D050508 Fin IIGM - Españoles en la caída de Berlín

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52 Los domingos DOMINGO 8/5/2005 ABC L a Ezkerra Einheit de la SS no era Izquierda Uni- da sino la Unidad Ezke- rra, al mando del coman- dante SS Mikel Ezquerra, que con los cien últimos fanáticos defen- dió Berlín ante el Ejército Rojo. Hergueta, en cambio, huía del franquismo y acabó preso de los nazis; ayudando a los americanos en la liberación, quedó luego de la- do soviético y finalmente en el ré- gimen claustrofóbico de la RDA. Palomo se fue con los fascistas a «proteger Europa del comunis- mo», vio el fin de la guerra preso en Azerbaiyán y acabó viviendo en democracia, la de la RFA. El in- dómito teniente Granell, segundo del capitán Dronne en «La Nue- ve», alcanzó el nido de Hitler para morir en un accidente en Alican- te, cuando iba a reclamar su pen- sión al consulado francés. En aquella guerra en la que no estuvo España, sí hubo en cambio españoles: unos sujetos, otros ob- jetos, predestinados, cruzados o con el pie cambiado, allí estaban y aquí están aún algunos. Cuando la artillería de la US 89 División de Infantería empezó a ti- rar sobre Lugau, en Sajonia, Ge- rardo Alonso Hergueta se fue dis- parado hacia los recién llegados «boys» americanos, para escu- char sólo: «Manito, tiran a tu pue- blo, ya te puedes despedir de él». Hergueta dice que hablaba con los soldados «en tejano». Había na- cido en Ciudad de México pero, de madre donostiarra, vivió desde ni- ño en Madrid, hasta ser apresado como estudiante en París por la Gestapo, en 1941, y enviado a un campo en Lugau, donde ha vivido los últimos 64 años. De hecho él y otros han podido vivir en Lugau porque Hergueta, como es aquí leyenda, salvó la existencia de la ciudad cuyo arra- samiento había sido dictado ya aquella mañana del 5 de mayo de 1945. La misma en que Martín Ber- nal, oficial de la mítica «Nueve» de la II División Blindada de Le- clerc, entraba a lomos de su carro «Don Quijote» en el cuartel gene- ral alpino de Hitler, el temido Berghof bajo el Nido del Águila. Aquel grupo heroico, que había entrado el primero en París y ha- bía liberado Estrasburgo con su carro «España cañí», sirvió al últi- mo arrebato del extraordinario ge- neral Leclerc que, a sabiendas de que en Berlín entrarían los rusos, quiso adelantarse con «La Nueve» a los americanos en la segunda se- de del Reich, la fortaleza alpina de Berchtesgaden. Salvando Lugau Al joven Hergueta, que había ido con su mujer embarazada al veci- no Gersdorf para encontrar a los americanos, los «boys» le avisa- ron: «Van a dejar tu pueblo como Lídice», en referencia a un pueblo checo tristemente célebre enton- ces por haber sido borrado del ma- pa tras el atentado contra Heydri- ch. «Supe que la aviación tenía ya el plan de vuelo e iba a bombar- dear y me fui para el mando ameri- cano, suplicándole que pararan, pero el comandante me puso una pistola en la cabeza». Dijo que iba a acabar con todos los nazis «uno por uno, empezando por mí», pero Hergueta les aseguró que él mis- mo era trabajador forzado en una fábrica de munición, lo habían apresado en Francia. Los del batallón 602, que acaba- ban de liberar dos semanas antes el campo de Buchenwald y anda- ban muy susceptibles con los na- zis, le dijeron que sabían que la ciudad estaba llena de SS, que allí cerca estaban ejecutando a prisio- neros rusos, eran días caóticos, llenos de renegados del frente, fa- náticos de la última hora, pero Hergueta les aseguró «que no, que sólo quedan mujeres, ancianos y niños». Se lo llevaron encañona- do, pero le creyeron: «Me subie- ron a un carro y con otros dos de escolta entramos en Lugau. Yo sa- bía dónde estaban los últimos sol- dados, en una colina aquí cerca de casa, con una batería». Y allí llevó a los tres M-18 americanos: «Salí de la escotilla y les grité que o pa- ra abajo o para arriba, o sea que, o bajaban o los volaban, y al final bajaron los nueve que quedaban». Y los aliados entraron y Lugau fue salvada, una de pocas ciuda- des alemanas que acabó la guerra en pie, por un español que nunca obtuvo reconocimiento e incluso sus vecinos se preguntaron por un tiempo si «este extranjero no había sido más un traidor que un salvador». Pero Hergueta quedó al Este del telón de acero, aunque «nunca me hice del partido», con lo que apenas nadie se acordó más de él y, a sus 85 años, está hoy en una silla de ruedas, con una pier- na amputada, solo en el corazón de Sajonia, «mi mujer murió ya», e intentando que «la embajada o Estuvieron allí, héroes a contrapelo, en un bando y en otro, con destinos cruzados. No hubo recompensa Españoles en Berlín Vencedores y vencidos Hubo españoles en aquellas horas agónicas en que se hundió el III Reich. Al final de la guerra Gerardo liberó un pueblo alemán, la «Nueve» tomó el Nido del Águila, Palomo estaba preso en Bakú y la Falange en Berlín mutaba del franquismo al vasquismo. RAMIRO VILLAPADIERNA Lugau/Bonn Los soldados reparten pan a la población. Una imagen que contrarresta otras bastante más oscuras de la «liberación» Imágenes eufóricas con los rusos como protagonistas. Moscú se quitaba una espina que no ocultaba sus terribles pérdidas en la guerra: 47 millones de víctimas soviéticas 8 DE MAYO DE 1945, CAÍDA OFICIAL DEL REICH

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52 Los domingos la Falange en Berlín mutaba del franquismo al vasquismo. RAMIRO VILLAPADIERNA Lugau/Bonn DOMINGO 8/5/2005 ABC Los soldados reparten pan a la población. Una imagen que contrarresta otras bastante más oscuras de la «liberación» Imágenes eufóricas con los rusos como protagonistas. Moscú se quitaba una espina que no ocultaba sus terribles pérdidas en la guerra: 47 millones de víctimas soviéticas Salvando Lugau

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52 Los domingos

DOMINGO 8/5/2005 ABC

La Ezkerra Einheit de laSS no era Izquierda Uni-da sino la Unidad Ezke-rra, al mando del coman-

dante SS Mikel Ezquerra, que conlos cien últimos fanáticos defen-dió Berlín ante el Ejército Rojo.Hergueta, en cambio, huía delfranquismo y acabó preso de losnazis; ayudando a los americanosen la liberación, quedó luego de la-do soviético y finalmente en el ré-gimen claustrofóbico de la RDA.Palomo se fue con los fascistas a«proteger Europa del comunis-mo», vio el fin de la guerra presoen Azerbaiyán y acabó viviendoen democracia, la de la RFA. El in-dómito teniente Granell, segundodel capitán Dronne en «La Nue-ve», alcanzó el nido de Hitler paramorir en un accidente en Alican-te, cuando iba a reclamar su pen-sión al consulado francés.

En aquella guerra en la que noestuvo España, sí hubo en cambioespañoles: unos sujetos, otros ob-jetos, predestinados, cruzados ocon el pie cambiado, allí estaban yaquí están aún algunos.

Cuando la artillería de la US 89División de Infantería empezó a ti-rar sobre Lugau, en Sajonia, Ge-rardo Alonso Hergueta se fue dis-parado hacia los recién llegados«boys» americanos, para escu-char sólo: «Manito, tiran a tu pue-blo, ya te puedes despedir de él».Hergueta dice que hablaba conlos soldados «en tejano». Había na-cido en Ciudad de México pero, demadre donostiarra, vivió desde ni-ño en Madrid, hasta ser apresadocomo estudiante en París por laGestapo, en 1941, y enviado a un

campo en Lugau, donde ha vividolos últimos 64 años.

De hecho él y otros han podidovivir en Lugau porque Hergueta,como es aquí leyenda, salvó laexistencia de la ciudad cuyo arra-samiento había sido dictado yaaquella mañana del 5 de mayo de1945. La misma en que Martín Ber-nal, oficial de la mítica «Nueve»de la II División Blindada de Le-clerc, entraba a lomos de su carro«Don Quijote» en el cuartel gene-ral alpino de Hitler, el temidoBerghof bajo el Nido del Águila.Aquel grupo heroico, que habíaentrado el primero en París y ha-bía liberado Estrasburgo con sucarro «España cañí», sirvió al últi-mo arrebato del extraordinario ge-neral Leclerc que, a sabiendas deque en Berlín entrarían los rusos,quiso adelantarse con «La Nueve»a los americanos en la segunda se-de del Reich, la fortaleza alpina deBerchtesgaden.

Salvando LugauAl joven Hergueta, que había idocon su mujer embarazada al veci-no Gersdorf para encontrar a losamericanos, los «boys» le avisa-ron: «Van a dejar tu pueblo comoLídice», en referencia a un pueblocheco tristemente célebre enton-ces por haber sido borrado del ma-pa tras el atentado contra Heydri-ch. «Supe que la aviación tenía yael plan de vuelo e iba a bombar-dear y me fui para el mando ameri-cano, suplicándole que pararan,pero el comandante me puso unapistola en la cabeza». Dijo que ibaa acabar con todos los nazis «unopor uno, empezando por mí», pero

Hergueta les aseguró que él mis-mo era trabajador forzado en unafábrica de munición, lo habíanapresado en Francia.

Los del batallón 602, que acaba-ban de liberar dos semanas antesel campo de Buchenwald y anda-ban muy susceptibles con los na-zis, le dijeron que sabían que laciudad estaba llena de SS, que allícerca estaban ejecutando a prisio-neros rusos, eran días caóticos,llenos de renegados del frente, fa-náticos de la última hora, peroHergueta les aseguró «que no, quesólo quedan mujeres, ancianos yniños». Se lo llevaron encañona-do, pero le creyeron: «Me subie-ron a un carro y con otros dos deescolta entramos en Lugau. Yo sa-bía dónde estaban los últimos sol-dados, en una colina aquí cerca decasa, con una batería». Y allí llevóa los tres M-18 americanos: «Salíde la escotilla y les grité que o pa-ra abajo o para arriba, o sea que, obajaban o los volaban, y al finalbajaron los nueve que quedaban».

Y los aliados entraron y Lugaufue salvada, una de pocas ciuda-des alemanas que acabó la guerraen pie, por un español que nuncaobtuvo reconocimiento e inclusosus vecinos se preguntaron porun tiempo si «este extranjero nohabía sido más un traidor que unsalvador». Pero Hergueta quedóal Este del telón de acero, aunque«nunca me hice del partido», conlo que apenas nadie se acordó másde él y, a sus 85 años, está hoy enuna silla de ruedas, con una pier-na amputada, solo en el corazónde Sajonia, «mi mujer murió ya»,e intentando que «la embajada o

Estuvieronallí, héroes acontrapelo,en un bando

y en otro,con destinoscruzados.No hubo

recompensa

Españoles en BerlínVencedores y vencidos

Hubo españoles en aquellas horas agónicas en que se hundió el III Reich. Al final de la guerra

Gerardo liberó un pueblo alemán, la «Nueve» tomó el Nido del Águila, Palomo estaba preso en Bakú y

la Falange en Berlín mutaba del franquismo al vasquismo. RAMIRO VILLAPADIERNA Lugau/Bonn

Los soldados reparten pan a la población. Una imagen que contrarrestaotras bastante más oscuras de la «liberación»

Imágenes eufóricas con los rusos como protagonistas. Moscú se quitaba una espina que noocultaba sus terribles pérdidas en la guerra: 47 millones de víctimas soviéticas

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25.000españoles

fueronenviados a

Alemania, en1941, como

mano deobra,

empujadospor la

necesidad oel engaño.Muchos

combatirían

Berlín y un cura vasco fanático,Martín de Arrizubieta, dirige des-de últimos del 44 una cruzada na-zi-vasquista, que tenía confundi-dos desde al embajador Mayaldehasta los últimos españoles en lacapital. Invocaba que «la salva-ción (…) está en nosotros, los de-fensores de un Nuevo Orden», yaseguraba que «si Alemania ganala guerra no deberá respetar lafrontera de España» y depondrá aFranco, cuenta Xosé M. NúñezSeixas en «Los últimos de Ber-lín», donde aborda la función delex embajador alemán en Madrid,Wilhelm Faupel, retirado a peti-ción de Franco, y al frente del Ibe-roamerikanisches Institut.

En el nido del águilaHacia la victoria avanzaban, encambio, entonces Luis Royo yManuel Fernández, los últimossupervivientes de los hombres

de Granell en «La Nueve», la com-pañía de Raymond Dronne, emo-tivamente honrada por éste: «Ha-bían abrazado nuestra causa es-pontánea y voluntariamente,porque era la causa de la liber-tad». Unos 400 españoles sirvie-ron en la 2ª División Blindada deLeclerc y 150 de ellos formabanen «La Nueve», bragados en laguerra de España y en los CorpsFrancs d'Afrique y muy motiva-dos ideológicamente: la sección 1y 2, de socialistas y republica-nos, la 3 de anarquistas. La mayo-ría «cayó, sus tumbas jalonan laruta gloriosa y dolorosa que si-guieron desde Normandía a Ber-chtesgaden; los supervivientestuvieron el orgullo de terminarla guerra en el santuario del na-zismo».

Sólo quedaron 16 españolesLa 1ª Sección, mandada por Fe-

derico Moreno, fue la que llegó alNido del Águila, la 2ª de MartínBernal «Garcés» la que entró en elBerghof, la sede de gobierno de Hi-tler en la Fortaleza de los Alpes:ello «lavó todas las afrentas quelos republicanos españoles había-mos recibido desde 1936». Ya «tu-vimos pocas bajas», decía el sar-gento-jefe Moreno, pocos podíancaer ya: de los 148 españoles des-embarcados en Utah Beach, me-nos de un año antes, sólo queda-ban 16 en «La Nueve» el día queacabó la guerra: multiplicaronpor diez la media de bajas de la di-visión de Leclerc. El sábado 5 demayo, el general entraba en Bert-chesgaden. Tres días después ca-pitulaba Alemania. Antes un ex je-fe de centuria de la CNT se habíallevado al parecer unas sábanascon las iniciales de Hitler y EvaBraun.Un soldado ruso contempla las ruinas de la ciudad

El cabo Juan Palomo, de la División Azul, a su regreso de un campo de prisioneros de Rusia, en 1946

RAMIRO VILLAPADIERNA

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lo llevaron a ver a La Pasionaria,que «nos dijo: hijos míos», pero«uno le gritó: que yo ya tengo ma-dre». En el campo azerí «no habíapuertas ni alambradas», la garan-tía de que nadie escaparía, en ple-no invierno, era entregar la ropapor la noche. Pero en verano «undía me dio y salí por la ventana».

Cuatro meses después del fin dela guerra y tras una larga mar-cha, Palomo había alcanzadoBudapest y luego el consulado es-pañol en Hannover; a finales de oc-tubre, Italia, y partía de Livornopara Algeciras. Pero «no me adap-té», como divisionario pidió traba-jar en la policía y lo mandaron aBarcelona, «al barrio chino y yono había escapado de Rusia paradetener prostitutas». Terminó re-gresando a Alemania en 1949, don-de encontró a su mujer y a su hijoy se ha quedado aquí medio siglo,pero entre sus fotos la primera esuna de Franco.

Unos 45.000 españoles lucharonentre 1941 y 1944 al lado de Hitlery/o contra el comunismo, con unnúmero extraordinariamente al-to de muertes (10 por ciento) y ba-jas (56 por ciento). Además «la re-lación con los alemanes no era fá-cil y terminamos haciendo lo quequeríamos». Hitler llamó a los di-visionarios «andrajosos e indisci-plinados, pero impávidos y durospara las privaciones», como de-mostraron en Leningrado peroaún más en la operación del lagoIlmen, donde sufrieron un 90 porciento de bajas para liberar a 500alemanes.

Bochorno del régimen«Otro grupo español en los últi-mos días de la Alemania nazi erala mano de obra, 25.000 llegadosen 1941, al principio de la guerra,por necesidad o engañados», re-cuerda el historiador Antonio Mu-ñoz Sánchez, que cita la obra «Losesclavos españoles de Hitler». «Al-gunos de aquellos «trabajadores»terminaron por alistarse luego»en formaciones militares, para bo-chorno de las promesas de no inje-rencia que había hecho Franco alos aliados. España había declara-do oficialmente su neutralidad en1943 y repatrió la División Azul,pero desde últimos del 43 cientos—según Carlos Caballero Jura-do— se alistaban por libre, o porla Falange, en el brazo militar dela SS (compañías 101 y 102, y LeonDegrelle) y en el ejército regular(Wehrmacht), donde se creó unaLegión Española. De ellos, 400 fue-ron entrenados en Stablack, enPrusia Oriental, y 150 formaron elBatallón Fantasma, ignorando ór-denes de Madrid y mandados porel capitán Wolfgang Graefe. Fer-nando Vadillo, que estuvo conellos, los ha retratado en «Los Irre-ductibles».

Esto y las pruebas presentadaspor diplomáticos aliados, sobremiembros en la Gestapo, compro-metieron mucho al régimen espa-ñol y, aunque Exteriores alegó

que tales números serían ridícu-los frente a los miles alistados conlos aliados, ello fue determinantepara el boicot posterior. Peromientras un Franco, que en 1942proclamó que «un millón de espa-ñoles defenderían Berlín» de sernecesario, se transmutaba en alia-do, la Falange de José Luis Arreserealizaba un giro hacia el nazis-mo y, chapoteando en el carlismo,viraba en el caso de su misión enBerlín hacia una mezcla de ilumi-nado antifranquismo y separatis-mo vasco.

En la capital alemana, cundíael pánico ante el asalto ruso, perono entre todos: un grupo de irre-ductibles vascos permanecen enla semi derruida sede de Falange,junto a Nollendorf Platz. Si Fran-co se veía antinazi, allí la Falangese nazificó hasta el antifranquis-mo: Ezquerra recluta al últimocentenar dispuestos a defender

Gerardo Alonso Hergueta contempla Lugau, el pueblo que salvó negociando con los americanos. Sueña con volver a España otra vez

Españoles de «La Nueve». Con kepis francés, el sargento Federico Moreno

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alguien» le dé la oportunidad «dever España por última vez. A versi alguien que le lea…»

Palomo, rebautizadoDe tercer infarto anda a su vezJuan Palomo en Bonn, un divisio-nario de Zarautz pero nacido enCeuta: «De la primera expedición.Entramos en Leningrado pero nosecharon pronto», dice. Entre losque echaron a Palomo y a los su-yos figuraban, combatiendo con elEjército Rojo, también españolescomo el curtidísimo Ramón Morei-ra, Luis Fernández Álvarez, Car-men Marón Fernández, CelestinoFernández-Miranda o ErmelinaLlana, luego condecorados.

Hubo miles de españoles más enuna guerra en que España no esta-ba: de Dunquerque a la Resisten-cia, escribe Secundino Serrano en«La última gesta», porque la mayo-ría combatió con los aliados excep-tuando la División Azul. De ésta yal margen de la primera expedi-ción —tan estudiantil e ideologiza-da— parece probado tanto el arro-jo como la escasa seriedad de mu-chos combatientes españoles. Elhistoriador Xavier Moreno ha cali-ficado la División como «hija denuestra guerra» y muchos la vie-ron continuación de la misma yuna oportunidad para devolver lavisita a los soviéticos. Iban, ve-nían, «dormíamos en los nichos delos cementerios por el frío», cuen-ta en Bonn Palomo; cuando en1942 conoció a su mujer en el Rin yen un baile la dejó embarazada, es-taba con un permiso de un mes,«pero me quedé cuatro, eran lasfiestas. Creí que me sancionarían,pero no». Una noche un cura rena-no los «rebautizó y casó» a un tiem-po, ya que no tenían partidas debautismo.

Palomo habla de su «aventura»y sus «amigos: con el gitano éra-mos siete», del robo en una pastele-ría polaca y del tabaco que le sacóa un guardia soviético a cambio deun agua de colonia, «diciéndoleque era coñac español». A últimosdel 43, cuando iba a ser disuelta laDivisión, «en una trinchera hela-da» lo apresaron. Estuvo en uncampo de trabajo y dice que un día

Una muchacha soldado soviética. Muchos rostros femeninos, sonrientes, frescosy saludables componen la propaganda más amable del momento

FOTOS: NOVOSTIUn soldado ruso coloca la bandera soviética en el Reichstag. La acción se repitió para la foto en un «posado»posterior al momento real a fin de que adquiriera la calidad dramática que exigía la propaganda soviética.

Imágenes de soldados soviéticos en las fechas anteriores a la caída de la capitalalemana. Estos días se recuerda la gesta en Rusia por todo lo alto

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