Daniel

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Comentarios a la Nueva Biblia de Jerusalén GONZALO ARANDA DANIEL Desclée De Brouwer

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  • Comentarios a la

    Nueva Biblia deJerusaln

    GONZALO ARANDA

    DANIEL

    Descle De Brouwer

  • NDICE

    INTRODUCCIN............................................................................... 91. Nombre y situacin en la Biblia ......................................... 92. Texto y versiones .................................................................. 103. Contenido ............................................................................. 114. Aspectos literarios y contextos............................................ 145. Composicin ........................................................................ 206. Perspectivas teolgicas ........................................................ 237. Lectura cristiana .................................................................. 27

    COMENTARIO

    CAPTULO 1: LOS JVENES HEBREOS EN LA CORTE DENABUCODONOSOR (1,1-21)...................................................... 31

    CAPTULO 2: EL SUEO DE NABUCODONOSOR: VISIN DE LA ESTATUA (2,1-49) ................................................ 37

    CAPTULO 3: LA ADORACIN DE LA ESTATUA DE ORO (3,1-30[97])..... 53

    CAPTULO 4: EL SUEO Y LA LOCURA DE NABUCODONOSOR(3,31 4,34) .......................................................................... 71

    CAPTULO 5: EL FESTN DE BALTASAR (5,1 6,1)............................ 85

    CAPTULO 6: DANIEL EN EL FOSO DE LOS LEONES (6,2-29)............... 93

  • CAPTULO 7: SUEO DE DANIEL: LAS CUATRO BESTIAS (7,1-28) ....... 101

    CAPTULO 8: VISIN DE DANIEL: EL CARNERO Y EL MACHO CABRO(8,1-27).................................................................................. 115

    CAPTULO 9: LA PROFECA DE LAS SETENTA SEMANAS (9,1-27) ......... 125

    CAPTULO 10: LA GRAN VISIN (10,1 12,13) ................................ 1391. El tiempo de la ira (10,1 11,39) ........................................ 1392. El tiempo del fin (11,40 12,13) ......................................... 155

    CAPTULO 11: SUSANA Y EL JUICIO DE DANIEL (13,1-64) ................. 165

    CAPTULO 12: BEL Y EL DRAGN (14,1-42) ..................................... 173

    BIBLIOGRAFA BSICA..................................................................... 179

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  • 9INTRODUCCIN

    1. NOMBRE Y SITUACIN EN LA BIBLIA

    El nombre del libro corresponde al del personaje principal, prota-gonista de una serie de historias (cc. 1-6 y 13-14), que pone por escri-to o narra las revelaciones recibidas por l mismo en forma de sueoso visiones (cc. 7-12). En este sentido, algo parecido sucede con otroslibros profticos, que son recopilaciones de orculos atribuidos alprofeta del que se habla (cf. Is 1,2; Jr 30,2; Ez 24,3; etc.). Segn elcomienzo de la obra, Daniel es un joven judo llevado, junto conotros, al destierro de Babilonia, donde permaneci hasta el ao pri-mero del rey Ciro (1,21). Aunque pudiera haber existido alguien lla-mado Daniel entre los deportados, en realidad la figura de Daniel queaparece en el libro no puede determinarse histricamente: en las his-torias tiene el carcter de un hroe de ficcin, y en los pasajes con lasrevelaciones recibidas se trata claramente de un recurso a la pseudo-epigrafa. El nombre significa Dios es mi juez, y era conocido en latradicin bblica y extrabblica. Un Daniel, junto a No y Job, es men-cionado por Ezequiel como un justo intercesor en los tiempos anti-guos (cf. Ez 14,14-20), que se distingui por su inigualable sabidura(cf. Ez 28,3). Seguramente es el mismo nombre que Danel, un reysabio y prudente, que se encuentra fuera de la Biblia en los textos deUgarit (s. XIV a.C.). Parece por tanto que ese nombre estaba asocia-do en la tradicin cananeo-israelita a la figura de un hombre sabio yjusto de la antigedad. El nombre lo llev un hijo de David, segn 1Cro 3,1; y, si bien en Esd 8,2 y Ne 10,7, se menciona a un Daniel,sacerdote, entre los que vuelven del destierro, no parece que tenga

  • relacin con el Daniel del libro. Que en 1 M 2,59-60 se cite el nombrede los tres jvenes (Ananas, Azaras y Misael) que fueron salvados delas llamas (cf. Dn 3), y de Daniel que escap de las fauces de los leo-nes (Dn 6), significa nicamente que su autor conoca esas historias,como el de la carta a los Hebreos aunque no cite sus nombres (cf. Hb11,33-34).

    El libro de Daniel (Dn, en adelante) ocupa el cuarto lugar de losprofetas mayores. Este orden procede de la Vulgata y se basa en unasucesin cronolgica de los profetas; en los cdices griegos tambinest colocado entre los profetas mayores, pero sin un orden fijo. Encambio, en la Biblia hebrea, Dn est entre los Escritos o Ketubim,detrs del libro de Ester y delante de los de Esdras y Nehemas. Estose debe a que, cuando fue redactado, ya estaba cerrado el conjunto delibros denominado los Profetas, que inclua a los profetas anterio-res (Josu 2 Reyes) y los posteriores (Isaas, Jeremas, Ezequiel y losdoce profetas menores). Sin embargo, en el judasmo del siglo I a.C.y d.C. Daniel es considerado un gran profeta, como se aprecia enQumrn (Cf. 4Q174), en el NT (cf. Mt 24,15) y en Flavio Josefo, quelo considera superior a los otros porque predijo el momento en quesucederan las cosas (Antigedades X 11.7).

    2. TEXTO Y VERSIONES

    El libro de Daniel presenta caractersticas textuales singulares,tanto en el texto hebreo y arameo vocalizado (texto masortico, TM)como en las dos versiones griegas que existen del mismo: una equipa-rable por su antigedad a los LXX, por lo que la denominaremos LXX,aunque la suelen llamar griega antigua (Old Greek = OG), y otra pos-terior incluida en la versin de Teodocin (Teod., en adelante).

    El TM comienza en hebreo (1,-2,4a), contina en arameo (2,4b-7,7,28) y vuelve despus al hebreo (cc. 8-12). De todos los captulos sehan encontrado vestigios en Qumrn, especialmente en la cueva IV,con una forma textual prcticamente similar a la del TM. Es un datoque prueba la antigedad y el valor de ese texto. El arameo pertene-ce a una etapa anterior al utilizado en los documentos de Qumrn, ytiene algunos vocablos de origen persa. El hebreo presenta algunasformas evolucionadas, si bien no tanto como el de Qumrn, y contie-ne algunos aramasmos, sobre todo en Dn 1-2,4a.

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  • Las versiones griegas se distinguen de TM ante todo porque inclu-yen ms material: la oracin de Azaras y el canto de los tres jvenesen el horno (3,24-90), y los cc. 13-14, que narran el juicio de Susana yla astucia de Daniel para desenmascarar a los dolos. LXX coloca lahistoria de Susana al final del libro, y a continuacin, como obra apar-te, las de Bel y el dragn. Teodocin en cambio coloca la historia deSusana al comienzo, sin duda porque en ella aparece Daniel de msjoven y porque la historia refleja la etimologa del nombre: Dios es mijuez. Todos estos pasajes se consideran aadidos a Dn y seccionesdeuterocannicas, no recogidas por tanto en las Biblias protestantes.Pero, adems, los LXX y Teodocin difieren notablemente entre stanto por el estilo del griego como por el vocabulario, lo cual eviden-cia que se trata de traducciones independientes. LXX, versin utiliza-da por Orgenes en las Hexaplas, parece haberse realizado en distintasetapas, ya que en unas partes presenta ms coincidencia con TM queen otras, y el estilo del griego no es uniforme. En concreto, y es el datoms significativo, los cc. 4-6 parecen haber sido traducidos de un ori-ginal arameo anterior al que ahora se encuentra en TM. De LXX slose conservaba un manuscrito griego, el Codex Casianus (ms 88), conel que concuerda literalmente otro siraco de la versin sirohexaplar,hasta que en 1977 se ha completado la publicacin del Papiro 967(Munnick), descubierto en Egipto en 1931 y cuyas hojas estn disper-sas en diversas bibliotecas europeas. Teodocin, en cambio, se ciems estrechamente al TM, aunque sigue manteniendo los aadidosque slo tenemos en griego, y presenta un griego uniforme a lo largodel libro. De esta versin existen numerosos manuscritos, y su textosirvi de base para la traduccin al latn y otros lenguas. No ocurri lomismo con LXX, que fue repudiada debido a sus divergencias con TM(cf. S. Jernimo, Praef. in Dan.). Actualmente, tras la publicacin de P967, LXX se ha revalorizado en orden a comprender mejor el procesode composicin de Dn y una interpretacin originaria del TM.

    3. CONTENIDO

    Tal como ha sido recibido y transmitido en la Iglesia, Dn presentatres partes muy diferentes entre s, aunque ciertamente formandouna unidad que gira en torno a la figura de Daniel y que tiene el cen-tro en sus visiones y predicciones del fin. Si nos atuviramos al TM,slo cabra hablar de las dos primeras partes.

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    INTRODUCCIN

  • La primera parte (cc. 1-6) est compuesta por relatos que narran his-torias de Daniel y de tres jvenes judos en la corte de Babilonia duran-te los reinados de Nabucodonosor (cc. 2-4), Baltasar (c. 5) y Daro elmedo (c. 6). Al principo (c. 1) se cuenta cmo Daniel y sus tres compa-eros, Ananas, Misael y Azaras, entran al servicio del rey Nabucodo-nosor tras una prueba sobre su aspecto y su sabidura, que superanampliamente, aunque se niegan a comer los alimentos de la mesa real,porque Dios les otorga una sabidura extraordinaria; y a Daniel, en con-creto, del que se dice que permaneci en la corte hasta el ao primerodel rey Ciro (1,21), le concede la capacidad de interpretar visiones ysueos (cf. 1,17). A continuacin, vienen unas historias que muestrancmo Daniel ejerce esa capacidad y obtiene gran xito, y otras que refle-jan la fidelidad de los judos a su religin y la salvacin prodigiosa quereciben en momentos dramticos. En el c. 2, se cuenta que Daniel adi-vina al rey Nabucodonosor el sueo de la estatua de los cuatro metales,y le ofrece su interpretacin, salvando as de la muerte a los adivinoscaldeos que no haban podido adivinar el sueo, y a los mismos com-paeros de Daniel. En el c. 3, los protagonistas son los tres compaerosde Daniel, sin que ste aparezca para nada. Por negarse a adorar la esta-tua erigida por Nabucodonosor, son arrojados al horno encendido ymilagrosamente salvados por Dios. Segn las versiones griegas, dentrodel horno entonan sus cnticos, primero Azaras en tono penitencial(3,24-45), despus los tres al unsono en un himno de alabanza (3,51-90). En el c. 4, el mismo rey Nabucodonosor cuenta cmo Daniel leinterpret otro sueo que lo haba llenado de inquietud, el de un granrbol frondoso derribado a tierra y destrozado, y cmo el sueo se cum-pli. El c. 5 recoge el festn de Baltasar, hijo de Nabucodonosor, y lainterpretacin que Daniel fue capaz de hacer de las palabras escritas enla pared por una mano misteriosa. Finalmente, en el c. 6, se cuenta quebajo el rey Daro, organizador del reino en satrapas, los strapas,tomando un pretexto de religin, maquinaron contra Daniel, que habasido puesto al frente de todo el reino, e hicieron que el rey lo mandaraarrojar al foso de los leones, de cuyos dientes le salv su Dios. Cada unade estas historias concluye con la exaltacin de Daniel (o de sus com-paeros en el c. 3) y con el reconocimiento del Dios de Israel por partede los respectivos reyes paganos. Estas historias no forman una tramaentre ellas; se trata de unidades distintas, aunque a veces se interrela-cionen redaccionalmente en algunos puntos.

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    INTRODUCCIN

    La segunda parte (cc. 7-12) recoge cuatro revelaciones recibidas porDaniel en visin. Las tres primeras (cc. 7-9) son introducidas por unnarrador, que sita la primera en el ao primero de Baltasar. En segui-da deja hablar al propio Daniel, que las va narrando sucesivamente.Incluso se recalca que puso por escrito la primera (cf. 7,1). En ellaDaniel ve cuatro bestias que surgen del mar, al Anciano y a uno comohijo del hombre, al que se le da el imperio eterno; y a continuacinrecibe la interpretacin de aquella visin. En la segunda (c. 8), ocurri-da el ao tercero de Baltasar, Daniel ve un carnero con dos cuernos yun macho cabro con un gran cuerno, que embiste y derrota al carne-ro, al que luego salen cuatro cuernos. De stos, uno pequeo crecimucho y aboli los sacrificios del templo, pero un ngel anunci larestauracin del santuario; a continuacin se da a Daniel la interpre-tacin de lo que ha visto. La tercera revelacin (c. 9) la recibe Danielel ao primero de Daro, cuando est estudiando en la Escritura laprofeca de Jeremas y elevando una oracin penitencial al Seor.Entonces se le aparece el ngel Gabriel y le explica la profeca de lassetenta semanas que han de pasar hasta que llegue el final. La siguien-te revelacin (cc. 10-12) es de nuevo introducida por el autor del libro,que la sita en el ao tercero de Ciro (10,1), pero en seguida comien-za a narrarla el propio Daniel. Ve a un ngel que le comunica las gue-rras que tendrn lugar entre los reyes del norte (selecidas) y del sur(lgidas), y el advenimiento de un rey miserable que profanar el tem-plo y al que le sobrevendr su fin en la Tierra del Esplendor. Trasello, el ngel Miguel salvar a su pueblo, y muchos de los muertosresucitarn. Por ltimo, se ordena a Daniel sellar la profeca e irsea descansar hasta ese da. Las indicaciones cronolgicas sobre losmomentos en los que tienen lugar las visiones enlazan con los de lashistorias (reinados de Baltasar y Daro el medo), y se prolongan hastael tiempo de Ciro el persa. Pero, aparte de esas coincidencias superfi-ciales, nada tienen en comn las historias y las visiones.

    La tercera parte (cc. 13-14), perteneciente a los aadidos, renecuatro historias de Daniel contadas por un narrador. En la disposi-cin actual, la primera es el juicio de Susana (c. 13). Aunque tienelugar en Babilonia, se desarrolla en un contexto intrajudo. Susana,una mujer juda bella y piadosa, es condenada a muerte por la per-versidad de dos ancianos jueces del pueblo, que la desean y no pue-den conseguirla. Pero el joven Daniel hace que se revise el juicio y

  • pone en evidencia las mentiras de los ancianos, que son finalmentequienes reciben la condena. Las otras tres historias ocupan el c. 14 yforman cierta unidad. Estn localizadas asimismo en Babilonia, entiempos de Ciro el persa. Primero Daniel descubre al rey el engao delos sacerdotes del dolo Bel, que hacan creer que coma y beba (14,1-24); despus envenena y da muerte a una gran serpiente que los babi-lonios tienen como dios (14,25-30); como consecuencia, los babilo-nios enfurecidos hacen que el rey arroje a Daniel al foso de los leones,pero Dios le auxilia por medio del profeta Habacuc y no sufre ningndao, por lo que el rey alaba al Seor Dios de Daniel. En esto existeun parecido con las historias de la primera parte.

    4. ASPECTOS LITERIARIOS Y CONTEXTOS

    En Dn quedan integrados fundamentalmente dos gneros litera-rios distintos que, en cierto modo, coinciden con las diferentes partessealadas en razn de su contenido: relatos a modo de historias, yrevelaciones dadas en visiones y sueos. Pero los gneros presentesen el libro ni se ajustan exactamente a cada una de esas partes, ni sereducen a esos dos. En concreto, el c. 2 en su forma actual, que anun-cia la instauracin de un reino eterno por parte de Dios (cf. 2,44-45),pertenece ms al gnero proftico que al de relato de historias, aun-que ciertamente incluya una de ellas. Los pasajes transmitidos sloen griego dentro de esa primera parte (3,24-90) son claramente decarcter slmico. Las historias de la tercera parte presentan un tonomuy diferente al de la primera. Tales gneros dejan entrever distintoscontextos histricos y sociales en los que surgieron los materiales queahora integran el libro. A pesar de esa enorme diversidad, puede verseuna fuerte unidad en toda la obra, fundamentada desde el punto devista argumental en torno a la figura de Daniel y en el marco de lapoca del destierro, y centrada en el anuncio del tiempo del fin. Conrazn Daniel ha pasado a figurar entre los profetas.

    Los relatos de la primera parte (cc. 1-6) tienen fundamentalmentecarcter de historias ejemplares para los judos de la dispora. Enellas, Daniel y sus compaeros aparecen con los rasgos del extranje-ro que alcanza xito en la corte del rey. Se trata de historias similaresen cierto modo a la de Jos en Egipto (cf. Gn 41) y a la de Ester en lacorte del rey Asuero (cf. Est 2), aunque stas estn situadas en mar-cos muy diferentes. En ciertos aspectos, por otro lado, esta parte se

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  • parece a la historia de Ajikar, obra no juda escrita en arameo haciael s. y a.C. y que se extendi por todo el Medio Oriente. En ella, unsabio llamado Ajikar es acusado ante el rey y condenado. Tras serrehabilitado, expone sus enseanzas al acusador, un sobrino suyo.Pero en Dn el elemento sapiencial y didctico no est en unas ins-trucciones concretas, sino en la presentacin de los judos como pose-edores de una sabidura que les viene directamente de su Dios y quees muy superior a la de los babilonios. Se trata de una forma de ensal-zar al pueblo judo y de mostrar su grandeza frente a los otros pue-blos, aun estando en la cautividad. Por otro lado, Daniel y sus com-paeros aparecen como ejemplo de fidelidad a su religin, incluso ensituaciones lmites, de las que son salvados milagrosamente. Ellolleva a que los diferentes reyes paganos reconozcan al Dios de losjudos. La confesin del Dios de Israel por parte de un pagano es unelemento literario que aparece de una forma u otra al final de cadahistoria (cf. 2,46-49; 3,28-30; 4,34; 5,29;6,6,26-29).

    El marco histrico en el que son insertadas las historias no res-ponde exactamente a la historia real. As, el ao que Nabucodonosortom Jerusaln, saque el templo y llev cautivo al rey judo no fueel ao tercero del reinado de Joaqun (1,1), que dur del 609 al 598,sino el 597. Tampoco Baltasar fue hijo y sucesor de Nabucodonosor,como se dice en Dn 5, sino un hijo de Nabonid (555-539), cuarto suce-sor de aqul. De Daro el medo (cf. Dn 6,1) no hay noticia alguna enla historia. Adems, los medos no constituyeron un imperio quesupusiera peligro para Babilonia o para Israel, pues fueron ensegui-da sometidos por Ciro el persa. Por otra parte, no es verosmil queDaniel permaneciese en la corte de Babilonia desde Nabucodonosorhasta el ao primero del rey Ciro (Dn 1,21), es decir, unos sesentay cinco aos. Estos datos, extraos a un historiador, muestran ya quese trata de relatos de carcter didctico, y que la explicacin de losmismos se ha de buscar en la lgica interna del texto: la fecha del des-tierro se habra calculado para que se cumplieran de forma ms apro-ximada los setenta aos de duracin de los que haba habladoJeremas (cf. Jr 25,11). La sucesin de los imperios se habra acomo-dado de tal forma que en conjunto, y con el imperio griego que vinodespus, resultaran cuatro, tal como estn representados en los cua-tro metales de la estatua del sueo de Nabucodonosor (cf. Dn 2,31-40) o en las cuatro bestias de la visin de Daniel (cf. Dn 7,2-7).

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    INTRODUCCIN

  • El contexto histrico ms acorde con la redaccin de esas historiases la dispora oriental, una situacin en la que tuvo lugar la insercinde los judos en la sociedad pagana, babilnica o persa. Los judos apa-recen integrados en ella sin grandes problemas; pueden prosperar ycolaborar en los asuntos pblicos, y, al mismo tiempo, mantener supropia identidad religiosa. Las dificultades con que se encuentran noprovienen de persecuciones decretadas contra ellos por los reyes, sinoms bien de los recelos y envidias de sus conciudadanos. La existenciade los distintos reyes se ve compatible con la fe en Dios como nicosoberano, ya que es ste quien da los reinos a quien quiere.

    Las revelaciones de la segunda parte (cc. 7-12) pertenecen al gne-ro de visiones profticas, y contienen los rasgos literarios propios deeste gnero: las circunstancias en que se da la visin, objeto de lamisma y conclusin. Una revelacin parecida se da tambin en el c.2, si bien al hilo de un relato de interpretacin de sueos por parte deDaniel. En esas revelaciones se sintetiza de modo esquemtico la his-toria bajo representaciones simblicas (metales en Dn 2, animales enDn 7-8, semanas en Dn 9) o hablando veladamente de sus protago-nistas (Dn 10-12), y se anuncia el final de la situacin presente con eladvenimiento de un reino instaurado por Dios, que durar eterna-mente. Aunque los momentos en los que se sitan las visiones son losmismos que los que, en la primera parte del libro, enmarcaban lashistorias de Daniel (la cautividad en Babilonia), en dichas revelacio-nes el perodo de historia que se contempla llega a los tiempos deldominio selecida sobre Palestina. En concreto, en los cc. 7-12 el con-texto histrico reflejado es la persecucin sufrida por los judos dePalestina en tiempos de Antoco IV Epfanes, tras la profanacin deltemplo y antes de su recuperacin por Judas Macabeo (167-164 a.C.).Esto induce a pensar que dichas visiones fueron compuestas enPalestina en aquellos tiempos difciles, como literatura de consola-cin y de esperanza. Pero tambin se ha sugerido que podran proce-der de la dispora oriental, lo mismo que las historias de la primeraparte, dada la imaginera animal de los cc. 7 8, la figura gloriosa delhijo del hombre, y algunas semejanzas del c. 11 con textos profticosacadios. Bajo las visiones se percibe en todo caso el grupo de los jud-os piadosos que ven la culminacin del mal en la profanacin deltemplo. Es el mismo contexto descrito en los libros de los Macabeos,si bien en Daniel no se encuentra la fuerte oposicin entre judos y

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  • helenistas que aparece en aquellos, sino que se pone el acento en lasoberbia blasfema del rey y en el castigo divino que cae sobre l.Tampoco se invita a la lucha armada, ni se refleja confianza en lasublevacin de los Macabeos (cf. 11,34), sino en la enseanza de lajusticia que llevan a cabo los maestros (cf. 12,3), entre los que habraque contar al autor del libro. La salvacin se espera de una interven-cin definitiva de Dios, que instaure un reino eterno sobre la tierradel que participarn incluso los que ya hayan muerto, entre ellos elmismo Daniel, o mejor, el autor real del libro.

    Puesto que lo concerniente a ese final slo puede conocerse si Dioslo revela (apokalyptein), a los escritos que tratan sobre l se les deno-mina comnmente, a partir de Ap 1,1, apocalipsis, y a la forma dehablar y de representar los sucesos, as como al modo que tienen desituarse ante la vida, apocalptica. La apocalptica, entendida comoun gnero literario peculiar de revelacin, se encuentra ya en obrasjudas anteriores a Dn, como el Libro de los Vigilantes (1 Hen 6-36) oel Libro de astronoma (1 Hen 72-82), que anuncian los castigos de lospecadores y el premio de los justos en perspectiva csmica. Pero sloen obras de ese gnero surgidas en la poca de la persecucin sele-cida se utiliza el recurso de presentar resumida y esquematizada lahistoria anterior, para, desde ah, dar el salto a lo que habr de ser elfinal. Es lo que suele llamarse apocalptica histrica. Adems de Dn,hay obras de esa misma poca que iluminan tal forma de proceder.Entre ellas destacan el llamado Libro de los sueos (1 Hen 83-90), quepresenta la historia desde Adn hasta Judas Macabeo, simbolizandoa los patriarcas en toros blancos y a los hijos de Jacob en doce ovejasperseguidas por lobos, y al macabeo en un gran cuerno que brot deuna de las ovejas; o el Apocalipsis de las semanas (1 Hen 91-93), queremonta su visin hasta los tiempos de Henoc, nacido en la primerade las diez semanas en que divide la historia, y de las que ya han pasa-do siete, anunciando para las tres ltimas los tiempos escatolgicos yel juicio final. Estos apocalipsis vienen a ser continuacin del gnerooracular empleado por los profetas, si bien tienen unas caractersti-cas propias en cuanto a la forma en que se da la revelacin, al len-guaje y al contenido. Se presenta al vidente destinatario de la revela-cin (que l mismo pone por escrito o narra) como un personajefamoso del pasado. Se trata del recurso a la pseudoepigrafa, quetambin se da en obras bblicas, y que muestra ante todo la intencin

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    INTRODUCCIN

  • de los autores reales de ser prolongadores de la tradicin anterior. Enestas obras la revelacin llega al autor por medio de visiones celestesy explicaciones anglicas, que le manifiestan los designios misterio-sos de Dios que haban de mantenerse en secreto hasta el momentodel fin anunciado en la obra. Todo estaba ya predeterminado y anun-ciado. La mirada se remonta al momento del origen de los males, y seexpone cmo stos van avanzando en la historia hasta el momentodel fin ya inminente. ste se produce cuando el mal llega a su culmi-nacin; entonces ser definitivamente vencido y se instaurar el rei-nado de Dios en el que participarn los justos.

    En Dn el origen de los males que sufre el pueblo se sita en el des-tierro. Ese ser, por tanto, el momento en que se comienza a presen-tar la historia, que se sintetiza en cuatro perodos (los cuatro metalesde la estatua [Dn 2] y las cuatro bestias [Dn 7]) o en setenta semanas(Dn 9). A diferencia de los textos apocalpticos citados, Dn ofrece dis-tintas visiones que contienen prcticamente la misma revelacin.Cada escena es en realidad independiente de las otras y presenta sus-tancialmente el mismo contenido y desenlace, si bien unas visionesenriquecen a otras en los detalles que se ofrecen al lector.

    Los aadidos en los cc. 13-14 son relatos de exaltacin del hroe,en los que se utilizan distintos motivos. Tienen un cierto parecidocon las historias de la primera parte del libro, pero en ellos no es tanevidente la dimensin de ejemplaridad que tenan aquellas. En el pri-mero de esos relatos, el juicio de Susana, se presenta a Daniel comoun joven que, impulsado por Dios y mediante un recurso inteligente,descubre la verdad de lo que ha sucedido. Se exalta a Daniel comojuez, es decir, como quien, por voluntad de Dios, salva al inocentefrente a sus enemigos. La historia termina diciendo que a partir deaquel da, Daniel goz de gran estima entre el pueblo. En la narra-cin de esa historia, el texto de los LXX acenta la perversidad de losancianos frente a la santidad y justicia del joven Daniel, encerrandouna crtica a los dirigentes del pueblo. El texto de Teodocin, en cam-bio, resalta la inocencia e indefensin del acusado, en este casoSusana, y su salvacin por la misericordia de Dios, que escucha suoracin.

    En las historias finales (c. 14), Daniel es exaltado como sabio sagazy protegido por Dios. Se trata de dos relatos de carcter burlesco ypopular contra la idolatra, que culminan con otro de salvacin mila-

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  • grosa, lleno de extraordinaria fantasa. Las estratagemas que Danielutiliza para poner en evidencia la verdadera naturaleza del dolo Bel ypara matar al dragn son recursos un tanto vulgares, pero sirven paraindicar la inteligencia del hroe. El transporte de Habacuc por losaires y la entrega de alimentos a Daniel, estando ste en el foso de losleones, recoge motivos de 1 R 17,6 (Elas alimentado por los cuervos)y de Ez 8,3 (Ezequiel transportado por un ngel), e indica la protec-cin extraordinaria por parte de Dios, que se sirve de instrumentoshumanos. Al final, el hroe es reivindicado: el rey sac del foso aDaniel y arrojar all a los que haban tramado su ruina (14,42).

    Como las historias de los cc. 1-6, tambin stas se enmarcan en elcontexto de los judos en la dispora oriental: una, la del juicio deSusana, refleja la vida intrajuda; las otras muestran la nula conside-racin que los judos tienen de la idolatra. El texto griego parece sertraduccin de un original semita, probablemente arameo. Fuerontransmitidas como historias independientes y alcanzaron populari-dad en distintos ambientes de la dispora, como refleja su traduccinal griego. En esa transmisin la historia del juicio de Susana fue pre-sentada con acentos distintos.

    Las oraciones presentes en el libro son piezas que tienen sus pecu-liaridades propias. La que Daniel pronuncia antes de que le sea expli-cada la profeca de Jeremas (cf. Dn 9,3-19) tiene el estilo convencio-nal de las lamentaciones, aunque est en prosa. Oraciones similaresde confesin del pecado del pueblo se encuentran en Esd 9,5-15;Ne 9,26-31 y en los salmos penitenciales. Refleja la situacin delSantuario desolado y pudo haber sido compuesta por el mismoautor de la visin, siguiendo un estilo convencional y reconociendoque lo que les sucede a los judos no se debe slo a la maldad de losimperios paganos, sino tambin a los pecados del pueblo. Similar enel gnero es la oracin de Azaras, trasmitida slo en griego, que pre-senta ritmo potico (cf. Dn 3,25-45). Tambin reproduce la situacinen tiempos de Antoco IV, cuando no pueden ofrecerse sacrificios enel templo (cf. 3,38). Es una pieza aparte del contexto en el que seencuentra, y que bien pudo circular como oracin independiente decarcter penitencial y de splica en la poca de la persecucin, tantoen ambiente palestino como en la dispora. Pudo ser introducida enla versin griega, siendo acomodada a las circunstancias medianteuna descripcin en prosa de la situacin en el horno (vv. 24-25). El

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    INTRODUCCIN

  • cntico de los tres jvenes es un salmo de alabanza, que por su estilorefleja una recitacin comunitaria. Si bien al final se actualiza a lasituacin de aquellos jvenes (3,88-90), su contexto originario es dif-cil de precisar.

    5. COMPOSICIN

    La diversidad de contextos histricos reflejados en las historias yen las visiones, y las peculiaridades que presentan tanto el TM, enhebreo y arameo, como las versiones griegas, tan divergentes a vecesentre ellas, dejan entrever que la composicin del libro de Daniel sedebi a un proceso complejo, cuya clarificacin se mueve con fre-cuencia en el terreno de las hiptesis.

    Las historias de los cc. 2-6 parecen haber sido composicionesindependientes, que circulaban en arameo en la dispora oriental enpoca persa o griega, y que progresivamente fueron unindose dediversos modos. Dada la diferencia textual que presentan los cc. 4-6en LXX respecto al TM y a Teodocin, se piensa que esos captuloscircularon unidos independientemente de las otras historias y quefueron traducidos al griego, probablemente en Alejandra, en pocamuy temprana, desde un original arameo algo distinto del que apa-rece actualmente en el TM. Parece ser que algo ms tarde, sin dudaen la misma dispora oriental, fue revisado el TM de esos captulos,a los que se unieron los cc. 2 y 3, y quizs tambin el c. 1 en arameoy el c. 7. Sin embargo, es razonable pensar que los cc. 2 y 7 no ten-dran an la forma actual, pues en el c. 2 faltaran las referenciasescatolgicas, y en el c. 7 la alusin a los cuernos y su interpretacin.Esa coleccin de historias ampliada habra tenido lugar antes de lascrisis de los Macabeos, con la finalidad de presentar a los judos unosmodelos de comportamiento en una sociedad regida por reyes paga-nos. En tales historias se encerraba una exhortacin a los judos de ladispora, y tambin a los de Palestina, a mantenerse fieles a los prin-cipios de su religin, y a adorar nicamente a su Dios, aun en mediode pruebas que pudieran conducir a la muerte, y que ya empezabana darse (cf. 1 y 2 M).

    Tambin parece probable que esta nueva edicin de las historiasfuese traducida al griego en Egipto, si bien manteniendo en la tra-duccin las partes que ya estaban traducidas anteriormente, en con-

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    DANIEL

  • creto los cc. 4-6. Esto explicara que las divergencias entre LXX y TMno sean tan llamativas en los tres primeros captulos. Es asimismoprobable que se introdujesen ya en el c. 3 la oracin de Azaras y elhimno de los tres jvenes en el horno, y que se uniesen, aunque no deforma fija, las historias del juicio de Susana y de Bel y el dragn. Conello, el libro serva tambin de ejemplo y modelo de oracin, tantopara la peticin de perdn en tiempos de calamidad como para la ala-banza divina por la creacin y la salvacin otorgada a su pueblo. Porotra parte, se enriqueca el nmero de historias en torno a Daniel.

    Entretanto, tiene lugar en Palestina la profanacin del templo porparte de Antoco IV. Si, por un lado, esta crisis provoca la revueltaarmada de los Macabeos, por otro constituye el detonante de la espe-ranza en una intervencin inmediata de Dios instaurando su reino,tal como sera enseada por los doctos o sabios (ma_klm; cf.11,33). stos retocaran las historias de los cc. 2 y 7, dndoles ladimensin apocalptica que ahora tienen, y aadiran en hebreo loscc. 8-12 con esa misma orientacin. Tambin entonces pudo ser com-puesto el c. 1, o traducido al hebreo si ya exista en arameo, comointroduccin a toda la obra. El uso del hebreo para dar forma final ala obra reafirmaba en esos momentos la identidad nacional. Seentiende que con la profanacin del templo por parte de Antoco IVhaba llegado la culminacin del mal que se haba iniciado en el des-tierro; pero que todo estaba previsto en los planes divinos y anuncia-do de antemano. De ah que tambin el futuro inmediato, tal comoahora se anuncia, llegar con la misma seguridad con la que el lectordel libro ve que se han cumplido las profecas para el tiempo pasado.Daniel, protagonista de aquellos relatos ejemplares situados precisa-mente en el contexto del destierro, era la figura del pasado adecuadapara hacerle protagonista de la recepcin y transmisin de aquelmensaje consolador en los tiempos de angustia. Las historias deDaniel y de los tres jvenes en Babilonia, integradas como primeraparte del libro, serviran en ese momento para dar relieve al conteni-do de las visiones, objeto de la nueva composicin. Daniel, comoaqul a quien Dios haba otorgado una sabidura e inteligencia excep-cionales, es el personaje ms apto para ser el receptor de la revelacindivina acerca del momento final, que se ve ya inminente. La fidelidada Dios por encima de todo, as como la fortaleza que mostraron aque-llos jvenes en la dispora, es lo que se pide a los judos en Palestina

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  • ante la persecucin de Antoco IV. Dios, que aparece en la primeraparte como el verdadero dueo de los reinos y el que los da a quienquiere, es quien va a otorgar ahora a los judos fieles su reino eternoy universal. Si los reyes de los imperios pasados tuvieron que recono-cer el seoro del Dios de Israel, el tirano actual tambin ser doble-gado por l. Esta redaccin hebreo-aramea de Dn hubo de realizarseantes de la recuperacin del templo por parte de Judas Macabeo y dela muerte de Antoco IV (164 a. C), ya que en Dn 11,40-45 se desco-noce la forma en que sta sucedi (cf. 1 M 6,1-16; 2 M 9,1-29).

    Los judos de Egipto, por su parte, que ya posean una forma encierto modo distinta del libro de Daniel, aadieron a ste la traduc-cin al griego de los cc. 8-12, manteniendo la traduccin ya existentede los captulos anteriores, aunque seguramente retocando algo loscc. 2 y 7 conforme al nuevo texto arameo. As, la versin de los LXX,realizada en distintos momentos, como se desprende del estudio desu texto, se configuraba como una forma distinta del libro de Daniel,al mantener los aadidos slo conservados en griego. El orden quepresenta uno de los mss de esta versin, el P 967, que introduce loscc. 7 y 8 tras el c. 4, puede deberse sin ms al intento por parte de uncopista de presentar mayor orden cronolgico en el conjunto del libro(cc. 1-4, reino de Nabucodonosor; cc. 7, 8 y 5, poca de Baltasar; cc.6 y 9 tiempos de Daro; y cc. 10-12, primer ao de Ciro), y no a querefleje un orden originario distinto del actual, como ha propuestoalgn autor reciente.

    En cuanto a la versin griega de Teodocin, debi de ser realizadaposteriormente, al margen de la de los LXX, y a partir del texto com-pleto hebreo-arameo, pero manteniendo en su lugar los aadidosgriegos del c. 3, que ya haba insertado LXX, y situando la historia deSusana al comienzo del libro, quizs porque en ella el protagonista esel joven Daniel. Fue la versin que se impuso en la Iglesia desde tiem-pos de san Jernimo. Pero la transmisin del libro en dos versionesgriegas fue causa de interferencias entre ellas, con la tendencia, mani-festada ya desde Orgenes, de corregir la de LXX con la de Teodocin,ms ceida al texto masortico. A partir de sta se estableci el textolatino y, a travs de la Vulgata, se afianz en la Iglesia el orden actual,con la historia de Susana y las de Bel y el dragn al final del libro.Estas historias, situadas precisamente en ese contexto, confieren a laobra una dimensin sapiencial ms acentuada que la que subyace en

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  • la forma que tiene en la Biblia hebrea. En efecto, en ellas, al ser exal-tado Daniel como juez y como sabio, se quiere hacer ver que, inclusoen el decurso de la historia, cuyo fin no ha llegado todava, Dios vahaciendo que se descubran los proyectos ocultos y perversos de loshombres, y el engao de la idolatra. Por otro lado, el canto de los tresjvenes ha pasado a ser uno de los himnos de alabanza ms recitadosen la Iglesia.

    La diversidad de gneros literarios en el el libro y las formas dis-tintas en las que se ha transmitido nos hacen ver que, si en el con-texto de su redaccin definitiva en hebreo-arameo representaba unmensaje de esperanza y una llamada a la fidelidad al Dios de Israelen una poca angustiosa de persecucin religiosa, en las formas queadquiere en las versiones al griego, pasada ya aquella poca, podaverse sobre todo una profeca que apuntaba a un tiempo ms inde-terminado. El advenimiento del reino eterno proclamado por Danielno se haba cumplido a la muerte del perseguidor Antoco IV; poreso, las palabras del profeta quedaban abiertas a un tiempo poste-rior, y la figura salvadora de uno como hijo de hombre, que lhaba vaticinado, ser identificada con el Mesas esperado en su glo-ria, como vemos en el Libro de las parbolas, redactado probable-mente en tiempos de Jess (cf. 1 Hen 37-72). De esta forma, el men-saje originario de esperanza segua siendo vlido, lo mismo que lainvitacin a los reyes de este mundo a reconocer la soberana deDios, y la exhortacin a los creyentes a mantenerse fieles en laspruebas, pedir el auxilio divino, cantar alabanzas al Creador y desen-mascarar a los dolos.

    6. PERSPECTIVAS TEOLGICAS

    Dn representa un hito singular en la revelacin del AT, tanto porla poca tarda de su composicin como por su especial carctersapiencial y proftico. En el conjunto del canon ofrece algunos aspec-tos teolgicos que suponen un desarrollo de la tradicin anterior,hasta el punto de presentar ideas en cierto modo novedosas sobreaquella. Tales ideas, que se encuentran asimismo en otras obras nobblicas, suelen considerarse pertenecientes a la apocalptica, untrmino por lo dems bastante vago, con el que se viene a designar

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  • tanto un gnero literario como un conjunto de ideas y de representa-ciones, aunque no siempre uniformes. Con Dn entra en la Biblia esetipo de literatura, que culminar dentro del canon crisitano con elApocalipsis. Se ha detectado el trasfondo de representaciones meso-potmicas e iranias en la configuracin de muchas de las ideas de laapocalptica; pero al mismo tiempo se ve que stas, una vez asumi-das, se integran en un sistema propio, que siempre representa, porotro lado, un enraizamiento en la tradicin bblica, y que se ha desituar por tanto en su desarrollo. Dn tiene su propia originalidad, alensear la manera de actuar de Dios con los hombres y al mostrar laverdadera pedagoga divina en orden a la plenitud de la revelacin enJesucristo (cf. Dei Verbum 15).

    La revelacin de los designios divinos, segn Dn, se realiza pormedio de sueos, visiones y audiciones, de modo similar a como sedaba a otros personajes del pasado, sobre todo patriarcas y profetas.En Dn resalta la acumulacin de estas representaciones, y se destaca,adems, que la verdadera revelacin no se da propiamente en esosfenmenos, sino en la comprensin de su significado que Dios otor-ga: unas veces a quienes no los han experimentado, como sucedecuando Daniel interpreta los sueos o visiones de los reyes; otras,como un segundo momento, cuando se da al vidente la interpretacinde lo que ha visto. La esencia de la profeca no radica por tanto en loque captan los sentidos o se produce en la imaginacin, sino en lasabidura que Dios infunde para conocer su sentido. Sto. Toms loexplica al decir que esa esencia est en la luz divina para el juicio quecompleta el conocimiento (Summa Theol. II-II q. 173 a. 2).

    La historia ocupa un puesto preponderante en la profeca deDaniel. A diferencia de los anteriores profetas, cuyo mensaje se refe-ra a acontecimientos prximos en el tiempo o a las situaciones pre-sentes, en Dn se incluyen como contenido de su mensaje los sucesosde unos cuatro siglos, que culminan con un final en el que cambiaradicalmente la situacin: la instauracin del reino de Dios. Dada lapoca de composicin del libro, se trata ciertamente, excepto en loque se refiere al final, de una historia ya pasada o de lo que est suce-diendo en tiempos del autor, y, por tanto, conocida con ms o menosprecisin. A esta forma de proceder se denomina prophetia ex eventu,es decir, predecir como futuros, presentndolos como profeca, suce-sos que en realidad ya han acontecido. As se da ciertamente en Dn

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  • con el recurso literario de poner la profeca como pronunciada oescrita en tiempos del destierro. Esta forma de hacer, sin embargo, nosignifica que en el caso de Dn no haya verdadera profeca, ya que elcarcter proftico est precisamente en dar a conocer el significadocon el que se ven los acontecimientos del pasado y dnde van adesembocar. Es una interpretacin de la historia juzgada desde elproyecto divino percibido por el profeta, que incluye tambin su final.Bajo esa luz, el autor real se siente profeta y describe el sentido delpasado en cuanto origen y preparacin de los males que estn suce-diendo en su tiempo, a la vez que anuncia un final que slo puede serconocido por revelacin divina. La historia contemplada por el pro-feta, tal como l la ve, forma una trama prevista y dirigida por Dios,que es quien tiene la ltima palabra sobre ella. En cuanto al adveni-miento del final, en la profeca de Dn resuena lo que los profetas ante-riores anunciaban sobre el da de Yahv, y las esperanzas de restau-racin final del pueblo de Dios expresada por Isaas (cf. Is 24-27),Ezequiel (cf. Ez 38-39) o Zacaras (cf. Za 9-14). Pero Dn representaese final en el marco de hechos similares a los ya sucedidos y con uncarcter de inmediatez, provocado por sentirse el autor del libroinmerso en el momento de la culminacin del mal. El empleo decifras simblicas para determinar esos momentos es asimismo pro-pio de Dn en el AT.

    Los reinos constituyen un tema central en Dn. Se mencionan losreinos que se van sucediendo en la historia, y, en contraste con ellos,un reino eterno que finalmente ser instaurado por Dios. La repre-sentacin de Dios rey hunde sus races en la antigua tradicin bbli-ca, en la que aparece como rey de su pueblo, Israel, y de la creacin.En Dn esa soberana se manifiesta adems en la existencia de los rei-nos en la tierra y en la historia, pues es Dios quien dispone de ellos ylos entrega a quien quiere. Esta idea, presente en las historias de laprimera parte de Dn, sirve de apoyo para el anuncio de que Dios va aestablecer un reino eterno (cf. 2,24) y lo va a entregar a uno comohijo de hombre (7,13) o al pueblo de los santos del Altsimo (7,27).Dn describe la situacin escatolgica como un reino sobre la tierra,cuyo establecimiento sucede a la aniquilacin del representante de laencarnacin del mal, sin que conlleve la desaparicin de los otros rei-nos o imperios. Las visiones de Dn 8-9 y el resumen histrico de Dn10-11 terminan narrando esa aniquilacin por parte de Dios, y dan a

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    INTRODUCCIN

  • entender que tras ella comenzar el reino prometido. Pero, entretanto, tiene lugar el tiempo de la tensin y de la esperanza.

    La figura del que es como un hijo de hombre, a quien se le va aentregar el reino, bien se interprete en sentido individual o colectivo,bien se entienda como un ngel o como un hombre glorioso, suponeen cualquier caso la personificacin del receptor de ese reino, dejan-do as abierto el texto a una relectura mesinica.

    Otra novedad en Dn es su escatologa. La nueva situacin produ-cida por la instauracin del reino, que incluye a la vez un juicio,alcanzar a los que han muerto con anterioridad. Y, puesto que seentiende ese reino como un reino en la tierra, la participacin en l esrepresentada lgicamente como una resurreccin corporal (cf. 12,2-3) que, segn Dn, afectar a todos, y no slo a los mrtires, como en2 M 7, y tendr efectos en sus cuerpos. La descripcin de esos even-tos en Dn no tiene un carcter tan material como el que se encuentraen 2 Macabeos; slo habla de transformacin de los cuerpos. Lasideas de Dn sern retomadas en la escatologa cristiana, si bien a laluz de la resurreccin de Cristo.

    De la existencia y la funcin de los ngeles, emisarios de Yahv, habla-ba en ocasiones la tradicin de Israel. Pero el relieve que el tema adquie-re en Dn supone un paso importante para llegar a la forma de hablar deellos en el NT, y desde ah a la creencia de la Iglesia. En Dn los ngelesson representados con apariencia de hombre, seguramente entendien-do de este modo que pueden entrar en relacin directa con el ser huma-no. De ningn modo aparecen como divinidades inferiores, sino que,siguiendo la tradicin anterior, son presentados en las historias comoemisarios de Dios para salvar a los tres jvenes y a Daniel, y en las visio-nes como los que comunican al hombre los designios divinos (Gabriel,cf. 8,16; 9,21), y son los defensores de los distintos pueblos (Miguel loes de Israel; cf. 12,1). Los ngeles actan, segn Dn, en un mbitosobrehumano, comunicndose entre ellos o luchando en representa-cin de los pueblos a los que protegen (cf. 10,20-22). En ese mbito esdonde se resuelven los decretos divinos antes de hacerse realidad en elterreno humano. Podemos entender que de esta forma Dn viene a mos-trar que los acontecimientos histricos, incluido el hecho mismo de larevelacin proftica, reflejan los planes de Dios cuidadosa y previa-mente ejecutados por sus emisarios, los ngeles. Se trata, en definitiva,de una forma de comprender y expresar la providencia divina.

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  • 7. LECTURA CRISTIANA

    Ledo desde la perspectiva que da el NT, Dn adquiere una peculiarrelevancia. Se ve como un lugar privilegiado dentro del AT en el quese descubre la promesa de la venida de Cristo y de su obra de salva-cin, debido a que cierto lenguaje y algunas imgenes que aparecenen el NT estaban ya anticipadas en Dn.

    As sucede con la denominacin Hijo del hombre que Jess se apli-ca a s mismo a modo de un ttulo en los evangelios, unindola a suhumillacin y muerte (cf. Mt 8,20; 17,22), al anuncio de su resurrec-cin (cf. Mt 17,9), a la segunda venida gloriosa (cf. Mt 24,30) y al jui-cio que entonces l llevar a cabo (cf. Mt 25,31). La figura gloriosa delque viene como un hijo de hombre en Dn 7 y recibe el reino eternoest ciertamente en el trasfondo cultural y literario, pero la forma enque ese reino se instaura y la personalidad del Hijo del hombre en losevangelios cambia profundamente, al vincularse dicha denominacinal ser y a la obra de Cristo. Un cambio anlogo, aunque en otra direc-cin, experimenta esa misma denominacin al unirse a la figura deHenoc en el Libro de las parbolas (1 Hen 37-71), donde ya adquieredimensin mesinica y de preexistencia. Desde la fe en Jesucristopuede verse por tanto referida a l la figura de Dn 7 y enriquecida ensu significado cara al advenimiento del reino.

    Lo mismo sucede con el reino eterno profetizado por Dn. Jessemplea la expresin Reino de Dios (o de los cielos) como smbolo deuna nueva situacin que se ofrece con l al hombre en su relacin conDios, y que se desarrollar a lo largo de la historia, culminando alfinal de sta con su vuelta gloriosa. El valor simblico de la expresinreino procede en gran medida de Dn; y, a su vez, cuando se lee estaexpresin en Dn tras conocer la predicacin de Jess y la realidad dela Iglesia, puede verse en ella el anuncio de lo que Cristo realiz en suprimera venida y realizar en la segunda. Las circunstancias en quese producir su segunda venida son descritas en el discurso escatol-gico de Jess (cf. Mc 13,14-27) con fraseologa de Dn, como la abo-minacin de la desolacin en el lugar santo. Se expresa as que lasegunda venida de Cristo se producir cuando culmine el mal, y conese sentido, trascendiendo el hecho histrico al que se refiere Dn,puede entenderse lo que quiere decir el libro. Esa comprensin seprofundiza an ms desde el Apocalipsis (Ap), que proclama la victo-

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    INTRODUCCIN

  • ria de Cristo sobre los poderes del mal, vistos en el momento de laredaccin de la obra encarnados en el imperio romano, y anuncia elmundo futuro bajo la imagen de la nueva Jerusaln. Desde el mensa-je del Ap se reafirma el de Dn acerca de la soberana de Dios sobre lahistoria humana y la instauracin final de un reino eterno; pero secomplementa con el protagonismo de Cristo muerto y resucitado. Elabundante empleo de expresiones e imgenes de Dn por parte delautor de Ap indica que as lo comprendi efectivamente.

    La lectura que los santos Padres hicieron de Dn se fijaba sobretodo en la ejemplaridad de las historias y en el anuncio de la venidade Cristo, que se consideraba profetizada directamente, sobre todo enla piedra desprendida del monte de Dn 2 y en el hijo del hombre deDn 7. A esa proyeccin cristolgica se debe quizs que el primercomentario bblico de Dn que se ha conservado sea el de Hiplito deRoma (s. II). Tambin fue comentado por san Efrn, san Jernimo,san Juan Crisstomo y Teodoreto de Ciro, siempre como profeca deCristo, pero tambin como anunciador del Anticristo y del fin delmundo, sobre el que se llegaron a hacer especulaciones cronolgicasde cundo iba a producirse. Las perspectivas actuales de una lecturacristiana de Dn, a partir de una compresin mejor de cmo se llev acabo su composicin y del significado del gnero literario al que per-tenece, son muy distintas. Se destaca la actualidad de su mensaje deesperanza y su relevancia en una lectura cannica de la Biblia.

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