DECADENCIA DE EUROPA roedor. No hay allí ya el …DECADENCIA DE EUROPA La civilización europea...
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DECADENCIA DE EUROPA
La civilización europea tiene más de un gusano roedor. No hay allí ya el azote de las guerras civiles; pero no pueden notar, empero, debajo de las exterioridades del fascinador lujo, muchos alarmantes signos. Cuando Augusto convertía en edificios de mármol las moradas de Roma, y las legiones ensanchaban las fronteras, y las ciencias y las artes florecían, y las costumbres sociales se retinaban, pocos, muy pocos, se daban cuenta de que había comenzado ya el período de declinación de aquella portentosa estructura. Cuando la Exposición de París, de 1867, época en que Napoleón lu recibió la visita del Zar Alejandro, del Sultán; Abdelaziz, del Rey de Prusia, y varias otras testas coronadas, generalmente se decía que el segundo Imperio napoleónico había alcanzado la cima del prestigio y de la influencia en Europa. Pero para los observadores sagaces, la verdad era que la decadencia había principiado, lo cual no tardó en demostrarse desastrosamente.
(El Porvenir.—Cartagena, 3 de febrero de 1884.)
DEFECTOS
En el movimiento político los detalles nada en realidad significan. Ningún partido es perfecto, como no lo es ninguna individualidad. Nuestra guerra de independencia abunda seguramente en actos de heroísmo; pero no faltaron en ella deplorables excepciones. Hasta en el Sol hay manchas.
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ha solido decirse. No hay un hecho más grande moralmente que la abolición de la esclavitud decretada en 1851; y ese hecho, sin embargo, fue digno de censura bajo el punto de vista de los antecedentes legales establecidos. Los hombres más célebres han tenido lunares; y algunos de ellos, lunares horribles. Es el carácter demostrado de la decisiva influencia lo que determina la verdadera naturaleza de cualquier fenómeno social.
(La Luz.—Bogotá, 15 de marzo de 1881.)
DELIBERACIONES
Cuando se reúnen los hombres a deliberar, algo fecundo surge del cambio de sentimientos e ideas, que nadie había presentido, ni previsto, como lo prueba la historia de todos los parlamentos y asambleas, especialmente la de los parlamentos y asambleas que se instalan en épocas nuevas.
{El Porvenir.—Cartagena, domingo 8 de septiembre de 1889.)
DEMOCRACIA
En pos de esa felicidad, desalados corrimos en el carro de Faetón del federalismo y de la irresponsable democracia (que presupone largo preliminar de educación, instrucción, moralidad, fortaleza de carácter, etc.) El gobierno de todos, si no se dispone de aptitudes en todos, tiene necesariamente que conducir al desastre.
(La iVaddfi.—Bogotá, 6 de marzo de 1887.)
DERECHO DE PROPIEDAD
¡Ah, sí!, el derecho de propiedad es uno de los más grandes derechos naturales, y desde que deja de ser una verdad, todo el edificio social bambolea.
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Se comprende, por tanto, que las garantías de que debe estar rodeado se extiendan y fortifiquen más y más en el seno de las naciones civilizadas.
{La Luz.—Bogotá, i ' de agosto de 1882.)
DERECHOS INDIVIDUALES
Todo derecho individual ilimitado es absurdo por impracticable. Decimos impracticable, porque desde el momento en que un miembro de la comunidad puede obrar sin restricción de ninguna especie, Cjueda inmediatamente restringido el derecho de los otros miembros. Si aquél, por ejemplo, puede injuriar y calumniar impunemente por medio de la palabra y de la imprenta, ese derecho ilimitado implica necesariamente la obligación, de parte de los otros, de someterse a las agresiones de que quiera hacerlos víctima un enemigo de su reposo y de su honra. Y además del daño que se hace a un tercero asignable, debe tenerse en cuenta el daño social resultante del uso del derecho absoluto. La intemperancia de la prensa puede producir —y ha producido con frecuencia— la guerra civil. El libre comercio de armas y municiones está en este último caso. Sólo en los Estados Unidos la Constitución ha concedido esa libertad, que apenas allí puede funcionar sin peligro, a causa de no existir disidencias políticas fundamentales y de estar, al mismo tiempo, tan aclimatado el espíritu de orden a que sirven de poderoso lastre los intereses económicos.
{El Porvenir.—Cartagena, septiembre de 1886.)
DERECHOS INDIVIDUALES
El artículo 15 de la Constitución fue aún llamado por los liberales un decálogo político, y también una gran conquista sobre el espíritu reacio y miope
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(ie sus adversarios. Ese artículo es el que garantiza lo- derechos individuales.
Según ese artículo, la vida es inmune; la prensa es inmune; la palabra es inmune; la propiedad es inmune; la industria libre; la enseñanza también; todos los colombianos tienen iguales derechos políticos y civiles, etc.
¡Ah!, ciertamente, semejantes instituciones son dignas de profundo respeto, de amor entrañable, y en defensa suya no hay sacrificio que no esté de antemano justificado, por hallarse a la altura de su objeto.
Pero hubo un día en que un grupo de liberales ingenuos comenzó a sospechar de la buena fe de sus cofrades. Estos seguían siempre invocando las instituciones, pero poco se cuidaban de acomodar a ellas sus procedimientos. Todos los esfuerzos de los presidentes, casi desde el momento de su instalación, se dirigían a procurarse un sucesor que siguiera gobernando conforme a las exigencias de determinados intereses. Se estableció al cabo ima política de círculo, una especie de masonería absorbente. La falange de los explotadores se dio a sí misma la calificación de sabios, y todos los demás colombianos pasaron a la humilde categoría de ignorantes. La sabiduría de aquéllos, que tomaron el nombre de radicales, consistía principalmente en sus cabalas primero, y en su audacia después, para hacer inútiles todas las mejores previsiones de la Constitución.
La vida era inviolable; pero podía, sin embargo, fusilarse en algunos casos, y aun hacerse la apoteosis del ejecutor.
La prensa era inmune; pero podía, de vez en cuando, encarcelarse a los escritores y ponerse en almoneda las imprentas.
La propiedad era inmune; pero eso no excluía
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la confiscación total o parcial, cuando el interés político lo exigía claramente.
Los Estados eran autónomos y soberanos; pero ¡ay del que no votara por el candidato designado en el palacio de San Carlos!
Había también libertad religiosa garantizada por el Código de Rionegro, pero no para los católicos.
Los radicales hablaban siempre, no obstante, con veneración de las santas instituciones liberales.
(La Luz.—Bogotá, u de julio de 1882.)
DERECHO POPULAR Y DERECHO DIVINO
Hacer de la diadema, de la púrpura y del óleo de los ungidos de Dios el patrimonio de todos —ricos y pobres, sabios e ignorantes, virtuosos y malvados—, es efectivamente una empresa casi sobrehumana, que demanda sostenida, gradual y muy atinada preparación. "La alegría da susto", es el título de una pieza teatral de Mme. de Girardin. Después de larga abstinencia, el más sano alimento puede ser mortal. Entre el derecho divino y el derecho popular no puede tampoco haber racional transición rápida. La América inglesa era casi una república, como lo es hoy Australia, el día en que proclamó su independencia. La crisálida volvióse así mariposa con muy escaso esfuerzo. Para la América española el cambio fue grande, tan extraordinario, que todavía no se ha verificado enteramente en muchas de sus secciones.
(La Luz.—Bogotá, 8 de octubre de 1884.)
DESARROLLO MORAL
El desarrollo moral incesante que trae consigo la civilización verdadera, es obra inseparable del sentimiento religioso, porque de otro modo des-
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pierta apetitos funestos, incontenibles y destructores; ese desarrollo es el que ha venido refinando la sociedad, íacilitando las relaciones, embotando las espadas, alejándonos, en una palabra, de la situación lastimosa en que vegetan las tribus antro-pófagas, y otras que, sin serlo, son, no obstante, bárbaras.
{El Porvenir.—Cartagena, 5 de agosto de 1883.)
DESCUBRIMENTO DE AMERICA
La empresa del descubrimiento y colonización del Continente Americano debía ser muy compleja, y por demás, difícil y peligrosa. Sin embargo, de la tan conocida y citada profecía de Séneca —"Ve-nient annis soecula seris", etc.— era preciso comenzar por la adivinación de la prometida tierra. A la adivinación debía seguir el convencimiento de los colaboradores indispensables y una resolución en armonía con la grandiosidad de la obra.
Pocas veces el dedo de la Providencia se ha mostrado tan visible en los acontecimientos humanos, como en todo lo relacionado con el descubrimiento del Nuevo Mundo. Pocas veces también se ha mostrado tan definido el encadenamiento de las ideas, de los intereses y de los sucesos, como en ese mismo portentoso hecho que colocó en la corriente de la civilización universal a millones de seres separados de ella y que ni siquiera la sospechaban, con motivo de su profunda ignorancia y de su aislamiento absoluto.
Todo en Colón revela el hombre inspirado por la autoridad divina. Todo en la Reina Isabel indica el instrumento sobrenatural que debía proteger eficazmente la maravillosa empresa. Creció, no en el seno de la opulencia, sino en el de la adversidad; y en ella fortificó su corazón, y se hizo
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capaz de sobrellevar con entereza los dolores y los peligros, así como de conquistar, sin envanecerse, inmaicesible gloria. Los colaboradores del descubrimiento y colonización, de orden menos encumbrado, se formaron en la larga guerra política y religiosa que terminó con la posesión de Granada. ¡Ah!, ¿quién hubiera podido imaginar que esa labor tan prolija, según el calificativo empleado por la inmortal Reina, de la total expulsión política de los moros, debía luego conducir a la realización de designios de más vastos horizontes y de más dilatada trascendencia aún, en tan remotas latitudes?
¿Cuál era la condición moral de las poblaciones de lo que fue después el Virreinato, cuando aparecieron en su desconocido suelo los esforzados campeones de la conquista? Bajo el punto de vista político, se hallaban sometidas a un despotismo completamente bárbaro. En religión eran idólatras, y en parte de su rudimental culto figuraban sacrificios humanos. No hay para qué agregar que carecían de industria y de comercio. La civilización española y la europea en general, distaban enormemente entonces de lo que son hoy; pero estaban ya iluminadas por los resplandores del Cristianismo, y fue, en gran parte, debido al vigoroso impulso de esa imperecedera luz, como los héroes del descubrimiento y la colonización encontraron la milagrosa constancia de ánimo que los acompañó en todos sus múltiples peligros, miserias y vicisitudes de todo género. No fue Gonzalo Jiménez de Quesada igual en brillo a Hernán Cortés, ni a Vasco Núñez de Balboa; pero no puede hoy leerse la historia de su viaje desde Santa Marta hasta la comarca del Opón, sin persuadirse de que la causa de su asombrosa fortaleza y de su salvación al través de tan continuos y poderosos obstáculos, no pudo
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ser de ordinario origen; como no lo fue tampoco la misteriosa estrella polar que condujo a Belalcázar y Federmán, partiendo el uno del Mediodía y el otro de Levante (en apariencias a lo menos), hasta encontrarse con Jiménez de Quesada, que procedía del Septentrión.
Habría sido delirio el pretender la conquista por medios pacíficos. Ella no puede, pues, ser juzgada con el criterio de una benevolencia abstracta.
El rayo que purifica la atmósfera es, al propio tiempo, nuncio de destrucción y desgracias. De la vida fecunda del marino es inseparable la dolo-rosa posibilidad del naufragio. Males y bienes se hallan de tal manera confundidos en la prosecución de cualquiera obra acometida por los hombres, que el veredicto de la filosofía tiene que conformarse con apreciar la generosa intención y los resultados generales.
La conquista no fue, por otra parte, en realidad, sino un trabajo preparatorio indispensable, como lo es el desmonte de un terreno para el agricultor o para el ingeniero constructor de un ferrocarril. A ese trabajo preparatorio siguió, a su debido tiempo el de la Independencia, que fue apenas el medio logrado para poder iniciar la definitiva elaboración.
Pascal ha dicho que la humanidad es como un hombre en indefinida marcha. La humanidad es, en efecto, desde el punto de vista de la civilización, un solo cuerpo, una sola alma, contemporánea de todas las edades y habitadora de todas las latitudes. La conquista y la colonización de América abrieron camino a la Independencia, precursora de una gestación política enteramente nueva en su íntimo fondo y en sus sorprendentes aspiraciones. Entre Quesada y Bolívar no hay, por tanto, anta-
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gonismo, sino, bien al contrario, solidaridad; del mismo modo que la hubo entre Gioja, inventor de la brújula, y Colón, descubridor de las Indias Occidentales.
(La Luz.—Bogotá, 21 de julio de 1882.)
DESENCANTO
La verdad de todo es, pues, que todas estas repúblicas se encuentran empestadas de escepticismo.
A las ilusiones de la época de la Independencia han sucedido las hondas angustias del desencanto. Se creyó que con suprimir al rey quedaba suprimido el tirano, y todas las felicidades iban a llover sobre los pueblos a manera de fácil y abundante maná; y, como esto no ha ocurrido, la duda, la incertidumbre, el desconcierto, la desesperación casi, se han apoderado al fin de todos los corazones.
"Cristóforo Colombo, ruega a Dios por el mundo que descubriste", ha dicho el poeta.
Estas repúblicas llegaron aun, en su demencia iconoclasta, a negar a Jesús, a Dios; cayendo en espantoso realismo; los hombres se degollaron sin tregua en aras de la anhelada libertad; Caín mató nuevamente a Abel, millones de millones de veces, y los ideales sublimes, hijos de presuntuosa ignorancia, yacen hoy por el suelo como hojas secas de o toño. . .
Surgieron los tiranuelos imperceptibles del fangal demagógico, y la política se ha convertido en carnaval siniestro. Los partidos se disuelven porque la codicia no une sino aisla, siendo ella la que domina el campo. Se ha perdido la fe en todo y en todos.
(Tomado de La Reforma Política en Colombia. Tomo vii. Decadencia.)
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DESESPERAR
Todo lo humano es imperfecto, y cuando nos fijamos en los detalles más de lo que conviene, olvidamos lo principal —el hilo de la corriente— y estamos perdidos.
"Desesperar es desertar."
(6 de marzo de 1887.)
DESIGNIOS DIVINOS
Sólo Dios tiene el secreto de los misteriosos itinerarios por donde los pueblos caminan, en marcha ascendente desde los abismos del infortunio hasta las luminosas cumbres de la regeneración. El tránsito de Moisés por el Desierto puede ser considerado —sin que neguemos su verdad histórica— como un eterno y universal apólogo que ha tenido, y tendrá, ratificación continua en las diversas nacionalidades del globo. Vacilan con frecuencia los sectarios por las dificultades, enormes a veces, de la larga peregrinación; y, en no raras ocasiones, el conductor los sorprende ridiendo culto a los ídolos paganos; pero la santa verdad tiene recursos infinitos que le aseguran infalible final victoria, y de los mismos condensados pliegues del error, brota repentinamente prodigioso rayo de luz.
(La Luz.—Bogotá, 3 de diciembre de 1884.)
DESORGANIZACIÓN
En Colombia la desorganización y la miseria hacen cada día nuevos estragos, y ésta es una dolo-rosa verdad que ningún partido, ni círculo, ni individualidad revoca hoy a duda. Las urnas electorales se han convertido en caja de Pandora, porque en lugar de salir de ellas nuevos elementos de vida
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política, se esparcen con frecuencia de su viciado seno miasmas que mantienen el cuerpo social en constante crisis. Se recordará la apreciación de un ministro americano en 1871: "Se vive en Colombia en anarquía organizada." A otro ministro americano le hemos oído recientemente estas otras palabras: "En Colombia sólo hay dos cosas organizadas: el ejército y el clero." El derecho de asociación se ha vuelto semillero de continuas asonadas; la libertad de imprenta es libertad de difamación y de propaganda subversiva, con raras excepciones; los homicidios se multiplican; las armas y pertrechos se ven transitando camino de revueltas, sin que nadie se sorprenda siquiera del fratricida tráfico . . . Y entretanto —para no prolongar la triste enumeración de nuestros pesares— se ha perdido la fe en lo por venir, y un escepticismo esterilizador se apodera rápidamente de gran número de almas!
(La Luz.—Bogotá, 8 de octubre de 1884.)
DEUDORES
Así como vemos realizarse el presentimiento de Aristóteles de que la esclavitud iría desapareciendo con los progresos de la mecánica, toda forma de legislación materialmente coercitiva ha venido suavizándose con el progreso de los sentimientos morales. Los romanos, por ejemplo, tuvieron que ser terribles con los deudores, porque trataban de fundar sobre cimientos de granito el derecho de propiedad; y leyendo al historiador Mommsen, encontramos condensada aquella terribleza en gráficas líneas. El deudor que no podía probar por medio de testigos su irresponsabilidad, era apremiado corporalmente (manus injectio); el demandante podía aprehenderlo dondequiera que lo encontrara para conducirlo ante el juez a fin de obtener el
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pago. El deudor no podía ni siquiera defenderse; pero un tercero sí podía interceder para probar que la ejecución era ilegal, en cuyo caso el procedimiento se suspendía, siempre que el intercesor se hiciera personalmente responsable de la deuda, circunstancia que presuponía en él la condición áe propietario. Si no había ni pago, ni intercesión, el rey adjudicaba al acreedor ¡a persona del deudor; y de tal suerte, que podía llevárselo y tratarlo como esclavo. Durante los sesenta días subsiguientes, el deudor era exhibido tres veces en la plaza de mercado, y se preguntaba al público por medio de un pregón, si no había alguno que se compadeciera de su suerte. En caso negativo, el acreedor podía quitarle la vida, o venderlo con sus hijos como esclavo... Semejante lujo de crueldad con relación a un hombre que podía con frecuencia no ser culpable sino de desgracia, es hoy increíble; pero la verdad es que el manus injectio —o prisión por deuda— estuvo vigente en Francia e Inglaterra hasta hace poco más de veinte años, en que fue abolida. Como consecuencia de ese progreso de humanidad, aparecieron luego y se propagan las sociedades anónimas, organizadas según el principio racional de la resj)onsabilidad limitada, es decir, de responsabilidad restringida a determinada cuota, quedando libre de todo empeño la generalidad de los otros bienes de los que se asocian para alguna empresa industrial.
Podemos, pues, pensar que la responsabilidad pecuniaria de las naciones no es hoy, como en otro tiempo, ilimitada; debiendo comprender a ellas los casos de atenuación, y aun de justificación completa, que se han tenido en cuenta respecto de las sociedades anónimas para limitar la responsabilidad de sus miembros. Decimos esto en defensa de nuestra demora en cumplir compromisos contraí-
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dos en otra época respecto de deuda exterior, y para dar fundamento a la solicitud de concesiones valiosas para lo futuro.
(El Porvenir.—Cartagena, do'mingo 21 de julio de 1889.)
DICTADURA
Se ha demostrado cjue las dictaduras no resuelven el tremendo problema, sino en apariencia y momentáneamente, para luego dejar la cosa pública en mayor decadencia —en mayor decadencia moral sobre todo—. La dictadura puede ser buena, y aim indispensable, por unos cuantos días apenas en extraordinarias emergencias. Un monarca absoluto, que cuenta con el tradicional prestigio y tiene sucesor dinástico previsto, es aún preferible a cualquiera de los grotescos dictadores de aventura que surgen de vez en cuando en estas desconcertadas repúblicas, con el fantasioso propósito de regenerarlas.
En Hispanoamérica todo lo que no sea modificar el fondo de las instituciones es labor estéril. La excesiva laxitud de éstas ha causado la general indisciplina, el desprestigio de la autoridad sin la cual no hay concierto ni orden, el cambio constante del personal de la magistratura suprema, que ha acentuado aquel desprestigio, y, por último, el escepticismo íntimo acerca de hombres y de sistemas. Continúa, es verdad, cierta fraseología que pudiera tomarse por afirmación sincera, pero que no es en el hecho sino falacia farisaica.
La superstición de la frase es uno de los más perniciosos vicios de la humanidad hispanoamericana, si no de la humanidad entera. Sirve, es verdad, y poderosamente, para apalabrar a la idea; pero por una constante tendencia, debida a la evolución de los hechos, ella se aparta de su significado
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original, y acaba por representar a los ojos de la multitud cosa muy diferente de aquella con la cual está lógicamente relacionada; o bien sucede que, terminado el reino de la idea en la perpetua agitación que regenere el espíritu, la palabra sobrevive, embarazando las nuevas creaciones destinadas a satisfacer necesidades nuevas.
(Tomado de La Reforma PoUtica en Colombia. Tomo vi Estas Repúblicas.)
DIFERENCIACIÓN SOCIOLÓGICA
En un admirable opúsculo, Spencer ha demostrado esta fundamental doctrina: "El progreso conduce de lo homogéneo a lo heterogéneo." Ante todo, él aprovecha los trabajos de fisiólogos y naturalistas eminentes, acerca de los cambios sucesivos de los diversos gérmenes. Una semilla, por ejemplo, en el estado primitivo es una sustancia, en absoluto, uniforme; pero llega el momento de la primera diferenciación, para usar el término científico, a la que siguen otras y otras secundarias, que, al cabo, ofrecen esa complicada combinación de tejidos, vasos, corteza, miembros, etc., que constituyen el animal, o la planta, es decir, un organismo viviente.
El ilustre sociólogo pone en evidencia la verificación de un fenómeno análogo en el organismo social. La fauna y la flora han pasado de lo homogéneo a lo heterogéneo en el discurso del tiempo. En las comunidades de hombres la transformación es harto sensible y también incesante. Las tribus bárbaras actuales están todavía indicando cuál fue el punto de partida de las cultas y complejas sociedades del presente siglo. Esas tribus son una aglomeración monótona de facultades y funciones idénticas. La sola indiferencia real es la que establecen los sexos. Cada hombre es guerrero, cazador, pesca-
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dor, fabricante de utensilios, etc. Cada mujer ejecuta cierto orden de faenas, que son siempre iguales. . . Surgen después jerarquías rudimentarias; corren los años, las décadas, los siglos, y la diversidad se muestra en todo, hasta que causa esa enorme complicación de cosas y hechos que casi no caben en el dominio de la síntesis. Se ha caminado desde Zululand hasta París.
Se nota en las lenguas la misma multiplicación. Sea que procedan de uno solo o de dos o más troncos, las divergencias son considerables además de continuas. Barcia comenzó por dividir todos los idiomas en dos grandes familias: la ariana o jaféti-ca, y la semítica, abrazando en esta división diez y seis familias —que no unidades— secundarias, como el latín, el griego y el árabe; pero pronto comprendió la exigüidad del molde.
No es fácil afirmar, con bastante fundamento, si el lenguaje humano estuvo alguna vez reducido a simples exclamaciones; pero sí podemos remontarnos a un período —dice Spencer— cn que eran únicos elementos de ese lenguaje los nombres y los verbos. De estas panes primitivas de la dialéctica nacieron después otras: los verbos se diferencian, y los nombres también; vienen luego las variaciones de modo, tiempo, personas, números y casos. Aparecen los auxiliares, los adjetivos, los adverbios, los pronombres, las preposiciones, los artículos.. . La multiplicación es grande.
En los diccionarios se ve también el paso de lo homogéneo a lo heterogéneo. Cada uno que se publica trae algo más c]ue el anterior. El alfabeto fonético reemplaza al simbólico, y el horizonte de la escritura se vuelve infinito.
Entre el aleph samaritano y el alpha griego ("a" nuestra), media esa gran revolución. Aleph no era sonido, sino objeto: buey.
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Las lenguas se enriquecen cada día, porque todo en el mundo aumenta, asimismo, cada día. Los signos que representan las modulaciones o vocales, y las articulaciones o consonantes, no cambian; pero dan continuamente lugar a nuevos vocablos que los inventos incesantes requieren.
Los sistemas políticos que en el Nuevo Mundo se ensayan no son más que una aplicación histórica, natural, del principio de que hablamos. El régimen colonial fue un progreso respecto del de los caciques, y también una complicación —un paso de lo homogéneo a lo heterogéneo—. En la guerra de independencia la diversidad se acentuó y propagó de tal manera, que asumió carácter de anarquía armada.
{El Poivenir.—Cartagena, 3 de feljrero de 1884.)
DINASTÍAS POLÍTICAS
Nosotros no tenemos aristocracia de pergaminos; pero, en cambio, hemos pretendido establecer una casta política con el encargo perpetuo de gobernar al pueblo de Colombia, y al propio tiempo hemos adoptado un sistema de rotación vertiginosa de mandatarios, que ha exhibido prontamente, en toda su plenitud, el absurdo del pretendido monopolio de la gerencia política; porque, buscándose por un lado la fuente de la opinión, a cada momento se le debe, por otro, obligar a dirigir sus raudales en dirección determinada, inexorable. El historiador que se ocupe en narrar tales asuntos se sentirá perplejo y atolondrado y casi no acertará a creer que hayan verdaderamente ocurrido.
Por la puerta de la exageración entramos, como nuestros modelos, en los dominios de la quimera, y al cabo nos encontramos más que nunca alejados
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del bello ideal que sinceramente solicitamos al emprender, con juvenil entusiasmo, nuestra peregrinación política.
(El Porvenir.—Cartagena, 28 de enero de 1883.)
DISIDENTES
Las personalidades aisladas no representan sino-egoísmo, y están fatalmente condenadas a ser pasajero juguete de los mismos grupos a quienes intentan engañar, para asfixiarse luego en el vacío de la desconfianza de todos.
(La Luz.—Bogotá, 21 de marzo de 1882.)
DOGMATISMO
Entre nosotros, preciso es confesarlo, ha habido exceso de dogmatismo político. Bueno es, por tanto,, que al cabo de tantas afirmaciones estériles, tengamos el valor de investigar en el fondo íntimo de las cosas para formar juicio acertado sobre lo que ellas son en realidad, y dictar, en consecuencia, un veredicto que no descanse sobre ligeras, incompletas o apasionadas apreciaciones.
{La Luz.—Bogotá, s de agosto de 1881.)