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  • SOBRE EL MINISTERIO PASTORAL DE LOS OBISPOS

    SOBRE EL MINISTERIO Y VIDA DE LOS PRESBTEROS

    SOBRE LA FORMACIN SACERDO TAL

    SOBRE LA RENOVACIN DE LA VIDA RELIGIOSA

    SOBRE EL APOSTOLADO DE LOS SEGLARES

    SOBRE LAS IGLESIAS ORIEN TALES CATLICAS

    SOBRE LA ACTIVIDAD MISIONERA DE LA IGLESIA

    SOBRE EL ECUMENISMO

    SOBRE LOS MEDIOS DE COMUNICACIN SOCIAL

  • 1Decreto

    "CHRISTUS DOMINUS"

    (Sobre el ministerio pastoral de los Obispos)

    Proemio

    1. Cristo Seor, Hijo de Dios vivo, que vino a salvar del pecado a su pueblo y a santificar a todoslos hombres, como El fue enviado por el Padre, as tambin envi a sus Apstoles, a quienessantific, comunicndoles el Espritu Santo, para que tambin ellos glorificaran al Padre sobre latierra y salvaran a los hombres "para la edificacin del Cuerpo de Cristo" (Ef., 4,12), que es laIglesia.

    2. En esta Iglesia de Cristo, el Romano Pontfice, como sucesor de Pedro, a quien confi Cristoel apacentar sus ovejas y sus corderos, goza por institucin divina de potestad suprema, plena,inmediata y universal para el cuidado de las almas. El, por tanto, habiendo sido enviado comopastor de todos los fieles a procurar el bien comn de la Iglesia universal y el de todas lasiglesias particulares, tiene la supremaca de la potestad ordinaria sobre todas las Iglesias.

    Pero tambin los Obispos, por su parte, puestos por el Espritu Santo, ocupan el lugar de losApstoles como pastores de las almas, y juntamente con el Sumo Pontfice y bajo su autoridad,son enviados a actualizar perennemente la obra de Cristo, Pastor eterno. Ahora bien, Cristo dio alos Apstoles y a sus sucesores el mandato y el poder de ensear a todas las gentes y desantificar a los hombres en la verdad y de apacentarlos. Por consiguiente, los Obispos han sidoconstituidos por el Espritu Santo, que se les ha dado, verdaderos y autnticos maestros de la fe,pontfices y pastores.

    3. Los Obispos, partcipes de la preocupacin de todas las Iglesias, desarrollan, en unin y bajola autoridad del Sumo Pontfice, este su deber, recibido por la consagracin episcopal, en lo quese refiere al magisterio y al rgimen pastoral, todos unidos en colegio o corporacin con respectoa la Iglesia universal de Dios.

    E individualmente lo ejercen en cuanto a la parte del rebao del Seor que se les ha confiado,teniendo cada uno el cuidado de la Iglesia particular que presiden, y en algunas ocasiones puedenlos Obispos reunidos proveer a las Iglesias de ciertas necesidades comunes.

    Por ello el sagrado Concilio, considerando tambin las condiciones de la sociedad humana, queen nuestros tiempos est abocada a un orden nuevo, intentando determinar ms concretamente elministerio pastoral del os Obispos, establece lo siguiente:

    CAPITULO I

    LOS OBISPOS CON RELACION A TODA LA IGLESIA

    I. PAPEL QUE DESEMPEAN LOS OBISPOS CON RELACION A LA IGLESIAUNIVERSAL.

  • 2Ejercicio de la potestad del Colegio de los Obispos

    4. Los Obispos, por el hecho de su consagracin sacramental y por la comunin jerrquica con laCabeza y los miembros del Colegio, quedan constituidos miembros del Cuerpo Episcopal. "Masel orden de los Obispos, que sucede al Colegio de los Apstoles en el magisterio y rgimenpastoral, y en el cual se contina el cuerpo apostlico, juntamente con su Cabeza, el RomanoPontfice, y nunca sin El, es tambin sujeto de suprema y plena potestad en toda la Iglesia,potestad que ciertamente no pueden ejercer sin el consentimiento del Romano Pontfice". Estepoder se ejerce "de un modo solemne en el Concilio Ecumnico. Por tanto, determina el sagradoConcilio que todos los Obispos que sean miembros del Colegio Episcopal tienen derecho a asistiral Concilio Ecumnico".

    "La misma potestad colegial pueden ejercerla juntamente con el Papa los Obispos dispersos entoda la tierra, con tal que la Cabeza del Colegio los convoque a una accin colegial o, a lomenos, apruebe o reciba libremente la accin unida de los Obispos dispersos, de forma que seconstituya un verdadero acto colegial".

    Snodo o Consejo de los Obispos

    5. Los Obispos elegidos de entre las diversas regiones del mundo, en la forma y disposicin queel Romano Pontfice ha establecido o tengan a bien establecer en lo sucesivo, prestan al SupremoPastor de la Iglesia una ayuda ms eficaz constituyendo un consejo que se designa con el nombrede snodo episcopal, el cual, puesto que obra en nombre de todo el episcopado catlico,manifiesta, al mismo tiempo, que todos los Obispos en comunin jerrquica son partcipes de lasolicitud de toda la Iglesia.

    Los Obispos, partcipes de la solicitud para todas las Iglesias

    6. Los Obispos, como legtimos sucesores de los Apstoles y miembros del Colegio Episcopal,reconzcanse siempre unidos entre s y muestren que son solcitos por todas las Iglesias, porquepor institucin de Dios y exigencias del ministerio apostlico, cada uno debe ser fiador de laIglesia juntamente con los dems Obispos. Sientan, sobre todo, inters por las regiones delmundo en que todava no se ha anunciado la palabra de Dios y por aquellas en que, por el escasonmero de sacerdotes, estn en peligro los fieles de apartarse de los mandamientos de la vidacristiana e incluso de perder la fe.

    Por lo cual pongan todo su empeo en que los fieles sostengan y promuevan con ardor las obrasde evangelizacin y apostolado. Procuren, adems, preparar dignos ministros sagrados e inclusoauxiliares, tanto religiosos como seglares, para las misiones y los territorios que sufren escasezde clero. Tengan tambin inters en que, en la medida de sus posibilidades, vayan algunos de sussacerdotes a las referidas misiones o dicesis, para desarrollar all su ministerio sagrado parasiempre o, a lo menos, por algn tiempo determinado.

    No pierdan de vista, por otra parte, los Obispos, que, en el uso de los bienes eclesisticos, tienenque tener tambin en consideracin las necesidades no slo de su dicesis, sino de las otrasIglesias particulares, puesto que son parte de la nica Iglesia de Cristo. Atiendan, por fin, contodas sus fuerzas, al remedio de las calamidades que sufren otras dicesis o regiones.

    7. Manifiesten un amor fraterno y ayuden con un sincero y eficaz cuidado, sobre todo, a losObispos que se ven perseguidos con calumnias y vejmenes por el Nombre de Cristo, encerradosen las crceles o impedidos de desarrollar su ministerio, para que sus penas se alivien y suavicen

  • 3con las oraciones y la ayuda de los dems hermanos.

    II. LOS OBISPOS Y LA SANTA SEDE.

    Los Obispos en sus Dicesis

    8. a) Los Obispos, como sucesores de los Apstoles, tienen por s, en las dicesis que se les haconfiado, toda la potestad ordinaria, propia e inmediata que se requiere para el ejercicio de suoficio pastoral, salvo en todo la potestad que, en virtud de su cargo, tiene el Romano Pontfice dereservarse a s o a otra autoridad las causas.

    b) Todos los Obispos diocesanos tienen la facultad de dispensar, en caso particular, de una leygeneral de la Iglesia a los fieles sobre los que ejercen la autoridad segn derecho, siempre que lojuzguen conveniente para el bien espiritual de ellos, mientras no se trate de algo que se hayareservado especialmente la Autoridad Suprema de la Iglesia.

    Dicasterios de la Curia Romana

    9. En el ejercicio supremo, pleno e inmediato de su poder sobre toda la Iglesia, el RomanoPontfice se sirve de los dicasterios de la Curia Romana, que, en consecuencia, realizan su laboren su nombre y bajo su autoridad, para bien de las Iglesias y servicio de los sagrados pastores.

    Desean, sin embargo, los Padres conciliares que estos dicasterios, que ciertamente han prestadoal Romano Pontfice y a los pastores de la Iglesia un servicio excelente, sean reorganizadossegn las necesidades de los tiempos y con una mejor adaptacin a las regiones y a los ritos,sobre todo en cuanto al nmero, nombre, competencia, modo de proceder y coordinacin detrabajos. Desean, igualmente, que habida cuanta del ministerio pastoral propio de los Obispos, seconcrete ms detalladamente el cargo de los legados del Romano Pontfice.

    10. Puesto que estos dicasterios han sido creados para el bien de la Iglesia universal, se desea quesus miembros, oficiales y consultores e igualmente los legados del Romano Pontfice, en cuantosea posible, sean tomados de las diversas regiones de la Iglesia, de manera que las oficinas urganos centrales de la Iglesia catlica presenten un aspecto verdaderamente universal.

    Es tambin de desear que entre los miembros de los dicasterios se encuentren algunos Obispos,sobre todo diocesanos, que puedan comunicar con toda exactitud al Sumo Pontfice elpensamiento, los deseos y las necesidades de todas las Iglesias.

    Juzgan, por fin, de suma utilidad los Padres del Concilio que estos dicasterios escuchen ms a losseglares distinguidos por su piedad, su ciencia y experiencia, de forma que tambin ellos tengansu cometido conveniente en las cosas de la Iglesia.

    CAPITULO II

    LOS OBISPOS CON RELACION A LAS IGLESIAS PARTICULARES O DIOCESIS

    I. LOS OBISPOS DIOCESANOS

    Nocin de dicesis y oficio de los Obispos en ella

    11. La dicesis es una porcin del Pueblo de Dios que se confa a un Obispo para que la

  • 4apaciente con la cooperacin del presbiterio, de forma que unida a su pastor y reunida por l enel Espritu Santo por el Evangelio y la Eucarista, constituye una Iglesia particular, en la queverdaderamente est y obra la Iglesia de Cristo, que es Una, Santa, Catlica y Apostlica.

    Cada uno de los Obispos a los que se ha confiado el cuidado de cada Iglesia particular, bajo laautoridad del Sumo Pontfice, como sus pastores propios, ordinarios e inmediatos, apacienten susovejas en el Nombre del Seor, desarrollando en ellas su oficio de ensear, de santificar y deregir. Ellos, sin embargo, deben reconocer los derechos que competen legtimamente a lospatriarcas o a otras autoridades jerrquicas.

    Los Obispos deben dedicarse a su labor apostlica como testigos de Cristo delante de loshombres, interesndose no slo por los que ya siguen al Prncipe de los Pastores, sinoconsagrndose totalmente a los que de alguna manera perdieron el camino de la verdad odesconocen el Evangelio y la misericordia salvadora de Cristo, para que todos caminen "en todabondad, justicia y verdad" (Ef., 5,9).

    Deber que tienen los Obispos de ensear

    12. En el ejercicio de su ministerio de ensear, anuncien a los hombres el Evangelio de Cristo,deber que sobresale entre los principales de los Obispos, llamndolos a la fe con la fortaleza delEspritu o confirmndolos en la fe viva. Propnganles el misterio ntegro de Cristo, es decir,aquellas verdades cuyo desconocimiento es ignorancia de Cristo, e igualmente el camino que seha revelado para la glorificacin de Dios y por ello mismo para la consecucin de la felicidadeterna.

    Mustrenles, asimismo, que las mismas cosas terrenas y las instituciones humanas, por ladeterminacin de Dios Creador, se ordenan tambin a la salvacin de los hombres y, porconsiguiente, pueden contribuir mucho a la edificacin del Cuerpo de Cristo.

    Ensenles, por consiguiente, cunto hay que apreciar la persona humana, con su libertad y lamisma vida del cuerpo, segn la doctrina de la Iglesia; la familia y su unidad y estabilidad, laprocreacin y educacin de los hijos; la sociedad civil, con sus leyes y profesiones; el trabajo y eldescanso, las artes y los inventos tcnicos; la pobreza y la abundancia, y expnganles,finalmente, los principios con los que hay que resolver los gravsimos problemas acerca de laposesin de los bienes materiales, de su incremento y recta distribucin, acerca de la paz y de lasguerras y de la vida hermanada de todos pueblos.

    Mtodos de ensear la doctrina cristiana

    13. Expliquen la doctrina cristiana con mtodos acomodados a las necesidades de los tiempos, esdecir, que respondan a las dificultades y problemas que ms preocupan y angustian a loshombres; defiendan tambin esta doctrina enseando a los fieles a defenderla y propagarla.Demuestren en su enseanza la materna solicitud de la Iglesia para con todos los hombres, seanfieles o infieles, teniendo un cuidado especial de los pobres y de los dbiles, a los que el Seorles envi a evangelizar.

    Siendo propio de la Iglesia el establecer dilogo con la sociedad humana dentro de la que vive,los Obispos tienen, ante todo, el deber de llegar a los hombres, buscar y promover el dilogo conellos. Dilogos de salvacin, que, como siempre hace la verdad, han de llevarse a cabo concaridad, compresin y amor; conviene que se distingan siempre por la claridad de suconversacin, al mismo tiempo que por la humildad y la delicadeza, llenos siempre de prudencia

  • 5y de confianza, puesto que han surgido para favorecer la amistad y acercar las almas.

    Esfurcense en aprovechar la variedad de medios que hay en estos tiempos para anunciar ladoctrina cristiana, sobre todo la predicacin y la formacin catequtica, que ocupa siempre elprimer lugar; la exposicin de la doctrina en las escuelas, universidades, conferencias yasambleas de todo gnero, con declaraciones pblicas, hechas con ocasin de algunos sucesos;con la Prensa y dems medios de comunicacin social, que es necesario usar para anunciar elEvangelio de Cristo.

    Instruccin catequtica

    14. Vigilen atentamente que se d con todo cuidado a los nios, adolescentes, jvenes e incluso alos adultos la instruccin catequtica, que tiende a que la fe, ilustrada por la doctrina, se hagaviva, explcita y activa en los hombres y que se ensee con el orden debido y mtodoconveniente, no slo con respecto a la materia que se explica, sino tambin a la ndole,facultades, edad y condiciones de vida de los oyentes, y que esta instruccin se fundamente en laSagrada Escritura, Tradicin, Liturgia, Magisterio y vida de la Iglesia.

    Procuren, adems, que los catequistas se preparen debidamente para la enseanza, de suerte queconozcan totalmente la doctrina de la Iglesia y aprendan terica y prcticamente las leyespsicolgicas y las disciplinas pedaggicas.

    Esfurcense tambin en restablecer o mejorar la instruccin de los catecmenos adultos.

    Deber de santificar que tienen los Obispos

    15. En el ejercicio de su deber de santificar, recuerden los Obispos que han sido tomados deentre los hombres, constituidos para los hombres en las cosas que se refieren a dios para ofrecerlos dones y sacrificios por los pecados. Pues, los Obispos gozan de la plenitud del Sacramentodel Orden y de ellos dependen en el ejercicio de su potestad los presbteros, que, por cierto,tambin ellos han sido consagrados sacerdotes del Nuevo Testamento para ser prvidoscooperadores del orden episcopal, y los diconos, que, ordenados para el ministerio, sirven alpueblo de Dios en unin con el Obispo y su presbiterio. Los Obispos, por consiguiente, son losprincipales dispensadores de los misterios de Dios, los moderadores, promotores y guardianes detoda la vida litrgica en la Iglesia que se les ha confiado.

    Trabajen, pues, sin cesar para que los fieles conozcan plenamente y vivan el misterio pascual porla Eucarista, de forma que constituyan un cuerpo nico en la unidad de la caridad de Cristo,"atendiendo a la oracin y al ministerio de la palabra" (Act., 6,4), procuren que todos los queestn bajo su cuidado vivan unnimes en la oracin y por la recepcin de los Sacramentoscrezcan en la gracia y sean fieles testigos del Seor.

    En cuanto santificadores, procuren los Obispos promover la santidad de sus clrigos, de susreligiosos y seglares, segn la vocacin peculiar de cada uno, y sintanse obligados a darejemplo de santidad con la caridad, humildad y sencillez de vida. Santifiquen sus iglesias, deforma que en ellas se advierta el sentir de toda la Iglesia de Cristo. Por consiguiente, ayudencuanto puedan a las vocaciones sacerdotales y religiosas, poniendo inters especial en lasvocaciones misioneras.

    Deber que tienen los Obispos de regir y apacentar

  • 616. En el ejercicio de su ministerio de padre y pastor, comprtense los Obispos en medio de lossuyos como los que sirven, pastores buenos que conocen a sus ovejas y son conocidos por ellas,verdaderos padres, que se distinguen por el espritu de amor y preocupacin para con todos, y acuya autoridad, confiada por Dios, todos se someten gustosamente. Congreguen y formen a todala familia de su grey, de modo que todos, conscientes de sus deberes, vivan y obren en unin decaridad.

    Para realizar esto eficazmente los Obispos, "dispuestos para toda buena obra" (2 Tim., 2,21) y"soportndose todo por el amor de los elegidos" (2 Tim., 2,10), ordenen su vida y forma queresponda a las necesidades de los tiempos.

    Traten siempre con caridad especial a los sacerdotes, puesto que reciben parte de susobligaciones y cuidados y los realizan celosamente con el trabajo diario, considerndolossiempre como hijos y amigos, y, por tanto, estn siempre dispuestos a orlos, y tratandoconfidencialmente con ellos, procuren promover la labor pastoral ntegra de toda la dicesis.

    Vivan preocupados de su condicin espiritual, intelectual y material, para que ellos puedan vivirsanta y piadosamente, cumpliendo su ministerio con fidelidad y xito. Por lo cual han defomentar las instituciones y establecer reuniones especiales, de las que los sacerdotes participenalgunas veces, bien para practicar algunos ejercicios espirituales ms prolongados para larenovacin de la vida, o bien para adquirir un conocimiento ms profundo de las disciplinaseclesisticas, sobre todo de la Sagrada Escritura y de la Teologa, de las cuestiones sociales demayor importancia, de los nuevos mtodos de accin pastoral.

    Ayuden con activa misericordia a los sacerdotes que vean en cualquier peligro o quehubieran faltado en algo.

    Para procurar mejor el bien de los fieles, segn la condicin de cada uno, esfurcense en conocerbien sus necesidades, las condiciones sociales en que viven, usando de medios oportunos, sobretodo de investigacin social. Mustrense interesados por todos, cualquiera que sea su edad,condicin, nacionalidad, ya sean naturales del pas, ya advenedizos, ya forasteros. En laaplicacin de este cuidado pastoral por sus fieles guarden el papel reservado a ellos en las cosasde la Iglesia, reconociendo tambin la obligacin y el derecho que ellos tienen de colaborar en laedificacin del Cuerpo Mstico de Cristo.

    Extiendan su amor a los hermanos separados, recomendando tambin a los fieles que secomporten con ellos con gran humildad y caridad, fomentando igualmente el ecumenismo, talcomo la Iglesia lo entiende. Amen tambin a los no bautizados, para que germine en ellos lacaridad de Jesucristo, de quien los Obispos deben ser testigos.

    Formas especiales de apostolado

    17. Estimulen las varias formas de apostolado en toda la dicesis, o en algunas regionesespeciales de ella, la coordinacin y la ntima unin del apostolado en toda su amplitud, bajo ladireccin del Obispo, para que todos los proyectos e instituciones catequticas, misionales,caritativas, sociales, familiares, escolares y cualquiera otra que se ordene a un fin pastoral vayande acuerdo, con lo que, al mismo tiempo, resalte ms la unidad de la dicesis.

    Urjan cuidadosamente el deber que tienen los fieles de ejercer el apostolado, cada uno segn sucondicin y aptitud, y recomindeles que tomen parte y ayuden en los diversos campos delapostolado seglar, sobre todo en la Accin Catlica. Promuevan y favorezcan tambin las

  • 7asociaciones que directa o indirectamente buscan el fin sobrenatural, esto es, conseguir una vidams perfecta, anunciar a todos el Evangelio de Cristo, promover la doctrina cristiana y elincremento del culto pblico, buscar los fines sociales o realizar obras de piedad y de caridad.

    Las formas del apostolado han de acomodarse convenientemente a las necesidades actuales,atendiendo a las condiciones humanas, no slo espirituales y morales, sino tambin sociales,demogrficas y econmicas. Para cuya eficacia y fructuosa consecucin son muy tiles lasinvestigaciones sociales y religiosas por medio de oficinas de sociologa pastoral, que serecomiendan encarecidamente.

    Preocupacin especial por ciertos grupos de fieles

    18. Tengan una preocupacin especial por los fieles que, por su condicin de vida, no puedendisfrutar convenientemente del cuidado pastoral ordinario de los prrocos o carecen totalmentede l, como son muchsimos emigrantes, desterrados y prfugos, marineros y aviadores,nmadas, etc. Promuevan mtodos pastorales convenientes para ayudar la vida espiritual de losque temporalmente se trasladan a otras tierras para pasar las vacaciones.

    Las conferencias episcopales, sobre todo nacionales, preocpense celosamente de los problemasms urgentes entre los que acabamos de decir, y procuren ayudar acordes y unidos con medios einstituciones oportunas su bien espiritual, teniendo, ante todo, en cuenta las normas que la SedeApostlica ha establecido o establecer, acomodadas oportunamente a las condiciones de lostiempos lugares y las personas.

    Libertad de los Obispos y sus relaciones con la autoridad pblica

    19. En el ejercicio de su ministerio, ordenado a la salvacin de las almas, los Obispos de por sgozan de plena y perfecta libertad e independencia de cualquier autoridad civil. Por lo cual no eslcito impedir, directa o indirectamente, el ejercicio de su cargo eclesistico, ni prohibirles que secomuniquen libremente con la Sede Apostlica, con otras autoridades eclesisticas y con sussbditos.

    En realidad, los sagrados pastores, en cuanto se dedican al cuidado espiritual de su grey, dehecho atienden tambin al bien y a la prosperidad civil, uniendo su obra eficaz para ello con lasautoridades pblicas, en razn de su ministerio, y como conviene a los Obispos y aconsejando laobediencia a las leyes justas y el respeto a las autoridades legtimamente constituidas.

    Libertad en el nombramiento de los Obispos

    20. Puesto que el ministerio de los Obispos fue instituido por Cristo Seor y se ordena a un finespiritual y sobrenatural, el sagrado Concilio Ecumnico declara que el derecho de nombrar ycrear a los Obispos es propio, peculiar y de por s exclusivo de la autoridad competente.

    Por lo cual, para defender como conviene la libertad de la Iglesia y para promover mejor y msexpeditamente el bien de los fieles, desea el sagrado Concilio que en lo sucesivo no se concedams a las autoridades civiles ni derechos, ni privilegios de eleccin, nombramiento, presentacino designacin para el ministerio episcopal; y a las autoridades civiles cuya dcil voluntad paracon la Iglesia reconoce agradecido y aprecia este Concilio, se les ruega con toda delicadeza quese dignen renunciar por su propia voluntad, efectuados los convenientes tratados con la SedeApostlica, a los derechos o privilegios referidos, de que disfrutan actualmente por convenio opor costumbre.

  • 8Renuncia al ministerio episcopal

    21. Siendo de tanta trascendencia y responsabilidad el ministerio pastoral de los Obispos, losObispos diocesanos y los que en derecho se les equiparan, si por la edad avanzada o por otracausa grave se hacen menos aptos para el cumplimiento de su cargo, se les ruegaencarecidamente que ellos espontneamente o invitados por la autoridad competente presenten larenuncia de su cargo. Si la aceptare la autoridad competente, ella proveer de la congruasustentacin de los renunciantes y del reconocimiento de los derechos especiales que les ataen.

    II. CIRCUNSCRIPCION DE LAS DIOCESIS.

    Necesidad de revisar las circunscripciones de las dicesis

    22. Para conseguir el fin propio de la dicesis conviene que se manifieste claramente lanaturaleza de la Iglesia en el Pueblo de Dios perteneciente a la misma dicesis; que los Obispospuedan cumplir en ellas con eficacia sus deberes pastorales; que se provea, por fin, lo msperfectamente que se pueda a la salvacin del Pueblo de Dios.

    Esto exige, por una parte, la conveniente circunscripcin de los lmites territoriales de ladicesis, y, por otra, la distribucin racional y acomodada a las exigencias del apostolado de losclrigos y de las disponibilidades. Todo ello redunda en bien no slo de los clrigos y de losfieles, a los que directamente atae, sino tambin de toda la Iglesia catlica.

    As, pues, en lo que se refiere a los lmites de las dicesis, dispone el santo Concilio que, segnlas exigencias del bien de las almas, se revisen prudentemente cuanto antes, dividindolas odesmembrndolas, o unindolas, o cambiando sus lmites, o eligiendo un lugar ms convenientepara las sedes episcopales, o, por fin, disponindolas segn una nueva ordenacin, sobre todotratndose de los que abarcan ciudades muy grandes.

    Normas que se han de observar

    23. En la revisin de las demarcaciones de las dicesis hay que asegurar, sobre todo, la unidadorgnica de cada dicesis, en cuanto a las personas, ministerios e instituciones, a la manera de uncuerpo viviente. En cada caso, bien observadas todas las circunstancias, tnganse presentes estoscriterios generales:

    1) En la demarcacin de la dicesis, en cuanto sea posible, tngase en cuanta la variedad de loscomponentes del Pueblo de Dios, que puede ayudar mucho para desarrollar mejor el deberpastoral, y, al mismo tiempo, procrese que las conglomeraciones demogrficas de este pueblocoincidan en lo posible con los servicios e instituciones sociales que constituyen la mismaestructura orgnica. Por lo cual el territorio de cada dicesis ha e ser continuo.

    Atindase tambin, si es conveniente, a los lmites de circunscripciones civiles y a lascondiciones peculiares de las personas y de los lugares, por ejemplo, psicolgicas, econmicas,geogrficas, histricas.

    2) La extensin del territorio diocesano y el nmero de sus habitantes, comnmente hablando, hade ser tal que, por una parte, el mismo Obispo, aunque ayudado por otros, pueda cumplir susdeberes, hacer convenientemente las visitas pastorales, moderar comodamente y coordinar todaslas obras de apostolado en la dicesis; sobre todo, conocer a sus sacerdotes y a los religiosos yseglares que tienen algn cometido en las obras diocesanas, y, por otra parte, se ofrezca un

  • 9campo suficiente e idneo, en el que tanto el Obispo como los clrigos puedan desarrollartilmente todas sus fuerzas en el ministerio, teniendo en cuanta las necesidades de la Iglesiauniversal.

    3) Y, por fin, para cumplir mejor con el ministerio de la salvacin en la dicesis, tngase pornorma que en cada dicesis haya clrigos suficientes en nmero y preparacin para apacentardebidamente el Pueblo de Dios; que no falten los servicios, instituciones y obras propias de laIglesia particular y que son necesarias prcticamente para su apto gobierno y apostolado; que,por fin, se tengan o se provean prudentemente los medios necesarios para sustentar las personasy las instituciones que, por otra parte, no han de faltar.

    Para este fin tambin donde haya fieles de diverso rito, provea el Obispo diocesano a susnecesidades espirituales por sacerdotes o parroquias del mismo rito o por un vicario episcopal,dotado de facultades convenientes y, si es necesario, dotado incluso del carcter episcopal o quedesempee por el mismo el oficio de ordinario de los diversos ritos. Pero si todo esto no pudieracompaginarse, segn parecer de la Sede Apostlica, establzcase una jerarqua propia segn losdiversos ritos.

    Asimismo, en circunstancias semejantes, hblese a cada grupo de fieles en diversa lengua, ya pormedio de los sacerdotes o de las parroquias de la misma lengua o por el vicario episcopal, peritoen la lengua, y, si es preciso, dotado del carcter episcopal; ya sea, finalmente, de otro modooportuno.

    24. En cuanto se refiere a los cambios o innovaciones de las dicesis, segn los nmeros 22-23,salva siempre la disciplina de las Iglesias orientales, es conveniente que las conferenciasepiscopales componentes examinen estos asuntos para su propio territorio -incluso con la ayudade una comisin episcopal especial, si parece oportuno, pero, habiendo escuchado siempre, sobretodo, a los Obispos de las provincias o de las regiones interesadas- y propongan luego su parecery sus deseos a la Sede Apostlica.

    III. COOPERADORES DEL OBISPO DIOCESANO EN EL CARGO PASTORAL.

    1. Normas para constituir los Obispos coadjutores y auxiliares.

    25. En el gobierno de las dicesis provase al deber pastoral de los Obispos de forma que sebusque siempre el bien de la grey del Seor. Este bien, debidamente procurado, exigir no raravez que se constituyan Obispos auxiliares, porque el Obispo diocesano, o por la excesivaamplitud de la dicesis, o por el subido nmero de habitantes, o por circunstancias especiales delapostolado, o por otras causas de distinta ndole no puede satisfacer por s mismo todos losdeberes episcopales, como lo exige el bien de las almas. Y ms an: alguna vez, una necesidadespecial exige que se constituya un Obispo coadjutor para ayuda del propio Obispo diocesano.Estos Obispos coadjutores o auxiliares han de estar provistos de facultades convenientes, deforma que, salva siempre la unidad del rgimen diocesano y la autoridad del Obispo propio, sulabor resulte totalmente eficaz y se salvaguarde mejor la dignidad debida a los Obispos.

    Ahora bien, los Obispos coadjutores y auxiliares, por lo mismo que son llamados a participar enla solicitud del Obispo diocesano, desarrollen su labor de forma que estn en todo de acuerdocon l; manifistenle, adems, una reverencia obsequiosa y l ame y aprecie fraternalmente a losObispos coadjutores y auxiliares.

    Facultades de los Obispos auxiliares y coadjutores

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    26. Cuando el bien de las almas as lo exija, no dude el Obispo diocesano en pedir a la autoridadcompetente uno o ms auxiliares, que son puestos en las dicesis sin derecho a sucesin.

    Si en las letras de nombramiento no se dijera nada, nombre el Obispo diocesano al auxiliar oauxiliares vicarios generales o, a lo menos, vicarios episcopales, dependientes tan slo de suautoridad, a los que har bien en consultar para la solucin de los asuntos de mayortrascendencia, sobre todo de ndole pastoral.

    A no ser que la autoridad competente estableciere otra cosa, el poder y las facultades que tienenpor derecho los Obispos auxiliares no expiran con la cesacin en el cargo del Obispo diocesano.Es tambin de desear que al quedar vacante la sede se confiera al Obispo auxiliar, o si sonvarios,a uno de ellos, el cargo de regir la dicesis, a no aconsejar lo contrario razones graves.

    El Obispo coadjutor, es decir, el que se nombra con derecho a sucesin, siempre ha de sernombrado por el Obispo diocesano vicario general. En casos particulares, la autoridadcompetente le podr confiar mayores facultades.

    Para procurar en el presente y en el porvenir el mayor bien de la dicesis, el Obispo diocesano yel Obispo coadjutor no dejen de consultarse mutuamente en los asuntos de mayor importancia.

    2. Organizacin de la curia diocesana e institucin del consejo pastoral.

    27. El cargo principal de la curia diocesana es el de vicario general. Pero siempre que lo requierael rgimen de las dicesis, el Obispo puede nombrar uno o ms vicarios episcopales, que, en unaparte determinada de la dicesis, o en cierta clase de asuntos, o con relacin a los fieles dediverso rito, tienen de derecho la misma facultad que el derecho comn confiere al vicariogeneral.

    Entre los cooperadores en el rgimen de la dicesis se cuentan, asimismo, aquellos presbterosque constituyen un senado o consejo, como el cabildo de la catedral, el grupo de consultores uotros consejos, segn las circunstancias y condiciones de los diversos lugares. Estasinstituciones, sobre todo los cabildos de la catedral, hay que reformarlos, en cuanto seanecesario, para acomodarlos a las necesidades actuales.

    Los sacerdotes y seglares que pertenecen a la curia diocesana sepan que prestan su ayuda alministerio pastoral del Obispo.

    Hay que ordenar la curia diocesana de forma que resulte un instrumento apto para el Obispo, noslo en la administracin de la dicesis, sino tambin en el ejercicio de las obras de apostolado.

    Es muy de desear que se establezca en la dicesis un consejo especial de pastoral, presidido porel Obispo diocesano, formado por clrigos, religiosos y seglares especialmente elegidos. Elcometido de este consejo ser investigar y justipreciar todo lo pertinente a las obras de pastoral ysacar de ello conclusiones prcticas.

    3. Los sacerdotes diocesanos.

    28. Todos los presbteros, sean diocesanos, sean religiosos, participan y ejercen con el Obispo elnico sacerdocio de Cristo; por consiguiente, quedan constituidos en asiduos cooperadores delorden episcopal. Pero en la cura de las almas son los sacerdotes diocesanos los primeros, puestoque estando incardinados o dedicados a una Iglesia particular, se consagran totalmente al serviciode la misma, para apacentar una porcin del rebao del Seor; por lo cual constituyen un

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    presbiterio y una familia, cuyo padre es el Obispo. Para que ste pueda distribuir ms apta yjustamente los ministerios sagrados entre sus sacerdotes , debe tener la libertad necesaria en lacolacin de oficios y beneficios, quedando suprimidos, por ello, los derechos y privilegios quecoarten de alguna manera esta libertad.

    Las relaciones entre el Obispo y los sacerdotes diocesanos deben fundamentarse en la caridad, demanera que la unin de la voluntad de los sacerdotes con la del Obispo haga ms provechosa laaccin pastoral de todos. Por lo cual, para promover ms y ms el servicio de las almas, srvaseel Obispo entablar dilogo con los sacerdotes, aun en comn, no slo cuando se presente laocasin, sino tambin en tiempos establecidos, en cuanto sea posible.

    Estn, por lo dems, unidos entre s todos los sacerdotes diocesanos y estimlense por el celo delbien espiritual de toda la dicesis; pensando, por otra parte, que los bienes adquiridos conocasin del oficio eclesistico estn relacionados con el ministerio sagrado, generosamente,segn sus medios, socorren las necesidades incluso materiales de la dicesis, conforme a laindicacin del Obispo.

    Los sacerdotes dedicados a obras supraparroquiales

    29. Cooperadores muy prximos del Obispo son tambin aquellos sacerdotes a quienes l lesconfa un cargo pastoral u obras de apostolado de carcter supraparroquial, ya sea para unterritorio determinado en la dicesis, ya para grupos especiales de fieles, ya para un determinadognero de accin.

    Tambin prestan una obra extraordinaria los sacerdotes que reciben del Obispo diversos encargosde apostolado en las escuelas o en otros institutos similares o asociaciones. De igual modo, lossacerdotes dedicados a obras supradiocesanas, al realizar excelentes obras de apostolado, han deser objeto de solicitud por parte del Obispo en cuya dicesis moran.

    Los prrocos

    30. Cooperadores muy especialmente del Obispo son los prrocos, a quienes se confa como apastores propios el cuidado de las almas de una parte determinada de la dicesis, bajo laautoridad del Obispo:

    1) En el desempeo de este cuidado los prrocos con sus auxiliares cumplan su deber de ensear,de santificar y de regir de tal forma que los fieles y las comunidades parroquiales se sientan, enrealidad, miembros tanto de la dicesis, como de toda la Iglesia universal. por lo cual colaborencon otros prrocos y otros sacerdotes que ejercen en el territorio el oficio pastoral (como son, porejemplo, los vicarios forneos, deanes) o dedicados a las obras de ndole supraparroquial, paraque no falte unidad en la dicesis en el cuidado pastoral e incluso sea ste ms eficaz.

    El cuidado de las almas ha de estar, adems, informado por el espritu misionero, de forma quellegue a todos los que viven en la parroquia. Pero si los prrocos no pueden llegar a algunosgrupos de personas, reclamen la ayuda de otros, incluso seglares, para que los ayuden en lo quese refiere al apostolado.

    Para dar ms eficacia al cuidado de las almas se recomienda vivamente la vida comn de lossacerdotes, sobre todo de los adscritos a la misma parroquia, lo cual, al mismo tiempo quefavorece la accin apostlica, da a los fieles ejemplo de caridad y de unidad.

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    2) En el desempeo del deber del magisterio, es propio de los prrocos: predicar la palabra deDios a todos los fieles, para que stos, fundados en la fe, en la esperanza y en la caridad, crezcanen Cristo y la comunidad cristiana pueda dar el testimonio de caridad, que recomend el Seor;igualmente, el comunicar a los fieles por la instruccin catequtica el conocimiento pleno delmisterio de la salvacin, conforme a la edad de cada uno. Para dar esta instruccin, busque noslo la ayuda de los religiosos, sino tambin la cooperacin de los seglares, erigiendo tambin laCofrada de la Doctrina Cristiana.

    En llevar a cabo la obra de la santificacin procuren los prrocos que la celebracin del sacrificioeucarstico sea el centro y la cumbre de toda la vida de la comunidad cristiana, y procuren,adems, que los fieles se nutran del alimento espiritual por la recepcin frecuente de lossacramentos y por la participacin consciente y activa en la liturgia. No olviden tampoco losprrocos que el sacramento de la penitencia, ayuda muchsimo para robustecer la vida cristiana,por lo cual han de estar siempre dispuestos a or las confesiones de los fieles llamando tambin,si es preciso, otros sacerdotes que conozcan varias lenguas.

    El cumplimiento de su deber pastoral procuren, ante todo, los prrocos conocer su propio rebao.Pero siendo servidores de todas las ovejas, incrementen la vida cristiana, tanto en cada uno enparticular como en las familias y en las asociaciones, sobre todo en las dedicadas al apostolado, yen toda la comunidad parroquial. visiten, pues, las casas y las escuelas, segn les exija su deberpastoral; atiendan cuidadosamente a los adolescentes y a los jvenes; desplieguen la caridadpaterna para con los pobres y los enfermos; tengan, finalmente, un cuidado especial con losobreros y esfurcense en conseguir que todos los fieles ayuden en las obras de apostolado.

    3) Los vicarios parroquiales, como cooperadores del prroco, prestan diariamente un trabajoimportante y activo en el ministerio parroquial, bajo la autoridad del prroco. Por lo cual, entre elprroco y sus vicarios ha de haber comunicacin fraterna, caridad mutua y constante respeto;aydense mutuamente con consejos, ayudas y ejemplos, atendiendo a su deber parroquial convoluntad concorde y comn esfuerzo.

    Nombramiento, traslado, separacin y renuncia de los prrocos

    31. Tengan en cuenta el Obispo, cuando trate de formarse el juicio sobre la idoneidad de unsacerdote para el rgimen de alguna parroquia, no slo su doctrina, sino tambin la piedad, elcelo apostlico y dems dotes y cualidades que se requieren para cumplir debidamente con elcuidado de las almas.

    Siendo, adems, la razn del ministerio pastoral, el bien de las almas, con el fin de que el Obispopueda proveer las parroquias ms fcil y ms convenientemente, suprmanse, salvo el derecho delos religiosos, cualquier derecho de presentacin, de nombramiento o de reserva, y donde exista,la ley del concurso sea general o particular.

    Pero cada prroco ha de tener en su parroquia la estabilidad que exija el bien de las almas. Portanto, abrogada la distincin entre prrocos movibles e inamovibles, hay que revisar y simplificarel proceso en el traslado y separacin de los prrocos, para que el Obispo, salva siempre laequidad natural y cannica, pueda proveer mejor a las exigencias del bien de las almas.

    A los prrocos, empero, que por lo avanzado de la edad o por cualquier otra causa se venimpedidos del desempeo conveniente y fructuosos de su oficio, se les ruega encarecidamenteque renuncien a su cargo por propia iniciativa o si son invitados por el Obispo. El Obispo proveala congrua sustentacin de los denunciantes.

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    Ereccin y modificacin de las parroquias

    32. La misma salvacin de las almas ha de ser la causa que determine o enmiende la ereccin osupresin de parroquias o cualquier gnero de modificaciones que pueda hacer el Obispo con suautoridad propia.

    Los religiosos y las obras de apostolado

    33. Todos los religiosos, a quienes en todo cuanto sigue se unen los hermanos de las demsinstituciones que profesan los consejos evanglicos, cada uno segn su propia vocacin, tienen eldeber de cooperar diligentemente en la edificacin e incremento de todo el Cuerpo Mstico deCristo para bien de las Iglesias particulares.

    Estos fines los han de procurar, sobre todo, con la oracin, con obras de penitencia y con elejemplo de vida. El sagrado Concilio los exhorta encarecidamente que aprecien estos ejercicios ycrezcan en ellos sin cesar. peor segn la ndole propia de cada religin, dediquen tambin sumayor esfuerzo a los ejercicios externos del apostolado.

    Los religiosos, cooperadores del Obispo en el apostolado

    34. Los religiosos sacerdotes que se consagran al oficio del presbiterado para ser tambinprudentes cooperadores del orden episcopal, hoy, ms que nunca, pueden ser una ayudaeficacsima del Obispo, dada la necesidad mayor de las almas. Por tanto, puede decirse, en ciertoaspecto verdadero, que pertenecen al clero de la dicesis, en cuanto toman parte en el cuidado delas almas y en la realizacin de las obras de apostolado bajo la autoridad de los Obispos.

    Tambin los otros hermanos, sean hombres o mujeres, que pertenecen de una forma especial a ladicesis, prestan una grande ayuda a la sagrada jerarqua y pueden y deben aumentarla cada da,puesto que van creciendo las necesidades del apostolado.

    Principios sobre el apostolado de los religiosos en la dicesis

    35. Para que las obras de apostolado crezcan concordes en cada una de las dicesis y se conserveinclume la unidad de la disciplina diocesana, se establecen estos principios fundamentales:

    1) Los religiosos reverencien siempre con devota delicadeza a los Obispos, como sucesores delos Apstoles. Adems, siempre que sean legtimamente llamados a las obras de apostolado,deben cumplir su encomienda de forma que sean auxiliares dispuestos y subordinados a losObispos. Ms an, los religiosos deben secundar pronta y fielmente los ruegos y los deseos delos Obispos, para recibir cometidos ms amplios en relacin al ministerio de la salvacinhumana, salvo el carcter del Instituto y conforme a las constituciones, que, si es necesario, hande acomodarse a este fin, teniendo en cuanta los principios de este decreto del Concilio.

    Sobre todo, atendiendo a las necesidades urgentes de las almas y la escasez del clero diocesano,los Institutos religiosos no dedicados a la mera contemplacin pueden ser llamados por el Obispopara que ayuden en los varios ministerios pastorales, teniendo en cuenta, sin embargo, la ndolepropia de cada Instituto. Para prestar esta ayuda, los superiores han de estar dispuestos, segn susposibilidades, para recibir tambin el encargo parroquial, incluso temporalmente.

    2) Mas los religiosos, inmersos en el apostolado externo, estn llenos del espritu propio de sureligin y permanezcan fieles a la observancia regular y a la obediencia a sus propios superiores,obligacin que no dejarn de urgirles los Obispos.

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    3) La exencin, por la que los religiosos se relacionan directamente con el Sumo Pontfice o conotra autoridad eclesistica y los aparta de la autoridad de los Obispos, se refiere, sobre todo, alorden interno de las instituciones, para que todo en ellas sea ms apto y ms conexo y se proveaa la perfeccin de la vida religiosa, y para que pueda disponer de ellos el Sumo Pontfice parabien de la Iglesia universal, y la otra autoridad competente para el bien de las Iglesias de lapropia jurisdiccin.

    Pero esta exencin no impide que los religiosos estn subordinados a la jurisdiccin de losObispos en cada dicesis, segn la norma del derecho, conforme lo exija el desempeo pastoralde stos y el cuidado bien ordenado de las almas.

    4) Todos los religiosos, exentos y no exentos, estn subordinados a la autoridad de los ordinariosdel lugar en todo lo que atae al ejercicio pblico del culto divino, salva la diversidad de ritos, ala cura de almas, a la predicacin sagrada que hay que hacer al pueblo, a la educacin religiosa ymoral, instruccin catequtica y formacin litrgica de los fieles, sobre todo de los nios, y aldecoro del estado clerical, as como en cualquier obra en lo que se refiere al ejercicio del sagradoapostolado. las escuelas catlicas de los religiosos estn igualmente bajo la autoridad de losordinarios del lugar en lo que se refiere a su ordenacin y vigilancia general, quedando, sinembargo, firme el derecho de los religiosos en cuanto a su gobierno. Igualmente, los religiosos,estn obligados a observar cuanto ordenen legtimamente los concilios o conferenciasepiscopales.

    5) Procrese una ordenada cooperacin entre los diversos Institutos religiosos y entre stos y elclero diocesano. Tngase, adems, una estrecha coordinacin de todas las obras y empresasapostlicas, que depende, sobre todo, de una disposicin sobrenatural de las almas y de lasmentes, fundada y enraizada en la caridad. El procurar esta coordinacin para la Iglesia universalcompete a la Sede Apostlica, a cada Obispo en su dicesis, a los patriarcas, snodos yconferencias episcopales en su propio territorio.

    Tengan a bien los Obispos, o las conferencias episcopales y los superiores religiosos o lasconferencias de los superiores mayores, proceder de mutuo acuerdo en las obras de apostoladoque realizan los religiosos.

    6) Procuren los Obispos y superiores religiosos reunirse en tiempos determinados, y siempre queparezca oportuno, para tratar los asuntos que se refieren, en general, al apostolado en el territorio,para favorecer cordial y fraternalmente las mutuas relaciones entre los Obispos y los religiosos.

    CAPITULO III

    LOS OBISPOS DE LAS DISTINTAS DIOCESIS EN COLABORACION PARA EL BIENCOMUN

    I. SINODOS, CONCILIOS Y, EN ESPECIAL, LAS CONFERENCIAS EPISCOPALES.

    36. Desde los primeros siglos de la Iglesia los Obispos, puestos al frente de las Iglesiasparticulares, movidos por la comunin de la caridad fraterna y por amor a la misin universalconferida a los Apstoles aunaron sus fuerzas y voluntades para procurar el bien comn y el de

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    las Iglesias particulares. Por este motivo se constituyeron los snodos o concilios provinciales y,por fin, los concilios plenarios, en que los Obispos establecieron una norma comn que se debaobservar en todas las Iglesias, tanto en la enseanza de las verdades de la fe como en laordenacin de la disciplina eclesistica.

    Desea este santo Concilio que las venerables instituciones de los snodos y de los concilioscobren nuevo vigor, para proveer mejor y con ms eficacia al incremento de la fe y a laconservacin de la disciplina en las diversas Iglesias, segn los tiempos lo requieran.

    Importancia de las conferencias episcopales

    37. En los tiempos actuales, sobre todo, no es raro que los Obispos no puedan cumplir sucometido oportuna y fructuosamente, si no estrechan cada da ms su cooperacin con otrosObispos. Y como las conferencias episcopales -establecidas ya en muchas naciones- han dadomagnficos resultados de apostolado ms fecundo, juzga este santo Concilio que es muyconveniente que en todo el mundo los Obispos de la misma nacin o regin re renan en unaasamblea, coincidiendo todos en fechas prefijadas, para que, comunicndose las perspectivas dela prudencia y de la experiencia y contrastando los pareceres, se constituya una santaconspiracin de fuerzas para el bien comn de las Iglesias. Por ello establece lo siguiente sobrelas conferencias episcopales:

    Nocin, estructura y competencia de las conferencias

    38. 1) La conferencia episcopal es como una asamblea en que los Obispos de cada nacin oterritorio ejercen unidos su cargo pastoral para conseguir el mayor bien que la Iglesiaproporciona a los hombres, sobre todo por las formas y mtodos del apostolado, aptamenteacomodado a las circunstancias del tiempo.

    2) Todos los ordinarios de lugar de cualquier rito -exceptuados los vicarios generales-, losObispos coadjutores, auxiliares y los dems Obispos titulares que desempean un oficio pordesignacin de la Sede Apostlica o de las conferencias episcopales, pertenecen a ellas. Losdems Obispos titulares y los nuncios del Romano Pontfice, por el especial oficio quedesempean en el territorio, no son, por derecho, miembros de la conferencia.

    A los ordinarios del lugar y a los coadjutores compete el voto deliberativo. Los auxiliares y losotros Obispos, que tienen derecho a asistir a la conferencia, tendrn voto deliberativo oconsultivo, segn determinen los estatutos de la conferencia.

    3) Cada conferencia episcopal redacte sus propios estatutos, que ha de aprobar la SedeApostlica, en los cuales -adems de otros medios- ha de proveerse todo aquello que favorezca lams eficaz consecucin de su fin, por ejemplo, un consejo permanente de Obispos, comisionesepiscopales, el secretariado general.

    4) Las decisiones de la conferencia episcopal, legtimamente adoptadas, con una mayora de dosterceras partes de los votos de los Obispos que pertenecen a la conferencia con voto deliberativoy aprobadas por la Sede Apostlica, obligan jurdicamente tan slo en los casos en que loordenare el derecho comn o lo determinare una orden expresa de la Sede Apostlica,manifestada por propia voluntad o a peticin de la misma conferencia.

    5) Donde las circunstancias especiales lo exijan, podrn constituir una sola conferencia losObispos de varias naciones, con la aprobacin de la Santa Sede.

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    Fomntense, adems, las relaciones entre las conferencias episcopales de diversas naciones parasuscitar y asegurar el mayor bien.

    6) Se recomienda encarecidamente a los jerarcas de las Iglesias orientales que en la consecucinde la disciplina de la propia Iglesia en los snodos, y para ayudar con ms eficacia al bien de lareligin, tengan tambin en cuenta el bien comn de todo el territorio donde hay varias Iglesiasde diversos ritos, exponiendo los diversos pareceres en las asambleas interrituales, segn lasnormas que dar la autoridad competente.

    II. CIRCUNSCRIPCION DE LAS PROVINCIAS ECLESIASTICAS, ERECCION DELAS REGIONES ECLESIASTICAS.

    39. El bien de las almas exige una demarcacin conveniente no slo de las dicesis, sino tambinde las provincias eclesisticas, e incluso aconseja la ereccin de regiones eclesisticas, parasatisfacer mejor a las necesidades del apostolado, segn las circunstancias sociales y locales, ypara que se hagan ms fciles y fructferas las comunicaciones de los Obispos, entre s, con losmetropolitanos y con los Obispos de la misma nacin e incluso con las autoridades civiles.

    Normas que hay que observar

    40. Para conseguir tales fines, el Santo Concilio determina lo siguiente:

    1) Revsense oportunamente las demarcaciones de las provincias eclesisticas y determnensecon nuevas y claras normas los derechos y privilegios de los metropolitanos.

    2) Tnganse por norma el adscribir a alguna provincia eclesistica todas las dicesis y demscircunscripciones territoriales equiparadas por el derecho a las dicesis. Por tanto, las dicesisque ahora dependen directamente de la Sede Apostlica, y que no estn unidas a ninguna otra,hay que formar con ellas una nueva provincia, si es posible, o hay que agregarlas a la provinciams prxima o ms conveniente, y hay que subordinarlas al derecho del metropolitano, segn lasnormas del derecho comn.

    3) Donde sea til organcense las provincias eclesisticas en regiones, ordenacin que ha dehacerse jurdicamente.

    4) Conviene que las conferencias episcopales competentes examinen el problema de estacircunscripcin de las provincias o de la ereccin de regiones, segn las normas establecidas yaen los nmeros 23 y 24 de la demarcacin de las dicesis, y propongan sus determinaciones ypareceres a la Sede Apostlica.

    III. LOS OBISPOS QUE DESEMPEAN UN CARGO INTERDIOCESANO.

    42. Exigiendo las necesidades pastorales cada vez ms que ciertas funciones pastorales seadministren y promuevan de acuerdo, conviene que se establezcan algunos organismos para elservicio de todas o de varias dicesis de alguna regin determinada o nacin, que tambinpueden confiarse a los Obispos.

    Pero el sagrado Concilio recomienda que entre los prelados y Obispos que desempean estasfunciones y los Obispos diocesanos y las conferencias episcopales reine siempre la armona y elanhelo comn en la preocupacin pastoral, cuyas formas conviene tambin que se determinenpor el derecho comn.

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    Vicariatos castrenses

    43. Exigiendo una atencin especial el cuidado espiritual de los militares, por sus condicionesespeciales de vida, constityase en cada nacin, segn sea posible, un vicariato castrense. Tantoel vicario como los capellanes han de consagrarse enteramente a este difcil ministerio, deacuerdo con los Obispos diocesanos.

    Concedan para ellos los Obispos diocesanos al vicario castrense un nmero suficiente desacerdotes aptos para esta grave tarea y ayuden, al mismo tiempo, a conseguir el bien espiritualde los militares.

    DISPOSICION GENERAL

    44. dispone el sagrado Concilio que en la revisin del Cdigo de Derecho Cannico se definanlas leyes, segn la norma de los principios que se establecen en este decreto, teniendo tambin encuenta las advertencias sugeridas por las comisiones o por los Padres conciliares.

    Dispone, adems, el santo Concilio que se confeccionen directorios generales para el cuidado delas almas, para uso de los Obispos y de los prrocos, ofrecindoles mtodos seguros para el msfcil y acertado cumplimiento de su cargo pastoral.

    Hgase, adems, un directorio especial sobre el cuidado pastoral de cada grupo de fieles, segnla idiosincrasia de cada nacin o regin; otro directorio sobre la instruccin catequtica delpueblo cristiano, en que se trate de los principios y prcticas fundamentales de dicha instrucciny de la elaboracin de los libros que a ella se destinen. En la composicin de estos directoriostnganse tambin en cuenta las sugerencias que han hecho tanto las comisiones como los Padresconciliares.

    Todas y cada una de las cosas contenidas en este Decreto han obtenido el beneplcito de losPadres del Sacrosanto Concilio. Y Nos, en virtud de la potestad apostlica recibida de Cristo,juntamente con los Venerables Padres, las aprobamos, decretamos y establecemos en el EsprituSanto y mandamos que lo as decidido conciliarmente sea promulgado para gloria de Dios.

    Roma, en San Pedro, 28 de octubre de 1965.

    Yo, PABLO, Obispo de la Iglesia Catlica.

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    Decreto

    "PRESBYTERORUM ORDINIS"

    (Sobre el ministerio y la vida de los presbteros)

    Proemio

    1. Este Sagrado Concilio nos ha recordado ya repetidas veces la excelencia del Orden de lospresbteros en la Iglesia. Y como a este orden le corresponde en la renovacin de la Iglesia unatarea de suma trascendencia y ms difcil cada da, ha parecido muy til tratar ms amplia yprofundamente de los presbteros, en especial a los que se dedican a la cura de almas, haciendolas salvedades debidas con relacin a los presbteros religiosos. Pues los presbteros, por laordenacin sagrada y por la unin que reciben de los Obispos, son promovidos para servir aCristo Maestro, Sacerdote y Rey, de cuyo ministerio participan, por el que la Iglesia seconstituye constantemente en este mundo, Pueblo de Dios de Cristo y Templo del Espritu Santo.Por lo cual, para que el ministerio de los presbteros se mantenga con ms eficacia en lascircunstancias pastorales y humanas, cambiadas radicalmente, y se atienda mejor a su vida, esteSagrado Concilio declara y ordena lo que sigue:

    CAPITULO I

    EL PRESBITERIO EN LA MISION DE LA IGLESIA

    Naturaleza del presbiterado

    2. El Seor Jess "a quien el Padre santific y envi al mundo" (Jn., 10,36), hizo partcipe a todosu Cuerpo Mstico de la uncin del Espritu con que El est ungido: pues en El todos los fieles seconstituyen en sacerdocio santo y real, ofrecen a Dios, por medio de Jesucristo, sacrificiosespirituales y anuncian el poder de quien los llam de las tinieblas a su luz admirable. No hay,pues, miembro alguno que no tenga su cometido en la misin de todo el Cuerpo, sino que cadauno debe glorificar a Jess en su corazn y dar testimonio de El con espritu de profeca.

    Mas el mismo Seor constituy a algunos ministros, que ostentando la potestad sagrada en lasociedad de los fieles, tuvieran el poder sagrado del Orden para ofrecer el sacrificio y perdonarlos pecados y desempearan pblicamente, en nombre de Cristo, la funcin sacerdotal en favorde los hombres para que los fieles se fundieran en un solo cuerpo, en que "no todos los miembrostienen la misma funcin" (Rom., 12,4).

    As, pues, enviados los Apstoles, como El haba sido enviado por el Padre, Cristo hizopartcipes de su consagracin y de su misin, por medio de los mismos Apstoles, a lossucesores de stos, los Obispos, cuya funcin ministerial se ha confiado a los presbteros, engrado subordinado, con el fin de que, constituidos en el Orden del presbiterado, fuerancooperadores del Orden episcopal para el puntual cumplimiento de la misin apostlica queCristo les confi.

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    El ministerio de los presbteros, por estar unido al Orden episcopal, participa de la autoridad conla que Cristo mismo forma, santifica y rige su Cuerpo. por lo cual, el sacerdocio de lospresbteros supone, ciertamente, los sacramentos de la iniciacin cristiana, pero se confiere por elsacramento peculiar por el que los presbteros, por la uncin del Espritu Santo, quedan marcadoscon un carcter especial que los configura con Cristo Sacerdotes, de tal forma que pueden obraren nombre de Cristo Cabeza.

    Por participar en su grado del ministerio de los Apstoles, Dios concede a los presbteros lagracia de ser entre las gentes ministros de Jesucristo, desempeando el sagrado ministerio delEvangelio, para que sea grata la oblacin de los pueblos, santificada por el Espritu Santo. Pues,por el mensaje apostlico del Evangelio se convoca y congrega el Pueblo de Dios, de forma quesantificados por el Espritu Santo todos los que pertenecen a este Pueblo, se ofrecen a s mismos"como hostia viva, santa, agradable a Dios" (Rom., 12,1).

    Por el ministerio de los presbteros se consuma el sacrificio espiritual de los fieles en unin delsacrificio de Cristo, Mediador nico, que se ofrece por sus manos, en nombre de toda la Iglesia,incruenta y sacramentalmente en la Eucarista, hasta que venga el mismo Seor. A este sacrificiose ordena y en l culmina el ministerio de los presbteros. Porque su servicio, que comienza conel mensaje del Evangelio, saca su fuerza y poder del sacrificio de Cristo y busca que "todo elpueblo redimido, es decir, la congregacin y sociedad de los santos, ofrezca a Dios un sacrificiouniversal por medio del Gran Sacerdote, que se ofreci a s mismo por nosotros en la pasin paraque furamos el cuerpo de tal sublime cabeza".

    Por consiguiente, el fin que buscan los presbteros con su ministerio y con su vida es procurar lagloria de DIos Padre en cristo. Esta gloria consiste en que los hombres reciben consciente,libremente y con gratitud la obra divina realizada en cristo y la manifiestan en toda su vida. Enconsecuencia, los presbteros, ya se entreguen a la oracin y a la adoracin, ya prediquen lapalabra, ya ofrezcan el sacrificio eucarstico, ya administren los dems sacramentos, ya sedediquen a otros ministerios para el bien de los hombres, contribuyen a un tiempo al incrementode la gloria de Dios y al crecimiento de los hombres en la vida divina. Todo ello, procediendo dela Pascua de Cristo, se consumar en la venida gloriosa del mismo Seor, cuando El hayaentregado el Reino a dios Padre.

    Condicin de los presbteros en el mundo

    3. Los presbteros, tomados de entre los hombres y constituidos en favor de los mismos en lascosas que miran a Dios para ofrecer ofrendas y sacrificios por los pecados, viven con los demshombres como hermanos. As tambin el Seor, Jess, Hijo de Dios, hombre enviado a loshombres por el Padre, vivi entre nosotros y quiso asemejarse en todo a sus hermanos, fuera delpecado. Ya lo imitaron los santos Apstoles, y el bienaventurado Pablo, doctor de las gentes,"elegido para predicar el Evangelio de Dios" (Rom., 1,1), atestigua que se hizo a s mismo todopara todos, para salvarlos a todos. Los presbteros del Nuevo Testamento, por su vocacin y suordenacin, son segregados en cierta manera en el seno del Pueblo de Dios, no de forma que seseparen de l, ni de hombre alguno, sino a fin de que se consagren totalmente a la obra para laque el Seor los llama.

    No podran ser ministros de Cristo si no fueran testigos y dispensadores de otra vida ms que dela terrena, pero tampoco podran servir a los hombres si permanecieran extraos a su vida y a suscondiciones. Su mismo ministerio les exige de una forma especial que no se conformen a estemundo; pero, al mismo tiempo, requiere que vivan en este mundo entre los hombres y, como

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    buenos pastores, conozcan a sus ovejas y busquen incluso atraer a las que no pertenecen todavaa este redil, para que tambin ellas oigan la voz de Cristo y se forme un solo rebao y un soloPastor.

    Mucho ayudan para conseguir esto las virtudes que con razn se aprecian en el trato social, comoson la bondad de corazn, la sinceridad, la fortaleza de alma y la constancia, la asiduapreocupacin de la justicia, la urbanidad y otras cualidades que recomienda el Apstol Pablocuando escribe "Pensad en cunto hay de verdadero, de puro, de justo, de santo, de amable, delaudable, de virtuoso, de digno de alabanza" (Fil., 4,8).

    CAPITULO II

    MINISTERIO DE LOS PRESBITEROS

    I. FUNCIONES DE LOS PRESBITEROS

    Ministros de la palabra de Dios

    4. El Pueblo de Dios se rene, ante todo, por la palabra de Dios vivo, que con todo derecho hayque esperar de la boca de los sacerdotes. Pues como nadie puede salvarse si antes no cree, lospresbteros, como cooperadores de los Obispos, tienen como obligacin principal al anunciar atodos el Evangelio de Cristo, para constituir e incrementar el Pueblo de Dios, cumpliendo elmandato del Seor: "Id por todo el mundo y predicad el Evangelio a toda criatura" (Mc., 16,15).Porque con la palabra de salvacin se suscita la fe en el corazn de los no creyentes y serobustece en el de los creyentes, y con la fe empieza y se desarrolla la congregacin de los fieles,segn la sentencia del Apstol: "La fe viene por la predicacin, y la predicacin por la palabra deCristo" (Rom., 10,17).

    Los presbteros, pues, se deben a todos en cuanto que a todos deben comunicar la verdad delEvangelio, que poseen en el Seor. Por tanto, ya lleven a las gentes a glorificar a Dios,observando entre ellos una conducta ejemplar; ya anuncien a los no creyentes el misterio deCristo, predicndoles abiertamente; ya enseen el catecismo cristiano o expongan la doctrina dela Iglesia; ya procuren tratar los problemas actuales a la luz de Cristo, es siempre su deberensear no su propia sabidura, sino la palabra de Dios, e invitar indistintamente a todos a laconversin y a la santidad. Pero la predicacin sacerdotal, difcil con frecuencia, en las actualescircunstancias del mundo, para mover mejor a las almas de los oyentes, debe exponer la palabrade Dios no slo de una forma general y abstracta, sino aplicando a circunstancias concretas de lavida la verdad perenne del Evangelio.

    Con ello se desarrolla el ministerio de la palabra de muchos modos, segn las diversasnecesidades de los oyentes y los carismas de los predicadores. En las regiones o ncleos nocristianos, los hombres son atrados a la fe y a los sacramentos de la salvacin por el mensajeevanglico; pero en la comunidad cristiana, atendiendo, sobre todo, a aquellos que comprenden ocreen poco lo que celebran, se requiere la predicacin de la palabra para el ministerio de lossacramentos, puesto que son sacramentos de fe, que procede de la palabra y de ella se nutre. Estose aplica especialmente a la liturgia de la palabra en la celebracin de la Misa en que el anunciode la muerte y de la resurreccin del Seor, y la respuesta del pueblo que escucha se uneninseparablemente con la oblacin misma con la que Cristo, confirm en su sangre la NuevaAlianza, oblacin a la que se unen los fieles con el deseo o con la recepcin del sacramento.

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    Los presbteros, ministros de los sacramentos y de la Eucarista

    5. Dios, que es el solo Santo y Santificador, quiso tener a los hombres como socios ycolaboradores suyos, a fin de que le sirvan humildemente en la obra de la santificacin. Por estoconsagra Dios a los presbteros, por ministerio de los Obispos, para que participando de unaforma especial del Sacerdocio de Cristo, en la celebracin de las cosas sagradas, obren comoministros de quien por medio de su Espritu efecta continuamente por nosotros su oficiosacerdotal en la liturgia.

    Por el Bautismo introducen a los hombres en el Pueblo de Dios; por el Sacramento de laPenitencia reconcilian a los pecadores con Dios y con la Iglesia; con la Uncin de los enfermosalivian a los enfermos; con la celebracin, sobre todo, de la Misa ofrecen sacramentalmente elSacrificio de Cristo. En la administracin de todos los sacramentos, como atestigua San IgnacioMrtir, ya en los primeros tiempos de la Iglesia, los presbteros se unen jerrquicamente con elObispo, y as lo hacen presente, en cierto modo, en cada una de las asambleas de los fieles.

    Pero los dems sacramentos, al igual que todos los ministerios eclesisticos y las obras delapostolado, estn unidos con la Eucarista y hacia ella se ordenan. Pues en la Sagrada Eucaristase contiene todo el bien espiritual de la Iglesia, es decir, Cristo en persona, nuestra Pascual y panvivo, que por su Carne vivificada y que vivifica por el Espritu Santo, da vida a los hombres, quede esta forma son invitados y estimulados a ofrecerse a s mismo, sus trabajos y todas las cosascreadas juntamente con El.

    Por lo cual la Eucarista aparece como fuente y cima de toda evangelizacin, al introducirse,poco a poco, los catecmenos en la participacin de la Eucarista, y los fieles, marcados ya por elsagrado Bautismo y la Confirmacin, se injertan cumplidamente en el Cuerpo de Cristo por larecepcin de la Eucarista.

    Es, pues, la celebracin eucarstica el centro de la congregacin de los fieles que preside elpresbtero. Los presbteros ensean a los fieles a ofrecer al Padre en el sacrificio de la Misa laVctima divina y a ofrendar la propia vida juntamente con ella; los instruyen segn el ejemplo deCristo Pastor, para que sometan sus pecados con corazn contrito a las llaves de la Iglesia en elSacramento de la Penitencia, de manera que se conviertan cada da ms hacia el Seor,acordndose de sus palabras: "Arrepentos, porque se acerca el Reino de los cielos" (Mt., 4,17).

    Les ensean, igualmente, a participar en la celebracin de la sagrada Liturgia de modo queexciten tambin en ellos una oracin sincera; los llevan como de la mano al espritu de oracincada vez ms perfecto, que han de actualizar durante toda la vida, en conformidad con las graciasy necesidades de cada uno; llevan a todos al cumplimiento del propio estado e introducen a losms fervorosos hacia los consejos evanglicos, que cada uno ha de practicar de una formaadecuada. Ensean, por tanto, a los fieles a cantar al Seor en sus corazones himnos y cnticosespirituales, dado siempre gracias por todo a Dios Padre en el nombre de nuestro SeorJesucristo.

    Las alabanzas y acciones de gracias que elevan en la celebracin de la Eucarista los presbteros,las continan por las diversas horas del da en el rezo del Oficio divino, con que, en nombre de laIglesia piden a Dios por todo el pueblo a ellos confiado o, por mejor decir, por todo el mundo.

    La casa de oracin en que se celebra y se guarda la Sagrada Eucarista y se renen los fieles, y enla que se adora para auxilio y consuelo de los fieles la presencia del hijo de Dios, nuestroSalvador, ofrecido por nosotros en el altar del sacrificio, debe estar limpia y dispuesta para la

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    oracin y para las funciones sagradas.

    En ella son invitados los pastores y los fieles a responder con gratitud a la ddiva de quien por suHumanidad infunde continuamente la vida divina en los miembros de su Cuerpo. Procuren lospresbteros cultivar convenientemente la ciencia y, sobre todo, las prcticas litrgicas, a fin deque por su ministerio litrgico las comunidades cristianas que se les han encomendado alabencada da con ms perfeccin a Dios, Padre, Hijo y Espritu Santo.

    Los presbteros, rectores del Pueblo de Dios

    6. Los presbteros, ejerciendo, segn su parte de autoridad, el oficio de Cristo Cabeza y Pastor,renen, en nombre del Obispo, a la familia de Dios, con una fraternidad alentada unnimemente,y la conducen a Dios Padre por medio de Cristo en el Espritu. Mas para el ejercicio de esteministerio, lo mismo que para las otras funciones del presbtero, se le confiere la potestadespiritual, que, ciertamente, se da para la edificacin.

    En la edificacin de la Iglesia, los presbteros deben vivir con todos con exquisita delicadeza, aejemplo del Seor. Deben comportarse no segn el beneplcito de los hombres, sino conforme alas exigencias de la doctrina y de la vida cristiana, ensendoles y amonestndoles como a hijosamadsimos, segn las palabras del Apstol: "Insiste a tiempo y a destiempo, arguye, ensea,exhorta con toda longanimidad y doctrina" (2 Tim., 4,2).

    Por lo cual, atae a los sacerdotes, en cuando educadores en la fe, procurar personalmente, o pormedio de otros, que cada uno de los fieles sea conducido en el Espritu Santo a cultivar su propiavocacin segn el Evangelio, a la caridad sincera y diligente y a la libertad con que Cristo nosliber.

    De poco servirn las ceremonias, por hermosas que sean, o las asociaciones, aunque florecientes,si no se ordenan a formar a los hombres para que consigan la madurez cristiana. En suconsecucin les ayudarn los presbteros para poder averiguar qu hay que hacer o cul sea lavoluntad de Dios en los mismos acontecimientos, grandes o pequeos. Ensese tambin a loscristianos a no vivir slo para s, sino que, segn las exigencias de la nueva ley de la caridad,pongan cada uno al servicio del otro el don que recibi y cumplan as todos cristianamente sudeber en la comunidad humana.

    Aunque se deban a todos, los presbteros tienen encomendados a s de una manera especial a lospobres y a los ms dbiles, a quienes el Seor prefiere, y cuya evangelizacin se da como pruebade la obra mesinica. Tambin se atender con diligencia especial a los jvenes y a los cnyugesy padres de familia.

    Es de desear que stos se renan en grupos amistosos para ayudarse mutuamente a vivir con msfacilidad y plenitud su vida cristiana, dificultosa en muchas ocasiones. No olviden los presbterosque todos los religiosos, hombres y mujeres, por ser la porcin selecta en la casa del Seor,merecen un cuidado especial para su progreso espiritual en bien de toda la Iglesia. Atiendan, porfin, con toda solicitud a los enfermos y agonizantes, visitndolos y confortndolos en el Seor.

    Pero el deber del pastor no se limita al cuidado particular de los fieles, sino que se extiendetambin a la formacin de la autntica comunidad cristiana. Mas, para atender debidamente alespritu de comunidad, debe abarcar no slo la Iglesia local, sino la Iglesia universal. Lacomunidad local no debe atender solamente a sus fieles, sino que, imbuida tambin por el celomisionero, debe preparar a todos los hombres el camino hacia Cristo. Siente, con todo, una

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    obligacin especial para con los catecmenos y nefitos que hay que formar gradualmente en elconocimiento y prctica de la vida cristiana.

    No se edifica ninguna comunidad cristiana si no tiene como raz y quicio la celebracin de laSagrada Eucarista; por ella, pues, hay que empezar toda la formacin para el espritu decomunidad. Esta celebracin, para que sea sincera y cabal, debe conducir lo mismo a las obras decaridad y de mutua ayuda que a la accin misional y a las varias formas del testimonio cristiano.

    Adems, la comunidad eclesial ejerce por la caridad, por la oracin, por el ejemplo y por lasobras de penitencia una verdadera maternidad respecto a las almas que debe llevar a Cristo.porque ella es un instrumento eficaz que indica o allana el camino hacia Cristo y su Iglesia a losque, todava no creen, que anima tambin a los fieles, los alimenta y fortalece para la luchaespiritual.

    En la estructuracin de la comunidad cristiana, los presbteros no favorecen a ninguna ideologani partido humano, sino que, como heraldos del Evangelio y pastores de la Iglesia, empean todasu labor en conseguir el incremento espiritual del Cuerpo de Cristo.

    II. RELACIONES DE LOS PRESBITEROS CON OTRAS PERSONAS

    Relacin entre los Obispos y los presbteros

    7. Todos los presbteros, juntamente con los Obispos, participan de tal modo del mismo y nicosacerdocio y ministerio de Cristo, que la misma unidad de consagracin y de misin exige unacomunin jerrquica con el Orden de los Obispos, unin que manifiestan perfectamente a vecesen la concelebracin litrgica, y unidos a los cuales profesan que celebran la comunineucarstica. Por tanto, los Obispos, por el don del Espritu Santo, que se ha dado a los presbterosen la Sagrada Ordenacin, los tienen como necesarios colaboradores y consejeros en elministerio y funcin de ensear, de santificar y de apacentar la grey de Dios.

    Cosa que proclaman cuidadosamente los documentos litrgicos ya desde los antiguos tiempos dela Iglesia, al pedir solemnemente a Dios sobre el presbtero que se ordena la infusin "delespritu de gracia y de consejo para que ayude y gobierne al pueblo con corazn puro", como sepropag en el desierto el espritu de Moiss sobre las almas de los setenta varones prudentes,"con cuya colaboracin en el pueblo gobern fcilmente multitudes innumerables".

    Por esta comunin, pues, en el mismo sacerdocio y ministerio tengan los Obispos a sussacerdotes como hermanos y amigos, y preocpense cordialmente, en la medida de susposibilidades, de su bien material y, sobre todo, espiritual. Porque sobre ellos recaeprincipalmente la grave responsabilidad de la santidad de sus sacerdotes; tengan, porconsiguiente, un cuidado exquisito en la continua formacin de su presbiterio. Escchenlos congusto, consltenles incluso y dialoguen con ellos sobre las necesidades de la labor pastoral y delbien de la dicesis.

    Y para que esto sea una realidad, constityase de manera apropiada a las circunstancias ynecesidades actuales, con estructura y normas que ha de determinar el derecho, un consejo osenado de sacerdotes, representantes del presbiterio, que puedan ayudar con sus consejos,eficazmente, al Obispo en el rgimen de la dicesis.

    Los presbteros, por su parte, considerando la plenitud del Sacramento del Orden de que estninvestidos los Obispos, acaten de ellos la autoridad de Cristo, supremo Pastor. Estn, pues,

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    unidos a su Obispo con sincera caridad y obediencia. Esta obediencia sacerdotal, ungida deespritu de cooperacin, se funda especialmente en la participacin misma del ministerioepiscopal que se confiere a los presbteros por el Sacramento del Orden y por la misin cannica.

    La unin de los presbteros con los Obispos es mucho ms necesaria en estos tiempos porque enellos, por diversas causas, las empresas apostlicas no solamente revisten variedad de formas,sino que, adems, es necesario que excedan los lmites de una parroquia o de una dicesis.Ningn presbtero, por tanto, puede cumplir cabalmente su misin aislada o individualmente,sino tan slo uniendo sus fuerzas con otros presbteros, bajo la direccin de quienes estn alfrente de la Iglesia.

    Unin y cooperacin fraterna entre los presbteros

    8. Los presbteros, constituidos por la Ordenacin en el Orden del Presbiterado, estn unidostodos entre s por la ntima fraternidad sacramental y forman un presbiterio especial en ladicesis a cuyo servicio se consagran bajo el Obispo propio. Porque aunque se entreguen adiversas funciones, desempean con todo un solo ministerio sacerdotal para los hombres.

    Para cooperar en esta obra son enviados todos los presbteros, ya ejerzan el ministerio parroquialo interparroquial, ya se dediquen a la investigacin o a la enseanza, ya realicen trabajosmanuales, participando, con la conveniente aprobacin del ordinario, de la condicin de losmismos obreros donde esto parezca til; ya desarrollen, finalmente, otras obras apostlicas uordenadas al apostolado.Todos tienen, ciertamente, a un mismo fin: a la edificacin del Cuerpode Cristo, que, sobre todo en nuestros das, exigen mltiples trabajos y nuevas adaptaciones.

    Es de suma trascendencia, por tanto, que todos los presbteros, diocesano o religiosos, se ayudenmutuamente para ser siempre cooperadores de la verdad. Cada uno est unido con los demsmiembros de este presbiterio por vnculos especiales de caridad apostlica, de ministerio y defraternidad; esto lo expresa ya la Liturgia desde los tiempos antiguos, al ser invitados lospresbteros asistentes a imponer sus manos sobre el nuevo elegido, juntamente con el Obispoordenante, y cuando concelebran la Sagrada Eucarista con corazn unnime. Cada uno de lospresbteros se une, pues, con sus hermanos por el vnculo de la caridad, de la oracin y de la totalcooperacin, y de esta forma se manifiesta la unidad con que Cristo quiso que fueranconsumados para que conozca el mundo que el Hijo fue enviado por el Padre.

    Por lo cual los de edad avanzada reciban a los jvenes como verdaderos hermanos, aydenles enlas primeras empresas y labores del ministerio, esfurcense en comprender su mentalidad,aunque difiera de la propia y miren con benevolencia sus iniciativas. Los jvenes, a su vez,respeten la edad y la experiencia de los mayores; pdanles consejo sobre los problemas que serefieren a la cura de las almas y colaboren gustosos.

    Guiados por el espritu fraterno, los presbteros no olviden la hospitalidad, practiquen labeneficencia y la asistencia mutua, preocupndose, sobre todo, de los que estn enfermos,afligidos, demasiado recargados de trabajos, aislados, desterrados de la patria y de los que se venperseguidos. Renanse tambin gustosos y alegres para descansar, recordando aquellas palabrascon que el Seor invitaba, lleno de misericordia, a los Apstoles cansados: "Venid a un lugardesierto, y descansad un poco" (Mc., 6,31).

    Adems, a fin de que los presbteros encuentren mutua ayuda en el cultivo de la vida espiritual eintelectual, puedan cooperar mejor en el ministerio y se libren de los peligros que puedensobrevenir por la soledad, fomntese alguna especie de vida comn o alguna conexin de vida

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    entre ellos, que puede tomar formas variadas, segn las diversas necesidades personales opastorales; por ejemplo, vida en comn; donde sea posible, mesa comn o, a lo menos,frecuentes y peridicas reuniones. Hay que tener tambin en mucha estima y favorecerdiligentemente las asociaciones que, con estatutos reconocidos por la competente autoridadeclesistica, por una ordenacin apta y convenientemente aprobada de la vida y por la ayudafraterna, pretenden servir a todo el orden de los presbteros.

    Finalmente, por razn de la misma comunin en el sacerdocio, sintanse los presbterosespecialmente obligados para con aquellos que se encuentran en alguna dificultad; aydenlesoportunamente como hermanos y aconsjenles discretamente si es necesario. Manifiestensiempre caridad fraterna y magnanimidad para con lo que erraron en algo, pidan por ellosinsistentemente a Dios y mustrense en realidad como hermanos y amigos.

    Trato de los presbteros con los laicos

    9. Los sacerdotes del Nuevo Testamento, aunque por razn del Sacramento del Orden ejercen elministerio de padre y de maestro, importantsimo y necesario en el pueblo y para el Pueblo deDios, sin embargo, son juntamente con todos los fieles cristianos, discpulos del Seor, hechospartcipes de su reino por la gracia de Dios. Con todos los regenerados en la fuente del bautismo,los presbteros son hermanos entre los hermanos, puesto que son miembros de un mismo Cuerpode Cristo, cuya edificacin se exige a todos.

    Los presbteros, por tanto, deben presidir de forma que, buscando no sus intereses, sino los deJesucristo, trabajen juntamente con los fieles seglares y se porten entre ellos como a imitacindel Maestro, que entre los hombres "no vino a ser servido", sino a servir y dar su vida enredencin de muchos" (Mt., 20,28).

    Reconozcan y promuevan sinceramente los presbteros la dignidad de los seglares y la suyapropia, y el papel que desempean los seglares en la misin de la Iglesia. Respeten asimismocuidadosamente la justa libertad que todos tienen en la ciudad terrestre. Escuchen con gusto a losseglares, considerando fraternalmente sus deseos y aceptando su experiencia y competencia enlos diversos campos de la actividad humana, a fin de poder reconocer juntamente con ellos lossignos de los tiempos.

    Examinando los espritus para ver si son de Dios, descubran con el sentido de la fe losmultiformes carismas de los seglares, tanto los humildes como los ms elevados;reconocindolos con gozo y fomentndolos con diligencia. Entre los otros dones de Dios, que sehallan abundantemente en los seglares, merecen especial cuidado aquellos por los que no pocosson atrados a una vida espiritual ms elevada. Encomienden tambin confiadamente a los laicostrabajos en servicio de la Iglesia, dejndoles libertad y radio de accin, invitndoles inclusooportunamente a que emprendan sus obras por propia iniciativa.

    Piensen, por fin, los presbteros que estn puestos en medio de los seglares para conducirlos atodos a la unidad de la caridad: "Amndose unos a otros con amor fraternal, honrndosemutuamente " (Rom., 12,10). Deben, por consiguiente, los presbteros asociar las diversasinclinaciones de forma que nadie se sienta extrao en la comunidad de los fieles. Son defensoresdel bien comn, del que han de cuidar en nombre del Obispo, y al propio tiempo defensoresvalientes de la verdad, para que los fieles no se vean arrastrados por todo viento de doctrina. A suespecial cuidado se encomiendan los que no reciben los Sacramentos, e incluso quizdesfallecieron en la fe; no dejen de llegarse a ellos, como buenos pastores.

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    Atendiendo a las normas del ecumenismo, no se olvidarn de los hermanos que no disfrutan deuna plena comunin eclesistica con nosotros.

    Tendrn, por fin, como encomendados a sus cuidados, a todos los que no conocen a Cristo comosu Salvador.

    Los fieles cristianos, por su parte, han de sentirse obligados para con sus presbteros, y por ellohan de profesarles un amor filial, como a sus padres y pastores; y al mismo tiempo, siendopartcipes de sus desvelos, ayuden a sus presbteros cuanto puedan con su oracin y su trabajopara que stos logren superar convenientemente sus dificultades y cumplir con ms provecho susfunciones.

    III. DISTRIBUCION DE LOS PRESBITEROS Y VOCACIONES SACERDOTALES.

    Adecuada distribucin de los presbteros

    10. El don espiritual que recibieron los presbteros en la ordenacin no los dispone slo para unamisin limitada y restringida, sino para una misin amplsima y universal de salvacin "hasta losextremos de la tierra" (Act., 1,8), porque cualquier ministerio sacerdotal participa de la mismaamplitud universal de la misin confiada por Cristo a los Apstoles. Porque el sacerdocio deCristo, de cuya plenitud participan verdaderamente los presbteros, se dirige por necesidad atodos los pueblos y a todos los tiempos, y no se coarta por lmites de sangre, de nacin o de edad,como ya se significa de manera misteriosa en la figura de Melquisedec.

    Recuerden, pues, los presbteros que deben llevar en el corazn la solicitud de todas las iglesias.Por lo cual los presbteros de las dicesis ms ricas en vocaciones han de mostrarsegustosamente dispuestos a ejercer su ministerio, con el beneplcito o el ruego del propioordinario, en las regiones, misiones u obras afectadas por la carencia de clero.

    Revsense, adems, las normas sobre la incardinacin y excardinacin de manera que,permaneciendo firme esa antigua disposicin, respondan mejor a las necesidades pastorales deltiempo. Y donde lo exija la consideracin del apostolado, hganse ms factibles, no slo laconveniente distribucin de los presbteros, sino tambin las obras pastorales peculiares a losdiversos grupos sociales que hay que llevar a cabo en alguna regin o nacin, o en cualquierparte de la tierra.

    Para ello, pueden establecerse algunos seminarios internacionales, dicesis peculiares oprelaturas personales y otras instituciones por el estilo, a las que puedan agregarse o incardinarselos presbteros para el bien comn de toda la Iglesia, segn mdulos que hay que determinar paracada caso, quedando siempre a salvo los derechos de los ordinarios del lugar.

    Sin embargo, en cuanto sea posible, los presbteros no se enven aislados a una regin nueva,sobre todo si an no conocen bien la lengua y las costumbres, sino de dos en dos, o de tres entres, a la manera de los discpulos de Cristo, para que se ayuden mutuamente. Es necesariotambin prestar un cuidado exquisito a su vida espiritual, y a su salud fsica y psquica, y encuanto sea posible, preprense para ellos lugares y condiciones de trabajo conforme a laidiosincrasia personal de cada uno. Es tambin muy conveniente que todos los que se dirigen auna nueva nacin procuren conocer cabalmente no slo la lengua de aquel lugar, sino tambin landole psicolgica y social caracterstica de aquel pueblo al que quieren servir humildemente,comunicando con l cuanto mejor puedan, de forma que imiten el ejemplo del Apstol Pablo,que pudo decir de s mismo: "Pues siendo del todo libre, me dice siervo de todos, para ganarles a

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    todos. Y me hago judo con los judos, para ganar a los judos" (1 Cor., 9,19-20).

    Atencin de los presbteros a las vocaciones sacerdotales

    11. El Pastor y Obispo de nuestras almas constituy su Iglesia de forma que el Pueblo que eligiy adquiri con su sangre deba tener sus sacerdotes siempre, y hasta el fin del mundo, para quelos cristianos no estuvieran nunca como ovejas sin pastor. Conociendo los Apstoles este deseode Cristo, por inspiracin del Espritu Santo, pensaron que era obligacin suya elegir ministros"capaces de ensear a otros" (2 Tim., 2,2).

    Oficio que ciertamente pertenece a la misin sacerdotal misma, por lo que el presbtero participaen verdad de la solicitud de toda la Iglesia para que no falten nunca operarios al Pueblo de Diosaqu en la tierra. Pero ya que hay una causa comn entre el piloto de la nave y el navo...,ensese a todo el pueblo cristiano que tiene obligacin de cooperar de diversas maneras, por laoracin perseverante y por otros medios que estn a su alcance, para que la Iglesia tenga siemprelos sacerdotes necesarios en el cumplimiento de su misin divina.

    Ante todo, preocpense los presbteros de exponer a los fieles, por el ministerio de la palabra ycon el propio testimonio de la vida, que manifieste abiertamente el espritu de servicio y elverdadero gozo pascual, la excelencia y necesidad del sacerdocio, y a los que prudentementejuzgaren idneos para tan gran ministerio, sean jvenes o adultos, de ayudarlos, sin escatimarpreocupaciones ni molestias, para que se preparen convenientemente y, por tanto, puedan serllamados algn da por el Obispo, salvo la libertad interna y externa de los candidatos.

    Para conseguir esto es muy importante la diligente y prudente direccin espiritual. Los padres ymaestros, y todos a quienes atae de cualquier manera la formacin de los nios y de os jvenes,edquenlos de forma que, conociendo la solicitud del Seor por su rebao y considerando lasnecesidades de la Iglesia, estn preparados a responder generosamente con el profeta al Seor, silos llama: "Heme aqu, envame" (Is., 6,8).

    No hay, sin embargo, que esperar que esta voz del Seor que llama llegue a los odos del futuropresbtero de un modo extraordinario. Ms bien hay que captarla y juzgarla por los signosordinarios con que a diario conocen la voluntad de Dios los cristianos prudentes; signos que lospresbteros deben considerar con mucha atencin.

    A ellos se recomienda encarecidamente las obras de las vocaciones, sean diocesanas onacionales. Es necesario que en las predicaciones, en la catequesis, en los peridicos, se declarenelocuentemente las necesidades de la Iglesia, tanto local como universal; se expongan a la luz delda el sentido y la dignidad del ministerio sacerdotal, puesto que en l se armonizan tantostrabajos como tantas satisfacciones, y en el cual, sobre todo, como ensean los Padres, puededarse a Cristo el mximo testimonio del amor.

    CAPITULO III

    LA VIDA DE LOS PRESBITEROS

    I. VOCACION DE LOS PRESBITEROS A LA PERFECCION

    Santidad sacerdotal

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    12. Por el Sacramento del Orden, los presbteros se configuran a Cristo Sacerdote como miembrocon su Cabeza para la estructuracin y edificacin de todo su Cuerpo, que es la Iglesia, comocooperadores del orden episcopal. Ya en la consagracin del bautismo, como todos los fielescristianos, recibieron ciertamente la seal y el don de tan grande vocacin y gracia para sentirsecapaces y obligados, a pesar de la debilidad humana, a seguir la perfeccin, segn la palabra delSeor: Sed, pues, perfectos, como perfecto es vuestro padre celestial" (Mt., 5