De cbmo el Delibes m~s la RAE...las cosas no sean tan hoscas como yo las pinto se excusa-ba, en...

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De cbmo el Delibes m~s ecologista entr6 en la RAE Secumplen cuarenta a~os del discursode ingreso del escritor en la Academia, un texto premonitorio que no ha pe,dido vigencia~p2j SECCIÓN: E.G.M.: O.J.D.: FRECUENCIA: ÁREA: TARIFA: PÁGINAS: PAÍS: CULTURA 183000 24567 Semanal 5143 CM² - 448% 20092 € 1-5 España 30 Mayo, 2015

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De cbmo el Delibes m~secologista entr6 en la RAESe cumplen cuarenta a~os del discurso de ingreso del escritoren la Academia, un texto premonitorio que no ha pe,dido vigencia ~p2j

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Calle de Colmenares,Real Academia

A Pesar del (~disfraz~,a pesar de conside-rarse 61mismo iihu-maria y literaria-

mente muy poco acad6mico~,lo cierto es que la imagen deMigael Delibes vestido de frac,tan firme como eniuto a los 55afios, pronundando su discurso de ingreso el 25 de mayo de1975, es uno de los iconos milspodemsos de la historia reden-te de la Real Academia Espa-fiola.

~No necesitu decir que elactual senfido del progreso nome va, esto es, me desazonatanto que el desarrollo t6cni-co se persiga a costa del hom-bre como que se plantee laecuaci6n T6anica-Naturalezaen r@men de competencia~,explicaba Delibes, hace ahora

titulado ’El sen/do del progre-so desde mi obra’. Tan prover-bial como su declarado pesi-mismo existencial resultd en-tones su alarma ante un mun-do en agonia: su anticipacidnen Espafia de un conservacio-nismo intelectual que en Europa ya tenia voces conocidasy reconocidas. (~Puede set quelas cosas no sean tan hoscascomo yo las pinto se excusa-ba, en cierta manera, el escri-tot , pero yo no digo que lascosas sean asi, sino que, des-graciadamente, yo las veo deesa manera~. En todo caso, loque el autor de ’Las ratas’ y’Lasombra del cipr~s es alargada’denunciaba era un proceso so-cial irreversible de ~entroni-zaddn de ins cosas~; un proce-so cuya consecaenda mils no-toria resultd set la muerte de

b[og s.e[nor~edeca sti [[a .es/elavisad or/

una cultara campesina que nohabiamos sido capacos de sustituir pot nada, ~al menos potnada noblest.

En aquel dia tan sefialado,el encargado de pmnundar eldiscurso de contestad6n a De-libes fue Julifin Marias, quiendesde hacia once afios ocupa-ba el sill6n ’S’ de la docta casa.E1 pensador y ensayista valli-soletano daba con entusiasmoa Delibes la bienvenida alascomisiones en ~da gran mesaovalada, tapizada de verde, bajolas lfimparas discretas~, y a la

~<minima tertulia, tan sabro-sa, que precede alas sesiones~;y recordaba clue lo que milsafioraba don Juan Valera, <~des-de sus Embajadas~, era preci-samente ~que lo apartaran dela Academia tanto fiempo~.Mafias presentd entonces a supaisano como ~alguien irreductible a todos los demfis~,alguien que representaba <~unarnanera nueva de vet las cosas,de vivir nuestra lengua, de ha-blarla y de escribirla y esan-charl~, de interesarse por laspalabras, ese irreal alimentode la vida humana>~.

Mucho se goz6 Mafias alpresumir, ante el resto de lacorporad6n, de la filiacidn delacad~mico entrante, hablan-do de un <<obstinado residen-teen Valladolid~ al que le hu-biera gustado figmar, an su do-

cumento de identidad, como~exdirector de E1 Norte de Gas-tillal~, si bien sospechaba cluelo que verdaderamente desemba el nuevo acad~mico, ~lsi sea~’evieral~, era poner en el mis-mo: ~cazador~; ~gr todavia temo-decia Marlas- que despu~s deescribirlo se arrepintiera, pen-sara que era una frivolidad, yrectificara: pescador~. Un pes-cador clue naci6 en laAcera deRecoletos, a la vaelta de la es-quina de la calle Colmenaresde Valladolid, la misma don-de bahia visto la luz, seis afiosantes, el pmpio Juli~in Marias.~(No convivimos en la calle enque hubi4ramos sido vecinos;el tiempo separ6 io quedad hubiera unido, lo que vinoa juntar despu~s en amistadprofunda~, dijo Mafias, antesde expresar su propio deseo apartir de ese momento: ~quela RealAcaderrfm Espafiola seanuestra calle de Colmenares>>.

Un vallisoletano, Delibes,al que Julian Mafias situaba enlinea con otros escritores ilus-tres de la ciudad, como Zorri-lla, Iorge Guill~n o Rosa Cha-cel, y con otros miembros dela Academia, como AntonioTovar o 61mismo. Pero inme-diatamente sobre elvallisole-tano descubria al castellano:~<Castilla -dice Mafias- no tie-ne vocaci6n regional. En otto

Julian Marias describea Delibes como calguien irreductible,,al present rselo a losacad micos de la RAE

fiempo fue un Reino; pero des-de entonces se dedic6, no a ha-cer Espafia, sino ross bien a ha-cerse Espafia~. Y sobre el cas-tellano, al espafiol pertene-ciente a una generacidn con~<salida al mundo pot la puer-ta ensangrentada de la guerradvib>, emparentado en ese sen-tido con nombres como los deRosales, Ferrater Mort, Espfiu,Ceh, Buero Vallejo, Gironellao Carmen Laforet. Y entreellos, al novelista que se salt6la gran generaci6n de poetasde127 para reladonarse directamente con la narrativa deBaroja y con <lla sombra de Gal-d6s>>. Y afln sobre todos, de ma-nera sefialada en ese momen-to, al autor de mirada univer-sal cuya preocupaci6n social,pot encima de otras grandeslineas de su obra, le habia he-cho derivar hacia la denunciade <dos peligros que amenazana la Naturaleza y a la esponta-neidad de la vida en ella>>; es

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decir, hacia una inddita preocupacibn intelectual pot losasuntos del medio ambiente,un terreno dome Delibes, segfm Marias, penetra (~como uncazador ardesgado, en un tre-medah~. Una conciencia quepor primera vez toma la pala-bra en una instituddn tan pre-minente como la Real Acade-mia Espafiola...

((Falta una autoridad uni-versal -nos dice el propio De-libes en su discurso-, capaz deimponer normas sufidentes~}para detener el real sentido delprogreso en el que se ha em-barcado la Humanidad; unaHumanidad que ,(boy pothoyl~, (,no est~preparadml paratomar tal conciencia. Y con-ciuye: ~A mi entendeL fmica-mente un hombre nuevo humano, imaginativo, generososobre un entramado socJ~ nuevo, serla capaz de afrontar, conalguna probabilidad de 4xito,un programa restanrador y deencauzar los conocimientosactuales hacia la consecucibnde una sociedad estable~.

Guarenta afios despuds nocabe duda de que ya hay un~<hombre nuevo~ muy disfm-to del que rese~aba Miguel De-libes en su discurso. Lo queadn no sabemos es si ese hom-bre camina en la direcdbn ade-cuada.

Algo anunciaba eltiempo que vendriaEl discurso de ingreso de Miguel Delibes en la RAE’suena’, leido boy en dia, extraordinariamente actual

1 25 de mayo de1975 cay6 en domingo. La sesi6n abiertaal pflblico en la que

Miguel Delibes tom6 posesidnde su sill6n como acad4micode la RA~ bati6 rdcord de asis-tencia. La fotografias del diamuesu~n agentes de toda edadrodeando el estrado de los aca-d4micos, sentadas en el suelo.Las crdnicas dicen que la Aca-demia cerr6 las puertas cuan-do ya no cabia un alfiler y mu-chas personas quedaron fuera.En la portada de E1Norte deGastilla de ese ~a Miguel De-libes compartia protagonismofotogr~fico con Henry Kiasin-gel searetario de Estado nor-teamericano que el dia ante-rior hizo una breve escala enMadrid procedentede ~urquia. La pottada daba cuentatarnbidn, entre otrasnoticias, de la pro-puesta espafiola decelebrar una confe-rencia sobre la des-colonizaci6n del Sa-hara, de ]a canoniza-ddn en Roma de dosrelig~osos espafioles,de la apertura de laFeria del Libro de Va-lladolid en la plazaMayor y del lanza-miento al e~ado deuna nave rosa tripu-lada. Eran tiemposen que la prensaria se tomaha undescanso el lunes,asi clue los lectoresde H Notre tuvleronque esperar al mar-tes 27 para leer lacr6nica del ingreso y conocerel contenido integro tanto desu discurso como la respuestade Julian Marias, repartida lamancha de texto (hablo de ladisposicidn de la infonnacidnen las p~g~nas del diario) en va-rias p~iginas, desde la portadadonde ocupaba un lugar des-tacado, sin miedo a la canti-dad de texto, en un tiempo enque la maquetaci6n y el dise-fio no eran la preocupaci6nesencial a la hora de la’puestaen pagina’.

Aquel dia la cabecera del periddico offecia, adem~s, ’Losresultados de la operacidn po1Mal en Ouipf~zcoa y Vizcaya

b[ogs.e[nor tedecastit[a.es/cal[e58/@a nge[icatanarro/twitteccom

Delibes pasa revistaa temas tan actualescomo el abandonode las Humanidadesen la Enseffanza

Tambi n advirti6de la invasi6nde la intimidadpot partede la tecnologiaaudiovisual

durante el estado de excepcidn’y la estancia del ministro delEj&cito en el Sahara. Un terremoto en elAtlfqntico habia afeetado ~digeramente a algunasprovincias espafiolas~> y, encasa, el pleno de la DiputaddnProvincial ratificaba la cesi6nde 30 hect~reas de terreno parala ubicaddn de la Universidad.Tres fotos compartian la con-tdbucidn gr~fica de la portaclaa la informaddn. Dos de ellas,de la sesidn de la Academia yuna tercera en la que el jefe delEstado, un ya muy deteriora-do general Franco, y el enton-ces principe de Espafia JuanCarlos de Borbdn presidian el’Desfile de la Victoria’. Falta-ban poco m~s de seis mesespara la muerte del dictador y

algo bullia en algu-nos sectores de la sodedad espa~ola queesperaban y preparaban los cambiosclue vendrian. Peroese ’rebullir’ apenasse reflejaba afin enlos pedddicos.

Sin embargo, enesos dias, un escri-torque siempre sehabia sentido espe-cialmente cercano ala Naturaleza y quehab~a observado condetenimiento lavida y el habla de laszonas rurales, deci-did ’contestar’ aquienes le habian ta-chado de reaccionario, entre otras cosas, porque uno desus personajes, Daniel el Mochuelo,

prefiriera la vida de un peque-~o pueblo de Castilla, finicaque conoda basta ese momen-to, que las incdgnitas de laacelerada vida de la ciudad conun discurso en defensa, no yade la Naruraleza, sino de unaperspectiva de desarrollo 4ri-co, que no solo resulta premo-nitorio en los problemas queplantea, sino que sorprende,leido desde la actualidad, potsu car~cter claramente progre-s/sta.

Nada se escapa a este discur-so que, tomando como referencia, las posturas de los expertos en el Manifiesto deRoma, hacia afirmaciones tan

modernas como 6sta: ~el ver-dadero progresismo no estribaen un desarrollo ilimitado ycompetitivo, n2 en fabricar cadadia mSs cosas, ni en inventarnecesidades al hombre, ni endestruir la Naturaleza, ni ensostener a un tercio de la Hu-manidad en el delirio del des-pilfarro mientras los otros dostercios se mueren de hambre,sino en racionalizar la utiliza-ci6n de la tdcnica, facilitar elacceso de toda la comunidad alo necesario, revitalizar los va-lores humanos, hoy en crisis,y establecer las reladones hom-bre-naturaleza en un plano deconcordial~.

~Esto mismo no podria ha-berse escrito ayer mismo?

La lectura del discurso de-para sorpresa tras sorpresa. Pot41 discurren el abandono de lasHumanidades en la Ensefianza (l~ (...) mientras los estudiosde Humanidades sufren cadadia, en todas partes, una hueva hurnillaci6m), dice en otromomento del discurso) paraconciuir dos p~gJnas m~s all&<<Encarados a esta realidad, nadapuede sorprendemos que la co-rrupci6n se ensofieree de lassociedades modernam~, iOtrade sus tristemente hiddas pre-monidones! Nada escapa a susreflexiones: ni el peligro nu-cieaL ni la obsolescencia pro-gramada de los objetos de con-sumo. Y, cuando la industriade los juguetes tecnol6gicos nisiquiera estaha afro en pafia-les, afirmaciones como 6sta cobran un sentido especial: ~<Perohe aqui que la supertdcnica havenido a descubrir que tambidn existen juguetes para entretener a los adultos y borrarde sus mentes cualquier ideade participacidn y responsabi-lidad>>. Y para m~s increduli-dad, cuando Intemet afln noformaba ni en suefios parte denuestras vidas, Delibes adver-ria de la invasidn de nuestrain-timidad: <i (.-) el incesante per-fecdonamiento de instmmen-tos andiovisuales escmtadoresde la intimidad, que hart veni-do a desmrir la confianza en elhombre y a deteriorar seria-mente su sensibilidad>l

Gualquier aniversario pue-de set una excusa para volversobre un texto que nos har~pensar.

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Un alezato valienten la tarde dominicalde] 25 de mayo de1975, en un sal6n deactos que, segfin re-

cogieron las crdnicas de la4poca, estaba lleno hasta labandera, Miguel Delibes in-gres6 en la RealAcademia Es-pafiola con un discurso inno-vador y apasionado que co-menzaba con una decla~aci6nde principios, casi un mani-fiesto ecologista, en forma depregunta:

~<~Por qu6 no aprovechareste acceso a tan alto auditorio para unir mi voz a la pro-testa contra la brutal agresidna la Naturaleza que las socie-dades llamadas dvilLzachs vie-nen perpetrando medianteuna tecnologh desbfidada?>~.

Cuarenta afios despuds desu lectura pflblica, ’El senti-do del progreso desde miobra’, que asi se titulaba eldiscurso, sorprende por su va-lentia y claridad. Si el inte-rrogante inicial resulta ya es-clarecedor, la conclusiSn fi-nal constkuye un alegato queno deja luga~ a equivocos. Mu-chas de sus advercencias y re-mores de entonces mantie-nen.hoy, ~or desgracia, todasu vlgencla:

<<Porque si la aventura delprogreso, tal como hasta el diala hemos entendido, ha de tra-ducirse inexorablemente enun aumento de la violencia yla incomunicacidn, de la au-tocracia y la desconfianza, dela injusticia y la prostitucidnde la Naturaleza, del senti-miento competitivo y del re-finamiento de la tortura, dela explotaddn del hombre porel hombre y la exaltaci6n deldinero, en ese caso, yo grita-ria ahora mismo, con el pro-tagonista de una conodda canci6n americana: ’iQue patenla Tierra, quiero apearmeFl>.

E1 texto de Delibes, cuyalectura siempre serirecomen-dable, ha sido reeditado re-cientemente pot nuestra cor-poraci6n, dentro de la colec-ci6n Discursos de Ingreso enla Real Academia Espafiolaque publica Biblioteca Nue-va. Esta serie, una seleccidnde doce discursos, forma par-te de las actividades progra-madas con motivo del IT/Cen-tenario de la instituci6n y estidirigida pot el actual acadd-mico bibliotecario, Pedro.~l-varez de Miranda, quien yaadvierte en su introduccidnque i~cabe imaginar [...] la c~e-

Director de la RealAcademia Espaflola

La conclusi6ndel discurso es unalegato que no dejalugar a equivocosy muchos de sustemores semantienen hoyvigentes

ciente desaz6n del autor deestas piginas [Miguel Deli-bes] ante lo que vino des-puds>~. La nueva edici6n in-cluye la emotiva y enjundio-sa respuesta de bienvenida ala corporaci6n, leida pot elacaddmico ]uliin M~rias, ami-go y paisano del autor de ’Cin-co horas con Marl&.

En el discurso de MiguelDelibes, ademis de estos al-dabonazos a la conciencia,hay, como se desprende delpropio titulo, mflltiples alu-siones a su obra, especialmen-tea aquellos titulos en los queaborda las dificiles relacionesdel set humano con su entor-no, tantas veces hostil. Unade las novelas mencionadases ’El camino’, en la que unode sus personaies, i~Dafflel, elMochuelo, se resiste a aban-donar la vida comunitaria deh pequefia villa para integrarseen el rebafio de la gran ciu-dad>> porque, precisa el autor,teme ~convertirse en cdmpli-ce de un progreso de doradaapariencia pero absolutamen-te irracionab~.

De la publicaddn de ’El ca-mino’, apamcida pot vez pri-mera en 1950, tambidn noshemos ocupado con ocasidnde las conmemoraciones deltricentenario de la Academia,en una cuidada reedicidn pu-blicada pot Alfaguara bajo elsello Coleccidn III Centena-rio. Esti prologada pot el aca-ddmico Luis Mateo Diez,

quien subraya que ~Delibesmantiene como centro de supensamiento la atenci6n alhombre, la consideraci6n delindividuo pot encima de lasociedad yen armonia con elmedio natural>>. Un escritur,afiade Luis Mateo Diez, queconfesaba escribir sus nove-las con cuatro elementus: his-toria, pasi6n, paisaje y perso-najes.

Tuve la suerte y el privile-gio de compartir con MiguelDelibes un viaie pot Holan-da, en 1981, un tiempo en elque yo ni imaginaba que al-grin dia podria ingresar en laAcademia. Parte de aquellasvivencias, entre las que re-cuerdo muy especialmenteuna excursi6n para conocerlos p61deres, est~n recogidasen el libro ’Dos viaies en an-tom6vil’, publicado en 1982y que relata una visita a Suecia, en 1980, y otra a los Palses Baios, en 1981. A esta fil-tima corresponden fragmen-tus como este, de tan gratorecuerdo para mi:

<~... A la entrada de Amster-dam, en el Euromotel, un granedificio funcional, nos dete-nemos a almorzar. Alli nos he-mos citado con Jos~ ManuelGarcia de la Torte, catedriti-co de espafiol, alumno pun-tero de D~maso Alonso, quelleva casi veinte afios en elpals, y con Dario Villanueva,joven profesor de literaturade la Universidad de Santia-

go, que acude, como yo -peroen aviSn-, a la ]ornada de No-vela Espafiola Contempor&nea, convocada por la Facultad de Letras de Amsterdam>~.

Menciona Delibes al maestro Dimaso Alonso, que eradirector de nuestra casa en1975, cuando 61 ingres6 en laAcademia en aquella tarde del25 de mayo. Cuentan las in-formaciones periodisticas deentonces que don Dimaso seafanaba en pedir silencio albullicioso anditorio que lle-naba el sal6n mediante el re-pique de una campanilla, lamisma que aparece en las fo-tos de la ceremonia, durantela imposici6n de la medallaque acredita, iunto con el di-ploma, h pertenencia a la cor-poraci6n.

Mi ingreso en la institu-d6n no se produjo basra 2008y ya Delibes, fallecido en2010, apenas acudia a laAcademia, aquejado de prone-mas de salud. Recuerdo contoda viveza, sin embargo, elvideo que grab6 para la pre-sentaci6n de la ’Nueva gra-mitica de la lengua espafio-

Aquel primer pron6stico

Los sintomas estabanahi, delante de todos.Pocos, demasiado po-cos, los capacitados

para advertirlos. L6gico por-que el desmantelamiento dela atenci6n es torpeza bieninstalada en las mayorias. Es-tas que obedecen la orden deestar entretenidos, casi siempre con alguna insignificancia. Estas que renuncian a vetalgo mis alli de las pantallas.

Los paisajes naturales sedesmoronan, claro, desabas-tecidos de ese alimentu queson las miradas admiradas. Sisobreviven es pot los pocosque, como Miguel Delibes,triscaban y escrutaban aten-tosa lo que llegaba o se mar-chaba, florecia o se marchka-ba, cantaba o callaba, vivia oagonizaba. A los que, por sen-tit el derredor y contarlo, conmagistral destreza, conver-tian lo mirado en cultura yrespeto. Deudores y discipu-los suyos somos, pot formna,los que todavia buscamos, ya veces encontramos, lo esencial fuera de nosotros mismos.

Delibes se percat6 clue lasbecadas pitorras o sordas

con un largo y sensible picoque deben hundir en tierrasblandas para capturar lombri-ces, se quedaban en las antessiempre helados predios desu Castilla. E1 purificador frioestaba dejando tiempo y es-pacio alas templanzas. Fue elprimer aviso de que un tras-turno se estaba colando potlas rendijas con finimo de quedame y acaparar. Todo esto rueobservado y narrado por De-libes mucho antes de que mi-llones de datos sobre el cam-bio climitico nos abmmaran.

Su’Diarlo de un cazador’ esla cr6nica de un vaciado. De lalenta e inexorable p4rdida devivaddad que sufrian y siguenpadedendo los tesos y perde-deros, balclios y alcores, arbo-ledas y aguazales... E1 escritorse pregunt6 pot las cansas ypronto descubri6 que la con-tanfmad6n y la concentxad6n,sin campo, resultaban insepa-rabies del derribo de la cultu-ra rural. Del olvido y abando-no de esas formas de usos delterritorio y del tiempo que, sibien alums y poco compensados, no vinlaban las capacidades y limites de los mismos.

Naturalista y escritor

Delibes, testigo de la catSs-trofe, resumi6 las principalesconsecuencias nada menosqueen su discurso de ingre-so en la Real Academia Espa-fiola de la Lengua. Texto, queen forma de libro, nos llegd atodos bajo el titulo de ’Unmundo que agoniza’. Se nosregald el primer y lflcido ma-nifiesto a favor de la Natura-leza y la Cultura rural Esce-narios, que a pesar de los de-rroteros que ban tornado mu-chas de las llamadas politicasambientales, nunca deben se-pararse.

Han pasado 40 afios desdesu lectura y cada dia nos parece mils necesario volver apasear nuestros ojos pot esos

surcos de palabras que tantonos ensefiaron y comprome-tieron. Solo pot la precisi6n,sencillez y emoci6n que fer-tilizan sus argumentus val-dria la pena revivir ese discur-so acad{mico.

Alli se cuestiona al mode-lo de relaciones que impera-ba e impera, agravado claro,tanto entre nosotros mismoscomo con el derredor natural.Se cuestiona nada menos quea la idea de progreso y sus consecuencias. Miguel Delibesllega a escribir que ~¢ Todocuantu sea conservar el me-dio es progresar; todo lo cluesignifique alterarlo esencial-mente, es retrocedera~ Es ross:~el verdadero progresismo noestriba en un desarrollo ilimi-tado y competitivo, ni en fa-bricar cada dia m~s cosas, nien inventar necesidades alhombre, ni en destruir la Na-turaleza.., sino en establecerlas relaciones Hombre-Natu-raleza en un piano de concor-dia~. Con esta filtima frasepuede quedar resumido laprfictica totalidad del pensamiento ecol6gico.

Clama tambi~n contra la

entronizacidn de las cosas yla competitividad, contra elconsumismo pues. ~Hemosmatado la cultura campesinapero no la hemos sustituidopot nada, al menos, por nadanoble.~> Consagra una ideaesencial con un giro literarioinmejorable ~amputad6n es-pirituab~. A1 hombre se le esti~<amputando el lenguaje y elpaisaje>~ y, claro, lo esenciales sustituido pot lo insignifi-cante. Nos cercan ya dema-siadas ortopedias y taxider-mias.

Su rechazo a lo que se interpone entre el coraz6n delas personas y la Naturalezaescrita asi, con mayaiscula

como hacian Unamuno, Ortega y Machado, resulta encualquier caso una constan-teen la casi totalidad de la ata-lantadora obra de Miguel De-libes.

’Un mundo que agoniza’termina con una frase muyconocida. Aquella de: ~qParenla Tierra, quiero apearmeb>Nadie puede hacerlo pero sicambiar su rumbo y el nues-tro como, en realidad nos pro-puso este defensor del buenuso de la vivaddad. Este mun-do, o al menos el mundo quenos humaniza, sigue agonizando. Con todo, leer a Dellbes forma parte del tratxmiento para sacarlo de la UVI.

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la’, en 2009. Y tambidn, siendo yo ya secretario, el emotivo homenaje pdstumo que,baio la presidencia de losyes don Juan Carlos y dofiaSofia, le ofredmos en la RealAcademia Espafiola.

Me consta que, pese a con-siderarse i~muy poco acadd-mico>>, como dijo en el discur-so de ingreso, Delibes profe-s6 siempre gran carifio y ad-miracidn pm esta casa de laspalabras que ahora tengo elhonor y el privilegio de diri-gir. Una institucidn que sesiente honrada pot haber con-tado entre sus miembros conuna figura tan excepcionalcomo la suya, en todos losdenes. Agradezco muy since-ramente a E1 Notre de Castilla, el periddico que tan dignamente dirigi6 Miguel Delibes, la oportunidad de escri-bir estas lineas y felicito aldiario pot recuperar este re-cuerdo de un hecho tan sig-nificativo para nuestraporacidn: el cuadragdsimoaniversario del ingreso delescritor en la Real AcademiaEspafiola.

Mirando atr s: la gestaci6n delDiscurso de Delibes en la RAE

Iuno ocasidn, sien-do joven, de devol-

poco de lo mucho que ha re-dbido de 41. Y cuando pot unacircunstancia concreta ocu-rre, genera un orgullo y unaemocidn que no se olvidan

plendor en la hierba deWordsworth, se acrecientanen el recuerdo. Mucho antesde 1973, mi padre me habiatransmitido su curiosidad yamor por la naturaleza; milstarde me envi6 a Madrid paraestudiar Biologia (y s4 qne noles resultaba ficil); despudsme anita6 e ilustr6 cuandoRodriguez de la Fuente re-chazaba mis primeras cola-bmaciones en Fauna; y pmfin v~vi6 con entusiasmo, no

Bi61ogo, dirige el Grupo deEcologia de Carnivoros en laEstaci6n Biol6gica deDofiana, de la que fuedirector

exento de inquietud, mi tras-lado a Dofiana, donde no ha-bia electricidad, correo ni te-14fono, con una modestisimabeca para hacer la tesis doc-toral. Fue entonces, febrerode 1973, anando lo nombra-ton acaddmico electo de laRealAcademia Espafiola.

No recuerdo en qu4 fechaconcreta mi padre me plan-ted que debia preparar su dis-curso de ingreso en la RAE ydeseaba que mviera nn con-tanido moral. <~No soy hom-bre de leEas, no haria unbuen discurso sobre tdanicao estdtica literarias; tras loque os he oido a Rodriguezde la Fuente y a ti, me gusta-ria hacer un alegato en favorde la namraleza. ~,Me puedesayudar>~. Me hizo muchisima ilusidn y de inmediatome comprometi fervorosa-mente con 41.

Se planteaba un proble-ma iniciah ~cdmo relacionarla conservacidn del ambien-te con los temas usuales enla Academia de la Lengua?Me pidi6 que lo pensara. Enpoco tiempo le hice vet que

podia encontrar ]a clave ensu propia obra. Le criticabana menudo por reaccionario,pensando que en sus nove-las alentaba a un chaval que-sero a renunciar a los estu-dios o aplaudia la vida en unacueva de un nifio sabio na-cido de una relacidn inces-tuosa. De alguna manera,asumian (error en el quecaen algunos criticos afinhoy) que esos personajeseran para 41modelos de vida,cuando en realidad eran sinomuestras de individuos dig-nos que, con su sola existen-cia, denunciaban un progre-so deshumanizador y depre-dador de los recursos, orien-tado a tener mils cosas, y noa ser mils felices. Ese progre-so malentendido era el queestaba, y est,, destruyendo

la naturaleza. E1 discurso secentraria en ’El sentido delprogreso desde mi obra’.

Escogido el tema, todo fuem~s a menos rodado, pot rn~sque 1973 y 1974 fueran afiosconvulsos para la fam’Ria, que41 vivid con especial inten-sidad. Yo le proporcionaba li-bros y articulos (el Manifies-to del Club de Roma, la Pri-mavera silenciosa de RachelCarson...) y 41 estudiaba, 6sosy otros, y escribia. Como yomismo y algunos otros demis hermanos hab~amos de-fenffldo recientemente nues-tras tesinas de licenciatura,41 decia que el Discurso era’su tesina’ y yo era el direc-tor. Me sentia importante,lleno de entusiasmo. De vezen cuando lo repasibamos.Discutimos algunas cuestiones (41 tenia razdn) y latesina se atasc6 a veces, comosucede en todos los trabajoscomplicados. La termindcuando no tenia fuerzas parahacerlo, pues mi madre ba-hia muerto finalizando 1974y estaba muy deprimido. Ase-guraba que le debia ese es-fuerzo, pues a ella le haciamucha ilusidn que fuera aca-ddmico.

Hace cuarenta afios, ya lohe dicho, acabando la prima-vera de 1975 (exactamenteel 25 de mayo, fecha delcumpleafios de mi madre),muy delgado y un tantoamedrentado pot tener queintervenir ante un paN/conumeroso, ingres6 en la RealAcademia leyendo el preceptivo discurso. La sala estabaabarrotada. Tuvo gran 4xitoy le aplaudieron durante mu-chos minutos. Uno era cons-ciente de que las aclamacio-nesse debian mils al carifioque despertaba que a lo quehabia dicho, pero se sentiaun participe especial del mo-mento. Pasado el tiempo, calen la cuenta de que el Dis-curso habia sido el primermanifiesto conservacionis-ta que, en Espafia, habia lle-gado a la ’genre normal’.

Como es bien sabido, conharta frecuencia los alega-tos bienintencionados apor-tan poco, pues los recibenexclusivamente los ya convencidos. En su caso no. Mucha genre que jamis habiaoido mencionar que debi4ramos cambiar nuestra relad6n con la namraleza, lo oy6entonces por primera vez. Ylo que es mils importante:fuera de pequefios detalles,lo que dijo hace cuarentaafios sigue vigente, a~n milsvigente, a dia de hoy. Animoa releerlo.

Su discurso fue elprimer manifiestoconservacionistaque Ileg6 a la ’gentenormal’

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30 Mayo, 2015