De Kimono y Overol

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4. DE KIMONO Y DE OVEROL Durante ese verano de 1928, me cansé de estar embarazada. La panza me crecía y no se confeccionaban vestidos elegantes para ese estado. Incluso las augustas matronas preñadas preferían quedarse en casa y no exhibirse en público. Casi como si el embarazo fuese una impudicia. No era mi caso. Adopté un kimono como de película de Hollywood y con él trataba de estar linda por las tardes. El kimono era un rojo púrpura con anchos ribetes blancos en el cruce sobre el pecho y las mangas, ramas de delicadeza japonesa se dibujaban sobre la tela. Así salí fotografiada en una nota para La Nación que nos sacaron en aquel momento. Aparezco con el pelo abierto en raya al costado izquierdo, la melena cortada a la altura de las orejas, un mechón cayendo a propósito sobre la frente, y maquillada al estilo de los twenties: sombra oscura sobre los párpados y los labios muy rojos. Horacio, ceñudo, un tanto despeinado, deja ver un esbozo de sonrisa entre el bigote y la barba. La mano izquierda no se desprende de su eterno cigarrillo y calza sandalias confeccionadas por él mismo. Para aquella foto aceptó quitarse el overol manchado de grasa que usaba a diario, como una gran concesión hacia mí, porque no le importaban los periodistas ni tampoco salir vestido de aquella forma en los periódicos. Mantenía el espíritu de gran transgresor que lo había animado en su lejana juventud montevideana, cuando lideraba

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Fragmento de "La vida brava" de Helena Corbellini

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4. DE KIMONO Y DE OVEROLDurante ese verano de 1928, me cans de estar embarazada. La panza me creca y no se confeccionaban vestidos elegantes para ese estado. Incluso las augustas matronas preadas preferan quedarse en casa y no exhibirse en pblico. Casi como si el embarazo fuese una impudicia. No era mi caso. Adopt un kimono como de pelcula de Hollywood y con l trataba de estar linda por las tardes. El kimono era un rojo prpura con anchos ribetes blancos en el cruce sobre el pecho y las mangas, ramas de delicadeza japonesa se dibujaban sobre la tela.As sal fotografiada en una nota para La Nacin que nos sacaron en aquel momento. Aparezco con el pelo abierto en raya al costado izquierdo, la melena cortada a la altura de las orejas, un mechn cayendo a propsito sobre la frente, y maquillada al estilo de los twenties: sombra oscura sobre los prpados y los labios muy rojos.Horacio, ceudo, un tanto despeinado, deja ver un esbozo de sonrisa entre el bigote y la barba. La mano izquierda no se desprende de su eterno cigarrillo y calza sandalias confeccionadas por l mismo. Para aquella foto acept quitarse el overol manchado de grasa que usaba a diario, como una gran concesin hacia m, porque no le importaban los periodistas ni tampoco salir vestido de aquella forma en los peridicos.Mantena el espritu de gran transgresor que lo haba animado en su lejana juventud montevideana, cuando lideraba la archidicesis del Consistorio del Gay Saber. A los veinte llam la atencin por la excesiva y atildada elegancia en el vestir; ya sobre los cincuenta se atuvo a lo contrario: parece lo ms posible a un trabajador manual muy pobre. Despreci la vestimenta tanto como antes la haba apreciado. Era otro modo de practicar el pater le bourgeois moderno. (...)Fragmento extrado de La vida brava. Los amores de Horacio Quiroga

de Helena Corbellini (2010)Montevideo. Ed. Sudamericana Uruguaya S.A