Czermak, Marcel - Qué política para el psicoanálisis en el mundo contemporáneo

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© Pontificia Universidad Católica de Valparaíso Esta obra es publicada bajo una licencia Creative Commons Atribución 3.0 Unported Conversaciones Marcel Czermak: ¿Qué política para el psicoanálisis en el mundo contemporáneo? 1 A partir del cuestionamiento por el tipo de sujeto que el mundo moderno estaría fabricando, Marcel Czermak propone una reflexión desde las categorías freudianas y la puesta a prueba de la actualidad de su teoría, para plantear un examen a la producción de subjetividades en torno a los intentos de normalización de la sexualidad y la posibilidad para la ciudadanía del hombre como ser político. Estas reflexiones surgen a partir de una serie de preguntas que me fueron plan- teadas con motivo de una visita a Chile. Cada una de ellas es más difícil que la otra, y para abordarlas de forma satisfactoria habría que pasar varios años pen- sando y escribir miles de páginas, pero no será ese nuestro objetivo. Lo que haré será más bien lo siguiente: condensarlas alrededor de un eje que — esperando haber comprendido las inquietudes que motivan tales interrogan- tes— tomaré como la pregunta acerca de si el mundo moderno está fabricando un nuevo tipo de sujeto. Desde este eje trataré de abordar también otras dos cuestiones: la primera de ellas dice relación con el malestar en la civilización… ¿acaso se ha arreglado, ha tomado otro giro, se ha agravado? La segunda tiene que ver con poner en buen juego las categorías freudianas: ¿nos permiten apreciar lo que sucede, más aún cuando sabemos que actual- mente es imposible leer a Freud tal como lo leían sus propios contemporáneos? ¿Es posible hoy hacer una enseñanza sobre Freud, una enseñanza freudiana y 1 Marcel Czermak es psiquiatra y psicoanalista, miembro de la Asociación Lacaniana Internacional (ALI) París, Francia, especialista en el tratamiento de psicosis y autor de numerosos trabajos al respecto. Conferencista invitado del programa de Magíster en Etnopsicología PUCV.

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Conversaciones

Marcel Czermak:

¿Qué política para el psicoanálisis en el mundo contemporáneo?1

A partir del cuestionamiento por el tipo de sujeto que el mundo

moderno estaría fabricando, Marcel Czermak propone una reflexión

desde las categorías freudianas y la puesta a prueba de la actualidad de

su teoría, para plantear un examen a la producción de subjetividades en

torno a los intentos de normalización de la sexualidad y la posibilidad

para la ciudadanía del hombre como ser político.

Estas reflexiones surgen a partir de una serie de preguntas que me fueron plan-

teadas con motivo de una visita a Chile. Cada una de ellas es más difícil que la

otra, y para abordarlas de forma satisfactoria habría que pasar varios años pen-

sando y escribir miles de páginas, pero no será ese nuestro objetivo.

Lo que haré será más bien lo siguiente: condensarlas alrededor de un eje que —

esperando haber comprendido las inquietudes que motivan tales interrogan-

tes— tomaré como la pregunta acerca de si el mundo moderno está fabricando

un nuevo tipo de sujeto. Desde este eje trataré de abordar también otras dos

cuestiones: la primera de ellas dice relación con el malestar en la civilización…

¿acaso se ha arreglado, ha tomado otro giro, se ha agravado?

La segunda tiene que ver con poner en buen juego las categorías freudianas:

¿nos permiten apreciar lo que sucede, más aún cuando sabemos que actual-

mente es imposible leer a Freud tal como lo leían sus propios contemporáneos?

¿Es posible hoy hacer una enseñanza sobre Freud, una enseñanza freudiana y

1 Marcel Czermak es psiquiatra y psicoanalista, miembro de la Asociación Lacaniana Internacional (ALI) París, Francia, especialista en el tratamiento de psicosis y autor de numerosos trabajos al respecto. Conferencista invitado del programa de Magíster en Etnopsicología PUCV.

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una lectura de Freud de un modo distinto, sin todo lo que hemos aprendido

desde entonces? He de indicar, en todo caso, que en lo que me concierne me es

absolutamente imposible leer a Freud sin (por ejemplo) recurrir a lo que yo

aprendí con Lacan respecto de la manera para abordar a los problemas freudia-

nos, lo que a mi parecer es un gesto de fidelidad puesto que consiste en un in-

tento de actualizar y de tornarnos útil, práctico, el inmenso esfuerzo freudiano,

continuándolo.

Haré mías estas preocupaciones, que son las mismas que se plantean en otros

contextos, y las abordaré tal como se presentan las cosas para mí, más que desde

un punto de vista exclusivamente académico — incluso podrá decir que gran

parte de lo que tendría que decir al respecto tiene un punto de partida muy par-

ticular: se inicia una mañana en la que una periodista llega a entrevistarme, sin

sospechar el valor que tienen sus preguntas. De forma quizás un tanto extraña,

sus preguntas se cruzaban con las preguntas que me habían enviado y que pre-

tendo trabajar, pero al parecer tenía poca idea de lo que realmente estaba

hablando.

Esta periodista tenía un objetivo claro que yo no ignoraba, puesto que había leí-

do los medios antes de recibirla. En uno de ellos, una expresión llamó mi aten-

ción fuertemente: en lugar de decir “los hombres”, se decía “el género mas-

culino”; y esta periodista venía justamente a preguntarme respecto a los roles de

los hombres y las mujeres. Aquella expresión, que quizás para algunos habría pa-

sado inadvertida, me impresionó en tanto tal parece que en adelante (y en nom-

bre de quizás qué tipo de corrección política) ya no nos atrevemos a hablar de

hombres y mujeres… ¿es que acaso tendremos que hacernos a la idea de decir “tú

eres del género femenino”, “yo soy del género masculino”? Esta periodista, que

me pide que hable del rol de las mujeres y del rol de los hombres, parece no re-

parar que el término “rol” es del teatro y que los hombres y las mujeres no esta-

mos en ningún cine —le indico que sólo haríamos el imbécil si nos imaginamos

que estamos sosteniendo un rol en lugar de ejercer nuestras responsabilidades; y

es entonces cuando lo real nos salta a la cara. ¡Me interroga en tanto psicoanalis-

ta, y quería que yo hablara de género masculino o femenino!

El género es una fabricación que permite — en nombre de la democracia —

imaginarnos saber qué es un hombre o qué es una mujer, ya que éste parece ser

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una cuestión que nos es especialmente difícil. Y si nos es igualmente difícil saber

qué es un hombre o qué es una mujer, ¿por qué no habríamos de escoger qué

ser? Este asunto está datado: en 1953 se celebra el primer congreso sobre tran-

sexualismo organizado por el Dr. Harry Benjamin, que era uno de los pioneros

en materia de tratar con personas transexuales2.

En ese congreso había un abogado que dijo lo siguiente: "puesto que estamos en

democracia, ¿por qué no podemos escoger a qué género queremos pertenecer?".

Sin embargo, él olvidaba una cosa: que aquello de lo que se trataba en el caso de

los transexuales no tenía nada que ver con ninguna elección — aún no tiene re-

lación alguna con una elección respecto de la exigencia, el imperativo de ser una

mujer, y mucho menos tiene que ver con saber qué es una mujer, puesto que es-

to es justamente lo que está vedado. No se trata de ser una mujer sino de ser

llamado mujer, de ser nombrado mujer, lo que cambia la cara a las cosas. Los

transexuales estiman que no hay ninguna mujer que sea verdaderamente una

mujer, y que ellos les van a explicar qué es una verdadera mujer. Los clínicos

pueden ubicar que esta exigencia de ser llamado mujer corresponde simple-

mente a una exigencia de estar desprovisto de todo orificio, ya que aún si son

hombres que se han fabricado una neo-vagina, no les servirá para nada puesto

que está cerrada. Esta es una exigencia de completud esférica, que no deja de re-

cordarnos la esfera del hombre primordial3.

Esta periodista resultó ser bastante útil para poder esclarecer algunas ideas, a

pesar de que lo que le decía no le interesaba para nada ya que en el fondo lo que

me estaba preguntando era "cuándo uno es un hombre, ¿cómo debe conducirse

uno?; ¿cómo uno debe conducirse cuándo es una mujer?". Entonces le señalé

que había algo fabuloso que estaba ocurriendo Francia en la reforma del código

de la familia y es que se estaba muy cerca de decir cómo debía hacer un padre las

cosas en la casa —y una madre también, por cierto. En otros términos: esto era

2 Harry Benjamin (1885-1986), endocrinólogo alemán. En 1969, en la introducción al libro “Transsexualism and

Sex Reassignment” (Green, R. & Money, J. [editores]. Baltimore: John Hopskins Press) afirma ser el primero en utilizar el término transexualismo en una conferencia pública, durante el mencionado congreso de diciembre de 1953. Cabe hacer notar que otros autores habían términos muy similares anteriormente (“transsexualismus”, por Hirschfield en 1923; “psycopathia transexualis” por Cauldwell en 1949).

3 Debemos recordar acá el mito de los andróginos del discurso de Aristófanes en “El Banquete” de Platón; discur-

so trabajado por Lacan en la sexta clase de su seminario sobre “La Transferencia” (2003), del 21 de diciembre de 1960.

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la exigencia a través de un código para efectivamente sostener un rol y de verse

así aliviado respecto de la propia responsabilidad en lo que concierne a los actos

propios.

Creo que quizás soy excesivamente republicano y excesivamente democrático,

pero había creído comprender que la Revolución Francesa quería fabricar ciuda-

danos responsables de sus actos; ciudadanos capaces de producir actos que ellos

pudiesen asumir, verdaderos ciudadanos, y no unas marionetas donde cada uno

de los actos correspondería a prescripciones con las cuales hay que estar con-

forme, pero luego me doy cuenta que lo que se venía en la reforma del código de

la familia ya estaba en viviendo en las instituciones donde vemos que se multi-

plican los protocolos, los códigos de buena conducta, las estandarizaciones… En

fin, todas esas modalidades de estar conforme con prescripciones generalizadas

que valdrían tanto para las fábricas de clavos como para los hospitales. Dicho de

otro modo, estas mecánicas que se ponen en marcha llevan a cada quien no sólo

a aliviarse y a desprenderse respecto de sus actos, sino también a protegerse de

los actos de cada quien, puesto que bastaría con mirar el protocolo para saber si

uno se ha conducido bien o no.

Con esto, ¡vayan a hacer progreso! ¡Se está tratando de impedir el acto de trans-

gresión legítima, que es la del progreso mismo! Estamos frente a un Ideal de

clon, de sujeto duplicado, replicado al infinito, y con el cual, por cierto, no ha-

bría ninguna sorpresa. ¡Vayan a poner a dos personas juntas en la cama para que

pueda coger con su doble! Comprenderán que este tipo de producciones referi-

das por nuestra estandarización actual no me parece buena para el porvenir de

nuestros propios hijos.

Y respecto del tipo de mundo que estamos fabricando para nuestros niños, de-

bemos reconocer que es indiscutible (hace rato que sonó la alarma) que inde-

pendientemente de toda las coyunturas políticas y de todas las problemáticas

sociales, la delincuencia ha aumentado en todas partes, independientemente de

la coyuntura económica en que vivan las personas, sea en el caso de los burgue-

ses o de la gente pobre. Tenemos que lidiar con delincuentes capitalistas que

luego de robar lo gastan todo inmediatamente quedando siempre con los bolsi-

llos vacíos y que en su preocupación por llevarse todas las cosas que le ponen

por delante nos revela que, sin saberlo, estima haber sufrido tal daño respecto

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del otro que se ve obligado a hacerse pagar a lo bestia; pagarse respecto de los

daños que se le han procurado. Evidentemente esto no repara nada.

¿Y si este daño fuera un daño sexual? ¿Si por ejemplo, los padres, estuvieron más

preocupados de estar conformes a un rol que de asegurar su función? ¿Y si ellos

mismos se han puesto de un modo oblicuo o al revés, en el ejercicio de sus pro-

pias legitimidades? Si estos hechos no fueran delincuenciales, cada quien podría

cumplir a su antojo para sí mismo o para los demás las diferentes funciones re-

queridas para un ser hablante, ya que si lo que estoy tratando de afirmar no es

excesivamente falso, esto nos ha llevado a lo que podríamos llamar una des-es-

pecificación de los lugares, una intercambiabilidad de los lugares, una conmuta-

tivilidad de los lugares.

Conocimos esto en lo que siguió a los eventos de mayo del 68, puesto que la ex-

perimentamos — no hay necesidad de preguntarse qué va a suceder: conocimos

la ideología que quería que papá y mamá fueran intercambiables y que hicieran

las mismas cosas, y está claro que basta con leer la prensa para ver que confun-

dimos completamente la paridad de los salarios, del acceso a la cultura y al tra-

bajo y la paridad funcional de un hombre y una mujer, puesto que lo que es fun-

damental entre los hombres y las mujeres al interior del mismo sexo y en la me-

dida en que las funciones están bien diferenciadas, es el hecho mismo de la dis-

paridad subjetiva, no es la paridad subjetiva, es fundamentalmente la disparidad

subjetiva.

Lacan hizo un seminario sobre la transferencia y se llamaba La transferencia en

su disparidad subjetiva4 puesto que lo que pasa es psicoanálisis con el que se

tiende en el diván en tanto sufriente, y con el modo en el que él se dirige a usted,

es que se instaura una disparidad que no debe nada a ningún factor económico o

político sea el que sea, sino al modo en el que para cada quien el objeto que cau-

sa sus deseos se ha producido. Dicho de otro modo, dado que la disimetría de los

lugares es irreductible, los hombres no pueden ser mujeres y las mujeres no

pueden ser hombres, e inclusive en los casos de homosexualidad que intentan

reducir al máximo esta disparidad —es decir de encontrar al mismo, el doble

4 Este es, de hecho, el título completo del seminario de 1960-61 (Lacan, 2003).

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(Freud, 1922) — pues la cosa no anda bien, no funciona… la disparidad se repro-

duce incluso al interior de la pareja homosexual.

A propósito de esto, la periodista tiene una chispa. Me dice: “¿es verdad que en

Chile veremos que hay niños que no saben de qué lado ubicarse del punto de

vista sexual?”. Y es que en este caso tendemos a considerar que los niños, los

nuevos sujetos, nacen con una respuesta dada al existir en la existencia acre-

centada de una des-especificación de los lugares y de las funciones.

Lo que estamos evocando es muy directamente el asunto de saber qué es lo que

para un ser hablante está ubicado en la posición de agente (Lacan, 1992), aquello

que para él (lo sepa o no) hace autoridad; es decir, cuál es la función que lo

manda, le sea consciente o inconsciente, que lo conduce. Ahí, por cierto, es difí-

cil tratar de intentar explicar a esta periodista qué es el Padre.

Les remito a este asunto de qué es lo que está puesto en el lugar del agente pues-

to que este asunto no ha sido en la historia de la humanidad algo fundamental.

Por cierto hubo preguntas anteriormente respecto de qué es lo que hacía autori-

dad, autoridad política, pero mal que mal la sabiduría experimentada de los

pueblos, oscura, no elaborada, instalaba aproximativamente una relación apaci-

guada entre los sexos y entre las generaciones según modalidades que a menudo

variaban pero que eran tales que, valga lo que valga, las relaciones de filiación y

de transmisión se encontraban más o menos estabilizadas. Ya no nos encontra-

mos en ese caso.

Ya no sabemos qué es lo que garantiza la estabilidad del horizonte, en la medida

en que nuestro mundo simbólico parece haber sido sacudido en el lugar mismo

que era la clave enigmática que permanece — aquí hay que recurrir necesaria-

mente a utilizar algunas palabrotas: el significante fálico.

Estamos fabricando sujetos que además de ser delincuentes, se encuentran in-

ciertos respecto de su identidad sexual, y por eso es que tampoco vemos unos

demócratas: hemos fabricado delincuentes sencillos o bien fabricantes de clones,

es decir, exactamente lo contrario de lo que quiso producir la revolución fran-

cesa, y a pesar de que estoy tomando solamente el ejemplo de Francia, creo que

el fenómeno es mundial.

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Si un día cualquiera el portavoz de gobierno fuera a anunciar medidas económi-

cas (o de otra naturaleza) desagradables, a un industrialista le basta con hacer

una llamada telefónica para reubicar su fábrica offshore5, en un lugar inaccesible

para la autoridad pública. Es decir, que al mismo tiempo que la autoridad legí-

tima, democrática, pasa a ser desacreditada; está también separada de la activi-

dad económica y desemparejada de la actividad financiera, en la que los flujos

financieros pueden funcionar sin ninguna dirección y sin detención. Estos cons-

tituyen, curiosamente, algo que verdaderamente podríamos denominar un agen-

te, pero que es a la vez anónimo y acéfalo… y sin embargo, a partir de esto que-

remos fabricar niños “normales”. Pero, ¿cómo puede uno mismo mantener su

cabeza cuando está siendo dirigido por un ser que no tiene cabeza?

La situación ha cambiado bastante desde Freud — no voy a adentrarme en la

cuestión de cómo la ciencia ha contribuido a este asunto, pero para nadie es un

secreto de que a la par de las cosas buenas que ésta tiene, también nos presenta

serios inconvenientes. Tampoco voy a tomar el tema del Holocausto, que per-

manece siendo un enigma mayor sobre el que traté de articular algo en torno a

lo que estuvo en juego allí y que para mí es claramente lo que Lacan denomina el

objeto a, que actualmente parece conducirnos a través de las voces, las miradas y

todos los productos del mercado en los que nosotros mismos nos hemos con-

vertido, es decir, en desechables/desclasados (déclasser) o, según la coyuntura

del mercado, en algo rompible. Claramente, estas señales nos indican que el ma-

lestar en la civilización no está cerca de reducirse.

No creo que Freud haya sido muy optimista.

Ustedes no ignoran las reservas que tuvo Freud respecto de las utopías en su

tiempo — las podemos encontrar, por ejemplo, en el texto “El porvenir de una

ilusión” (1927). ¿Qué podemos decir de eso hoy día, cuando, en forma paralela a

todo lo que he planteado hasta acá, hemos sido testigos del ascenso exponencial

de todos los integrismos religiosos (sean los que sean) y de todas las intoleran-

cias? No hay que olvidar una de las últimas enseñanzas de Lacan: aquello que ha

5 N. del T: Literalmente, “más allá de la costa”; este anglicismo se utiliza para designar aquellas empresas ubica-

das en centros financieros con un nivel impositivo muy bajo, conocidos como “paraísos fiscales”, localizados generalmente en islas.

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sido forcluído en lo simbólico retorna en lo real. Entonces ¿qué es lo que retorna

en lo real?

No hay proclividad de lo económico, mi padre es más (plus): ¡eso es integrismo

religioso! Más padre que el yo, que el mío, ¡muere! Y esa historia del más proli-

fera por todas partes. Yo vendo más, yo soy más hermoso, yo curo más, etc.

En este recorrido que he intentado presentarles es donde yo veo la huella de la

pulsión de muerte. Uno se preguntaría porqué Freud la llamó así, ya que uno

llama pulsión o Trieb a algo que efectivamente tiene una pulsación — algo que

parece estar ausente en esta pulsión de muerte, que tal vez nos señala que fi-

nalmente estamos perdidos. Quizás estamos tendiendo hacia un sueño tranquilo

(eso es, después de todo, la clonación), pero tengan por seguro que ello va a fra-

casar y va a llamar a insurrecciones y revueltas; no hemos terminado aún de ver

qué es lo que hay.

Pienso que efectivamente estamos fabricando un nuevo tipo de sujeto, no-divi-

dido, porque se nos dice que no está bien estar dividido, olvidando que es la

humanidad misma la que se encuentra en este desgarro. Se está intentando fa-

bricar un sujeto que no tenga ninguna duda, que éste tranquilito en sus rieles, y

que deje en paz. Sabemos que esto va a fracasar, puesto que es imposible, y a

partir de allí podemos saber un poco lo que podríamos esperar del futuro.

Referencias

Freud, S. (1927). El porvenir de una ilusión. Obras Completas (Vol. XXI). Buenos Aires: Amorrortu.

Freud, S. (1922). Sobre algunos mecanismos neuróticos en los celos, la paranoia y la homosexualidad. Obras Completas (Vol. XVIII). Buenos Aires: Amorrortu.

Lacan, J. (1992). El Seminario, Libro 17: El reverso del psicoanálisis. Buenos Aires: Paidós.

Lacan, aJ. (2003). El Seminario: Libro 8, La transferencia. Buenos Aires: Paidós.