor. El Señor quiere manifestar

con esto que ni siquiera la religiosidad llena de ritos, pero sin miseri-

cordia, ni la ley sin corazón que es la misericordia, no dan una verda-

dera respuesta al llamado de Dios al amor. Solo un samaritano despre-

ciado por los judíos piadosos es capaz de brindar una ayuda.

Parroquia de San José – Almería Página 145

Encontramos aquí la verdad sobre la cual va a hablar después San Pa-

blo. Que los hijos de Abraham no son los que han nacido según la

carne como sus hijos, sino los que tienen la fe de Abraham, ya que la

fe hace nacer las obras de la vida eterna; el fruto de la fe es la miseri-

cordia para con los demás.

Pero existe otro nivel de esta parábola, mucho más profundo, que

presenta nuestra situación de los hombres asaltados por los malhecho-

res. Estos hombres somos todos nosotros ya que fuimos malheridos

por Satanás, por el pecado original y por los pecados personales. Lo

que realmente nos salva no es ni la ley, ni la religión vista como el

cumplimiento de ciertos ritos. Dios, por medio del profeta Isaías, va a

decir que le asquea caminar por los atrios del templo y ver la presenta-

ción de las ofrendas. Lo que Él espera es el corazón contrito, la miseri-

cordia que el hombre debe manifestar a los demás. Él que se inclina

sobre el hombre es Jesucristo considerado hereje por los doctores de la

Ley y los fariseos, despreciado por la elite social de Israel y finalmente

rechazado y crucificado. Justamente Él es el único Salvador que se

preocupa por el enfermo, Él pagó el precio mucho mayor que un dena-

rio, pagó por nuestra salvación con el precio de su sangre y nos lleva al

albergue que es la Iglesia para que seamos allí completamente sanados

de nuestras heridas, para que maduremos en ella a la santidad. Esta

lectura de la parábola nos permite ver que somos nosotros los que ne-

cesitamos la curación y el único médico es Jesucristo. Cuando no fun-

damentamos nuestra vida en la ley ni en la falsa religiosidad somos

capaces del verdadero amor y de la misericordia para con el prójimo.

La misericordia humana es el fruto de una fe madura y de la expe-

riencia en la propia vida de la misericordia de Dios. Sin una fe profun-

da nuestras buenas obras van a ser solo una falsa pantalla que va a

esconder la verdadera imagen de nuestra alma, van a ser un intento de

autoconstrucción y embellecimiento pero poco presentable de la

Parroquia de San José – Almería Página 146

verdad interior. Los fariseos que hacían muchas buenas obras escucha-

ron duras palabras de Jesús cuando les dijo que eran como los sepul-

cros blanqueados que por afuera se ven lindos pero por dentro están

llenos de podredumbre (Mt 23, 27-28). Inclinarse, con amor, sobre el

necesitado, amar al prójimo es, con seguridad, una muestra de una

verdadera madurez cristiana. Esta postura pueden sólo apreciarla los

demás; es mejor abstenerse de enumerar las buenas obras que hemos

realizado ya que con facilidad podemos equivocarnos y podemos sacar

la gloria de Dios y atribuirla a nosotros mismos.

Tuve hambre y me diste de comer

San Mateo trasmite en su evangelio una imagen conmovedora del

juicio final cuando al final de los tiempos nos vamos a presentar ante

Dios y se va a realizar el juicio sobre nuestras actitudes, obras, sobre

toda nuestra vida. Vamos a ser juzgados sobre todo del amor. Jesús

está presente en otro hombre ya que en cada uno se refleja la imagen

del mismo Dios. Fuimos creados a imagen y semejanza de Dios y de

allí Jesús reconoce en nosotros la semejanza con el Padre. Quien no

tiene en cuenta al otro, quien lo desprecia, humilla, esquiva, no ayuda,

perjudica, es indiferente con el prójimo – al mismo tiempo es indife-

rente con el mismo Jesucristo. Por eso durante el juicio final lo que va

a contar es la medida en la cual el mismo Jesucristo no fue para noso-

tros indiferente, en la medida en que nos hemos mirado a nosotros

mismos, a nuestras propias preocupaciones y no fuimos capaces de

reconocerlo a Él sobre todo cuando necesitaba de nuestra ayuda. De

una manera semejante sucede cuando advertimos la presencia del

prójimo y lo ayudamos. Entonces ayudamos al mismo Jesús. La Iglesia

desde el inicio tenía presente que un regalo para ella son los pobres,

sufrientes, enfermos, ya que gracias a ellos podemos abrir nuestro

Parroquia de San José – Almería Página 147

corazón. “A los pobres los tienen siempre con ustedes…” (Juan 12, 8)

dijo el Salvador a sus discípulos. Ellos son entregados para nosotros

para que no nos encerremos en nuestro egoísmo sino para que seamos

capaces de advertir en ellos la presencia de Cristo. Por eso los apósto-

les han elegido a siete diáconos para que se dediquen al servicio de los

pobres, huérfanos, viudas y que de esta manera se ejerza la caridad en

la Iglesia. Cuando alguna comunidad sufría la pobreza, el hambre,

entonces San Pablo organizaba una colecta para beneficio de una co-

munidad concreta y siempre era su preocupación no descuidar esta

dimensión del amor al prójimo.

Por supuesto que la primera misión de la Iglesia fue la evangeliza-

ción, el anuncio de la Buena Nueva del triunfo de Jesucristo sobre la

muerte, el anuncio de la llegada del Reino de Dios. La Iglesia siempre

tenía bien presente que la mayor tragedia de la humanidad no es la

pobreza, la enfermedad ni cualquier carencia material o las incomodi-

dades de la vida, sino el pecado y las consecuencias que trae al hom-

bre. Con el pensamiento puesto en esta tragedia, en la cual el mundo

estaba envuelto, la primera tarea de la Iglesia fue anunciar a todas las

naciones esta verdad que la muerte fue vencida y por ello tenemos

acceso a la vida eterna ya que en esta palabra se revela primordialmen-

te la misericordia de Dios para con toda la humanidad. La ventaja de la

evangelización, no dispensaba a los cristianos de la dimensión practica

del amor que toca sobre todo a los enfermos, hambrientos, sedientos,

encarcelados, los viajantes, desnudos, en los cuales descubriendo la

presencia de Cristo les brindaba la ayuda necesaria. Así fue a lo largo

de la historia de la Iglesia. Junto con grandes esfuerzos por anunciar la

Buena Noticia, siempre en la Iglesia surgían carismas de caridad, de

solidaridad e incluso se formaban instituciones eclesiales (por ejemplo

las órdenes, congregaciones e institutos seculares) dedicadas a esta

dimensión del apostolado. Y sucede así también en el día de hoy.

Parroquia de San José – Almería Página 148

Pero esto no debe ser una oportunidad para dispensarse de la res-

ponsabilidad personal y de las acciones concretas a favor de los po-

bres. Hay muchas oportunidades en la vida de cada día para ejercitar la

misericordia con los demás. Sin embargo hay que tener presente que la

presencia de Jesús se manifiesta primero en los más pequeños, que son

los cristianos, ya que ellos son los hermanos de Jesús. Cuando Saulo

perseguía a los cristianos, Jesús le reveló que a él mismo perseguía. Él

se identifica con la Iglesia y con todos aquellos que forman su Cuerpo

Místico. Entonces quien actúa contra los cristianos, actúa contra el

mismo Cristo, quien no los ayuda no ayuda a Él pero aquel que hace

cualquier bien a sus hermanos lo hace a Él mismo. “Les aseguro que

cada vez que lo hicieron con el más pequeño de mis hermanos, lo

hicieron conmigo” (Mt 25, 40).

Vale la pena reflexionar también sobre otra dimensión de esta miseri-

cordia manifestada a Jesús presente en otro hombre. En el Sermón de

la Montaña Jesús ha dicho: “Bienaventurados los misericordiosos por-

que obtendrán misericordia” (Mt 5, 7). La vida de cada día confirma

la veracidad de estas palabras ya que muchas veces nos hemos alejado

de Dios y si deseamos que Él compadeciéndose de nosotros no se

acuerde de nuestros pecados, nosotros mismos debemos tener miseri-

cordia para con los demás. San Pedro dice: “…el amor cubre todos los

pecados” (1 Pedro. 4,8). Podemos experimentar nosotros mismos esta

verdad practicando las obras de misericordia. Una de ellas es la

limosna ya que de una manera evidente damos a Dios – por medio de

esta práctica – una señal, como diciendo: “Así como yo abro mi co-

razón para el prójimo, así Tú ten piedad de mí. Así como yo entrego

mis dones, así Tú enriquéceme con tu Espíritu Santo”. Entonces to-

camos el gran misterio de la misericordia en la cual no sólo la recibi-

mos sino que nosotros mismos nos hacemos misericordia, un ícono del

Hijo de Dios, un signo para los demás de que Dios es amor.

Parroquia de San José – Almería Página 149

Terminando nuestra reflexión sobre la Misericordia de Dios debe-

mos darnos cuenta de una verdad fundamental para nuestra vida: no

nos hacemos cristianos por la ciencia, por el conocimiento de la teo-

logía o por la comprensión de los mandamientos. Nos hacemos discí-

pulos del Maestro de Nazaret por medio del encuentro con Él, con el

Señor resucitado, nos hacemos discípulos por el don del espíritu de

Jesús ya que si no tenemos este espíritu no pertenecemos a Jesús (ver

Romanos. 8, 9). El conocimiento de las verdades de la fe, de las cues-

tiones de la moral, el conocimiento hasta de los más grandes misterios

de la historia de la salvación aún no nos hace una nueva criatura. San

Pablo va a decir aun más fuerte que ni siquiera la fe que mueve las

montañas ni el don de lenguas, ni entregar todos los bienes a los po-

bres nos hacen discípulos de Jesús. Lo que nos hace semejantes a Él

es el amor y la misericordia. En esto se contiene toda la Ley y los pro-

fetas. Dios no quiere de nosotros ofrendas ni holocaustos sino un

corazón contrito, lleno de misericordia para los demás. Pidamos, fi-

nalmente, a Dios por medio de la Santa Hermana Faustina a la cual Él

reveló la esencia de la misericordia, que nos siga entregando al Espíri-

tu Santo, ese mismo Espíritu que tenía Jesucristo y en el cual nos re-

veló la misericordia del Padre.

Parroquia de San José – Almería Página 150

CAPITULO 12

El concepto de la misericordia

Lecturas: Isaías 49, 1-6; Hechos. 13, 22-26; Lucas. 1, 57-66.80

En la liturgia de hoy la Iglesia celebra la solemnidad del nacimiento

de San Juan Bautista. Él fue la voz que preparó la venida del Salvador.

Juan es un personaje extraordinario ya que en él se manifiesta la más

bella postura de humildad. Él señala a Jesús, le prepara el camino y no

se pone en su lugar, no lo tapa. Tiene bien presente que su misión es la

de disminuir para que Él pueda crecer. No hay entre los nacidos de una

mujer nadie que sea más grande que Juan, pero el más pequeño en el

reino de los cielos es más grande que él. Este es un gran misterio que

nos revela Jesús. Dios quiere otorgarnos tal naturaleza, la cual será

transparente para que los demás puedan reconocer en nosotros a Él

mismo. No vamos a vivir para nosotros mismos sino para Él como dijo

San Pablo: “…ya no vivo yo, sino que Cristo vive en mí…” (Galatas. 2,

20). El egoísmo es la muerte, el amor a Jesús es la vida, olvidarse de sí

mismo es recuperar la vida. San Juan nace para ser amigo y para no

ponerse en el lugar del verdadero Salvador, así realiza esta misión

hasta el fin. Fue decapitado en la cárcel, muere para que pueda florecer

la vida. Esta es una buena oportunidad para reflexionar sobre la

Parroquia de San José – Almería Página 151

esencia de la divina misericordia ya que en la vida de San Juan se ha

manifestado, en plenitud, la misericordia de Dios que consiste en que

nazca en nosotros una nueva vida. Ahora procuremos reflexionar so-

bre esto.

Aunque nos parece algo tan evidente lo que es la misericordia, nos

resulta difícil definirla y señalar su esencia. Realmente nos resulta

mucho más fácil experimentar la misericordia o manifestarla que des-

cribirla o definir su concepto. Esta dificultad se hace presente y por

eso nuestro lenguaje es limitado, nuestro cuerpo es frágil, como tam-

bién nuestra razón tiene sus límites. Cuando la Santa Hermana Fausti-

na habla de la misericordia de Dios, siempre tiene una cierta dificultad

para describir sus experiencias. Algo parecido sucede con todos los

místicos, los cuales tuvieron experiencias muy profundas de Dios y de

sus misterios y no sabían, de una manera adecuada, trasmitir estas

experiencias. Se podría decir que uno tendría que encontrarse en el

centro de tal experiencia para poder entenderla. Algo parecido sucede

cuando queremos contar a alguien que hemos preparado un plato muy

sabroso para el almuerzo o que hemos visto una película magnífica o

una aventura en la cual hemos participado. Es mucho mejor probar el

plato, ver la película, participar en un acontecimiento y sólo entonces

vamos a percibirlo en su plenitud. Así sucede con la experiencia de la

divina misericordia. A pesar de esto intentemos, aunque de una manera

imperfecta, mirar lo que esconde la palabra misericordia, ¿Cuál es su

concepto?.

La palabra misericordia, tanto en polaco como en español, procede

de la palabra latina misericordia, es decir, el corazón sensible, el co-

razón que se conmueve. La traducción a nuestro idioma es casi literal.

Pero recordemos que esta palabra no nació en nuestra cultura ni tam-

poco en la cultura latina sino que surge del Oriente, de un pueblo que

tenía su cultura, diferente de la nuestra y tenía una experiencia de Dios

Parroquia de San José – Almería Página 152

muy profunda. El pueblo elegido tuvo una larga historia en la cual

Dios se fue revelando sobre todo por sus acciones a favor de Israel.

Los israelitas experimentaban a Yavéh, es decir, Él que es, Él que

actúa en su vida, Él que los crea, regenera y salva. No es ahora el

tiempo para describir detalladamente estas magníficas obras de salva-

ción, es suficiente decir que cuando el pueblo habla de la misericordia

piensa en la vida, en el nacimiento. Alguien que fue condenado a

muerte (como ellos en Egipto) y después liberado está convencido de

la salvación de su propia vida. El pueblo de Israel lo entendía perfec-

tamente. Por eso, para hablar de la misericordia de Dios usaba la pala-

bra rahaim. Esta palabra tiene la misma raíz que la palabra vientre

(útero) el lugar donde se engendra y desarrolla la vida humana, el

vientre materno, donde se forma un nuevo ser humano. Esta mirada

nos permite comprender mejor la esencia de la misericordia ya que la

palabra latina se relaciona más con el sentimiento, la emoción y esto

siempre puede ser algo pasajero, efímero. El sentimiento, la conmo-

ción, el estremecimiento del corazón puede ser algo muy noble pero

no se puede fundamentar sobre él nada. Sin embargo la aparición de

una vida nueva en el seno materno es algo serio. Ya no se trata del

sentimiento sino del acontecimiento. No es un pensamiento pasajero

sino un hecho. Por supuesto que se puede aniquilar la vida pero este

comportamiento es propio del hombre y no de Dios que ama y es da-

dor de vida. Mirando al padre de la parábola del hijo pródigo encon-

tramos la confirmación de nuestras suposiciones. La misericordia

acompañada de la conmoción del corazón (se conmovió profundamen-

te) es de hecho dar una nueva vida, es salvar al joven de la muerte. El

hijo, perfectamente, recordaba la bondad del padre, sabía que su padre

no le limitó su libertad, le permitió alejarse y esto significaba que no lo

manipulaba, no lo conservaba para algunos fines egoístas sino que

respetaba sus elecciones, incluso malas, pero estas eran sus decisiones.

El recuerdo de tal amor, que no limita al hombre, le permitió regresar,

Parroquia de San José – Almería Página 153

encontrar de nuevo la vida que el padre le ofreció. El hijo pródigo

experimentó la muerte. Se perdió, murió, así el padre lo explica al hijo

mayor. Ahora fue encontrado, vive. ¿Quién le devolvió la vida? ¿El

hijo pudo darse a sí mismo la vida en estas condiciones que se encon-

traba donde nadie lo quiso mirar, alimentar y vestir? Él comprendió

muy bien que había un solo lugar donde no iba a ser rechazado, sino

que iba a ser aceptado, donde iba a experimentar el amor. Regresó

solamente por eso, porque creía en la bondad paterna. Seguramente

comprendemos muy bien esta parábola relatada por Jesús.

Este padre es el Dios misericordioso que nos enriquece con la liber-

tad que nos da la herencia aunque sabe bien que la vamos a malgastar.

Esta herencia que Dios pone en nuestras manos es muy grande y noso-

tros la vendemos por un plato de lentejas; el don del Espíritu Santo que

hemos recibido en el bautismo. Muchas veces lo hemos entristecido y

con frecuencia lo hemos cambiado por los bienes pasajeros. Nuestro

padre se arriesgó pero no actuaba con nerviosismo como nosotros

hacemos en relación a nuestro prójimo. Nos permitió alejarnos, caer

en el pecado. Nosotros, en realidad, no conocemos a Dios, tenemos

una imagen distorsionada de Él, creemos que Él está acechando para

sorprendernos en nuestras equivocaciones, en nuestros pecados para

castigarnos, para golpearnos. No conocemos a Dios y tampoco sabe-

mos lo que es el pecado. En esto nos engañamos ya que nos parece que

el pecado es algo bueno pero desgraciadamente prohibido. Sólo Dios

sabe que el pecado provoca la muerte y por eso nos da los mandamien-

tos, por eso prohíbe pecar pero al mismo tiempo no coacciona. Si al-

guien quiere pecar Dios no ata a nadie, salvo que el mismo hombre le

pida para que lo proteja, lo salvaguarde. Entonces, con seguridad, Dios

va a proteger al hombre de todas las desgracias.

Al mismo tiempo advertimos aquí otra verdad: en Jesucristo la

muerte fue vencida y siempre existe la posibilidad de regresar,

Parroquia de San José – Almería Página 154

de recibir el perdón. Esto precisamente significa revivir. Incluso si nos

hemos encontrado en situación de muerte, también si hemos pecado,

la fuente especial de la regeneración es la misericordia de Dios. Ahí

somos creados de nuevo, ahí regresamos a la vida. Existe un midras

(un cuento) judío que cuenta que Dios al crear el mudo advirtió una

falta en su creación. Vio que en el universo no había perdón y entonces

lo creó. Por eso, ahora, la creación es perfecta. La verdad expresada en

este cuento es muy cercana al mundo de hoy. Cuando miramos las

relaciones sociales, relaciones interpersonales en seguida advertimos

cuáles son las normas que rigen el mundo de hoy. Lo que nos revela la

misericordia de Dios es el don maravilloso para todos. Si faltara el

perdón que el Padre nos ofrece el mundo no sería perfecto, aún más, el

mundo dejaría de existir.

La misericordia de Dios es su invento más grande, es la coronación

de toda la creación y sin ella seguramente hubiéramos perecido. La

misericordia consiste en el perdón, en el olvido, en el abrazo de parte

de Dios. Esta es su gran alegría ya que esta es su esencia, este es su

ser. Dios es amor. Dios es misericordia, la plenitud de la vida y en esta

plenitud hay lugar para nosotros, hay una oportunidad para nuestra

regeneración. En la Eucaristía damos gracias por este don. La

Eucaristía es la proclamación de las grandes obras de Dios y es un

lugar adecuado para bendecir y alabarlo porque muchas veces nos

encuentra y nos salva de la muerte. Que San Juan Bautista interceda

por nosotros para que obtengamos esta gracia.

El conocimiento del misterio de la misericordia de Dios

Lecturas: Génesis 17, 1. 9-10. 15-22; Mateo 8, 1-4

Estas lecturas nos van a ayudar en el desarrollo del tema sobre el

conocimiento del misterio de la Divina Misericordia. El conocimiento

Parroquia de San José – Almería Página 155

de cualquier misterio se relaciona con la gradualidad y con las dos

partes que quieren trasmitir algo. San Pablo nos dice que el misterio

escondido de hace siglos nos fue trasmitido, revelado (Ef 3,3). La

misma palabra misterio significa algo velado, escondido, inaccesible.

Así fue realmente en la historia de la salvación, nadie conocía al Dios

verdadero, nadie sabía de dónde surgió el hombre, hacia donde va,

porque sufre, qué tragedia sucedió en los inicios de la humanidad.

Hacía falta que alguien que conociera estas verdades las revele, hable

de esto, las trasmita para el conocimiento de todos. De ahí surge la

revelación, es decir, la manifestación de estos misterios y su transmi-

sión a los hombres. Para esto, sin embargo, se precisa de alguien que

las acepte, las crea y las testimonie.

Este hombre que creyó en la revelación de Dios fue Abraham del

cual San Pablo dice que es el padre de la fe. Dios se le reveló, le tras-

mitió un misterio, lo desveló para él. ¿Cuál es este misterio? Primero

que Dios existe y es bueno para con el hombre, es Todopoderoso y

sobre todo es el Señor de la vida y de la muerte, es capaz de sacar del

vientre envejecido de Sara una nueva vida, lo cual va a ser un anuncio

del acontecimiento más grande en la historia de la humanidad, la resu-

rrección de Jesucristo. Ya para Abraham es desvelado el mayor miste-

rio del amor de Dios: en Jesucristo la muerte va a ser vencida. En el

signo del nacimiento de un niño de una mujer estéril se revela el miste-

rio de la vida cuyo dador es el mismo Dios. Abraham vio en este signo

el día de Jesús y se alegró, como quien se alegra cuando conoce un

misterio. Así el estudioso que descubre las nuevas leyes de la naturale-

za como Arquímedes, grita: eureka, así Abraham se alegra del cono-

cimiento de Dios. Pero tengamos presente que no se trata de un cono-

cimiento teórico. El estudioso debe contar con las comprobaciones de

su descubrimiento para que pueda alegrarse y anunciarlo al mundo ya

que no son suficientes las probabilidades ni solo intuiciones, en caso

Parroquia de San José – Almería Página 156

contrario nadie le creería y se expondría a burlas. De una manera pare-

cida Abraham no se fija, ni tiene intuición ni sentimientos. El creyó a

Dios ya que a él le interesaba mucho la promesa que se refería a la

vida. El sabía que Dios, quien le prometió la descendencia, es digno de

fe y ahora además tiene un argumento. Este argumento es un niño pe-

queño, Isaac, el cual va a ser mostrado al mundo como signo de extra-

ordinaria misericordia de Dios. El se inclinó sobre su desgracia y lo

sacó de ella.

El conocimiento del misterio de la misericordia se realiza paulati-

namente en la historia de la salvación. Se inicia con Abraham pero

continuamente Dios trasmite algunas promesas, informaciones de sí

mismo no de manera teórica sino siempre por medio de sus obras, por

los hechos y por los acontecimientos salvíficos. Es suficiente mirar la

historia del pueblo elegido para comprender un cierto lenguaje que

usa Dios para revelarse, para descubrir sus misterios. Se trata del len-

guaje de los hechos al cual, con frecuencia, no comprendemos, y por

eso nuestro corazón está cerrado al conocimiento de la presencia de

Dios en la vida. Hace falta aprender este lenguaje para comprender la

misericordia de Dios.

¿Quién puede aprender este lenguaje? Sobre todo un hombre sim-

ple, humilde. Los misterios de Dios están ocultos a los soberbios y a

los sabios de este mundo, los cuales se atribuyen a sí mismos la pre-

tensión de conocer la verdad. Dios se opone a tales hombres y por eso

San Pablo dice con tanta fuerza: “En efecto, ya que el mundo, con su

sabiduría, no reconoció a Dios en las obras que manifiestan su sabi-

duría, Dios quiso salvar a los que creen por la locura de la predica-

ción. Mientras los judíos piden milagros y los griegos van en busca de

sabiduría, nosotros, en cambio, predicamos a un Cristo crucificado,

escándalo para los judíos y locura para los paganos, pero fuerza y

sabiduría de Dios para los que han sido llamados, tanto judíos como

Parroquia de San José – Almería Página 157

griegos. Porque la locura de Dios es más sabia que la sabiduría de

los hombres, y la debilidad de Dios es más fuerte que la fortaleza de

los hombres” (1 Corintios, 21-25).

El conocimiento del misterio de Dios no se puede realizar por la

postura que se opone a la sabiduría de la cruz. La sabiduría de este

mundo rechaza la cruz como locura, por eso las personas que se es-

candalizan de la cruz la consideran como una necedad, la manifesta-

ción más grande del fracaso y debilidad. Nunca podrán comprender la

verdadera sabiduría que se contiene en ella. El conocimiento del miste-

rio de la cruz es un conocimiento superior. Aquí no se trata de las co-

sas secundarias sino de la esencia de la vida cristiana. La cruz contiene

en sí misma la más alta revelación del poder de Dios y de Su miseri-

cordia, por eso sólo el hombre simple y humilde puede aceptar esta

revelación y creer en ella. Dios poco a poco prepara al pueblo elegido

a la revelación de sí mismo en Jesucristo pero a pesar de esta prepara-

ción los judíos no fueron capaces de reconocer a Jesús como Mesías.

Pero no sólo ellos. Nosotros también con frecuencia rechazamos esta

revelación y esto sucede cuando nos escandalizamos de la cruz que

aparece en nuestra vida, cuando la queremos eliminar de nuestra histo-

ria. Cuando nos manifestamos escandalizados por la enseñanza de

Jesús, cuando escuchamos que tenemos que amar a nuestros enemigos

y a no oponernos al mal (Mateo 5, 39).

Entonces podemos ver cómo el descubrimiento de los misterios de

Dios está condicionado por muchas cosas. Dios desea que conozcamos

su amor pero si nosotros empezamos a medirlo con nuestras medidas y

en lugar de la fe empleamos nuestra lógica humana este misterio de la

Divina Misericordia queda velado para nosotros. Un ejemplo de esta

postura es Pedro que quiere apartar a Jesús de los planes de Dios rela-

cionados con su pasión. El apóstol no piensa según Dios, sino huma-

namente, por eso Jesús reprende su modo de pensar (Mateo 16,23). En

Parroquia de San José – Almería Página 158

este momento no puede conocer el misterio del sufrimiento y de la

cruz de Jesús, después lo va a entender. De una manera parecida actúa

Simón, el fariseo, quien invitó a Jesús a una comida y lo juzga por la

misericordia que manifiesta a la mujer pecadora. El fariseo piensa

humanamente, su sabiduría que no va a la par con la sabiduría de Dios

y por lo tanto no podrá conocer el misterio de la Misericordia de Dios.

Por el contrario, el misterio será conocido por la mujer pecadora que

con sus lágrimas lavó los pies de Jesús y las secó con sus cabellos.

Para ella está abierto el conocimiento de Dios, ya que experimentó el

perdón de los pecados.

Llegamos aquí a otro aspecto muy importante en el conocimiento

de la misericordia. Jesús dice que quedan perdonados numerosos pe-

cados de esta mujer porque amo mucho. “… Pero aquel a quien se le

perdona poco, demuestra poco amor” (Lucas 7, 47). Quien realmente

experimenta el perdón de los pecados va a conocer más la Misericor-

dia de Dios. Suena como una paradoja pero se puede decir que los

santos son los pecadores más grandes y por lo tanto tienen mayor ex-

periencia de Dios. Se puede afirmar en este sentido que ven mejor sus

pecados que los demás y por eso tienen mayor conocimiento de Dios

y de su amor. Al final, miremos el evangelio de hoy que relata la cura-

ción de un leproso. Tenemos expresada aquí, esta misma verdad del

conocimiento de Dios. Jesús no vino a llamar a los justos sino a los

pecadores ya que los sanos no necesitan médico. El leproso conoce el

precio de la salud y de allí surge su enorme agradecimiento a Jesús. El

conoció quién es Jesús y qué grande es su misericordia que le había

manifestado al curarlo. Si fuera sano nunca hubiera encontrado a

Jesús. Por eso los leprosos (de otro fragmento del evangelio) que no

vinieron a dar gracias a Jesús, no aprovecharon el don de su enferme-

dad para encontrarse con el Salvador. Esta es una gran enseñanza para

nosotros, para que sobre todo el sufrimiento y la cruz sean una oportu-

Parroquia de San José – Almería Página 159

nidad para encontrarnos con la misericordia de Dios y descubrir su

amor. Pidamos a Jesús que nos dé el conocimiento de nosotros mis-

mos, no en nuestros planes, ideas, fantasías, sino en la vida concreta.

La súplica de la misericordia de Dios para el mundo

Lecturas: Génesis 18, 1-15; Mateo 8, 5-17

Estas dos lecturas tratan de la oración. Primero vemos a Abraham

el cual al término de su camino establece un campamento debajo de

los encinares de Mamre. Pasan por allí tres hombres en los cuales él

reconoce al mismo Dios, se trata de

aquellos que después los padres de la

iglesia van a decir que es la primera

revelación de la Santísima Trinidad.

Podemos contemplar esta escena en el

famoso ícono de Rublev quien a los tres

ángeles en el encuentro con Abraham

representa como Santísima Trinidad.

Abraham viendo a los huéspedes dirige

a ellos un pedido: “Señor mío, si quie-

res hacerme un favor, te ruego que no pases de largo delante de tu

servidor. Yo haré que les traigan un poco de agua. Lávense los pies y

descansen a la sombra del árbol. Mientras tanto, iré a buscar un trozo

de pan, para que ustedes reparen sus fuerzas antes de seguir adelan-

te”. Este pedido expresado por Abraham es una invocación dirigida al

mismo Dios para que no deje de lado a su servidor. Esta es una oración

cuyo contenido manifiesta el deseo de que Dios no siga su camino sino

que se detenga, ya que su hospedaje es el don más maravilloso que

pude hacer al hombre. Es un grito por la piedad, por la misericordia

primero para él mismo y después para su familia. Conocemos de otro

Parroquia de San José – Almería Página 160

relato que Abraham sabe clamar, sabe “regatear” con Dios, ya que

muchas veces ha experimentado que sin Él no se puede vivir con sen-

tido. Lo advirtió ya en su historia que cuando no recurre a Dios sino

que intenta solucionar solo sus problemas, surgen las dificultades. Así

fue con la esclava Agar, así fue en Egipto cuando mintió al faraón.

Ahora sabe que sin Dios la vida carece de sentido, ya que justamente

Él dio una dirección a su vida, de total bancarrota lo sacó al camino

que llevaba al cumplimiento de la promesa y ahora ya saborea los fru-

tos de la fidelidad a Dios. Cuando aún estaba en Sodoma, pidió a Dios,

que salvara a esta ciudad de la aniquilación ya que Dios le reveló el

futuro que a los habitantes les esperaba. Intercedía por los habitantes

de Sodoma y Gomorra, regateaba con Dios para poder salvar a estas

ciudades. En esta postura nos conmueve el deseo de Abraham para

suplicar la misericordia para los demás. Dios escucha la oración de su

amigo, como lo denomina la Sagrada Escritura, aunque no se hayan

encontrado a los diez justos. ¿De qué manera Dios escuchó a Abraham

si la ciudad fue destruida? Se encontró un Justo gracias al cual el mun-

do fue salvado de la total aniquilación. Jesucristo es el único justo

gracias a quien fue vencida la muerte y gracias a quien todos nosotros

podemos experimentar el perdón de los pecados, la misericordia y la

justificación. Abraham

llegó a ver el cumpli-

miento de todas las pro-

mesas que Dios le hizo y

estas promesas no son

sólo para él sino también

para su descendencia a la

cual pertenecemos tam-

bién nosotros si las acep-

tamos con fe. Esta promesa más bella es el cordero inmaculado ofreci-

do por nosotros como el sacrificio de una manera parecida a lo que fue

Parroquia de San José – Almería Página 161

preanunciado en la ofrenda de Isaac. Así como Dios previó a un

cordero en lugar de Isaac de la misma manera previó que Su Hijo sea

una ofrenda de expiación por nuestros pecados. Nuevamente Abraham

vio el día de Cristo Jesús, de nuevo pudo ver la misericordia de Dios

quien interviene a favor de los hombres. Vemos como la fe de Abra-

ham lleva a que Dios dé una respuesta y así se apresura para salvar,

justificar y enriquecer con sus dones. Algo parecido sucede con noso-

tros cuando rezamos con fe. Muchas veces Jesús habló de esta postura,

señalando diversos ejemplos para mostrarnos lo que es la oración.

Decía que la fe puede mover montañas: “… Les aseguro que si tuvie-

ran fe del tamaño de un grano de mostaza, dirían a esta montaña:

“Trasládate de aquí a allá” y la montaña se trasladaría; y nada sería

imposible para ustedes” (Mateo 17,20). Orar con fe significa tener la

seguridad que Dios es el Padre, que quiere dar a sus hijos cosas bue-

nas, más allá de que nosotros que somos malos demos a nuestros hijos

lo que nos piden. El don del Padre celestial para sus hijos es el mismo

Espíritu Santo, que es enviado a quienes piden este don (Lucas 11,

13). Jesús con frecuencia va a recordar a sus discípulos la necesidad de

la fe para orar, ya que solo una cantidad de palabras no es suficiente,

así oran los paganos. Sus discípulos deben proceder de una manera

diferente: “Cuando oren no hablen mucho, como lo hacen los paga-

nos: ellos creen que por mucho hablar serán escuchados. No hagan

como ellos, porque el Padre que está en el cielo sabe bien qué es lo

que les hace falta, antes de que se lo pidan” (Mateo 6, 7-8).

“…Cuando pidan algo en la oración, crean que ya lo tienen y lo con-

seguirán”.

Y aun nos dice una condición más para la oración: “Y cuando uste-

des se pongan de pie para orar, si tienen algo en contra de alguien,

perdónenlo, y el Padre que está en el cielo les perdonará también sus

faltas” (Marcos 11, 25). Sin la disponibilidad para el perdón es impo-

Parroquia de San José – Almería Página 162

sible que Dios escuche nuestra oración y nos perdone. Cuando, enton-

ces, queremos suplicar la misericordia de Dios para nosotros mismos o

para otras personas debemos tener presente que tal oración debe surgir

de la fe, del corazón, en el cual reina la disponibilidad para perdonar a

los enemigos.

El evangelio de hoy nos habla también de pedir con fe. El cen-

turión, el soldado romano viene a Jesús para pedirle que cure a su ser-

vidor quien estaba muy enfermo. Pero no quiere molestar a Jesús ya

que se siente indigno de que él venga a su casa. El centurión cree que

una sola palabra de Jesús es suficiente para que su servidor se sane. Y

realmente así sucede. Su servidor recobra la salud. Jesús alabó al cen-

turión por su fe: “Les aseguro que no he encontrado a nadie en Israel

que tenga tanta fe” (Mateo 8, 10).

Cabe también mencionar que la oración que elevamos a Dios debe

ser perseverante. Sucede así para que no atribuyamos a nosotros mis-

mos los frutos de la oración. Primero debemos experimentar nuestra

propia impotencia, nuestra pobreza interior para clamar a Dios con

perseverancia. La pobre viuda de la parábola del juez injusto no tiene a

nadie que la defienda, se siente sola y desamparada, es maltratada y

aunque el juez es injusto, recurre a él ya que para ella ésta es la única

salvación. Jesús dice: “Y Dios, ¿no hará justicia a sus elegidos, que

claman a él día y noche, aunque los haga esperar? (Lucas 18, 7). Algo

parecido sucede con el amigo inoportuno quien de noche va a su ami-

go y le pide con tanta insistencia que le preste los panes (Lucas 11, 5-

13). Tal oración manifestada durante mucho tiempo y con perseveran-

cia hace que sepamos muy bien a quien le debemos la ayuda que

hemos recibido. Implorar la misericordia de Dios no es una oración

circunstancial, un cumplimiento de formalidad, sino un grito pidiendo

ayuda desde el fondo de nuestra impotencia, es un clamor perseverante

y con fe ya que muchas veces hemos experimentado que la ayuda

Parroquia de San José – Almería Página 163

viene del Señor ya que: “el pobre clamó y el Señor lo escuchó (Salmo

37,4). Sólo en Dios se encuentra mi ayuda y por eso clamo a Ti, Se-

ñor, imploro a mi Dios misericordia” (Salmo 30, 9).

Oremos con perseverancia y fe primero por nosotros mismos, por la

misericordia de Dios para nosotros y también por todos aquellos, que

sabemos, necesitan mucho de nuestra oración.

El anuncio del misterio de la misericordia divina con el testimonio

de la vida y de la palabra

Lecturas: 2 Rey 4, 5-11.14-16a; Rom 6, 3-4. 8-11; Mt 10, 37-42

Las lecturas que corresponden al decimotercero domingo el año,

nos traen la Buena Noticia de Dios, quien manifiesta su misericordia a

los que confían en él y permite dar testimonio de este misterio a los

demás. La primera lectura del Libro de los Reyes muestra a dos muje-

res, una es una pobre viuda cuyos hijos están a punto de convertirse en

esclavos de un usurero a causa de las deudas de su familia, otra es una

mujer pudiente pero estéril. Las dos se encuentran en una situación

desesperante, no pueden solucionar los problemas concretos que tie-

nen. Sin embargo Dios encuentra una respuesta a sus necesidades. Le

envía al profeta Eliseo quien tanto a la una como a la otra, las salva de

la desgracia. Este relato bíblico tiene también un sentido más profun-

do. De hecho presenta a dos mujeres que necesitan de una ayuda y

Dios les envía esta ayuda, pero al mismo tiempo son una figura de otra

realidad más profunda, en la cual se encuentra el hombre, en la cual

estamos sumergidos todos. La Palabra de Dios quiere señalarnos hoy

nuestro interior para que miremos con atención nuestras posturas y

descubramos nuestra verdadera pobreza y esterilidad. Por supuesto que

se trata de una imagen. No es sin importancia lo que señala la lectura

que estos dos personajes difieren de sí en lo económico: una es pobre,

Parroquia de San José – Almería Página 164

otra pudiente, pero las dos no son felices. Aquí vemos claramente que

nuestro verdadero problema no es una dificultad económica sino es de

naturaleza espiritual. Nuestra verdadera pobreza no consiste en que no

tenemos dinero aunque con frecuencia pensamos así. Nuestra verdade-

ra pobreza, nuestra esterilidad es la falta de amor, la falta de la vida

eterna en nuestro corazón, la falta de fe.

El profeta Eliseo trae a estas dos mujeres una ayuda y Dios a noso-

tros nos envía a otro profeta, la verdadera Palabra que se hace carne

para que experimentemos la salvación, para que en nosotros pueda

engendrarse una nueva vida, una nueva naturaleza. Esta es la promesa

de Dios. Así fue siempre en la historia de la salvación. Primero Dios

promete y después cumple las promesas de la salvación en aquellos

que creen, lo desean y aceptan. El mensaje fundamental de esta lectu-

ra es la fe en la intervención de Dios, en favor nuestro, la fe en la mise-

ricordia de Dios.

¿Cuál es el fruto de esta fe? Este fruto es la vida nueva, pues Jesús

murió y resucitó para que nosotros tuviéramos una nueva vida. De esto

dice San Pablo en la segunda lectura: “…fuimos sepultados con él en

la muerte, para que así como Cristo resucitó por la gloria del Padre,

también nosotros llevemos una vida nueva” (Romanos 6,4). La obra

de Jesús consiste en que Él venció la muerte. Murió y resucitó. Esta es

la victoria que se realizó pensando en nosotros. ¿Pero cómo esta victo-

ria se traduce en el lenguaje cotidiano, en la práctica de la vida? San

Pablo dice: “… si hemos muerto con Cristo, creemos que también

viviremos con él” (Romanos 6, 8), es decir, si en nuestra vida de cada

día morimos para nosotros mismos, si Jesús venció en nosotros el mie-

do frente a la muerte, si entregamos nuestra vida, no nos defendemos

frente a las humillaciones, frente a los errores del otro, frente a las

incomodidades de la vida, frente a los comentarios de los demás, fren-

te al mal que otros nos hacen. Si tomamos sobre nosotros los pecados

Parroquia de San José – Almería Página 165

de los demás, esto significa que entramos en la muerte con Cristo, que

con él estamos muriendo, que permitimos que nos lleven como las

ovejas al matadero y entonces recobramos la vida. En esto conocemos

que la muerte fue vencida en nosotros cuando nos insultan y nosotros

bendecimos, cuando nos persiguen y nosotros aguantamos, cuando nos

abofetean y nosotros no nos rebelamos (ver 1 Corintios 4, 12).

De esto también nos dice el evangelio de hoy: “El que encuentra

su vida, la perderá; y el que pierda su vida por mí, la encontrará”

(Mateo 10, 39). Perder la vida a causa de Jesús significa experimentar

la fuerza de su victoria sobre el propio yo. Significa tener en su interior

la vida eterna ya que quién tiene en sí mismo la vida de Jesús, el don

del Espíritu Santo, no tiene miedo de morir a sus propios proyectos, a

sus visiones, razones. Puede donar su vida a los demás y no necesita

defenderla. Este no es un deseo piadoso porque Cristo, realmente, tie-

ne el poder para crear en nosotros un hombre nuevo. Jesús fue consti-

tuido el Señor de toda potestad, el Señor de nuestro corazón atemori-

zado y tiene las llaves de nuestro interior para crear allí una nueva

realidad, para enviar allí al Espíritu Santo. En esto consiste la obra de

la salvación realizada en Jesucristo y preanunciada por las dos mujeres

de la primera lectura. Quien lo experimentó en su vida puede de ver-

dad anunciar grandes obras de Dios, puede proclamar al mundo la gran

misericordia de Dios. Quien no lo experimentó no lo va hacer con

convicción y no va ser testigo de la misericordia. El tema está la

homilía es el anuncio por medio de la vida y de la palabra de la miseri-

cordia de Dios. Si alguien tiene en su interior la experiencia de la vic-

toria sobre la muerte, entonces, su vida va a ser un continuo testimonio

pues Jesús realizó en él esta obra maravillosa. Quien no lo experi-

mentó no va a saber perdonar, aceptar las humillaciones, no va a acep-

tar sobre si mismo los pecados de los demás, siempre va a defender su

opinión, sus razones, su dinero, su tiempo, su yo.

Parroquia de San José – Almería Página 166

El evangelio nos muestra la dimensión particular de este testimo-

nio. Se refiere, sobre todo, a las relaciones entre los hombres, espe-

cialmente en referencia a los cuales tenemos una relación afectiva.

Quien ama a su madre, a su padre, más que a Jesús no es digno de él.

En otro evangelio Jesús va a decir: “Cualquiera que venga a mí y no

me ame más que a su padre y a su madre, a su mujer y a sus hijos, a

sus hermanos y hermanas, hasta su propia vida, no puede ser mi

discípulo” (Lucas 14, 26). Esta expresión nos parece exagerada y pen-

samos que este texto se debe interpretar de una manera diferente. De

nuestras experiencias sabemos muy bien que las relaciones humanas se

basan en el egoísmo al cual llamamos amor, sentimiento, pero con

frecuencia se trata simplemente de manipular a los demás. Jesús desea

que se lo ubique en el primer lugar restando la importancia a todas las

otras relaciones que son una forma de subordinar a los demás. Uno no

puede ser el discípulo de Jesús y al mismo tiempo guiarse por el

egoísmo, creando relaciones de dependencia con el prójimo y formarse

con este amor. Para el discípulo de Jesús esto va a ser una experiencia

constante, de que al colocarlo a él en el primer lugar se gana la vida

verdadera. “Nosotros sabemos que hemos pasado de la muerte a la

Vida, porque amamos a nuestros hermanos”. (1 Juan 3, 14). Cuando

experimentamos la libertad en estas relaciones y la victoria de Jesús

sobre nuestro egoísmo entonces vamos a poder anunciar la misericor-

dia de Dios. Así siempre sucede en los Evangelios: cuando los enfer-

mos recobran la salud van a anunciar a todo el mundo. Nadie que ha

experimentado en su vida la misericordia puede guardársela para sí

mismo. Hablando de las relaciones humanas tenemos que advertir que

éstas se ven condicionadas por nuestra relación con Dios. Cuando es-

tamos llenos del Espíritu Santo, cuando habita en nosotros el Espíritu

de Jesús, es imposible que llevemos en nosotros el sentimiento de odio

o enemistad hacia los hombres. Cuando vive en nosotros Jesús, enton-

ces, él ama en nosotros incluso a nuestros enemigos. Puedo amar al

Parroquia de San José – Almería Página 167

otro en la libertad únicamente por medio de Jesucristo. El anuncio de

la misericordia al mundo significa, sobre todo, el anuncio del amor en

la medida que Jesús nos amó, es decir en la dimensión del perdón, de

tomar sobre si los pecados de los demás. El cristiano, quien todo el

tiempo juzga es pretencioso, se escandaliza de los pecados de los de-

más, no es capaz de dar testimonio del amor de Dios hacia el hombre,

es una negación de la postura de Cristo. El mundo necesita de este tipo

de testimonio, especialmente en el día de hoy, cuando todas las dificul-

tades se resuelven empleando la violencia. Sólo el perdón y no oponer-

se al mal puede transformarse en un argumento para las personas que

buscan a Dios, que sólo él es el amor. Lo pueden encontrar en tales

testigos que incluso a precio de perder su propia vida la encuentran

para sí mismos y para los demás, quienes perdiendo su vida ofrecen a

los demás el don inestimable de la misericordia de Dios.

Parroquia de San José – Almería Página 168

CAPITULO 13

Jesucristo es la imagen del Padre invisible ya que "nadie ha visto

jamás a Dios; el que lo ha revelado es el Hijo único que es Dios y está

en el seno del Padre" (Juan. 1, 18). Jesús expresó una verdad semejan-

te en la conversación con Felipe: "El que me ha visto, ha visto al Pa-

dre" (.In. 14, (J). De esta manera, intentando mostrar la misericordia

del Padre podemos de nuevo mirar al Hijo ya que en Él Dios reveló la

verdad de sí mismo, expresó de forma más plena su esencia. En esta

esencia, la naturaleza de Dios es el amor; Dios es amor y ella tiene su

rostro, su nombre concreto. La Misericordia tiene su nombre, este

nombre es el mismo Jesucristo. Intentemos reflexionar juntos de que

manera Jesús revelaba la misericordia del Padre en su vida terrena, de

qué manera esta misericordia del Padre se revela especialmente por

medio de la enseñanza y de la obras de Jesús.

Misericordia en la vida oculta

Jesús como cada niño crece en una familia, pero ésta es una familia

particular. María y José saben que Este a quien Ella dio a luz en Belén

es el Hijo del Altísimo. Pero Jesús no tendrá ningunos privilegios en

su vida terrena y se va a someter a la ley del crecimiento, como cual-

quier niño. María medita en su corazón este misterio, y, con toda segu-

ridad ve con los ojos de la fe a Dios que es tan humilde que se permite

encerrarse dentro de una familia humilde. La familia de Jesús - como

cada familia - tiene sus problemas, sus sufrimientos, su historia. Jesús

se somete a la historia, al tiempo del crecimiento sin impaciencia,

Parroquia de San José – Almería Página 169

como sucede tan frecuentemente con nosotros, ya que queremos

hacernos enseguida adultos, efectivos en el obrar, tener enseguida re-

sultados y ocupar en la sociedad un lugar importante.

Jesús comprende muy bien cuál es el lugar en el mundo más impor-

tante. Este lugar particular es en el cual puede descansar totalmente a

voluntad del Padre. Ya lo comprobó siendo niño cuando salió con sus

padres en una peregrinación a Jerusalén para la pascua judía. Ahí se

queda sin que lo adviertan, para conversar de las cosas de Dios con los

doctores de la Ley. Cuando María y José lo encuentran, les contesta:

"¿Por qué me buscaban?, ¿No sabían que yo debo ocuparme de los

asuntos de mi Padre" (Le. 2, 49).

Estas cosas son para Jesús muy importantes. Pero no se trata sola-

mente de quedar en Jerusalén sino sobre todo la entrega a este ritmo de

Nazaret que no tuvo precisamente buena fama en los ojos de los

contemporáneos. Estar en los asuntos de Dios significa estar obediente

todo el tiempo, también obediente a María y José en los quehaceres de

la casa, escondido para el mundo, en una perfecta humillación y en

ocupar el último lugar en la jerarquía social. La Divina Misericordia

consiste aquí en esto que Jesús nos muestra que la historia de nuestra

vida - incluso de la más simple, sin gritos y ruido, cuando no nos tie-

nen en cuenta y nos pasan de largo - es un lugar perfecto de encuentro

con Dios, donde El actúa. San Pablo dice: "Den gracias a Dios en toda

ocasión" (1 Tesalonicenses. 5,18).

La paloma se posó sobre la cabeza del Señor

Jesús inicia su actividad pública con el bautismo en el río Jordán.

Entra en el agua y le pide a Juan el bautismo. Está en medio de los

pecadores para revelar de esta manera lo que sobrepasa el pensamiento

humano, la maravillosa verdad, que Dios no tiene desapego del

Parroquia de San José – Almería Página 170

hombre. Jesús está en el Jordán para expresar su voluntad de entregar

la vida por cada uno de los hombres; en este humilde gesto tenemos ya

el anuncio de una verdad aun mayor que va a suceder, de la cual habla

también San Juan: "Este es el Cordero de Dios" (Juan. 1, 29). Jesús es

el Cordero que toma sobre sí el pecado del mundo. Muchos siglos

antes Isaías anunciaba a un humilde Siervo del Señor, el cual iba a

tomar sobre sí nuestros sufrimientos, nuestros dolores. Quien iba a ser

aniquilado por nuestros pecados. En el Poema sobre el Servidor del

Señor (Isaías. 52,11 51,12) se describen con exactitud los sufrimientos

de Jesús y ahora esos se realizan. Vino a la tierra Aquel quien trae a las

naciones la Ley y esta ley será la de la misericordia.

Aquí en el Jordán se va a hacer evidente que Jesús no vino para

condenar sino para dar la vida. La gente que estaba en el agua no se

dio cuenta del gran acontecimiento que tuvo lugar en medio de ellos,

que allí se reveló el Salvador. Para muchos va a quedar aun como un

misterio, pero es importante que este misterio sea iluminado con la voz

del Padre. Esta voz es para que podemos descubrir porque el Padre

tiene predilección por su Hijo. La respuesta puede ser solamente una: a

Dios le gusta este amor que toma sobre sí los pecados de los demás,

así es justamente el amor del Padre que él reconoce en su Hijo. El Hijo

manifiesta al Padre misericordioso. Esta es la revelación que espera el

mundo.

El llamado de los discípulos

Para realizar el proyecto de la salvación de Dios Jesús necesita de

los colaboradores. Por supuesto que podría realizarlo solo pero en esto

consiste el amor que quiere en esta obra, que se refiere a nosotros

mismos, involucrar a los interesados. Jesús quiere que los discípulos a

los cuales va a elegir primero experimenten quien es Él y teniendo esta

experiencia personal puedan testimoniarlo a los demás, anunciar a los

Parroquia de San José – Almería Página 171

demás este reino que ellos mismos han experimentado. Jesucristo no

elige como sus discípulos a algunas personas excepcionales, con ex-

traordinarias capacidades o cualidades. Se puede decir que Él elige a

los más débiles, hombres simples ya que por medio de ellos quiere

revelar su poder sobre el corazón del hombre. San Pablo incluso va a

decir: "Dios eligió a lo que el mundo tiene por necio, para confundir a

los sabios; " lo que el mundo tiene por débil, para confundir a los

fuertes" (l Corintios 1,27).

Jesús elige a Pedro que lo va a negar, a Santiago y Juan -hijos del

trueno-, a Mateo publicano, a Judas que lo va a vender por 30 monedas

de plata, a Tomas que va a dudar y a otros quienes en el momento de

la prueba de la cruz lo van a dejar y van a huir. Es extraña esta peda-

gogía de Dios pero podemos sacar de aquí una conclusión y al mismo

tiempo alegramos ya que El eligió lo que es débil y nosotros no debe-

mos ser nadie extraordinario para que el nos ame. La Divina Miseri-

cordia se revela justamente en esto que" él prefiere lo que es débil para

que tengan acceso a Él todos y de una manera especial los más peque-

ños. Hay muchos relatos de la vocación de los discípulos, pero particu-

larmente uno manifiesta este rasgo característico de la misericordia de

Jesús a quien no molestan los pecados del hombre ni su debilidad para

llamarlo a su seguimiento. Después de la pesca milagrosa, Pedro queda

admirado por el poder de Jesús y se siente muy pequeño frente a su

grandeza y santidad, por eso le pide que lo deje ya que se siente indig-

no para seguirlo. Jesús lo tranquiliza y le dice: "No tengas miedo Pe-

dro, de aquí en adelante vas a ser pescador de los hombres". Esta

generosidad solamente se encuentra en Dios, sólo Él es capaz de

entender totalmente el misterio de nuestra pequeñez e indignidad y a

pesar de esto mirando el corazón del hombre y sabiendo que - trans-

formado por la gracia - es apto para entregarse a Él y cumplir su

voluntad.

Parroquia de San José – Almería Página 172

“El sermón de Montaña”, el corazón de todo el Evangelio

Lo que dijo Jesús en el Monte de las Bienaventuranzas son las pa-

labras más lindas que fueron pronunciadas en esta tierra. Este discurso

resume toda la enseñanza de Jesús y al mismo tiempo revela quien es

Él. Se podría decir que en este Sermón nuestro Señor nos revela el

misterio de su corazón, el misterio de su misericordia. Pero hace falta

mirar este sermón desde una perspectiva adecuada ya que existe el

peligro de que vamos a leerlo como un texto moralizador en el cual

Jesús nos invita a actuar de una manera parecida, en base de nuestras

fuerzas. Existe además otro peligro que este sermón - ya que es muy

elevado - lo vamos a minimizar y lo vamos a transformar en algo

recortado a nuestra manera, adecuado a nuestras posibilidades tan li-

mitadas.

¿Cómo entonces, tenemos que mirar esta enseñanza para que sea

para nosotros una verdadera revelación de la misericordia de Dios y

que Él quiere realizar gratuitamente en nuestra vida? Sobre todo

debemos acercarnos a esta enseñanza con la humildad y fe que nos

revela Jesús. Es la máxima expresión de la sabiduría que sobrepasa

todo lo que el hombre hasta este momento ha inventado. ¿En qué con-

siste la belleza de este sermón? En el amor, en la misericordia. Primero

en la misericordia de Dios hacia el hombre ya que el Padre celestial

alimenta a los pájaros del cielo y viste a los lirios del campo (Mateo.

6, 30) Y si de esta manera se preocupa por ellos ¿no se va a preocupar

aun más por el hombre? La solicitud de Dios por nosotros no consiste

solamente en alimentamos y vestirnos como los lirios del campo. Dios

quiere hacer en nosotros algo aun más grandioso, desea que seamos a

imagen de Su Hijo. ¿Cuál es esta imagen? Es la imagen de un hombre

nuevo, quien: tiene alma de pobre, es paciente, tiene hambre y sed de

justicia, es misericordioso, tiene el corazón puro, trabaja por la paz, es

Parroquia de San José – Almería Página 173

perseguido por practicar la justicia. Este nuevo hombre es el mismo

Jesucristo. Su imagen surge de este Sermón y nos manifiesta la belleza

del Hijo de Dios y al mismo tiempo el anuncio de que Él quiere hacer-

nos a su imagen y semejanza, que el mayor deseo de su corazón es que

seamos semejantes a Él y que permitamos que el Espíritu Santo por su

acción nos forme.

Podemos seguir contemplando la imagen del Hijo de Dios y sobre

todo el rasgo más maravilloso de Jesús que no se resistía al mal y

permitió que los pecados de los hombres lo claven a la cruz. Pienso

que esto es la cumbre de la revelación de la Misericordia Divina. En

toda la historia de la salvación esta postura de Jesús es la revelación

más grande del amor de Dios que no ponía frente al mal, que amaba a

los enemigos. Esta postura, por supuesto provoca en nosotros cierto

escándalo, ya que nosotros tenemos bien arraigada una intuición

humana de justicia que nos insinúa que al mal debemos reaccionar con

la justicia, es decir con el castigo. Sin embargó en Dios existe otra

percepción que nos escandaliza ya que Dios no responde con mal al

mal sino responde con el perdón, con la misericordia. Jesucristo

mostró en su cuerpo esta enseñanza, la cual significa no resistirse al

mal. Cuando cayó sobre Él toda la injusticia, cuando le quitaron sus

vestiduras, su fama y finalmente su vida. Jesús no pedía que el Padre

lo vengara, que castigara a los que lo crucificaron, al contrario pedía

perdón y misericordia para sus homicidas en beneficio nuestro.

Sumergirse en la misericordia de Dios, significa primero aceptar

como máxima manifestación de la sabiduría esta postura de Jesús, es

decir, maravillarse por este gesto, por esta actitud que el mundo no

conoce. El mundo no conoce la misericordia. Primero aceptarlo como

sabiduría y después pedirle a Jesús para que esta postura pueda arrai-

garse en nuestra vida para que seamos a imagen del Hijo de Dios. Este

es el sentido del Sermón de la Montaña. Jesús quiere damos gratuita-

Parroquia de San José – Almería Página 174

mente esta postura, quien la encarnó en su vida para nosotros. Noso-

tros podemos creer en esto y aceptar este don de Él.

Parábolas

En el sermón de la Montaña hemos visto al mismo Jesús que nos

mostró la plenitud de la Divina Misericordia. Esta verdad del Padre

lleno de misericordia nos mostró también en las parábolas. ¿Por qué

Jesús habla por medio de las parábolas? Para que se manifieste con

qué intención lo escucha la gente. La manera como recibimos las pala-

bras de Jesús manifiesta nuestro corazón. Hay que examinar con qué

intención lo escuchamos. Los fariseos lo escuchaban con un corazón

malicioso intentando sorprenderlo en alguna afirmación para poder

acusarlo, lo querían destruir. Sin embargo para los que lo escuchaban

con un corazón sencillo, bien dispuesto, las parábolas son una revela-

ción de la verdadera sabiduría del mismo Dios.

En los Evangelios hay muchas parábolas. Hablan de grandes miste-

rios, aunque con mayor frecuencia se trata de las parábolas del Reino

de Dios que se hace presente con la venida de Cristo. Hay también

parábolas de la Divina Misericordia que nos presenta especialmente

San Lucas. Se trata sobre todo de las tres parábolas de su Evangelio

que de una manera admirable revelan la verdadera dimensión de la

riqueza de la Divina misericordia. Jesucristo relata estas parábolas en

un contexto concreto cuando los fariseos se ríen de Él, al mismo tiem-

po se escandalizan ya que trataba con los publícanos y pecadores. Es-

tas parábolas que presenta San Lucas (que era griego), revelan también

otra dimensión: hablan de la universalidad de la salvación, es decir, de

que la misericordia de Dios primero fue revelada a Israel y no la reci-

bió, pasa a los paganos que a los ojos de los judíos son publícanos y

pecadores. La postura de superioridad, de desprecio a los demás es

Parroquia de San José – Almería Página 175

totalmente ajena a Jesús por eso va a revelar con tanta fuerza la mise-

ricordia del Padre, quien ama a todo lo que es pequeño y débil.

Primero Jesús habla de la oveja perdida. El Buen Pastor deja el re-

baño para buscar una oveja que se perdió y cuando la encuentra la

carga sobre sus hombros y regresa a la casa, invita a los amigos y

vecinos para que se alegren juntos de la oveja perdida. "Habrá más

alegría en el cielo por un solo pecador que se convierta, que por

noventa y nueve justos que no necesitan convertirse" (Le. 15, 1-7). Se

trata aquí del pecador en la búsqueda del cual Jesús vino a la tierra

para tomarlo en sus hombros y llevarlo a la casa del Padre. El hombre

que fue herido por el pecado no puede con sus propias fuerzas regresar

a la justicia primitiva que perdió en el paraíso. Por eso, la obra de la

salvación que realiza Jesucristo consiste en la renovación del hombre,

en el cambio de su corazón, en la conversión. Los fariseos que se con-

sideraban justos no podían entender la necesidad de la salvación. Para

ellos, siempre va a ser escandalosa la misericordia que revela el Salva-

dor. Ellos se ubican fuera de la salvación ya que consideran que les

salva esta ley que cumplen. Sin embargo para los más pequeños y

débiles es diferente. La Buena Noticia es esta maravillosa revelación

de la misericordia de Dios manifestada por Jesucristo en estas parábo-

las.

La parábola siguiente es de la moneda perdida que tiene semejante

significado que la primera. Hay gran alegría de la moneda encontrada.

Esta alegría abarca todo el ciclo cuando el Salvador encuentra a un

solo pecador. La parábola más bella de la misericordia del Padre es la

parábola del hijo prodigo. Vale la pena conocerla mejor. Fijémonos

primero en la actitud del padre. Lo más característico en ella es entre-

gar y respetar la libertad. No hay amor si quitamos al otro la libertad,

si lo manipulo, chantajeo o si de alguna manera lo limito. El padre le

entrega al hijo la parte de la herencia que le correspondía. De alguna

Parroquia de San José – Almería Página 176

manera este es también un deber de justicia para con el hijo. La salida

de la casa paterna, es decir, separación de las raíces, de la fuente, de la

cual el hijo podría obtener la felicidad provoca que el padre se sumerja

en un gran dolor. Se puede conjeturar que el padre preveía esta suce-

sión de los hechos, es decir, el sufrimiento de su hijo pero permitió que

pase por esta experiencia porque solamente de esta manera podía com-

probar por sí mismo que significa vivir lejos de Dios. En la postura del

padre de esta parábola encontramos al Padre celestial que de una ma-

nera parecida actúa con nosotros. Nos da la herencia que Jesús nos

ganó en la cruz. Dios nos dio en el sacramento del bautismo al Espíritu

Santo sabiendo que esta herencia la íbamos a derrochar, que

cambiaríamos esta riqueza por un plato de lentejas. A pesar de todo

esto Dios se arriesgó creyendo que lo que sucedió con el hijo prodigo

se va a repetir con nosotros, que experimentando este amor vamos a

estar dispuestos para volver a Dios.

Miremos todavía la más bella escena del regreso del hijo prodigo,

ya que manifiesta de la manera más perfecta posible al mismo Dios,

quien espera, sale de la casa, sale al camino, mira por la ventana. Sig-

nifica esto que no se resigna a perder a su hijo, que solamente Él cree

profundamente en el hombre, en su destino final. Él nos creo para sí

mismo y sería una catástrofe mayor si no pudiéramos encontrarnos con

Él. La escena del regreso del hijo prodigo es muy dinámica. Cuando el

padre vio a si hijo de lejos salió corriendo a su encuentro, lo abrazó, lo

besó. El hijo pretende recitar el discurso preparado de antemano pero

el padre no le permite terminar como si quisiera decirle que todo esto

no tiene importancia que ahora hay que festejar y alegrarse ya que el

hijo de nuevo se encontró cerca de la fuente de la vida.

Vale la pena mirar al hermano mayor que representa al pueblo

judío y a todos los que se consideran justos. Aparentemente este

hermano mayor es un buen hijo pero mirándolo de cerca vemos que su

Parroquia de San José – Almería Página 177

amor al padre era fingido. El juzga a su padre: cuando volvió su

hermano reprocha al padre su excesiva bondad, se escandaliza de la

misericordia del padre. Esta postura sin duda no está ajena también a

nosotros cuando nos escandalizamos de la manera de actuar de los

demás y cuando vemos que los alejados regresan a Dios. Le reprocha-

mos que tendría que tratarnos mejor, es decir, entregarnos algo más

que un denario ya que hemos trabajado desde la madrugada. Pero los

caminos de Dios son diferentes de nuestros caminos y lo vamos a en-

tender cuando podamos saborear en algo lo que es la misericordia.

Justamente esta escena del regreso del hijo prodigo nos presenta la

esencia de la Divina Misericordia. El padre se conmovió profunda-

mente pero esta no es una conmoción sentimental, es una conmoción

de sus entrañas como dice la Sagrada Escritura. Esta conmoción no se

relaciona con los sentimientos, con el corazón - como señala la palabra

latina - misericordia. La palabra hebrea rahamim - misericordia

procede de la misma palabra que el vocablo vientre y esto significa

que la misericordia se relaciona más con el nacimiento. Dios nace de

nuevo en nosotros. Su misericordia provoca que nos hagamos hombres

nuevos, una nueva criatura y este es el don más maravilloso para los

pecadores.

Los publícanos y pecadores

La verdad sobre la Divina Misericordia que se manifiesta en las

obras y en la enseñanza de Jesús no sería completa sin recordar en este

lugar las escenas del Evangelio en las cuales ésta misericordia se hace

más visible. Particularmente se hace visible la relación de Jesús para

con los pecadores y publícanos. Sería conveniente reflexionar juntos

sobre quiénes eran los publícanos. Eran el grupo social más odiado por

los judíos ya que colaboraban con los ocupantes romanos, además eran

ladrones y estafadores que hicieron sus riquezas con el daño a los

Parroquia de San José – Almería Página 178

demás. Cómo no sentir entonces rechazo hacia ellos, no separarse de

ellos para manifestar de esta manera el desacuerdo con su modo des-

honesto de actuar. Jesús no entra en esta corriente del pensamiento, no

piensa según las categorías de nuestra justicia. Para nosotros el publi-

cano es un hombre que se aprovecha de los demás y tendría que pagar

por eso. Si alguien peca de esta manera, entonces tendría que recibir el

castigo merecido. Jesús mira al pecado de una manera diferente, Él

sabe bien que con el pecado no se relaciona ningún bien, ninguna ven-

taja para el hombre. Con el pecado siempre está relacionado el sufri-

miento y la muerte. Por eso, el pecador es un hombre infeliz y por lo

tanto digno de compasión y de misericordia. Jesús por esto se hace

presente entre los pecadores y publícanos, porque solamente Él sabe

en qué situación desgraciada se encuentran y Dios: no desea la muerte

del pecador sino que se convierta y viva (Ezequiel. 18, 23). Dios no

puede mirar impasible como sus hijos mueren a causa del pecado y por

eso Jesús va a estar siempre entre ellos para que puedan reconocer su

amor y convertirse. ¿Puede atraer a alguien el desprecio y el trato

desconsiderado?

El problema principal consiste en esto, si me reconozco a mi mismo

como un pecador porque en este caso con toda seguridad voy a esperar

el perdón, voy a desear que Dios no se acuerde de mis pecados. Tal

vez entonces vaya a descubrir en otros pecadores a los hombres dignos

de compasión y no de condenación. Al contrario, si me voy a conside-

rar justo como lo hacían los fariseos, me va a resultar muy difícil tener

la misericordia para los demás. Al fariseo le corresponde un trato

especial de parte de Dios ya que lo merece por sus obras. El no necesi-

ta la misericordia. El hace un favor a Dios. Solamente un hombre po-

bre, pecador, pequeño en su incapacidad y en su sufrimiento puede

abrirse a la gracia ya que se ubica ante Dios en un lugar adecuado, en

tal lugar desde donde uno puede clamar por la misericordia.

Parroquia de San José – Almería Página 179

No es posible en una reflexión tan corta mirar todas las obras y

enseñanzas de Jesús. San Juan dijo: "no bastaría todo el mundo para

contener los libros que se escribirán” (Juan 21, 25). Sin embargo,

incluso estos acontecimientos de los cuales hemos hablado, nos van a

inducir a entender con mayor profundidad y a mostrarnos agradecidos

por el don de la Divina Misericordia revelada por Jesucristo. Pidamos

la gracia de entender la esencia de este amor.

PADRE, ME PONGO EN TUS MANOS

Carlos de Foucauld

Padre, me pongo en tus manos. Haz de mí lo que quieras. Sea lo que

fuere, por ello te doy las gracias. Estoy dispuesto a todo.

Lo acepto todo, con tal de que se cumpla tu voluntad en mí y en todas

tus criaturas. No deseo nada más, Padre.

Te encomiendo mi alma, te la entrego con todo el amor de que soy

capaz, porque te amo y necesito darme, ponerme en tus manos sin

medida, con infinita confianza, porque tú eres mi Padre.

Parroquia de San José – Almería Página 180

Por hacer un resumen breve, hablaré de las comunicaciones privadas

que tuvo la monja polaca -Sor Faustina Kowalska- con Jesucristo. En

dichas comunicaciones, Jesús dijo a Sor Faustina que comenzara el

culto a la Divina Misericordia. Dicho culto se explica más abajo, pero

básicamente sirve como último asidero de pecadores reincidentes y

Parroquia de San José – Almería Página 181

con pecados graves, o sea todos nosotros, lo digo por si alguien ya se

había autoexcluido. Sor Faustina tuvo muchas conversaciones con

Jesús y muchísimas revelaciones, las cuales plasma en un en libro

bastante extenso que voy a tratar de resumir en sus aspectos más im-

portantes. En esas revelaciones se tratan todos los temas importantes

que afectan a los hombres y su relación con Dios. La muerte, el infier-

no, el purgatorio, la salvación, el pecado, la gloria de Dios, la persona-

lidad y la doctrina cristiana habladas de primera mano por Jesucristo.

Todo católico debe conocer este culto y practicarlo. Sus beneficios son

inmensos en esta vida y en la otra. A continuación, empezaremos por

un primer grupo de visiones y finalizaremos con un resumen del culto

a la Divina Misericordia. El texto en negrita corresponde a palabras de

Jesucristo y el texto en letra negra normal, a lo que relata sor Faustina.

Imagen de Sor Faustina

Parroquia de San José – Almería Página 182

Habiendo ya ingresado definitivamente en el convento, Sor Fausti-

na tuvo una primera visión sobrenatural del Purgatorio, que resume en

su diario así: Vi al Ángel de la Guarda que me dijo que le siguiera. En

un momento me encontré en un lugar nebuloso, lleno de fuego y había

allí una multitud de almas sufrientes. Estas almas estaban orando con

gran fervor pero sin eficacia para ellas mismas, solo nosotros podemos

ayudarlas. Las llamas que las quemaban, a mi no me tocaban. Mi

Ángel de la Guarda no me abandonó ni un solo momento. Pregunté a

estas almas que ¿Cuál era su mayor tormento?, a lo que me contesta-

ron unánimemente que su mayor tormento era la añoranza de Dios. Vi

a la Madre de Dios que visitaba a las almas en el Purgatorio, Las almas

llaman a María “La Estrella del Mar”. Ella les trae alivio en su estancia

en él, a la espera de poder lograr su salvación.

Parroquia de San José – Almería Página 183

En cierta ocasión, Sor Faustina intentó penetrar en el conocimiento

de la Santísima Trinidad, es decir, intentar responder a la pregunta:

¿Quién es Dios?. Tuvo una visión y al final de ella apareció el Salva-

dor diciendo: “Quién es Dios en su esencia, nadie lo sabrá, ni una

mente angélica ni humana. Trata de conocer a Dios a través de meditar

sus atributos.”

Prestar atención a esto. Sor Faustina tiene la visión de cómo será su

Juicio Particular si en ese momento hubiese muerto. No perder detalle

de que Sor Faustina es una religiosa que comulga todos los días y

apenas conoce el pecado. Y sin embargo tiene un día de purgatorio.

Tenéis que saber que ½ hora de purgatorio equivalen a 40 años en la

Tierra. A partir de aquí que cada cual extrapole lo que tiene pendiente.

“Vi claramente todo lo que no agrada a Dios. No sabía que hay que

rendir cuentas ante el Señor, incluso de las faltas más pequeñas.”Jesús

me preguntó: ¿Quién eres?. Contesté: Soy Tu sierva, Señor. Tienes la

deuda de un día de fuego en el Purgatorio. Quise arrojarme inmedia-

tamente a las llamas del fuego del Purgatorio, pero Jesús me detuvo y

dijo: ¿Qué prefieres, sufrir ahora durante un día o durante un

breve tiempo en la tierra?.

Parroquia de San José – Almería Página 184

En esta ocasión Sor Faustina detiene un castigo divino contra una

ciudad de Polonia, por medio de la oración repetida intensamente y el

ofrecimiento al Padre de los sufrimientos del hijo. Es muy importante

la oración de intercesión y para aplacar la Justa Ira Divina. Un día

Jesús me dijo que iba a castigar una ciudad, que es la más bonita de

nuestra patria. El castigo iba a ser igual a aquel con el cual Dios cas-

tigó a Sodoma y Gomorra. Niña Mía, durante el sacrificio, únete

estrechamente Conmigo y ofrece al Padre Celestial Mi Sangre y

Mis Llagas como propiciación de los pecados de esta ciudad. Re-

pítelo ininterrumpidamente durante toda la Santa Misa. Hazlo

durante siete días. De repente Jesús dijo: Por ti bendigo al país en-

tero. Y con la mano hizo una gran señal de la cruz encima de nuestra

patria. Al ver la bondad de Dios, una gran alegría llenó mi alma.

Para hacerla desaparecer completamente de Sor Faustina, Jesucristo

recurre a un acto simbólico: Jesús dijo a Sor Faustina: Te concedo el

amor eterno para que tu pureza sea intacta y para confirmar que

nunca experimentaras tentaciones impuras. Jesús se quitó el cin-

turón de oro y ciñó con él mis caderas. Desde entonces y gracias a esto

no experimento ningunas turbaciones contrarias a la virtud, ni en el

corazón ni en la mente.

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Jesús me dijo: Pinta una imagen según el modelo que ves, y fir-

ma: Jesús, en Ti confío. Quiero que esta imagen (…) sea bendecida

con solemnidad el primer domingo después de la Pascua de Resu-

rrección; ese domingo debe ser la Fiesta de la Misericordia.

Los elementos más característicos de esta imagen de Cristo son los

rayos. El Señor Jesús, preguntado por lo que significaban, explicó: “El

rayo pálido simboliza el Agua que justifica a las almas. El rayo

rojo simboliza la sangre que es la vida de las almas

(….).Bienaventurado quien viva a la sombra de ellos.

En la parte de abajo – según la voluntad de Cristo – figura la firma:

“Jesús, en Ti confío”. Esta imagen ha de recordar las exigencias de Mi

misericordia, porque la fe sin obras, por fuerte que sea, es inútil.

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El Señor Jesús dijo: que la Fiesta de la Misericordia sea un refugio

y amparo para todas las almas y, especialmente, para los pobres peca-

dores. Las almas mueren a pesar de Mi amarga Pasión. Les ofrezco la

última tabla de salvación, es decir, la Fiesta de Mi Misericordia. Si no

adoran Mi misericordia morirán para siempre. “Quien se acerque ese

día a la Fuente de Vida – dijo Cristo – recibirá el perdón total de las

culpas y de las penas”. “Ese día están abiertas las entrañas de Mi mise-

ricordia. Derramo todo un mar de gracias sobre aquellas almas que se

acercan al manantial de Mi misericordia

Para poder recibir estos grandes dones hay que cumplir las condiciones

de la devoción a la Divina Misericordia que son:

1) Confiar en la bondad de Dios.

2) Amar activamente al prójimo.

3) Estar en el estado de gracia santificante (después de confesarse).

4) Recibir dignamente la Santa Comunión.

“No encontrará alma ninguna la justificación – explicó Jesús –

hasta que no se dirija con confianza a Mi misericordia”

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“Cuando la coronilla es rezada junto al agonizante – dijo el Señor

Jesús – se aplaca la ira divina y la insondable misericordia envuelve al

alma”. La promesa general es la siguiente: “Quienes recen esta

coronilla, me complazco en darles todo lo que me pidan si lo que me

pidan está conforme con Mi voluntad.

“Cuantas veces oigas el reloj dando las tres, sumérgete en Mi miseri-

cordia, adorándola y glorificándola; suplica su omnipotencia para el

mundo entero y, especialmente, para los pobres pecadores, ya que en

ese momento, se abre de par en par para cada alma”

El Padre Rózycki habla de tres condiciones para que sean escuchadas

las oraciones de esa hora:

1. La oración ha de ser dirigida a Jesús.

2. Ha de ser rezada a las tres de la tarde.

3. Ha de apelar a los valores y méritos de la Pasión del Señor.

Parroquia de San José – Almería Página 188

«Hija Mía, anima a las almas a rezar la Coronilla que te he dado. A

quienes recen esta Coronilla, me complazco en darles lo que me pidan.

Cuando la recen los pecadores empedernidos, colmaré sus almas de

paz y la hora de su muerte será feliz. Escríbelo para las almas afligi-

das: Cuando un alma vea y conozca la gravedad de sus pecados, cuan-

do a los ojos de su alma se descubra todo el abismo de la miseria en la

que ha caído, no se desespere, sino que se arroje con confianza en

brazos de Mi Misericordia, como un niño en brazos de su madre

amadísima. Estas almas tienen prioridad en Mi Corazón compasivo,

ellas tienen preferencia en Mi Misericordia. Proclama que ningún alma

que ha invocado Mi Misericordia ha quedado decepcionada ni ha

sentido confusión. Me complazco particularmente en el alma que

confía en Mi Bondad. Escribe: cuando recen esta Coronilla junto a los

moribundos, Me pondré entre el Padre y el alma agonizante no como

el Juez justo sino como el Salvador Misericordioso.»

Parroquia de San José – Almería Página 189

Jesús En Ti confío

NOTA DE DERECHOS DE AUTOR

Los textos de este libro han sido extraídos en su mayoría del libro “Milosierdzie Boze na nowo

okrywane”, cuya traducción sería “La Divina Misericordia redescubierta” cuyo autor es Ks. H.

Dziadosz SJ, Krakow del año 2001, así como de diversa información recopilada de la Biblia. Los

derechos de las imágenes pertenecen a sus respectivos autores. Este libro ha sido editado para su

uso en las clases que cursan en la Parroquia de San José de Almería, los miembros que aspiran a

extender el conocimiento del mensaje de Jesucristo como Apóstoles de la Divina Misericordia.

Año de nuestro Señor 2010